La ciudad de Santa Fe La Vieja, y más precisamente la gobernación del Río de la Plata, a la cual aquella pertenecía, fue uno de los espacios periféricos de la monarquía hispánica en el periodo colonial temprano. Ese carácter subalterno en lo geográfico también se extendió en el tratamiento que la propia historiografía le fue dispensando al tema. Muchas de las investigaciones sobre aquel espacio se concentraron en la vida política del periodo, focalizándose en la ciudad de Buenos Aires, el principal asentamiento de la región, pero cuya fundación definitiva solo fue posible gracias al accionar de grupos oriundos de la propia Santa Fe. Sin embargo, historiográficamente, se hizo fuerte una perspectiva anclada en el puerto de Buenos Aires, que indagó preferentemente en las querellas que enfrentaron a la gobernación con las facciones políticas y comerciales de la región. Esta mirada obstaculizó en buena medida la atención sobre el resto de los centros urbanos del Plata, que contaron con aproximaciones asistemáticas, muchas veces poco profundas, y en general cristalizando un enfoque centralista por demás de anacrónico.

El libro que nos concierne en estas líneas busca subsanar algo del déficit mencionado. Publicado originalmente en el año 2013, fue galardonado con el Premio Academia Nacional de la Historia (Argentina), lauro más que merecido. En abril de 2017 se lanzó esta segunda edición, con un nuevo y más interesante arte de tapa.

A lo largo de sus más de cuatrocientas páginas, el autor presenta un análisis del intrincado proceso llevado adelante para dotar de un equipamiento político a un espacio periférico de la monarquía hispánica. Proveniente de la geografía J francesa, el concepto de equipamiento del territorio busca relacionar a la acción política con aquellas transformaciones plasmadas en el espacio. Darío Barriera S. recupera el concepto, especialmente en el importante capítulo iv, para estudiar el proceso mediante el cual la monarquía hispánica modificó de múltiples formas aquella extensión al instalar relaciones sociales, jurídicas y jurisdiccionales que, expresadas institucionalmente, fueron transformando esas tierras en un nuevo espacio político.

Entre otras cosas, este equipamiento político de un espacio de considerable extensión funcionó como válvula de escape para los conquistadores "descargados" desde Paraguay y Perú. De esa manera, el autor demuestra las estrategias llevadas adelante por la monarquía hispánica en pro de la expansión de sus dominios en América y la búsqueda de vías alternativas de comunicación. Asimismo, señala la yuxtaposición de las estrategias desplegadas por los funcionarios locales cuyo objetivo político principal consistía en "derramar gente hacia abajo":

Los beneficios del trazado de una nueva ruta de comunicación que podría funcionar como camino alternativo hacia la región altoperuana y, vía el Río de la Plata, como una posta estable en la ruta hacia y desde la metrópolis, eran perfectamente compatibles con quitarse de encima a los revoltosos. (100)

Sin duda este libro permite desmontar alguno de los antiguos supuestos que la historiografía colonial de Hispanoamérica había instalado y transformado en un "sentido común historiográfico": la idea de que desde el primer tramo del siglo XVII la Corona llevó adelante un fuerte reajuste de los diversos mecanismos de control sobre los funcionarios actuantes en América en busca de una mayor centralización. Esta afirmación llevaba irremediablemente a autenticar aquellas posturas que señalaban a la concentración del poder político como un atributo de un Estado en proceso de formación. Por el contrario, Barriera demuestra que las formas de control de la monarquía hispánica fueron muy diferentes de los esfuerzos centralizadores realizados por los Estados nacionales muchos años después.

De esa manera, el libro argumenta que los monarcas no intentaron necesariamente controlar el territorio, sino que la búsqueda se enfocó en fiscalizar a sus propios agentes, pero sin que estos perdieran su capacidad de acción frente a la contingencia al recurrir a la acción improvisada o a la variedad y cantidad de normas existentes. Por ello, resulta entendible cómo este proceso, tendiente a afianzar a la monarquía en cuanto poder político, se dio en paralelo con la centralidad que ganaron las ciudades en el transcurso de la expansión territorial.

En este sentido marchó la elección de Darío Barriera de investigar a Santa Fe La Vieja. Objeto vasto y complejo, de difícil aprehensión, llevó al investigador a construir cuidadosamente un punto de observación, es decir, una opción de índole metodológica que permitiera transformar aquella dificultad en una ventaja. Esta opción se basó en priorizar el registro de lo político por sobre otros posibles ejes. Por tal motivo, hay que ser contundentes en esto: Abrir puertas a la tierra... es, sin lugar a duda, un libro de historia política, aunque no se trata de un trabajo de historia política tradicional.

Barriera entiende la política como una forma de poder y al poder como una capacidad cuya esencia es eminentemente relacional. De este modo, el autor no se centra únicamente en el estudio del poder político o las instituciones que materializaron de manera más visible aquella forma de poder. En realidad, enfoca el estudio de la historia política a partir de un análisis constructivista y configuracional, donde lo político es siempre una forma de pensar y analizar la acción de la agencia (agency). Ello resulta significativo para demostrar que los agentes locales de la Corona fueron funcionales a la consolidación de la monarquía agregativa española, cuyo carácter compuesto y policéntrico configuró una sofisticada forma de institucionalización del poder político.

