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Revista eleuthera

versión impresa ISSN 2011-4532

Rev. eleuthera vol.23 no.1 Manizales ene./jun. 2021  Epub 04-Nov-2021

https://doi.org/10.17151/eleu.2021.23.1.20 

Traducciones

Proyecciones profesionales académicas y de investigación para el servicio social en América latina y en el caribe frente al desafío de la crisis mundial*

Academic and research professional projections for social service in Latin America and the caribbean facing the challenge of the global crisis

Marilda Villela Iamamoto1 

1 Investigadora y becaria de productividad del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPQ), Brasil (Nivel 1A). Prof. Titular del Programa de Posgraduación en Servicio Social de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro y coordinadora del Núcleo de Estudios Estado, Clases Trabajadoras y Servicio Social (NECLATSS). Prof. Titular pensionada de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ). Autora de varios libros y artículos en el área de Servicio Social. Rio de Janeiro, Brasil. 0000-0002-4838-1290.


Resumen

El tema es abordado considerando la crisis del capital y las fuerzas de resistencia en la actualidad. Sitúa al Servicio Social en la división del trabajo, señalando la articulación entre proyecto profesional y trabajo asalariado y las tensiones ahí presentes. El texto presenta un breve panorama de las desigualdades y de la pobreza en América Latina en un contexto de crisis y los desafíos al Servicio Social Latinoamericano. La formación y la investigación en Servicio Social tiene especial destaque, y se finaliza con las conclusiones.

Palabras clave: Servicio Social latinoamericano y del Caribe; Servicio Social en la división del trabajo; Crisis y desigualdad; Educación e investigación en Servicio Social

Abstract

The theme is approached considering the crisis of capital and the forces of resistance at present. It places the Social Work in the division of labor, emphasizing the articulation between professional project and salaried work and tensions present there. The text presents a brief overview of inequalities and poverty in Latin America in a context of crisis and the challenges to Latin American Social Work. The education and research in Social Work have special emphasis, following the conclusions.

Key words: Latin American and Caribbean Social Work; Social Work in the division of labor; Crisis and inequality; Education and Research in Social Work

Saludos

Mis saludos a las entidades organizadoras del XXII Seminario Latinoamericano y del Caribe de Escuelas de Trabajo Social: Proyecciones profesionales académicas y de investigación para el Trabajo Social en América Latina y el Caribe ante el desafío de la crisis mundial1: Mis saludos a los/las colegas de América Latina y el Caribe y al público presente: estudiantes, docentes y Trabajadores Sociales, fraternos saludos a quienes componen la mesa.

Este XXII Seminario ciertamente irá a marcar la historia del Servicio Social Latinoamericano por el debate académico plural sobre el Servicio Social en un contexto de crisis del capital y de la mayor ofensiva conservadora contra las fuerzas democráticas y gobiernos populares en la región, sobre el comando del imperio norteamericano que hiere la soberanía de nuestros países, del cual Brasil es un ejemplo. Este Seminario contó con la participación representativa y el protagonismo de las entidades académicas y gremiales colombianas y con la viva presencia de entidades representativas internacionales del Servicio Social, International Association of Schools of Social Work (IASSW), la International Federation of Social Workers (IFSW) y su vicepresidencia para América Latina, la Asociación Latinoamericana de Enseñanza e investigación en Trabajo Social, copromotora de este encuentro, del Comité Latinoamericano y Caribeño de Organizaciones Profesionales de Servicio Social (COLACATS).

El tema nos desafía a pensar la articulación entre proyecciones profesionales, académicas y de investigación en Trabajo Social Latinoamericano en esta era de los extremos, en los términos de Hobsbawm (2009). Y a proyectar una agenda de investigación en su articulación con los proyectos académicos y profesionales en la región ante la crisis mundial.

El punto de partida para pensar el Servicio Social en América Latina y el Caribe es el reconocimiento de su unidad en la diversidad. La diversidad proviene de particularidades históricas de la formación de la sociedad y del Estado en nuestros países y de la trayectoria del Servicio Social en su ámbito; de las diferencias de institucionalización y desarrollo académico de la educación en el área del Servicio Social: niveles medios, superior, universitario y posgraduación. Estas diferencias afectan la reserva de fuerzas político-organizativas, teórico-metodológicas y ético-políticas en el Servicio Social, y las concepciones teóricas y metodológicas-sistémicas, posmodernas e histórico-críticas- que vienen presidiendo las formulaciones y la investigación en Servicio Social, con incidencia en el trabajo cotidiano.

Reconocer estas diversidades convoca el debate plural respetuoso y de enriquecimiento colectivo para enfrentar desafíos comunes: el perfeccionamiento académico y ético-político de la formación y del ejercicio profesional; el reconocimiento del Servicio Social como área de conocimiento por la comunidad científica; la ampliación de las bases de legitimación social de la profesión junto a los demás profesionales y al público de los servicios prestados; la expansión de nuestros espacios ocupacionales y los compromisos éticos con valores que dignifiquen el género humano.

El tema será desarrollado considerando: (1) Crisis del capital y resistencia; (2) Servicio Social en la división del trabajo: proyecto profesional y asalariamiento; (3) Desigualdades y pobreza en el contexto de crisis: desafíos al Servicio Social Latinoamericano; (4) Formación e investigación en Servicio Social; (5) Conclusiones.

