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Perífrasis. Revista de Literatura, Teoría y Crítica

versão impressa ISSN 2145-8987

perifrasis. rev.lit.teor.crit. vol.4 no.8 Bogotá jul./dez. 2013

 

Agudelo, Pedro Antonio. Lector víctima de textos. Lectura literaria y ficción. Bogotá: Planeta, 2012. 195 pp.

Yeny Leydy Osorio
Universidad de Antioquia

La lectura ha sido objeto de interés para diferentes campos de conocimiento y de acción, pero Agudelo -ganador con su propuesta de una de las becas de creación literaria que ofrece anualmente la Alcaldía de Medellín- pone en el centro de su interés la lectura literaria, y con ello da un viraje conceptual, pues quien se aproxima a su texto, en lugar de explicaciones psicopedagógicas o didácticas sobre la lectura, encuentra una mirada estética del acto de leer, mirada en la que se articulan la teoría y la apreciación estética de la literatura y del arte.

No es la lectura como acción, es la lectura como experiencia corporal, y no es la lectura de textos sino la lectura de textos literarios lo que desarrolla Agudelo. De manera que la novedad asoma por las páginas del libro, y ella hace presencia desde el mismo título, pues queda claro que lo que se hallará tras la carátula no es un manual; no se trata de cómo leer literatura, sino de qué acontece cuando se la lee: somos víctimas de los textos; y se es víctima, según el autor, porque el texto literario moviliza incluso la misma realidad matérica del cuerpo, y ello acontece porque la literatura obliga al tránsito entre la realidad y los artificios de la ficción.

En cada capítulo del libro —titulados todos a la manera insinuante de Miguel de Cervantes— se desarrolla el sentido de alguna postura corporal que surge durante la lectura de textos literarios, y en su desarrollo el autor despliega argumentos, con la rigurosidad que exige el género ensayístico, soportados en obras literarias clásicas y contemporáneas. Así, el acto de "Leer dormido" (capítulo uno) aparece como una metáfora de la inmersión, puesto que leer dormido tiene que ver con el desdibujamiento de los límites de la realidad, al punto de la confusión entre lo que es y lo que se construye; "Continuidad de los parques", de Cortázar, será el texto en el que Agudelo soporte su argumento del lector dormido. "Leer sentado" es la postura que se expone en el capítulo dos, y en él se pone de relieve que un lector sentado es el encargado de dotar de vida y movilidad al texto. Por ello puede decirse que en este capítulo se devela una paradoja: un lector sedente es la presentación de una experiencia de lectura móvil. San Amborsio y el texto El orden alfabético de Millás son los referentes literarios y argumentativos en este caso.

En el capítulo tres el autor se mueve entre la lectura del texto dramático y el drama en la lectura literaria. Este sería el capítulo del ímpetu literario, pues se da cuenta de la fuerza de la voz y de la energía corporal que exige "leer de pie". Las experiencias de los personajes de La Regenta y de Esperando a Godot dan lugar al autor para desplegar su tesis. Aparece también, en el capítulo cuatro, un lector perverso, que es aquel que lleva a cabo el acto de "leer cayéndose", y tal vez este sea el capítulo con mayor encanto sensorial. En él surge la figura de un lector que pervierte lo que lee, ya sea porque lo renueva gracias a la relectura, o porque lo olvida gracias a la debilidad de la memoria y la fortaleza del tiempo. Para desarrollar esta idea el autor habla de Unamuno, de Miller y de Whitman y se desplaza desde la perversión como un acto erótico hasta la perversión como una acción transformadora. Pervertir es desfigurar y desfigurar es crear.

Como es claro, los primeros cuatro capítulos hablan del cuerpo en sus dimensiones sensitiva y orgánica; pero el capítulo cinco se detiene en la imagen del cuerpo, en una corporeidad más sígnica; en él se habla de lo que significa "leer frente al espejo" y, en esa medida, de la dimensión especular en la lectura de ficción. Y aparece una doble significación de este acto. En primer lugar, leer frente al espejo es una acción reflexiva, en su acepción más simple, pues el lector puede entrar a una obra en la que hay espejos y mirarse en ellos, como ocurre con Alicia a través del espejo, y mirarse en un espejo que está dentro de una obra literaria es ver al lector que se construye durante la propia acción lectora. En segundo lugar, dado que un espejo refleja una realidad nueva, leer frente al espejo será ver ese texto que se construye a partir de la renovación de la imagen y la estructura del texto literario, como ocurre con algunos cuentos de Cepeda Samudio, en Rayuela de Cortázar y en Niebla de Unamuno.

Ahora, al tiempo que el autor desarrolla la relación entre el cuerpo y la lectura de textos ficcionales, propone una mirada estética y teórica de la literatura y del arte. Este último aparece referenciado de manera acertada para fortalecer y ensanchar la relación entre el cuerpo y el texto escrito; varios artistas, clásicos como da Vinci o contemporáneos como la francesa Orlan, hacen presencia a lo largo de las páginas del libro.

Finalmente, vale decir que el autor experimenta con la estructura y con el lenguaje, sin que ello desemboque en un caos de forma y de información. Más bien, podría decirse, la propuesta de Agudelo está enmarcada en el pensamiento posmoderno de la multiplicidad y la flexibilidad sin abandonar la rigurosidad metódica que nos legó la modernidad.