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Fronteras de la Historia

versão impressa ISSN 2027-4688versão On-line ISSN 2539-4711

Front. hist. vol.28 no.2 Bogotá jul./dez. 2023  Epub 01-Jul-2023

https://doi.org/10.22380/20274688.2518 

Reseñas

Ingeniería militar en el Nuevo Reino de Granada. Defensa, poder y sociedad en el Caribe sur (1739-1811)

Alejandra Avilán Caldasa 

aInstituto Colombiano de Antropología e Historia alavilanca@unal.edu.co

Gámez Casado, Manuel. Ingeniería militar en el Nuevo Reino de Granada. Defensa, poder y sociedad en el Caribe sur (1739-1811). Madrid: Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, 2022. ISBN: 978-84-19077-16-8. 359p.


Durante los siglos XVIII y XIX, los ingenieros militares españoles llevaron a cabo diferentes labores -constructivas, cartográficas, topográficas, gubernamentales, civiles y económicas- en los territorios americanos. El estudio de los hombres que hicieron parte del Real Cuerpo de Ingenieros Militares entre 1711 y 1824 ha sido tan relevante en las últimas dos décadas que se cuenta con una historiografía numerosa y variada. En tal sentido, con referencia a las publicaciones anglosajonas, germanas, italianas y francesas, deben mencionarse trabajos como los de Paolo Militello, Thilo Jens Wittenberg, Antoni Roca Rosell, Catherine Désos y Martine Galland-Seguela 1. En el caso de la historiografía hispánica, es importante considerar las publicaciones seriadas y particulares del Ministerio de Defensa español, por ser las de referencia obligatoria y por ubicarse en la institución que cuenta con los repositorios digitales en los que se conservan las fuentes del Real Cuerpo de Ingenieros Militares. Todo lo anterior, sin desacreditar los respectivos archivos y museos en los que reposa el patrimonio documental atinente a la historia militar hispanoamericana. Es importante destacar los trabajos de Ignacio González Tascón, Pedro Luengo, Jesús Cantera Montenegro, Alberto Galindo Díaz, Gerard Jori García, Pedro Cruz Freire, Mariano Alonso Baquer y Alicia Cámara Muñoz, por mencionar solamente algunos autores.

Latinoamérica no es la excepción, aunque es necesario advertir que la historiografía no es tan numerosa ni sistemática como en otros continentes. Sin embargo, aportes como los de Ramón Gutiérrez, Carmen Navarro Abrines, Omar Moncada Maya, Nelly Arcos Martínez, María del Carmen León García, entre otros, han puesto el foco sobre preguntas e hipótesis en torno a la participación de los ingenieros militares en los virreinatos de Nueva España, del Río de la Plata, del Perú y del Nuevo Reino de Granada. Por último, con relación a la tercera década del siglo XXI, se debe tener muy en cuenta el texto del historiador colombiano Sergio Mejía, Cartografía e ingeniería en la era de las revoluciones. Entre los logros de esta larga investigación, es importante considerar los comentarios acerca de la “contribución a la cura del caldismo”, una suerte de síndrome que ha llevado a la historiografía colombiana a centrar algunos de sus estudios en un personaje como Francisco José de Caldas, bajo una lectura repetidamente patriotera, de la que Mejía se expresa como aquellos libros que han presentado “la historia contada cien veces con los mismos materiales”. La solución que el autor propone para este problema no es olvidar el estudio de Caldas, sino hacer una búsqueda incesante de nuevos materiales y preguntas2, así como -y considero que esto es lo más urgente- llevar a cabo el siguiente acto:

¡levantar la mirada y […] observar, inventariar y describir […] a antecesores como Juan Herrera y Sotomayor, Antonio de Arévalo, Francisco Requena y Juan Díaz Pedregal; predecesores inmediatos como Francisco Javier Caro, Gabriel de la Roche y Vicente Talledo y Rivera; a vecinos como el quiteño Pedro Vicente Maldonado, y el mexicano José Antonio Alzate y Ramírez; a continuadores como José Manuel Restrepo, Alejandro Vélez, Carlos Hauswolff y Carlos Segismundo de Greiff. (Mejía, Cartografía 5)

