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HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local

On-line version ISSN 2145-132X

Historelo.rev.hist.reg.local vol.10 no.19 Medellín Jan./June 2018

https://doi.org/10.15446/historelo.v10n19.65319 

Revisión

Estudio reflexivo para abordar la historia local en Chile desde la versión anglosajona

A Reflective Study to Approach the Local Chilean history from the Anglo-Saxon Perspective

Matías Alejandro González Marilicán* 

Elizabeth Montanares Vargas** 

Francisca Bernarda Martínez Guerra*** 

* M. Sc. en Historia Ambiental por la Universidad de Nottingham (Nottingham, Reino Unido) y licenciado en Historia por la Universidad de Concepción (Concepción, Chile). Profesor de la Universidad Católica de Temuco (Temuco, Chile). El artículo se deriva del proyecto de investigación Educación Patrimonial y Enseñanza de la Historia Local en la Región de la Araucanía: un Aporte desde la Formación Inicial de Profesores, financiado por la Universidad Católica de Temuco. Participó como autor principal, en la redacción y recolección de información. Correo electrónico: matias.gonzalez@educa.uct.cl https://orcid.org/0000-0003-0393-8021

** Magíster en Ciencias Aplicadas por la Universidad de la Frontera (Temuco, Chile). Profesora de la Universidad Católica de Temuco (Temuco, Chile). Participó en la redacción del artículo. Correo electrónico: emontanares@ uct.cl https://orcid.org/0000-0001-9504-2614

*** Licenciada en Educación por la Universidad Católica de Temuco (Temuco, Chile). Profesora de la Universidad Católica de Temuco (Temuco, Chile). Participó en la redacción del artículo. Correo electrónico: fmartinez@educa.uct.cl https://orcid.org/0000-0003-4830-5375


Resumen

La historia local es una forma de hacer historia practicada en diferentes puntos del globo. Sin embargo, parece no haber consenso en torno a lo que ella implica respecto de su metodología. Este trabajo es una reflexión de la historia local producida en Chile a partir de las experiencias de los Estados Unidos de América e Inglaterra. Los resultados de la investigación muestran que la historia local suele ser entendida como un medio para cuestionar narrativas generales de la historia, como una herramienta para ensalzar lo particular ante lo universal y como un recurso educativo para enseñar aquello que parece lejano y abstracto al estudiante. El problema está en la evidencia de malentendidos metodológicos y teóricos que pueden atentar con las reales capacidades de trabajo de dicho enfoque historiográfico, especialmente en el caso chileno. Con ello, la experiencia conocida por los países anglosajones, recomienda comprender a la historia local en su capacidad investigativa y educativa desde su potencial interdisciplinario.

Palabras claves: historiografía; método histórico; enseñanza de la historia

Abstract

Local history is a branch of history studies practised in worldwide. However, it seems that there is not common understanding of what local history is with respect to the methodology. Regarding such subdiscipline, this work is a reflection of the local history produced in Chile by taking into account the experiences of The United States of America and England. The results of the research show that local history can be understood in both ways, as questioning general historical narratives and by raising the profile of specific historical cases. Moreover, it can also be used as an educational resource to teach something that could seem distant and abstract to young people. The problem is the presence of methodological and theoretical misunderstandings that can impinge on the real working capacities of the mentioned historiographical approach, especially in the Chilean case. In this context, the experience known from the Anglo-Saxon countries suggests understanding local history in its educational and research capacity from its interdisciplinary potential.

Keywords: historiography; historical method; history education

Introducción

La historiografía desarrolla diferentes perspectivas y una es la historia local, sub-disciplina cuya definición muestra ser amplia y quizás difícil de definir. Así, mientras en China y Rusia ésta tiende a ser definida según unidades político-administrativas como regiones, estados y repúblicas (Bol 2001; Raleigh 2013), en Sudáfrica y Etiopía se le comprende como el resultado de la interacción de las personas con su entorno y con otras personas de su alrededor (Lindhal 2005; South African History Online 2017). Igualmente, en España el concepto de lo local se considera dinámico y puede basarse en límites naturales como ríos y montañas o en divisiones artificiales -por ejemplo, unidades político-administrativas- (Serna y Pons 2003, 35-56). En el caso de América Latina, se aborda como "el estudio del pasado de los hombres en sociedad, a partir de la delimitación que involucra el tiempo y el espacio" (Serrano 2009, 19).

Esto podrá explicarse por la antigüedad de esta subdisciplina cuyo significado se dinamiza según las particularidades de cada país y región. Desde tiempos medievales es practicada en China e Inglaterra por parte de funcionarios del Estado y sacerdotes (Bol 2001; Beckett 2007); en América ya desde el siglo XVI los primeros cronistas registraban los primeros hechos locales protagonizados por el esfuerzo colonizador de los europeos (Kammen 2003, 11); lo cual contrasta con Rusia, pues recién en la década de 1990 se inició un período de mayor producción en torno a la temática por la caída del régimen soviético (Raleigh 2013); y, en África, la historia oral ha sobresalido como método ante la mayoría indígena del territorio (Lindhal 2005).

Sobre la forma de abordar la historia local también hay variedad; por ejemplo, destacan el estudio del origen y el desarrollo de determinadas comunidades, la historia de familias, la historia del paisaje, la historia de parroquias, la historia de las calles, y con fines educativos, como recurso para enseñar historia en escuelas y universidades, entre otras aproximaciones (Beckett 2007; Kammen 2003). De hecho, un trabajo respaldado por el Ministerio de Educación español, destaca las ventajas educativas de este tipo de historia -siempre y cuando la metodología y teoría de la disciplina sean correctamente aplicadas por parte del profesorado, dice el autor-, pues permitiría a los estudiantes trabajar con base en la interdisciplinaridad y concientizarse de que ellos y sus comunidades son también protagonistas de la historia (Domínguez 1987, 63-75).

Sin embargo, en la diversidad del tratamiento y modo de hacer historia local también hay similitudes en la forma de concebirla. Por ejemplo, el giro social de la historiografía europea en la década de los sesenta, cuando se comenzó a enfatizar en aquellos grupos sociales minoritarios como mujeres, inmigrantes y trabajadores; parece haber permeado en una misma época a lugares tan disímiles geográfica e históricamente entre sí como América Latina y China. Del mismo modo, las influencias de la Escuela de los Annales y el giro cultural de las décadas 1930 y 1990, respectivamente, incentivaron formas de hacer historia que no solo fueran políticas, sino también, económicas, geográficas y culturales (Beckett 2007; Bol 2001; Raleigh 2013; Serrano 2009).

Otra forma de ver la transversalidad de la historia local es en la tendencia de los investigadores a considerar a este tipo de historia como una poderosa herramienta para realizar lo singular y local ante el avance de fenómenos como el nacionalismo, la modernización y la globalización -por ejemplo, en España, la historia local ha servido como plataforma para realzar regionalismos ante el centralismo homogeneizador del Estado español-, (Agirreazkuenaga 1999; Jensen 2010; Canedo 2010; Bessa 2016; Venegas 2010), y como un exitoso medio para impartir historia en escuelas; porque este permite enseñar lo "abstracto", aquello que parece lejano al estudiante en el tiempo y espacio, mediante el conocimiento de lo cotidiano y cercano del estudiante (Hernández, Díaz y Guevara 2016; Kammen 1996).

