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Perífrasis. Revista de Literatura, Teoría y Crítica

versión impresa ISSN 2145-8987

perifrasis. rev.lit.teor.crit. vol.16 no.36 Bogotá sep./dic. 2025  Epub 04-Sep-2025

https://doi.org/10.25025/perifrasis202516.36.06 

Artículos

El periodismo literario desde el prisma de la novela negra: un análisis de dos textos de Leila Guerriero

Literary Journalism from the Prism of Crime Novels: An Analysis of two Texts by Leila Guerriero

O jornalismo literário sob a perspectiva do noir: uma análise de dois textos de Leila Guerriero

MAIRYN ARTEAGA DÍAZ* 

*Universidad de Concepción, Chile, Becaria doctoral de la ANID (Doctorado Nacional/2024- 21240715). Este artículo forma parte de la investigación doctoral "Leila Guerriero entre dos mundos: el periodismo literario como una forma de literatura", mairyarteaga@udec.cl


RESUMEN

El artículo propone una lectura de los textos de Leila Guerriero Los suicidas del fin del mundo y La otra guerra en clave de la novela policial moderna, para demostrar, mediante una comparación, que las voces narrativas del periodismo literario y la novela negra comparten algunas similitudes. Se recurre para ello a los postulados teóricos de Mempo Giardinelli, Ricardo Piglia y Laura Freixas. Se concluye que las narradoras en los textos de Guerriero pueden ser equiparadas a las voces narrativas de la novela policial moderna, en tanto presentan continuidades atendiendo a la estructura del relato, la manera de organizar la información, el trabajo con el lenguaje, la presencia de mecanismos de intriga y suspenso, y el hecho de que ambas se ocupan de aquellas cuestiones de la sociedad que permanecen ocultas.

PALABRAS CLAVE: periodismo literario; novela negra; Leila Guerriero; crónica contemporánea; enigma; Latinoamérica; siglo XXI; investigación

ABSTRACT

The article proposes a reading of Leila Guerriero's texts Los suicidas del fin del mundo and La otra guerra, in the key of the modern detective novel, to demonstrate, through a comparison, that the narrative voices of literary journalism and crime novels share some similarities. To this end, the theoretical postulates of Mempo Giardinelli, Ricardo Piglia and Laura Freixas are used. It is concluded that the narrators in Guerriero's texts can be equated to the narrative voices of the modern detective novel, as they present continuities in terms of the structure of the story, the way of organizing the information, the work with language, the presence of mechanisms of intrigue and suspense and the fact that both deal with those issues of society that remain hidden.

KEYWORDS: literary journalism; noir novel; Leila Guerriero; contemporary chronicle; enigma; Latin America; 21st century; investigation

RESUMO

O artigo propõe uma leitura dos textos Los suicidas del fin del mundo e La otra guerra, de Leila Guerriero, sob a chave do romance policial moderno, a fim de demonstrar, por meio de uma comparação, que as vozes narrativas do jornalismo literário e do romance policial compartilham algumas semelhanças. Para isso, recorre-se aos postulados teóricos de Mempo Giardinelli, Ricardo Piglia e Laura Freixas. Conclui-se que os narradores nos textos de Guerriero podem ser equiparados às vozes narrativas do romance policial moderno, pois apresentam continuidades em termos de estrutura narrativa, organização da informação, uso da linguagem, presença de mecanismos de intriga e suspense e pelo fato de ambos lidarem com aquelas questões da sociedade que permanecem ocultas.

PALAVRAS-CHAVE: jornalismo literário; romance noir; Leila Guerriero; crônica contemporânea; enigma; América Latina; século XXI; investigação

1. La realidad contada por el periodismo literario

A la mitad del relato en La otra guerra, la narradora resume de algún modo la atmósfera en que están envueltos los familiares de los caídos en la guerra de Las Malvinas. El fragmento -que divide las experiencias de dos familias- está construido en forma de sumario y por la forma en que generaliza, denota la investigación que ha hecho la narradora para conformar la historia que se cuenta. Denota, también, que la narradora está en posesión de los códigos de una determinada realidad: "Las cosas que llevaban. Cigarrillos. Peines. Crucifijos de plástico. Un pañuelo de tela escocesa con una puntilla alrededor. Relojes. Anillos. Estampitas. Cuchillos. Golosinas. Aguja. Hilo. Cosas que volvían a las familias: encomiendas sin abrir, cartas póstumas, rumores. Nunca noticias ciertas. Nunca un cuerpo" (46-47). Según el periodista catalán Albert Chillón, "el periodista es, ante todo, sujeto empalabrador de una «realidad» no única y unívoca sino polifacética y plurívoca, previamente empalabrada por otros: tales son su responsabilidad, su gozo, su vértigo y su misión" (15). La otra guerra se inserta dentro del género que llamamos periodismo literario y que se encarga de narrar la realidad con las mismas herramientas con que se construye un cuento o una novela, es decir, las herramientas empleadas en la literatura. Es lo que ha hecho la narradora en el fragmento citado anteriormente.

El periodismo literario es un género que deviene idóneo para contar la realidad y que en América Latina ha encontrado terreno fértil para crecer y fortalecerse. Quizás, porque: "La vida cotidiana de gente común y de sectores marginados suele ser el tema abordado ... en historias que apelan de manera directa a la emotividad del lector y su identificación con lo narrado, en un diálogo permanente con la literatura y el análisis social" (Lagos 3). Se puede llamar periodismo literario a aquel que utiliza en su construcción algunos recursos de la ficción como "estructuras, climas, tonos, descripciones, diálogos, escenas, para contar una historia real y que, con esos elementos, monta una arquitectura tan atractiva como la de una buena novela o un buen cuento" (Guerriero, Zona de obras 40).

