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Trabajo social

versão On-line ISSN 2256-5493

Trab. soc. vol.22 no.2 Bogotá jul./dez. 2020

https://doi.org/10.15446/ts.v22n2.82237 

Artículos

Familia y antropología en los años cincuenta. La primera década de la Revista Colombiana de Antropología*

Family and Anthropology in the Fifties. The First Decade of the Revista Colombiana de Antropología

Família e antropologia na década de 1950. A primeira década da Revista Colombiana de Antropologia

Oscar David Rodríguez Ballén **  

**Estudiante de la Maestría en Trabajo Social con énfasis en Familia y Redes Sociales Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia, odrodriguezb@unal.edu.co / https://orcid.org/0000-0001-9036-5705


Resumen

A partir de una revisión de la Revista Colombiana de Antropología, se presenta en este texto un análisis de los discursos elaborados por antropólogas y antropólogos del país en los años cincuenta. Los artículos seleccionados y estudiados permitieron identificar la configuración de la familia como categoría de análisis en investigaciones sobre comunidades indígenas y campesinas; esta emergió, a la vez, como objeto específico de estudio en el interior de la antropología en la década considerada. Se identifican, además, aproximaciones al reconocimiento de la diversidad familiar, así como a problemas sociales que afectaron a las familias colombianas a mediados de siglo XX.

Palabras clave: antropología; antropología de la familia; años cincuenta; estudios de familia; familia; Revista Colombiana de Antropología

Abstract

This text presents an analysis of discourses made by Colombian anthropologists in the fifties, through an exploration of the Revista Colombiana de Antropología. The study of the selected articles allows to identify that the family appeared as a concept in research projects about indigenous and peasant communities; both emerged as an specific study object for anthropology in this decade. Approaches to the recognition of family diversity and social issues that affect Colombian families in the mid-twentieth century are evident.

Keywords: anthropology; family; family anthropology; family studies; fifties; Revista Colombiana de Antropología

Resumo

Este texto apresenta uma análise dos discursos feitos pelos antropólogos do país na década de 1950, através de uma revisão da Revista Colombiana de Antropologia. O estudo dos artigos selecionados nos permite identificar que, a família figurou como uma categoria de análise em pesquisas sobre comunidades indígenas e camponesas e, ao mesmo tempo, emergiu como objeto de estudo específico da disciplina na década em questão. Abordagens para o reconhecimento da diversidade familiar são evidentes nesse período, bem como problemas sociais que afetaram as famílias colombianas em meados do século XX.

Palavras-chave: antropologia; antropologia familiar; década de 1950; estudos familiares; família; Revista Colombiana de Antropología

Introducción

La antropología colombiana tuvo un giro relevante para el desarrollo de las ciencias sociales en el país hacia la década de 1950, tras su periodo formativo iniciado en los años cuarenta. La primera etapa de la disciplina se caracterizó por la fuerte influencia de la etnología francesa, gracias a la llegada de Paul Rivet como maestro de la Escuela Normal Superior, fundador y primer director del Instituto Etnológico Nacional (Correa 2006; Echeverri 1998; Sandoval y Moreno 2008). La visión de Rivet -enfocada al desarrollo de la etnolingüística, la antropología física, la etnografía y la arqueología como campos fundamentales- configuró una corriente de estudios orientados al conocimiento de los pueblos indígenas del país, culturas valoradas entonces por su lejanía de la trama nacional. Estos estudios tuvieron la pretensión de rescatar del olvido y la desaparición las tradiciones de estos pueblos y, a la vez, de mostrar sus formas de vida a través de dispositivos museológicos y de divulgación.

La historiografía de la antropología en Colombia señala que en la segunda parte de la década del cincuenta se efectuaron los primeros trabajos aplicados a la solución de problemáticas sociales (Correa 2006; Friedemann 1987; Pineda 1999; Sandoval y Moreno 2008). De esa manera, nuevas investigaciones de corte social, con variadas poblaciones y metodologías, se sumaron a los estudios que divulgaban los resultados de exploraciones arqueológicas y expediciones etnográficas con sociedades indígenas en distintos puntos del territorio nacional. Este cambio fue coincidente con reflexiones disciplinares que anunciaban un cambio de paradigma en la investigación social, y que abrían preguntas sobre el carácter científico de la antropología y las particularidades de las ciencias sociales frente a las ciencias naturales. La investigación básica, puramente descriptiva, empezaría a considerarse insuficiente para la comprensión de las ciencias sociales como campos en los que se proyecta la "conciencia sociológica del investigador" (Valencia 1959). Esta tendencia emergente se avizoró en la década precedente con figuras como el etnógrafo Justus Wolfang Schottelius, maestro de la Normal, y Gregorio Hernández de Alba, director del Instituto Etnológico del Cauca y fundador del Instituto Indigenista de Colombia, quienes abanderaron una vertiente aplicada del conocimiento antropológico; en el caso de Hernández, por su contacto con escuelas estadounidenses (Correa 2006; Sandoval y Moreno 2008).

