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HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local

On-line version ISSN 2145-132X

Historelo.rev.hist.reg.local vol.5 no.10 Medellín July/Dec. 2013

 

ARTÍCULO

 

Modernización, reconfiguración social y productiva en un grupo de campesinos ganaderos del Noroeste de México, 1964-2000

 

Modernization, Socio-Productive Reconfiguration in a Group of Cattle Raisers Peasant in the Northwest of Mexico, 1964-2000

 

Gloria María Cañez De la Fuente* Juana María Meléndez Torres**

* Licenciada en Antropología Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), México; Maestra en Desarrollo Rural por la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, México; actualmente cursa el Doctorado en Antropología Física en la ENAH y es Profesora-Investigadora del Departamento de Estudios Sociales del Sistema Alimentario de la Coordinación de Desarrollo Regional del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo AC (CIAD AC), Hermosillo, Sonora, México. Correo electrónico: gloria@ciad.mx

** Ingeniera Bioquímica en Alimentos por el Instituto Tecnológico de Durango, México, con estudios en Maestría en Nutrición y Alimentos en el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, AC, México; y Doctora en Ciencias con especialidad en Bioantropología y Salud en la Universidad de Granada, España. Es Profesora-Investigadora adscrita al Departamento de Estudios Sociales del Sistema Alimentario del CIAD AC). Correo electrónico: jmelendez@ciad.mx

Recepción: 04 de agosto de 2013 Aceptación: 02 de octubre de 2013


Resumen

Este artículo aborda el estudio de caso de un grupo de campesinos desplazados de sus pueblos en la región serrana, como resultado de la política modernizadora agrícola- ganadera en el noroeste de México. Se analizan, desde una perspectiva socio-antropológica e histórica, los aspectos que afectaron tanto el desarrollo de acciones y relaciones sociales dirigidas al mejoramiento de sus condiciones de vida, como de su actividad productiva bajo las nuevas circunstancias que les imponía dicha modernización, en una región semidesértica, durante la segunda mitad del siglo XX. Se realizaron entrevistas a profundidad, con la finalidad de recuperar sus propias experiencias y los significados de sus acciones. Encontramos que el nuevo esquema productivo y financiero, la exclusión de la ganadería tradicional, y los cambios en el uso y control de los recursos agua y tierra, fueron elementos que propiciaron conflictos internos entre estos campesinos y que al mismo tiempo, contribuyeron a la reconfiguración del complejo de relaciones sociales e identitarias existentes.

Palabras Clave: campesinos, ganadería, relaciones entre grupos, identidad, estudio de caso, Noroeste de México.


Abstract

This article approaches the study of case of a group of cattle raisers in the northern of Mexico. They are analyzed from a socio-anthropological and historical perspective, which were the aspects that affected so much the development of actions and social relations directed the improvement of his conditions of life as of his productive activity under the modernization process in a semidesert region, during the second half of the 20th century. Qualitative interviews were realized, with the purpose of recovering his experiences and the explanation or meaning of his actions in his own terms. We find that the new productive and financial scheme, the exclusion of the traditional ranching, and the changes in the use and control of the resources water and land, they propitiated internal conflicts between these peasants concerning the control and use of it, as well as the reconfiguration of the existing social relations and identities complex.

Keywords: peasantry, cattle ranching, intergroup relation, identity, study of case, northern of Mexico.


Introducción

La modernización agropecuaria impulsada en México durante la segunda mitad del siglo XX, en particular en el noroeste del país, condujo a una transformación productiva y del uso de dos de los principales recursos naturales: tierra y agua. Los efectos de este proceso se manifestaron tanto en la vida económica como en la vida social y cultural de los campesinos. De acuerdo con Solé (1998, vii), en el proceso de modernización ''los roles tradicionales pierden su anterior importancia y significación y los individuos pueden encontrarse desarraigados, tanto física como psíquicamente''. Un ejemplo de ello lo constituye el caso que aquí se presenta, en el que se muestra cómo las transformaciones en el plano económico y productivo también se expresan en el ámbito de las relaciones sociales, prácticas culturales e incluso en la identidad de un grupo de campesinos ganaderos del noroeste de México.

En Sonora, a mediados del XX, se instrumentaron políticas de modernización agrícola y ganadera que transformaron sobre todo, las formas de producción tradicional y la vida cotidiana del campesinado. Aparejado con este proceso modernizador —que pretendía el impulso de la agroindustria y la ampliación de la frontera agrícola— se llevó a cabo la construcción de grandes obras de irrigación e infraestructura hidráulica en la región. Una de las principales obras fue la presa ''Plutarco Elías Calles'' (El Novillo) que se construyó para captar las aguas de dos de los principales ríos en la región, el Yaqui y el Moctezuma.

Los planes para este proyecto hidráulico surgieron durante la gubernatura de Ignacio Soto (1949-1955) (Hewitt 1978), pero fue hasta 1964, durante la gubernatura de Luis Encinas Johnson (1961-1967), que se concluyó la obra y se abrieron las compuertas de la presa. En la construcción y apertura influyeron grupos de empresarios y políticos locales, junto con la fuerza económica e intervención directa de los gobiernos estatal y federal. El proyecto fue encabezado por la Comisión Federal de Electricidad (CFE) cuyo objetivo principal era la generación de energía eléctrica, insumo que demandaba el acelerado desarrollo industrial, agrícola y urbano de la capital del estado (Ramírez, Conde y León 1985).1

Este proyecto hidráulico trajo consigo que bajo las aguas de la presa El Novillo quedaran anegados los pueblos de Suaqui, Tepupa y Batúc, localizados en la parte centro-oriente de la sierra sonorense. Los habitantes de estos pueblos serranos emigraron a otros lugares lejanos y algunos de ellos se desplazaron a la ciudad de Hermosillo, capital del estado. Ahí se integraron a un grupo solicitante de tierras ejidales, las que finalmente les fueron otorgadas en la región de la Costa de Hermosillo, en 1964.2

El presente trabajo muestra la visión de estos ejidatarios sobre la conformación del nuevo ejido (Cruz Gálvez), en particular de los aspectos que incidieron en los vínculos sociales y productivos, y las formas de organización, dentro de los distintos escenarios que fueron propiciados por la política modernizadora gubernamental.3

Problema de investigación

Durante las décadas de los cincuenta y los sesenta del siglo XX, el proceso de modernización pecuaria impulsó una gran innovación tecnológica y de mercado, que modificó las bases en las que se consolidó, a lo largo de cuatro siglos, la ganadería tradicional en Sonora. En la región serrana este proceso de modernización traería consigo cambios en la producción agrícola y ganadera campesina. ''La pequeña producción campesina quedó inserta en una estructura mayor, de forma piramidal, de productores involucrados en la cría, pre-engorda y comercialización del ganado en el mercado regional e internacional, principalmente con el mercado norteamericano'' (Pérez 1993, 220-224).

A diferencia de lo que ocurría en la región serrana, los campesinos asentados en el nuevo ejido —Cruz Gálvez— en la zona costera del Estado, se integraron en el proceso de especialización de la producción de becerros diez o veinte años después de que inició, y en un medio ambiente muy diferente al que estaban acostumbrados. En esta región costera se introdujo un tipo de ganado europeo que necesitaba mucho más alimento que el Criollo y que resultaba poco adecuado para un medio árido, con un clima extremoso, tierras de agostadero sobreexplotadas y sin la posibilidad de riego para la siembra de forrajes, que les permitiera la extensión de esta actividad en la región.4 Esta situación demandaba de parte de los campesinos una gran capacidad productiva y organizativa para enfrentar esta condición de desventaja y lograr su permanencia en el nuevo espacio y en el mercado ganadero.

Uno de los aspectos fundamentales para el mejoramiento de las condiciones de vida de una comunidad, es la participación organizada de sus miembros en la búsqueda de nuevas alternativas, que brinden a su vez mejores perspectivas de vida para las generaciones futuras. De ahí la importancia de la relación sujeto y desarrollo como uno de los ejes centrales para el análisis de los cambios sociales en la región.5 Asimismo, el conocimiento de las experiencias actuales sobre la constitución de sujetos sociales es, sin duda, de gran relevancia para la comprensión de estos procesos. Sin embargo, en este caso en particular se trató de conocer el otro lado de la moneda, es decir, los aspectos que podrían constituir limitantes para que un grupo social o una comunidad determinada se instituyan en un sujeto social. Esto en el sentido que propone Zemelman (1997,63), en cuanto a que ''los sujetos sociales no surgen espontáneamente, sino que se construyen a partir de los procesos sociales en los que están inmersos''.