En América Latina el origen del periodismo literario se remonta a los Cronistas de Indias, pasando por los modernistas, hasta llegar a la década del cincuenta donde aparecen textos ya anclados en el género como Relato de un náufrago (1955), de Gabriel García Márquez y Operación Masacre (1957), de Rodolfo Walsh. Para entender la historia del género es preciso nombrar también al movimiento del Nuevo Periodismo en Estados Unidos, conceptualizado por Tom Wolfe en 1976 en su clásico El nuevo periodismo, en el que identificaba cuatro procedimientos que deben tener los textos dentro del periodismo literario, estos son: la construcción del relato escena-por-escena, el registro del diálogo en su totalidad, el uso de la tercera persona y la relación de los detalles en el entorno de los personajes. En América Latina a la práctica del periodismo literario se le ha llamado, por teóricos y cultores, Nueva Crónica Latinoamericana. Una denominación que pudiera confundir, puesto que dentro de esta escritura no se incluye solo a la crónica, sino también al reportaje literario, la entrevista literaria y al perfil. Las fronteras son difusas y se está en presencia de géneros híbridos que a menudo trafican rasgos y procedimientos de unos a otros, siempre con el empeño de narrar la realidad o las diversas realidades que conviven en el continente.

La investigadora Marcela Aguilar plantea que esta manera de entender el mundo, cuando la realidad se recrea mediante el lenguaje, tiene que ver con el llamado giro lingüístico, "la convicción de que solo podemos aprehender la realidad a través de las palabras y que en este proceso de 'empalabramiento' de las cosas también les damos forma" (44). Entre quienes cuentan la realidad latinoamericana con el prisma del periodismo literario está Leila Guerriero, periodista argentina con una obra diversa que interpela sobre conceptos como memoria, identidad, patria y los hilos de poder que se mueven alrededor de ellos. Muchas de las historias que cuenta el periodismo literario -muchas de las historias que cuenta Guerriero - comparten rasgos con otro género que también se ocupa de "reseñar los conflictos políticos y sociales de nuestro tiempo" (Camenforte 5): el género negro, definido por Mempo Giardinelli como aquel que en su "narración contiene crimen, suspenso y misterio de modo protagónico" (17). De acuerdo con el autor, puedo encontrar semejanzas entre los rasgos de uno y otro. Para Giardinelli, la novela negra puede ser identificada "por su peculiar mecanismo de intriga, así como por el realismo, un cierto determinismo social y el tener un lenguaje propio, brutal y descarnado" (17). Lo mismo podría afirmarse del periodismo literario.

De este modo, el objetivo de este artículo es proponer una lectura de dos textos de Guerriero desde la óptica de la novela negra que arma su argumento con base en el suspenso, la intriga y en ocasiones a la resolución de un enigma. Tomo para ello los títulos Los suicidas del fin del mundo. Crónica de un pueblo patagónico (2006) y La otra guerra. Una historia del cementerio argentino en las islas Malvinas (2021), con el empeño de analizar las similitudes entre la voz de la novela negra y las voces narrativas empleadas por Guerriero, y dilucidar los elementos narrativos que permiten a la autora el armado de la intriga y a la larga resolver o plantear caminos para la resolución de posibles enigmas.

Si Giardinelli aclara que la "negritud" de la novela negra, "no refiere a una cuestión de raza, desde luego, sino a una literatura que se ocupa de la parte más sucia, generalmente la más sórdida, oculta y negada de toda sociedad" (17), es posible decir sobre los textos de Guerriero que sus historias son historias que escarban en el interior de comunidades, procesos históricos y en el funcionamiento mismo de un país para visibilizar cuestiones que han sido ninguneadas, puestas de lado, ignoradas por gobiernos, muchas veces bajo la vista de la propia ciudadanía. Son historias que hablan de inope-rancia estatal, de abandono de los pueblos del interior, de desmemoria y también de la lucha por devolver la identidad y traer al debate actual acontecimientos que aún no han tenido su cierre.

Con todo esto se plantea que es posible leer los textos de Guerriero en clave de la novela negra, a partir de similitudes en términos de la utilización de los recursos narrativos y la estructuración de los textos, donde la diferencia radica en el pacto de lectura establecido previamente: el periodismo literario da cuenta de situaciones que ocurren en la realidad y desde esa base de hechos reales arma su propia trama. Es este un estudio de tipo cualitativo en el que se emplea el método bibliográfico documental y técnicas que de él emanan: la revisión bibliográfica documental y el análisis de contenido cualitativo (Alonso y Saladrigas 43). Se procede también a la comparación entre los preceptos del periodismo literario y las bases de la novela negra, para finalmente demostrar su confluencia en estos dos textos de Guerriero, y cómo se configuran en ambas manifestaciones literarias voces narrativas similares. Las limitaciones metodológicas podrían estar dadas por lo acotado de la muestra, además de aspectos subjetivos propios de estos tipos de investigación.

