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Perífrasis. Revista de Literatura, Teoría y Crítica

versão impressa ISSN 2145-8987

perifrasis. rev.lit.teor.crit. vol.5 no.10 Bogotá jul./dez. 2014

 

Ramírez, Hugo Hernán, comp. La imagen de Cundinamarca en cuatro siglos de literatura colombiana. (Siglos XVI al XIX). Bogotá: Ediciones Gobernación de Cundinamarca, Ediciones Uniandes, 2014. 136 pp.

María José Montoya
Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia


INVITACIÓN AL EXTRAÑAMIENTO

Entre todos los pretextos posibles para volver sobre la historia, las efemérides son una invocación muy llamativa. Rememoran, bajo el signo de una celebración arbitraria, retazos del pasado que en general reposa inadvertido en el acervo común de una memoria usualmente silenciosa. Y si como motor de la memoria las efemérides representan una práctica cultural que no deja de ser misteriosa _hay en ellas una suerte de calendario circular del recuerdo_, el resultado de celebrar, año a año, siglo a siglo, la evocación de registros del pasado, tiene en cambio efectos muy claros. Habla de cómo se marca, en el presente, el ejercicio del recuerdo. De quiénes recuerdan qué y, más aún, de la comunidad imaginada de lectores a la que se apela a través de este ejercicio.

El libro que aquí se reseña, La imagen de Cundinamarca en cuatro siglos de literatura colombiana. (Siglos XVI al XIX), para cuya edición se asociaron la Gobernación de Cundinamarca y el Departamento Humanidades y Literatura de la Universidad de los Andes, nace de ese pretexto. Enmarcado en la celebración del bicentenario de la independencia del departamento cundinamarqués (1813), este breve volumen recoge fragmentos literarios en los que se plasmó, entre otras, la idea de un territorio: cambiante, por supuesto, como todas las ideas, y sujeta a las valoraciones de su tiempo, como ocurre con las nociones de todos los territorios.

La selección del libro recupera textos de cronistas de la Conquista temprana (algunos de Pedro de Aguado y otros de Juan de Castellanos); ofrece composiciones de plumas barrocas de la Colonia (un segmento de Pedro Solís y Valenzuela, un soneto satírico de Hernando Domínguez Camargo y el pasaje de una crónica de Lucas Fernández de Piedrahita); incluye también textos entre barrocos e ilustrados del Siglo de las Luces (un poema en octavas de Antonio Vélez Ladrón de Guevara y una relación del misionero mallorquí fray Juan de Santa Gertrudis); y se detiene, al final, en relatos de viajeros extranjeros del siglo XIX (un pasaje del coronel John Potter Hamilton y otro del comerciante irlandés John Steuart), y en un fragmento de una novela publicada por entregas en el periódico La mujer (extraído de La familia del tío Andrés, de Soledad Acosta de Samper).

Con esto dicho, puede pensarse este libro como un paseo. El enfoque geográfico y territorial que determina su selección ofrece a los lectores antiguas miradas sobre el paisaje de Gachetá, Tocaima, Zipaquirá, Suta, Tusa, Simijaca, Villa de Leyva, Guatavita, Tibacuy, Bogotá, La Mesa, Guayabal, Tena, Soacha, el Salto del Tequendama, Fontibón, Fusagasugá, Pandi y el páramo de Usme. La extendida geografía que abarca la selección ofrece a su vez un viaje por el tiempo, y estas regiones aparecen convulsas en las crónicas durante la conquista del siglo XVI, se van haciendo satíricas en tiempos de la vida colonial del XVII, aparecen decadentes e ilustradas en el siglo XVIII, y cobran su aire libertario en el XIX, cuando encontramos además la potente pluma de Soledad Acosta de Samper.

De los versos rimados tempranos a la prosa narrativa y periodística de tiempos más recientes, el calco que podemos hacer hoy de nuestras ideas sobre el territorio, a las que imponemos las fronteras actuales de Cundinamarca, determina aquí una experiencia de lectura muy completa: enfrenta al lector con las miradas y las valoraciones bajo las que se ha ido conformando una apropiación del suelo, de sus múltiples habitantes y órdenes civiles, de sus usos, prácticas y formas culturales, y de su destino.

Los cambios que se perciben de un siglo a otro en estas lecturas hablan del asentamiento y la conformación, nunca libre de conflictos, de una sociedad híbrida y de sus complejos ejercicios de poder en medio de un paisaje siempre transformado. Son mundos lejanos y sorprendentes. Y quizá es justamente en la selección de textos tan aparentemente distantes de la actualidad donde resida la característica más enriquecedora de este libro. Es en las sorpresas de estas narraciones (desde sus formas expresivas hasta sus peculiares historias), donde mejor se nutre la imaginación histórica que aporta este volumen. Nos pone en las manos una invitación a imaginar sociedades diferentes de la nuestra y posibles, lo que nos exige pensarlas en sus términos, dejarlas hablar desde sus escalas de valor, percibir su forma de ser y repensarnos como herederos, en parte, de su singularidad.

En efecto, las diferencias, en ocasiones abismales, que parecerían ofrecer los mundos aquí contenidos frente a la Cundinamarca y el mundo civil que hoy conocemos, implican la ventaja de producir un extrañamiento. Encontramos, entonces, comunidades que desentierran sus cadáveres y los pasean por el país, que acogen a los viajeros itinerantes, que conviven con historias providenciales y misteriosas, que ejercen la diplomacia en expediciones de cacería o en pomposos desfiles bajo los balcones bogotanos y que persiguen niños en excursiones por páramos helados. Hay canibalismo y religión, fasto y cinismo, y jerarquías solemnes que acampan en los montes cundinamarqueses y se sumergen en el lodo de sus caminos; hay ladrones y pueblos honestos, oro y fiebres, y mujeres tan hermosas que abruman a los astros.

En estos fragmentos se encuentra el estallido fundacional de un mestizaje, cuyas rupturas y continuidades apelan a la construcción imaginaria, hoy hegemónica en el análisis social, de "la identidad" y de "la nación", cuyo trazo se pone, por la vía de una efeméride, en las manos de los ciudadanos del presente. Frente a estos dos valores tan complejos y riesgosos, tan fáciles de usar sin sentido y tan a la mano para la repetición de dogmatismos, resulta muy conveniente la reflexión cuidadosa, contextualizada y atenta al desliz de los anacronismos, que ofrecen la juiciosa lectura histórica de este libro, su trabajo minucioso de pesquisa en los documentos y el criterio de selección que ronda sus páginas.

Si hay una forma para darle utilidad a la idea de la "identidad" en la construcción social, es meditándola por las rutas de la imaginación y del deseo, y apoyándola en la historia: quizá solo en la medida en que podamos concebir un pasado diferente de nuestra actualidad, que tanto nos limita la capacidad para posibilitar la idea de sociedades diversas, opuestas, contrarias a la nuestra, podamos entonces idear un futuro libre de excepcionalismos y prejuicios. Ejercicios como el que propone este libro son una invitación urgente y divertida para liberarnos un día de ser "la nación" que somos.

Quizá en los años por venir celebremos esa novedad.