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HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local

On-line version ISSN 2145-132X

Historelo.rev.hist.reg.local vol.7 no.14 Medellín July/Dec. 2015

https://doi.org/10.15446/historelo.v7n14.48625 

http://dx.doi.org/10.15446/historelo.v7n14.48625

Monotonía, aislamiento y atraso agrícola. Descripciones de viajeros del siglo XIX e historia agraria de la Sabana de Bogotá (Colombia)

Monotony, Isolation and Backward Agriculture. Travel Accounts of 19th Century and Agrarian History of Bogota Plateau (Colombia)

Katherinne Giselle Mora Pacheco*

*Licenciada en Ciencias Sociales por la Universidad Pedagógica Nacional (Bogotá, Colombia), Magister en Medio Ambiente y Desarrollo y Estudiante de Doctorado en Historia de la Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá (Colombia). El artículo es resultado del proyecto Sustainable Farm Systems, financiado por el Social Sciences and Humanities Research Council of Canadá. Correo electrónico: kgmorap@unal.edu.co.

Recepción: 26 de enero de 2015 Aceptación: 18 de febrero de 2015


Resumen

Diferentes obras de Historia Agraria reproducen una descripción similar de la Sabana de Bogotá (Colombia) durante el siglo XIX: vocación agrícola desde la Colonia; extensos campos cubiertos de trigo y cebada; reemplazo abrupto de cultivos por ganadería; crisis de la agricultura vinculada con las bonanzas agroexportadoras y la demanda de productos tropicales que no podían obtenerse en altitudes superiores a 2000 metros. Este artículo analiza cómo esta perspectiva ha perpetuado las descripciones de viajeros que visitaron la región durante el siglo XIX, basadas en sus orígenes, objetivos, intereses políticos y económicos, o en las afirmaciones de sus guías e informantes. Reconstruye un perfil de los viajeros que son citados con mayor frecuencia por los historiadores, sus apreciaciones sobre el paisaje sabanero y la actividad agrícola y ganadera y su influencia en las reconstrucciones que en la actualidad se hacen de la historia agraria de la Sabana de Bogotá durante el siglo XIX. Invita a contrastar los relatos de viajeros entre sí y con otras fuentes e incorporar en los análisis los resultados de investigaciones sobre el periodo colonial y las condiciones biofísicas de las regiones objeto de estudio.

Palabras clave: viajeros, relatos de viajes, historia agraria, Sabana de Bogotá, siglo XIX.


Abstract

Different works of Agrarian History reproduce a similar description of Bogota Plateau (Colombia) throughout the nineteenth century: agricultural use since colonial times; vast fields of wheat and barley; abrupt replacement of crops by cattle; agricultural crisis linked to the agro-export booms and the demand for tropical products that could not be obtained above 2000 meters. This paper discusses how this approach has perpetuated descriptions of travelers who visited the region during the nineteenth century and wrote up their notebooks based on their origins, objectives, political and economic interests, or from affirmations of their guides and informants. This article rebuilds a profile of travelers that are most often quoted by historians, their views about the Plateau landscape and its farming and ranching, and their influence on today reconstructions of the agrarian history of Bogota Plateau along nineteenth century. This text invites to contrast the travel accounts among themselves and with another sources, and also to incorporate the results of the research about the Colonial period and the biophysical conditions of the regions under study in the analysis.

Keywords: travelers, travel accounts, agrarian history, Bogota Plateau, 19th century.


Introducción

Durante la primera mitad del siglo XIX, cualquier persona que pretendiera llegar por el occidente a Bogotá (antes Santafé), debía recorrer un tortuoso camino desde el río Magdalena y exponer su vida frente a toda clase de peligros, entre los que se destacaban los numerosos precipicios, deslizamientos, pantanos y lodazales. Una vez avistaba la Sabana de Bogotá (ver figura 1),1 se encontraba con un paisaje monótono, tapizado con trigales vulnerables a la plaga del polvillo (Ustilago tricis) y cultivados con las mismas técnicas y herramientas españolas que, por trescientos años, se habían mostrado ineficaces. Sin embargo, al mismo tiempo, los bogotanos y los sabaneros podían comprar en la plaza de mercado una amplia variedad de frutas, verduras, carnes y tejidos que, de una manera misteriosa y jamás explicada, llegaban allí. La precaria situación de la Sabana sólo pudo remediarse cuando los liberales emprendieron la construcción de infraestructura de transporte, introdujeron semillas seleccionadas y nuevas razas ganaderas, impulsaron la producción en la "tierra caliente"2 y la conectaron con la fría Sabana.

Esta es la historia tradicional y oficial, aceptada por diferentes estudiosos de las condiciones agrarias de la Sabana de Bogotá durante el siglo xix.3 Como se pretende demostrar en este texto, es una historia, en parte, construida con fragmentos descontextualizados de los viajeros nativos y extranjeros que registraron descripciones de la Sabana de Bogotá. Sus versiones no fueron suficientemente contrastadas entre sí ni con otras fuentes. Tampoco sus autores son objeto de análisis profundos para establecer la relación entre los apuntes de sus observaciones sobre el agro sabanero y su origen, filiación política, religión, formación, actividad económica, objetivo del viaje y momento en el cual se realiza (o se publica su registro), entre otros factores.

Sin embargo, aunque la conexión entre los diarios de viajeros y las obras contemporáneas no se establece, cabe destacar algunos trabajos que señalan las características de los exploradores del siglo XIX y destacan puntos clave en esta reflexión. En Guía de forasteros: viajes ilustrados por Colombia, 1817-1857, Giorgio Antei (1995) reconstruye la visión que los viajeros transmitieron sobre la actual Colombia a partir de las imágenes que acompañan sus relatos (acuarelas, grabados y mapas).