2. Los textos de Guerriero y una escritura a la que llaman "crónica"

La investigadora Rossana Reguillo plantea que "al colocarse frente a un discurso vertical, el de un periodismo de fuentes 'autorizadas', la crónica que relata desde otra geografía los mismos acontecimientos genera la posibilidad de otra lectura y, por consiguiente, inaugura nuevos puntos de vista" (53). Acorde a la investigación que respalda a este artículo, cuando dice crónica se refiere a la práctica del periodismo literario en América Latina, que se nombra en la región de manera diferente. Aguilar alude al dinamismo del lenguaje para explicar el uso del vocablo "crónica" que excede su definición estricta. "Un análisis de la evolución histórica en el uso de esta expresión demuestra que han existido diversas maneras de hacer crónica, cada una adecuada al público y a los medios de difusión de su época" (24). La propia investigadora habla de su condición "amorfa". Guerriero plantea que, "una crónica es, por definición, lo opuesto a la noticia, y un cronista es, por definición, alguien que llega tarde, que se toma tiempo para ver y más tiempo para contar eso que vio" (Zona 87). Falbo analiza la marca del género ubicada en su potencial de transformación, no solo como resultado del estilo sino, en la medida en que acepta la complejidad de la realidad y da cuenta de ella. "Signo que la convierte en una narrativa implicada en los cambios vertiginosos, dilemáticos de nuestro tiempo, sosteniendo un equilibrio propio, siempre en tránsito, entre el reto de la veracidad y el arte de narrar" (15-16). Según Carrión, toda crónica es un contrato con la realidad y con la historia. Para el investigador es un doble pacto: "con el otro (el testigo, el entrevistado, el retratado y sus contextos, el lector) y con el texto que tras un complejo proceso de escritura (y montaje) lo representa en su multiplicidad, utópicamente irreducible" (20). Según Jaramillo Agudelo, "la crónica suele ser una narración extensa de un hecho verídico, escrita en primera persona o con una visible participación del yo narrativo, sobre acontecimientos o personas o grupos insólitos, inesperados, marginales, disidentes, o sobre espectáculos y ritos sociales" (17). Caparrós la describe como "un texto periodístico que intenta mirar de otra manera eso que todos miran o podrían mirar" (43). En esta amalgama de definiciones y formas de nombrar al género, el periodismo literario en América Latina se configura como una herramienta para contar la realidad sin medias tintas, una realidad que es atravesada constantemente por crisis económicas, políticas, ambientales, sociodemográficas y en donde no dejan de haber espacios para la creación, la resiliencia y las diferentes luchas que se encarnan en los territorios.

De todo esto se nutre el periodismo literario, es en este contexto que "pueden leerse muchas de las variadas crónicas que circulan desde hace unos pocos años, porque aparecen indisolublemente ligadas a la crisis y la transformación neoliberal que sufrieron las sociedades latinoamericanas" (Lagos 3). Es entonces en esa realidad en la que surgen los textos de Guerriero, que utilizan como materia prima o bien los hechos que emanan cotidianamente al interior de la sociedad, o bien las repercusiones actuales de hechos ocurridos algunas décadas atrás, para luego dar forma a unos textos donde predomina el uso de recursos narrativos y la profundidad en la investigación que los respalda. Guerriero comenzó su carrera en el suplemento argentino Página 12 y más adelante fue redactora de la revista Página 30. Además de los que aquí se analizan, ha escrito los libros Una historia sencilla, Opus Gelber, La Llamada, Frutos extraños, Plano americano, Teoría de la Gravedad, La dificultad del fantasma, y ha sido editora de volúmenes colectivos también del género del periodismo literario. "Guerriero no solo escribe o reproduce aquello que el entrevistado expresa frente a un grabador. La cronista reproduce más que el qué, el cómo, es decir, los matices de aquellos encuentros, los silencios e incomodidades y también las maniobras elusivas propias del discurso oral" (Ventura 294). En una investigación de 2024, Felipe Ortega propone un diálogo entre Rodolfo Walsh y Leila Guerriero a través de algunos de sus textos. Línea temática que se aviene con lo que planteamos en este artículo, con respecto de la analogía de la voz narrativa de Guerriero y la voz narrativa de una novela de tipo policial. Para Ortega, entre la publicación de Operación Masacre y las crónicas políticas de Guerriero "hay un hilo conductor que atraviesa seis décadas de historia política argentina a partir de las que ambos autores construyen narrativas de denuncia" (39).

El investigador da cuenta de algunas características que se encuentran en la crónica latinoamericana del presente siglo como el enfoque periodístico descentralizado, el hecho de que se priorizan historias de los márgenes, se cuestiona el purismo de la objetividad, etc. Para el autor, "en Walsh, Guerriero reconoce la tarea principal del oficio periodístico: compartir la vida de los otros" (53). Y puedo coincidir con él cuando afirma que lo que impulsa una investigación como las que ahora centran el estudio, "es el interés por conocer al otro, al que, mediante la narración periodística, se busca reinsertar en el plano de una colectividad" (54).

3. Acercamiento al género negro

En el libro Crítica y ficción, Ricardo Piglia plantea que todos los relatos cuentan una investigación o un viaje, para Piglia el narrador es un viajero o es un investigador y a veces las dos figuras se superponen. "Se narra un viaje o se narra un crimen -dice Piglia- ¿Qué otra cosa se puede narrar?" (11). Siguiendo esta lógica y teniendo en cuenta lo planteado por el crítico sobre el género policial, la novela negra y el papel de Edgar Allan Poe en tanto precursor del non-fiction, de la novela tipo A Sangre Fría, de Truman Capote, se puede, efectivamente, establecer una analogía entre las narradoras escogidas por Leila Guerriero en los textos analizados y la voz de una novela policial.

