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Fronteras de la Historia

Print version ISSN 2027-4688

Front. hist. vol.18 no.2 Bogotá July/Dec. 2013

 

El gran diablo hecho Barco: Corsarios, esclavos y revolución en Cartagena y el Gran Caribe, 1791-1817

EDGARDO PÉREZ MORALES
Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander
2012 - 292 pp.

ÁNGELA PÉREZ VILLA
Universidad de Michigan, Ann Arbor, Estados Unidos


El trabajo pionero del profesor estadounidense Julius S. Scott sobre la circulación de afrodescendientes en un "Caribe sin amos ni señores", durante la época de la Revolución haitiana, ha sido una importante referencia para el historiador colombiano Edgardo Pérez Morales. En su más reciente libro, Pérez Morales retoma el concepto de un Caribe sin amos ni señores como punto de partida para explorar el fascinante pero poco estudiado tema del corso en el Gran Caribe y especialmente en Cartagena a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Con ese propósito, el autor pretende explicar la presencia de libres y cimarrones negros y mulatos de otras latitudes caribeñas, quienes, como marineros independientes, ofrecieron sus servicios a los revolucionarios de la Cartagena republicana entre 1811 y 1815. Dichos marineros tuvieron un papel protagónico en la circulación de información y de mercancías, y gracias él crearon terror y esperanza entre esclavistas y esclavos del Gran Caribe a lo largo del periodo conocido como la Era de las Revoluciones.

Para poder narrar y reflexionar sobre esta historia, Pérez Morales visitó archivos históricos y bibliotecas de España, Cuba, Jamaica, Colombia y Estados Unidos. En estos países el autor utilizó una serie de metodologías de investigación que le permitieron rastrear nombres de individuos y de embarcaciones que no solamente le ayudaron a obtener nueva información sobre su movimiento en el mundo atlántico sino a descubrir historias entrecruzadas de personas y sociedades durante la Era de las Revoluciones. El ejercicio de microhistoria realizado en este libro es, por lo tanto, un modelo que consiste en formular preguntas enfocadas en lo particular manteniéndose en un marco sociopolítico amplio y general. De esta manera, la microhistoria revela las vibrantes y complejas conexiones que existían entre marineros, revolucionarios y autoridades imperiales en el Gran Caribe y cómo dichas conexiones generaban procesos políticos y culturales que transformaban radicalmente las sociedades de entonces.

El minucioso trabajo investigativo del autor está plasmado en cinco capítulos, introducción, conclusión y anexos. En el primer capítulo, se explica cómo la Revolución haitiana (1791-1804) acabó con la esclavitud en aquella colonia francesa y cómo durante y después de tal revolución muchos antiguos esclavos se hicieron marineros y, generándoles terror a las autoridades coloniales españolas, contribuyeron con la circulación de ideas e información revolucionaria por el Gran Caribe. El segundo habla del proceso por el cual Cartagena se abrió al mundo luego de declarar su independencia de España en 1811. Parte de ese proceso consistió en otorgar patentes de corso a marineros negros provenientes de Haití para que actuaran como fuerza naval de guerra contra España. El tercero se enfoca en la isla de Cuba y en cómo su conversión en potencia azucarera mundial, tras la abolición de la esclavitud en Haití, desató enfrentamientos entre corsarios de Cartagena y esclavistas cubanos en aguas caribeñas. El cuarto narra la manera en que la reconquista de Cartagena en 1815 puso fin a las actividades corsarias que habían servido como estrategia política y económica. Nos enteramos aquí del modo en que muchos corsarios traicionaron a revolucionarios cartageneros que buscaron emigrar, como también del profundo distanciamiento con respecto a Haití después de la independencia de Colombia. Por último, el quinto capítulo es dedicado a los corsarios afrodescendientes de esa época y a su lucha por la libertad y la autonomía como hombres de mar.

