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Fronteras de la Historia

Print version ISSN 2027-4688

Front. hist. vol.20 no.1 Bogotá Jan./June 2015

 

El Negro de Filadelfia. Un estudio social

W. E. DU BOIS
1899. Cali: Archivos del Índice
2013 - ISBN: 978-958-58052-0-0 - 381 pp.

RENÁN SILVA
Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia


Hay que celebrar la aparición en castellano, después de más de un siglo de su publicación en inglés, de El Negro de Filadelfia, la gran obra de W. E. Du Bois (1868-1963), tan poco conocida entre nosotros y tan poco citada por sus escasos conocedores. Y hay, de paso, que alegrarse porque una pequeña editorial colombiana, que ha publicado algunos maravillosos clásicos de las ciencias sociales no traducidos antes al español, haya dedicado durante un largo tiempo considerables recursos materiales e intelectuales para que los lectores puedan disponer de la obra en una traducción digna. La gran beneficiada en este punto es la cultura histórica, sociológica y antropológica del país, una cultura que ha tenido que atravesar el temporal postmoderno, con su componente de "racialización" de todas las relaciones sociales, con un pobre equipaje intelectual, que no ha logrado incorporar la larga tradición que en el campo de las "minorías étnicas" tienen las ciencias sociales desde finales del siglo XIX.

De forma muy particular, han sido las ciencias sociales de los Estados Unidos, bajo la modalidad de los Cultural Studies, las que de manera más penosa han faltado a esa cita con la tradición, que mucho les hubiera aclarado el panorama pasado y presente de un problema que volvió a ser incorporado con fuerza en la agenda del final del siglo XX, pero cuyas formas anteriores de existencia intelectual se dejaron a un lado, un poco por ignorancia y otro poco por soberbia, como se puede comprobar cuando se observa la limitación cronológica, temática y conceptual de las referencias que se han agregado al debate. Y no se trata solo de obras como las de W. E. Du Bois. Igualmente, se puede señalar el caso de los trabajos clásicos de gentes de la vieja escuela de Chicago, en particular los de Everett Hugues, o en la América hispana el silencio reciente sobre obras notables, como las de Fernando Ortiz, tan admirado por B. Malinowski, o las de Gilberto Freyre, no ignorado, pero sí maltratado de modo sistemático en estos años en el Brasil, por su tesis "sobre la democracia racial". La crítica a la tesis de Freyre sobre la democracia racial puede ser razonable, pero sirvió como excusa para no discutir su obra y para no enfrentar las objeciones que, desde el punto de vista de dicha obra, se pueden plantear a los análisis recientes de la historia de la gente "Negra" en esa sociedad y los consiguientes problemas del mestizaje.

La obra de W. E. Du Bois, en esta edición, se acompaña de una amplia y documentada introducción, con precisas indicaciones sobre sus fuentes, que sirve para que el lector se haga una idea de este sociólogo e investigador social, poeta y novelista, primer doctor Negro de la Universidad de Harvard y autor de obras claves sobre el comercio de Negros hacia los Estados Unidos en la época misma del nacimiento de la colonia británica, y luego sobre las evoluciones del problema en el marco de la sociedad republicana. También, sobre la situación de la gente Negra en medios urbanos, en una sociedad que comenzaba su proceso de industrialización a finales del siglo XIX, como Filadelfia, la capital del estado de Pensilvania. Este estado tenía una fuerte tradición constitucionalista y democrática. En él, las aspiraciones de igualdad del cristianismo (en sus diversas variantes) habían permitido la existencia de voces tempranas que clamaban, en los términos de su época, desde luego, por la mejora de la situación de la gente Negra, que apoyaron la causa de la abolición y que establecieron algunas condiciones que hicieron luego propicia la acción autónoma de la "gente de color", la creación de formas propias de asociación y un proyecto de reforma social y mejora en las circunstancias de vida que, entre tropiezo y tropiezo, no dejó de significar cambios en la existencia de un grupo que venía de la más horrenda de las experiencias sociales: la esclavitud.