Mempo Giardinelli afirma que "es indudable que la novela policial ha ejercido una extraordinaria influencia sobre la moderna narrativa latinoamericana, y esa influencia deviene, casi completamente, de la novela negra estadounidense" (218). La novela de acción y suspenso que, para el autor, arranca con Cosecha Roja (1929), de Dashiell Hammett: "pone los pies en la tierra porque incorpora elementos de la vida real" (19). Según Giardinelli esto se evidencia en la incorporación del realismo, la verosimilitud de los diálogos, los discursos marginales y los personajes de los bajos fondos de la ciudad: "responde a una tradición literaria inapelable: la de contar lo que le pasa a la gente. No es una literatura 'de escritorio', sino que es arrancada de la vida misma y se autodefine a partir de la exigencia de una lectoría que la instala en una preferencia" (17).

Giardinelli destaca las diferencias de la novela negra con respecto del clásico policial, la novela de enigma, y plantea que, "Mientras la novela de enigma parecería dar vueltas alrededor de trajinados recursos ingeniosos, lo que agotaría sus variables repitiéndose, la novela negra buscaría encontrar inacabables posibilidades al ocuparse de la vida real y ser reflej o de ella y no de un pequeño universo hermético y mental" (19). No obstante, Giardinelli es categórico cuando afirma que "no existe narrativa sin enigma" (226). Por ello, no es su presencia per se lo que define a la literatura negra, sino la ambientación que describe, la causalidad, las motivaciones de los personajes.

En la moderna novela negra latinoamericana, por otra parte, el argentino encuentra una característica de la narrativa vanguardista que aparece cuando el narrador deja de ser narrador absoluto para convertirse en testigo-narrador-protagonista. Reconoce además otros dos recursos narrativos que le son inherentes: "el manejo del monólogo interior como modo de presentar los pensamientos del personaje, y el arte de describir la acción que sustituye a la explicación" (Giardinelli 227). Elementos que, como se verá a continuación, se ponen de manifiesto en el proceso de construcción de un texto de periodismo literario.

4. La estructura del relato como investigación

En Los suicidas del fin del mundo, se da una doble narración: por un lado, el viaje que emprende la autora para, de algún modo, reconstruir la especie de crimen colectivo ocurrido algunos años antes; y por otro, las circunstancias y las posibles causas que pudieron desencadenar los suicidios. En este sentido, la narradora de Los suicidas del fin del mundo se lanza, y lanza a quien lee, a la investigación de los hechos acontecidos unos tres años antes del presente que prevalece en el libro, en la localidad petrolera de Las Heras, en la Patagonia argentina, y su trabajo es el de la detective que sigue las pistas para poder armar el relato lo más completo posible. La narradora llega a Las Heras con el conocimiento de los suicidios, de ahí en adelante, irá escarbando entre los recuerdos de los familiares, los amigos, los testigos, los recuerdos mismos del pueblo para poder sumar las partes que faltan a esa historia: "Cuando llegué a Las Heras llevaba ese comunicado del año 2001, algunos números de teléfono, un pasaje de avión de regreso a Buenos Aires que dudaba poder usar, y un puñado de nombres de los que no sabía -todavía no sé- nada" (Los suicidas 25).

En La otra guerra, Guerriero sigue a los personajes muy parecido a como lo hace en Los suicidas del fin del mundo y reconstruye la historia de los caídos a través de los recuerdos de los familiares, excombatientes, compañeros de gesta. La narradora va descubriendo para la persona lectora otra doble situación: a la vez que el cementerio de Darwin va siendo una imagen real para las familias y parte de la sociedad argentina, así los muertos adquieren, con su identidad, una especie de "nueva vida", que les da la posibilidad del descanso final tanto a ellos como a sus seres queridos. Guerriero lo resume en una frase: "mientras, desde un cementerio casi siempre solo, los muertos irradiaban muertes que ya eran mucho más largas que sus vidas" (La otra guerra 30).

Citando a Todorov, Camenforte sostiene que "la novela de enigma no contiene una sino dos historias: la historia del crimen y la de la pesquisa" (23). Esta parecería la vertiente más cercana a la reconstrucción periodística de los hechos, en tanto, "la primera historia, la del crimen, está determinada antes de que ni siquiera comience la segunda (y el libro)" (24). En Los suicidas del fin del mundo Guerriero entonces narra la historia de las doce personas que se suicidaron en diferentes circunstancias, a la vez que ilustra sobre su proceso en la búsqueda y hallazgo de los datos que le darán forma al relato. Para contar el suicidio de Sandra Mónica Banegas, por ejemplo, Guerriero comienza con un sumario de todos los suicidios ocurridos hasta el momento de su llegada a Las Heras: "Fueron doce. Entre marzo de 1997 y el último día de 1999 se suicidaron en Las Heras doce hombres y mujeres. Once de ellos tenían una edad promedio de 25 años y eran habitantes emblemáticos de la ciudad..." (27). Luego regresa en el tiempo para poner a quien lee en conocimiento de al menos otros dos suicidios, en 1995, y que habían pasado casi desapercibidos en el pueblo. Después de este flashback, la narración pone el foco en la muerte de Banegas: "Recién en 1997, dos años después y quizá porque eran joven, rara o conocida, todos pusieron el mojón del primero de los múltiples suicidios en el tiro en la boca que se disparó, con la escopeta de caza de su padre, Sandra Mónica Banegas, la hermana de Alberto Vargas, el 26 de marzo de 1997, por la tarde" (29). El nombre del hermano, Alberto Vargas, es el elemento que enlaza con la historia del presente de la narradora que empieza entonces a intercalar su participación como investigadora de la historia: "El camino desde el hotel hasta la casa de Alberto Vargas es fácil. Todo es fácil en una ciudad tan chica. Dos cuadras así, cuatro así, cinco para allá y a la derecha. Sin embargo, perdí un buen rato buscando el exacto pasaje donde vivía Alberto porque las calles no tenían los nombres puestos y no había nadie -nadie- a quien preguntar. Era mi primer día en Las Heras" (30).