En las siguientes páginas, en un espíritu cercano al de los citados asertos de Mejía con referencia a la historiografía colombiana, se reseña un trabajo que no solo combate el caldismo, sino que contribuye a la lectura sistemática y rigurosa de fuentes. Se trata de la tesis de doctorado del historiador español Manuel Gámez Casado. Al inicio del texto, como un abrebocas, el autor, además de dar cuenta de las labores militares y civiles de ingenieros como Juan Herrera y Sotomayor, Antonio de Arévalo y Agustín Crame, destaca los esfuerzos del criollo Antonio de Narváez y la Torre, estudioso autodidacta de las operaciones matemáticas y la geometría, y su participación como voluntario en el Real Cuerpo de Ingenieros Militares. Este criollo consiguió incorporarse a dicha institución, aun sin haberse educado en la Academia de Matemáticas de Barcelona.

En el primer semestre del año 2022, el profesor y egresado del Departamento de Historia de la Universidad de Sevilla Manuel Gámez Casado publicó Ingeniería militar en el Nuevo Reino de Granada. Defensa, poder y sociedad en el Caribe sur (1739-1811). En dicho trabajo, se demuestra la importancia de los ingenieros militares en la administración del Virreinato del Nuevo Reino de Granada y se traen a colación otras visiones relacionadas con el patrimonio caribeño (14). Antes de presentar las diferentes secciones del libro, es pertinente señalar que esta no es la primera investigación de Gámez Casado acerca de las labores de los ingenieros militares en América durante el siglo XVIII. Dentro de esta producción, vale la pena citar trabajos en colaboración con otros autores, como Estrategia, propaganda y arquitectura militar en el Caribe (1689-1748) y Mares fortificados. Protección y defensa de las rutas de globalización en el siglo XVIII, además de artículos como “Sobre las primeras defensas del Caribe hispano” y “Entre Nueva Granada y Nueva España. Ingenieros militares entre dos reinos”.

El lector atento tendrá presente que Gámez Casado ha centrado sus estudios en el Caribe hispano, como también que la obra que se reseña se enfoca en el estudio de lo que se ha denominado el Caribe sur, entre 1739 y 1811. Considerando estos énfasis, comienzo por comentar estos dos elementos estructurales del texto. En primer lugar, la elección del concepto Caribe sur debe llevar al lector a entender que el historiador organizó su zona de estudio en los límites que comprenden, de occidente a oriente, las fortificaciones construidas desde Portobelo hasta la isla Margarita. En este punto, es importante tener presente que el uso del concepto Caribe en la historiografía se suele acompañar de un apellido, por decirlo así, como sur, oriente u occidente. Este uso compuesto se puede identificar en trabajos como los de James J. Parsons y Gerhard Sander, pero estos deben diferenciarse del trabajo de Antonino Vidal Ortega, Cartagena de Indias y la región histórica del Caribe, 1580-1640, debido a los criterios ya señalados por la historiadora Ruth López Oseira, quien reseñó el texto de Vidal en el 2006. Según esta autora, se debe prestar atención a la advertencia que hizo el historiador Erick van Young, pues “sin una reflexión y una definición previa del concepto región, no se estaría haciendo historia regional sino la historia de los procesos transcurridos dentro de unos límites territoriales determinados aleatoriamente por un autor” (López 321). De tal manera, en la obra que aquí se reseña, el concepto de Caribe sur no se aborda sobre la base de una reflexión acerca de esta región, sino que se utiliza para organizar los límites de una zona de estudio que alberga un proceso histórico.

