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HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local

On-line version ISSN 2145-132X

Historelo.rev.hist.reg.local vol.7 no.13 Medellín Jan./June 2015

https://doi.org/10.15446/historelo.v7n13.44190 

http://dx.doi.org/10.15446/historelo.v7n13.44190

Quehacer y planteamientos del cura Luis Friedrich en el oasis de Pica durante la chilenización de Tarapacá, 1903-1907

Work and Approaches of the Priest Luis Friedrich in the Pica Oasis during Tarapacá Chilenization, 1903-1907

Luis Castro Castro*
Carolina Figueroa Cerna**
Héctor Hernández Opazo***

* Doctor en Historia por la Universidad de Chile (Chile). Es investigador del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Playa Ancha y del Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad de Valparaíso. Correo electrónico: quismalc@yahoo.com. Este artículo forma parte del proyecto Fondecyt N°1100060. Su finalización contó con el apoyo del proyecto Fondecyt N°1140159.

** Doctora (c) en Historia por la Universidad de Chile (Chile). Es investigadora del Centro de Estudios Internacionales (INTE) de la Universidad Arturo Prat. Correo electrónico: carocerna@yahoo.com.

*** Licenciado en Historia y Profesor de Historia y Ciencias Sociales por la Universidad de Valparaíso (Chile). Correo electrónico: hector.histor@gmail.com.

Recepción: 27 de junio de 2014 - Aceptación: 30 de septiembre de 2014. Páginas: 224-257


Resumen

Este artículo busca indagar las características que tuvo el proceso de chilenización en el oasis de Pica abordando a uno de los actores menos estudiado en este contexto: los curas. A este efecto, se centra en la labor y los planteamientos del sacerdote Luis Friedrich utilizando la correspondencia que envió a sus superiores jerárquicos entre los años 1903 y 1907. A través de esta documentación, no sólo se describe el quehacer de Friedrich destinado a potenciar los rasgos endógenos contenidos en las modalidades tradicionales de organización religiosa y secular de los campesinos piqueños, matillanos y quismeños para enfrentar los vaivenes impositivos de la chilenización, sino también su visión política respecto a la mirada prejuiciada en la que sustentaba la administración estatal chilena el ejercicio de su soberanía política y administrativa.

Palabras clave: Chilenización, Luis Friedrich, organizaciones religiosas y seculares, oasis de Pica.


Abstract

The objective of this article is to look into the characteristics of the Chilenization process in the Pica Oasis by addressing one of the least studied actors in this context: the priests. Focussing on the work and ideas of the priest Luis Friedrich, we worked with the writings sent to his superior authority between 1903 and 1907.Through this documentation not only the work of Friedrich dedicated to promote the endogenous characteristics existing in the traditional modalities of religious and secular organization of the rural people from Pica, Matilla and the valley of Quisma to deal with the domineering ups and downs of the chilenization is described, but also his political approach regarding the prejudiced point of view in which the Chilean state administration supported the exercise of its political and administrative sovereignty.

Keywords: chilenization, community organizations, Luis Friedrich, religious and secular organizations, Pica Oasis.


Introducción

El oasis de Pica se ubica sobre una pendiente arenosa a 1300 m.s.n.m. y a una distancia de 118 kilómetros al sureste de la ciudad costera de Iquique, en la actual región de Tarapacá en el extremo norte de Chile (ver figura 1). A pesar de estar en pleno desierto de Atacama, el más árido del planeta, desde tiempos prehispánicos fue un centro de gran desarrollo agrícola debido a su privilegiado microclima (sin grandes oscilaciones térmicas, propias de zonas desérticas) como a la disponibilidad de agua óptima para el riego, lo que generó un temprano poblamiento en sus parajes que se incrementó durante el periodo colonial, especialmente entre los siglos XVII y XVIII, y en la eta-pa republicana peruana transcurrida entre 1821 y 1879. La articulación de la producción agrícola con la inversión minera, tanto en el ciclo argentífero de Huantajaya y Santa Rosa (1718-1790) como en el primer ciclo salitrero de las paradas (1830-1870),1 hizo que muchas familias piqueñas se enriquecieran y adquirieran poder social y político, lo que terminó reflejándose en la importancia administrativa que adquirió el oasis en el siglo XIX y comienzos del XX (Villalobos 1985; Bermúdez 1987; Figueroa 2001; Castro 2010).

Al pasar el territorio de Tarapacá a soberanía chilena a inicios de la década de 1880, producto de la llamada Guerra del Pacífico,2 el oasis de Pica rápidamente se convirtió para las nuevas autoridades en un lugar de gran preocupación por lo relevante que era su agricultura para la economía regional, por su nivel de incidencia en el abastecimiento de insumos alimenticios y de forraje a las faenas salitreras y por la impronta reivindicativa de la gran mayoría de sus residentes respecto a su condición de peruanos, algunos de los cuales además eran ricos e influyentes. De esta manera, el proceso de chilenización en este lugar adquirió algunos ribetes particulares (Castro y Rivera 2011, 271-300).

El presente artículo aborda una de estas aristas de la compleja relación entre la administración estatal chilena y la sociedad del oasis de Pica: las dinámicas adaptativas llevadas a cabo por los agricultores piqueños, matillanos y quismeños reflejadas en el quehacer y en los planteamientos del cura Luis Friedrich hacia principios del siglo XX.

Basándonos en su correspondencia dirigida al Vicario General de Tarapacá, analizamos, de una parte los alcances que tuvo la chilenización en el oasis de Pica a partir de la opinión de los agentes fiscales chilenos hacia los pueblos del "interior", es decir rurales y andinos situados más allá de la pampa salitrera.3 Y de otra, cómo el sacerdote, de origen alemán, intentó modificar esta visión demostrando que en las formas de organización religiosas y seculares tradicionales que tenían y practicaban los campesinos estaban contenidas las condiciones de modernidad y civilización anheladas por el Estado de Chile, y que por lo tanto no eran ni bárbaros ni desinteresados por el progreso como se afirmaba desde el aparato estatal, más preocupado por la producción de salitre que del bienestar e incorporación de estos alejados y "aperuanados" lugares (Figueroa y Silva 2013, 49-77; Castro 2005).

Reseña histórica del oasis de Pica: cultivos, agua y tierra

Durante el periodo prehispánico, desde el formativo temprano para ser más precisos, los habitantes del oasis de Pica se caracterizaron por desarrollar una agricultura principalmente de maíz, zapallos, porotos y ají, lo que complementaban con el uso de los frutos de las arboledas de chañares y algarrobales para hacer harina y brebajes. Toda esta producción les posibilitó tener excedentes que se integraron a una dinámica de intercambio tanto hacia el litoral como hacia el altiplano a través del tráfico caravanero de llamas (Núñez 1985, 157-158).

