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Historia y MEMORIA

Print version ISSN 2027-5137

Hist.mem.  no.23 Tunja July/Dec. 2021  Epub Dec 17, 2021

https://doi.org/10.19053/20275137.n23.2021.11355 

Zona libre

El Centenario revisitado: Un viajero alemán en las fiestas patrias de Colombia (1910)

The Centenary revisited: A German traveller in Colombia's national festivities (1910)

Le centenaire revisité. Un voyageur allemand dans les fêtes patriotiques en Colombie (1910)

1Universidad del Rosario-Colombia


Resumen

El Centenario de la independencia de Colombia celebrado en 1910, en los últimos tiempos ha sido retomado por la historiografía colombiana. En el marco de las celebraciones del Bicentenario de la Independencia entre 2010 y 2019, la proliferación de artículos y libros que tocan el tema o aspectos específicos del mismo ha sido considerable; sin embargo, la gran mayoría de los estudios se basan en documentos oficiales y la prensa de la época, por lo cual sus juicios acerca del impacto y la recepción del evento resultan limitados. Por medio de una nueva fuente -la crónica de viaje del editor alemán Konrad Beisswanger- quisiéramos ofrecer una mirada alternativa a la interpretación y significado de las fiestas del Centenario de la independencia en Bogotá. Aunque la crónica de Beisswanger tiene un sesgo político e ideológico, su veracidad fáctica y sus descripciones detalladas hacen de ella un documento valioso para el estudio del Centenario. Además, nos obliga a reflexionar sobre el uso y la interpretación de las fuentes empleadas en la historiografía que recientemente se ha producido sobre el tema.

Palabras clave: Centenario de la Independencia; Colombia; historiografía; literatura de viajes

Abstract

The Centenary of the Independence of Colombia, celebrated in 1910 has recently been revisited by Colombian historiography. Within the framework of the bicentennial celebrations of the independence between 2010 and 2019, the proliferation of articles and books that deal with the subject or specific aspects of it has been considerable. Nevertheless, the great majority of the studies are based on official documents and the press of the time, thus, their judgment regarding the impact and the reception of the event are limited. By means of a new source - the travel chronicle of the German publisher, Konrad Beisswanger-an alternative perspective is offered to the interpretation and significance of the centenary independence celebrations in Bogotá. Although Beisswanger's chronicle has a political and ideological bias; its factual veracity and detailed descriptions make it a valuable document for the study of the centenary. In addition, it forces us to reflect on the use and the interpretation of the sources used in historiography that has recently been produced on the subject.

Key words: Centenary of Independence; Colombia; historiography; travel literature

Résumé

Le centenaire de l'Independence de Colombie, commémoré en 1910, a été repris récemment par l'historiographie colombienne. Dans le cadre des célébrations du Bicentenaire de l'Independence entre 2010 et 2019, la prolifération d'articles et livres sur ce sujet est considérable. Cependant, la plupart de ces études repose sur des documents officiaux et sur la presse de l'époque, et c'est pourquoi ces analyses restent quelque peu limitées. Or, en faisant appel à une autre source, à savoir la chronique de voyage de l'éditeur allemand Konrad Beisswanger, on voudrait considérer autrement la signification des fêtes du Centenaire de l'Independence à Bogotá. Même si la chronique de Beisswanger a un parti pris politique et idéologique, sa véracité et ses descriptions la rendent précieuse pour l'étude du Centenaire en question. Elle nous oblige à réfléchir de nouveau sur l'usage et l'interprétation des sources employées par l'historiographie récente sur ce sujet.

Mots-clés: Centenaire de l'Independence; Colombie; historiographie; littérature de voyages

1. Introducción

En julio de 1910, varias ciudades colombianas se alistaron para la celebración del Centenario de la Independencia. Después de la Guerra de los Mil Días (1899-1902) y la Separación de Panamá (1903), el país se encontraba en un difícil proceso de recuperación. Mientras que la guerra civil había destruido la economía y la infraestructura, la intervención norteamericana, que desembocó en la pérdida de Panamá, fue percibida como una humillación profunda. Así, en los años inmediatamente posteriores a la catástrofe, el presidente Rafael Reyes (19041909) promovió una política de unidad nacional. Aunque los conservadores habían ganado la contienda, Reyes permitió que algunos de los líderes liberales más destacados, como Rafael Uribe Uribe, se integraran a su gobierno. No obstante, a pesar de sus intentos de reactivar la economía y de lograr la reconciliación política, las animosidades no pararon. Mientras sectores de los conservadores lo consideraron un traidor, muchos liberales no estaban convencidos de su oferta de «paz, concordia y trabajo». Como Reyes no logró apaciguar los ánimos, su gobierno se volvió cada vez más autoritario, llevándolo a cerrar el Congreso (1904), a suspender el cargo de la vicepresidencia (1905), y, en 1907, incluso a ejecutar algunos sujetos que habían intentado asesinarlo; sin embargo, al final la presión sobre el presidente era demasiado grande, por lo cual salió del país en junio de 1909, dejando la presidencia en manos de Jorge Holguín3.

En medio de los esfuerzos por estabilizar el país en términos políticos y económicos, Reyes también apostó por la construcción de una nueva memoria histórica. Así, en noviembre de 1907, se formó una Junta Nacional para organizar los festejos oficiales del Centenario de la Independencia en julio de 19104. Para Reyes y sus seguidores, el Centenario era una buena oportunidad para rescatar el legado positivo que habían dejado cien años de vida republicana e identificarlo con su gobierno. En este sentido, se procuraba organizar una «fiesta patria» cuyo enfoque debía estar en el republicanismo y la herencia española. En concordancia con el hispanismo conservador de la época, los miembros de la junta intentaron combinar la exaltación de la lucha por la independencia con el legado hispánico5. Por otro lado, las guerras civiles y los enfrentamientos partidistas que seguían a la independencia debían ser omitidos. Por medio de la puesta en escena de la unidad nacional, los festejos del Centenario pretendieron aportar a la cohesión de un país fragmentado y polarizado6. En este contexto, uno de los legados más duraderos de las celebraciones de 1910 ha sido el libro de texto Historia de Colombia de Henao y Arrubla, cuya perspectiva heroica, nacionalista y teleológica tuvo un gran impacto sobre la enseñanza de la historia durante buena parte del siglo XX7. El significado histórico del evento oficial, que tuvo lugar en Bogotá entre el 15 y el 31 de julio, también fue percibido por los contemporáneos. Como señala Eduardo Posada Carbó, «la nueva generación de jóvenes que surgió a la vida pública desde 1910 se confundió con el centenario hasta adoptar su nombre»8.

Debido a la trascendencia histórica del evento, no es de extrañar que se hayan escrito un sinnúmero de textos académicos sobre él. En el marco de las celebraciones del Bicentenario de la Independencia entre 2010 y 2019, la proliferación de artículos y libros que tocan el tema o aspectos específicos del mismo ha sido considerable. Así, encontramos textos que analizan las publicaciones oficiales, la cobertura de la prensa, las ponencias de organizadores y participantes, las diferencias entre las fiestas capitalinas y aquellas organizadas en las regiones, los actos simbólicos y performativos, los debates acerca de la historia del país, así como las exposiciones de bienes manufacturados e industriales, y de bellas artes9. Considerando que se trata de uno de los temas mejor investigados por la historiografía colombiana, ¿se puede todavía agregar algo nuevo? ¿Todavía hay aspectos del Centenario que merecen ser explorados?

