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HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local

versión On-line ISSN 2145-132X

Historelo.rev.hist.reg.local vol.14 no.31 Medellín sep./dic. 2022  Epub 03-Ago-2022

https://doi.org/10.15446/historeio.v14n31.96046 

Artículos

Luchas y resistencias en la historia redente protagonizadas por mujeres afrodescendientes: Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribenas y de la Diáspora en 1992

Struggles and Resistance in Recent History Led by Black Women: Network of Afro-Latin American, Afro-Caribbean and Diaspora Women in 1992

Lutas e resistências na história recente lideradas por mulheres afrodescendentes: Rede de Mulheres Afro-latino-americanas, Afro-caribenhas e da Diáspora em 1992

* Doctora en Historia por la Universidad Nacional de Cordoba (UNC), Facultad de Filosofia y Humanidades, Argentina. Becaria doctoral en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad - Conicet - (UNC). Docente en la Universidad Provincial de Cordoba. Este articulo forma parte de la tesis doctoral titulada "Derivas de la interseccionalidad en America Latina y el Caribe: cruces y anudamientos entre saberes y activismos locales. La Red de Mujeres Afroiatinoamericanas, Afrocaribenas y de la Diáspora (1992-2019)". Investigación financiada por Conicet. Correo electrónico: lu.busquier@gmail.com


Resumen

Este artículo describe el surgimiento de la Red de Mujeres Afroiatinoamericanas, Afrocaribenas y de la Diáspora (RMAAD) que fue creada en 1992 en República Dominicana y su recorrido político en los primeros años, la cual se posiciono desde un enfoque interseccional. Con este fin se reconstruye el contexto político que suscitó su conformación atravesada por el auge del neoliberalismo, el giro multicultural y la emergencia de los movimientos sociales. La estrategia metodológica se basó en una de tipo cualitativo, con un diseno flexible y análisis de fuentes primarias -entrevistas en profundidad y documentos escritos-. Dentro de sus objetivos principales, la RMAAD buscaba visibilizar las multiples experiencias que atravesaban a las mujeres afrodescendientes de la región y proponía diversas estrategias para combatir las opresiones producidas por los diversos sistemas de poder y sus entrecruzamientos. Así, el objetivo principal que orientó sus agendas y reivindicaciones consistió en llevar adelante una lucha contra el entramado de opresiones y la construcción de un espacio de encuentro entre las mujeres afrodescendientes de América Latina y el Caribe.

Palabras clave: neoliberalismo; multiculturalismo; movimientos sociales; feminismos; afrodescendencia; interseccionalidad

Abstract

This article describes the emergence of the Network of Afro-Latin American, Afro-Caribbean and Diaspora Women (RMAAD, Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribenas y de la Diáspora), established in 1992 in the Dominican Republic, and its political journey in the early years, which was characterized by an intersectional approach. To this end, the political context that triggered its creation -influenced by the rise of neoliberalism, the multicultural turn, and the emergence of social movements- has been recreated. The methodological strategy followed was qualitative, with a flexible design and an analysis of primary sources (in-depth interviews and written documents). Among its main objectives, RMAAD sought to draw attention to the multiple experiences that Afro-descendant women in the region were going through and proposed various strategies to overcome oppression at the hands of different systems of power and their intersections. Thus, the main objective that guided their agendas and demands was to fight against the oppressive structures and to create a place for Afro-descendant women in Latin America and the Caribbean to come together.

Keywords: neoliberalism; multiculturalism; social movements; feminisms; Afro-descendants; mtersectionality

Resumo

Este artigo expõe o surgimento da Rede de Mulheres Afro-Latino-Americanas, Afro-Caribenhas e da Diáspora (RMAAD) que foi criada em 1992 na República Dominicana e sua trajetória política nos primeiros anos, que se posicionou a partir de uma perspectiva interseccional. Para tanto, é reconstruído o contexto político que deu origem á sua formação, que foi atravessado pela ascensão do neoliberalismo, a virada multicultural e o surgimento dos movimentos sociais. A estratégia metodológica baseou-se no tipo qualitativo, com desenho flexível e análise de fontes primárias -entrevistas em profundidade e documentos escritos-. Entre seus principais objetivos, a RMAAD buscou visibilizar as múltiplas experiências pelas quais passaram as mulheres afrodescendentes da região e propôs diversas estratégias para combater a opressão produzida pelos diversos sistemas de poder e suas interseções. Assim, o principal objetivo que norteou suas agendas e demandas foi realizar uma luta contra a rede de opressões e a construção de um espaço de encontro entre mulheres afrodescendentes na América Latina e no Caribe.

Palavras-chave: neoliberalismo; multiculturalismo; movimentos sociais; feminismos; afrodescendentes; interseccionalidade

Introducción

Este artículo propone reconstruir el nacimiento de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribenas y de la Diáspora (RMAAD)1 en 1992, recuperando los acontecimientos históricos y debates más importantes que llevaron a su conformación. Esta herramienta de articulación regional apuntaba a visibilizar las realidades de las mujeres negras y combatir aquellas violencias, discriminaciones y desigualdades producidas por los diferentes sistemas de poder como el racismo, el capitalismo, el género, la heterosexualidad obligatoria y la colonialidad. En términos temporales, el foco estará puesto a partir de la década de 1980, periodo que se corresponde con el contexto político-socio-cultural y económico en el que se produjo el auge del movimiento feminista latinoamericano y caribeno, así como el nacimiento de la RMAAD.2

Para ello, en primer lugar, se exponen las decisiones metodológicas adoptadas para esta investigación las cuales se basan en la realización de entrevistas en profundidad a activistas pertenecientes a la RMMAD y al análisis de documentos escritos. En segundo lugar, se muestran los principales conceptos y categorías teóricas sobre las que se asienta este estudio que se inscriben dentro del enfoque interseccional. En tercer lugar, se busca reconstruir el contexto histórico-político que propició el surgimiento de la RMAAD, es decir, aquellos acontecimientos, debates políticos y eventos más relevantes que contribuyeron a su conformación. En un cuarto apartado, se indagan los primeros pasos de la RMAAD y sus primeras definiciones adoptadas. Por último, se encuentran las reflexiones finales, algunas conclusiones preliminares y futuras líneas de investigación.

La emergencia de la RMAAD se ubicó en el marco del avance de las políticas neoliberales y de la instalación de nuevos debates tales como los Derechos Humanos, la emergencia de las ONG y la creación de redes de articulación globales, regionales y locales por parte de los movimientos sociales, la "celebración" de los 500 años de la conquista de América -en 1992- por parte de los gobiernos locales la cual desencadenó una serie de protestas y manifestaciones impulsadas por los colectivos indígenas y afrodescendientes lo que suscitó la emergencia de dichos movimientos como actores políticos masivos. Estos acontecimientos no solo fueron parte del contexto de emergencia y conformación de la RMAAD, sino que a su vez marcaron los debates internos y las estrategias políticas llevadas a cabo por la misma.

Sobre las implicancias del modelo neoliberal en el interior de los feminismos latinoamericanos y caribenos hacia finales del siglo XX y principios del XXI, contexto en el que se produjo la creación de la RMAAD, Carosio (2009, 2020), Coba y Herrera (2013), Medina-Vicent (2020) y Gago (2019) advierten cómo las políticas de ajuste económico, el aumento desmedido de la pobreza y un Estado ausente repercuten directamente en las vidas de las mujeres de la región. De allí que las demandas de los feminismos se orientaron hacia reclamos y reivindicaciones vinculadas con dichas problemáticas. Sumado a ello, los feminismos afrodescendientes e indígenas incorporaron la variable racial y étnica a aquellos planteamientos más generales que contemplaban únicamente al género y a la clase como las opresiones que debían enfrentar todas las mujeres (Coba y Herrera 2013).

Más recientemente, los feminismos latinoamericanos y caribenos construyen demandas y reivindicaciones que buscan poner en cuestión las bases de los sentidos de la organización de nuestra sociedad, posicionándose como un movimiento contra-hegemónico. Habitando el espacio público, los feminismos actuales se proponen llevar adelante un proceso de transformación y emancipación social, cuestionando las estructuras que afectan la vida cotidiana como la reproducción, las tareas de cuidado, la división sexual del trabajo, los diversos tipos de violencias y la feminización de la pobreza. Asimismo, la persistencia de criterios raciales y étnicos para llevar adelante una clasificación social que se entremezcla con el género y la clase social, se presentan como variables que no deben ser ignoradas en las luchas impulsadas por los feminismos contemporâneos (Carosio 2020).