La conquista y posterior colonización española desarticuló el sistema agrícola prehispánico, siendo reemplazado por uno más acorde a la lógica mercantilista. De este modo, una vez consolidada la repartición de encomiendas durante el siglo XVI (Villalobos 1985; Trelles 1991) los terrenos más fértiles del oasis piqueño comenzaron a destacar ya no por producir maíces, calabazas, ajíes y porotos, sino por una cada vez más extensiva plantación de uvas y una creciente producción de vino y aguardiente. Hasta el siglo XVIII, la mayor parte de esta producción se vinculó al circuito mercantil colonial que tenía como eje dinamizador la explotación argentífera de Potosí, también fueron comercializados en la zona aledaña de San Pedro de Atacama y en los asentamientos mineros costeros inmediatos de Huantajaya, Santa Rosa y El Carmen (Bermúdez 1987, 29; Figueroa 2001, 86-105).

La estructura agrícola del oasis de Pica, asociada a los marcos del gran comercio colonial, vivió un cambio profundo a mediados del siglo XIX a causa de la emergente y acelerada explotación salitrera. De este modo, la plantación de uvas para elaborar vino y aguardiente, terminó siendo prohibida por las autoridades chilenas a comienzos del siglo XX.4 Ésta fue reemplazada por el cultivo de la alfalfa, una planta forrajera destinada a la alimentación de animales de carga ocupados tanto para transportar el salitre, como la mercancía traída desde Bolivia y el noroeste argentino, como por plantas frutales tales como higueras, granados, guayabos, mangos, limoneros, pacayes, perales, membrillos, naranjos, tunales y melones; destinados a satisfacer parte de los requerimientos alimenticios de quienes trabajaban y residían en las oficinas, de los pueblos salitreros, y de la creciente población de los puertos.5

La sostenida participación de la producción agrícola piqueña en la economía regional fue posible gracias a modalidades organizativas que les permitieron a los campesinos –ricos y pobres– utilizar y manejar tanto la tierra cultivable como los recursos hídricos de una forma eficaz y pertinente. En el caso específico del acceso a la tierra, la enorme presión demográfica sobre la escasa superficie cultivable se resolvió por medio de la ampliación del terreno productivo y a la vez una fragmentación intensiva de éste (Figueroa 2001, 59-120). En efecto, en un reducido espacio cultivable de aproximadamente 250 hectáreas, existió una altísima subdivisión. Según los datos aportados por los primeros subdelegados chilenos sobre el poblado de Pica, en la última década del siglo XIX de un total de 777 adultos 607 eran propietarios de fundos urbanos o rústicos,6 es decir, el 78% tenía algún terreno de cultivo. En base a la población total de 1344 habitantes contabilizados para esta misma localidad en 1883, es posible advertir adicionalmente que un 45% de los residentes piqueños eran pequeños propietarios agrícolas (Bermúdez 1987, 22 y 88-89; Castro 2010, 38-39).

Así como el contexto geográfico influyó en la estructura de la tenencia de la tierra cultivable del oasis de Pica, lo mismo ocurrió con la modalidad de distribución del agua para riego. Alimentándose principalmente de recursos hídricos subterráneos provenientes desde la cordillera de los Andes, desde la época colonial los campesinos piqueños, matillanos y quismeños obtuvieron el agua para regar sus cultivos desde vertientes naturales y desde galerías artificiales conocidas como socavones, recurso que se acumulaba en depósitos llamados cochas.

Las principales vertientes ubicadas en el pueblo de Pica eran cinco: Concova o Concoa, Resbaladero, Miraflores, Las Ánimas y la de Santa Cruz. Bajando hacia el pueblo de Matilla estaba la de El Sauque. Por último, en el valle de Quisma se ubicaba la vertiente con el mayor caudal, la de Chintaguay. Las aguas de Chintaguay corrían superficialmente hacia Matilla por el valle de Quisma a través de un riachuelo proveniente de los Altos de Pica, en el sector llamado La Mesnada (Bermúdez 1987, 77; Figueroa 2001, 20-21; Castro 2010, 40).

Los socavones o puquios, que tenían en promedio 1,5 metros de alto y 0,80 centímetros de ancho y cuyas longitudes variaban entre los 100 y los 2000 metros, se empezaron a construir en el siglo XVII. Para el siglo XIX estaban en plenitud de funcionamiento las galerías Miraflores, Jesús María, Santa Helena, Comiña, Santa Cruz, Comiñita, Puquio de los Hidalgos, Puquio de Enríquez, Puquio de los Loayzas, Puquio del Carmen, San Isidro, Sauque y Chávez.7

Una vez acumulada el agua en las cochas, se procedía a su distribución mediante turnos o mitas. Este procedimiento buscaba aminorar las presiones hacia un recurso escaso mediante un sistema de repartición regulado a partir del acceso de una cantidad de agua cada cierto tiempo. Siendo la mita más recurrente aquella que operaba cada 15 días, con el tiempo, producto de una acelerada mercantilización al separarse de la propiedad de la tierra, las hubo cada 8, 12, 16, 20, 21, 30 o más días. La cantidad a disponer podía ser de algunos minutos (seis cada quince días de la viña Bandita) hasta varias horas (298 cada treinta días de la hacienda Nuestra Señora del Carmen), como también a través de medidas vinculadas al volumen disponible en las cochas. En este último caso se consideraba la "cochada" (que equivalía a la capacidad plena del estanque y por tanto oscilaba de acuerdo al tamaño del depósito desde donde se realizaba la distribución), la "media cochada" y el "cuartillo" (Castro 2010, 44-49).

Chilenización en Tarapacá

A nuestro entender uno de los mayores problemas que ha tenido la revisión y problematización sobre la llegada del Estado-nación chileno a los áridos parajes de Tarapacá hacia fines del siglo XIX es el buscar continuidades al amparo de dinámicas políticas y sociales genéricas en concordancia con posicionamientos dicotómicos que han terminado por validar la presencia de una agencialidad secuencial y acumulativa con una marcada tendencia a lo compulsivo (Van Kessel 1992). Esta postura ha permitido, a pesar de la constatación de diferencias, una descripción homogénea de la chilenización cuando en realidad fue un proceso complejo y, en algunos momentos, contradictorio, ambiguo y disperso (Castro 2014a, 277-280; Castro 2014b, 234-237).