Para el caso latinoamericano, se pueden identificar experiencias similares, aunque con matices inherentes a la realidad histórica de la región. Los estudios de historia local se han enfocado en los efectos de la "Independencia", el proceso de construcción nacional a lo largo del siglo XIX y en fenómenos como la migración campo-ciudad a inicios del siglo XX, entre otras temáticas (Serrano 2009; Venegas 2010). Ahora bien, se advierten dentro de la misma diversidad latinoamericana, que hay países particularmente "estancados" en innovación temática y reflexión metodológica y teórica (Serrano 2009). Se ha criticado, por ejemplo, la existencia de una preferencia por temas sociales y políticos, dejando de lado perspectivas ambientales y culturales que en otras latitudes demuestran ser prolíficas (Gallini 2002; McNeill 2005).

Chile no parece estar muy lejano a esta realidad. Una revisión bibliográfica de trabajos relacionados con la historia local en el país sugiere una predilección por dichos ejes temáticos -por ejemplo, consecuencias sociales del golpe militar de 1973-, y un insuficiente conocimiento del método y teoría de la historia local (Ekosol 2008; Folchi 2000; Garcés 2002; Oliva 1998; Eco 1994). A manera de ilustración, el término historiográfico es usado, pero insuficientemente definido y capturado en su riqueza teórica y metodológica. Hay casos en que inclusive se le menciona en los títulos del trabajo y ni siquiera es definido o abordado en lo que implica teórica y metodológicamente; es como si se hablara del concepto sin saber completamente lo que implica. Ahora bien, se podría decir que la falta de claridad o unanimidad en cómo hacer historia local no es sólo chilena o latinoamericana, sino también global, porque las fuentes revisadas advierten un constante debate en torno a cómo abordar esta forma de hacer historia, sin existir una especie de consenso. A partir de esta realidad no es casualidad que en el contexto educacional chileno se critique el hecho de que exista confusión sobre cómo trabajar la historia local o que se subestime su capacidad educativa (Olave 2014; Chávez 2016).

De esa manera este trabajo pretende contribuir a un avance en este sentido sobre la base de estudios histórico-locales hechos en los Estados Unidos de América (en adelante EE. UU.) e Inglaterra. Pensamos que estos países, aun cuando en su interior no muestran total acuerdo en torno a qué es la historia local, constituyen una fuente de inspiración idónea por los largos debates vividos en ellos en torno a dicha forma de escribir la historia y por las propuestas de determinados autores en que se considera como ventaja la aparente flexibilidad o ambigüedad del enfoque historiográfico local. Por esto, el objetivo general del presente artículo es reflexionar en torno a una metodología de trabajo de la historia local para Chile utilizando como fuente de inspiración estudios de dichos países anglosajones.

La metodología de la siguiente investigación se basó en una revisión bibliográfica de lo trabajado en los EE. UU., Inglaterra, América Latina y Chile. La documentación fue recopilada, analizada y contrastada entre sí, para luego ser jerarquizada según la calidad de los informantes. Se priorizó en la recolección de fuentes las que de manera explícita usan el término de historia local en sus títulos o metodologías. Se han considerado estudios especializados de historia local hechos por profesionales y aficionados, es decir, aquellos sin formación académica en la Historia. En esta investigación se habla de historia local como subdisciplina, como una de las tantas aproximaciones historiográficas que se halla dentro de la disciplina de la historia.

Este artículo se divide en tres partes. En la primera y segunda se revisa lo hecho en los EE. UU. e Inglaterra, respectivamente, destacando el aporte historiográfico. Se tratan las definiciones de la subdisciplina ofrecidas por ambos países, los debates que existen en torno a cómo abordar el enfoque historiográfico y el hecho de cómo esta forma de hacer historia ha experimentado cambios a lo largo del tiempo. Finalmente, se revisa el caso chileno en el marco latinoamericano. Se revisa la forma de trabajar la historia local en el país y se argumenta que pareciera no haber suficiente claridad en cómo esta disciplina opera. Es por esta razón que en este mismo apartado se realizan recomendaciones para la historia local de Chile, inspiradas en las experiencias estadounidenses e inglesas.

Estados Unidos de América

En los EE. UU. existen debates en torno a la forma de trabajo que implica la historia local y la disciplina practicada por profesionales y aficionados.1 En general, podría decirse que la historia local es entendida como un campo de estudio especialmente flexible en su forma de trabajar (Amato 2002; Kammen 2003; Kammen y Wilson 2013; Kyvig y Martin 2010). Carol Kammen (2003, 4), connotada historiadora local de este país, señala al respecto:

[...] La historia local permite numerosas interpretaciones. Es flexible y no es sólo historia nacional escrita de forma pequeña como algunos han sugerido. La historia local es el estudio de los eventos del pasado, o de las personas o grupos, en un área geográfica determinada -un estudio basado en una amplia variedad de evidencia documental y colocada en un contexto comparativo que debiera ser ambas nacional o regional [...] Esta definición legitima todo tipo de proyectos de investigación. La historia local es, en esencia, el estudio de la condición humana en y a través del tiempo [...].

La historia local como forma de hacer historia para este país tiene una larga historia. Iniciada por los primeros colonos europeos en el siglo XVI, se caracterizó porque su objetivo fue ensalzar la labor civilizatoria de los primeros habitantes blancos. Con el desarrollo de la historia como profesión a finales del siglo XIX, esta subdisciplina comenzó a ser practicada por un mayor número de personas, no solo limitándose -como lo venía haciendo desde el siglo XVI-, al trabajo de gente acomodada. En 1904, se fundó la American Association of State and Local History (en adelante Aaslh), institución encargada de desarrollar y difundir la historia local estadounidense, y, en 1929, con la Escuela de los Annales, la "nueva historia social" y la historia cultural de las décadas 1960 y 1990, respectivamente, los investigadores empezaron a motivarse no sólo por temas políticos, sino también culturales, sociales y geográficos (Kammen 2003).

Pese a todo, según algunos historiadores locales estadounidenses, hoy su estudio se muestra reticente, en numeroso casos, con temáticas como el medio ambiente y las migraciones (Amato 2002; Kammen 2003). Joseph Amato (2002); destaca el aporte que el enfoque historiográfico de la historia ambiental puede hacer a nivel local, en cuanto que su estudio permitiría comprender el cambio del paisaje generado por el arribo de los colonos y su expansión hacia el oeste; la historia de los animales presentes en una determinada localidad; y los problemas ambientales que existen en torno a la instalación de industrias hidroeléctricas, entre otras temáticas.

