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Perífrasis. Revista de Literatura, Teoría y Crítica

Print version ISSN 2145-8987

perifrasis. rev.lit.teor.crit. vol.11 no.21 Bogotá Jan./June 2020

https://doi.org/10.25025/perifrasis202011.21.07 

Artículos

“¿QUIÉN SOY YO, TAN VERSÁTIL, PARA QUE, SIN EMBARGO, CUENTES CONMIGO?”. HERMENÉUTICA DIALÓGICA DEL SUJETO NARRATIVO

“WHO AM I, SO INCONSTANT, THAT NOTWITHSTANDING YOU COUNT ON ME?” DIALOGICAL HERMENEUTICS OF THE NARRATIVE SUBJECT

Eugenio Santangelo1 

1 Doctor en Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, México. eugenio.santangelo@gmail.com.


Resumen

Este artículo plantea una hermenéutica del sujeto narrativo considerado en términos éticos. Su objetivo principal es la puesta en relación de la última formulación de la hermenéutica del sujeto de Paul Ricoeur, la “identidad narrativa”, con el dialogismo y los procesos de la novela polifónica teorizados por Mijaíl Bajtín. Ambos autores desarrollan una filosofía del sujeto también a partir de una hermenéutica del texto y del sujeto literarios. A partir de este aspecto, el artículo entabla un diálogo intertextual para investigar cómo se contruyen y deconstruyen los sujetos en la narración; cómo el acto interpretativo contribuye a la formación crítica del sujeto lector.

Palabras clave: Paul Ricoeur; Mijaíl Bajtín; hermenéutica; dialogismo; identidad narrativa

Abstract

The following article argues for a hermeneutics of the narrative subject in its ethical terms. The main objective is to relate the last formulation of Ricoeur’s hermeneutics of the subject, the “narrative identity”, with Michail Bakthin’s dialogism and the processes of the polyphonic novel. Both authors develop a philosophy of the subject based on a hermeneutics of the text and of the literary subject. Under this perspective, the article aims to investigate through an intertextual dialogue: how subjects are constructed and deconstructed in narration; how the interpretative act contribute to the critical formulation of the subject-reader.

Keywords: Paul Ricoeur; Mikhail Bakhtin; hermeneutics; dialogism; narrative identity

El objetivo principal de este artículo es la puesta en relación de la última formulación de la hermenéutica del sujeto de Paul Ricoeur, la “identidad narrativa”, con el principio dialógico y los procesos de la novela polifónica teorizados por Mijaíl Bajtín. Ambos pensadores, asumiendo la literatura como territorio de riesgos y errancias interpretativas, desarrollan una filosofía del sujeto también a partir de una hermenéutica del texto y del sujeto literarios. A partir de este aspecto y a través de un articulado diálogo entre sus obras, analizaré cómo se construyen y deconstruyen los sujetos narrativos y a la vez cómo el lector -obligado a reconfigurar y volver a relacionar lo que a veces los textos desfiguran y fragmentan- puede apropiarse y desapropiarse críticamente de su experiencia de lectura, al regresar al mundo de la praxis ética.

El doble propósito, para Ricoeur como para Bajtín, es considerar la función positiva de los diferentes niveles del desposeimiento del sujeto, intentando plantear, al mismo tiempo, la posibilidad de su contingente retorno a la reflexión, sin que esto signifique volver a ningún tipo de autofundación ilusoria. “La subjetividad”, escribe Ricoeur, “debe perderse como origen para que pueda recuperarse en un papel más modesto que el del origen radical” (Del texto…52). Lo que me interesa es conservar la productividad del proceso desplegado por un sujeto que vuelva a pensarse solamente después y a través de su dispersión hermenéutico-dialógica. Me preguntaré cómo el sujeto, perdido y desposeído, puede seguir respondiendo responsablemente al otro; mediante cuáles procesos de lábil construcción identitaria puede seguir buscándose a sí mismo a través de la búsqueda del otro, resolviendo en este movimiento toda su lucha por la narración. “¿Cómo, pues”, se pregunta Ricoeur, “mantener en el plano ético, un sí que, en el plano narrativo, parece eclipsarse? ¿Cómo decir a la vez ‘¿quién soy’ y ‘¡Heme aquí!’?” (Sí mismo…170). El desposeimiento, se dirá, para alcanzar su sentido crítico tiene que volversedisponibilidad. La dispersión, incluso la más radical, no llevará a un nuevo repliegue, sino a un despliegue de las potencialidades éticas y dialógicas de un sujeto que se reconoce en tantomismo en relación con su propia alteridad y con la de otros.

1. PAUL RICOEUR: CRÍTICA DELCOGITOY HERMENÉUTICA DEL SÍ

Para Paul Ricoeur la disputa histórica entre filosofías delCogitoy filosofías delAnticogitotiene que ser llevada, con sus productivas dialécticas, hacia un cambio de perspectiva que permita abandonar, posiblemente de manera definitiva, la primera persona gramatical en favor de una concepciónreflexivade la subjetividad, es decir, mediata y no inmediata, proyectada hacia el reconocimiento de la alteridad de sus mismas operaciones y no replegada en el yo. Se tratará, por tanto, de una “hermenéutica del sí” y de un sí “nunca garantizado”, cuya teorización, sin embargo, responde en Ricoeur como en Bajtín a una tarea (y no a una presuposición) ética. En toda su obra, Ricoeur intentó dar cuenta del papel de mediación que la hermenéutica desempeña para la comprensión de sí. El ego es “disciplinado” y descentrado por el proceso de comprensión e interpretación de los símbolos, mitos, metáforas y narraciones que lo rodean con su textualidad multiforme y de los cuales el sujeto se vuelve parte activa. Es en estas respuestas, y solo en estas, consideradas como actos históricos, que el sujeto puede volver a plantearse después de un movimiento diaspórico.