Como mostraremos a continuación, encontramos una fuente que brinda nuevas luces sobre el evento, especialmente en lo que respecta a su impacto y recepción. Se trata del libro Im Lande der heiligen Seen («En el país de los lagos sagrados»), escrito y publicado por el viajero alemán Konrad Beisswanger en 191110. Beisswanger, oriundo del sur de Alemania, había llegado a finales de junio a Colombia, donde emprendió un viaje turístico de cuatro meses. Desde su arribo a Puerto Colombia (Atlántico) ya le habían llegado noticias de la fiesta patria en la capital colombiana, por lo cual decidió llegar a tiempo a Bogotá, para no perderse la inauguración de este importante evento. Su relato sobre los festejos del Centenario, que ocupa dos capítulos del libro, no solo es muy rico en detalle sino también ofrece una perspectiva muy crítica del evento. La discrepancia entre el relato de Beisswanger y los relatos publicados en Colombia se debe al hecho de que los cronistas y periodistas de la época formaban parte de la élite política. Aunque sus informes, artículos y crónicas no siempre cumplían con el ideal de la «concordia», puesto que formularon diversas críticas hacia los organizadores de la fiesta, los contenidos de algunas ponencias o los adversarios políticos, hay pocas descripciones críticas del evento mismo11. Debido a la confianza excesiva en las fuentes oficiales, la celebración del Centenario ha sido interpretada como un éxito rotundo por una gran parte de la historiografía, aunque la mayoría de los autores han criticado la visión nacionalista y excluyente de las élites12; sin embargo, como menciona Alejandro Garay, es problemático apoyarse en este tipo de fuentes para formular juicios e interpretaciones acerca del impacto y la recepción, incluso en el caso de periódicos opositores al gobierno, dado que «no es otra élite la que escribe, sino la misma hablando desde otro lugar»13.

En este sentido, el escrito de Beisswanger puede servir como una especie de antídoto historiográfico, ya que nos hace reflexionar sobre las limitaciones de este tipo de fuentes, especialmente en lo relacionado con los aspectos concretos y tangibles de la celebración. Sus descripciones son sumamente detalladas, incluyen testimonios de otros visitantes -tanto extranjeros como colombianos-, así como reflexiones sobre la cultura y la historia del país. Como veremos, Beisswanger no era el típico explorador extranjero. A diferencia de otros viajeros de habla alemana que habían venido a Colombia antes de él, como Alejandro de Humboldt, Hermann Karsten, Alphons Stübel, Wilhelm Reiss, Adolf Bastian, Alfred Hettner, Ernst Rõthlisberger y la princesa Teresa de Baviera, Beisswanger no era un científico, sino un simple turista. Como agitador político en Alemania estaba cercano a la democracia social, de la cual se alejó durante la Primera Guerra Mundial, cuando se afilió al efímero Partido Socialdemócrata Independiente (USPD) de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht. Lo que más lo caracterizaba, no obstante, era su ateísmo. Así, Beisswanger publicó varios escritos abiertamente anticlericales y antimilitaristas, divulgados por su propia editorial en Núremberg14. Su viaje a Colombia se debía principalmente a su interés por las culturas prehispánicas, especialmente los muiscas y el mito de El Dorado. Debido a su cercanía al ateísmo y al socialismo, es casi natural que en su libro -una crónica de viaje dirigida a un público amplio- se encuentran duras críticas contra el partido conservador y la Iglesia colombiana; sin embargo, al comparar sus descripciones del país, de la política y de la vida cultural con otras fuentes contemporáneas, resulta que su relato es bastante fiel a los hechos. Aún así, es necesario ejercer precaución en cuanto a posibles generalizaciones indebidas y juicios subjetivos, como nos recuerda Jaime Jaramillo: «Si el relato de viajes es tomado como una fuente de conocimiento histórico, debe ser sometido, como todas las fuentes, a la crítica. No debe olvidarse que, como todo testimonio, el del viajero puede ser afectado por los valores de su propia cultura, por las ideas dominantes en su época y aun por su profesión y sus intereses personales»15.

En lo que sigue, analizaremos entonces la perspectiva de Beisswanger sobre la celebración del Centenario en Bogotá. Esta parte también incluye tres fotografías, hechas por el mismo viajero. Es la primera vez que se analiza esta fuente en un trabajo histórico, dado que el libro de Beisswanger es prácticamente desconocido en el ámbito académico colombiano, pero, a decir verdad, tampoco tuvo mucha difusión en Alemania16. Según nuestro conocimiento, el libro solo ha sido citado una vez por el geógrafo colombo-alemán Ernesto Guhl, quien lo referencia en el primer tomo de su obra Colombia: bosquejo de su geografía tropical17; sin embargo, lo que le interesaba a Guhl no era la celebración del Centenario, sino una descripción de la laguna de Guatavita, la cual se encontraba completamente drenada cuando Beisswanger la visitó. Antes de enfocarnos en las travesías del viajero y su descripción de los festejos patrios, no obstante, quisiéramos ofrecer un balance crítico de lo que se ha escrito en los últimos años sobre el Centenario, concentrándonos en las fuentes empleadas y su interpretación.

2. La celebración del Centenario en la historiografía reciente

Las investigaciones que han tomado como objeto de estudio las conmemoraciones del Centenario de 1910 en Colombia son diversas. En este apartado revisaremos estas propuestas, las temáticas que han abordado y el tipo de documentos que han empleado, para identificar cómo la historiografía ha dado cuenta, en las últimas décadas, del acontecimiento conmemorativo.

En general, dichas investigaciones coinciden en señalar que las fiestas del Centenario se desarrollaron en un contexto sociopolítico y económico marcado por las secuelas de la Guerra de los Mil Días y la pérdida de Panamá, así como por la renuncia de Reyes, por lo que el gobierno de Ramón González Valencia y la Junta del Centenario le imprimieron a los festejos una marcada retórica de «concordia» o «unidad nacional», y en algunos casos, este nacionalismo se combinó con sentimientos o discursos antinorteamericanos. De igual forma, se refieren a que el acontecimiento fue visto por las élites dirigentes como una oportunidad para realizar un balance histórico-político del primer siglo de vida republicano y afianzar una memoria nacional oficial, cimentada en los héroes y gestas de la Independencia como mitos fundacionales. También, como un escenario para la exhibición y representación de los logros «materiales» y «morales» de la nación, en donde conceptos como modernidad, progreso y trabajo -entendidos desde una perspectiva occidental y eurocéntrica-, fueron determinantes. Finalmente, las investigaciones destacan la fuerte influencia del hispanismo en la conmemoración, momento en que elementos del legado cultural hispánico como la lengua castellana y la religión católica fueron resaltados como parte fundamental de la historia y la cultura colombiana y fuentes de cohesión social. Algunos de los trabajos que se acercan al Centenario de una manera general, y dan cuenta de varios de estos elementos, son los de Carolina Vanegas, Alejandro Garay, Álvaro Acevedo Tarazona, Thomas Fischer (quien propone una mirada comparada con la celebración del Centenario venezolano, en Caracas), y Eduardo Posada Carbó18.

Un grupo considerable de estudios se ha enfocado, sobre todo, en las Exposiciones Nacionales (La Exposición Agrícola e Industrial, y en menor medida la Exposición de Bellas Artes), tanto por su significado en términos simbólicos como parte de un proceso de construcción nacional, como por la modernización urbana que supuso la adecuación del Parque de la Independencia y la construcción de los pabellones, quioscos y monumentos en ese espacio con la ocasión del Centenario. Es interesante notar que este grupo lo componen textos elaborados desde perspectivas transversales, y no se limitan a una sola disciplina o campo del saber. Así, encontramos miradas a este proceso de modernización (y representación de la modernidad de la ciudad y la nación) desde la historia, los estudios culturales, la historia del arte, la arquitectura, el urbanismo y la preservación patrimonial19. Sobre la exposición de Bellas Artes, contamos con el artículo de Alejandro Garay, y sobre el papel de las artes y la literatura, con el texto de Juan Camilo Escobar. Relacionados con esto último, y haciendo énfasis en el hispanismo y el rol desempeñado por instituciones culturales como la Academia Colombiana de la Lengua, se encuentran las investigaciones de Aimer Granados y Andrés Jiménez Ángel20.

