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Fronteras de la Historia

versão impressa ISSN 2027-4688versão On-line ISSN 2539-4711

Front. hist. vol.28 no.2 Bogotá jul./dez. 2023  Epub 01-Jul-2023

https://doi.org/10.22380/20274688.2472 

Sección especial

El levantamiento de la diáspora africana en las minas de oro de Antioquia y la creación del palenque del Nechí (1580-1648)

The Uprising of the African Diaspora in the Gold Mines of Antioquia and the Creation of the Palenque del Nechí (1580-1648)

aThe University of Edinburgh, Reino Unido paolavargasarana@gmail.com • https://orcid.org/0000-0003-1553-5377


Resumen

En Antioquia, las sublevaciones, las huidas y la formación de palenques, por parte de la población africana y afrodescendiente, comenzaron desde la llegada de los primeros esclavizados a las minas, y se aunaron a la profusión de resistencias que se gestaba en las Américas y el Caribe. En diciembre de 1597 se planeó un “levantamiento general”, según fue denominado en la documentación primaria aquí analizada. Con base en el cruzamiento nominativo de fuentes proponemos que, al menos hasta mediados del siglo XVII, los esclavistas no pudieron contrarrestar este levantamiento y, en cercanías del río Nechí, la población fugitiva formó un palenque fortificado, con cultivos de arroz en el entorno, a partir de saberes reconfigurados de sus sociedades africanas de origen en la Alta Guinea y África Centro Occidental.

Palabras clave: levantamiento general; minas de oro; Antioquia; palenque; África

Abstract

In Antioquia, since their arrival in the gold mines, the African diaspora began to flee, revolt, and form maroon communities (palenques), furthering the resistances that were taking place throughout the Americas and the Caribbean. The movement against oppression gained momentum in December 1597 when they conceived a “general uprising”, as it was called in the primary documentation analysed here. By cross-referencing sources, the article suggests that the enslavers were unable to counter the uprising, while the fugitives, drawing on knowledge of their African origins in Upper Guinea or West Central Africa, consolidated a fortified palenque surrounded by rice crops near the Nechí River, which lasted until at least the mid-seventeenth century.

Keywords: General uprising; Gold Mines; Antioquia; palenque; Africa

Este artículo aborda la vida de las personas africanas introducidas masivamente a la provincia de Antioquia a partir de 1580 para explotar las minas de oro. Nos concentraremos en las respuestas que ellas generaron frente al tipo de opresión que sufrieron y analizaremos la formación de un palenque en las riberas del Nechí. El recorte temporal busca mostrar que, a pesar de subsecuentes persecuciones armadas ejecutadas por los esclavistas, al menos hasta 1648 el palenque seguía activo. Entretanto, continuamos en la búsqueda de documentos ulteriores que revelen su desenlace.

A nivel metodológico, interpretaremos fuentes primarias encontradas en archivos de Colombia y España, las cuales, al ser cotejadas con documentación primaria e historiografía relativa a África, exhiben relaciones entre la formación de palenques y los procesos sociopolíticos africanos. A partir de la arquitectura y las prácticas agrícolas desarrolladas por sus habitantes, proponemos que el palenque creado en Antioquia tuvo como base la reconfiguración creativa de experiencias provenientes de sus contextos africanos de origen. Como contribución a la historiografía local, sugerimos que la formación del palenque impactó la economía de la región, porque los colonialistas se vieron obligados a evitar la explotación de oro en las zonas controladas por los palenqueros, lo que agudizó el ya manifiesto declive de la explotación aurífera de inicios del siglo XVII.

La formación de este palenque en Antioquia a finales del siglo XVI no fue un caso aislado. Al contrario, se sumó al contexto burbujeante del Caribe y América del Sur, donde abundaban las resistencias y los territorios fundados por fugitivos africanos y afrodescendientes, así como férreas oposiciones por parte de poblaciones nativas americanas contrarias a la ocupación europea, las cuales contribuyeron para impedir que los colonialistas alcanzaran la ambición hegemónica sobre el territorio neogranadino.

La explotación de oro sustentada en personas esclavizadas fue la base del modelo productivo del Nuevo Reino de Granada desde el inicio de la colonización. Robert West defendió que, a lo largo del territorio neogranadino, la producción de todo tipo de géneros gravitó en torno de las minas, pues era allí donde se comercializaban los productos (West, Colonial 112). Germán Colmenares reafirmó esta premisa al demostrar que las fluctuaciones de oro neogranadino no solo sustentaron la economía interna, sino que fueron relevantes, al punto de oscilar a la par del auge y la subsecuente caída del Imperio español (Historia 267-269).

Desde temprano en la Colonia, Antioquia ostentó los mayores depósitos de oro aluvial y de veta, cuya explotación comenzó en 1540 cuando se identificó el primer yacimiento en Buriticá (figura 1). Asociado a dicho depósito, Jorge Robledo fundó en 1541 la ciudad de Antioquia y en 1546 la villa de Santa Fe de Antioquia. Después de diversos traslados, la ciudad se despobló y los antiguos vecinos se mudaron a la villa, que se tornó pujante durante las siguientes décadas (G. Suárez; Martínez). En 1581 se fundó Zaragoza, junto al mayor yacimiento de oro entre las vegas aluviales auríferas del río Nechí, el principal afluente del río Cauca. En 1610 se fundó su apéndice, la ciudad de Guamocó.

Unos años atrás, cerca del río Magdalena y al suroriente de Zaragoza, se estableció la ciudad de Remedios que, como Antioquia, fue trasladada en varias ocasiones debido a ataques de indígenas que se oponían a la ocupación ibérica (Parsons 84-85). En 1594, Remedios se asentó 100 kilómetros al norte de donde había sido originalmente fundada, y se acercó así a la zona de influencia de los propietarios de minas de Santa Fe de Antioquia quienes, sobre todo a partir de 1620, penetraron esa jurisdicción con personas esclavizadas, aunque regresaban a fundir el oro en Santa Fe (I. Suárez 150; Navarrete, Génesis 152)2.