De particular importancia para la comprensión de la historia local ha resultado un trabajo editado por Carol Kammen (1996). Aquí se presenta una colección de ensayos que reflexionan en torno a cómo hacer historia local. Uno de los problemas discutidos es la tendiente separación entre historiadores locales profesionales y amateurs o aficionados, -personas que sin estudios académicos hacen historia-. Para Bell Whitfield (1996), se vuelve necesaria la colaboración entre aficionados y profesionales, ambos contribuyen a la investigación y divulgación de la historia local. En otro escrito incluido en el libro, se señalan las actividades hechas por el historiador local y se sostiene que su rol es multifacético, pues puede ser un investigador inmerso en la academia y al mismo tiempo un activo difusor del pasado local ante la ciudadanía mediante clases, charlas y guías de turismo (Wellman 1996).2

A su vez, en una línea relacionada con la enseñanza del pasado local, los historiadores Lewis Mumford y Constance McLaughlin (1996) advierten que es sumamente relevante conectar lo particular con lo general, y lo abstracto con lo práctico. Esto se basa en la idea de que la historia local no puede ser entendida en aislamiento, como si la comunidad a estudiar, por ejemplo, estuviese encapsulada geográficamente; ya que, los hechos históricos a nivel local demuestran tener influencias de parajes y procesos históricos más amplios y distantes. Según McLaughing, lo local puede incluso cuestionar relatos generales de historia. De manera similar, para Mumford la razón de por qué la historia suele ser distante y poco familiar para los estudiantes es porque no se les enseña a partir de lo rutinario, de lo que se encuentra de forma inmediata en su entorno. Por ello, lo abstracto debe ser conectado con lo práctico y concreto, como, por ejemplo, a través de una salida de campo al visitar las ruinas de una antigua villa romana en la campiña inglesa con la finalidad de entender la historia de Roma.

Otro trabajo es el de Carol Kammen publicado en 2003. Aconsejando en torno al deber del historiador local, ella argumenta que éste debe criticar y analizar la información que recolecta, pues de lo contrario, se convierte en un coleccionista de hechos curiosos (Kammen 2003, 119). La autora también aconseja que toda historia local debe ser revisada por pares, pues así habría una especie de "control de calidad" sobre el trabajo hecho. En otro apartado, se explaya en la importancia de publicar los trabajos de historia local, a través de la enseñanza o la confección de libros, folletos, proyectos de turismo, entre otras estrategias. Incluso establece aptitudes para el historiador local como una "buena cantidad de energía", proactividad y preocupación por que su historia sea lo más precisa posible (Kammen 2003, 143). Por último, también da consejos de cómo enseñar y practicar la historia local en el contexto de escuelas. Para ella, si los profesores quieren enseñar historia local, deben primero estar capacitados para emprender este tipo de historia, pues sólo así podrán guiar satisfactoriamente a sus estudiantes. Según Kammen , un error común de los profesores es que envían a sus alumnos a investigar sin mayor información y estrategias de trabajo.

La historia local demuestra ser fructífera en los EE. UU. Si bien y al parecer existen Estados "más prolíficos" historiográficamente hablando (Russo 1996), se puede decir que existe un general interés por cultivarla y mejorarla (Kammen y Wilson 2013). En una enciclopedia de la historia local auspiciada por la Aaslh, se dan a conocer algunas de las áreas que todavía requieren discusión y desarrollo con la finalidad de consolidarla aún más en el país. Entre estas áreas, sobresalen el rol de la ética en el trabajo del historiador local, y la relación de la historia local con la historia indígena. Respecto a esta última, se indica que aún falta por incluir a la historia indígena dentro de las narrativas locales y al hacerlo, se deben tener una serie de precauciones metodológicas y teóricas, como, por ejemplo, la noción de localidad, puesto que para el indígena, ella no es igual a la de la cultura occidental. Además, el historiador local deberá estar preparado para ocupar fuentes no sólo documentales, sino también orales y arqueológicas (Fortney y Piker 2013).

En cuanto al código ético del historiador local, se ha expuesto que no ha existido un claro delineamiento de cómo debe enfrentar determinados dilemas al momento de aproximarse a su objeto de estudio. Un caso para ilustrar este tipo de problemas es cuando el historiador local, al estar en estrecho contacto con personas de su comunidad, se ve estimulado a distorsionar su relato ante el temor de represalias por parte de personajes "aún vivos" incluidos en su historia (Karamanski 2013). De este modo, cabe destacar el rol público que, según la enciclopedia, la historia local puede tener. En dicho trabajo se puede observar que la subdisciplina en los EE. UU., posee un papel activo en la conservación y difusión del patrimonio, así como en la generación de políticas públicas, a través de la denominada Historia Pública, la cual trata del "empleo de historiadores y el método histórico fuera de la academia" (Newell 2013, 475).

En breve, el caso estadounidense es iluminador en numerosos sentidos. Existe una base definitoria amplia y flexible de la historia local, pero tal vez lo suficientemente delimitada como para no generar confusión al momento de trabajar con ella. Lo local involucra el estudio de eventos o personas que deben ser puestas en un contexto regional y/o nacional, dice Kammen (2003, vii). Asimismo, se ha discutido en torno a la actitud del historiador local al momento de emprender su investigación; a la necesidad de estrechar lazos entre historiadores aficionados y profesionales; alrededor de las opciones temáticas existentes para hacer historia local; a la forma de usar la historia local en el aula; y en las precauciones metodológicas y teóricas que se deben tener para estudiar la historia local indígena.

Inglaterra

Los autores revisados sugieren que la forma de hacer historia local en Inglaterra también ha sido flexible, aunque pareciera existir cierta preferencia por vincular lo local con entornos más amplios. En este sentido, el historiador David Dymond (2016, 139) señala que el principal objetivo de la historia local es estudiar a las personas y las asociaciones o agrupaciones que ellas han formado, pero considerando al medio físico en el cual se han desenvuelto; procurando, en lo posible, que exista una conexión con ámbitos geográficos más amplios. Por su lado, el geógrafo británico Alan Baker (2003, 189-190) indica:

las localidades estudiadas por los historiadores locales varían considerablemente en tamaño, y sus fronteras a menudo son poco limitadas y dinámicas. No obstante, ellas tienden a ser 'pequeñas' y el término 'local', por supuesto, no implica 'aisladas', como alguna vez se consideró. Las localidades, cualquiera sea su tamaño como comunidades y/o lugares, están conectadas a mundos más amplios.

Entre las definiciones es reveladora la posición John Beckett (20079. Su definición parece cuestionar las nociones tradicionales de historia local o contribuir negativamente a los intentos de definición de la subdisciplina. Sin embargo, como se verá, creemos que en vez de ser desconcertante y ambigua su propuesta, representa una oportunidad para explotar las capacidades investigativas de dicho enfoque historiográfico. Beckett (2007, 2), al comienzo de su libro, señala:

[...] La historia local es practicada en una forma u otra por tantos y diferentes individuos y grupos, que ofrecer cualquier tipo de definición ofenderá sin dudas a alguien. Pero necesitamos empezar en algún lado, y en este libro se le toma como el estudio de un lugar, ya sea una casa, una calle, una villa, un pueblo, un condado, o una región, inclusive una nación, y la gente y las comunidades que en ellos viven [...].