Podemos dejar de lado en esta reseña la parte histórica de la obra (siglos XVII al XIX), que por un lado exigiría resumir las investigaciones doctorales de Du Bois sobre la trata esclava en los Estados Unidos y por otro, incorporar nuevos materiales sobre su reflexión acerca de su propia vida de Negro educado, nacido en el siglo XIX, con orígenes franceses y holandeses, y profundamente afectado por la situación de sus congéneres. Dejemos de lado, pues, ese núcleo histórico y concentrémonos, en su lugar, en los elementos más sobresalientes de su enfoque en el estudio de los Negros de Filadelfia, que es, en mi opinión, en donde se encuentran más visibles los aspectos que nos pueden servir para observar, a contraluz, en qué consisten las deficiencias mayores de las obras que en nuestro medio se han dedicado a la gente negra, con algunas pocas excepciones, desde luego.

Hay que resaltar, para comenzar, que se trata de un trabajo de ciencia social, y que la simpatía que Du Bois tiene por la gente Negra (nos ruega que escribamos Negro, Negra, con mayúscula) y su rechazo moral del pasado esclavo y del presente de pobreza de buena parte de esa población no lo conducen a un análisis valorativo inmediato ni a una denuncia que se complazca en hacer un "cuadro vivo" de las peores situaciones que observó en Filadelfia. Como diría Jean-Claude Passeron, "ni miserabilismo ni populismo". La elevada consideración que el autor tenía de la gente Negra le permitió verla como su semejante y, por lo tanto, como un conjunto de grupos sociales que no escapan a la crítica cuando se analizan sus circunstancias, lo que no impide la descripción de las condiciones que hoy llamaríamos estructurales que produjeron esas circunstancias. Pero la descripción es clara: nada de tratamiento de la gente Negra como simple víctima de la situación, nada de examen de su condición a través de la rejilla de la piedad ni de la denuncia moralista, por ejemplo cuando habla del crimen, de ciertas formas de pobreza y de vida callejera, o cuando analiza el alcoholismo de esta población.

Se trata, además, de una obra construida en un marco relacional y procesual, lo que tanto hemos echado de menos en la historia social y la socioantropología de años recientes en Hispanoamérica. En primer lugar, porque los Negros no son la única minoría étnica de Filadelfia, lo que exige que se reconozca, al mismo tiempo, las diferencias y semejanzas de su condición con respecto a los demás grupos "étnicos" que habitan la ciudad: irlandeses, italianos y otras minorías europeas, con los que deben convivir y competir en el contexto del proceso de industrialización que está modificando la vida de todos. Y, en segundo lugar, porque los Negros de Filadelfia, a finales del siglo XIX, no son todos de Filadelfia. Han estado llegando de muchas otras partes, sobre todo del sur de los Estados Unidos; tienen detrás historias diferentes, en cuanto a la experiencia urbana, a la vida de trabajo, a las formas de sociabilidad. Hay ya, desde luego, a finales del siglo XIX, una larga vida propia de la gente Negra de los Estados Unidos, que no remite simplemente a la "ancestralidad africana", sino a una historia concreta reciente, que ha sido formadora y que ha estructurado comunidades sociales de gran originalidad, por ejemplo en el campo de la vida religiosa, estudiada con tanto detalle en la obra.

