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Perífrasis. Revista de Literatura, Teoría y Crítica

versión impresa ISSN 2145-8987

perifrasis. rev.lit.teor.crit. vol.11 no.21 Bogotá ene./jun. 2020

https://doi.org/10.25025/perifrasis202011.21.02 

Artículos

APROXIMACIONES PRELIMINARES AL HABITUS DE TRADUCTOR DE J. R. WILCOCK EN EDITORIALES ARGENTINAS (1945-1959)

PRELIMINARY APPROACH TO THE TRANSLATOR HABITUS. J. R. WILCOCK IN THE ARGENTINIAN PUBLISHING INDUSTRY (1945-1959)

Jeremías Bourbotte1 

1 Licenciado en Letras, Universidad Nacional del Litoral y Laurea Magistrale in Lingue e Letterature Europee, Americane e Postcoloniali, Università Ca’ Foscari Venezia. jereasensio91@gmail.com.


Resumen

Este artículo aborda la práctica de la traducción de libros literarios llevada a cabo por Juan Rodolfo Wilcock en editoriales de Argentina (1945 y 1959). En primer lugar, se propone una aproximación a suhabitusde traductor a partir de su trayectoria en la industria argentina del libro. En segundo lugar, se caracteriza la inscripción de sus traducciones en colecciones y catálogos editoriales. Se concluye relevando algunos aspectos centrales de su práctica traductora de literatura en este período.

Palabras clave: J. R. Wilcock; práctica de la traducción; importación de literatura; habitus de traductor; industria del libro argentino

Abstract

This paper addresses the translation practice of Juan Rodolfo Wilcock (1945 y 1959) in the Argentinian publishing industry. In the first place, I analyze thehabitusof Wilcock as a translator in the editorial field. Then, I describe collections and catalogues of different local publishing houses which are related to his translations. Finally, I conclude considering some of the main aspects of his translation practice during this period.

Keywords: J. R. Wilcock; translation practice; importation of literature; habitus of a translator; Argentinian publishing industry

1. INTRODUCCIÓN

Este artículo se propone el abordaje de la práctica de traducción llevada a cabo por el escritor argentino Juan Rodolfo Wilcock (1919-1978) en editoriales de Argentina. Además de ocuparse de su producción literaria -que incluyó narrativa, poesía, ensayística y teatro- y de ejercer como director, traductor y crítico en distintas revistas literarias y culturales (Verde Memoria,Disco,Sur,Ficciones, entre otras), produjo un vasto repertorio de traducciones en editoriales argentinas -en especial en Sur y Emecé- entre 1945 y 1959, aproximadamente. Tras trasladarse a Italia en 1957, trabajó como traductor para importantes empresas de la industria editorial italiana (Adelphi, Einaudi, Bompiani, Mondadori, Rizzoli, Il saggiatore), colaborando en la formación de su catálogo y en la recepción crítica de autores contemporáneos, desde 1960 hasta su fallecimiento en 1978.

En lo que concierne a su papel como traductor en Argentina e Italia, algunos trabajos críticos exploraron el vínculo entre su literatura y sus traducciones, tanto a nivel estético como ideológico. Así, Ricardo Herrera postula que el lenguaje neorromántico y neoclásico de su poesía castellana procede de distintas operaciones de reescritura de tradiciones literarias consagradas, entre ellas la traducción de poesía romántica anglosajona (53-78). De esa práctica de traducción proviene su tratamiento de las lenguas (castellana e italiana) que, caracterizado por la eliminación de localismos, vulgarismos y barroquismos, la normalización y simplificación de la sintaxis y del vocabulario, elabora una escritura literaria que excluye usos coloquiales y locales (Patrizi 89-96; Cenati 169-202). González propuso, por su parte, el concepto de “escritura migrante” (“Virtudes de la errancia” 37) para definir la apropiación y el uso que Wilcock llevó a cabo de tradiciones literarias, así como su aspiración de universalidad, a partir del tratamiento de diferentes lenguas, operaciones que constituyen uno de los principales aspectos de su poética. Gasparini amplió estos aportes al proponer la existencia, en Wilcock, de un “ideario clásico de la escritura” (29) que aspira a alcanzar una pureza lingüística cuyos modelos son la lengua latina y un corpus de autores canónicos de Occidente. Diego Bentivegna postula una continuidad estética e ideológica entre sus textos castellanos e italianos a través de la traducción (123). A su vez, mientras que ciertos trabajos se dedicaron a explorar algunas de las traducciones firmadas por Wilcock, relevando en particular aquellos que introdujeron nuevos títulos, autores y géneros en la cultura hispanoamericana (Torres 1-4; Mancosu 1-8), otros analizaron casos específicos como sus versiones deThe Four Quartets(Folguerá 243-276) o “The song of Prufock” (Ingberg) de T.S. Eliot, con el fin de analizar el alcance de sus estrategias traductoras. Finalmente, Franco Buffoni postula un correlato entre los aspectos principales de su poética y su práctica de la traducción; esta relación se determinaría por el estilo literario (stile) (113-124).

Si bien los aportes ya mencionados reflexionaron sobre la relevancia de la práctica traductora para establecer vínculos con la poética de Wilcock, es necesario destacar, no obstante, que este abordaje se ha desarrollado de forma parcial y no exhaustiva. En este sentido, se pretende contribuir a la sistematización del análisis de las prácticas de traducción llevadas a cabo por Wilcock en las empresas editoriales argentinas. Es necesario articular dicha práctica traductora en un momento de “importación literaria” (Wilfert, 33-46), que sistematice las asiduas intervenciones de Wilcock como traductor, en un contexto de auge de edición del libro.