La clasificación cronológica y por intereses, permite comprender el contexto en el cual se emprendió cada una de los viajes incluidos en la obra. La comparación de ilustraciones y fragmentos de las obras analizadas, revela copias del arte grecorromano, las obras de Humboldt y otros viajeros.4 La caracterización y comparación de los viajeros, con base más en los textos que en las imágenes, se encuentra también en el artículo de Jaime Jaramillo Uribe (2003), titulado "La visión de los otros. Colombia vista por observadores extranjeros en el siglo XIX". En ambos casos, se trata de abordajes sobre las percepciones del actual territorio colombiano en general y los autores no profundizan en las particularidades regionales ni en la influencia de los viajeros en los historiadores profesionales que las reconstruyen.

Para el caso específico de la Sabana de Bogotá, se encuentra un aporte importante en la tesis de maestría en Historia de Carolina Torres Torres (2009), titulada "La imagen de Bogotá construida por los viajeros extranjeros que recorrieron el país a lo largo del siglo" XIX. La autora hace una descripción detallada de las vidas de los autores de los diarios, sus objetivos, la influencia de Humboldt en sus afirmaciones, los recorridos y lugares visitados. No obstante, el interés principal, como su título indica, es la imagen de la ciudad capital, a la cual los viajeros dieron mayor atención debido a la duración de su estancia o a los lazos políticos y económicos que buscaron o establecieron. Aunque se hace referencia a la percepción de la Sabana por su relación con las comunicaciones y el abastecimiento de Bogotá, no es el asunto central. Adicionalmente, al igual que Antei y Jaramillo Uribe, Torres deja de lado a los viajeros nacidos en el actual territorio colombiano, que también escribieron diarios citados con frecuencia por los historiadores profesionales.

El presente artículo, que busca mostrar la influencia de los viajeros del siglo XIX en la historia agraria representada sobre la Sabana de Bogotá, se organiza en cuatro partes. La primera está dedicada a la descripción de los viajeros que son citados con mayor frecuencia por los historiadores, incluyendo su procedencia y los objetivos que tenían para realizar sus recorridos, hasta donde los estudios previos permiten establecer. La caracterización se divide, de acuerdo con su origen, en extranjeros (norteamericanos, suramericanos y europeos) y nativos. Estos viajeros nacidos en varios puntos del país, que lo recorrieron por diversos motivos y siguieron la tradición de registrar descripciones de lugares, fueron en algún momento de su vida habitantes de la capital o de su Sabana, aunque, en su mayoría, no eran bogotanos. Las tres partes siguientes de este texto se concentran en el uso de los relatos de viajeros para construir la historia agraria de la Sabana de Bogotá durante el siglo XIX desde tres supuestos: 1) aislamiento por infraestructura precaria y autoabastecimiento; 2) monotonía por predominio del uso del suelo agrícola y especialización triguera; y 3) atraso agrícola relacionado con técnicas, tenencia de la tierra y relaciones laborales.

Los viajeros y sus intereses

Magnus Mörner (2000) identifica dos oleadas de viajeros europeos en Latinoamérica durante el siglo XIX. La primera, en la década de 1820, para conocer las nacientes repúblicas y establecer relaciones con éstas. La segunda, desde mediados del siglo, en una época de bonanzas económicas agroexportadoras en los territorios que recorrían y, al mismo tiempo, de alta demanda de libros con descripciones de lugares exóticos en sus países de origen. Teniendo en cuenta esta periodización, la Tabla 1 recoge datos de los algunos de los visitantes extranjeros, no sólo europeos sino americanos, que describieron la Sabana de Bogotá en el siglo XIX.

Cada viajero llegó en un momento distinto de la historia de su país y de la actual Colombia (Antei 1995). Incluso, el arribo a la Sabana con diferencia de semanas o meses marcaba el contraste: ¿Estaban los campos en barbecho o con la cosecha a punto de recoger? ¿Era temporada de lluvias o de sequía? ¿Acababa de terminar una guerra civil? Las condiciones que encontraron podían hacer que sus versiones se diferenciaran en aspectos como el estado de los caminos, los tiempos de recorrido, los cultivos predominantes, el tamaño de los hatos, entre otros. A esto se suma el filtro entre el momento de la observación del viajero, la escritura de su diario y la selección y modificación de información para ser publicada como libro (Mörner 2000), con lapsos que, como se observa en la Tabla 1, variaron de uno a cuarenta años. Las particularidades, omisiones y exageraciones, con frecuencia se usaron para generalizar las condiciones de la Sabana de Bogotá.

Este problema, que como se verá adelante es poco observado cuando se emplean las descripciones de viajeros como fuente, era resaltado por algunos autores decimonónicos. Por ejemplo, José María Samper (1945, 7-8) anotaba en 1861 que:

[...] la mayor parte de los viajeros, han visitado apenas las costas o deteniéndose durante pocos días en algunas ciudades, o tratando sólo con las clases inferiores de la sociedad, no han venido a propagar en Europa sino errores, nociones truncas y exageradas o extravagancias de que se ríen los lectores en Colombia.

En la misma década, fue secundado en su opinión por Felipe Pérez (1973, 121), quien ejemplificaba la situación con las generalizaciones de Monsieur Molineux.

Un día al atravesar nuestro viajero una calle cualquiera de [...] vio a un hombre de la sierra que llevaba poncho azul y polainas verdes. Al punto trazó Molineaux en su memorándum: 'Los habitantes de las tierras altas [...] visten todos de verde y azul'. [...] habiendo bajado el Magdalena y observado que, a causa del calor de sus valles y de la vida de semipeces que llevan los bogas, allí, estaban casi desnudos o desnudos por entero, borrajeó: 'Dos terceras partes de la población de Nueva Granada, en la América del Sur, andan desnudas'.