La historia local en Inglaterra es de larga data. Ya practicada desde el siglo XV principalmente por clérigos, en un principio los relatos se distinguieron por ser anticuarios -es decir, por ser una recolección de datos exentos de mayor escrutinio-, e interesados en relatar lo ocurrido en los condados, pueblos y villas (Beckett 2007; Hoskins 1959). La tendencia anticuaria continuó hasta el siglo XX. En el siglo XIX aparecen las primeras sociedades de historia local y los trabajos ya no sólo eran de interés de la clase acomodada, sino también de la clase media y del público en general. Con la Escuela de Annales, la historia local en Inglaterra adquirió un nuevo impulso al igual que en otras partes del mundo.

Sin embargo, en el contexto inglés sobresale lo hecho en la Universidad de Leicester, durante la década 1950, cuando una generación de historiadores locales establecieron el programa que, desde entonces, distinguiría a la historia local inglesa, a saber: la preferencia por lo rural y lo local, y el deseo de preservar lo antiguo ante el avance de la modernidad. En este contexto, la figura William George Hoskins (1908-1992) se destacó, especialmente por su llamado a usar el paisaje rural y urbano como fuente histórica, y por sostener que los estudios locales sirven para matizar narrativas nacionales al mostrar cómo determinados procesos históricos de tipo macro pueden ocurrir de diferente forma en niveles micro. Al igual que en los EE. UU., la nueva historia social y cultural diversificaron las formas de hacer historia en el país inglés (Beckett 2007; Kammen y Wilson 2013).

No cabe duda de que en la actualidad la historia local en Inglaterra se encuentra fuertemente enraizada en la comunidad y apta, en numerosas instancias, para ser conocida y practicada por el público. Una exploración en sitios web británicos de "sociedades de historia local" o de "patrimonio" arroja un vasto número de organizaciones y sociedades preocupadas por preservar y difundir el pasado local.3 Estas sociedades organizan reuniones o conferencias para presentar libros o clases magistrales en torno a temas atingentes a lo local, entre otras actividades. Quizás una de las muestras más claras del compromiso de este país anglosajón con la historia local lo constituye la British Association for Local History, cuyas raíces se remontan a 1948 (Kammen y Wilson, 2013). En su sitio web es posible encontrar recursos bibliográficos y consejos de cómo trabajar la historia local, además de noticias relativas a los últimos trabajos hechos por los historiadores locales ingleses. Cabe mencionar, en este sitio pueden encontrarse en formato digital las publicaciones relativas a las revistas The Local Historian y de Local History News. Lo enraizado de la historia local puede, además, percibirse en los numerosos folletos dispuestos a la venta en distintos puntos de las ciudades, pueblos y villas. Estos tratan sobre los senderos con interés histórico que pueden ser recorridos por los visitantes, y de las numerosas historias locales que pueden ser encontradas. Hay ciudades, como Nottingham, que poseen una biblioteca y un archivo públicos adaptados para ofrecer a la ciudadanía registros orales, documentales e iconográficos de la historia local del condado (figura 1).

Figura 1 Biblioteca Pública de Nottingham, Reino Unido 

La historia local en este país debe bastante a la figura del historiador William George Hoskins. Su influencia es de tal magnitud que a partir de él, se ha hablado del origen de la historia local moderna en el país (Beckett, 2007; Dyer, Hopper, Lord y Tringham 2011). Se podría decir que su aporte se encuentra cristalizado en dos de sus obras, hoy consideradas como clásicos y fundamentales de la historia local inglesa, a saber: The Making of the English landscape, publicada en 1955, y The Midland paseant: the Economic and Social history of a Leicestershire village, publicada en 1957 (Beckett 2007). En estos trabajos, Hoskins se interesó en demostrar que la historia local se basa fundamentalmente en el paisaje rural y urbano, ya que, según él, "muchas historias locales, inclusive las mejores, tienen una notable debilidad, a saber, que niegan completamente lo que se puede llamar la evidencia visual del pasado" (Hoskins 1959, 145). Para él, el paisaje inglés es el registro histórico más rico de Inglaterra y que si el geólogo ha escrito acerca de los huesos de la tierra, de su principal estructura, el historiador debe hablar de la carne que cubre estos huesos, de cómo el "hombre" ha vestido el esqueleto geológico durante el pasado reciente (Hoskins 2013, 17-18).

Sin embargo, se podría decir que el aporte más directo y sistematizado a la historia local por parte de Hoskins se puede ver en su Local History in England (1959). Aquí, quiso ofrecer a los historiadores locales, especialmente a los aficionados, un manual de método y técnica de cómo hacer historia local. A pesar de la antigüedad de la obra, hay aspectos de ella que valen la pena comentar por el impacto que ha tenido en la historia local del presente.4 En primer lugar, se encuentra la advertencia hecha por el autor de que la "verdadera" historia local debe interpretar hechos y no sólo recolectarlos (Hoskins 1959, 30). De lo dicho por el historiador se puede comprender por qué académicos británicos posteriores a él han hecho hincapié en la necesidad de vincular lo local con contextos más amplios como la región, la nación y el mundo, y no caer en historias aisladas.

Por último, propone una diversidad de técnicas para hacer historia local, poniendo especial énfasis en fuentes históricas que no son sólo las documentales, sino también las que él considera como "visuales", específicamente, las que tienen que ver con el paisaje. Es aquí -como en otros trabajos-, en donde él insiste en la necesidad de que el historiador haga trabajo de campo. "Para escribir [la historia del paisaje inglés] se requiere una combinación de investigación documental y trabajo de campo, de una industriosa búsqueda de a pie a donde sea que el sendero

lleve" (Hoskins 2013, 14).5 De este modo, el historiador inglés hace un llamado a estudiar rasgos topográficos como casas, muros, caminos y ruinas, entre otras características del paisaje, para entender las sociedades del pasado.

Desde Hoskins, la historia local inglesa viene desarrollando diferentes líneas de trabajo. Han surgido nuevas metodologías y esta forma de hacer historia se entiende como un área especialmente interdisciplinar, no sin críticas por parecer una subdisciplina amplia y poco coherente (Tiller 2013). No obstante, se aprecian esfuerzos por considerar esta amplitud como una ventaja para explotar en beneficio de la comunidad (Dymond 2016; Wellman 1996). Así, la historia local puede tener el apoyo de otras disciplinas como la toponimia, la historia de la familia, la historia del paisaje, la historia urbana y la historia ambiental, entre otras (Beckett 2007, Dymond 2016; Amato 2002). Según el historiador Beckett (2007), en la actualidad, la historia local se encuentra especialmente inmersa en problemáticas de patrimonio, por el avance de la urbanización, paisajes y edificios antiguos suelen encontrarse en amenaza, por lo cual no es extraño que asociaciones de historia local sean protagonistas en su preservación.

Por otra parte, la llamada "microhistoria" suele vincularse con la subdisciplina al compartir el interés por sucesos a nivel local y contestar, así, a macro-ideas o teorías nacionales, en este sentido: "la belleza de la historia local, y del trabajo de campo conectada a ella es que involucra mucho detalle. Es microhistoria. Usa el microscopio sobre un pequeño pedazo de tierra y lo estudia sin preconcepciones, tanto como esto sea humanamente posible" (Hoskins 1982, 171).