En segundo lugar, es importante tener en cuenta el arco temporal que va del año 1739 al 1811, que el autor elige para examinar los procesos históricos que tuvieron lugar en el Caribe sur. Los hechos que marcan las fechas extremas del estudio son: el comienzo de la guerra del Asiento en 1739 y el inicio del proceso de independencia de Cartagena de Indias en 1811. Del primero se destacan los aspectos que el autor privilegia en la evolución de las mejoras y los proyectos de fortificaciones en las principales bahías caribeñas. Según sus propias palabras, “la Guerra del Asiento es el conflicto que enfrentó a las tropas de Inglaterra con las españolas y que supuso la destrucción de las fortificaciones de Portobelo y Cartagena, atacadas en fechas distintas por el vicealmirante Vernon” (Gámez 14). En este sentido, los años que siguen a la guerra del Asiento se estudian en atención a la reconstrucción del sistema defensivo de las fortificaciones, hasta el inicio del segundo proceso coyuntural, conocido como las revoluciones de independencia, en 1811 en el caso de Cartagena de Indias. De este modo, tanto el concepto de Caribe sur como el arco temporal son los temas fundamentales para abordar el texto que se reseña en este escrito, y deben ser considerados por el lector tan importantes como si se hablara de la carta náutica, la brújula y el cronómetro de un navegante.

Ingeniería militar en el Nuevo Reino de Granada se divide en dos grandes partes y diez capítulos, que contienen una introducción y dos secciones temáticas distintas pero complementarias. La organización lógica de los argumentos se presenta de forma general, con tres elementos. En primer lugar, el autor agrupa los antecedentes de las plazas, ciudades o puertos, por su ubicación destacada desde el siglo XVI, como lugares con una trascendencia comercial para la Corona española en cuanto al acceso al territorio americano, así como al ingreso o la salida de las mercancías. En segundo lugar, presenta los efectos de los ataques de las tropas inglesas, en atención a la nueva migración de ingenieros militares con la mejor formación que las academias de matemáticas (Barcelona, Orán y Ceuta) brindaron a los hombres que encabezaron el periodo de la ingeniería moderna en América hispánica. Por último, señala los procesos de reconstrucción de las fortificaciones, en las que se llevaron a cabo expediciones, proyectos y debates presentados por los ingenieros y el visitador Agustín Crame, así como la revisión de los mencionados documentos por parte de la Junta de Fortificaciones y Defensas de Indias.

En complemento de lo anterior, Gámez Casado consulta sus principales fuentes de investigación en seis archivos3. Asimismo, estudia cuadros conservados en el Museo Colonial de Bogotá, de los cuales cita la pintura de Joaquín Gutiérrez del virrey José Alfonso Pizarro, datada cerca de 1749, un año después del final de la guerra del Asiento. De esta manera, Ingeniería militar en el Nuevo Reino de Granada es una publicación bien ilustrada, en la que se organizan 134 láminas cartográficas, 53 fotografías, 7 grabados y 4 cuadros; un total de 198 imágenes que acompañan a las 359 páginas del libro, es decir, que cerca de 55,1 % de la publicación es una presentación iconográfica de las labores de los ingenieros militares españoles en el Caribe sur. Las series cartográficas están dispuestas para hacer una lectura de los proyectos que se llevaron a cabo en el siglo XVIII en cada fortificación y el contraste fotográfico con su actual estado de conservación.

En la primera parte del libro, que va del capítulo I al V, se aborda lo relacionado con los aspectos constructivos de las fortificaciones desde Portobelo hasta la isla Margarita. Gámez Casado inicia con el Caribe panameño y su defensa en la ruta transístmica, al señalar que en Portobelo el primer ingeniero fue Bautista Antonelli, quien estuvo al frente de las obras de los fuertes de Santiago de Gloria y San Felipe en los siglos XVI y XVII. A finales del siglo XVII, la Corona organizó un proyecto de enclave defensivo que se inició con la construcción de murallas y baluartes. La llegada del ingeniero Juan de Herrera y Sotomayor en el siglo XVIII promovió la construcción de nuevos fuertes y la modernización del de Santiago de La Gloria y San Felipe. Todas estas fortificaciones se vieron muy afectadas por los ataques de las tropas de Edward Vernon en 1739, y su reconstrucción inició tras la llegada de los destacados ingenieros Manuel Hernández e Ignacio Sala en 1752.

