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Aletheia. Revista de Desarrollo Humano, Educativo y Social Contemporáneo

On-line version ISSN 2145-0366

Aleth. rev. desarro. hum. educ. soc. contemp. vol.12 no.1 Bogotá Jan./June 2020  Epub Nov 23, 2020

 

Artículos de investigación

La corporalidad en el tratamiento teo terapéutico del uso de drogas

The Corporality in the Theo-Therapeutic Treatment of the Use of Drugs

Corporalidade no tratamento teo terapêutico do uso de drogas

Diana Carolina Tibaná Ríos* 

Andrea Carolina Martínez Parada** 

Ingrid Julieth Delgado-Hernández*** 

*Trabajadora social de la Universidad de la Salle y magíster en Desarrollo Educativo y Social. Docente universitaria tiempo completo de la Corporación Universitaria Minuto de Dios. Líder del semillero de investigación "Social Waves" del programa de Trabajo Social a cuyos integrantes se les agradecen sus aportes para la actualización y revisión de este artículo con miras a su publicación. Código Orcid: https://orcid.org/0000-0003-2732-3603. Correo electrónico: dtibana75@unisalle.edu.co

**Trabajadora Social de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca. Magíster en Derechos Humanos, docente del programa Trabajo Social de la Corporación Universitaria Minuto de Dios. Código Orcid: https://orcid.org/0000-0002-4903-453. Correo electrónico: 0andrea_martinez_ts@outlook.es

***Trabajadora Social de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, Soacha. Auxiliar en investigación del Semillero Social Waves Uniminuto-Soacha. Código Orcid: https://orcid.org/0000-0002-0523-1321. Correo electrónico: idelgadohe1@uniminuto.edu.co


Resumen

El presente artículo explora la experiencia subjetiva del cuerpo en jóvenes en tratamiento de uso y abuso de drogas en una fundación de tipo residencial cuyo fundamento es la Teo terapia. Se realiza una lectura crítica de los discursos, las formas de disciplinamiento corporal y la constitución de las subjetividades de los jóvenes en el marco de esta forma de tratamiento con el propósito de evidenciar que más allá de la espiritualidad se genera una forma particular de entender e intervenir sobre los cuerpos. Se trata de una investigación de corte cualitativo, de alcance descriptivo, por lo cual se realizaron grupos focales y cartografías corporales como técnicas de recolección de información, en las cuales participaron jóvenes internos entre los 17 y 24 años. Como resultado se encuentran prácticas de resistencia que conllevan acciones y evocan experiencias que trazan zonas donde no logra operar el discurso Teo terapéutico. Aunque se observa la firmeza y potencia de este tipo de discursos, resulta interesante cómo los sujetos encarnados se deslindan, se resisten para constituir nuevas formas de subjetivación.

Palabras clave: corporalidad; drogas; discursos; disciplinamiento; Teo terapia

Abstract

This article explores the subjective experience of the body of young people in treatment of drug use and abuse in a residential-type foundation whose foundation is Theo therapy. A critical reading of the discourses, the forms of corporal discipline and the constitution of the subjectivities of young people within the framework of this form of treatment is made in order to demonstrate that beyond spirituality a particular way of understanding and intervening is generated over the bodies. It is a qualitative and descriptive research, for which focus groups and body mapping were performed as information gathering techniques, in which participated young inmates between 17 and 24 years of age. As a result, there are practices of resistance that involve actions and evoke experiences that trace areas where the therapeutic Theo discourse cannot operate. Although the firmness and power of this type of discourse is observed, it is interesting how the embodied subjects separate themselves and they resist to constitute new forms of subjectivation.

Keywords: corporeality; drugs; speeches; discipline; Teo therapy

Resumo

O presente artigo explora a experiência subjetiva do corpo em jovens no tratamento do uso e abuso de drogas em uma fundação de tipo residencial, cuja base é a teo terapia. Uma leitura crítica dos discursos, das formas de disciplina corporal e da constituição das subjetividades dos jovens no âmbito dessa forma de tratamento é feita com o objetivo de mostrar que, além da espiritualidade, se gera uma maneira particular de compreender e intervir nos corpos. Trata-se de uma pesquisa qualitativa, de escopo descritivo, para a qual foram realizados grupos focais e mapeamento corporal como técnicas de coleta de informações, da qual participaram jovens reclusos entre 17 e 24 anos. Como resultado, são encontradas práticas de resistência que envolvem ações e evocam experiências que traçam áreas onde o discurso teo terapêutico não pode operar. Embora a firmeza e o poder desse tipo de discurso sejam observados, é interessante como os sujeitos encarnados se separam, eles resistem para constituir novas formas de subjetivação.

Palavras chave: corporalidade; drogas; discursos; disciplina; Theo terapia

Introducción

Diferentes procesos sociales han llevado a la reflexión sobre la construcción social del cuerpo, algunos de cuales son: el desarrollo de la teoría feminista, al cuestionar la idea de que la biología es destino; la mercantilización del cuerpo, que produce cuerpos iguales y diferentes en función del consumo; la medicina alternativa, que rompe la dicotomía mente-cuerpo; la secularización de la sociedad y, por lo tanto, la del cuerpo; y la crisis de la modernidad, que ha hecho relevantes las preguntas por la supervivencia de la humanidad (Turner, 1989).

Estos procesos han abierto nuevas reflexiones sobre la importancia del cuerpo, sin embargo, son escasos los estudios que lo relacionan con el uso de drogas y se restringen en su mayoría al abordaje penal, médico o se asocian con temas como la desviación social, la crisis de valores, el delito o la enfermedad. En Colombia, el enfoque de atención y tratamiento desde el ámbito de la salud se reglamenta en la Ley 1566 del 2012, en la cual por primera vez se reconoció el consumo, la adicción y el abuso de las drogas como un asunto de salud pública, con la finalidad darle un tratamiento e intervención integral.