Crisis del capital y resistencia

La crisis financiera desencadenada en Europa en 2007, impulsada por la falencia del Banco Lehman en 2008, se expandió en la zona del euro y en el circuito mundial, expresando el estancamiento de la economía mundial. En la raíz de esa crisis se encuentran las políticas gubernamentales favorecedoras de la esfera financiera y del gran capital productivo, de las instituciones y mercados financieros y las empresas multinacionales, en cuanto un conjunto de fuerzas que capturan los Estados nacionales y redimensionan las políticas públicas sobre inspiración neoliberal.

Como sustenta Salama (1999), la lógica financiera del régimen de acumulación tiende a provocar crisis que se proyectan en el mundo, generando recesión. Es resultante de esa lógica la volatilidad del crecimiento que redunda en mayor concentración de renta, de propiedad y aumento de la pobreza, no apenas en las periferias de los centros mundiales, sino también impactando lo más profundo y consagrado del capitalismo mundial. Crece la necesidad de financiamiento externo, y con ella, la deuda interna y externa, los servicios de la deuda (los pagos de intereses), ampliación del déficit comercial. Las exigencias del pago de los servicios de la deuda, aliada a las elevadas tasas de intereses, generan escases de recursos para la inversión y costeo. Favorece las inversiones especulativas en detrimento de la producción, lo que se encuentra en la raíz de la reducción de los niveles de empleo, del agravamiento de las desigualdades y de la regresión de las políticas sociales públicas.

El substrato de la crisis actual reside en la superacumulación de capacidades de producción especialmente elevadas y en la superproducción, acompañadas de una acumulación de capital ficticio sin precedentes (Chesnais, 2012; 2013), apoyada en la superexplotación de los trabajadores.

Las desigualdades son reforzadas con políticas tributarias regresivas, en que la recaudación fiscal tiene una incidencia proporcionalmente mayor sobre los de menor renta, penalizando los contribuyentes de menor poder adquisitivo (Salvador e Boschetti, 2006; Behring, 2003; Behring e Boschetti, 2006). La versión liberal opera una descualificación de la “cuestión social” como cuestión pública, cuestión política y cuestión nacional (Yazbek, 2001; Telles, 1999).

Las políticas de raíz liberal para enfrentar la crisis expresan un proyecto de clase para restaurar y consolidar el poder del capital, privatizando lucros y socializando costos (Harvey, 2011). Se amplía la distancia entre ricos y pobres, radicalizando desigualdades sociales y las luchas contra las mismas. Se reactiva la intolerancia política y religiosa, los xenofobismos, los desplazamientos forzados de masas de población en busca de un lugar para sobrevivir, así como la resistencia a los inmigrantes y a los refugiados políticos. Al mismo tiempo se expande el pillaje de recursos naturales del planeta y la creciente mercantilización de las riquezas naturales: la explotación de moldes capitalistas de minerías, del agua, del aire y de los bosques, lo que requiere acceso a la propiedad privada de las tierras y a las licencias de parte del Estado para la explotación económica de recursos en regiones protegidas.

Las fuerzas de resistencia sufren importantes impactos como consecuencia de los efectos de la crisis en la precarización del trabajo, en el desempleo y en la fuerza política de los trabajadores. Se articula la intensificación de represión y la criminalización de los movimientos sociales. Vivimos tiempos difíciles, “tiempos de aflicción y no de aplausos”, como diría el poeta brasilero Ledo Ivo.

Pero existen resistencias y luchas trabadas en el día a día, invisibilizadas por los medios de comunicación. Pueden ser recordadas: las huelgas de los trabajadores urbanos; las luchas de los “trabajadores sin tierras” y campesinos por la reforma agraria; el movimiento de los trabajadores sin techo por la habitación; de las naciones indígenas por la preservación de su patrimonio material y cultural; las luchas de las mujeres contra la opresión y por la legalización del aborto y el reconocimiento de sus derechos; de los trabajadores pensionados por derechos de la seguridad social; de la juventud en la ocupación de escuelas y por el precio de los transportes; de los afrodescendientes contra la opresión secular y por la preservación de sus raíces y derechos; de los migrantes que atraviesan las fronteras nacionales, en la defensa de su cultura y de su integración en las nuevas sociedades; de la juventud trabajadora de la periferia de las grandes ciudades en defensa de sus expresiones culturales y contra el genocidio de jóvenes, negros, pobres de las periferias urbanas; la lucha contra la fobia en relación a las lésbicas, Gays, Bisexuales, Travestis y Transexuales (LGBTT). En una coyuntura de ascenso del conservadurismo a nivel mundial, asistentes sociales de América Latina y del Caribe se posicionan públicamente en el campo de la resistencia política2, en alianza con segmentos mayoritarios de las clases subalternas y sus formas de organización, cuyos intereses han sido severamente impactados.

Nuestro esfuerzo se dirige a la construcción de un proyecto de Servicio Social orientado por valores que dignifiquen el género humano, habiendo incorporado el ideario heredado de la lucha mundial de los trabajadores. Son nuestros nortes: los valores mayores de la libertad, la justicia, la radicalidad democrática, de la igualdad y el respeto a los derechos humanos y de la calidad de los servicios prestados, en la perspectiva de construcción histórica de emancipación de cada uno y de todos los Hombres.

Este proyecto preserva su autonomía ante los partidos y las fuerzas de izquierda. Él representa el antídoto para enfrentar la alienación del trabajo indisociable del estatuto asalariado. Dotado de “carácter ético-político” dispone de una dimensión de universalidad, impregnando el trabajo cotidiano de intereses de colectividad. Él nos desafía a descifrar la historia y acumular fuerzas políticas y competencias profesionales para su visibilización. Este proyecto se ve hoy tensionado por proyectos societarios conservadores, liberales y capitalistas de diversos matices.

