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Perífrasis. Revista de Literatura, Teoría y Crítica

Print version ISSN 2145-8987

perifrasis. rev.lit.teor.crit. vol.2 no.3 Bogotá Jan./June 2011

 

Chang-Rodríguez, Raquel. "Aquí, ninfas del sur, venid ligeras". Voces poéticas virreinales. Madrid: Iberoamericana, 2008. 440 pp.

Julia Sabena
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
Universidad Nacional de Rosario, Rosario, Argentina


Frente a una antología poética hispanoamericana virreinal, titulada acertadamente "Aquí, ninfas del sur, venid ligeras" y cuya autora es la especialista, Raquel Chang-Rodríguez, uno no puede menos que disponerse, entusiasta, a una lectura voraz.

El libro se abre con un "Prefacio" que, como es de esperar, da cuenta de los propósitos que guiarán la factura de la antología y dedica un apartado a la "Nota editorial" y otro a los "Agradecimientos". A continuación, un estudio introductorio de cincuenta páginas recorre un extenso tramo iniciado con poesía precolombina, que concluye con el arequipeño Mariano Melgar y la poeta Gertrudis Gómez de Avellaneda (finales del siglo XIX).

Cada uno de los subtítulos principales funciona a la vez como criterio histórico-literario agrupador y diferenciador en el compendio poético propiamente dicho. El primero de ellos, "El antiguo canto indígena", presenta la tradicional trilogía maya, mexica e incaica (se extraña el rico y potente canto guaraní, a sabiendas de que una antología es siempre arbitraria intentamos sólo señalar aquellas ausencias más notables). Se sostiene en los clásicos estudios de León Portilla; repasa en algunos párrafos las características sobresalientes de cada una de las culturas y de quienes lograron conservar esas manifestaciones (frailes, sacerdotes, mestizos, indígenas) de la destrucción de los españoles; y estudia la recuperación de ese cúmulo cultural desde el virreinato hasta nuestros días y su persistencia en escritores contemporáneos. La antología nos brinda una selección de Los cantares de Dzibalché (compilados en el siglo XVIII y al parecer parte de rituales) del menguado acervo maya; del metafórico "flor y canto" y el deseo de permanencia náhuatl hay varios poemas tomados de las ediciones de Garibay y León Portilla; y de la Literatura quechua (Bibl. Ayacucho, 1980) nos presenta un variado ramillete que finaliza con la "Elegía al poderoso Inca Atahualpa".

El primer capítulo del período virreinal es llamado "El modelo europeo y la impronta americana", y los poetas que lo constituyen son nacidos en la primera mitad del siglo XVI (salvo Rosas de Oquendo, n. 1559) en España, exceptuando al mexicano Terrazas y a la poeta Leonor de Ovando. Se abordan diferentes aspectos de las manifestaciones literarias de las primeras décadas del siglo. La falta de un criterio definido (de hecho no se mantendrá la misma división en los restantes capítulos) le permite a la autora precisar las particularidades que a su juicio son destacables: la llegada a tierra americana de cancioneros y poesías, orales y escritas, que si por un lado dan lugar a "mutuas fertilizaciones" (24) con la poesía indígena, también generan poesía popular en lengua castellana adaptada a la situación virreinal y poesía culta de estilo italianizante, como estudia Colombí-Monguió para el caso de Nueva Castilla en Petrarquismo peruano. Chang-Rodríguez reserva dos apartados para el comentario sobre circulación de libros (imprentas, comercio, bibliotecas) y sobre certámenes, academias y otras celebraciones que aglutinaban al círculo letrado y fomentaban la producción y el gusto literarios. Además de los mencionados, confluyen en la antología representativos fragmentos de las obras de Juan Castellanos, Barco Centenera, Alonso de Ercilla y González de Eslava.