La diferencia con la novela de enigma está en que el periodismo en general, y dentro de este el periodismo literario, no centra su objetivo, como detallaremos más adelante, "en el proceso mental y lógico para la resolución de misterios" (Camenforte 25), sino que apegado a la novela de acción y suspenso busca agotar, mediante la investigación, todas las posibilidades de una determinada realidad. Las narraciones de Guerriero no son producto de sus devaneos mentales en pos de encontrarle sentido a las posibles incongruencias en una historia, o de llegar a conclusiones elaboradas sobre determinados hechos. Son, en todo caso, la recreación de escenas de la vida real que pueden llevar a quien lee a sacar sus propias conclusiones.

En La otra guerra, la narradora entreteje los elementos del pasado con el presente de la historia de manera que, cuando un personaje relata su experiencia, la narradora va completando con datos a modo de sumario: para contextualizar, para rellenar algún vacío de información, y va enlazando unos con otros los apartados, que quedan de tal modo relacionados porque un personaje va dando pie al otro dentro de su misma interlocución. En la entrevista con Julio Aro, un excombatiente de Malvinas y uno de los actores claves en la lucha por la identificación de los caídos, recuenta: "-Volvimos a Mar del Plata, conseguí una silla de ruedas, pañales, cama ortopédica. Y volvimos a San Roque. Le instalamos todo y le preguntamos: 'Elma, ¿te gustaría saber en qué lugar del cementerio está tu hijo?' Y nos contestó: '¿Cómo no voy a querer?' Ahí dijimos: 'La mamá quiere. ¿Dónde están las otras madres ?'" (La otra guerra 19). La narradora interviene entonces: "Nadie -ni el Estado, ni el ejército- sabía dónde estaban. De modo que tuvo que ir a buscarlas" (20). Y es Julio Aro quien introduce al siguiente personaje: "-Pero antes fui a ver a Luis Fondebrider" (20). Luis Fondebrider, el presidente del Equipo Argentino de Antropología Forense.

El periodismo literario aúna lo mejor de ambas ramas dentro del género negro: a la vez que se ocupa de la vida real, no solo le interesa el presente de los hechos, sino que intenta hacer un análisis lo más completo posible que incluya el pasado y los porqué de lo sucedido, manteniendo a veces la noción de enigma.

Osvaldo Aguirre (2018) afirma que la crónica policial le debe a la literatura del género uno de sus recursos más eficaces: la creación del enigma. La idea de que la verdad se sustrae deliberadamente del conocimiento público, de que la historia es un conjunto de piezas desconectadas que oculta la figura del criminal, sostiene Aguirre, proviene de la novela policial clásica y organiza la narración de los grandes casos en el relato periodístico. (Camenforte 29)

Guerriero utiliza un principio similar para armar la estructura narrativa: como se haría en el género negro, organiza la información para que aparezca gradualmente. De este modo, la narración denuncia también situaciones que efectivamente no estaban en el conocimiento público y a veces ni en el conocimiento de sus implicados.

5. La voz de la narradora ¿detective?

Otro elemento de peso dentro de la construcción del relato es el narrador, en el caso de Guerriero, la narradora. La narradora escogida para sus textos es una cercana a la persona lectora, que combina la tercera con la primera persona y con la que se va descubriendo en conjunto los pormenores del relato. En este tipo de narradora Aguilar define al cronista que "se plantea como alguien que está al mismo nivel que el lector, es uno como él. La mediación del narrador es evidente y provoca el efecto de recibir una versión de los hechos" (58). En consonancia con lo planteado anteriormente por Giardinelli, con respecto del testigo-narrador-protagonista, se puede decir que en el periodismo literario el narrador también asume la postura de testigo-narrador, sin embargo, el protagonismo estaría condicionado por el grado de su participación personal en los hechos que narra. El manejo del monólogo interior aparece en forma de diálogos y el arte de describir la acción se explicita en las escenas que componen el relato.

La noción de narrador-testigo es, por tanto, vital en ambos géneros, pues se busca, en la mayoría de los casos, reconstruir hechos que fueron presenciados por uno o varios personajes, o cuyas referencias del entorno en que ocurrió son piezas claves para que la narración sea lo más completa posible. Dicho en clave de Costa, "el testigo confiere al relato un valor agregado que los recopiladores no podrían ofrecer" (198). El mirar con los propios ojos da una perspectiva distinta, permite comprender, entender al otro, poder comunicarlo mejor. Para Palau Sampio, "esta opción ofrece la ventaja de romper con un relato monolítico del narrador e incorporar otras voces, pero también de transmitir la fuerza y la credibilidad del testimonio directo" (1495). La forma de contar incide en el efecto de la lectura. La sensación de descubrir por primera vez, junto a la voz que narra, el escenario de uno de los suicidios se logra, por ejemplo, en el siguiente fragmento de Los suicidas del fin del mundo:

El cuarto de Mónica Banegas es pequeño, angosto. Cuando ella estaba viva había posters, dibujos y sus ropas, pero la familia pintó paredes, quemó los posters, donó la ropa ... En el cuarto, bajo la pintura blanca con que quisieron taparlo todo, todavía hay sombras vagas y una frase: 'Juro silencio sobre mi futuro'. Ni entonces ni ahora la familia de Mónica Banegas cree que esa frase tenga -haya tenido- un significado especial. (Los suicidas 44-45)

En un análisis que hace de otro texto de Guerriero -Sueños de Libertad-, Camenforte asegura que en esta crónica "como en la mayoría de las obras literarias, hay una mixtura entre diégesis y mímesis, ya que se trata de una narración que incluye discursos en primera persona pronunciados por los personajes" (51). Sin embargo, para el autor lo que predomina es el relato diegético o narrativizado. La narradora relata los hechos desde afuera, la mayoría del tiempo en tercera persona, por lo que se puede hablar de una narradora heterodiegética.

Esta elección para la narradora se repite en el otro texto de Guerriero que ahora se analiza: La otra guerra. La voz que narra cuenta los hechos desde afuera y la inclusión de la primera persona aparece en las intervenciones de los personajes: "-No me faltó nada. A mí no me faltó nada. Delmira Cao sube trabajosamente las escaleras hasta el primer piso del departamento donde vive, en el piso superior de una construcción de dos plantas que su marido levantó para toda la familia -padre, madre, cuatro hijos- y en el que ahora quedan ella y sus hijas mujeres, Graciela y Viviana" (66). Con esta narradora, se da lo que Aguilar denomina "el efecto de transparencia de la narración" (58), a través del cual el lector se olvida de que hay alguien contando la historia, como si los hechos se contaran a sí mismos, sin mediación: "como si el lector los estuviera experimentando en carne propia" (Aguilar 58).

En Los suicidas delfin del mundo, por otra parte, el relato es diegético o narra-tivizado la mayoría del tiempo, comienza con una narración en tercera persona que es predominante en el texto. No obstante, en determinados fragmentos la voz narrativa aparece con personalidad propia mediante el uso de comentarios, reflexiones sobre los acontecimientos que está investigando o sobre el contexto que posiblemente llevara a que esos acontecimientos sucedieran. Igualmente hace ver el impacto que tiene en su propia persona, y en su ser periodista, tanto la historia como las condiciones del territorio que la alberga. La narradora modula entre una heterodiegética a una homodiegé-tica en donde su subjetividad aporta a la totalidad del relato. "Así el periodista consigue relacionar y contextualizar la historia dentro de una problemática más amplia que incluye la esfera política, social, económica y cultural" (Camenforte 42), como sucede en el siguiente fragmento: "Afuera los árboles grises parecían hechos de plumas, de alas muertas, arañados por una fuerza con malas intenciones. Es raro este empeño, pensé.

Allí donde la naturaleza renuncia y pone arbustos y unas piedras, el bicho humano se empeña en poner casas, escuelas, una plaza, e insiste en tener cría" (Los suicidas 119).

Se puede coincidir con Camenforte en que la perspectiva o focalización en estos textos es progresiva. Los textos comienzan la narración en tercera persona en la que los hechos se cuentan desde el exterior. La narradora presenta la información de los personajes en forma dosificada, lo cual contribuye a lograr el efecto de misterio y mantener el enigma en la narración. En clave de Genette puede hablarse de un relato con focaliza-ción externa en el que "el foco se ubica en un punto dado del universo diegético, puesto que ha sido elegido por el narrador fuera de cualquier personaje, y que por tanto excluye toda posibilidad de información sobre los pensamientos de cualquiera de ellos" (ctd. en Pimentel 100). Las narraciones comienzan o bien con un discurso expositivo que pone en contexto sobre lo que se va a contar (La otra guerra) o bien con descripciones espaciales de los escenarios donde se van a mover los personajes (Los suicidas del fin del mundo): "El viernes 31 de diciembre de 1999 en Las Heras, provincia de Santa Cruz, fue un día de sol" (Los suicidas 15); "En 1982 la Argentina estaba gobernada por una dictadura bajo el mando del teniente coronel Leopoldo Fortunato Galtieri. El 30 de marzo el movimiento obrero convocó una marcha hacia la Plaza de Mayo, en Buenos Aires" (La otra guerra 7).

