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Fronteras de la Historia

versão impressa ISSN 2027-4688versão On-line ISSN 2539-4711

Front. hist. vol.28 no.2 Bogotá jul./dez. 2023  Epub 01-Jul-2023

https://doi.org/10.22380/20274688.2371 

Sección general

El enfoque relacional y el análisis de redes sociales en los estudios históricos y en la historiografía colonial. El caso del Nuevo Reino de Granada

The Relational Approach and the Analysis of Social Networks in Historical Studies and Colonial Historiography. The Case of the Nuevo Reino de Granada

Tatiana González-Lopera1a 
http://orcid.org/0000-0003-1736-3636

aUniversidad de Antioquia, Medellín, Colombia tatiana.gonzalezl@udea.edu.co • https://orcid.org/0000-0003-1736-3636


Resumen

El enfoque relacional y el análisis de redes sociales se desarrollaron hace más de setenta años; aunque se emplean como enfoque teórico y metodológico en la antropología y la sociología, su uso en la historia es relativamente reciente. En este artículo se presenta su aplicación en trabajos de historia, así como las premisas que deben ser tenidas en cuenta cuando se lo aborda en la investigación histórica. Estas premisas son el resultado de la revisión de los trabajos pioneros en el área, de la lectura de los autores que son referentes clave para la investigación en redes sociales en Iberoamérica, como también de la revisión de los trabajos que se han llevado a cabo en Colombia en la última década, que son una herramienta de gran importancia para los investigadores que se quieren iniciar en este camino. La aplicación del estudio de redes sociales en el campo de la historia está cambiando la forma de ver las dinámicas sociales a lo largo del tiempo; asimismo, aporta conocimiento que permitirá escribir un nuevo capítulo de nuestra historia.

Palabras clave: enfoque relacional; análisis de redes sociales; historia; Nuevo Reino de Granada

Abstract

The relational approach and the social networks analysis were developed over 70 years ago; although they are used as a theoretical and methodological approach in anthropology and sociology, their use in history is relatively recent. This article presents the application of this approach in history and the premises that should be considered when used in the field of historical research. These premises are the outcome of the review of the pioneering works in this area, f the reading of the authors who are key references for research in social networks in Ibero-America, and of the review of the works conducted in Colombia in the last decade, and are a key tool for researchers who want to start on this path. The application of the study of social networks in the field of history is changing the way of looking at social dynamics over time and is providing new knowledge that will allow us to write a new chapter of our history.

Keywords: relational approach; social network analysis; history; Nuevo Reino de Granada

Introducción

El concepto de red social nació en las ciencias sociales a principios del siglo XX y forma parte de un campo de estudio interdisciplinar en el cual entender la estructura social, las pautas de comportamiento o los factores que influyen en la toma de decisiones implica considerar las conexiones que vinculan (o no) a los individuos. Estos vínculos ponen de manifiesto la existencia de tramas que van más allá de las fronteras tradicionalmente establecidas para los grupos sociales.

Como lo plantea Burt, la teoría de redes construye sus explicaciones con base en pautas de relaciones. Lo que hace el análisis de redes como aproximación metodológica es pretender explicar el comportamiento de los individuos “como resultado de su participación en relaciones sociales estructuradas”, de manera que el interés por los atributos pasa a un segundo plano, pues “la unidad básica de análisis no es el actor individual y sus atributos sino la relación entre actores” (Rodríguez-Díaz 10).

Se trata de un punto de vista que parte de la idea de una sociedad conformada por un entramado de conexiones que vinculan individuos a escala familiar, profesional, social, clientelar, y no solo por grupos de estos que comparten características comunes. En una red, los actores (individuos o colectivos como grupos u organizaciones) están conectados unos a otros mediante vínculos que los definen. Estos representan algún tipo de nexo social o de intercambio de bienes o servicios (afectivo, de parentesco, de comunicación, de confianza, de dinero, de prestigio o poder, de ideas, entre otros), y pueden ser usados como objeto de investigación para entender tanto la posición y el rol que desempeña un actor determinado dentro de una red específica como la dinámica de esta última. Así, “la idea básica del enfoque de redes es que los individuos son actores intencionales, con motivaciones sociales y económicas, cuyas acciones están influenciadas por una red de relaciones en las cuales están incrustados” (Dettmer y Reyna 8).

En las últimas décadas, a este análisis relacional como enfoque investigativo se le ha sumado el análisis de redes sociales (ARS), metodología que emplea herramientas que nacen de aquel. Dicha metodología, al emplear programas informáticos que permiten ingresar los lazos que se van a analizar, puede ir más allá de la mirada sobre el vínculo existente entre unos individuos, para medir la circulación de ideas, bienes y servicios, por ejemplo. Este análisis se fundamenta en la generación de métricas específicas (densidad, diámetro, cercanía, intermediación, camarillas, rango, entre otras)2, que no solo alimentan el análisis, sino que se apoyan en la posibilidad de visualizar todo esto por medio de la representación de estos vínculos a manera de redes, llamadas técnicamente grafos.

Tanto el trabajo con redes sociales o de sociabilidad desde el enfoque o perspectiva relacional -un ejercicio más del tipo cualitativo- como un abordaje del tipo ARS, que complementa la mirada cualitativa con análisis cuantitativos -aunque estos suelen ser usados para el estudio de sociedades contemporáneas- son susceptibles de ser llevados al campo de los estudios históricos. Sin embargo, ¿qué es lo que debe tener en cuenta un historiador para poder aplicar este enfoque?

Al analizar la historiografía disponible, es posible organizar la producción académica que menciona o trabaja con “redes” desde la metáfora, el enfoque que aborda o la metodología que aplica. Procurando centrarnos en estos dos últimos niveles, se revisarán tanto investigaciones consideradas pioneras como algunos referentes claves en los estudios de redes en la historia, lo que permite identificar temas y periodos históricos que se han venido analizando, para luego revisar algunos textos publicados en los últimos veinte años que, enmarcados en la historia colonial del mundo hispánico, en especial en el Nuevo Reino de Granada, están generando conocimiento y derribando paradigmas gracias a la aplicación de este enfoque y de esta metodología.

Finalmente, una vez aclarados estos aspectos, el artículo concluye presentando algunas consideraciones claves que el historiador debe tener presentes para la aplicación del análisis de redes, así como una reflexión sobre el camino y los retos que les quedan a los historiadores que quieren trabajar con esta perspectiva.

Redes en la historia

Niveles de aproximación al análisis relacional y el uso del análisis de redes

Ya desde principios del siglo XXI, en las diferentes reuniones temáticas que se celebraban en el mundo académico se hizo hincapié en que el análisis de redes sociales no se trataba solamente del uso de los términos red o análisis de red en la presentación o el contenido de la investigación, sino que comprende tanto una metodología como un enfoque investigativo que permiten un acercamiento al estudio de la realidad social, desde un punto de vista diferente a la aproximación atributiva que ha sido tradicional en la investigación social.

Al hacer rastreos bibliográficos, resulta evidente que no todas las publicaciones académicas que pretenden presentar alguna “red” familiar o comercial, por ejemplo, han hecho uso de la perspectiva relacional o del ARS para abordar sus datos y presentar sus resultados. En algunas ocasiones, se trata del uso de la red como metáfora, lo que señala la existencia de un interés por comprender desde un punto de vista diferente las conexiones que definen a los grupos sociales, aunque solo sea un primer paso para lograrlo; sin embargo, es posible identificar también autores que usan el concepto de red como una estrategia de mercadeo para ganar puntos de cara a las publicaciones, empleando los términos y conceptos de moda.

