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Aletheia. Revista de Desarrollo Humano, Educativo y Social Contemporáneo

versão On-line ISSN 2145-0366

Aleth. rev. desarro. hum. educ. soc. contemp. vol.12 no.1 Bogotá jan./jun. 2020  Epub 25-Nov-2020

 

Artículos de reflexión

La experiencia de la finitud y el sentido de vivir*

The Experience of the Finitude and the Meaning of Life

A experiência da finitude e o sentido de viver

Mónica Marcela Gaviria Múnera** 

**Psicóloga de la Universidad de Antioquia. Magíster en Educación y Desarrollo Humano del Cinde y la Universidad de Manizales. Certificada como coach ontológico de Newfield Network. Código Orcid: https://orcid.org/0000-0003-4143-0704. Correo electrónico: marce.gaviria@gmail.com


Resumen

Este artículo surge de las reflexiones generadas y de las lecturas revisadas para la investigación "Reconfiguración de sentido de vida a partir de un diagnóstico de una enfermedad que pone en riesgo la vida". Este escrito intenta profundizar en los contenidos que pueden estar implícitos en la expresión "en un segundo". Expresión que usualmente es utilizada por los sujetos que narran una experiencia que partió su vida en dos. Los conceptos que serán profundizados en el artículo son experiencia, tiempo, finitud, y sentido de vida; y los teóricos desde los que se desarrollarán los conceptos son Larrosa, Heidegger, Frankl, Sartre y Melich. Es importante señalar que quizás la intención general del artículo sea una invitación a la reflexión a la inquietud por el ser que se está siendo; un ser finito que tiene la posibilidad de decidir frente al sentido que otorga a la experiencia y que finamente decide cómo vivir.

Palabras clave: experiencia; tiempo; finitud; y sentido de vida

Abstract

This article arises from reflections generated and revised readings for the research titled "Reconfiguration of the meaning of life after being diagnose with a disease that threatens life". This paper attempts to deepen the contents that may be implied by the expression "in one second". Expression that is usually used by subjects that narrate an experience that split their lives in two. The concepts that will be developed in this article are experience, time, finitude, and the meaning of life; and the theorists gui-ding these concepts are Larrosa, Heidegger, Frankl, Sartre and Melich. It is important to note that the general aim of the article is to invite reflection at the inquietude of the being who is just being; a finite being that has the possibility to decide against the meaning given to the experience and finely decides how to live.

Keywords: experience; time; finitude; meaning of life

Resumo

Este artigo procede das reflexões geradas e das leituras revisadas da pesquisa "Recon-figurando o significado da vida a partir do diagnóstico de uma doença com risco de vida". Esta redação tenta se aprofundar no conteúdo que pode estar implícito na expressão "em um segundo". Expressão geralmente usada por sujeitos que narram uma experiência que divide suas vidas em duas. Os conceitos que serão aprofundados no artigo são experiência, tempo, finitude e significado da vida; e os teóricos dos quais os conceitos serão desenvolvidos são Larrosa, Heidegger, Frankl, Sartre e Melich. É importante ressaltar que talvez a intenção geral do artigo seja um convite para refletir sobre a preocupação com o ser que está sendo; um ser finito que tem a possibilidade de decidir o significado que dá à experiência e que decide finamente como viver.

Palavras chave: experiência; tempo; finitude e senso de vida

Existen momentos en la vida en que se siente que el sueño de lo cotidiano, de lo rutinario, es cortado, mutilado. Se conoce un nuevo significado para la expresión "en un segundo"; el tiempo es visto con ojos de perplejidad y se comprueba que en un segundo tu vida o lo que considerabas que era tu mundo cambió.

En el pequeño intervalo llamado segundo se puede experimentar un torrente de emociones que te quitan el aliento y la vida cambia: que tu médico con un dejo de inquietud te pregunte si viniste acompañada a la consulta; que recibas una llamada en tu lugar de trabajo y al decir "aló" la voz de tu interlocutor esté cortada por el llanto; que la persona a la que amas te diga "lo siento, todo terminó"; que pronuncies unas palabras que dejan sabor de arrepentimiento. Pero bueno, también se pueden considerar otros ejemplos, no todo en la vida es trágico; en un segundo también te pueden anunciar que eres un desempleado menos; que sí se quieren casar contigo; que no te preocupes que lo que tienes es benigno; que encontraron tu billetera; que te devolvieron el celular. Como se puede observar, estas últimas situaciones responden más a la emoción de la alegría y es probable que por eso mismo no arrastren el peso que habitualmente se le da a la expresión "en un segundo".