Pero en la disputa teórico-política de proyectos contra-hegemónicos para nuestros países, (construidos de abajo para arriba) están envueltos partidos y fuerzas de izquierda y movimientos sociales. A ellos unimos nuestras fuerzas: la fuerza de nuestra organización representativa, de nuestra producción académica, y del trabajo profesional en sus dimensiones materiales y educativas.

En este horizonte avanzamos en la construcción de una propuesta esencialmente crítica de la formación académico-profesional dotada de rigor en cuanto disciplina científica; y un ejercicio profesional comprometido con las necesidades sociales e intereses colectivos de los sujetos sociales.

La actitud de indagar y la investigación son dimensiones constitutivas (y no apenas complementares) tanto de la formación, cuanto del ejercicio profesional. Ellas permiten impulsar el acto de conocer como un acto de imaginación creadora, volcado a fortalecer nuestras proyecciones académicas y profesionales asociadas a proyectos societarios norteados por valores radicalmente humanistas. Y posibilitan asociar las situaciones singulares con que se encuentran los asistentes sociales a sus determinaciones macrosociales, permitiendo develar posibilidades de acción contenidas en la realidad.

Servicio Social en la división del trabajo: proyecto profesional y asalariamiento

Desde la década del ochenta, venimos señalando ser el Servicio Social una especialización del trabajo de la sociedad, inscrita en la división social y técnica del trabajo. Esto supone afirmar el primado del trabajo en la constitución de los individuos sociales. Ésta no es la prioridad del mercado, tan importante para los liberales.

El análisis del Servicio Social en el ámbito de las relaciones sociales capitalistas proyecta superar los influjos liberales en la comprensión y conducción de la “práctica profesional”. Ésta es generalmente vista como práctica del individuo aislado, desvinculada de la trama social que crea sus necesidades y condiciona sus efectos en la sociedad. Los procesos históricos tienden a ser reducidos a un “contexto”, distinto de la práctica profesional, que la condicionaría “externamente”. La “práctica” es tenida como una relación singular entre el asistente social y el sujeto atendido desvinculada de la “cuestión social” y de las políticas sociales correspondientes. En esta perspectiva, la formación profesional debería privilegiar la construcción de estrategias, técnicas y formación de habilidades (centrándose en el “cómo hacer”) a partir de la justificativa que el Servicio Social es una “profesión volcada a la intervención en lo social”. Ese camino ya trillado está superado o está condenado a crear un profesional que aparentemente sabe hacer, pero no consigue explicar las razones, el contenido, la dirección social, y los efectos de su trabajo en la sociedad. Se corre el peligro de que el asistente social sea reducido al mero “técnico”, delegando a otros la tarea de pensar la sociedad. El resultado es un profesional mistificado y de la mistificación, dotado de frágil identidad con la profesión.

El “significado sociohistórico e ideopolítico del Servicio Social se inscribe en el conjunto de las prácticas sociales accionado por las clases y medidas por el Estado de cara a las “secuelas” de la “cuestión social” (ABEPSS/CEDEPSS, 1996). El ejercicio profesional es necesariamente polarizado por la trama de relaciones e intereses entre las clases sociales. Éste participa tanto de los mecanismos de explotación y dominación, cuanto, al mismo tiempo y por la misma actividad, de las respuestas institucionales a las necesidades de sobrevivencia de las clases trabajadoras y de la reproducción del antagonismo de los intereses sociales (Iamamoto y Carvalho, 2014). Como la sociedad es atravesada por proyectos sociales distintos (proyecto de clase para la sociedad) se tiene un terreno socio-histórico abierto a la construcción de proyectos profesionales también diversos, indisociables de los proyectos más amplios para la sociedad. Es esta presencia de las fuerzas sociales y políticas reales -y no mera ilusión- que permite al cuerpo profesional establecer estrategias político-profesionales en el sentido de reforzar intereses de las clases subalternas, objetivo prioritario de las acciones profesionales.

Las (os) asistentes sociales realizan una acción de cuño socioeducativo en la prestación de servicios sociales, viabilizando el acceso a los derechos y a los medios de ejercerlos, contribuyendo para que necesidades e intereses de los sujetos sociales adquieran visibilidad en la escena pública y puedan ser reconocidos. Estimulan la organización de los diferentes segmentos de los trabajadores en la defensa y ampliación de sus derechos. Afirmamos el compromiso con los derechos sociales, políticos y humanos y la defensa de la cualidad de los servicios sociales.

El Servicio Social brasilero, en las últimas décadas, en el marco de las luchas sociales contra la dictadura (1964-1980) y por la defensa del Estado de derecho, hace un radical giro en su dimensión ética y en el debate en este plano: constituye democráticamente su base normativa, expresada en la legislación profesional, en las Directrices Curriculares Nacionales para la educación de graduación y en el Código de Ética del Asistente Social, de 1993, pilares del proyecto profesional brasilero. Su núcleo central es la comprensión de la historia a partir de las clases sociales y sus luchas, el reconocimiento de la centralidad del trabajo y de los trabajadores. Él fue alimentado teóricamente por la tradición marxista3 -en el diálogo con otras matrices analíticas- y políticamente por la aproximación a las fuerzas vivas que mueven la historia: las luchas y los movimientos sociales.