La “disciplina de los textos” da al sujeto desposeído unsurplusde significaciones y a la vez la posibilidad de su reconsideración crítica. El yo se distancia de sí hacia el texto, refigura sus movimientos intencionales y, al volver a su mundo, ya no se considera de manera directa y en primera persona, sino en lo indirecto de su reflexión experimentada en el acto interpretativo. “Decir sí no es deciryo. Elyose pone o es depuesto. Elestá implicado de modo reflexivo en operaciones cuyo análisis precede al retorno hacia sí mismo” (Sí mismo… XXXI). Instruido por el proceso de interpretación y crítica, el sí deviene, pues, consciente de la alteridad que lo constituye radicalmente, porque es desde esa alteridad que puede reconocerse en tanto sí-mismo.

Por otro lado, para Ricoeur, quien retoma a Hannah Arendt, la única manera de reconfigurar la acción y la riqueza misma de la temporalidad del sujeto es a través del acto narrativo con el cual intentamos responder de nuestra vida al relatarla. La narración proporciona una identidad frágil, no sustancialista ni inmutable ni cerrada, sino continuamente creada y refigurada por el surgir de nuevos eventos, cambios e interpretaciones. La teoría narrativa constituye así, como veremos, una posibilidad de “mediación abierta, inacabada, imperfecta” (Tiempo… III939); el sí narrado y narrante se mantendrá lejos de una “trama maestra”, no asumirá su narración como proceso definitivo, sino como reposicionamiento constante hacia una alteridad desplazada.

2. MIJAÍL BAJTÍN: FILOSOFÍA DEL ACTO ÉTICO Y REFLEXIVIDAD

En sus escritos de los años 20, Mijaíl Bajtín plantea una ontología de la responsabilidad que, de manera muy cercana al discurso ontológico que será el de Ricoeur, es teorizada en tanto tarea y no como pretensión de fundación primera. Se trata, para el pensador ruso, de reconocer el deber ser en el futuro abierto del acontecer intersubjetivo, en tanto acto concreto, singular, “lleno de riesgos” (Hacia una…16), planteado y nunca ya dado, en respuesta al otro que nos precede y nos acompaña. Es decir que también en Bajtín la filosofía delCogitoes superada por una filosofía del sí actuante que se reconoce en la pluralidad y en la procesualidad de sus actos. Afirmando “yo también soy” (47), el pensador ruso impone una postura reflexiva que proviene del reconocimiento primero del otro (en y afuera de sí), así como del mundo en el que se abren los actos del sujeto y que es abierto por estos. “El otro”, escribe Tatiana Bubnova, “es la primera condición de la emergencia del sujeto quesedice ‘yo’” (“Prólogo” 17) (bastardillas fuera de texto). Es en relación con este otro concreto, a partir de su posición fuera de mí, diferente e inasimilable, que reconozco mi propia correlativa unicidad concreta, contingente y cambiante. La responsabilidad del planteamiento y de la creación de mi acto reside precisamente en la respuesta que le debo al otro y a mí mismo y que, de esta manera, pone en relación nuestras diferencias sin fundirlas en ninguna unidad que no sea la del evento inconcluso de nuestro encuentro.

Por tanto, aunque todavía no formulado en el contexto de una filosofía del lenguaje, el acto ético bajtiniano es ya expresión de un pensamiento dialógico, antiabsolutista y abierto a una fenomenología del sujeto interactuante. La responsabilidad es un proyecto y un proceso que, si bien derivan de nuestro estaryaen el mundo, con nuestro irrepetible espacio-tiempo, a la vez tienen que ser continuamente renovados de manera activa. No soy responsable por normas abstractas o por una ontología esencialista que fundaría mi falsa libertad. Solodevengoresponsable en cada momento de mi vida. Así que la verdad que construimos, cada vez, será una verdad relacional, dialógica: “Lo que yo debo llegar a dominar es la verdad de nuestra interrelación, la verdad del acontecimiento singular y único que nos vincula, en el cual participamos” (Hacia una…25). Así, participación no significa aceptación, es decir, acto concordante, conforme. Participar significa crear e iniciar un evento nuevo que rediscuta las circunstancias históricas, sociales, existenciales en las que nazco, que me condicionan y que no he creado. La toma de responsabilidad incluye así la posibilidad (crítica y política) de la negación de lo dado. “La participación al ser-evento del mundo en su conjunto no coincide con una irresponsable auto-rendición al ser, con el ser poseídos por el ser” (235). Todo lo ya dadoantesde la intervención ética (ladaciónen dialéctica/oposición alplanteamientoen el futuro) le interesa a Bajtín solo en tanto horizonte siempre reactualizado por el sujeto, a través de un acto que podríamos definir de “vivificación mediante reconocimiento”: el sujeto responsable cambia lo dado, lo devuelve al devenir en el momento mismo en que lo reconoce y recomienza a actuar en él. Mi vida se reescribe y suscribe en cada momento del devenir temporal, de manera que pueda ser considerada un “acto ético permanente”, “una especie de acto ético complejo: yo actúo mediante toda mi vida, y cada acto y cada vivencia aislada es un momento de mi vida en cuanto actuar ético” (Hacia una…9).

Esto no significa que yo pueda totalizar la historia de mi vida. Al contrario, si el acto mismo no puede ser definido de manera concluyente y total, sino que yo me reconozco en él en tanto abierto, es decir, vivo, capaz de futuro, es porque mi vida, su historia, su forma y definición, su estructura temporal no están cerradas y constituyen siempre una tarea y nunca un hecho concluido. Mi vida en tanto acto ético permanente y complejo implica una configuración de eventos todavía abiertos y pasibles de reactivación en el futuro, bajo los cuales, sin embargo, yo sigo poniendo mi firma, renovándola en el presente-futuro de mi actuar frente a todos los otros, respetando sus diferencias. Así como el yo se descentra hacia el evento de su compromiso intersubjetivo, así mi vida no está en condición de ser narrada sino con la ayuda del otro, ya que desde mi interior yo no soy autosuficiente. Es más, en ningún momento coincido conmigo mismo, necesito del otro para evaluar mi posición de sentido.