El hecho de reconocer el consumo de sustancias psicoactivas (SPA ) como una enfermedad conlleva a la representación y concepción de este desde un enfoque fisiológico-químico-patológico. Según Borja García (2019), Michael Foucault en varias de sus obras plantea la generación de una hiperespecialización de la medicina; desde allí, el cuerpo es separado de toda condición psíquica, representativa, simbólica, cultural y de significado. No obstante, en este artículo se pretende entender cómo el uso de sustancias psicoactivas transciende el ámbito estrictamente biológico y se relaciona con las sensaciones, las percepciones, las emociones y los comportamientos de quienes las usan, en resumen, con una forma de constituir la propia subjetividad.

El uso de drogas en Colombia produce cuerpos no aptos para la satisfacción productiva del mercado; se presume que el desborde de los placeres derivados del consumo impide que este sujeto sea disciplinado y autorregulado para ejercer sus funciones en el trabajo y en el resto del entramado social, siendo allí donde entra a operar toda un maquinaria para "rehabilitarlo". En el país, participan en el tratamiento del sujeto drogadicto fundaciones de teoterapia interviniendo sobre los cuerpos, a la vez que configuran una subjetividad con miras a forjarla en una identidad rígida y disciplinada. Sin embargo, el discurso teoterapéutico y las actividades orientadas a fomentar la disciplina sucumben ante la resistencia de cuerpos que se niegan a ser completamente opacados -o iluminados- por este, es decir, se generan tensiones en la construcción de subjetividades, lo que provoca un devenir entre la obediencia y la resistencia.

Según lo anterior, los postulados teóricos que fundamentan este trabajo son: el tránsito hacia el cuerpo moderno, las raíces de la prohibición de las drogas y el orden institucional como una de las tantas maneras de constituir subjetividades. Estos conforman el marco referencial, es decir, el modo de ver que se entrecruza con las experiencias subjetivas del cuerpo de jóvenes ubicados en una institución cuyo discurso y prácticas de verdad se centran en la teoterapia.

Inicialmente el tránsito hacia el cuerpo moderno recoge acciones y actividades cotidianas que tienen implicaciones sobre este, a pesar de ello, debido a la dualidad cartesiana mente-cuerpo que prevaleció en Occidente durante muchos años, la dimensión corporal se vio rezagada, llegando a asumirse como una evidencia oculta. Así, gran parte de los trabajos especializados en el tema se enmarcan a mediados del siglo XIX. El cuerpo moderno implica la ruptura del sujeto con los otros, con la naturaleza y consigo mismo (poseer un cuerpo, más que ser su cuerpo). Se desconoce la vinculación social, cósmica y cultural que lo integra. En este cuerpo moderno prevalecen la medicina y la anatomía como saberes que intervienen la estructura que encierra y encapsula al sujeto para anatomizarlo, dividirlo y separarlo. Allí son ejemplarizantes las disecciones realizadas en 1943 por Andrés Vesalio descritas en su obra en De corpis humani fabrica.

Cabe mencionar que la separación radical entre el cuerpo y la persona no es la única que se ha planteado, existen múltiples visiones que permiten entender y concebir el cuerpo. David Le Breton (1990), por ejemplo, describe en su texto Antropología del cuerpo y modernidad la realidad melanesia, exponiendo que el cuerpo ha tenido visiones con horizontes más amplios que las posturas occidentales o modernas:

Entre los canacos, el cuerpo toma las categorías del reino vegetal. Parcela inseparable del universo, que lo cubre, entrelaza su existencia con los árboles, los frutos, las plantas. Obedece a las pulsaciones de lo vegetal [...] designa al mismo tiempo la piel del hombre y la corteza del árbol. La parte dura del cuerpo, la osamenta, se denomina con el mismo término que el tronco de madera [.] los nombres de las diferentes vísceras también están tomados del vocabulario vegetal. Los riñones y otras glándulas internas del cuerpo llevan el nombre de un fruto de apariencia parecida. El cuerpo aparece como otra forma vegetal, o el vegetal como una extensión natural del cuerpo. No hay fronteras percibibles entre estos dos terrenos. (Kamo y Leenhardt, 1947, pp. 54-70, citados en Le Breton, 1990, p. 16)

El individuo y la mirada dualista hombre-cuerpo nace con la aparición de un referente económico: "el comerciante", quien convierte el interés personal en el móvil de todas las acciones. Se potencia con las disecciones de Vesalio, el dualismo cartesiano (soy, luego existo) y de ahí en adelante con los ritos de borramiento (búsqueda de la eterna juventud, disimulo de olores, sabores, roces corporales), hasta llegar a un cuerpo sucumbido en la medicina, un cuerpo moderno dividido en piezas separadas, incómodo y supernumerario.

Respecto al origen de la prohibición de las drogas, es importante señalar que si se habla de un disciplinamiento institucional de su uso es porque existe una tradición histórica que ha hecho posible que hoy día el cuerpo drogado se vea confrontado con toda una red de sistemas institucionales para su rehabilitación y ajuste a la sociedad. En este sentido, Palazzolo (2011), al exponer las raíces del prohibicionismo de las drogas, se enfoca en tres puntos centrales, en los que, según él, se plantean las definiciones dominantes, todavía vigentes, sobre la relación entre las drogas y el cuerpo.