Después de la favorabilidad y apertura de los Gobiernos de la República Liberal (1930-1946) hacia la etnología, el surgimiento de la antropología aplicada se operó en medio de un ambiente político convulso y adverso. La década de los cincuenta estuvo atravesada por las políticas de la Restauración Conservadora (1946-1957), representadas en los mandatos de Laureano Gómez (1950-1953) y el teniente general Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957), las cuales impulsaron oficialmente las tradiciones católicas e hispanistas como marco del Estado, la educación, la familia y las relaciones sociales en su conjunto. Fue el periodo de la Gran Violencia en el que se recrudecieron las persecuciones, los despojos, los destierros y los asesinatos agenciados por la disputa bipartidista del poder, dando lugar a la disminución de la población rural y al crecimiento desbordado de las principales ciudades a causa de los desplazamientos y las migraciones. La situación del campo por entonces atrajo el interés de la investigación y la política social, con la implementación de las misiones económicas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe -en adelante, Cepal- (Villamizar 2012) y de la Misión Economía y Humanismo1 (Gómez 2015), las cuales construyeron y pusieron en circulación interpretaciones sobre la brecha entre el campo y la ciudad, a través de la lente del desarrollismo. Mientras tanto, se difundió la labor de la Acción Cultural Popular (ACPO)2 como extensión social de la Iglesia Católica a la educación rural y se creó la Secretaría Nacional de Asistencia Social (Sendas)3 para fortalecer la atención y protección de las necesidades básicas de la población.

Para las ciencias sociales, las políticas represivas y totalitarias del periodo tuvieron efectos paradójicos. Un ataque medular a la academia bogotana corrió por cuenta de Laureano Gómez, quien durante su periodo presidencial ordenó la clausura de la Escuela Normal Superior como medida de control frente a lo que consideraba un peligro para el fortalecimiento y la difusión de las ideas comunistas entre las generaciones más jóvenes. El cierre de la escuela estuvo acompañado de la acusación y persecución política de sus principales figuras académicas, lo que obligó a varias de ellas a exiliarse en otros países. Un efecto no previsto de esta medida fue el contacto de estos intelectuales con nuevas corrientes de pensamiento, principalmente en Estados Unidos, lo que se tradujo posteriormente en la introducción de innovaciones en el modo de abordar sus objetos de conocimiento. Además de Hernández de Alba, fue también el caso de Virginia Gutiérrez, Roberto Pineda Giraldo y Orlando Fals Borda, quienes, en su paso por universidades estadounidenses, se formaron en corrientes que valoraban la posibilidad de aplicar la antropología al conocimiento de comunidades campesinas, afroamericanas y urbanas, así como el rol de los antropólogos como consejeros y mediadores de los intereses políticos del Estado (Sandoval y Moreno 2008).

Con el paso hacia la antropología aplicada también se dio un cambio en los modos y medios de difusión del conocimiento construido en la disciplina. Hasta 1952, los discursos de la antropología quedaron registrados en publicaciones periódicas como la Revista del Instituto Etnológico Nacional (1942-1950), el Boletín de Arqueología (1945-1951) y la Revista Colombiana de Folklore (Echeverri 1998; Friedemann 1987). Sin embargo, con la creación del Instituto Colombiano de Antropología, en 1953, la Revista Colombiana de Antropología -en adelante, RCA- tomó el relevo como principal medio de difusión del conocimiento construido por las antropólogas y los antropólogos del país. Esta revista adoptó un formato novedoso que, además de mostrar elaboraciones académicas de diversos campos de investigación antropológica, incluía una sección de noticias, otra de reseñas de libros y revistas y, ocasionalmente, documentos oficiales de interés para el gremio. La primera época de la revista (1953-1959) fue un periodo prolífico en el que se editaron ocho volúmenes y se publicaron 60 artículos de investigadores nacionales y extranjeros, con una valoración positiva de pares académicos en el exterior.

En el discurso elaborado por la antropología en los años cincuenta, visto a través de la RCA, la familia figuró como objeto de análisis en estudios sobre comunidades indígenas y campesinas y, a la vez, emergió como campo específico de estudio en la disciplina. La obra de Virginia Gutiérrez de Pineda será citada con frecuencia en la medida en que su trabajo integró gran parte de las renovaciones conceptuales y metodológicas de la antropología en este periodo y por tratarse de la figura que desarrolló el análisis sobre la familia colombiana, con mayor consistencia en sus estudios. Con esto se pretende contribuir al reconocimiento de los desarrollos iniciales de una investigadora clave en el avance de varios campos de investigación en el país4.

El presente análisis se sustentó en la revisión de los ocho primeros volúmenes de la RCA y en la selección, lectura y análisis de contenido de los artículos cuyo título alude a temas y problemas de antropología social, descartando textos enmarcados en otros enfoques. Dado que en el periodo considerado tuvieron una mayor representación áreas como la etnolingüística y la etnología, la selección arrojó un corpus reducido que comprende nueve artículos, dos reseñas de libros, un resumen de informe y un fragmento de noticias antropológicas. En el caso de las investigaciones de corte etnológico y etnolingüístico, se eligió un artículo por cada campo, con el propósito de apreciar la variedad de casos y aproximaciones metodológicas, y así evitar el análisis de artículos con metodologías y hallazgos similares entre sí.