El lugar de la prensa, el periodismo y la opinión pública durante el Centenario ha sido analizado por la historiadora María Isabel Zapata Villamil, en un estudio centrado en las revistas El Centenario y El Gráfico, y en una investigación más amplia, que contrasta los casos de Colombia y México21. A su vez, Marcos González Pérez compila y reproduce artículos, discursos, calendarios y programaciones publicados por la prensa los días 20 de julio desde mediados del siglo XIX hasta 191022. En cuanto a los proyectos educativos, concretamente sobre el concurso para establecer el libro de texto oficial de historia del que resultó ganador el Compendio de Historia de Henao y Arrubla, se pueden consultar el trabajo ya citado de Ojeda y Barón Vera, así como el de Sandra Rodríguez23. Otro núcleo importante de investigaciones históricas relacionadas con el Centenario de 1910 es el que estudia las conmemoraciones regionales y locales, en la mayoría de los casos resaltando las semejanzas, diferencias y tensiones con la conmemoración oficial de Bogotá. Se han publicado trabajos sobre Cartagena y la región Caribe24, Popayán25, Tunja26 y Cali27. Llama la atención que no se hayan realizado, hasta donde pudimos indagar, investigaciones que aborden el Centenario en Medellín.

Si bien casi todos los textos citados en este balance hacen referencia al carácter elitista y excluyente de las fiestas del Centenario, el artículo de Alexander Pereira Fernández aborda específicamente el problema de la participación y la representación popular, durante las actividades conmemorativas del 20 de julio de 1910 en Bogotá28. Por último, de los procesos de monumentalización y las disputas por la definición de la memoria en el espacio urbano a través de monumentos -en Bogotá, pero también en otras ciudades como Pasto, Popayán o Manizales-, se ocupan las investigaciones de Carolina Vanegas y Fernando Esquivel29.

Son tres los principales tipos de fuentes a los que recurren estas investigaciones para reconstruir los diversos aspectos de las celebraciones: 1) las crónicas oficiales, especialmente la publicada en Bogotá por Emiliano Isaza y Lorenzo Marroquín30, y otras departamentales o locales; 2) la prensa, es decir los artículos noticiosos y de opinión consignados en periódicos y revistas de circulación nacional o regional; y 3) la legislación, aquellas disposiciones legales de los gobiernos nacional y departamentales, a través de gobernaciones, alcaldías o Juntas de Festejos, con respecto a la planeación, diseño, financiación y ejecución de las actividades conmemorativas, así como actas, memorias, correspondencia, informes y relaciones de funcionarios y órganos oficiales. Estas tres sendas documentales han permitido dar cuenta de los discursos hegemónicos de la conmemoración, de sus problemas y contradicciones para llevarse a cabo, y de las disputas en torno a qué/quién conmemorar y cómo. En el caso de las crónicas, también, han aportado material fotográfico que permite documentar visualmente e imaginar algunos de los episodios del Centenario, y han sido tomadas como fuentes en sí mismas por muchos de los autores citados. Precisamente, son las fuentes visuales las más utilizadas, después de las crónicas, la prensa y la legislación. Son varios los autores que emplean en sus estudios pinturas, mapas, planos, bocetos, etc. En algunos casos, también se analizaron críticamente las huellas materiales del Centenario que aún perviven en el espacio público, como el Quiosco de la Luz, y las estatuas erigidas en distintas ciudades a Bolívar, Salavarrieta, Nariño y Caldas, entre otros31.

En algunos de los textos revisados se menciona la presencia de visitantes nacionales y extranjeros en la capital con ocasión del Centenario, e incluso se citan sus testimonios (recogidos en su momento por la prensa o las crónicas)32. No obstante, la historiografía reciente sobre el tema no ha tomado en cuenta la literatura de viajes como fuente histórica. Como buscamos demostrar en este artículo, este tipo de documentos pueden aportar nueva información y propiciar interpretaciones alternativas sobre los festejos de 1910 en Colombia, particularmente en cuanto a la recepción del discurso conmemorativo y a posturas disidentes frente al mismo, puesto que representan voces y experiencias que no fueron registradas o se pasaron por alto en las fuentes que hasta ahora se han contemplado.

3. La celebración del Centenario en la perspectiva de un viajero alemán

A diferencia de muchos viajeros que habían visitado Colombia antes de él, Konrad Beisswanger (1869-1934) no era un explorador científico sino un turista. Como miembro del Partido Socialdemócrata (SPD), el alemán -radicado en la ciudad de Núremberg- no solo luchaba por un Estado más igualitario y en contra del restrictivo sistema de votación, que desfavorecía las clases trabajadoras, sino también declaraba que el papel de la Iglesia en la sociedad no era un «asunto privado». A diferencia de muchos socialdemócratas de inicios del siglo XX, Beisswanger y los más de cinco mil miembros de la Asociación de Librepensadores Proletarios exigían que el Estado alemán eliminara el poder político de las Iglesias católica y protestante y, a mediano plazo, también sus privilegios. Aparte de sus actividades en el partido y la asociación, Beisswanger era ante todo un editor, que publicaba todo tipo de literatura anticlerical y antimilitarista en su propia editorial, la Oficina Literaria de Núremberg. Desde 1905, dirigía su propia revista, Der Atheist («El ateísta»), la cual fungía como órgano oficial de la Asociación de Librepensadores Proletarios. Aunque sabemos que Beisswanger se unió al Partido Socialdemócrata Independiente (USPD), que nació en abril de 1917 en protesta al apoyo socialdemócrata a los créditos de guerra, no se sabe mucho sobre sus actividades en los años 20 y 3033. Tampoco es claro de dónde viene su interés por Sudamérica, dado que su crónica de viaje de Colombia, la cual analizaremos a continuación, es su única publicación de este tipo. Aparte de este libro, publicado en 1911, Beisswanger publicó compendios de poesía proletaria, escritos anticlericales, textos de divulgación sobre el darwinismo y, finalmente, una historia del movimiento librepensador en Alemania34, sin embargo, aunque no conocemos la fuente de su interés por Sudamérica, en la introducción del libro, Beisswanger menciona que estaba pensando en visitar Colombia desde hace varios años, con la intención de «estudiar el estado de su economía y realizar estudios histórico-culturales, especialmente rastrear las huellas escasas de la época de los chibchas, quienes habitaban antiguamente el territorio de los lagos legendarios de la cordillera oriental»35. A renglón seguido, especifica que no pudo emprender este viaje antes, porque no había encontrado un compañero de viaje adecuado. A inicios de 1910, no obstante, el joven estudiante de agronomía Julius Koeniger, quien hablaba bien español, aceptó acompañarlo al «país de los lagos sagrados»36. Como se puede deducir de varios comentarios de Beisswanger, este no tenía la misma fluidez para hablar que Koeniger, pero sí era capaz de leer libros y periódicos en español. A partir de sus propias explicaciones en las primeras y últimas páginas del libro, que cuenta con un total de 28 capítulos, sabemos que Beisswanger quería escribir una crónica de viaje para interesados en el pasado precolombino del país. Estaba convencido de que en Colombia todavía existía la posibilidad de encontrar «grandes tesoros» de los muiscas y otras civilizaciones precolombinas. Aparte de sitios arqueológicos como el «infiernito» en Villa de Leyva, le interesaron todos los lugares relacionados con el mito de El Dorado, como las lagunas de Guatavita, Siecha y Ubaque. Para documentar y representar estos lugares visualmente, Beisswanger cargaba dos cámaras, además de lentes especiales y placas de colodión seco, las cuales reveló después de su vuelta a Alemania37.

Aparte de dirigirse a un público general interesado en historias de aventureros, países exóticos y el mito de El Dorado, el libro de Beisswanger también pretendía ser una guía para hombres de negocios, interesados en establecer relaciones comerciales o invertir en el país. A pesar de contener numerosas críticas hacia el gobierno conservador, la Iglesia y la élite criolla, el cronista describe a Colombia como un país emergente, que ahora, después de una serie de guerras civiles y la pérdida de Panamá, estaría en el «camino hacia el progreso»38. Incluso afirma que la seguridad personal y la protección de la propiedad privada gozarían de más garantías que en muchos lugares de Europa39; sin embargo, en los últimos capítulos del libro, reitera -de manera más vehemente- sus críticas hacia la clase política y la Iglesia, las cuales identifica como los principales obstáculos para el progreso. Estas críticas son muy relevantes a la hora de detectar posibles sesgos, ya que también afectan sus descripciones e interpretaciones del Centenario.