Aparte de los trabajos que utilizan el término para ganar visibilidad, se puede proponer que existen tres niveles de aproximación al tema de las redes sociales. En un primer nivel, el investigador usa el término o la metáfora de red, ya sea en el título o a lo largo del texto, en escritos en los que se busca considerar el asunto de las relaciones entre los individuos, pero no de manera detallada; no se hace un proceso de construcción sistemática de las conexiones o de la red en cuestión, y por tanto no es posible o deseable emplear alguna teoría para comprenderlas.

En un segundo nivel de abordaje se usa el enfoque relacional, el cual supone un trabajo de reconstrucción de la estructura social que forman los actores a partir de sus vínculos. En este nivel, es posible acudir a la teoría de las redes para identificar objetivamente estos vínculos y poder interpretar la realidad desde una perspectiva diferente a la individual o a la de clase; una perspectiva en la que se considera que las relaciones entre los diferentes actores condicionan el comportamiento individual de cada uno de ellos. Esta red representa entonces, como lo señala Mitchell, un conjunto específico de vínculos que se dan entre un conjunto definido de personas; sin embargo, estos vínculos pueden ser utilizados como un todo que permite interpretar el comportamiento social de los individuos implicados.

No obstante, el ARS solo se da cuando se llega a un tercer nivel, en el que se hace un tratamiento especial de los datos (actores, relaciones y sus características), de tal manera que es posible obtener representaciones gráficas e indicadores estadísticos que permiten develar las características de la red, identificar la manera en que se articulan sus relaciones y entender la posición que ocupan los actores en ella. Es importante tener presente que, cuando se emplea el análisis de redes, no solo se hace referencia a los vínculos entre las personas; dicho análisis puede ser aplicado a otros objetos de estudio, como los intercambios de bienes, servicios o ideas, por ejemplo.

El análisis de redes en la investigación histórica

Existen importantes revisiones recientes sobre el papel del ARS en la historiografía (Imízcoz; Düring y Stark; Bertrand et al.; Lemercier) y en especial sobre el potencial del análisis relacional en la historia (Rodríguez-Treviño; Cachero y Maillard). Algunas de estas compilaciones no solo presentan autores y obras, sino que se adentran en los campos teórico-metodológicos esenciales para el historiador que quiere profundizar en este tema. Sin pretender equiparar estas revisiones ni ser repetitivos, a continuación se mencionan algunas, las cuales permiten tener una panorámica propia.

En un estado del arte sobre el ARS en la investigación histórica, es posible identificar trabajos que son referentes importantes desde la década de 1990. Para ilustrar la pertinencia y las posibilidades de este tipo de análisis en el campo histórico, en lo que sigue se traen a colación algunos de los estudios que se pueden referenciar en el ámbito de la historia social y de la historia económica.

En historia social, el análisis más reconocido es el desarrollado por Padgett y Ansell sobre la familia Medici (1400-1434), punto de partida para la identificación de la dinámica de la élite de la Florencia renacentista, en la que Padgett continuó trabajando con posterioridad (“Open Elite?”; “Matrimonio”; “Introducción”). Se trata de un ejercicio de reconstrucción de redes sociales que no se ha centrado únicamente en familias como los Médici y los Albizzi, sino que ha creado una base de datos que cuenta con información de más de 1 700 familias de ascendencia patrilineal, organizada a partir de cinco categorías: redes de matrimonios, redes económicas, otras redes sociales, información atributiva, y pertenencias a partidos y facciones.

Estas categorías son una guía para la reconstrucción de redes en cualquier momento de la historia, al igual que las fuentes empleadas para reunir los datos: fuentes primarias como registros parroquiales y notariales, y fuentes secundarias como estudios genealógicos previos.

En el trabajo en mención se “demuestra una forma útil de reunir un bosque a partir de los árboles. No solo eso, sino también ver cómo evoluciona el bosque dentro de un caleidoscopio de árboles que se mueven” (Padgett, “Introducción” 28). Entonces, el autor busca entender el cambio social, yendo más allá de la mirada tradicional de identificar modelos sociales. Esta investigación aún se encuentra en proceso.

Es importante resaltar que la reconstrucción de las redes familiares ha sido un espacio potencial de investigación en el ámbito histórico, pero es solo uno de los tantos que es posible explorar, como se verá más adelante.

Dedieu y Windler-Dirisio presentan un trabajo similar en términos de élites políticas para el Antiguo Régimen, en el que “la unidad básica del juego de poder en el Antiguo Régimen no se constituía por el individuo, sino por el grupo familiar extenso”, en un contexto en el que las redes familiares serán un “factor estructurante de las relaciones de poder” (201). Su trabajo sobre temas como la élite, la Inquisición y los requisitos para ser ministro de esta última, o el papel de las haciendas en la constitución territorial del poder durante dicho periodo histórico se enfoca en la función de los vínculos desde el análisis relacional.

En 1998, Wetherell publicó “Historical Social Network Analysis” (HSNA), trabajo que aborda el “parentesco histórico” en una comunidad campesina de Europa en el siglo XIX, para entender qué sucede con una comunidad y la vida comunitaria cuando se da la transición entre el mundo premoderno y el mundo moderno. El autor considera que el HSNA es una aproximación que puede ayudar a los historiadores a documentar grandes cambios estructurales y reconstruir las experiencias de la gente común en el curso de esos cambios. Asimismo, complementando los estudios de parentesco o demografía histórica, permite responder preguntas como: ¿cuántas personas en un lugar determinado estaban realmente relacionadas?, ¿era el lugar de los parientes en las comunidades personales del pasado diferente al que tienen en el mundo contemporáneo?, ¿fue el apoyo social individual tan especializado como lo es hoy?

En el marco de la historia social, otro tema que empieza a aflorar en los estudios históricos de redes sociales es el de la migración. En el año 2002 la Asociación de Demografía Histórica de España (ADEH) abrió el espacio al trabajo de redes y migraciones con la publicación de un dosier en su revista Demografía Histórica. En estos trabajos se expresa la importancia del estudio de las cadenas migratorias como estrategia para superar la mirada individualista con la que el fenómeno había sido considerado hasta el momento. Con este enfoque se evidencian los mecanismos que se han establecido en diferentes momentos históricos entre parientes, vecinos y amigos para canalizar la información y minimizar los riesgos de migrar (Recaño-Valverde).

Este mismo aspecto ya lo había insinuado Brading en su obra Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), y ha sido mencionado por autores como Moutoukias, Imízcoz y Bertrand, que al abordar las relaciones que vinculaban a los migrantes peninsulares en la América colonial, entre ellos comerciantes y funcionarios, han tocado el tema del establecimiento de redes familiares y de sociabilidad como elementos claves para entender la dinámica social en el Antiguo Régimen.

Moutoukias, Imízcoz y Bertrand son referentes clave dentro de los estudios de redes sociales para la América hispánica. Desde el año 2000, Moutoukias ha venido introduciendo el tema de las redes sociales. En su texto “Familia patriarcal o redes sociales: balance de una imagen de la estratificación social” busca hacer una aproximación crítica al concepto de familia patrilineal que, al ser estudiado desde el análisis de las redes sociales, se modifica cuando entran en juego variables como poder, acción política o desempeño económico, al momento de reconstruir las configuraciones sociales.

Imízcoz, por su parte, lleva la reflexión hacia la necesidad de construir una historia más global, estudiando actores, redes y procesos, con un análisis de tipo inductivo a partir de la “observación de los individuos, para descubrir las relaciones efectivas entre ellos, y, por tanto, sus configuraciones sociales reales” (115). En una línea de investigación similar, Bertrand (“De la familia”) propone superar la aproximación prosopográfica al introducir el “paradigma del análisis microhistórico de las ‘redes sociales’”, por medio del estudio del rol de los oficiales de finanzas en la Nueva España (siglos XVII-XVIII). Este enfoque lo ha venido construyendo desde la década de 1990.

