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Revista CES Derecho

On-line version ISSN 2145-7719

rev.ces derecho vol.6 no.2 Medellín July/Dec. 2015

 

Los conceptos modernos de revolución y progreso
Apuntes para el análisis filosófico-histórico del contexto colombiano de siglo XX: La revolución en marcha (1934-1938)
*

Modern concepts of revolution and progress
Notes for philosophical - historical analysis of the Colombian context twentieth century: the revolution in progress (1934-1938)

Paola Cristina Sánchez Pérez **

*Este Artículo de Reflexión que se presenta como un avance de la investigación Aproximaciones desde la filosofía de la historia a los conceptos modernos de Progreso y Revolución en un estudio de caso: el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo (Colombia 1934-1938), del grupo de Investigación Filosofía Política de la Universidad de Antioquia, aprobada por la convocatoria «Fondos para apoyar trabajos de grado y pequeños proyectos de investigación de 2014-1», de la Vicerrectoría de investigación universitaria-CODI, de la Universidad de Antioquia, iniciada con el acta 06 de 2014; asesorada por el profesor del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia y miembro del grupo de investigación Filosofía Política, Luis Felipe Piedrahíta Restrepo.
**Licenciada Filósofa de la Universidad de Antioquia y miembro del grupo de investigación Filosofía Política de la misma universidad. Correo electrónico: paola0522@gmail.com

Fecha de recepción: 3 de septiembre de 2015, Fecha de revisión: 1 de octubre de 2015, Fecha de aprobación: 24 de noviembre de 2015

Forma de citar: Sánchez, P. (2015). Los Conceptos Modernos de Revolución y Progreso.Rev. CES Derecho, 6 (2), 121-132.

 


Resumen

Los acontecimientos y los conceptos con que ellos son nombrados son elementos de la historia. A partir de la modernidad puede verse cómo ambos elementos coexisten en ella recíprocamente, pues, por un lado, los hombres utilizan los conceptos que poseen en su bagaje lingüístico para nombrar acciones, experiencias y deseos; y, por otro, los conceptos amplían su contenido semántico cuando en este proceso de articulación lingüística son usados para nombrar acciones humanas cargadas con sentido novedoso: nunca antes pensadas ni hechas, así que el concepto que las nombra se amplía para abarcar lo novedoso. Se deduce que los conceptos tienen historia y revisar dicha historia permite comprender cómo los conceptos se acoplan y son usados para nombrar y narrar determinados acontecimientos y momentos históricos. Por ejemplo, analizar los conceptos de Revolución y Progreso, y extraer apuntes que permitan comprender cómo fue posible que ellos atravesaran la historia política colombiana de la primera mitad del siglo XX.

Palabras claves: CHistoria de Conceptos, modernidad, Revolución, Progreso, López Pumarejo.


Abstract

Events and concepts with they are named are elements of history. It can be viewed from Modernity how both elements coexist reciprocally in history because, first one: men use the concepts of their linguistically baggage to name actions, experiences and desires; second one: concepts enlarge its semantically content when, in this linguistically articulation process, they are used to name human actions charged with a novel sense: never thought nor made before; so, the concept that names them gets enlarged to include the novel element. It is deducted that concepts have history and reviewing that history allows to understand how concepts are coupled and used to name and to relate some events and historical moments. For example, to analyze the concepts of Revolution and Progress, and to extract notes that allow to understand how it was possible that they passed the Colombian political history in the first half of XX century.

Keywords: History of concepts, Modernity, Revolution, Progress, Lopez Pumarejo.


Según la Historia de conceptos planteada por Reinhart Koselleck en su Filosofía de la historia, existe una correspondencia directa entre los conceptos y los hechos a los que ellos se refieren; de manera que es el uso que el hombre hace de los conceptos lo que marca el rumbo y la comprensión de sus acciones, así como estas acciones son las que modifican el contenido de significado de los conceptos por la forma en la que se desarrollan fácticamente, y a partir de patrones de novedad que se imprimen en el camino de la historia. Es decir, los conceptos que ya existen o están articulados al lenguaje humano se adaptan a nuevas situaciones que de alguna manera se escapan al contenido lingüístico del hombre. Cuando se estudia la historia de los conceptos se revela la conexión entre el concepto y el hecho que refiere y se pueden ver, además, aquellos momentos históricos donde la acción humana modificó semánticamente los conceptos para adaptarlos a nuevas realidades1.

Con este estudio Koselleck describe dos maneras de abordar el análisis de la historia: por un lado está el estudio de acontecimientos que ya están articulados lingüísticamente en la historia, sucesos históricos que se comprenden desde el contenido semántico que se posee de un concepto sin que éste se modifique a raíz de los hechos o acontecimientos. Por otro lado, al estudiar la historia pueden reconstruirse lingüísticamente situaciones novedosas en la acción humana que implican una reflexión del investigador, para saber cómo narrarlas y cómo hablar sobre ellas; reflexión que amplía el significado de los conceptos o categorías ya existentes, adaptándolos para poder narrar esas nuevas situaciones (Koselleck 1993, p. 333-334). Este último es el método utilizado por la teoría de Historia de Conceptos para abordar los conceptos

de historia, progreso y revolución, y la apertura que estos tuvieron en la Modernidad, pues trascendieron sus significaciones tradicionales, vinculadas a explicaciones naturales del mundo, para articular lingüísticamente las novedades de la acción humana que se representaron en la época moderna, y que se vinculaban ya no sólo a lo natural, sino también al ámbito social y político. Por otra parte, podríamos agregar que este segundo método o forma de abordar la investigación histórica nos servirá para llevar a cabo el análisis de cómo los conceptos modernos de progreso y revolución atravesaron y modularon lingüísticamente la historia colombiana de siglo xx, concentrándonos aquí principalmente en el período de la Revolución en Marcha promovida por Alfonso López Pumarejo.

A continuación haremos entonces una breve descripción de lo que fue la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo en el siglo xx colombiano; luego haremos una exposición de la modificación que sufrió el concepto de historia durante la Modernidad, a finales del siglo xviii en Europa; finalmente, hablaremos a cerca de los conceptos centrales de la monografía: progreso y revolución, y, simultáneamente, realizaremos comparaciones de cómo ellos atravesaron el caso de la historia colombiana que aquí estudiamos.

