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HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local

On-line version ISSN 2145-132X

Historelo.rev.hist.reg.local vol.9 no.18 Medellín July/Dec. 2017

https://doi.org/10.15446/historelo.v9n18.58759 

Artículos

Líderes locales, liberalismo y autonomía en la Revolución Mexicana. Pahuatlán, Puebla, 1911-1914

Local Leader, Liberalism and Autonomy in the Mexican Revolution. Pahuatlán, Puebla, 1911-1914

Óscar Fernando López Meraza 

Diana Villegas Loezab 

* Doctor en Historia y Estudios Regionales por el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana (Xalapa, Veracruz, México), Maestro en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México (Ciudad de México, México), y Licenciado en Historia por la Universidad Veracruzana. Es Profesor de la Escuela Normal Superior Veracruzana “Dr. Manuel Suárez Trujillo” (Xalapa, México). El autor consultó el Archivo General del Estado de Puebla y el Archivo Municipal de Huauchinango, transcribió los documentos obtenidos, y revisó la bibliografía sobre la Revolución a nivel nacional. Correo electrónico: sthi2009@live.com.mx orcid.org/0000-0002-1185-6424.

** Doctora en Sociología por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (Puebla, México), Maestra en Historia por el mismo Instituto y Licenciada en Sociología por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales por la misma universidad. La autora revisó el Archivo Municipal de Pahuatlán y Tulancingo, transcribió la documentación recogida, y revisó la bibliografía sobre la Revolución en el Estado de Puebla. Correo electrónico: divilo@hotmail.com orcid.org/0003-4141-2426


Resumen

El artículo analiza el proceso revolucionario en el municipio de Pahuatlán, ubicado en la Sierra Norte de Puebla (México), en el período de 1911 a 1914. El objetivo es aprehender las particularidades de ese espacio para conocer el impacto que tuvo en la vida cotidiana de sus habitantes. Las preguntas que dirigieron la investigación fueron: ¿cómo llega la Revolución en Pahuatlán? ¿Qué motivos impulsaron a los pahuatecos a formar parte del proceso revolucionario? ¿Cómo afectó su participación en la vida cotidiana? Asimismo, partimos de la hipótesis de que la participación pahuateca se debió a la intentona de los líderes políticos regionales para ejecutar los mandatos del Estado liberal en términos que fueran localmente aceptables; es decir, elaboraron una agenda local que proporcionara estabilidad política y social en el municipio basada en la defensa de la autonomía local, y no en la necesidad de una reivindicación agraria. A partir de un enfoque local, observamos cómo las características específicas que adquirió el movimiento revolucionario en Pahuatlán guardan una estrecha relación con lo acontecido a nivel nacional y estatal.

Palabras clave: revolución; historia local; líderes locales; Pahuatlán

Abstract

The article analyzes the revolutionary process in the municipality of Pahuatlán, located in the Sierra Norte de Puebla (Mexico), from 1911 to 1914. The objective is to understand the particularities of this space to know the impact it had on the daily life of its inhabitants. The questions that led the investigation were: How does the Revolution arrive in Pahuatlán? What motivated the pahuatecos to be part of the revolutionary process? How did your participation in daily life affect you? Likewise, we assume that Pahuateca's participation was due to the attempt of the regional political leaders to execute the mandates of the liberal state in terms that were locally acceptable; That is to say, they elaborated a local agenda that provided political and social stability in the municipality based on the defense of the local autonomy, and not in the necessity of an agrarian claim. From a local perspective, we observe how the specific characteristics acquired by the revolutionary movement in Pahuatlán are closely related to what happened at the national and state levels.

Keyswords: revolution; local history; local leaders; Pahuatlán

Introducción

La historia del municipio de Pahuatlán, -ubicado en la Sierra Norte de Puebla-, ha sido poco atendida por los estudiosos. El interés histórico se ha centrado en el periodo colonial, como lo demuestran los trabajos de Bernardo García (1987), Los pueblos de la Sierra. El poder y el espacio entre los indios del norte de Puebla hasta 1700, y el acercamiento a la historia de la huasteca prehispánica y colonial de Jesús Ruvalcaba (1996), en La Huasteca en los albores del tercer milenio. Textos, temas y problemas. Esto ha provocado que procesos de gran relevancia para la región no hayan sido atendidos con la suficiente atención, por lo que en aras de aportar conocimiento sobre tales vacíos el presente artículo analiza el proceso de la Revolución Mexicana, en el período comprendido de 1911 a 1914. El objetivo es aprehender las particularidades que adquiere en ese espacio para conocer el impacto que tuvo en la vida cotidiana. Las fuentes sugieren una amenaza de rebelión generalizada en el municipio desde comienzos de mayo de 1911 y el aumento considerable de la inseguridad y el bandolerismo, recrudeciendo la criminalidad.1 Asimismo, Galinier caracteriza a Pahuatlán por una inestabilidad social crónica en el que algunas localidades pierden fracciones más o menos importantes de su población (Galinier 1990, 93).

Este escenario nos lleva a plantear las siguientes preguntas: ¿Cómo llega la Revolución al municipio de Pahuatlán? ¿Qué motivos impulsaron a los pahuatecos a formar parte del proceso revolucionario? ¿Cómo la participación en dicho proceso afectó la vida cotidiana? Asimismo, partimos de la hipótesis de que la participación pahuateca en el movimiento revolucionario nacional se debió a la intentona de los líderes políticos regionales para ejecutar los mandatos del Estado liberal en términos que fueran localmente aceptables; es decir, elaboraron una agenda local que proporcionara estabilidad política y social en el municipio basada en la defensa de la autonomía local, y no en la necesidad de una reivindicación agraria.

A partir de un enfoque local, se intentó ver cómo las características específicas del movimiento revolucionario en Pahuatlán guardan una estrecha relación con lo acontecido a nivel nacional. La historia local, como aquí se comprende, busca superar los cuadros sincrónicos de costumbres o las descripciones de salas de museo, al analizar a los sujetos históricos en su realidad diacrónica activa. El espacio local es el ámbito privilegiado del microanálisis histórico porque la acción humana es nombrada -designada a partir del nombre, como señalaron Carlo Ginzburg y Carlo Poni (1991) en “El nombre y el cómo: intercambio desigual y mercado historiográfico”-, y la información reunida sobre los individuos permite exponer explicaciones históricas para dar cuenta de actos cargados de intención cuyos responsables y contemporáneos otorgaron algún sentido. Los estudios microanalíticos y microhistóricos, que es desde donde se parte aquí, permiten superar tanto la “lógica localista” como la “lógica de caso” y la “lógica general”, pues su objetivo principal es analizar la intervinculación entre lo macro y lo micro social, a partir de determinados problemas de la localidad complejizando postulados de la historia general, así como reconstruir los múltiples y heterogéneos contextos de la acción colectiva reconociendo actores cargados de historia cuyas interacciones producen dinámicas sociales que no sólo responden a factores locales ni presentes.

En este sentido, recuperar la historia local del municipio de Pahuatlán permite comprender la existencia de muchas revoluciones que fueron resultado de procesos complejos, heterogéneos y frecuentemente de largo aliento. En el espacio aquí tratado, no fue el deseo de una reivindicación agraria lo que motivó a sus habitantes a participar en el movimiento armado, tal como aconteció en Morelos con Emiliano Zapata a la cabeza. Los motivos serán la defensa de la bandera de la legalidad, la propiedad, la autonomía local para salvar las instituciones democráticas y el control sobre la producción de panela, toda vez que este producto se mantuvo entre las mercancías indígenas de mayor importancia desde la segunda mitad del siglo XVI hasta bien entrado el XX. Cansados de pagar un impuesto del 20% a la Jefatura Política de Huauchinango, y conscientes de que el poder a nivel municipal se lograba a través de la comercialización y fiscalización de la panela y el aguardiente (Thomson y LaFrance 2011, 31), los pahuatecos pelearon por el control de estas actividades.