Pero no sólo las particularidades del viaje y los momentos de observación y publicación de los relatos influyeron en su contenido. Más importantes aún fueron los valores y puntos de referencia de su propia cultura, influenciados por las ideas económicas, políticas o científicas de su entorno, su profesión e intereses (Antei 1995; Jaramillo Uribe 2003). Muchos de los viajeros extranjeros eran protestantes, o al menos defensores de la separación Iglesia-Estado, y en parte allí radica la crítica a las costumbres católicas que observaban y que asociaban con el atraso (Jaramillo Uribe 2003; Mörner 2000). Ningún viajero era español, por el contrario, solían provenir de países tradicionalmente rivales de España o de alguna de sus antiguas colonias, factor que permite comprender su encanto con la Leyenda Negra. La mayoría de los viajeros no llegó a Bogotá con propósitos científicos (con excepción de Boussingault, Roulin, Hettner y Röthlisberger), sino en cumplimiento de una misión diplomática. Los intereses políticos y comerciales de sus países podían influir en la necesidad de indagar por recursos y de resaltar demandas de inversión en áreas de su conveniencia. Aunque su objetivo principal no fuera científico, sus percepciones estaban influenciados por las ideas dominantes de la época: determinismo geográfico, superioridad racial, frenología y fisiognomía.5

A su bagaje cultural, se sumaba la interpretación de los personajes nativos con los cuales tuvieron contacto. Era frecuente que los viajeros extranjeros se hospedaran en casas de familia y no en hoteles o posadas, y que sus anfitriones se convirtieran en sus informantes; en otros casos (asunto pendiente de estudios profundos), no hablaban español y la dependencia de un intérprete condicionaba su relato (Mörner 2000). Para el caso de la Sabana de Bogotá, por ejemplo, John Hamilton destacó en su relato la compañía de Simón Bolívar, José Manuel Restrepo (secretario del Interior al momento de su visita en 1824), Pedro Gual, José París y el Mariscal de Campo Urdaneta6 (Hamilton 1955). Jean Baptiste Boussingault y François Roulin autorizaron a Joaquín Acosta para traducir y publicar sus Viajes científicos dos décadas después de haberse realizado (Boussingault y Roulin 1849). Ernest Röthlisberger, contrajo matrimonio con una hija de Manuel Ancízar (Jaramillo Uribe 2003, 21). También fue importante el contacto indirecto con otros personajes a través de la lectura. Por ejemplo, aludieron a los viajes de Humboldt y sus datos, pues al parecer la mayoría de ellos habían leído su obra y lo tenían como modelo (Antei 1995; Jaramillo Uribe 2003; Torres Torres 2009). García Merou tomó referencias de los cronistas Lucas Fernández de Piedrahita y Juan Rodríguez Freyle para construir su visión de la Sabana poblada por los muiscas y de la colonial Santafé (Torres Torres 2009, 106).

Junto a las descripciones de viajeros extranjeros, están aquellas elaboradas por personajes nacidos en la actual Colombia, relacionados en la Tabla 2. Con excepción de Manuel Ancízar y Medardo Rivas, ninguno de ellos había nacido en Bogotá o su Sabana, pero llegaron a la capital por las oportunidades de estudio o trabajo que ésta les ofreció. Sin embargo, al ser de la llamada provincia, como se verá más adelante, es frecuente encontrar en sus obras comentarios negativos sobre la Sabana de Bogotá, desde su clima hasta la precariedad de los caminos, pasando por el aspecto de las viviendas (por ejemplo, Camacho Roldán 1977; Samper 1971).7 Aunque no es posible establecer un perfil general de estos viajeros en términos políticos o ideológicos, ni siquiera para un mismo personaje, como ocurre con los virajes políticos de José María Samper (Samper 1971), la mayoría pertenecía al partido liberal y expresaba en sus relatos su respaldo a la labor del radicalismo que, en su criterio, impulsó la agricultura. Todos, con excepción (hasta donde se conoce) de Manuel Uribe Ángel, eran comerciantes de productos agrícolas y estaban interesados en ahorrar costos de producción y transporte y en expandir sus mercados. Todos pertenecían a la élite intelectual y económica del país. Todos, excepto Manuel Pombo y Juan de Dios Res-trepo, viajaron a Europa o Estados Unidos y tenían este referente de progreso, si no al momento de sus recorridos, sí al de publicar sus memorias de viaje.

Ahora bien, ¿cómo influyeron estas características generales de los viajeros extranjeros y nativos en su visión de la Sabana de Bogotá? ¿Cuáles fueron los temas recurrentes en sus relatos cuando se referían a la Sabana? ¿Cuál es el eco que su percepción tiene en los historiadores del siglo XXI?

El "archipiélago ecológico" y la incomunicación de la Sabana

En 1823 llegó a Bogotá Gaspard-Théodore Mollien. La descripción de su recorrido desde Fusagasugá se centra en los paisajes que observó, desde los bosques andinos y su neblina hasta las zonas pantanosas de la Sabana de Bogotá.