Conceptos de Democracia, Progreso y Revolución en La Revolución en Marcha:

Durante la primera mitad del siglo xx en Colombia, Alfonso López Pumarejo, presidente electo de 1934 a 1938 de corte liberal, pretendía modernizar el país a través de una revolución en todos los estamentos que, hasta ese momento, habían estancado el progreso de toda la nación, con su plan de gobierno denominado La Revolución en Marcha. Estos estamentos estaban amparados bajo el manto de gobiernos conservadores y oligárquicos que propiciaban la continuación de costumbres profundamente feudales en la vida de los colombianos; tal situación fue denunciada por el propio López Pumarejo en su discurso como candidato a la presidencia por el partido Liberal Colombiano (1933, p. 7). La revolución que Colombia necesitaba y que López Pumarejo llevaría a cabo sólo podría ser posible dentro de un Estado liberal, acompañado de un gobierno de democracia representativa2, donde fuera el pueblo quien eligiera tanto a sus gobernantes como a los cambios que urgían al país. Para ello se utilizarían las diferentes figuras de participación ciudadana como el sufragio o el referendo, entre otras; pues aquello en lo que el pueblo no estuviera de acuerdo, ya fuera porque no le favoreciera o porque no le parecía necesario, no podría plantearse como pauta de desarrollo social y estatal. Por esta razón, era el pueblo el encargado de sentar los pilares de la revolución y, López Pumarejo, un representante que estaba dispuesto a escuchar y a apoyar las ideas del pueblo dejando a un lado muchos de sus intereses particulares, ya que así es como debería actuar un verdadero líder democrático (López, 1933, p. 11)3. Esta propuesta de actuar conforme a los intereses populares también la hace explícitamente López Pumarejo al poder legislativo que lo acompañaba, conformado por miembros del Partido Liberal Colombiano, pues así sería más fácil corregir los errores que había dejado a su paso la oligarquía conservadora que fustigó a Colombia durante décadas; era necesario que los representantes comprendieran que ahora eran la voz de una mayoría y no sólo la de ellos mismos o la de unos cuantos que los habían elegido (López, 1935, p. 23).

En sus discursos de 1934, sobre el protocolo de Río de Janeiro con Perú, López Pumarejo afirmó que, quizá era posible desarrollar en el continente americano, y concretamente en Colombia, ideas que nacieron en Europa durante la modernidad pero que allí no dieron los resultados que de ellas se esperaba. Cita el caso de la Revolución Francesa, cuando los ciudadanos, a partir de las iniciativas de Robespierre, intentaron establecer una república democrática en su país, pero fracasaron con la coronación de Napoleón Bonaparte como emperador tan solo diez años después de haber comenzado el intento de república4. López muestra aquí que la disposición a la monarquía es uno de los factores que impidieron que en Europa se realizaran los presupuestos ilustrados; y bajo el argumento de que América no ha sido jamás un continente propenso a esa forma de gobierno, postula al continente como un buen lugar para que se geste una revolución y germine la democracia (López, 1934, p. 10).

Premisas como la anterior, nos llevan a pensar que sí es posible rastrear y analizar el despliegue de ideas y conceptos de la modernidad en los intentos de revolución para el progreso que se dieron en el primer gobierno de López Pumarejo en Colombia, a partir de los cambios y modificaciones que introdujo en varios aspectos de la vida del país. En cuanto a la educación básica, aparecieron las ideas de educación laica y de educación para todos; también hizo grandes aportes a la educación superior universitaria al apoyar la construcción y fortalecimiento de la Universidad Nacional de Colombia5. Introdujo cambios en la economía, con las reformas tributaria y agraria, la primera referente a una modificación en los impuestos del Estado y la exigencia de una mayor participación de los grandes propietarios y terratenientes, y la segunda referente a una modificación en la posesión de tierras, dando un mayor apoyo a los campesinos (Tirado, 1986, p. 95-100; Zuleta, 1986, p. 110-120). También intentó modificar los cimientos del Estado y la política al separarlos de aspectos culturales como las instituciones y las creencias religiosas, además de la reforma constitucional, que abrió paso a la Constitución de 1991, y la reforma judicial. Se propuso desde el principio renovar las instituciones que resultaban insuficientes para «tener una nación más desarrollada y compleja» (López, 1935, p. 26), ese fue el fundamento de su revolución para el progreso de Colombia. Hay que destacar que cuando López hablaba de sus proyectos y explicaba la importancia de estos para el desarrollo de Colombia, resaltaba la novedad que tales proyectos implicaban en el contexto colombiano, pues esa novedad es la que da a su primer período de gobierno un carácter revolucionario. Son estas reformas institucionales, estas novedades legislativas y políticas que se encuentran en los discursos de López Pumarejo y en los trabajos historiográficos que sobre él se han hecho, las que nos permitirán a lo largo de esta investigación ver el despliegue de los conceptos modernos de Progreso y Revolución en la historia colombiana de siglo xx.

La construcción del concepto moderno de Historia y su relación con los conceptos de Progreso y Revolución:

A finales del siglo xviii el concepto de historia sufre dos cambios semánticos fundamentales que lo postulan, desde la teoría de Koselleck, como concepto moderno por excelencia y que, además, lo convierten en objeto de estudio de la filosofía. Existían en alemán dos conceptos para hablar de la historia: el primero era geschichte, que hacía referencia a un hecho o acontecimiento particular, el cual estaba ligado necesariamente a una cronología y a un sujeto de acción determinados; por ejemplo, contar la historia de un monarca, un hombre importante, o de una guerra, todo dentro de un contexto específico; los hechos históricos participaban de la cronología natural del mundo, cuando se los narraba, podía distinguirse en ellos el nacimiento (comienzo), crecimiento (desarrollo) y muerte (fin) en el mundo de la historia. No se pensaba que los hechos tuvieran una trascendencia más allá de su aparición cronológica particular. Por otro lado, la narración y/o reflexión sobre los acontecimientos (geschichte) era denominada con el latinismo historie, y respetaba aquella particularidad del tiempo histórico que reflejaban las geschichtes, es decir, se narraban las historias delimitando claramente su tiempo, su contexto y su sujeto de acción particular, de principio a fin, y luego se cerraba ese capítulo histórico para dar paso a la narración de otro completamente diferente. La distinción entre estas dos formas de concebir la historia fue importante hasta que la propia acción de los historiadores comenzó a descubrir un nexo entre las geschichte que iba más allá de la conexión cronológica entre la sucesión de acontecimientos en el devenir humano. Para los pensadores ilustrados, los acontecimientos poseían un nexo de sentido que estaba dado por una similitud potencial6 entre los diferentes hechos, similitud que podía deducirse cuando se miraba todas esas geschichtes de un solo golpe; dicho de otra manera, cuando se miraba el pasado en su conjunto, como una totalidad, no de manera fragmentada, como muchas partes que no tienen una conexión causal entre sí.