El presente texto forma parte del fundamento teórico de la investigación para la Maestría en Educación y Desarrollo Humano que se lleva a cabo en el Cinde y la Universidad de Manizales sobre la "Reconfiguración de sentido de vida a partir de un diagnóstico de una enfermedad que pone en riesgo la vida". El objetivo del artículo responde a la inquietud de la autora de desentrañar los sentidos que pueden estar ocultos en la expresión "en un segundo". Por esto, en el desarrollo del texto se pueden encontrar algunos conceptos que, a juicio de la autora, están contenidos dentro de esta frase. Será ocasión entonces de invocar nociones como experiencia, tiempo, finitud y sentido de vida. Para el acercamiento teórico estarán presentes autores que pueden dar cuenta del objetivo de este escrito: Larrosa, Heidegger, Frankl, Sartre y Melich.

Vivir es una experiencia en la que cada quien siente momentos de alegría, esperanza, quietud, tristeza, tedio, rutina. Parece que aquellas situaciones que detonan emociones fuertes son las que ocupan un lugar importante en el recordar humano y que el resto del tiempo, en el que no se sienten estas emociones, fuera envuelto por el manto de la anestesia del día a día. Las experiencias tienen un vínculo con el aprendizaje, la generación de conciencia, el despertar.

Skliar y Larrosa en el texto Experiencia y alteridad en educación (2009) define la experiencia como la expresión "eso que me pasa", no eso que pasa. El autor expone tres dimensiones que están presentes en una experiencia: el acontecer, la subjetividad y el pasaje. A continuación, se describen cada una de estas dimensiones.

El acontecer es algo que sucede y que no depende del sujeto, es decir, no se puede controlar ni anticipar y Larrosa lo asocia con el principio de exterioridad. El prefijo "ex" se refiere a aquello que está por fuera, que es exterior a algo o a alguien. El autor dice:

No hay experiencia, por tanto, sin la aparición de un alguien, o de un algo, o de un eso, de un acontecimiento en definitiva, que es exterior a mí, extranjero a mí, extraño a mí, que está fuera de mí mismo, que no pertenece a mi lugar, que no está en el lugar que yo le doy, que está fuera de lugar. (Skliar y Larrosa, 2009, p. 15)

La subjetividad se refiere a eso que sucede, que le pasó al sujeto, no a otro, sino a él, es decir, el lugar de la experiencia es el sujeto. Este darse cuenta puede provocar en la persona el movimiento de la reflexión y la resignificación. Skliar y Larrosa dicen:

[...] el lugar de la experiencia es el sujeto o, dicho de otro modo, la experiencia es siempre subjetiva. Pero se trata de un sujeto que es capaz de dejar que algo le pase, es decir, que algo le pase a sus palabras, a sus ideas, a sus sentimientos, a sus representaciones. (2009, p. 16)

Solo un sujeto sensible, vulnerable y expuesto es un alguien abierto a su propia transformación. Es por esto que la experiencia tiene el poder de formar y transformar.

Finalmente el pasaje es entendido como algo que pasa y, sin embargo, deja huella en la vida del sujeto. En palabras del autor,

La experiencia supone por tanto una salida de sí hacia otra cosa, un paso hacia otra cosa [.] hacia "eso que me pasa". Pero, al mismo tiempo, la experiencia supone también que algo pasa desde el acontecimiento hacia mí, que algo viene hacía mí, que algo me viene y me adviene. (Skliar y Larrosa, 2009, p. 17)

La experiencia tiene ese tinte de aventura, riesgo, incertidumbre. Según el autor, la experiencia no se hace, sino que se padece (Skliar y Larrosa, 2009, p. 38), es por ello que esta es pasional (pasión referida al padecer) y que no depende de la voluntad.