Para exponer el argumento, el texto se encuentra dividido en cuatro secciones. En la primera, se presentan las características sociales, económicas y políticas para comprender el proceso revolucionario en este municipio serrano. Enseguida, se dará cuenta de los primeros indicios de la Revolución en Pahuatlán. Posteriormente, se mencionarán las consecuencias que tuvo para el municipio el fracaso del maderismo y, por último, se destacarán los enfrentamientos entre carrancistas y huertistas que hicieron de 1913 el año más violento en la Sierra Norte de Puebla.

Municipio de Pahuatlán: características políticas, económicas y sociales

El municipio forma parte de la Sierra Norte de Puebla, una cadena montañosa que integra el gran sistema conocido como Sierra Madre Oriental (ver figura 1). Se asienta sobre una ligera planicie en las laderas y faldas del cerro de Ahila. Los límites del municipio de Pahuatlán son, al norte, el estado de Hidalgo, al noroeste el municipio de Chila Honey y Tlacuilotepec, al sur y al este el municipio de Naupán, Puebla. El municipio se localiza a 250.5 kilómetros de la ciudad de Puebla, y hasta 1918 perteneció a la Jefatura Política de Huauchinango. Cuenta con 23 localidades, entre las más importantes podemos mencionar Atla, Xolotla, Mamiquetla, Atlantango, San Pablito, Xochimilco, Pahuatlán de Valle, Tlalcruz y Cuauneutla de la Paz.

Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). 2005. Marco Geoestadístico Municipal

Figura 1 Ubicación Geográfica del Municipio de Pahuatlán 

Pahuatlán es un municipio que, desde la segunda mitad del siglo XlX, se ha caracterizado por constituir una zona de confluencia interétnica en donde convive “la gente de razón”, otomíes y nahuas. La forma en que se instituyeron las relaciones políticas y económicas en el municipio se manifestó en las relaciones de dominación que los mestizos ejercían sobre las poblaciones indígenas. A mediados del siglo XIX, con la introducción del café en la Sierra, se estableció un dominio económico y político más claro por parte de los primeros sobre los segundos y, por ende, relaciones sociales desiguales. El carácter vertical y jerárquico de las estructuras de gobierno local se establecía a partir de la condición étnica. Esto se vio claramente durante el Porfiriato, con la distribución de poder entre indígenas y mestizos (Acevedo 2006, 167-187), estableciéndose las diferencias entre cabeceras municipales y pueblos sujetos, así como entre los pueblos y las localidades menores, como barrios y rancherías, que implicaron jerarquías de recursos, diferencias lingüísticas, y distintas relaciones interétnicas y políticas.

Sin duda, una muestra clara del tipo de relaciones que se daban entre los dos tipos de pobladores fue la propiedad de la tierra: era privada. Ésta estuvo constituida por casas, huertas y los terrenos de siembra, con parcelas cuya superficie varía de una a 180 hectáreas. En contraste con la concentración de tierras expropiadas en las regiones planas, que sumaban miles de hectáreas, los campesinos indígenas de la Sierra Norte controlaban las tierras heredadas para mantenerlas como un bien privado y continuar con una vida netamente agrícola sedentaria (Thomson y LaFrance 2011, 58). Las grandes propiedades estaban en manos de los mestizos de la cabecera municipal y no las trabajaban ellos mismos, sino que las aprovechaban mediante el empleo de peones (Galinier 1990, 93). En el mundo indígena, las operaciones de compraventa de tierras no se reducían a simples operaciones de carácter especulativo, como sucedía en el medio mestizo. Las operaciones tenían lugar en un contexto social preciso: el de la organización comunal.

Cabe apuntar que, con base en la permanencia de la propiedad privada durante la Revolución, algunos estudiosos afirman que ésta no pasó por la Sierra, o bien que la situación agraria, previa al movimiento armado de 1910, re-funcionalizó el cacicazgo, vieja institución indígena apropiada por mestizos en la etapa independiente y que les sirvió para erigirse en caudillos revolucionarios y caciques latifundistas (Ruvalcaba y Zevallos 1996, 26). Sin embargo, es pertinente afirmar que, si bien la Revolución en el municipio de Pahuatlán no obedeció a una demanda de cambio en la tenencia de la tierra, sí se observa que los pahuatecos buscaban explotar de manera equitativa los recursos agrícolas, en especial los asociados a la explotación de la caña de azúcar, con el objetivo de acabar con el impuesto a la producción de panela. La comercialización de los productos obtenidos de la caña -aguardiente y piloncillo- siempre estuvo en manos de los caciques locales y distritales mestizos.

La importancia política del municipio durante el siglo XIX y principios del XX estribaba, en primer lugar, porque se encontraba muy cerca del ferrocarril de Honey,2 que venía desde Tulancingo, en Hidalgo, por donde, además de viajar los revolucionarios o sus agentes, se transportaba mercancía. Segundo, porque este lugar es fundamental en el tránsito para la Sierra y la Huasteca Veracruzana;3 y, tercero, por ser un centro comercial de gran importancia, cañero y productor de piloncillo. Además, es relevante destacar que forma parte de una región de importancia histórica fundamental, con una larga tradición como reserva estratégica en los conflictos mexicanos, nacionales e internacionales de gran alcance. Fue ahí donde Hernán Cortés, Benito Juárez y Venustiano Carranza intentaron forjar alianzas. Tanto extranjeros y nacionales buscaron aliados en esta región con el objetivo de controlar dicha ruta, porque descubrieron que los serranos eran buenos negociadores y velaban por sus propios intereses (Thomson, 2010).

Thomson (1993) refiere que muchos pueblos en el margen de la Sierra de Puebla fueron espacios con un potencial económico no realizado, marginados de los centros del poder, pero integrados en los conflictos políticos. Además, la región adquirió su relevancia estratégica por la tradición liberal revolucionaria de México, con caudillos de renombre nacional durante periodos de intenso conflicto político y guerra civil patriótica. El Estado liberal en México y en Guatemala, por ejemplo, se construyó tanto sobre la servidumbre y el peonaje como mediante la ciudadanía activa. El “militarismo indígena” fue más bien la excepción que la norma. Por su parte, la militarización de las comunidades indígenas al sur de la Sierra de Puebla -que comenzó en la década 1830 durante la pacificación de la rebelión de Olarte, en Papantla- ayudó, asimismo, a los liberales a bloquear el acceso a esta posible cornucopia de hombres y víveres a los Conservadores e Imperialistas, al tiempo que creaban una reserva militar de fácil disponibilidad en el altiplano a lo largo del corredor de comunicaciones clave entre Ciudad de México y el Puerto de Veracruz.

En Pahuatlán se observa que sus habitantes se adhirieron a la causa liberal con una importante participación en las luchas que abonaron en la construcción del Estado-Nación. Un numeroso grupo de indígenas se levantó en armas a favor de la causa durante la Guerra de Reforma (18571860), incorporándose a las fuerzas del jefe insurgente Serafín Olarte, quien dominaba toda la Sierra del Distrito de Huauchinango y una gran parte de la Huasteca Veracruzana. Además, Pahuatlán fue el punto de reunión de las tropas liberales y allí se organizaron las Guardias Nacionales4 de Tlacuilotepec, Pantepec, Xicotepec y Huauchinango quedando al mando del Coronel Antonio Téllez Vaquier, teniendo como colaboradores militares a los diputados liberales Márquez Galindo, Andrade Párraga, Rafael Agustín y Francisco Cravioto, José Luis de la Luz Ramírez, Rafael Cabrera, y otros personajes de elevada posición económica en la región.