El análisis de contenido se enfocó en localizar conceptos relacionados con la familia y las relaciones familiares y de género, teniendo en cuenta que la mayoría de los artículos no se refieren explícita y únicamente a la familia, sino que la estudian como paso necesario en sus construcciones metodológicas. En términos conceptuales, la familia se presenta en estos materiales de investigación como un campo semántico que abarca categorías en alusión a prácticas y valores asociados a las conyugalidades, las maternidades, las paternidades, los vínculos intergeneracionales, la crianza, el cuidado materno e infantil, y la división del trabajo en el interior de las familias, clanes o comunidades. Aparece también en conceptos clásicos de la antropología como el parentesco y en nociones subsidiarias del análisis funcional propio de la época, como organización social, rasgos de la personalidad masculina y femenina, educación, relaciones entre parientes y vivienda.

Perspectivas de la familia en la antropología de los años cincuenta

Las categorías identificadas en el material analizado llevaron a agrupar los textos en tres conjuntos: el primero reúne algunos acercamientos etnológicos a comunidades mestizas y pueblos indígenas, que muestran diversidad de formas de composición y organización familiar en distintas zonas del país; el segundo detalla los trabajos orientados a aportar a la compresión y solución de problemáticas sociales; y el tercero desglosa rasgos de los primeros estudios antropológicos sobre la vida campesina en Colombia.

Etnología y diversidad familiar

Diversas investigaciones etnográficas llevadas a cabo en este periodo se aproximaron al conocimiento de las formas de vida en pueblos indígenas, en poblaciones urbanas o en proceso de urbanización y en zonas ribereñas e isleñas del Caribe. Estas permiten observar tempranamente la diversidad en la conformación y funcionamiento de las familias en el país.

En el examen del mundo indígena -el enfoque habitual de la antropología, hasta entonces-, la familia fue considerada como unidad económica5 de las comunidades estudiadas, y con frecuencia los investigadores de la época realizaron inventarios de las actividades asociadas a cada uno de los sexos y sus patrones de educación. La familia indígena también fue explorada a través del estudio de los términos y normas de parentesco, asunto de interés para la antropología desde el tiempo de precursores como Lewis Henry Morgan, y clave clásica para interpretar las relaciones construidas con base en la consanguinidad y la alianza, así como las pautas de transmisión de la herencia y residencia posmarital (Robichaux 2007). Segundo Bernal Villa (1954) presentó un reporte sobre las bases para el estudio de la organización social de pueblos paeces, o nasa, en la región del Cauca; el autor revisa en detalle el sistema y los términos de parentesco y, además, explica los rasgos de las relaciones entre parientes y las concepciones sobre la familia y el matrimonio para estos grupos. Marcos Fulop (1955) se acercó a fratrías de la cultura tukano -que por entonces se ubicaban en el territorio de la Comisaría de Vaupés-y presentó un informe detallado de las variaciones y modalidades de los términos de parentesco, mostrando la singularidad de las formas de organización familiar en estos grupos humanos. A la vez, Fulop remarcó la tendencia de estos patrones a la transformación y su remplazo por lo que el autor llamaría la cultura criollo-colombiana, conclusión que estaba en sintonía con la preocupación de la etnología de mediados de siglo por la disolución progresiva y acelerada de las identidades y las prácticas de los pueblos indígenas en varios países.

Los impulsos de cambio en este campo de la disciplina estuvieron representados en uno de los trabajos de Alicia Dussán (1954), quien analizó aspectos de la personalidad masculina y femenina en la población de Taganga, cerca de Santa Marta, resaltando las formas de unión de las parejas, los patrones de crianza y educación de niños y niñas, así como los rasgos culturales que moldeaban la formación de los individuos según su sexo y organización familiar. Dussán registró en su estudio cómo las dinámicas de urbanización y transformación económica determinaron cambios en los patrones de vida familiar en Taganga, describiendo el papel de las mujeres de la población como agentes de cambio en las formas de relación dentro de su comunidad, debido a su contacto con los patrones culturales urbanos de Santa Marta. La autora detalla cómo el crecimiento urbano de esta ciudad significó un aumento considerable en la demanda de pescado, obligando a la población taganguera a incrementar su producción pesquera. Para cumplir con este requerimiento, las familias de la zona modificaron la distribución de las actividades económicas entre sus miembros, quedando las mujeres a cargo de la venta del pescado en la ciudad, cuando antes esta tarea pertenecía al dominio masculino. Con este cambio, las mujeres asimilaron gustos y estilos de comportamiento propios de la vida urbana, que implicaron una transformación en sus formas de relación conyugal.

Por otra parte, en este mismo año, el antropólogo estadounidense Thomas Price, invitado por el Instituto Colombiano de Antropología para adelantar estudios afrocolombianos6 en el archipiélago de San Andrés y Providencia, publicó los resultados de su trabajo etnográfico en la zona. En su informe, Price (1954) describió a las familias de la isla de San Andrés desde la perspectiva de la clase social, en un contexto histórico de desplazamientos y contactos con culturas norteamericanas, europeas y de la Colombia continental. Una observación de gran interés advirtió un sistema de categorización de las mujeres que les asignaba un determinado estatus y variadas opciones de elegibilidad matrimonial. Según este sistema categorial, eran cinco los roles expresados por las mujeres de la isla: las sport girls eran mujeres que sostenían relaciones cortas y gozaban de una reputación asociada a la prostitución; sweethearts era la denominación para las mujeres que mantenían una relación ilegítima semipermanente o permanente con un solo hombre, nombradas amantes en otros contextos; las decent girls eran mujeres jóvenes que habían tenido uno o dos noviazgos cortos y se presumía que ellas no habían tenido relaciones sexuales, lo que les permitía ser consideradas como aptas para el matrimonio; young misses eran llamadas las mujeres que no habían tenido relación afectiva ni sexual alguna, posición juzgada como la mejor para el matrimonio; por último, las married women eran quienes alcanzaban el ideal del matrimonio. La participación predominante de las madres en el cuidado de sus hijos, una amplia proporción de madres solteras y casos muy comunes de adopción también fueron evidenciados por Price.