Para comprender la naturaleza de los sujetos sociales es necesario conocer las diversas formas en las que surgen y se desenvuelven, pero la realidad social posee una gran complejidad por su constante reelaboración y dinámica. En ella, existen condicionantes en la estructura social que pueden constituir limitaciones u obstáculos para que el actor, como un ser histórico-social, logre una conciencia y subjetividad que lo lleven a visualizar alternativas a futuro, como sujeto productor de nuevas realidades (Cañez y Tarrío 2007); es decir, capaz de buscar otras posibilidades a partir de lo que se tiene o de los cambios que ha sufrido.

En este caso, el problema de investigación nos exigió conocer los distintos actores y procesos socio-económicos, así como otros aspectos de la historia personal y colectiva que incidieron directa o indirectamente en esta comunidad ejidal, desde su establecimiento en 1964 hasta el año 2000.

En nuestro trabajo partimos del siguiente supuesto: el hecho de que estos campesinos iniciaran con el proceso de especialización como productores de becerros de una manera tardía, en un momento histórico distinto y en condiciones regionales y ambientales diferentes significó una gran desventaja para ellos. Estos ejidatarios tuvieron que transformar sus actividades productivas, organizativas y familiares, así como el manejo de sus recursos, para poder mantener su condición de campesinos ganaderos. Quedaron circunscritos a la dependencia de una sola actividad y hacia un sólo mercado, el internacional; lo que también significó el surgimiento de limitaciones y dificultades para el desarrollo de su actividad ganadera. Al mismo tiempo, las exigencias de esta especialización ganadera y las presiones para mantenerse en el mercado, comprometieron sus recursos al elevarse los costos de producción. Estas condiciones fueron propicias para el surgimiento de conflictos internos, principalmente por el manejo y control de los recursos naturales: tierra y agua. Se debilitó la capacidad organizativa y se vio afectada la vida social de las familias del ejido, y con ello se favoreció la construcción de nuevas identidades.

En este sentido, nuestro objetivo fue identificar los principales aspectos sociales, económicos y productivos, así como los conflictos que condujeron a la fragmentación de la vida social y productiva de los ejidatarios y a la construcción de nuevas identidades. Para ello realizamos entrevistas en profundidad (Spradley, 1979) con 29 ejidatarios,6 se reconstruyeron algunos episodios de la vida cotidiana y otros aspectos que nos permitieron conocer la historia del ejido Cruz Gálvez en el periodo de 1964 a 2000.7 Porque es en la cotidianidad que encontramos prácticas y relaciones diversas que son comprendidas en los ámbitos de lo doméstico, lo social, lo laboral. Entre ellas podemos mencionar las formas de producir, de usar los recursos naturales, de organizar las distintas actividades que comprenden estos tres ámbitos, así como las actividades lúdicas, las formas de convivencia social o familiar. Así mismo, dentro de ese universo dinámico y multidimensional de lo cotidiano se encuentran aspectos y procesos relacionados con creencias, religiosidad, ideas, identidades, juicios, experiencias contenidas tanto en la historia individual como colectiva ligadas a ciertos sentimientos, entre otros.

Entendemos que el conocimiento de las relaciones entre grupos y/o las acciones colectivas que expresan, tanto en el plano grupal como individual, las respuestas a lo inmediato, constituyen una parte sustancial del conocimiento de esta conciencia histórica de lo cotidiano.8 Y que a partir de la reconstrucción de la memoria colectiva de los sujetos, de la conformación o reconfiguración de sus identidades individuales y colectivas, es posible comprender cuáles aspectos (y procesos) influyeron en la constitución de sus formas organizativas y sus sistemas de relaciones, incluyendo la identidad.

En el entendido de que la realidad es una construcción social e histórica; y que dentro de este proceso existen planos o dimensiones que inciden en las formas en las que la subjetividad colectiva o individual de los sujetos se construye en su vida cotidiana, y en la cual la relación sistémica macro-micro social se manifiesta en los cambios en su forma de vivir, producir, pensar y decidir (Cañez 2001), así como también en las identidades como sistemas de relaciones.9

Costa de Hermosillo y conformación del ejido Cruz Gálvez

El nuevo ejido Cruz Gálvez se estableció en la Costa de Hermosillo, dentro de la llanura costera o desértica, una región árida que se extiende por la mitad del estado de Sonora y llega a los estados de California y Arizona en la Unión Americana y hacia el sur hasta el estado de Sinaloa. Al poniente colinda con el Mar de Cortés y al oriente con la región del somontano (Camou 1994).10 Cuenta con un clima extremoso, con temperaturas cercanas a los 0 ˚C en enero y febrero y, superiores a los 45˚C en julio y agosto,11 con una precipitación media anual de 50 mm3. Su vegetación se compone de plantas xerófilas como diversas cactáceas, pastizales tipo zacate liebrero (Bouteloua barbata), zacate buffel (Cenchrus ciliaris L.), y algunas variedades de arbustivos y de herbáceas (Aguirre 1998).

En esta región tuvo lugar un gran proyecto de modernización agrícola durante 1940-1970, la ''Revolución Verde'', que se basó en el uso de nuevas tecnologías, inversión de capitales (públicos y privados), y créditos destinados a obras de irrigación, carreteras, electrificación e investigación agrícola (Hewitt 1978). Su desarrollo propició cambios en la estructura de posesión de la tierra, una explotación irracional y desequilibrada, el agotamiento de las aguas subterráneas,12 así como la salinización de pozos y tierras.13

Los primeros años en el ejido

Algunos de los campesinos que fueron desplazados de Suaqui y de Tepupa, junto con otros campesinos de Nácori Chico, Divisaderos y del Pueblo de Villa de Seris,14 vinieron a constituir el ejido Cruz Gálvez en 1964. Eran un total de 165 campesinos y se les dotó con una superficie total de 12000 hectáreas, de las cuales 2000 hectáreas eran de agricultura y 10000 de agostadero.15

Antes de emigrar a la Costa de Hermosillo, los campesinos de Suaqui, Tepupa y Nácori Chico eran cultivadores y pequeños ganaderos. Estas actividades las alternaban o complementaban trabajando de jornaleros, vaqueros en algunos ranchos cercanos, en el gambuseo (la búsqueda de minerales) y en la elaboración de bacanora —una bebida regional elaborada a partir del destilado de un agave silvestre (Agave angustifofia Haw)—. Mientras que los campesinos del Pueblo de Villa de Seris eran pequeños agricultores en la vega del Río Sonora y algunos tenían ganado a pequeña escala en ranchos cercanos a la ciudad de Hermosillo.

Estos nuevos beneficiarios se encontraron con una tierra de mala calidad, con agostaderos sobrepastoreados y con la falta de agua. Ante estos nuevos retos y una realidad distinta a la que conocían, estos ejidatarios tuvieron que reorganizar su vida social y económica, en la cual la familia, en su función de estructura de acogida (Dutch 2002) e instancia poseedora de una gran capacidad de adaptación, tuvo un papel fundamental.

Las primeras familias se vieron obligadas a vivir bajo la sombra de los árboles, en un clima extremoso y con agua insuficiente para sus necesidades domésticas. Ya no contaron con la seguridad que les proveía las aguas del río Moctezuma, ahora estaban a la expectativa de las ''venidas'' o ''corridas de agua'' de La Poza, un arroyo cercano al ejido que se nutría del agua de lluvia y del escurrimiento de los cerros cercanos.

Algunas costumbres de los pueblos se siguieron practicando en el ejido, fue el caso de los mentideros, que eran reuniones donde los varones convivían, discutían, dirimían diferencias, tomaban acuerdos, contaban chistes y anécdotas. Era una forma de mantener y fortalecer los lazos de amistad y solidaridad en la comunidad:

Se hacían mentideros. Ahí nos juntábamos a charrear y pasar el resto de la noche, éramos puros hombres. Ahí salían las mentiras, era costumbre de los pueblos, y siempre nos juntábamos en el mismo lugar. Cuando había noticias, el comisariado nos las platicaba y ahí hablábamos de ellas y de nuestros problemas, veíamos qué hacer.16

Por otra parte, se establecieron formas de solidaridad y reciprocidad conjuntas para resolver la urgente necesidad de contar con alimentación y vivienda, la transportación de enfermos y parturientas a la ciudad, agua para consumo diario y la educación de los hijos. Para esta última, construyeron entre ellos un cuarto y solicitaron a la Secretaría de Educación Pública del estado (SEP), que les enviara un maestro para que impartiera clases a 28 niños.