Los dueños de minas de Antioquia también llevaban esclavizados a la quebrada San Pedro, de modo que se adentraban en la jurisdicción de Cartagena (I. Suárez 150). Mientras tanto, vecinos de las villas de Mompox y Simití que pertenecían a la provincia de Cartagena llevaban esclavizados hacia Guamocó, en Antioquia, aunque regresaban a la jurisdicción de Cartagena a fundir y tasar el oro producido (figura 1). Al fin y al cabo, Guamocó era la ciudad más aislada de Antioquia y por eso, en 1613, se creó un camino alternativo para acceder a ella desde Simití, el cual resultó más sencillo que partiendo desde Zaragoza (Parsons 83).

Fuente: elaboración propia que tomó como base el mapa de distritos mineros del Nuevo Reino de Granada (Colmenares, “Problemas” 24)

Figura 1 Zona de influencia del distrito minero de Antioquia 

Durante el siglo XVI y las primeras décadas del XVII, al agitado cuadro de dueños de minas que extraían oro en provincias que no habitaban, se sumó la dificultad de transporte y comunicación, lo que derivó en deficiencias en la administración y posibilitó el contrabando de personas esclavizadas y oro. Esto entorpeció el abastecimiento de todo tipo de productos hacia Antioquia, a pesar de que los dueños de minas insistían en importar los géneros alimenticios, en vez de cultivarlos localmente (I. Suárez 242-46). Las problemáticas descritas estaban también asociadas con la complejidad del paisaje, caracterizado por espesos bosques ecuatoriales montañosos, pues entre los siglos XVI y XVII Antioquia no tenía salida al mar. La provincia estaba circundada por la cordillera Occidental de los Andes que, en el medio, da paso al valle del río Cauca y sus afluentes, entre ellos el Nechí; y al oriente se abre otra formación montañosa de gran envergadura llamada serranía de San Lucas.

Fue en esa zona gris entre Guamocó, Remedios y Zaragoza, es decir, en inmediaciones del río Nechí y las bifurcaciones meridionales de la serranía de San Lucas, donde las personas africanas y afrodescendientes que huían de la esclavitud decidieron crear su palenque. Probablemente, provenían de los grupos de personas (entonces denominados cuadrillas) que los esclavistas de las provincias de Cartagena, Antioquia y Mariquita enviaban a sitios de extracción distantes.

Las evidencias documentales indican que en esa zona los fugitivos aprovecharon la incapacidad de los colonialistas de hacer presencia y consolidaron palenques utilizando estrategias asociadas con conocimientos adquiridos en las regiones africanas de donde procedían. Es importante aclarar que la reinvención identitaria y cultural que las poblaciones africanas se vieron obligadas a plantearse en América fue más compleja que la simple transposición automática de ideas y prácticas de un continente a otro. Por consiguiente, las asociaciones que proponemos no buscan probar que hubo retenciones africanas en el Nuevo Reino de Granada, sino el uso novedoso y dinámico de matrices aprendidas en África que fueron adaptadas al contexto americano.

La introducción masiva de población africana y la omisión en la historiografía

En Antioquia, el fenómeno de huida comenzó desde que ingresaron las primeras personas africanas a la región. Durante las décadas iniciales de la ocupación ibérica, los esclavizados de estas minas fueron indígenas. Empero, los esclavistas se vieron forzados a cambiar de táctica, en vista del declive demográfico de esta población, derivado de la violencia de la conquista, la huida a zonas inalcanzables y las epidemias. A esto se sumó la imposición de garantizar la observancia de las Leyes Nuevas de 1542, que vedaban el trabajo esclavizado indígena. Consecuentemente, a partir de 1580, con el hallazgo de las minas de Zaragoza, los esclavistas de Antioquia comenzaron la introducción masiva de población africana (Colmenares, Historia 272).

De acuerdo con la historiografía, la estrategia de los propietarios de minas en Antioquia se reducía a explotar el oro con hombres y mujeres esclavizados e ir expandiendo la frontera aurífera una vez el oro superficial se agotaba, sin invertir en infraestructura ni en tecnología para los sitios de extracción (I. Suárez 146; Colmenares, Historia 268; West, Colonial 23-24). Por tanto, los esclavizados eran obligados a realizar todas las tareas para garantizar la producción de oro y su supervivencia, lo que incluía desmontar el bosque, erigir la mina y la acequia de agua para lavar y separar el oro de la tierra, cavar los socavones y construir sus propias viviendas (rancherías). Asimismo, debían producir su alimento porque el abastecimiento por parte de los esclavistas era escaso e inestable, además de soportar castigos impartidos por el administrador de la mina o el capitán de cuadrilla, quienes se encargaban de mantener un régimen de trabajo apabullante.

Todas estas eran labores manuales que dependían de la esclavitud, pues la pretensión de los dueños de minas era que, al incrementar el número de esclavizados allí donde había oro superficial, se diera un aumento inmediato de la producción y de las ganancias. Esta estrategia olvidaba que la explotación de oro era irregular debido al ciclo climático de la zona y, ante todo, que la oferta de personas africanas esclavizadas era incierta. Los estudios del tráfico han demostrado que, en África, la demanda europea por esclavizados instaló y expandió conflictos internos y convulsionó los procesos sociopolíticos y económicos, lo que acarreó a millares de capturados al Atlántico (Green; Inikori). Como se trataba de un contexto bélico, la oferta de personas esclavizadas en el Caribe era siempre inestable. A esto se agregó que el infame comercio suscitó enemistades y guerras entre los europeos, lo que incidió en los volúmenes de personas embarcadas y en la concentración de capturados en ciertas zonas de África (Fernández 289-295; Weindl).

Con todo, Ivonne Suárez Pinzón constató que la principal inversión de la élite antioqueña entre 1575 y 1700 fue en personas esclavizadas, que llegaron a representar hasta el 93 % del patrimonio de un individuo en las primeras décadas de la explotación minera (77). Su conclusión condice con Francisco de Sande, presidente de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada, quien en 1598 reportó: “en las minas de Zaragoza es a donde más negros hay que se entiende que llegan a 3 000” (AGI, SF, 17, R. 15, N. 148), lo cual fue reforzado por el cronista carmelita Antonio Vázquez de Espinosa, quien informó que en Zaragoza había de 3 000 a 4 000 esclavizados y solo 300 vecinos españoles (ca. 1630, 320).