La vida de un sujeto es un transcurrir de sucesos, muchos de ellos inmersos en el mundo de lo rutinario, y otros que tienen la fuerza de desconcertar, de desafiar lo ya conocido para él. Son estos sucesos de los que habla Larrosa, los cuales tienen la posibilidad de convertirse en experiencia. La fragilidad y la vulnerabilidad son dos invitadas constantes en una vida que no tiene certidumbres, aunque a veces lo parezca.

En la expresión "en un segundo" el sujeto se encuentra con su propia fragilidad, lo que está fuera de su alcance, lo que no puede controlar, y, en verdad, es una sensación de profunda vulnerabilidad. Es una confrontación entre la nostalgia de lo pasado y lo conocido, y la extrañeza que representa lo nuevo, lo desconocido. Frente a esta experiencia, el sujeto se encuentra con la posibilidad de reinterpretar, de asignar nuevos sentidos. El tiempo reclama un lugar, no como convención humana, sino como percepción subjetiva que viene a jugar un papel importante en aquello llamado "un segundo".

La pregunta por el concepto de tiempo no es tan sencilla de responder. Toda respuesta que trate de dar cuenta de esta palabra debe ser mirada con el matiz de una cultura y de un momento de vida. Por ejemplo, para la cultura maya, el tiempo era considerado arte, y desde ese punto de vista la búsqueda de sincronía y armonía del ser humano con los ciclos naturales le permitían vivir el aquí y ahora. Esto es diferente para la cultura moderna en la que el tiempo está asociado con el dinero; se dice "el tiempo es oro", todo está evaluado en función de qué tanto puedes conseguir en el menor tiempo posible. Cuando se viven momentos agradables, el tiempo se percibe que pasa rápido, se esfuma en el éxtasis del instante, y, sin embargo, cuando son el tedio y la tristeza los comensales, el tiempo se hace eterno, lento.

Se dice que el tiempo ayuda a transformar, a olvidar lo que se quiere olvidar o a aprender lo que se quiere aprender. Sin embargo, el tiempo como secuencia per se no es garantía de transformación. El tiempo requiere de un estado de conciencia, de reflexión, y no es tan simple como sentarse a la espera de que algo pase. Claes Hylinger es citado por Owe Wikstrom en el libro El elogio de la lentitud (2005, p. 46):

Quien viaja para distraerse o para encontrar algo que ya no tiene en su interior, se distancia de sí mismo y ya siendo joven, se vuelve viejo en medio de cosas viejas. En Theben o en Pamura, su voluntad y sus pensamientos se vuelven tan viejos como aquellos lugares. Lleva a esas ruinas sus propias ruinas.

La transformación del ser implica un tiempo que va más allá de secuencias o lugares, a un ser que va siendo en la medida en que se inquieta por una versión renovada del sí mismo.

Duch y Melich en Ambigüedades del amor (2009, p. 140) hacen un llamado a "limitar la velocidad" en la sociedad actual, es decir que en la vivencia del espacio y del tiempo el sujeto incluya la pausa, el sosiego, el silencio, la serenidad, la atención deferente y la contemplación; esto se piensa como posibilidad de detener el progresivo quebranto de la humanidad que en gran medida ha sido provocado por el olvido de habitar los espacios, no solo de recorrerlos, por el olvido de la pausa que involucra el interesarse por un otro, por el sí mismo. Este llamado puede responder a la finalidad de poder hacer frente al "terror y a la tiranía del tiempo" para favorecer la cercanía con el otro, el derecho a ir lento que influye en el reconocimiento del otro y del mundo como complemento del sí mismo.

Experiencia y tiempo parecen tener cierta complicidad; a Heidegger se le antoja dejarla por escrito en su libro Ser y tiempo (1927) cuando se interroga sobre qué es el ser y surge la respuesta: ser es "ser ahí", es decir, el ente que tiene la posibilidad de ser al momento que se pregunta por el ser (p. 17). Una particularidad de los humanos tiene que ver entonces con la capacidad de inquietarse por sí mismo, por su existir y mientras tanto seguir siendo. La experiencia de estar vivo acontece en el tiempo en el que el ser humano vive y se inquieta por su ser ahí. Sin embargo, no es tan sencillo, aunque lo parezca, solo basta recordar cuántas veces ocurre que un día termina y empieza otro, termina y empieza. y se tiene la sensación de anestesia, de que nada pasa, de que nada me pasa. La experiencia como acontecimiento que me mueve y me deja una cicatriz parece ser la inyección que recuerda que la vida tiene un tiempo que no es eterno, un tiempo que es finito.