Bajo este prisma es que proponemos lo siguiente: la chilenización fue un recurso político que estuvo siempre condicionado a escenarios contextuales,8 los que reprodujeron dinámicas, algunas de ellas de larga data, es decir que venían del período peruano e incluso de antes, que con regularidad describieron tanto las diferencias con que operó la socialización forzada de lo chileno entre las diversas zonas involucradas como las prioridades que comenzó a establecer el Estado chileno para cada una de ellas, dependiendo de si eran funcionales o no a sus propósitos estratégicos (Castro 2008, 224-231; Concha y Morales 2013, 58-110). Estas diferencias terminaron por sostener prácticas estatales específicas, especialmente por parte de agentes fiscales de rango bajo, como respuestas heterogéneas por parte de los variopintos residentes locales (Castro 2008, 2014a y 2014b).9

Sin duda el contexto impositivo con que se produjo el traspaso político y administrativo de Tarapacá desde Perú a Chile conllevó un reacomodo del tejido social de esta región, sin embargo tales cambios no solo describieron acciones compulsivas por parte de la agencia estatal chilena, sino también una agencialidad protagónica por parte de quienes residían desde antes de la dominación chilena.10 En estos términos, el escenario vertiginoso de la chilenización dio cabida tanto a los conflictos como a las articulaciones amparadas en algún grado de acuerdo a partir de intereses compartidos (Castro 2013a; Aguilera 2003, 21-36; Aguilera 2008; Díaz 2006, 296-310; Díaz Mondaca y Ruz 2000, 5-22; Díaz y Ruz 2003, 61-83; Díaz Ruz y Mondaca 2006, 215-235; Gundermann 2001). En efecto, tal dinamismo no sólo afectó a los residentes locales condicionando sus modalidades de adaptación y negociación, sino de igual modo a los agentes fiscales y los curas en lo tocante a su rol chilenizador, generando en ellos conductas y percepciones bastantes disímiles. Por ello es que la chilenización también fue expresión de las modalidades cotidianas que utilizaron tanto los residentes locales (indígenas y no indígenas) como los agentes fiscales chilenos civiles y eclesiásticos para resolver dificultades y generar posicionamientos fuera, o al margen, de los soportes institucionales y legales, primando con ello un campo de relaciones en donde se posibilitó la articulación de los intereses generales (nacionales por una parte y étnicos y locales/regionales por otra) con aquellos estrictamente particulares y/o privados.

De este modo, la chilenización fue un ejercicio político, económico, fáctico y simbólico que tuvo (según zonas geográficas, condiciones contextuales y peso específico de los intereses de los involucrados) componentes asociados que acentuaron o minimizaron tanto los perfiles coercitivos como los énfasis mediadores, por lo mismo debemos entender este proceso como "momentos" pluralizados donde cabe más de una agencialidad y como "tramas" de confrontación-relación antes que de mera y exclusiva transición, exclusión y dominación.11

Labor pastoral de Luis Fridrich en el oasis de Pica

Luis Friedrich, de nacionalidad alemana, fue ordenado sacerdote en Ecuador en 1891. Al oasis de Pica llegó a inicios del año 1898 a cumplir labores eclesiásticas a partir de una invitación que le cursó Juan Guillermo Carter en su calidad de Vicario Apostólico de Tarapacá buscando mejorar la armonía entre las poblaciones locales y los curas en las jurisdicciones rurales a su cargo (Figueroa y Silva 2010; Figueroa y Silva 2013; Hernández 2011). Puntualmente, Carter comenzó, "para no exasperar los ánimos de los residentes peruanos de la provincia", a instalar sacerdotes extranjeros "que sin ser repelentes a los peruanos" trabajaran "por la causa chilena".12

Fue en este escenario, marcado por la preocupación de las autoridades chilenas civiles y eclesiásticas sobre el carácter "aperuanado" de las poblaciones del interior (Bermúdez 1987; Figueroa 2009, 147-168; González 2004; Silva 2007), donde Friedrich tuvo por misión principal llevar el evangelio y la civilización a lugares vistos como precarios en lo económico y mundanos, festivos y pecaminosos en lo religioso. Por ello no es extraño que al asumir la función de párroco su discurso sobre los habitantes del oasis de Pica, La Guaica y La Tirana estuviera marcado por aspectos tales como la "pobreza", la "corrupción", la "borrachera", la "orgía", la "inmoralidad" y la fe "vaga" y "material".13

En estos términos, si bien durante su etapa inicial como sacerdote del oasis de Pica coincidió con quienes lo antecedieron –Enrique del Canto y Luis Silva Lezaeta– respecto a una percepción negativa sobre sus habitantes (Hernández 2011, 52-59; González 2013, 116-122), diferirá con ellos sobre la existencia de un estrecho vínculo entre lo "piqueño" y lo "peruano" como demostración del carácter poco o nada civilizado de éstos, como igualmente en el uso de un lenguaje despreciativo, discriminatorio y poco esperanzador.

Este último rasgo, que lo distinguirá del accionar clerical anterior a su gestión y que coincidirá con los propósitos de Carter al invitarlo a hacerse cargo de la Parroquia de Pica y sus alrededores, será determinante para su inserción en la tradicional comunidad piqueña, más aún en el contexto de la chilenización de todo el territorio tarapaqueño y los marcados rasgos pro peruanos tanto de los residentes de los pueblos de Pica y Matilla como del valle de Quisma. Su labor, entonces, se centrará durante sus primeros años en establecer lazos de confianza y acercar a la gente al culto mediante la instalación de sociedades católicas y cofradías (Figueroa y Silva 2010, 41). De este modo, Friedrich pasará con el tiempo a ser un referente y un líder de la comunidad al punto de representarlos en el hecho más conflictivo que los enfrentó con la administración fiscal chilena: la expropiación en la década de 1910 de las aguas de Chintaguay para llevárselas potabilizadas a Iquique (Castro 2010, 189-193).

Friedrich y su acción sacerdotal: en defensa de los habitantes de Pica y su cuestionamiento a la chilenización

A fines del siglo XIX la región de Tarapacá, en aquél entonces un territorio recientemente incorporado por Chile a su soberanía, se vio sujeta a un nuevo ordenamiento políticoadministrativo.14 A partir de esta modificación estructural, las antiguas articulaciones socioeconómicas locales –provenientes desde la época colonial y el periodo administrativo peruano– se vieron vertiginosamente alteradas por los nuevos intereses estratégicos del Estado vencedor, los que se centraron casi exclusivamente en la producción de salitre a efecto de solventar su nueva política de financiamiento fiscal mediante un impuesto específico a la exportación de este fertilizante salino (Castro 2005).