Aunque lo anterior sugiere una proporción abrumadora de alrededor de un esclavista por cada diez personas africanas y afrodescendientes, ha sido poco estudiado cómo respondieron a la opresión las personas esclavizadas que sustentaban la producción de oro. Colmenares apenas menciona que en 1597 hubo una sublevación de esclavizados en Zaragoza, simultánea con el tope de personas que llegaron a trabajar en esos yacimientos (Historia 306). Navarrete, por su parte, basada en el cronista Vázquez de Espinosa (321), señala que hubo un levantamiento en 1598 en Zaragoza, en el cual los fugitivos se fortificaron en palenques (Navarrete, “Los palenques” 84). Agrega asimismo la existencia de una rebelión en Remedios en 1608, aunque no informa fuentes primarias asociadas al evento. Luego, cita un documento del Archivo General de Indias (AGI), el cual reporta que, en respuesta, la Real Audiencia había enviado pólvora (AGI, IG, 745, n. 59), y, con apoyo en la tesis de Vásquez de Espinosa, finaliza afirmando brevemente que la rebelión fue derrotada en un año por el capitán que tenía asignada la tarea (Navarrete, “Los palenques” 250). Existe también una nota de tres páginas que Manuel Lucena Salmoral publicó en 1952, en la que refiere el gran levantamiento en Remedios de 1608. Sin embargo, como Navarrete, Lucena cierra el tema indicando que el alzamiento fue reprimido por completo (1128). A fin de reparar el vacío que dejan estas breves notas, nos aventuramos a descubrir más detalles sobre cómo fue el levantamiento en las minas de Antioquia y cuáles fueron sus repercusiones para la historia.

Primeras señales de la revuelta general de esclavizados

Encontramos la primera señal de las huidas a tan solo quince años de haber comenzado la entrada masiva de esclavizados en Antioquia. Se trata de una carta del 16 de diciembre de 1596, en la que Juan de León del Castillo, vecino de Zaragoza, pedía licencia al gobernador de Antioquia, Gaspar de Rodas, para explotar el oro en Guamocó y Cimitarra, “porque hay en aquella gobernación muchos naturales retirados y algunos negros que se han alzado de los de la ciudad de Zaragoza y los Remedios” (AGN, M, 40, D. 4, f. 149 r.). Para evitar su avance, proponía tomar control de la zona, lo que además permitiría que Antioquia determinara límites (“arriar bandera”) con las gobernaciones de Santa Marta y Cartagena. Esta expedición, sin embargo, no logró detener el ímpetu de la población que buscaba libertad, porque diez meses después, el 25 de octubre de 1597, el Cabildo de Zaragoza escribió a Cartagena para informar que esa ciudad

está en peligro de perderse por la mucha fuerza de negros cimarrones que se han retirado a un fuerte que tienen hecho de donde salen a hacer muchos daños y a convocar e inducir los negros que están de paz para los llevar consigo como lo hacen cada día y están con tanta fuerza de gente que habrá ocho días desbarataron un capitán con cuarenta soldados y le mataron algunos de ellos. (AGI, IG, 745, N. 80, f. 88B r.)

El Cabildo había mandado esta carta con el capitán Baltasar de Pallares, quien debía regresar con armas a la mayor brevedad posible. El gobernador de Cartagena, Pedro de Acuña, escribió entonces al rey para recordarle que en la vecina Bayano, en Panamá, unos años atrás había tenido que conceder libertad y tierras a dos palenques: Santiago del Príncipe y Santa Cruz del Real (Wheat, Atlantic Africa 54-63; Fortune 360-363; Mena-García 424-426), lo que pone de manifiesto que para entonces los palenques ya tenían un control territorial de envergadura en la región. Acuña señaló que le había entregado a Pallares todo el armamento que pedía e incluso sumó “una pieza de artillería mediana para batir el fuerte que me dice el dicho capitán han hecho en un sitio eminente, de troncones de árboles muy gruesos al modo de como los usan ellos en Guinea” (AGI, IG, 745, N. 80, f. 86A r.); es decir, en un lugar estratégico, los fugitivos habían fabricado una fortificación que, según el capitán, era parecida a aquellas que construían en “Guinea”. En ese entonces, Guinea era uno de los nombres genéricos que en América se usaban para referirse a África atlántica (Wheat, Atlantic Africa 21) y, en efecto, existen evidencias de arquitectura con cercados fortificados con troncos de madera, tanto en África Occidental como en África Centro Occidental, donde se concentraban las capturas en ese momento (figura 2).

Comparar el tipo de arquitectura de los palenques y las aldeas africanas merece una investigación aparte. Como abrebocas de una indagación que está en proceso, damos dos ejemplos relativos a cada una de estas regiones. El 9 de mayo de 1563, el jesuita António Mendes describió la ciudad donde vivía el rey de Ndongo, en la región después denominada Angola, en África Centro Occidental (figura 2): “es esta ciudad toda cercada de árboles y palmeiras que le sirven de muros y están muy juntas unas com otras y texida com paja muy gruessa y com las mismas palmas, de manera que no puede entrar ninguno dentro de sus muros” (“Carta do irmão António Mendes” 500). En cuanto a África Occidental, en 1698 François Froger representó las “casas de los negros” de Gorée, una isla frente a la Alta Guinea (figura 2), como una aldea fortificada con cerca de madera cuadrada y casas redondas de techo de paja en el interior (figura 3).

Los casos de palenques en Panamá y Antioquia no fueron aislados. En todas y cada una de las colonias americanas y del Caribe se elevaba el número de fugitivos que se agrupaban en aldeas fortificadas en madera, lo que impedía la hegemonía territorial que buscaban los colonialistas. Desde los grupos dispersos y escurridizos de pocas personas, como aquel que para 1600 se ocultaba en un pequeño valle rodeado de montañas en la provincia de Esmeraldas en Ecuador (Lane 26-27), hasta Palmares en el nororiente brasileño, donde a partir de 1605 se consolidó una organización social poderosa, con miles de miembros y varios “mocambos” fortificados (Lara 35)3.

Fuente: elaboración propia

Nota. Se toma como fuente el consenso historiográfico sobre el asunto. No es posible precisar más los límites geográficos de estas denominaciones, pues fueron creados por los recién llegados traficantes transatlánticos de personas (véase Lovejoy et al. sobre cómo la historiografía actual discute estos límites).

