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HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local

versão On-line ISSN 2145-132X

Historelo.rev.hist.reg.local vol.11 no.22 Medellín jul./dez. 2019  Epub 26-Jul-2019

https://doi.org/10.15446/historelo.v11n22.73144 

Artículos

Jorge Zalamea y León de Greiff en la bohemia y las tertulias literarias de Bogotá (1920-1976)

Jorge Zalamea and León de Greiff in the Bohemian and Literary Gatherings of Bogotá (1920-1976)

Jorge Zalamea e León de Greiff na boêmia e as tertúlias literárias de Bogotá, (1920-1976)

Andrés López Bermúdez* 

Rodrigo de Jesús García Estrada** 

* Doctor en Literatura por la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia), Magíster en Ciencia Política e Historiador por la misma universidad. Profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad de Antioquia. El artículo es resultado del proyecto doctoral Redes literarias y función social universalista en Jorge Zalamea. Escenarios y percepciones de un escritor del siglo XX colombiano, financiado por la Universidad de Antioquia. Correo institucional: andres.lopezb@udea.edu.co http://orcid.org/0000-0002-6634-2252

** Doctor en Historia por la Universidad Andina Simón Bolívar (Quito, Ecuador), Magíster e Historiador por la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia). Profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad de Antioquia. Correo institucional: rodrigo.garcia@udea.edu.co http://orcid.org/0000-0002-7554-7006


Resumen

El problema analizado en este artículo se centra en la amistad que se tejió entre Jorge Zalamea y León de Greiff, dos escritores colombianos de la primera mitad del siglo XX, independientes de las vanguardias artísticas y literarias. Las fuentes abordadas comprenden la correspondencia del archivo personal de Jorge Zalamea, además de revistas literarias y prensa de época. La metodología utilizada implicó, primero, ubicar las cartas entre los personajes estudiados, su contextualización en la historia colombiana y en las biografías intelectuales de ambos, así como reconstruir el itinerario de su amistad. Se pudo concluir que, en el campo literario colombiano, Zalamea y De Greiff formaron parte de un grupo de intelectuales críticos, cercanos a las causas sociales y pacifistas convencidos que se articularon en torno a los cafés y las tertulias, Los Nuevos, quienes se confrontaron en el plano político e intelectual con Los Centenaristas, defensores del statu quo. Por ello, Zalamea, De Greiff y sus contertulios fueron objeto de persecución policial y pagaron con cárcel sus rebeldías. Su obra literaria es la expresión de quienes fueron y continúan siendo acallados por la censura, la exclusión política y social y la violencia.

Palabras clave: intelectuales; poesía colombiana; historia intelectual; cafés y tertulias literarias

Abstract

This article deals with the bonds of friendship established in cafes and literary gatherings between Jorge Zalamea and León de Greiff, two Colombian writers of the first half of the twentieth century, independents from the artistic and literary avant-garde. The analyzed sources included correspondence from Jorge Zalamea's personal archive, as well as literary magazines and press from that time. The research methodology consisted in identifying the letters exchanged between the two writers, contextualizing them in Colombian history and in the intellectual biographies of both authors, and reconstructing the itinerary of their friendship. The final conclusion of the study was that, in the Colombian literary field, Zalamea and De Greiff were part of a group of critical intellectuals sympathizing with social causes and convinced pacifists. Cafes and intellectual gatherings, Los Nuevos, became focal points where these men of letters confronted politically and intellectually Los Centenaristas, defenders of the status quo. For this reason, Zalamea, De Greiff and their comrades were persecuted by the police and even incarcerated. Their literary work is the expression of those who were and continue to be silenced by censorship, political and social exclusion, and violence.

Keywords: intellectuals; Colombian poetry; intellectual history; cafes and literary gatherings

Resumo

O problema analisado neste artigo centra-se na amizade que foi tecida em torno a cafés e tertúlias literárias entre Jorge Zalamea e León de Greiff, dois escritores colombianos da primeira metade do século XX, independentes das vanguardas artísticas e literárias. As fontes abordadas compreendem a correspondência do arquivo pessoal de Jorge Zalamea, além de revistas literárias e imprensa de época. A metodologia utilizada implicou, primeiro localizar as cartas entre os personagens estudados, sua contextualização na história colombiana e nas biografias intelectuais de ambos os dois, assim como reconstruir o itinerário da sua amizade. Foi possível concluir que, no campo literário colombiano, Zalamea e De Greiff formaram parte de um grupo de intelectuais críticos, próximos às causas sociais e pacifistas convencidos, que se articularam em torno a cafés e tertúlias, Los Nuevos (Os Novos), que se confrontaram no plano político e intelectual com Los Centenaristas (Os Centenaristas), defensores do status quo. Por isto, Zalamea, De Greiff e seus companheiros de tertúlia foram objeto de persecução policial e pagaram com prisão suas rebeldias. Sua obra literária é a expressão de aqueles que foram e continuam sendo silenciados pela censura, a excussão política, social e a violência.

Palavras-chave: cafés e tertúlias literárias; história intelectual; intelectuais; poesia colombiana

Introducción

La amistad entre León de Greiff (Medellín, 1895-Bogotá, 1976) y Jorge Zalamea (Bogotá, 1905-1969) empezó en 1921 y se mantiene viva en sus poemas, ensayos y correspondencia. Distintos escenarios abrigaron esta relación entrañable: los cafés, los calabozos, los congresos de escritores, las tertulias e, incluso, hasta un apartamento que ambos compartieron con el escritor Jaime Soto, en el barrio San Victorino de Bogotá. De Greiff fue el último en mudarse allí, con algunos libros de su colección personal y un arrume de novelas de vaqueros, luego de una separación temporal con su esposa, Matilde Bernal Nicholls (Díaz 2009b).

Sobre la amistad de Zalamea y De Greiff trata el siguiente artículo. Esta no es una relación que se limita al ámbito de lo privado, sino que es una vía para conocer aspectos generales de la sociedad y la vida intelectual colombiana. En él se revelará el contacto con los grupos literarios a los que pertenecieron, con los procesos que avalaron en favor de la paz mundial, con las relaciones que los unieron a escritores de otras latitudes y hasta con las persecuciones que sufrieron a manos de los conservadores, por el solo hecho de defender ideas diferentes en torno a la literatura, el arte y la política. Como veremos, Zalamea y De Greiff hicieron parte de una generación inquieta que criticó a la sociedad, y que debatió sobre ideas estéticas y políticas en los cafés y las tertulias bogotanas.

Contertulios en Los Nuevos

La amistad que unió a Zalamea y De Greiff comenzó en Bogotá, sobre las mesas de los cafés Riviere, La Gran Vía y Windsor, donde existió, durante los primeros años de la década de 1920, una tertulia sobre literatura, cultura y política que se formalizó y se proyectó al campo intelectual del país en 1925, con la creación del grupo Los Nuevos. Algunos integrantes fueron Germán Arciniegas, Francisco Umaña Bernal, José Mar, Ricardo Rendón y Luis Vidales. En el Windsor, estos intelectuales iban "al caer la tarde, y como el lugar carecía de percheros, era usual ver a los contertulios con sus sombreros calados: los paisas con sus sombreros alones y los cachacos con los más discretos borsalinos. También abundaban las pitilleras y las pipas" (Rodríguez 2007, 55).