Si Bajtín se opone a un planteamiento del concepto de identidad, es porque la concibe y la rechaza en tanto identidad lógica y puramente abstracta, como un sustrato esencialista. No obstante, me parece que la distinción ricoeuriana entre “identidad-idem” e “identidad-ipse” permite esclarecer cómo lo que Bajtín refuta es la concepciónidemde la identidad, mientras que, desde sus primeros escritos hasta la reelaboración del libro sobre Dostoievski, plantea una teoría del sujeto que solo se reconoce en tantoipseidad. Por tanto, intentaré introducir la reflexión de Ricoeur sobre la identidad, para luego profundizarla desde la óptica bajtiniana, empezando así a trenzar las teorías de ambos.

3. MÁS ALLÁ DE LA SUSTANCIA: LA IDENTIDADIDEMY LA IDENTIDADIPSE

Para Ricoeur, es posible superar losa priori, así como las legítimas deconstrucciones de los discursos sobre la identidad, solo si distinguimos entre la identidad entendida como un mismo (idem), invariante relacional de reidentificación que pretende prescindir de la diversidad de las experiencias del sujeto y la identidad de unmismo (ipse) que, como vimos, es resultado siempre inconcluso de un proceso reflexivo de análisis e innovación del sujeto en el tiempo. A este doblamiento de la categoría práctica de la identidad, corresponden, según Ricoeur, dos tipos de permanencia en el tiempo: el carácter y la palabra dada en la promesa. En el primer caso, se trata, por un lado, de un trabajo de sedimentación que define (o pretende definir) nuestras “disposiciones adquiridas”, los que decimos ser los rasgos de nuestra personalidad, de nuestro carácter, precisamente. Aunque sean el resultado de un proceso temporal, y como tal susceptibles de modificación, el movimiento por el cual nuestras costumbres son contraídas se borra, se cristaliza en las operaciones de identificación del sujeto. El yoessu misma costumbre, se reconoce en sus prácticas sociales adquiridas y en su manera, considerada duradera, de cumplir con ellas y de intentar cumplirse en ellas. Por otro lado, el carácter incluye un ulterior proceso, igualmente removido por la hipóstasis de la identidadidem, en el análisis del cual “lo otro entra en la composición del mismo” (Sí mismo… 116). Se trata de las que Ricoeur llama “identificaciones adquiridas”, que definen las normas, los valores e ideales, así como las personas o comunidades en las cuales nos identificamos, tales que se pueda hablar de una “alteridad asumida” y luegointeriorizada, borrando ambos procesos (asunción e interiorización) en las cristalizaciones de nuestras disposiciones evaluativas hacia la realidad.

Las pretensiones del carácter manifiestan una adherencia estática de la pregunta reflexiva a su contenido. El sujeto, así definido, no se preguntará ¿quién soy?, sino ¿qué soy?. Es el caso en que elipsees removido y se confunde con elidem. Será tarea de un pensamiento crítico develar la ipseidad que el carácter recubre contrayéndose, “en el doble sentido del término ‘contracción’: abreviación y afección” (117). La afección y en muchos casos la heterodirección de los discursos identitarios sobre el sujeto son asumidas como rasgos de propiedad resolviéndose en una simplificación identitaria.

De manera exclusivamente ética es como se configura, en cambio, la ipseidad y su único, frágil, principio de permanencia en el tiempo: la fidelidad a la palabra dada. Se trata de un proceso temporal vuelto hacia el mantenimiento de sí frente al otro, gracias a la promesa que le hacemos: el sujeto se proyecta hacia el sí mismo futuro, desligándose de toda mismidad, y suscribiendo su fidelidad al otro. La identidad, en este caso, depende de un acto performativo y es bajo este último proceso identitario que se coloca, en mi opinión, también el acto ético bajtiniano.

Como se vio anteriormente, para el pensador ruso “el ser en su calidad de acontecer, no es sino ‘ser juntos’ el yo y el otro; ser en el mundo compromete” (Hacia una… 8). Es este com-promiso la promesa de mantenimiento del sujeto en el tiempo: me comprometo, prometo mantenerme frente al otro, reconociendo el cambio de mi propio tiempo-espacio, mi historia, mi posición de sentido, desde mí mismo en tantoipse(es decir, noparamí) hacia el otro, respetando la diferencia de nuestras alteridades, que no puedo englobar sistemáticamente. Así que, para Bajtín como para Ricoeur, no se trata de ningúnidemo carácter presupuesto, sino de la singularidad de mi participación y mi obligación en el proyecto responsable del “suscribir-reconocer” mi acto. “La unidad de una conciencia real, que actúa responsablemente no debe ser pensada como la permanencia de un principio sustantivo del derecho, de la ley y menos aún del ser; aquí más pertinente resulta la palabra fidelidad” (Hacia una… 45). En lo que Bajtín llama “pensamiento co-existencial”, “participativo” o, significativamente, “performativo”, la “razón teórica no es sino un momento de la razón práctica” (43). Es evidente, entonces, que la fidelidad a la relación con el otro se concibe como praxis ética que reactualiza en cada momento el performativo de una promesa: el sujeto se cumple reflexivamente (y nunca definitivamente) al cumplirla; con cada acto, se reconoce a sí mismo solo respondiéndole responsablemente al otro. En términos de Ricoeur, diríamos que, también para Bajtín, elipsese separa de cualquier contenido abstracto o inmutable delidem: lo que importa esquién, y noquées el sujeto de la promesa. En tanto sí mismo, este suscribe su acto correlativo de fidelidad y confianza. “En el momento de firmar, no es el contenido de este acto lo que me ha forzado a poner mi firma, … sino que el tal proceder ha sido impulsado gracias a mi decisión de asumir mi obligación mediante este suscribir-reconocer-actuar” (46). Cuando, en el contexto de la sucesiva filosofía dialógica del lenguaje y del sujeto de Bajtín, empecemos a llamar al sí actuante y a su promesa comosí dialogante, el proceso se complejizará, pero no cesará de ser, considero, una reflexión del lado de la ipseidad.