A partir de este objetivo, es preciso explorar su repertorio de traducciones y su inscripción en diferentes catálogos editoriales. En términos generales, este repertorio proviene de al menos cuatro lenguas (inglés, alemán, italiano, francés) y comprende distintos géneros (poesía, teatro, ensayo y narrativa) de tradiciones literarias o filosóficas europeas centrales. Se observará a este respecto a qué se debe que su práctica traductora haya producido versiones de textos extranjeros de distinto estatuto en empresas editoriales que desarrollaron proyectos culturales específicos.

Con relación a estas cuestiones, y a manera de hipótesis, se propone que el repertorio de traducciones de Wilcock se determina por la formación de unhabitusde traductor configurado a partir de una red de relaciones empresariales y político-ideológicas del campo editorial argentino de los años 40 y 50. En la periodización establecida en este trabajo, las traducciones firmadas por Wilcock comprenden un arco que parte desde la denominada edad de oro de la edición de libros a la paulatina recuperación de la industria editorial española.

A fin de abordar la hipótesis antes mencionada, esta propuesta recupera aportes procedentes de los Estudios de Traducción (Translation Studies), específicamente de los Estudios Descriptivos de la Traducción (Descriptive Translation Studies) y algunos aportes pertenecientes a la denominada “sociología de la traducción” (Heilbron y Sapiro 100-105).

2. APROXIMACIÓN A LA FORMACIÓN DE UNHABITUSDE TRADUCTOR EN WILCOCK

En principio, la práctica de traducción de Wilcock procede de una determinada trayectoria social que articula su herencia familiar y su formación literaria con su trabajo para editoriales locales. A través de las relaciones familiares, la apropiación de lenguas extranjeras y su intervención en distintas publicaciones periódicas, esta “trayectoria social” configura un “habitusde traductor” a lo largo de un cierto índice temporal (Gouanvic, Pratique sociale 157)1. En efecto, tales “condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producenhabitus,sistemas dedisposicionesduraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes” (Bourdieu, El sentido práctico 86). Dicho de otra manera, se trata de disposiciones objetivas que establecen la posición sostenida o adquirida por parte del agente en un campo. Configurada por tal estructura objetiva, Bourdieu resalta, sin embargo, el carácter espontáneo y la capacidad inventiva de una práctica social que, aunque nunca intencional, permite la apropiación singular, por parte de un agente, del juego instituido. En este sentido, la posición político-ideológica de Wilcock debe explorarse a través de sus intervenciones particulares en editoriales y revistas literarias y culturales.

Para el caso de los llamados “agentes de la traducción” (Sapiro, 32-34), es necesario distinguir al menos dos instancias básicas en lo que respecta al desarrollo de una trayectoria. Por un lado, tiene lugar la configuración de un “habitusprimario” que permite la aparición ulterior de un “habitusespecífico” (Gouanvic, “Is Habitus” 32-34). Desde esta perspectiva, es posible postular que la práctica traductora de Wilcock constituye un efecto de unhabitusde traductor constituido en el interior del espacio iberoamericano del libro.

Así, es posible observar en Wilcock, un período preliminar de formación de unhabitusde traductor, caracterizado por sus relaciones y herencias en el seno de una familia de orígenes europeos. En efecto, fue hijo de un inmigrante inglés, Charles Leonard Wilcock, y de Aida Romeggiali, argentina, proveniente de una familia suizo-italiana. En el ámbito de esta familia, adoptó las lenguas inglesa, italiana y castellana. Durante una breve permanencia en Suiza entró en contacto con la lengua francesa. Este temprano conocimiento lingüístico fue alentado por un grupo familiar caracterizado por la convivencia de las mencionadas lenguas europeas, así como por un imaginario no menos liberal que europeizante. La herencia paterna -del inglés- y la herencia materna -del italiano y del francés- se conjugaron en la gradual apropiación de tradiciones literarias europeas, un aspecto central de su formación como escritor y traductor. Al ingresar a la escuela pública en Buenos Aires, reforzó el aprendizaje de estas lenguas y emprendió un cultivo personal, aunque no menos sistemático, de literatura (Troncale 79-83). Es posible, por lo tanto, señalar que su dominio lingüísticoliterario resultó menos de un tránsito por una institución académica que de sus relaciones familiares y de una predisposición a cuestiones literarias. Esta predisposición, a su vez, derivó en el aprendizaje de la lengua alemana, un conocimiento clave para sus conocidas versiones de la narrativa de Franz Kafka para la editorial Emecé.

El multilingüismo, según Gouanvic, es de “capital importancia” en la trayectoria social de un traductor, ya que supone su disposición preliminar (“Is Habitus”32). En el caso de Wilcock, la apropiación de lenguas extranjeras constituye un aspecto central de suhabitusprimario y, por este motivo, una condición necesaria de su práctica de la traducción. Dicho multilingüismo, producto de una herencia familiar y en menor medida de su instrucción escolar, es puesto en práctica a través de diferentes instancias en las que se pone de manifiesto su estrecha relación con modos de apropiación de lo extranjero: desde la producción de reseñas y de traducciones en las revistas literarias de las que fue director,Verde Memoria(1940-1944) yDisco(1944-1947), a sus colaboraciones asiduas paraSuryOrígenesy otras revistas hispanoamericanas, hasta su actividad como crítico literario enFicciones(en especial, en la sección Letras Inglesas) y en los diariosLa PrensayLa Nación.