Aparte de su rechazo del gobierno conservador y de la Iglesia, hay que mencionar su visión romantizada de los indígenas. Al igual que muchos viajeros alemanes antes de él, Beisswanger estaba fascinado con los muiscas, quienes habrían sido un «pueblo cultural» (Kulturvolk), solo por detrás de los incas y aztecas40. En la mente del autor, los descendientes indígenas y mestizos de las culturas prehispánicas aún conservaban conocimientos y hábitos ancestrales, pero en gran medida habrían sido aculturados y subyugados por los descendientes de los españoles, a quienes despreciaba. Aunque sostenía que los indígenas eran apáticos, fatalistas y hasta infantiles, identificó la causa de este estado lamentable en los tres siglos de dominación colonial y, después de la independencia, en la persistencia de la explotación por parte de los criollos41.

Aunque es evidente que estos juicios sobre la clase política, la Iglesia y la población influenciaron su manera de interpretar las fiestas del Centenario, es importante destacar que Beisswanger tenía la pretensión de dar una descripción fácticamente correcta y bien informada del país visitado. La mayoría de sus interpretaciones se apoyan en fuentes orales, como, por ejemplo, relatos de extranjeros radicados en Colombia, miembros de la élite, funcionarios públicos, etc., pero también en conversaciones con miembros de las clases populares. Aparte de esto, su crónica está muy bien documentada. A pesar de que se trata de una obra escrita para un público amplio, por lo cual no se encuentran notas de pie de página ni bibliografía, en muchos apartados se nombran las fuentes. Aparte de la obligatoria referencia a Humboldt, sabemos que Beisswanger se basó en las obras de los viajeros alemanes Alfred Hettner, la princesa Teresa de Baviera y Johannes Wilda, quienes habían visitado el país a finales del siglo XIX e inicios del XX42; sin embargo, de los viajeros de habla alemana, su referencia más importante era el filósofo e historiador suizo Ernst Röthlisberger, quien había sido contratado como profesor invitado por la Universidad Nacional de Colombia entre 1881 y 1885. Las memorias de Röthlisberger sobre su estadía en Colombia -publicadas bajo el título El Dorado en 1898- le servían de inspiración y de guía; tanto así, que un fragmento del libro se encuentra en el anexo de la obra de Beisswanger43. En cuanto a los autores neogranadinos y/o colombianos referenciados, encontramos al cronista Juan Rodríguez Freyle, así como al médico, naturalista e historiador Liborio Zerda, de cuyo El Dorado (1883) reprodujo varias litografías de «antigüedades indígenas»44. Finalmente, partes del apartado sobre la laguna de Guatavita drenada -en la cual la compañía inglesa Contractors Ltd. estaba buscando «tesoros» precolombinos con licencia del gobierno colombiano- se basan en los escritos del geógrafo italiano Agustín Codazzi45.

Al igual que los viajeros de habla alemana cuyas obras había consultado, él también tendía a juicios eurocéntricos y no son pocos los pasajes del libro donde predomina un tono de superioridad paternalista; sin embargo, a diferencia de la mayoría de los relatos de viajeros del siglo XIX, la crónica de Beisswanger no solo muestra una preocupación por la verificación de los datos y la crítica de las fuentes, sino que además el eurocentrismo del autor se ve en gran parte relativizado por sus constantes críticas a la propia Europa. Dado que el autor cuestionaba algunas de las principales instituciones sociales y estatales de su época, sus comparaciones entre Colombia y Europa no siempre resultan desventajosas para el país sudamericano. Al contrario, al igual que muchos librepensadores y socialistas de la época, Beisswanger veía posibilidades para una «nueva sociedad» en América, conformada por los indígenas y mestizos «subyugados»; sin embargo, el nuevo orden social solo sería posible a través de la destrucción de las estructuras coloniales heredadas, en primer lugar, por medio de la eliminación del «sistema de pillaje gubernamental»46. Después de su llegada a Barranquilla a finales de junio, donde se encontró con varios miembros de la comunidad alemana, quienes le ayudaron con la organización del viaje a Bogotá, Beisswanger y su compañero de viaje tomaron un vapor por el río Magdalena. El 8 de julio, en el puerto fluvial de La Dorada, de donde subía el tren a Bogotá, se dieron cuenta de la magnitud del evento oficial en la capital:

[...] El personal del ferrocarril estaba completamente desbordado - probablemente nunca tuvieron que emitir tiquetes para tantos pasajeros. Todo el mundo quería ir a Bogotá, donde los festejos del Centenario -anunciados con mucha pompa- se inaugurarán el 15 de julio47.

En el capítulo «Imágenes de una capital sudamericana», Beisswanger describe sus primeros días en Bogotá y el ambiente inmediatamente anterior al comienzo de los festejos. Así, comenta que él y su compañero planeaban quedarse dos semanas en Bogotá para presenciar el evento y para dedicarse «con ocio a estudiar la ciudad y sus habitantes»48. Entre las primeras impresiones registradas por el viajero se encuentran descripciones de las numerosas estatuas de próceres, como la de Bolívar, de quien ya había visto varias representaciones durante su viaje por el valle del río Magdalena49. Después de una visita al consulado del Imperio alemán, donde le explicaron que el aparato estatal colombiano se encontraba completamente paralizado debido a las elecciones presidenciales del 15 de julio, visitó los lugares emblemáticos de la ciudad, habló con extranjeros y locales sobre la situación política y económica del país y también subió al cerro de Guadalupe, desde donde tomó algunas fotografías panorámicas (imagen 1); sin embargo, el incidente que más lo impresionó y que describe bien el ambiente tensionado previo a la inauguración de las fiestas, fue el «boicot del tranvía».

Fuente: Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen..., s.p.

Imagen 1: Bogotá, vista desde el pie del cerro de Guadalupe. 

Beisswanger, quien incluso había diagnosticado un ambiente fuertemente antinorteamericano antes de su llegada a Bogotá, describió la situación como una «guerra entre la población y el tranvía». Así, mencionó que ya poco después de su arribo a la capital vio pancartas que llamaron al boicot del tranvía -transporte público administrado por una empresa norteamericana, traída al país por el expresidente Reyes-50. Según él, muchos bogotanos veían el tranvía con malos ojos, dado que simbolizaba la humillación nacional causada por la Separación de Panamá. Aunque Reyes se encontraba en el exilio, muchos de sus opositores no le habían perdonado la contratación de una empresa del «país enemigo». Debido a esta supuesta «traición a la patria», los actos vandálicos contra el tranvía eran cotidianos51.

En concordancia con otras fuentes de la época, estos actos culminaron en ataques físicos contra el director de la empresa, un norteamericano, quien fue agredido repetidamente por la turba furiosa52. Como comenta Beisswanger, primero lo habrían amenazado, después tiraron piedras a las ventanas de su casa y, finalmente, cuando el director se mostraba con un palo en la puerta de su residencia, incluso le habrían disparado con un revolver53. En los días siguientes, el director fue agredido por dos agentes de policía; sin embargo, el norteamericano se defendió, dándoles bofetadas tan fuertes a los atacantes, que estos se cayeron al andén, acción por la cual fue encarcelado. No obstante, debido a la intervención de la embajada norteamericana, el día siguiente ya habría sido liberado, dado que el gobierno de los Estados Unidos había amenazado con bloquear los puertos colombianos54. Aunque Beisswanger calificó estos ataques y el boicot de poco eficientes e irracionales, sus descripciones del ambiente antinorteamericano son muy valiosas, porque dan una buena idea de la magnitud de la herida colectiva que había dejado la pérdida de Panamá y, como se dejan verificar fácilmente por medio de otras fuentes de la época, refuerzan la veracidad de su relato. Finalmente, la descripción del boicot del tranvía también muestra la mirada crítica que el viajero tenía sobre la prensa bogotana de la época. En este sentido, comenta cómo la prensa instigó los actos violentos por medio de titulares amarillistas55. Más adelante en su crónica, incluso manifiesta que los periódicos de la capital no tendrían ningún valor informativo, debido a su carácter clientelista y su estilo ampuloso. Refiriéndose a la cobertura mediática del Centenario, escribe lo siguiente:

Un popular depósito para la ampulosidad colombiana son los periódicos. Su contenido es muchas veces repugnante. Así, un supuesto literato es capaz de construir un artículo de varios renglones de una nada, por medio de la acumulación de frases vacías. Cada edición de los diarios capitalinos contiene varios de estos artículos ampulosos, en los cuales un amigo glorifica al otro, convencido de que este le devolverá el favor de la misma manera. Qué cosas tan increíbles y exageradas no se han publicado en relación con las fiestas del Centenario. Pero cuanto más ampulosas las tiradas, más lectores agradecidos encuentran56.