De acuerdo a Beckett (2007), otra de las influencias importantes en el desarrollo de la historia local es el postmodernismo. Este critica duramente a la historia local, por creer en la reconstrucción objetiva del pasado y porque la subdisciplina carece de teoría coherente. En cambio el historiador inglés cree que lo positivo del postmodernismo es que ha inducido a los historiadores locales a considerar conceptos como "región" y lo "local", términos que pueden resultar vagos en definición.

La historia local en Inglaterra y EE. UU. no esta exenta de problemas; por ejemplo la división entre amateurs y profesionales. Durante largo tiempo -aún en la actualidad-, los historiadores locales son considerados por los "historiadores profesionales" como "poco académicos", pues tienden a recolectar hechos del pasado sin someterlos a interpretación o análisis. A su vez, los historiadores amateurs o aficionados critican a los historiadores profesionales por crear narrativas abstractas y "aburridas" (Dymond 2016; Beckett 2007).

Lo anterior ha llevado a que existan escasas posibilidades de cooperación a través de seminarios, congresos, estudios ofrecidos por universidades e investigaciones, entre otras instancias. Sin embargo, todo apunta a que la brecha entre amateurs y profesionales disminuye, pues es creciente el número de congresos y estudios de postgrado en que historiadores "formales" e "informales" se encuentran trabajando en torno a la historia local. En 2011 una publicación del departamento de Historia Local de la Universidad de Leicester cuestionó la división entre amateurs y profesionales, ya que tanto el "no profesional" como el profesional sienten pasión por lo que hacen y ambos son capaces de hacer trabajos histórico-locales de gran calidad (Dyer, Hopper, Lord y Tringham 2011).6

Ahora bien, la bibliografía inglesa revisada, especialmente en Hoskins, ofrece consejos de cómo hacer una "buena historia local". El principal de ellos es que lo local tenga conexión con ámbitos más amplios, pues, de lo contrario, la historia sería localista y sólo de interés para la comunidad involucrada en el trabajo. Para Dymond (2016, 156) la historia local que no revela vínculos exteriores a la comunidad estudiada no representa el verdadero significado de la vida local. Esto parece poner en peligro el mismo esfuerzo y/o deseo inglés de estrechar lazos entre aficionados y amateurs -paradójicamente, el mismo Dymond manifiesta optimismo por la creciente estrechez entre ambos sectores de historiadores-, ya que, indirectamente se estaría discriminando el valor histórico local de los trabajos comúnmente escritos por aficionados, donde lo local tiene valor en sí mismo, Una postura diferente adopta Beckett. Para él "nadie tiene el derecho a definir la historia local en una forma exclusiva "[...] pues toda la historia local es de potencial valor, incluso si debemos filtrar por relevancia y precisión" (Beckett 2007, 207). Para este, la variedad en las formas de hacer historia local es inherente a ella y será válida siempre cuando contribuya a un mejor entendimiento del pasado (Beckett 2007, 212).

En síntesis, el caso inglés representa un interesante ejemplo teórico y metodológico, especialmente en lo que respecta a las técnicas de trabajo. Se ha enfatizado en las fuentes de información, no necesariamente tienen que ser las orales y escritas, como comúnmente se hace, sino también las que rodean al historiador, las "visuales". Por otra parte, pese a la compleja relación entre los historiadores aficionados y profesionales, se propone que ambos sectores pueden hacer historia tan importante como significativa. Esto último puede ser particularmente potente en las consecuencias definitorias de la historia local, ya que implicaría que lo estudiado a nivel local no necesariamente debe tener una vinculación con contextos más amplios. América Latina y Chile parecen no considerar esta facultad, al menos explícitamente.

Chile

La situación de la historia local en América Latina presenta debates similares a los vividos por los dos países anglosajones revisados.7 Se observa una preferencia por entender lo local en vinculación con lo global, especialmente en el ámbito de la enseñanza de la historia, ya que sólo así la historia sería significativa para el estudiantado (Borges da Silva 2004; Takahashi y Evangelista 2010; Zuluaga 2009; Acosta 2012; Hernández, Díaz y Guevara 2016; Londoño 2009). Asimismo, la Historia Local parece valorarse por representar una especie de panacea para el avance de la modernización y globalización que amenaza la cultura local. Según la historiadora argentina Mariana Canedo (2010), la historia local es considerada como un "anclaje identitario" en un contexto cada vez más homogeneizante como un "agente democratizador", ya que tiende a estudiar actores sociales que comúnmente son excluidos de las narrativas nacionales o generales. Así, las historias locales "se presentan como laboratorios para tensar/cuestionar/matizar/contextualizar explicaciones generales acerca del pasado reciente nacional-estatal" (Jensen 2010, 1438).

Otro aspecto, advertido por historiadores como Marcus Takahashi (2014), Pablo Serrano (2009) y Hernán Venegas (2010), es la carencia de un mejor dinamismo y desarrollo de la subdisciplina en sus formas de trabajo. Lo cierto es que se tiende a minusvalorar la historia local por carecer de una definición clara y por ser practicada preferentemente por personas diletantes. El problema de la definición no parece sorprender porque se pueden encontrar distintos entendimientos de lo que es la historia local a lo largo de los autores. El historiador mexicano Hernán Venegas (2010), refiriéndose al desarrollo de la historia regional y local del Caribe y República Dominicana, hace un llamado a aclarar el concepto de historia regional y local, pero paradójicamente en ningún momento lo define. Por su parte, el historiador brasileño Marcus Takahashi (2014) señala sucinta y vagamente que la historia local se halla dentro de la historia regional, la cual es dinámica y no estática, y que además tiende a no poseer mayor reflexión teórica, reduciéndose a una mera cronología de acontecimientos. Para la historiadora argentina Silvina Jensen (2010), las razones para abordar lo local pueden ser distintas, desde motivos metodológicos -la disponibilidad de fuentes define al área de estudio-, y porque permite destacar lo hecho por determinados personajes, a menudo ignorados por la historia tradicional a la instancia que otorga tensionar las grandes narrativas mediante el estudio social, económico y político del nivel local. De este modo, el historiador mexicano Serrano (2009, 19) menciona que:

[...] La definición más precisa y concreta de la historia regional y local es aquella que la define como el estudio del pasado de los hombres en sociedad, a partir de la delimitación que involucra el tiempo y el espacio. Es decir, los ritmos, continuidades, interrelaciones y vinculaciones de las estructuras, coyunturas y acontecimientos en un nivel micro [...]

Los aportes de Jensen (2010) y Serrano (2009) son interesantes porque captan la flexibilidad de la historia local, y, en el caso de la definición del segundo, se mencionan aspectos como el tiempo y el espacio, y su vínculo con el ser humano.