Durante su trabajo como escritor y traductor en las mencionadas publicaciones periódicas, se construye poco a poco unhabitusespecífico orientado a traducciones de textos de ficción, con especial énfasis en producción literaria anglosajona. La construcción de tal práctica traductora le permitió incorporarse como mano de obra en editoriales argentinas. Asimismo, la pertenencia a una minoría letrada en la órbita del proyecto cultural deSurrepresentaba un espectro de creencias y valores que se asentaron en su producción literaria y en sus versiones de literatura extranjera. El escritor argentino integró, de hecho, la segunda generación de colaboradores de la revista junto a Enrique Pezzoni, Alejandra Pizarnik y Ernesto Sábato, participando como colaborador para su revista y traductor para su editorial. Sin embargo, su conocimiento en materia de lenguas europeas y su formación literaria supusieron un capital simbólico que vehiculizó en el campo editorial -como aconteciera con otros traductores relacionados conSurcomo son José Bianco, Estela Canto o Enrique Pezzoni-. Tras dimitir de su cargo como ingeniero civil en Ferrocarriles del Estado en Mendoza en 1944, Wilcock alternó trabajos de traducción por encargo con repetidas colaboraciones en la prensa. De su actividad en la revista y editorial Sur, así como su premiación en distintos certámenes locales, obtuvo un relativo reconocimiento que posibilitó la demanda de su trabajo como traductor, de manera que su actividad en la industria del libro argentino se convirtió, ante todo, en una fuente permanente de remuneración. En este sentido, el interés de Wilcock por traducir literatura revela un doble motivo: por un lado, la apropiación de procedimientos literarios para el escritor-traductor relacionado con autores y títulos canónicos de la tradición literaria europea; y, por otro, el sustento económico proveniente de sus encargos para editoriales. Esta “illusio” (Bourdieu, Razones prácticas 141) orientó su trayectoria en el campo editorial.

A grandes rasgos, el comienzo de su actividad como traductor coincide con el desarrollo de agentes editoriales que, a través de alianzas, redes de contacto y distribución del libro en países americanos, apostaron por promocionar literatura traducida en países hispanófonos, consolidando -junto a sellos editoriales mexicanos- un “espacio editorial iberoamericano” (Sorá, Editar desde la izquierda 19). La irrupción de diferentes empresas editoriales consolidó la estructura de un “campo editorial” (Bourdieu, Las reglas del arte) que dio lugar al incremento de literatura traducida tanto en Argentina como en el mercado externo, tras el declive de la industria del libro español como consecuencia de la guerra en España.

Debido al crecimiento de la industria del libro en Argentina y en México, las “alianzas y colisiones que son producto de la competencia internacional generan uncampo editorial transnacionalque podemos calificar como hispanoamericano” (Sorá, Editar desde la izquierda 19). En la formación de este espacio editorial iberoamericano, esta trama de alianzas, disputas y proyectos intelectuales constituyeron el marco de la trayectoria de los traductores que integraron empresas editoriales. Así, la llamada“época de oro (1938 y 1953)” 2 de la industria editorial argentina condujo a la consolidación de un “aparato importador de literatura” (Willson, La constelación del Sur 28) que requirió de mano de obra procedente del medio literario. La trayectoria de Wilcock comprende y excede la periodización de la época de oro, si tenemos en cuenta la primera y la última fecha de la edición de sus traducciones para editoriales en Argentina: desdeLa bestia debe morir(1945) hastaEl ángel subterráneo(1959). Además, cabe resaltar que el traductor argentino permaneció en Inglaterra entre 1953 y 1954 y que algunas de sus versiones de textos extranjeros exhiben una fecha posterior a la de su traslado a Italia en 1957.

En lo que concierne a los integrantes deSur, la actividad de traducir fue considerada una responsabilidad de una minoría letrada que aspiraba a renovar, mediante su intervención en la prensa escrita y en las editoriales, la tradición literaria nacional (King 180). Esa red de escritores y de traductores a la que Wilcock representaba, a la vez “exclusiva y cosmopolita” (Gramuglio, “Posiciones” 343), se atribuyó la misión de “poner al alcance de quienes no tuvieran acceso a ellas en su lengua original las que consideraban las mejores manifestaciones de la cultura contemporánea” (Gramuglio, “Literatura y traducción” 151). Este proyecto cultural de su fundadora, Victoria Ocampo, irradió al resto de las editoriales y revistas de los años 40 y 50, a punto tal que sus colaboradores ocuparon distintos papeles en empresas de edición como directores de colección, autores literarios, editores o traductores. No obstante, lejos de disponerse en forma unilateral, las redes intelectuales y empresariales que permitieron la proyección de los intelectuales nucleados en torno aSurencierran no pocos matices. En este sentido, aun cuando existieran determinados factores económicos o políticos que convergieran en el proyecto cultural de Ocampo -en especial, con relación a la relativamente compartida oposición al régimen peronista o a las ventajas comerciales de publicar literatura traducida por parte de diferentes sellos-, Wilcock intervino en editoriales de diferente cariz: de orientación literaria y comercial (Sur y Emecé), de difusión del pensamiento católico (Criterio) o de actualidad política y social centrada en la coyuntura nacional (Raigal).

En lo que respecta a la editorial Sur, a través de su relación con Victoria Ocampo y otros miembros del comité de la revista, le fueron encargadas a Wilcock las versiones deEl revés de la trama(1951) de Graham Greene;Paso a la India(1955) de Edgar M. Forster;Aspectos del amor(1957) de David Garnett, yEl ángel subterráneo(1959) de Jack Kerouac. Contemporáneamente, se publicanHistoria del teatro universal(1954) de Silvio D’Amico por la editorial Losada; ySalka Valka(1957) de Handor Laxness por Sudamericana.

