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Trabajo social

On-line version ISSN 2256-5493

Trab. soc. vol.23 no.1 Bogotá Jan./June 2021  Epub Oct 04, 2021

https://doi.org/10.15446/ts.v23n1.93772 

Editorial

¿Hay construcción de vínculos en entornos virtuales?

JUAN CARLOS QUINTERO VELASQUEZ* 

* Profesor de cátedra. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia


En el contexto del confinamiento al que nos obligó la pandemia de la coviD-19, la mayoría de nuestras interacciones se han trasladado al espacio de la virtualidad. Trabajo, estudio, socialización y construcción de afectos han pasado de los escenarios físicos en los que nos encontrábamos con las otras personas, en los que teníamos la posibilidad de generar el encuentro de nuestras miradas, palabras y cuerpos desde las cercanías marcadas por las coordenadas espaciotemporales de nuestro presente y de nuestros contextos físicos concretos.

En este escenario, la virtualidad se ha potenciado a un ritmo al que quizá no estábamos preparados como sociedades y como individuos, lo que trae como resultado la aceleración de las transformaciones que ya se estaban produciendo en el ámbito de las relaciones y vínculos sociales, así como en la configuración de las subjetividades de grandes segmentos de la población mundial. Estas condiciones se presentan tanto en aquella población que tiene acceso a las tecnologías de la información y comunicación (TIC), como en la que está excluida de dicho acceso, pero que vivencia la urgencia de ser incluida en sus dinámicas como parte de lo que el mundo globalizado y poscapitalista ha determinado como un requerimiento de sobrevivencia.

La hipercompresión del tiempo y del espacio en lo que desde las interacciones virtuales llamamos "tiempo real" es uno de los cambios más importantes a los que la humanidad ha asistido en los últimos tiempos. Simultaneidad y ultravelocidad han dejado de ser meros términos técnicos para emerger con nuevas vivencias que se expresan en la vida cotidiana, re-configurado las maneras en las que se da sentido a la experiencia. Con las nuevas vivencias llegan también nuevos imperativos: funcionalidad en la velocidad y desarrollo de habilidades para la realización simultanea de múltiples tareas (capacidad multitask).

La velocidad como imperativo de la acción genera una nueva vivencia del tiempo en la que la acción y las interacciones se convierten en un flujo permanente de acontecimientos, cruces, consumos, emociones e informaciones que se traslapan unos a otros, constituyendo una forma inédita de experimentar nuestras propias existencias. Como sujetos, nos desplazamos velozmente en la fluidez, habitamos lo que Zygmunt Bauman (2004) llamó una vida líquida; esto nos ha llevado a transformaciones también en el ámbito de los afectos, moviendo estos hacia lo que 18 el mismo autor llama el amor líquido (Bauman 2005). Estos conceptos se refieren a la fluidez permanente de la existencia sobre escenarios múltiples no permanentes, en los que se va generando un sustrato de incertidumbre. Al movernos en la velocidad y en la fluidificación, el tiempo vital se comprime y se diluye, lo que se hace más evidente en la acción multitask, en la que, en medio de la simultaneidad, perdemos con frecuencia la posibilidad del encuentro con nosotros mismos y con los demás, lo que hace que nos veamos y veamos a los otros como parte de ese mundo que todo el tiempo se escapa y se renueva -más motivado por las dinámicas del consumo que por sus propios impulsos vitales-, sin permitirnos el disfrute del encuentro, la generación de vínculos duraderos y las más mínimas certezas ante el mañana. Sin embargo, en este contexto nos corresponde a nosotros y a las nuevas generaciones persistir en la esperanza.

A estos cambios tenemos que sumarle lo que podemos llamar, basados en Byung-Chul Han (2014), la gestión instrumental de las emociones, posibilitada gracias a la generación de esos enormes volúmenes de información -que nosotros mismos entregamos en nuestra interacción con las redes sociales virtuales y los buscadores- conocidos con el nombre de Big Data. Esta gestión emocional se refiere al uso instrumental de nuestros gustos, anhelos, intereses, miedos, fobias, amores y, en fin, de nuestra emocionalidad, en función de la satisfacción de intereses de poder o económicos que no nos son abiertamente dados a conocer. En medio de esta dinámica, nuestros datos, convertidos en perfiles psicométricos, mueven los consumos hacia nosotros, lo que, volviendo a Han, hace que nuestras propias subjetividades se conviertan en la principal mercancía en la red.

Pero ¿por qué seguimos en ella?, ¿cuáles son las razones por las que, pese a que hoy en día muchas personas saben que son objeto de este tipo de gestión, siguen generando interacciones mediadas por las redes y por los buscadores?