La escasa diversidad temática de las historias locales latinoamericanas también es criticada (Serrano 2009). Se sostiene la existencia de una tendencia a trabajar los mismos temas políticos y sociales de períodos como la Independencia, el siglo XIX y sus procesos de construcción nacional, o el siglo XX y sus problemas sociales derivados de la migración campo-ciudad. El historiador mexicano hace un llamado a abrir el abanico de temas para hacer historia local -advertencia que, desde la historia ambiental, ya se ha hecho en Latinoamérica por no tomar en cuenta al medio ambiente en los hechos de la historia (Gallini 2002)-. Este escenario latinoamericano sirve para entender el desarrollo de la historia local en Chile.

Efectivamente, al igual que en el resto de América Latina, la historia local en Chile ha servido como medio para recolectar anécdotas, como herramienta de enseñanza, como forma de realizar lo particular ante lo universal y como estrategia para cuestionar narrativas históricas generalizadoras. Siendo una forma de escribir el pasado que se puede remontar al período de la conquista española en el siglo XVI actualmente se presenta como un enfoque historiográfico diversificado en sus temas, y practicado en distintos puntos del territorio, tanto por aficionados como por profesionales.8 De hecho, en regiones como la de Valparaíso, Bío-Bío y La Araucanía existen sociedades de historia y museos que constantemente se encuentran difundiendo conocimiento del pasado local a través de charlas, libros y exposiciones.

Prácticamente, cada región del territorio nacional posee su sello en términos de problemáticas histórico-locales (figura 2). En el Norte del territorio, en las regiones de Tarapacá, Arica y Parinacota, los trabajadores del salitre de finales del siglo XIX, las disputas fronterizas entre Chile, Bolivia y Perú, y los esfuerzos nacionalizadores del Estado chileno en los bordes fronterizos con dichos países vecinos, entre otras temáticas, parecen conformar el centro de atención historiográfico (Díaz, Morong y Mondaca 2015; Chávez y Pablo 2013).

Fuente: República de Chile, Ministerio de Salud de Chile (2015, 17-43).

Figura 2 Regiones de Chile 

Además, la revista Camanchaca es una plataforma activa de difusión histórica-local. En el centro del país, en la región de Valparaíso, la historia local es ocupada para rescatar y difundir relatos orales que hablan del patrimonio cultural y natural de la región (Quezada, Aguilera, Prado y Aguayo 2007; Venegas 2000). En la región de la Araucanía, por ejemplo, numerosos trabajos de historia local se han hecho en torno a la tala maderera, las poblaciones indígenas y la llegada de inmigrantes europeos a la región una vez incorporado el territorio al Estado chileno a fines del siglo xix (Pino 1969; Pinto 2003; Zúñiga 2011).9

En el sur, en la región Los Lagos, la historia ambiental y la textilería chilota es objeto de estudio para conocer y difundir un patrimonio cultural materializado en mantas cuya confección denota conocimientos técnicos y simbólicos ancestrales (Torrejón, Cisternas y Araneda 2004; Gutiérrez y Zambelli 2013). En la región Aysén, los cambios ambientales desde tiempos de la conquista y los incendios forestales en tiempos de la República son estudiados para entender las modificaciones del paisaje a lo largo del tiempo (Torrejón, Bizama, Araneda, Aguayo, Bertrand y Urrutia 2013; Bizama, Torrejón, Aguayo, Muñoz, Echeverría y Urrutia 2011); y, en la región de Magallanes y la Antártida chilena, la historia de familias importantes, los pueblos indígenas e incluso la historia del petróleo son tomados como tema principal (Martinic 1988 y 2005).

Es digno destacar el hecho de que la historia local en Chile se revele como diversa, no sólo por los distintos temas que ha abordado, sino también por las fuentes a las cuales recurre. Tal vez las historias ambientales locales elaboradas en los últimos años, en la zona centro-sur y sur del país, constituyen ejemplos claros de esta nueva realidad. De este modo, el panorama más o menos sombrío que el historiador Serrano indicó para América Latina en el año 2009, se estaría siendo revertido, al menos en lo que respecta a Chile.

Pero en el motivante escenario de la historia local chilena existen elementos de atención, especialmente porque sugieren malentendidos que pueden atentar contra las capacidades de la historia local relevadas en esta revisión. Llama la atención, por ejemplo, que numerosos trabajos se interesen sólo por procesos políticos y sociales relacionados con la expansión territorial del Estado chileno y la consecuente nacionalización de sus individuos (Araya, Mondaca, Aguirre y Said 2012; Guerrero 2011); o por los efectos de la dictadura militar de la década de los setenta y los problemas sociales, políticos y culturales derivados de ella (Ekosol 2008; Folchi 2000; Garcés 2002; Oliva 1998; Eco 1994). A esto se suma la errónea idea sugerida por algunos historiadores de que la historia local es "subjetiva" y que se basa eminentemente en el método de la historia oral (Ekosol 2008; Folchi 2000; Garcés 2002).

En una interesante contribución, Mauricio Folchi (2000) considera a la historia local como una estrategia efectiva para enseñar historia, da a entender también que es social principalmente, y que sus orígenes se encuentran, en el caso chileno, en la década de los ochenta. Este entendimiento de la historia local desconoce la amplitud teórica y metodológica de la disciplina, así como los antecedentes que existen.

La definición de la historia local en el contexto chileno no parece clara y parece reducirse al ámbito social. Folchi (2000) señala la búsqueda de una identificación popular de los sujetos con su historia. Otro trabajo, esta vez desde la psicología, considera a la historia local como "aquella [...] que se enfoca en el contexto local, limitado geográfica y, muchas veces, culturalmente. Contrasta con las frecuentes pretensiones de historia universal, que por sus propias características, es incapaz de profundizar" (Bustamante 2016, 2). Otro trabajo aborda casos interesantes sobre cómo estudiantes de educación media perciben el pasado de las comunidades a las cuales pertenecen, sin embargo, en ningún momento los autores hablan de qué trata la historia local (Álvarez y Gatica 2012).

No obstante, hay tres aportes reflexivos de la historia local chilena a destacarse. Son de los pocos trabajos en el país que discuten la teoría y metodología de la subdisciplina. En primer lugar, se encuentra el trabajo de María Angélica Oliva (1998), quien propone una interesante y sólida propuesta de trabajo histórico-local para escuelas y barrios. Si bien, puede decirse que no es clara una definición de dicha forma de hacer historia en su libro, la autora propone un método destacando la facultad interdisciplinaria de la historia local. Oliva (1998), por ejemplo, habla de la utilidad de las fuentes orales, iconográficas e inclusive del paisaje, algo con frecuencia olvidado u obviado en numerosos trabajos.

En segundo lugar, cabe resaltar el trabajo editado por el psicólogo chileno Rodolfo Mardones (2016)). Tras un interesante prólogo escrito por el Premio Nacional de Historia Jorge Pinto Rodríguez, se valora a la historia local como un medio para resaltar lo local en un contexto de globalización y modernización, y como herramienta cuestionadora de grandes narrativas históricas. Sobresalen las contribuciones de dos académicos, uno chileno y otro argentino, en torno a lo que significa la historia local. Los autores sostienen que la subdisciplina sirve para cuestionar narrativas generales, a través de lo particular, y que la definición de lo local puede variar según los objetivos del investigador, los cuales pueden abarcar desde aspectos geográficos hasta políticos o culturales, entre otros.