Esta cita de Beisswanger es muy importante en el contexto de nuestro artículo, ya que confirma el juicio formulado por Alejandro Garay -citado en la introducción-acerca del carácter elitista de la prensa y de sus limitaciones como fuente para documentar el impacto y la percepción del evento, aunque de una manera mucho más agresiva57. En contra de la cobertura mediática del Centenario, a la cual no quiso conceder ningún valor documental, Beisswanger buscaba dar una impresión «neutra» y de primera mano de los festejos. Esta descripción supuestamente más «objetiva» de las fiestas del Centenario es el tema del siguiente capítulo de su crónica de viaje, titulado «Cómo los bogotanos celebraron su fiesta de independencia».

Según cuenta el viajero, ya varias semanas antes de la inauguración oficial del evento una serie de decretos y artículos de prensa habrían preparado a los habitantes de la capital para los festejos. Aunque el autor criticó estos artículos por sus exageraciones, reconoció que también había efectos positivos, como la instalación de alumbrado eléctrico en varias calles, arreglos en la Plaza de Bolívar y, sobre todo, la obligación de pintar las fachadas de las casas de blanco; sin embargo, la mayor parte de estas iniciativas tuvo que ser financiada de manera privada, ya que la alcaldía de Bogotá carecía de los recursos necesarios58. Por eso, diferentes asociaciones de la élite capitalina -como el Jockey Club- asumieron una gran parte de los gastos, especialmente aquellos relacionados con la erección de «una docena de estatuas de los próceres». Aún así, como comenta Beisswanger, varias de las estatuas todavía estaban en yeso y no en bronce, debido a la falta de fondos59.

Después de una descripción general y breve de algunas de las actividades que tuvieron lugar entre el 15 y el 20 de julio, como desfiles, ponencias, banquetes, conciertos y funciones de teatro al aire libre, Beisswanger se enfoca en la procesión histórica del 20 de julio, muchas veces mencionada y comentada por la prensa de la época y las publicaciones oficiales mencionadas anteriormente60. No obstante, a diferencia de los elogios que se encuentran en este tipo de fuentes, para el viajero alemán, el desfile de la tarde del 20 de julio era «aún más desastroso» que los desfiles de los niños y de las corporaciones científicas que había visto en los días anteriores, y los cuales le parecían descoordinados e improvisados. En este sentido, señala que el desfile, anunciado de manera pomposa en los periódicos, solo habría demostrado la falta de recursos y habilidad de la alcaldía61.

Después de una larga y detallada descripción de la actividad, que consistía principalmente en grupos de personas disfrazados, quienes pasaron en carros por las calles del centro, representando de manera alegórica algunas de las escenas más relevantes de la historia patria colombiana -tales como el descubrimiento de América, la conquista de la sabana, la fundación de Bogotá, la inmolación heroica de Antonio Ricaurte, la campaña de «pacificación» de Pablo Morillo y, finalmente, los tres grandes departamentos que habían formado la Gran Colombia- Beisswanger no solo criticó la descoordinación y la falta de profesionalismo del espectáculo, sino también menciona que ni siquiera se había cumplido lo estipulado en el programa62. Al parecer, no obstante, el público colombiano estaba bastante contento con el evento:

Según los anuncios de los periódicos estaban programados tres grupos más. Sin embargo, no aparecieron. A pesar de que se trataba de un evento realmente lamentable, el modesto y aún poco mimado público de la capital lo aplaudió de manera demostrativa. Siguiendo el desfile, las masas se estrujaron por los callejones estrechos, para poder admirarlo nuevamente en la Plaza de Nariño63.

En cuanto a las numerosas ponencias, que tuvieron lugar a cada hora en las plazas de la capital, Beisswanger comenta que le parecían repugnantes, aunque típicas en su forma de negar la realidad de un país que le parecía «subdesarrollado» en muchas áreas:

Cada día y a cada hora se podía ver a algún orador en traje negro y sombrero de copa. (...) De una forma bastante repugnante se glorificaron los próceres y se evocaron la prosperidad y la grandeza de Colombia. Sin embargo, aunque no parecía posible, había incluso un orador que admitió que Colombia prácticamente no había avanzado en los últimos 100 años64.

A pesar de que las críticas hacia los desfiles y las ponencias eran devastadoras, también había aspectos que encontraron su aprobación. Así, menciona en detalle la inauguración de algunas estatuas, como las de Ricaurte, Torres, Caldas y Nariño, que le parecían «notables en su ejecución artística»65. El monumento dedicado a este último no solo encontró su aprobación -aunque la figura del prócer habría sido modelada en la «pose amanerada del orador colombiano»- sino que el viajero también confirmó que los colombianos estaban celebrando a Nariño como el «verdadero precursor de la independencia», por lo cual esta inauguración habría sido una de las más importantes del evento66. De hecho, Beisswanger le daba tanta importancia a este monumento, que lo fotografió (imagen 2). Esta fotografía, no obstante, al igual que las demás imágenes de monumentos incluidas en su libro, es bastante estática, casi estéril. A diferencia de muchas de las fotografías conocidas y publicadas de las inauguraciones de estatuas durante la jornada festiva del 20 de julio, las fotografías de Beisswanger no muestran personas ni alrededores. Dado que se pueden ver coronas florales al pie de la estatua, es muy probable que haya tomado la fotografía después de las ceremonias inaugurales, aunque no nos da ninguna información al respecto. En este contexto, Carolina Vanegas afirma que la inauguración de la estatua de Nariño fue el evento principal de la celebración, aunque las élites intentaron imponer una imagen conservadora y católica del prócer, minimizando su papel en la importación de ideas revolucionarias francesas67. Según Vanegas, la nueva estatua dedicada a Bolívar -que debía reemplazar la ya existente en la Plaza de Bolívar, creada por Pietro Tenerani en 1844-no corría la misma suerte. Así, la discusión sobre el posible reemplazo del monumento de Tenerani por la estatua del francés Emmanuel Frémiet provocó fuertes cuestionamientos acerca de la estética del monumento. Dado que una gran parte de las élites contemporáneas rechazó la estatua nueva, cuyo valor artístico fue considerado inferior a la de Tenerani, finalmente fue colocada en el Parque de la Independencia68. En concordancia con los juicios negativos sobre la obra de Frémiet (imagen 3), Beisswanger veía la obra con ojos críticos. En este sentido, le parecía incomprensible que obras mejor logradas -como un busto de Bolívar en yeso en el Templete del Libertador en el Parque del Centenario- quedaban inacabadas:

Otro monumento muestra a Simón Bolívar montado en caballo. Su postura es tiesa y poco natural. Con esto, Bogotá ya tiene dos estatuas de Bolívar; en realidad, tres, porque a pocos pasos del monumento recién inaugurado, en medio del Parque del Centenario, se encuentra un templete bonito cuyo techo se eleva sobre un pedestal vacío. La estatua faltante solo es visible si uno mira hacia el interior del templete, a través de una puerta de tela metálica. Ahí se encuentra el busto de Bolívar de yeso, sobre el cual un genio sostiene una corona de laurel; alas y brazos del ángel están rotos. Sin embargo, en vez de arreglar este monumento o fundirlo en bronce, se erigió una estatua nueva. Mientras tanto, el templete bonito sigue sin su adorno esencial69.

Imagen 2: Monumento a Nariño. Imagen 3: Monumento a Bolívar. 