El Servicio Social en nuestros países fue reglamentado como una “profesión liberal”, de ella provienen los estatutos legales y éticos que prescriben una autonomía teórico-metodológica, técnica y ético-política a la conducción del ejercicio profesional. Entretanto el ejercicio de la profesión es tensionado por la compra y venta de la fuerza de trabajo especializada del asistente social. El asalariamiento es un determinante fundamental en la autonomía del profesional, impregnando esa actividad de las restricciones del trabajo alienado. Se establece así “la tensión entre proyecto profesional y alienación del trabajo, indisociable del estatuto asalariado”. O en otros términos, se reponen en las particulares condiciones del trabajo del asistente social profesional, el clásico dilema entre causalidad y teleología, entre estructura y acción del sujeto.

La condición de trabajador asalariado (sea como funcionario público o asalariado de empleadores privados, empresariales o no) envuelve, necesariamente, la incorporación de parámetros institucionales y laborales que regulan las relaciones de trabajo, y establecen las condiciones en que ese trabajo se realiza: intensidad, jornada, salario, control del trabajo, índices de productividad y metas a ser cumplidas. Los organismos empleadores redefinen funciones y atribuciones de sus empleados; ofrecen los recursos materiales, financieros, humanos y técnicos indispensables a la objetivación del trabajo; recortan las expresiones de la “cuestión social” que se tornan materia de actividad profesional, lo que condiciona contenido del trabajo realizado, estableciendo límites y posibilidades a la realización de los propios profesionales.

La posibilidad de imprimir una dirección social al ejercicio (moldando su contenido y el modo de operarlo) proviene de la relativa autonomía de que dispone el asistente social, resguardada por la legislación profesional y pasible de exigencia judicial. Esa autonomía es históricamente dependiente de la correlación de fuerzas económicas, políticas y culturales en niveles societarios. Ella se expresa, de forma particular, en los distintos espacios ocupacionales construidos en la relación con sujetos sociales determinados: en el Estado (en el Poder Ejecutivo y el Ministerio Público, en el Judicial y en el Legislativo); en las empresas capitalistas; en las organizaciones político-sindicales; en las organizaciones privadas sin ánimo de lucro y en las demás instancias públicas de control democrático (Consejos de Políticas y de Derechos, conferencias, foros, auditorias).

Inclusive, las actividades desarrolladas sufren otro vector de demandas: las necesidades de los sujetos que, condicionadas por luchas sociales y por las relaciones de poder, se transforman en demandas profesionales, reelaboradas en la óptica de los empleadores.

En esos espacios ocupacionales los (as) asistentes sociales ejercen su competencia y atribuciones profesionales, resguardados (as) por Ley: estudios socioeconómicos; orientación social a individuos, Grupos y familias; asesorías, consultorías, y supervisión técnica; formulación, gestión y evaluación de políticas, programas y proyectos; movilización social y prácticas educativas; instrucciones sociales de procesos, sentencias y decisiones; formulación de proyectos de trabajo profesional e investigación; magisterio, dirección y supervisión académica, que no ha tenido la necesaria visibilidad en la literatura profesional reciente.

Desigualdades y pobreza en el contexto de crisis: desafíos al Servicio Social Latinoamericano

La optimista agenda de la ONU para 2030 centrada en “Desarrollo sustentable”4 es desafiada frente a los elevados niveles de desigualdad en América Latina. Su crecimiento es reconocido por la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina (CEPAL) en el documento Panorama Social de América Latina 20165, que considera la desigualdad como un fenómeno multidimensional -sufriendo interferencia de la distribución de la renta, de la estructura de la clase expresada en la propiedad de activos físicos y financieros, del gasto público y social, de la estructura etaria, del tiempo y de la presencia de las poblaciones afrodescendientes; y convive con experiencias de reducción de la pobreza.

La CEPAL establece un conjunto de prioridades para apoyar la agenda 2030 en la región cuyo supuesto básico es la posibilidad de igualdad en la expansión capitalista. Ella se choca con la persistente profundización de las desigualdades, reconocida por los organismos multilaterales y por cientistas renombrados, que vienen comprobando que desarrollo capitalista no rima con igualdad: crecen simultáneamente la acumulación de capital y las desigualdades. (Piketty, 2014, 2015). La crisis del capital es subestimada y pasa a ser leída como un arsenal de “oportunidades”, pero no para la mayoría de la población sobre la cual recaen sus efectos.

Según la CEPAL (2018), el coeficiente de Gini que mide las desigualdades sociales y la concentración de la renta (en que uno (1) representa máxima desigualdad y cero (0) ni una desigualdad), presentó para 17 países de América Latina, en el año 2016, el valor medio de 0,469 en la distribución de renta personal y de domicilios. Todavía viven en pobreza extrema más de 75 millones de personas, mitad en Brasil y en México.

De los 300 millones de trabajadores en la región, más de la mitad son asalariados en microempresas o trabajan por cuenta propia. En un contexto de crisis, se tiene una expansión del mercado del trabajo predominantemente informal, con crecimientos en el sector de servicios de baja productividad y altas tasas de informalidad (PNUD, 2016)6.

Siendo el capital una relación social por excelencia, supone el trabajo asalariado. En su búsqueda incesante de lucro tiende a expandirse indefinidamente por medio del trabajo no pago de los trabajadores. Su ciclo expansionista se realiza por medio de la ampliación de la parcela del capital invertida en medios de producción (capital constante) aumentando la productividad del trabajo y reduciendo relativamente aquella parcela de capital invertida en fuerza de trabajo (capital variable).