4. LA IDENTIDAD NARRATIVA COMO MEDIACIÓN IMPERFECTA

Ambos procesos identitarios (idemeipse), así como sus respectivas modalidades de permanencia en el tiempo, encubren o presuponen una estructura narrativa, si es verdad que el carácter remueve y reprime el dinamismo de la innovación que siempre precede a la sedimentación propia de los rasgos ideológicos y del carácter; y si es cierto que, a su vez, la palabra dada en el presente de la promesa imagina la historia de sí vuelta hacia el futuro de su cumplimiento. La narración configura una mediación imperfecta, un diálogo, a veces conflictual, entre mismidad e ipseidad, con este doble propósito: al narrativizar el carácter, libera y despliega la ipseidad (el movimiento de innovación y la afección de la alteridad) que aquel ocultaba en su forma cristalizada; por otro lado, al recolectar la historia del sí mismo proporciona al sujeto el movimiento dinámico, pero dialógicamente integrativo, que le asegura no dispersarse en la multiplicidad y fragmentación del mundo, con el riesgo de dispersar también su palabra dada. “The creation of an integral self is the work of a lifetime, and although that work can never be completed, it is nonetheless an ethical responsibility” (Emerson y Morson 31). El desdoblamiento reflexivo en el tiempo del relato, a través del cual el sí del acto de narración presente apela y dialoga con el sí plural de su propia historia pasada, permite una continua y compleja rediscusión de la identidad, para que se asuman la diferencia y las discordancias de la vida de uno y para que, a la vez, el intervalo de tiempo del mantenimiento de sí frente al otro no se disemine en el olvido de las promesas.

Hay que considerar el relato como un acto ya interpretativo respecto a la realidad que intenta reconfigurar. Relatarse a sí mismo significa introducir en una experiencia dispersa y heterogénea un paradigma de orden que inevitablemente la transfigura, volviéndola más inteligible y, posiblemente, más rica en significaciones. Sin embargo, y como es obvio, solo con afirmar la narrativización de la identidad no se resuelve su problematicidad; el relato corre el riesgo constante de cristalizar su sentido, al reificar sus procesos. El primer presupuesto, entonces, es evitar que el sujeto, sea un individuo o una comunidad, llegue a una identificación total, acrítica y, en consecuencia, violenta, con su propia historia. La narrativización de la identidad en su configuración ética, al contrario, tiene que concebirse como una perenne lucha y búsqueda, que nunca pretenda cerrar los nudos y el problematismo del devenir de la historia y de las historias. Hay que considerar la productividad implícita precisamente en su indigencia y no autosuficiencia. El discurso identitario y el relato de sí siempre dependerán de otros, y nunca serán totales, sino necesariamente fragmentarios. Nadie relata a otros o a sí mismo la historia detodasu vida. Esta se construye por fragmentos, es un proceso (reflexivo y hermenéutico), más que un objeto por alcanzar. Es por esto que es tan importante, en el discurso ricoeuriano, la literatura. La identidad narrativa depende de operaciones de reflejo y continuo extrañamiento participativo. El sujeto construye su competencia narrativa principalmente escuchando, leyendo, resignificando y reconfigurando relatos de otros.

Ricoeur desarrolla una teoría de la trama y del sujeto narrativos estrechamente interconexos, cuyas identidades dinámicas se construyen de manera correlativa, a través de un complejo proceso de sucesivas mediaciones. El relato es descrito, aristotélicamente, por su acto configurativo que permite recrear el mundo de la acción humana y volver inteligible su estructura temporal. La trama expresa un conflicto dinámico entre su intencionalidad concordante, por un lado, y las múltiples discordancias del mundo de la acción y del tiempo, por otro; representa un esfuerzo desíntesis de lo heterogéneo, al tomar juntos eventos, acciones, tiempos dispersos y, en el límite, caóticos, y al proporcionarnos una forma inteligible pero dinámica, con la cual podamos entender el obrar y el sufrir de los hombres en circunstancias complejas. Se trata de una forma de “concordancia discordante” (Tiempo… I97-102).

La identidad narrativa, considerada en tanto identidad del personaje-sujeto, narrado y narrante, se construye de manera correlativa; el sujeto, “puesto en trama”, contribuye a su construcción y es movido por una dialéctica interna que hace también de su identidad una “concordancia discordante”. La concordancia deriva de la historia singular que el personaje puede reconocer como propia y que es reconstruida o sugerida, aún fragmentariamente, por el relato. La discordancia, en cambio, se manifiesta al surgir contingente de acontecimientos que turban, rompen y a veces deconstruyen radicalmente la identidad del personaje y de su historia, empujando a refigurarla en la recolección retrospectiva de la narración.

Sin embargo, el siglo XX trajo consigo una inversión entre los dos polos de la concordancia y la discordancia; en muchas novelas contemporáneas, por ejemplo, es la segunda la que prevalece sobre la primera. Tal inversión, según Ricoeur, se vuelve productiva; es frente a los relatos más complejos que los lectores pueden reactivar su espíritu crítico, para que “la conciencia de la discordancia [sea] ‘elevada’ un grado” (TiempoII582). Desplazándose y refigurando la falta de síntesis, el lector descubre una manera abierta de cuestionar su misma discordancia identitaria y, como intentaré plantear, se encuentra en la posición, actuable o no, de elevar un grado sudisponibilidadal diálogo nunca resolutivo, siempre interrogante, con el otro.

Así es como se inscribe, en el relato y en su interpretación, también una oscilación entre mismidad e ipseidad, articulando o, al contrario, extremando la separación entre carácter y mantenimiento de sí de la que deriva la posible identidad narrativa del personaje-sujeto. Históricamente, se pasa de un extremo en el que el personaje se identifica y reidentifica con su historia, confirmando su carácter (en los cuentos de hadas y en el folclore); a la novela “clásica” en la cual se introduce el cambio y la trasformación en los personajes, y su identificación se vuelve más conflictiva, aunque no desaparece; hasta el otro extremo de la novela contemporánea (desde la del flujo de conciencia), en la cual el personaje “se rebela”, escapa al principio de orden de la trama, deja de ser un carácter y en muchos casos se confronta con su posible pérdida de la identidad.

