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Suma de Negocios

versão impressa ISSN 2215-910Xversão On-line ISSN 2027-5692

suma neg. vol.2 no.2 Bogotá jul./dez. 2011  Epub 26-Set-2011

 

Artículo de investigación

La migración internacional de retorno en el estado de México: oportunidades y retos para el aprovechamiento socioproductivo de sus capacidades

Jaciel Montoya Arce1  * 
http://orcid.org/0000-0002-2794-0997

Renato Salas Alfaro2 
http://orcid.org/0000-0002-9618-8516

José Antonio Soberón Mora3 
http://orcid.org/0000-0003-2812-100X

1Licenciado, Magíster y PhD en sociología. Coordinador del centro de investigación y estudios avanzados de la Población de la Universidad Autónoma del Estado de México (CIEAP-UAEM).

2PhD en ciencias en planificación de empresas y desarrollo regional. Profesor investigador en el centro de investigación y estudios avanzados de la Población de la Universidad Autónoma del Estado de México (CIEAP-UAEM).

3Psicólogo social. Magíster en demografía. Profesor investigador en el centro de investigación y estudios avanzados de la Población de la Universidad Autónoma del Estado de México (CIEAP-UAEM).


Resumen

En este artículo se analiza la migración de retorno en el Estado de México, desde la perspectiva personal y del hogar. Mediante la Encuesta sobre Migración de Mexiquenses a Estados Unidos (EMMEU, 2009), y una serie de entrevistas a profundidad se ha podido detectar en los migrantes de retorno una nueva mentalidad socioeconómica y familiar que se manifiesta en sus prácticas cotidianas, como, un mayor impulso a la educación de sus hijos y su salud, la capitalización de sus pequeños negocios, los cambios en sus empleos al pasar del campo a las actividades terciarias urbanas. No obstante, también es evidente que los esfuerzos que realizan los retornados y sus familias para construir de mejor forma sus modos de vida están limitados por la disposición de activos, en este sentido se propone potenciar el uso de estas habilidades socioproductivas por la vía de los programas públicos de apoyos concretos, según las necesidades de los retornados en sus comunidades.

Palabras clave: Migración de retorno; Estado de México; habilidades de migrantes; apoyos públicos

Abstract

This article analyzes the return migration in the State of Mexico, from the personal and household perspectives. Using the Survey on Migration of Mexiquenses to the United States (EMMEU, 2009), and a series of in-depth interviews, it was established that return migrants have a new socioeconomic and family mentality that manifests itself in their daily practices, as increased emphasis on their children’s education and health, the capitalization of small businesses, and changes in their jobs to move from rural to urban tertiary activities. However, it is also clear that the efforts of the returnees and their families to build best ways of life are limited by the available assets. In this sense, it is proposed to enhance the use of these social and productive skills through public programs, designed according to the needs of returnees in their communities.

Key words: Return Migration; State of Mexico; migrant skills; public support

Introducción

El retorno es una fase complementaria de la migración, que hoy día ha cobrado relevancia en razón de las inestables condiciones económicas internacionales que hacen prever una pérdida de hasta 50 millones de empleos en el mundo entero (Awad, 2009, p. v.). En México este escenario resulta complicado porque entre este país y los Estados Unidos existe una histórica vinculación en términos migratorios y una frontera común por la que cruzan anualmente hacia aquel país un promedio de medio millón de mexicanos, más de 90% indocumentados que van tras un empleo para mantener a sus familias. Con esta crisis, pero también con las redadas masivas en EE.UU., la aparición de políticas antiinmigrantes que suelen acompañarla (Bustamante, 1988) y las caídas en el empleo; se comenzaron a prever retornos masivos de mexicanos. Esto genera preocupaciones oficiales, en razón de las previas experiencias de retornos y deportaciones masivas, en las cuales los distintos gobiernos de México han visto cómo la debilidad institucional con la cual manejan el asunto de la migración, no es capaz de apoyar la reinstalación en sus lugares de origen, generar empleos o apoyar la economía de estas familias (Alanís, 2007). Aunque, por otro lado, también queda presente la idea de que un retorno selectivo, podría beneficiar a la sociedad en razón de que sus experiencias y conocimientos adquiridos en el exterior podrían ejercerlos en su lugar de origen.

De cualquier forma, el evento del retorno migratorio involucra personas que se mueven por diversos motivos y circunstancias hacia sus lugares de origen después de haber enfrentado directamente un proceso migratorio de ida, que implica a su vez subprocesos donde se inmiscuye la familia completa; la búsqueda del financiamiento, la negociación de la salida, el temor mutuo a cruzar la frontera y el cruce en sí. Además, la estancia en Estados Unidos, que a su vez integra los procesos de búsqueda de empleos, la seguridad personal, aprender el idioma, relacionarse con gente diferente en modales, formas de vida, entre muchos más. Este emigrante, al salir de su casa lleva consigo sus sueños e ilusiones, pero también los de su familia; es decir un sujeto que tuvo que afrontar un proceso migratorio hacia EE.UU. lleno de esfuerzo, traumas y demás, en aras de mantener a su familia. Estos eventos sin duda que influyen en las formas de pensar y actuar, allá y acá. La adquisición y depuración de ciertas capacidades técnicas y humanas, entonces son inherentes al propio proceso migratorio, otras son de carácter intencional; de cualquier forma, ambas vienen con el retornado y constituyen recursos para él. Los conocimientos técnicos de algún oficio, los ahorros, las habilidades sociales, son recursos técnicos y capacidad humana de la cual echaran mano los migrantes al volver a su lugar de origen.

Como señalan Zukerfeld y Zonis (2004), cuando las personas encaran eventos traumáticos, al sujeto mismo le son útiles para probar su capacidad de sobreponerse, cuando lo logra le sirven para transformarse en mejor sujeto. Es decir, una persona puede adquirir habilidades físicas, técnicas e intelectuales por diferentes vías; una vez adquiridas, igualmente pueden manifestarse en las mismas áreas o derivar en comportamientos modificados en nuevas formas de hacer y de pensar, lo que lo llevara a dar una valoración diferente a la realidad en la que se mueven, de la que salen y a la que llegan y manifestar estos cambios en sus acciones cotidianas (Robbins, 2004). La realidad inmediata de los jefes de hogar es su familia; en este sentido, sus acciones cotidianas constituyen un buen indicador para determinar la forma en que manifiestan este cambio en sus haceres y pensares.

Mientras en otros trabajos se enfatizan los cambios de empleados a patrones en los migrantes retornados (Papail & Arroyo, 2004), o el tipo de migración internacional (documentada o indocumentada), en este trabajo se incluyen las habilidades en general; físicas, técnicas e intelectuales1. De esta forma, este trabajo va más allá del análisis utilitarista de las habilidades técnicas; y se adentra al interior del hogar del mexiquense retornado, porque finalmente es allí es donde se manifiesta el potencial de sus habilidades y esta nueva visión de la realidad que pudieron haber construido dentro de sí. Es decir, se toma en cuenta el efecto que sobre ellos trajo su propio proceso de migración, las condiciones y experiencias vividas en el cruce de la frontera, la vida en Estados Unidos y otras variables que intervienen en la modificación de la forma de ser en un sujeto.