De esta forma, en Abrir puertas a la tierra... la dimensión "política" unas veces es explícita, mientras que en otros momentos se manifiesta al amparo de aspectos económicos, jurídicos, sociales o culturales. Así se explica que diversos capítulos del libro estén centrados en analizar los vínculos familiares, las pujas jurisdiccionales, las traiciones en el interior del Cabildo, la rebelión de los Siete Jefes, la dinámica de la encomienda o el papel de la Iglesia católica.

No obstante, estos aspectos nunca aparecen desvinculados entre sí. Los agentes produjeron acciones y se relacionaron en una interdependencia que pudo generar las configuraciones antes aludidas, siempre en torno a una dinámica de poder. En esa búsqueda, Barriera explora diferentes vínculos y relaciones, acercándose a problemas usualmente poco transitados por la historiografía colonial tradicional.

Comprender y trabajar sobre este intrincado juego relacional requirió a su vez un complejo acercamiento a las fuentes, a través de un tipo de análisis minucioso en extremo, paciente y casi obsesivo. Esta es otra de las elecciones importantes hechas por el autor en su investigación, al inclinarse por un tratamiento microanalítico que, si bien comparte con la microhistoria el gesto analítico de reducción de la escala de observación, opera de manera diferente sobre el objeto de estudio.

Esta última característica puede notarse en el antideterminismo presente S. en los análisis que Barriera despliega a lo largo del trabajo, donde se manifiesta, como ya se mencionó, el rol desempeñado por la acción de los agentes y la capacidad de negociación. Ello quedó plasmado en el estudio de la relación entre los diferentes ámbitos de gobierno (local y supralocal), donde lo normativo, sin perder su importancia, no se tornó en determinante per se. De esa forma, Darío Barriera pudo demostrar que las funciones y atribuciones que ostentaba un cargo, con la posibilidad cierta del ejercicio de la administración y el gobierno, necesitaban de un espacio natural de negociación con los capitulares, "[...] dispuestos a ampliar, acotar, delimitar o exigir el cumplimiento de tales o cuales requisitos a un hombre que, por otra parte, en algunos casos era conocido por ellos mucho mejor que por el gobernador a quien representaba" (153).

El microanálisis configuracional resultaba una vertiente teórica innovadora f a principios del siglo xxi, momento en que la investigación de Darío Barriera tomó la forma de una tesis que fue defendida en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (París) bajo la dirección de Bernard Vincent. A pesar del tiempo transcurrido, los enfoques centrales de la investigación, ahora en un formato de libro, no han envejecido demasiado, excepto por dos aspectos que delatan su contexto de producción.

Primero: la investigación ha priorizado en demasía las acciones de los "blancos", es decir, la población que se reputaba a sí misma como de origen europeo, y deja sin espacio a los pueblos indígenas, que solo aparecen tangencialmente. Es posible que el autor advirtiera este problema. Lanzarse a una aproximación que pudiera incluir también un estudio pormenorizado de la agencia indígena hubiera necesitado de otras tantas páginas, como acredita ya el libro, lo que parece una desmesura ante el tamaño original (la tesis, mucho más extensa, fue convenientemente adaptada). Algo similar puede decirse de la agencia eclesiástica.

El segundo aspecto emerge de un problema que resulta inherente a la propia metodología elegida. El microanálisis radical posee una limitada capacidad para plasmar una representación acabada de las ricas dinámicas relacionales que va reconstruyendo. Ello no representa una carencia en sí misma; sin embargo, la intrincada red analizada, sea familiar, comercial, política, etcétera, siempre tiene sabor a poco en su expresión narrativa en relación con lo sofisticado y complejo del análisis realizado. Por ello, generalmente, en este tipo de acercamientos se utilizan, además de esquemas y cuadros, una descripción densa que permita al lector desentrañar lo complejo de la trama.

Así lo lleva a cabo Barriera en varios tramos del libro, especialmente en el capítulo vi, dedicado a la rebelión de 1580. Núcleo central del libro, este capítulo permite al autor delinear los perfiles de los protagonistas de la rebelión, demostrando su actuación antes, durante y después del conflicto. Ello posibilita observar toda la complejidad que encerró el acontecimiento y permite otorgar sentido a un conjunto de acciones que confiere, de ese modo, carácter explicativo a las redes locales del poder. Algo similar ocurre en los capítulos XII y XIII, donde Barriera despliega la compleja red familiar en torno a la importante figura del fundador Juan de Garay.

Así, provocando un giro a las antiguas miradas de la historiografía sobre este tema, el libro resulta necesario para comprender y explicar los elementos iniciales de la configuración política de Santa Fe, y su lugar en el escenario del poder político de la monarquía hispánica. De la misma manera, permite dimensionar aspectos interesantes de la opción atlántica de la monarquía hispánica que, si bien se presentaron materialmente en el último cuarto del siglo xviii, constituyeron un proceso de larga duración que expresó una situación ya dada, donde Santa Fe La Vieja fue un punto más de esa rica trama.