Estos primeros esfuerzos colectivos también ayudaron a la organización de las actividades productivas en el ejido. Durante los primeros cinco años (1964-1969) las familias se organizaron y sembraron maíz, calabaza, sandía, caña y trigo duro, productos que se orientaban al autoconsumo. En el caso del trigo, cuando se obtenía algún excedente, éste se vendía a un molino harinero de la ciudad de Hermosillo —La Fama—. Los cultivos eran de temporal y se regaban aprovechando las ''venidas'' del arroyo La Poza. Desde su cauce se hacían tajos, bordos y canales para conducir el agua a las tierras sembradas. En el caso del trigo y la caña que eran cultivos que requerían de mucha agua, pudieron mantenerlos durante ese tiempo, gracias a que hubo agua suficiente tanto de lluvia como de las corridas del arroyo. También trabajaron en la leña y el carbón, productos que vendían en ranchos y campos agrícolas de la Costa de Hermosillo, ladrilleras o en la ciudad de Hermosillo.

Sin embargo, esta situación cambió al poco tiempo. La explotación irracional y desequilibrada a la que fueron sometidos los recursos naturales de la región, el agotamiento de los mantos subterráneos y la salinización de los suelos (Moreno 1994), junto con las frecuentes sequías, y la construcción de compuertas en ranchos y campos aledaños al ejido —con la finalidad de desviar el agua del arroyo La Poza— hicieron imposible mantener la siembra de temporal, básicamente por la falta de agua.

Por otro lado, sólo unos cuantos campesinos trajeron consigo el ganado de raza criolla que poseían en la región serrana. Este tipo de ganado aguantaba las altas temperaturas del verano y podía caminar largas distancias en busca de alimento, por lo que acostumbraban soltarlo en el monte para que pastara libremente. No había divisiones ni cercos que delimitaran las tierras del ejido, cada ejidatario conocía bien su ganado. Más tarde, se empezó a usar la ''marca de fierro'' o la ''marca de sangre'' para identificar al ganado y a su propietario, requisito para vender reses o su piel a los compradores de la ciudad.17 Para estos ejidatarios, el contar con ganado les aseguraba hacer frente a algún problema económico en la familia. Para ello vendían algún becerro, pero no frecuentemente pues tenían pocas vacas y no criaban muchos becerros. La posesión de ganado era una forma de ahorro, un patrimonio que permitía enfrentar imprevistos o atender necesidades.

Estas familias mantenían un tipo de ganadería tradicional. Continuaron con la ordeña para la obtención de leche y la elaboración de quesos, para consumo familiar y en algunos casos, para la venta. En el caso de la carne, preferían comprarla en la ciudad para mantener la ordeña y no disminuir el tamaño de sus hatos, del cual obtenían algún ingreso.

Sin embargo, en ocasiones especiales sí llegaban a matar una vaca, con la carne hacían cecina: cortaban la carne, la salaban y la dejaban secar al sol. La carne que se obtenía se repartía entre las familias, lo llamaban el beneficio de la carne (esto se hizo entre 1964 y 1969): ''Cuando se mataba una vaca, se pesaba toda la carne; más o menos salían unos 80 kilos de carne, entonces se repartía, por decirle, si éramos veinte gentes entre todas se dividía el total de carne que se sacaba y se repartían los huesos, cada quien se beneficiaba''.18 Esta costumbre permitía que las familias contaran con algo de carne, en especial aquéllas que no tenían ganado o recursos para comprarla. Con la adopción de un nuevo tipo de ganadería, esta estrategia comunitaria desapareció.

Modernización ganadera: implicaciones en la vida y organización del ejido

Uno de los rasgos principales de la modernización ganadera en Sonora fue el cambio de los patrones de la ganadería tradicional. Este proceso, en la entidad, adquirió un gran impulso en la década de los setenta,19 debido principalmente al incremento de la demanda y el alza de los precios internacionales en el mercado de la carne; así mismo, el impacto de la industria cárnica en los Estados Unidos.20

Como parte de este proceso, en Sonora se promovió la especialización en la crianza de becerros al destete en algunas unidades de producción campesinas. En 1970 el Banco Nacional de Crédito Rural (Banrural) otorgó apoyos a pequeños productores para la compra de vientres y sementales, así como préstamos de avío para adquirir maquinaria, canales de riego, bombas de extracción de agua, desmonte y siembra de pastizales o forrajes, para fomentar la especialización en la producción de becerros en los ejidos sonorenses (Peña y Chávez 1988).

Los campesinos del ejido Cruz Gálvez supieron de estos apoyos y en 1970 obtuvieron un primer crédito del Banrural para el desmonte de 470 hectáreas. Posteriormente un grupo de ejidatarios solicitó un segundo crédito para el desmonte y cultivo de 95 hectáreas de tierra agrícola. Una de las condiciones que el banco les impuso para aceptar su solicitud fue que dividieran dicha tierra de la del resto del ejido. Los ejidatarios realizaron la separación y el crédito les fue otorgado. En ese mismo año, el banco les ofreció a los ejidatarios otro crédito para la compra de ganado y siembra de praderas, pero no todos lo aceptaron. Nuevamente se les requirió acatar las condiciones que la institución bancaria estipulaba. Una de ellas era constituirse en sociedades de trabajo o de crédito lo que implicaba formar pequeños grupos de trabajo para acceder a los créditos y apoyos. Este mecanismo aseguraba un mayor control por parte del banco, al generar actores rentables y con ello garantizar la recuperación de los créditos. Otra de las condiciones que impuso el banco a los ejidatarios fue separar sus tierras de agostadero. Tomar esta medida implicaba un uso diferente de la tierra, del agua y del manejo del ganado, pues al dividir la tierra se limitaba el área de agostadero y esto reducía las posibilidades para alimentar el ganado. Por último, se les pidió deshacerse del ganado criollo que poseían para que no se mezclara con el nuevo ganado que se les entregaría más tarde. Esto se debió a que el proceso de ganaderización que se impulsó con estos programas de crédito, exigía la introducción de ganado europeo orientado a la producción de carne, principalmente.

El crédito y los patrones organizativos y productivos —impuestos por el Estado vía esta institución financiera— fueron establecidos de acuerdo a las exigencias del mercado de la carne en el ámbito regional e internacional. Esto trajo consigo una serie de cambios productivos y económicos que también se reflejarían en la vida social de esta comunidad ejidal (Cañez y Tarrío 2007).

A partir del establecimiento de la nueva organización del trabajo ganadero, teniendo como base a las sociedades de trabajo, se propició la desaparición gradual de la concepción colectiva en estos ejidatarios; que antes se advertía en las formas de organizar el trabajo agrícola, de la leña y el carbón; así como con la distribución de los productos de las cosechas y de la incipiente ganadería que caracterizaron los primeros cinco años de vida del ejido (1964-1969). Bajo el nuevo patrón organizativo, los ejidatarios productores de becerros comenzaron a excluir a quienes no formaban parte de estos grupos organizados. Paulatinamente este requisito empezó a imponerse, no sólo como criterio productivo o condición para el acceso a los recursos (tierra y agua) sino también como un criterio de diferenciación e identificación social. A través del crédito, se establecieron las condiciones para un proceso de extracción de excedente, que era controlado por el banco, así como la subordinación de su producción a las necesidades del mercado de la carne, nacional e internacional.

La inclusión del ejido en este proceso de modernización ganadera significó el comienzo de una forma distinta de manejar el ganado y los recursos naturales. Este proceso se dio mediante cuatro importantes cambios tecnológicos: a) la introducción de razas finas productoras de carne como la charolais que necesitan mucho alimento y agua; b) la división de las tierras de agostadero para el manejo de potreros y siembra de pastizales; c) la construcción de una nueva infraestructura y d) el manejo colectivo del ganado (Cañez y Tarrío 2007). A estos cambios, también se aunaba la necesidad de asegurar el abastecimiento de agua para el ganado fino que se realizaba por medio de los dos pozos existentes en la zona: ''El Chupadero'' y ''El Caporal''. Únicamente una pequeña parte de los ejidatarios mantuvo sus unidades de explotación familiar.