Este fenómeno ya había sido notado por Gimabattista Vico, historiador italiano. Collingwood en su obra Idea de la Historia, retoma lo dicho por Vico y al respecto dice que se revela en el devenir histórico un movimiento cíclico que se da de forma espiral; de esta manera, es posible afirmar que no existe en la historia ningún acontecimiento que se repita exactamente igual, pero lo que sí puede verse o deducirse cuando se da una mirada general de ese pasado recogido en la historia son unas etapas de la historia7 que cumplen con unas características específicas a partir de las cuales pueden deducirse o predecirse las acciones de los hombres y de los pueblos. De esta manera, se dice que el movimiento entre estas etapas históricas es circular y espiral porque en la mirada de conjunto sobre la historia pasada no se ven acontecimientos repetidos, pero sí los rastros o características de las etapas que nos permiten conocer y comprender la forma en que los hombres se comportan bajo determinadas situaciones de pensamiento8. Asimismo, Koselleck habla de esta forma del movimiento de la historia cuando cita a Polibio y su manera de concebir el paso de una forma de gobierno a otra (2010, p. 98)9.

A partir de lo anterior podría afirmarse que el primer cambio semántico que sufrió el concepto de historia dentro de su proceso de conversión en un concepto moderno, es que geschichte ya no se refiere a acontecimientos separados, independientes en sus características y en su cronología, sino que reúne en sí mismo todos los acontecimientos históricos de la humanidad unificándolos bajo un principio de causalidad -telos-, ya que al mirarlos en su conjunto se revela un nexo interno que, Hegel ya lo había explicado, trasciende el postulado de las etapas históricas de Vico. Hegel aseguraba que podemos descifrar una sustancia que se configura en la historia: el espíritu que se realiza en el tiempo; esto no es otra cosa que la humanidad y sus productos en su devenir. Así, todas las concreciones culturales que en el espacio y el tiempo se pueden dar, son propiamente manifestaciones de la esencia universal. Pero, diría Hegel, para entender la historia de la humanidad no es suficiente con conocer las concreciones del espíritu, sino que es necesario hacer consciente lo que éstas han dejado tras sí, como cultura, religión, instituciones, ideas de Estado y Libertad que se realizan según el pensamiento de los hombres de cada época, que no se quedan allí estancadas sino que se superponen en todos los tiempos históricos como formas de realización de los ideales humanos en la cultura (Hegel 1980: 41-57)10. Según esto, las concreciones del espíritu nos permiten deducir la forma del futuro humano, no en asuntos o concreciones particulares, pero sí en su esencia.

El espíritu está en constante movimiento, y lo que este movimiento representa es el trabajo del espíritu para la realización de un fin determinado, a saber, que el espíritu debe reconocerse en su esencia más pura, es decir, en el concepto de su propia libertad (Hegel 1980: 129); este movimiento se concretiza, pues, en las figuras multiformes que son los pueblos, los cuales, organizados bajo la estructura de Estados, buscan la realización de la libertad y, en esa medida, participan en la construcción del fin espiritual. Así, lo que podemos decir del futuro en la historia es que su naturaleza es la idea de progreso, ya que dicho futuro es el espacio abierto e indeterminado donde se concretizarán nuevas formas de realización de la idea de libertad que el espíritu se ha postulado como fin último de su desarrollo y evolución. La historia nos revela el progreso de las ideas del espíritu, reflejado en los rastros que va dejando la humanidad a su paso por la historia, y él es posible gracias al conocimiento y reflexión del pasado que evita la repetición de los errores y anima la construcción de las novedades, de lo que aún no ha sido hecho y que por tanto el pasado no enseña, sino que muestra su carencia; para la realización de dichas novedades es que aparece el futuro como campo de actividad humana.

Ahora bien, la conversión de geschichte en un colectivo singular, en tanto reúne en sí mismo todas las historias posibles: las historias del pasado, las del presente, y las del futuro, es la primera condición para la aparición de la idea moderna de progreso que será ampliada a lo largo de este texto, y de la cual Hegel y Vico ya nos dieron una primera descripción a partir de sus concepciones del movimiento cíclico y espiral de la historia, en el que se revela un nexo interno entre los acontecimientos y una teoría teleológica de la historia basada en la reflexión del pasado y en la construcción del futuro de los hombres a través del progreso.

El segundo cambio semántico del concepto de historia fue la absorción que hizo el concepto de geschichte del concepto historie, dando paso a la formación de un solo concepto para hablar de historia: geschichte, concepto que a partir de ese cambio encerrará en sí mismo tanto el conglomerado de acontecimientos humanos posibles, como su narración y reflexión. El quehacer histórico se encontró con el problema de no poder pensar un pronóstico futuro de la historia si no se hacía una reflexión sobre aquellos acontecimientos del pasado sobre los que se tenía conocimiento a partir del trabajo historiográfico de los historiadores. Por tanto, cuando se creó el colectivo singular geschichte que permitía ver todo el pasado de un golpe, además del descubrimiento del nexo interno que éste encerraba, comenzó una reflexión que posibilitó deducir o pronosticar las historias futuras a partir de la idea de progreso, en tanto se buscaba que el hombre, conocedor de su pasado y de las condiciones de vida que tenía en el presente, pensara, a partir de lo que no tenía, de lo que le faltaba, las acciones futuras que lo sacarían de aquel estado de carencia. Dicho de otra manera, el conocimiento del pasado en cuanto pasado, en palabras de Collingwood (1952, p. 72), el puro conocimiento historiográfico, no dice nada; por el contrario, es la reflexión sobre ese pasado lo que arroja luces sobre el futuro y lo que permite la carrera del progreso en la modernidad. Así pues, el historiador, en la medida en que conocía los acontecimientos recopilados en el pasado, se vio obligado a reflexionar sobre ellos, a tomar una actitud filosófica que le permitiera pronosticar11 las historias futuras y descubrir la manera en que la humanidad, representada en ese nexo de la historia universal, iba siempre camino a lo mejor.