Figura 2 Zonas africanas de donde provino la población hacia al Nuevo Reino de Granada 

Fuente: imagen de dominio público, disponible en http://www.slaveryimages.org/s/slaveryimages/item/2646

Figura 3 Cazes des nègres, Gorée, François Froger (f. 19) 

En el caso de la provincia de Cartagena del Nuevo Reino de Granada, en 1605 el gobernador Suazo y Casasola también identificó un grupo de personas en la ciénaga de la Matuna, donde tenían “un palenque fuerte con su estacada de madera en una ciénaga metida en el corazón de otras muchas cubiertas de monte”, el cual no pudo ser destruido a pesar de enviarse sendas tropas (AGI, SF, 38, R. 2, N. 62, f. 1 v.). María Cristina Navarrete, parafraseando la documentación, resalta que el mayor inconveniente estaba en que estas personas habían crecido en parajes semejantes y, gracias a ello, lograban escoger lugares estratégicos de difícil acceso para las tropas españolas, donde rehacían su palenque con otras personas que habían logrado una huida exitosa (San Basilio 41). Persiste así la referencia a sus orígenes como aquella caja de herramientas que posibilitó crear soluciones nuevas para el contexto americano.

De regreso en Antioquia, después de describir la fortificación que los fugitivos habían hecho cerca de Guamocó, el gobernador finalizó alertando que “muchos de estos negros levantados son muy prácticos y trataban de un levantamiento general para la noche de navidad” de 1597 (AGI, IG, 745, N. 80, f. 86A r.). A finales del siglo XVI, ya era conocido en las colonias americanas que las personas africanas aprovechaban cualquier cambio de rutina, como un fenómeno climático, la ausencia del esclavista o las celebraciones cristianas, para rebelarse. Esta práctica tenía como antecedente lo ocurrido la noche de Navidad de 1521 en Ozama, Santo Domingo, cuando un grupo de Jolofo, es decir, Wolof, originarios del actual Senegal, asolaron haciendas y huyeron sin dejar rastro (Castellanos 40). Rápidamente, los españoles salieron en su persecución, lo que solo pausó a los rebeldes que se retiraron a las montañas, y luego arreciaron su defensa y atacaron de nuevo las propiedades esclavistas. Ana Ozuna analiza que las sublevaciones en Ozama unieron a los nativos taínos y a la población africana, y utilizando la guerra de guerrillas y la formación de enclaves territoriales, consiguieron moderar el violento aparato de control español en las plantaciones (77). Por tanto, era de esperarse que en 1597 en Antioquia los ánimos estuvieran exaltados con la amenaza del levantamiento en Navidad.

En respuesta, el rey envió armamento y una carta en la que agregó que esperaba “tratasen cómo se podrá remediar lo del mal tratamiento que se hace a los negros, pues es causa para que se levanten” (AGI, IG, 745, N. 59). El motivo de tal pronunciamiento podía estar vinculado con el escandaloso proceso criminal de febrero de 1597, cuando Pedro de Aguirre, vecino de Zaragoza, fue acusado de actos de sevicia contra varios esclavizados. El caso fue tan complejo que recorrió varios distritos judiciales, entre ellos Zaragoza, Remedios, Santafé de Bogotá, Tocaima y Mariquita, y solo vino a resolverse en 1602. Los crímenes habían sucedido en la mina de la Concepción, jurisdicción de Zaragoza, donde Aguirre había cortado la nariz y las orejas a María Terranova, asesinado a azotes a Francisca Biafara, mutilado el miembro viril a un esclavizado, además de cometer abusos contra esclavizados de otros mineros (AGN, A, 12, D. 28, ff. 1002-1007).

A pesar de encontrarlo culpable, la Real Audiencia escasamente lo sentenció “a pagar salarios de 30 días por la muerte de la esclava Francisca y por cortar las narices y orejas de la esclava María y otras denuncias” (AGN, NyE, A, 5, D. 6, f. 1010). Tan exigua sentencia frente a semejantes delitos solo podría estar relacionada con la poca relevancia que se daba a los crímenes contra esclavizados. El caso permite percibir el nivel de castigos impuestos en las minas y el grado de deshumanización con el cual las personas esclavizadas eran consideradas.

Como vemos, de manera excepcional, dos mujeres africanas son nombradas en este proceso: María, de “nación” terranova, y Francisca Biafara. Aunque al momento la historiografía no ha confirmado la localización de los terranova4, sabemos que los biafara habitaban la Alta Guinea, entre los ríos Geba, Grande y Corubal, al sur del puerto de Cacheu (figura 2), donde se concentraba el tráfico esclavista en la segunda mitad del siglo XVI (Rodney 8).

Informaciones sobre lo sucedido en el que llaman palenque

Es probable que casos como estos colmaran la paciencia de los esclavizados y decidieran organizarse para hacer un levantamiento general. Aunque no hemos identificado reportes de lo que ocurrió en la noche de Navidad, el cronista Vásquez de Espinosa confirma que en 1598 se gestó el gran levantamiento y se desampararon las minas (321). El 22 de mayo de 1598, el presidente de la Real Audiencia, Francisco de Sande, escribió al rey para informar que habían regresado derrotadas dos compañías de soldados enviadas para recapturar a las personas que habían escapado de Zaragoza. La primera tropa no encontró rastro; la segunda halló la fortificación, pero no capturó a ningún prófugo, aunque gastó toda la pólvora enviada desde Cartagena, Bogotá y España. Añadió que mandaría una comisión para que “averigüen y sepan por informaciones todo lo contenido en este auto y cómo se hizo esta guerra y lo sucedido en el que llaman palenque” (AGN, NyE, P, 4, D. 60, ff. 373 r.-373 v.). Esta es la primera vez que encontramos el concepto de palenque para la zona de Antioquia, lo que indica que ya había una organización social en consolidación. El 11 de agosto de 1598 agregó que “se supo que estaban algunos (que con mujeres y niños se ha podido entender serán hasta ciento juntos) y tenían por defensa unos troncos de árboles” (AGI, SF, 17, R. 15, N. 148, f. 1 r.). Por tanto, para entonces ya había una comunidad de familias con alrededor de cien personas, que incluía mujeres y hombres africanos y afrodescendientes, entre ellos niñas y niños, que convivían en un palenque protegido con troncos de madera.