En este sentido, para el caso del Estado de México, desde 2008 se comenzaron a advertir retornos de migrantes, pero no de forma masiva; sin embargo, el retorno es una situación real en la entidad y se desconoce quiénes son los que regresan, qué aprendieron en EE.UU., qué hacen con lo aprendido, cómo despliegan sus aprendizajes en la entidad, en general la forma en que desarrollan su vida cotidiana. Estas preocupaciones, llevaron al Centro de Investigación y Estudios Avanzados de la Población de la Universidad Autónoma del Estado de México a realizar entre noviembre de 2008 a febrero de 2009 la Encuesta sobre Migración de Mexiquenses a Estados Unidos (EMMEU, 2009)2. A partir de esta se estima la magnitud de los migrantes retornados al Estado de México, se analizan sus características demograficas y socioeconómicas, así como las formas concretas en que se manifiesta el uso de sus habilidades adquiridas en el exterior y los efectos que esto provoca en sus hogares.

Antecedentes

Aunque la migración de retorno guarda una importancia central dentro del fenómeno migratorio en sí, es poco lo que se sabe de esta. Los análisis sobre la reinserción laboral de los migrantes de retorno, su reincorporación a la comunidad de origen, sus nuevas formas de vida y otros aspectos de este flujo poblacional son temas de investigación recientes. En México la cercanía geográficas y las condiciones de ilegalidad en que se realiza la migración internacional condicionan que el retorno sea constante en el flujo migratorio (Durand & Massey, 2003). En este ir y venir de los migrantes, se ha ido generando en el gobierno, la prensa y entre académicos e intelectuales, la idea que la migración de retorno lo mismo es una oportunidad, que un riesgo. Oportunidad en cuanto que los retornados traen a su regreso nuevas habilidades sociales y productivas que pueden ser útiles al desarrollo del país, argumento que se ha sostenido desde inicios de siglo (Gamio, 1930, p. 236); la perspectiva de riesgo se acentúa cuando este evento ocurre masivamente. Esto último ocurre en razón de que históricamente las políticas y acciones gubernamentales, están limitadas para atender las necesidades de los retornados cuando ocurren masivamente (empleos, ingresos, apoyos para reinstalación).

La primera respuesta que el gobierno ofreció a una situación real de retorno de mexicanos se dio en 1847, cuando México fue despojado de gran parte de su territorio por Estados Unidos. En esa ocasión, el gobierno mexicano emitió en respuesta al Tratado de Guadalupe Hidalgo, un decreto (19/08/1848) en el que establecía que todos los mexicanos que habían quedado atrapados entre los territorios cedidos a Estados Unidos serían trasladados a México por cuenta del erario nacional y que recibirían dotaciones de tierra. Años después y en un contexto político distinto, entre 1929 y 1934, casi al finalizar la crisis económica de ese periodo, el gobierno estadounidense expulsó y repatrió voluntariamente a alrededor de 400 mil migrantes mexicanos. Cuando el Programa Bracero llegó a su fin, ante la posibilidad de retornos masivos, el gobierno mexicano quiso adelantarse y diseñó el Programa de Industrialización Fronterizo en 1965. Con ello pretendía que los migrantes retornados encontraran trabajo en las industrias maquiladoras, aunque al final esta política produjo en México una corriente migratoria interna femenina hacia la frontera norte de México, ya que fueron mayoritariamente mujeres quienes ocuparon esos puestos laborales (Fuentes & Arón, 2004; Founquet & Mercier, 1994). Con la aplicación del Acta de Reforma y Control de Inmigración (IRCA) en 1986, revive nuevamente la preocupación por el retorno; en esta ocasión, el gobierno mexicano respondió instalando campamentos en la frontera para auxiliar a los migrantes retornados que no alcanzaron regulación.

En general, en cada una de las fases de retorno mencionado, el gobierno ha respondido de manera casi nula a los reclamos reales de los retornados. Sigue dominando en el discurso, las promesas de programas de inversiones en las poblaciones de origen, dotación de apoyos, de empleos, de créditos, de tierras o de aperos. Sin embargo, en los hechos lo que más ha ocurrido ha sido instruir a los embajadores para que organicen a los migrantes en su retorno a México o en su permanencia en Estados Unidos, o bien, regalar algunos boletos de pasaje a los lugares de origen de los migrantes, entre otros apoyos menores. En cuanto la preocupación de un retorno masivo pasa, el gobierno no vuelve a hablar del tema.

Ahora, en lo que va de esta década, con la crisis financiera internacional, la inquietud por el retorno masivo de migrantes mexicanos comenzó a crecer. La prensa, el propio gobierno, algunos políticos e investigadores comenzaron a manejar cantidades estimadas de mexicanos que retornarían al país. El Instituto Nacional de Migración informaba que se observaba un incremento en el número de emigrantes retornados a México (Notimex, 2008); cosa que después fue desmentida por la Secretaría de Gobernación, para quien el nivel de retorno de mexicanos estaba dentro de los promedios históricos previstos para este periodo y que, previsiblemente, el número de repatriados podría repuntar de manera ligera (Martínez, 2008). En otros escenarios, se calculaban regresos de un millón de personas a nivel nacional y de alrededor de 80 mil para el Estado de México, otro cálculo mencionaba un millón y medio de retornados al país y 120 mil para la entidad mexiquense, incluso había una estimación de 3 millones de retornados al país, que realizó la Cepal en la cual los mexiquenses retornados serían cerca de 240 mil (Becerril, 2008).

Estos pronósticos, no tomaban en cuenta que muchos de los migrantes que hoy residen en Estados Unidos ya no solamente son hombres solteros, rurales y de vocación agrícola, características que constituían en décadas anteriores el perfil de los migrantes mexicanos, cuya abrumadora mayoría se dirigía a California. Ahora también provienen de zonas urbanas de México, llegan a tener propiedades en Estados Unidos, en México o en ambos, viven en familia allá (American Community Survey, 2007), se emplean mayoritariamente en el sector servicios de California, Illinois, Florida, Arizona y otros estados de la unión americana, pero, sobre todo, se reproducen biológicamente en aquel país. Como muestran los datos del Current Population Survey, poco más de 32 millones de mexicanos viven en Estados Unidos, de los cuales casi 2/3 son nacidos allá. Lo anterior frena los regresos masivos de migrantes mexicanos a nuestro país; para otros es más factible quedarse en EE.UU. consumiendo sus ahorros mientras la situación mejora en cualquiera de los dos lados.

En otros casos, ya se han advertido envíos de remesas desde México hacia Estados Unidos, mayormente provenientes de familiares de aquellos migrantes que durante sus tiempos de empleo construyeron y compraron activos en México (casas, lotes, tierras, autos), (Vease Tabla 1). y ahora les están pidiendo a sus familias que los vendan y les envíen ese dinero con la idea de financiar con esos recursos la búsqueda de un nuevo empleo (Salas, 2010).

Tabla 1 Población mexicana en Estados Unidos (millones) 

Fuente: Bureau of Census, Current Population Survey (CPS) marzo, 1994- 2010. Pew Hispanic Center y BBVA, Situación de la Migración en México 2011.

Sin embargo, aun así, para muchos migrantes mexicanos el retorno es inevitable debido a diversas causas, por ejemplo, algunos perdieron el trabajo y carecen de ahorros para financiar la búsqueda de otro empleo, a otros los requiere su familia en México, otros ya se cansaron de estar allá, muchos más aprovechan esta racha negativa de empleos y se retornan.