En el ámbito de la historia política, un referente esencial para los estudios de redes de poder en el mundo hispánico es el artículo “Redes sociales y ejercicio de poder en la América hispánica: consideraciones teóricas y propuestas de análisis” (Ponce y Amodori), que abre el dosier dedicado al tema presentando la trayectoria histórica del análisis de las redes sociales. A partir de un ejercicio más empírico, apoyado en los artículos que se recogen en el volumen, hace un análisis de algunos aspectos del papel que han desempeñado los planteamientos de las redes en los estudios del ejercicio del poder en la América hispánica. Un aspecto central para resaltar de la presentación que hacen los autores consiste en que la evidencia empírica lleva a concluir que

los criterios de clasificación y análisis basados en las clásicas diferencias étnicas, estamentales, socioeconómicas y ocupacionales aplicadas al estudio de las sociedades hispanoamericanas parecen hoy insuficientes […] Para el estudio de las sociedades hispanoamericanas en la época virreinal, en definitiva, aplicar un modelo de análisis que sea capaz de incorporar las distintas variables conceptuales que posibiliten la explicación de las dinámicas temporales, las diferencias geográficas y las variaciones en los comportamientos sociológicos, económicas y políticos. (Ponce y Amodori 16-17)

De acuerdo con los citados autores, el estudio de los vínculos que se establecen entre los individuos como parte de las dinámicas sociales constituye un elemento que hace posible cambiar la percepción, desplazando el interés “de la estructura a la acción social” (17). Se trata de un análisis relacional que permite hacer nuevas lecturas de los sistemas políticos del Antiguo Régimen, con base en la construcción de relatos que miran con mayor atención los fundamentos y las características del poder en una sociedad construida a partir del concepto de grupos, en especial familiares, antes que de individuos. En el aspecto político, las camarillas, los partidos o las facciones se constituían tomando como eje a una familia, y estos lazos se enriquecían mediante la amistad, el paisanaje o el clientelismo, a la vez que por intereses o por la formación que les eran comunes, o bien por alguna alianza coyuntural.

Dedieu cuestiona, a partir de un enfoque más teórico, cómo en los últimos treinta años se ha introducido al actor como objeto de estudio de la historia social, cuando hasta ese momento esta se había centrado en el estudio de los conjuntos sociales y su accionar e interacción con el entorno, en una historia de actores colectivos con base en conceptos como el de clase social. No había interés por la lógica individual que llevaba a un actor a participar de la vida de su momento, sino que se miraban como encasillados “peones en un tablero predefinido” (186). En cambio, el naciente interés por el individuo se asocia con

la posición jerárquica global de cada uno [que] no solo depende de la intensidad de los lazos que le atan al actor con su entorno inmediato, de su capacidad de ajuste y de liderazgo, sino que tiene una estrecha correlación con la configuración, extensión geográfica y diversidad de sus redes sociales. (189)

Lo anterior ha llevado a desplazar la atención de los grupos sociales predefinidos o de los individuos aislados hacia “el individuo en sus relaciones con los demás” (191).

Desde el punto de vista de la historia económica, se debe mencionar el trabajo “Redes sociales e instituciones comerciales en el Imperio español: siglos XVII a XIX”, resultado de un proyecto de investigación entre México, Argentina y España que generó un espacio para adoptar instrumentos analíticos transdisciplinarios, como el concepto de red social aplicado a la historia, que permitieron “formular nuevos problemas sobre antiguas incógnitas” (Ibarra y del Valle-Pavón), a la vez que dejar atrás el ejercicio de solo describir las redes construidas, para profundizar en las estructuras comerciales, empleando la red como herramienta conceptual y metodológica, o como “metáfora visual”, disparador o concepto complementario (Tell).

Este ejercicio abrió la puerta a una línea de trabajo en historia económica a partir del análisis relacional. En “Donativos, préstamos y privilegios. Los mercaderes y mineros de la Ciudad de México durante la guerra anglo-española de 1779-1783”, Del Valle-Pabón analiza cómo las redes comerciales se sostenían en redes familiares, religiosas o de paisanaje, a la vez que hacían uso de la burocracia colonial. Desde la mirada a los mecanismos mediante los cuales la Corona obtuvo grandes contribuciones extraordinarias para fortalecer la Real Armada y solventar los gastos bélicos durante la guerra angloespañola de 1779-1783, se pone en evidencia una estrecha relación entre fisco y redes comerciales, en un sistema monárquico que termina siendo más “consensuado” de lo sostenido hasta el momento. Ibarra y Del Valle Pabón presentan los resultados de un seminario orientado al estudio, a partir de lo local y regional, de grupos o redes de comerciantes inscritos en circuitos mercantiles con alcance global, en el que conectaron la dinámica entre corporaciones y grupos de poder, la circulación de mercancías y los límites de la integración local en los procesos globales (Bautista y Lugo 151).

En los últimos años se han publicado numerosos estudios que aplican el ARS a las relaciones comerciales entre las metrópolis y sus colonias, y, en general, al comercio de larga distancia en la época moderna (Ribeiro et al.; Erikson y Samila; Ribeiro; Lamikiz; Heredia-López), aunque se debe aclarar que las aplicaciones más sistemáticas del ARS a la historia económica se refieren al periodo contemporáneo, debido a la abundancia de información que este presenta. Con relación a este último periodo, son muy populares los estudios de consejeros cruzados, que consisten en la identificación de las redes de relaciones entre grandes compañías y su evolución a lo largo del tiempo (David y Westerhuis; Salvaj y Lluch; Rubio y Garrués, “La red corporativa”). En España, trabajos similares han utilizado el ARS para abordar la información registral sobre constitución de sociedades mercantiles en los siglos XIX y XX (Badía-Miró et al.; Etxabe; Garrués y Rubio; Rubio y Garrués, “Escasez”), a fin de detectar redes de emprendedores, en una metodología que se puede aplicar, por las características de las fuentes, a investigaciones en América Latina.

La investigación en redes sociales aplicada al estudio de la historia colonial: el caso del Nuevo Reino de Granada en perspectiva comparativa

La historiografía en temas de redes sociales para el Nuevo Reino de Granada no es muy abundante. Este apartado no pretende ser una revisión sistemática de artículos o libros, pero sí quiere traer a colación, a modo de ejemplo, algunas investigaciones publicadas sobre el Nuevo Reino de Granada que desarrollan reflexiones sobre redes familiares, comerciales o políticas desde una perspectiva relacional o incorporando el análisis de redes a la presentación de sus resultados. Son trabajos que pueden tomarse como ejemplo y fuente de ideas para la recolección, la organización y el análisis de datos, además de evidenciar cómo este tipo de análisis complementa el conocimiento sobre la historia social y económica tanto de la región como del mundo hispánico3.

Por esto, para lograr una mirada más amplia de la producción de los últimos años y evaluar la pertinencia de estas investigaciones, cada trabajo estará acompañado de la mención de otros que, al abordar temas similares, han mirado la realidad del mundo colonial tanto en la Península como en las colonias.

Un primer trabajo data del 2002. María Teresa Calderón y Clement Thibaud hacen un análisis del impacto de las “mutaciones revolucionarias sobre las redes sociales” erosionadas por el proceso de independencia en el espacio político del Nuevo Reino de Granada y su tránsito a la Gran Colombia. En su investigación buscan poner el énfasis en las formas asociativas, ya que les permite “construir categorías de acción colectiva a partir de la experiencia de los actores […] De esta manera se despliega la multiplicidad, polivalencia y ambigüedad de los vínculos, así como la variedad morfológica de las redes que estructuran lo social” (140). Se trata de un ejercicio que va al nivel micro, en el que se correlacionan las interacciones entre actores y el conjunto de las reglas interiorizadas que conforman la norma, el cual es analizado a partir del concepto de habitus de Pierre Bourdieu.