El infructuoso capitán podría haber sido Juan de León del Castillo quien, recordemos, a finales de 1596 había hecho una entrada a Guamocó y Cimitarra, a orillas del río Nechí. Aun con la incompetencia que se refleja en la narración de Sande, en 1598 León envió al rey un “informe de méritos y servicios” en el que solicitaba mercedes por la persecución realizada. Estos informes constan de un interrogatorio en el que los testigos, en este caso vecinos de Zaragoza, debían responder si sabían que los fugitivos “habiéndose aunado se fortificaron en un palenque que hicieron en una montaña áspera de donde salían a inquietar la tierra sonsacando y llevándose a los negros de paz y servicio” (AGI, SF, 128, N. 32, f. 3 r.). León agregó que la persecución había tenido lugar cerca de los indígenas guamocoes, en las riberas del Nechí, quienes también estaban rebelados. Por fin, pidió a sus testigos confirmar que había desbaratado el palenque, matado a muchos, prendido a otros y desmantelado la guardia indígena.

El primer testigo fue Bartolomé de Alarcón, entonces gobernador de Antioquia, quien certificó que León había hecho la entrada y había encontrado el palenque, pero nunca confirmó las capturas; de esta manera ratificó el informe de Sande de que todos habían huido. Luego, el alférez Francisco de Corral adujo que

llegó al dicho palenque y halló en él a los dichos negros hechos fuertes arrochelados y hechos fosos a la redonda del dicho palenque y puestas muchas puyas en que se enclavasen los españoles y con sus indios tras, y hay bordones de fuera que para el dicho efecto tuvo el dicho capitán de Juan de León sin embargo de estar los susodichos negros puestos encima defendiendo la entrada del dicho palenque con muchas armas enastadas arcos y flechas. (AGI, SF, 128, N. 32, f. 10 v.)

Esto significa que el palenque se construyó con un sistema defensivo utilizando materiales del entorno. Estratégicamente, le habían puesto espinos y un foso en círculo para protegerlo, lo que les permitía situarse detrás para defenderlo con astas, lanzas y flechas. Al respecto, la historiografía ha revelado técnicas semejantes en la Alta Guinea (figura 2). Walter Hawthorne analizó la crónica de Francisco de Lemos Coelho, quien refirió que el puerto de Cacheu, en la actual Guinea Bissau, estaba rodeado por una estacada de palos puntiagudos amarrados y tenía dos entradas que se cerraban en la noche, a la cual llamaban tabanca (Hawthorne 122). En un artículo posterior, escrito junto con Lingna Nafafé, los autores examinan que, dado el crecimiento de las incursiones por capturados desde el siglo XVI, los fuertes y cercados de madera se volvieron comunes en dicha región, donde la construcción etnolingüística de territorios, denominados localmente chão (suelo en portugués), eran defendidos ancestralmente mediante la construcción de la tabanca (Hawthorne y Nafafé 33).

La Alta Guinea fue el primer punto de África continental donde el tráfico se concentró de manera despiadada. De acuerdo con José da Horta Silva, desde mediados del siglo XV hubo portugueses, muchos de ellos cristianos nuevos y judíos huidos de las persecuciones en la península ibérica, que llegaron a asentarse a esta región africana. Algunos de ellos se casaron con mujeres nativas y junto con la siguiente generación de lusoafricanos fundaron Cacheu. Estos portugueses y sus descendientes se convirtieron en actores fundamentales para el despunte del tráfico esclavista en los entornos. Wheat (“El tráfico”) analiza que, a partir de 1560, hubo una oleada de personas que entraron por Cartagena procedentes precisamente de la Alta Guinea, probablemente traficadas desde Cacheu, muchas de ellas originarias de la región al sur del puerto, cerca al río Sierra Leona.

Es posible confirmar este patrón demográfico analizando las denominaciones que aparecen como apellidos en las listas de esclavizados de Antioquia. Tales apellidos evocan las regiones de África que estaban siendo atacadas por el tráfico y, para finales del siglo XVI, en el caso de Antioquia, priman los apellidos Biafara, Bran, Zape, Cacheu y Bañol, que corresponden a personas provenientes de la Alta Guinea (Vargas 234). Por tanto, es adecuado comparar las tabancas que se gestaron en torno al río Cacheu y el palenque de Antioquia, pues hasta finales del siglo XVI, cuando dicho palenque se consolidaba, la mayoría de las personas africanas que llegaban a estas minas eran de dicha región, incluyendo a Francisca Biafara, quien habría de ser asesinada a manos de Aguirre, como lo vimos antes.

Fuente: AGN, NyE, A, 4, D. 14, 1599, f. 869

Figura 4 Descripción del alzamiento y localización del palenque del Nechí en 1599 

Entretanto, en febrero de 1599, el Cabildo de Zaragoza envió un reporte al rey en el que solicitaba el envío de mil esclavizados. El reporte incluye un interrogatorio cuya segunda pregunta es si saben

del alzamiento de los negros cimarrones se ha tenido por esta ciudad grandísimo gasto que tiene a los vecinos pobres y empeñados porque todos los capitanes que han salido a la pacificación de año y año a esta parte con soldados y cargueros y municiones comida y armas, todo ha sido a costa de los vecinos sin haber tenido esto ninguna ayuda de la real caja ni de otra presente que en esto, y en lo que han dejado de sacar respecto del haber despoblado por muchos días las rancherías de la otra banda del río de Nechí, y de la avilantez que los negros han tomado que no han servido ni dado más jornal del que ellos han querido, le ha restado a esta ciudad más de cincuenta mil pesos de oro. (AGN, NyE, A, 4, D. 14, ff. 869 r.-869 v.) (figura 4)

Así, contrariamente a la aseveración del cronista Vásquez de Espinosa acerca de la completa derrota del palenque, el fragmento permite percibir que las consecutivas e inútiles incursiones, realizadas con un costoso contingente de soldados y cargueros, habían comenzado a impactar la economía de los esclavistas. A ello se sumaba la disminución en la producción de oro, pues los esclavizados que quedaban en las minas habían tomado posición con respecto a la carga laboral impuesta. Además, el palenque había logrado detener la explotación de sitios de oro localizados en el costado oriental del río Nechí, esto es, hacia la serranía de San Lucas, por la amenaza que los fugitivos representaban. Tal información indica que el palenque había logrado un grado de dominio territorial, al punto de impedir la expansión del proyecto extractivista de la zona y disminuir en última instancia la producción aurífera local. Por tanto, sugerimos que este palenque sea incluido por la historiografía como parte de los múltiples factores que condujeron, unos años más tarde, al despoblamiento de Guamocó y la reducción de la producción minera en la región. Los acontecimientos que siguieron a este reporte parecen apoyar nuestra hipótesis.