La familia y los problemas sociales

En las noticias antropológicas publicadas en el volumen 5 de la revista, se informó que, en aquel año, Virginia Gutiérrez de Pineda se encontraba desarrollando dos investigaciones sobre la familia (RCA 1956). La primera de ellas, realizada en Bogotá, buscaba determinar las causas culturales del alcoholismo, así como las pautas y patrones culturales de las familias con incidencia de este problema de salud pública; la segunda, estaba destinada a comprender "la organización de la familia en el país y los problemas de índole cultural y económica vinculados a ella" (RCA 1956, 398). Esta última investigación, que puede considerarse como obra de apertura de los estudios sobre la familia y de la antropología de la familia en el país, se publicó años más tarde con el título La familia en Colombia. Estudio antropológico.

En 1955, previamente a su investigación sobre el alcoholismo en Bogotá, Virginia Gutiérrez de Pineda incursionó en el estudio de las aplicaciones y aportes de la antropología al campo de la salud, presentando un completo trabajo sobre las relaciones entre cultura y mortalidad infantil. Su idea central señalaba que algunas enfermedades que aquejaban a la infancia y la niñez en los campos colombianos estaban relacionadas con prácticas de herencia indígena y colonial que aún no habían sido eliminadas y reemplazadas por la medicina moderna. Así, el mal de ojo, el descuajo y el frío de difunto, como eran llamados algunos cuadros patológicos propios de edades infantiles, exigían de las madres y otros miembros de las familias una serie de acciones y remedios caseros que en muchas oportunidades no lograban restablecer la salud de los niños. En el texto, Gutiérrez revelaba su fuerte sensibilidad frente a las realidades que encontraba en terreno, como la ausencia de cuidados a las mujeres gestantes y la fatalidad con la que algunos campesinos asumían la enfermedad de sus hijos sin tomar en cuenta las posibilidades de la medicina curativa y preventiva:

[...] entre los campesinos de San Gil, Socorro, Páramo y Valle de San José (Santander) constaté que muchas madres mueren a raíz de un parto difícil, porque el pequeño deja de vivir antes de ser expulsado, y sin que el marido o los familiares cercanos tomen una actitud decisiva para aliviar la situación. Recriminados por esta abulia criminal, responden invariablemente: - Era que ya le tocaba morir. (Gutiérrez 1955, 20-21)

Aunque el lenguaje empleado para comunicar su posición frente a los problemas del nacimiento y el parto por parte de las familias campesinas reflejaba una visión de estancamiento o atraso cultural, presentes en expresiones como abulia criminal,Gutiérrez (1955) recomendaba la realización de labores sociales que apoyaran a las gentes del campo para cambiar paulatinamente las teorías populares por las lógicas de la medicina científica, sin ejercer imposiciones ni actitudes de soberbia ante las prácticas de los campesinos. Este criterio se basaba en una experiencia exitosa que previamente había promovido el cambio cultural en las mujeres que acudían al servicio de maternidad del Instituto Colombiano de Seguros Sociales.

El interés manifestado por la autora frente a esta línea de investigación se aprecia de igual manera en la publicación de dos reseñas suyas sobre estudios extranjeros referidos a las determinaciones culturales y comunitarias en los programas de salud (Gutiérrez 1958b y 1958c). Estas lecturas de referencia para Gutiérrez de Pineda permiten apreciar las intersecciones académicas, en las cuales se desarrollan los primeros estudios sociales sobre la familia en el país. Como se observa, la conceptualización sobre los problemas de salud y sus vínculos con la cultura son el tamiz a través del cual, en esta primera etapa, se analiza la familia como objeto de estudio en la antropología.

En esta área de trabajo también participan Alicia Dussán y Gerardo Reichel-Dolmatoff con un estudio realizado en 1958 con la comunidad de Atánquez, asentada en la Sierra Nevada de Santa Marta7. Su propósito fue conocer la situación de salud y las prácticas de medicina popular en esta población de origen indígena en el Caribe colombiano, sugiriendo sus resultados como aportes para la elaboración de programas y campañas de medicina preventiva y salud pública. En este estudio, la familia fue analizada desde la perspectiva de la crianza y la educación de los niños, la economía familiar y las prácticas de cuidado a la salud y atención a la enfermedad. Expresiones como desnutrición, hábitos de higiene deficientes, mortalidad infantil y mortalidad de las parturientas, enfatizan la responsabilidad asignada por los investigadores al papel de las madres, los padres, los niños y las viviendas en la configuración de las afectaciones a su salud. Resalta también la exploración de las significaciones atribuidas por las personas locales a sus problemas de salud, en las cuales las relaciones familiares aparecen como motivos y causas de enfermedad:

Mientras que los accesos de un hombre se temen porque el paciente fácilmente se lastima al caer, los de una mujer nunca se cree que sean peligrosos. [...] Las mujeres que padecen de estos ataques generalmente tienen más de veinticinco años y han tenido varios niños. La causa inmediata del acceso es frecuentemente un disgusto con el marido, celos o temor de agresiones físicas en caso de que el hombre esté embriagado. (Reichel-Dolmatoff y Dussán 1958, 213)

Ante la diversidad de las expresiones de la sexualidad y el género en Atánquez, Reichel y Dussán (1958) dejaron consignadas en su informe valoraciones ambiguas respecto de la homosexualidad y el travestismo. Al describir las costumbres sexuales propias de la comunidad, la tipificación de la homosexualidad fue incluida en el acápite de las "aberraciones sexuales", junto a la descripción de la incidencia de incesto en la aldea. En contraste, el travestismo fue presentado en un segmento diferente del texto, destacando el funcionamiento común de las personas travestidas dentro de su sistema familiar, así como la valoración cultural y la participación económica de la que gozaban en su población.

Además de pronunciarse sobre los problemas asociados a la salud, algunos antropólogos fueron llamados en esta década a trabajar con instituciones públicas del país para la elaboración de estudios que orientaran decisiones en programas y proyectos de vivienda y planificación urbana. En el volumen 5 de la RCA, Gabriel Pardo Rosas (1956) reseñó el primer informe encargado a antropólogos del país para la caracterización socioeconómica de los habitantes de Chambacú, una aglomeración de tugurios en Cartagena, con el fin de direccionar un proyecto urbanístico en la zona. En el texto, Pardo indicaba la importancia de que dichos informes de consulto-ría tomaran en cuenta aspectos como la personalidad masculina y femenina o la función social de la vivienda en las comunidades destinatarias de los proyectos, llamado tras el cual se expresaba una alta valoración del conocimiento sobre las familias, sus costumbres y sentidos, como un insumo esencial para la planificación.

Al año siguiente, Pardo (1957) presentó el resultado de un estudio realizado durante tres semanas en la población de Gaira, Magdalena, por encargo del Instituto Colombiano de Antropología. En este trabajo el autor describió los distintos tipos de vivienda en el poblado, finalizando su exposición con algunas observaciones sobre las funciones sociales y económicas de la vivienda. Estas observaciones detallan los modos de interacción de las familias con los espacios del bohío y ofrecen datos sobre las costumbres de las parejas, la educación de los niños y los momentos de socialización de la familia extensa y el vecindario. Por otra parte, en la exploración de los aspectos económicos, Pardo resaltó la centralidad de la madre como propietaria de la vivienda y administradora del patrimonio familiar tras las uniones de los hijos.

Los trabajos aplicados aquí reseñados fueron fundantes en varios sentidos. Las investigaciones de Virginia Gutiérrez de Pineda, además de inaugurar formalmente la antropología de la familia en Colombia, marcaron un viraje hacia nuevos intereses de estudio, formas diversas de abordar el trabajo de campo y el uso de herramientas inéditas en las metodologías de la disciplina. Asuntos como las relaciones de género, los vínculos de pareja, el embarazo y los cuidados maternos e infantiles entraron en la órbita de la mirada antropológica, bajo una concepción menos exótica y más próxima del campo, ya no referido a poblados indígenas, sino a poblaciones urbanas y campesinas. Los medios para la obtención de datos fueron muy variados y complementaron la observación etnográfica: encuestas, entrevistas, censos y fuentes secundarias.

Es relevante anotar que estos cambios fueran gestados por mujeres antropólogas, autoras de la reflexión sobre las experiencias, los cambios, las transformaciones y las problemáticas de las familias y sus sujetos de referencia: las mujeres, las niñas y los niños. Esta observación apoya el análisis sobre la distribución de funciones por género en los inicios de la antropología, al mostrar cómo Virginia Gutiérrez y Alicia Dussán, aunque siguieron el camino de la investigación -a diferencia de sus compañeras Edith Jiménez y Blanca Ochoa-, lo hicieron por vías distintas a sus colegas masculinos, quienes optaron por el trabajo de campo ortodoxo en las líneas de la arqueología, la etnología, la antropología física y la etnolingüística (Echeverri 1998). Aunque la participación de Gutiérrez y Dussán en las expediciones del Instituto Etnológico a regiones de provincia causó escándalo en su momento y se les juzgó por trabajar hombro a hombro con los hombres (Correa 2006), su decisión por los estudios de la salud, la familia y el cuidado fueron una muestra de la división interna de la antropología entre campos masculinos y cosas de mujeres (Sandoval y Moreno 2008; Zambrano y Durán 2017).

Por otro lado, la investigación de Reichel-Dolmatoff y Dussán ha sido subrayada en los estudios antropológicos de la familia por los retos conceptuales que presenta, al sugerir que las dinámicas e intercambios familiares en poblaciones como Atánquez sobrepasan a los grupos domésticos e implican la interacción de redes extradomésticas (Robichaux 2007). Además, este reporte constituye una fuente apreciable para dimensionar la resistencia de las familias de poblaciones mestizas de América Latina y el Caribe a la devastación e imposición cultural de los colonizadores europeos.