Lo que aparece con estos cambios semánticos es un concepto de historia genuinamente moderno que se distinguirá de otros tipos de conceptos porque cumplirá con cuatro rasgos fundamentales y eficientes para la cultura, que sólo se hicieron presentes en los diversos conceptos de aquella época: la temporalización, la democratización, la ideologización y la politización. Lo particular del concepto de historia es que reúne en sí mismo estos cuatro rasgos, y sólo a partir de su comprensión moderna es que podemos deducir otros conceptos modernos como progreso y revolución: el primero, progreso, será entendido en este proceso como la representación de la idea moderna de historia, y el segundo, revolución, como la condición de posibilidad necesaria para que se realice el progreso. Esta explicación es fundamental para comprender la conexión que tiene todo este proceso del siglo xviii europeo, estudiado por la filosofía de la historia, con una etapa de la historia política colombiana que ya ha sido estructurada historiográficamente por historiadores como Tirado Mejía y Zuleta ángel; pero que requieren una mirada desde la filosofía que permita comprender mejor su aporte y significado tanto en el pasado como en el presente de nuestra historia.

Progreso y Revolución modernos y su repercusión en la historia del siglo xx colombiano:

Los cuatro rasgos fundamentales de un concepto genuinamente histórico, que se mencionaron anteriormente, son definidos de manera muy clara por Antonio Gómez Ramos en la introducción a Geschichte/Historie de Koselleck12. El rasgo temporalizador del concepto moderno de historia se identifica en el nuevo tiempo histórico, que surgió cuando se abandona o deja de lado la cronología natural del mundo en el proceso de estudio de la historia. La característica de este nuevo tiempo es que recoge en sí mismo dos categorías históricas fundamentales que hemos abordado hasta este momento de forma indirecta. La primera categoría es la experiencia, entendida como el cúmulo de acontecimientos humanos dentro de la historia, llamado también pasado; la segunda categoría es la expectativa, entendida como la acumulación de los planes que realiza la humanidad a partir del estudio y reflexión del pasado y la cual viene acompañada de la esperanza de realización de dichos planes en un futuro próximo o lejano. El tiempo propiamente histórico que representan estas dos categorías se manifiesta en la tensión constante que hay entre ellas. Por un lado, el pasado parece no poder decir nada a los hombres de la modernidad, porque la experiencia no debe repetirse y el fin de la historia es planificar el futuro con base en las carencias humanas13; es decir, hay una exigencia de novedad en las acciones humanas. Por otro lado, el futuro empieza a forjarse a partir de la reflexión sobre ese pasado y la forma como ha condicionado el estado de cosas del presente.

Esta tensión entre el pasado (experiencia) y el futuro (expectativa) que caracteriza el rasgo temporalizador de un concepto moderno ya implica los conceptos de Progreso y Revolución. Pues si al reflexionar sobre la historia del pasado nos vemos obligados a planificar el futuro de acuerdo a nuestras carencias, proyectando novedades de pensamiento y acción en el horizonte de expectativa, entonces ya se está pensando en mejorar, en progresar. Pero como se dijo anteriormente, el progreso viene siempre acompañado de la revolución, pues esta es su condición de posibilidad. En el escenario político y social, que es propiamente el escenario de la historia moderna (Koselleck, 2004, p. 106-113), sólo es posible pensar en mejorar, en progresar, si hay un motor que impulse dicho cambio, dicho mejoramiento. La revolución es ese motor, pues su característica principal es la movilización social con sentido de transformación; el movimiento de la revolución en el mundo de la historia moderna es constante, pues las necesidades de los hombres constantemente varían y siempre están apuntando a superarse. A mejorar (Koselleck, 1993, p. 67; 2012, p. 186).

El rasgo democratizador de un concepto moderno se refiere a que lo que antes estaba restringido a ciertas élites, ahora se universaliza, se hace objeto de la opinión pública. Refiriéndonos a la historia, podemos decir que la historia de la modernidad es una Historia Universal que reúne en sí todas las categorías o conceptos que describen el desarrollo de la humanidad a lo largo de su historia. Además de que la historia ya no es sólo un asunto de los historiadores; se hace necesario que los hombres conozcan la historia y reflexionen sobre ella para poder proyectar ese futuro que hay delante de ellos. Al respecto dice Koselleck: «la apelación a "la historia", una vez descubierta ésta, producía un eco tan múltiple como "puntos de vista" había» (2004: p.133), lo que implica que la historia se democratiza: se vuelve asequible a todos. Ligando esto al rasgo temporalizador descrito, diremos que mantener la tensión entre experiencia y expectativa, la cual se encuentra recogida en la necesidad constante de progresar, de mejorar, de avanzar, es una tarea que le compete a todos los ciudadanos de un constructo social; por ende, es necesario decir que la acción revolucionaria, si entendemos la revolución como el motor del progreso, es a la vez una tarea obligada de todos los miembros implicados en la idea de progreso, en el movimiento progresista.

El tercer rasgo es la ideologización. Este se refiere a la forma en que los conceptos o categorías que atraviesan la historia y que se presentan como restos de la acción humana de cada época, que van quedando como contenido del lenguaje y que a cada paso amplían su contenido semántico, son susceptibles de ser usados en ideologías políticas para guiar a los pueblos a la realización de los planes que están formulando. Ejemplo de ello lo vemos en un concepto tan amplio como el de Revolución, el cual ha sido utilizado en diferentes momentos de la historia para explicar o legitimar el procedimiento de cambio que se está gestando, al compararlo con un movimiento continuo, circular y repetitivo como el de los astros, pero que en la modernidad está cargado de novedades, debido al movimiento espiral de la historia. Lo que esto revela es que, aunque el concepto revolución no abandona su significación natural ligado a la ciencia astronómica, sí se vale de él, y a la vez lo amplía y modifica, para que sirva a la explicación de importantes cambios de situación en la historia, los cuales surgían en nombre de ideologías particulares como la idea de república en el caso de la Revolución Francesa; o la idea de tecnificar el mundo de producción para hacerlo más eficiente, en el caso de la Revolución industrial. Y claro está, algo central en el curso de esta investigación, la idea de modernizar y hacer progresar a una nación como en la Revolución en Marcha de López Pumarejo14.