A continuación, introduciendo el dialogismo del sujeto, pondré en el centro del análisis estos “casos límite”, que no solo provocan una escisión de la ipseidad de cualquier núcleo posible de carácter-mismidad, sino que abren unacrisisen el interior mismo de la ipseidad, así como en la trama que pretende configurarla. Será el camino más largo, puesto que se operará ya en pleno el cruce dialógico entre Ricoeur y Bajtín.

5. IPSEIDAD Y DIALOGISMO DEL SUJETO NARRATIVO: “LOS CASOS LÍMITE” DE LA IDENTIDAD

“Mientras se permanece en el círculo de la identidad-mismidad”, afirma Ricoeur, “la alteridad de cualquier otro distinto de sí no ofrece nada de original” (Sí mismoXXXI). Es solo en el plano de la ipseidad que la alteridad recupera su papel constitutivo, en la forma del “sí mismo en cuanto... otro”, según una relación que ya no se aplica desde el exterior, sino que atraviesa por entero el mismo reconocimiento del sujeto. Es una concepción liminal de los procesos de subjetivación y de las dinámicas identitarias: el sí de la ipseidad siempre se tiende hacia las fronteras, internas y externas, con todos los otros de su mundo y es por esto que será fácilmente expuesto a procesos de crisis.

Tal es también la concepción del sujeto dialógico para Bajtín, cuya complejidad deriva precisamente de su carácter fronterizo, heterogéneo, abierto a las relaciones con la otredad múltiple de las voces que viven en él y fuera de él, como otras tantas direcciones de sentido no consideradas monológicamente, en tanto idénticas a sí mismas, sino cada una por su correlativa, íntima pluralidad y por su constante y activa interpelación. La alteridad entra radicalmente en la concepción del sujeto, como posición inasimilable que impide al yo cualquier cumplimiento en el círculo de la mismidad. Gracias al aporte de la reflexión bajtiniana, podremos así considerar la ipseidad como un proceso íntimamente dialógico; a su vez, como ya lo sugerí, el sujeto de Bajtín, en tanto refracción del sí en el medio del concierto de voces que significan el mundo, puede ser productivamente considerado por su ipseidad.

Una vez más, si la problemática de la identidad es ausente en Bajtín, es porque se considera como una formulación que abstrae del concreto actuar del sujeto en el mundo, de la misma manera como un análisis semiótico bajo el sistema de lalangueabstrae y no puede dar cuenta del real acontecer del enunciado vivo, concreto, irrepetible. La identidad misma de la palabra y de los enunciados, entendidos como fenómenos sociales, pluriestratificados y pluriacentuados, no pueden ser estudiados abstracta y sistemáticamente, prescindiendo del contexto intersubjetivo e histórico concreto en el cual se producen. La “translinguística” (Todorov) de Bajtín da cuenta de la construcción del sujeto a través del proceso por el cual la palabra se encarna en la persona de un autor, con su situacionalidad histórica; asimismo, el esfuerzo de reconocimiento de sí no puede sino pasar a través del reconocimiento de la propia palabra en tanto siempre también otra, y penetrada por intenciones ajenas que mutan su construcción y sentido. “Ser significa comunicarse dialógicamente. Cuando se acaba el diálogo se acaba todo... Dos voces es un mínimo de la vida, un mínimo del ser” (Problemas… 355). A través de un recorrido parecido al de las mediaciones imperfectas de Ricoeur, la presunción de autoevidencia directa del yo es así deconstruida, en Bajtín, por el análisis reflexivo de todo acto de palabra considerado por su dialogicidad. Hablar de bivocalidad (y polifonía) de la palabra implica para el sujeto colocarse en un mundo ya dicho, ya evaluado, ya configurado por una pluralidad de voces discordantes, con su rostro más o menos reconocible, y con las cuales su palabra es “obligada” a dialogar en su recorrido hacia el objeto.

Es importante considerar este aspecto cuando hablamos de dialogismo de la identidad narrativa. En ciertos fragmentos del libro de Bajtín sobre Dostoievski resuena una decidida resistencia a la identidad-idem: “Todas las cualidades estables y objetivas del héroe, su tipicidad sociológica y caracteriológica, suhabitus, … todo aquello que suele servirle al autor para la creación de una imagen estable y definidia del héroe (el ‘quién es’), todo ello viene a ser para Dostoievski el objeto de la reflexión del mismo héroe, el objeto de su autoconciencia” (Problemas… 72). Considerada desde este punto de vista, la identidad narrativa se dialogiza al hacer también de las pretensiones del carácter un núcleo de posiciones de sentido (con sus relativas voces), con las cuales el sujeto que se narra discutirá más o menos conflictivamente, mutando de manera inevitable la configuración del relato de sí. Es este el motivo principal por el cual los peligros monológicos de una concepción narrativa de la identidad según Ricoeur pueden evitarse mediante sus potencialidades dialógicas. Para que la identidad narrativa sea realmente despliegue reflexivo abierto y no presunción de una nueva fundación, me parece necesario que el difícil trabajo de síntesis de lo heterogéneo de nuestra experiencia, de nuestros actos y cambios en el tiempo, se entienda en tantodialogismo de lo heterogéneo, y la operación de autohermenéutica implicada en la refiguración del relato de sí se abra a un proceso dialógico que haga resonar en su autonomía interactuante la pluralidad de voces que constituye nuestra vida en sus diferentes planos y tiempos.