De cualquier forma la migración de regreso, es otro proceso que deben enfrentar, solo que ahora la inserción será para muchos de ellos, a su lugar de origen y los conocimientos de los cuales ahora podrán sobrevivir, son justamente aquellos que aprendieron o depuraron en el extranjero, a esto se adiciona las vivencias y reflexiones por las que atravesaron en su proceso migratorio, en su estancia en aquel país, entre otra; aunque la realidad es que no hay garantía de su uso, ni de una reinserción exitosa. La demanda de sus habilidades, los apoyos para iniciativas propias, la idiosincrasia de contratar o no a los norteños, son titubeos que acompañan al retornado.

Las evidencias encontradas sobre emigrantes retornados en el centro del país, refieren que la mayor diversificación que ha experimentado la migración (origen, sexo, calificación y destino), también ha propiciado que los migrantes que retornan traen habilidades, oficios y conocimientos diversos (Papail & Robles 2003). Pero también ha sido visible que no traen aprendizajes de primer nivel o muy sofisticados técnicamente (Levine 2003). No obstante, estas comparaciones fueron hechas en relación al conocimiento general, por lo que los migrantes efectivamente poco acumularon; pero si enfocamos estos aprendizajes y cambios de actitud a nivel de la persona, en relación a lo que él sabía hacer antes “de” y después “de”, se tiene una perspectiva diferente. Por ejemplo, Sabatés (2007), demostró que aun aquellos migrantes que se mueven laboralmente dentro de México, adquieren habilidades productivas y sociales. En su estudio de los migrantes que se movieron de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México hacia León, Guanajuato, detectó que estos eran más eficientes, eficaces y resilentes a las presiones laborales, socializaban más; aunque aquel medio laboral no les permitía aplicar todo lo aprendido. La evidencia encontrada en otros contextos demuestra que no importa si el migrante es rural, monocultivador o analfabeto; los aprendizajes que realiza son reales en su trayecto migratorio. Como señala Chávez (1995), si el migrante es un agricultor de origen, aunque en su nuevo mercado laboral siga realizando labores agrícolas, allá aprenderá a manejar nuevas semillas, insecticidas, ritmos de crecimiento, tipos de corte, limpia, administración de gastos económicos y de recursos naturales como el agua, entre otros; de este modo, cuando decida regresar a su comunidad, traerá conocimientos depurados de la misma actividad.

En otros casos, por ejemplo, en Oaxaca, algunos retornados ocupan puestos directivos en la comunidad, les gusta estar mejor informados, gestionan y estudian formas de financiamiento para obras, son más participativos; asimismo, traen la idea de una mejor educación para sus hijos (Salas, 2010). En otros casos la reinserción es difícil y la añoranza por los ingresos y la vida del norte termina por doblegar al retornado y decide volver sobre sus pasos; narra Espinosa (1998, 28), que Alejandro, un migrante retornado de una comunidad cerca de Zamora en Michoacán, que volvió con su familia después de pasar 17 años en Chicago y con la firme intención de no volver nunca más para allá; venía tras la añoranza del pueblo, y tras la idea de cumplir su meta de criar vacas en el rancho. Por medio de los dólares ahorrado logró materializar ese sueño, se hizo de 20 vacas lecheras y 40 hectáreas donde sembraba el forraje, a los dos años se regresó con todo y familia para EE.UU.; él mismo consideraba que su retorno había sido un fracaso total, que se iba al norte igual que la primera vez, con la idea de regresar un día futuro. Señala el autor, que esta historia es una de muchas que él mismo constató en las comunidades que anduvo. En otra investigación realizada en el centro del país (Papail, 2003), resalta que la migración internacional contribuyó para que al regreso los migrantes hombres, se pudieran mover laboralmente; sobre todo del sector agrícola al de servicios, muchos de ellos ya no como asalariados, sino como dueños de sus propios negocios pequeños, logrados gracias a las remesas ahorradas en EE.UU.

En resumen, estos estudios muestran que el retorno puede traer consigo beneficios diversos tanto en lo social como en lo económico, pero también destacan que no siempre el medio al que regresan los emigrados presenta condiciones de aplicabilidad, y que existen restricciones laborales, de idiosincrasia, de recursos productivos, y otros; en este sentido resalta la necesidad de generar medidas y apoyos institucionales que coadyuven en la formación de un entorno favorable a la reinserción y sobre todo a la construcción de mejores modos de vida. Como queda manifiesto, los migrantes de retorno pueden identificar nuevas oportunidades productivas en sus comunidades; en este sentido, las instituciones que otorgan apoyos productivos pueden utilizar estas nuevas mentalidades para desarrollar procesos microeconómicos a nivel comunal. Cuando se habla de la contribución que los retornados hacen en sus lugares de origen, es común evaluar el aporte en términos económicos; pero cuando incorporamos las aportaciones económicas y sociales de forma conjunta, el resultado es menos visible pero más trascendente. Por ejemplo, al retorno del jefe o algunos hijos en la casa pueden tener beneficios tanto en las actividades que el hogar realiza como en la comunidad, porque se trata de una nueva mentalidad que ahora se encuentra presente. Los retornados vuelven con nuevas formas culturales de percibir la vida, manejan otras herramientas y traen otra disciplina de vida. Con el padre presente, los hijos desarrollan otras disposiciones mentales en relación con la familia; los hermanos tienden a aconsejarse entre sí, entre otros beneficios sociales. Pero como se refiere, estos son asuntos de análisis.

El contexto mexiquense

El Estado de México es la entidad más dinámica del país en términos de migración; por su condición urbana y zona de concentración industrial, ante todo, atrae población. En 1970, la población inmigrante rondaba el 5 por ciento de su población total; en la actualidad, esta representa 44 por ciento. Pero en los últimos años, a raíz de las crisis económicas que han aquejado al país y que impactan de inmediato en la planta industrial local, la expulsión de población hacia el extranjero se ha dado a tasas crecientes. De ocupar la vigésima posición nacional en expulsión de personas a la unión americana en 1970, ahora es el cuarto lugar (INEGI, 2000; 2005), con un promedio de poco más de cien personas que diariamente salen a Estados Unidos. De hecho, entre 1.2 y 1.4 millones de mexiquenses residen actualmente en ese país (Blanco, 2009; Notimex, 2008); aunque vale decir, que las cifras de personas que llegan al estado, son mayores a las que salen de él.

La salida de unos, la llegada o reinserción de otros, conforma nuevos paisajes y escenarios demográficos y económicos, que son diferentes al resto del país. Por ejemplo, los inmigrantes al Estado de México arriban de preferencia al área conurbada de la ciudad de México, y al sur del Estado; los primeros son de mayor calificación y especialmente en busca de empleos en las fábricas, los segundos vienen abrumadoramente a buscar empleos de jornaleros agrícolas a los campos florícolas, actividades en las que este Estado tiene los primeros lugares a nivel nacional. Los emigrantes en cambio, van hacia EE.UU. y Canadá; hacia EE.UU. inició en la zona sur del Estado desde antes del programa bracero, zona donde se concentra la población rural de mayor pobreza. Luego en los años ochenta, se incrementa notablemente y a partir de esa década no deja de crecer, según podemos apreciar en la Tabla 2. No obstante que en la entidad aún se aprecia una emigración proveniente de las regiones indígenas (mazahuas y otomíes), que tradicionalmente migraban dentro del país (Ciudad de México, Ciudad Juárez, Tijuana), y que a partir de los años noventa, han cambiado su destino hacia EE.UU. y Canadá (González, 2006). Hoy día, en esta entidad la migración hacia EE.UU. proviene en su mayoría de regiones urbanas que cuentan con amplia infraestructura, productiva y escolar: Nezahualcóyotl, La Paz, Chimalhuacán, Ecatepec, Naucalpan, Tlalnepantla, zona de Toluca (Metepec, Zinacantepec, San Mateo Atenco, Lerma, Almoloya de Juárez). Localidades consideradas como zonas emergentes de emigración internacional. Las dos últimas columnas de la tabla 2 muestran los porcentajes de población emigrante según la década y el sexo del sujeto.