Finalmente, está el rasgo politizador del concepto de historia, que se vincula de manera directa con el caso colombiano que estudiamos. Los conceptos, categorías o restos que atraviesan la historia, entendida como historia universal, son susceptibles de ser usados como eslóganes de la lucha política de los pueblos y los hombres, como es el caso que tratamos de analizar. Alfonso López Pumarejo usa el concepto Revolución como eslogan de su campaña política: La Revolución en Marcha, pues lo que se propone hacer a lo largo de su gobierno cumple con las características fundamentales del concepto moderno de Revolución: instaurar un cambio político que permita el progreso y la modernización de Colombia durante la primera mitad del siglo xx.

Lo que nos muestra este análisis de los conceptos de revolución y progreso a partir de su participación activa en la construcción del concepto moderno de historia, y de cómo ellos ayudan a que esta se configure a partir de los rasgos de un concepto propiamente modernos que describió Koselleck en su teoría de Historia de conceptos, es que el progreso surge en la reflexión filosófica de la modernidad como una categoría hermenéutica que intenta explicar el devenir de las acciones humanas. Con los avances tecnológicos y científicos, además de las ideas ilustradas de libertad y emancipación que empezaron a gestarse en el mundo occidental durante el siglo xviii, aparece la posibilidad histórica de planificar el futuro que los hombres quieren, idea que se plantea desde el mundo del pensamiento como necesaria (Koselleck 2003)15; ya que las experiencias que los hombres habían acumulado y que se encontraban registradas en la historia de los pueblos no eran suficientes para suplir las necesidades que el presente les exigía. El hombre moderno, cansado de circular por ahora obsoletos sistemas de gobierno, y consciente de sus capacidades y sobre todo de sus necesidades, exigió libertad y autonomía para gobernarse y gobernar el mundo en el que vivía. Y planificar su futuro era una muestra indispensable de esa nueva autonomía humana que representaba la época moderna.

Así, consideramos que el progreso moderno, entendido como la idea que representa las necesidades fácticas e intelectuales de la época moderna, pretendió ser el nuevo modelo fundacional para sacar al hombre de un estancamiento moral, intelectual y social, a partir del mejoramiento de las condiciones de vida, y a través del establecimiento de nuevos ideales políticos como la libertad, la emancipación, la igualdad, etc. (Koselleck 1993); todos estos presupuestos ilustrados que tendrían que lograrse mediante la innovación en todas las instituciones y dogmas que hasta ese día habían regido la humanidad: El Estado, la Iglesia, la educación, la moral, la filosofía, la historia, la política, entre otras. Intención que es posible rastrear en López Pumarejo a partir de su idea de progreso reflejada en la limitación de las intervenciones eclesiales, en las reformas educativas, en la creación de un nuevo imperativo moral basado en la autonomía y la libertad responsable, y otras reformas que representaban una novedad para la vida política y social de Colombia. En este sentido, podemos rastrear en López Pumarejo que, al igual que en la modernidad ilustrada, la clave para el progreso era la novedad, es decir, la apertura de un espacio de expectativa social (Koselleck 1993: 78-79) que permitiría el establecimiento y realización de cosas que antes de la modernidad no habían sido llevadas a cabo o, incluso, que no habían sido pensadas en Colombia.

Lo dicho hace posible pensar que el concepto de Revolución que es usado como eslogan en la carrera política de López Pumarejo es moderno, en el sentido de que sirve como motor que posibilita una tensión entre el espacio de experiencia y el horizonte de expectativa colombianos de la época. Pues es una revolución que parte de una reflexión del pasado y de las condiciones presentes para poder elaborar un futuro basado en el progreso y el desarrollo nacional. López asegura que su gobierno es una «Empresa de restauración nacional» (López Pumarejo 1933: 9). Y el sentido literal del término restaurar evidencia la necesidad de no partir de cero, sino de partir de algo que ya existe, para renovar algo ya existente. Diremos que en el sentido del progreso moderno y de su motor revolucionario, partir de algo ya existente sólo se da en términos de reflexión. Así, el gobierno de López parte de una reflexión del pasado y el presente que le permite formular novedades para el futuro. Se evidencia el rasgo temporalizador de los conceptos genuinamente modernos atravesando este periodo histórico revolucionario.

Como se ha tratado de mostrar a lo largo de este texto, la construcción de la idea moderna de progreso que se ha descrito no fue inconsciente, los cambios en la definición del concepto de historia que fueron definidos por historiadores de la época. Podemos ver además que fue configurado por reflexiones como la de Hegel, quien planteó que lo humano se realiza a través de la historia en busca de su máximo logro: la Libertad (1980). Idea que aparece en López Pumarejo cuando expresa la necesidad de que los ciudadanos se ilustren, piensen, y tomen las decisiones más apropiadas para autogobernarse como sujetos y para llevar las riendas de un Estado democrático como el que él propone; idea donde se evidencia también el rasgo democratizador de los conceptos modernos que López utiliza, pues se trata de una revolución y un progreso donde todos participan16.

El concepto moderno de progreso, ligado a su motor: la revolución, también bebió en su construcción del pensamiento de Rousseau en la construcción del concepto de progressus: perfectionnement: perfectibilité, como conceptos que describen el camino del hombre hacia su realización máxima en el mundo (1750). En nuestro estudio de caso particular, las intenciones del presidente López por mejorar el país, dejando atrás costumbres que dejaban a Colombia por fuera de la competencia global en la economía, la política, la educación, la libertad y la equidad social (Tirado Mejía 1986); y, teniendo en cuenta la construcción y descripción que hace Koselleck de los cuatro rasgos fundamentales de un concepto moderno: temporalización, democratización, politización e ideologización (2004), podemos ver el afán de los hombres por explicar adecuadamente la fractura que representaba la modernidad en la manera de concebir y hacer historia17.