Afirmó haber cubierto este tramo en un mismo día, en el cual partió a las 6 de la mañana y arribó a la medianoche (Mollien 1992, 105). Miguel Cané, después de su llegada a Bogotá en 1881, afirmó estar sorprendido por encontrar "en aquellas alturas, a centenares de leguas del mar, un centro humano de primer orden" (Carvajal y Romero Lozano 1970, 239). No obstante, estas visiones de la ruta de llegada a la Sabana de Bogotá no fueron compartidas por la mayoría de viajeros, independiente de la época en la cual hicieron su visita. La recreación de un camino oscuro, boscoso, lleno de precipicios, que fácilmente se convertía en un lodazal y que tardaba días en ser recorrido, fue una constante (Camacho Roldán 1946; Camacho Roldán 1973; Camacho Roldán 1977; Carvajal y Romero Lozano 1970; Cordovez Moure 1977a; Díaz Granados 1997; Hamilton 1955; Romero 1990; Samper 1971; Uribe Ángel 1977). El referente de los caminos de Estados Unidos o Europa estaba presente y se hacían comparaciones explícitas. El interés comercial, personal o de sus naciones, los llevaba a recalcar la necesidad de obras que ahorrarían tiempo y costos. Su posición social hacía comprensible las quejas por las incomodidades de los caminos y su experiencia no puede compararse con la de los arrieros, los peones o los pequeños comerciantes, los mestizos y blancos pobres, los indios o los negros, porque su voz no aparece.

Además de las quejas, eran frecuentes las contradicciones en sus relatos. Por ejemplo, algunos viajeros nativos y liberales, se quejaban de la precariedad de los caminos a Bogotá en recorridos realizados en la segunda mitad del siglo XIX, mientras resaltaban el progreso que habían traído las reformas de su partido para la infraestructura de transporte. Entre ellos estuvo Salvador Camacho Roldán (1997), quien resaltaba el buen estado del tramo Tena-Bogotá y atribuía está obra a una ejecución de Pedro París y Ramón Carvajal entre 1850 y 1851, desconociendo que se utilizaron las bases del Camellón de Occidente, construido y reconstruido por etapas entre los siglos XVI y XVIII y siguiendo caminos prehispánicos (Luque Torres 2009). A la vez, denunciaba los obstáculos que representaban los intereses de los gamonales para los esfuerzos por trazar caminos (Camacho Roldán 1973), de forma que no es claro hasta qué punto fueron trascendentales los cambios en infraestructura impulsados por los gobiernos liberales. En concordancia con las afirmaciones de Camacho Roldán, se encuentran también los escritos de Medardo Rivas (1983), quien atribuía la apertura de caminos al fin del monopolio del tabaco y el avance sobre la vertiente occidental de la Cordillera Oriental, en su concepto, esfuerzo titánico de él y sus contemporáneos. En la defensa de su labor y de su partido y con una visión que asociaba el periodo colonial con el atraso, omitió mencionar la explotación agrícola y ganadera de esa misma vertiente que se hizo durante los siglos XVII y XVIII. El camino de la Sabana al río Magdalena estaba lejos de ser un terreno virgen para el hacha y más bien era utilizado para el cultivo de caña de azúcar y maíz, la producción de guarapo y la crianza y transporte de ganado. Entre las propiedades coloniales de vertiente, entre otras, se destacaron Tena de los jesuitas y Calandayma (hoy municipios de La Mesa y El Colegio en Cundinamarca) del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (Luque Torres 2005; Luque Torres 2009).

Las contradicciones también son evidentes en los relatos de viajeros extranjeros como Hamilton, Gosselman, Steuart, Lisboa y Hettner, quienes describían una Sabana incomunicada a la vez que se asombraban de la variedad del mercado de Bogotá. Por ejemplo, aunque Hamilton visitó la Sabana poco después de la Independencia, cuando aún se mantenía la infraestructura de transporte de tiempos coloniales, describió

Una parte de la plaza se destina a los carniceros, otra a los vendedores de aves, aves silvestres y de caza, y un tercer estante para frutas y legumbres [...]. Las frutas tienen bonita apariencia y son buenas; en los mismos aparadores se ven grandes piñas, granadas, cerezas, fresas silvestres y cultivadas, melocotones, manzanas, chirimoyas, gran variedad de melones, zapotes, mangos, en resumen, una gran porción de frutas de las que se cultivan en el norte de Europa y las de los climas tropicales estaban a la venta (Carvajal y Romero 1970, 57).

Los demás viajeros, visitantes en diferentes décadas, coincidieron con él al resaltar las caminatas de los indios que llegaban a Bogotá de todas partes a vender sus productos y de la variedad de frutas y vegetales de diferentes climas, animales domésticos y de monte y tejidos de Santander que observaban en la plaza de mercado de la capital (Carvajal y Romero Lozano 1970; Gosselman 1981; Hamilton 1955; Romero 1990). ¿Cómo suponían entonces que llegaban a la ciudad estas mercancías? Si los caminos eran inexistentes o tortuosos, ¿cómo se mantenía un abasto constante y semanal de productos que no podían obtenerse en tierra fría, por encima de los 2600 metros?

Aunque no resolvieron sus contradicciones, las afirmaciones de estos viajeros decimonónicos encontraron eco entre los historiadores de temas agrarios en los siglos XX y XXI. El concepto "archipiélago ecológico", al parecer acuñado por Luis Eduardo Nieto Arteta y luego retomado por autores como José Antonio Ocampo, Anthony McFarlane, Marco Palacios, Frank Safford, Germán Colmenares y Miguel Urrutia, suponía el autoabastecimiento de pequeñas regiones incomunicadas entre sí y desconocía redes de intercambio a larga distancia y la especialización productiva regional que se presentaban desde el periodo colonial (Muñoz Rodríguez y Torres Moreno 2013, 167-170). Incluso, aun cuando se introducen variables ambientales en los estudios agrarios, se repiten las mismas visiones de economía muy regionalizada, fragmentación regional de mercados, autosuficiencia, bajo excedente de producción y poca demanda, vías precarias o inexistentes y ausencia de contacto con la "tierra caliente" antes de 1850 (Estrada Herrera 2010; González 2005; Montoya 2005; Palacio Castañeda 2001; Palacio Castañeda 2006; Palacio 2008; Ruíz Soto 2008; Sanclemente Parrado y Palacio Castañeda 2008).