En 1600, los esclavistas decidieron detener por un tiempo las persecuciones armadas. En respuesta, los palenqueros del Nechí y Guamocó suspendieron los ataques a las ciudades españolas y los asaltos a los ríos (AGI, SF, 18, R. 1, N. 1). Esto condice con la perspectiva de Navarrete sobre los palenques de los Montes de María, donde la violencia era utilizada de manera intermitente como un medio para defender el grado de libertad que habían alcanzado. Para la autora, es equivocado pensar que los palenques eran compañías de hombres armados que vivían del pillaje. Si bien hacían asaltos, estos no eran el motivo de su existencia. Cada ataque era defensivo o buscaba adquirir algún bien que necesitaban, por ejemplo, el armamento que por obvias razones no podían comprar. Para la autora, “estas formas de vida deben entenderse como nuevas construcciones en territorio americano” (Navarrete, San Basilio 169) que, en la medida en que iban madurando, generaban una producción alimentaria y artesanal autosostenible. Era entonces cuando suspendían los asaltos y solamente retomaban esa práctica cuando eran perseguidos, lo cual, como veremos, se aplica al palenque del Nechí.

En marzo de 1608, el gobernador Bartolomé de Alarcón se quejó ante el rey de que había cesado el beneficio de las minas, debido a la falta de indígenas y esclavizados (AGI, SF, 51, R. 1, N. 9, f. 1). En julio de ese mismo año, Alarcón le envió al rey las cuentas de las cajas reales de Antioquia, y afirmó que las minas de Zaragoza y Cáceres habían producido casi 2 000 pesos de oro menos que los años anteriores. Luego hizo algunos apuntes sobre la condición de Zaragoza, y recordó que “no tiene frutos ningunos y le viene por navegación el sustento” (AGI, SF, 51, R. 1, N. 10). Después agregó que, así como las minas estaban en decadencia, también los esclavizados iban en disminución.

En efecto, durante las primeras décadas de la explotación aurífera, cuando abundó el oro superficial, los dueños de minas en Antioquia importaban muebles, ropa, objetos de lujo y víveres, para lo cual argüían, como lo hace Alarcón, que los suelos eran improductivos5. La historiografía ha incluido este fenómeno como parte de los factores explicativos de la crisis de la economía antioqueña a inicios del siglo XVII, pues, al depender de importaciones, los comerciantes podían especular con los precios, excusándose en el valor de los impuestos y los costos del transporte. Esto conllevó la reducción de las ganancias para los dueños de minas, lo cual, sumado a la decreciente producción de oro, disminuyó el número de comerciantes interesados en vender en esa provincia (Colmenares, “Problemas” 44; I. Suárez 254; Colmenares, Historia 421-424).

Consideramos que el control territorial generado por los fugitivos también debe ser visto como un factor preponderante en dicho declive económico, especialmente al constatar que el dominio de los palenques iba en aumento. De hecho, en 1608 en Remedios, al sur de la región del Nechí, la población huida de la esclavitud gestó una nueva insurgencia. Juan de Borja, presidente de la Real Audiencia en Bogotá, reportó alarmado que una serie de prófugos se habían alzado y retirado a la montaña, e impedían el comercio y la labor de las minas (AGI, SF, 18, R. 9, N. 77). Envió entonces una compañía de soldados, pero, como era usual, solo capturaron a alguno de los rebeldes.

En respuesta, el rey exigió al gobernador de Antioquia una relación de los impuestos que pagaba Zaragoza, cuánto rentaba cada año, en qué distribuía lo que ganaban, y “si habían logrado traer a la paz a los dichos negros, cuántos faltan por reducir, cómo se podrá traerlos a la obediencia y cuánto habrá que gastar en ello” (AGI, SF, 65, N. 7, f. 28 r.). Entonces, se elaboró un expediente de 114 folios, en el cual el Cabildo y el gobernador exponían que el palenque en la otra banda del río Nechí era cada vez más extenso y su impacto llegaba a imposibilitar la vida en las ciudades y la producción de las minas. A ello agregaron que hasta 1609 habían gastado 50 000 ducados en infructuosas recapturas y que había más de 200 rebeldes localizados en

los términos de las dichas ciudades de Zaragoza y Cáceres y villa de San Jerónimo de la dicha gobernación y tierra de mil lagos y ásperos montes de más de trecientas leguas de circuito, no tiene asiento los dichos negros infestan la minas y poblaciones de los dichos tres pueblos hasta llegar a dar vuelta al de Zaragoza por cuyo respecto la hunden. (AGI, SF, 65, N. 7, f. 28 v.)

El documento sugiere que para 1610 la población del palenque controlaba un corredor territorial estratégico y usaba una táctica nómada sin asiento fijo para evitar ser capturada. El Cabildo de Zaragoza propuso en respuesta enviar tres patrullas para cercarlos, “una entre el río de Nechí y el río de Amáncebi y la otra entre el dicho Nechí y el río de Cauca y la tercera entre el río Cauca y el río de San Jorge que son las tierras que los dichos negros corren” (AGI, SF, 65, N. 7, f. 28 v.). Todo indica que el área controlada por los fugitivos se localizaba entre los tres principales ríos de la región: el Nechí, el Cauca y el San Jorge, que eran arterias principales para el comercio en Antioquia.

En respuesta, el Cabildo envió los tres escuadrones, y para el 26 de junio de 1612 reportó que los dos primeros capitanes fueron con 53 hombres armados y demoraron meses en la persecución, pero no lograron desmantelar el palenque (AGI, SF, 65, N. 12, sin folio). Dos años después, el 20 de mayo de 1614, regresó el tercer escuadrón a cargo de Pedro Latorre con 40 soldados. Latorre dijo haber capturado y asesinado a la mayoría de los fugitivos, además de asolar el palenque talando “muchas y muy grandes sementeras que tenían de maíz arroz y plátanos y otras legumbres en muy grande abundancia” (AGI, SF, 51, R. 1, N. 14, ff. 1 v.-2 r.).