En una carta fechada en noviembre 23 de 1925, De Greiff le compartió a su amigo que pronto comenzaría a trabajar en varios poemas que tenía medioimaginados; confiesa que casi nunca veía a sus camaradas (se refiere a los contertulios de Los Nuevos) y le informa sobre una cantidad de remesas de discos que le llegaron el 15 con la música de cámara de Smetana, Popper, Dvorák, Rimski-Kórsakov, Strauss y Schubert. Reprochándole su silencio y distanciamiento pide que le escriba -como le prometió en otra misiva-, para que le cuente "Mil cosas interesantes", de "mares y tierras antes no sabidos", "de gentes nuevas que ojalá sí lo sean" y "no una copia de las gentes ya sabidas y conocidas".1

De Greiff ya era conocido en el mundo intelectual colombiano por su obra poética recogida en el libro Tergiversaciones (1925). En 1914, en Medellín, fundó Los Panidas, grupo a cuyos integrantes describió como: "Melenudos de líneas netas, / líricos de aires anarquistas, hieráticos anacoretas, dandis, troveros y ensayistas" (De Greiff 1976). Y al que pertenecieron Pepe Mexía, Ricardo Rendón y Fernando González. A través de la revista Panida, que funcionó entre febrero y junio de 1915, difundieron sus obras. Sus tertulias las realizaron en una oficina que quedaba encima del café El Globo, al frente de la iglesia La Candelaria. Los escritos modernistas de este grupo rompieron con la literatura de la época (Betancur 2015).

La poética greiffiana interrogó temas existenciales como la muerte, la soledad, la angustia y el absurdo. Y los enfrentó por medio de "la fascinación por la noche, el silencio, los sonidos musicales y el arquetipo del eterno femenino". Él nunca buscó "la popularidad de los versos fáciles", y siempre ridiculizó a los rapsodas "posudos", sirviéndose de "la figura de los sapos y de los pingüinos" (Mejía 2008). Su colega en las lides de la poesía, Abel Farina (1976), indicó que sus versos se caracterizaron por la "originalidad", y que su inspiración o "astro" creativo ardió más allá de lo "bello metafísico", alineado "con lo sublime".

Zalamea se encontró con De Greiff en plena juventud. Pese a su corta edad, siempre se movió intuitiva y críticamente en temas políticos y literarios. En las tertulias hablaban de periodismo, leían en francés a los poetas malditos -Sthepane Mallarmé, Arthur Rimbaud, Paul Verlaine y Charles Baudelaire- y polemizaban sobre arte. De Greiff disfrutaba martirizando al joven bogotano cuando le decía: "Si sigues metido en este café [el Windsor], Jorgito, se lo voy a decir a tu papá". Esos comentarios jocosos hacían parte del fraterno humor que caracterizó al bardo antioqueño (Miranda 2004). Señaló Harold Alvarado Tenorio (1974) que otro lugar que frecuentaron ambos fue El Rondinela, donde brindaban con ginebra mientras Jorge decía las peores "impertinencias" y "negaba los valores consagrados".

El grupo intelectual formado por Los Nuevos criticó la intervención de los curas en el poder público, y el accionar de los políticos sobre las bases ideológicas del siglo XIX. Algunos estuvieron emparentados con el liberalismo y el conservatismo, y los más progresistas -caso Luis Vidales y Luis Tejada- con el incipiente comunismo, a través del Partido Socialista Revolucionario (PSR), antecesor del Partido Comunista Colombiano (PCC) (Zalamea 1953). Además, arremetieron contra la generación que les precedió, denominada Grupo del Centenario o Centenarista, llamado así porque surgió en la coyuntura cercana a la conmemoración de los cien años de la Independencia de Colombia. A esta generación pertenecieron, entre otros, Eduardo Castillo, Miguel Rasch Isla, Roberto Liévano y José Eustasio Rivera (Montaña 1991).

De Greiff y Zalamea, partidarios de la renovación literaria, criticaron la postura de Los Centenaristas. Al respecto, señaló este último que en ellos sobresalía un romanticismo aparente y falso, "que se expresaba en la predisposición a simular buenos sentimientos", y un marcado provincianismo que les impedía observar y vivir las preocupaciones y los ritmos "del mundo contemporáneo", el cual debía enfrentarse, concluyó, elaborando sin conformismos un arte sincero y cercano a la humanidad y a la universalidad (Zalamea 1978, 591 y 595).

A su vez, el centenarista Luis Eduardo Nieto Caballero (1950) lanzó críticas contra Zalamea y sus contertulios:

Los Nuevos no tuvieron, como nosotros, la visión de la guerra, ni sintieron en la carne, como nosotros lo sentimos, el desgarramiento de la patria, la amputación de Panamá. No conocieron el dolor que nosotros alcanzamos a conocer, aunque el de la guerra fue de oídas, pero sí escuchábamos el eco que hacían las montañas y que hacían nuestras almas a los clarines de los campamentos (Nieto Caballero 1950, 6).

Sin embargo, concedió a ambos grupos un punto de concordancia: inauguraron unos ideales políticos que se alejaron de las guerras, tan comunes en el siglo que les antecedió, el XIX (Nieto 1950).

El grupo al que pertenecieron De Greiff y Zalamea creó un medio de expresión homónimo, la revista Los Nuevos que circuló entre junio 6 y agosto 10 de 1925. En ella destacaron las enseñanzas de los escritores simbolistas: Mallarmé, Verlaine y Baudelaire. En América Latina, similares órganos se presentaron en sociedad. En Argentina, Prisma (1921), Proa (1922) y Martín Fierro (1924); en México, Contemporáneos (1928-1931) y en Cuba la Revista de Avance (1927-1930).

En general, dichas publicaciones estuvieron influenciadas por las vanguardias literarias y reaccionaron contra el romanticismo y el modernismo decimonónico (Charry 1984). Bajo la influencia de los mencionados poetas, De Greiff produjo su siguiente obra: el Libro de signos (1930), que luego enviaría a su cófrade Jorge con grandes y cordiales saludos.2

Después de la etapa de Los Nuevos los amigos continuaron la tertulia bohemia en el café El Molino, que se ubicó en el mismo edificio donde funcionaron las oficinas de los diarios El Espectador y El Tiempo. Luis Zalamea, hermano de Jorge, anotó que allá charlaban casi a diario "León de Greiff, el poeta melenudo y barbudo", los poetas del grupo Piedra y Cielo Jorge Rojas, Arturo Camacho Ramírez, Fernando Charry Lara y Eduardo Carranza; e Ignacio Gómez Jaramillo y Carlos Martínez, artista plástico y arquitecto, respectivamente (Zalamea 2008).

El novelista Manuel Zapata Olivella recordó que, finalizando la década de 1930, El Molino fue bastante concurrido por artistas y escritores. Se reunían a tertuliar, a tomar tinto y a emborracharse personajes como Luis Vidales, Víctor Mallarino, José Antonio Osorio Lizarazo, Ignacio Gómez Jaramillo, Jorge Zalamea y León de Greiff. Concluyó que allí destacaron: "Los tabacos encendidos, las volutas de la 'larga pipa', los cigarrillos repetidos y las colillas incandescentes" (Zapata 1995, 1).

Por ser más joven, las primeras obras de Zalamea fueron posteriores a su presencia en las tertulias aludidas, entre otras, El regreso de Eva (publicada en 1936) e Introducción al arte antiguo, El rapto de las sabinas, Nueve artistas colombianos y La vida maravillosa de los libros (editadas todas en 1941). En el homenaje del lanzamiento de este último título, realizado en la Librería Siglo XXI, de Bogotá, estuvo presente su amigo León de Greiff, acompañado por Alberto Zalamea Costa (hijo de Jorge) y sus amigos Rafael Naranjo Villegas, Ignacio Gómez Jaramillo y Alfonso López Pumarejo (1941).

El componente trágico de las tertulias de esta generación no pudo faltar, por ello, en La Gran Vía sucedió un acontecimiento que conmocionó en lo profundo a De Greiff y a Zalamea, tanto como al mundo intelectual colombiano: el suicidio del caricaturista Ricardo Rendón. Este artista llegó a ser reconocido en el mundo cultural y político de Colombia, en aquella década, por su labor en el diario El Tiempo. Con un trazo perfecto y mordaz criticó a los miembros de la hegemonía conservadora, plagada de "presidentes godos, curas reaccionarios y militares despóticos", y arremetió, además, "contra los atropellos e intervenciones yanquis en Hispanoamérica". El día de su muerte, 28 de octubre de 1931, mientras sorbía una cerveza helada, escribió con su lápiz en una bandeja "de peltre": "No le avisen a mi madre". Al instante, se pegó un balazo en la cabeza (Iriarte 2003).