La colaboración editorial permite la construcción de redes profesionales y formas de sociabilidad literaria e intelectual que se tejen de manera multidireccional, desde visitas a los directores de las casas editoras, pasando por las entregas de encargos de traducción y fechas de pago. Alejandra Giuliani (Editores y política) ha destacado a este respecto dos tendencias en la edición de traducciones en este período: la reimpresión de versiones españolas en forma pirata, amparadas en el artículo 31 de la Ley de Propiedad Intelectual, y la búsqueda de nuevas versiones a través de mano de obra procedente del medio literario. Giuliani destaca asimismo que la época de oro se caracterizó por un predominio de autores extranjeros en los catálogos editoriales, interés comercial defendido por la Cámara Argentina del Libro (cal) ante las presiones del gobierno peronista por reforzar la presencia de nombres argentinos. Además de su conocida “literatura antiperonista” (Balderston 573), cabe resaltar que Wilcock integró editoriales nucleadas en la cal, institución que expuso disidencias en los dos primeros gobiernos de Juan Domingo Perón, dado su interés por privilegiar autores extranjeros que tenían impacto en el mercado externo -es decir, algunos países americanos y aún España (Moya 121-156).

Además de una posición político-ideológica afín a la élite literaria argentina, cabe referir asimismo algunos aspectos económicos y estéticos involucrados en su práctica traductora. En una entrevista realizada por la RAI en 1973 en su residencia en Velletri (Italia), se interroga a Wilcock acerca de su trabajo como traductor. En ese contexto, responde:

Cuando existe un libro se supone que la gente lee ese libro. Si después lo traducen se entiende que se trata de otro libro, entonces es una mercancía tan defectuosa que se vende sólo porque el otro, el original, tuvo éxito. Quien puede o quiere contentarse con este sustituto que se contente. Pero lo grave es cuando esta situación llega a ser una situación permanente, es decir, todo es sustituido. … Si usted lo quiere usar como definición, el estilo es aquello que no se puede traducir. Solo que la definición, no sé de quién, de Valéry, es ‘poesía es aquello que no se puede traducir’. … Me parece el comentario más claro de lo que estoy diciendo. Usted lo tendrá todo del libro, pero la poesía no3. (“Un’ora con Rodolfo Wilcock”)

Es posible analizar al menos dos supuestos centrales en esta posición de Wilcock. En primer lugar, la traducción aparece descrita en términos demerce avariata, es decir, bajo la forma de una reescritura deficitaria del texto original. Asimismo, bajo el términostilese hace referencia al tratamiento singular que despliega un texto literario en su lengua de origen. Ese componente poético representa aquello que, repitiendo a Valéry, no logra reponer una traducción. La literatura es, por definición, intraducible, puesto que su unidad de forma y fondo no puede ser repuesta mediante la versión de un traductor. Así concebida, la traducción supone una forma derivada y multiplicadora del original, que no alcanza, sin embargo, a entrever su excelsitud como manifestación de un talento individual. En segundo lugar, las versiones de un traductor constituyensustitutos-surrogati- que, aunque habilitan el acceso a un texto literario, impiden su conocimiento y aún su goce. El peligro advertido por Wilcock es, entonces, efecto de una política editorial que propende por poner en circulación un número indefinido de textos que desdibujan el mundo del autor.

Tanto la referencia a Valéry como la identificación del estilo literario con lo intraducible ponen en evidencia concepciones románticas acerca de la práctica de la traducción. Se exalta la singularidad del estilo del autor, al tiempo que se atribuye a la traducción un sentido práctico -aunque efectivo solo en la medida en que permite la circulación de un texto de éxito comercial en un campo editorial nacional-. De esta manera, los dos supuestos de este discurso parecen obedecer a dos lógicas distintas. Por un lado, persiste la confianza en la importación de literatura en la medida en que posibilita la asimilación de formas literarias y produce un beneficio material para los traductores, editores y escritores. Por otro, se sostiene la sospecha insistente en la irreductibilidad de las peculiaridades de un autor y de una obra literaria.

Estas creencias forman parte de la formación de suhabitusprimario. En efecto, contemporáneamente a su trabajo en editoriales argentinas, Wilcock tradujo, en sus revistasVerde MemoriayDisco, textos literarios a los que profesaba devoción como poeta: Christopher Marlowe, James Joyce, Victor Hugo, T. S. Eliot, Paul Valéry, Archibald MacLeish, William Blake, Ezra Pound y John Keats, entre otros, constituyen una selección de autores y de títulos que involucraba su propia lectura de la tradición literaria europea y que guarda afinidades con su poética (Bourbotte 129). Además, reseñó algunas novedades literarias procedentes del mercado local. La conocida versión de José Salas Subirat delUlises(1956) de Joyce fue un acontecimiento no menos literario que editorial para la literatura argentina. En la cuarta edición deDisco, Wilcock se refiere a esta versión en los siguientes términos:

J. S. Subirat ha logrado superar con bastante habilidad algunos de los mayores escollos de la prosa de Joyce, decayendo -inexplicablemente- en muchos pasajes que no ofrecen tantas dificultades, y sumando así a las muchas y laboriosas ambigüedades del texto original,otras que no poseen el sentido que Joyce impuso a las suyas. (31) (bastardillas fuera de texto)

La insistencia sobre los deslices del traductor no es inocente. En su lectura de la traducción, Wilcock presupone unsentidoque el autor pudo haber atribuido a su texto y juzga la decisión equivocada. En este énfasis sobre los aciertos y los errores de la versión de Subirat se encierra una norma de traducir basada en el remedo del estilo del autor, en la tentativa, siempre incompleta, de representar el mundo único y peculiar de Joyce. Las nociones de estilo y de autor cumplen aquí un papel implícito en dicha lectura, en tanto consisten en el criterio básico para determinar el alcance de la traducción de Subirat.

En lo que respecta a su trayectoria en Argentina, sus traducciones parecen responder a las lógicas antes mencionadas, con sus respectivas tensiones. Mientras la relevancia asignada al beneficio material se materializa en su trabajo concreto en editoriales, el respeto al autor y a la obra literaria se manifiesta en versiones de los autores admirados: desde Marlowe a Eliot, desde Kafka a Pound. Esta última forma de reescritura aspira a ser una lectura directa, minuciosa, del texto original, a riesgo de ofrecer un mero sustituto deficiente en lengua castellana.