Por otra parte, Gonzalo Salas (2016), distingue entre historia local e historia localista, sugiere que la primera debiera ser el foco del investigador, de lo contrario la investigación no cumpliría con cuestionar o complementar las narrativas generales al convertirse en un trabajo aislado y de interés único para quienes son actores o autores de la historia. El trabajo es valorable, porque además de reflexionar en torno a la forma de hacer historia local, muestra que es una forma de trabajo que importa a las Ciencias Sociales, y no solamente a la disciplina Historia.

A su vez, el aporte del historiador social Mario Garcés (2002), a través de una propuesta de trabajo con la historia local, es valorable en cuanto representa, tal vez, una de las más claras definiciones de cómo se puede abordar la historia local en el contexto chileno. De su propuesta se desprende la inherente flexibilidad temporal y temática de la historia local. Él habla en su trabajo de que la subdisciplina se centra en un individuo o en un grupo de personas enmarcados en un determinado territorio, que puede ir desde una persona, institución u organización, a la historia de una población, sector de la población o del barrio (Garcés 2002, 24).

La falta de trabajos chilenos sobre la reflexión en torno a lo que implica hacer historia local constituye, a nuestro juicio, un motivo por el cual este tipo de historia aún se muestra, en distintas ocasiones, con "ataduras metodológicas", incapaz de mostrarse como puede ser y generando confusión en quienes deseen ocuparla, por ejemplo, en el ámbito de la enseñanza (Olave 2014; Chávez 2016). A partir de este panorama, sostenemos que lo discutido en los EE. UU. e Inglaterra puede ayudar a aclarar cuestiones metodológicas importantes de la subdisciplina en el país. En ambos países hay propuestas que, más allá de complicar el panorama de la historia local, ofrecen una forma rica de hacer este tipo de historia. Así, hay cuatro áreas o ámbitos que hay que atender si se quiere seguir avanzando en el trabajo de la historia local en Chile.

En primer lugar, hay un área de definición de la historia local. Postulamos que dicha subdisciplina debe ser entendida de dos formas, una para propósitos esencialmente investigativos, y otra con fines educativos, es decir para enseñar historia. Ambas definiciones descansan sobre lo propuesto especialmente por Carol Kammen (2003), John Beckett (2007), W. G. Hoskins (1959) y Alan Baker (2003). Desde la investigativa entenderemos a la historia local como el estudio de los eventos del pasado, personas o grupos, en un área geográfica determinada -puede variar en tamaño, yendo desde lo local como una casa, un barrio, un pueblo-, a lo regional e inclusive nacional. La esencia de esta definición es la flexibilidad, no importando la escala del objeto de estudio y tampoco si está siendo conectada con ámbitos más amplios. En otras palabras, nos aprovechamos de lo dicho por Beckett (2007, 211): "Hoy en día, la historia local es difícilmente definible en una forma simple y fácil [...] es lugar-específica en vez de tema-específica. No es rural ni tampoco urbana". De este modo, discrepamos del énfasis que no pocos historiadores locales hacen en la historia local, cuando consideran que necesariamente debe ser vinculada con otros contextos. Creemos que, en verdad, la definición de la historia local dependerá del objetivo para el cual quiere ser ocupada, algo que Judith Wellman (1996) advirtió en 1982, en EE. UU.

Para la enseñanza de la historia, no obstante, creemos que el vínculo con otros contextos es primordial, sólo de esta forma el estudiante puede tener un aprendizaje significativo de la historia y ser consciente del vínculo que su historia personal y comunitaria puede tener con ámbitos macros como la región, el país y el mundo. Se podría contra argumentar que la historia localista -no necesariamente vinculada a contextos más amplios-, puede ser significativa en sí al mostrar al estudiante el valor de su pasado; sin embargo, las experiencias pedagógicas globales apuntan a que la enseñanza de la historia es especialmente exitosa en los lugares en donde dicha conexión se ha hecho -además, actualmente el currículum nacional chileno llama a realizar semejantes vinculaciones-. Por lo tanto, la subdisciplina usada con fines educativos quedaría como el estudio de los eventos del pasado, o de las personas o grupos, en un área geográfica determinada que puede variar en tamaño, yendo desde lo local -una casa, un barrio, un pueblo-, a lo regional e inclusive nacional; pero siempre cuidando que haya una vinculación con contextos más amplios como la región, la nación o el mundo.

De este modo, un área de importancia tiene que ver con la metodología inserta en la historia local. Aun si se desea trabajar con ella para fines educativos o netamente investigativos, la historia local debe ser entendida como interdisciplinar y, por ende, basada en la interpretación de una gran diversidad de fuentes -en España a fines de la década 1990 el Ministerio de Educación ya era consciente de esta facultad de la historia local-. En este sentido, disentimos de Kammen (2003, vii), quien indica que la historia local está basada en una amplia variedad de evidencia documental, porque no sólo los documentos o los registros orales son la fuente de información predilecta de información, sino también el mismo paisaje -rural o urbano-, las fotografías, restos arqueológicos, mapas, entre otras fuentes.

Tal como lo ha dicho Hoskins (1959, 144), "Incluso algunos de los mejores historiadores locales piensan que toda la historia se encuentra en los documentos [...]. Ellos pasan por alto completamente la evidencia visual alrededor de ellos". Hacer historia ambiental a nivel local puede ser un ejemplo claro de la capacidad interdisciplinaria de la historia local, pues se requiere del apoyo de disciplinas como la geografía, arqueología y biología, además de la historia (Hughes 2016); y lo hecho en Chile sugiere una franja rica para seguir explotando. Algo similar se puede ver con la historia local indígena, porque se deben tomar en cuenta técnicas propias de la arqueología y de la historia oral (Fortney y Piker 2013).

De lo anterior se desprende un aspecto a considerar: la inherente diversidad temática de la historia local. En efecto, la historia reciente política y social no son los únicos temas posibles, sino también la familia, el vecindario, la historia del paisaje, la historia del medio ambiente, la historia de los ríos, la historia de los transportes públicos, la historia local indígena, la historia de las iglesias, la historia de una comunidad rural, la historia de un pueblo, de una villa, de una ciudad, "todo lo que ha dejado huella humana" (Bloch 2000, 58).

En este sentido, hay un ámbito de percepción valórica de la historia local que debe ser atendido. Como se observa, existen en el país interesantes esfuerzos, tanto de profesionales como aficionados, por mostrar el valor histórico de lo local para la comunidad. Sin embargo, pareciera que aún falta mucho por hacer. Por ejemplo, incluir en tiendas de turismo, folletos que muestren la historia local de un determinado pueblo, ciudad o villa, contribuiría significativamente al conocimiento histórico y patrimonial del lugar. Asimismo, una presencia más clara de secciones de historia local en bibliotecas municipales y educacionales, permitiría visibilizar el aporte de historiadores locales al conocimiento del pasado de determinadas localidades. La activación de un mayor número de agrupaciones de historia a lo largo del país, a su vez, sería clave para concientizar a la población de sobre su pasado y de cómo ellos mismos pueden ser -y han sido- palancas de cambio social, político, económico y ambiental.