La idea de la fragmentación y el aislamiento, se plasma en una obra completa de Marco Palacios y Frank Safford (2002), "Colombia: país fragmentado, sociedad dividida, su historia" (2002). En el texto y en la guía bibliográfica que los autores anexan, son frecuentes las menciones de viajeros decimonónicos, nativos y extranjeros. Desde el inicio, afirman que "los pocos relatos de viajeros del siglo XVIII y los muchos del siglo XIX describen grandes extensiones del territorio casi sin habitantes. Esta escasez y dispersión de la población han dificultado el desarrollo de las vías de comunicación y la integración económica de Colombia" (Palacios y Safford 2002, 15). Para el siglo XIX, reiteran las dificultades del camino entre la Sabana de Bogotá y el río Magdalena (precipicios, fango, deslizamiento) e incluso emplean las mismas comparaciones con los precios de los fletes en Estados Unidos y Europa que usaban personajes como Alfred Hettner (Romero 1990); relacionan la promoción de exportación de productos tropicales con la apertura de caminos; sostienen que la topografía fue un factor fundamental en dividir a la población (aunque en el desarrollo del texto se enfatiza más en las rivalidades políticas); consideran que existía autoabastecimiento de alimentos y vestuario en una "tendencia a la autarquía local" con acceso rápido en extensión reducida a varios pisos térmicos (Palacios y Safford 2002, 25-26). Se reproducen de esta manera contradicciones de los viajeros decimonónicos. Se habla de ausencia de mercados aún en el siglo XIX y se subestima el intercambio de alimentos, pero se afirma que "Bogotá era un centro de distribución de artículos manufacturados en las provincias interiores más pobladas de la Nueva Granada", en especial de tejidos a mano y textiles importados que iban y venían por rutas hacia Antioquia, valle del Cauca, Maracaibo, Cúcuta y Pamplona (Palacios y Safford 2002, 321-323). También se menciona que:

en la década de 1850 Bogotá enviaba mulas, hierro y aparejos de montar junto con textiles nacionales, a Antioquia; y Ocaña proveía a los antioqueños de anís, derivados del azúcar, harina de trigo y alpargatas, en ambos casos a cambio de oro. Sin embargo, no puede decirse que el país tuviera un mercado nacional para ningún producto y esta situación persistiría durante todo el siglo XIX (Palacios y Safford 2002, 323).

La existencia de mercados amplios, la conexión con tierra caliente y la explotación de productos tropicales caracterizaban a la Sabana de Bogotá desde tiempos coloniales como dejan ver estos mismos autores. Por ejemplo, la explotación y exportación de quina inició en la década de 1770, si bien desde este momento y hasta mediados del siglo XIX los centros de producción se trasladaron entre diferentes puntos de Cundinamarca, Cauca, Santander y los Llanos de San Martín; Neiva y sus alrededores será la región productora de mediados del siglo XIX, pero no el punto de inicio (Montoya 2005). Conocidos son también los intercambios de ganado entre haciendas de La Plata, Neiva, Timaná y Llanos de San Martín y la Sabana de Bogotá desde finales del siglo XVII (Colmenares 1969; Tovar Pinzón 1980; Tovar Pinzón 1988). Sin embargo, las fuentes siguen sin ser suficientemente interrogadas y contrastadas, situación que se repite en la construcción de la imagen de una Sabana triguera.

Sabana agrícola vs. Sabana ganadera

Varios autores contemporáneos enfatizan en la fertilidad de los suelos de la Sabana de Bogotá, en su vocación agrícola y sus campos cubiertos de trigales desde la llegada de este cereal en la década de 1540 hasta mediados del siglo XIX. Por ejemplo, Margarita Restrepo Olano (2009, 50-51) asocia los problemas de abasto de carne en Santafé durante el siglo XVIII con la dedicación de las tierras de la Sabana, consideradas las mejores del virreinato de la Nueva Granada, a la producción triguera. Palacios y Safford (2002, 380) describen una Sabana que se va convirtiendo en ganadera después de la desaparición de las tierras comunitarias indígenas y que esta situación, junto con la demanda de mano de obra en zonas de tierra caliente para el cultivo de quina y tabaco, condujo a la disminución de la producción de alimentos y a la búsqueda de actividades que demandaran menos brazos. Los diferentes colaboradores de Historia ambiental de Bogotá y la Sabana, 1850-2005 (Palacio 2008), llaman la atención sobre el cambio de uso del suelo, de agrícola a ganadero, a mediados del siglo XIX como resultado de la introducción de razas, pastos y alambre de púas y del eucalipto y del pino para desecar terrenos.

Estas percepciones se enmarcan dentro de la tradición historiográfica de la ganadería colombiana, que suele asociar esta actividad con toda suerte de desgracias, entre ellas la degradación de ecosistemas, la concentración de la riqueza y la expropiación de indígenas y campesinos (Van Ausdal 2008). Para presentar al ganadero decimonónico como victimario, son útiles fragmentos descontextualizados de relatos de viajeros. Por ejemplo, Manuel Ancízar (1954, 19) describía una Sabana que los indígenas tenían "cultivada palmo a palmo" y que sus contemporáneos estaban convirtiendo en "potreros de ceba", lo cual era contrario a su lógica de civilización. Salvador Camacho (1946; 1973) alababa los logros alcanzados con la introducción de razas de ganado Durham y Hertford, el mejoramiento de semillas de papa y trigo y de los pastos. No obstante, se debe recordar que Ancízar había nacido en la Hacienda El Tintal (tabla 2), propiedad que durante la Colonia abastecía de trigo a la dehesa de Bogotá, que contaba con un molino pero que no cultivaba este cereal por tener un uso ganadero (Gutiérrez Ramos 1998), y que escribía como funcionario de un gobierno que pretendía impulsar la agricultura. Por su parte, Camacho era comerciante y agricultor, interesado en promover sus productos, a la vez que también trataba de exaltar sus logros económicos como Secretario de Hacienda.