Durante los siglos XIV y XVI, el problema de las drogas se abordaba desde lo moral y lo político. En el Medioevo no se castigaba el delito, sino el enfrentamiento a la majestad divina, la cual hoy día es encarnada por la sociedad, así el uso de drogas resulta ser una amenaza para el orden público:

Durante el Medioevo la persecución se dirigía solo circunstancialmente a las drogas. De ahí que la guerra 'a las grasas', a los 'ingredientes perjudiciales', a los 'untos', a las 'plantas diabólicas' y las 'pócimas brujeriles' no acabe de fructíferar en nociones de toxicología. Sus preparados no necesitan herir el cuerpo o causar una víctima en términos empíricos. La víctima es el alma (Escohotado, 1994, p. 304). El cuerpo es significado como algo separado del alma, cuerpo enfermo igual a alma corrompida. (Palazzolo, 2011, p. 3)

En consecuencia, la brujería y el uso de ciertas drogas no constituían un hecho punible, más bien se les consideraba pecado. El cristianismo entró entonces a intervenir sobre esos sujetos y cuerpos como gente recuperable. Con la participación del Estado moderno se reconfigura la justicia penal: "el delincuente ya no es potencial regicida, culpable de desacato a la autoridad infinita de un príncipe por gracia divina, sino alguien que debe una reparación por actos de hostilidad hacia sus iguales, los demás ciudadanos" (Escohotado, 1999 p. 17).

Posteriormente, con la emergencia de las sociedades industriales y la necesidad de desarrollar un contexto eminentemente productivo y apto para el trabajo, se comenzó a estructurar el problema del uso de las drogas como una desviación de tipo social:

Ya entrado el siglo XX el delito comenzó a tratarse como un problema socio histórico que crece con la civilización y el progreso, paralelamente a actividades socialmente productivas. El trabajo aparece como el lugar para la delimitación del orden -de lo bueno y lo malo-. La droga desde estas definiciones, interfiere en los usos del tiempo normados para las sociedades industriales. (Palazzolo, 2011, p. 5)

En síntesis, según Palazzolo (2011), podría decirse que la proporción de los crímenes relacionados con la disidencia farmacológica en la actualidad equivale a aquello que en los siglos XVIII y XIX correspondía a la disidencia política, y del XIV al XVII, a la disidencia religiosa.

El discurso sobre las drogas tiene como eje transversal la concepción histórica, subjetiva y regulada por mecanismos institucionales y normativos que estructuran un saber-poder sobre el ideal de los sujetos al respecto de sus propios cuerpos. El cuerpo se hace más evidente cuando Foucault desarrolla sus planteamientos en el marco de los métodos punitivos. Las razones político-económicas que en ocasiones son tan aisladas del mundo del cuerpo, este último ubicado casi siempre en el plano de lo privado y personal, resultan siendo factores estructurales de las sociedades disciplinarias y de control, por ende, del poder sobre los cuerpos. Debe recordarse que un cuerpo drogado, hiperestimulado, no resulta apto para producir y reproducir actividades de trabajo conducentes a mantener la sociedad capitalista y los mecanismos del orden establecido por las sociedades disciplinarias y de control.

Solo planteando el origen de la prohibición a las drogas es posible entender ese vuelco de saberes y discursos en el que lo religioso fue, en parte, relegado por lo médico y penal. No obstante, existen líneas de fuga, zonas grises dentro de ese campo. En una sociedad donde el saber médico y penal no dan respuesta a la solución del uso, porte y tráfico de drogas, el saber religioso-cristiano subyace como una posible alternativa y esto justifica la actual existencia de instituciones de orden teoterapéutico para la rehabilitación de las drogas. En consecuencia, no es en vano lo que plantea el Informe diagnóstico situacional de instituciones de tratamiento, rehabilitación y reincorporación social a consumidores de SPA en Colombia:

La mayoría de los servicios de rehabilitación los proveen entidades privadas y sin ánimo de lucro, en su mayoría bajo el modelo de comunidad terapéutica y la modalidad residencial. Se observó un incremento importante de programas de teoterapia sin mayor estructura y soporte teórico-práctico, ocupando el segundo lugar de la oferta de servicios, también hubo incremento de modelos alternativos. (Ministerio de la Protección Social, 2004, p. 4, citado en Murcia y Orejuela, 2014, p. 154)

Según lo anterior, los discursos sobre el cuerpo drogado transitan por perspectivas médicas, psiquiátricas, espirituales o legales, llegando incluso a fundamentarse en teorías que plantean la desviación social. Según Piña (2009), el campo de la desviación social abarca tradicionalmente desde acciones reprimidas por el sistema, como crímenes o enfermedades mentales, hasta conductas que son consideradas diferentes a aquello asumido como normal: la homosexualidad, los estilos de vida de grupos juveniles, el uso de drogas, por mencionar algunas. En ese sentido, desviación implica una transgresión a la norma:

El sujeto está limitado en su movilidad, debido a que ha perdido la libertad por estar vigilado constantemente. El sujeto será cercado o encerrado en una prisión material o simbólica, es decir puede ir a una cárcel o a un hospital psiquiátrico, o simplemente será aislado y censurado por una sociedad que constantemente lo está observando. Pero es necesario aclarar que la sociedad y el poder no se pueden seguir viendo desde afuera, y en tal sentido, ese cuerpo que es censurado sufre una especie de autocensura, porque el cuerpo no es totalmente ajeno a lo censurado por la sociedad disciplinaria. Podríamos decir que ahora somos nosotros mismos los que nos observamos en todo momento, hasta en lo más íntimo. Imaginémonos entonces hasta donde ha llegado la sociedad disciplinaria, que ahora es 'años luz' frente a la sociedad estrictamente penal anterior al siglo xix. (Montúa, 2005, párr. 42)

Ahora bien, el disciplinamiento institucional como una forma de constitución de subjetividades trae consigo la paradoja sobre qué tan contraproducente resulta hablar del disciplinamiento, por un lado, y de la constitución de subjetividades, por el otro. Desde la perspectiva foucaultiana, cuerpo, subjetividad, poder, resistencia, saberes y verdad, entre otros aspectos, hacen parte del mismo entramado.