3. TRADUCCIONES EN EMECÉ: ENTRE FRANZ KAFKA Y GRAHAM GREENE

En aquel contexto de auge de edición del libro argentino, se desarrollaron determinadas “políticas de traducción” (Toury 58) de literatura extranjera por parte de empresas editoriales que diseñaron un programa exportador de su material. En términos de Toury, la política de traducción (translation policy) comprende operaciones de selección y configuración de literatura extranjera en el seno de una cultura importadora. Dicha política establece qué se traduce (qué lenguas, autores, corrientes, libros se prefieren) y bajo qué condiciones (número de impresiones, canales de distribución, supervisión de los editores en la selección y el costo, formato de la edición).

En lo que respecta a su política de traducción, la editorial Emecé, fundada por editores españoles exiliados en Argentina, dispuso de un capital procedente de la familia Braun Menéndez asociada a las finanzas en bancos. Al igual que Sudamericana (De Diego 101), disponer de un capital de estas proporciones permitió al sello ampliar y diversificar su catálogo, así como desarrollar un programa exportador, mediante diferentes alianzas con otros sellos y redes de distribución del libro a través de librerías afines. La publicación de un texto en traducción depende a este respecto de “políticas editoriales” (editorial policies) (Sapiro, Editorial Policiy and Translation 32) o, en otros términos, de las elecciones adoptadas por los agentes que intervienen en su circulación -editores, escritores, redactores, diseñadores, directores de colección-. A partir de la gestión de Bonifacio del Carril como director de la editorial Emecé desde 1942, la editorial adquirió una impronta del todo comercial, ordenando el catálogo a través de colecciones y privilegiando autores y títulos de gran acogida.

No obstante, es preciso indicar que el procesamiento de uncorpusde literatura extranjera procede a través de operaciones de importación de literatura (Willson, La constelación del Sur 23); dicho procesamiento comprende la actividad integrada de los agentes de traducción o “importadores” (Wilfert 33) que determinan una posición de acuerdo a factores de orden ideológico, económico o político. En efecto, Emecé, a la manera de su contemporánea Losada, ordenó sus colecciones recurriendo a nombres propios instituidos en el campo literario y que prestigiaban su catálogo. Así, para la colección El Séptimo Círculo, dirigida por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, fue crucial la red de contactos y, en particular, su conocimiento de la cultura inglesa. Wilcock, al igual que otros traductores en la órbita deSur,aportó a la colección al menos cuatro versiones:La bestia debe morir(1945) de Nicholas Blake;La muerte glacial(1945) de Milward Kennedy;El hombre que eludió el castigo(1952) de Carey Bernice;Mi hijo, el asesino(1956) de Quentin Patrick.

A propósito de una historia de la traducción, Willson recoge algunas operaciones críticas realizadas por Wilcock que ponen en evidencia la función de la traducción en la revista y editorialSur:la de disponer un repertorio de códigos y textos literarios para la élite literaria, a la cual su traductor representa y pertenece. Analiza también la apuesta estética por el antirrealismo de los colaboradores deSuren la conocida versión deLa bestia debe moriren el marco de un cambio en la función de la literatura traducida. Según Willson, Wilcock contribuye a la circulación de un género en el que primaba la autonomía de lo literario en oposición a una poética del realismo asociada al movimiento peronista (“Centenario y peronismo” 181-193).

Sin embargo, esta función asignada a Wilcock resulta menos visible en la colección Grandes Novelistas, en la que los encargos de traducción obedecen ante todo a los objetivos comerciales de Emecé. La colección, lanzada en 1948 y dirigida por Ricardo Baeza, conjugó autores de renombre -Franz Kafka, Alberto Moravia, Camilo J. Cela, Ernest Hemingway, Albert Camus- con otros identificados con el denominadobestsellerismo-León Uris, Arthur Hailey, Erich Segal, Arthur Koestler-. Como es notable, dicha colección pretendía conjugar la calidad literaria a la expectativa de venta. Sin embargo, en la edición argentina de los años 40 y 50, es necesario recordar que no resultaba de suyo evidente la distinción entre autores de culto y autoresbest-seller-que ha caracterizado a décadas ulteriores-, puesto que los circuitos de los “grandes escritores” no se diferenciaban demasiado de los circuitos de “grandes ventas” y con acogida por parte del público lector (Prieto 82-105).

Con todo, la política de edición de Emecé derivó poco a poco en un ciertobestsellerismo. En consecuencia, los encargos realizados por sus traductores promocionaron títulos que gozaron de cierto reconocimiento, especialmente en los países anglófonos. En el marco de la colección Grandes Novelistas, la intervención de Wilcock como traductor en Emecé no es menos contrastante: al mismo tiempo que propuso versiones de Franz Kafka yEl derrumbe(1955) de Dino Buzzati -autores que formaban parte de uncorpusde la narrativa europea considerada innovadora en este período-, es posible advertir una tendencia a promover novelas caracterizadas por su rentabilidad en un contexto de auge de edición del libro extranjero. En este contexto, aparecen las siguientes versiones:Crepúsculo desolado (1950)de Michael Sadleir,Flecha en azul (1953)de Arthur Koestler,Misa sin nombre(1953) de Ernst Wieckert,El peregrino(1954) de Joyce Cary,El jubón de terciopelo(1954) de James Street,Sígueme(1958) de Shelby Foote. En términos generales, se trata de una producción literaria en lengua inglesa, publicada entre los años 40 y 50, y que detentó no tanto una reputación literaria cuanto un cierto éxito de ventas en su cultura de origen. Las traducciones de Wilcock presentan los títulos mencionados bajo la forma de novedades del mundo literario anglosajón, con el propósito de su consumo inmediato.