Quizá tengamos que buscar las respuestas en esa profunda necesidad humana de tener la sensación de estar vinculados con otros, esto es, de ser reconocidos como parte de un colectivo, de sentir que no estamos solos y de tener, así sea mínima, una sensación de seguridad. Esta sensación, justamente, nos posibilita enfrentar el vacío de tiempo al que nos llevan la velocidad y la simultaneidad; nos permite darle algo de asidero a nuestras vidas ante un futuro que se presenta como estructuralmente incierto y líquido, frente al que no es posible planear mínimamente nuestras existencias.

Quizá sea también necesario recordar que la internet y las redes sociales virtuales aparecieron como el resultado de una búsqueda de libertad y 19 de construcción de comunidades en medio de las distancias, y que décadas después se convirtieron en vehículos para dinamizar movimientos sociales como la "Primavera árabe", el movimiento de "Los indignados" y el "15-M" en España, como nos lo señala Manuel Castells (2001; 2012) al indagar sobre las incidencias en lo político y las transformaciones en los movimientos sociales que se posibilitaron desde este tipo de redes.

En relación con la fuerza del vínculo, es importante señalar que ella nos ha permitido sobrevivir en cuanto miembros de una especie que, a causa de su fragilidad y contingencia, requiere necesariamente del cuidado y de la interacción con otros, por lo que estamos conectados por relaciones de interdependencia. Esto lo saben nuestros cerebros, dado que evolutivamente hemos llegado a especializar algunas de nuestras neuronas para permitirnos experimentar el sufrimiento ajeno como si fuese vivido por nosotros mismos. Se trata de las neuronas espejo (Damasio 2007). Su trabajo y especialización nos muestra que la cooperación, la empatía y la solidaridad son mecanismos propiciadores de la preservación de la especie, y que la acción altruista está en nuestra memoria genética. De esta manera, la fuerza del vínculo está inscrita en nuestros propios cuerpos como mecanismo que garantiza la continuidad de la vida, tanto individual como colectiva. En estos términos, podemos afirmar que dicha fuerza es una de las manifestaciones de lo que Spinoza (1999) llamó conatus, esto es, de la potencia que tiene toda existencia a preservarse y mejorarse. Así, sin vínculos con los que podamos tejer nuestras redes, la existencia misma se ve corta para mantenerse y desarrollarse. Sin la tendencia a la generación y mantenimiento de vínculos, la sobrevivencia se vería privada de la plena potencialidad del conatus.

En ese orden de ideas, como fenómeno social cada vez más universalizado, buscamos, por encima de cualquier cosa, las relaciones vinculares, aquellas interacciones que nos permiten vivenciar la sensación de compañía, pertenencia y reconocimiento, así se trate de relaciones que, en muchos casos, solo simulen el vínculo.

Dicha simulación se constituye en una de las principales fuentes de crítica a las nuevas formas de socialización producidas por las interacciones virtuales. La exposición permanente de la propia subjetividad en las redes sociales y la construcción de seguridades y de autoimagen a partir de dicha exposición, nos ubica ante una construcción del yo como centro de una dependencia de reconocimiento externo, de un yo que busca agradar a partir de las coordenadas aspiracionales de cada uno, las que, a su vez, suelen no 20 tener contextos distintos a los del consumo. Con esto, las subjetividades sometidas a este tipo de dinámicas dejan de ser la fuente de un relaciona-miento auténtico basado en la experiencia vital para pasar a constituirse en objeto configurado para ser consumido por los otros. De esta manera se configuran como objetos, incapaces de verse a sí mismas y a las demás personas en su particularidad y autenticidad, quedando sometidas a las dinámicas marcadas por el consumo y el poder como imposición.

Con esta pérdida de horizonte de la subjetividad, se llega a lo que varios autores (Baudrillard 2000, 2002; Debord 2009; Han 2015; Virilio 1999) identifican como la pérdida de la posibilidad de que individuos y colectividades se determinen a sí mismos desde la libertad, en coordenadas capaces de reconocer de manera consciente y crítica las dinámicas sociales, políticas, éticas y económicas -que son la materia prima de lo que podemos llamar "realidad"-, y, de esta manera, alimentar las posibilidades de su transformación.

Desde esta perspectiva, nuestras subjetividades no solo quedan sometidas a la pérdida de las coordenadas básicas de espacio y tiempo, sino que, además, llevan a cabo sus interacciones en escenarios de simulación, en los que nos autoconfiguramos como objetos que median sus relaciones con los demás desde la perspectiva de la instrumentalización, con lo que, a la vez que nos cosificamos en beneficio del consumo, establecemos nuestras interacciones desde la base de deshumanización al hacer de los otros meros medios disponibles para su instrumentalización.