El liberalismo y las comunidades indias en el municipio de Pahuatlán, al igual que en el resto de la Sierra Norte, no fueron una pareja incómoda. Por el contrario, fueron las más remotas y autónomas comunidades indias de las Sierras, y no los pueblos más aculturados del altiplano, los primeros en experimentar de primera mano el programa de la Reforma. El reclutamiento militar, al igual que la creación de escuelas y bandas de música, ofrecían medios de movilización de los recursos de las comunidades indígenas en torno a un nuevo programa cultural y político controlado a nivel local. Los pahuatecos, también, apoyaron a la causa liberal en contra de la Intervención francesa (Thomson y LaFrance 2011, 157). La participación de Pahuatlán tanto en la Guerra de los Tres años como en la Intervención francesa permite ubicar la ideología del municipio en lo que Guy Thomson (2010, 11) llama “liberalismo radical”. Es decir, aquel liberalismo que derivó de la receptividad de un grupo pequeño de intelectuales, así como de los pueblos y municipalidades, a las ideas de libertad individual, contrato social, soberanía popular y autonomía municipal, tras el colapso de la monarquía española en 1808.

Esta ideología política fue de suma importancia para las comunidades indígenas del municipio de Pahuatlán. La tradición liberal del municipio es de fundamental importancia para entender la participación de los pahuatecos en la Revolución. Tal como lo ha señalado David LaFrance, el anhelo por gobiernos municipales genuinamente autónomos, libres del Estado y, particularmente, de la interferencia de los jefes políticos, fue una constante en el siglo XIX. En este sentido, es pertinente señalar que la Revolución en este espacio fue un proceso que tuvo origen en la tradición de la lucha por la autonomía local.

Hasta aquí, las características esenciales del espacio y sus sujetos. Ahora resulta pertinente atender los cuestionamientos señalados en la Introducción.

Primeros signos revolucionarios en el municipio de Pahuatlán, 1910-1911

El proceso del desarrollo económico y la centralización política que caracterizó la evolución del México moderno durante el siglo XIX vio un período de regresión económica y de caos político durante la Revolución de 1910-1917. En este contexto, es posible aislar dos características claves del régimen porfiriano que la originaron: el modelo de desarrollo económico, en especial cómo afectó al sector agrícola, y la nueva forma de centralización política que intentó la dictadura de Porfirio Díaz (Knight 2010, 32).

Ambos rasgos estaban íntimamente relacionados. El intento por atraer la inversión extranjera y el desarrollo económico le daban al régimen nuevos recursos en la antigua batalla contra las fuerzas centrífugas de la sociedad mexicana. En el grupo político gobernante había dos tendencias: la civilista, defendida por los “científicos”, y la militarista, sostenida por los sectores altos del ejército. Aunque todos apoyaban la reelección de Díaz por sexta vez, consideraban que no duraría en el cargo por su avanzada edad, por lo que la sucesión de 1910 se centró en el nombramiento del vicepresidente de la República (Knight 2010, 32).

En 1910, las imposiciones políticas (en especial del jefe político y del jefe municipal), los nuevos impuestos -y el crecimiento de los ya establecidos-, el reclutamiento y una ampliación más rigurosa del orden público, fomentaron las protestas y las rebeliones, en especial en las comunidades que hasta entonces no estaban familiarizadas con la opresión del gobierno centralizado (Knight 2010, 34). Para el caso del estado de Puebla, estos factores también contribuyeron al desarrollo de la Revolución. Por muchos años el estado experimentó un sistema socioeconómico desigual e inestable. El crecimiento de la industria textil, la construcción del complejo hidroeléctrico Necaxa, la expansión de la hacienda azucarera y otras actividades similares, tipo capitalista, beneficiaban a las capas altas de la sociedad, pero no al resto de la población. A lo largo de los años del Porfiriato, obreros y campesinos vieron un estancamiento de sus ingresos mientras los precios, sobre todo de productos básicos, subían (LaFrance 2010a).

La situación social, económica y política que imperaba en aquellos días contemplaba el predominio español, sobre todo en la cuantiosa industria textil, el despojo de la tierra por parte de jefes políticos, la inaccesibilidad a la justicia, los míseros salarios a peones y obreros y la opresión. Todo esto llevó a que los poblanos se plantearan un México mejor (Castillo 1953). La respuesta popular a esta situación logró su expresión más vigorosa y colectiva en la Revolución que, en su manifestación “social revolucionaria”, representó una protesta básicamente rural contra el doble proceso de desarrollo económico y de centralización política, realizado por el régimen de Díaz (Knight 2006, 34).

En Puebla, los inicios de la protesta se expresaron con el surgimiento del antirreeleccionismo. A inicios de 1908, aparecieron clubes políticos liberales en Puebla y Tlaxcala. En un ambiente de agitación política y de represión por parte del gobierno de Mucio Martínez en el estado, Aquiles Serdán fundó el club antirreeleccionista “Luz y Progreso”, integrado por un grupo heterogéneo que coincidía en la no reelección, la idea clave del momento. El pueblo advierte que sólo quitando al dictador se implantaría un nuevo estado de cosas (LaFrance 2010a).

Estos clubes presentaron su programa de gobierno conforme a los lineamientos señalados por la Convención Nacional Independiente, prometiendo restablecer el orden de la Constitución, establecer la no reelección para presidentes y gobernadores, hacer efectivo el sufragio, suprimir las jefaturas políticas y ensanchar el poder municipal, garantizar la libertad de prensa, fomentar la educación pública, mejorar la condición material, intelectual y moral del obrero y del indígena, mexicanizar el personal ferrocarrilero y combatir el monopolio. Los antirreeleccionistas se arraigaron de inmediato en sectores populares, antes ideológicamente dominados por el magonismo (LaFrance 2010a, 45).

Luego de una involuntaria interrupción por espacio de dos meses -porque Serdán fue aprehendido-, el movimiento cobró nuevo ímpetu en diciembre de 1909. A principios de 1910 esta persecución fue moderada, porque las circunstancias no permitían otra cosa. Por lo tanto, los trabajos preparatorios de la contienda se realizaron en un clima favorable, muy diferente al que había imperado el año anterior; este ambiente permitió la formación de noventa clubes antirreeleccionistas a lo largo de territorio poblano (Tecuanhuey 2001). En el municipio de Pahuatlán, el club se hizo llamar Club Liberal Democrático “Libertad”, y fue presidido por Casto.5

Tras la muerte de Serdán, los revolucionarios se reagruparon para continuar la lucha. De ahí en adelante el triunfo militar se obtuvo rápidamente en el campo, mientras que en la capital poblana continuaban las maniobras políticas como la organización de manifestaciones no autorizadas y negociación con los rebeldes. Una de las opciones que tuvieron los revolucionarios para organizarse fue la formación de juntas revolucionarias. Cuando la guerra comenzó, a principios de enero, tuvo lugar fuera de la ciudad. Las acciones bélicas estaban encabezadas principalmente por campesinos autónomos y bandas de obreros, a las que se unieron exiliados que operaban en las condiciones favorables que ofrecía el campo, de larga tradición rebelde contra el gobierno central (LaFrance 2010b).