El libro se define, en su subtítulo, como un "estudio social" y en ello hay una extrema exactitud, que no solo recuerda los orígenes tempranos de la sociología estadounidense en el campo de la "investigación aplicada", sino que muestra, de una forma que convence y que debería ser una exigencia para cada uno de nuestros trabajos, la combinación de historia y ciencias sociales en el análisis, y la manera integrada en que enfoques designados como cuantitativos y cualitativos, que regularmente se oponen, aparecen aquí en su diálogo necesario, como formas de conocimiento complementarias. Estadística social y análisis etnográfico (observación, entrevista, visita domiciliaria, conversación informal, experiencia de vida) se integran de modo magistral para producir la descripción de la vida de un grupo social específico de carácter urbano, que en parte "estrena" una nueva condición jurídica liberal, que convive con otros grupos sociales y que debe enfrentar la experiencia de una forma nueva de vida, el capitalismo, aquí concretado en el naciente proceso de industrialización; un grupo que, por lo tanto, debe aprender a vivir de otra manera el tiempo, la disciplina del trabajo, una fenómeno radicalmente nuevo como lo es el salario moderno y todas las demás formas contractuales, con sus especificidades jurídicas, con la exigencia de la escritura y con la presencia de tipos de normas que dejan de ser las de la vida "tradicional" y pasan a ser las del mundo de la regla escrita, prefijada y con consecuencias para las partes.

Se puede señalar, además, como un hecho de análisis distintivo, la manera como Du Bois encara los problemas de la estratificación social entre la gente Negra, sin la necesidad de oponer la existencia, comprobada, de formas que remiten al universo de la comunidad (en el sentido de la sociología) y procesos avanzados de diferenciación social. Superponiendo de manera analógica, pero cuidadosa, el modelo "blanco europeo" de la estratificación social básica en la sociedad moderna (clases bajas, medias y altas) a la "sociedad Negra", Du Bois logra mostrar, a través de precisas observaciones estadísticas, que se trata de un universo social heterogéneo, que la gente Negra constituye un grupo que incluye sus ricos, sus pobres, sus parias y abandonados y, sobre todo, una clase social media que es exitosa en ciertos campos de la actividad económica de la ciudad, lo que le ha permitido, en medio de las dificultades, abrirse camino en la sociedad y ser considerada gente de respeto y honra por otros grupos sociales. A pesar de lo que indicaría el título de la obra, leído con demasiada rapidez, no existe "el Negro" como materia homogénea idéntica a sí misma, ni en el plano de la historia social, ni mucho menos en el presente de la ciudad de Filadelfia, que ve terminar el siglo XIX bajo el impulso de una vida industrial moderna, con las nuevas tensiones y conflictos que vendrán. La obra ofrece pistas esclarecedoras para pensar la vieja tradición de revuelta urbana callejera, que ciudades con amplia población Negra han conocido durante mucho tiempo en los Estados Unidos.

Hay temas de la historia social que la obra estudia de manera detallada y con gran originalidad y que entre nosotros permanecen inéditos para la investigación, en su mayor parte. Es el caso, por ejemplo, de la vida religiosa de las gentes Negras en torno a las diferentes iglesias en que se organizan y las maneras como ahí se cruzan en términos de práctica religiosa, vida social y vida espiritual; y lo mismo ocurre en relación con la autoridad y jerarquía en cada una de tales iglesias, que no dejan de ser, además de iglesias, poderosas organizaciones sociales, la mayor parte de las veces de carácter nacional. Es el caso del mundo de las asociaciones propias de la gente Negra, un tema tratado con una sensibilidad histórica que conmueve, por cuanto los valores organizativos, cuando el asunto no se idealiza o se falsifica, no eran, como resulta fácilmente comprensible, un elemento cultural de gran tradición entre quienes habían vivido la penosa condición de la esclavitud, con algunas excepciones en el campo de la vida de la iglesia. Es decir que, a partir de los procesos de abolición y liberación, la gente Negra debió hacer el aprendizaje en este terreno, muchísimas veces, hay que decirlo, de la mano de gentes blancas liberales, demócratas y cristianas, y avanzar luego por su cuenta, para crear una red asociativa que fuera un instrumento de defensa de vida, en ese marco social nuevo (el capitalismo) en el que los valores de la solidaridad y la ayuda comienzan a ser poco determinantes.