Otra condición y resultado contradictorio de ese mismo proceso es la ampliación de la superpoblación relativa (o población “sobrante” para las necesidades medias de valorización del capital), haciendo crecer el desempleo y la precarización de las relaciones de trabajo. Así, el pauperismo como resultado del trabajo (del desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social), es una especificidad de la producción fundada en el capital (Marx, 1985; Netto, 2001). En otros términos, el proceso de acumulación al realizarse hace crecer el margen de las desigualdades entre las clases sociales (acumulación de la riqueza y de la pobreza), lo que, por su vez, restringe la capacidad de consumo de mercancías producidas, e impulsa la crisis. Los (as) asistentes sociales tienen en las múltiples expresiones de las desigualdades condensadas en la “cuestión social”, tal como se expresan en la vida de los sujetos, la “materia” sobre la cual incide el trabajo profesional. No trabajamos con fragmentos de vida social, sino con sujetos que condensan en si la vida en sociedad.

La “cuestión social”, envuelve una arena de luchas políticas y culturales contras las desigualdades socialmente producidas. Fueron las luchas que rompieron el dominio privado en las relaciones entre capital y trabajo, ubicando la “cuestión social” en la esfera pública. Ella pasa a exigir la interferencia del Estado en el reconocimiento y la legalización de derechos y deberes de los sujetos sociales relacionados, corroborados en las políticas y en los servicios sociales públicos, mediaciones fundamentales del ejercicio profesional.

Se verifica un violento proceso de criminalización de las expresiones colectivas de las clases subalternas (Ianni, 1992; Guimaraes, 1979). Se recicla la noción de “clases peligrosas” (no más laboriosas), sujetas a la represión y a la extinción, lo que es motivo de preocupación.

Este cuadro histórico altera las requisiciones institucionales al trabajo profesional que desafían la formación y la investigación.

Por un lado, la “flexibilidad” sintetiza la orientación de ese momento económico, afectando los procesos de trabajo, las formas de gestión de la fuerza de trabajo, el mercado y los derechos laborales, reverberando la tendencia a la desreglamentación de las profesiones. La exigencia es reducir costos y ampliar tasas de lucratividad, envolviendo cortes en los salarios y en los derechos conquistados. Implica amplia reducción del personal en los puestos de trabajo y precarización de las condiciones de trabajo. Se expande el trabajador polivalente, la tercerización de los servicios y la reducción del cuadro de personal, tanto en la esfera privada cuanto gubernamental.

Por otro lado, radicales cambios en la relación Estado/sociedad civil al servicio de los intereses privados, reducen la acción del Estado ante la “cuestión social” mediante la restricción de gastos sociales, impulsando un amplio proceso de privatización de la cosa pública: un Estado cada vez más sometido a los intereses económicos y políticos dominantes. Se recomiendan políticas sociales focalizadas en la pobreza y el proceso de privatización de la prestación de servicios sociales. O sea, la transferencia de responsabilidades gubernamentales para “organizaciones de la sociedad civil de interés público”, y una creciente mercantilización de los atendimientos a las necesidades sociales, creando nichos de valorización del capital en el campo de los servicios sociales. Estos servicios así estructurados dejan de expresar derechos sociales de ciudadanía que, siendo universales, requieren la injerencia del Estado; y se metamorfosean en actividades de otra naturaleza, inscrita en el circuito de compra y venta de mercancías, en cuanto derechos atinentes a la condición del consumidor (Mota, 1995).

Tales procesos impactan las formas de sociabilidad. Una lógica pragmática y productivista eleva la competitividad, la rentabilidad, la eficacia en criterios para análisis de vida en sociedad. Se forja una mentalidad utilitaria que refuerza el individualismo, erosionando proyectos y utopías.

Señalo tres tendencias, de raíz liberal, que vienen interfiriendo decididamente en las respuestas institucionales a la “cuestión social”:

La primera es el refuerzo del individualismo y responsabilización de la familia trabajadora por la superación de los niveles de pobreza. La tendencia es transferir a los individuos y sus familias -a pesar de la precariedad de las condiciones de su sobrevivencia- la responsabilidad de crear condiciones para el enfrentamiento de las desigualdades -lo que se expresa en las condicionalidades para el acceso a las políticas públicas. Los asistentes sociales son llamados a ejercer la fiscalización de las familias, a priori infantilizadas y criminalizadas en el cumplimiento de esas condicionalidades. O sea, son llamados a ejercer la “vigilancia social” o el “policiamiento social” de los pobres, evitando artimañas en el uso indebido de recursos públicos, demanda persistente desde los primordios de la profesión. Es interesante observar que al gran capital no le es requerida cualquier “vigilancia” sobre los créditos públicos obtenidos para mover sus negocios.

La segunda tendencia es moralización de la “cuestión social”, o sea, la subjetivación de sus necesidades, escamoteando las condiciones miserables de sobrevivencia de amplios contingentes de trabajadores sobrantes. Se constata la tendencia de “no ensuciar las manos con las necesidades de sobrevivencia material”, en favor de un trabajo considerado “más noble” en la esfera de la cultura, de la educación o de la esfera psicológica del sujeto. Esa “subestimación de las necesidades” también se expresa en la tendencia de encarar la vivencia de la pobreza como cuestión psicológica, cuya aceptación pasaría por la vía terapéutica, individual o familiar, sublimando las desigualdades.