Febrero comenzó favorablemente para los rebeldes cuando las juntas pudieron al fin pulir sus diferencias y formaron una mesa directiva de la Junta revolucionaria, organismo coordinador de los grupos rebeldes y formado por cuarenta líderes que representaban a varios miles de hombres en armas. En seguida, los maderistas se anotaron un punto a su favor al convencer al cacique de la Sierra, Juan Francisco Lucas, de que apoyara a los revolucionarios. Lucas era conocido como el “Patriarca de la Sierra” por su participación en el bando de los liberales en la guerra de Reforma y durante la intervención francesa, así como por el papel que jugó en la campaña de pacificación de la Sierra llevada a cabo por Porfirio Díaz (LaFrance 2010b, 81).

En marzo, las fuerzas revolucionarias sumaban entre diez y veinte mil hombres, mientras que el gobierno reunía menos de mil. En la región norte del estado, Gabriel Hernández,6 antiguo seguidor de Juan Cuamatzi y uno de los que recientemente firmara el Plan Político y Social, dirigía un grupo de veinticinco a cien hombres en el área al norte de la ciudad de Huauchinango. Hernández nació en la Sierra de Tlaxcala, justo en la frontera con la Sierra Norte de Puebla, cuando Díaz iniciaba a gobernar el país. Las noticias sobre su participación política datan de los primeros meses de 1910, cuando los Cuamatzi y otros rebeldes de Puebla y Tlaxcala se levantaron en armas contra el porfirismo y comandaron una guerrilla en estos estados (LaFrance 2010b, 86).

El grupo dirigido por Hernández estaba conformado por campesinos que fueron motivados por personalidades locales distinguidas, de la clase media, comprometidas con ideales liberales y democráticos. La mayoría de los rebeldes eran voluntarios que siguieron a sus líderes por admiración, amistad, patriotismo o deseo de libertad, lo que volvía innecesario un sistema de reclutamiento formal. El principal problema que enfrentaron fue el suministro de municiones y alimento. Los abastecimientos eran obtenidos por medio de la cooperación de la gente del pueblo, o autoridades que simpatizaban con los maderistas, pero algunas veces se permitían confiscaciones y préstamos forzados (Moreno 2004, 33-41).

De esta manera, Gabriel Hernández empezó su actividad revolucionaria, dominando el distrito de Huauchinango, donde sus seguidores y él fueron constantemente perseguidos por el gobierno del estado. Entre los pueblos que recorrieron los hombres que comandaba el caudillo, según el testimonio de Juan H., estuvieron Xicotepec, Petlacotla, Pahuatlán, Pantepec, Jalpan, Mecapalapa y Metlaltoyuca. Algunos de estos pueblos notificaron al Jefe Político del Distrito de Huauchinango la llegada de este grupo de maderistas, así como de los disturbios que provocaron. Para el 3 de abril de 1911, los hombres de Hernández ya merodeaban el municipio de Pahuatlán.7

Los revolucionarios en el estado de Puebla obtuvieron una victoria rápida y relativamente fácil sobre las fuerzas del gobierno. La derrota del movimiento de Serdán, organizado en la zona urbana en noviembre de 1910, llevó el foco de atención al campo donde bandas apenas organizadas o disciplinadas lucharon nominalmente bajo el Plan de San Luis Potosí. La Revolución avanzó con rapidez en el estado, y para mayo de 1911 más de la mitad de su territorio se encontraba en guerra. Los opositores al régimen controlaban los distritos de Matamoros, Chiautla, Acatlán, Tepeaca, Tecamachalco, y merodeaban los de Chalchicomula, Tetela y Huauchinango.8 La inestabilidad del gobierno en la ciudad de Puebla, como lo sostiene Keith Brewster (2010, 23), creó un vacío de autoridad civil dentro de la Sierra, lo que implicó que muchas de las comunidades de esta región se hayan visto afectadas por la violencia, y en consecuencia, tuvieran que responder (Brewster 2010) uniéndose al maderismo o estando en contra de él, tal como aconteció en el municipio de Pahuatlán.

Fracaso maderista y consecuencias en el municipio de Pahuatlán

El éxito de los rebeldes en Puebla, así como en los estados vecinos de Guerrero, Morelos e Hidalgo, fue un factor importante para la renuncia del presidente Porfirio Díaz el 25 de mayo de 1911. La derrota del régimen Díaz-Martínez a mano de los rebeldes resultó ser solamente el primer paso de una larga y, a menudo, violenta lucha por la consecución de una reforma significativa (LaFrance 2010b). El pueblo había luchado por la supresión de castas, la abolición de los privilegios, la igualdad ante la ley, la universalidad del impuesto, la admisibilidad de todos los ciudadanos a las funciones públicas, lo gratuito de la justicia y el voto de las leyes por los elegidos del pueblo; la libertad del trabajo, de la industria y del comercio; la emancipación de la prensa; en una palabra, el conjunto de todas sus libertades políticas y civiles. Además, quería que todas esas libertades fueran consagradas en una completa y perfecta realidad, que el “Sufragio efectivo y no reelección” se registrara en la Constitución para dar término a la insurrección que tantos perjuicios había causado en México.9

Al estudiar las razones del por qué pelearon las comunidades del municipio de Pahuatlán, se observó que además de compartir las peticiones y deseos mencionados, sus habitantes defendieron la legalidad, la propiedad, el honor y la vida humana, la autonomía local para salvar así las instituciones democráticas y la asignación al ayuntamiento de la cabecera del 20 por ciento del impuesto a la producción de panela.10

Hacia finales de mayo de 1911, Madero dirigía el siguiente mensaje a la nación:

[…] la guerra ha terminado. Todos los mexicanos, inclusive vosotros, se han llenado de júbilo, hemos conquistado nuestra cara libertad, y, en lo sucesivo, cada ciudadano, cada jefe, oficial o soldado, será una unidad que colabore para el engrandecimiento de la patria [...].

Sin embargo, la situación, política, social y económica distaban mucho de significar el fin del conflicto. En el estado de Puebla, la constante actividad rebelde tuvo un significativo impacto en casi todos los aspectos de la vida diaria. El desorden y el peligro dañaron la economía, interrumpieron los servicios públicos, causaron dislocación social, controversia política y debilitaron la confianza en el gobierno (LaFrance 2010b).

Para que México se convirtiera en un país de paz, era necesario que Madero emprendiera acciones que consolidaran el triunfo revolucionario. No obstante, la primera reacción que se puede inferir de Madero, es el temor a las acciones por parte de la élite porfiriana después de haber derrocado al dictador. Durante el mandato interino, entre la caída de Díaz y la entrada de Madero a la presidencia en noviembre de 1911, se establecieron las características principales del período en el que los maderistas ejercieron el poder. Madero nunca tomó la decisión de eliminar a los porfiristas e implementar reformas más profundas, un paso que tal vez el líder nacional simplemente no tenía o no quería implementar y, por lo tanto, se dedicó a las muchas y variadas crisis que enfrentó. De esta manera, hacia 1912, el sentimiento de simpatía hacia el gobierno de Francisco I. Madero se tornó en inconformidad, debido a que no hubo un impacto favorable hacia los sectores medios y bajos, como se esperaba.

Aunado a esto, encontramos que una de las acciones que provocó gran descontento entre los maderistas fue la disolución del Partido Antirreeleccionista para formar el Partido Constitucional Progresista (1911). A partir de ese momento, se profundizaron las diferencias con dos de sus más cercanos colaboradores: los hermanos Vázquez Gómez. Durante las elecciones de octubre la rebelión vazquista estaba plenamente incubada. Este alzamiento atrajo a varios ex maderistas como Emilio Campa y José Inés Salazar. Para muchos, Madero cayó “inocentemente en el lazo de la serpiente”, poniéndose a las órdenes del Partido Constitucional Progresista (LaFrance 2010b, 23).