Tabla 2 Emigrantes del Estado de México, según años y características seleccionadas 

Fuente: EMMEU 2009. población de la muestra. población ponderada

El retorno de los mexiquenses

La inestabilidad económica en Estados Unidos está ocasionando un retroceso en la movilización migratoria de mexicanos hacia ese país, así como un retorno de migrantes tanto mexiquenses como de toda la nación (Cave, 2011). Sin embargo, no queda claro quiénes son, de qué áreas laborales provienen, por qué razones están de vuelta, entre otras cuestiones de sumo interés que a continuación se pretenden abordar. Mediante la EMMEU 2009 se realizaron estimaciones del retorno que son representativas para todo el Estado de México. Esta encuesta aporta datos sobre variables que refieren la situación del contexto socioeconómico que dio lugar a la partida y regreso de los migrantes, así como sobre su estancia, el proceso de cruce, los costos implicados en el viaje y sus condiciones de estadía en el país de destino. Estos elementos son necesarios para entender la conducta del retornado y las acciones que despliega a su regreso.

¿Cuántos retornados son?

En este trabajo se considera como población de retorno, aquella que tiene 12 años o más, que afirmó haber ido a Estados Unidos a trabajar o buscar trabajo en cualquier momento de su vida y que ya se encuentran de regreso en su comunidad al momento de la entrevista3. De este modo, una primera estimación que tomó como base a quienes marcharon de la entidad y retornaron en los últimos cinco años, permite apreciar que alrededor de 49 mil personas en promedio podrían retornar cada año; es decir, menos de la mitad proyectada en estimaciones previas (Becerril, 2008). Con la información de campo mostrada en la Tabla 3, se puede afirmar que no hay elementos para temer en estos años la presencia de retornos masivos en la entidad mexiquense. Como se verá más adelante, los retornos implican la existencia de marchas previas y las condiciones económicas negativas que se presentan en Estados Unidos, el miedo a los cruces de la frontera, y las leves mejorías en la economía mexicana, están desmotivando también las emigraciones (Cave, 2011). Por otro lado, los retornos se relacionan con las condiciones socioeconómicas en ambos países; las condiciones para encontrar empleo son difíciles allá y acá.

Tabla 3 Fechas de regreso de los migrantes de retorno* 

Fuente: EMMEU. Se han dividido los periodos a partir de septiembre porque la pregunta respectiva lo hace a partir de septiembre de 2003. Supone una población de 15.4 millones de habitantes al 25 de febrero de 2009.

Una segunda estimación del retorno de los mexiquenses se realizó tomando como referencia los primeros años de emigración de las personas y el año de retorno que registra la EMMEU 2009, sin circunscribirse al movimiento de los cinco años previos a la encuesta. Con este procedimiento se detectó una cifra total ponderada de retornados en toda la historia migratoria de la entidad de 263.120 personas netas, equivalente al tres por ciento de su población total. Con esta segunda edición, se ve que los retornos a la entidad son más bien pausados, y que ocurren a lo largo de toda la historia migratoria de la entidad. En la Figura 1, se aprecia que entre los mexiquenses retornados se encuentran algunos migrantes de vieja tradición, cuyos primeros viajes a Estados Unidos ocurrieron durante la década de 1940.

¿Quiénes son los retornados mexiquenses?

Como se mostró en la tabla 2, en esta entidad los hombres han dominado la actividad migratoria internacional y las mujeres se han incorporado en ella apenas en la segunda mitad de los ochenta, aunque su incorporación se prolonga hasta fechas actuales, con mayor intensidad. La población de retornados mexiquenses se compone de hombres (85,4 por ciento) y mujeres (14,6 por ciento). Alrededor del 63 por ciento son jefes de hogar, casi 21 por ciento son hijos; el resto son parejas, padres y hermanos del jefe de hogar. A su vez, de los jefes casi todos son hombres (95,6 por ciento) y muy pocas mujeres (4,4 por ciento). Con relación a los hijos retornados, la proporción sigue siendo dispareja, aunque un poco menor: 82 por ciento son hombres y 18 por ciento son mujeres.

¿La emigración de los retornados mexiquenses?

Los migrantes de retorno mexiquenses tuvieron diversas motivaciones para irse al norte, pero la necesidad económica es predominante, por igual entre hombres que en mujeres. En el caso del Estado de México, en las mujeres incide la fuerte violencia doméstica que se vive en los hogares, para que estas decidan marchar hacia EE.UU. (Solera & Toribio, 2011). En este caso, la EMMEU detectó emigrantes retornados que fueron una vez a EE.UU. y otros que siguieron migrando; estos últimos representan poco más de 22 por ciento de los migrantes de retorno captados en la entidad.

Estos retornados emigraron mayormente en los meses de febrero-marzo (17 por ciento), y entre septiembre-octubre (15 por ciento); estas son cifras estatales, a nivel específico, otra investigación encontró que los indígenas mazahuas y otomíes de esta entidad, migran preferentemente entre marzo-julio (Millán, 2000). En general, los primeros son tiempos difíciles para los hogares en la entidad; sobre todo en el medio rural, pues es cuando se acaba la cosecha, escasea el trabajo y las personas deben salir en busca de ingresos, y son tiempos de buen clima en EE.UU. Los segundos también son complicados, en el medio rural las cosechas van apenas a la mitad. Como se ha detectado en otros lugares, estos meses son tiempos razonables para emigrar del hogar cuando en este se percibe la migración como un medio de proveerse recursos económicos (Ellis, 2003). Entre los retornados mexiquenses esta circunstancia fue un acicate mayor a su compromiso familiar, y como se explica más adelante, ahora como retornados se manifiesta en acciones concretas tendientes a construir un modo de vida más estable mediante el uso de sus capacidades y activos acumulados; tanto a nivel del sujeto retornado como de su hogar. Como señalan algunos emigrantes retornados, ellos se fueron:

…pos más que nada por la necesidad, o sea porque hay muy poco aquí de que mantenerse uno y pa’ llevársela uno más tranquila, pos necesita de buscar en el norte (María G. Ayala; entrevistada el 26 de noviembre de 2009, en la comunidad de Las Vueltas, Estado de México).

Pues por falta económica, falta de dinero, fui al norte por no tener con que sostener a mis hijos en la escuela (Ezequiel Ocampo, entrevistada el 24 de noviembre de 2009, en la comunidad de Pueblo Nuevo, Acuitlapilco, Estado de México).

Las primeras migraciones, las últimas y los retornos, se pueden apreciar en la Figura 1. Esta muestra en la vertical el total ponderado de sujetos que emigraron y retornaron; se puede apreciar que entre los mexiquenses retornados se encuentran algunos que realizaron sus primeros viajes a EE.UU. durante la década de 1940 (línea remachada), pero también es visible que después de los años noventa, la migración internacional de nuevos migrantes (de primer viaje) se está incrementando. Igualmente resalta un pico sostenido de retornos a partir de los años noventa (línea punteada), evento que se corresponde con los años de despliegue de las políticas antiinmigrantes en EE.UU., las difíciles condiciones para encontrar empleo en aquel país y un poco al mejoramiento económico de México. El grueso de los retornados se observa realmente entre los años 2000-2009 con el 71% de ellos; de acuerdo al sexo, 85,74 y 71,90 por ciento de hombres y mujeres retornaron a la entidad en estos últimos años. La línea delgada sin remaches muestra que igualmente las últimas migraciones de los retornados, fueron desde los años noventa a la fecha; el reforzamiento en el cuidado fronterizo y el incremento en los costos y peligros al cruce de la frontera con EE.UU., han desmotivado la continuación de este proceso sobre todo entre los migrantes con experiencia. (Vease Figura 1).