El biopoder y la biopolítica son conceptos acuñados por Michel Foucault, constituyen unos de los más importantes referentes a la hora de esclarecer la conceptualización y abordar la corporalidad. Este autor abrió el camino para hablar de las sociedades disciplinarias y de control; en Vigilar y castigar (2000) hace explícito que el poder y los saberes sobre el cuerpo se han transformado o han mutado. Se pasó del suplicio (enmarcado en el dolor, la tortura y el escarnio público) al castigo (enfocado hacia la privación de ciertos derechos, posibilidades y libertades). El cuerpo se vuelve dócil y a partir del nacimiento de la biopolítica toda acción corporal está predeterminada con el fin de dar continuidad a la sociedad capitalista y de consumo, pues se requiere un orden y un manejo de los cuerpos en aras de mantener el sistema. Ese control se realiza en todas las esferas, ciclos vitales y desde las primeras etapas del desarrollo evolutivo.

Según Foucault, disciplinar los cuerpos y las poblaciones no sería posible sin la presencia de una red de aparatos y dispositivos que estructuren el campo social mediante instituciones como la escuela, la cárcel, el hospital o la fábrica. Según Piña (2009, p. 4), el influjo de la sociedad disciplinaria sobre los individuos no solo se lleva a cabo mediante la conciencia o la ideología, sino también en el cuerpo y con el cuerpo, de allí que sea tan importante lo biológico y lo somático en lo corporal. Como resultado de la herencia dualista que disocia al ser humano del cuerpo, este vive constantemente en una paradoja: el hecho de ser y al mismo tiempo poseer un cuerpo.

La sociedad de control ya no se ejerce desde el carácter propio de las instituciones, hoy día su poder se proyecta desde ámbitos más normalizados e implícitos, sentidos en la cotidianidad e interiorizados inconscientemente por las personas, donde los medios de comunicación desempeñan un rol protagónico. Al respecto, Piña (2009) ubica las modificaciones corporales y en particular su tema de estudio (los tatuajes) como una forma de indisciplina. El consumo de drogas igualmente transgrede esa intención de orden, higiene, belleza y normalidad impuesta por las sociedades disciplinarias.

Si el consumo de drogas se concibe desde el ámbito médico-patológico, debe intervenirse entonces a quien padece esta "enfermedad" desde instituciones de salud, y por medio de tratamientos psicológicos, psiquiátricos y toxicológicos ofertados por las denominadas "comunidades terapéuticas" o a través de internamientos hospitalarios o instituciones de salud mental. En cambio, si se aborda desde la esfera criminal, este comportamiento es sancionado social y judicialmente con medidas como la privación de la libertad, la amonestación, la imposición de reglas de conducta, entre otras:

Hay otros cuerpos que trasgreden las normas sociales de la salud, el orden y la moral; al mismo tiempo que son sometidos por instituciones escolares, jurídicas y sanitarias que mantienen una permanente observación de las señales que transgreden esos controles. El consumo de drogas, los tatuajes, escarificaciones e implantes, son algunas de las prácticas que al encontrarse inmersas en relaciones de poder-saber, se han convertido en delitos del cuerpo sujetos a la persecución y el castigo o en su caso, a la rehabilitación. (Flores y Reidl, 2007, p. 242)

Según Palazzolo (2011), si bien los modelos penal y médico estructuran conjuntamente distintas instancias de intervención material y simbólica sobre los circuitos de producción, distribución y uso de drogas, responden a campos de saber con lógicas e historias propias (la medicina y el derecho), que a la vez pueden dividirse en numerosos subcampos de especialización (toxicología, psiquiatría, farmacología, derecho penal, criminología, etc.). Michael Foucault plantea la generación de una hiperespecialización de la medicina como construcción paralela al biopoder: cada órgano cuenta con una rama de saber, un saber-poder del cuerpo anatomizado, lo cual no solo ocurre con la medicina, sino también con el derecho y, en general, con todas las disciplinas naturales, sociales y humanas.

Los saberes, incluido el discurso cristiano que tiene un contenido doctrinal basado en los principios de la Biblia, representan una forma de poder sobre los cuerpos, es decir,

[...] puede existir un "saber" del cuerpo que no es exactamente la ciencia de su funcionamiento, y un dominio de sus fuerzas que es más que la capacidad de vencerlas: este saber y este dominio constituyen lo que podría llamarse la 'tecnología política del cuerpo'. (Foucault, 1982, p. 33)

El poder ejercido sobre las personas, en sus cuerpos, está imbricado en toda una red de relaciones; cabe señalar que dicho poder no necesariamente es represivo, coercitivo ni violento, puede basarse en la seducción, la provocación o la incitación. Como se verá en los resultados de este estudio, muchas son las maneras y prácticas de condensar al sujeto en el discurso (saber-poder) cristiano, e igualmente son diversas las formas de hacer resistencia a la incorporación en esa tecnología política del cuerpo.

Materiales y métodos

Este artículo es producto de una investigación de corte cualitativo de alcance descriptivo. La principal fuente de conocimiento que soporta este estudio es la experiencia subjetiva y vivida por los sujetos; se destaca su realidad, cotidianidad y maneras de entender, vivir y percibir el cuerpo bajo unos dispositivos de saber y control determinados. Metodológicamente se realizó un proceso de análisis de discurso a partir de la codificación y categorización de relatos orales.

Las técnicas de recolección usadas fueron los grupos focales y las cartografías corporales. Los grupos focales como técnica es ampliamente conocida y utilizada en el marco de la investigación sociocualitativa:

Los grupos focales constituyen una técnica cualitativa de recolección de información basada en entrevistas colectivas y semiestructuradas realizadas a grupos homogéneos. Para el desarrollo de esta técnica se instrumentan guías previamente diseñadas y en algunos casos, se utilizan distintos recursos para facilitar el surgimiento de la información. (Fontas, Concalves, Vitales y Viglietta, 2005, párr. 4)

Por otra parte, la cartografía corporal representa una técnica participativa en la cual se focalizan múltiples resonancias. Por medio de escritos, dibujos, huellas y trazados sobre el mapa del propio cuerpo, se contemplaron con la mayor proximidad posible las categorías y subcategorías de indagación.