Esta maniobra significó para algunos sólo un cambio de tiranía. Sobre todo, cuando, para alcanzar sus fines, resolvió eliminar a Emilio Vázquez Gómez tras reunirse la famosa convención del Partido Constitucional Progresista e impedir aspirar a la vicepresidencia y dársela a José María Pino Suárez. La principal acción que emprendieron los seguidores de Emilio Vázquez Gómez fue organizar grupos que se rebelaron en la Sierra Norte de Puebla (LaFrance 2010b, 23). Esta situación propició la formación de diversos grupos rebeldes que cometieron actos de pillaje y violencia que trastocaron la integridad y las propiedades de los habitantes del municipio de Pahuatlán.

La rebelión vazquista en la Sierra, con unas mil personas, inició en Teziutlán durante febrero de 1912, y se reflejó en la captura de varias comunidades de la zona (LaFrance 2010b, 23). En el municipio de Pahuatlán, el 18 del mismo mes, el presidente auxiliar de Tlaxco comunicaba a la Presidencia Municipal que aproximadamente a las 3 de la tarde se había presentado en ese pueblo un grupo de veinticinco hombres armados que manifestaron ser vazquistas capitaneados por Tito Hernández. Hernández nació en Villa Juárez, en la Sierra Norte de Puebla en 1880. Su incorporación al movimiento maderista se dio en 1911 bajo el mando del general Gabriel Hernández. Posteriormente, se separó de los revolucionarios maderistas para encabezar en Pahuatlán y sus alrededores la rebelión vazquista. Hacia 1913, adoptó el constitucionalismo y militó bajo las órdenes del general Cándido Aguilar y fue leal al presidente Carranza.11 Entre los hombres que acompañaban a Tito Hernández, se encontraban Leopoldo Jarillo, originario y vecino del pueblo de Cuauneutla, del municipio de Pahuatlán, y Estanislao Romero, originario de Pahuatlán.12

La rebelión vazquista en el municipio de Pahuatlán sufrió una división interna: el 21 de febrero se recibieron noticias de que desertores de las fuerzas vazquistas cometían actos de bandidaje, por lo que la Presidencia de Pahuatlán dictó las medidas pertinentes para la captura de aquellos individuos, como los indígenas José Moctezuma y José Domingo, vecinos del pueblo de Atla, quienes fueron dirigidos por Lázaro Vargas.13

También se dio a conocer que los hombres de Vargas llegaron a Atlantongo y robaron dinero; entraron por la noche en la escuela de Xolotla, quemaron algunos papeles, violaron mujeres de Atla, y amenazaron al presidente auxiliar con prenderle fuego al pueblo si no entregaban los fondos que encontraron. Este grupo de ex-vazquistas causó gran temor entre la población del corredor nahua del municipio pahuateco, provocando inestabilidad al gobierno constituido de Madero.14 Para hacer frente a la amenaza de los ex-vazquistas, los vecinos del municipio se organizaron en rondas nocturnas, a fin de vigilar a los aprehendidos, procurando de una manera eficaz la seguridad del pueblo. El 23 de febrero de 1912 se presentó un grupo de 50 jinetes maderistas bajo el mando del capitán Francisco Lazcano, del 39° Cuerpo Rural de la Federación. Éste pidió al presidente municipal de Pahuatlán poner a su disposición a los reos ex-vazquistas para aumentar su contingente con la intención de tranquilizar a la población y para neutralizar las acciones de este grupo en contra del gobierno de Madero.15

Pahuatlán en ese período se encontraba en una situación sumamente crítica, derivada principalmente de las constantes amenazas por parte de los tres grupos revolucionarios: maderistas, vazquistas y ex-vazquistas. Este escenario trajo consigo, desde finales del mes de julio, la notable disminución de los ingresos.16 Las divisiones que se generaron en el maderismo, tras las promesas no cumplidas, se reflejaron en el municipio de Pahuatlán en una serie de enfrentamientos entre vazquistas, ex-vazquistas y maderistas que abonaron a la caída de Madero, en febrero de 1913. También observamos que una parte de la población pahuateca no era revolucionaria, y su actividad principal fue defender y combatir a los bandidos, o rebeldes como calificaban a los revolucionarios.

Caída de Madero: reacción del municipio de Pahuatlán ante la generalización de la guerra civil

Cuando Madero cayó, en febrero de 1913, muchos poblanos suspiraron con alivio; algunos porque odiaban al Presidente, pero la gran mayoría porque estaban hartos de lo imprevisible y de la inestabilidad de los años anteriores. Para mucha gente era mejor un gobierno fuerte, aunque poco o nada democrático, que sufrir el caos (LaFrance 2010a). Al general Huerta lo apoyaron las clases altas. Lo hicieron aturdidas por su devoción a los métodos brutales, por el ansia de sojuzgar, bajo el sable de un cacique, a las clases inferiores, como en época de don Porfirio (Mancisidor n.d., 1).

Victoriano Huerta se instaló en el Palacio Nacional el 20 de febrero de 1913, señalando que al hacerme cargo de la Presidencia interina de los Estados Unidos Mexicanos, en circunstancias que vosotros conocéis, mi único propósito, mi más ferviente anhelo, fue y ha sido, y sigue siendo, realizar la paz de la República, aceptando los sacrificios y las responsabilidades que demanda esta gigantesca labor.17

Sin duda alguna, lograr la paz era el objetivo principal del gobierno de Huerta para legitimarse, acción paradójica que provocó el estallido de una revolución más violenta en todo el país. A pesar de que una parte de la población aceptó y reconoció el gobierno de Huerta, el descontento no se hizo esperar e inició una rebelión en la primavera de 1913. Se trató de cientos de pequeñas venganzas, disputas locales, conflictos entre políticos menores, que fueron plagando el territorio nacional. Como dos años antes, y como ocurrirá en los siguientes, la primavera fue la época más violenta. Pero en 1913 hay una diferencia: la legitimidad de la que aún gozó Díaz no la tuvo Huerta. A la cabeza de la rebelión está Carranza, quien establece, como argumento de fondo, que la llegada al poder de Huerta violentó la Constitución de 1857 y es necesario restablecer el orden constitucional, del que él se asume como garante (Schettino 2009, 68).

Así, una vez más, un miembro de las élites provincianas norteñas declaró formalmente la Revolución. Esta vez, sin embargo, los participantes de las clases bajas estaban mejor organizados, tenían más fuerza y experiencia. Las subsiguientes luchas dejaron en claro los antagonismos sociales del país (Mason 1990, 359). El 26 de marzo de 1913, Venustiano Carranza publicó el Plan de Guadalupe para declararse opositor a Huerta, nombrarse primer jefe del Ejército Constitucionalista, y promover el regreso al orden constitucional tras la deposición del usurpador (Salcedo Mena y Salcedo Mena 2011, 133-143).

El período de 19131914 se caracteriza por ser uno de gran violencia y destrucción. Para el caso de la Sierra Norte de Puebla, la radicalización de la rebelión estuvo relacionada con los siguientes factores:

  1. Durante estos años, la mayoría de los serranos quería volver a la Constitución de 1857.

  2. Se deseaba la autonomía regional, un concepto desarrollado tan bien que sus más ardientes defensores tenían un nombre para su fin lógico: “la República de la Sierra”, un nuevo Estado que incluía el norte de Puebla y parte de Veracruz (LaFrance 2003, 17).