Este documento, uno de los más importantes que hallamos, indica que el palenque del Nechí tenía cultivos amplios y diversos, lo que resulta opuesto a las constantes quejas de los esclavistas de que los suelos eran improductivos. El palenque, al contrario, albergaba una próspera producción alimentaria autónoma en su entorno y, con excepción del maíz americano, del que habrían aprendido del contacto con las sociedades indígenas, las mujeres y los hombres del palenque producían arroz y plátano, dos géneros que hacía milenios se cultivaban en África Occidental. Cada uno de ellos merece una investigación aparte que verifique cómo fueron transportados y apropiados por la diáspora africana en América, incluyendo la historia de cómo el plátano y el arroz llegaron a ser parte fundamental de la base gastronómica de Colombia.

Con respecto al arroz, vale la pena mencionar una investigación que está en proceso. En la documentación inquisitorial encontramos pistas del uso del arroz en ceremonias realizadas en Cartagena. En 1634, el cirujano afrodescendiente Diego López declaró haber participado en reuniones nocturnas de africanos y afrodescendientes, donde “se habían puesto las mesas en que cenaron y el reo había alcanzado un bocado de arroz sin sal desabrido y apagado las candelillas” (AHNM, I, L. 1020, f. 387 v.).

El arroz consumido en Cartagena podría haber sido producido en la profusión de palenques que agitaban dicha provincia, pues, en el allanamiento de 1631 contra el palenque de Usiacuri, el gobernador de Cartagena reportó que “la escuadra llegó al lugar donde estaban construidos dos palenques fortificados. Se encontraron cinco bohíos grandes para cantidad de gente. En ellos había abundante maíz, arroz y otras cosas para el sustento como hicoteas, calabazas frescas y lechones en chiqueros” (Navarrete, San Basilio 53). También existen informaciones sobre la tarea de pilar el arroz en los palenques. Navarrete estudió dos pleitos de propiedad conducidos por la Inquisición a finales del siglo XVII, en los cuales se informaba que el rol de las mujeres era “pilar arroz, pilar maíz y molerlo, hacer bollos y funche [maíz molido con manteca y sal], guisar la comida y lavar la ropa” (Navarrete, “Formas sociales” 27)6.

Es interesante destacar que, con base en escritos de Jean Boulègue, Adriana Maya sugiere que un motivo para privilegiar la deportación hacia Cartagena de población de la Alta Guinea (figura 2) habría sido su conocimiento de técnicas para cultivar arroz, especialmente sobre el regadío en regiones de sequías y lluvias estacionales, como era el Nuevo Reino de Granada (Maya 284).

Avances posteriores a Boulègue han mostrado que, desde su arribo, portugueses como el lusoafricano André Álvares de Almada (12) informaron que el cultivo de arroz estaba extendido a lo largo de las costas y en el río Gambia. Basada en fuentes primarias y en la recolección de vocabulario en la región del río Núñez, Edda Fields-Black sugiere que la presencia de terminología especializada en tecnologías relacionadas con el cultivo de arroz evidencia que este habría sido un desarrollo local de las comunidades que habitaban dichos litorales. La autora agrega que las herramientas de hierro provenientes del interior sahariano habrían ampliado la capacidad de producir grandes cantidades del grano (Fields-Black 23). Walter Hawthorne adiciona que la producción de arroz se potenció con las herramientas importadas por los europeos y las sociedades costeras se convirtieron en proveedoras de arroz para las embarcaciones esclavistas.

En cuanto a la reconfiguración de técnicas de cultivo de arroz africanas en América, Peter Wood, Daniel Littlefield y, más recientemente, Judith Carney compararon la agricultura de arroz de los afroamericanos en áreas pantanosas de Carolina del Sur y Georgia, al sur de Estados Unidos, con aquellas prácticas existentes en la Alta Guinea. Carney sugiere que las personas africanas habrían transferido al mundo atlántico no solo las semillas, sino los sistemas de cultivo del arroz, incluidas las técnicas de procesamiento. La hipótesis de Carney resulta relevante para el caso del Nuevo Reino de Granada porque, como analizamos, el periodo de llegada masiva de personas africanas a Cartagena a partir de 1580 coincide con el auge del tráfico desde el puerto de Cacheu, localizado en la misma región donde el arroz era la base productiva. No resulta sorprendente entonces el hallazgo de que los palenques que abundaban en Cartagena y Antioquia cultivasen dicho grano en sus entornos.

Además, es factible la hipótesis de que hubiera técnicas agrícolas reconfiguradas por las personas africanas para el ecosistema de Antioquia, allí donde los dueños de minas argumentaban que las tierras eran improductivas. Ivonne Suárez (175) cita un documento de 1601 en el que tres esclavistas de Zaragoza explican haber decidido incorporar el cultivo de alimentos porque,

como a vuestra merced es notorio lo más útil y necesario para el mantenimiento de estos dichos esclavos [es] la comida de pan para lo cual es necesario cultivarlo, muchos de los dichos esclavos de cuadrillas que para el dicho efecto han abierto muchas tierras de monte haciendo estancias y sementeras de maíz y han puesto arboleda de platanales y raíces de yuca y patata para sustento de las dichas cuadrillas […] sin los excesivos gastos que suelen tener los maíces y comidas que se traen de acarreo. (AGN, MA 1, f. 448 r.)

Así, los sujetos observaron que las personas africanas y afrodescendientes tenían sus cultivos de autosubsistencia y les parecía idóneo copiar dicha práctica para abaratar los costos de la alimentación. Aunque el arroz no aparece, el plátano y los tubérculos eran también especialidades de cultivo y alimentación, sobre todo entre las sociedades de la Baja Guinea y África Centro Occidental (figura 2).

De regreso al palenque, en 1615, un año después de que Latorre hubiera desmantelado cultivos de plátano, arroz y legumbres, los esclavistas tuvieron que enviar nuevas tropas hacia Remedios, donde los sobrevivientes se habían reorganizado, otros tantos se habían sumado, y de nuevo estaban asaltando canoas y caminos (AGN, HC, 6, D. 15, f. 802 r.). En la visita de Herrera Campuzano encontramos indicios, además, de que los indígenas guamocoes, que también estaban sublevados, se habrían unido a la diáspora africana fugitiva. Esto, pues en su paso por Guamocó, en 1614, Herrera indicó haber sido informado de que Latorre andaba en busca de los negros cimarrones y así había tenido noticia de dónde estaban los mencionados indígenas (AGN, V, A, 3, D. 2, f. 193 v.).