Por otro lado, la palabra dialógica no encuentra la palabra ajena solo en el pasado de “la babilónica mezcla de lenguajes que se manifiesta en torno a cualquier objeto” (Teoría… 96), sino también en el porvenir de lo no-dicho-todavía, es decir, del lado de su interlocutor, en la previsión de su posible réplica y en la tensión hacia su comprensión, considerada como activa, responsiva. Cualquier enunciado asume anticipadamente el campo de respuesta ajeno como su “fondo aperceptivo” (98). Al contrario que un discurso pretendidamente monológico, que presupone un oyente pasivo, la palabra dialógica construye su enunciado en territorio ajeno, modificando su forma a partir de las interrelaciones producidas en tal espacio de confín. Queda claro que, también desde este punto de vista, la identidad narrativa asumirá cambios radicales dependiendo de los diferentes interlocutores frente a los cuales se configura. Si la palabra no es nunca totalmente apropiable, y siempre pertenece a otros antes que el sujeto intente hacerla suya, y nunca de forma definitiva, la respuesta frente al otro deriva de una tentativa por reapropiarse de la ipseidad después y gracias a múltiples movimientos de descentramiento, a los cuales, por otro lado, el sí se abre libremente en respuesta. El concepto de lo “semiajeno” de Bajtín (89) constituye la configuración dialógica, el “entrambos” (Peñalver) que media entre la afección y la acción del sujeto. El sí mismocomootro,en cuantootro, el que reconoce la alteridad en el corazón del mismo, es el sí en una condición de semiajenidad.

Un sujeto así configurado se encuentra de continuo en la inminencia de una crisis de su misma ipseidad. El cambio constante, la ausencia de cualquier respaldo del lado delidem, y la misma lucha por deslegitimar cada representación de sí en tanto definitoria, violenta y no coincidente, lo exponen a crisis radicales en las que puede ensayar su hipotética “nada de la identidad”. Es en la literatura donde podemos tener tales experiencia que nos empujan a refigurar nuestras propias crisis en cuanto sujetos. Ricoeur cita un ejemplo clave de la literatura de la primera parte del siglo pasado,El hombre sin atributosde Musil, constatando cómo la pérdida irremediable y el cuestionamiento constante de la identidad del sujeto provocan, además, una progresiva “caída” del relato en lo otro de sí o, en todo caso, una desestructuración de sus paradigmas configurativos. Me parece, sin embargo, que lo liminal y la radicalidad de esta experiencia tienen que ser recuperados -así como, por otro lado, hace Ricoeur- en tanto proceso de desposeimiento productivo que mantiene, de manera extrema, la apertura del sujeto. “En una filosofía de la ipseidad como la nuestra, debemos poder decir: la posesión no es lo que importa” (Sí mismo… 171). Se trata de casos en los que la ipseidad se retira en la interrogación misma, en “la desnudez de la pregunta” (170) de un sí en disgregación. Crisis temporales y tiempo de crisis suspenden cualquier sistema de definición, implicando a un no sujeto que se enfrenta a la hipótesis de una nada, la cual, sin embargo, “no es la nada de la que no hay nada que decir” (169). Al contrario, estas situaciones límites hacen que la aventura del sí mismo se renueve.

“Lo que los casos límites engendrados por la imaginación narrativa sugieren es una dialéctica de la posesión y del desposeimiento, del cuidado y de la despreocupación, de la afirmación de sí y del oscurecimiento de sí. Así, la nada imaginada de sí se trasforma en ‘crisis’ existencial del sí” (171-2). Estas oscilaciones son las que liberan potenciales éticos en la fractura del sujeto, que le hacen reconocer la crisis como traspaso, umbral dialógico-interpelativo y renovada promesa como límite a la dispersión absoluta. La desnudez de la pregunta “¿quién?” se vuelve así, a lo largo del proceso crítico, recuperación del diálogo que le da sentido al movimiento y al pasaje inconcluso de la misma crisis. El sujeto no se repliega, sino que se despliega éticamente, entendiendo el proceso del desplegar como “una ruptura en la vida y en el discurso, pero una ruptura que crea las condiciones de una continuidad de segundo grado” (186).

En esta ruptura de la unidad del sujeto, para desplegar una integración de segundo grado que incluya el reconocimiento del otro como límite a la misma crisis, veo la relación con la novela polifónica teorizada por Bajtín y con el sujeto dialógico que la habita. La reflexión bajtiniana puede insertarse precisamente en los puntos críticos de la argumentación de Ricoeur, para relanzarla.

6. DIALOGISMO DE LO HETEROGÉNEO: NOVELA POLIFÓNICA Y CRISIS DIALÓGICAS

La novela polifónica se construye como una perenne interrogación y puesta en crisis: la acción del relato busca que los sujetos se revelen en situaciones extremas, excepcionales, en las que se manifiesta una ruptura en el tiempo de su identidad narrativa. La crisis libera otros potenciales, otras posibilidades del sujeto, que el relato anterior ocultaba o monológicamente reprimía. A través de su actitud positivamente activa hacia los personajes, el autor -considerado como función inmanente a la obra- interroga a los sujetos, los cuestiona, los pone en conflicto, allí donde no coinciden consigo mismos, sino que se encuentran en el “umbralde una última decisión, en su momento decrisisy de un cambio inconcluso -y no predeterminado- en su alma” (Problemas… 91). Es en estas situaciones críticas, en tanto transiciones incumplidas, cuando puede volver “el sí en el momento en que el mismo se esconde” (Sí mismo… 124), o es destruido, disgregado, para hacer espacio a una zona de suspensión indecidible. “No estamos viendo quién es el héroe”, dice Bajtín, “sino cómo se reconoce” (Problemas… 73): es el proceso de la ipseidad en su momento de máxima apertura lo que la novela polifónica intenta desplegar y hasta radicalizar.

En esto, una vez más, Ricoeur y Bajtín me parecen muy cercanos; la literatura tiene, en relación con la realidad que redescribe y con el mundo del lector que la experimenta, una función heurística: provoca, interroga y reconfigura variaciones imaginativas y mundos posibles resignificables por el lector en su propia vida. “El relato hace más que tolerar estas variaciones; las engendra y las busca” (Sí mismo… 147). Y así se concibe, también en Bajtín, el papel de la configuración dialógica de la novela polifónica frente a sus personajes, como surgimiento y puesta en relación de eventos discordantes, que deconstruyen cualquier concordancia previa. Bajtín se refiere al método socrático como investigación y descubrimiento íntimamente dialógico de la verdad, entresincrisisyanacrisis: la novela empuja a los personajes hacia el espacio-tiempo fronterizo, el acontecer sorpresivo, donde puedan confrontar críticamente (sincrisis) sus ideas y sus posiciones de mundo; de esta manera, los incita a revelarse, a escarbar hacia palabras no dichas, hacia nuevas palabras sobre sí mismos (anacrisis), esto es, los pone en “el punto donde tiene lugar lacrisis, el cambio radical, una inesperada ruptura del destino, donde se toman decisiones, donde se traspasan las fronteras prohibidas, donde se renuevan o se perece” (Problemas… 239). Así interpreta Ricoeur las crisis de la nada de la identidad, como interrogación, apelación y réplica abiertas, que se engendran en los puntos de “las trasformaciones más dramáticas de la identidad personal” (Sí mismo… 170). La novela polifónica es precisamente búsqueda, provocación (anacrisis) y dialogización (sincrisis) de tales crisis.