Sumado a ello, uno de los desafíos presente en los feminismos de los últimos años radica en sostener un posicionamiento crítico para evitar caer en un movimiento despolitizado, individualista e institucionalista, como advierte Mendoza (2014). Por el contrario, los feminismos locales deben "rearticular respuestas conjuntas y contundentes que permitan recuperar la lucha política con cariz global" (Medina-Vicent 2020, 9). Es decir, construir agendas conjuntas a nivel global, lo que no implica perder de vista las particularidades de los diversos contextos, como es el caso de América Latina y El Caribe.

Sobre este punto, Gago (2019) remarca la importancia de "pensar situado", lo que implica no solo entender al cuerpo como un territorio que incluye experiencias, recursos, trayectorias y memorias, sino también como una manera que nos permite singularizar una experiencia. Desde dicho posicionamiento, la autora analiza la huelga feminista como aquella herramienta política que permite "construir una transversalidad entre cuerpos, conflictos y territorios radicalmente diferentes" (Gago 2019, 13). En este sentido, la autora habla de "potencia feminista" como una teoría alternativa de poder capaz de llevar adelante diversas estrategias contra la expropiación, la privatización y el individualismo.

Asimismo, Curiel (2007) realiza un análisis sobre la trayectoria política de la RMAAD en el marco del movimiento de mujeres afrodescendientes en la región latinoamericana y caribena. En primer lugar, la autora analiza detalladamente las características centrales del movimiento de mujeres afrodescendientes y el surgimiento de la RMAAD. Allí, Curiel (2007), quien se posiciona como una de sus fundadoras, la caracteriza como "una de las primeras experiencias de transnacionalización de la lucha política de las mujeres afrodescendientes en el continente latinoamericano y caribeno" (Curiel 2007, 253).

La reconstrucción histórica que la autora desarrolla tiene sus inicios en la década de 1970, momento en que se produce la consolidación del feminismo negro en América Latina y el Caribe, contexto que propició el surgimiento de la RMAAD años más tarde en 1992. Asimismo, reconoce el potencial que significó su creación, sobre todo en lo que respecta a afianzar una identidad política común en tanto mujeres y negras, lo que les permitió llevar adelante debates con otros movimientos sociales como el feminismo blanco hegemónico y el colectivo afrodescendiente.

Por último, resulta importante señalar que recuperar las experiencias de lucha y resistencia de los movimientos sociales, en este caso de las mujeres afrodescendientes de nuestra región, permite poner en cuestión aquellas lógicas de construcción de conocimiento que se asientan sobre las bases de un legado eurocéntrico occidental moderno, el cual invisibiliza y silencia las voces de los sujetos que históricamente fueron posicionados desde los márgenes. A partir de sus disputas, tensiones y expresiones políticas, artísticas y académicas, problematizaron el entramado de opresiones que enfrentan desde su lugar de mujeres, negras, migrantes, pobres y lesbianas, dando lugar a sus propios postulados, teorías y posicionamientos políticos y epistémicos con base en las particularidades del territorio latinoamericano y caribeno entendiendo a esta región como un espacio heterogéneo y plural. Desde allí parte la principal motivación que inspiró la realización de esta investigación.

El recorrido metodológico

La metodología elegida para el desarrollo de esta investigación se basó en una estrategia cualitativa con un "diseno flexible" (Mendizábal 2006, 67) el cual implica que las diversas decisiones necesarias para llevar adelante esta investigación fueron definidas durante el trabajo de campo y la lectura del material teórico. Sin embargo, se establecieron algunos lineamientos transversales previos tales como la pregunta de investigación y los objetivos específicos.

Esta investigación se inscribe en el campo de la historia reciente ya que busca desentranar un pasado cercano y aún abierto donde sus procesos sociales y colectivos continúan vigentes como es el caso de la RMAAD. Este pasado reciente se encuentra atravesado por las interpretaciones subjetivas, las vivencias, los recuerdos y las significaciones individuales y colectivas de, en este caso, las activistas pertenecientes a la RMAAD. Podría hablarse, entonces, de un "pasado actual" o de un "pasado en permanente proceso de actualización" (Franco y Levín 2007, 31). En ese sentido, el testimonio oral adquiere gran relevancia en esta investigación ya que no solo se apunta a la reconstrucción del hecho histórico en sí, sino también a la apreciación de las subjetividades y experiencias individuales y colectivas de las activistas. Es decir, existen procesos, detalles y dimensiones propios de las actoras involucradas que solo fue posible apreciarlos en un encuentro cercano con ellas (Portelli 1991, 42).

Por consiguiente, para la realización del trabajo de campo y la recolección de la información se optó por efectuar entrevistas en profundidad a las activistas de la RMAAD entendiendo a estas, según Grele (1998), como una "narrativa conversacional" debido a que se estableció, por un lado, una conversación entre la entrevistadora y las activistas y, por el otro, una forma de exposición donde se relató o se narró una historia, entrecruzando las perspectivas históricas de ambas participantes (Grele 1998, 44). La herramienta de la entrevista junto con los documentos escritos funcionaron de manera complementaria entre sí, permitiendo una interacción entre la investigadora y las entrevistadas y la posibilidad de recabar información que, una vez sistematizada, fue transformada en documento escrito basado en las narraciones y enunciaciones de las protagonistas.

Las entrevistas en profundidad se focalizaron principalmente en activistas de la RMAAD que participaron de manera activa en algún periodo desde su conformación en 1992 hasta 2019.3 Para ello, se buscó recuperar las trayectorias políticas de algunas de las activistas pertenecientes a distintos países, haciendo hincapié en sus recorridos políticos y teóricos desde su lugar de activistas e intelectuales. Es decir, establecer un entrecruzamiento entre las experiencias personales y los procesos sociales, entre el hecho subjetivo, así como el hecho histórico y social (Portelli 2014, 12).

La selección de las entrevistadas se llevó a cabo a partir del primer contacto con una de ellas quien al finalizar la entrevista sugirió otras activistas que habían participado o que participaban actualmente en la RMAAD. De la misma manera, al finalizar cada entrevista, las propias activistas fueron sugiriendo posibles nombres para continuar. A partir de allí, a través de correos electrónicos, Facebook o Whatsapp fueron contactadas buscando cierta heterogeneidad en cuanto a sus procedencias geográficas y al periodo de participación en la RMAAD. Así, la cantidad total de entrevistas realizadas fue de siete y se desarrollaron entre enero y junio de 2019.

Considerando las distancias geográficas que me separaban de las protagonistas, las entrevistas se llevaron a cabo a través de videollamadas con una duración de una hora y media cada una aproximadamente. A partir de algunas preguntas disparadoras, las conversaciones se basaron en un diálogo abierto, con escasas pautas, donde las protagonistas desarrollaron respuestas amplias y precisas involucrando a otras activistas, lugares, referencias teóricas y bibliográficas, diversos movimientos sociales y procesos políticos y sociales. Los relatos de las activistas se convirtieron en un insumo central en tanto fueron las propias protagonistas las que enunciaron y reconstruyeron los hechos históricos y los procesos sociales y políticos que las atravesaron (Medina-Martín, 2019).

Junto con la realización de estas entrevistas se analizó documentos escritos basados en las declaraciones y resoluciones de los encuentros de la RMAAD comprendidos entre los años 2006 y 2015, así como también materiales audiovisuales alojados en su página web, en YouTube y en Facebook y otros documentos suministrados por las propias entrevistadas.4 Los documentos escritos alojados en ambas plataformas datan de 2006 en adelante ya que fue en dicho año cuando la RMAAD comenzó a digitalizar sus documentos y desarrollar su página web y de Facebook como una de sus resoluciones aprobada en uno de sus encuentros. Sin embargo, esto no significó una dificultad mayor ya que en muchos de sus escritos se realiza un recorrido histórico desde su nacimiento en 1992 hasta 2006. También es posible encontrar balances sobre las estrategias llevadas a cabo en dichos años, o si fueron cumplidos los objetivos preestablecidos, etcétera, los cuales fueron de gran utilidad para reconstruir los primeros años de la RMAAD.