Dentro de la fundación teoterapéutica se realizaron seis encuentros en total y en cada uno participaron seis jóvenes residentes para un total de 42 jóvenes de sexo masculino sujetos de investigación provenientes de un universo global de 150 internos, logrando así abarcar una muestra del 28%; la selección de estos se hizo a partir de tres criterios: 1) jóvenes con experiencia de consumo de una o más sustancias psicoactivantes; 2) jóvenes con experiencia de internamiento en contexto institucional teoterapéutico; 3) jóvenes que deseaban participar de manera voluntaria en el taller de cartografía corporal.

Si bien allí hay hombres de diversas edades, la mayoría se encuentra entre los 17 y los 24 años de edad. Las sesiones fueron grabadas y transcritas, surgieron relatos que enriquecen el análisis de la información. Se garantizó la confidencialidad por medio de la socialización y firma de un consentimiento informado en el que se garantiza el anonimato, por lo cual los nombres dispuestos en los relatos no corresponden a la asignación real, en cambio sí se mantuvo concordancia con respecto a la edad de los participantes en el estudio.

Para el procesamiento de la información se usó Atlas.ti, herramienta informática para el análisis cualitativo de datos. A partir de la construcción de vínculos entre códigos y familias, emergieron redes de enlace que facilitaron una depuración inicial de los componentes centrales de cada categoría de indagación. Posteriormente, con base en las redes inicialmente construidas, se efectuó una segunda depuración, procedimiento que permitió consolidar los resultados del presente estudio.

Resultados

Aunque una de las prioridades en la trayectoria de Michael Foucault no fue precisamente el estudio de la religión, o de manera particular el cristianismo, sus aportes intelectuales sí brindan valiosos elementos para abordar el cuerpo. El énfasis que puso en algún momento sobre el disciplinamiento de los cuerpos abrió un panorama para comprender la importancia de la institucionalidad, la subjetividad y la conformación de discursos que permean la vida de los sujetos en determinados momentos, estados y contextos.

Discursos operantes en el tratamiento del uso de drogas: un acercamiento al discurso teoterapéutico

En términos de abordar a los sujetos que usan drogas, se han definido y consolidado diversas perspectivas, por ende, podría afirmarse que allí también operan diferentes discursos, cada uno de los cuales busca intervenir sobre el cuerpo de manera distinta o lo ubica en un nivel particular. Por ejemplo, la discusión que plantea si el uso de drogas se entiende como delito, pecado o enfermedad orienta, grosso modo, la manera como cada discurso se va ensamblando.

Si el uso de drogas se entiende como enfermedad, interviene el discurso médico patológico: se "sana" el cuerpo por medio del saber biomédico y maniobra allí la hiperespecialización de la medicina. Si se considera un delito, opera el saber penal: el sujeto, y por ende su cuerpo, es encerrado, privado de la libertad. Pero si se asume como pecado, el objetivo se concentra en la salvación del alma-espíritu.

El cuerpo drogado permanece oculto de la luz de los discursos reproducidos por dispositivos que buscan ordenarlo y controlarlo, por ende, intenta no estar jerarquizado, huye del encierro, del moldeamiento. En el tránsito hacia el cuerpo moderno se llegó a un punto donde el saber biomédico no brindaba todas las respuestas a los sujetos. Muchos, ante la falta de respuestas científicas y biomédicas a sus dolencias, han optado por caminos -por decir de alguna manera- "alternativos". El rezandero, el curandero, el sacerdote de la iglesia, el pastor son representantes de un saber variado al que se acude en especial cuando el discurso biomédico no opera como se esperaría:

No se busca solamente la cura que la medicina no pudo proporcionarle; en el contacto que establece con el curandero encuentra la revelación de una imagen de su cuerpo mucho más digna de interés que la que le proporciona el saber biomédico. (Le Breton, 1990, p. 84)

Dentro del enfoque teoterapéutico, más que dual, el hombre es trinitario en su esencia: la trilogía cuerpo-alma-espíritu es uno de sus principios fundantes. Comprenderlo resulta indispensable, pues a partir de allí o hasta allí transita y deviene una diversidad de discursos y prácticas bastante particulares.

Los jóvenes en sus relatos, exposiciones y cartografías plantearon formas de entender esta trilogía. En general, coincidieron en asumir el cuerpo como lo carnal, aquella masa tangible donde se ubican las extremidades, los líquidos y los tejidos; el espíritu como propiedad o conexión con Dios; y el alma como una entidad sujeta al juzgamiento. Hasta este punto se entendería que tanto el alma como el espíritu representarían la verdadera esencia del ser humano. Se manifiesta una forma particular de intervención en la que aparentemente el aspecto carnal no tiene lugar, pero entonces, ¿por qué el cuerpo hace parte de esta trilogía? Ese cuerpo existe, pero es el lugar de los sentidos y las sensaciones, aspectos que deben someterse al control mediante acciones de disciplinamiento corporal y de las emociones. El fortalecimiento del alma y del espíritu conllevarían, per se, el saneamiento del cuerpo:

Cuando uno va a una EPS le descontaminan el cuerpo y ya, cuando uno tiene que descontaminar es la mente y el espíritu, para mi concepto, la desintoxicación del cuerpo se hace automáticamente porque uno deja de consumir, pero lo difícil es descontaminar la mente y el espíritu. (Grupo focal, Raúl, 22 años)

Esta forma de entender el alma (sujeta al juicio) se diferencia de la concepción de alma que desarrolla Michael Foucault, por cuanto la primera es juzgada por poderes celestiales, la segunda

[.] se trata de un alma, pero no como efecto de una ideología, no como el alma representada por la teología cristiana, sino una realidad histórica del alma como producto del funcionamiento del poder que se ejerce sobre aquellos a quienes castiga, se vigila, se corrige y se educa, aquellos quienes se sujeta a un aparato de producción y se controla a lo largo de toda su existencia. (Foucault, 2000, p. 36)

Por ello, "el alma" se somete al juicio. Para el discurso teoterapéutico ese juicio es celestial, en tanto para la perspectiva que plantea el disciplinamiento de los cuerpos se trata de un juicio o sometimiento para la regulación de los placeres y deseos, donde tiene cabida el tratamiento del uso de drogas. Son jóvenes que están encerrados: "aquí hablamos de las drogas solo a manera de humillación" (Grupo focal, Andrés, 22 años); se humilla el alma, se la somete, el alma como prisión del cuerpo, el alma derivación y elemento de anatomía política.