Parece claro, por lo tanto, que elhabitusespecífico de Wilcock no es disociable del interés de los agentes del campo en el que interviene, es decir, de suillusio, en especial del beneficio comercial que auspiciaba la importación de literatura en lengua inglesa. La tendencia a traducir obras literarias provenientes del mundo anglosajón se debe a dos factores. Por una parte, la lengua inglesa ocupaba -junto a la francesa- un mayor volumen de literatura traducida en Argentina debido a su rentabilidad y a su prestigio en el “mercado lingüístico” (Bourdieu, Cuestiones de sociología 120). Por otra, se trata de un aspecto relacionado directamente a la formación delhabitusde traductor: el conocimiento de la cultura anglosajona, originado en su herencia familiar y en su producción literaria, fue puesto al servicio de su práctica de traducción y, por el mismo motivo, de su trabajo en algunas editoriales que promovían un programa exportador, a menudo centrado en novedades literarias provenientes de países centrales.

El caso del novelista inglés Graham Greene resulta, a este respecto, ejemplar. Además de su reconocimiento previo en Gran Bretaña, sus novelas destacaban por sus procedimientos narrativos -el empleo de la intriga y el suspenso, la elaboración compleja de la trama, el foco en las vicisitudes de sus personajes- que satisfacían expectativas de lectura en un público lector cada vez más diversificado y habituado al consumo de novelas. Las traducciones de novelas de Greene, al menos aquellas firmadas por parte de Wilcock, aparecen en distintos catálogos editoriales, con fechas de publicación de relativa proximidad. Así,El revés de la trama(1951) fue editado por Sur; Através de los puentes y otros cuentos(1951),Campo de batalla(1954),El americano impasible(1957),El poder y la gloria(1959) por Emecé para su colección Grandes Novelistas, yLos caminos sin ley(1953) por Ediciones Criterio. Este reparto de títulos del novelista inglés pone de relieve que las versiones castellanas se produjeron en un contexto en que las editoriales argentinas se disputaban los derechos de un autor de considerable rentabilidad. Al mismo tiempo, parece indicar que los encargos realizados por parte de Wilcock se encontraban supeditados al objetivo, menos estético que comercial, de Emecé.

No obstante exhibir cierta tendencia a promocionar autoresbest-sellers, Emecé posibilitó la importación de determinados autores y títulos que, además de prestigiar su catálogo, resultaban de interés para un sector del público lector. En un catálogo en el que predominaron autores anglosajones, la literatura de Kafka revela un caso contrapuesto al de Greene. En el marco de su importación en lengua castellana en la que han intervenido revistas literarias y editoriales de América y de España (O’Neill 21), Emecé publicó en forma sistemática y ordenada la producción literaria del escritor checo, operación que, en 1960, dio lugar a la conocida edición de suObra completaa cargo de David Vogelmann, quien fuera asimismo, junto a Héctor A. Murena, un relevante importador del pensamiento alemán en Argentina. De esta manera, las traducciones se encargaron a dos traductores con trayectorias dispares en la industria del libro, aunque convergentes en la edición de literatura en lengua alemana. Mientras a Wilcock correspondieron la correspondencia y narrativa breve de Kafka -En la colonia penitenciaria(1952),Diarios 1910-1923(1953)La condena(1952),Cartas a Milena(1955)-, dos de sus novelas más conocidas,América(1943) yEl castillo(1949), aparecen firmadas por Vogelmann.

A propósito de la lectura de Kafka durante su juventud, en la entrevista para la rai antes mencionada, Wilcock habla de su admiración por el autor:

Kafka ha sido una de las personas que más influencia han tenido como escritor sobre mí. … Tenía su precisión, su exactitud, su imaginación, y también su concepción del mundo, que era muy similar a la mía, y aún diría que me inspiraba poéticamente. Todas estas cosas me hicieron tenerlo en estima porque además traduje… cuando era joven debí traducir todo elDiario, que es larguísimo. Así, por un año al menos viví con él, pero de verdad, porque no era el caso traducir… todo lo encontraba muy bello y además era joven y las cosas se me fijaban. Es una de las pocas personas que tuve el riesgo de imitar4. (“Un’ora con Rodolfo Wilcock”)

En esta evocación es posible interpretar una insistencia: el énfasis en la expresión y en el estilo de la prosa, así como en la personadetrásde ese texto. Esa marca de Kafka, que corresponde al tratamiento al cual un escritor somete su lengua, se convierte, para Wilcock, en modelo de una escritura literaria. De esta manera, la práctica traductora se concibe como una forma de lectura, un procedimiento de apropiación de aquel estilo singular, del lugar en el cual el autor imprime su marca.

4. TRADUCCIONES DE WILCOCK EN OTRAS EDITORIALES PORTEÑAS

Aunque la mayor parte del repertorio de traducciones firmadas por Wilcock se inscribe en el catálogo de las editoriales Emecé y Sur, el escritor argentino colaboró asimismo con la promoción de literatura extranjera en empresas porteñas que enseñaron una particular orientación política-ideológica. Además, estos sellos favorecieron la traducción de literatura para un circuito comercial restringido al mercado interno. Al desarrollar determinadas operaciones de selección (Bourdieu, “Las condiciones sociales” 159), estos sellos proponen nuevos títulos y autores -no incluidos en los catálogos deSury sellos afines-, o bien disputan su circulación en el espacio editorial. Así, las versiones deEl alquimista(1954) de Ben Jonson yEl abate Pierre dice…(1956) de Henry Grouès fueron publicadas por Ediciones La Reja en traducción de Wilcock. La Reja ordenó su catálogo a través de colecciones de narrativa contemporánea extranjera. Las colecciones Letras del mundo y Novelistas de hoy se abocaron a novelas de publicación reciente. Aparecieron así novelas de François Mauriac, Donald Brinkmann, Auguste Le Breton, Katherine Mansfield; también se publicaron obras teatrales de Jean Giradoux en la colección Dramaturgos de hoy. En este sentido, aunque en sus colecciones primaba una literatura europea y norteamericana reciente, la traducción deEl alquimistamuestra una conjunción en su catálogo de autores menores de proyección en el mercado con algunas obras literarias de renombre, con énfasis en las lenguas francesa e inglesa.