En los años posteriores, dos vecinos de la provincia de Antioquia, Juan de Valdés Meléndez y Juan Bautista Gallegos, declararon haber liderado y patrocinado jornadas contra esclavizados fugitivos. Valdés radicó su informe en 1606 (AGN, HC, 10, D. 9, ff. 419 r.-427 r.) y Gallegos en 1619 (AGI, P, 168, N. 3, R. 1). Gallegos informó que había ido con sus soldados entre los ríos Cauca y Nechí, donde había quemado y talado muchos cultivos y destruido los palenques; sin embargo, no había atrapado a los palenqueros que se habían lanzado río abajo. Puntualizó que el sitio donde tenían la fortificación era entre las quebradas de Araceri y Cuturú, cerca de las rancherías de los esclavizados, a donde solían ir para convencerlos de huir con ellos (AGN, NyE, B, 5, D. 10, ff. 635 v., 644 r.-644 v.).

Pasadas dos décadas sin noticias del palenque, en 1648 Gregorio Díaz Parladorio firmó un contrato con la Real Audiencia para organizar una persecución con la que prometía libertar definitivamente las minas de los fugitivos. Eso significa que después de cincuenta años no había sido posible extinguir estos territorios de libertad de la diáspora africana. Parladorio argumentaba:

notorio es que la soberanía y avilantez de los negros como también lo es el deseo que todos tendrán de gozar libertad y los que se huyen procuran con todo esfuerzo no volver a reducirse a esclavitud y servidumbre y se defienden con ánimo y valentía y particularmente los que están en las dichas sierras y montañas en los palenques que en ellas han hecho y en que están fortificados en centinela y con vigilancia. (AGN, HC, 9, D. 2, f. 40)

Su argumento deja ver que era consciente del dominio territorial que el palenque fortificado del Nechí y Guamocó había consolidado y de la entereza de sus habitantes para defender su libertad.

En 1993, la historiadora Ivonne Suárez comparó las fundiciones de Santa Fe de Antioquia con aquellas de Guamocó y concluyó que, a diferencia de las primeras, donde los propietarios invirtieron en el ámbito agropecuario y así lograron cierta estabilidad frente a la decadencia en la producción aurífera, en Guamocó la decadencia fue tan profunda que la ciudad y la explotación minera llegaron a la completa desaparición a menos de cinco décadas de su fundación. Resulta bastante claro que fue justamente en Guamocó, cerca de las riberas del Nechí, donde a partir de 1596 encontramos registros consecutivos que reportan la formación de palenques de la diáspora africana. De acuerdo con las evidencias que hemos presentado, consideramos que el control territorial que el palenque del Nechí alcanzó durante la primera mitad del siglo XVII habría sido otro factor que limitó la expansión de la colonización minera y agropecuaria en esa zona, agudizando como consecuencia la crisis de la producción minera y motivando la deserción de los colonialistas de los entornos de Guamocó.

Conclusión

El presente artículo buscó contribuir a la comprensión de la configuración social de la provincia de Antioquia y, más puntualmente, acercarnos a las iniciativas de las personas africanas que fueron esclavizadas en dicha provincia a partir de 1580. Como un aporte a la historiografía, se sugirió que las huidas y la formación de palenques en torno del Nechí habrían mermado el interés de los esclavistas de Guamocó en hacer inversiones agropecuarias o en llevar cuadrillas de esclavizados a sacar oro porque sabían que podían unirse al palenque. Las décadas siguientes parecen reforzar esta aserción pues, desde inicios del XVIII, los entornos del Nechí se tornaron una zona de mazamorreros independientes que explotaban una veta o placer en grupos familiares y eran generalmente afrodescendientes libres (West, “Folk” 325; Parsons 83; Arcila y Gómez 167).

Por último, y abriendo ya caminos a posteriores escritos al respecto, pensamos que la ausencia de estudios sobre la temática está relacionada con que, como vimos, este palenque se formó en los límites de las provincias de Antioquia, Cartagena y Mariquita. Consideramos que esto condujo a un conflicto de jurisdicción, pues los esclavistas carecían de medios para desplazarse con tropas, alimento y armamento a lugares tan distantes, y de autorización por parte de la provincia contigua para realizar persecuciones fuera de su jurisdicción. Dicha problemática se expresa también en la dispersión de series y fondos documentales donde encontramos la información sobre este caso.

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2Remedios hacía parte de la provincia contigua de Mariquita pero, dado que los mineros de Antioquia extraían oro en Mariquita y regresaban a fundirlo en Santa Fe, la historiografía ha considerado a Remedios como zona de influencia del denominado “distrito minero de Antioquia” (Navarrete, Génesis 152).

3Mocambos fue la denominación para la agrupación de casas de fugitivos en esta región de Brasil.

4 Ojo y Lovejoy sugieren que terranova era una antigua denominación para los lucumí-yoruba de la actual Nigeria. La hipótesis deriva de un documento único, el tratado de Alonso de Sandoval, escrito en Cartagena por este jesuita que nunca viajó a África. Todo indica que no se ha encontrado ningún documento escrito en África con esta denominación.

5En repetidas ocasiones los dueños de minas y las autoridades de Antioquia argumentaron la improductividad de los suelos y la carestía de los víveres importados. Véanse, por ejemplo, AGI, SF, 65, N. 7, ff. 1 r. y 16 v.; AGI, SF, 51, R. 1, N. 14, f. 2 v.; AGI, SF, 128, N. 32, f. 896 r., AGI, SF, 51, R. 1, N. 10, f. 1 v.

1Investigadora posdoctoral en el Instituto de Estudios Avanzados en las Humanidades (IASH) de la Universidad de Edimburgo. Anteriormente realizó el posdoctorado Newton de la Academia Británica en el King’s College de Londres. Hizo un doctorado en la Universidad Federal de Río de Janeiro y la Maestría en Estudios Africanos en El Colegio de México. Ha sido docente de nivel superior en Colombia y Brasil, en las áreas de historia latinoamericana y africana. Investiga las resistencias lideradas por las personas africanas y afrodescendientes en las minas de Antioquia, a partir del análisis de fuentes primarias.

Recibido: 19 de Agosto de 2022; Aprobado: 21 de Marzo de 2023

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