En el café El Automático: del cenáculo poético a la embriaguez y el calabozo

En El Automático, un café que surgió a mediados de 1940, las tertulias sobre política, arte y literatura fueron dirigidas por De Greiff y Zalamea. Allá se reencontraron varios de los contertulios de Los Nuevos, como Luis Vidales y Alberto Lleras (Iregui 2009). Estas tertulias se dinamizaron después del homicidio de Jorge Eliécer Gaitán, jefe del Partido Liberal, perpetrado el 9 de abril de 1948, con la afluencia de una nueva generación de escritores y artistas de diversas procedencias, por ejemplo: Enrique Grau, Alejandro Obregón y Omar Rayo (pintores) y Hernando Turriago, Hernán Merino y Peter Aldor (caricaturistas), quienes exponían sus obras en una galería anexa al negocio. Los amigos tenían fama de prepotencia. De Greiff, que en ese entonces era funcionario del Ministerio de Educación, recibía a pocos contertulios en su mesa, y a los atrevidos que osaran visitarla "los rechazaba con un par de dardos cargados de sarcasmo" (Iregui 2009, 18). Frente a las difíciles relaciones interpersonales de De Greiff, el escritor Germán Espinosa resalta que, en efecto, "no tuvo sino dos o tres amigos a lo largo de su vida"; lista reducida sobre la que no cree equivocarse al afirmar "que fueron Ricardo Rendón, Jorge Zalamea y Juan Lozano y Lozano". La situación era así porque, a todas luces "con el resto de la gente, era innecesariamente altanero y despótico" (Espinosa 2000, 134-135).

Jorge Zalamea, que retornó a Colombia después de un periplo diplomático por Italia y México, actuaba en El Automático como "una especie de pontífice de las letras, muy exigente y desdeñoso", afirmó Fernando Arbeláez (2007, 63). Era más oportuno -concluyó- estar lejos de él "para evitar situaciones que podían llegar a ser sencillamente bochornosas" (Arbeláez 2007, 63). Una imagen más humanizada y fraterna del bogotano nos la presentó en 1974 Harold Alvarado Tenorio. Señaló que, al final de sus días, el intelectual era "un hombre enfermo, acosado por la muerte, y que, no obstante, saludaba a los jóvenes como a viejos amigos, con ese rostro sereno y la mirada escrutadora, mientras de sus labios se escapaba una sonrisa un poco triste" (Alvarado 1974, 8).

Zalamea varias veces estuvo, incluso, a punto de pelearse con otros clientes de su lugar de tertulias, que le acusaban de haberse vendido al gobierno soviético. Por ejemplo, Alberto Galindo, senador liberal, a quien denunció por su supuesta filiación con los norteamericanos, justamente cuando en el orbe transcurría la Guerra Fría. Eso sí, con De Greiff nunca peleó, ni discutió. Ambos siempre se trataron con respeto, acudiendo invariablemente Zalamea a las palabras "usted" y "maestro" para dirigirse a su colega. León, constantemente, le "jugaba al amigo bromas que este, dechado de solemnidad y de ausencia de humor, no comprendía" (Espinosa 2003b, 125-126).

También tuvo De Greiff fama de mujeriego y hasta de acosador sexual. Su contertulio, Germán Espinosa, refirió una anécdota un tanto jocosa para explicar lo último. Cierta vez, en su casa, recibió la visita del poeta y del matrimonio integrado por el también escritor Roberto Ruiz Rojas y Olga Galeano. Después de muchos tragos se dedicó a enamorar impúdicamente a la señora, aprovechando que su marido dormía la borrachera en una silla. No le quedó más remedio a la dama que escaparse totalmente conmocionada (Espinosa 2003a). A Zalamea tampoco le faltaron historias similares; aunque las protagonizó con mayor reserva. Conforme lo testimonia su hermano Luis, Jorge era acentuadamente machista y dado a una innegable "afición por la política, las mujeres y el alcohol" (Zalamea 2008, 344-345).

Por supuesto, en El Automático también se embriagaban los artistas. En ese estado, en una ocasión, De Greiff y Zalamea bailaron en ronda con los pantalones enrollados hasta las rodillas y, cogidos de las manos con Arturo Camacho Ramírez, Marco Ospina, Ignacio Gómez Jaramillo, Jorge Gaitán Durán y Ciro Mendía, entonaron una tonada popular, clásica e infantil, cuyo coro dice: "Ato, ato, materile rile ro" (Díaz 2009a, 56).

En dicho afamado café también produjeron literatura. Allí Zalamea difundió las traducciones de la obra del bardo francés Saint-John Perse, y De Greiff escribió varios poemas en pedazos de papel que enviaba al diario El Liberal, lo mismo que a la revista Crítica, propiedad de su amigo bogotano. Otros los compuso en Bolombolo (Antioquia) cuando laboró como Jefe de Estadística de los Ferrocarriles Nacionales, durante las primeras décadas del siglo XX (Díaz 2009b). Con alguna frecuencia la policía irrumpía en el café y acusaba a los contertulios de conspirar contra el gobierno de Mariano Ospina Pérez (1946-1950). En varias de esas arremetidas, León y Jorge fueron a parar al calabozo porque, según las autoridades, atentaban contra "el orden público". Afortunadamente, la mayor parte de las veces fueron liberados del presidio apenas cuatro o cinco días más tarde, gracias a las columnas que colegas periodistas publicaban exigiendo su libertad (Iregui 2009).

En octubre de 1949, por ejemplo, en el contexto de una serie de choques entre el gobierno de Ospina Pérez y el Partido Liberal, con motivo de una reforma electoral, se desencadenó una situación de desórdenes y violencia que tuvo entre sus episodios riñas y saboteos en el parlamento. Luego se dio un cruento enfrentamiento en el propio recinto democrático, entre dos representantes a la cámara, que terminó en la muerte de uno de los liberales implicados y otro herido que luego murió a causa de las heridas de bala recibidas. A esto siguió la masacre de veinticuatro liberales en Cali, la propuesta de aplazar las elecciones y las denuncias del registrador nacional porque las autoridades de ciento veinte municipios no permitieron la inscripción de las cédulas de ciudadanía de los liberales. Luego los liberales retiraron su candidato de las justas presidenciales, a lo que sobrevino la declaratoria de huelga general; en el culmen de todos estos acontecimientos la historiografía recalca que: "Se apresaron numerosos dirigentes sindicales y políticos. Entre ellos a Jorge Zalamea, Alejandro Vallejo, Diego Montaña Cuéllar y León de Greiff" (Reyes 1989, 32; Bejarano 2009, 51-52).

En otra ocasión -ya que las detenciones de este grupo de intelectuales se convirtieron en sucesivas-, Zalamea, De Greiff y Diego Montaña Cuéllar, después de salir del calabozo, se lamentaron burlonamente de su más reciente experiencia tras las rejas, expresando que con salir del encierro "comenzaban de nuevo los horrores de la libertad, gastos y más gastos. En la cárcel todo nos había salido gratis, hasta el abogado que era de nuestro grupo" (Montaña 1991, 89).

De hecho, uno de esos célebres encarcelamientos, en compañía de Diego Montaña Cuéllar, Jaime Soto y Alejandro Vallejo, terminó en juego, pues como en el presidio tenían tiempo para todo organizaron un torneo relámpago de ajedrez que finalmente ganó Zalamea; ocupando León de Greiff el segundo puesto (GOG 1951).

"El deporte ciencia", como se le conoce al ajedrez, gustaba bastante a los amigos De Greiff-Zalamea. Otro escenario donde lo jugaron fue, justamente, en el apartamento que compartieron en el barrio San Victorino. Allá, un torneo relámpago se fraguó una tarde dominguera, con participación de Alberto Zalamea y Belisario Betancur Cuartas, quienes, según recordó Boris de Greiff, árbitro del encuentro, resultaron ser mejores jugadores que Jorge y León (De Greiff 1996).