Los autores ponen un acento especial en el papel de las relaciones familiares en la conformación de la red primordial en las sociedades del Antiguo Régimen, y hacen una presentación teórica sustancial que permite entender cómo esta red se constituye desde las relaciones de consanguinidad, el parentesco espiritual y las unidades domésticas. Se trata de espacios que hacen posible la transmisión y la producción, no solo del patrimonio familiar (bienes y estatus), sino del capital relacional. En este esquema, existen relaciones horizontales en las cuales los actores actúan entre iguales e intercambian favores y bienes, y relaciones verticales entre actores diferenciados por su estatus en la sociedad.

Luego del abordaje teórico, el artículo entra a analizar dos momentos históricos. El primero hace referencia al proceso de independencia y analiza las figuras del caudillo y sus redes civiles y militares, tomando como ejemplo la figura de Páez para explicar el papel del carisma como elemento aglutinador en torno a la figura del caudillo, pero no deja de lado las relaciones que componen su red. En un segundo momento, estudia las redes de poder en la década de 1830 cuando se disuelve la Gran Colombia, momento en el que las tradiciones fundadas en la familia todavía son importantes, pero se incorpora al juego relacional el tema de las lealtades a partidos políticos. Se propone como ejemplo el caso de los Pombo o el de la red liberal de Cartagena.

Sin embargo, el texto no profundiza en estas redes; menciona a sus miembros y desarrolla los conceptos al explicar los hechos históricos con frases como “poner al servicio de la red de Páez su propio capital relacional” (Calderón y Thibaud 153). A pesar de la ausencia de grafos o de detalles que expliquen la articulación de las redes, su análisis de los hechos/relaciones desde el marco teórico-conceptual es muy valioso.

El tema de las redes sociales durante el periodo de transición que generaron los procesos independentistas en el continente también ha sido estudiado en otras regiones de Latinoamérica. En tal sentido, Mateus Andrade hace un ejercicio de análisis de las redes sociales de la élite de Minas Gerais (parroquia de Piranga) entre 1782 y 1849, articuladas en torno al compadrazgo, y a partir de ahí, al parentesco y las alianzas políticas, en una época de transición del poder monárquico colonial a la formación de un nuevo Estado. La perspectiva relacional se comienza a establecer teniendo en cuenta los vínculos matrimoniales que fueron reforzando la posición de ciertas familias en la región, y los lazos de compadrazgo entre ellas y su participación política, a partir de su presencia en tres listas de electores de la década de 1830. Este trabajo, al igual que el de Calderón y Thibaud, propone una mirada microhistórica para reconstruir las redes de poder local y, a la par que narra cómo estas se estructuran en el tiempo, las ilustra con grafos. El autor concluye que se pone de manifiesto cómo se articularon “los más diversos actores desde el ámbito regional hasta el imperial, que trazaron estrategias para reproducir y ampliar los recursos económicos y las bases patrimoniales de sus familias, aprovechando el prestigio personal y familiar, así como su capital político” (Andrade 153).

El tema de la conformación de las élites es común en la historiografía sobre las redes sociales, como es el caso de la investigación que ha venido desarrollando Lina Constanza Díaz en torno a la élite pamplonesa de finales del siglo XVIII, de la cual se reseñan aquí dos artículos que siguen esta misma tendencia: una mirada microhistórica que permite reconstruir las redes de poder a escala local. En un primer artículo (“La élite local”), la autora busca comprender las diversas respuestas de la élite pamplonesa a la crisis de la monarquía española, “a la luz de los entramados de poder construidos a partir de los lazos familiares con la intención de mantener su condición de grupo notable” (37). Para llevar a efecto tal ejercicio, se hace necesaria la reconstrucción de las redes sociales de los miembros del Cabildo entre 1800 y 1808, con énfasis en la red de los Villamizar-Gallardo, con Juan Antonio de Villamizar y Peña como figura central, potenciadas sus relaciones (consanguíneas, matrimoniales o rituales) por su matrimonio con María Águeda Gallardo Guerrero (1767). El papel de la red era tal que, “a pesar de que el individuo nombrado [para un cargo en el Cabildo] no pudiese reunir el dinero de la fianza necesario para desempeñar el cargo, los diversos miembros de la familia se movilizaban para continuar gozando del control de la burocracia local” (51).

En este primer ejercicio, la autora logra explicar cómo funcionaban las relaciones entre los miembros de la red, que se desplegaba desde un ego seleccionado (red egocentrada), a través del matrimonio, las relaciones de afinidad o el parentesco espiritual, y cuál fue su papel a la hora de mantenerse en el poder o al momento de sobrellevar la crisis de la monarquía, apalancados siempre en su red de relaciones familiares de tipo endogámico.

En su siguiente artículo, dando continuidad a este tema, Díaz (“Alianzas de poder”) utiliza las herramientas del análisis relacional y también las del ARS. En este texto pone de manifiesto la relación entre el concepto de región histórica y el de redes sociales, al analizar las alianzas de poder realizadas por la élite pamplonesa en el periodo indicado, a partir del establecimiento de los lazos familiares que le permitieron insertarse en diversos circuitos regionales en los ámbitos económico y político.

Este tratamiento de las redes sociales demuestra un manejo técnico del tema de las redes no visto en los trabajos mencionados previamente. Este texto hace parte de la investigación doctoral de Díaz, en la que aplica a profundidad la metodología ARS empleando el software Pajek4. Como la autora lo indica, no se trata solo de la variable relacional; se hace necesario profundizar en las estructuras económicas y otros aspectos sociales que permitan enriquecer el análisis.

El enfoque para identificar a la élite de poder es el relacional, haciendo uso, por un lado, de los elementos macrohistóricos que permitan establecer las estructuras socioeconómicas, y, por el otro, microhistóricos, cuando “se abordan las relaciones cultivadas, de modo cotidiano, por los actores sociales; relaciones que permiten indagar por las lógicas y los mecanismos desarrollados como grupo” (“Alianzas de poder” 93).

Díaz, apoyada de nuevo en la red de los Villamizar-Gallardo, pone de relieve cómo las redes sociales trascienden el ámbito local y se insertan en un contexto regional. Las “alianzas productivas, comerciales, crediticias, políticas y administrativas; como las luchas de poder por el dominio del espacio con nuevos competidores que emergieron”, dan cuenta de la estructura y la dinámica social de la región histórica, que incluye mercados locales, regionales e interregionales articulados con una economía agroexportadora, en una sociedad dinámica e intercomunicada (“Alianzas de poder” 118).

Así, retoma el concepto de red social como una “herramienta para analizar un conjunto de personas que establecen relaciones e intercambios de diversa índole, generándose un sistema de reciprocidad que no necesariamente es simétrico”; al centrarse en las relaciones, se aleja de estructuras abstractas que impiden ver “los matices en las dinámicas de los actores sociales”, incluyendo las mismas jerarquías que se instauran en la élite, en función de aspectos sociales, económicos, políticos, generacionales, de conocimiento, afectivos, entre otros (“Alianzas de poder” 94).