Tal como se estudia a propósito de Portobelo, Gámez Casado señala e ilustra los proyectos de mejoras y reconstrucción de los principales baluartes, fuertes y enclaves defensivos en el Caribe sur. En tal sentido, vale la pena mencionar los nombres de los ingenieros y los lugares en los que llevaron a cabo sus trabajos, con el propósito de invitar al lector a seguir la secuencia histórica que describe el autor para cada fortificación. En el caso de San Lorenzo el Real del Chagres, es necesario resaltar los trabajos de los ingenieros Bautista Antonelli, Cristóbal de Roda, Luis de Venegas y Osorio, Nicolás Rodríguez, José Antonio Brits, Manuel Hernández y Juan Jiménez Donoso.

En cuanto a las fortificaciones de Cartagena de Indias, se deben tener presentes los Planos de las fortificaciones de Juan Herrera y Sotomayor, de 1725, así como los planos formados para las baterías de San Sebastián, San Carlos y San Lorenzo, el baluarte de San José y Santa Catalina, el canal de Bocachica, los fuertes de San Fernando, Santa Barbara y San José, el castillo de San Felipe y la muralla del complejo defensivo. Para Santa Marta, es preciso estudiar el plano de Manuel Anguiano del fuerte del Betín, que data de 1800. En esta zona del Caribe neogranadino, resaltan las labores de ingenieros como Ignacio Sala, Juan Bautista Mac-Evan y Antonio de Arévalo en la modernización del sistema defensivo cartagenero. Por último, para las fortificaciones del límite oriental del Caribe sur, se presentan las labores realizadas en Maracaibo, Puerto Cabello, La Guaira, Cumaná con el castillo de Araya y la isla Margarita. De estos lugares se presta especial atención a Puerto Cabello, por su importancia comercial y el apoyo financiero que tuvo de la Real Compañía Guipuzcoana. En este puerto, ingenieros como Juan Amador Courten, Juan de Gayangos Lascari y Miguel González Dávila elaboraron planos y proyectos para la defensa del territorio hispanoamericano. En este punto, hay que señalar las visitas y proyectos de Agustín Crame entre 1777 y 1779, en cada una de las anteriores fortificaciones del Caribe sur. En resumen, en esta primera parte se debe destacar el capítulo V, “Del cuadrado abaluartado a la batería irregular. Evolución de las tipologías y de los modelos en las fortificaciones del Caribe neogranadino”, pues allí se estudian con detalle las modernizaciones, según los tratados y la influencia de la escuela francesa en la de Barcelona, cuyas repercusiones se ven en las fortificaciones del territorio americano.

La segunda parte del libro, de los capítulos VI al X, se ocupa de cinco labores distintas a las constructivas y a aquellas desarrolladas por los ingenieros en el Caribe sur, a las que la historiografía publicada hasta el momento ha prestado escasa atención. Esta sección es la más variada, y al tiempo la que más enriquece y complementa la primera parte del libro. Gámez Casado inicia con el estudio de las labores de pacificación de las tribus locales en el Darién y La Guajira. Es bastante conocido que, a pesar de los esfuerzos de la Corona española por gobernar de forma efectiva a los cunas, se requirió la inversión de varias expediciones diplomáticas para pacificar los levantamientos y las relaciones comerciales de las comunidades locales con el Imperio británico. De estas expediciones destacan los acuerdos celebrados por el ingeniero Antonio de Arévalo.