Por último, destaco que rastrear las raíces histórico-políticas de dicha experiencias es el punto de partida para llevar adelante nuevas enunciaciones y saberes que se orienten hacia una perspectiva crítica y descolonizadora. Recuperando sus experiencias, las cuales en la mayoría de los casos resultan ajenas a las mías, intenté "tender la puente, curar las heridas, escribir desde los (des)encuentros de las experiencias de ser mujeres en América Latina" (Benavídez y Guerra-Pérez 2017, 6).

El feminismo afrodescendiente y sus aportes hacia el enfoque interseccional

La adopción de un enfoque interseccional para el análisis de las múltiples opresiones y sus entrecruzamientos propone abordar y comprender desde una perspectiva multidimensional, crítica, compleja y situada las diversas formas en las que las redes de relaciones de poder se articulan y se co-constituyen. Esto, a su vez, permite indagar no solo las violencias, jerarquizaciones y discriminaciones que estos sistemas de poder reproducen sino que a su vez, contribuye a vislumbrar aquellos privilegios que ubican a ciertos grupos en un lugar de poder y a otros en un lugar de subordinación (Parra y Busquier 2022).

En términos generales, la interseccionalidad (Crenshaw 1989) propone que racismo y sexismo no pueden ser pensados de manera fragmentada debido a que estas son las variables estructurantes de las desigualdades y discriminaciones presentes en la sociedad. Estas variables se fusionan y se co-constituyen como "hechos" biológicos en el entramado social naturalizando y reproduciendo las desigualdades económicas, raciales y de género (Lugones 2008; Stolcke 2000). Clase-raza-género-sexualidad conforman una matriz de dominación donde se produce una clasificación social y se genera una idea particular de lo que es ser "mujer negra" (Hill-Collins 2000).

A su vez, la interseccionalidad también opera como una teoría crítica ante el feminismo blanco y el movimiento afrodescendiente poniendo en evidencia la necesidad de incorporar la variable racial en las luchas feministas y la variable de género en las resistencias antirraciales. Las mujeres negras, a partir de sus experiencias atravesadas por las categorías de raza, género, clase y sexualidad, emplean esa condición de "otredad" como punto de partida para llevar adelante un activismo que cuestione la hegemonía racista, clasista y de género (hooks 2004).

Asimismo, la interseccionalidad permite cuestionar el universal mujer que pondera al punto de vista de un solo grupo de mujeres -blancas, clase media y heterosexuales- como el de todas las mujeres (Viveros-Vigoya 2016). En el contexto latinoamericano y caribeno, no es posible pensar la dominación racial o de género de manera separadas, por el contrario, los diversos sistemas de poder y las interacciones que se producen entre ellos, deben ser contemplados de manera histórica y situada en las prácticas, lo cual permite vislumbrar las imbricaciones de las relaciones sociales. Las miradas universalistas propias del feminismo blanco impiden indagar sobre las intersecciones entre las diversas formas de dominación (Viveros-Vigoya 2016).

El debate central entre el feminismo blanco y las feministas afrodescendientes se basó en discutir la idea de un sujeto "mujer" universal, anclado en un ideal de mujer blanca, de clase media y heterosexual que no representaba a esos "otros" feminismos no blancos. También el foco estuvo puesto en la cuestión de la identidad histórica, esto es, recuperar los procesos que llevaron a la conformación de identidades particulares imbricadas por la esclavitud y el sometimiento, algo que las diferenciaba del feminismo blanco. A tal efecto, entender a las diversas opresiones, identidades y experiencias como parte del mismo entramado social tejido por las categorias de género, raza, clase, heterosexualidad y colonialidad, entre otras, será clave para comprender las luchas llevadas a cabo por las mujeres afrodescendientes (González-Ortuno 2018a). El fin del siglo XX estará marcado por la emergencia de nuevos discursos que cuestionaban el tinte liberal del feminismo y que buscaban incorporar propuestas anti-neoliberales y decoloniales. Así, las categorías de raza y etnicidad, junto con la de heteronormatividad se impusieron en las agendas feministas (Gargallo 2010).

Así pues, el feminismo afrodescendiente se caracteriza por ser un movimiento político, social y cultural impulsado por mujeres africanas, afrodescendientes, afrolatinoamericanas, afrocaribenas y de la Diáspora que busca cuestionar, problematizar y reflexionar sobre las opresiones tanto de género como las raciales, presentes en un contexto enmarcado en el sistema Moderno/Colonial de género (Lugones 2008), es por ello que muchas de sus activistas también se posicionan desde la perspectiva del feminismo decolonial. Asimismo, tiene como principal propuesta política explicar las realidades de las mujeres negras a partir de comprender que existe una articulación entre las categorías de raza, género, clase, sexualidad y colonialidad. Por tanto, la cuestión de la identidad y su recuperación, reapropiación y resignificación, serán fundamentales para llevar a cabo sus luchas. Esta identidad no solo será pensada en términos subjetivos, sino también de manera colectiva recuperando elementos propios de la cultura africana (Curiel 2002).

Otra particularidad para pensar a este movimiento es la cuestión de la diáspora, entendiendo a esta como los múltiples desplazamientos geográficos y la reestructuración de una nueva vida en el exilio, junto con la recuperación de las tradiciones y costumbres ancestrales africanas. Esto sería, según palabras de Lao-Montes (2007), un campo histórico multicentrado y un espacio de identificación, producción cultural y organización política. A su vez, se enmarca en un contexto de procesos histórico-mundiales de dominación, explotación, resistencia y emancipación. En consecuencia, no se puede pensar a la diáspora como algo homogéneo, sino como un entramado de las diversas historias locales que se entrelazan en algunos puntos en común tales como las opresiones y las violencias, junto con semejanzas identitarias, afinidades culturales e iniciativas colectivas de resistencia, acción política y producción intelectual. Es por ello que el autor entiende a la diáspora también como un proyecto descolonizador de liberación que se afirma a partir de dichas prácticas llevadas a cabo por los sujetos, pueblos y movimientos diaspóricos buscando contrarrestar el racismo, la discriminación y la invisibilización (Lao-Montes 2007, 51-55).

Junto con esto, el género se convierte en algo central para entender las múltiples variables que constituyen a los sujetos afrodiaspóricos. Además, cuando se habla de feminismo afrodiaspórico es importante pensar en su carácter heterogéneo, lo cual incluye diversas perspectivas teóricas y analíticas que contienen a mujeres africanas y a mujeres afrodescendientes. Esto permite pensar a este movimiento de manera transnacional buscando formas de dialogar y articular entre las poblaciones africanas y afrodescendientes que habitan en los diferentes espacios geográficos.

Por último, es importante señalar que las contribuciones teóricas de las intelectuales feministas negras que se desarrollaron principalmente a partir de la década del ochenta se sustentan, principalmente, en las experiencias no solo personales sino también colectivas de diversas mujeres afrodescendientes que desde el momento de la esclavitud desarrollaron distintas estrategias emancipadoras que buscaban combatir las opresiones de género y raza (Busquier 2019). Así, sus raíces histórico-políticas pueden encontrarse en, por ejemplo, diversas activistas e intelectuales afrodescendientes de los Estados Unidos como Sojourner Truth y su emblemático discurso emitido en 1852, Anna Julia Cooper, Ida B. Wells y Frances W. E. Harper quienes participaron en los clubes afrofemeninos de finales del siglo XIX o Elise Johnson McDougald quien en sus escritos de principios del siglo XX se refería a las intersecciones producidas entre el género, la raza y la sexualidad (González-Ortuno 2018b, 245-246).

En el contexto latinoamericano y caribeno también se destacan diversas activistas e intelectuales como por ejemplo las brasilenas Thereza Santos, Luiza Bairros y Maria Beatriz do Nascimento y las jamaiquinas Una Marson y Amy Jacques-Garvey. De esta manera, la experiencia de la RMAAD se constituye como uno de los antecedentes histórico-políticos de la perspectiva interseccional en nuestra región. El surgimiento de dicha herramienta y los debates, así como los eventos principales que llevaron a su conformación serán abordados en los siguientes apartados.