Mediante dichas condiciones se marcaron límites que fueron más allá de la sola división de las tierras y del ganado, y que se expresaron en la gradual separación entre la producción y las relaciones o lazos sociales que existían entre las familias. Todo ello trastocó el complejo de relaciones sociales que había cumplido, hasta entonces, la función de asegurar la cohesión interna, el acceso equitativo de la tierra y el agua, así como la distribución de los alimentos entre los pobladores del ejido (Cañez y Tarrío 2007).

A su vez, se fue desarrollando un proceso de fragmentación interna, debido a la aparición de intereses, desacuerdos y conflictos entre los ejidatarios, que junto con el surgimiento de nuevas identidades, condujeron a la conformación de dos distintos sectores en el ejido: San Pablo y El Caporal. En el primer grupo se quedaron los campesinos que no deseaban endeudarse y que quisieron conservar su ganado criollo y la forma tradicional de trabajar y, en el segundo, se integraron los que deseaban mejorar la calidad genética de sus reses y aumentar sus hatos para satisfacer las demandas del mercado. El agostadero quedó dividido en dos y los pozos fueron sorteados, creando inconformidades al decidir sobre su ubicación: ''Cuando vino el ingeniero a medir la tierra para dividirla, un ejidatario de San Pablo reclamaba que el pozo quedara dentro de las tierras de su sector, pero se hizo la medición de 3,300 hectáreas y el pozo quedó en El Caporal''.21

Se quedaron sin electricidad en los dos sectores, y el agua se convirtió en su mayor problema. Los ejidatarios que contaban con conocidos y parientes o que tenían una casa en la ciudad de Hermosillo se proveían de agua y la llevaban en tambos, cubetas o en cualquier recipiente para satisfacer sus necesidades domésticas y las de su ganado. El traslado de agua desde la ciudad les exigía que destinaran algún tiempo para conseguir quién se la llevara, además del dinero para cubrir los costos de gasolina. Algunas familias que no tenían carro para transportar los depósitos de agua recibían la ayuda del ejército.

Para el manejo del ganado se formuló un reglamento en 1970, pero no todos lo acataron. Parte de los apoyos que se dieron con el crédito fueron para la construcción de infraestructura en cercos, abrevaderos y bordos, con los que se fueron limitando las tierras de agostadero y los potreros, y además se construyeron corrales de manejo para el ganado. El lugar donde abrevaba el ganado también quedó cercado. Las reses ya no podían moverse con libertad para alimentarse y tomar agua como antes. Esta nueva distribución de la tierra y del agua sumaría nuevos disgustos y problemas a la lucha por la vida diaria.

En tan solo dos años (1970-1972) los conflictos afloraron y la presión por tener libre acceso a los recursos, agua, pastos y tierra se convirtió en el centro de la disputa entre los dos sectores:

Los ejidatarios de ese sector (El Caporal) se posesionaron del pozo que nos correspondía y nos dijeron que compartiéramos corrales y agua, pero comenzaron las dificultades porque empezaron a cobrarnos muy cara el agua y ellos metieron un equipo nuevo al pozo con el Banco.22

El ejido entonces era como una película de vaqueros. Había un señor que empezaba a tirar balazos y a nosotros nos encerraban. Dio muchos dolores de cabeza y todavía los da. Me acuerdo que los de San Pablo no querían pagar el agua y una vez que los de San Pablo metieron su ganado, los del Caporal —entre ellos mi papá— les encerraron el ganado en los corrales y estuvieron cuidando día y noche, ahí los veías sentados arriba de los corrales con rifles cuidando que no se lo fueran a llevar. Eran unos pleitos, haga de cuenta como las películas de vaqueros, bien pudieron hacer aquí una película.23

Con el crédito para comprar ganado empezaron los problemas porque los que venían de Suaqui tenían ganado, como ''Nacho'' Córdoba. Él se trajo su ganado de Suaqui y se pasó a San Pablo en donde inscribió a sus hijos Jesús y Pablo en el ejido. Luego, con el crédito algunos vendieron sus vacas y compraron otras. Hubo una ocasión en la que fui con mi esposo a sembrar en mi parcela y cuando estábamos arreglando el terreno pasó una estampida de reses, las iba arriando un señor y es que eran vacas broncas. Las tuvieron que amansar porque eran para cría y no para ordeña, eran charoláis.24

Los problemas se fueron agravando hasta el punto que el Sector San Pablo decidió separarse e inclusive formar un ejido aparte, lo que no sucedió: ''Siempre no nos dividimos porque algunos no quisimos. No votamos, porque si votamos pues... ellos son más y ellos sí quieren. Pero lo que pasa es que no nos convenía porque iba a ser más difícil lograr apoyos o créditos'' (EV).25

Este proceso de fragmentación en dos grupos de productores y la reorganización productiva que iniciaron desde principios de los setenta, fue propiciado por la política de colectivización que el presidente de la República Luis Echeverría Álvarez impulsó hacia los productores del campo (1970-1976). En el caso de la Costa de Hermosillo fue a través de dos dependencias gubernamentales, el Banrural y la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA), que se promovió la colectivización en los ejidos. Se trataba de ''[...] un proceso de reorganización de los productores ejidales con base en la cooperación y colectivización agropecuarias'' (Moguel 1990, 3-14), mediante el cual se imponía el control estatal de la producción, el financiamiento y la comercialización. Estas medidas respondían a la concepción productivista gubernamental y a la necesidad de hacer frente a la crisis del modelo de autosuficiencia alimentaria y de responder a los cambios que la situación internacional demandaba.

En 1986 los ejidatarios del sector El Caporal decidieron abandonar el esquema productivo impuesto por el banco, vendieron parte de su ganado y pagaron sus deudas, y retomaron la explotación familiar de sus hatos; aunque la división en los dos sectores permaneció. Más tarde, en 1989, ocurrió otra separación al interior de estos dos grupos, quedando como parte de El Caporal: el sector Uno o El Caporal y el sector Dos denominado Las Canoas, mientras que San Pablo quedó formado por los sectores Tres y Cuatro.

Esta separación en cuatro grupos también fue resultado de desacuerdos y conflictos sobre la aceptación o no de nuevos créditos, y de las exigencias que este tipo de ganadería les imponía. Les comprometía sus recursos: tierra y agua, e implicaba una fuerte presión para el máximo aprovechamiento de los mismos para garantizar la alimentación de sus hatos de raza fina. En poco tiempo esta situación desencadenó una serie de problemas en torno al control de los pozos y represas y por el derecho a usar los corrales y abrevaderos.

Otros aspectos que influyeron en este proceso de fragmentación fueron: a) La aparición de sentimientos de injusticia en los integrantes del sector San Pablo por las condiciones y normas que impuso el programa ganadero desde 1970 y por las que los ejidatarios de El Caporal les exigieron: el pago de cuotas para el abasto de energía eléctrica del pozo con el que se surtían los abrevaderos y el control sobre los potreros; b) los conflictos derivados de la lucha por el control de los pozos y represas y por las tierras que se fueron dividiendo; y c) los cambios que hubo en la mentalidad de algunos ejidatarios jóvenes debido, principalmente, al mayor nivel educativo que el de sus padres, la influencia del trabajo en empresas maquiladoras y otros empleos urbanos. Estos ejidatarios jóvenes, que salieron del medio rural para vivir en localidades urbanas, descubrieron nuevos intereses, necesidades, patrones de consumo y nuevas ideas sobre cómo mejorar la producción de sus hatos. Aunque esta situación provocó la falta de entendimiento o comprensión entre los ejidatarios viejos y los jóvenes de El Caporal y Las Canoas, estas mismas cuestiones ampliaron sus posibilidades de reproducción familiar y de sostenimiento de sus unidades de producción.26

A partir de este momento, en el ejido se redefinieron las relaciones sociales y productivas en un contexto por demás desfavorable que les demandaba adaptarse a las nuevas circunstancias para poder sobrevivir. A su vez, se manifestó en una forma diferente de ser ejidatario y en los grandes cambios que se dieron al interior del ejido, como consecuencia de los conflictos generados por los esquemas productivos modernos. Con la división del terreno ejidal en cuatro sectores de trabajo,27 no sólo se delimitaron sus tierras y los lugares para el cuidado del ganado, sino también se reubicaron sus viviendas, las pocas comodidades que habían logrado tener se perdieron, nuevamente hubo que desmontar terreno, y aunque se reutilizaron parte de los materiales utilizados en la construcción anterior, en el transcurso del levantamiento las familias quedaron expuestas al sol y al polvo; se tuvieron que rehacer las letrinas, los fogones para cocinar y reorganizar la obtención de agua y alimentos. Se dio, a la par, una reconfiguración de las relaciones entre los ejidatarios y sus familias, lo que se manifestó en el surgimiento de distintos sentidos de pertenencia y de identidad.