Otras experiencias compartieron en los presidios después del asesinato de Gaitán, suceso que desencadenó violentas pugnas entre liberales y conservadores. La policía de Ospina Pérez castigó a los supuestos responsables del caos que se generó en la capital durante los días posteriores al crimen. Zalamea y De Greiff fueron varias veces sacados de sus propias casas por el ejército y llevados a la cárcel. Al bogotano, incluso, se le siguió proceso judicial por su supuesto radio-amotinamiento en las emisoras Radiodifusora Nacional y Nueva Granada. Sin embargo, fue absuelto pronto pues el régimen escuchó las grabaciones magnetofónicas de la primera frecuencia radial y comprobó que el escritor solo invitó por los micrófonos a la masa enardecida para que se calmara y no continuara cometiendo desmanes (Zalamea 1949).

A finales de 1949 fueron encerrados más de un mes en un antiguo seminario capitalino, que convirtió la justicia penal en "cárcel política". A De Greiff se le agudizó la bronquitis crónica que padecía, pero no dejó de fumar ni de alcoholizarse. Finalmente, recobraron la libertad porque no se les halló ninguna prueba ni de subversión ni de conspiración contra el gobierno (Álape 1995). De Greiff (1995b) compuso este verso para los amigos que lo acompañaron en el calabozo:

Cuatro somos aquí, los cuatro somos Vallejo Salazar Zalamea

(Jorge) y De Greiff (León). La luz febea

ya se extinguió. Ilumínanos asomos

de lumbre artificial: nos añosa tea

leñosa, sino eléctricos átomos [sic],

(átomos dice el vulgo cuando escande

átomos digo yo, que el mundo es grande) (297).

A De Greiff se le persiguió porque, según las autoridades, en compañía de Diego Montaña Cuéllar difundía periódicos sediciosos que conspiraban contra Ospina Pérez. Incluso, durante las pesquisas acaecidas en su casa y en El Automático se le decomisaron poemas inéditos, pues en tales composiciones el gobierno pretendía encontrar supuestas claves ocultas que, a su parecer, auspiciaban la acción de los opositores. Alguna vez, al respecto, un guardia se acercó al calabozo del poeta y le devolvió -un tanto colérico- un manojo de esas notas, diciéndole: "Aquí tienes tus versos maestro, no entendí ni un carajo" (De Greiff 1972, 5). A modo de ejemplo, cabe citar aquí uno de tales poemas, que expresaba: "Zurcido con aire faceto/ por un artífice foleto/ (Artifex, opifex -desueto- /verborum): Yo, cómplice, copio/ (Sergio Estepario el Nictalopio):/ Relato de Alipio Falopio" (Monje 2011, 159).

La profunda cercanía entre De Greiff y Zalamea llegó a producir incluso -colateralmente- la prisión del antioqueño. En cierta ocasión la policía buscó a Zalamea con el propósito puntual de detenerlo, pero "De Greiff protestó dejándose encerrar con su colega [...], [pues] decía que si tenían a un poeta preso debían tenerlos a todos" (Montaña 2009, 66). En el marco de uno más de esos episodios, a finales de 1948, De Greiff fue recluido en la celda número 1 del Panóptico de Bogotá. Desde allá le envió una misiva al poeta Ciro Mendía, radicado en Medellín, para que desempeñara el papel de anfitrión de Alberto Zalamea Costa -hijo de su amigo Jorge-, quien viajaría a turistear. En la nota, De Greiff llama a dicha ciudad "Villa de la Candelaria de Aná" (De Greiff 1948, 1). Cuando años atrás había actuado como integrante de Los Panidas le dedicó este satírico -pero realista verso- a su ciudad natal:

Vano el motivo

desta prosa:

nada...

Cosas de todo día. Sucesos

banales.

Gente necia,

local y chata y roma.

Gran tráfico

en el marco de la plaza

Chismes.

Catolicismo.

Y una total inopia en los cerebros

Cual

si todo

se afincara en la riqueza, en menjurjes bursátiles

y en un mayor volumen de la panza (De Greiff 1995a, 7).

Al mismo tiempo, Jorge Zalamea movió influencias para favorecer a un familiar de su amigo León. En agosto 26 de 1966 le escribió al poeta Lumir Civrny, checoslovaco, para avisarle que, con Marco Tulio Rodríguez, miembro de la Asociación Internacional de Periodistas, residente en Praga, le enviaba un oficio sobre Hjalmar de Greiff, "hijo del más grande poeta colombiano", a quien recomendaba como candidato para una beca. El bogotano aseguró que el aspirante era "un hombre de gran inteligencia" y "sería la persona más indicada para el estudio de la cultura y la literatura" de la patria de Civrny.3

Mutuo apoyo en los quehaceres literarios

Otro punto de encuentro fraterno fue la promoción que Zalamea le hizo a la obra de León de Greiff. Hacia mediados de los años veinte estuvo de viaje por Centroamérica y participó como corresponsal del "Suplemento Literario Ilustrado" de El Espectador. En Guatemala, al respecto, anotó que la poética de su amigo manifestaba un "humorismo en planos paralelos a los motivos puramente sentimentales"; una novedosa manera de unificar elementos pictóricos y musicales, bastante exóticos y ajenos a la lírica que se presentaba en aquella época; además de una profundidad metafórica evocadora de "movimientos" y "volúmenes geométricos" (Zalamea 1926, 1).

Ambos escritores mantuvieron estrecho contacto epistolar, pese a la travesía de Zalamea por Centroamérica -prolongada luego por España-, como lo indica una carta que envió De Greiff a Guatemala, en la que le comunicó a Zalamea acerca de la vida laboral que desempeñaba en el Banco Central de Bogotá, las recurrentes visitas tempraneras a las librerías para encontrar en ellas apenas escasas novedades literarias y sus paseos nocturnos a los cafés, en los que se topó con amigos como Ricardo Rendón, José Mar y José Umaña Bernal -cofrades con los que tertulió y bebió, inferimos-; así como sobre "las veladas gramofónicas" y las lecturas que realizaba en su casa. Además, le remitió unos versos "viejos, pero no entonados" que publicó en una "revista de ideas".4

Zalamea fue un viajero por razones de exilio, de diplomacia y de aventura literaria. Durante su itinerario visitó los países socialistas, en donde promocionó la obra de sus amigos, tanto nacionales como foráneos. Entre quienes recibieron sus esfuerzos en el extranjero estuvieron, por un lado, Federico García Lorca, Miguel Ángel Asturias y Jorge Amado; por el otro, Tomás Carrasquilla, Porfirio Barba Jacob, Eduardo Caballero Calderón, Álvaro Cepeda Samudio, Manuel Mejía Vallejo y De Greiff. Mientras en Colombia, según su opinión, la poesía de León fue abominada por "los rectores de la cultura nacional", en otras latitudes fue admirada: Alemania, Francia, Inglaterra, Italia y Suecia, países donde la tradujeron.5 En Rusia también circuló a través de la pluma del escritor Ilyá Ehrenburg, quien, además, la comparó con la de su coterráneo Boris Pasternak, debido a la "musicalidad de sus versos" ("Artes letras" 1966).

También se encontraron en el extranjero. Sucedió en tres ocasiones. La primera, en diciembre de 1945, cuando De Greiff acompañó a Zalamea en la repatriación de los restos de Barba Jacob que se encontraban en México. Zalamea, en esa época, ejercía como embajador de Colombia en el país azteca, y por ello fue el anfitrión de la correspondiente comitiva que se encargó de solemnizar la inhumación de los despojos mortales en Medellín, en enero de 1946, además de pronunciar el discurso en el acto fúnebre ("Hace 25 años", 1971). El segundo encuentro se produjo en Estocolmo en 1960, ciudad a la que el bogotano acudió para promocionar su traducción de la obra de Saint-John Perse, Vientos, y de paso saludar a León, quien por entonces residía allí.6 En esta capital, el poeta antioqueño realizó actividades diplomáticas como Primer Secretario de la Embajada de Colombia (Vega 2001). Allá compuso la obra Nova et Vetera, entre 1959 y 1960, que, finalmente, se publicó en 1973. En uno de sus versos, que apareció reseñado en el "Magazín Dominical" de El Espectador, cantó:

Nieva tras de los vidrios (eskaldiana

nieve, sino en mi corazón).