Este modelo de desarrollo económico, conocido como rentismo salitrero,15 rápidamente generó una visión política que tendió a priorizar el interés estratégico del aparato estatal chileno y sus agentes por la geografía tarapaqueña de la pampa y la costa, mirar con distancia, recelo y apatía el espacio andino de precordillera y altiplano, e instalar en numerosos funcionarios fiscales chilenos (especialmente intendentes, gobernadores y subdelegados) un discurso negativo respecto de los pueblos rurales andinos y sus residentes (Castro 2008, 219; Castro 2013b, 362-369).

En el caso del oasis de Pica, se comenzó a utilizar esta perspectiva para dar sustento a los argumentos de los funcionarios fiscales chilenos de que sus habitantes (agricultores, algunos de ellos indígenas) eran "atrasados" en lo económico y lo cultural, y por tanto su única opción de alcanzar la civilización y la modernidad era mediante su integración, es decir supeditación, a la dinámica centrípeta de la minería salitrera, lo que implicaba una pérdida de su valor agrícola ya que su producción perfectamente podía ser reemplazada por la de la zona central de Chile. Tres hitos importantes demuestran como esta visión se plasmó en acciones concretas que terminaron amenazando la condición agrícola de este lugar: a) El despojo, en enero de 1898, del 90% de las rentas municipales a favor de los servicios locales y hospital público de Iquique, medida que –tras distintos reclamos– fue suspendida recién en 1907;16 b) La imposición de un alto impuesto al vino y la posterior prohibición de su elaboración en 1925 (Castro 2010, 58); c) Y, la entubación de sus aguas para llevarlas potabilizadas a Iquique, primero bajo la responsabilidad de la empresa inglesa The Tarapaca Waters Works en 1889, segundo mediante la concesión al empresario Rodolfo Formas en 1903, tercero a través de la dictación de un decreto en 1905 que autorizaba la entrega de dineros fiscales a la municipalidad de Iquique a objeto de celebrar un contrato para extraer agua desde el oasis de Pica y, por último, con la expropiación en 1912 de las aguas de la vertiente de Chintaguay en el valle de Quisma para ejecutar el primer servicio fiscal de este tipo en la provincia (Bermúdez 1987, 83-87; Castro 2010, 58, 75-91 y 129-151).

En este contexto, y ante un discurso fiscal que les negaba a los pueblos del interior –y a sus residentes– las cualidades de la "civilización" y la "modernidad",17 emerge la figura del cura Luis Friedrich. De ahí que entre 1900 y 1901 comenzó a denunciar y a reclamar sostenidamente por la precariedad de las condiciones de vida de estos lugares y la imposibilidad de superarlas ante la actitud de la agencia fiscal asentada en Iquique. A partir de este giro en su conducta y planteamientos, comenzó a subrayar en todas la instancias que se le presentaran los valores de la comunidad agrícola del oasis de Pica a efecto de aminorar las secuelas de esta mirada chilenizadora que degradaba la relevancia del espacio interior tarapaqueño. De todas sus acciones, dos tuvieron un alcance mayor respecto a validar ante el Estado chileno las virtudes "modernizadoras y civilizatorias" de piqueños, matillanos y quismeños: el organizar a los habitantes del pueblo de Matilla para que tuvieran un servicio adecuado de agua potable, un beneficio que no poseían a pesar que por sus terrenos pasaba el agua –su agua– entubada hacia Iquique con este mismo propósito; y el resaltar las sociedades de ayuda mutua seculares y religiosas.

"Abandonados por el Estado laico y pudiente": la obra de agua potable en Matilla

A pesar de la conducta distante de los agentes fiscales chilenos para con las comunidades agrícolas y rurales, especialmente por parte de aquellos asentados en Iquique, y los inconvenientes que día a día los embargaba a partir de esta particular mirada chilenizadora, los residentes del oasis piqueño lograron reacomodarse en función de buscar soluciones a sus necesidades más básicas (Castro y Rivera 2011). En concordancia con este esfuerzo, Luis Friedrich comenzó a llevar a cabo su labor sacerdotal asociando lo pastoral con lo político y lo social, un ejercicio que le permitió validarse como uno más al interior de esta comunidad.

En sus primeras visitas a Matilla, durante el caluroso verano de 1898, se percató de la imperiosa necesidad que tenían sus residentes de contar con agua potable para enfrentar incendios y eliminar las enfermedades que año tras año los afectaban por beber un líquido bueno para el riego pero de mala calidad para el consumo humano, además de caro.18

Matilla se surtía de agua desde La Pila, una pequeña vertiente situada en la quebrada, a un costado del pueblo a 250 metros debajo de las chacras, que se nutría de la corriente superficial que recorría el valle de Quisma. Además de exigirles a los matillanos enormes esfuerzos, su captación era escasa, apenas 14.000 litros por día y la cantidad era variable dependiendo de la intensidad del riego de las tierras vallesteras. Los vecinos debían acudir a las 2 a.m. con cántaros para esperar proveerse del preciado líquido, y si existía un aluvión debían recorrer enormes distancias hacia el interior del valle de Quisma para encontrarla. A esto se sumaba que la vertiente de la cual se extraía el líquido bebestible era fuente de enfermedades infectocontagiosas: "[...] existía en la población una tendencia muy marcada al tifus que a veces se hacía epidémico. Siendo el clima muy bueno, no podía atribuirse la frecuencia del tifus á otra cosa que al agua y á la existencia de un pantano en la quebrada, en medio del cual existe la vertiente que dotaba de agua á la población".19

Consciente de la imposibilidad de obtener recursos del fisco como de la Municipalidad de Pica, en 1903 Luis Friedrich optó por recurrir a los vecinos más pudientes del oasis y prometer el pago de sus préstamos una vez finalizada la obra. Su plan era que la población participara como accionista mediante la compra progresiva de un ramal de la cañería principal, pagando en un periodo de tiempo razonable tales prestaciones.