Después de algunas descripciones cortas en las que se cuestiona el museo de historia natural de los hermanos franceses lasallistas -inaugurado con ocasión del Centenario-Beisswanger dedicó dos páginas a la Exposición del Centenario; según él, la atracción principal del evento70; sin embargo, las críticas ya comenzaban incluso antes de analizar los objetos expuestos. Así, reclamó que la exposición no estaba lista para el 15 de julio, como había sido anunciada. Según el viajero, los cuatro edificios que conformaron la exposición solo pudieron ser inaugurados el 30 de julio, por lo cual los «miles de visitantes foráneos» que habían llegado a la capital, para quedarse entre una o dos semanas, se perdieron este espectáculo71. En lo que sigue, su descripción de los pabellones y de lo que había sido expuesto en estos, también difiere notablemente de los relatos oficiales, los cuales -por lo general- no dejan dudas sobre el «rotundo éxito» de la exposición:

Las construcciones en sí eran de buen gusto y daban una buena impresión, especialmente el pabellón central y el palacio de bellas artes. En el primero debían presentarse los bienes de consumo y manufacturados producidos en Colombia; y realmente se trataba de una representación fiel del país, pues no había mucho para ver. Además, en la medida que pasaron los días, había cada vez menos para apreciar, dado que la gente robaba bastante. A pesar de que el edificio estaba siendo vigilado por la policía, cada noche se podían observar más vacíos en las pirámides de alimentos y tabaco, por lo cual se puede sospechar que los mismos vigilantes eran los ladrones. En el palacio de bellas artes se habían expuesto artesanías y obras de arte colombianas, las cuales podían parecerle bien logradas a una persona sin sentido para la simetría y la representación viva. [...] Incluso había un pabellón de máquinas, en el cual, sin embargo, también se encontraron varias marcas extranjeras. Esto parece comprensible, dado que la construcción de máquinas es una de las áreas más subdesarrolladas en Colombia. [...]

Después de unas seis semanas, las salas de exposición estaban casi vacías -ya no había objetos ni visitantes- por lo cual se anunció el cierre de la exposición. Más tarde pregunté a varios colombianos y algunos residentes alemanes en Bogotá por su opinión acerca de la exposición, y todos concordaron que había sido un fracaso72.

Al terminar su relato sobre las fiestas del Centenario, Beisswanger hizo un último comentario sobre las fiestas en las provincias; sin embargo, aunque menciona que había visto varias de las estatuas erigidas por ocasión del Centenario durante su viaje por Colombia, en los siguientes capítulos se encuentran pocas pruebas de esto, salvo algunas descripciones cortas y una fotografía de la Estatua de la Libertad en Barranquilla73. Más interesante en este contexto son las palabras de cierre del capítulo, ya que expresan su pesimismo en cuanto al porvenir de un país, cuya naturaleza y cuyo pasado precolombino le parecían fascinantes, pero cuyo gobierno y cultura política le parecían serios obstáculos en el «camino hacia el progreso»:

También en la provincia se han celebrado las fiestas del Centenario, como pude apreciar durante el trascurso de mi viaje. Sin embargo, nada ha cambiado por eso. Tanto el gobierno como el pueblo llevarán la acostumbrada dejadez a la segunda centuria74.

Conclusiones

Como vimos, el relato de Beisswanger sobre las fiestas del Centenario discrepa en muchos aspectos de las descripciones ofrecidas por fuentes contemporáneas, como, por ejemplo, el libro conmemorativo de Emiliano Isaza y Lorenzo Marroquín, la Revista del Centenario, órgano oficial de la Junta organizadora de la celebración, o los artículos publicados en la prensa capitalina. En este sentido, se puede confirmar que la perspectiva del viajero no solo es extremamente crítica, sino -sobre todo en relación con su descripción de la Exposición del Centenario- hasta iconoclasta. Dado que la crónica contiene numerosos hechos particulares que se dejan verificar por medio de otras fuentes y debido a su objetivo declarado de dar una imagen fiel del país visitado, se puede afirmar que muchas de las descripciones oficiales, en las cuales se apoya una gran parte de la historiografía sobre el tema, merecen ser cuestionadas, o al menos contrastadas. Esto vale especialmente para estudios que se proponen indagar sobre la recepción y el impacto del evento. Así, vimos que no todo funcionó como estaba planeado. Ante todo, pudimos observar que el espectáculo de la Exposición del Centenario -inspirado en las exposiciones universales del siglo XIX- estaba lejos de alcanzar los modelos europeos. No obstante, parecía que al menos una parte del público colombiano no se molestaba demasiado con los diversos problemas y fallas, como muestra la descripción de la procesión histórica del 20 de julio.

Considerando las grandes diferencias entre la descripción de Beisswanger y los relatos oficiales de la época, ¿se puede afirmar que su crónica es una fuente que puede ejercer un «derecho de veto» en el sentido de Kosselleck, o sea, una fuente tan robusta y coherente que ¿obliga a una revisión completa de la historiografía existente?75 Si bien como hemos mostrado, la crónica analizada es ciertamente fiel a los hechos, es difícil dar una respuesta afirmativa a esta pregunta. Así, los prejuicios de Beisswanger hacia la población, y sobre todo hacia la élite política, son muy aparentes. Su descripción positiva del país y sus paisajes, su fascinación por el pasado precolombino y sus elogios al potencial económico chocan constantemente con sus críticas de la clase dirigente, del partido conservador y, sobre todo, de la Iglesia. Aunque solo podemos especular, es muy probable que su visión poco matizada de la sociedad colombiana también influyó en su percepción de las fiestas del Centenario. Al igual que muchos autores contemporáneos, Beisswanger percibió el carácter excluyente e hispanista de la celebración, organizada justamente por la corriente política que más odiaba. Esto, sumado a los actos religiosos que tuvieron lugar durante los festejos, podría explicar su visión negativa del evento. No obstante, solo otras fuentes del mismo tipo pueden corroborar su percepción. Como vimos, es muy probable que existan más relatos de viajeros que estuvieron en las fiestas del Centenario, dado que tanto Beisswanger como otros observadores de la época mencionaron la presencia de numerosos visitantes de la provincia y del extranjero. Así, por ejemplo, casi al mismo tiempo que Beisswanger, los suizos Otto Fuhrmann y Eugène Mayor también habían emprendido un viaje de cuatro meses por Colombia, la así llamada Expedición Helvética. Aunque los suizos presenciaron las fiestas del Centenario en Barranquilla, de las cuales dejaron una pequeña descripción en su crónica de viaje, llegaron tarde para el evento oficial en la capital76. Es entonces posible que en el futuro reaparezcan otras crónicas de viajeros, tanto nacionales como extranjeros, que se pueden comparar con el relato de Beisswanger. Por el momento, sin embargo, la crónica del viajero alemán sigue siendo el relato más detallado de un visitante de las fiestas patrias de Colombia.

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3Para un balance crítico del quinquenio de Reyes, ver: James Henderson, La modernización en Colombia. Los años de Laureano Gómez, 1889-1965 (Medellín: Universidad de Antioquia, 2006), 68-90.

4Carolina Vanegas Carrasco, «Representaciones de la Independencia y la construcción de una "imagen nacional" en la celebración del Centenario en 1910», en Las historias de un grito. Doscientos años de ser colombianos. Exposición conmemorativa del Bicentenario 2010 (Bogotá: Museo Nacional de Colombia, 2010), 105.

5En términos generales, el hispanismo de finales del siglo XIX e inicios del XX buscaba fortalecer los lazos culturales entre España y sus excolonias en América. En el caso de Colombia, como indica Aimer Granados, «las ideas hispanistas se compenetraron con la cultura y aún con las esferas del poder político; algunos de los aspectos más importantes del hispanismo como la religión católica y el idioma castellano, contribuyeron para cohesionar la sociedad colombiana y, aún para que los conservadores se apoyaran en la tradición y valores hispánicos y se perpetuaron en el poder político por cerca de medio siglo». Aimer Granados, «Hispanismos, nación y proyectos culturales. Colombia y México: 1886-1921», Memoria y Sociedad vol. 9, n° 19 (2005): 7.