Gracias a la experiencia, el ser humano siente el pellizco de la vida, de la inquietud por su ser. Por ejemplo, la experiencia de recibir un diagnóstico que pone en riesgo la vida puede provocar emociones que inquietan al ser ahí. El tiempo se convierte entonces, para ese sujeto, en un elemento que genera tensión en su vivir. Jean Paul Sartre escribió en El ser y la nada (2005) que cada acto de la existencia compromete a otros, y la vida, de no ser finita, no implicaría dicho compromiso, puesto que el ser humano tendría todo el tiempo del universo para reparar sus acciones. Desde el punto de vista de Sartre, el sujeto, al saberse finito, se hace responsable de sus actos. La experiencia del darse cuenta de que mi tiempo se termina puede invocar la conexión con el aquí y el ahora, con aquellas inquietudes aplazadas, con la responsabilidad de conectarse con un para qué, con un sentido. Víctor Palacios (2005)1 cita una definición que hace Aristóteles acerca del tiempo: "El tiempo es la condición de lo móvil, de lo cambiante (y al revés)" (p. 69). El ser humano descubre el tiempo cuando se advierte el movimiento, y este a su vez cuando se tiene la experiencia, grande o pequeña, de una pérdida.

Melich, en Filosofía de la finitud (2002), señala

El tiempo humano es breve. No tenemos todo el tiempo del mundo a nuestro alcance. Por eso los seres humanos siempre llegamos a un mundo que ya está en movimiento, comenzamos a actuar y a morir antes de haber acabado aquello que queríamos hacer. (p. 36)

Cuando la experiencia trae el mensaje directo de posible pérdida o muerte, el ser humano se descubre finito. El tiempo cobra la inmediatez del presente y la proximidad del "ya no ser ahí" (la muerte según Heidegger). Se genera un cambio, una transformación. El tiempo se hace presente para el sujeto. La proximidad de la finitud trae consigo la conciencia de un para qué. Cada minuto puede convertirse entonces en una oportunidad para recordar el milagro de "ser ahí". El individuo podría sentirse libre al volver su atención al presente para conquistarse a sí mismo por medio de la acción, conociendo que el único tiempo del que dispone para ello es el actual.

La muerte como prueba irrefutable de la finitud del ser humano es un acontecimiento que no necesariamente tiene que ser experimentado como propio (posibilidad de la muerte propia) para generar inquietud del ser frente al ya no ser ahí. Edgar Morin en el Hombre y la muerte (1999, p. 33) expresa:

La violencia del traumatismo provocado por aquello que niega la individualidad implica, pues, una afirmación no menos poderosa de la individualidad, ya sea la propia o la del ser querido o próximo. La individualidad que se subleva ante la muerte es una individualidad que se afirma contra la muerte.

En la decisión de saberse finito, el sujeto puede optar por la aventura de vivir e interpretar el mundo y sus ideas a partir de una práctica cotidiana que le permita ante todo sentir la vida. En relación con lo expuesto por Morin, Elizabeth Kubler-Ross en el libro La rueda de la vida (1997, p. 193) hace un resumen sobre los relatos que hacían las personas moribundas en sus charlas sobre la muerte:

Las lecciones enseñadas por cada una de estas personas se resumían en el mismo mensaje: Vive de tal forma que al mirar hacia atrás no lamentes haber desperdiciado la existencia. Vive de tal forma que no lamentes las cosas que has hecho ni desees haber actuado de otra manera. Vive con sinceridad y plenamente. Vive.

Viktor Frankl en Logoterapia y análisis existencial (1994) también reconoce el poder que tiene la finitud para el ser humano en el proceso de responsabilizarse de sus actos. El autor dice que, si nuestra existencia fuera temporalmente ilimitada, podríamos aplazar a discreción cualquier acción y nunca importaría realizarla precisamente ahora, pues podría llevarse a cabo igualmente mañana, pasado mañana o dentro de cien años. Es justamente el hecho de que exista un límite último de la vida, es decir de la posibilidad de actuar, el que nos obliga a aprovechar el tiempo y a no dejar pasar una ocasión de acción sin utilizarla. Por consiguiente, es precisamente la muerte la que de este modo otorga sentido a la vida y a nuestra existencia como algo único.