Pero el progreso, que como hemos visto puede ser entendido como la representación de la idea moderna de historia, toda vez que encierra en sí mismo la tensión entre experiencia y expectativa; además de que se democratiza, se ideologiza y politiza, al marcar la pauta de acción de todos los hombres y los pueblos, no ha podido realizarse nunca solo, como un proceso separado de otros asuntos históricos. Su historia conceptual revela que siempre ha estado acompañado por la idea de Revolución, como se ha dicho anteriormente de forma breve. Lo que muestra el desarrollo de la idea moderna de progreso es que para cambiar las cosas que están establecidas en una sociedad, para lograr el progreso, el cambio de las reglas de juego de un Estado, de una nación, cultura o institución determinadas, es necesaria una acción fuerte y conjunta por parte de todos los ciudadanos que están inscritos en dicha institución (Koselleck 2012), o como pensaba López Pumarejo, había que luchar unidos en contra de esa experiencia que estaba manchada por la corrupción de gobiernos pasados; el pueblo debía elegir qué cambios quería y cómo los quería (López Pumarejo 1937: 30); razón por la cual él proponía crear un gobierno de opinión.

De esta manera, es posible afirmar que la idea de revolución es consustancial a la idea de progreso, pues abandona su significación natural, ligada al movimiento astronómico, y denota a partir de la modernidad una movilización hacia el cambio, hacia lo novedoso; es decir, acciona el paso de un determinado estado de cosas imperante a otro. La Revolución, a partir del siglo xviii, se sitúa como condición de posibilidad para el progreso; pues se articula como el estado de cosas que permite transformar el terreno real donde podrá configurarse la idea de progreso que los hombres están forjando (Koselleck, 1993). Sólo a través de la movilización conjunta de un pueblo inconforme se hace posible el cambio social. La Revolución Francesa es ejemplo-ilustración de ello18.

Así pues, concluimos hasta ahora que una Revolución hace posible instaurar las novedades; esas ideas que los hombres del presente están planificando a futuro. Sin una acción política fuerte y conjunta el progreso no podría llegar a su realización futura (Koselleck 1993) y la modernización del mundo occidental nunca hubiera ocurrido. Y sin una Revolución, López Pumarejo, en el siglo xx colombiano, no hubiera podido pensar el progreso social, político, moral, económico e intelectual de esta nación. Revolución se equipara con el concepto de evolución, pues en este contexto moderno revolucionar el estado actual de las cosas significa la evolución de la humanidad a un estado de bienestar (Rousseau, 1755); significa alcanzar lo que esa misma humanidad había venido planeando y configurando política, filosófica, cultural, moral y socialmente, como expectativa de mejoramiento futuro. Ideales que esperamos ver reflejados en el progreso, el desarrollo y la modernización, vinculados al gobierno democrático de corte liberal llevado a cabo en Colombia por López Pumarejo.

Notas

1El concepto de democracia, por ejemplo, que en principio fue entendido como participación activa de todos los ciudadanos, fue apto para pequeñas comunidades como la Atenas del siglo de Pericles, donde los ciudadanos, como sujetos directos de poder, tomaban las determinaciones apropiadas para su ciudad. Pero el paso del tiempo y la aparición de grandes Estados y las diferencias entre los hombres produjeron una transformación de la democracia, que dejó de ser directa para ser representativa. El pueblo o las mayorías siguen siendo el lugar donde se concentra el poder, es decir, el concepto de democracia conserva su esencia, la cual podemos encontrar en la descripción que Polibio hace de las formas de gobierno; pero varía la forma en que se realiza, ya que en comunidades tan grandes como los Estados- Nación no es posible que todos los ciudadanos en conjunto se reúnan y tomen decisiones; en cambio, aparece la figura del sufragio universal mediante el cual se eligen unos representantes para conducir el pueblo, contando con que dichos representantes actuarán conforme a las necesidades de aquél. Para ampliar este cambio que la historia revela sobre el concepto de democracia se puede consultar Bobbio, Norberto. (1989). La democracia de los antiguos y de los modernos, en Liberalismo y Democracia (pp.32-38). J.F. Fernández Santillán (trad.). México, FCE.

2Ver nota a pie número 1 de este texto.

3La figura del representante en esta forma de democracia también es explicada por Bobbio en Liberalismo y Democracia, cuando plantea que un gobernante o representante del pueblo, al ser elegido mediante el sufragio, debe renunciar a sus intereses y convicciones particulares, y a las de sus electores, para concentrarse en la resolución de necesidades de todo un pueblo (1989, p.36).

4Como afirmó López Pumarejo en sus discursos al congreso de 1934, el protocolo de Río de Janeiro fue un importante pacto que se firmó entre Colombia y Perú con el fin de limar las asperezas económicas, sociales y políticas que por aquellos días los tenían al borde del comienzo de una guerra armada que podría generar tanto desequilibrios internos de los países implicados, como malestar en los países vecinos; por esta razón, y mediante el diálogo y la visita del propio López Pumarejo al Perú, cuando este apenas era candidato a la presidencia, se acordó un pacto del no uso de armas para frenar las hostilidades, pacto que fue de suma importancia durante el inicio de su gobierno ya que al ver que los colombianos apoyaban su iniciativa de la paz, tuvo la confianza para proponer dicho pacto al juicio del legislativo, y para llevar a cabo sus demás iniciativas de reforma. López Pumarejo, Alfonso. (1939). Presidencia de la República, mensajes número 18 y 20 de 1934, y número 29 de 1935. Mensajes del Presidente López al Congreso Nacional. Bogotá, Imprenta Nacional.

5Llevar la educación a los hogares se trataba más de un proceso de formación ciudadana que de un proceso de academicismo; promovió la educación para las mujeres porque este aspecto hacía ver a Colombia notoriamente atrasada frente a Estados Unidos y el Continente Europeo. En general, la educación de todo el pueblo como patrón principal, pues sí sólo se educaban castas se generaría un ambiente de aristocracia y burocracia y no la posibilidad de que el pueblo se gobernara bien. Tirado Mejía, álvaro. (1986). Aspectos sociopolíticos: La educación (pp.91-94), en La Revolución en Marcha. Medellín, segunda edición, Beneficencia de Antioquia.

6Esta expresión es utilizada por Koselleck para explicar los comienzos de la conversión del concepto de historia en la modernidad. Primero, la historia estaba ligada a los procesos de la naturaleza, pero cuando se fractura esta concepción y aparece la creencia en la existencia de un nexo en la historia, dicha creencia aparece en la comprensión de la historia como una Historia Magistra Vitae, que muestra que en el mundo de la historia no hay nada nuevo, sino que ya todo está dicho y hecho, y que solo basta una mirada a la historia para reconocer la similitud entre las acciones y, por tanto, puede deducirse de ese pasado unas pautas de acción para la solución de problemas del presente. De esta manera, y en casos donde la historia funciona como maestra de la vida, la cronología natural del mundo queda relegada a un lado para que la historia cobre un nuevo sentido temporal donde el pasado se actualiza y ayuda a que los hombres se guíen en sus accione. Pueden ampliarse estos conceptos en Koselleck, Reinhart. (1993). Historia Magistra Vitae (pp 41-66), en Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. N. Smilg (trad.). Barcelona, Paidós.

