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Fronteras de la Historia

Print version ISSN 2027-4688On-line version ISSN 2539-4711

Front. hist. vol.25 no.1 Bogotá Jan./June 2020

https://doi.org/10.22380/20274688.841 

Reseñas

Los muiscas. La historia milenaria de un pueblo chibcha

MARTÍN ERNESTO ÁLVAREZ TOBOS* 

*Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia ORCID: 0000-0002-6143-5935

LANGEBAEK RUEDA, CARL HENRIK. Bogotá: Editorial Debate, 2019. ISBN: 978-958-5446-60-1. 309 pp,


En marzo del 2019, el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador solicitó a la Corona española y al Vaticano que ofreciesen perdón al pueblo mexicano por los "maltratos" que se cometieron a los indios durante la Conquista. Esta petición generó debates entre los académicos, representantes de las comunidades nativas y la opinión pública en general, tanto en América Latina como en España, no solo acerca de su validez sino sobre la manera como se ha estudiado a los pueblos indígenas en el periodo anterior y posterior al arribo de los españoles.

Colombia no fue ajena a estas controversias, en las cuales se veía por parte de la opinión pública la defensa de los nativos, de su religión y de la tranquilidad con que vivían cuando llegaron "los invasores" ibéricos. Sin embargo, cuando se exploran en profundidad esos puntos de vista, se evidencia un panorama maniqueo, basado en situaciones comunes que han estado en la mente de los colombianos durante mucho tiempo: por un lado, los indios puros, inocentes, tranquilos, amantes de la naturaleza, defensores del orden cósmico; y por el otro, los españoles como hombres malvados, instigadores, traicioneros y maltratadores.

Este paradigma "fantástico" ha creado una visión de los aborígenes alejada totalmente de lo que los especialistas han investigado y analizado en los últimos años, y se hace evidente, en consecuencia, una desconexión entre la interpretación de la academia y la de la sociedad (situación muy notoria en la actualidad), además de la propagación de esas ideas entre los colombianos sin que se les haga una revisión crítica.

Como respuesta a estas interpretaciones, el arqueólogo y antropólogo Carl Langebaek ha publicado la obra Los muiscas. La historia milenaria de un pueblo chibcha, cuyo objeto es el estudio de una de las poblaciones precolombinas más importantes: los muiscas. Su intención principal es presentarlos como un grupo totalmente alejado de los preconceptos que los han rodeado y proponer una nueva representación sobre su forma de vivir, distante de las categorías contemporáneas. Es un llamado a cuestionar la forma como la sociedad se ha aproximado a su pasado prehispánico.

El texto se divide en tres partes. La primera, titulada "El contexto", es un análisis alrededor de los orígenes y el desarrollo de los muiscas. Se menciona que pertenecen a una familia lingüística denominada chibcha, término que se ha convertido en un sinónimo del anterior, cuando en realidad son diferentes. Asimismo, se señala que llegaron desde Centroamérica y que se mezclaron con otros grupos en el altiplano cundiboyacense, lo que dio lugar al desarrollo de una nueva población. En ese proceso fueron claves dos elementos: el lingüístico y el genético.

Sobre lo lingüístico, el texto rebate la idea de los muiscas como un pueblo homogéneo y cerrado con una lengua única. La heterogeneidad fue una característica básica de aquel grupo precolombino que a pesar de tener cercanía idiomática con quienes hablaban chibcha en la región central del continente americano, no tuvo un idioma común. En cada localidad se hablaba una variante particular que podía tener palabras similares con otras variantes, pero su significado no era equivalente.

En cuanto a lo genético, Langebaek presenta los diversos estudios que en los últimos años han realizado los arqueólogos para reconstruir lo que podría denominarse "genoma muisca". Este análisis permite confirmar sus dos raíces: la centroamericana y la local. Además, expone que los muiscas tuvieron relación con otros pueblos de lengua chibcha, como los koguis (habitantes en la Sierra Nevada de Santa Marta) y los u'was (ubicados en el occidente del actual departamento de Boyacá). Así, se configura una hipótesis sobre este pueblo, de acuerdo con la cual la mezcla es su base más importante.