Fuente: EMMEU 2009.

Figura 1 Emigraciones y retornos hacia y desde Estados Unidos 

El repunte de la migración mexiquense en aquellos de primer viaje, y de quienes realizaron su último traslado; como se aprecia en la Figura, se correlaciona con el hecho de que la amplia infraestructura industrial de la entidad resiente casi de inmediato los efectos de cualquier crisis económica interna o externa. Se puede advertir que el grueso de los tres movimientos se concentra en la década de los noventa y hasta la fecha, esta tendencia se coliga con las caídas en la economía nacional, que se resienten en la entidad mexiquense en razón de que sus empresas son históricamente proveedoras de bienes y servicios a las empresas nacionales instaladas en la ciudad de México. Por ejemplo, tenemos las caídas en la actividad económica del inicio de la década de 1990, en 1996, y los años de crisis recientes de 2008.

De hecho, algunos investigadores han señalado que las crisis económicas de los años ochenta y noventa, han hecho cambiar el patrón migratorio nacional, de hombres rurales a todo tipo de personas, pero del medio urbano, es decir de la Ciudad de México y la zona conurbada que incluye al Estado de México (Cornelius, 1992; Corona, 1998; Jones, 1995). A nivel de comunidad, en esta entidad la intensidad de la migración internacional se asemeja a la que se presenta en localidades en otras entidades del país de mayor raigambre migratoria. Por ejemplo, en Tonatico, una comunidad rural del sur de la entidad, una lugareña comenta el tipo de sufrimiento que comparten migrante y familia cuando alguien se va al norte:

El que se llama Raúl tenía diecisiete años cuando se fue por primera vez, paso un año, regresó y se volvió a ir… ahorita, en octubre van a cumplir 10 años que se fueron, y de que se fueron no han vuelto a regresar… allá tienen trabajo, mi hijo y mi nuera, los niños asisten a la escuela… viven diferente a como nosotros. Se pierde todo… sabe cuándo me van a querer a mí mis nietos, pus nunca señor, no conviven conmigo… mis hijos, aunque sean mis hijos poco a poco el cariño, que se comparte con una familia se va, imagínese años, y años, y años, pues ya, se pierde todo… Allá vive mucha gente que es de aquí del pueblo, pero mucha señor, usted va en una casa, la señora que es la dueña de aquí, de aquí de las dos puertas, toda su familia está allá, la otra que sigue ahí donde está la plata y las artesanías su familia está allá, y así mucha gente, siga caminando, siga caminando y casi la mayoría de la gente del pueblo, la que no tiene una persona tiene dos, tres o toda la familia está allá (Martha Fuentes, entrevistada el 14 de diciembre de 2009 en la comunidad de Tonatico, Estado de México).

En otro hogar, se presentó lo inevitable, y a lo que más se le teme dentro de los múltiples efectos que pueda traer la migración internacional en el hogar y comunidad. Aquí sufre la jefa del hogar, los hijos y es probable que también el marido, pero de este no se sabe nada. Comenta la señora Lupe, el caso típico de un varón migrante que no regresa nunca:

…mi esposo se fue pa’ los Estados Unidos igual y pos ya no regresó. Tengo tres hijos, si preguntan por él, que por qué este ya no envía dinero o a dónde está, y pues ya les explique qué pues no, o sea que yo tampoco sé, y pues mis hijas más grandes si siguen esperándolo, pero mi hijo el más pequeño pues no lo conoció (Guadalupe, Ayala, entrevistada el 18 de diciembre de 2009 en la comunidad mazahua de San Felipe del Progreso, Estado de México).

Estos casos son conocidos por las personas que recién desean iniciarse en la migración, por lo tanto en la negociación para salir al norte, se incluyen este tipo de reclamos, por lo que adicional a los objetivos económicos, los migrantes llevan consigo también las preocupaciones de su familia.

El cruce de la frontera

Actualmente el cruce en la frontera hacia EE.UU., es el proceso más peligroso que enfrenta un emigrante mexicano y en general de cualquier nacionalidad, que no lleva papeles. A consecuencia del reforzamiento en el cuidado de la frontera que viene implementando Estados Unidos, los “coyotes” y “polleros” cruzan a los migrantes caminando, de noche, por caminos cada vez más peligrosos que incluyen desierto y montaña, en los cuales la probabilidad de muerte es alta (Santibáñez, 2004).

En el caso de los retornados mexiquenses, cuando migraron hacia EE.UU., casi la mitad viajaron solos (48,3 por ciento), poco menos de un tercio viajaron con familiares (31 por ciento) y con amigos una proporción menor (18,1 por ciento). Alrededor de un cuarto de ellos, sobre todo los de mayor antigüedad cruzaron su primera vez por Tijuana (26 por ciento), Ciudad Juárez (9,0 por ciento), Nuevo Laredo y Nogales (27,7 por ciento); los demás han tenido que enfrentar el desierto de Agua Prieta, Sonora y Matamoros. Cerca de dos tercios de estos retornados cruzaron caminando (65,6 por ciento) y nadando por el río Bravo (6,3 por ciento), para eso pagaron un coyote (más de 60 por ciento), cuyos costos fueron sufragados con dinero enviado por familiares que ya vivían en EE.UU. (20 por ciento), en México (17 por ciento), con préstamos de amigos (9.7 por ciento), y por la venta de activos.

Es decir, una gran proporción de estos, vivieron en carne propia el temor de la muerte misma; entre ellos se encuentran especialmente a quienes iniciaron su andar migratorio después del año 2001. Tiempos de recrudecimiento del resguardo fronterizo; una buena proporción de estos retornados, enfrentaron condiciones migratorias de mayores costos de traslado, rutas más peligrosas, redadas, deportaciones, secuestros y extorsiones. Crueles eventos traumáticos físicos y emocionales que influyen en sus estados de ánimo, sus perspectivas, y en la valoración que ahora hacen de la migración contra la opción de mantenerse en sus lugares de origen.

Adicional a estos eventos riesgosos, en los retornados también tenían peso los episodios emocionales que se libraban en su interior; la sensación de dejar a sus hijos, la esposa, y saber mutuamente que se aventuraban en un proceso incierto. Dos migrantes narran sus cavilaciones cuando iniciaron su andar migratorio y hasta cierto punto entreveran la forma en que respondieron:

Bueno yo dejé a mi esposa y a mis tres hijos, la niña que ahorita tiene dieciséis años y medio, tenía como año y medio en ese entonces, cuando me fui, y ya mis hijos estaban un poquito más grandes, el más grande tendría unos cuatro años, más o menos. Pues yo me fui con la intensión de ayudarles pues… me fue bien porque mis hijos les di su estudio hasta la secundaria, y pues hice mi casa de colado (de concreto), y así me la pasé, pues yo para mí me fue bien, porque este digo, no, no me puedo quejar (Inocente Domínguez, entrevistado el 28 de noviembre de 2009, en la comunidad de San Miguel Ixtapan, Estado de México).