En segundo lugar, el autor explica los tipos de edificaciones civiles que realizaron los ingenieros en las plazas, los puertos y las ciudades en las que residieron. Se trata de obras como aduanas, puentes, almacenes, hospitales, lazaretos y catedrales. Estas edificaciones fueron obra de los ingenieros, debido a la escasez de arquitectos criollos en el Caribe sur. Por ejemplo, se presenta el plano de Juan Cayetano Chacón, Proyecto para la catedral de Santa Marta, formado en 1767, pues su trabajo fue importante porque se convirtió en un modelo arquitectónico que tomaron otros ingenieros y se empleó para algunas catedrales neogranadinas. En tercer lugar, Gámez Casado estudia la movilidad y las expediciones de pacificación de los ingenieros por los distintos lugares que comprenden los límites caribeños; asimismo, menciona los rangos militares y su relación con la movilización frecuente de una plaza a otra en la proyección de planos durante los años de 1711 a 1800. Acá se destacan las movilizaciones de Antonio de Arévalo, debido a su criterio profesional y gubernamental en el Darién, pues fue el ingeniero con el rango más alto que realizó más viajes por el Caribe sur, en oposición a la regla general sobre la movilización de los ingenieros de menor rango, por su edad, estado civil y mayor número de hombres integrados en esta posición. En cuarto lugar, el historiador español muestra la posición que ocupaban estos ingenieros militares en las sociedades caribeñas, en una élite cuyas relaciones les permitieron ejercer cargos gubernamentales en el Virreinato del Nuevo Reino de Granada. Aquí cabe mencionar el ascenso socioeconómico del criollo Antonio de Narváez, quien llegó a ser gobernador de Panamá entre 1793 y 1803. Por último, el autor señala las edificaciones cuyo diseño las convirtió en una imagen del Imperio español en América, por ejemplo, el puente del reloj en la ciudad de Cartagena de Indias.

Se debe advertir sobre una debilidad de la publicación, que consiste en que esta primera edición carece de una tabla o índice de imágenes que oriente a los lectores, pues son varios los aportes y las publicaciones de fuentes inéditas, como el plano de Antonio de Arévalo, titulado Proyecto para la iglesia de Santa Bárbara de Arroyohondo, formado en 1795. Asimismo, el texto carece de una sección de conclusiones generales, en las que el autor pudo reunir sus afirmaciones y apuntar de forma directa a nuevas investigaciones. Aunque no se cuente con el mencionado índice ni las conclusiones generales que integren las dos partes del libro, se debe destacar su importancia para los procesos del patrimonio caribeño, pues esta publicación se presenta justamente en un momento coyuntural del proceso de declaratoria como patrimonio mundial de la humanidad de los fuertes y los puertos de la ruta transístmica. Por otro lado, los aportes de Gámez Casado a la historiografía están en la presentación de las labores de los ingenieros militares españoles, como un cuerpo militar que requiere una mirada de conjunto para entender las relaciones de los hombres que contribuyeron al intercambio cultural entre Europa y América. En cada plano, edificio arquitectónico o cargo gubernamental operan la adopción y el conocimiento de estos ingenieros, en un espacio geográfico tan complejo como el Caribe neogranadino. Así pues, el estudio de Gámez Casado permite evidenciar la relevancia de estas fortificaciones para la cultura caribeña.

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1Se recomienda la consulta del libro de Martine Galland-Seguela.

2Se recomienda la consulta del artículo “El mapa de Timaná”, de Sergio Mejía.

3Archivo General de Indias (AGI), Archivo General Militar de Madrid (AGMM), Centro Geográfico del Ejército (CGE), Archivo General de la Nación de Colombia (AGNC), Biblioteca Nacional de España (BNE) y Servicie Historique de la Défense (SHD). Es importante considerar que estas instituciones cuentan con catálogos y consulta de fuentes digitales. En el caso del AGMM y del CGE, se aclara que una parte de su patrimonio documental está disponible en la Biblioteca Virtual del Ministerio de Defensa (Bibliodef).

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