6Vanegas Carrasco, «Representaciones de la Independencia...», 105-107.

7Ana Cecilia Ojeda y Alejandra Barón Vera, «La conmemoración del héroe en el compendio de la historia de Colombia de Jesús María Henao y Gerardo Arrubla (1910)», Historia Caribe, n° 10 (2005): 79-95.

8Eduardo Posada Carbó, «1910. La celebración del primer centenario de Colombia», Revista de Indias vol. 73, n° 258 (2013): 588, doi: https://doi.org/10.3989/revindias.2013.019.

9Para un balance historiográfico, ver: Sebastián Vargas Álvarez, «La investigación sobre las conmemoraciones rituales en Colombia (siglos XIX-XXI): balance historiográfico», Anos 90 vol. 22, n° 42 (2015): 214-217, doi: https://doi.org/10.22456/1983-201X.52107.

10Konrad Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen. Reisebilder aus der Heimat der Chibcha-Indianer (Kolumbien) (Nuremberg: K. Beisswanger, 1911). En Colombia, la biblioteca de la Universidad EAFIT en Medellín dispone de un ejemplar de este libro.

11Acerca de los enfrentamientos partidistas durante las fiestas del Centenario, ver María Isabel Zapata Villamil, Historia intelectual y opinión pública en la celebración del centenario de la independencia (Bogotá: Universidad Javeriana, 2019); para críticas dirigidas hacia los organizadores y la dimensión popular de la celebración, ver Alexander Pereira Fernández, «Cachacos y guaches: la plebe en los festejos bogotanos del 20 de julio de 1910», Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura vol. 38, n° 1 (2011): 79-108. Así mismo, Carolina Vanegas Carrasco ha analizado cómo existieron tensiones entre algunos artistas colombianos y los organizadores del Centenario, en la medida en que se prefirió a escultores europeos (sobre todo franceses) para encargarles los principales monumentos conmemorativos, y no se le dio un decidido impulso al campo artístico nacional. Disputas monumentales. Escultura y política en el Centenario de la Independencia (Bogotá, 1910) (Bogotá: IDPC, 2019), 177-247.

12Vargas Álvarez, «La investigación sobre las conmemoraciones...», 214-217.

13Alejandro Garay, «La celebración del centenario: supuesto sociales y organización», Ciudad Paz-ando vol. 3, n° 1 (2010): 13, doi: https://doi.org/10.14483/2422278X.7358.

14Horst Groschopp, Dissidenten. Freidenker und Kultur in Deutschland (Marburg: Tectum, 2011), 239-240.

15Jaime Jaramillo Uribe, «La visión de los otros. Colombia vista por observadores extranjeros en el siglo XIX», Historia Crítica, n° 24 (2002): 7; sobre las precauciones a la hora de analizar ego-documentos como el libro de Beisswanger, ver también Peter Burke, «Los ego-documentos como fuentes históricas», en El oficio del historiador. Reflexiones metodológicas en torno a las fuentes, ed. Yobenj Aucardo Chicangana-Bayona, María Cristina Pérez Pérez y Ana María Rodríguez Sierra (Bogotá: Universidad de los Andes; Universidad del Rosario; Universidad Nacional, 2019), 3-18.

16Groschopp, Dissidenten... , 239.

17Ernesto Guhl, Colombia: bosquejo de su geografía tropical, vol. 1 (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1975), 140-146.

18Vanegas Carrasco, «Representaciones de la Independencia»; Alejandro Garay, «La celebración del centenario»; Álvaro Acevedo Tarazona, «El primer centenario de Colombia (20 de julio de 1910): Unidad nacional, iconografías y retóricas de una conmemoración», Credencial Historia, n° 252 (2010): 244-248; Thomas Fischer, «La celebración del centenario de la independencia en Bogotá y Caracas», en Los centenarios de la independencia: representaciones de la historia patria entre continuidad y cambio, ed. Stephan Scheuzger y Sven Schuster (Eichstätt: Zentralinstitut für Lateinamerika-Studien, 2013), 121-155; Posada Carbó, «1910.»

19Frédéric Martínez, «¿Cómo representar a Colombia? De las exposiciones universales a la exposición del Centenario, 1851-1910», en Museo, memoria y nación: Misión de los museos nacionales para los ciudadanos del futuro, comp. Gonzalo Sánchez y María Emma Wills (Bogotá: Museo Nacional de Colombia, 2000), 317-333; Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, La ciudad de la luz: Bogotá y la exposición agrícola e industrial de 1910 (Bogotá: IDPC, 2005); Santiago Castro-Gómez, «Señales en el cielo, espejos en la tierra. La Exposición del Centenario y los laberintos de la interpelación», en Genealogías de la colombianidad. Formaciones discursivas y tecnologías de gobierno en los siglos XIX y XX, ed. Santiago Castro-Gómez y Eduardo Restrepo (Bogotá: Universidad Javeriana, 2008), 223-253; Alexander Cano Vargas, «La Exposición Agrícola e Industrial del Centenario Colombiano y la idea de Progreso en 1910», Domínios da Imagem vol. 4, n° 7 (2010): 21-33, doi: http://dx.doi.org/10.5433/2237-9126.2010v4n7p21; Alberto Escovar, «Bogotá en tiempos de la celebración del primer Centenario de la independencia», Historia Mexicana vol. 237, n° 1 (2010): 525-599; Alberto Escovar y José Roberto Bermúdez, «Bogotá o la ciudad de la luz en tiempos del centenario: las transformaciones urbanas y los augurios del progreso», Apuntes vol. 19, n° 2 (2007): 184-200; Luis Carlos Colón Llamas, «Representar la nación en el espacio urbano: Bogotá y los festejos del Centenario de la Independencia», en Construir bicentenarios latinoamericanos en la era de la globalización, ed. Margarita Gutman y Rita Molinos (Buenos Aires: Infinito, 2012), 313-330; Fabio Zambrano y Carolina Castelblanco, El kiosco de la luz y el discurso de la modernidad (Bogotá: Alcaldía Mayor, 2002); Museo de Bogotá, Espacio Bi-Centenario. La Independencia en Bogotá (Bogotá: IDPC, 2019).

20Alejandro Garay, «El campo artístico colombiano en el salón de 1910», Historia Crítica, n° 32 (2006): 303-332, doi: https://doi.org/10.7440/histcrit32.2006.11; Juan Camilo Escobar, «Las representaciones sociales, políticas y culturales de las independencias iberoamericanas», en Memoria, historia y nación. A propósito del Bicentenario de la Independencia en Latinoamérica, comp. Javier Guerrero y Luis Wiesner (Medellín: La Carreta, 2010), 299-310; Aimer Granados, «Imaginarios culturales sobre España en la celebración del centenario de la independencia de Colombia», en Enemigos íntimos. España, lo español y los españoles en la configuración nacional hispanoamericana 1810-1910, coord. Tomás Pérez Vejo (México: El Colegio de México, 2011), 245-273; Andrés Jiménez Ángel, «Hispanismo y lengua en la conmemoración del primer Centenario de la independencia en Colombia», en Los centenarios de la independencia: representaciones de la historia patria entre continuidad y cambio, ed. Stephan Scheuzger y Sven Schuster (Eichstätt: Zentralinstitut für Lateinamerika-Studien, 2013), 90-120.

21María Isabel Zapata Villamil, «La celebración del Centenario de la Independencia en la Revista El Centenario y El Gráfico», Historia Caribe vol. 5, n° 17 (2010): 47-66, e Historia intelectual y opinión pública.

22Marcos González Pérez, De la independencia al centenario. Las celebraciones del aniversario de la proclamación de la independencia nacional en Bogotá. Los 20 de julio 1810-1910 (Bogotá: IDEP, 2011).

23Ojeda y Barón Vera, «La conmemoración del héroe»; Sandra Rodríguez, «Construcción de la memoria oficial en el Centenario de la Independencia: el Compendio de Historia de Colombia de Henao y Arrubla», Folios, n° 32 (2010): 23-42, doi: https://doi.org/10.17227/01234870.32folios23.41.