Es así como inicia algunos estudios básicos para proveer de agua a Matilla desde la vertiente el "Resbaladero", ubicada en el pueblo de Pica, mediante la adquisición del recurso sobrante, es decir, el que no se ocupaba después de dar cumplimiento a todas las mitas adscritas a ésta. El proyecto, sin embargo, presentó dificultades desde un comienzo debido a la oposición de siete propietarios de turnos de agua de la mencionada vertiente, y si bien el uso del líquido sobrante propuesto por Friedrich no los perjudicaba, desconfiaban de las intenciones de este sacerdote y de las finalidades de la obra. En efecto, tal rechazo se sustentaba en la aprensión que tenían algunos residentes de estos pueblos rurales sobre los verdaderos propósitos de los clérigos avecindados desde la década de 1880 a razón de ser partes de la agencia chilena que se imponía con fuerza, como por el temor fundado de que las aguas del Resbaladero, tal como lo explicita el mismo Luis Friedrich, terminaran siendo encauzadas hacia Iquique:

[...] aquí me han salido algunos opositores, dueños del agua del 'Resbaladero'. Ellos se apoyan en que 'ellos podrían algún día descubrir esas aguas y aprovecharlas para sus chacras'; el caso es que son muy pocos, unos 7, encabezados por D. Belisario Jara, el que no quiere que un cura esté á la cabeza de tal obra. Para alborotar á la gente hizo correr la voz que yo estaba de acuerdo con alguno en Iquique para vender el agua.20

Para evitar estos malos entendidos,21 el párroco decidió cambiar el punto original de extracción hídrica y así no tener la oposición de vecino alguno. De esta manera, y tomando en cuenta que "la inmensa mayoría del pueblo está muy entusiasmado con la obra, de tal manera que ya cuenta con cerca de cuatro mil pesos para ello", inicia los trabajos a mediados de noviembre de 1903. Con los aportes de Guillermo Contreras y Juan Kruse compra la cañería matriz y adquiere los turnos de agua de Casimira Núñez de Enrique,22 y con el apoyo económico de otros vecinos, entre ellos Manuela Zavala viuda de Morales, Teodoro Robellat y Pablo Olazabal, logra la finalización de las obras el domingo de Pascua de 1904. Durante el mismo día de la inauguración se presentaron "más de treinta personas para comprar el derecho de sacar un ramal de la cañería principal". Tal derecho les fue vendido a razón de 100 pesos a cambio de un acceso perpetuo de 100 litros, pasando de este modo, tal como lo pretendía Friedrich, a ser "accionistas" de esta empresa social.23

El traspaso de la propiedad de esta instalación a los vecinos de Matilla fue una clara prueba de que el accionar material de Friedrich respondía únicamente a los intereses de lograr directamente el bienestar de la comunidad ante la ausencia de la administración estatal chilena y no un acto de lucro para monopolizar el agua potable en Matilla, ni menos llevársela a Iquique: "Utilidad para la Iglesia no hay ninguna otra sino la adquisición gratuita de una acción para proveer de agua al templo, sobre todo en el caso de algún incendio, fue este el único favor que el infrascrito pidió por sus trabajos de 3 años".24

De este modo, Friedrich logró un rápido y férreo apoyo de una gran mayoría de matillanos y quismeños al despejarse y evidenciarse que esta iniciativa era una empresa social y no comercial, que el líquido captado no se iría a otros lugares y que la totalidad del agua potable obtenida se estaba repartiendo de la manera más equitativa posible: "La mayor parte de las familias tiene cañería y llave en casa; de los pocos que faltan, algunos están próximos a comprar el derecho y los pobres se surten de agua en las casas de los pudientes".25

Como la obra del agua potable social para Matilla se había iniciado sin informes previos al Vicario General con asiento en Iquique, del cual dependía Friedrich, el 13 de septiembre de 1904 le remite un reseña donde deja en claro su postura de que esta iniciativa se sustentaba en el rol que debía cumplir la Iglesia respecto a la desigual relación entre el Estado chileno, es decir la administración provincial y comunal que se había instalado en 1883, y la sociedad piqueña:

Después de la bendición hablé unas cuantas palabras, que cifraban en la frase, que la Iglesia es la verdadera madre de los pueblos, sus adeptos, y procura no solamente su bien moral, sino también que hace sacrificios por aliviar las necesidades materiales [...] la Iglesia ha removido una ocasión de inmoralidad a que se prestaba la traslación del agua desde 'La Pila' a la población. Además se ha mostrado como verdadera y solícita madre de sus hijos, completamente abandonados por el Estado laico y pudiente. 26

Es importante hacer hincapié que la postura de este sacerdote, que rayaba no sólo en un quehacer comprometido en lo pastoral sino también con lo político y lo social propiamente tal, se debió a un alto grado de comprensión e internalización de la nueva realidad regional desatada a partir de la chilenización como de las tensiones surgidas en las estructuras sociales piqueñas. En estos términos, la obra del agua potable para Matilla no sólo fue un reflejo del interés funcional por aliviar las penurias de carácter material de estos campesinos, sino también un instrumento para discutir y poner en la opinión pública la asimetría estructural que se había asentado producto de la mirada sesgada de la agencia estatal chilena (la central y la provincial) del espacio y la población rural. Consecuentemente, no era menor delatar que la mencionada obra de agua potable en Matilla se había "llevado a cabo sin auxilio ni intervención alguna de las autoridades civiles".27

Comprendiendo la imposibilidad de obtener recursos fiscales producto del vínculo desigual en que había sustentado su accionar la administración chilena en el espacio rural andino, Luis Friedrich activó la autogestión como una modalidad de adaptación, reacomodo y negociación. En consecuencia, ante un Estado distante y ausente en lo que tocaba a los requerimientos domésticos de los agricultores piqueños, matillanos y quismeños (como de las otras localidades rurales), la solución era activar y apoyarse en la propia comunidad con base en la sólida articulación social endógena que poseía, la misma que era vista por los funcionarios fiscales chilenos como un reflejo de lo alejado que estaban los residentes de estos lugares de la civilización y lo cercano que se posicionaban en algunos momentos de la barbarie (Figueroa 2011). Esto último actuó como estímulo para que Friedrich impulsara obras semejantes en los poblados de Pica y Macaya, este último lugar dependiente de la jurisdicción parroquial de Rosario de Mamiña:

Acuso recibo de la nota N#º 472, en la cual S.S. Ilma. me felicita por el feliz éxito de la obra de Agua Potable de Matilla; tengo la satisfacción de poner en conocimiento de S.S. Ilma, que idéntica obra está llevándose acabo en este pueblo de Pica y que toca ya a su terminación. Además en una visita que hice recientemente al pueblecito de Macaya, situado al pié de la serranía de Yabricoya, en unión con el párroco Sr. Juan Kruse, resolvimos de común acuerdo, dotar también aquel pueblo de agua potable.28

El extender la iniciativa de un servicio de agua potable en estos pueblos rurales y agrícolas mediante la autogestión, era situar la modernidad –entendida como aquella derivada del avance tecnológico o público– precisamente en aquél espacio donde la administración estatal chilena negaba toda posibilidad de su presencia material producto de la existencia entre sus habitantes de lo que entendía rasgos culturales atrasados, tal como lo había explicitado tempranamente en 1883 el primer subdelegado chileno, Valdés Carrera, al señalar que el oasis de Pica era "abundante en agua, pero se necesita de hombres sin el carácter peruano para hacer producir la tierra".29

De este modo, si el Estado a partir de consideraciones culturales y sociales prejuiciadas no incluía a estos lugares en la macro política de obras de adelanto (ferrocarriles, alcantarillado, iluminación de calles y agua potable) financiadas con recursos fiscales obtenidos –nada más ni nada menos– mediante la renta salitrera, para Friedrich se hacía perentorio anular la dependencia de lo fiscal e incentivar la autogestión tomando como base ciertos patrones endógenos de articulación colectiva arraigados entre estos campesinos mestizos e indígenas. A su entender, aquí estaba la llave maestra para operar con algún grado de éxito en el entramado asimétrico de la chilenización.