Surgimiento de nuevas identidades como respuesta al cambio

La configuración de las identidades supone, de acuerdo a Melucci (1985, 151):

[...] no sólo la autoidentificación propia del individuo o del grupo, también requiere del reconocimiento intersubjetivo, pues la posibilidad de distinguirse de los demás tiene que ser reconocida por ''el otro. [...] Por lo tanto, la unidad de la persona, producida y mantenida a través de la autoidentificación, se apoya a su vez en la pertenencia a un grupo, en la posibilidad de situarse en el interior de un sistema de relaciones.

Más allá de la autoidentificación, la pertenencia y la posibilidad de situarse en el interior de un sistema de relaciones a las que este autor alude, consideramos la importancia que tienen la historia y los contextos de significación cultural en la configuración y en la comprensión de las maneras en las que la identidad puede expresarse y constituirse.

Las identidades se construyen en contextos sociales y culturales específicos y no pueden ser comprendidas fuera de ellos, así como tampoco fuera de los sistemas de interacción intersubjetiva, de representaciones, de experiencias o de vivencias recientes y pasadas e incluso del ámbito de los sentimientos. En este sentido las identidades están relacionadas con los procesos de la construcción de la subjetividad de los sujetos.28

En la constitución y reconfiguración de las identidades pueden incidir procesos que se dan durante la historia particular de los grupos sociales u otros de carácter más amplio que se presentan en el contexto social y político de una época o épocas determinadas. Estos procesos pueden influir de manera profunda en la subjetividad individual y colectiva de algunos individuos, grupos sociales o comunidades; sin embargo Giddens (1979) señala que, esto no significa que los sujetos no posean la capacidad autoreflexiva y de acción para transformar o influir o constituir los sistemas sociales y las identidades. Se trata de actores situados históricamente que crean la historia y viven en ella; lo social es producto de los actores y los actores son, asimismo, producto de lo social. Éstos actúan en una cierta situación contextual y pueden enfrentar situaciones de restricción o constreñimiento, provenientes de condiciones inesperadas. Subraya, además, la importancia de la dimensión subjetiva y racional del sujeto y de la práctica humana como algo necesario en la comprensión del mundo social (Giddens 1995).

Giddens (1976, 64) también refiere que: ''La acción contiene un elemento de 'subjetividad' que no se encuentra en el mundo natural, y la comprensión interpretativa del significado de las acciones es esencial para explicar las regularidades discernibles en la conducta humana''.29 En este sentido, consideramos que, como parte de los marcos de significación y sentido de la acción y del mundo social, se encuentran los sentimientos, los sentidos de pertenencia, los conflictos y las representaciones, los cuales llegan a tener gran importancia para comprender, tanto los rasgos distintivos como las formas en las que se van reconfigurando y se expresan las identidades colectivas. Estas identidades colectivas se pueden ir definiendo a partir de sentimientos e intereses relacionados con el conflicto, la alteridad, y con la necesidad de diferenciarse de los ''otros''.30 Este proceso de reconfiguración se manifiesta en la estructuración y reestructuración de las prácticas sociales, las estructuras y los sistemas de relaciones sociales o familiares, generacionales, el poder y el territorio; expresiones encontradas en el ejido Cruz Gálvez y que son presentados más adelante.

Dos de los principales sucesos que marcaron el cambio en el ritmo de vida de estos campesinos fueron, por una parte las sociedades de crédito, esta nueva forma de organización que les demandaban las instituciones financieras para ser sujetos de apoyo; y por la otra, la fragmentación del ejido en diversos grupos de productores, en la que unos se decidieron por el cambio y los otros optaron por permanecer como antaño, tal y como se relaciona en los siguientes testimonios:

Antes estábamos en El Caporal pero nos dividimos por el crédito con el que quisieron trabajar. En 1970 nos salimos y nos venimos, nos constituimos en San Pablo. Somos el sector Cuatro, y somos San Pablo, ellos son El Caporal''.31 Me parece que está bien que nos dividiéramos, porque así cada quien tiene lo suyo, por ejemplo nosotros hemos trabajado y hemos hecho cosas como el represo, el pozo nuevo y es de nosotros el sector Cuatro. Pero parece que entre nosotros hay quien ya está queriendo formar el sector Cinco.32

Los jóvenes nada más se reían cuando nosotros opinábamos en algo y que no nos hacían caso, y decidimos no seguir lidiando con ellos porque no tenían formalidad, ellos no sienten ni piensan como nosotros sobre la importancia de nuestra tierra, por eso nos dividimos en dos sectores dentro de El Caporal. Los jóvenes formaron el sector Dos, Las Canoas.33

En El Caporal ha habido más ayuda porque aquéllos piden cosas pero nunca nos dan nada a los de San Pablo, no nos tienen en cuenta. Y los del sector Tres tienen mejores tierras que el sector Cuatro, porque su agostadero está mucho mejor y ellos le habían metido mucho trabajo a sus tierras.34

Los ejidatarios de ese sector se posesionaron del pozo que nos correspondía y nos dijeron que compartiéramos corrales y agua, pero comenzaron las dificultades porque empezaron a cobrarnos muy cara el agua y ellos metieron un equipo nuevo al pozo con el banco.35

Poco a poco tendió a desaparecer el sistema de relaciones de solidaridad y reciprocidad que había caracterizado la vida en el ejido durante los primeros años. Dejó de sembrarse, de recolectar leña y de producir carbón de manera colectiva; ya no se compartían o se intercambiaban productos como la leche y el queso, ni la carne cuando se sacrifica una res. Se abandonó la organización del trabajo agrícola que era colectiva y familiar, ya no se dio el préstamo de animales para la siembra, ni se volvieron hacer los mentideros o reuniones entre todas las familias.

Esta situación y el deterioro gradual de la comunicación y convivencia entre los miembros de los distintos grupos, prevalecieron y constituyeron limitantes para el establecimiento de bases para una mejor organización y entendimiento entre los integrantes del ejido Cruz Gálvez. Esto les restringió la búsqueda conjunta de alternativas o de opciones para la construcción de un proyecto común a futuro; aunado a la falta de créditos y apoyos estatales a partir de los años ochenta y las pésimas condiciones de las tierras ejidales por los efectos de las sequías continuas. Se acrecentó la lucha por los recursos naturales y se multiplicaron los conflictos entre los ejidatarios, lo que los llevó incluso a plantearse nuevamente la posible separación del ejido Cruz Gálvez en dos asentamientos ejidales diferentes en el año 2000.36

Podemos decir que, en medio de estos conflictos que se generaron en la comunidad y a partir de los intereses comunes y nexos de solidaridad establecidos entre los miembros de los pequeños grupos, es que se empezaron a definir y a configurar nuevas formas de identidad entre estos ejidatarios, aunado a un fuerte sentido de pertenencia de estos campesinos a sus pueblos de origen de donde fueron desplazados y al parentesco consanguíneo y por afinidad. De acuerdo con la información recabada, este proceso se manifestó en tres aspectos: 1) La atomización de la vida social y productiva en cada uno de los sectores de trabajo; 2) la canalización de todos los esfuerzos, trabajo y recursos de estos campesinos de manera disociada, sin acciones conjuntas como ejido; 3) la priorización en la atención de las necesidades individuales y de las unidades de explotación familiar sobre las de los sectores.37

Durante este proceso de construcción de identidades grupales (1970-1998) se establecieron relaciones de poder y de control sobre los recursos, tierra y agua, así como los procesos de decisión convocados por la Asamblea ejidal, cuestiones que también dificultaron el surgimiento de esfuerzos organizativos orientados a resolver sus problemas más básicos o más urgentes.38

Otro aspecto asociado a la dificultad de realizar acciones de beneficio común para todos los ejidatarios fueron sus características culturales. Camou (1994) señala que la tendencia al individualismo, la independencia y cierta rusticidad del sonorense actual tienen su explicación en su pasado y cultura rural. Los campesinos ganaderos sonorenses son portadores de una cultura vaquera o ranchera que se caracteriza por una vida más independiente y más relacionada con la atención de sus necesidades individuales y familiares. Este autor hace referencia a que la vida en los ranchos y pueblos, sobre todo de la sierra y el somontano, se relacionaba más con una vida dispersa por valles y montes, en la que existía una cultura de vaqueros y rancheros dedicados a la cría y cuidado de ganado y a la siembra de alimentos. Un modo de ser que alternaba la vida congregada en los pueblos con el aislamiento por temporadas en los ranchos. De aquí la importancia que tuvieron las acciones conjuntas y la solidaridad que existieron entre estos campesinos durante los primeros años de vivir en el ejido.