El disciplinamiento como ejercicio persuasivo y coercitivo

El encierro. "Aquí lo traen a las buenas o a las malas", refiere uno de los jóvenes líderes, es decir, por medio de un ejercicio persuasivo o coercitivo. Más que impedir que el joven se evada y recaiga en su conducta de consumo, el encierro se usa como un mecanismo que facilita el control, el orden y el disciplinamiento. El encierro suele asociarse con la sanción producto de una conducta delictiva, es decir, con la prisión. Por otro lado, Michael Foucault en la Historia de la locura en la época clásica (1982 expuso la manera como se conformó el "Hospital General", al cual denominó "el gran encierro", donde lo exclusivamente médico o penal no tenía injerencia. El orden burgués estableció lugares de confinamiento que no eran dirigidos de manera particular a enfermos o delincuentes: "en el siglo xvii se crean grandes internados. En ellos se mezclan locos, pobres, desocupados, mozos de correccional, mendigos. Se condena la ociosidad no por criterios de curación sino por imperativos de trabajo" (Foucault, 1982, p. 41).

De este modo, el encierro representa uno de los mecanismos más sofisticados de disciplinamiento; gracias a él se concretan hábitos, rutinas, actividades, y se logra docilizar el cuerpo mediante la cuadriculación de los espacios y los tiempos. El cuerpo drogado, aparentemente ausente del sometimiento a ciertos discursos, entra ahora en la dinámica de un saber/poder que busca regularlo a partir de un conjunto de mecanismos para su normalización.

Reconstruyendo hábitos. "El procurar estar atentos a las necesidades de los y las jóvenes y con ello brindarles un ambiente de relación basada en la incondicionalidad ha permitido que muchos salgan del mundo del consumo" (Loaiza, Salazar, Alford y León, 2016), por ende desde el marco institucional se realizan varias actividades durante el día, la mayoría de las cuales gira en torno al concepto bíblico. La construcción de hábitos posibilita el encuentro con el control y el orden, y es un paso previo para la configuración subjetiva que se pretende generar. Se pensaría que el joven drogado no tiene hábitos bien definidos, hipótesis errónea que se evidencia cuando empiezan a describir su comportamiento en momentos de frecuente consumo de SPA:

Hubo un tiempo que viví en la calle, esto fue como rutina, éramos tres, por la noche dormíamos en un "cambuche", por la mañana salíamos a pedir comida, robábamos, fleteábamos los carros, consumíamos, por la tarde llegábamos y otra vez a consumir, no pedíamos almuerzo ni comida y al otro día lo mismo. Todo se convierte en una rutina, en un hábito, ya uno sabe en dónde está la plata. Pero uno aún teniendo plata y droga sigue en lo mismo, sigue robando, sigue pidiendo, sigue en lo mismo. (Grupo focal, Andrés, 22 años)

Sin lugar a dudas, la llegada a una institución señala y traza directrices al respecto de un tipo deseable de comportamiento, integrando a su vez normas y formas de castigo que operan cuando alguien intenta violar el orden que se está configurando y estableciendo. Cabe señalar que la aplicación de dichas directrices no se limita al contexto institucional, la intención es que los sujetos arraiguen unos hábitos sociales y corporales que trasciendan a su vida en la sociedad y, de forma particular, en una sociedad productiva:

Acá manejan el horario por ejemplo de una empresa, por ejemplo se levanta a las cuatro de la mañana, a las seis estar en su trabajo, en el trabajo toca estar bien receptivos, bien arreglados. Acá es lo mismo, uno madruga, se baña, se arregla, hace su oración del trabajo, hace sus talleres, devocional más que todo con Dios, y si la casa está bien nos dejan relajados. (Grupo focal, Richard, 19 años)

La realización de talleres ocupacionales como carpintería o pintura potencia el desarrollo de la actividad productiva, se educa para desempeñar un rol laboral, cumplir horarios, manejar el dinero adecuadamente, ser útil en la sociedad.

Estrategias para fomentar el autocontrol. Estrategias como las cadenas de oración, los círculos de confrontación, la práctica del ayuno y la danza como alabanza se asocian con eso que Consuelo Pabón (2002) denomina "situaciones límite". En estas circunstancias, los cuerpos hacen parte de ritos o ceremonias en los que estos se desbordan con un ideal, por ejemplo, de desintoxicación: "se hace un esfuerzo enorme por escapar de sí mismo y por expulsar toda la negatividad que lleva adentro" (Pabón, 2002, p. 72). Se trata de una serie de prácticas que saca al cuerpo de su modo habitual, para luego, por medio de devocionales intensivos, alabanzas efusivas y ayunos prolongados, ponerlo en una situación que, aunque inicialmente parecería cruel, tiene como función principal expulsar lo malo, negativo y mundano. Solo llevando el cuerpo a estas situaciones límite se abre la posibilidad de lograr la rehabilitación del uso de drogas y, además, salvaguardar el alma, condición necesaria para la entrada al reino de los cielos.