Es posible apreciar a este respecto la tensión inherente a la práctica traductora de Wilcock en el caso de su versión de Ben Jonson y de Grouès. Tratándose de una pieza del teatro isabelino, es probable queEl alquimistasupusiera un aporte de la llamada alta literatura a un catálogo caracterizado por la venta de las nuevas novelas. Por el contrario,El abate Pierre dice…fue redactado por un reconocido sacerdote y consiste en un libro de divulgación destinado a un público interesado en religión y, en particular, en la doctrina católica. Esta clase de publicaciones servían para responder a determinadas demandas de un público lector que comenzaba a expandirse en paralelo a la edición de libros, apoyada en la personalidad del abate Pierre. En su aporte al catálogo de Ediciones La Reja, Wilcock contribuye a difundir libros cuyo valor cultural no involucra necesariamente al proyecto cultural deSur, del cual procede su formación como escritor y traductor de literatura. En otras palabras, al tiempo que produce versiones de textos considerados propios de la alta literatura que se relacionan con dicho proyecto importador y con su propia poética, promociona, mediante su reescritura en castellano, autores y títulos destinados eminentemente al consumo en un mercado diversificado. Por consiguiente, la literatura traducida por Wilcock permite conjeturar que el traductor argentino no siempre cumple con la autodesignación por parte deSurde disponer lo que sus colaboradores reconocían comolo mejorde la literatura extranjera.

Por otra parte, en el catálogo de La Isla se publican otras tantas versiones firmadas por Wilcock: una novela de Ignazio Silone,El secreto de Luca(1957); dos novelas de origen anglófono,Cosas de hombres(1957) de Douglas Fairbairn ySigamos bajando(1957) de John Wain; y, por último, una obra de índole filosófica:Esquema del conocimiento contemporáneo.Tomo I y II(1958) de Alan Pryce Jones. En este marco, las versiones de novelas inglesas representan uncorpusde narrativa anglosajona cuyos títulos se disputaban empresas de peso económico y simbólico como Emecé y Sudamericana, así como otras editoriales del campo editorial nacional.

Esta tendencia se repite en el caso de Ediciones Criterio, sello que proviene de la conocida revista homónima. Atilio Dell’Oro Maini fundó en 1928 la revista culturalCriterio, que se caracterizó por pertenecer al espacio de debate de la Iglesia en Argentina, un proyecto relativamente abierto en el que participaron colaboradores que no siempre pertenecieron al catolicismo y que asumió como eje el relevamiento de los debates políticos y religiosos de actualidad (Lida y Fabris, 12-16). Bajo la dirección de Gustavo Franceschi,Criteriotendió a fomentar la difusión de debates pastorales, eclesiásticos y teológicos, articulada a una crítica de la modernidad a espacios no católicos. A su vez, la editorial, dirigida por Tomás Cullen, dispuso un repertorio de libros de acuerdo a esta matriz ideológica. De esta forma, aparecieron editados volúmenes de literatura católica o, al menos, afines a los valores pretendidos por Franceschi:El 8° díade Hermann Gohde (1954);Caínde Rogier van Aerde (1954);El pilar del fuego(1955) de Karl Stern en traducción de José Gazulla;El trabajo intelectualde Jean Guitton (1955); ¿Qué es el personalismo? de Emmanuel Mounier (1956), yLa democracia cristiana(1955) del propio Franceschi son ejemplos de su catálogo. Wilcock, para Ediciones Criterio, traduce la ya mencionada novelaLos caminos sin ley(1953) de Greeney La nueva neuralia(1953) de Evelyn Waugh.

La versión deLos cuatro cuartetos(1956) de T. S. Eliot de Wilcock por Ediciones Raigal representa otro caso de un texto canónico inglés. Raigal, fundada y dirigida por Antonio Sobral junto a Gabriel del Mazo, desplegó una política editorial que privilegió, en el período comprendido entre 1950 y 1955, la publicación de libros de economía, sociología y diagnóstico político. La selección del material a editar estuvo orientada por las premisas de una “construcción de un pasado militante de corte yrigoyenista para la juventud partidaria” (Pulfer 19), así como de una “articulación de distintas fracciones del ‘antiperonismo intelectual’; a la actualización del diagnóstico y la lectura sobre la realidad argentina en distintos aspectos y a la intervención política en el debate público en temas acuciantes” (19). De esta manera, Raigal se posicionó como una editorial “parapartidaria” (Luna 475), en términos de una empresa de difusión de un ideario cívico-político en el interior del espacio radical.

Si bien el sello no dejó de reafirmar una identidad partidaria durante la elaboración de su catálogo, ocurrió una progresiva integración de figuras que no pertenecieron a la militancia radical. Además, incorporó un mayor volumen de obras literarias, en especial de origen extranjero. La colección Panorama muestra a este respecto un viraje en la política editorial, en tanto supuso la incorporación de directores de colección, traductores y asesores literarios que fomentaron la publicación de literatura contemporánea.