La segunda parte, que tiene por título "Una lectura de los testimonios", es un contraste entre las fuentes primarias históricas (documentos del Archivo General de la Nación y crónicas de los siglos XVI y XVII), los hallazgos arqueológicos y las diversas hipótesis que los especialistas han propuesto. El autor examina asuntos importantes de la vida de aquellos nativos: las localidades donde vivían con sus autoridades (los cercados), la guerra, el matrimonio, el papel de los tributos y su distribución, así como la influencia de las fiestas como cohesionador social. En su análisis, despoja a los nativos de los conceptos y prejuicios impuestos por los autores que a lo largo de la historia produjeron tanto los documentos primarios como los académicos, los cuales se han basado en imágenes más cercanas al contexto europeo de fines de la Edad Media (siglos XV-XVI).

Así, estos habitantes del altiplano no son presentados como grupos impenetrables, al mando de un cacique ambicioso que disponía de los tributos de sus siervos para ampliar sus arcas, o bien comunidades que guerreaban entre sí por ganar nuevas regiones. Langebaek se propone llamar la atención sobre la complejidad de los muiscas en su organización territorial, política y social, por lo que su abordaje debe hacerse a partir de hipótesis que puedan dar luces sobre sus dinámicas. Es necesario que estos nativos sean estudiados más allá de las idealizaciones.

La tercera y última parte, "La arqueología", se centra en temas sociales y biológicos a partir de los últimos hallazgos realizados en diversos lugares del altiplano. Tales estudios han permitido conocer datos claves como la alimentación de los nativos, sus problemas de salud, la manera como se distribuían las personas en los cercados, posibles divisiones socioeconómicas y la esperanza de vida. Este acápite da más valor a lo que las vasijas y los huesos han revelado a los científicos que a los documentos históricos. A los muiscas se los presenta como una colectividad en la que era difícil establecer una diferenciación social basada en la riqueza, en tanto que sus índices nutricionales no eran tan "dramáticos" como se ha supuesto. Además, se invita a valorar los aportes hechos por los arqueólogos, que ayudan a que la contemporaneidad tenga una relación estrecha con tales agentes del pasado.

Llama la atención la importante y extensa bibliografía que se presenta al final del texto. En ella hay una interesante compilación de todos los estudios (tesis, artículos y libros) que a lo largo de los años y hasta el presente se han escrito sobre los muiscas, en lo que se aprecia el esfuerzo del autor por dar cuenta del trabajo académico desarrollado sobre el tema. De tal manera, se demuestra que no hay una última palabra y que siempre habrá algo nuevo o polémico que expresar. Igualmente, este inventario alude a que los lectores, académicos o no, puedan acceder a tal bibliografía para enriquecer y ampliar sus conocimientos en torno a los muiscas.

Las proposiciones de Langebaek pueden cotejarse con las hipótesis que otro estudioso, Jorge Augusto Gamboa, formula en su texto sobre los cacicazgos muiscas. A pesar de que hay muchos especialistas que han investigado diversos aspectos de esta comunidad (Martha Herrera, Santiago Muñoz, Michael Francis, Juan Fernando Cobo, entre otros), y que pueden ser considerados a la luz de la propuesta del autor en mención, solo me referiré a sus diferencias con Gamboa, ya que se observa una amplia oposición entre ambos especialistas.

Un tema en el cual se observa disparidad de interpretación tiene que ver con el modelo de organización local muisca, es decir, el ordenamiento de las comunidades. Gamboa, que se basa en lo expuesto por James Lockhart sobre México central, propone que los muiscas se organizaban de manera nuclear o celular, contenidos en sí mismos, con una débil centralización hacia una autoridad única (un cacique) y con lazos difuminados. De tal manera, identifica y traslada las particularidades del caso azteca al universo muisca, desconociendo con ello las enormes diferencias que hay entre ambos pueblos.