La autonomía, en la práctica, significaba una limitada intervención federal y estatal en la zona: control local sobre la formación, armado y disposición de las fuerzas de seguridad; disposición de ingresos fiscales utilizados para las localidades, especialmente para la educación; y fin a la figura del jefe político, dando a los gobiernos municipales mayor poder. Los carrancistas tenían otras concepciones y confinaron a existir a los serranos en una estructura de Estado mayor (LaFrance 2003, 43).

Desde junio de 1913, el ambiente de violencia fue característico del municipio de Pahuatlán y, en general, en todo el Distrito de Huauchinango. Si bien la presencia de grupos revolucionarios en el municipio de Pahuatlán, desde 1911, significó la interrupción de la aparente tranquilidad en la vida de sus habitantes, fue el 13 de junio de 1913, con la llegada de un grupo de 150 hombres armados, al mando del General Alejandro Vega, bajo la bandera “carrancista”, cuando el clima de violencia alcanza su clímax, desencadenando la más fuerte crisis social, económica y política en Pahuatlán durante el período revolucionario.

Se puede suponer que los carrancistas provocaron gran temor entre las autoridades locales y municipales de Pahuatlán, porque tal como lo sugiere Brading, la política de Carranza eliminó a las antiguas élites que se interponían en su camino. Como resultado de esto se generó una corriente de rebeliones locales defensivas, integradas por presidentes auxiliares, municipales y los jefes políticos, cuya oposición al carrancismo los llevó al campo huertista (Brading 1993). Una de las rebeliones más intensas que se dieron en Pahuatlán fue la del 3 de julio de 1913, cuando a las cinco y media de la tarde ocuparon la plaza 150 rebeldes capitaneados por el carrancista General Gilberto Camacho.18 Este grupo arrebató dos o tres caballos, algunas armas y se fueron sin pagar el forraje consumido por su caballada. Al día siguiente y por el tren de la una de la tarde llegó a Honey, procedente de Tulancingo, el Mayor José Quintana, del 19° Batallón de Infantería irregular de Zacatecas, con 130 hombres de tropa, pernoctando esa noche en Los Acahuales. El sábado por la mañana se pusieron en contacto las avanzadas de una y otra parte, trabándose una ligera escaramuza en el lugar llamado Las Cruces. El mismo día venía de Tenango de Doria el General Don Feliciano Eguia al mando de 450 hombres entre federales y voluntarios de dicho Distrito y del pueblo de San Pablito del municipio de Pahuatlán.19

Los “rebeldes”, queriendo impedir el avance de esta última tropa, combatieron desde la “Loma de San Jerónimo” hasta las cercanías de San Pablito, por el camino que conduce al puente sobre el Río Chila, y al fin la tropa federal se replegó en dicho pueblo, retardando su avance. A las siete de la mañana del siguiente día, evacuó la plaza del enemigo, momentos antes de la llegada de tres federales del Mayor Quintana, quienes tirotearon en su retirada a los rebeldes. Después ocupó la plaza el mencionado Mayor con el grueso de su tropa; una hora más tarde llegó el General Eguia al frente de sus hombres.

Al conocer que el enemigo estaba en Atla, el citado general acudió a su encuentro e inició el tiroteo a las primeras horas de la mañana; la victoria quedó en manos del gobierno. Los rebeldes emprendieron la fuga dejando en el campo caballos ensillados, algunas armas, medicinas, dos catres de campaña y documentos de relativa importancia. Aunque no hubo pérdidas humanas, los heridos fueron numerosos. Por su parte, el Mayor Quintana y su gente huyeron a Tulancingo cuando iniciaba el combate en Atla.

Al término del enfrentamiento entre carrancistas y huertistas, en donde triunfaron estos últimos, se recogieron varios caballos abandonados por los rebeldes, los pusieron a disposición del General Eguía, así como el botín recogido en Atla. El 10 de julio de 1913 el gobernador del estado ordenó, a través del jefe político Isauro Herrero, que se enviaran a Huachinango con escolta del 97° Cuerpo Rural, -al mando de las órdenes del Cabo 2° Vicente Díaz-, a los presos revolucionarios que militaban en la “gavilla de bandoleros” dirigida por Gilberto Camacho y derrotada en Pahuatlán por las fuerzas locales, los días 6 y 7 de julio. Los detenidos Ramón Morales, Cornelio Monroy, Martín Juárez, Martín de León, Pablo Soto, Luis Sánchez, Tiburcio Lozano, Ignacio Grimaldo, Ezequiel Gómez y José Marcelo, fueron aprehendidos al huir por el Coronel Ignacio Velázquez, cinco por autoridades de Naupán y uno por la Jefatura Política de Huauchinango.20

Debido a los frecuentes combates, se estableció la sociedad de beneficencia “Cruz Blanca Neutral” para fundar un hospital de sangre y dar atención a quienes resultaron heridos en la batalla de Atla. Esta organización fue propuesta y presidida por Bruno Lechuga Barreda, Rafael Aparicio, Miguel Ayala, Manuel Muñoz, Víctor Barrios y Mariano Lechuga y se invitó a participar al General Brigadier Feliciano Eguia, al Jefe Político de Huauchinango, al presidente municipal Leobardo Lechuga, y también a las mujeres de la localidad para que gratuitamente ayudaran a los heridos de los dos grupos combatientes. La asociación inició atendiendo a dos heridos que llegaron del campo de batalla.21 También se contempló invitar a las poblaciones circunvecinas de Huauchinango, Honey, Cuaxtla, Tlacuilotepec y Tlaxco, para que formaran agrupaciones del mismo estilo, aunque no existe información sobre su establecimiento.

Además de este tipo de asociación, se formaron “Cuerpos de voluntarios” que resguardaban los intereses de la población. Esta agrupación recibía de la Secretaría de Guerra y Marina armas, parque y los oficiales necesarios para que les dieran instrucción militar. Para el sostenimiento de ese cuerpo era necesaria la cantidad de tres mil pesos y el reclutamiento era de cuatro meses forzosos. El Colegio Militar, la escuela de aspirantes y algunos oficiales nombrados por la Secretaría de Guerra fueron quienes adiestraron a los lugareños para defender el municipio, conservar el orden interior, y asegurar la vida e intereses propios. Su organización comprendía Infantería, Caballería y secciones sanitarias de la Cruz Blanca. Los esfuerzos, sin embargo, no fueron suficiente para contener a los revolucionarios.

Aparentemente con la firma del Pacto de la Sierra, entre Juan Francisco Lucas y Victoriano Huerta, la violencia disminuiría en el municipio. Así se infiere a partir de las noticias enviadas por el presidente auxiliar del pueblo de Tlaxco al presidente municipal de Pahuatlán de que en ese cuartel el movimiento revolucionario, que tanto había asolado esos rumbos, día a día iba desapareciendo, por lo que reinaba “completa tranquilidad” entre los vecinos pacíficos de esos lugares.22

Queda claro que el objetivo de las autoridades, al procurar someter a los rebeldes, era lograr la pacificación de la región, a fin de que Victoriano Huerta se desempeñara en su cargo. En este período, al igual que con Díaz y Madero, Juan Francisco Lucas siguió siendo elemento clave para contener a los serranos, sólo que ahora la mayoría de ellos esperaba que Lucas protegiera su autonomía frente al gobierno de Huerta. Sin embargo, más que proteger la autonomía de los pueblos, permaneció hábilmente en el juego protegiendo primero su base política aprovechando su reconocimiento en la zona.