El atraso y la pobreza en la mirada a las familias rurales

De acuerdo con Jorge Orlando Melo (2007), las transformaciones culturales ocurridas durante los años cincuenta en el país constituyeron un ambiente de cambio que impulsó e influyó numerosas producciones de la intelectualidad colombiana. En contraste con el inicio de la década, hacia 1958 fueron visibles en Colombia diversos signos de modernización en las prácticas y las costumbres, principalmente en las ciudades, tanto por la introducción y difusión de nuevos medios y formatos culturales -entre ellos, la radio, la televisión y el cine-, como por las reformas sociales que desde los años treinta expandieron las posibilidades educativas para amplios sectores de la población y permitieron el reconocimiento de la ciudadanía femenina. Además, como se anotó en la introducción, las misiones económicas resaltaron las diferencias entre la vida rural y la urbana, desde la perspectiva del desarrollo.

En este panorama, dos estudios antropológicos desarrollados en la segunda parte del decenio enfocaron la mirada en el mundo campesino para reconocer las características de la cultura rural y su estado de evolución frente a la creciente urbanización, y con ello vislumbrar algunas soluciones a los problemas del campo colombiano. El primero de estos estudios, realizado por Luis Duque Gómez, fue el resultado de un proyecto que tuvo lugar en el municipio de Manta, Cundinamarca, entre 1954 y 1955; el segundo, publicado por Virginia Gutiérrez de Pineda, fue un ensayo interpretativo de largo alcance que revisó la literatura producida por varios investigadores en su recorrido por diferentes áreas rurales del país.

El trabajo de Duque Gómez (1958) combinó el análisis de estadísticas oficiales con la aplicación de encuestas a 49 familias seleccionadas del casco urbano y las distintas veredas del municipio, con el propósito de conocer las condiciones de vida de sus habitantes. Con estos instrumentos se obtuvo información sobre la composición de la población, la distribución y usos de la tierra, las actividades económicas y diversos aspectos de la vida social.

En referencia a la familia, la sección de estadísticas reportaba altos porcentajes de soltería en ambos géneros, un promedio de siete hijos por familia, una mortalidad infantil inferior a la de otras regiones del país y un bajo porcentaje de hijos nacidos de uniones libres o fuera del matrimonio, lo que llevó a concluir a Duque que existía en Manta un predominio de las uniones regulares -matrimonio católico-, debido al nivel moral de los habitantes. Este dato muestra algunas de las concepciones que circulaban en la academia y la institucionalidad de la época sobre los modos de conformación familiar, de forma simultánea a las imágenes de diversidad familiar reveladas en otros trabajos de campo.

Por otro lado, la observación detallada de las viviendas fue también parte de la metodología del autor, por considerarla una muestra inequívoca de la idiosincrasia del campesino. A partir de lo observado en las casas, Duque Gómez señaló que la escasez material de la vida campesina no respondía siempre a patrimonios reducidos pues, aun teniendo grandes patrimonios, algunos habitantes no mejoraban sus condiciones de vivienda a través de adecuaciones estructurales o compra de utensilios, ni adquirían servicios para mejorar su calidad de vida a través del acceso a la salud, la educación y la cultura. En las visitas domiciliarias se advertía la convivencia de numerosos miembros de las familias en pocas habitaciones, incluso con los animales, la ausencia de herramientas u aparatos modernos y la falta de servicios públicos básicos como el agua potable y la electricidad.

Junto a la precariedad de la vivienda, Duque también resaltó la relación problemática de las familias de Manta con el sistema educativo, en razón de su necesidad de contar con la mano de obra de los niños y jóvenes en las tareas agrícolas durante ciertas temporadas, lo que además de ocupar a la población infantil en el mundo del trabajo, se relacionaba con altos índices de ausentismo y deserción escolar. Además, en el informe se ponía de relieve la carencia de un centro de salud en la cabecera del municipio y las consecuentes dificultades en el cubrimiento de las necesidades de salud de la población, en especial de las mujeres gestantes, los niños y las niñas. A partir de sus hallazgos, el autor sugería diversas recomendaciones, entre aquellas, impulsar programas educativos gubernamentales con el fin de promover el cambio de hábitos culturales, de consumo, alimentación e higiene en la población.

En El país rural colombiano. Ensayo de interpretación,Virginia Gutiérrez (1958a) siguió una ruta análoga a la del estudio de Duque Gómez, aunque abordando la realidad del país en su conjunto. En su análisis del mundo campesino abarcó las prácticas de educación, higiene y relación con la tierra en diferentes regiones del territorio colombiano, justificando la relevancia del estudio en el alto porcentaje de la población que habitaba en los campos para esa fecha y en la presencia de grandes masas campesinas que se habían desplazado a las ciudades, manteniendo sus costumbres y tradiciones en los nuevos barrios conformados en los centros urbanos. De la aproximación de Gutiérrez de Pineda a la situación de la población campesina en Colombia, se destaca su mención al contexto de violencia, éxodos, levas y persecución política que prevalecía en el país en los años cincuenta.