…fue muy duro esa experiencia… caminamos como seis horas, vas con un sentimiento de culpa…de haber abandonado a tus papás…de haber abandonado a tus hermanos, de haberlos traicionado, porque yo dejé la escuela para irme, entonces yo iba con un pensamiento de culpa muy grande…envié dinero cuando pude porque la verdad, te va absorbiendo el medio de vida y te vas olvidando de tus familiares; yo tomaba en ese tiempo, apenas tenía tiempo para llegar del trabajo e ir a los bares, cuando reflexioné eso fue muy triste para mí, porque a los pocos años me habla mi hermano que mi padre tiene enfermedad, que ya tiene remedio, y me regrese, eso fue otra tristeza, otro golpe a pesar de que en Estados Unidos también sufrí varios golpes…me regresé en contra de mi voluntad, sentía yo que dejaba parte de mi vida en Estados Unidos, allá tenía una hija, fue muy doloroso… fue muy doloroso llegar aquí, además que para adaptarme… me costó mucho trabajo después de tantos años que viví en Estados Unidos (Arturo López, entrevistado el 25 de noviembre de 2009, en ese entonces era director de la casa del migrante en Ecatepec, Estado de México).

La experiencia sociolaboral de los retornados en EE.UU.

La estancia en aquel país, las presiones de vivir en un mundo ajeno a su cotidianidad, con nuevas reglas laborales, horarios, amenazas a la seguridad personal, los tipos de empleos, la duración temporal y demás, son también factores que inciden en el pensar y hacer del retornado mexiquense. En este caso, la mayoría de los mexiquenses retornados pudo encontrar un empleo y trabajar por un salario (92 por ciento) en Estados Unidos. Los apoyos de amigos y familiares fueron importantes en este logro, sin embargo, aun así, tuvieron que desarrollar y aprender estrategias propias de manutención y búsqueda de trabajo en aquel país. Esto por sí mismo les requirió un cambio de actitud para poder integrarse con otros migrantes en redes sociales de apoyo, para acceder a empleos nuevos para ellos, con horarios y rutinas diferentes; para buscar la forma de cumplir los requisitos de conseguir la “mica chueca”, un seguro falso o entender el inglés. Algunos migrantes estaban a disgusto, pero sabían que había que disciplinarse a aquella vida, si es que deseaban mantener a sus familias, terminar algunas obras pendientes, o acumular algún activo. Un migrante ilustra este contraste:

Del norte, tengo buenos recuerdos y malos… buenos recuerdos de que en un tiempo hice mucho dinero, llegaba a tener mucho dinero en mi bolsa, y pues malos recuerdos cuando uno va cruzando, se la va jugando, el desierto es una cosa fea… ni pa que ir allá horita está igual que aquí, no hay trabajo, yo sí me hubiera gustado irme el año pasado… necesitábamos hacer una construcción por ahí (negocio de alfarería) o ampliar el negocio, ya no se pudo, ni modo a batallarle aquí… las leyes de migración se pusieron bien pesadas, te agarran y te deportaban… a mí me agarraron y me dieron 10 años pa regresar, me atrevo a ir pa allá y fácil me dan unos seis meses de cárcel, entonces pa que, pus no soy delincuente…aquí vivo bien a gusto, este rancho está feo, yo estoy pobre y todo, pero no lo cambio por Estados Unidos, allá es un albur, tiene mucho dinero, pero es un país muy frío… muy robótico, muy rutinario. Te levantas a las seis, te vas a trabajar todo el día, regresas, cenas, te bañas y te acuestas, el día de mañana lo mismo, lo mismo, allí lo que ellos tienen es trabajo, solamente trabajo y trabajo… los fines de semana, sábados o domingos pues se va uno al centro comercial, al casino o al bar, eso todo... Aquí el domingo es diferente, se va uno a pasear, va con la familia, va a trabajar… yo trabajo los domingos, pero me la paso bien, y aquí, aunque está feo, soy pobre pero vivo bien… los Estados Unidos ni pa’ ir al baño, no, no, no, no, nunca me gustó Estados Unidos, no más por el dinero (Salvador Álvarez, entrevistado el 24 de noviembre de 2009, en Santiago Coachochitlán, Estado de México).

Mientras estuvieron en Estados Unidos, los ahora retornados se movieron poco en sus trabajos. Más de 70 por ciento tuvieron apenas un empleo en aquel país, otros (14 por ciento) encontraron dos empleos; aunque algunos tuvieron tres y más empleos, realmente fueron marginales. En sus trabajos, oficios y labores, mayormente ocuparon la posición de empleados, obreros o jornaleros. Pocos retornados (11,76 por ciento) duraron en sus empleos menos de dos meses, 24 por ciento se mantuvo en ellos desde más de dos hasta los seis meses, 33,6 por ciento permaneció entre seis meses y un año completo. Porcentajes menores permanecieron en sus empleos por más de un año; 15 por ciento duró en sus trabajos entre uno y dos años, 9,0 por ciento desde dos hasta cuatro años, y apenas alrededor de 6,0 por ciento se mantuvo en sus empleos por más de cuatro años.

Es decir, los mexiquenses retornados se mantuvieron en sus empleos por tiempo suficiente para depurar o aprender nuevos conocimientos, habilidades, disciplina laboral y sociogrupal; más de 90 por ciento de ellos laboró en el mismo lugar desde los dos meses continuos hasta por años.

Las labores donde más se concentraron, fueron principalmente en áreas agrícolas, cocina, jardinería, lavatrastes y construcción. Donde duraron por más de cuatro años consecutivos en el mismo empleo, fueron en las granjas avícolas (limpieza y recolección de huevos), en el control de calidad, labores propias del campo (pizca, empacado, labores), la construcción en áreas diversas, lavaplatos, obreros en fábricas, carnicerías, jardinería, yarda y nurserias. En empleos donde la permanencia fue entre dos y tres años de duración consecutiva, destacan los ayudantes de albañil, carpintería, pastelería, panadería, pintores, cocineros, plomería, serigrafía, jardinería, y otros. Los empleos donde duraban menos de seis meses fueron básicamente en el lavado de trastes, paleteros, barman, pizca, niñera, jornalero, empleados en rosticería, lava carros, ayudantes de mesero, cuidar animales, y otras que no requerían habilidades o calificación formal. En términos generales, como se muestra en la Tabla 4, ellos trabajaron en tres mercados laborales; el campo, los servicios y la construcción, además de oficios diversos como mecánico general, pintor de automóviles, hojalatero y herrero, jardinero, maestro de baile, vendedor ambulante, pastelero, instalador de alfombras, costureras. Algunas labores requerían algún nivel de calificación, otras no; algunas de estas ya las realizaban acá en México, otras debieron aprenderlas allá mismo. Por lo tanto, algunos aprendizajes fueron nuevos, otros solo se depuraron en sus empleos.

Tabla 4 Áreas de ocupación de los retornados mexiquenses en EE.UU. 

Fuente: EMMEU 2009.

Casi todos los migrantes retornados afirman que mientras estaban en Estados Unidos enviaban remesas a sus hogares (88 por ciento); acá, en México, principalmente las recibían sus esposas (56 por ciento) y los padres (29 por ciento). Con los datos recabados en la EMMEU, sumando los envíos de remesas de los mexiquenses retornados cuando aún trabajaban en EE.UU., se estima una cantidad total enviada de $1.127.880.5 pesos, promedio mensual en un año dado4. Como se puede apreciar en el siguiente cuadro, las esposas y esposos recibían más de la mitad de las remesas totales. (Véase Tabla 5).