Es importante hacer una pausa para revisar que hasta el momento se han abordado unas someras aproximaciones a los conceptos de experiencia y tiempo; además se ha intentado relacionar cómo la experiencia está implicada en ese tiempo que se sabe finito, y que precisamente al saberse finito, viene acompañado de la necesidad imperante de encontrar un sentido. Es ahora relevante en este escrito ahondar más en el concepto de sentido, ya que, hasta el momento, apenas tímidamente se ha mostrado. Este será abordado desde la necesidad de encontrar un para qué en la vida, desde la posibilidad que tiene un sujeto de inquietarse por su ser ahí.

Es posible que usted, lector o lectora, en algún momento de su vida se las haya tenido que ver con preguntas como: ¿qué sentido tiene la vida?, ¿por qué me pasó esto a mí?, ¿a qué le tengo miedo?, ¿qué es lo que me está pasando? Se trata de interrogantes que son detonados por situaciones con alto contenido de perplejidad e incertidumbre que se convierten en experiencias para el sujeto. Lidiar con estas incómodas preguntas no es fácil, incluso muchas veces son apartadas y silenciadas; sin embargo, quienes se atreven a responderlas probablemente estén más próximos a identificar conscientemente un sentido o sentidos para su vida. Este tiene que ver con la inquietud. Las preguntas ayudan a develar sentidos. Un personaje de la literatura que encarna la búsqueda de sentido por medio de las preguntas es El principito de Antoine de Saint-Exupéry (1998, pp. 46-47), que a propósito se cita a continuación:

-¿Y qué haces con las estrellas? [...] -Nada. Las poseo. -¿Posees las estrellas?

-Sí. [.]

-¿Y para qué te sirve poseer las estrellas?

-Me sirve para ser rico.

-Y para qué te sirve ser rico?

-Para comprar otras estrellas, si es que alguien las encuentra.

"Este -se dijo a sí mismo el principito- razona un poco como mi borracho" [.]

-¿Y qué haces con ellas?

-Las administro. Las cuento y las vuelvo a contar -dijo el hombre de negocios. Es difícil. ¡Pero soy un hombre serio! [...].

El principito tenía acerca de las cosas serias ideas muy diferentes de las ideas de los mayores.

-Yo -siguió diciendo- poseo una flor, que riego todos los días. Poseo tres volcanes, que deshollino todas las semanas. Pues también deshollino el que está apagado. Nunca se sabe. El hecho de que yo los posea es útil para mis volcanes, es útil para mi flor. Pero tú no eres útil para las estrellas.

El hombre de negocios abrió la boca, pero no supo qué decir, y el principito se fue.

En este fragmento se puede observar el proceder del principito para develar sentidos. La pregunta le ayuda a interpelar al otro sobre el qué mueve o motiva la acción. Este diálogo es particularmente interesante porque muestra a un ser "muy ocupado" que al parecer no tenía claridad sobre cuál era su motivación para contar y poseer las estrellas. Cuántas veces en la vida el sujeto actúa como este contador de estrellas, y cuánta sorpresa y confusión encuentra cuando la experiencia de vivir le increpa por un para qué.

Lluís Duch (citado en Melich, 2002) señala que la noción de sentido era completamente ignorada por los griegos y la creencia judeo-cristiana fue la que impulsó la noción de que el fin tiene una supremacía sobre los medios, lo que implica que el transcurso del tiempo tiene una dirección, una finalidad y un sentido. Es decir, el hecho de vivir y saber que morimos y no saber qué pasa luego de la muerte inyecta en el ser humano una necesidad de encontrar un para qué de su existencia, un para qué con sabor a nostalgia, un sentido o sentidos que Melich asocia con una constante búsqueda al decir: "[.] para la filosofía de la finitud el sentido nunca es del todo alcanzable, pues los seres humanos, como seres finitos, no podemos dejar de desear y nunca poseemos el sentido definitivo y último de la vida" (p. 58). El sentido no se refiere a lo estático, es decir que el ser humano no necesariamente tiene un único sentido en su vida, sino que este es modificado por las experiencias que vive.