Mi corazón... me lo puse de ruana

Pero si la alta Dona siete gana,

pero si la Donina desazón,

¡listo está el corazón tocando diana!

-¡Listo a dar en la diana, picarón! -Listo está y en sazón: ¡corazón tarambana" (De Greiff 1974, 1).

El tercer encuentro tuvo ocasión en La Habana, Cuba, durante el Congreso Cultural de 1968 organizado por la Casa de las Américas. Con el narrador indigenista José María Arguedas y el escritor Luis Suardíaz tertuliaron en el reconocido Restaurante 1830 sobre la novela gótica, sobre el desarrollo de la Guerra de Vietnam y sobre las situaciones sociopolíticas de Perú y Colombia. En esa ocasión, Zalamea homenajeó la obra de León de Greiff, habló sobre su personalidad, compartió apartes del prólogo que escribió para presentar sus Obras completas, que se publicaron en 1960, y, por último, leyó algunos de los poemas de aquel (Suardíaz 1985).

En 1965, en el mismo tono elogioso, Zalamea (1965a) expresó que:

León de Greiff no tendría rival, pues desconociendo deliberadamente y trasgrediendo a conciencia todo límite temporal y toda norma de moda, emplearía con la misma naturalidad y propiedad el castellano pedregoso de la Edad Media, el exacto y fluyente de la Edad de Oro, el barroco y diserto del Setecientos [y el más] matizado, sutil y elusivo de nuestro tiempo, mezclándoles según la concordancia de sonido y sentido. Y paralelamente, este poeta, es decir, este hombre de problemas sintácticos, este hombre que tiene que hacer del lenguaje concreto el vehículo de lo casi inexpresable, sometería toda esa formidable materia idiomática rescatada del tiempo a las formas más antiguas y más modernas en que se fragua la poesía (4E).

Algunos de los autores que nutrieron el estilo greiffiano, desde su juventud, fueron Arthur Rimbaud, "ejemplar en su insurgencia contra los órdenes establecidos", Aloysius Bertrand e Isidore Ducasse, más conocido como el Conde de Lautréamont. Ellos le compartieron: "Imágenes, ráfagas sonoras, delirios y sueños de una oscura y subterránea corriente romántica" (Charry 1995, 5). Otra influencia fue Edgar Allan Poe -poeta, periodista, novelista y crítico literario estadounidense-. De Greiff homenajeó al norteamericano en el poema titulado "Plegaria a Poe (Rapsodias de Antaño)", el cual dedicó a sus amigos Ciro Mendía y Jorge Zalamea:

Oh Poe! ¡Oh Poe! ¡Oh Poe!

¡Genio del signo fatídico!

Alma que en mí domina

¡Faro de luces negras...!:

¡Llévame a ver el cuervo cogitabundo y torvo!

¡Llévame a ver el cuervo

-sobre el busto de Palas-

que en su trágico orgullo

te azotó con sus alas! (De Greiff 1995b, 41).

Después de El Bogotazo Zalamea fundó la revista Crítica, que publicó sesenta y siete números entre 1948 y 1951. Allí aparecieron textos variados: entrevistas, cuentos, ensayos o novelas de escritores nacionales y foráneos, entre otros: Ramón Vinyes, Arthur Miller, Servan-Schreiber, Roger Caillois, Truman Capote, Guillermo de Torre, Paul Rivet, Claude Bourdet, Jean-Paul Sartre, Mervyn Jones, Mario Cesari, Jacques Armel, Luis Vidales, Hernando Téllez, Óscar Hernández, Fernando Arbeláez, Juan Lozano y Lozano, Ciro Mendía, Gonzalo Arango, Gabriel García Márquez y, obviamente, León de Greiff (López 2014).

Para apoyar la labor política y cultural de Crítica, que giró en torno de la valoración de la libertad intelectual en una época marcada por los regímenes ultraconservadores de Mariano Ospina y Laureano Gómez, De Greiff escribió varios textos. En el titulado "La columna de Leo" presentó, en prosa poética, personajes legendarios y mitológicos, como Eufonoe, Eunice y Excla, novias de su alter ego Gaspar; y hasta históricos, como el mariscal Michel Ney, mano derecha de Napoleón Bonaparte en su travesía conquistadora por el Viejo Mundo, quien, según anotó, recurriendo al más ficcional criterio, pasó por los municipios de Guarne, Rionegro y Guatapé (Antioquia) durante las primeras décadas del siglo XIX, y asesoró las campañas del general José María Córdova (De Greiff 1948; 1949).

En la poética greiffiana están presentes distintos temas relacionados con la historia de Antioquia. René Uribe Ferrer, refiriéndose a este asunto, anotó que fue "un poeta racial. De la raza antioqueña. Aunque tenga poca sangre criolla, el ambiente y la tierra donde transcurrieron sus primeros años, se le impusieron" (Uribe 1965, 545). Y su estilo, concluyó, se caracterizó por dinamizar "la revolución modernista", que llevó "hasta sus últimas y lógicas consecuencias".

Crítica se publicó en un período de represión y convulsión social, como lo indica uno de sus artículos:

El país está amenazado de guerra civil, porque el partido conservador, con el gobierno a la cabeza, tiene la pretensión de acabar, a fecha fija, con ciento treinta mil liberales, cuyos votos le impiden continuar usufructuando un poder político que solo le ha servido para destruir la paz, mancharse con la sangre de millares de colombianos, arruinar el tesoro público y corromper la administración del Estado ("Revisemos los hechos" 1949, 4).

Relaciones con escritores foráneos

Zalamea y De Greiff contaron con los afectos de colegas en diversas latitudes. A finales de 1967, a través de intercambios con el Instituto Colombo-Soviético de Relaciones Culturales, recibieron en Bogotá al poeta Lumir Civrny y a Juraj Spitzer, secretario de la Unión de Escritores Checoslovacos. El primero, seriamente comprometido con la literatura hispanoamericana, había traducido al checo las obras de Federico García Lorca, Jorge Zalamea y Pablo Neruda. La visita incluyó tertulias con otros literatos colombianos.7

Civrny, Spitzer, De Greiff y Zalamea se reunieron en la casa de este último, acompañados por Jirina, su esposa, también checa. El primero, de casi dos metros de estatura y porte atlético, había sobresalido en la resistencia contra la invasión nazi a su país. Los amigos conversaron sobre "los arbolillos cargados de campánulas rojas y amarillas" y en torno a las novedades de la literatura universal ("Escritores de allá y de aquí" 1967). Se propusieron intensificar los intercambios culturales entre ambas naciones. También decidieron la traducción, en Praga, de El gran Burundún-Burundá ha muerto, la obra más importante de Zalamea cuyo tiraje había alcanzado ya, para entonces, los veinte mil ejemplares. El bogotano, por su parte, recién había traducido de manera magistral el poema "Viejas mujeres", de Frantisek Halas, el vate más representativo de la tierra checa. Por último, en aquel feliz encuentro dialogaron sobre posibles versiones de las obras de León y García Márquez ("Escritores de allá y de aquí" 1967).

Las relaciones entre colegas permitieron que Jorge, por intermedio de León, conociera a otro admirador de la literatura nacional, André Van Wassenhove, hispanista belga quien tradujo al francés, en 1960, poemas de Hernando Domínguez Camargo, Rafael Pombo, Luis Carlos López, Jorge Gaitán Durán, Eduardo Cote Lamus y Fernando Arbeláez; y también de los mencionados amigos.8 Sobre De Greiff, Wassenhove anotó:

Es un incomparable alquimista del verbo, maneja las palabras como un verdadero virtuoso, escribe con tan buena fortuna el español de la Edad Media, de la Edad de Oro, del siglo XVII, como el de hoy, según los temas que evoca o la atmósfera que quiera crear. Es él la desesperación del traductor, debido a sus juegos de palabras, muy bien logrados y de ciertos vocablos que él forja enteramente" (Academia Antioqueña de Historia 1973, 5).