Multiculturalismo neoliberal y los feminismos latinoamericanos y caribenos: encuentros, tensiones y diálogos posibles

El inicio del neoliberalismo a finales de la década de 1970 consistió en un proceso de reestructuración e instauración de un nuevo paradigma de desarrollo que intentaba recuperar y redefinir las lógicas impuestas por el régimen económico liberal del siglo XIX. Este nuevo paradigma buscaba contrarrestar la crisis económica y política de los años anteriores a partir de una apertura de los mercados y una readecuación del rol del Estado en las economías nacionales. Esto estuvo acompanado por la creación de nuevas instituciones que regularan el capital a nivel mundial lo que llevó a una: "intensificación de la globalización del capitalismo con vocación de colonizar, mercantilizar y privatizar todas las áreas de la vida, incluyendo los espacios públicos, la producción intelectual, los recursos naturales básicos y la corporalidad humana" (Lao-Montes 2018, 246). Es decir, el neoliberalismo se constituyó como un paradigma de civilización que se basaba en el capitalismo y el mercado como herramientas reguladoras de la sociedad.

En un primer momento, hacia finales de la década de 1970, este nuevo orden económico se apoyó en alianzas entre el capital transnacional y los Estados, buscando generar proyectos de mega-desarrollo rural en territorios poblados históricamente por comunidades afrodescendientes e indígenas, lo que propició expulsiones y desalojos junto con manifestaciones y protestas en contra de ello, generando una combinación de reclamos en relación con el territorio, la identidad, el autogobierno y la problemática medioambiental. Luego, en un segundo momento ubicado hacia principios de la década de 1990, estas instituciones que regulaban el mercado mundial, desarrollaron políticas públicas que buscaban responder a estos reclamos de los movimientos sociales. Esto coincidió con la proliferación de las organizaciones no gubernamentales (ONG) y otros organismos no estatales que impulsaron diversas políticas antirraciales y de género las cuales incidieron en los debates internos de los movimientos sociales y organizaciones (Lao-Montes 2018).

Sumado a ello, hacia fines de la década de 1970 y principios de 1980, algunos países de América Latina y el Caribe, tales como Uruguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Brasil y Argentina, iniciaron procesos de reconstrucción democrática dándole fin a las dictaduras militares. Chile y Paraguay también forman parte de tal proceso de democratización aunque lo iniciaron en la década de 1990. Estos sucesos adquirieron formas diversas, complejas y multidimensionales en cada país, demostrando además que la democracia en esta región se caracteriza por algo inestable y variable (Ansaldi y Giordano 2019). Con dichas reconstrucciones democráticas, y sumado a las exigencias de los colectivos afrodescendientes e indígenas, algunos países de América Latina y El Caribe se vieron obligados a modificar o crear nuevas reglamentaciones que buscaran solucionar el problema de la cuestión racial y el acceso a una ciudadanía plena por parte de dicho colectivo. Tal fue el caso de aquellos países que realizaron reformas constitucionales como Brasil (1988), Colombia (1991), Perú (1992), Argentina (1994), Ecuador (1997) y Venezuela (1999).

Este proceso fue conocido como "giro multicultural" (Agudelo y Lemos-Igreja 2014, 13) o "multiculturalismo neoliberal" (Lao-Montes 2018, 249) donde los países buscaron reducir lo racial a lo meramente cultural y folklórico, minimizando la importancia del racismo como un componente estructural de las sociedades latinoamericanas y caribenas. Por ejemplo, Nicaragua (1987) y Colombia (1991), a partir de sus reformas constitucionales, se declararon como Estados multiétnicos, interculturales y plurinacionales, generando una nueva idea de ciudadanía basada en la diversidad cultural. Sin embargo, se produjo una agudización de las desigualdades sociales debido a las lógicas impuestas por el auge del modelo neoliberal (Curiel 2013).

Al mismo tiempo, hacia fines del siglo XX, los colectivos afrodescendientes comenzaron a conformar sus propias organizaciones ya que durante las décadas anteriores habían participado en partidos políticos, la mayoría de izquierda, donde debían enfrentar situaciones de racismo y discriminación. Así, para finales de los ochenta y principios de la década del noventa, el movimiento afrodescendiente latinoamericano y caribeno se encontraba construyendo sus propias organizaciones de base y comenzando a entablar las primeras articulaciones regionales e internacionales (Agudelo y Lemos-Igreja 2014; Curiel 2007; Lao-Montes 2009).

Por su parte, hacia finales de la década de 1970 y comienzos de 1980, el campo feminista de la región logró instalarse en las agendas políticas y en diversos ámbitos de la sociedad, resignificando su poder de acción política y proponiendo la liberación en todos los ámbitos de la vida social, política y sexual. Entre estas propuestas estuvo la exigencia de libertad sobre los cuerpos de las mujeres. Esto se expresó en reclamos por el acceso al aborto legal y en problemáticas como la maternidad, la liberación sexual, las violencias y abusos sexuales por parte del movimiento feminista en su conjunto. Otra de las particularidades de los feminismos latinoamericanos y caribenos tuvo que ver con poner en tensión todas aquellas violencias que existen como lo "cotidiano", evidenciando la carga política que estas tienen y cómo actúan como base de la dominación social (Carosio 2009). Así, el foco estuvo puesto en una politización de todos los aspectos de la vida que se creían naturalizados y despolitizados, tanto públicos como privados.

En las universidades se produjo una profesionalización del feminismo y los estudios de género con el auge de la perspectiva o enfoque de género y la creación de programas y cátedras instalando la categoría de género junto con la de patriarcado como nuevas herramientas de análisis (Rivera-Berruz 2021; Vargas 2002). De esta manera, la producción de nuevos saberes y la epistemología feminista fueron clave para la construcción de este movimiento que se planteaba en todas las esferas de la sociedad con un discurso propio que visibilizara las problemáticas específicas que debían enfrentar las mujeres.

En esos años, además, hubo una masificación de las ideas feministas presentes en revistas y periódicos, junto con organizaciones y colectivos de mujeres estructurados en diversos tipos de encuentros y congresos locales y regionales. Así, los feminismos de la región se estructuraron a partir de encuentros denominados "Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe" (EFLAC) los cuales comenzaron en 1981 realizándose cada dos años. Luego, a partir de 1993 su celebración fue cada tres años.

En el I EFLAC celebrado en Bogotá (Colombia) en 1981 participaron 189 mujeres y diversas agrupaciones poniendo en evidencia la heterogeneidad y pluralidad del movimiento, junto con tensiones y debates, lo que llevó a que en 1983, en el II EFLAC celebrado en Lima (Perú), se plantearan diversos asuntos que perdurarán en los encuentros siguientes tales como la relación entre capitalismo y patriarcado, la subjetividad y el cuerpo, la violencia sexual, entre otros. A su vez, tanto las lesbianas como las mujeres negras e indígenas, manifestaron la necesidad de abordar las problemáticas específicas que atravesaban sus realidades ya que no habían sido contempladas en los debates de dicho encuentro (Revilla-Blanco 2019). Estos cuestionamientos podrían marcarse como uno de los antecedentes de la RMAAD y de la necesidad de construir una herramienta de articulación regional específica para las mujeres afrodescendientes.

Luego, en 1985, en el III EFLAC donde participaron alrededor de 800 mujeres se discutió sobre la idea de "los feminismos" incluyendo al lesbianismo como una identidad posible y una problemática a abordar desde el movimiento feminista. También se conformó un equipo de mujeres negras interregional que trabajaría puntualmente en la organización de un primer encuentro para las mujeres afro-descendientes de todo el continente. Sin embargo, según Revilla-Blanco (2019) el EFLAC seguía contando con, al menos, dos limitaciones que impedían una participación realmente heterogénea y plural. Estas tenían que ver con, por un lado, el costo económico que implicaba la inscripción al evento y los gastos de traslado y hospedaje para sus participantes. Por el otro, el idioma oficial utilizado era el español, lo cual limitaba la participación de quienes provenían de Brasil, de algunas islas del Caribe y de mujeres indígenas que empleaban sus lenguas originarias.