Tabla 5 Receptores de las remesas 

Fuente: EMMEU 2009.

El ansiado retorno

Como se aprecia en los testimonios de los retornados, el retorno no siempre está lleno de júbilo, ni de incertidumbre, aunque sí de esperanza; no es solo una comparación de ingresos, preferencia marginal, elección racional o acumulación de activos, según plantean algunos modelos de retorno5. Entre los retornados mexiquenses, en general casi la mitad de ellos expresa que se regresó por asuntos personales (49 por ciento), porque se les acabó el trabajo (21 por ciento); en menores proporciones porque los aprehendió la Migración, porque no encontraban empleo, por problemas de salud, porque ya no les gustó estar allá, se les terminó su contrato laboral, se iban a casar, les nació un hijo o se les enfermó un familiar. Dado que los retornos se observan principalmente en diciembre (23 por ciento), y en menor medida entre septiembre, octubre y noviembre. Esto sugiere que además existen otros factores que inciden sobre el retorno, sobre todo de los hombres; por ejemplo, se conjuntan las fechas festivas acá en México y los meses difíciles para conseguir trabajo allá. Las mujeres en cambio no muestran preferencia por retornar en meses específicos; sus retornos son recientes y exhiben equilibrio en el año. De hecho, de las mujeres totales retornadas a la entidad, 28,57 por ciento ha regresado entre el año 2001 y 2009.

La reinserción al retorno

Como ya se refirió, la mayoría de los mexiquenses retornados realizaron su última migración hacia Estados Unidos después de la segunda mitad de la década de 1990. Enfrentaron y resintieron en carne propia los episodios del cruce fronterizo caracterizado a partir de estos años por una mayor vigilancia de la frontera, lo que los obligó a caminar por zonas peligrosas y más caras. En estas últimas migraciones, las dificultades para encontrar empleo en Estados Unidos eran mucho mayores, cuando ya lo encontraban, la dificultad entonces era mantenerse trabajando toda la semana o periodos más largos de tiempo.

Todas estas condiciones que experimentaron se reflejan ahora en los migrantes retornados de muchas maneras; tanto en la parte productiva (uso de sus habilidades técnicas), como en lo familiar (habilidades emocionales). Ambas formas se conjuntan para dar lugar a nuevas valoraciones, comportamientos y actitudes en los retornados.

Por ejemplo, de acuerdo con datos obtenidos por la EMMEU, los retornados que fueron pocas veces a Estados Unidos, a su regreso se han dedicado a: descansar (14 por ciento), trabajar en su parcela (12 por ciento), trabajar en su negocio propio (9.0 por ciento), buscar trabajo (6.0 por ciento), a estudiar y realizar labores del hogar en menor proporción. En cambio, quienes mantuvieron una experiencia migratoria más larga, a su regreso se han dedicado a: trabajar como empleados, obreros o peones (55 por ciento), trabajar o instalar un negocio propio (16 por ciento), trabajar en su parcela (5,6 por ciento), estudiar y realizar labores del hogar. Es decir, la migración en sí, y el evento del retorno, favorecieron la adquisición y depuración de habilidades técnicas y personales a esta gente, que les ha permitido moverse laboralmente del área agrícola al medio urbano, integrándose como empleados en actividades que requieren estos dos componentes. Por lo menos este grupo muestra mayor competitividad laboral y personal, ambas fueron adquiridas y depuradas en su bregar migratorio.

En términos específicos, se puede notar que alrededor de 8,68 por ciento del total de los mexiquenses retornados ha mantenido el mismo oficio laboral que realizaba en aquel país; aquí resaltan quienes allá se dedicaban a labores del campo (48 por ciento), construcción (28 por ciento), limpieza doméstica (12 por ciento), cocinas (8,0 por ciento) y plomería (4,0 por ciento).

Del total de retornados mexiquenses que en Estados Unidos se empleaban en labores agrícolas, ya en su regreso menos de la mitad siguieron realizando esas labores. Esto denota la existencia de otras habilidades latentes que ahora de retornados les permiten integrarse en mercados de trabajo diferentes. Esta situación no es exclusiva de los retornados mexiquenses, como fue referido (Papail, 2003, pp. 123-125), en el centro occidente del país los retornados también mostraron una alta movilidad del sector rural al sector servicios, muchos de ellos dueños ya de sus propios micronegocios.

Como señalan los retornados mexiquenses, el estar sujetos a la estacionalidad de las cosechas en Estados Unidos les obligó a establecer lazos de amistad con otras personas para enterarse de nuevos empleos, lugares, temporadas, fechas; es decir, al desarrollo de habilidades sociales. De acuerdo con los datos de la EMMEU, las actividades comerciales, las ventas, chofer, labores de seguridad pública y privada, son las actividades y empleos más frecuentes entre los retornados luego de concluir su experiencia migratoria. Labores terciarias que exigen mayores habilidades técnicas y sociales para desarrollarse laboralmente.

Otro grupo de retornados mexiquenses que en aquel país realizaron labores de lavaplatos, construcción, carpintería y áreas de limpieza, actualmente se dedican a las actividades comerciales en la entidad. De estos, buena parte se dedican preferentemente a atender sus negocios propios; es decir, tomaron la migración a Estados Unidos como un medio de capitalización y creación de negocios. Esto corrobora el papel que a nivel específico tiene la migración internacional como medio de financiamiento (Stark, 1982; Yunez, Taylor y Becerril 2000; Durand y Arias, 1997; Massey y Parrado, 1997). Esto es bueno para la sociedad, está siempre se beneficia, aunque solo mejore un sujeto, ya que este es parte de aquélla (Russell, 1992); ahora, aunque marginalmente, una mayor cantidad de personas se hacen cargo de la construcción de su modo de vida con base en una pequeña inversión que por igual incluye capital y tiempo. En este caso son varios individuos quienes por medio de la migración han podido ampliar su base de capitales (financiero, humano, productivo), con esto han reforzado sus acciones y estrategias de vida cotidiana y con ello su modo de vida (Scoones, 1998; Ellis, 2003).

Como señalan algunos emigrantes retornados, además de la oportunidad de salir al norte, las intenciones de mejorar, también tienen presente que deben regresar y construir su modo de vida en el lugar de origen.

Si pues yo me fui con esta ambición de que aquí no pude hacer nada, dije pues si me voy para allá voy a tratar de hacer algo y este, pues gracias a Dios mis planes no se fueron para otro lado, salió como yo pensé (Jaime Jaimes, entrevistado el 23 de enero de 2010 en Tejupilco).

Yo traje una camioneta y me traje una plancha más o menos para cocinar y me traje una freidora, pienso abrir este un negocio de vender pescados fritos y tacos. Yo pienso, lo veo a plazo de un año o dos máximos, pero si me pienso venir para acá (Mauricio Acosta, entrevistado el 12 de febrero en Tonatico).

…creo que el secreto más grande lo aprendí aquí en casa, es que desde los 4 años me enseñaron a trabajar, entonces yo creo que esa es mi mejor herencia y mi éxito, como, ese fue mi peldaño, porque siento que si no te enseñan a trabajar pues de nada sirve a donde vayas. Yo del norte hice mi casita poco a poquito, de hecho, ya cuando me iba otra vez, creo que tenía dos mil dólares cuando inicie con este mostrador (teléfonos celulares) (Norberto Quintana, entrevistado en enero de 2010, en Temascalcingo).