El ser humano tiene a su disposición el poder de generar estados de consciencia y de interpretar su vida. Melich (2002, p. 57) dice: "La interpretación, la recontextualización, la problematización abarca toda la existencia humana. Por eso el fin de la interpretación es la muerte". En su vida, el sujeto tiene el poder de imaginar y crear otros mundos diferentes o alternativos, los cuales finalmente le permiten transformar su propio mundo. Las interpretaciones ayudan a que cambie el sentido que asigna a sus experiencias. Cuando cambia el sentido, algo le pasa al sujeto, su mundo cambia. Frankl, en El hombre en busca de sentido (1962), señala aquello como voluntad de sentido, como la experiencia única de cada sujeto en la que puede elegir cómo interpretar aquello que sucede en su vida, y en la que no hay un sentido general para todos, sino que cada uno ha de buscarlo por sí mismo.

La búsqueda de sentido se asocia entonces con la inquietud continua del ser humano, porque en todo momento el sujeto es aprendiz, alguien cuyo dinamismo más íntimo y decisivo le obliga a "ir siendo" aquello que aún no es, pero que, sin embargo, puede llegar a serlo (Duch y Melich, 2009). La constante búsqueda le otorga al ser humano la posibilidad de asignar sentido o sentidos a sus vivencias y es un devenir que no tiene término. San Agustín es citado por Duch y Melich (2009, p. 83): "Busquemos como buscan los que han de encontrar. Y encontremos como encuentran los que deben seguir buscando, porque se ha dicho que el hombre que llega al final no hace sino volver a empezar". Esta es sin duda la tarea del sujeto: desafiar constantemente sus interpretaciones y reconfigurar sentidos.

Melich (2002) define el mal que habita en el mundo moderno como una sociedad en la que "hemos conquistado la realidad y perdido el sueño" (p. 126). Perder los sueños, la capacidad de asombrarse, de sentir, vuelca al ser humano en su lado lógico y lo deja incompleto, lo convierte en un "hombre sin atributos, hombres de carne y hueso que nacen y mueren" (Melich, 2002, p. 124). Un antídoto para el hombre sin atributos del que habla Melich sería el hombre consciente, que se inquieta por su ser ahí. La generación de consciencia es un tema que no adolece de fama en la actualidad; es bastante común escuchar frases como: "habitar el aquí y el ahora", "la importancia de estar conectados con un alguien o con un algo". Y en la lista de recomendaciones a tener en cuenta para ser más conscientes, la reflexión individual debería poseer un valor preponderante para el sujeto.

La soledad y, por supuesto, el silencio son dos ausentes en el mundo moderno del que habla Melich. Estar solo y apacible es visto por el otro como sospechoso y extraño. La incomodidad del silencio o de no hacer nada es aplastada por el "tener demasiado trabajo", por el "no tener tiempo". La soledad, el silencio y la reflexión son síntomas del "no encajar". La necesidad de aparecer ante un otro como alguien ocupado y rodeado de gente tatúa en el sujeto el temor a estar sin el otro. La soledad tomó adjetivo de vergüenza, son las soledades vergonzantes que acompañan al sujeto de la vida moderna.

Viktor Frankl (1962) cita a Nietzsche con esta frase: "Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo". Es una responsabilidad de cada sujeto inquietarse por el sentido que tiene su existencia y de ello dependerá tanto la conexión que encuentre con el hecho de trascender como la actitud que elija para hacer frente a las situaciones que la vida le ofrezca. La vida orquesta vivencias y aprendizajes dentro de un espacio y un tiempo determinado que permiten a cada sujeto, según sus interpretaciones, construir su historia, asumir una mirada, una actitud del mundo. El ser humano cuenta con libertad de elección y decide vivir desde la apatía y el profundo aburrimiento o desde el asombro y la esperanza.

Frankl (1962) considera que hay tres modos básicos en los que el ser humano puede descubrir el sentido de vida: mediante la realización de una obra o acción concreta; teniendo algún principio o vivencia del mundo o de los otros como la contemplación o el amor, respectivamente; y por el enfrentamiento del sufrimiento. Frankl (1962, p. 77) dice: "[...] cuando ya no existe ninguna posibilidad de cambiar el destino, entonces es necesario salir al encuentro de este destino con la actitud acertada". El sufrimiento, desde el punto de vista de lo inevitable, requiere que el sujeto lo acepte y le asigne un significado que beneficie su actitud frente a la vida; de esa forma, quien sufre puede descubrir un sentido, como suele ser el sacrificio.