Al año siguiente, en 1986, se llevó a cabo en Cuba el III Encuentro del Frente Continental de Mujeres, el cual reunió a mujeres de todo el mundo y donde también se propuso la idea de construir una herramienta que tuviese como principal objetivo enfrentar las opresiones de género y de raza de manera regional.5 Una de las entrevistadas que participó en dicho proceso recordaba que: "Yo creo que Sergia Galván es clave en este proceso, empezó a encontrarse con algunas companeras en Cuba que empiezan a hablar sobre la necesidad de hacer un primer encuentro".6 Es por ello que Sergia Galván, activista afrodescendiente proveniente de República Dominicana, es considerada como una de las fundadoras de la RMAAD y quien desempenó la función de ser la primera coordinadora general. En una conferencia brindada por ella en el 2015 y recuperada por uno de los documentos de la RMAAD exponía:

En nuestra región, desde mediados de los años setenta se empezó a abordar el tema de la discriminación particular de las mujeres afrodescendientes o mujeres negras, sobre todo a partir de las reflexiones y cuestionamientos impulsados por las mujeres negras al interior de las organizaciones afro y de las organizaciones feministas [...]. Los encuentros feministas fueron escenarios muy importantes desde donde un pequeno grupo de mujeres empezaron a hablar de las múltiples discriminaciones (RMAAD 2015, 13).

En ese mismo momento algunas activistas afrodescendientes comenzaron a reunirse por fuera de los espacios propuestos por el EFLAC para debatir sobre cuestiones relacionadas con el racismo y el sexismo y otros asuntos vinculados a las mujeres negras. En República Dominicana, la Casa por la Identidad de las Mujeres Afro, colectivo que buscaba enfrentar al racismo y al sexismo, fue uno de estos espacios de reflexión. Allí participaron diversas activistas afrodescendientes, quienes se preguntaban sobre las problemáticas particulares que las atravesaban como mujeres negras. Por otro lado, también emprendieron un importante trabajo de visibilización de las realidades de las mujeres negras y la cuestión racial que atravesaba de manera general al país por esos años:

Tratábamos de ver el tema de la mujer [...] el problema que teníamos como mujeres negras, afro, pobres y como mujer. La triple explotación. Entonces a partir de esos elementos nosotras iniciamos todo el proceso de trabajo en Identidad, todo nos llevó varios años y con altas y bajas, con varios programas educativos tratando de visibilizar el tema del racismo porque encima de que en República Dominicana hay un problema de racismo, no se reconoce.7

Luego, en 1990, en el V EFLAC celebrado en Argentina, se creó un comité encargado de llevar adelante la realización de una herramienta de articulación regional el cual estaba integrado por representantes de Brasil, República Dominicana, Haití y Uruguay. Dentro de sus primeras tareas, este comité organizó al siguiente año, en Uruguay, la primera reunión de coordinación para gestionar el I Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y El Caribe que se celebraría el 25 de julio de 1992 en República Dominicana, donde finalmente nació la RMAAD.

Al igual que República Dominicana, Uruguay también jugó un papel protagónico en dicho proceso debido a que militantes de Mundo Afro, organización mixta que luchaba contra el racismo, habían participado del V EFLAC y, a raíz de eso, decidieron alejarse de la organización mixta para dedicarse exclusivamente a la militancia feminista.

Al mismo tiempo, es importante señalar que este primer encuentro realizado el 25 de julio de 1992 coincidió con un evento fundamental que también contribuyó a la conformación de la RMAAD. Este acontecimiento tiene que ver con el aniversario de los 500 años de la conquista europea en América Latina y El Caribe y los festejos y celebraciones llevados a cabo durante todo el año por los diversos países de América Latina y el Caribe, lo que generó que los pueblos indígenas y afrodescendientes se manifestaran cuestionando dicho discurso celebratorio del inicio de la "civilización".

El origen de la RMAAD, fundada en 1992 en República Dominicana, se ubica principalmente respecto de este evento junto con el auge de las organizaciones de mujeres negras que impusieron la cuestión racial dentro de los feminismos y la problemática de género en los colectivos afrodescendientes. En la conversación con una de las protagonistas, describía dicho evento de la siguiente manera:

[...] el I Encuentro de Mujeres Negras que se organizó en 1992 a propósito de lo que fue la celebración del famoso "5to Centenario" por parte de los Estados y la iglesia católica, fue un momento para mí muy importante porque este encuentro permitió y dio lugar precisamente a lo que fue la Red de mujeres afrolatinas, afrocaribenas y de la diáspora [...]. Yo creo que es fundamental entender por qué ese encuentro en ese momento y era precisamente porque estaban sucediendo una serie de movilizaciones por parte de diferentes grupos, tanto afrodescendientes como indígenas, cuestionando la lógica de la celebración de los 500 años.8

Quijano explica que a partir de la llegada de los europeos a América en 1492 y durante los siglos XV y XIX, se impuso un nuevo régimen de organización política, económica y social basado en la conquista de los territorios y la dominación de sus habitantes. En los inicios, las poblaciones originarias habían sido tratadas como esclavas aunque la corona española se vio obligada a revertir esto buscando evitar su total exterminio, lo que llevó a reducirlas a un estado de servidumbre. Por el contrario, las poblaciones africanas traídas a partir del siglo XVI a América Latina y el Caribe sí cumplieron la función de mano de obra esclavizada (2016, 220-222).

En sus comienzos, el tráfico de esclavos africanos estuvo a cargo de Portugal y Espana y, a partir del siglo XVII, países como Gran Bretana, Francia y Holanda también comenzaron a participar del comercio de mano de obra esclava, lo que llevó a que en el siglo XVIII esta práctica alcanzara su máximo nivel de actividad (Ferreira y Seijas 2018, 46-47). Fue recién en el siglo XIX cuando algunos países como Inglaterra (1807), Espana (1817) y Portugal (1836) comenzaron a declarar la abolición de la esclavitud producto de las revueltas esclavas desatadas en el continente latinoamericano y caribeno y de la presión ejercida por los movimientos abolicionistas, aunque eso no significó el fin total de la esclavitud ya que continuó en algunas regiones como Cuba y Puerto Rico que finalmente obtuvieron su abolición en 1886 y en 1873 respectivamente (Ferreira y Seijas 2018, 56-57). Estados Unidos fue otro de los países que puso fin al sistema esclavista en 1865 luego de la guerra de Secesión.

De esta manera, el sistema colonial mundial instalado desde el siglo XV se constituyó sobre la idea de raza, produciendo otras identidades y generando nuevas lógicas para las relaciones sociales, es decir, se originó una nueva clasificación social de la población no-europea: a la diversidad de los pueblos originarios preexistentes a la conquista se la redujo a la categorización de "indios" y a los esclavos africanos se las ubicó bajo la de "negros", anulando toda identidad y pluralidad previas a la colonia. Así, la división social racial funcionó, por un lado, como un elemento legitimador de la dominación impuesta por el régimen colonial y, por el otro, como organizador de una división del trabajo a nivel mundial estructurada bajo las lógicas del capitalismo (Quijano 2016, 223).

La colonización también consistió en erradicar las diversas formas de ver el mundo e imponer una sola como hegemónica, eliminando otras miradas pertenecientes al pasado de la ciencia moderna. Castro-Gómez se refiere a esto como la "hybris del punto cero" el cual consistió en establecer jerarquías epistemológicas que enuncian dicotomías como lo tradicional/moderno, barbarie/civilización, comunidad/individuo, individual/universal y Oriente/Occidente (2017, 111). A partir de la etapa colonial, entonces, estas nuevas identidades raciales se establecieron como lo negativo, lo inferior y lo proveniente del pasado. Europa, por el contrario, se impuso como el progreso y la modernidad, pensamiento que luego en el siglo XVIII se instauró como el eurocentrismo. Junto con ello, la imposición religiosa e ideológica por parte de la iglesia católica fue otro de los elementos constitutivos de este régimen el cual instaló por medio de la coerción un nuevo sistema de creencias. Así pues, no solo sirvió para definir una nueva identidad europea, blanca y católica, sino que también fue fundante de un nuevo continente: América y sus poblaciones como "pueblos colonizados", borrando sus elementos identitarios, subjetivos, culturales, religiosos y económicos.