24Edgar Gutiérrez, Fiestas: Once de noviembre en Cartagena de Indias. Manifestaciones artísticas, cultura popular: 1910-1930 (Medellín: Lealon, 2000); Raúl Román, «Memorias enfrentadas: Centenario, nación y estado, 1910-1921», Memorias: Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe, n° 2 (2005): 1-22 y Celebraciones centenarias. La construcción de una memoria nacional (Bogotá: Universidad Nacional, 2019); Rafael Acevedo Puello, Memorias, lecciones y representaciones históricas: la celebración del primer centenario de la Independencia en las escuelas de la provincia de Cartagena (1900-1920) (Bogotá: Universidad de los Andes, 2011).

25Gerson Ledezma Meneses, «El pasado como forma de identidad: Popayán en la conmemoración del Primer Centenario de la independencia 1910-1919», Memoria y Sociedad vol. 11, n° 22 (2007): 69-86; Iván de la Ossa, «Santificados sean los próceres: historia y religiosidad en los centenarios payaneses, 1910-1916», Historia y Espacio, n° 45 (2015): 119-145.

26Abel Martínez y Andrés Otálora, «Patria y Madre Patria: las fiestas centenarias de 1910 y 1911 en Tunja», Historia y Memoria, n° 5 (2012): 115-143.

27Juan David Murillo, «Fiestas, memoria y libros: las ediciones conmemorativas del primer centenario de la Independencia en Bogotá y Cali», Memoria y Sociedad vol. 16, n° 33 (2012): 191-207.

28Pereira Fernández, «Cachacos y guaches.»

29Carolina Vanegas Carrasco, Disputas simbólicas en la celebración del centenario de la independencia de Colombia en Bogotá (1910): los monumentos a Simón Bolívar y a Policarpa Salavarrieta (Bogotá: Ministerio de Cultura, 2012); Fernando Esquivel, «Altares para la nación. Procesos de monumentalización en la celebración del Centenario de Independencia de Colombia», en Entre el olvido y el recuerdo. Iconos, lugares de memoria y cánones de la historia y la literatura en Colombia, ed. Carlos Rincón, Sarah de Mojica y Liliana Gómez (Bogotá: Universidad Javeriana, 2010), 255-281.

30Emiliano Isaza y Lorenzo Marroquín, Centenario de la independencia. 1810 1910 (Bogotá: Imprenta Tipográfica Salesiana, 1911).

31La mayoría del material consultado por los autores proviene de la Biblioteca Nacional, el Archivo General de la Nación, la Biblioteca Luis Ángel Arango, el Archivo de Bogotá, las colecciones del Museo Nacional, el Museo de la Independencia y el Museo de Bogotá, así como archivos locales y regionales, como el Archivo Histórico de Cartagena y el Archivo Regional de Boyacá.

32Ver, por ejemplo, Posada Carbó, «1910...», 579 y 588; Pereira, «Cachacos y guaches...», 94.

33Groschopp, Dissidenten..., 239-240; 464; 484.

34Groschopp, Dissidenten..., 239-240.

35Todas las traducciones son responsabilidad de los autores.

36Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen..., 4.

37Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen..., 4.

38Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 5.

39Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 6.

40Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 265-266.

41Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 260.

42Los autores mencionados se referencian en las siguientes páginas: 38, 157 y 250.

43El fragmento del libro de Rõthlisberger comprende las siguientes páginas: 281-288.

44Los autores mencionados se referencian en las siguientes páginas: 92-100.

45La obra de Codazzi se menciona en la página 118.

46Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen, 253.

47Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen, 52.

48Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen, 66.

49Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen, 63-64.

50Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 69-70.

51Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 69.

52Ver: p. ej. Pereira, «Cachacos y guaches...», 92-95.

53Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 70.

54Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 70.

55Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 70.

56Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 261-262.

57Garay, «La celebración del centenario...», 13.

58Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 72.

59Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen..., 73. Como aclara Carolina Vanegas, se trataba de cemento y no de yeso. Según esta autora, a diferencia del uso de este material en la arquitectura, «en la escultura el cemento portaba el estigma del atraso». Vanegas, Disputas monumentales, 222).

60Ver: p. ej. Isaza y Marroquín, Centenario de la Independencia..., 181.

61Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen..., 73.

62Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen..., 73.

63Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen..., 74; con ocasión del Centenario, la plaza de San Victorino fue rebautizada como Plaza de Nariño en honor al precursor de la Independencia. Sin embargo, esta re-nomenclatura republicana fracasó, dado que la sociedad bogotana nunca la apropió. Vanegas, Disputas monumentales., 168 169.

64Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen..., 74.

65Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 75-76.

66Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 74-75.

67Vanegas Carrasco, Disputas monumentales... , 152-153.

68Vanegas Carrasco, Disputas monumentales... , 96-107.

69Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 75-76.

70Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen..., 77-78.

71Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen..., 77; según la crónica oficial del Centenario, los actos conmemorativos iniciaron el 15 de julio, mientras que la exposición industrial se inauguró el 23 de julio, y la de bellas artes el 28 del mismo mes. Isaza y Marroquín, Centenario de la Independencia., 29, 210 y 342.

72Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 77.

73Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 29-30.

74Beisswanger, Im Lande der heiligen Seen... , 78.

75Reinhart Koselleck, «Standortbindung und Zeitlichkeit. Ein Beitrag zur historiographischen ErschlieBung der geschichtlichen Welt», en Objektivität und Parteilichkeit in der Geschichtswissenschaft, ed. Reinhart Koselleck, Wolfgang J. Mommsen y Jörn Rüsen (Múnich: dtv, 1977), 45-46.

76Otto Fuhrmann y Eugène Mayor, Voyage d'exploration scientifique en Colombie (Neuchâtel: Attinger Frères, 1914), 24-28.

Citar este artículo Schuster, Sven, y Sebastián Vargas Alvarez. «El Centenario revisitado: Un viajero alemán en las fiestas patrias de Colombia (1910)». Historia YMEMORIA, n° 23 (2021): 299-333. Doi: https:Aloi.org//10.19053/20275137.n23.2021.11355

1Profesor titular, Escuela de Ciencias Humanas, Universidad del Rosario, Bogotá. Últimas publicaciones: Gabriela de Lima Grecco y Sven Schuster, «Decolonizing Global History? A Latin American Perspective», Journal of World History vol. 31, n° 2 (2020): 425-446; Laura Alejandra Buenaventura Gómez y Sven Schuster, «Imaginando la "tercera civilización de América": Colombia en las exposiciones del IV Centenario (1892-1893)», Historia Crítica, n° 75 (2020): 25-47; Óscar Daniel Hernández Quiñones y Sven Schuster, «La fotografía como fuente histórica: Retratos de indígenas amazónicos en la Exposición Universal de Viena en 1873», en El oficio del historiador. Reflexiones metodológicas en torno a las fuentes, ed. Yobenj Aucardo Chicangana-Bayona, María Cristina Pérez Pérez y Ana María Rodríguez Sierra (Bogotá: Universidad de los Andes; Universidad del Rosario; Universidad Nacional, 2019), 201-230. svenb.schuster@urosario.edu.co © https://orcid.org/0000-0002-9013-9713.

2Director del Programa de Historia, Escuela de Ciencias Humanas, Universidad del Rosario, Bogotá. Últimas publicaciones: Sebastián Vargas y Andrés Felipe Ruiz, «El meme como herramienta pedagógica para la enseñanza/aprendizaje de la historia», Reflexiones Pedagógicas, n° 24 (2020): 1-8; Hernando Cepeda y Sebastián Vargas, eds., Recorridos de la historia cultural en Colombia (Bogotá: Universidad Nacional; Universidad Javeriana; Universidad del Rosario, 2019); Amada Carolina Pérez y Sebastián Vargas, «Historia pública e investigación colaborativa: perspectivas y experiencias para la coyuntura actual colombiana», Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura vol. 46, n° 1 (2019): 297-329. Sebastian.vargasa@urosario.edu.co https://orcid.org/0000-0001-9292-7249.

Recibido: 02 de Julio de 2020; Aprobado: 15 de Marzo de 2021

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