Además, Langebaek encuentra que la propuesta de Gamboa acusa una debilidad, puesto que se basa en la existencia de un acto de obediencia de parte de los indios al cacique, lo cual involucra la entrega de tributos y trabajo personal. Asegura que entre los muiscas ese tipo de entregas era voluntario, no coaccionado, y que los trabajos que realizaban los indios (como la construcción de los cercados o la preparación de la tierra para las cosechas) eran parte de la ritualidad que se vivía entre ellos. Por consiguiente, en el decir de Langebaek, la hipótesis de Gamboa se basa en imaginarios de coacción y control no del todo acertados.

Langebaek se aleja asimismo de lo planteado por Gamboa sobre el hecho de que el tributo fuera un medio para controlar a la comunidad y establecer cierto vínculo social y territorial. Así, pone de manifiesto que los recursos que se entregaban a los caciques no eran para generar un capital económico exclusivo, sino más bien un reconocimiento simbólico a su investidura y una manera de enriquecer la vida religiosa y comunitaria. De este modo, va a contracorriente, no solo de Gamboa, sino de otros estudiosos que han visto en los dirigentes locales nativos a personas cerradas, enceguecidas de poder y de riqueza. Por otro lado, se resalta una característica importante: el simbolismo como lazo social, aspecto que puede ofrecer otra visión del ejercicio de poder dentro de los muiscas.

La revisión realizada por el arqueólogo lleva a preguntarse: ¿cómo vivían su cotidianidad los muiscas?, ¿el poder del cacique era absoluto o qué otro ejercicio de poder realizaba?, ¿las comunidades eran tan aisladas, o más bien se acercaban a otros espacios geográficos por conveniencia? Estos cuestionamientos pueden ayudar a que los especialistas que han trabajado el territorio muisca debatan y formulen interesantes repuestas que den cuenta no solo a los académicos, sino a los colombianos, sobre lo que pudo haber sido el día a día de los nativos.

La guerra es otro aspecto en el cual el autor controvierte a Gamboa. Para este último, las confrontaciones militares entre caciques se dieron por expandir sus territorios, por encontrar mano de obra que les tributara y les ayudara en las labores que les demandaban. Igualmente, señala que al llegar los españoles hubo enfrentamientos con los muiscas, aunque no con el dramatismo que los cronistas u otros estudiosos han descrito. Langebaek, por su parte, propone que la guerra no tenía como objetivo aplacar al enemigo ni engrosar los dominios territoriales del cacique, ni tampoco obtener nueva mano de obra. Aquellos enfrentamientos bélicos eran parte de un aparato de reconocimiento simbólico que había entre los caciques, una manera de generar disputas políticas entre ellos, y con esta fórmula fortalecían su legitimidad.

Esta hipótesis es un llamado a que los académicos revisen las disputas nativas, no con el sentido occidental que se asocia a este concepto, ni tampoco con la visión que se ha tenido de estos enfrentamientos en otros escenarios pre-hispánicos. Es una invitación a ver que aquel escenario, tan común en la historia humana, puede ser analizado desde otra mirada (en este caso desde la teatralidad política) y así establecer una relación entre los muiscas y la guerra que sea más ajustada a lo que ellos percibían.

A pesar de que Langebaek exprese sus diferencias con Gamboa, está de acuerdo con su planteamiento sobre el matrimonio y la transmisión del poder, según el cual entre los muiscas la sucesión se hacía de tío a sobrino, por línea materna. Incluso, se refiere las genealogías que hubo en algunas de las localidades muiscas más importantes como Bogotá, Tunja o Duitama. Cuando Langebaek utiliza el término "supuestamente", manifiesta que no hay mucha certeza sobre aquel fenómeno sucesorio. Sin embargo, al explicar la importancia del ritual dentro de la dinámica política de los caciques, el arqueólogo oculta su hipotética impresión y asegura directamente la sucesión matrilineal descrita por Gamboa. Esto ocasiona que Langebaek caiga en contradicción al expresar primero una idea opuesta a lo que desea criticar, pero a continuación la apoya.