La constitución de subjetividad: entre el disciplinamiento y la resistencia

La constitución de la subjetividad conduce a la pregunta por la configuración de resistencias, las cuales, según Foucault, son coextendidas al poder por cuanto brindan posibilidades de creación y resurgimiento. La identidad interpuesta por el gobierno institucional no resulta ser única e inamovible, en cambio empiezan a configurarse formas de resistencia que dan cuenta de múltiples subjetividades que se abren espacio entre estrechas ranuras disciplinares y de control.

Barrismo como idolatría. La idolatría se relaciona con la adoración de imágenes, elementos, seres humanos, fenómenos naturales o cosas a las cuales se les confiere un estatus de Dios. Dentro de la institución abordada se tiene claridad sobre el concepto de idolatría, sin embargo, el fervor por los equipos de fútbol se mantiene. Se puede decir, en este caso, que la subjetividad se resiste a ser totalmente opacada, o iluminada, por el discurso de la teoterapia.

Para algunos se nivela el amor a Dios con el amor por el equipo, poniéndolos en el mismo plano; aunque el discurso insiste en la pecaminosidad de la idolatría, no logra desprender al joven de prácticas y vivencias que potencian de manera intensa formas de subjetivación. A la vez, se conforma una paridad constituida por el barrismo y el uso de ciertas drogas; en el siguiente relato se observa cómo se ensamblan rígidamente:

Aquí al lado dice '2mgARSMENDEZ': 2mg o sea dos miligramos que es lo que se usa de pepas de rivotril, con esta gAR escribimos la Guardia Albirroja Sur, que somos de la sur o sea Kennedy. S y M es donde yo vivo San Marcos, el parque que está monopolizado por la barra santafereña y con esa M de San Marcos junto a mi apellido, el MÉNDEZ, así queda en total 2mgARSMENDEZ. (Exposición cartografía, Méndez, 22 años)

También se evidencia en los relatos la significación de prácticas y estéticas corporales que constituyen rasgos identitarios, elementos de una cultura corporal con la que los jóvenes se pueden reconocer o excluir. Dentro de la barra, por ejemplo, se acepta el consumo de marihuana e incluso pegante dado su efecto relajante y tranquilizador, en cambio, el consumo de bazuco al conllevar a la indigencia es desaprobado y provoca la expulsión de esta. La presencia de tatuajes alusivos al equipo o múltiples cicatrices producto de confrontaciones hace parte del sentido de pertenencia que el joven puede tener, mientras que el cabello largo representa trayectoria y persistencia.

La indigencia como modo de vida. La persona en situación de indigencia, cuando no se acoge a controles biopolíticos, deviene en resistencia, de hecho se genera una nueva existencia que evade lo impartido por la sociedad y busca nuevas formas de ser y estar en el mundo. Hasta las más básicas formas de convivencia se reconfiguran: no tienen compromisos con el Estado, por ende, no pagan impuestos, no desempeñan un rol productivo mediante el trabajo, la limpieza y la estética del cuerpo manifestada en belleza no se reproduce:

Pues la verdad uno llega al punto en que si estaba "miado" no me importaba, me podía empelotar delante de todo el mundo, volverse uno mechudo, volverse uno con "carrangas", volverse uno oliendo a feo, que la gente simplemente pase y le empuje la cobija a uno o piense: "Uy, me va a robar". Eso es un significado fuerte, ¿si me hago entender? Yo creo que es fuerte pero la indigencia es muy bonita, la calle es bonita en cierto sentido porque uno aprende a vivir la vida, a valorar hasta este cordón, valorar hasta la cosa más mínima. Yo creo que la calle es tan bonita porque le enseña a uno a saber que nada es gratis. (Exposición cartografía, Enrique, 24 años)

Aunque en la indigencia no opera el poder institucional de la Iglesia, la cárcel o el hospital, la persona indigente sí es sometida a una vigilancia constante, especialmente desde el dispositivo policial, con el objetivo de ubicarlo en un estamento para recuperar su capacidad productiva.

Estéticas corporales. El cuerpo institucionalizado, uniformado, el cual se instruye con nuevos hábitos en el marco del tiempo y el espacio viene cargado con un sinnúmero de experiencias que contienen significado y sentido corporal. Diversidad de cicatrices, tatuajes, formas de vestir y accesorios, entre otros elementos, fueron expuestos en las cartografías. Estos mapas corporales dan cuenta de una gran variedad de estilos y formas de entender el cuerpo como construcción social y cultural, pero también como campo de fuerzas y tensiones, en especial cuando en el marco institucional se le quiere imponer un nuevo orden y significado.

Así como la experiencia y apariencia corporal se van transformando a lo largo de la existencia, las estéticas de los jóvenes que han consumido SPA también varían a través del tiempo y los espacios. En sus relatos los jóvenes enuncian que se produce una especie de autoengaño con el fin de justificar el uso sostenido de las drogas, sin embargo, con el tiempo el deterioro se hace más notorio:

Nada más cuando pasa uno por los supermercados dice uno: "Uuich! Cómo estoy de mal, de acabado", el reflejo. Al principio uno se mira en el espejo y dice: "Pero estoy bien". Uno está mal pero uno se ve bien, "ahí pasa", yo me hecho "gelecito" y ahí pasó, pero mechudo, barbudo, se baña y ahí pasó. Pero ya con el tiempo... (Grupo focal, Santiago, 24 años)

A mí a lo último sí me daba pena, yo me le tapaba al reflejo, como la vergüenza que sentía uno de volverse a ver así. Y uno verse las manos otra vez, eso es fuerte. (Grupo focal, Javier, 22 años)

El espejo se convierte en el mejor mecanismo de control, no se requiere de otra persona o institución que insistentemente señale los cambios o el deterioro que trae consigo el uso de drogas. La publicidad y el mercado ya han sembrado en la sociedad de control un ideal de belleza, un cuerpo limpio y con ciertas características de aceptabilidad; de este modo, el sujeto frente al espejo resulta ser el mejor y más cercano juez, empero, el placer obtenido con el uso de drogas es tan intenso que ese espejo se oculta, el reflejo se evade y el cambio físico sigue avanzando. Así se produce el abandono de la estética impuesta como prototipo de belleza moderna, y se opta por otra forma de vestir y llevar el cuerpo. En las cartografías la mayoría de los jóvenes plasmaron un cuerpo cargado de cadenas, anillos, camisetas alusivas a los equipos de fútbol, ropa de marca, cabello largo y zapatillas a la moda. Se desencadena una tensión entre el discurso institucional y lo que realmente los jóvenes mantienen como constitución de su subjetividad. Aunque se busca superar el marcado deterioro físico que conllevó el abuso de drogas, aún prevalecen estéticas corporales modernas: ropa de marca, joyas, camisetas de equipos.