El "espíritu público de este pueblo es notablemente desarrollado": sociedades religiosas y seculares

Otra de las formas en que los habitantes del oasis sobrellevaban sus dificultades era la unión participativa en diversas sociedades o cofradías, las que para Luis Friedrich constituían tanto una muestra viva de las posibilidades de desarrollo endógeno como pruebas palpables de estar ante una comunidad culturalmente avanzada toda vez que reflejaban solidaridad, caridad y responsabilidad cívica.

Será en un informe emitido con fecha 23 de enero de 1907 a petición del recientemente asumido Vicario General de Tarapacá, Martín Rücker Sotomayor, que Friedrich destacará con detalle las virtudes y fortalezas de las organizaciones comunitarias religiosas que existían en el oasis de Pica. En total habían seis sociedades o cofradías: la Archicofradía del Santísimo Sacramento con 15 socios, la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús con 48 socios, la Cofradía del Rosario con 89 socios, la Tercera Orden de San Francisco con 70 socios, la Sociedad de Santa Filomena con 36 socios, las Devotas de la Purísima con 41 socios) y las Hermanas de la Súplica Perpetua con 65 socios en Pica, 48 en Matilla y 23 Canchones;30 es decir, en conjunto representaban un 20,98% del total de habitantes del oasis que según el censo de 1907 llegaban a los 1649 residentes (Bermúdez 1987, 88-89), una proporción que se incrementaba significativamente al tomar en cuenta que la participación de cada uno de los integrantes de estas organizaciones implicaba la vinculación de parte o la totalidad de sus respectivas familias.

Todas estas sociedades se caracterizaban, aparte de sus funciones religiosas obligatorias (tales como celebrar misas, novenarios, fiestas como la del Sagrado Corazón de Jesús y San Francisco, santificar a sus socios a través de la comunión y mandar a decir misas y cantar en ellas), por cumplir obras de caridad:

[...] toda vez que hay una persona enferma que no tiene los recursos necesarios ni las atenciones del caso percibe semanalmente una cantidad suficiente en dinero, la que el párroco fija en acuerdo con los directorios de la sociedad respectiva; los socios, además, atienden personalmente á los enfermos [...]. De vez en cuando el párroco nombra una comisión de entre los miembros de los directorios para que descubran a los niños pobres que deben recibir la primera comunión; los traen a la instrucción y les proporcionan el vestido.31

La pobreza, entonces, era sobrellevada a través de diversas formas de cooperación, como la asistencia monetaria a los enfermos, instrucción religiosa básica a los niños e instrucción primaria.32

El propósito de Luis Friedrich al acentuar en su informe los rasgos positivos de cada una de las sociedades y cofradías piqueñas era, mediante el concurso del Vicariato, poner en el tapete de los funcionarios fiscales a cargo de la provincia de Tarapacá y de la opinión pública iquiqueña lo erróneo de sus percepciones negativas respecto a los pueblos rurales y andinos del interior. En efecto, para el cura alemán las implicancias morales, organizativas, de autoridad y responsabilidad en las cuales se sustentaban cada una de las sociedades mencionadas explicitaban con fuerza lo lejos que estaban los residentes de estas localidades de oponerse a la modernidad y la civilización:

[...] en la costa está muy generalizada la idea que los pueblos del interior son de poco interés, y que sus habitantes resisten sistemáticamente todo adelanto material; y alguna vez se culpa de ello al 'fanatismo religioso' que dicen que reina en estos pueblos.

Acercándose con cariño a esos pueblos y despertando en ellos energías escondidas y teniendo paciencia con los defectos que indudablemente sufren, llegarán a ser factores no despreciables en el progreso moral y material del país.33

Invirtiendo los términos, el cura de Pica daba cuenta que sin la existencia del mal llamado "fanatismo religioso" el adelanto material sería prácticamente imposible en estos apartados lugares pues las sociedades y/o cofradías eran causa y consecuencia de la cohesión de las comunidades, sobre todo en los momentos en que más lo necesitaban. En estos términos, lo que cabía era una modificación de cómo se estaba llevando a cabo la chilenización, sobre todo en aquello que afianzaba la fractura asimétrica inducida desde la agencia fiscal entre la costa-pampa y la zona rural y andina donde se ubicaban pueblos laboriosos y solidarios.

Si la descripción y visibilidad de las sociedades de perfil religioso no eran suficientes para demostrar lo equivocado que estaban los funcionarios estatales, Luis Friedrich vuelve a insistir, pero ahora mencionando las agrupaciones de carácter secular que existían en el oasis de Pica. A su entender estas agrupaciones –la Sociedad Peruana de Socorros Mutuos, la Sociedad Peruana de Socorros Mutuos de Señoras y la Sociedad Proveedora de Carne– terminaban por reafirmar la transversalidad y profundidad de los rasgos civilizatorios y modernizadores de la comunidad piqueña toda vez que dependían para "su existencia financiera de la generosidad pública".34 Por la alta adhesión que tenían estas agrupaciones sus efectos se tornaban más visibles, sobre todo en aquello que tenía que ver con los intereses y temores de Chile para con una comunidad tan tradicional como la del oasis de Pica:

[...] la 'Sociedad Peruana de Socorros Mutuos' que hace mucho bien; pertenecen a ella casi todos los hombres de mi parroquia, aun los chilenos y los pocos residentes extranjeros; por llevar el epíteto peruano no he podido tomar parte en el directorio de esa sociedad; desde el punto de vista religioso no tengo ninguna queja contra ella, lo que además beneficia grandemente a los pobres y en general a todos; mantenía también un colegio de hombres; no está resuelto aun si continuará el colegio.35

La asombrosa "generosidad pública" con la que eran mantenidas diversas agrupaciones solidarias en localidades rurales con baja densidad poblacional, alejadas de los grandes centros modernos de la costa y, además, con precarias conexiones, era la muestra empírica que Luis Friedrich ofrecía a las autoridades políticas y religiosas provinciales y nacionales para validar que, en estas comunidades agrícolas y tradicionales, a pesar "de sus imponderables defectos y vicios" habían "elementos de regeneración no despreciables", en consecuencia lo único que faltaba era que fueran llamados "a la acción" y se "aunaran sus esfuerzos".36 Con esto, de paso, reafirmaba que –a diferencia de lo que ocurría por lo general en las ciudades costeras y en los pueblos pampinos– toda empresa originada en el oasis piqueño era producto del esfuerzo exclusivo de sus habitantes, talante propio de una sociedad emprendedora y con ansias de modernidad.