Tal como han referido Guy Thomson y David Lafrance (2011), Lucas representaba para los serranos un agudo sentido de independencia y una desconfianza hacia el gobierno distante, mismos que siempre habían caracterizado a la región. Las autoridades federales y estatales entendían la fuerza de atracción de Lucas y lo reconocían como figura clave para controlar la región. Huerta no fue la excepción, también reconoció la importancia de Lucas y solicitó su cooperación en el mantenimiento de la paz para continuar, con mayor libertad, su campaña contra los carrancistas en el norte. Lucas estaba dispuesto a tratar con Huerta, pero no pudo hacerlo inmediata y abiertamente, por temor a ganarse la antipatía de los muchos elementos pro-Madero en la Sierra (LaFrance 2003).

Mientras tanto, agentes de Carranza en la Sierra, -como el General Gilberto Camacho- que habían llegado desde el norte de México por los puertos de la costa del Golfo, comenzaron a organizar con éxito un segundo frente contra Huerta. Potenciales rivales de Lucas cuestionaron sus tratos con los asesinos de Madero, especialmente el de intensificar en la región el reclutamiento forzoso para el ejército federal, desafiando directamente uno de los principios de la autonomía. Los adversarios del patriarca de la Sierra se dirigieron con los Carrancistas esperando que la autonomía pudiera ser negociada también con los revolucionarios del norte.

Después de semanas de actuar como intermediario entre Huerta y Carranza, Lucas negoció un acuerdo formal que pidió la eliminación de los carrancistas, la paz y la autonomía de la región. En octubre de 1913 se firmó el Pacto de la Sierra que puso fin al reclutamiento para el ejército federal, pidiendo su retirada. Además, se organizó una fuerza de reemplazo, la Brigada de la Sierra,23 conformada por ex revolucionarios originarios de esta región, la cual estuvo bajo el mando de Lucas y Márquez. En el Distrito de Huauchinango, la Brigada Mixta “Francisco I Madero” estuvo bajo las órdenes del Coronel J. A.D.L.B.24 La Brigada empezó a funcionar en 1914 y su función principal era la de reorganizar los servicios públicos, con sujeción a las disposiciones dictadas en el Cuartel General de Tetela de Ocampo el 16 de enero de 1914. Asimismo, la Brigada podría supervisar elecciones de nuevas autoridades locales y ofrecer a todos enseñanza primaria gratuita (LaFrance 2003).

El General Ruiz envió a Juan Francisco Lucas una comunicación manifestándole que quedaban suspendidas las hostilidades, pactándose un largo armisticio, ofreciendo fijar día, lugar y hora para que iniciaran las negociaciones de paz. Después de un día, en que Lucas reunió a todos sus cabecillas y soldados y les explicó la conveniencia de abandonar la revolución y volver a sus antiguas faenas, y después de leerles una amplia carta del Presidente de la República, se firmó un documento dirigido al general Ruiz, en la cual todos los jefes aceptaban las conferencias de paz, fijando el campamento situado en lo más intricado de la serranía para que éstas se verificaran.25

Sin embargo, no todos quedaron contentos con el pacto. Los Carrancistas vieron amenazadas sus ganancias en la región. Mestizos y gente del pueblo, muchos de ellos pequeños empresarios y profesionales, temieron invasiones en sus comunidades por los soldados indios y la toma de posiciones políticas locales por los radicales. En consecuencia, las fuerzas de Huerta lentamente se retiraron de los centros de población clave y la selección de nuevos funcionarios produjo conflictos. Además, los fondos de la Ciudad de México para financiar la educación y la Brigada Serrana tardaron, desilusionando a los partidarios, incluso a quienes aceptaron el acuerdo (LaFrance 2003, 3848). Al mismo tiempo, los serranos no desistían de apoderarse de los distritos de Teziutlán, Zacatlán, San Juan de los Llanos, Tetela, Zacapoaxtla y Alatriste. Algunas partidas incluso habían atacado la “Teziutlán Cooper Company” (LaFrance 2003, 61).26

Para enero de 1914 el pacto se había roto y la guerra se extendió a lo largo de la Sierra por primera vez, lo que obligó a los serranos a convertirse en peones de fuerzas políticas y militares más grandes (LaFrance 2003). Tanto en el municipio de Pahuatlán como en los demás municipios de la Sierra poblana, los grupos rebeldes no habían querido ceñirse a los tratados de paz y se sabía que el General Camacho intentaba continuar las andanzas al interior de la Sierra bajo la petición de que salieran las tropas federales de la Sierra, que se quedaran en toda la zona los rebeldes armados para cuidar el orden y que pudieran nombrar autoridades.27

Sin duda alguna, el proceso de pacificación al interior de la Sierra norte de Puebla y, en particular en el municipio de Pahuatlán, fue largo, difícil y complejo; a pesar de los esfuerzos por lograr la paz, pasó mucho tiempo antes de que esto pudiera lograrse. La situación que enfrentaba el municipio de Pahuatlán puede servir de referencia local de cómo estaba el país en general. Victoriano Huerta, como lo ha referido Rosendo Bolívar, pretendía ser la continuación de lo que fue Porfirio Díaz; sus métodos represivos trataban de no aparentar la participación de las fuerzas gubernamentales, sino de elementos rebeldes a ellas; buscaba ser considerado el hombre necesario al que se le ofrecieran los poderes de la nación. El erario público era destinado para la “pacificación” que consideraba sólo se lograría combatiendo militarmente, olvidando las medidas de carácter social (Bolívar 1998, 103-118).

Conclusión

La Revolución Mexicana impulsó diversas revoluciones locales con particularidades específicas, como se mostró en la sierra poblana. Aquí se estudiaron las características económicas, políticas y sociales que favorecieron la participación de pahuatecos en el proceso armado. Un aspecto relevante, que condujo nuestro argumento, fue la ideología liberal que permeó las relaciones y las dinámicas sociales, lo que permite plantearse las siguientes preguntas: ¿cómo definir la revolución en el municipio de Pahuatlán? ¿Dentro de qué interpretación insertarla?

Con lo expuesto a lo largo del texto, se puede afirmar que la Revolución en Pahuatlán fue principalmente democrática-liberal, debido a que promovía la autonomía local, así como las instituciones democráticas. Sin embargo, también la podemos interpretar como una revolución popular -serrana- que movilizó a campesinos indígenas que pelearon, sobre todo, por mejorar su situación de campesinos teniendo control sobre la producción de panela. Aunque el problema agrario en Pahuatlán no se centró en el despojo de tierras, sí lo estuvo en la producción y la comercialización de panela concentrada en manos de mestizos y el jefe político de Huauchinango.

En suma, la Revolución en Pahuatlán la podemos definir como un proceso que condujo a la población mestiza e indígena a involucrarse de manera violenta en una lucha sostenida, ya sea para defender su posición política y económica, o para provocar procesos de reforma o cambio en beneficio de la mayoría. Fue una lucha por intereses locales, centrados, principalmente, en poder decidir sobre su futuro económico, político y social; encaminados a buscar una nueva forma de organización que dejara a un lado la figura del jefe político. Este proceso fue largo, difícil y doloroso; provocó más daños que beneficios, y significó una profunda crisis en todas las esferas de la vida cotidiana.

A partir de la información obtenida en las fuentes es posible identificar tres momentos en el movimiento revolucionario en el municipio de Pahuatlán durante el periodo 1911-1914. El del inicio de la lucha, encabezada por Gabriel Hernández en abril de 1911, que contribuyó a la inestabilidad del régimen porfirista, y que coincide con el inicio de levantamientos armados en otras áreas rurales del estado de Puebla como resultado del vacío de autoridad civil originado por la inestabilidad en la capital poblana. Cabe apuntar que en este momento se pueden identificar dos contendientes: el antiguo régimen y los maderistas revolucionarios. Además, se empiezan observar los primeros signos de fragilidad en las esferas social, política y económica en Pahuatlán.