Enmarcada en esta nueva política de edición, la versión deThe Four Quartetsde Wilcock expone al menos dos constantes. En primer lugar, es posible situar su versión en un proyecto editorial que aspiró a poner en circulación lo que se consideraba lo más representativo de la producción poética de un país. Así, para conformar su colección La Poesía, Raigal editóPoesía moderna de Brasil(1956) dirigida por Raúl Navarro;Poesía norteamericana contemporánea(1956), traducción y selección a cargo de Alberto Girri y William Shand;Poesía italiana contemporánea(1956), a cargo de Alberto Girri y Alberto Viola Soto. En el marco de traducciones de poesía extranjera, se destaca además la traducción de la poesía de Jorge Lima en cuanto representante de la poesía brasilera. En el caso deLos cuatro cuartetosde Eliot, la edición exponía los atributos de estas antologías: autor célebre, producción poética relativamente reciente, innovación formal, énfasis en la vanguardia.

Es interesante advertir que algunos de los intelectuales que solían colaborar enSurmantuvieron afinidades ideológicas con la posición de Raigal. La intervención de Sábato en cuanto director de la colección, la publicación de la antologíaCuentos Breves y Extraordinarios, a cargo de Jorge Luis Borges y Bioy Casares, y la presencia de Wilcock y de Girri como traductores demuestra que la planificación y renovación del catálogo procedió a través de un sistema de relaciones y exclusiones que reflejan el posicionamiento político de Raigal con respecto a su mano de obra. Se trataba, en efecto, de integrantes de una cierta élite literaria argentina que, al tiempo que prestigiaban la colección editorial, manifestaban, no sin ciertos matices, una posición no adherente al régimen peronista.

5. CONCLUSIONES

A la luz de la trayectoria de Wilcock como traductor en editoriales argentinas, es posible postular que la formación de su práctica traductora tuvo lugar en el interior del espacio iberoamericano de la edición del libro. Dicha práctica supone el efecto de unhabitusde traductor que proviene de una red de relaciones empresariales y político-ideológicas, en un contexto de disputas, tensiones y alianzas entre diferentes agentes involucrados en la importación de literatura en Argentina, entre 1945 y 1957, aproximadamente.

No obstante, aunque las creencias y valores relacionados con el proyecto cultural de la revista y editorial Sur hayan servido de presupuesto a la práctica traductora de Wilcock, es necesario señalar que el repertorio de sus traducciones revela cierto eclecticismo, en tanto conviven autores y títulos de la llamada alta literatura, pasando por otros asociados al éxito comercial y hasta libros de divulgación filosófica y religiosa.

Dos motivos pueden explicar las tensiones internas de este repertorio. En primer lugar, la intervención de Wilcock como traductor tuvo lugar en empresas editoriales que desarrollaron un programa exportador de su material (Losada, Sudamericana y, en particular, Emecé y Sur); incentivaron la inclusión de literatura traducida debido a su rentabilidad en el mercado local (La Isla y La Reja); o rediseñaron un catálogo caracterizado por determinada orientación político-ideológica mediante traducción de literatura contemporánea (Raigal y Criterio), promoviendo y disputándose entre sí la circulación de autores y títulos.

En segundo lugar, la práctica traductora llevada a cabo por Wilcock se relaciona con determinadas creencias sobre el estatuto de una traducción. En el marco de una tradición romántica que enfatiza el talento individual y el tratamiento excelso de una lengua, persiste, en Wilcock, el supuesto según el cual una traducción debe reponer el estilo y el mundo subjetivo de un autor literario, tarea por otra parte tan necesaria como imposible en la medida en que traducir implica la multiplicación de versiones que sustituyen, de manera incompleta y deficiente, el original procesado por una literatura importadora. El primer aspecto insiste en el valor estético de la obra literaria, en especial de uncorpusde autores canónicos que mantiene afinidades con su poética; el segundo, en el carácter material de la actividad del traductor, ligado a la política de edición emprendida por una empresa editorial. Estos aspectos responden a lógicas que tensionan y configuran su trayectoria como traductor en editoriales argentinas.

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NOTAS AL PIE

1 La categoría dehabitusde traductor permite, en este caso, articular la trayectoria individual de Wilcock con determinadas funciones de la literatura traducida en Argentina.

2 Aunque se debate su periodización, la denominación “época de oro” constituye un consenso en la bibliografía específica sobre el período (Rivera 577; De Sagastizabal 75; Sorá, “Libros para todos” 125- 142). Sigo a este respecto el período indicado por De Diego (97-133).

3 “Quando esiste un libro si supone che la gente legge quel libro. Se poi lo traducono si sa che è un’altro libro, allora è una merce così avariata che si vende solo perché l’altro, l’originale, ha succeso. Chi si può accontentare o si vuole accontentare di questo surrogato che si accontenti. Però quello che è grave è quando questa situazione diventa così una situazione permanente, cioè che tutto è surrogato. … Se lo vuole usare come definizione, lo stile è quello che non si può tradurre. Solo che la definizione, non so di chi, di Valéry, poesia è quello che non si può tradurre. … Mi sembra il commento più chiaro a quello che stodicendo. Lei avrà preso tutto del libro ma la poesia no”. (Traducción mía).

4 “Kafka è stata una delle persone che più influenza hanno avuto come scrittore su di me. …Aveva la sua precizione, la sua esatezza, la sua imaginazione, e anche la su concezione del mondo, che era molto simile alla mia, anzi direi che mi ispirava poeticamente. Tutte queste cose me lo hanno tenuto caro perché poi io ho tradotto… quando ero ragazzo ho dovuto tradurre tutto ilDiario, che è lunghissimo. Così, per un anno almeno sono vissuto con lui, ma proprio, perché no era il caso di tradurre… tutto lo trovavo così bello e poi ero giovane e le cose mi si fissavano. È una delle poche persone che ho rischiato di imitare”.

Recibido: 30 de Mayo de 2019; Aprobado: 29 de Agosto de 2019

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