A finales de 1965 Jorge Zalamea, en misiva enviada a Van Wassenhove, en Bruselas, le agradeció por las traducciones que hiciera de El sueño de las escalinatas - otra de sus más relevantes obras-, igual que por haber hecho lo propio con distintos poemas greiffianos, labor intelectual que opinó constituía un "¡arduo trabajo!" para cualquier experto. Le informó sobre algunas publicaciones que efectuaría en Bogotá en la revista Letras Nacionales y le habló de las Obras completas de León, para las que había escrito el prólogo respectivo, cargado de gran "admiración y cariño".9

En el prólogo a las Obras completas Jorge Zalamea se refirió elogiosamente a su cofrade: León de Greiff, el extranjero, el exiliado, trae en su morral de malicias otro cebo, otra liga, otro espejuelo para emplear en la zona de invasión: la música. He ahí otro lenguaje común, otro árbol a cuyo sombrío se acogen todas las tribus, otro fogón a cuya brasa se deshielan todos los corazones.10

El espectro musical "de cámara y al aire libre" le posibilitó así al antioqueño -a juicio de Zalamea- la ordenación de una "materia verbal" que sostuvo la "montura de la substancia poética", con la que supo exigirles a los lectores "inusitados problemas de reacomodación auditiva y mental".11

En Venezuela, ambos ejercieron notable influencia. Así, por ejemplo, en 1956, para honrar al poeta Carlos Celis Cepero, arquitecto colombiano y amigo de Zalamea residenciado en Caracas, creó la Fundación del Premio León de Greiff. En las dos primeras ocasiones dicho concurso fue ganado por los escritores Juan Manuel González y Sebastián Salazar Bondy, venezolano y peruano, respectivamente. Otorgaba al ganador una medalla de oro, la publicación del libro laureado y un monto que ascendía a cuatro mil bolívares.12 Gracias a la cercanía profesional y personal que mantenía con el reconocido escritor venezolano, Carlos Augusto León, Zalamea publicó en aquel país diversos textos en El Nacional y la Revista Nacional de Cultura. Además, en calidad de secretario de la Asociación Venezolana de Relaciones Culturales, León colaboró con los dos colombianos, al recomendar a la revista Cultura Universitaria un trabajo escrito por Zalamea referido a la poética greiffiana.13

Unidos por la paz durante la Guerra Fría

A comienzos de 1950 Diego Montaña Cuéllar convocó a Zalamea y a De Greiff para que se vincularan al Movimiento Mundial de Partidarios de la Paz, cuyo núcleo germinó en 1948 en Breslavia, Polonia, congregando a múltiples intelectuales que protestaron contra la Guerra Fría. Ambos aceptaron, conforme lo hicieron célebres científicos, artistas y literatos de talla mundial: Albert Einstein, Charles Chaplin, Frédéric Joliot-Curie, Pablo Neruda, Jorge Amado, Paul Eluard, Louis Aragón, Anna Seghers, Pablo Picasso, Georg Lukács, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Henri Matisse, Jean-Paul Sartre y Rafael Alberti, entre otros (Cifuentes 2010).

Después de efectuar reuniones pacifistas en Estocolmo (1949) y París (1950), el Movimiento escogió como sede a Uruguay para un tercer encuentro que, por presiones del gobierno estadounidense, tuvo que realizarse clandestinamente. El objetivo principal de la comitiva se enfocó en evitar la posible utilización de armas nucleares contra la China Popular y Corea, en el marco de la política de contención del comunismo que los norteamericanos habían emprendido en todo el orbe (Montaña 1991).

El belicismo causado por la Guerra Fría, como lo evidenció el caso de la Guerra de Corea, preocupó a los amigos. El fundador de la revista Crítica reaccionó organizando un concurso entre los jóvenes colombianos. A los interesados, que debían ser menores de treinta años, les correspondía enviar a la casa editorial -entre abril 1 y mayo 15 de 1951- una obra de cualquier género literario que no excediera las cuatro mil palabras, en la que se difundieran ideales pacíficos. El ganador recibiría los pasajes para viajar a Berlín, Alemania, en donde entre el 5 y el 19 de agosto se celebraría el III Festival Mundial de la Juventud. El jurado estaría integrado por los escritores colombianos Luis Vidales, Baldomero Sanín Cano, Jorge Zalamea y León de Greiff ("Concurso Literario Sobre La Juventud y la Paz" 1951, 12).

Durante la década de 1950 se propagaron, desde Estocolmo, ideales pacifistas. Hasta aquella ciudad se movilizó De Greiff para participar en las actividades convocadas por el Consejo Mundial de la Paz. En esa coyuntura fue invitado por sus colegas para visitar Yugoslavia, Francia, Australia, la República Popular China y la Unión Soviética. Más tarde asistió al Coloquio Iberoamericano-Alemán (1962) y a la reunión de la Comunidad Iberoamericana de Escritores de Caracas (1970) (Vega 2001). Durante ese periplo se aproximó poéticamente a los ideales propuestos por Mao Tse-Tung, visitó la morada del prestigioso escritor ruso Ilyá Ehrenburg y conoció el mausoleo de Beethoven, "sin dejar sus hábitos de antioqueño raizal descendiente de nobles suecos".14

Dificultades económicas, censura y éxitos

En general, tanto De Greiff como Zalamea padecieron una precaria situación financiera. En palabras de Germán Espinosa, "tuvieron una vida muy azarosa, de muchas dificultades económicas, de muchas penurias" (2000, 168). Jorge, por ejemplo, no pudo acompañar a León a la República Democrática Alemana, en 1965, para participar de un congreso de intelectuales porque no tenía capital ni para la estadía ni para los pasajes.15 Ese mismo año, Zalamea se quejaba por una situación similar ante su colega Augusto Mendoza Bonilla, venezolano, quien lo invitó a San Cristóbal del Táchira, a dictar un ciclo de conferencias sobre literatura. El bogotano le respondió que solo podría realizar el anhelado viaje si Mendoza le enviaba el dinero acumulado por las ventas, según se infiere, del libro titulado La poesía ignorada y olvidada,16 importante obra con la que Zalamea había obtenido, poco antes, el premio categoría ensayo, otorgado por el prestigioso concurso Casa de las Américas.

Los últimos años de Zalamea, según la investigadora Jimena Montaña Cuéllar, fueron agobiantes. Primero estuvieron atiborrados de deudas que aumentaban cotidianamente. Segundo, dado su cariz de personaje público signado por una indeclinable voluntad intelectual y crítica, se convirtió en "un elemento peligroso e indeseable para [el] gobierno" (Montaña 1991, 162). Tercero, sus obras sufrieron impedimentos para una adecuada divulgación y venta. Cuarto, se le acusó de haberse vendido al régimen soviético y de encontrarse afiliado con la Revolución cubana. No le quedó más remedio, entonces, que refugiarse en un profundo alcoholismo que le produjo "una galopante cirrosis" (Montaña 1991, 162).

En parte, la situación precaria de León y Jorge, y en general de los escritores disidentes en Colombia -acatamos la afirmación de Germán Espinosa-, se debió a que en los años sesenta no se hizo suficiente difusión de sus producciones, prefiriendo publicar y comentar a grandes clásicos de la literatura en los medios académicos. A Zalamea, además, los medios de comunicación lo condenaron por su solidaridad con los pobres -que cantó en sus versos-, por no dejarse sobornar y por denunciar los abusos de un Estado que, en vez de promocionarlo, censuró sus libros (Espinosa 2000).