Uno de los aportes claves de este texto es la introducción clara y concreta que la autora hace al tema de las redes sociales, y la presentación de ideas que facilitan entenderlo: una red tiene su propia extensión y se expresa tanto a nivel horizontal como vertical, lo que implica la existencia de una jerarquía en su interior. Además, no es estática en el tiempo; tiene su propia temporalidad, en la que varían vínculos, nodos, orden y jerarquías. Los lazos cambian de intensidad (fuertes y débiles), y esta última va a depender de los intereses de los individuos, de la fuerza de la relación o de la posición del actor dentro de la red. De igual manera, aunque el parentesco es la base de la cohesión y la confianza en una red social, otras variables como el paisanaje o la amistad complementan el parentesco sanguíneo, ritual o político. Así, la dimensión espacial puede ser relevante en la constitución y el fortalecimiento de las relaciones entre los actores. Se trata de una mirada en la que “se privilegian los diversos vínculos establecidos entre los actores sociales como medio para comprender distintos procesos” y se anteponen a “las observaciones tradicionales que abordan los atributos de los grupos o individuos” (“Alianzas de poder” 108).

El otro concepto central de este artículo es el de región histórica, que hace referencia a la región de interacción de un grupo social, la cual se construye a partir de procesos sociohistóricos y es cambiante en el tiempo, sin que corresponda necesariamente con las fronteras que hoy se definen (Díaz, “Alianzas de poder” 96).

El cuarto trabajo que se resalta es el análisis de James Torres sobre la economía de bimoneda (circulación tanto de oro como de plata) que existía en el Virreinato de Nueva Granada a finales del periodo colonial. En su texto “Bullion and Monetary Flows”, el autor examina “la dirección, la magnitud y la dinámica de los flujos monetarios y de lingotes”, y las ciudades y regiones involucradas en el Virreinato de Nueva Granada, a partir de registros notariales y cuentas de la oficina de correos.

En el trabajo de Torres se analiza cómo los circuitos de estos flujos monetarios fueron más amplios de lo que los investigadores habían observado en investigaciones previas. En este sentido, para el análisis del precio de los lingotes y el costo de las transacciones se centra en una revisión de las interacciones necesarias para poder construir una geografía monetaria. Con este propósito emplea, como el autor mismo explica, “herramientas básicas de redes sociales para estudiar la historia monetaria dado el carácter de la fuente y la información disponible. Es un método que, aunque descriptivo, permite visualizar el argumento de una manera más directa” (Torres, “Re: Saludo e inquietud”).

El artículo de Torres sugiere entonces la existencia de una red robusta y multilateral de flujo de lingotes de oro que abarcaba todo el norte de los Andes, lo que contradice la vieja perspectiva de una producción restringida localmente. Se trató, en consecuencia, de una red interconectada con las economías basadas en la plata, que eran propias del sur. Estas redes comercializaban sus productos en puertos como Maracaibo y Cartagena, se vinculaban con mercados internacionales como el de Nueva España y se mostraban como regiones donde el clúster de la circulación de moneda y lingotes era particularmente importante.

La evidencia del flujo de metales preciosos se encuentra en las rutas de los reales correos, a través de encomiendas, que eran usadas particularmente por comerciantes para el envío tanto de monedas como de lingotes. De los registros del correo (libros manuales) se obtiene el desglose de los envíos, que son la base para la estructuración de las redes de circulación de la moneda. A pesar de las dificultades para encontrar estos libros, se dispone de los registros de 1791 y 1792, años que se consideran “normales” en el flujo mercantil (no hubo guerras, por ejemplo), y con la información recopilada se pudo construir la matriz de flujos para ese periodo, lo que le permite al autor ofrecer un grafo que representa estos flujos a manera de red, en la que diferencia los nodos y los vínculos de acuerdo con su importancia.

El uso de las herramientas del ARS facilita una nueva lectura de los datos, la cual complementa el conocimiento existente con nuevas interpretaciones. Los gráficos que emplea el autor permiten ir estructurando el entramado de nodos, puntos de corte, bloques y clústeres que dejan al descubierto la importancia relativa de estas ciudades en la geografía monetaria que se está construyendo. Asimismo, presenta un soporte más familiar para el lector no experto en el tema de redes, conformado por las tablas incluidas en los anexos, con ciudades y datos numéricos como cantidades o valores.

De esta manera, en medio del flujo de monedas y lingotes, se identifica una red compuesta por nodos de cuatro tipos diferentes: almacenes andinos, puertos, regiones mineras y centros de abastecimiento intermedios, cada uno con características concretas en torno al manejo de oro o plata, lo que se convierte en un importante aporte a la historia económica, no solo por el nuevo conocimiento que se genera, sino por las posibilidades que sugiere con la aplicación de la metodología propia del ARS.

Este es solo uno de los trabajos de Torres sobre el tema. Ya en 2018 había publicado “Entre el oro y la plata: Quito, el suroccidente de la Nueva Granada y el movimiento de mercancías norandino a fines del siglo XVIII”, y más recientemente, en el 2020, “Connecting the Northern Andes and the Atlantic. The Role of Inland Ports in New Granada’s interregional trade (1770-1809)”. Ambos artículos ahondan en las redes económicas del norte de Sudamérica, siempre apoyados en los estudios de ARS. Estos trabajos forman parte de su tesis doctoral en la Universidad de Georgetown.

La investigación de Torres pone de relieve la existencia de una región económica al norte de Sudamérica, que bien podría equipararse con aquellas estudiadas por Ibarra (Nueva España) y Jumar (Río de la Plata). Ambos autores coordinaron la publicación del dosier “Imperio poroso y redes sociales: del espacio local al mundo global”, de la revista Illes i Imperis, que compila los resultados de dos proyectos sobre globalización y redes de negocios que los dos dirigían5. El énfasis de estos proyectos en este tipo de redes se justifica en que estas y los vínculos interpersonales “pueden darnos una escala de medición del complejo tejido que hizo de los espacios locales, ámbitos de circulación de la economía global, más allá de la plata y el oro, tradicionalmente observados como el lazo fuerte de la articulación global” (Ibarra y Jumar 10). Como parte de este dosier y ejemplo de ello, Serrano analiza la estructura del mercado de metales preciosos (oro y plata) en San Luis Potosí, Nueva España, a principios del siglo XVII, tarea en la cual el empleo del ARS le permite poner en evidencia el papel de los grupos mercantiles organizados en torno a la circulación de estos metales desde la zona minera a Ciudad de México, al reconstruir las redes de comercio y analizar sus interrelaciones y la posición que cada comerciante ocupa en la red.

Con referencia a los inicios del periodo colonial, el trabajo de Carmen Mena y Monserrat Cachero también sigue la línea del análisis de la circulación del oro, identificando las interacciones económicas de las empresas mineras que se establecieron en tres ciudades de la provincia de Castilla de Oro a principios del siglo XVI6. Este es un ejercicio en el que se aplica el análisis de redes para estudiar las interacciones alrededor del sector minero entre 1514 y 1526, en Santa María de La Antigua del Darién, Acla y Panamá, buscando entender quiénes intervenían en el proceso extractivo, qué vínculos había entre ellos y qué estrategias aplicaban para la selección de las cuadrillas, entre otros aspectos. Sus fuentes son los registros de los oficiales reales de las tres casas de fundición que había en la provincia. Si bien no propone esa mirada de región económica macro que introducen Torres, Ibarra o Jumar, sí lo hace a una escala más local, “un mundo pequeño” (como reza el título del artículo), y aporta elementos metodológicos para el trabajo de fuentes que contribuyen a esta reconstrucción.

Un elemento central para resaltar de este texto, lo constituyen las posibilidades que se encuentran al aplicar un análisis de redes ARS a partir de cruzar datos, crear grafos y analizar las estadísticas, lo que permite “describir dinámicas de grupo, modelos de liderazgo, criterios de elección de agentes, particiones y rotación laboral en el sector de la minería”. Se trata entonces de “un sector dinámico, con elevado grado de movilidad en el espacio y en el tiempo, donde las estrategias de promoción social, que en Europa llevarían décadas, se hacen efectivas de un año a otro” (Mena y Cachero 4).