Por otro lado, en la reflexión bajtiniana, Ricoeur encuentra explícitamente un punto límite de su concepción de la trama como “concordancia discordante” y como síntesis temporal de lo heterogéneo de la acción. Bajtín, según el filósofo francés, substituiría a la función organizadora de la trama, el principio dialógico, el cual, por la simultaneidad, coexistencia e interacción de voces que lo caracterizan, empujaría a la novela hacia “el nacimiento de una formadramáticaen la que el espacio tiende a suplantar el tiempo” (TiempoII528). La representación del evento dialógico en un presente incumplido y en proceso, introduce, además, un “factor de inacabamiento y de inconclusión” que afecta a todos los elementos de la obra, desde los personajes y sus visiones del mundo, hasta los paradigmas compositivos.

No obstante, no hay que considerar el dialogismo como simultaneidadinformede la coexistencia de voces. Como bien subrayan repetidamente Emerson y Morson, “neither does a polyphonic work lack unity, as critics of Bakhtin often understand him to be saying. By Bakhtin’s criteria, a work without some kind of unity would simply be a flawed work. Rather, poliphony demands a differentkindof unity” (233). Ni la crisis ni la disgregación se absolutizan, puesto que dejarían de ser dialógicas (en la novela polifónica nada es absoluto), sino que exhiben la apertura de los sujetos y de sus fragmentos de mundo, y en consecuencia su disposición apelativa, su carencia de unidad, la desnudez de sus interrogantes. Se abren, en la sucesión de momentos críticos, espacios fronterizos que representan la mayor intencionalidad ética de la novela polifónica: la posición de los sujetos se vuelve, inevitablemente,disponibilidad.

Se despliega, así, una “unidad de un orden superior”, “por encima de todos los horizontes”, una unidad no del “material inmediato” (objetivo o objetivado), sino como integración abierta cuya intencionalidad es el “último dialogismo”, el “gran diálogo” de la interacción de mundos y crisis (Problemas… 32). La novela se resiste a una unificación sistemática, así como a la posibilidad de completar y de comprender la totalidad de las interacciones como el objeto de una acción en desarrollo concebida aristotélicamente, en tanto historia única y completa. Es cierto, “su carácter inconcluso y su especialindefinición(su falta de solución) llega a ser el principal objeto de representación” (91); no obstante, para que la inconclusión guarde su sentido interiormente dialógico, es necesaria una labor configurativa más compleja, que permita al diálogo mismo acontecer y desplegarse entre sujetos con iguales derechos, sin volverlos objetos de un sentido superior. Un mundo informe, en el que coligaran dimensiones totalmente heterogéneas y contradictorias, pero sin relaciones entre ellas, sin estructuras de interpelación y sin recíprocas puestas en discusión, sería un mundo monológico hecho de otros tantos bloques igualmente monológicos e incomunicados. La “unidad de la novela polifónica” apunta más hacia “la compleja unidad del universo einsteniano” (30) con su pluralidad y puesta en relación de heterogéneos sistemas de referencias. Así, la intencionalidad del autor estructura la obra en tanto sistematicidad quebrada y abierta, permitiendo y provocando la plurirrefracción y pluriacentuación de los mundos entre sí.

La unidad de la que habla Bajtín es, sin embargo, una unidad extraargumental, que rebasa -en tanto finalidad- y a la vez conserva -en tanto estructura funcional a la apertura de las interacciones- la trama concebida tradicionalmente. Este proceso vacía la acción narrativa, en tanto insubstancial y puramente funcional a la polifonía considerada como intencionalidad última. “Plot exists so that it may be trascended by characters achieving ‘extra-plot connections’” (Emerson y Morson 247). Las crisis dialógicas trascienden el horizonte pragmático que las ha generado, llevan la narración hacia otro plano de relaciones, directamente dependientes de las “intrigas internas” (Problemas… 304) a los personajes, las que involucran las dialécticas sin síntesis de su ipseidad, y elagóncomunicativo con todos los otros de su vida.

Lo que la novela polifónica conserva, entonces, es el valor de la discordancia crítica sobre la concordancia de un proyecto monológico. La unidad superior a la que apunta es una “unidad no como unidad natural solitaria, sino como unaconcordancia dialógicade dos o de varios que no pueden fusionarse” (Estética...329) (bastardillas fuera de texto). Cuando hablo dedialogismo de lo heterogéneome refiero a este tipo de concordancia discordante, para evitar el riesgo monológico de la palabra “síntesis” y para seguir concibiendo, en la obra misma, al hombre y al mundo como incumplidos y, por esto mismo, posibilitados para el cambio y sus crisis, así como para nuevas configuraciones relacionales.

Por otro lado, hay que tener en seria consideración el problema de la espacialización del tiempo que, según Bajtín, se operaría en las novelas de Dostoievski. Cuando habla de los puntos críticos en los que se concentra el relato, Bajtín subraya la estructura simultánea del conflicto, allí donde el tiempo histórico o biográfico se trasciende y “un instante, por su importancia interna, se equipara a un ‘billón de años’, se pierden los límites temporales” (Problemas… 211). Parece que el tiempo sigue fluyendo solo en el espacio argumental externo, el de las acciones que llevan al diálogo, mientras que este provoca una dialogización de pasado y futuro, en forma de ideas y voces encarnadas en el presente actual de la comunicación extraargumental. Los personajes de Dostoievski, para Bajtín, no evolucionan en el sentido del tiempo biográfico, no tienen una historia previa que los pueda condicionar, solo luchan experimentando sus ideas en contacto con las ajenas, reconociéndose en el mismo evento dialógico. Esto significa que la espacialidad recubre la temporalidad de la narración y que el tiempoprincipalde la polifonía se anuda en los puntos de las interacciones de crisis.