La moralización de la “cuestión social” también se muestra en el llamamiento al voluntariado, efectuando una descualificación de las necesidades de la población sujetas a un atendimiento de segunda clase, como si buena voluntad substituyera el conocimiento teórico y técnico-político respecto al modo de vida y culturas de las clases subalternas.

La tercera tendencia de las requisiciones profesionales es la asistencialización de la barbarie del capital y la criminalización de sus manifestaciones: esta unión actualiza el Estado Penal (Wacquant, 2001) y permite reiterar una antigua y persistente alianza entre represión y asistencia en el trato a la “cuestión social”. En ese cuadro los asistentes sociales son llamados a verificar in loco las condiciones de vida de la población trabajadora, ingresando en su espacio doméstico y familiar, lo que puede redundar en antiéticas invasiones de privacidad en nombre de la burocracia, del control estatal y del cumplimiento de los parámetros de productividad del trabajo.

En el ámbito de las políticas públicas, especialmente en la seguridad social, las referencias al riesgo social, vulnerabilidad y a la exclusión social han sido ampliamente incorporadas por los asistentes sociales en su trabajo cotidiano. La gestión de políticas pasa a ser vista como “administración o gestión del riesgo social” frente a segmentos poblacionales en “situación de vulnerabilidad”. Esto fue una inflexión operada en las políticas de protección social del Banco Mundial, a partir del 2000, con soporte académico en teóricos de amplio reconocimiento en la sociología europea, como Ulrich Beck (Beck, 1997a; 1997b; 1998; 2008) y Anthony Giddens (Giddens, 1991; 2005; 2007); Giddens y Pierson, 2000, Giddens, Beck y Lash, 2007), promotores intelectuales de la “tercera vía” ante la “muerte del socialismo” y de la “lucha de clases”.

La crisis del capital es fetichizada y presentada a la inversa: como riesgos inherentes al éxito del capital, pasible de ser administrados. Emerge una nueva manera de encarar la política de protección social como estrategia de manejo o administración del riesgo. En este conjunto de categorizaciones de clara inspiración liberal (riesgos, activos, vulnerabilidades, igualdad de oportunidades) la pobreza pasa a ser vista como fracaso individual en el ingreso a los mecanismos del mercado. Cabría al Estado compensar las “fallas del mercado” y proporcionar redes de protección social a los pobres vulnerables para lidiar con el riesgo. Ante la necesidad de reducir gastos sociales, se recomienda el empoderamiento de individuos y reducción de su dependencia frente a las instituciones estatales.

Se atribuye a los individuos atomizados y sus familias la responsabilidad de protegerse contra los riesgos (naturales y artificiales). Al mismo tiempo, se tiene la focalización de las políticas y programas sociales de carácter masivo y de bajo costo en los segmentos pobres más vulnerables: individuos, familias, y comunidades. Los asistentes sociales no son meros operacionalizadores de políticas emanadas del Estado -un brazo operacional del moderno príncipe- aunque la política pública -y particularmente la política de seguridad social- sea una mediación determinante en el ejercicio profesional en el mercado del trabajo como una de las respuestas institucionalizadas a la “cuestión social”.

Así, existen tensiones entre políticas sociales y propuestas profesionales, que merecen ser reconocidas.

La formación y la investigación en el Servicio Social

La formación académico-profesional en Servicio Social que defendemos se nortea por la defensa de la universidad pública, laica, gratuita de cualidad y socialmente referenciada. Una universidad direccionada a los intereses de la colectividad, que incorpore los dilemas regionales y nacionales como materia de vida académica, participando de la construcción de respuestas a los mismos en los ámbitos de sus atribuciones. Se sabe que la tendencia predominante ha sido otra: imprimir una lógica mercantil y empresarial a la universidad, estimulando su privatización: lo que Chauí (1995, 1999) denomina de “universidad operacional” o “universidad de resultados y servicios”, que prevalece, hoy, en la educación superior. Esto proviene de la amplia expansión de la educación privada, de la mercantilizacion de la educación superior y de su pérdida de cualidad. Se estimula el cultivo de la competitividad y el productivismo intelectual en el ambiente universitario.

La dirección es someter la educación superior a las exigencias del “mercado” -léase del capital- teniendo en vista la ampliación de sus tasas de lucro, tal como es vigente en las políticas de ciencia, tecnología e innovación (Amaral, 2012) cuyo ejemplo más radical es la educación a distancia (EAD) en Brasil. La educación por competencias sustituye el foco en el conocimiento como valor mayor en favor de las capacidades instrumentales, en la propuesta del Banco Mundial (2002). La tendencia es desplazar el centro de intereses de los contenidos teóricos para otros de carácter instrumental, centrados en la práctica y en el sistema productivo, sensible a las exigencias del mercado.

En las últimas décadas, sobre la orientación privatista y en el escenario de crisis, ocurre una acelerada expansión de la educación superior privada, con apoyo del presupuesto público y, particularmente, de la educación a distancia, ampliando la lucratividad del “negocio de la educación”. El resultado es una depreciación de la formación académica y un significativo aumento del contingente profesional. Tales procesos aliados al crecimiento del desempleo en una coyuntura recesiva presionan la disminución del piso salarial, el crecimiento del trabajo temporario y desprotegido, aumentando la inseguridad en el empleo y la competencia en el mercado profesional del trabajo.