El trabajo se realiza con el software Ucinet y presenta tanto los grafos como las medidas generales de la red. Las medidas analizadas permiten correlacionar la cifra con lo que significa, lo que es un aporte clave para quienes buscan entender estas medidas al aplicarlas a sus datos.

Con relación a los ejes del poder, otro proyecto de investigación destacable para el Nuevo Reino de Granada es la tesis de doctorado de Carolina Abadía, que aborda la dinámica del obispado de Popayán (1549-1714), trabajo del cual se desprenden varios artículos y un libro. En este texto, el análisis se centra en las redes y la circulación de individuos que llegan a altos cargos en una corporación de poder hispánico, en este caso, de tipo eclesiástico, como lo es el obispado. Aunque no es un análisis de redes que involucre un nivel profundo (ARS), sí es un ejercicio en el que se ponen de manifiesto los vínculos que se generan a partir de la conexión sujetos-redes-circulación-conflictos en el camino del ascenso al poder durante el periodo examinado, según lo dispuesto por el patronato regio de 1508. El autor se enfoca en revelar las relaciones que se pusieron en marcha, las posibilidades de promoción y ascenso durante la carrera eclesiástica, y los conflictos que enfrentaron aquellos que llegaron a obispos de la diócesis de Popayán. En el aspecto metodológico, se trata de un trabajo que entrecruza el método prosopográfico con el análisis relacional y un uso básico de la teoría de grafos.

En este ejercicio se consigue superar las delimitaciones geográficas de lo local, pues se ponen en evidencia las relaciones que estos obispos mantenían con amigos, apoderados y conocidos en Santafé, Lima, Quito, Madrid y Roma. Aunque la investigación aporta un conocimiento antes no dimensionado sobre las relaciones que una figura de poder alcanzaba a tener dentro de la estructura eclesiástica articulada con la monarquía hispánica, y lo pone en la perspectiva de la historia de vida del actor, la red termina siendo más una metáfora que apoya el ejercicio y arroja gráficos que permiten visualizar las redes, sin que haya un análisis profundo de estos grafos, quizá por las mismas características de las redes egocentradas que se representan.

En un trabajo similar sobre figuras de poder y sus lazos de relaciones, Francisco Gil busca entender quiénes fueron los hombres que controlaron la administración durante el reinado de Felipe IV, que llevaron a la práctica las políticas dictadas por el conde-duque de Olivares (63). Este fue un periodo en el que las juntas se consolidaron como mecanismo administrativo, al reunir comisiones para abordar un asunto concreto o un tema recurrente (juntas ordinarias). Así, “empleando técnicas matemáticas, de uso frecuente en sociología, como son las operaciones con matrices, el análisis de redes y la teoría de grafos” (66), se analizan dieciocho juntas (activas entre 1635 y 1640), para lo cual se construyó una matriz en la que se cruzaron 147 consejeros y 30 instituciones diferentes. Esta labor se realizó utilizando los programas Ucinet y Netdraw.

A lo largo del texto se pone de relieve el trabajo con grafos, que facilita el análisis de las relaciones que se establecían entre los funcionarios reales. Un elemento de estudio son las camarillas, es decir, grupos de actores interconectados que conformaban una red dentro de la red; y es justamente la camarilla que se conforma en torno al conde-duque de Olivares la que va a controlar “los resortes del Estado, asegurando la coordinación y el funcionamiento del sistema” (Gil 77), en un grupo de veinticinco individuos que compartían el poder, la mayoría de los cuales habían sido estudiados de manera individual, pero no desde esta perspectiva. Así, el análisis de redes y la teoría de grafos, combinados con “otras metodologías y el exhaustivo conocimiento de la bibliografía y las fuentes documentales”, permiten “ver el sistema de Juntas de una forma diferente, entendiéndolo como un sistema continuista con la estructura polisinodial, pues los Consejos mantuvieron su posición pese a todo, pero con una serie de nuevas características, acordes a las exigencias del gobierno del Conde Duque de Olivares” (Gil 83).

Para finalizar este apartado, es importante aclarar que estos son algunos de los trabajos que se han venido desarrollando sobre los estudios coloniales para el Nuevo Reino de Granada que emplean, más que el enfoque relacional, el análisis de redes sociales, de manera incipiente o a profundidad. En un ejercicio comparativo, que no pretende ser exhaustivo, se puede ver cómo los temas y las metodologías que se proponen se correlacionan con los trabajos que en el ámbito del mundo hispánico se han venido llevando a cabo para regiones como la Nueva España, el Río de la Plata o la misma Península. De esta manera, el estudio de las redes sociales amplía el conocimiento del mundo colonial, desde las redes de poder de las élites locales, sus conexiones con la metrópolis, o los circuitos en los que el oro y la plata, como otras mercancías, circulaban.

Redes sociales y el trabajo que le espera al historiador

A partir de estos y otros trabajos revisados, se llega entonces a los elementos que, desde el análisis histórico, deben tenerse en cuenta a la hora de trabajar tanto con perspectiva relacional como con análisis de redes sociales. En este sentido, retomando a Dedieu:

¿Cómo abordar el estudio de estos conjuntos de actores y organizaciones? Obviamente, partiendo de los actores individuales, teniendo en cuenta que son los elementos constitutivos de las organizaciones y los únicos motores de su proceder. Idealmente, habría que reconstruir el tejido completo de relaciones que mantiene cada actor con todos los demás actores, con los artefactos que sirven de punto de anclaje a relaciones entre actores, con todas las organizaciones a las que pertenecen los actores, y las relaciones que estas organizaciones mantienen las unas con las otras y con otros actores que de esta forma quedan relacionados con los primeros. (199)

Sin embargo, Dedieu es claro al enfatizar que no se trata de registrar todas las interacciones, sino aquellas que dan origen a la red social. Así, no solo se deben mirar estas interacciones en los individuos, sino en las organizaciones (cómo se conforman desde sus reglas y cómo se coordina la conducta de los actores involucrados), y de qué manera cada actor que pertenece a ellas incide en su conformación o dinámica, o cómo pertenecer a esta o aquella organización puede hacer deseable o no a un individuo frente a otras organizaciones o actores, y potenciar o no sus posibilidades de establecer lazos con ellos. Sin embargo, para reconstruir estas redes, el historiador debe ser consciente de que está condicionado por sus fuentes:

Nunca conseguirá el historiador que varias decenas de actores le proporcionen la imagen espontánea que tienen de su red social a intervalos regulares de varios años […] Pero una paciente acumulación de datos le puede proporcionar si no algo equivalente, por lo menos lo suficiente como para obtener resultados interesantes. (Dedieu 199)

Lo anterior se debe a que cualquier fuente histórica es parcial, no sistemática; mientras más se vaya al pasado, las fuentes serán más fragmentadas e indirectas. En cuanto se dispone de mayor número de fuentes (lo que se correlaciona con periodos de estudio más recientes), los tratamientos sistemáticos son más factibles, aunque se centren en grupos sociales específicos y se requieran cortes temporales que permitan delimitar con claridad la red que se vaya a construir. Como las fuentes solo permiten observar uno o dos tipos de enlaces, entre todos los que pueden conectar a los individuos, es importante contar con varios tipos de fuentes que hagan posible complementar la información y construir redes más complejas7.