Podemos concluir que, cuando un sujeto expresa algo como "en un segundo mi vida cambió", se podría decir que están presentes reflexiones, muchas veces inconscientes, frente a los conceptos como experiencia, tiempo, finitud y sentido de vida. Es decir, se trata de un sujeto al que un algo, ya sea externo o interno, le ofreció la posibilidad de vivir una experiencia, de que algo le pasara. Su capacidad de decidir fue puesta en alerta: decidir si detener el tiempo de lo estático, donde nada me pasa, o inquietarse por su ser ahí mientras es; decidir una nueva versión de sujeto; decidir si se queda con los porqués que detienen el tiempo o los para qué que le permiten asumir su finitud y posibilidad de aceptar la oferta de nuevos sentidos para su vida. Como dice Pearl Jam (2002) en se canción I am mine: "I know I was born and I'll know that I'll die, the in between is mine" (Se que nací y sé que moriré, lo que pasa entre vida y muerte es mío). Finalmente se trata de decisiones que interpelan al sujeto, puede que las tome, puede que no.

La expresión "en un segundo" desborda la arrogancia del control, lo inevitable se le pone en medio a un sujeto distraído. El estar ahí del sujeto es un estar frágil y vulnerable, al que las experiencias le vienen y le advienen en el tiempo sin que su elección tenga relevancia alguna. La asignación de sentido a la experiencia es la única elección que corresponde al sujeto. Los sentidos aparecen, se dejan encontrar, pero es el sujeto quien decide. La experiencia con su carácter de gratuidad invita a ser comprendida en su absurdo devenir. El sujeto finito, pasajero, decide qué comprender y, por lo tanto, cómo vivir

(T2) Referencias

De Saint-Exupéry, A. (1998). El principito. Editorial Latinoamericana S.A. [ Links ]

Duch, L. y Melich, J.-C. (2009). Ambigüedades del amor. Antropología de la vida cotidiana 2.2. Editorial Trotta. [ Links ]

Frankl, V. (1962). El hombre en busca de sentido (17a ed.). Editorial Herder. [ Links ]

Frankl, V. (1994). Logoterapia y análisis existencial (2a ed.). Editorial Herder. [ Links ]

Heidegger, M. (1927). Ser y tiempo (2a ed.). Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Kubler-Ross, E. (1997). La rueda de la vida (8a ed.). Editorial Ediciones B. [ Links ]

Melich, J.-C. (2002). Filosofía de la finitud. Editorial Herder. [ Links ]

Morin, E. (1999). El hombre y la muerte (3a ed.). Editorial Kairós. [ Links ]

Palacios Cruz, V. (2005). La soledad del instante como fundamento de la soledad reflexiones sobre la temporalidad humana. Revista Pensamiento y Cultura, (8), 67-82. [ Links ]

Pearl Jam (2002). I am mine [Canción]. En Riot Act [Álbum]. Epic. [ Links ]

Sartre, J. P. (2005). El ser y la nada. Editorial Losada. [ Links ]

Skliar, C. y Larrosa, J. (2009). Experiencia y alteridad en educación. Editorial Homo Sapiens. [ Links ]

Wikstrom, O. (2005). El elogio de la lentitud. Editorial Norma. [ Links ]

*Investigación desarrollada dentro del programa de Maestría en Educación y Desarrollo Humano del CINDE y la Universidad de Manizales. Realizada por Juan Esteban Gutiérrez Estrada y Mónica Marcela Gaviria Múnera, con la tutoría de María Teresa Luna, directora de la línea de investigación "Socialización política y construcción de subjetividad"

1En el escrito "La soledad del instante como fundamento de la soledad. Reflexiones sobre la temporalidad humana".

Cómo citar este artículo: Gaviria Múnera, M. M. (2020). La experiencia de la finitud y el sentido de vivir. Revista Aletheia, 12(1), 197-210

Recibido: 01 de Enero de 2015; Aprobado: 25 de Abril de 2020

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