En cuanto a los viajeros extranjeros, son pocos los que mencionan trigales, y por lo general lo hacen en su camino al Salto del Tequendama, en la hacienda de Canoas que tenía uso agrícola predominante8 (Pardo Umaña 1946; Trujillo Peralta, Torres Castro, y Conde Libreros 1990), o como zonas aisladas en medio de extensos pastos. Por ejemplo, Charles Saffray hace una lista de los cultivos de tierra fría en la que incluye el trigo (junto con centeno, maíz, habichuelas, papas, peras y manzanas) y no profundiza en su descripción de la ganadería, aunque se queja del paisaje monótono y la falta de árboles (Romero 1990, 168). Mollien escribe que "¡todo el campo está cubierto de cebadas, de trigales, de avenas y de pastos excelentes!" (Mollien 1992, 390), pero no con un orden jerárquico, pues más adelante considera que los sabaneros deberían dedicar menos terreno a los pastos y dedicarlo a la agricultura del siguiente modo:

Las haciendas mejores son las que están en las proximidades de las ciudades, especialmente de Bogotá. Tienen edificios buenos y los graneros parece que contienen bastante grano, y podrían tener más si se dedicara menos terreno a los pastos; pero por otra parte, si se disminuyera la extensión de estos ¿qué sería de la gran cantidad de mulas y de caballos indispensables para las comunicaciones?

Duane (Romero 1990), Hamilton (1955) y Le Moyne (1969), todos visitantes en la primera mitad del siglo XIX, centran su atención en los extensos pastizales y la cantidad de cabezas de ganado, especialmente vacuno. Por ejemplo, Duane destacaba ranchos aislados

para la vigilancia de uno o varios de aquellos inmensos rebaños de ganado vacuno que pastan en la llanura, en cantidad aparentemente tan innumerable que parece imposible identificar la propiedad de los mismos. Sin embargo, ninguno de elloses realengo y cada dueño encuentra o aparta fácilmente sus reses cuando así lo requiere (Romero 1990, 26)

Aunque también se mencionan cultivos de cereales, principalmente maíz y trigo, se resalta el uso ganadero de las haciendas sabaneras. Desde tiempos coloniales, este era el uso predominante de los pastizales sabaneros, donde era posible completar la crianza de los terneros y engordar las reses para sacrifico para incrementar las ganancias al pesarlas en las carnicerías. Para la recuperación y ceba de ganados, desde el siglo XVII se destacó la hacienda de El Novillero, mayorazgo de Bogotá hasta 1824, donde llegaban los hatos que provenían de tierra caliente, en especial de la provincia de Neiva, Tocaima y Llanos de San Martín.9

La producción de trigo en la Sabana estaba limitada desde la Colonia no sólo por la competencia de los trigos importados desde territorios ingleses o la producción de Tunja, sino por las condiciones ambientales, pues la nubosidad y la humedad, tanto del suelo como de la atmósfera, impedían obtener granos de calidad de un cereal propio de las zonas secas de la cuenca del Mediterráneo (Trujillo Peralta, Torres Castro, y Conde Libreros 1990). Al parecer, en la primera mitad del siglo XIX sólo la tercera parte de la Sabana tenía uso agrícola y los cambios de coberturas y usos del suelo posteriores a la desamortización de bienes de manos muertas, tema no estudiado a fondo, lo cual pudo tener un impacto menor en la transformación porque se trataba sólo del 1,5% del área explotada (Kalmanovitz 1985, 110, 140). La Sabana del siglo XIX tenía una tradición ganadera que se inició a finales del siglo XVI, aun en tierras de indígenas como Bojacá, Serrezuela, Bogotá (hoy Funza) y Fontibón10 , pues la presencia de pantanos, las crecidas del Bogotá y la tendencia a inundarse con la escorrentía del oriente de la Sabana, hacían que los terrenos no fueran útiles para otro uso (Mora Pacheco 2013). Sin embargo, la tradición predominante de la Sabana triguera, de nuevo ligada a la descontextualización de los relatos de viajeros, también ha construido una imagen de rezago de la agricultura en la región.

El "atraso" agrícola de la Sabana

Con excepción de Hettner (Romero 1990), Mollien (1992) y Boussingault y Roulin (1849), los viajeros extranjeros no hicieron descripciones específicas de la tecnología agrícola sabanera o las prácticas de sus labradores. Incluso, quienes sí hicieron mención de estos asuntos, no profundizaron en ellos. Por ejemplo, Alfred Hettner sólo menciona que las manzanas y duraznos que se cultivaban en la Sabana "por falta de cuido de los árboles, son de calidad apenas mediana" (Romero 1990, 241), pero no explica en qué forma los mantenían. Frente al fenómeno de heladas que suele afectar los cultivos de la Sabana de Bogotá, especialmente en la temporada seca de diciembre y enero, Boussingault y Roulin recomendaban utilizar estrategias de los incas, recopiladas por Garcilaso de la Vega, quienes al notar que el cielo estaba completamente despejado y no había vientos (señal de posibles heladas al amanecer) quemaban paja o estiércol para crear nubes artificiales (1949, 180). Sin embargo, no describían cuál era la estrategia sabanera para hacer frente a las heladas.