La educación es aquí pensada como una política social pública volcada a la formación de fuerza de trabajo altamente cualificada, a la producción de ciencia, de tecnología y de innovación. Ella se encuentra sujeta a las fuerzas contradictorias que en ella inciden: tanto las fuerzas que impulsan la financierización de la vida social para desenvolver las fuerzas productivas sociales del trabajo y alimentar superlucros de los monopolios en el mercado mundial, cuanto los intereses del conjunto de las clases subalternas en la búsqueda de sus derechos e intereses colectivos. Se tiene una arena de disputas en torno de proyectos de formación universitaria, afirmándose la posibilidad de propuestas de resistencia a las orientaciones dominantes.

La investigación, cuando es comprometida en liberar la verdad de su confinamiento ideológico, es ciertamente un espacio de resistencia y de lucha contra la naturalización del orden instituido. Se trata de una actividad fundamental para subsidiar la construcción de alternativas críticas para el enfrentamiento de la “cuestión social” que escapen a la mistificación neoliberal; para subsidiar la formulación de políticas sociales alternativas a los dogmas oficiales y a la actuación de los movimientos de clases sociales subalternas, así como efectuar proyecciones profesionales que fortalezcan la ruptura con el conservadurismo y afirmen el compromiso con el trabajo, los derechos y la democracia.

En este contexto histórico, afirmamos la centralidad de la investigación en la formación y en el ejercicio profesional: en la formación académico-profesional, en la preparación de nuevas generaciones de investigadores, en la actualización de docentes y en la cualificación del trabajo profesional. Ella contribuye para: (a) afirmación del Servicio Social en cuanto profesión socialmente reconocida y legitimada; (b) posibilita imprimir patrones de excelencia a la formación universitaria, para ir más allá de la trasmisión de conocimientos y de la formación de mano de obra especializada para el mercado de trabajo, y (c) una fecunda integración entre la educación de pregrado y posgrado.

La investigación y la producción de conocimiento son enlaces decisivos que articulan formación y trabajo profesional. Con el desarrollo de la investigación crecen: la producción editorial, los grupos de investigación y redes de investigación, los intercambios nacionales e internacionales, las posibilidades de formación de investigadores de diferentes niveles en núcleos temáticos de investigación.

La pauta temática de investigación en Servicio Social en Brasil se centra en los siguientes ejes, que conforman grupos de trabajo e investigación, volcados al Servicio Social en la historia: (1) Servicio Social, fundamentos, trabajo y formación profesional; (2) Servicio Social y política social; (3)Trabajo, cuestión social y Servicio Social; (4) Ética, derechos humanos y Servicio Social; (5) Movimientos sociales y Servicio Social; (6) Servicio Social y relaciones de explotación/opresión de clase, raza/etnia y sexualidades; (7) Cuestión agraria, cuestión urbana y ambiental y Servicio Social; (8) Clases sociales, generación y Servicio Social.

Con base en la experiencia brasilera, podemos listar una serie de temas relativos al Servicio Social como objeto de su propia investigación, que merecen atención de docentes e investigadores:

  • Servicio Social mundial, en especial en los países lusófonos y de lengua española, estrechando lazos de intercambio;

  • Estudios históricos sobre América Latina y las particularidades nacionales del Servicio Social, favoreciendo estudios comparados;

  • Vertientes teórico-metodológicas presentes en el debate profesional en los distintos escenarios nacionales;

  • Crítica teórica de los fundamentos del Servicio Social de Caso, Servicio Social de Grupo y del Desarrollo de Comunidad, que marcan presencia en el debate contemporáneo del Servicio Social mundial;

  • Estudios sobre el trabajo profesional cotidiano -o práctica profesional- y estrategias para su realización;

  • Cambios observados en el perfil del sujeto profesional: quién es el asistente social hoy, en cuanto trabajador (a) en sus recortes de renta, género, étnico-racial entre otros;

  • Metamorfosis del mercado de trabajo y de los espacios ocupacionales del asistente social en los ámbitos del Estado y de las empresas capitalistas y organizaciones civiles sin ánimo de lucro;

  • Sujetos sociales que son objeto privilegiado de las acciones profesionales-los segmentos de la clase trabajadora en sus recortes de género, raza, y etnia, generación y territorio;

  • Incidencia de política de educación superior -en sus tendencias crecientes de privatización y mercantilización- en el trabajo docente, en la calidad de formación académica, en la sumisión de conocimiento a las demandas del mercado y en la alienación de las actividades del investigador.

Conclusiones

Es hora de soldar lazos en el interior del Servicio Social latinoamericano y caribeño y con los sujetos sociales con los cuales trabajamos en la resistencia a la vigorosa reacción conservadora de las fuerzas regresivas, en la defensa de un proyecto societario emancipado y comprometido con la socialización de la riqueza, la universalización de los derechos, la preservación de los recursos naturales.

Nuestra atención se vuelca a las expresiones colectivas, formas de organización y movimientos de los trabajadores rurales y urbanos y a los nuevos sujetos colectivos (Gramsci, 1981; 1979; 2001) presentes en la lucha contra las desigualdades en la defensa de los derechos humanos: el movimiento de los sin techo y de los trabajadores sin tierra; el movimiento de las naciones indígenas por la preservación de su patrimonio material y cultural; las luchas de las mujeres contra la opresión y el asedio y por la legalización del aborto; las manifestaciones colectivas contra el desmonte de la seguridad social; las luchas de los afrodescendientes por derechos y contra el prejuicio; de la juventud trabajadora de la periferia de las grandes ciudades contra el genocidio de jóvenes, negros, pobres de las periferias urbanas: la lucha contra la fobia LGBTT y contra todas las formas de racismo.