Como en su estudio de 1955 sobre la mortalidad infantil y el trabajo de Dussán y Reichel-Dolmatoff, reseñado arriba, en este ensayo Virginia Gutiérrez sintetiza diversos hallazgos sobre las concepciones y prácticas relacionadas con la salud y la enfermedad en zonas campesinas. En este apartado, la familia es abordada como el escenario en el que se sostienen y reproducen sentidos populares sobre la causalidad y el tratamiento posible de las enfermedades, y la autora remarca el carácter mágico de las atribuciones hechas por la gente del campo a este respecto.

Sin embargo, en la sección dedicada al reporte de las realidades educativas de los campos colombianos, Virginia Gutiérrez de Pineda desplegó sus primeras teorizaciones sobre las diferencias observadas en las familias del país en relación con su pertenencia cultural. Ya en este trabajo temprano, Gutiérrez elucidó su tesis sobre conjuntos de características comunes a las familias de amplias regiones del territorio, mencionando la existencia del complejo cultural antioqueño. Su paneo incluyó buena parte de los asentamientos rurales del país, a excepción del litoral caribe y marcó una diferenciación del oriente y el occidente como dos grandes regiones en las cuales se observaban patrones específicos de educación para mujeres y hombres.

De acuerdo con este análisis, las mujeres del oriente, en los departamentos de Boyacá y Santander, contaban con bajos niveles de educación y un alto analfabetismo en comparación con los hombres de esta región, debido al papel de subordinación que ellas tenían dentro de su organización social y familiar; mientras que las mujeres del occidente mostraban mayores índices de educación y un menor analfabetismo que los hombres, pues gozaban de un reconocimiento diferente por su condición femenina. La aproximación a las formas de vida en esta región permitió observar allí la prevalencia de formas familiares basadas en la unión libre, la poligamia, la unión esporádica y la jefatura femenina. Por otro lado, el acercamiento a los roles ejercidos por los padres en la región oriental dejaba en evidencia su responsabilidad en la baja participación de sus hijos en la educación pública rural al considerarla un lujo superfluo.

Ideas finales

En el recorrido planteado en esta revisión se observa el cambio de rumbo de la antropología colombiana en la década de 1950, a través de trabajos pioneros en la aplicación de los saberes disciplinares al análisis de problemas sociales. En este proceso, la familia y un conjunto de categorías asociadas emergieron como objetos de estudio, transitando desde la consideración de conceptos clásicos como parentesco y unidad económica, a la teorización del grupo familiar como escenario de la enfermedad, la salud, la pobreza, las desigualdades en el ejercicio del poder y las brechas educativas entre los géneros. Para ello fue necesaria la renovación simultánea de los enfoques epistemológicos y metodológicos, ampliando las nociones fundacionales de cultura, campo y etnografía.

En el contexto de las producciones discursivas sobre la familia en la época, la circulación de la RCA fue evidentemente disruptiva. Las estructuras y formas de relación familiar de los pueblos indígenas, mestizos y campesinos, vistas a través de las notas de campo y los reportes de los antropólogos, ofrecieron datos significativos para relativizar la universalidad de la familia nuclear afincada en tradiciones católicas, modelo apropiado por las políticas de gobierno, por la Iglesia, el Estado y la sociedad. A su vez, los estudios realizados en ciudades como Santa Marta, Cartagena y Bogotá favorecieron la comprensión de los impactos del crecimiento y el desarrollo urbano sobre comunidades que habitaban sectores marginados o poblados aledaños que reaccionaron a las presiones territoriales, económicas y sociales con variadas estrategias de adaptación, entre el mantenimiento de sus culturas originarias y la acomodación a los estilos de vida citadinos. La exploración de las costumbres en el Archipiélago de San Andrés y Providencia, por su singularidad geopolítica, presentó una imagen inequívoca de la configuración multicultural de la sociedad colombiana, del aporte de las tradiciones afrodescendientes y de los modos en que los contactos con otros países inciden en los lenguajes, las prácticas y dinámicas de las familias en zonas portuarias y fronterizas.

En la configuración de este giro se destaca la labor de las antropólogas pioneras, quienes orientaron el rigor de su formación científica al reconocimiento de las realidades familiares en distintos contextos de la Colombia de mediados de siglo XX, otorgando a las familias, las mujeres, las niñas y los niños un lugar como sujetos del saber antropológico. El rol de Virginia Gutiérrez de Pineda y Alicia Dussán de Reichel fue clave en esta dirección, a partir de su interés inicial en las prácticas populares en torno a la salud, la enfermedad y el cuidado y, en el caso particular de Virginia Gutiérrez, por su fundación de los estudios de familia como área de investigación fundamental para el avance del conocimiento social en el país.

A nivel metodológico debe señalarse como limitación la construcción de inferencias y conclusiones sobre el desarrollo de la disciplina a partir del estudio de una de sus publicaciones. Para Correa (2006), este abordaje es útil para conocer aspectos del avance de un campo de conocimiento en el entorno académico, pero debería ser complementado con una búsqueda de información con respecto a los desarrollos profesionales en el campo aplicado. En tal sentido, una mirada más completa a la relación entre antropología y familia en el periodo y contexto seleccionados para este artículo se nutriría del estudio de otras fuentes en archivos institucionales y otros documentos y publicaciones que caracterizan y otorgan visibilidad al desempeño profesional de los antropólogos pioneros en proyectos sociales y de otra índole.