Al respecto, aludiendo al contexto colombiano de la época y al caso puntual de personajes como Zalamea, Luz Ángela Núñez enfatiza certeramente "sobre el (no) lugar del intelectual crítico" (Núñez 2016, 156). Curiosamente, Zalamea tuvo mejor suerte con la discografía. Por ejemplo, El sueño de las escalinatas ocupó a finales de 1963 el segundo lugar en ventas en el país, solo superado por la cumbia La pollera colorá. Alfredo Iriarte anotó que este éxito "fue, concretamente, la respuesta que dio el pueblo colombiano a la conspiración de silencio tramada por los grandes poderes contra Zalamea", pues "multitudes estremecidas se congregaron a diario en torno a traganíqueles y gramófonos para escuchar la voz metálica de Zalamea planteando sus cuitas y sus pleitos de siglos en los versículos", encarnaciones indudables de este poema en prosa (Iriarte 1978, 861).

Según le comunicó Zalamea a André Van Wassenhove, para los primeros meses de 1966 había ya serios proyectos enfocados a traducir El sueño de las escalinatas, en Rusia, Hungría, Checoslovaquia y Alemania. Le comentó, además, que con León se veía continuamente, pues él era su "mejor amigo y mejor interlocutor".17 Un boom de discografía había surgido durante ese decenio, favoreciendo que las obras de escritores como Eduardo Carranza, Hernando Téllez, Eduardo Caballero Calderón y De Greiff llegaran también al público. Por aquellos mismos años, apelando a su colegaje con Carlos Celis Cepero, Zalamea le solicitó el favor de realizar la difusión en Venezuela del disco con los poemas greiffianos.18

Las obras de Zalamea tuvieron, en efecto, mejor recepción en otras latitudes. Así sucedió, por ejemplo, en Venezuela y los países socialistas. A comienzos de 1963, en carta a su cercano amigo el periodista Álvaro Bejarano, el bogotano le informó que la segunda edición discográfica de El gran Burundú-Burundá ha muerto vendió, en pocas semanas y fuera de Colombia, "medio millar de ejemplares". Entre tanto, dentro del país, el disco solo había sido adquirido y comentado por un reducido círculo de amigos. Concluyó afirmando que, desgraciadamente, ello evidenciaba cómo en Colombia los capitalistas sometían "sus posibles utilidades a su necia avaricia disfrazada de prudencia" (Montaña 1991, 162).

Más que por censura -conforme observamos sucedió con Zalamea-, la poesía greiffiana pasó casi desapercibida -según una estimación del propio Zalamea- porque los críticos la consideraron "como un monstruo de la extravagancia poética".19 A pesar de ello, De Greiff defendió su postura independiente, reivindicando que el poeta jamás debe restringirse a tradiciones, autoridades o estilos ajenos. Y siempre aspiró al individualismo pleno "guiado solamente por su propio gusto", sobrepasando así, con mucho, la vana moda (Mohler 1975).

En la Universidad de Antioquia, a mediados de 1965, se rindió un homenaje a León de Greiff. En aquel evento estuvieron presentes muchos invitados, de tipos tan diversos como industriales, comerciantes, profesionales, estudiantes y hasta "los tradicionalistas y los revolucionarios". Jorge Zalamea, autor de uno de los discursos allí pronunciados, anotó -con abierta ironía- que únicamente habían dejado de acudir los poetas mediocres, aquellos "Nerudas de bolsillo" o "monederos falsos del surrealismo".20 Según expresó, por fortuna en aquella instancia el homenajeado era De Greiff, un poeta genuino. Su mensaje para este, su amigo, fue sincero, agradecido y directo:

Ese don de amistad espiritual que traspasa cualquier límite de tiempo y espacio y que constituye para mí el más grande signo del más grande artista, lo posee y lo ejercita usted, mi señor y mi maestro De Greiff, en tan amplia medida y con tal generosidad que fácilmente nos hace olvidar la vanidad pueril, el estreñimiento estival y el egoísmo senil de aquellos mixtificadores de la poesía y del arte que solo supieron de la amistad por los dones que recibieron de ella y por las deslealtades con que los pagaron. Posee usted el don de compañía como pocos lo han tenido y lo reparte con la sagaz oportunidad y la risueña bonhomía que tuvieron aquellos escasos, pero inolvidables reyes a quienes sus pueblos dieron los sobrenombres de "sabio", "grande" o "magno" como don Alfonso de Castilla, don Alfredo de Inglaterra y don Carlos de Francia (Zalamea 1965b, 4E).

Epílogo: el Premio Lenin de la Paz y el fallecimiento de Zalamea

El 31 de julio de 1968 la Academia de Ciencias de la Unión Soviética le concedió el Premio Lenin de la Paz a Zalamea. El periodista Efraín Medina Pumarejo afirmó que el agasajado trató "de curar toda llaga humana", criticó "toda explotación del hombre por el hombre" y denunció "el hambre, la miseria y la angustia" en cualquier parte que la encontró (Medina 1968). Por su parte, cuando De Greiff conoció la noticia, comenta Germán Espinosa, encomió por una radiodifusora los méritos de su amigo, pues a su juicio se mantuvo siempre "al servicio del antibelicismo y la paz mundial" (Espinosa 2003b,126). Por esta condecoración, el bogotano recibió 25 000 rublos, suma cercana a 28 000 dólares (López 2014).

En este punto es pertinente anotar que De Greiff también recibió condecoraciones en vida: la Estrella del Norte, en Grado de Caballero, que le entregó personalmente el rey de Suecia, en Estocolmo, en 1964; el Premio Antioquia en 1973; la Medalla Cívica General Santander, en 1971, y el Premio Nacional de Literatura en 1970 (Vega 2001). En la penúltima fecha, adicionalmente, la municipalidad de Calarcá, Quindío, le entregó una distinción establecida con el propósito específico de honrar a su amigo Zalamea, condecoración que llevaba por nombre Medalla Jorge Zalamea (Instituto Colombiano de Cultura, 1995).

La ceremonia de entrega del Premio Lenin de la Paz, otorgado a Zalamea el último día de julio de 1968, se celebró en el Teatro Colón de Bogotá. Allí, de manos de Boris Polevoi, escritor ruso, Zalamea recibió la medalla correspondiente. En la gala estuvieron presentes Carlos Lleras Restrepo, presidente de Colombia (1966-1970); Nikolai Belous, embajador de la Unión Soviética en Colombia; José Manuel Rivas Sacconi, director del Instituto Caro y Cuervo; Gilberto Vieira, secretario general del Partido Comunista de Colombia (PCC); el presidente de la Asociación de Escritores de Colombia, Belisario Betancur, y varios de sus amigos en lides literarias y políticas: León de Greiff, Eduardo Caballero Calderón, Jorge Rojas y José Umaña Bernal (López 2014). Meses antes, cuando recibió la noticia de su premiación, Zalamea, expresó:

Mi posición antibélica no es cosa del momento, sino labor de cuarenta años. Esto, junto con la búsqueda de un humanismo nuevo, ha sido fundamento principalísimo de mi obra. Creo que el premio Lenin de la Paz, tengo el honor de recibirlo por la totalidad de mi obra literaria y de mi actividad política [...] No puede haber en el mundo paz, mientras haya injusticia social y desigualdad económica [...] [a este respecto debe considerarse que] existe un problema común [a todos los países]: la terrible contradicción entre el desarrollo de la ciencia y la técnica y el empobrecimiento de los pueblos (Francisco 1968, 6).

Como era de esperarse, el galardonado fue atacado por sus enemigos políticos atrincherados en la prensa conservadora, caso de los periódicos El Siglo y La República, partidarios de las ideas de Laureano Gómez y Mariano Ospina Pérez, respectivamente. Este último diario afirmó que el estímulo recibido debería llamarse Premio Lenin de la Guerra, pues durante la ceremonia de entrega se había hecho notoria una clara postura antinorteamericana.21 Asimismo, en otra columna, la misma publicación advirtió sobre la necesidad de mantener cautela frente a la oratoria de Zalamea, pues podría convertir en "idiota útil de su palabra plástica" a cualquier escucha, lo que le impediría a este un encuentro genuino con "la verdad" (Xenius 1968, 1).