Sorprendente resulta el capítulo sobre el "voto Negro". Poco sabemos de la participación electoral de los Negros en el siglo XIX en los Estados Unidos. Hay que advertir de entrada que la situación es variada y contrastada entre los estados, un punto sobre el que no se conoce mucho. Hay que saber igualmente que, por épocas y según los estados, esa participación fue permitida y que el Negro fue elector. Hay, pues, que invertir la pregunta tradicional o por lo menos matizarla en el campo de la historia política de la gente Negra: no se trata de saber simplemente sobre la prohibición respecto de un derecho; se trata de saber sobre la adquisición de ese derecho y su posterior pérdida, como es el caso de Pensilvania. Lo que presenta Du Bois, con respecto a las épocas en que tal participación fue posible, es un estudio magistral sobre voto, coacción, clientelismo aceptado, participación oportunista en búsqueda de beneficios personales y todas esas perversiones de la idea constitucional del voto que, como sabemos, son constantes en la historia de todas las democracias occidentales.

Señalemos, además, que todos los capítulos de la obra están elaborados sobre una fuerte base empírica y no se apoyan simplemente en las opiniones del autor, lo que hace posible un balance verosímil y "científicamente justo" de la condición del Negro en la sociedad. El libro muestra que empleo, vida política, residencia (los Negros no constituyen, por lo demás, un gueto en la ciudad), vida familiar, educación, sistema de oportunidades, etc., son elementos que están condicionados por factores múltiples, y que su peso y su causalidad no pueden reducirse al hecho de que se trate de una población Negra, puesto que son hechos sociales que se inscriben en una trama histórica mayor (que incluye otras series de complejidades) y en los que esa condición, a veces con mayor peso, a veces con menor peso, encuentra su lugar y resulta visible con claridad tanto para el investigador social como para el reformador social.

Digamos finalmente, sin temor y como gesto de respeto por este gran investigador y activista de los derechos civiles y sociales, que esta gran obra respira también, en algunos de sus análisis, como era de esperarse, un espíritu de ciencia social que en parte se encuentra superado. Además, hay en la obra formas de plantear los problemas que siguen siendo las del académico de Harvard y un proyecto social de reforma que pone más énfasis del debido en la idea de liderazgos Negros de clase media educada. Pero se debe advertir que esto puede ocurrir porque se trata de una realidad que se imponía a los ojos de buen observador de Du Bois en aquella época, y no hay que olvidar el hecho de que esta fue su primera gran obra de "investigación aplicada", escrita en el marco de la Universidad de Pensilvania, bajo el impulso de la filantropía privada.

Tendríamos que saber más acerca del autor para poder concluir sobre estos puntos, y tener siempre en mente que se trata de una obra de época, como lo son todas las obras del espíritu humano. Los editores advierten en su introducción que Du Bois partió después de Filadelfia, que por muchos años trabajó como académico y como activista en Atlanta, y que al final de su vida marchó para Ghana, no sabemos en qué condición, luego de renunciar, si entendí bien, a la ciudadanía norteamericana. No conocemos, pues, mayor cosa sobre la forma en que evolucionaron sus posiciones como investigador, como académico y como activista, y será mejor dejar en suspenso nuestro juicio al respecto. Contentémonos con decir, para terminar, que El Negro de Filadelfia es una obra admirable. Es una lección de ciencia social y de análisis histórico, en cuanto a enfoques, métodos y técnicas. Es una oportunidad ejemplar para saber sobre cosas muy importantes que no conocemos de las gentes a las que hoy se designa como "minorías étnicas". Es un análisis que muestra que investigación social y ética pueden y deben coexistir y relacionarse, aunque, claro, en una perspectiva diferente a la del viejo positivismo de la ciencia del siglo XIX, que excluye esas dos dimensiones, y diferente a la del renovado miserabilismo y populismo del presente, que piensa que se deben simplemente confundir.

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