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*El presente artículo hace parte del proyecto de investigación Familias, violencia y cambios en Bogotá 1947-1957, desarrollado en el Grupo de Estudios en Familia de la Maestría en Trabajo Social con énfasis en Familia y Redes Sociales, con la coordinación de las docentes María Himelda Ramírez, Nubia Patricia Bolívar y Luz Alexandra Garzón.

1Fue una comisión económica contratada por la Secretaría Nacional de Asistencia Social, en 1954, para realizar un diagnóstico sobre la situación social del país que sirviera como guía para el cambio a través de los programas de desarrollo. La Misión partió de la perspectiva del humanismo económico, el cual daba relevancia a aspectos sociológicos del desarrollo, como el bienestar y la educación de la población, y no solamente a los indicadores macroeconómicos. Sus resultados fueron publicados en el Informe Lebret, conocido así por el apellido del líder del proyecto, Louis Joseph Lebret.

2Proyecto de educación rural basado en la transmisión radiofónica, creado por el sacerdote José Joaquín Salcedo, en 1947. A través de la formación de líderes voluntarios y el apoyo didáctico de una serie de cartillas, ACPO llevó discursos y prácticas para el desarrollo integral del campesinado colombiano durante cerca de cuatro décadas.

3Institución creada por el general Gustavo Rojas Pinilla, durante su mandato, en 1954, y dirigida por su hija María Eugenia Rojas Correa. Tenía como objeto impulsar políticas y programas de seguridad social para la población de sectores populares y las familias victimizadas por motivo de la violencia.

4Recientemente, María Himelda Ramírez (2017) analizó la centralidad de la obra de Gutiérrez de Pineda en el caso de los estudios de familia y el influjo de su trabajo en la consolidación de generaciones de investigadoras posteriores comprometidas con el campo. Es relevante anotar cómo, para alumnas como Ligia Echeverri Ángel (2002), con Gutiérrez se inicia una corriente de estudios antropológicos sobre las estructuras y funciones de las familias y las modalidades familiares, la cual ofrece un punto de vista pertinente y vigente en la actualidad. Por su parte, Ximena Pachón (2005) estudió los aportes de Gutiérrez de Pineda a la historiografía colombiana, los cuales pueden leerse en dos sentidos: en primer lugar, por la recuperación de información y la construcción de hipótesis sobre el pasado de las familias en el país a partir del triple legado que se mestiza desde la Colonia; y, en segundo lugar, por la socialización de sus trabajos de índole antropológica y sociológica como recursos para el estudio de la historia del siglo XX y de la historia de la familia en Colombia.

5En tanto unidad económica, la familia desempeña un papel en la producción de bienes para el consumo y el intercambio, pero también en la reproducción de sus agentes en la cotidianidad y en el ciclo generacional (Borsotti 1978). La reproducción cotidiana de los agentes alude al sostenimiento diario de su existencia y de su capacidad de trabajo, mientras la reproducción generacional hace referencia a la reposición de nuevos integrantes de generación en generación, manteniendo los requerimientos de fuerza de trabajo. Hacia finales de los años setenta, la Cepal tomaba como referencia la definición de familia propuesta por el antropólogo estadounidense George Peter Murdock, en la que la función económica es un elemento central: "[...] grupo social caracterizado por la residencia común, la cooperación económica y la reproducción" (Borsotti 1978, 4). Hasta hoy, la conceptualización sobre la familia aborda su papel en la sobrevivencia de sus integrantes, observando las dinámicas familiares para la generación y distribución de los recursos y para la división del trabajo, en un entramado de relaciones de poder y solidaridad entre los géneros y las generaciones con base en el parentesco (Palacio 2020).

6En el contexto de estos trabajos pioneros, el concepto de estudios afrocolombianos debe diferenciarse de su acepción contemporánea tras el reconocimiento constitucional de las poblaciones afrodescendientes y sus culturas en Colombia después de 1991, especialmente tras la promulgación de la Ley 70 de 1993. Los estudios de Price y otros investigadores hacían parte de una tradición derivada del trabajo del antropólogo e historiador estadounidense Melville Herskovits, orientada a la comprensión de "[...] la especificidad cultural de las poblaciones negras a partir del grado de retención de las herencias africanas" (Velandia y Restrepo 2017, 165).

7El trabajo de campo en Atánquez fue el material del libro The People of Aritama. The Cultural Personality of a Colombian Mestizo Village, publicado en 1961, citado como una de las escasas fuentes contemporáneas que permite reconocer rasgos de los sistemas familiares en el territorio colombiano (Robichaux 2007). En su texto, David Robichaux emplea el nombre Aritama y su correspondiente gentilicio —aritameños— para referirse a la población de Atánquez, aun que en la actualidad se sabe que Reichel-Dolmatoff y Dussán usaron estas expresiones como sobrenombres para una aldea del pueblo indígena Kankuamo, habitante en la zona.

CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO Rodríguez Ballén, Oscar David. 2020. "Familia y antropología en los años cincuenta. La primera década de la Revista Colombiana de Antropología". Trabajo Social 22(2): 165-184. Bogotá: Departamento de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia. Doi: https://doi.org/10.15446/ts.v22n2.82237

Recibido: 13 de Septiembre de 2019; Aprobado: 23 de Abril de 2020

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