No obstante, no hay que interpretar de manera prescriptiva para una teoría de la novela polifónica elementos que en Bajtín se refieren al diálogo contextual con las obras de Dostoievski. Es el mismo pensador ruso quien encuentra, en el problema de la temporalidad, la mayor fuerza, pero también la mayor debilidad de la visión artística de Dostoievski, puesto que “lo hizo sordo y ciego para con muchas cosas importantes” (Problemas50). Bajtín parece sugerir la posibilidad de que “a superior version of polyphony would be able to represent open-endedness in development over long periods of time” (Emerson y Morson 261). En el universo configurado por la novela polifónica de Dostoievski, en cambio, las crisis, que implican una visión crítica del hombre y de su mundo social, provocan una suspensión del tiempo, pero también, paradójicamente, una vuelta a su experiencia y a su tensión en la dispersión (según la dialéctica deintentioydistentiode San Agustín). El relato se concentra en depresiones que rompen el sentido del tiempo de las historias que las preceden y a la vez afectan a todo lo que sigue, hasta llevar a otro punto-crisis que la narración tiene quesufrir(en tanto discordancia) y resignificar (dialógica y activamente).

Frente a estos procesos, el acto de lectura recupera su experiencia más productiva. Se intensifica el aspecto participativo al que el lector es solicitado: “La nada imaginada del sí” que este experimenta en las novelas se trasforma, también en su caso, en “‘crisis’ existencial del sí” (Sí mismo… 172), desposeimiento y posibilidad de interpelación, con una renovada conciencia crítica, de su propia identidad narrativa.

7. EN Y MÁS ALLÁ DEL TEXTO: UNA CONCLUSIÓN

Para concluir el recorrido, quiero remitir a la productividad ética de una hermenéutica dialógica así esbozada, esto es, a la relación que se establece, a través de la experiencia de lectura, entre el texto y el mundo social e histórico en el que se coloca el propio lector. El acto de interpretación alcanza su intencionalidad última y más radical solo si sus complejos procesos llegan a concretarse en la forma de una nueva comprensión de sí por parte del intérprete y de un cambio en su manera de actuar en el mundo.

Como ya se sugirió, cuando el sentido se fractura en la fragmentación de los relatos, cuando los personajes no pueden enfrentarnos con una identidad concordante, cuando la discordancia parece ser el principio estructurante, como en la novela polifónica, también nuestra identidad narrativa de intérpretes es obligada a suspenderse, proyectándose en esa fractura, reflexionando sobre laposibilidadmisma de tal y otras crisis parecidas. Alcanzando en el texto la pérdida que pertenece al otro ficcional, chocamos al mismo tiempo con nuestra propia ipseidad, poniendo en crisis, en suspensión, nuestras convicciones adquiridas y obligándonos a repensar nuestro estar en el mundo.

Es así como, al entrar en el espacio imaginativo abierto por el texto, el lector experimenta a la vez “unainterrupciónen el curso de la acción” y un “relanzamientohacia la acción” (TiempoIII900). Estos dos procesos juntos constituyen el momento refigurativo de la obra. La relación con el texto representa una experiencia de alteridad: el textoafectaal sujeto que lee; su estatuto imaginario no solo suspende la referencia del discurso ordinario, no solo se distancia del mundo de la acción mediante su configuración, sino que obliga al lector a suspenderse a sí mismo, entrando en el estado de irrealidad de la obra. Al “éxtasis” que le exige al lector el acto de lectura, le sigue la “reasunción reflexiva” de la afección del texto como otro. En el tambaleo entre afección y reflexión, la experiencia del salir fuera de sí alcanza su cumbre dialógica: frente al otro de su lectura, se le abre al lector un mundo de posiblespara sí mismo, volviendo activa y responsiva la relación de afección. No se trata, entonces, de un proceso de asimilación del texto por parte del lector o del lector por parte del texto, sino de una desapropiación y reapropiación en la distancia dialogizada, gracias a la cual el mundo otro del texto se vuelve “propio-ajeno” (Estética… 391). Por tanto, asumir la distancia textual, en su diferencia semántica e histórica, significa asumir la “paradoja de la alteridad”, “una tensión entre lo lejano y lo propio, esencial para la toma de conciencia histórica”. El texto despliega para el intérprete lo semiajeno de la “proximidad de lo lejano”, de la “eficacia de la distancia” (Del texto… 94).

El entero proceso de afección, distanciamiento y comprensión respondente, dialógica, abre el campo para la exploración de las variaciones imaginativas sobre nuestro poder-hacer. Al éxtasis le sigue el envío, el relanzamiento de la acción: la configuración del relato, aún del más fragmentado, a través de la búsqueda dialógica de sentido por parte del lector, vuelve por tanto al mundo de la praxis, pero con unsurplusde sentido, una ampliación de las potencialidades imaginativas y reflexivas del sí mismo. La nueva configuración de la pregunta ¿quién?, puesta en crisis por su fragmentación, por su falta de respuesta continua, alcanzará entonces una idea límite, una intencionalidad nunca cumplida, en el valor de laalteridaddel otro. “La angustiosa pregunta ¿Quién soy yo?, que ponen al desnudo los casos inquietantes de la ficción literaria, puede en cierto modo incorporarse a la altiva declaración: ‘¡Aquí me detengo!’. La pregunta se convierte en ‘¿Quién soy yo, tan versátil, para que,sin embargo, cuentes conmigo?’” (Sí mismo… 171). Con lo cual se vuelve a la interrogación radical y frágil con la que se inició: la respuesta es otra pregunta, es el recorrido de una ética incumplida y, casi siempre, indecidible pero necesaria.

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Recibido: 30 de Mayo de 2019; Aprobado: 09 de Julio de 2019

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