En el tercer capítulo, "El apogeo de la poesía", la autora parte de una tradicional aunque ya ampliamente refutada idea de oposición entre culteranos y conceptistas en la metrópolis para llegar, mediante "Influencias ultramarinas", al "Barroco de Indias". El concepto acuñado por Mariano Picón-Salas en 1944 le sirve a Chang-Rodríguez para caracterizar el período más abarcador del florilegio (y más marcado por su propia mirada, dado que es el objeto de sus estudios desde hace décadas): la segunda mitad del siglo XVII, cuando las prácticas sincréticas, las oralidades indígenas y negras dejan sus huellas en un estilo barroco que acoge elementos foráneos por su inherente plasticidad (idea que ha tenido una gran productividad en la crítica colonial). Tienen lugar los conceptos manejados en trabajos anteriores: 'horadación', 'resistencia', 'disidencia' y 'subversión', que resultaron en una "paulatina alteración de los modelos peninsulares y le otorgaron al Barroco de Indias un carácter denso y difícil de definir" (43). Se exponen sucintamente algunas de las líneas principales en torno a la producción barroca virreinal: la de los americanistas que promueven la naturaleza barroca del continente y cuya estela se continúa hasta el neobarroco de Perlongher; la proyección ramiana que estudia a la ciudad letrada y el proceso de autoidentificación criolla que se inicia en su interior.

Los numerosos aspectos particulares de este tramo son tratados breve y densamente, dejando abierta una compleja serie de problemas, atributo loable de toda antología. Así se repasan los géneros producidos, los temas y motivos sobresalientes (hagiografías y exaltación de ciudades, entre otros), el enfrentamiento entre criollos y peninsulares y el papel de la religión y del reivindicado pasado indígena. La escritura femenina tiene también su espacio aparte, enfatizado por el hecho de que hay cuatro nombres de mujer en la selección de textos del capítulo: las peruanas Clarinda (a quien sería quizás más preciso mencionar como "Anónima") y Amarilis (anticipando la edición que de ambas obras realizó más tarde la misma Chang-Rodríguez), María de Estrada Medinilla y la Décima Musa, de quien se ofrece un conjunto de poesías varias y el Primero sueño. Los demás participantes del "apogeo" son Balbuena, Silvestre de Balboa, Pedro de Oña, Diego de Hojeda, Luis de Tejeda, Domínguez Camargo, Sandoval Zapata y Caviedes.

Por último, el capítulo final, cuyo nombre algo general es "Nuevas direcciones históricas y líricas", señala las implicaciones sociales y culturales que tuvieron las reformas borbónicas en las Indias; las consecuencias de la circulación de las ideas ilustradas en periódicos, viajeros e incipientes instituciones científicas que, dando cuenta del valor de las colonias en sí mismas, envalentonaron a la "cúpula criolla", que exigía los privilegios para sí y repudiaba los nuevos impuestos de la Corona. En materia lírica, coexisten durante el siglo XVIII un Barroco gastado y un naciente Neoclasicismo; la poesía épica de exaltación criolla y la poesía religiosa en todo el continente; y el cientificismo, el afán didáctico en la fábula, la oralidad en la poesía gauchesca rioplatense y la caída en el Romanticismo de la cubana Gómez de Avellaneda. De este siglo dan cuenta, aparte de la poeta cubana, Peralta Barnuevo, Aguirre y Carbo, Lavardén, Zequeira y Arango, García Goyena, Martínez de Navarrete, Terralla y Landa y Melgar.

Cabe destacar que los textos poéticos recopilados son recogidos de sus ediciones canónicas. Si esto resulta en una falta de criterio homogeneizador —siempre deseado en un volumen—, ofrece, por otro lado, confianza en lo fidedigno del texto y de las notas brindadas, cuando las hay.

Se podrán acusar algunas ausencias: no hay antología que a todos conforme. Pero el señalamiento de los puntos álgidos de cada período y una nutrida y actualizada bibliografía general y particular compensa la simplificación que todo conjunto tan amplio (en sus coordenadas espaciotemporales) ofrece. "Aquí, ninfas del sur, venid ligeras" se erige, en fin, como una herramienta óptima para el lector que pretende acercarse al inconmensurable universo de la poesía virreinal americana.