Por otra parte, desde 1970 los ejidatarios de San Pablo cuestionaron la subordinación a un patrón productivo y financiero impuesto por el Gobierno, ajeno a sus costumbres y formas de trabajo. Mientras que los integrantes de El Caporal vieron en ello una oportunidad para mejorar su situación. Estas primeras diferencias, además del origen y el parentesco, constituyeron elementos identitarios articuladores que reforzarían el proceso de reestructuración social del ejido Cruz Gálvez. Y es precisamente la conformación de nuevas formas de identidad, las que hicieron necesaria la división en sectores. La disputa por el control de los recursos, tierra y agua, como uno de los ejes o principios formadores de las identidades grupales, y la necesidad de responder o de encontrar nuevas expectativas, crearon las condiciones propicias para que se diera la división en sectores de trabajo.

Aunque esta división constituyó un obstáculo para el avance organizativo de los ejidatarios, este agrupamiento también les ayudó a sobrevivir y a instrumentar estrategias sustentadas en los lazos de parentesco y formas de cooperación y ayuda mutua, limitados a las familias o a grupos pequeños con intereses comunes. Las relaciones de parentesco han sido importantes, porque a través de ellas se fue logrando el máximo aprovechamiento de los recursos naturales y económicos, así como de la capacidad de trabajo de las unidades productivas. A pesar de que algunos de los hijos e hijas de estos ejidatarios abandonaron el trabajo ganadero para convertirse en trabajadores asalariados, todavía el trabajo familiar impago,39 junto con el trabajo urbano y migrante, constituyeron parte de las estrategias básicas para garantizar la reproducción familiar Bourdieu 2008) y de la unidad de explotación.40 Igualmente importante fue la aportación del trabajo de familiares o parientes que no son parte del ejido.41

Encontramos que en los sectores existió una clara relación entre identidad y territorio que se manifiesta en la apropiación y delimitación de sus tierras, la construcción y uso de infraestructura, la disposición de las viviendas (la unidad de residencia ayudó a fortalecer la unidad de estos grupos) y la localización del ganado.42

También percibimos una apropiación ''interna'' subjetiva de los ejidatarios en la que esta relación entre identidad y territorio aparece como una pertenencia socio-territorial, definida tanto por límites físicos como también sociales y afectivos. En el sentido que Gilberto Giménez refiere, en cuanto a que el territorio es una realidad externa que pasa a constituirse en una realidad territorial ''interna'' e invisible. Y nos habla de la existencia de una dicotomía entre formas objetivadas y subjetivadas de la cultura, que es imprescindible para entender que la ''desterritorialización'' física no implica automáticamente la ''desterritorialización en términos subjetivos y simbólicos. Subrayándonos que la pertenencia socio-territorial se articula y combina en un mismo individuo con una multiplicidad de pertenencias de carácter no territorial (identidad religiosa, ocupacional, política, generacional, etcétera), y que la referencia simbólica y subjetiva permanece aún sin estar físicamente presente y que ésta permanece en la memoria, los recuerdos, la distancia y la nostalgia (Giménez 1996).

Podemos decir que en las nuevas identidades de los ejidatarios se expresan los límites sociales (en el sentido de Barth 1976), que los mismos grupos definieron y que se concretan en: la afiliación grupal y su concomitante territorial; y en las interacciones, prácticas y conductas en las que se expresa el reconocimiento o la exclusión de los miembros de cada grupo.

El sentido de pertenencia socio-territorial en el ejido Cruz Gálvez ha sido producto de los distintos procesos, las experiencias sufridas por estos campesinos y por la referencia simbólica y subjetiva que permanece en su memoria, sus sentimientos y la añoranza por los pueblos de origen. Esta memoria colectiva o acervo de saberes, recuerdos, experiencias o representaciones son compartidas y han sido transmitidas en cada generación. Como parte de esta memoria colectiva han permanecido sentimientos relacionados con una situación de injusticia,43 particularmente entre los ejidatarios originarios de Tepupa, quienes recuerdan que hubo una apropiación indebida de una parte de sus mejores tierras de cultivo en su pueblo de origen.44

Estos sentimientos han sido transmitidos a las nuevas generaciones, y refuerzan el sentido de pertenencia de sus pueblos de origen y de los sectores que conforman el ejido.

Reflexiones finales

El fuerte sentido de pertenencia y la añoranza por el pasado que existe en estos campesinos no sólo es por el recuerdo de que antes su vida era mejor, sino también expresión de que sus probabilidades de cambio no eran muy prometedoras y que estaban marcadas por la incertidumbre y por tierras sin agua y empobrecidas. En su vida campirana en los pueblos de Suaqui y Tepupa recuerdan una economía ligada a los lazos y necesidades sociales, en ella eran parte de un territorio, de un paisaje, eran campesinos con tierra y sin ella, pero eran sujetos productivos, productores directos de sus alimentos. La lucha de estos campesinos ejidatarios no sólo era bajar los costos de sus insumos, sino mantener su condición campesina y su patrimonio familiar, tierra y ganado, que les permitiera contar con cierta seguridad y autonomía, frente a las políticas de mercado y de ajuste del actual modelo neoliberal en el año 2000.

La modernización ganadera transformó la vida social y productiva del ejido y aunque permaneció la explotación ganadera familiar como un intento por mantener una ganadería tradicional, los cambios tecnológicos que impuso este proceso modernizador trajeron consigo cambios que fueron contundentes en su vida productiva. Entre ellos se cuenta la desaparición del ganado criollo y el establecimiento de patrones diferentes de producción que elevaron sus costos y los hizo partícipes de la fase más costosa y de mayor riesgo en la producción de carne de bovino para exportación: la producción de becerros al destete.

Por otra parte, la colectivización del ejido no se dio de forma conjunta y solidaria en estos campesinos, más bien fue un proceso forzado por los proyectos estatales y por las políticas de corte clientelar y asistencial. Este modelo ''colectivo'' pretendía alentar a los productores campesinos con créditos, avíos, asistencia técnica, precios de mercado y comercialización. El crédito, la imposición de patrones productivos, la supervisión institucional y el manejo de la comercialización constituyeron mecanismos de control productivo y de extracción de excedentes. Los límites de este colectivismo se manifestaron en el fracaso de las sociedades de crédito, así como en los conflictos y el proceso de división de los sectores. Estas formas asociativas fracasaron en el ejido Cruz Gálvez porque no respondieron a las expectativas y necesidades de estos pequeños ganaderos, ni surgieron del deseo propio de construir un proyecto colectivo y, por su inviabilidad como proyectos, en circunstancias desfavorables.

Estos factores junto con las condiciones en las que estas familias ejidatarias vivieron desde que se encontraron desterrados de sus pueblos fueron adversas, sobre todo para propiciar distintas formas de organización, de relaciones y disposiciones sociales que les ayudaran a construir nuevas identidades que se sobrepusieran al individualismo que caracteriza a estos campesinos. Lo ''colectivo'' ha sido un elemento aceptado por ellos pero también impuesto, no ha sido fruto de su experiencia ni parte de sus características culturales. Mientras el sentido colectivo no sea legítimo en estos campesinos, de acuerdo a sus propias expectativas, los proyectos y acciones que se instrumenten difícilmente tendrán el alcance esperado.