7En el análisis que hace Collingwood del trabajo historiográfico de Vico, se plantea que el movimiento de la acción humana dentro de la historia se da de forma circular y espiral, ya que aunque ningún acontecimiento humano es igual, sí se repiten o se gira en círculos entre unos estados o etapas históricas, es decir, en el transcurso de la historia se repiten en orden las siguientes etapas o estados: fuerza bruta, fuerza valerosa o heroica, justicia valerosa, originalidad deslumbrante, reflexión constructiva y, por último, fuerza decadente. Después de la decadencia la humanidad retorna al estado de la fuerza bruta y continúa su ciclo. Collingwood, en su obra, amplía estos conceptos y ejemplifica la forma en que han aparecido a lo largo de la historia: Collingwood, R.G. (1952). Vico (p.74), en Idea de la Historia. E. O Gorman y J. Hernández (trads.). México, FCE.

8El concepto de situación que utilizamos en este trabajo es propio de Collingwood, y que es desarrollado en los apartados finales de su obra Idea de la Historia, donde expone ampliamente las transformaciones de este concepto luego de la modernidad. Collingwood define el concepto de situación como un acto de pensamiento del sujeto: si un hombre piensa que está en determinada situación actuará de acuerdo a ella, ya que una vez instaurada la situación, producto de su pensamiento, el hombre no podrá desligarse de ella; esto implica que el hombre se vea obligado a comprender bien la situación en la que se encuentra para que pueda llevar las acciones de su vida de acuerdo a ella. La creación mental de la situación depende del contexto y el tiempo en el que el sujeto vive, y lo único que la rompe o cambia es otro acto del pensamiento humano. (1952: p.303).

9 Koselleck nos recuerda en su capítulo sobre el progreso del libro Historia de Conceptos (2012) que el romano Polibio describió que existen en el mundo tres formas de gobierno adecuadas o buenas, pero que a cada una de estas formas le corresponde una decadencia. Así, después de un periodo de Monarquía siempre sigue uno de Tiranía, al cual, por decisión de los hombres y su acción, le sigue la Aristocracia para tratar de abandonar esa tiránica forma de gobierno; pero a esta última también le sigue un periodo de decadencia, a saber, la Oligarquía; luego de esta vendrán la Democracia y su decadencia: la Oclocracia; finalmente, se empieza de nuevo el ciclo en la Monarquía. Lo que se sostiene con esta teoría de Polibio es que así se repitan estos estados o formas de gobierno, dentro de ellos nunca hay acciones humanas idénticas, pues las acciones humanas particulares son contingentes; lo que sí se mantiene es una estructura conceptual de comprensión de las instituciones humanas. Bobbio también amplia este concepto en (1987). La Teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político. José F. Fernández Santillán (trad.). México, FCE.

10Lo que hace la modernidad es sintetizar las acciones de los hombres en metaconceptos o colectivos singulares que bajo un solo nombre abarcan todos aquellos sucesos que guardan similitudes potenciales dentro del registro histórico. Dichos metaconceptos son los rastros que la historia deja a su paso, cuando se la estudia de manera global, pensándola como un todo que encierra en sí misma lo humano, es a partir de dichas singularizaciones que se puede comprender el pasado y planificar el futuro. Cuando se habla del Estado, no se habla sólo de uno en particular, sino de todas las formas que a lo largo de la historia han hecho sus veces, y la manera en que se ha desarrollado esa imagen de Estado dentro de determinado contexto y época. Hegel afirmó que lo que vemos es el espíritu de los pueblos que se han desarrollado y que dejan a su paso vestigios de lo que ha sido la humanidad (1980, pp.41-57). La Libertad es otro caso en el que vemos como ese concepto, entendido como colectivo singular, reúne en sí mismo todas las manifestaciones de la libertad y la manera como se la ha entendido a lo largo de la historia, ya que si se estudia la historia a consciencia, se la libertad en todas partes como un ideal al que han aspirado siempre los hombres: ser libres; pero dependiendo del contexto, época, lugar y pensamiento, es que podemos ver las diferentes formas de su realización.

11 Koselleck señala una importante diferencia entre los conceptos de pronóstico y profecía con la intención de mostrar cómo el concepto de progreso en la modernidad, con su característica fundamental de planificar el futuro, cumple con unas condiciones totalmente nuevas frente a lo que ya en épocas pasadas se había entendido como predicción, sobre todo en la teología judeocristiana. La diferencia entre el acto de pronosticar y profetizar podría definirse brevemente así: la acción de los hombres modernos era una prognosis, ya que era una acción que implicaba siempre la aparición de algo nuevo, algo nunca antes hecho, visto o mencionado; es una novedad que los hombres esperan que salga de su acción. Cuando un pronóstico se realiza y no produce los resultados esperados, los hombres realizan uno nuevo que no tiene nada que ver con el anterior, pues es imposible basar nuevas acciones o experiencias en algo que para ese momento ya pasa a ser parte del tiempo pretérito. Contrario a esa idea del pronóstico está la de profecía, que es más ligada a la creencia en el acortamiento del tiempo que se desprende de teología como la judeocristiana. Los cristianos creía, y creen aún, que habrá un momento en que Dios volverá para llevar a cabo el juicio final donde sólo se salvaran los justos. Esta idea busca mantener una creencia en el fin del mundo, pretende ligar la historia a la cronología natural del mundo, y olvidar que en la época moderna la historia se hizo a su propio tiempo histórico, basado en la tensión entre las categorías de experiencia y expectativa. Una característica fundamental de la profecía es que cuando no se cumple en el tiempo para el que fue prevista, ella misma, sin ninguna intervención de novedad, es repostulada en una fecha diferente, pero lo sustancial no cambia, sigue siendo la misma idea apocalíptica del juicio final que ha sido preparado para los hombres desde el inicio del mundo (Koselleck, 1993: 348). Es necesario agregar en este punto que Koselleck complementa su idea acerca de la prognosis y la profecía diciendo que el primer concepto hace alusión a lo que en la modernidad se entendió como progressus mundano en oposición a la profectus; esta idea del profectus mundano plantea que mientras el hombre viva, debe actuar en busca de su propio mejoramiento moral y físico en la tierra. Este mismo modo de progreso fue acuñado en Francia por Rousseau, con quien aparece el concepto de perfectionnement y posteriormente de perfectibilité; para hablar del momento desde el cual «…pudo concebirse la historia como un proceso de perfeccionamiento continuo y creciente (…)» (1993, p. 345-346). Puede ampliarse la idea de Rousseau en el Discurso sobre las ciencias y las artes. (1950). PDF, http://www.juango.es/discurso%20sobre%20las%20ciencias%20y%20las%20artes.pdf, S.M.D.; y el (2013). Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Salustiano Masó (Trad.). Medellín, Editorial Universidad de Antioquia