Tomando en cuenta que al interior de cada grupo se generaban los mecanismos de reciprocidad, Friedrich terminaba tajantemente señalando que: "Todo esto hará ver á S.S. que el espíritu público de este pueblo y de los pueblos vecinos es notablemente desarrollado, pues se procura remediar en lo posible las necesidades morales y materiales de todos".37

El potencial que vio en su momento Luis Friedrich en estas organizaciones religiosas y seculares no solo tuvo que ver con el análisis que hizo este sacerdote de una precaria realidad y los elementos existentes al interior de la comunidad del oasis de Pica posibles de utilizar para salir de ella, sino con la evidencia de un ejercicio agencial por parte de piqueños, matillanos y quismeños destinado a situarse a partir de sus lógicas endógenas en el nuevo e incierto escenario que representaba la soberanía de Chile y el perfil distante y prejuiciado de la administración estatal chilena para con el espacio rural y andino de la provincia de Tarapacá, un fenómeno que también se replicó, aunque con algunas diferencias, para el área de la pampa salitrera.38

Conclusiones

Es en el contexto tarapaqueño de fines del siglo XIX y principios del XX que lo informado por Luis Friedrich a su superior jerárquico sobre a las lógicas organizacionales comunitarias de los habitantes del oasis de Pica representó no solo un discurso reivindicativo, sino del mismo modo un diagnóstico acertado de frágiles condiciones derivadas a partir del sesgo con que la administración estatal chilena había ejercido su distante y recelosa potestad política para con el espacio rural andino desde los inicios de la década de 1880.

Por lo mismo, es que desde un comienzo Friedrich buscó capturar la opinión pública tanto de las autoridades chilenas como de los residentes influyentes de la ciudad puerto de Iquique donde estaba asentada el grueso del aparataje administrativo estatal de la provincia de Tarapacá. Tal propósito lo hizo contrariando los discursos negativos de la administración fiscal chilena respecto de los pueblos y los habitantes del "interior", es decir de la zona rural andina que estaba más allá de la pampa salitrera.

Sacando a relucir las lógicas endógenas de la organización de los piqueños, matillanos y quismeños, lógicas asociadas y fundadas en su cultura agrícola tradicional, intentó demostrar la existencia en estos lugares de una plataforma social desde la cual era posible generar el pretendido "progreso" y "modernidad" que aspiraba el Estado de Chile, aspiración negada para los habitantes del oasis de Pica a partir de un ejercicio de chilenización sustentado en un marcado e injustificado prejuicio a razón de ser en su gran mayoría campesinos, algunos de ellos indígenas, o auto-reconocidos como peruanos.


1. Esta modalidad de obtención de salitre se basó en una lixiviación por agua a gran temperatura en enormes ollas, o paradas, de acero; de ahí su denominación.

2. Conflagración que enfrentó a Chile con Perú y Bolivia entre 1879 y 1883 a causa de la riqueza salitrera. Uno de los resultados de este conflicto fue la incorporación de un vasto territorio, desde Taltal hasta Arica, a soberanía chilena, pasando a conformar el actual Norte Grande de este país.

3. Es importante destacar que durante gran parte del siglo XIX hispanoamericano los procesos de construcción de los discursos nacionales incorporaron como un principio de conciencia o identidad el concepto de modernidad. Privilegiando las expectativas por sobre la experiencia, establecieron una mirada prejuiciada en torno a todo aquello que resultara rémora del pasado, categoría en la cual entraban todos aquellos habitantes "perimetrales" que no respondían a la "vanguardia capitalista". Ver Goldgel (2013, 111-169).

4. A comienzos del siglo XX la producción vitivinícola llegó a su mínima expresión. La predominancia del cultivo de la alfalfa y de plantas frutales, más las restricciones legales y administrativas impuestas por las autoridades chilenas en consideración de que veían a los vinos piqueños como una amenaza a los mostos de la zona central de Chile. Es de este modo que en 1925, mediante el Decreto Ley Nº 550, finalmente se prohíbe la plantación de uvas como la fabricación de vino y aguardiente en las entonces de Antofagasta y Tarapacá. Cf. Castro (2010, 58).

5. El impacto de los requerimientos de plantas forrajeras por parte de la minería salitrera en otros valles cercanos al oasis de Pica (como Tarapacá, Camiña y Mamiña) provocó que se convirtieran casi en áreas de monocultivo, generando un daño irreparable respecto a la diversidad agrícola, que tenían asociada tanto a las lógicas mercantiles coloniales como a las estrategias de subsistencia. Respecto a este tema ver: Espinoza (1897, 87); Castro (2010, 59-60).

6. Los fundos o predios urbanos eran los más grandes, con mayor disponibilidad de agua y producción. En cambio los fundos rústicos eran las pequeñas chacras generalmente destinadas al autoconsumo o, como en el caso del oasis de Pica, con una exiguo excedente destinado al comercio de baja escala.

7. Algunos autores señalan que estos socavones comenzaron a ser construidos a fines del siglo XVII por parte de españoles que conocían esta técnica de obtención de agua a partir de su paso en las faenas mineras de Potosí. Otros, en cambio, afirman basándose en documentación notarial que los primeros socavones se habilitaron en el oasis piqueño al menos hacia mediados del siglo XVII, si es que no un poco antes inclusive. Sobre la fecha de construcción de los socavones ver: Bermúdez (1973, 11); Figueroa (2001, 150-161); Castro (2010, 40-41). Para información general sobre este sistema de obtención de agua consultar: Billinghurst (1886, 74); Bowman (1940, 31-32); Keller (1961, 27-30).