Sin duda, una de las contribuciones más importantes de la obra es la de resaltar la manera en que la Revolución haitiana influyó en las dinámicas sociales y culturales que se dieron alrededor del Caribe, incluyendo a Cartagena. Los negros franceses, como eran considerados por las autoridades españolas, irrumpieron en la escena internacional del periodo navegando las aguas del Caribe en calidad de marineros de barcos corsarios que, a su vez, le prestaban servicios de corso al nuevo Estado independiente de Cartagena. Esta movilización amplia de individuos anteriormente esclavizados, portadores de ideas revolucionarias propias del proceso de abolición de la esclavitud en Haití, generó una serie de relaciones sociales que facilitaron el intercambio de nociones, noticias y estrategias que motivaron a los revolucionarios cartageneros a plasmar en su agenda política la necesidad de poner fin a la esclavitud. Esta posición frente a la esclavitud, sin embargo, no trascendió el experimento republicano de Cartagena. Y aun después de la independencia de Colombia, sus líderes optaron por distanciarse de Haití para poder desarrollar relaciones diplomáticas con Estados Unidos y las potencias de Europa. En este punto, el autor escribe que "la relación de las revoluciones de Tierra Firme con la revolucionaria Haití entró [...] en una etapa de silenciamiento que apenas ahora los historiadores comenzamos a superar" (173).

Otro aspecto clave en el libro es la idea de que "Cartagena no estuvo aislada en su proyecto revolucionario" (37). El autor demuestra de manera convincente que a lo largo de sus años de independencia, la ciudad fue nuevamente una "ciudad-puerto cosmopolita" como lo había sido a inicios del siglo XVII, cuando prosperaban el comercio y la trata de esclavos. Durante la existencia del Estado de Cartagena, la presencia de personas de diversa procedencia, entre ellas negociantes y aventureros, fue notoria. Muchos llegaban en busca de refugio y oportunidades laborales en el puerto y sus embarcaciones. El autor también explica que una buena parte de los negros franceses de Cartagena compartían la vocación revolucionaria con los sectores populares de la ciudad, pero esta afinidad no se debía a una solidaridad étnica o de ocupación. Para ellos, sostiene el autor, la vocación revolucionaria consistía en la "revolución de la autonomía individual: alcanzar la libertad, disfrutarla, dotarla de sentido y vivir con restricciones de movimiento tolerables o mínimas" (100).

Este último punto resalta otro elemento del libro que se debe rescatar. Entre los cientos de documentos consultados por el autor se encuentran interrogatorios, diarios de capitanes y comunicados en los que aparecen fragmentos de las historias de afrodescendientes que se desempeñaron como corsarios y, por diferentes circunstancias, dejaron huella en el registro histórico. La lectura y la interpretación de dichos documentos llevaron al autor a concluir que la libertad alcanzada en el mar era una alternativa muy tentadora para esclavos, libertos y cimarrones. En palabras del autor, "para los marineros comunes el objetivo primordial de sus vidas en el mar era su propia libertad y su autonomía personal" (195-196). Así, el trabajo de Pérez Morales nos ayuda a dimensionar algunas de las ideas y percepciones relacionadas con los conceptos de esclavitud y libertad que circulaban entre los marineros afrodescendientes, quienes comparaban la vida de cautiverio en las plantaciones con la autonomía que podía generar la vida en el mar.

La discusión sobre las dinámicas sociales y políticas de la esclavitud en el Gran Caribe es equilibrada a todo lo largo del texto. Sin embargo, como bien dice el autor, su trabajo es un primer intento de relatar las historias interconectadas y las ideas que circulaban en ese tiempo entre individuos afrodescendientes, en Cartagena y el Gran Caribe. De manera que este libro es una invitación para que futuros investigadores profundicen en ciertos temas que sobresalen en él. Por ejemplo, sería interesante analizar las contradicciones ideológicas de los corsarios de Cartagena, que demostraban su falta de compromiso con la abolición de la esclavitud introduciendo y comerciando esclavos tomados de embarcaciones apresadas. Otro aspecto que merece ser más detallado es el de cómo la condición legal de un esclavo podía alterarse de acuerdo con el lugar donde se encontrara. ¿Cómo debe entenderse la re-esclavización de un individuo? ¿Existe evidencia de que este fenómeno haya ocurrido en Colombia en esa época? ¿De qué manera puede o no cambiar nuestro entendimiento de la esclavitud? Finalmente, el tema sobre la emigración de cartageneros luego de la reconquista liderada por Pablo Morillo puede ampliarse si investigadores interesados se ocupan de archivos históricos de fuera de Colombia. Más información primaria acerca de estos emigrados puede permitir el establecimiento de un enfoque comparativo bajo el cual se estudien historias de refugio que acerquen aún más el caso cartagenero con los de Cuba, Haití y Jamaica en tiempos de revolución.

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