Como se mencionó en sección anterior,11 los viajeros extranjeros, en general, aunque no profundizaron en la descripción de las prácticas agropecuarias, sí consideraron que la agricultura en la región podía progresar, pero en relación con las vías como facilitadoras del comercio. En la visión de una agricultura afectada por el atraso tecnológico durante la mayor parte del siglo XIX, más que los viajeros extranjeros, son más influyentes las obras de dos nativos: los agricultores y comerciantes liberales Salvador Camacho Roldán y Medardo Rivas.12

En Mis Memorias, Salvador Camacho Roldán (1946, 1: 127) mostraba un panorama de atraso colonial, en parte, según él, porque "todas o casi todas las que hoy son grandes haciendas en la sabana de Bogotá y en las faldas de la cordillera que las rodea, pertenecían o habían pertenecido a las comunidades religiosas de los jesuitas y de los conventos de monjas y de frailes". Consideraba que tanto la producción agrícola como los salarios de los peones fueron insignificantes hasta 1848; ejemplifica la situación precaria de los peones con el bajo consumo de carne e insiste en que no era parte de su salario. La gran transformación llegó para él con los gobiernos liberales a mediados del XIX: se acabó la plaga del polvillo que atacaba al trigo, se introdujeron semillas y razas ganaderas seleccionadas, se construyeron caminos (Camacho Roldán 1946; Camacho Roldán 1973). Con estas nuevas condiciones, proponía incentivar la producción y el consumo de manzana, pera y durazno "que se pagan muy bien en Bogotá y que han sido buen negocio para Estados Unidos y Francia" (Camacho Roldán 1973, 1:36), que de nuevo son su referente de progreso (Galvis Rivera 2011). Medardo Rivas refuerza esa visión de salida del atraso gracias a las reformas liberales. La eliminación del monopolio del tabaco, la esclavitud y algunos privilegios de la Iglesia fueron para él un motor que convirtió la agricultura en una verdadera empresa e impulsó a los más capaces a volver productivas las zonas de vertiente (Rivas 1983).

Varias son las obras de historia agraria que siguen considerando 1850 como punto de quiebre debido a la abolición de la esclavitud y la eliminación del monopolio del tabaco.13 Se asume así que la ley concuerda con la concepción, que en la práctica siguió existiendo del negro y de su trabajo. Se generalizan resultados para áreas que, como la Sabana de Bogotá, contaban con una mano de obra esclava minoritaria. También se afirma que en las primeras cuatro décadas de vida republicana (con un inicio que de nuevo se fija en 1810) "no hubo ningún cambio sustancial con respecto al modelo económico colonial" y que para mediados del XIX "el paisaje rural estaba dominado por haciendas de tipo colonial bastante improductivas las cuales reflejaban valores culturales heredadas de los españoles", argumenta González (2005, 78-86). Se trata además de mostrar una tecnología agrícola atrasada pero teniendo como referente Europa Occidental y Estados Unidos (Palacios y Safford 2002), al igual que los viajeros y mencionándolos como referente, sin considerar condiciones de latitudes bajas, de altiplanos andinos, los suelos que no requieren mejores arados porque no se congelan, o las calidades de los productos relacionadas con los microclimas y las diferencias de altitud.

No se habla de la extinción de los mayorazgos en la década de 1820, ni del impacto de su fragmentación en el uso y manejo de los suelos y el agua. Tampoco se profundiza en el impacto para las prácticas agropecuarias de transformaciones económicas de finales de la Colonia, relacionadas con las reformas borbónicas o la influencia de los fisiócratas, que diferían del esquema de los siglos XVI o XVII y que motivaron un impulso mayor a la agricultura. En general, la fuente secundaria más citada cuando de agricultura española colonial se trata es el trabajo de Víctor Manuel Patiño (1965), basado en cronistas y viajeros, que desconoce fuentes tan importantes como los propios manuales agrícolas de la época o los registros de producción de haciendas y resguardos, que aborda toda la llamada América Equinoccial sin poder profundizar en particularidades locales o regionales y que no resalta diferencias económicas a lo largo del periodo colonial.

Pocas son las voces que reconocen que las bonanzas agroexportadoras anteriores al café fueron efímeras y por ende sus efectos sobre el paisaje no perduraron o fueron localizados; que liberales como Camacho Roldán influyeron en la visión del agro, tanto de lo que se suponía que era (atraso por herencia colonial) como del deber ser (aumento de la productividad y participación en los mercados internacionales); que se representa en una imagen homogénea a partir de la agricultura comercial como parte de la "historia oficial" que borraba los múltiples escenarios de la agricultura de subsistencia (González, 2005).

Consideraciones finales

La condición de testigos oculares y el detalle de sus narraciones, convierten a los viajeros en fuentes atractivas y, en muchos casos, incuestionables. Al igual que una fotografía, intervenida además por los lentes de su cultura e intereses, el relato de un viajero es el producto de lo que el observador quiso enfocar en un momento específico, es un fragmento congelado de una realidad que es dinámica y de un panorama que no le cabe completo. En consecuencia, se requieren estudios que ahonden en asuntos como su manejo del español, sus intérpretes e informantes, sus relaciones sociales durante el viaje, sus lecturas, los viajeros que los antecedieron y a los cuales copiaron, el contexto en el cual arriban a los lugares descritos o las condiciones en las cuales se encontraban sus lugares de origen y que les servían como referente.