A medida que avanzan los relatos, el punto de vista se acerca a cada personaje, penetrando sutilmente en lo que piensan y lo que sienten. "La narradora logra esta flexibilidad en el punto de vista incorporando las voces de los familiares, que al hablar evocan sus recuerdos y sus pensamientos muestran su forma de pensar y de ver el mundo" (Camenforte 52). En el caso de Los suicidas del fin del mundo, Guerriero suma a la historia las voces de los familiares de los suicidas, los vecinos, los amigos, aquellos que los conocieron en vida y también personajes de la comunidad que ayudan a tener una visión global de la situación de Las Heras: "Julieta Durán esperó durante días que sucediera lo imposible: que Mónica asomara su cara pálida, su pelo rojo sobre el tapial del fondo. - Para mí no podía ser -decía Julieta en el bar-. La extrañaba de una forma alevosa. Tan alevosa. Vos no te das una idea. Para mí no, no podía ser" (Los suicidas 45). En La otra guerra, la narradora alterna entre contar la historia en tercera persona y el relato de los hechos a veces en voz de sus propios protagonistas, y a veces a través de los criterios de familiares y otros actores que trabajan por la restitución de la identidad de los caídos: "En marzo de 1982, quince días antes de las Pascuas, Andrés Folch salió del regimiento para visitar a su familia. -Vino y dijo: 'Bueno, las Pascuas las pasamos juntos' -dice Raquel-. Pensaba que le iban a dar la baja. Y lo esperamos, pero no vino. Entonces, Ana y el marido fueron a ver qué pasaba. Y había sido que ya se lo habían llevado para Malvinas" (La otra guerra 42). En estos fragmentos, cuando son los protagonistas los que cuentan su historia (excombatientes de Malvinas) o los testigos directos (familiares de los caídos o de los suicidas), la focalización se transforma en interna. Estos cambios en la focalización son explicados por Genette, quien sostiene que "la fórmula de focali-zación no descansa, pues, siempre sobre la obra entera, sino más bien sobre un segmento narrativo determinado, que puede ser muy breve" (ctd. en Camenforte 53).

6. La intriga como motor narrativo

Según la investigadora Laura Freixas "el motivo más inmediato, más universal, por el que un lector pasa las páginas de una novela consiste en que quiere saber qué ocurre" (59). Para mantener la atención del lector, se recurre generalmente a al menos dos recursos literarios: el suspenso y la intriga. Para decirlo con Freixas, podría denominarse intriga a "la suma de preguntas contenidas en el texto, y a las que el texto termina dando respuesta" (59), o al menos dejando abiertos los caminos para que el lector llegue a sus conclusiones. De acuerdo con esto, asegura la autora, la novela policial es modélica. Si recordamos lo planteado por Giardinelli sabremos que puede identificarse a una novela del género negro por su "peculiar mecanismo de intriga" (17). Este mecanismo de intriga también es posible encontrarlo en los textos de Guerriero en los que se enfoca este análisis. Para Piglia, la clave está en prestar atención a todo cuanto se narre en un relato, incluso a aquellos datos que pudieran parecer irrelevantes en la trama. "En este sentido, hay que estar atentos a los detalles en una historia, qué objetivo tienen los signos sin función aparente en un argumento" (Piglia, Teoría 108). Los detalles en las historias de Guerriero son la clave para el acercamiento a las respuestas posibles.

En Los suicidas del fin del mundo, los relatos de los suicidios se van concatenando, unos con otros. ¿Qué provocó los suicidios casi en masa? ¿Por qué? Son las preguntas que gravitan en el libro y de las que solo se obtendrán hipótesis. El suspenso y la intriga actúan como ganchos que hacen que quien lee se pregunte todo el tiempo: ¿qué pasó? Para lograrlos Guerriero recurre a la técnica del montaje que permite estructurar la narración y decidir qué datos van primero y cuáles después. Cada suicidio se aborda de manera fragmentada, atendiendo a las versiones de distintos implicados, viéndolo desde distintos ángulos, lo que le confiere además mayor credibilidad al relato.

Para el suicidio de Carolina González, por ejemplo, la narradora comienza con el relato de su plática con el suegro de la muchacha, Carlos Navarro, una de las tantas miradas que conforman el marco de esta historia: "Del estado de algunos muertos. De eso hablaba Carlos Navarro mientras cenábamos. El televisor estaba encendido y su mujer, Sara, lo escuchaba atenta, pitando a veces su eterno cigarrillo (83). En las siguientes páginas la narradora pondrá a la persona lectora en conocimiento de la implicación de Carlos Navarro con los muertos -era el funebrero del pueblo y el único que llevaba el registro de los suicidas-, sus hipótesis con respecto del porqué de la decisión de Carolina y el vínculo que tenía con su hijo: Mariano. En esta parte de la narración predomina el relato diegé-tico o narrativizado, la mayoría del tiempo en pasado, para luego regresar al presente de la narración con su encuentro con la madre de Carolina, Vilma Riva de González, donde comienza a incluirse un diálogo más directo con ella y su familia. La narradora demora el clímax, que sería el suicidio, con datos que permiten conocer todas las aristas de la historia. Así comienza entonces el acápite que finalmente cuenta el suicidio: "Eran más de las tres del 13 de mayo de 1998 cuando Carolina llegó a su casa, después de almorzar con los Navarro, y le dijo a Vilma que se iba al dormitorio a escuchar música y planchar. Se llevó una manzana -y un plato con un cuchillo- y se encerró" (Los suicidas 92).

Al final de este apartado, donde Carolina y su familia son protagonistas, la narración termina con el anuncio de otro suicidio, para comenzar entonces a reconstruir la historia de otro personaje: "Seis meses después de la muerte de su hija, Vilma supo que se había matado Elizabeth, la novia reciente de Marcelo González, su hijo de 22 años" (97). Sin llegar a ser novelas policiacas, estos textos de Guerriero comparten con esta literatura algunos puntos en común, como la ambientación, con paisajes agrestes y en ocasiones hostiles, a veces lúgubres: "el suspenso, el miedo que provoca ansiedad en el lector, el ritmo narrativo y la intensidad de la acción..." (Giardinelli 25). En La otra guerra el enigma sería este: ¿por qué los gobiernos argentinos ocultaron durante tantos años el paradero de los muertos en el cementerio de Las Malvinas y su identidad, aun teniendo un informe que explicaba casi todo? Sobre esa interrogante se construye el relato. La narración combina el relato diegético en pasado cuando contextualiza los hechos que centran el texto y su ubicación en la historia oficial argentina, con el presente de la investigación: el diálogo con familiares, excombatientes, actores de la sociedad que, o bien contribuyen a la identificación de los muertos, o bien forman parte del grupo que se opone a ellas.