En una presentación reciente de un libro de historia local acerca de la ciudad de Villarrica (Chile), se alabó el hecho de que su autor haya escrito como "un verdadero" historiador, siendo él un abogado de profesión (González 2016). Esta situación sugiere la minusvaloración del trabajo histórico hecho por el aficionado, por aquel no "entrenado" en el método y teoría históricos. Como ya ha sido discutido en los EE. UU. y especialmente en Inglaterra, la historia es de todos, y, siempre cuando se cumplan determinados parámetros historiográficos, no deberían existir formas más correctas que otras de hacer historia. Tanto el profesional como el amateur sienten "amor" por lo que hacen.

Conclusiones

El artículo advirtió que la historia local, como una forma de escritura, es practicada desde tiempos antiguos y ha estado condicionada en términos metodológicos y teóricos a las particularidades del territorio y su desarrollo. Así, mientras en Inglaterra la Revolución Industrial del siglo XIX llevó a que los investigadores se interesaran por los efectos de la industrialización en la población, en Sudáfrica, la presencia importante de población indígena ha significado que la investigación histórico-local se base, de manera especial, en las relaciones interétnicas entre blancos y nativos. Dentro de esta variedad de experiencias histórico-locales sobresalen los países anglosajones. En ambos paises se ha reflexionado en torno a la subdisciplina, tomando en cuenta aspectos como la flexibilidad del concepto de lo local; la participación de historiadores aficionados y profesionales en esta forma de hacer historia; la diversidad de temas y fuentes de estudio; y su potencial como herramienta de enseñanza.

En lo que concierne a América Latina y especialmente Chile, se pudo observar que en estas regiones la historia local también lleva largo tiempo, y que por las particularidades inherentes a la región, la subdisciplina ha servido para impartir clases de historia enfocadas en vincular lo local con lo global, para abordar temáticas de la conquista española, la independencia, y los golpes militares con sus consecuencias sociales, entre otros temas. En este sentido, en Chile, al igual que en las otras partes del mundo revisadas, la historia local aparece como una oportunidad para no sólo recopilar hechos anecdóticos del pasado, sino también para realzar lo particular ante lo universal, y para matizar narrativas generalizantes. No obstante, también se advirtió la necesidad de una mayor innovación, principalmente para lograr una mejor selección de períodos y temas de estudio. En igual sentido, se requiere mayor claridad sobre lo que implica el método y el enfoque de esta forma de escritura y su enseñanza. Creemos que un modo de contribuir al mejoramiento de esta situación en Chile, es tomar como inspiración las experiencias de los EE. UU. e Inglaterra, aun cuando en estos países se dieron fuertes discusiones en torno a la subdisciplina.

Recomendamos prestar atención a cuatro áreas o ámbitos que permitirían nuevos avances en la producción de la historia local chilena. La primera área tiene que ver con la definición. La historia local del país debe ser entendida con base a dos líneas, a saber, una netamente investigativa y otra con propósitos educativos, en donde la segunda deberá generar conexiones con áreas geográficas más amplias, pues así se generará un aprendizaje más significativo en el estudiante. La segunda área tiene que ver con la interdisciplinaridad. En Chile falta reforzar aún más la idea de que la historia local es, por naturaleza, interdisciplinaria, pues al interesarse prácticamente por "toda huella humana" del pasado, se requiere del apoyo de otras disciplinas como la arqueología, antropología y geografía, entre otras. De dicho dialogo interdisciplinario, se desprende una tercer área, lo cual está relacionado con la funcionalidad de la historia local para abordar diversos temas. Por ejemplo, el apoyo en técnicas de investigación, que no son esencialmente de la disciplina Historia, permite abordar problemáticas que van más allá del tiempo reciente, la historia social y la historia política. En este sentido, la historia ambiental puede ser un ejemplo perfecto. Por último y no menos importante, la valoración de la historia local chilena también es un asunto que debe seguir siendo atendido. Debe motivarse a publicar historias locales no sólo a través de libros, sino también mediante folletos, turismo, sociedades de historia, encuentros entre historiadores profesionales y no profesionales, entre otras estrategias; y la subdisciplina debe ser vista como una actividad inherente al ser humano, que puede ser practicada tanto por profesionales como por aficionados.

La presente revisión está limitada en sus alcances al centrarse primordialmente en lo realizado en Inglaterra y los EE. UU, y dejar de lado numerosos trabajos de historia local chilena y del mundo. La historia local en Chile tiene las condiciones idóneas para seguir desarrollándose, y, sin dudas, el amalgamiento de lo trabajado en otras latitudes con las particularidades chilenas dará como resultado, nuevos e interesantes trabajos histórico-locales.

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1 Un ejemplo del compromiso norteamericano con la historia local lo constituye la American Association of State and Local History (AASLH) (Kammen y Wilson 2013, 25).

2 Para Judith Wellman (1996, 51), es la misma fluidez de la definición de historia local la que representa una ventaja para sus cultivadores. Refiriéndose al rol multifacético del historiador local, señala: "dependiendo de las necesidades locales e intereses personales, la mayoría de los historiadores locales enfatizan algunas categorías más que otras. Sin embargo, todas estas funciones son importantes. Es apropiado para un historiador escribir historias locales muy bien investigadas y para otro organizar un grupo local de preservación".

3 Uno de tantos ejemplos lo constituye el condado de Devon: http://www.devonhistorysociety.org.uk/ (enlace visitado el 22 de febrero de 2017).

4 Los historiadores del paisaje Richard Muir (1999) y Oliver Rackam (2000) son algunos de los numerosos investigadores influenciados por Hoskins.

5En otra parte Hoskins señaló: "Ningún historiador [...] debiera tener miedo a mojarse sus pies" (Hoskins 1959, 3).

6 Para Hoskins (1959, 4-5) "El aficionado —espero que esté claro que uso la palabra en su buen sentido origi nal—, ha hecho una inmensa contribución a la historia local inglesa, y hay aún mucho espacio para él (o ella) en este vasto y aun altamente inexplorado campo".

7 Se ha considerado el trabajo del mexicano Luis González "Pueblo en Vilo" (1968) como un hito en la historia local latinoamericana (Arias 2006; Serrano 2009).

8La trayectoria de la historia local en Chile es antigua y, de manera similar que en EE. UU. e Inglaterra, fue recién en la segunda mitad del siglo XX que, por los influjos historiográficos europeos adquiere nuevas posibilidades temáticas y epistemológicas (Serrano 2009; Gazmuri 2009). Los ejemplos de Diego Rosales (1874 [1647]) y Pedro de Usauro Martínez (2008 [1782]) podrían ser considerados historias locales tempranas de Chile. De hecho, Martínez dedica su obra a la ciudad de Valdivia.

9 La Sociedad Genealógica e Histórica de la Araucanía es un ejemplo claro de cómo historiadores aficionados y profesionales trabajan en conjunto para investigar, conservar y difundir la historia local y regional.

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