Entonces, las celebraciones llevadas a cabo por los gobiernos de la región para festejar los 500 anos del inicio de la "civilización" marcaron un punto de inflexión en los colectivos indígenas y afrodescendientes en general y en el feminismo afrolatinoamericano y caribeno en particular. Esto permitió la emergencia de dichos colectivos en términos políticos y la puesta en práctica de una articulación entre ellos, generando una herramienta de intervención y acción social y política. Lo que se expresó, por ejemplo, en la conformación de la campana "500 anos de Resistencia Indígena, Negra y Popular" y en la idea de que la instalación del régimen colonial significó un genocidio tanto para los pueblos indígenas como para los afrodescendientes. Ante esto, la activista agregaba:

Yo creo que eso es muy importante, no solo para entender la Red, sino también para entender, inclusive, las propuestas decoloniales y el multiculturalismo posterior a eso [...] se empieza a decir que lo que sucedió con la población afrodescendiente e indígena fue un genocidio, es la primera vez que se coloca ese concepto en términos políticos, por tanto no podemos celebrar. Eso permitió muchísimas movilizaciones a nivel continental, tanto así que se articuló una campana continental que se llamó la campana de Resistencia Negra, Indígena y Popular. Ahí estaba el tema racial, étnico y también el tema de clase.9

En este punto es importante señalar que adoptar un enfoque multidimensional para entender las particularidades de la región latinoamericana y caribena la cual se encuentra atravesada por las múltiples opresiones como el género, la raza y la clase implica, también, llevar a cabo una interseccionalidad política en el marco de los activismos. Es decir, la posibilidad de establecer alianzas, encuentros y diálogos entre los diferentes movimientos sociales y sus luchas. Tal es el caso de dicha campana que anudó diversos tipos de reclamos y reivindicaciones contemplando la cuestión racial y étnica, la pertenencia de clase, lo cultural, etcétera.

Este contexto propició la realización del I Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y el Caribe, evento que tuvo como consecuencia principal la puesta en marcha de la RMAAD. Los objetivos propuestos en este encuentro buscaban, entre otras cosas, visibilizar y denunciar los diversos tipos de violencias y discriminaciones que enfrentaban las mujeres negras entendiendo al racismo desde una perspectiva de género y viceversa. Además, se buscaba fomentar la participación política de dichas mujeres y se estableció al 25 de julio como el Día Internacional de las Mujeres Afrolatinas y Afrocaribenas. Concretamente estos objetivos enunciaban:

1. Trabajar conjuntamente para mejorar las condiciones de vida de las mujeres negras; 2. Combatir las ideas negativas (prejuicios y estereotipos) que se vinculan sobre la mujer negra; 3. Denunciar todo tipo de discriminación contra las mujeres negras; 4. Promover la participación de las mujeres negras en los diferentes espacios políticos y de decisión; 5. Trabajar la problemática del racismo desde una perspectiva de género; 6. Promover la comunicación, intercambio de experiencias, solidaridad y destreza con otras organizaciones [...] (RMAAD 2012, 9-10).

De esta manera, la puesta en marcha de una herramienta de articulación como la RMAAD permitía llevar adelante un espacio de encuentro y de diálogo para las mujeres negras que les permitiera construir agendas, reclamos y reivindicaciones con base en las particularidades que las atravesaban en tanto mujeres, negras, lesbianas, migrantes, pobres. Particularidades que hasta el momento no eran contempladas dentro de las propuestas generales ofrecidas por el feminismo amplio o por el movimiento afrodescendiente.

A su vez, este espacio de articulación motivaba la construcción de una identidad, tanto individual como colectiva, que promovía la visibilización de sus problemáticas y la posibilidad de reclamar la aplicación de políticas públicas específicas hacia los diversos países de la región. En este marco, en el siguiente apartado, se explicará con mayor detalle lo referido al I Encuentro, el nacimiento de la RMAAD y las primeras definiciones y objetivos propuestos las cuales buscaran combatir las violencias y discriminaciones producidas por las múltiples opresiones y sus entrecruzamientos.

Los inicios de la RMAAD: apuntalando los primeros vínculos y definiciones políticas

Tanto la celebración del I Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y el Caribe como la emergencia de la RMAAD, se enmarcaron en un proceso de mayor envergadura donde otras organizaciones de mujeres afrodescendientes también impulsaron la conformación de redes, colocando en la agenda de los debates feministas la cuestión del racismo y permitiendo que el movimiento afianzara un liderazgo colectivo y una identidad política propia (Lao-Montes 2009). En este punto, es importante señalar que en un documento conceptual desarrollado por la RMAAD en el 2010 caracterizaba a la raza como una construcción social cuya funcionalidad tenía que ver con establecer categorías sociales, lo que llevaría al racismo y a la discriminación. Así lo explicaba: "Es una construcción social ya que se usa para fines de establecer categorías entre los seres humanos; de ahí pasamos al concepto racismo cuando esas categorías implican la creencia de que unos seres humanos son superiores a otros o valen más" (RMAAD y CEPAL 2010, 5). La RMAAD entendía que las realidades de las mujeres negras estaban atravesadas por distintos tipos de violencias, discriminaciones y desigualdades, lo que la llevaba a posicionarse desde una perspectiva interseccional.

Dicha perspectiva interseccional puede verse en las iniciativas políticas y declaraciones impulsadas por la RMAAD, las cuales permiten observar cuál fue su lectura ante el lugar que debían ocupar las mujeres negras en el contexto latinoamericano y caribeno. Ya desde sus comienzos, en el I Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y el Caribe celebrado en 1992, se concluyó que tanto el racismo como el sexismo determinaban el lugar que las mujeres afrodescendientes ocupaban en la sociedad lo cual, a su vez, se veía reflejado en diversos ámbitos como el trabajo, la salud, la educación y la vivienda. A partir de ello, la creación de una herramienta como la RMAAD contribuía a fortalecer y acompanar las luchas de las mujeres negras. Una de las protagonistas lo explicaba de la siguiente manera:

El racismo y el sexismo determinaban que las mujeres afro estuvieran en la pirámide social, en el escalón más bajo, que la situación era muy grave, que los indicadores mostraban que había un déficit muy importante en términos de trabajo, de salud, de educación, que las mujeres afro ocupaban las periferias de las ciudades, que de alguna manera la situación social y económica a la que estábamos insertas éramos reproductoras de pobreza y de exclusión social, por lo cual nuestros reclamos tenían que ver también con generar acciones y políticas que fortalecieran y empoderaran los procesos de las mujeres afro.10

La construcción de esta herramienta regional significaba un reencuentro entre las mujeres negras latinoamericanas y caribenas, potenciando los vínculos preexistentes entre los diferentes movimientos locales y generando nuevos espacios de diálogo y encuentro que permitieran llevar adelante una práctica política concreta contra el entramado de opresiones. Así lo recordaba una de las activistas involucrada:

Llegamos a Santo Domingo y fuimos partícipes de uno de los procesos que para mí fue determinante en mi vida, porque bueno, llegar a ese I Encuentro de Mujeres Afrolatinas y Afrocaribenas, era como decimos nosotras siempre: era como el gran encuentro de las mujeres afro luego de 500 años de esclavitud.11

A su vez, en República Dominicana, además de La Casa por la Identidad de las Mujeres Afro, otras organizaciones de mujeres negras participaron en dicho proceso, entre ellas se destaca el Movimiento de Mujeres Dominico-haitianas, permitiendo ese reencuentro al que se refería la activista antes citada. Otra de las entrevistadas lo relataba de la siguiente manera:

Nosotras como movimiento de mujeres y en contacto con otras organizaciones de mujeres negras en diferentes países, se gestó el encuentro y fruto de ese encuentro es donde surge, donde decidimos dentro de las discusiones y todas las condiciones que se dieron, de hacer la Red de Mujeres Negras.12

Este primer encuentro contó con la participación de 300 mujeres provenientes de 32 países de la región, algunas con cierta trayectoria militante organizadas en agrupaciones y movimientos sociales y otras comenzaban a dar sus primeros pasos en el activismo. Las tradiciones de quienes asistieron eran muy diversas y variadas: algunas provenían de la militancia feminista y otras de los movimientos antirracistas. También hubo una amplia diversidad en cuanto a las identidades sexo-genéricas, culturales, religiosas e ideológicas (RMAAD 2012, 8-9). De esta manera, la celebración del I Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y el Caribe y la puesta en marcha de la RMAAD, dio inicio a un proceso de encuentro, emergencia y construcción de un movimiento de mujeres negras en varios países de América Latina y el Caribe como Uruguay y República Dominicana. Así, es su página web, la RMAAD se presenta de la siguiente manera:

Esta Red surgió como parte del cuestionamiento y la ausencia de las mujeres afrodescendientes al interior del movimiento de mujeres y feministas, en los que había falta de comprensión de la diversidad, incluyendo la diversidad racial al interior de los movimientos [...]. Como un espacio de articulación de movimientos de mujeres negras de América Latina y el Caribe; instrumento político de reflexión, intercambio, denuncia y propuesta para el desarrollo de las mujeres afrodescendientes.13

La RMAAD no solo funcionaba como un espacio de encuentro entre dichas mujeres, sino también como un medio para visibilizar y ubicar en las agendas estatales las problemáticas que debían enfrentar en tanto mujeres y negras. Así, este encuentro y la consecuente conformación de la RMAAD, funcionó para fortalecer una identidad política común y una estrategia coalicional (Lugones 2008). En dicho encuentro, la prioridad fue realizar un análisis de la situación de las mujeres afrodescendientes para luego llevar adelante un proyecto de visibilización de dichas realidades atravesadas por el racismo y el sexismo. Una de las activistas se refería a este encuentro de la siguiente manera:

El encuentro tuvo como prioridad diagnosticar un poquito la situación de las mujeres negras y visibilizar eso, y es por eso que la propuesta de la Red, que es una propuesta que surge como producto de ese encuentro, surge como necesidad de articular políticamente a nivel de la región, diferentes companeras que estábamos luchando contra el racismo y el sexismo.14

En ese sentido, las líneas estratégicas que se propusieron en el primer encuentro tuvieron que ver con sostener de manera periódica el contacto entre los diversos países, llevar adelante investigaciones sobre la situación particular de las personas afrodescendientes en sus contextos locales, exigir a los gobiernos la aplicación de leyes y políticas públicas específicas para las mujeres afrodescendientes, establecer vínculos con otras organizaciones y colectivos y llevar adelante estrategias de visibilización como marchas, conferencias, coloquios, conmemoraciones, etcétera. Estas líneas estratégicas puntualmente expresaban:

1. Realizar reuniones y encuentros periódicos a nivel nacional, subregional y regional. 2. Promover una ley antidiscriminación en todos los países del continente. 3. Divulgar las conclusiones del I Encuentro de Mujeres Negras y llevarlas hacia otras organizaciones para que incluyan esta problemática en sus agendas. 4. Promover investigaciones sobre la cultura afro-latina y afro-caribena en todos sus aspectos. 5. Gestionar recursos económicos. 6. Realizar marchas, conferencias, peticiones cabildos, coloquios y conmemoraciones. 7. Conmemorar el 25 de julio de cada ano como el día internacional de las mujeres afro-latinas/caribenas. 8. Promover la inserción de la problemática de las mujeres negras en el movimiento feminista y de mujeres, y en todas las organizaciones afines (RMAAD 2012, 11).

Además de estos planteamientos, y considerando algunas falencias en cuanto a los vínculos entre las organizaciones preexistentes, se propuso fomentar los diálogos locales a partir de encuentros y redes nacionales, buscando una mayor incidencia política en sus países. Así lo explicaban en una de las entrevistas:

Veníamos con mandatos de hacer nuestras propias redes nacionales, de generar una estructura de articulación a nivel de nuestros países, de conjuntarnos con otras mujeres negras y generar espacios comunes de combate, de lucha y de construcción de políticas.15

Es decir, por un lado, se intensificó y reforzó la comunicación entre los grupos de mujeres afrodescendientes que pertenecían al mismo país y, por el otro, se fomentó la creación de nuevos encuentros, redes nacionales y organizaciones locales:

Cuando se conforma la Red, nos damos cuenta que se inicia ese proceso de comunicación con otros grupos de mujeres, con otras redes, con otros grupos de organizaciones de mujeres a través de las redes, el abanico se amplía, de posibilidades y de experiencias. Entonces trabajamos por eso, para fortalecerla.16

Otra herramienta que se generó intentando solucionar los problemas relacionados con la comunicación entre las diversas organizaciones y activistas de la Red fue la distribución de un boletín informativo que alcanzaba a varios países, lo que permitió una comunicación interna más fluida y la visibilización de la RMAAD como una herramienta política regional: "los contenidos de ese boletín eran fundamentalmente dar a conocer lo que las mujeres estaban haciendo en diferentes países: Uruguay, Cuba, Brasil, etc. y eso empezó a articularnos un poquito más".17

Sobre este punto, en un documento de evaluación interna producido en 2012, refiriéndose al periodo comprendido entre 1992 y 1996 la RMAAD concluía haber sostenido la comunicación entre los diversos grupos de los distintos países a través de un boletín que se enviaba por correo postal. También afirma haber tenido una comunicación fluida con las islas del Caribe a pesar de los diferentes idiomas. En relación con los países del sur como Venezuela, Colombia, Uruguay y Brasil el informe afirma haber tenido una conversación un tanto más esporádica debido a la experiencia política con la que contaban dichos países para la construcción política. Puntualmente el documento de evaluación expone:

1. Se mantuvo comunicación con los grupos de los países a través de un boletín que se enviaba por correo postal. 2. Se mantuvo comunicación fluida con algunas islas del Caribe hispanoparlantes, angloparlantes y francófono así como con algunos países de Centroamérica como Costa Rica, Nicaragua y Honduras por la facilidad del idioma y la cercanía. 3. En el Sur se logró mantener una comunicación más esporádica con Venezuela, Colombia, Uruguay y Brasil debido a que integrantes de esos países fueron propulsoras de la RMAAD desde sus inicios y contaban con mayor experiencia política. Se mantuvo comunicación constante con mujeres latinas residentes en Estados Unidos (RMAAD 2012, 12).

En esta primera etapa de la RMAAD su sede estuvo ubicada en República Dominicana, a cargo de Sergia Galván como la coordinadora general. Debido a su protagonismo en los eventos previos que llevaron a la creación de esta herramienta regional es considerada una de las fundadoras de la Red. Además, otras de las protagonistas impulsoras de este espacio fueron: Ochy Curiel, Bienvenida Mendoza, Mónica Santana, Claudia Valdez y Sonia Pierre de República Dominicana; Beatriz Ramírez, Elizabeth Suarez y Chabela Ramírez de Uruguay; Jurema Werneck de Brasil; Carmen Platero, Miriam Gómez y Lucía Molina de Argentina; Dorotea Wilson de Nicaragua; y Epsy Campbell de Costa Rica; entre otras.

Si bien en este primer periodo la RMAAD contaba con la participación de aproximadamente 30 países, existían algunos matices en cuanto al grado de intervención de cada uno. Esto se debía tanto a la trayectoria política de las lideresas que provenían de esos países como a la concentración de población afrodescendiente y el grado de organización política de los colectivos afrodescendientes de cada país. Así, países como Brasil, Colombia, Venezuela, Uruguay, Costa Rica, República Dominicana, Nicaragua y Honduras, principalmente, fueron los que tuvieron una mayor presencia en esta primera etapa de conformación de la RMAAD.

A partir de lo desarrollado anteriormente puede afirmarse que la RMAAD se definía como un espacio de articulación que buscaba enfrentar las opresiones producidas por el racismo, el sexismo, la pobreza y la sexualidad exigiendo a los Estados y a los movimientos sociales de la región que incorporasen en sus perspectivas y en sus agendas una mirada hacia las intersecciones que se producían entre las diversas opresiones y cómo estas se articulaban generando desigualdades y discriminaciones hacia las mujeres negras.

A su vez, entendía que las causas de dichas desigualdades eran históricas y provenían de una estructura socioeconómica que atravesaba a toda la región latinoamericana y caribena, lo que producía una distribución desigual de las riquezas y la violación de los derechos humanos básicos como el acceso a la salud, la educación y la vivienda. Asimismo, es importante señalar que si bien la RMAAD permitió la consolidación de una identidad colectiva como mujeres negras, ello no impidió que emergieran en su interior algunos posicionamientos disidentes los cuales pueden ser leídos como parte de las pluralidades y heterogeneidades propias que atraviesan al colectivo de mujeres afrodescendientes.