Entre el dolor y el placer. Resulta interesante la manera como la indagación sobre los dolores relacionados con el uso de drogas estuvo cargada de relatos que ponen de manifiesto emociones previas al inicio del consumo. Los jóvenes expresan sensaciones dolorosas debido a ausencias parentales, desaprobaciones familiares, maltratos físicos y psicológicos que llevan a la búsqueda de un refugio para sopesar un vacío, que fue colmado por el uso de drogas. Esto permite entender que el uso de drogas se configura como una forma de intervenir sobre los cuerpos, pero que también opera en la construcción de las subjetividades, es decir, posibilita nuevos modos de ser, estar y sentir en el mundo.

Cuando el dolor carnal y emocional se desborda, las estructuras sociales y, en particular, sus instituciones se movilizan para que ese sujeto sea readaptado, reacomodado, sujetado a una identidad. En el caso de la teoterapia, el objetivo es forjar un individuo lo más cercano posible a la imagen y semejanza de Dios:

Sin embargo la discusión sobre el cuerpo nos aproxima a la idea de la diferencia en tensión con la semejanza, con lo que la noción de subjetividad emerge para dar cuenta del rebasamiento de un sujeto constituido en la identidad. (Garavito, 1999; Pabón, 2002; Zuleta, 2010, citados en Escobar y Cabra, 2014, p. 55)

Las subjetividades múltiples del joven intentan ser sujetadas por el discurso práctico de la institución. A pesar de que los entes más temibles para el cuidado y la prevención son los demonios, estos se representan a través de dos cosas: el deseo y el cuerpo. En consecuencia, resulta tan importante para el cristianismo que el sujeto logre un pleno control de sus pasiones y sus deseos, entre ellos el sexo, la comida y, por supuesto, las drogas.

Discusión y conclusiones

El discurso analizado en este estudio se concentra en una atención interior, subjetiva y espiritual, en contraposición a otros abordajes modernos que tratan el cuerpo de manera anatomizada, aislada y desconectada de su parte subjetiva, en resumen, desde una mirada biorreduccionista. El hecho de considerar esa parte espiritual o trascendental del ser humano es un elemento que probablemente hace que se constituya en la segunda modalidad de tratamiento más común en el país. En este punto se debe considerar un aspecto esencial: el catolicismo es la religión más practicada en Colombia, a través de esta se genera un encuentro con la trascendencia del sujeto, se le otorga credibilidad a un "otro" al que se le atribuye la potestad de sanar y salvaguardar a partir de la creencia y la fe. Es por esto que una sociedad como la colombiana, que tiene un fuerte arraigo religioso derivado de su herencia colonial, le confiere gran validez a prácticas trascendentales como la teoterapia.

Aunque en la práctica de esta modalidad de tratamiento se contemplan elementos celestiales que no pueden reconocerse empíricamente o a través de los sentidos, es patente que sí tienen una implicación sobre el cuerpo y la constitución subjetiva de este. A través de la teoterapia muchos jóvenes continúan en su lucha, pretenden forjar su creencia cristiana para apartarse de la drogadicción, mientras el miedo a abrirle la puerta al mundo de los demonios se intensifica y apartarse del reino de los cielos es inconcebible; allí buscan una alternativa, una opción a otros discursos que de manera coercitiva o persuasiva han querido ajustar a ese sujeto al mundo social, pero que no han tenido éxito en su propósito. Algunos encontrarán "una salida" a este mundo carnal, mundano, el desbordamiento de los placeres generado por el uso de las drogas quedará superado. En cambio, otros devienen en tensiones, el dolor y el placer, al igual que otras prácticas tildadas de mundanas pero que forman parte de ellos mismos, se mantienen y resisten.

En relación con esto último, las prácticas de resistencia conllevan acciones y evocan experiencias que trazan zonas donde no logra operar el discurso teoterapéutico. Aunque se observa la firmeza y potencia de este tipo de discursos, resulta interesante observar cómo los sujetos encarnados se deslindan, se resisten para constituir nuevas formas de subjetivación. Si bien muchos de los jóvenes se acogen y abrazan todos los principios y fundamentos del cristianismo a través de la teoterapia, otros, por su parte, se niegan a aceptar esa cuadriculación de sus emociones, dolores, placeres, preferencias y estéticas subjetivas que devienen en cuerpo.

La experiencia subjetiva del cuerpo se convierte así en un espacio plagado de discursos, sentimientos, emociones, creencias, prácticas culturales y estéticas que forjan en el joven un ser y estar en el mundo. La existencia tan compleja y dinámica de este cuerpo en el mundo, en definitiva, dio cuenta de que los elementos constitutivos de la dualidad cartesiana mente-cuerpo, y en particular alma-cuerpo, no se encuentran distanciados sino que se entrelazan y en momentos se funden para configurar la realidad del sujeto encarnado y subjetivado

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Cómo citar este artículo: Tibaná Ríos, D. C., Martínez, Parada, A. C. y Delgado-Hernández, I. J. (2020). La corporalidad en el tratamiento teoterapéutico del uso de drogas. Revista Aletheia, 12(1), 137-156

Recibido: 23 de Julio de 2014; Aprobado: 17 de Junio de 2016

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