Se considera importante que este arqueólogo manifieste con claridad su posición sobre la sucesión caciquil entre los muiscas, bien sea basándose totalmente en lo presentando por Gamboa, o exponiendo otro sistema de transmisión nativo del poder. Esta sugerencia se plantea debido a que esta contradicción de Langebaek puede generar dudas en los lectores, quienes no entenderían la singularidad que tuvo aquel fenómeno en el mencionado pueblo indígena prehispánico.

No obstante las diferencias planteadas, hay puntos en los que uno y otro autor coinciden. Uno de ellos, que considero el más importante, es sobre la lengua que hablaban los nativos. En líneas anteriores se expuso el planteamiento de Langebaek sobre la "diversidad" de formas que tenían los muiscas para utilizar el chibcha, olvidándose de una "lengua general". Gamboa, apoyado en fuentes documentales del siglo xvi, confirma esta hipótesis y enfatiza en el factor local como determinante de dicho fenómeno. Esta convergencia, que no la plantean solamente los autores mencionados, sino también Juan Fernando Cobo, invita a que se abandone la visión homogénea con la que ha sido analizada y que en cambio se le estudie desde una óptica donde prime lo polifacético de sus elementos fundamentales.

El texto, dirigido a un público general, es una gran contribución al conocimiento de los muiscas. Presenta una comunidad indígena que no se parece en nada a las concepciones virtuosas e imaginarias que han sido enseñadas y a la que se muestra como una población concreta, con los pies en la tierra, enfrentada a los problemas de su entorno natural, construyendo relaciones en su interior y con las demás comunidades, e intentando comprender el entorno a partir de su cosmovisión. Desde esta perspectiva, los lectores pueden sentir hasta cercanía con unos hombres que solo se mencionan por los nombres de sus deidades.

Las hipótesis de Langebaek deben llamar a los académicos a realizar dos tareas: por un lado, generar espacios de debate y trabajo entre todos los que estudian este tema (sin importar la disciplina de donde provengan), para realizar una constante revisión crítica de todos los postulados que cada día se proponen; es decir, romper el aislamiento científico y apostar por una interdisciplinariedad verdadera. Y, por el otro lado, salir de la zona de confort de los círculos intelectuales y atreverse a divulgar los trabajos e investigaciones con el resto de la sociedad, porque al final los que trabajan el pasado no lo hacen solo para cuestionar al colega en una conferencia o en un congreso, sino para informar a la población sobre sus orígenes. Así, las ciencias sociales volverían a una de sus esencias primigenias: el acercamiento intelectual y afectivo entre los hombres.

La polémica generada por las declaraciones del presidente López Obrador no debería quedarse en la anécdota periodística o en las opiniones vertidas en columnas y redes sociales. Se puede convertir en un punto de partida para que tanto los especialistas como la sociedad en general reflexionen sobre la manera como se han aproximado a conocer las comunidades nativas, tanto las precolombinas como las contemporáneas. De esta manera, no solo se haría mayor claridad en torno al periodo indígena de la historia de América Latina, sobre el cual existe un gran desconocimiento, sino que se estimularía a dialogar con sus descendientes actuales, que no solo son sujetos "exóticos" sino también agentes que contribuyen todos los días de manera importante al desarrollo y la diversidad cultural de nuestros países.

BIBLIOGRAFÍA

Cobo Betancourt, Juan Fernando. "Colonialism in the Periphery: Spanish Linguistic Policy in New Granada, c. 1574-1625". Colonial Latin American Review, vol. 23, n.° 2, 2014, pp. 118-142. https://doi.org/10.1080/10609164.2014.917540. [ Links ]

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Lockhart, James. Los nahuas después de la conquista. Historia social y cultural de la población indígena en el México central, siglos XVI-XVIII. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1999. [ Links ]

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