El activismo de la RMAAD debe ser enmarcado en un contexto regional que, según Carosio (2020), se encuentra atravesado por las violencias hacia las mujeres y la relevancia que cobró dicha consigna en todo el territorio en tanto comenzaron a visibilizarse y expresarse con más fuerza. Sin embargo, esto no puede ser pensado sin considerar que estas violencias no afectan a los sujetos por igual. Así, las violencias de género, femicidios y abusos estarán atravesadas por las variables de clase, edad, género, raza, sexualidad y colonialidad.

A su vez, los feminismos locales cuestionan las bases de las democracias del siglo XXI, sobre todo quiénes ocupan los espacios políticos y de liderazgo. Si bien con la institucionalización del feminismo algunas mujeres lograron ocupar puestos políticos y administrativos en el Estado, en esta nueva época se busca una mayor igualdad e inclusión ampliando los limites de la democracia, sobre todo presentándose como una resistencia a la oleada de gobiernos restauradores conservadores que surgieron en los anos recientes. Por último, los feminismos se proponen una feminización de la política, es decir, no solo ocupar puestos de participación y toma de decisiones, sino también llevar los debates feministas a todos los espacios políticos y de poder para cuestionar las tareas de cuidado, los vínculos sexo-afectivos y la educación, entre otros.

Conclusiones

A lo largo de este escrito, el cual se propuso reconstruir los principales eventos, debates y acontecimientos que propiciaron el surgimiento de la RMAAD en 1992, se analizó cómo en un contexto atravesado por el neoliberalismo y la globalización, las reformas constitucionales y la "celebración" del aniversario de los 500 anos de la conquista por parte de Europa en América Latina y el Caribe, los diversos movimientos sociales resignificaron sus herramientas de intervención política lo que llevó a la conformación de redes de articulación, siendo una de estas la RMAAD. La reconstrucción del surgimiento de la RMAAD permitió indagar en profundidad cuáles fueron las características particulares de su emergencia y cómo estas se articulaban con la situación por la que atravesaban los movimientos sociales en nuestra región. Así, las iniciativas impulsadas por la RMAAD en sus primeros anos de existencia se enmarcaron bajo una mirada interseccional en tanto entendía que las realidades de las mujeres afrolatinoamericanas, afrocaribenas y de la Diáspora no podrían ser pensadas al margen de las intersecciones que se producen entre las discriminaciones y violencias generadas por el racismo, el sexismo, la pobreza y la sexualidad principalmente.

Junto con ello, la realización del I Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y El Caribe y la conformación de la RMAAD en 1992 enmarcados en el contexto del multiculturalismo neoliberal y la celebración de los 500 anos de la invasión europea por parte de los países locales, puede ser pensada como una herramienta política contundente hacia la erradicación de las violencias y discriminaciones raciales y de género. A su vez, la conformación de esta herramienta también permitió llevar adelante reclamos hacia los países de la región con el objetivo de aplicar políticas públicas específicas que buscaran contrarrestar dichas desigualdades. Por último, el encuentro y las luchas conjuntas con otros movimientos sociales como el afrodescendiente, el indígena y el feminismo, fueron claves a la hora de llevar adelante estos reclamos y reivindicaciones. Este último punto, es decir, las articulaciones impulsadas por la RMAAD con otros colectivos y movimientos sociales, se constituye como una futura línea de indagación.

Sobre los objetivos y propuestas más recientes, la RMAAD se propone fundamentalmente continuar aportando a la construcción de un gran movimiento de mujeres afrolatinoamericanas, afrocaribenas y de la diáspora, partiendo desde una perspectiva racial y de género. Segundo, visibilizar las realidades de dichas mujeres atravesadas por la discriminación y la violación de los derechos humanos en los ámbitos socioeconómicos, políticos y culturales. Tercero, participar en espacios gubernamentales y estatales con el fin de formular e implementar políticas públicas que busquen el reconocimiento y el respeto de las identidades raciales y de género, junto con sus problemáticas específicas las cuales tienen que ver con la pobreza, la discriminación, la violencia de género y el VIH-SIDA. Por último, generar espacios de reflexión y formación teórica que promuevan la participación de las jóvenes de la RMAAD buscando que las problemáticas de las juventudes atraviesen todas las políticas y estrategias de la Red.18 Indagar sobre los desafíos actuales de la RMAAD, en un contexto atravesado por una pandemia producto del COVID-19 y sus consecuencias que impactan de manera particular en las realidades de las mujeres afrodescendientes de la región, será una de las principales motivaciones para próximas investigaciones.

A modo de cierre, resulta interesante destacar la relevancia que adquieren los estudios que apuntan a recuperar y reconstruir las experiencias de lucha y resistencia que históricamente las mujeres afrodescendientes han protagonizado en nuestra región. Experiencias que debido a la instalación del régimen colonial fueron silenciados, borrados e invisibilizados como correlato de la imposición de un saber eurocéntrico occidental moderno. Los cuestionamientos hacia la expansión de un sujeto mujer universal que entiende a la experiencia de un solo grupo -blancas, clase media y heterosexuales- como el de todas-las-mujeres resulta clave a la hora de considerar los aportes políticos y epistemológicos presentes en la práctica política de dichas mujeres a lo largo de nuestra historia.

Más recientemente, experiencias como la de la RMAAD, permiten poner en cuestión aquellas formulaciones que entienden a las violencias y discriminaciones de una manera aislada y estanca. Por el contrario, reconocer la existencia de las múltiples experiencias, opresiones y privilegios que atraviesan los sujetos habilita hacia la construcción de saberes críticos y situados que confronten los análisis totalizadores y universalizantes. Recuperar las prácticas políticas de los movimientos sociales de nuestra región, en particular de los feminismos negros, para la construcción de nuevas epistemologías no eurocéntricas podrá ser pensada como una herramienta emancipadora y decolonial que pretenda potenciar aquellas experiencias ubicadas históricamente desde los márgenes.

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1Si bien la categoria "diáspora" fue incorporada a partir de 2006 en el III Encuentro de Mujeres Negras de América Latina y el Caribe como parte del nombre de la organización, elijo denominarla de esta manera ya que es la forma empleada en la actualidad.

2Cabe destacar que este artículo se enmarca dentro de una investigación mayor en la que se reconstruyó la trayectoria política de la RMAAD desde sus orígenes hasta la actualidad, junto con sus definiciones políticas y líneas estratégicas más importantes. Este artículo se centra puntualmente en los primeros años de existencia analizando las definiciones y objetivos propuestos en esta primera etapa. Asimismo es importante destacar que en publicaciones anteriores (Busquier 2018) dicha investigación se encontraba en una instancia preliminar, por lo que en este escrito serán resignificadas, reformuladas y problematizadas algunas de las reflexiones anteriormente socializadas a partir de los nuevos resultados y alcances que este artículo ofrece.

3En este artículo serán resguardadas las identidades de las activistas entrevistadas.

5Consultar la página web: http://www.mujeresafro.org/

6Activista N° 1, entrevistada por la autora, 17 de enero de 2019.

7Activista N° 2, entrevistada por la autora, 3 de mayo de 2019.

8Activista N° 1, entrevistada por la autora, 17 de enero de 2019.

9Activista N° 1, entrevistado por la autora, 17 de enero de 2019.

10Activista N° 3, entrevistada por la autora, 2 de mayo de 2019.

11Activista N° 3, entrevistada por la autora, 2 de mayo de 2019.

12Activista N° 2, entrevistada por la autora, 3 de mayo de 2019.

13Consultar en: http://www.mujeresafro.org/

14Activista N° 1, entrevistada por la autora, 17 de enero de 2019.

15Activista N° 3, entrevistada por la autora, 5 de mayo de 2019.

16Activista N° 2, entrevistada por la autora, 3 de mayo de 2019.

17Activista N° 1, entrevistada por la autora, 17 de enero de 2019.

Cómo citar este artículo/ How to cite this article: Busquier, Lucia. 2022. "Luchas y resistências en la historia redente protagonizadas por mujeres afrodescendientes: Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribenas y de la Diáspora en 1992". HiSTOReLo. Revista de Historia Regional y Local 14 (31): 56-92. https://doi.org/10.15446/historelo.v14n31.96046

Recibido: 25 de Mayo de 2021; Aprobado: 14 de Octubre de 2021

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