Jorge Zalamea falleció en el Hospital Militar de Bogotá, el 10 de mayo de 1969 (Muñoz 1969). En sus años de juventud De Greiff había dedicado uno de sus poemas "a los amigos muertos", composición que bien sirve para recordar al humanista bogotano, quien mantuvo una indefectible postura reflexiva y crítica durante sesenta y cuatro años, complementando la creación literaria con la acción política, así ello le acarreara confrontar la censura y el exilio:

¡Señora Muerte que se va llevando

todo lo bueno que en nosotros topa!...

Solos -en un rincón- vamos quedando

los demás. ¡gente mísera de tropa!

Los egoístas fatuos perversos

de alma de trapo y corazón de estopa [...] (De Greiff 1995a, 53).

De Greiff, por supuesto, asistió al entierro de su amigo, realizado el día posterior al fallecimiento en el Cementerio Central de Bogotá ("Zalamea fue sepultado en el mausoleo familiar" 1969). Estuvieron además familiares y personalidades del mundo intelectual y político como Rafael Maya, gran amigo de Zalamea en representación de la Sociedad Colombiana de Escritores; Gerardo Molina, presidente del Consejo Colombiano de la Paz, y Rafael Baquero, presidente del Instituto Cultural Colombo Soviético, quien elogió la trayectoria del "infatigable trabajador intelectual que fue Zalamea" (Baquero 1969, 3). León de Greiff falleció en la capital colombiana, siete años más tarde, en 1976, legando a la posteridad una dinámica y sonora obra poética cuya naturaleza esencial fue definida por el crítico Humberto Jaramillo Ángel, como "arcaica, fina, oscura, excelsa, purísima, fragante, musical y algebraica" (Jaramillo 1969, 31).

En algún momento de su vida, posterior a 1961, Zalamea expresó las siguientes palabras para referirse a su contertulio: "León de Greiff, el hombre con cédula de identidad civil me ha dado cuarenta años de amistad".22 El consuelo que ello produjo -expresó- fue saber que en las buenas y en las malas, así como "en la euforia de la libre vida o en el encierro de las cárceles de la dictadura entre -el vocerío etílico de las tabernas o en el discreto trajín de los hogares-, su corazón de amigo mantendría invariable su riego generoso y nutricio". Su mano -complementó- "es la del amigo que ayuda, su corazón es el del amigo que conforta, su poesía es la del amigo que consuela".23

Conclusiones

Es posible concluir, a partir de las evidencias documentales analizadas, que el campo literario en Colombia, durante el período estudiado, es la expresión, en otro plano, de los conflictos políticos y sociales vividos por este país. Por un lado, se encontraban grupos que pretendían -sin lograrlo- ser la vanguardia literaria del país (caso Los Centenaristas), cuyos integrantes estaban, en su mayoría, vinculados a caudillos y grupos de poder del Partido Conservador, cuya hegemonía abarcó el período 1886-1930. Por el otro se situaba un grupo renovador, Los Nuevos, del cual formaron parte León de Greiff y Jorge Zalamea, entre otros, asiduos lectores de la mejor poesía universal y cosmopolitas profundos que mantuvieron su criterio y cultivaron estilos propios. Fueron animadores de cafés y tertulias literarias en la capital colombiana, de las cuales ha sido renombrada la del café El Automático. Críticos de las desigualdades sociales fomentaron un sentido controversial en cuanto a temas políticos y actuaron en consecuencia con este. Cercanos al liberalismo, lucharon contra el statu quo y la paz en medio de la Guerra Fría, promovieron un nuevo sentido de la cultura, tradujeron poesía y literatura universal, y fueron cuestionadores acérrimos del régimen conservador y de la violencia interpartidista. Por ello fueron perseguidos, marginados y encarcelados en múltiples ocasiones. Cárcel que pagaron por su lucha contra la injusticia social, el fascismo y sus máscaras, y la intimidación ejercida por el Estado colombiano contra liberales, comunistas, socialistas e integrantes de otras opciones políticas. La obra poética y ensayística de ambos escritores es un fiel testigo de aquellas voces silenciadas por los grupos dominantes y sus epígonos, voces que hoy en día continúan siendo, en buena medida, marginales para la historia de la literatura colombiana.

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1"Carta de León de Greiff a Jorge Zalamea", en Archivo Jorge Zalamea Borda (en adelante AJZB), Bogotá-Colombia, Fondo Correspondencia Recibida, 23 de noviembre de 1925.

2"Carta de León de Greiff a Jorge Zalamea", en AJZB, Fondo Correspondencia Recibida, s. f.

3"Carta de Jorge Zalamea a Lumir Cvirny", en AJZB, Fondo Correspondencia Enviada, 26 de agosto de 1966.

4"Carta de León de Greiff a Jorge Zalamea", en AJZB, Fondo Correspondencia Recibida, 10 de enero de 1926.

5"¿Hay una crisis en la poesía?", en AJZB, Fondo Correspondencia Recibida, s. f.

6"Carta de Jorge Zalamea a José Camacho Lorenzana", en AJZB, Fondo Correspondencia Enviada, 24 de agosto de 1960.

7"Carta de Jorge Zalamea a Yuri V. Dashkevich", en AJZB, Fondo Correspondencia Enviada, 15 de julio de 1967.

8"Carta de Jorge Zalamea a André Van Wassenhove", en AJZB, Fondo Correspondencia Enviada, 9 de octubre de 1965.

9"Carta de Jorge Zalamea a André Van Wassenhove", en AJZB, Fondo Correspondencia Enviada, 9 de octubre de 1965.

10"Homenaje al Maestro de Maestros. León de Greiff", en AJZB, Fondo Correspondencia Recibida, s. f.

11"Homenaje al Maestro de Maestros. León de Greiff", en AJZB, Fondo Correspondencia Recibida, s. f.

12"León de Greiff. Premio de poesía", en AJZB, s. f.

13"Carta de Carlos Augusto León a Jorge Zalamea", en AJZB, Fondo Correspondencia Recibida, 26 de febrero de 1960.

14"León de Greiff. Entre su vida bohemia y su poesía hermética", en AJZB, Fondo Correspondencia Recibida, s. f.

15"Carta de Jorge Zalamea a Gunther Hofé", en AJZB, Fondo Correspondencia Enviada, 15 de abril de 1965.

16"Carta de Jorge Zalamea a Augusto Mendoza Bonilla", en AJZB, Fondo Correspondencia Enviada, 14 de diciembre de 1965.

17"Carta de Jorge Zalamea a André Van Wassenhove", en AJZB, Fondo Correspondencia Enviada, 3 de mayo de 1966.

18"Carta de Jorge Zalamea a Carlos Celis Cepero", en AJZB, Fondo Correspondencia Enviada, 14 de diciembre de 1962.

19"¿Hay una crisis en la poesía?", en AJZB, Fondo Correspondencia Recibida, s. f.

20"¡Laus Leo!", en AJZB, Fondo Correspondencia Recibida, 6 de septiembre de 1965.

21"El Premio Lenin de la Guerra", en AJZB, Fondo Correspondencia Recibida, s. f.

22"Homenaje a León de Greiff", en AJZB, Fondo Correspondencia Enviada, s. f.

23"Homenaje a León de Greiff", en AJZB, Fondo Correspondencia Enviada, s. f.

Cómo citar este artículo How to cite this articie: López Bermúdez, Andrés, y Rodrigo de Jesús García Estrada. 2019. "Jorge Zalamea y León de Greiff en la bohemia y las tertulias literarias de Bogotá (1920-1976)". HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local 11 (22): 126-164. http://dx.doi.org/10.15446/historelo.v11n22.73144

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Recibido: 27 de Junio de 2018; Aprobado: 07 de Febrero de 2019

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