Cerca de 130 millones de afrodescendientes viven en América Latina (21% de la población), siendo el 91% del total regional concentrados en Brasil y en Cuba (ONU-CEPAL, 2016). Los afrodescendientes fueron históricamente víctimas de la esclavitud, con permanencia de formas de opresión y de prejuicios. En los ataques a la clase trabajadora, las mujeres y jóvenes negras/os son las principales víctimas de la cultura que fomenta el odio contra las diferencias de color/raza, sexualidad, territorios. Han crecido los homicidios contra las mujeres negras: El racismo, el machismo y la fobia LGBTT matan diariamente. En 2017, 445 lésbicas, gays, bisexuales, travestis y transexuales (LGBTT) fueron asesinados en crímenes motivados por la homofobia en Brasil, como denuncia la ABEPSS7 en la conmemoración del día del asistente social. Se intensifica la criminalización de las clases subalternas (especialmente de jóvenes, trabajadores, negros) y de los movimientos sociales en el campo y la ciudad.

Este cuadro requiere acumular fuerzas políticas y forjar la resistencia en la defensa de la democracia, de los derechos humanos y la justicia social en el horizonte de la emancipación de cada uno y de todos los individuos sociales.

El fortalecimiento del proyecto ético-político del Servicio Social enraizado en las particularidades y dilemas de nuestra América, es abrazado por nuestras entidades académicas y gremiales en los niveles nacional, regional y mundial, en sus trabajos conjuntos: la ALAEITS, la Federación Internacional de Asistentes Sociales (FITS) (región de América Latina y Caribe) y el Comité Latinoamericano y Caribeño de Organizaciones Profesionales de Servicio Social (COLACATS). La fuerza de nuestra organización colectiva es potenciada en la aproximación con las luchas de los trabajadores y movimientos sociales, que expresan sus necesidades y aspiraciones en la escena pública.

Se hace necesario retomar el trabajo de educación política apoyando procesos de organización popular, capacitación y educación política, descifrando sus expresiones socioculturales (Duriguetto y Baldi, 2012; Duriguetto y Abramides, 2014). Y cualificar la doble dimensión del trabajo profesional: (1) la contribución en la reproducción material de los sujetos, expresa en la prestación de servicios sociales de cualidad previstos en las políticas públicas; (2) la dimensión educativa que incide en la cultura de las clases subalternas: en sus maneras de ver, vivir y sentir la vida, fortaleciendo la dimensión colectiva de las luchas sociales en la construcción de una contra hegemonía, en los términos gramscianos.

Termino con el poeta Brasilero, Carlos Drummond de Andrade (1983, p. 132), en Manos Dadas:

No seré el poeta de un mundo caduco.

Tampoco cantaré un mundo futuro.

Estoy preso a la vida y miro a mis compañeros.

Están taciturnos, pero nutren grandes esperanzas.

Entre ellos, considero la enorme realidad.

El presente es tan grande, no nos distanciemos.

No nos distanciemos mucho, vamos de manos dadas.

El tiempo es mi materia, del tiempo presente,

los hombres presentes,

la vida presente.

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1 Saludo a la Asociación Latinomericana de Enseñanaza e Investigación en Trabajo Social (ALAEITS) en la persona de su presidenta Prof. Nilsa Burgos, y a la Asociación Internacional de Escuelas de Trabajo Social (AIETS) en la persona de su presidenta Prof. Annamaría Campanini; al Consejo Nacional para la Educación en Trabajo Social de Colombia (CONETS) en la persona de su presidenta Prof. Nora Eugenia Muñoz Franco; al Comité Central de este XXII Seminario, en la persona del presidente de la Comisión Académica Prof. Wilson Mellizo. Saludo a las Universidades colombianas asociadas a la organización de este Seminario.

3 A partir de los años ochenta se depura la aproximación, en el ámbito del Servicio Social, a los textos originales de Marx, en especial a su Crítica de la Economía Política. Al mismo tiempo, se diversifica el debate al interior de esa tradición intelectual; el poder político con Gramsci; la ontología del ser social y la estética con Lukács; la Escuela de Frankfurt y el debate sobre la cultura; I. Mèszáros, E. Hobsbawm, E. P. Thompson en la lectura de la historia; David Harvey en la Geografía; Ernets Mandel en el debate del capitalismo tardío, entre otros. Estos vínculos teóricos diferenciados estimulan un rico debate en el universo profesional que rompe barreras disciplinares.

4 https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/40155/15/S1700334_es.pdf. Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Una oportunidad para América Latina y el Caribe. Consultado el 25 de mayo de 2018.

* Este texto fue publicado por primera vez en portugués en el XXII Seminario Latinoamericano y del Caribe de Escuelas de Trabajo Social, Bogotá 2018. El Seminario fue organizado por ALAEITS y el CONETS, siendo autorizada esta publicación por parte del CONETS en nombre de la Coordinación Académica del Seminario, entidad que posee los derechos de autor. La presente versión fue traducida por Sergio Quintero Londoño, docente de la Universidad de Caldas, revisada y autorizada por Marilda Villela Iamamoto.

Como citar este artículo: Villela, M. (2021). Proyecciones profesionales académicas y de investigación para el servicio social en américa latina y en el caribe frente al desafío de la crisis mundial. Revista Eleuthera, 23(1), 381-399. http://doi.org/10.17151/eleu.2021.23.1.20.

Recibido: 28 de Mayo de 2020; Aprobado: 11 de Junio de 2020

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