Entre tanto, sobre la realidad objeto de estudio y lo que la red puede reflejar, es necesario tener en cuenta que las redes sociales que se construyen son modelos simplificados de realidades sociales del pasado, que a su vez dependen de la interpretación de las fuentes históricas que hace el investigador. Los estudios históricos podrían identificar las huellas de interacciones reales (llamadas efectivas) y no solo potenciales, gracias a una mirada atenta a la cronología y a la dinámica de las relaciones sociales. La red tiene una temporalidad, dentro de la cual van variando sus vínculos, los nodos, el orden y las jerarquías, lo que hace que nunca esté definitivamente terminada, y debido a ello el análisis que se hace es una “fotografía” parcial; no se trata de una reconstrucción de la totalidad de un momento o de un grupo.

Entonces, el trabajo con una perspectiva de redes puede aplicarse tanto al estudio de las élites como de otros grupos sociales, y por tanto es posible observar los vínculos que se dan entre estos. Aunque aspectos como el mundo organizacional y el mundo político tienen mayor posibilidad de fuentes a partir del siglo XX, y por ende permiten la construcción de bases de datos más grandes, es importante en estos estudios delimitar qué parte de la realidad se va a observar, por ejemplo planteando cortes temporales.

Dentro de estos estudios también pueden ser “actores” las organizaciones, las ideas, los intercambios mercantiles, o cualquier otro objeto o artefacto que circule de un punto A a un punto B.

Como hablar de redes implica su representación gráfica, las herramientas para hacerlo permiten la visualización de los datos desde otra perspectiva, lo cual facilita la labor del investigador y posibilita las interpretaciones de las relaciones desde un punto de vista diferente al tradicional. Sin embargo, una cosa es construir redes sociales y otra es aplicar el análisis de redes sociales; este deja ver tanto los vínculos entre las personas como los que existen entre instituciones, así como la dinámica de los flujos de bienes o información. Los programas especializados en este tipo de análisis facilitan la labor del historiador, al arrojar métricas específicas que permiten interpretar la dinámica social que se está estudiando a través de la red.

En muchos trabajos, la primera red que se construye cuando se van a analizar actores que son individuos es la del parentesco, que suele ser la base de la cohesión y la confianza en determinadas sociedades. Es posible identificar diferentes tipos de parentesco que a su vez expresan vínculos diversos entre los individuos, algunos voluntarios, otros no. Por ejemplo, el parentesco de sangre es una conexión involuntaria que no implica necesariamente una relación estrecha o un conocimiento entre dos individuos; en cambio, el matrimonio genera una alianza, una unión entre dos grupos de parentesco.

En este sentido, los vínculos entre los actores dan nacimiento a formas de organización social que van más allá de los grupos formales (como las clases socioeconómicas) o de los marcos institucionales, y también dan lugar a dinámicas diferentes. Estas redes de relaciones, las formas de organización que generan y las dinámicas que presentan son esenciales para el historiador, pues permiten comprender la formación social, su evolución y su transformación. Además, pueden tomar una dimensión espacial, que es relevante si estos enlaces se circunscriben a circuitos productivos, comerciales, políticos y culturales. De igual manera, es posible que tengan una dimensión temporal que sobrepase el ciclo vital de los mismos actores sociales estudiados.

Como “el desafío de la investigación de redes históricas es reintroducir el contexto histórico de nuevo una vez que el análisis formal ha sido realizado” (Düring et al. 391), se puede obtener una imagen más global de la sociedad. Por consiguiente, este enfoque debe tener en cuenta en sus análisis las particularidades del contexto histórico en el que los individuos se desenvuelven.

Sin embargo, el trabajo con redes en historia presenta algunos problemas de tipo conceptual y metodológico. En primer lugar, el concepto de red social como herramienta puede llevar a equívocos en la identificación con enfoques teóricos: como permite tanto análisis micro como macro (de individuos o de actores colectivos), es posible confundirlo con el enfoque microhistórico en términos de Levi, o con la construcción de historias más globales, según lo expresado por Bertrand o Imízcoz. Entre el abordaje de las redes sociales y la microhistoria o la historia global hay puntos en común, pero cada uno conserva su especificidad. En este sentido, mientras la microhistoria concibe a la sociedad como grupos, identificados por el investigador con criterios subjetivos, a partir de los cuales se seleccionan los individuos que serán objeto del estudio, el análisis de redes considera que la sociedad está conformada por redes, no por grupos (Ponce y Amodori 23-24).

En segundo lugar, se corre el riesgo de confundir conceptos como grupo y red, debido a una insuficiente diferenciación tanto de unidades como de conceptos. Mientras un grupo es una unidad que exige de sus miembros compromisos y cumplimiento de normas, estos se conocen y su objetivo es explícito, la red es una construcción más de tipo analítico, en la cual estos elementos no se dan necesariamente. Sin embargo, hay grupos como la familia o la unidad doméstica que se construyen como redes, pero no todos los miembros de una red son necesariamente parientes o no todos guardan algún enlace entre sí.

En tercer lugar, el historiador se enfrenta a un conflicto real al pretender definir la muestra de actores que conformarán su red. “Algunos autores confiesan el ‘vértigo’ que les produce ciertas definiciones de red social, ante el número ilimitado de posibles individuos a considerar”, por lo que deciden elegirlos a partir de sus relaciones familiares o el perfil ocupacional, siguiendo una línea más del tipo de estudios prosopográficos. Esta intencionalidad trae consigo el riesgo de “desvirtuar la utilidad del concepto de red para analizar el comportamiento social” (Ponce y Amodori 25). El camino sugerido es no partir de un grupo determinado, sino de un evento y la identificación de los implicados, buscando todos sus vínculos y no sesgando la muestra, lo que resulta igualmente complejo debido a que el historiador no siempre cuenta con las fuentes que le permitan esta reconstrucción:

Llevar a cabo un uso analítico de las redes significa, necesariamente, establecer con la mayor precisión posible la naturaleza de esos vínculos (parentesco, patronazgo, amistad), el contenido o “sustancia” de ese vínculo (es decir, lo que fluye por medio de las relaciones: afecto, información, dinero), y el valor preciso de tal vínculo (entiéndase las consecuencias efectivas que este tiene en la relación considerada), sin presuponer a priori su contenido en función de su naturaleza. (Ponce y Amodori 26, énfasis en el original)

Un cuarto problema viene del “peligro de extrapolar conclusiones a partir de datos incompletos”, lo que implica que las evidencias del pasado, con las que el historiador ha de trabajar, deben ser “realmente significativas”, lo cual se suma al riesgo de que en tanto más atrás se vaya, más parciales o parcializadas pueden ser las fuentes de consulta, debido a la selección que de ellas hace el tiempo (Cachero y Maillard 220).

Entonces, para emplear el análisis de redes sociales en la investigación histórica existen tres posibilidades: primero, usar las aproximaciones estructurales en términos de redes completas, para tratar de explicitar las formas de organización de un grupo o de un segmento de la sociedad, y, una vez identificadas las formas de organización, es posible compararlas en el tiempo o hacerlo con respecto a las formas esperadas (hipótesis previas); segundo, hacer uso de una aproximación más individualista, focalizada en los espacios de acción, las elecciones y las estrategias tanto de los individuos como de los grupos; o tercero, buscar la convergencia de ambas perspectivas, lo que permite un análisis más completo de la realidad estudiada.