Sin duda alguna, los inicios de la Revolución tanto en Pahuatlán como en otros municipios de la Sierra Norte de Puebla, abonaron a la caída de Porfirio Díaz, pero también marcaron una fuerte división entre los maderistas radicales y moderados. De esta manera, a partir del triunfo de Madero se observan los primeros signos del fracaso de la revolución maderista en Puebla. De manera particular, en Pahuatlán se manifestó con la presencia de la rebelión vazquista. Ésta adquirió gran fuerza y relevancia a lo largo de la Sierra Norte, iniciando en febrero de 1912 en el municipio de Teziutlán, y se caracterizó por el enfrentamiento de tres grupos: vazquistas, maderistas y ex-vazquistas que buscaban legitimarse en el poder.

El último momento es la fase radical de 1913 a 1914. En esta etapa, la Revolución adquiere mayor fuerza tras la fragmentación del poder, por la falta de autoridad de Huerta, viéndose involucrados un mayor número de pahuatecos, lo que provocó estragos en las localidades del municipio. La magnitud que adquirió la guerra civil llevó a Pahuatlán, al igual que los demás municipios serranos, a convertirse en punto estratégico para la pacificación del país. Sin embargo, dicha pacificación no pudo lograrse, sino hasta varias décadas después.

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1 Archivo Municipal de Huauchinango (en adelante AMH), “Informe del Presidente municipal de Pahuatlán (Leobardo Lechuga) al Jefe Político de Huauchinango”, mayo de 1911.

2El ferrocarril salía de la ciudad de México rumbo a Honey, poblado límite entre la altiplanicie y la región baja de la Sierra. Comunicaba la capital del país con Pachuca y Tulancingo, Pachuca con Puebla y Pachuca con Ometusco. La construcción de la estación en Chila Honey se inició en 1898 y fue inaugurada en 1908.

3Archivo Municipal de Pahuatlán (en adelante AMP), Sección Gobierno, Fondo Municipal, “Circular núm. 28 del Jefe Político de Huauchinango dirigida al Presidente municipal de Pahuatlán”, 16 de marzo de 1912.

4La Guardia Nacional tuvo su antecedente en la milicia cívica o local. Para los partidarios del federalismo, ésta tenía gran importancia en el fortalecimiento de la autonomía regional, porque su organización quedó a cargo de los ayuntamientos “como un cuerpo de policía de seguridad encargado de conservar el orden interior de las poblaciones”. En la Sierra de Puebla, donde no existían familias principales, las tradiciones más meritocráticas de liderazgo nahua renacieron en la Guardia Nacional. El prestigio de Lucas derivaba de su éxito en el campo de batalla y en la política en general. Los “jefes de armas”, quienes a través de su sucesor Gabriel Barrios gobernaron en la Sierra durante la década de 1920, eran todos “macehuales” (comuneros) y estaban orgullosos de esta categoría. Para este tema, véase a Conrado Hernández López (2008, 36-67).

5AMP, Gobernación, “Invitación del H. Ayuntamiento al Presidente del municipio a Casto Castelán para asistir a la Junta Patriótica con motivo del 46° aniversario de la Batalla del 28 de enero”, 23 de enero de 1910.

6En 1911 y 1912, Hernández combatió a los rebeldes de José F. Gómez en Oaxaca, logrando finalmente someterlos, luego Francisco I. Madero lo nombró comandante del 39º Cuerpo de Rurales, destinándolo a operar sucesivamente en los estados de Yucatán, Puebla, Veracruz, Hidalgo y Morelos. Como rural participó en la defensa de Madero durante la Decena Trágica. El Plan Político y Social tenía como propósito hacer presión sobre Madero, así como demostrar al gobierno y al pueblo que ellos no eran simples bandidos. Estaban unidos y tenían un programa de acción. Entre las provisiones del plan había varias reformas socioeconómicas destinadas a mejorar la situación de los campesinos, obreros y la población indígena y reformas políticas a nivel local. Cf. Archivo General del Estado de Puebla (en adelante AGEP), Hemeroteca, El Amigo de la Verdad. 1913. Diario, Puebla, marzo 1; El Amigo de la Verdad. 1913. Diario, Puebla, abril 2.

7AGEP, Hemeroteca, Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Puebla, “Informe de la Jefatura Política de Huauchinango al Departamento de Gobernación del estado de Puebla”, 14 de abril de 1911, 609.

8AGEP, Hemeroteca, El Amigo de la Verdad. 1911. Diario, Puebla, junio 4.

9AGEP, Publicaciones Periódicas, 1911. Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Puebla, mayo 23.

10AMP, Sección Gobierno, Presidencia Municipal de Pahuatlán, “Oficio dirigido al Jefe Político de Huachinango por el Presidente municipal de Pahuatlán”, 30 de mayo de 1911.

11100 Biografías de Poblanos Participantes en la Revolución. n.d.

12AMP, Sección Gobierno, “Informe del Presidente municipal de Pahuatlán al Jefe Político de Huauchinango”, Sección Justicia, 16 de marzo de 1912.

13AMP, Sección Gobierno, “Informe del Presidente municipal de Pahuatlán al Jefe Político de Huauchinango”, Sección Justicia, 21 de febrero de 1912.

14AMP, Sección Gobierno, “Informe del Presidente municipal de Pahuatlán al Jefe Político de Huauchinango”, Sección Justicia, circular núm. 28 del Jefe Político de Huauchinango dirigida al Presidente municipal de Pahuatlán, 16 de marzo de 1912.

15AMP, Sección Gobierno, “Telegrama del Presidente municipal de Pahuatlán dirigido al Jefe Político de Huauchinango”, 23 de febrero de 1912.

16AMP, “Oficio núm. 1038 de la Secretaría General del Departamento Ejecutivo del Gobierno del Estado dirigido al recaudador de rentas del Distrito de Huauchinango”.

17AGEP, Publicaciones Periódicas, Periódico Oficial del Estado de Puebla, “Discurso del Presidente Victoriano Huerta dirigido a los mexicanos el 27 de febrero de 1913”.

18AMH, Sección Gobierno, “Circular núm. 58 del Presidente municipal de Pahuatlán para el Jefe Político de Huauchinango”, 23 de junio de 1913.

19AMH, “Comunicado del Presidente municipal de Pahuatlán dirigido al General Eguía”, 8 de julio de 1913.

20AMH, “Comunicado del Jefe Político de Huauchinango dirigido al Presidente municipal de Pahuatlán”, 10 de julio de 1913.

21AMH, “Comunicado del Jefe Político de Huauchinango dirigido al Presidente municipal de Pahuatlán”, 10 de julio de 1913.

22AMH, “Comunicado del Jefe Político de Huauchinango dirigido al Presidente municipal de Pahuatlán”, 10 de julio de 1913.

23AMH, Sección Gobierno, “Oficio del Coronel J.A.D.L.B dirigido al Jefe Político de Huauchinango”, 30 de noviembre de 1914.

24AMH, “Oficio del Coronel J.A.D.L.B dirigido al Jefe Político de Huauchinango”, 30 de noviembre de 1914.

25AGEP, Publicaciones Periódicas, “El País”. 1913. Diario, México, noviembre 3.

26AGEP, Publicaciones Periódicas, El amigo de la verdad. 1913. Diario, Puebla, octubre 24.

27AGEP, Publicaciones Periódicas, El Amigo de la Verdad. 1913. Diario, Puebla, diciembre 6.

Recibido: de 2016; Aprobado: 27 de Enero de 2017

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