Es importante recordar que se trataba de las percepciones de hombres blancos, que bien sea por sus lecturas, viajes u orígenes, tenían como referente de progreso y civilización a Estados Unidos y Europa (excluida España, por supuesto). Por tanto, es necesario contrastar los relatos de viajeros entre sí y con otro tipo de fuentes (documentos oficiales, prensa, pintura, novela). Por ejemplo, se requiere la identificación de coincidencias entre los viajeros que visitan una región de forma independiente pero en la misma época o la comparación en cuanto a comunicaciones y abastecimiento de alimentos que se elaboraron de las ciudades de altiplanicie en diferentes países de América. Además, si bien no se trata de alcanzar la erudición, es necesario un mínimo diálogo con las fuentes secundarias que abordan el periodo colonial y el inicio del siglo XX, antes de establecer transiciones o puntos de quiebre. Comprender el grado de intervención de las tierras cálidas y de vertiente, la complejidad de la producción agropecuaria en una Sabana con terrenos inundables y las dinámicas económicas anteriores al siglo XIX, es un paso necesario antes de identificar modificaciones. Por tratarse de temas agrarios, una somera aproximación a las condiciones biofísicas de las áreas de estudio, en especial a factores como el clima y la aptitud de los suelos, contribuiría a dejar de afirmar que el trigo pululaba en medio de los humedales.


Notas

1 Su geomorfología y ecosistemas no corresponden a una Sabana. Se trata de una meseta originada con el levantamiento de los Andes y cubierta por sedimentos fluviolacustres, aportados por el río Bogotá y sus afluentes y el desaparecido lago que cubría esta sección del Altiplano Cundiboyacense (Pérez Preciado 2000). Aunque su vegetación nativa ha sido reemplazada por pastos, cultivos y la propia ciudad, corresponde principalmente con el bosque andino y humedales. Sin embargo, Sabana de Bogotá es el nombre común por el cual se ha reconocido la región de la cuenca media del río Bogotá (hoy al occidente del Distrito Capital, con altitud promedio de 2600 msnm), debido a su relieve relativamente plano y su vegetación de pastos. Se mantiene aquí esta denominación como construcción cultural, en gran parte decimonónica.
2 Entre 0 y 2.00 metros de altitud, correspondiente a los pisos térmicos templado y cálido.
3 Ver, por ejemplo, Kalmanovitz (1985); LeGrand (1988); Palacio Castañeda (2001; 2006; 2008); Palacios (1983); Palacios y Safford (2002); Sierra (1971).
4 Por ejemplo, muestra imágenes incluidas en la obra de John Hamilton que replican bocetos o ilustraciones concluidas de Gaspard-Théodore Mollien y François Roulin (Antei 1995, 68-112) A partir de la comparación con viajeros que visitaron Bogotá en años cercanos, además de las omisiones e imprecisiones, el autor también establece que uno de los pocos viajeros de la década de 1810, Jullien Mellet, no pudo haber estado en la ciudad (Antei 1995, 36- 37).
5 A manera de ejemplo, cabe citar la siguiente observación de Hamilton en su visita a Guatavita: "Los indios de esta parte parecen una raza miserable, cuya mente ha sido completamente dominada por la opresión y la crueldad de los primeros españoles de la conquista. Si usted les hace alguna pregunta a los indios le contestan: 'sí, mi amo; no, mi amo' en el tono más sumiso. Las chozas de los indios en esta aldea eran sucias y los habitantes excesivamente pobres" (Carvajal y Romero 1970, 66). Otra afirmación llamativa la hizo Miguel Cané cuando se refirió a la lepra que se estaba propagando por la Sabana, que atribuyó a "la ausencia absoluta de limpieza del indio" (Carvajal y Romero 1970, 246).
6 Para entonces presidente del Senado.
7 La salvedad en este caso fue Cordovez Moure, oriundo de Popayán. Contradijo la visión negativa de la mayor parte de los viajeros o de quienes describían el atraso de la Sabana, su actividad agropecuaria y sus caminos. Por ejemplo, escribió que "el manso y cenagoso Funza" junto con sus tributarios "que aumentan el caudal de sus aguas" deja depósitos de limo que "mantiene en perenne actividad la prodigiosa fuerza productora de su fértil suelo", que el clima frío protege a la Sabana de "animales dañinos o venenosos" y que las montañas hacen a la región una fortaleza y son barrera contra las epidemias (Cordovez Moure 1893, I: 228).
8 Sin embargo, esta hacienda estaba atravesada por el río Bogotá, razón por la cual sólo se podía cultivar trigo en los terrenos elevados donde la humedad del suelo era menor (Pardo Umaña 1946, 139).
9 Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Colonia, Abastos, t. 2, f. 328.
10 AGN, Colonia, Caciques e Indios, t. 63, ff. 149r, 154r; Visitas de Cundinamarca, t. 7, ff. 1082v, 1083v, 1084v, 1086v; t. 8, ff. 859r-860r.
11 Sobre el "archipiélago ecológico" y la incomunicación de la Sabana
12 Aunque Cordovez Moure describe la superioridad del cultivo de papas en Pasto con respecto al de la Sabana, este trabajo no se ha visto citado en las obras contemporáneas de historia agraria "Allí contemplamos el método de laboreo de las tierras, superior en mucho a la rutina e imperfección de los sistemas usados en la altiplanicie de Bogotá. La desyerba y aporque dse las papas se hacía con arado tirado por bueyes, con una reja en forma de cuchara, de manera que en un día hacía más el gañan y su yunta de bueyes que cien peones con el azadón. Entramos a una chagra (hacienda) y referimos a los guazos (campesinos) el sistema de cultivo de las papas en la Sabana de Bogotá; uno de ellos nos contestó con cierto aire compasivo: 'Elai pis, buenamente'; lo que significa: 'Esos hacen lo que buenamente pueden" (Cordovez Moure 1977, 16).
13 Ver Estrada Herrera (2010); LeGrand (1988); Palacio Castañeda (2001); Palacio Castañeda (2006); Palacio (2008); Palacios y Safford (2002); Palacios (1983); Sierra (1971).


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