En la memoria colectiva de estas familias de ejidatarios existen conflictos y recuerdos de experiencias pasadas que han sido interiorizados y transmitidas por generaciones; a su vez que incidieron en las relaciones al interior del ejido. Por otra parte, el surgimiento de intereses distintos entre los hijos de estos campesinos y la lucha por los recursos entre los ejidatarios de un mismo sector y entre los mismos sectores, fueron factores que dificultaron el logro de acuerdos. Dichas cuestiones junto con el surgimiento de nuevas identidades nos explican las limitaciones que tuvieron estos campesinos para su organización y cómo las circunstancias fueron impidiendo su transformación en sujetos sociales, como constructores de realidades más favorables, en el sentido de haber logrado estrategias colectivas que les ayudaran a resistir al proceso de fragmentación social y productiva que les fue impuesto. Es así que la comprensión de la problemática y de la realidad social de los campesinos del ejido Cruz Gálvez no puede darse sin tener en cuenta su historia y el contexto comunitario, regional y nacional.

El sentido de pertenencia socio-territorial es una referencia esencial para la comprensión del proceso de fraccionamiento del ejido Cruz Gálvez, porque se constituyó en un elemento aglutinador que les permitió sobrevivir a estos pequeños ganaderos, pero a la vez fue un obstáculo para una vida colectiva más organizada. Para los ejidatarios más viejos, los fundadores del ejido, el reto era mantener su tierra, pero entendida como la tierra-territorio, es decir, un medio de producción y reproducción social (tierra adjetivada), base sustantiva del complejo de relaciones sociales y productivas; además de las identidades individuales, familiares y colectivas. En el entendido de la tierra-territorio que Concheiro (1995, 160) alude, ''en cuanto a su calidad de principio de organización social de las unidades familiares y de la comunidad rural''.

La vida de estos campesinos ha sido parte y consecuencia de un largo proceso de construcción y reconstrucción social, realizado en distintos planos y dimensiones de la realidad social, en los que se comprenden la cotidianeidad, los sistemas de relaciones sociales y los procesos culturales, donde se conforman y existen las identidades colectivas. En las que los sentimientos y las experiencias pasadas —como parte de la subjetividad social— toman gran relevancia e influyen sobre la visión que se tiene de la realidad, la historia, la otredad y del nosotros mismos.


Notal al pie

1. ''Los cambios agrícolas ocurridos a fines de los años cincuenta fueron el punto de partida de las transformaciones agroindustriales que más tarde modificaron los niveles de urbanización del Estado. El desarrollo de una industria especializada, servicios y comercios que reclamaba esta transformación agroindustrial, y el desarrollo de una agricultura altamente tecnificada llevaría a que en los años setenta, casi el 40% de la población urbana del Estado se albergara en las ciudades de Hermosillo y Obregón'' (Ramírez, Conde y León 1985, 187).

2. En 1964 se entregaron las tierras del ejido Cruz Gálvez: 12000 hectáreas (2000 has eran de agricultura de temporal y 10000 has de agostadero) y cada ejidatario recibió su parcela de cultivo. En el expediente agrario de este ejido se señala que recibirían un crédito para comprar el ganado que se encontraba en estas tierras, por lo que no se ordenó el desalojo de las reses del dueño anterior de estos predios. Este compromiso no se cumplió. Cf. Archivo del Registro Agrario Nacional (en adelante RAN), Estados Unidos Mexicanos, Procuraduría Agraria, Delegación Sonora. 1964. Expediente Agrario del ejido Cruz Gálvez. México: Registro Agrario Nacional.

3. La forma en cómo se dio el proceso ganadero en el ejido Cruz Gálvez ya fue publicado en Cañez y Tarrío, 2007. Existen otros estudios que dan cuenta de los efectos que han tenido las políticas de desarrollo agrícola, ganadero e hidráulico sobre las poblaciones; y las diversas respuestas y consecuencias de y hacia ellas (Bartolomé 1990, 1992; Coelho 1992; Velasco 2005; Acosta, 2004; Robinson 1989). Además, dan cuenta del efecto en su vida social, económica, reproducción cultural, salud, anulando la posibilidad de proyectos futuros y bajo la amenaza de perder totalmente sus referencias espaciales y socioculturales (Coelho 1996).

4. Entrevista a Alonso Moreno. 1997. Hermosillo, junio 27. Entrevista realizada por Gloria María Cañez De la Fuente.

5. Zemelman (1997) rescata al sujeto dentro del debate de las ciencias sociales, y recupera a los hombres y mujeres como constructores de realidades, en su capacidad de actuación y reactuación y su posibilidad de conformarse en sujetos sociales al construir nuevas identidades y acciones colectivas

6. El trabajo de campo se llevó a cabo de 1996 al 2000.

7. Para Agnes Heller (1985,39) la vida cotidiana es ''[...] la totalidad de actividades que caracterizan las reproducciones singulares productoras de la posibilidad permanente de la reproducción social''.

8. [...] ''la visión integrada de la realidad se manifiesta en una visión trascendente de la vida diaria que orienta a los hombres para poder moverse de acuerdo con proyectos de vida, individuales o compartidos, según los cuales se impulsan las prácticas sociales que construyen la realidad histórica. Es lo que entendemos por conciencia histórica de lo cotidiano'' (Zemelman 1997, 81).

9. En cuanto a la subjetividad, partimos —de acuerdo a Ortner (2005, 25)— que ésta es el ''conjunto de modos de percepción, afecto, pensamiento, deseo, temor, etcétera., que animan a los sujetos actuantes'', la subjetividad es compleja cultural y emocionalmente, pues implica una continua reflexividad entre el yo y el mundo; y también alude a las formaciones culturales y sociales que modelan, organizan y generan determinadas ''estructuras de sentimiento''. Citando a Williams 1977, Otner subraya la importancia de dichas formaciones culturales y los estados internos de los sujetos (Id.). Donde además consideramos que el habitus y el contexto histórico- social y cultural, en los que los sujetos viven, tienen un papel fundamental en su conformación. Así en la subjetividad se expresa su experiencia vivida y sus modos de ser o de andar en el mundo y las maneras en que el sujeto construye su ''yo'' en relación a la alteridad ''los otros'' en el sentido que Bajtín (2000) propone.

10. Los Distritos de Desarrollo Rural de Ures y Mazatán ocupan el llamado somontano sonorense, un territorio de transición entre la Sierra Madre Occidental y la costa del Mar de Cortés.

11. En la zona serrana, ésta llega a los 400 mm³ todo el año y hay temperaturas mucho menos cálidas.

12. A fines de los ochenta existe descapitalización general en la región y los mantos subterráneos peligran ante la contaminación salina (Moreno 1994).

13. Lo que propició la especulación con la tierra y los permisos o derechos de agua. ''El control de la explotación y distribución de los pozos se volvieron factores de acumulación'' (Martínez 1983, 33 y 35).

14. Conurbado, actualmente, con la ciudad de Hermosillo.

15. De acuerdo al expediente del ejido de la Procuraduría Agraria el 30% de las tierras agrícolas eran de temporal y del total de su dotación unas 3320 se destinarían para formar 166 parcelas de 20 hectáreas cada una para los 165 solicitantes, incluyendo la parcela escolar. Para la zona urbana se destinaron 50 hectáreas y 8630 hectáreas de agostaderos para uso colectivo del ejido.

16. Entrevista (1997) a Alonso Moreno, Hermosillo (México), junio 27. Entrevista realizada por Gloria María Cañez De la Fuente.

17. La marca de fierro se hace herrando al ganado con la marca elegida de su propietario y la marca de sangre se hace con un corte en las orejas del animal.

18. Entrevista (1997) a Alonso Moreno, Hermosillo (México), junio 15. Entrevista realizada por Gloria María Cañez De la Fuente.

19. Aunado a este proceso, y quizá como efecto del mismo, se produjo una disminución en la siembra de granos básicos para consumo humano (maíz, frijol y trigo), los cuales fueron sustituidos por forrajes para consumo animal en esa región. Este cambio se dio en un momento en el que el país replegó la producción de alimentos básicos y dio pie a una gran dependencia alimentaria (Pérez 1993). Esto fue una de las consecuencias de la nueva división internacional de trabajo en la que Estados Unidos se consolidó como principal productor de alimentos. ''Este país alentó la canalización de créditos del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo en América Latina, para el impulso de la actividad ganadera en México y otros países durante la década de los setenta'' (Peña y Chávez 1988, 482).

20. Cabe señalar que ''[...] para 1975, Estados Unidos ya era el principal importador mundial de carne roja de primera calidad'' (Peña y Chávez 1988, 480).