Con la función de separadores, se encuentran fragmentos que describen con voces anónimas los recuerdos que se guardan de los muertos, las razones para oponerse a una identificación, los porqués de la posición que prefería no tocar los cuerpos. Un recurso que igualmente contribuye a generar intriga: "Decían que iban a desenterrar todos los cuerpos y los iban a traer al continente. / Decían que era un plan de los británicos para vaciar el cementerio y sacar la presencia argentina de las islas. / Decían que iba a ser un carnaval de huesos. / Para nosotros eran todos héroes y no necesitábamos saber dónde estaba cada uno" (La otra guerra 22-23). Datos históricos, documentos oficiales, descripciones, testimonios, narraciones, memorias, son todos elementos que la narradora combina en su estrategia, y va presentando en una estructura que permite construir un relato poliédrico.

En sus Twelve notes on the mystery novels, título que le dio Raymond Chandler -uno de los más importantes exponentes de la novela negra- a algunas de sus reflexiones en torno al género, el estadounidense apunta lo siguiente: "Debe ser una historia convincente y sólida, aparte de los elementos policiacos. La investigación en sí misma debe ser una aventura digna de ser leída" (Chandler ctd. en Giardinelli 112). Esta es una característica que se evidencia en el periodismo literario: más allá del acontecimiento en sí, también se presenta de forma atractiva y estructurada el proceso de investigación que lleva a la historia. En los textos de Guerriero, la implicación de la periodista y su subjetividad son eslabones que contribuyen a la construcción de sentidos en los relatos.

Conclusiones

Los textos de periodismo literario tienen como característica principal la construcción de relatos a partir de sucesos reales, empleando para ello recursos de la literatura. Este artículo se centró en la figura de la narradora, en dos obras de la periodista argentina Leila Guerriero: Los suicidas del fin del mundo (2006) y La otra guerra (2021), para encontrar similitudes entre su voz narrativa y la voz narrativa de la novela policial moderna. Entre las semejanzas encontradas en las voces narrativas estuvieron las que parten del trabajo con el lenguaje, que puede llegar a ser brutal y descarnado en la manera de estructurar los relatos y dosificar la información, lo que contribuye a generar suspenso, y en la capacidad de ambos para, mediante la narración de lo que le pasa a la gente, llegar a deslizar críticas a la sociedad y a la inoperancia de los mecanismos de gobernación política.

La labor de la detective, al estilo de una novela policial, se evidencia también en la manera en la que llega a la información: la narradora va dando con las piezas del relato paulatinamente, un personaje la lleva al otro y así, luego de un análisis de todos los elementos encontrados, puede hallar el orden que le ayude a conformar su trama. En este sentido, la reconstrucción de los hechos que cuenta Guerriero en sus obras se alcanza gracias a una investigación profunda, empleando incluso técnicas de la antropología y la etnografía como la observación participante y también las entrevistas, el contraste de los testimonios, para finalmente desplegar todo el cúmulo de la información recopilada y armar así estos textos que ella misma denomina musculosos, contundentes. La inclusión de distintos puntos de vistas y voces dentro de la narración les confieren a los relatos una condición coral que refuerza la idea de investigación y la credibilidad.

Otro de los puntos de contacto encontrados tiene que ver con la correspondencia entre la estructura en las obras de Guerriero y la de la novela de enigma que presenta dos historias que se van resolviendo paralelamente: la historia del crimen y la historia de la investigación. En los dos textos estudiados se evidencia el uso de esta estructura. Por un lado, Guerriero narra la historia de los suicidios en la localidad de Las Heras, que pertenece al plano del pasado, a la vez que es visible el proceso mediante el cual llega a esta información, en el plano del presente. En La otra guerra, mientras se informa de las particularidades de la guerra de Las Malvinas y las razones por las cuáles todavía hay caídos sin identificar en el cementerio de la Isla de Darwin (pasado), se conoce también del presente, de la lucha por las identificaciones y las repercusiones que tiene en los excombatientes y en los familiares.

Igualmente es posible apuntar elementos diferenciadores entre el periodismo literario y la novela negra, siendo el más evidente lo referido a la temática, pues, mientras que en la novela negra parecen ser decisivas tramas que giren en torno al crimen, la corrupción y los delitos, el periodismo literario abarca una gama más amplia, y puede investigar con igual profundidad historias de interés humano, y a veces cultural como en el caso de Opus Gelber y Una historia sencilla. En otras ocasiones, puede constituirse en instancias de denuncia de determinados acontecimientos, como podría ser La llamada, para ceñirnos a textos de la misma autora. Estas derivas constituyen ejes de análisis para ser abordados en próximas investigaciones.

Por último, puedo afirmar que, así como la novela negra se ocupa de la parte más sucia y negada de la sociedad, el periodismo literario hace foco en estos parajes para contarlos sin golpes bajos, proponiendo nuevas maneras de abordar los conflictos presentes en la sociedad, propiciando, así mismo, interpretaciones en clave de determinados contextos históricos, lo cual constituye uno de los aportes del género negro al periodismo literario.

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Recibido: 24 de Marzo de 2025; Aprobado: 17 de Junio de 2025; Publicado: 24 de Junio de 2025

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