A nivel de hogar, las prácticas cotidianas son las primeras en registrar cambios con los retornados. Por ejemplo, entre los retornados jefes de hogar podemos apreciar una nueva actitud hacia la educación de sus hijos; en hogares donde el jefe es un migrante retornado, 59,7 por ciento manda sus hijos a la escuela; en cambio, en hogares donde el jefe no es migrante, solo 47,2 por ciento los manda. En los hogares con migrantes de retorno, 82 por ciento de los hijos en edad escolar (entre 5 y 19 años de edad) asisten a alguna escuela; en proporción casi similar entre hijos (49 por ciento) e hijas (51 por ciento). Asimismo, en hogares con emigrantes retornados, la proporción de hijos en la escuela es mayor en el medio rural (60 por ciento) que en el urbano (40 por ciento). Como se refiere, a nivel de hogar se nota la preocupación de los padres y al mismo tiempo se advierte la inversión que se realiza en estas formas de acumulación de distintos capitales y no solo del productivo. Sus experiencias migrantes les enseñaron que la educación es una buena manera de obtener mejores empleos, aprender a relacionarse y, en general, a concebir un mejor modo de vida. Como señaló el señor Inocente Domínguez en su testimonio, la propia intención de proveer educación a sus hijos fue una causal en su decisión de emigrar.

A pocos jefes retornados les gustaría presenciar cómo sus hijos cruzan el desierto rumbo al norte, por lo contrario, sus anhelos son construir sus modos de vida en la entidad, pero eso requiere apoyos decididos y orientados. Aun con estas limitaciones, al interior de los hogares migrantes se advierten mejoras sustanciales en sus modos de vida. La adquisición y reparación de la vivienda, así como la compra de equipamiento doméstico (electrónicos, animales de traspatio), las inversiones realizadas en la educación de los hijos, así como los gastos en servicios de salud, medicamentos, alimentación.

Comentario final

De acuerdo con la información obtenida por la EMMEU 2009, los migrantes de retorno si bien no adquirieron habilidades técnicas y productivas de alta calificación, han traído consigo nuevas habilidades técnicas y personales que constituyen una buena oportunidad para que las instituciones que promueven el desarrollo, los tomen en cuenta. Como ellos mismos relatan en las entrevistas, ahora saben hacer cosas que antes no, conocen herramientas, maquinaria y procesos productivos nuevos, muestran más confianza en lo que hacen, se dan cuenta de qué tipo de herramienta, maquinaria, medio productivo o proyecto en específico requieren para determinada tarea. Con ellos viene una nueva visión de la realidad, nuevas formas de organizar las tareas y acciones cotidianas en sus hogares y, sobre todo, una valoración por su bienestar familiar centrado en la organización y aprovechamiento de los recursos locales. A diferencia de antes de migrar, ahora tienen bastante claridad en los apoyos técnicos, financieros y demás, que requieren para desarrollar sus actividades productivas y construir su modo de vida de mejor manera, quienes tienen negocios conocen con precisión el tipo de herramienta, transporte o apoyo que deben solicitar a las autoridades, pero en México los apoyos previstos en los programas de desarrollo rural o urbano, ya están prediseñados; pollos, vacas y borregos al medio rural, talleres y tiendas al medio urbano. Sin embargo, es necesario que estos programas gubernamentales den cabida a solicitudes de exmigrantes que cuentan con una o varias habilidades pero que no las desarrollan y aplican en México por falta de infraestructura productiva y créditos específicos. Similarmente en otros estudios (Papail, 2003, p. 129), se sostiene que las capacitaciones formales e informales recibidas en EE.UU. parecen tener una influencia apreciable en las posibilidades de transformación en la condición laboral del migrante; de asalariado allá a no asalariado acá. A nivel de comunidad se ha detectado que la falta de herramientas es la causa de la subutilización de las habilidades productivas que traen los migrantes y no de su falta de ellas (Salas, 2010). Es decir, en manifiesto que, en las zonas rurales, existe conocimiento y habilidades potencialmente productivas, pero se requiere conjuntar esfuerzos entre estas instituciones y los propios exmigrantes.

Es necesario mirar al interior del hogar, para darse cuenta que en los retornados existen estas mejoras técnicas y personales que pueden contribuir sustancialmente en la construcción de mejores modos de vida.

En este sentido, se propone que una parte de los recursos públicos que se gasta en programas sociales y productivos, sean elaborados pensando en requerimientos específicos que este grupo de población pueda necesitar para mejorar su situación familiar y que, consecuentemente, esto se refleje en los cambios de la vida social.

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1 Las categorías para determinar la adquisición de habilidades en aquellos trabajos son de carácter eminentemente productivo; por ejemplo, asignan una misma categoría (empleado, patrón, dueño de negocio) para evaluar actividades que realizaban cuando eran migrantes en aquel país y su actividad, ya como retornado en su lugar de origen. Esto sub aprecia la realidad ya que en México coloquialmente se puede ser patrón y jefe, sin tener bienes ni infraestructura productiva (v.gr. las frases “qué pasó, jefe”, “gracias, patrón”), y en una comunidad rural se puede ser lo mismo patrón que empleado en pocos minutos de diferencia.

2Esta se aplicó en 2.090 hogares de 69 municipios de un total de 125 que integran la entidad, la población total muestral es de 9.484 sujetos. Para mantener la relación de viviendas con la configuración poblacional y la tendencia migratoria del estado, la encuesta incluyó 70% de viviendas urbanas y 30% de rurales. La selección de viviendas a su vez, siguió un procedimiento polietápico: nivel estatal, municipal, localidad, ageb, colonia y vivienda. En cada vivienda seleccionada, se recogió la información de cada individuo que integraba cada uno de los hogares que constituían esa vivienda. Esta encuesta tiene representatividad estatal por lo que sus resultados son estadísticamente significativos para el Estado de México.

3Corona (1993), conceptualiza al migrante de retorno como aquella persona que tiene 12 años o más, que fue a EE.UU. a trabajar o a buscar trabajo y que consideró ese viaje como un cambio de residencia. Canales y Montiel (2007: 7) destacan que los migrantes laborales de retorno son personas de 12 años o más que declararon haber ido a EE.UU. a trabajar o a buscar trabajo, sin considerar el cambio de residencia.

4Una cifra equivalente a poco más de cien mil dólares americanos, al tipo de cambio de finales de 2009.

5Por ejemplo, en los modelos de maximización de utilidad de Mesnard (2000) y Dustmann y Kirchkamp (2001) y (Khadria, 2006), la migración internacional se realiza para acumular capitales, en estos los migrantes eligen simultáneamente la duración de su migración y la ocupación prevista para su retorno. En otros modelos como el de Hill (1985:2), los migrantes retornan porque sus ingresos proporcionan mayor consumo en sus lugares de origen que en el extranjero, aunque allá pueden ganar más. En el trabajo de Borjas y Bratsberg (1996), la migración de retorno constituye una decisión óptima según el ciclo en el que se encuentra la persona; cuando alguien migra percibe que ha adquirido capital físico y humano en el otro país y que este podría tener mayor beneficio en el lugar de origen, dado que por su escasez podría tener mayor valor.

Recibido: 14 de Abril de 2011; Aprobado: 26 de Septiembre de 2011

*Autor de correspondencia: Jaciel Montoya Arce, correo electrónico: bjmontoyaa@uaemex.mx

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