21. Entrevista (2000) a Alonso Moreno, Hermosillo (México), septiembre 10. Entrevista realizada por Gloria María Cañez De la Fuente.

22. Entrevista (1997) a Jesús Córdoba, Hermosillo (México), noviembre 4. Entrevista realizada por Gloria María Cañez De la Fuente..

23. Entrevista (1998) a Georgina Cornejo, Hermosillo (México), agosto 26. Entrevista realizada por Gloria María Cañez De la Fuente.

24. Entrevista (1997) a Josefina Alegría, Hermosillo (México), octubre 18. Entrevista realizada por Gloria María Cañez De la Fuente.

25. Entrevista (1998) a Ernesto Valenzuela, Hermosillo (México), agosto 28. Entrevista realizada por Gloria María Cañez De la Fuente.

26. Finalmente, ''[...] los procesos de reproducción incluyen elementos biológicos y sociales; estos últimos aluden aspectos materiales y simbólicos; ambos a su vez están presentes en la esfera de lo económico, lo demográfico y lo político'' (Oliveira y Salles 1988, 19-20).

27. La definición oficial de estos grupos o formas de asociación es la de sectores de producción o productivos, pero en este trabajo se utiliza el de sectores de trabajo, por ser ésta la manera como estos campesinos ejidatarios se denominaban y distinguían a sí mismos.

28. ''La subjetividad debe explicarse sin reducirse sólo a la estructura económica, porque existen otros procesos o factores que pueden ayudar a comprender los comportamientos colectivos. Además ésta puede poseer estructuras parciales, cierta heterogeneidad, además de plasticidad, lo que engarza con la idea de subjetividad como construcción de sentido'' (De la Garza 1992, 15-51).

29. Turner y Giddens (1991, 271) afirman que: ''El significado no es construido por el juego de los significantes, sino por la intersección de la reproducción de significantes con objetos y sucesos del mundo, enfocada y organizada por el individuo que actúa''.

30. Melucci (1985, 151) subraya que hay un cierto grado de involucramiento emocional que es requerido en la definición de la identidad colectiva, y que permite a los individuos sentirse parte de una unidad común. Por eso la identidad colectiva nunca es enteramente negociable, pues ''la participación en la acción colectiva comporta un sentido que no puede ser reducido al cálculo de costo-beneficio, ya que siempre moviliza también emociones''. ''Las pasiones y los sentimientos, el amor y el odio, la fe y el miedo forman parte de un cuerpo que actúa colectivamente, de modo particular en áreas de la vida social menos institucionalizadas, como aquellas donde se mueven los movimientos sociales'' (Melucci 2001, 70-71).

31. Entrevista (1997) a Ángel Tarazón Gámez, Hermosillo (México), octubre 30. Entrevista realizada por Gloria María Cañez De la Fuente.

32. Entrevista (1998) a Gastón Acuña (hijo), Hermosillo (México), agosto 23. Entrevista realizada por Gloria María Cañez De la Fuente.

33. Entrevista (1997) a Alonso Moreno, Hermosillo (México), junio 15. Entrevista realizada por Gloria María Cañez De la Fuente.

34. Entrevista (1998) a Ernesto Valenzuela, Hermosillo (México), agosto 28. Entrevista realizada por Gloria María Cañez De la Fuente.

35. Entrevista (1997) a Jesús Córdoba, Hermosillo (México), noviembre 4. Entrevista realizada por Gloria María Cañez De la Fuente.

36. Esto se planteó por algunos de los ejidatarios de San Pablo en Asamblea del ejido del mes de marzo de 2000.

37. La pertenencia o no a cada sector de trabajo se constituyó en una distinción identitaria para estos ejidatarios.

38. Las identidades se construyen, se reelaboran, son dinámicas, cambian, se recrean, y a través de la historia surgen nuevas identidades, mientras que otras tienden a desaparecer. Adolfo Colombres (1990, 88-89) define la identidad social como: ''el conjunto de características que permiten a una sociedad humana distinguirse de otra, y a los individuos reconocerse o ser reconocidos como miembros de ella''. También Giménez (2000, 2) subraya la función distintiva de la identidad, es decir, la idea misma de distinguibilidad, y que ''[...] la identidad no sería más que el lado subjetivo de la cultura considerada bajo el ángulo de su función distintiva''.

39. El trabajo familiar impago es aquel trabajo que responde a las necesidades familiares y a incentivos como la reciprocidad, aceptación familiar y social, y no al interés por un salario o pago monetario, aunque este tipo de trabajo retribuye un beneficio al individuo que lo realiza por ser miembro de la misma familia. Sin ser una condición necesaria puede recibir una retribución o beneficio en especie que no necesariamente es entendido como un pago, como un becerro, o una parte o toda la producción de leche o queso.

40. El ejido estuvo habitado por los ejidatarios y sus familias de 1964 a 1978, pero la falta de servicios de luz, agua y escuelas para los hijos, junto con la necesidad de otras fuentes de ingreso, los obligaron a establecerse en la ciudad de Hermosillo, situada a una distancia de 33 kilómetros del ejido Cruz Gálvez. En el año 2000 el ejido contaba con cien ejidatarios y su actividad principal era la ganadería dedicada a la producción de becerros para exportación. Por entonces, sólo unos cuantos producían y vendían leche y queso. A pesar de que el ejido era productivo, los ejidatarios y sus familias se fueron a vivir a la ciudad y obtenían su sustento de la ganadería, trabajos urbanos y en algunos casos recibían pensiones del Seguro Social, o remesas que sus hijos e hijas les enviaban desde los Estados Unidos. Mientras tanto en la lucha cotidiana por lograr su proyecto de vida, los ejidatarios y sus familias seguirán siendo proveedores de fuerza de trabajo, urbana y migrante, y productores de becerros para el mercado internacional de carne. Aunque en las tres últimas décadas del siglo pasado, la política dirigida al campo les negó un lugar fundamental en el desarrollo nacional como productores de alimentos, todavía siguen siendo parte de la base social que genera la riqueza y que es apropiada por el proceso de acumulación de capital de empresas nacionales y transnacionales.

41. La diversificación del trabajo familiar dirigida a trabajos fuera del ejido es parte de la estrategia seguida por varios ejidos para asegurar la subsistencia y el patrimonio familiar (Pérez y Cañez 2003).

42. Bourdieu (2008, 268) refiere a la importancia de la unidad de residencia pero también a ''[...] la existencia de relaciones prácticas que comprenden no solamente al conjunto de las relaciones genealógicas mantenidas en marcha'', que él denomina parentesco práctico, sino también al conjunto de las relaciones no genealógicas movilizadas para las necesidades ordinarias de existencia, llamadas relaciones prácticas.

43. Un sentimiento de injusticia es una experiencia particular que involucra al sujeto de manera afectiva en negativo (como objeto de agresión, subordinación, opresión, explotación, etcétera) por la violación de la justicia como orden. Bernal nos da una definición del sentimiento como: ''una experiencia particular que: i) involucra al sujeto de manera afectiva sea en positivo (gozo) o negativo (dolor); ii) revela la adscripción de un sujeto a un determinado grupo social; e iii) provoca alguna acción'' (Bernal 1996, 20).

44. Estas tierras quedaron en manos de familias de Suaqui. Existe información que da cuenta de la existencia de una lucha por esa franja de tierra entre los pobladores de los dos pueblos. En el Archivo Municipal de Tepupa 2325, Registro Agrario Nacional (en adelante RAN), Sonora, exp. 510, t. 1, ff. 3, 102, 117, 125, 132, 202, 249, 250, 294, 301 y 329 se señala que este conflicto ya existía en 1883, también se alude a un convenio y a una resolución posterior dada en 1937 para la restitución de parte de las tierras y otra en 1943 donde se considera improcedente otra solicitud de restitución de otra parte de tierras que finalmente quedaron dentro del fundo legal de Suaqui. En cuanto a Suaqui y sus dotaciones de tierra, en el Diario Oficial del 28 de junio de 1937, aparece la resolución de la dotación de tierras para Suaqui y se señala que la solicitud fue presentada el 25 de marzo de 1922. También, en un documento de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de la Confederación Nacional Campesina, se informa de las propiedades de la familia López cuya devolución Tepupa reclamaba. Archivo Municipal de Tepupa 2325, RAN, exp. 510, t. 1, f. 329.


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