Con independencia de la elección, el historiador puede aplicar dicho análisis visualizando, midiendo e interpretando las interacciones de aquello que se ha decidido estudiar (sean individuos, objetos o ideas, por ejemplo). Como lo expresan Cachero y Maillard, la utilidad para los historiadores de este tipo de análisis se sustenta en tres pilares: el estudio de las interacciones, que hace posible revisar simultáneamente interacciones de diferente tipo y nivel, lo que permite comparar conexiones de diversa naturaleza; la flexibilidad, pues la redes rebasan los límites de las clases sociales, el espacio geográfico y la temporalidad, “devolviendo una imagen más flexible de las sociedades pasadas y facilitando una visión más completa de las mismas”, siempre y cuando se trabaje con base en información primaria (220); y el dinamismo, pues las medidas de la red pueden tener un carácter dinámico al permitir observar los procesos de construcción y evolución de las relaciones entre los elementos estudiados.

Como Rubio Mondéjar explicaba recientemente en una charla académica, el historiador debe tener en cuenta, a la hora de aplicar este enfoque, dos cosas:

una, desde el punto de vista práctico o metodológico: debe contar con datos que permitan aplicar el análisis de redes, es decir, que permitan reconstruir los lazos entre distintos individuos siguiendo un criterio objetivo y bien definido. Dos, que las preguntas de investigación que pretende responder requieran de este tipo de análisis. Para esto último yo replantearía la cuestión: ¿qué pretenden las investigaciones que han aplicado análisis de redes? Identificar patrones de comportamiento en estructuras sociales; encontrar a los actores principales en grupos de individuos, y entender qué funciones desempeñan; ver cómo la información o los recursos fluyen en el interior de determinadas redes, etc. (Rubio, “Sobre artículo”)

Conclusiones

La breve revisión historiográfica que aquí se presenta dista mucho de ser un ejercicio profundo y sistemático, y es más que todo una muestra de trabajos realizados desde una perspectiva relacional y de ARS para el contexto del Nuevo Reino de Granada e Hispanoamérica. No obstante, aporta elementos claves para la comprensión de las dinámicas sociales, económicas y políticas que, de una manera u otra, están cambiando la mirada que tenemos del pasado.

Desde el análisis relacional, es posible reconstruir estas dinámicas, tanto de las élites como de las gentes del común que tuvieron cierto protagonismo en su tiempo y dejaron algún tipo de documento como constancia de sus acciones diarias.

No se trata solamente de reconstrucciones genealógicas o de grupos de parentesco, parentela o unidades domésticas. También se pueden reconstruir redes en el interior de una parroquia para identificar los grupos que establecen alianzas a través del matrimonio o el padrinazgo; o reconstruir los vínculos que se daban entre socios, los flujos de mercancías, de metales preciosos o impuestos; o los nexos entre comerciantes y clientes; las dinámicas de la migración, e incluso las formas cotidianas de interactuar dentro de las sociedades que, si bien podían estar fuertemente jerarquizadas, sus características interétnicas llevaban a que esclavos, indígenas, libres de todos los colores y blancos se relacionaran en el día a día. Esta imagen pocas veces se refleja en la visión de la sociedad colonial, más allá de representarse los contactos que se daban en un mundo laboral en el que los blancos eran los patronos, y los indígenas y los esclavos, la mano de obra. También se puede ir más allá y entender la dinámica económica estudiando la circulación monetaria, el flujo de mercancías o las formas que toman los intercambios.

Es importante resaltar que al reconstruir estas redes tenemos la posibilidad de superar las barreras temporales y ver las dinámicas de las conexiones que se dan dentro de una sociedad a lo largo del tiempo, lo cual permite estudiar aspectos como la movilidad social, la migración y el enriquecimiento/empobrecimiento, entre otros. De tal manera, se logra la construcción de una imagen de un periodo histórico mucho más clara de lo que antes se había podido conseguir.

Es necesario saber hacer las preguntas indicadas e identificar fuentes potenciales para generar el conocimiento requerido, de modo que se superen los paradigmas que se han instituido casi como inamovibles en la historiografía regional. Dichos paradigmas ofrecen una visión muy básica y aun plana de las dinámicas del mundo colonial, en tanto que las investigaciones que hoy en día se están haciendo desde la historia digital y otras tendencias de punta aportan perfiles, colores y perspectiva a esos dibujos planos y monocromáticos; es con estos aportes que vemos cuán necesario es reescribir la historia colonial.

La historia tradicional de la Nueva Granada se ha construido, más que todo, sobre la mirada a individuos o a hechos, y más desde un enfoque atributivo que desde uno relacional. La vida económica se ha visto en función de la mirada teórica sobre las instituciones y no sobre la realidad de las interacciones que se daban en cada una de ellas, en las diferentes regiones del reino, o solamente explicando las cifras sin poder profundizar en los contextos que las produjeron. Dar un paso más allá, integrando ambos enfoques, es decir, lo relacional y lo atributivo, permitiría abordar las preguntas de investigación (que bien pueden ser las mismas que ya se han planteado o aquellas que surgen de los vacíos que las respuestas tradicionales han arrojado) desde una perspectiva más amplia que, como bien podemos ver en los resultados presentados en las revisiones hechas, permiten superar los límites tanto geográficos y temporales como de clases sociales o grupos de poder. Cuando a los datos, entendiendo su conformación a manera de red, se les aplique el ARS, las conclusiones irán más allá y dinámicas hasta hoy ignoradas podrán ser visibilizadas.

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2Para un acercamiento a los elementos teórico-conceptuales del enfoque de redes y el análisis de redes sociales o ARS en el campo histórico, se recomiendan los textos de Wetherell; Martín-Romera; Dettmer y Reyna; Lemercier; y Cachero y Maillard. Para una visión teórica general, véanse Lozares; Freeman, entre otros.

3Aunque los trabajos para el periodo colonial son pocos, la literatura sobre los siglos XIX y XX es más amplia. Algunos autores que han trabajado redes en el siglo XIX son Verbel; Carreño, “Búsqueda”; Ariza; Mesa; o Gutiérrez y Torres. Carreño Tarazona (“Las redes”) también se ha adentrado en los estudios de redes sociales durante las primeras décadas del siglo XX.

4Existen diferentes programas informáticos que permiten el trabajo con redes sociales, en especial su organización, visualización y análisis. Entre ellos encontramos Pajet, VennMaker, Ucinet y NodeXL.

5“Globalización comercial, corporaciones y redes de negocios en Hispanoamérica en los siglos XVIII-XIX”, coordinado por Antonio Ibarra, en México; “Globalización comercial y redes de negocios en Hispanoamérica durante el Antiguo Régimen y su crisis”, coordinado por Fernando Jumar, en Argentina (Ibarra y Jumar).

6Durante los primeros años del siglo XVI, el territorio del norte de lo que sería el Nuevo Reino de Granada hacía parte de la provincia de Castilla de Oro, que a su vez pertenecía al reino de Tierra Firme. Aunque esta división es muy temprana, se retoma esta investigación por considerarla pertinente por su cercanía geográfica y su temática, teniendo en cuenta, sobre todo, que Santa María de La Antigua del Darién estaba ubicada en el golfo de Urabá, territorio de la Nueva Granada, después Colombia.

7Los archivos notariales y parroquiales son la principal herramienta de reconstrucción de redes familiares; otro tipo de archivos para complementar la información de tipo relacional lo constituyen la correspondencia y los registros de transacciones económicas, según el tipo de red que se busque reconstruir (política, científica o económica). Identificar las fuentes adecuadas, en un universo archivístico que no es homogéneo, implica que el investigador desarrolle su ingenio para identificar aquellas que pueden brindarle la información que requiere.

1 Antropóloga de la Universidad de Antioquia; magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín; estudiante de Ph. D. en Historia y Estudios Humanísticos en la Universidad Pablo de Olavide (España). Docente de cátedra en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Antioquia y miembro del grupo de investigación GER (Grupo de Estudios Regionales) de la misma universidad.

Recibido: 18 de Febrero de 2022; Aprobado: 20 de Diciembre de 2022

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