8. Por escenarios contextuales entendemos factores externos ubicados en distintos niveles que afectaron las intensidades, los rasgos y los modos que adquirió materialmente la chilenización, entre ellos: los perfiles de los funcionarios fiscales (más o menos honrados, más o menos resueltos a utilizar su cargo para dar cuenta de sus intereses personales por sobre sus obligaciones administrativas), la capacidad de negociación de las comunidades-localidades rurales andinas, el nivel de influencia de algunos miembros líderes de estas comunidades-localidades a partir de su capacidad mediadora entre la agencia estatal y sus vecinos, etcétera.

9. Una aproximación analítica a este mismo tipo de fenómeno en esta zona entre fines del periodo colonial y comienzos de la etapa republicana peruana, ver: Figueroa (2007, 61-84).

10. Entiéndase por "movimientos reactivos" respuestas derivas que no necesariamente implican un matiz confrontacional, sino más bien articulaciones asimétricas que buscan, en tanto actores subalternos, posicionarse o re-posicionarse agencialmente en estructuras sociales modificadas exógenamente. Es decir, si bien el concepto inglés de agency (agencia) es traducible como iniciativa histórica, también es posible dar cuenta, o hacer alusión, a un campo más vasto de significados referidos al despliegue de la capacidad de un sujeto que asume el papel de actor. Cf. Prakash (1997, 293-313).

11. Las categorías "tramas" y "momentos" están tomadas de Spivak (1997, 247).

12. Archivo Obispado de Iquique (en adelante AOI), Correspondencia a Juan Guillermo Carter, Medidas para la armonía de la población, Arica marzo de 1896, f. 8.

13. AOI, Parroquia de Pica 1895-1899, Descripción de la Parroquia y sus feligreses, Pica 22/11/1895, s.f.; AOI, Parroquia de Pica 1895-1899, Pica y sus dificultades para llevar a cabo la obra espiritual y material, Pica 20/3/1896, s.f.; AOI, Parroquia de Pica 1895-1899, Descripción del viaje hacia Pica y su iglesia, Pica 8/6/1896, s.f.; AOI, Parroquia de Pica 1895-1899, Prostitución y carnaval, Pica 3/3/1897, s.f.; AOI, Parroquia de Pica 1895-1899, Conflictos con Marquezado y visión negativa de los peruanos, Pica 11/10/1897, s.f.; AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 1, Pica 21/3/1900, f. 3; AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 2, Pica 20/3/1901, f.24.

14. El Tratado de Ancón, firmado el 20 de octubre de 1883 poniendo término a la guerra entre Chile y Perú, estableció el definitivo y perpetuo traspaso de Tarapacá a la jurisdicción nacional chilena. Con esto se sancionó legalmente una posesión de hecho que venía ocurriendo desde 1880. Al amparo de este nuevo contexto jurídico se crea, el 31 de octubre de 1884, la provincia de Tarapacá, unidad político-administrativa que vino a reemplazar al peruano departamento de Tarapacá.

15. Para lo del rentismo salitrero consultar Castro (2005).

16. La Municipalidad de Pica, como órgano político-administrativo de nivel comunal, se sostenía económicamente con base en la contribución de haberes muebles e inmuebles que afectaban al Ferrocarril Salitrero, el Ferrocarril de Patillos y las propiedades agrícolas. Para obtener estos recursos las autoridades municipales de Iquique, como el Intendente de Tarapacá, presionaron al gobierno central arguyendo que esta ciudad-puerto siendo más "adelantada" y una de las más "importantes" de la república manejaría los recursos de forma más eficiente y eficaz que los pueblos agrícolas "atrasados" y "reducidos" que poco prometían para el "progreso nacional". Ver: Bermúdez (1987, 83-87).

17. Respecto a las condiciones de esta "modernidad", ver Figueroa (2011).

18. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 5, Pica 13/9/1904, f. 44.

19. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 5, Pica 13/9/1904, ff. 44-45.

20. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 4, Pica 3/11/1903, f. 61.

21. Esta desconfianza que tuvo que enfrentar Friedrich en sus inicios se cimentó en las malas relaciones que existieron entre la comunidad y los primeros sacerdotes, Enrique del Canto y Luis Silva Lezaeta, que se encargaron de la parroquia de Pica bajo administración chilena entre los años 1895 y 1897. Por ejemplo Silva Lezaeta, a partir de su deseo de vender una "custodia" de alto valor de la parroquia de Pica, chocó con la costumbre popular piqueña de que cada bien comprado por los vecinos para la Iglesia se otorgaba a concesión o préstamo a ella y no en calidad de donación. Tal diferencia terminó en posturas irreconciliables sustentadas en descalificaciones mutuas, entre ellas la afirmación por parte de Lezaeta que los habitantes del oasis, en su condición de "pueblos agrícolas peruanos" estaban carentes de "civilización" y de una verdadera "religiosidad". Ver: Hernández (2011, 51-59); Figueroa (2009).

22. Kruse era amigo de Luis Friedrich. Cumplió labores sacerdotales en el oasis de Pica y su jurisdicción entre mayo de 1900 y marzo de 1901, fecha en la cual fue nombrado como cura de la localidad rural de Mamiña. Guillermo Contreras, en tanto, era uno de los agricultores más acaudalados, propietario de un número alto de mitas o turnos de agua. En esta condición, fue uno de los principales afectados con las expropiaciones ejecutadas entre los años 1912 y 1924 como parte del proyecto fiscal de agua potable para Iquique.

23. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 5, Pica 13/9/1904, f. 46.

24. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 5, Pica 13/9/1904, f. 47.

25. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 5, Pica 13/9/1904, f.46.

26. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 5, Pica 13/9/1904, ff. 46-47. La cursiva es nuestra.

27. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 8, Pica 27/2/1907, f.18.

28. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 5, Pica 28/9/1904, f. 52.

29. Archivo Nacional de Chile, Fondo Intendencia de Tarapacá, vol.43, Pica 1883, f. 64.

30. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 8, Pica 23/1/1907, ff. 2-5.

31. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 8, Pica 23/1/1907, ff. 3-4.

32. Sobre este último aspecto de la labor de Friedrich revisar: Figueroa y Silva (2013, 49-77).

33. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 8, Pica 27/2/1907, f. 18.

34. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 8, Pica 27/2/1907, f. 17.

35. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 8, Pica 27/2/1907, ff. 16-17.

36. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 8, Pica 22/2/1907, f. 13.

37. AOI, Correspondencia Vicario de Pica 1900-1926, Carpeta 8, Pica 27/2/1907, f. 17. La cursiva es nuestra.

38. La mirada distante y prejuiciada del aparato estatal chileno tarapaqueño sobre el universo social residente en la pampa salitrera, especialmente de los obreros, se aborda en: Silva (2013, 427-451).


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