12 Gómez Ramos, Antonio. (2004). Koselleck y la Begriffsgeschichte. Cuando el lenguaje se corta con la historia, en: Koselleck, Reinhart. (2004). Geschichte/Historie. Antonio Gómez Ramos (trad.). Madrid, Trotta. Pp.9-26.

13O como dijo Hegel, aunque se quiera poner al pasado como regente o guía de la acción, lo único que este enseña es que de él no se puede aprender nada. Muestra los errores y éxitos del espíritu, de la humanidad, pero no muestra cómo el hombre resolverá el futuro, porque debe planearlo. (1980: p.158).

14Otros ejemplos de la ideologización de los conceptos modernos los encontramos en la idea de Libertad, planteada por Hegel como un colectivo singular que atraviesa la historia y que no reúne en sí sólo la libertad de un hombre o de unos cuantos, sino todas las formas de realización de la idea de libertad según la situación de pensamiento de cada pueblo en su determinado contexto histórico (1980). O la idea de Progreso, que amplía su significación natural basada en el crecimiento, desarrollo y muerte de los seres vivos, para significar un mejoramiento en las formas de vida de los hombres que va ligado al ámbito moral: el progreso de la razón humana en busca de la construcción de un Estado cosmopolita donde reinare la paz perpetua, como lo pensaba Kant (1784); y al ámbito técnico científico, que se ve revelado en los procesos de aceleración del desarrollo de la técnica y la ciencia; formas del progreso que buscaban responder a necesidades puntuales de las ideas de mejoramiento social que se gestaron durante la modernidad una vez se postuló que no podía repetirse el pasado o enfocarse en él para actuar, sino que había que construir el futuro, pues esta era la única forma para que el hombre alcanzara lo mejor (Koselleck 2010).

15Todos estos afanes por la emancipación de lo humano desembocaron en el fenómeno de la aceleración, entendida como estructura temporal de la historia, que se vio justificada y legitimada en los avances técnico-científicos que se realizaron cada vez más rápido, los cuales ayudaban a llevar a cabo, de forma eficiente y eficaz, los proyectos que los hombres iban formulando. Se puede leer más sobre este concepto en Koselleck, Reinhart. (2003). Aceleración, prognosis y secularización. Pre-Textos, Valencia.

16Para López Pumarejo siempre fue de suma importancia tener en cuenta la opinión ciudadana para la construcción de su plan de gobierno. él afirmaba que su gobierno era un gobierno de opinión, pues si no se sabe lo que desea el pueblo, si este no manifiesta sus deseos, conformidades e inconformidades, es imposible que un Estado se mueva y responda a las necesidades de una genuina democracia. Por ello pensaba que al liberalismo de su época, del cual era abanderado, y a la revolución que emprendía, les correspondía la tarea de fomentar la opinión ciudadana y hacerla partícipe activa del gobierno. Pero para ello también se hacía necesario pensar en una reforma de educación, pues un pueblo que no se educa jamás podrá participar activa y seriamente en las decisiones de gobierno que siempre han de afectarlo (López Pumarejo 1933: 11 & López Pumarejo en Esteman (comp.) 1979: 100).

17Se ha definido brevemente cómo los conceptos que usa López para estructurar su gobierno están ligados, o cumple, también, con los rasgos que Koselleck, en sus reflexiones y teoría, encontraba ya en los conceptos que se configuraron en la modernidad europea. También podemos rastrear el rasgo democratizador en sus ideas de Gobierno de opinión y en sus ideas de mejoramiento y libertad, que sólo podían conseguirse si todo el pueblo se unía en una revolución, definida como «proceso de movilización intelectual de las masas populares que han principiado a sacudir la estructura ideológica de la República…» (López en Esteman 1979, p. 111): es decir, la revolución y el progreso colombianos son democráticos porque a todos los ciudadanos se les dan las condiciones y la posibilidad de participar activamente de estos movimientos. También brevemente vemos como López politiza e ideologiza estos conceptos al usarlos a lo largo de sus discursos para configurar el lenguaje con el cual llevará sus ideas de progreso y su revolución a la ciudadanía colombiana. Sobre esto puede leerse la compilación de Jorge Mario Esteman (1979), de los discursos y alocuciones más importantes del presidente López, donde se evidencia el uso del lenguaje político, donde son claros conceptos como libertad, opinión, desarrollo, progreso, mejoramiento, revolución, que hacen evidente que no era ajeno al conocimiento de López la carga semántica que acompaña históricamente a estos conceptos, motivo por el cual podía adaptarlos a sus discursos e ideas de gobierno, para que pudieran anclarse bien en las mentes de los colombianos, a quienes necesitaba para llevar a cabo su plan, de manera democrática. Esteman, Jorge Mario. (1979). López Pumarejo. Obras Selectas. J.M. Esteman (comp.). Bogotá: Retina. También la obra editada por la Imprenta Nacional de Colombia llamada La Política Oficial, donde se recogen también los discursos al Congreso de la República.

18 En la lógica de esta argumentación, podríamos afirmar que el eslogan de la campaña política de López Pumarejo se debe a una comprensión de las ideas de progreso y revolución como ideas consustanciales, ya que su pretensión, como hemos dicho hasta ahora, es modernizar y hacer progresar a un país mediante su revolución democrática y liberal que no hasta ese momento no había tenido precedentes en la historia política colombiana.

 

Referencias

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