Pareciera que, de esta manera, la fuerza del vínculo fuese canalizada hacia una pérdida de su capacidad de garantizar las condiciones de sobrevivencia y florecimiento individuales y colectivas para desplazarse hacia relaciones instrumentalizadas de poder entre subjetividades cosificadas, con lo cual, la idea de que las redes sociales virtuales podían estar al servicio del fortalecimiento de las relaciones humanas en horizontes de interacciones cada vez más mundializadas e igualitarias, pareciera quedar relegada y vista como un sueño iluso del pasado. Hoy en día, esta instrumentalización se pone en juego de manera inconsciente al quedar en manos del poder de algoritmos cada vez más perfeccionados y de la gestión de ese monumental volumen de información que producimos sobre nosotros mismos, gestionado por las estrategias del Big Data.

La pregunta que aparece aquí es si estamos inevitablemente abocados a construir nuestras interacciones a partir de las lógicas instrumentales que se perfeccionan día a día con el crecimiento del Big Data, la ultrasofisticación de los algoritmos que nos perfilan con la consecuente capitalización 21 de nuestras fuerzas vitales y vinculares por parte de las lógicas del mercado y de la dominación.

Estamos convencidos de que las posibles respuestas a esta pregunta pasan por consideraciones éticas. Para esto es urgente recuperar ese sentido original de la comunicación que nos remitía a la generación de puentes entre subjetividades capaces de una autonomía fruto del discernimiento y del reconocimiento tanto de la capacidad del otro de ser interlocutor válido (Apel 1985; Cortina 1988; Habermas 1987, 1992) como de su esencial condición de fragilidad, contingencia e interdependencia, que nos permitía hacernos sentir parte de un comunis, de una comunidad en la que no solo puede ser posible reconocer un nosotros, sino que, al asumir la diferencia como parte de dicha comunidad, posibilita lo que Rorty (1991) llamó la ampliación del nosotros como expresión de una capacidad de convivir en medio de la diversidad humana y de fertilizar el terreno para nuestros florecimientos individuales y colectivos. Solo de esta manera podríamos devolverle a la comunicación su dimensión ética, con lo cual sus prácticas, tanto mediadas como no mediadas, serían también la expresión de interacciones éticas, no instrumentalizadoras y dinamizadoras de la creatividad propia de la fuerza vital que nos constituye.

En este sentido, los vínculos que establecemos a partir de las interacciones mediadas por las Tic tienen la posibilidad de sustentarse en un piso ético que impulse prácticas interrelacionales capaces de fortalecer la convivencia, reconocer la diferencia y consolidar colectivos encaminados a la realización de acciones de solidaridad, a la par que se promueve la creación de espacios empáticos y a la vez deliberativos, no sustentados desde la gestión emocional instrumental. Pero, entonces, es necesario establecer nuevos acuerdos para que las grandes empresas que se enriquecen con nuestra información basen su acción en lo que el profesor Domingo García Marzá (2004) ha llamado un "contrato moral", impulsando el encuentro, el beneficio común y la confianza. Esto surge como contrapeso a la prevalencia de burbujas informáticas que no nos dejan ver en las redes aquellas cosas que están más allá de nuestros gustos y preferencias personales, y al crecimiento de la polarización, impulsado por las falsas noticias y por la emocionalización tecnificada con la que son construidas y distribuidas.

Este es el reto al que nos enfrentamos si queremos darle una base ética a las interacciones y transformaciones generadas, ya no solo por las Tic, sino, y sobre todo, por los cada vez mayores alcances de la inteligencia artificial 22 en la que se sustentan, así como darles a las interacciones virtuales un lugar como complemento a la creación de vínculos sociales completos y no solo como simuladoras y sucedáneas de los mismos.

Como aporte a la reflexión sobre este enorme reto, este número de la revista ha incluido el trabajo de investigadores e investigadoras de diversos países de América Latina. Por esto lo hemos titulado "Vínculos virtuales: simulación, manipulación o interacción".

Dadas las diversas aristas que se dibujan en este complejo campo, hemos organizado el material en cuatro grandes categorías: "La ética y las redes sociales virtuales", "Socialidad, vínculos y configuración de las subjetividades", "Familia y redes sociales virtuales" y "Educación y redes sociales virtuales".

Dentro de la primera categoría se reúnen tres artículos cruzados por la reflexión sobre aspectos centrales de la relación entre la ética y las Tic, tales como la compasión, la muerte y las potencialidades de los usos políticos de dichas tecnologías. El primer artículo, titulado "La compasión como eje de una ética de la razón cordial en la comunicación mediada por tecnologías", escrito por Juan Carlos Quintero Velásquez (profesor de cátedra de la Pontificia Universidad Javeriana), como resultado de su tesis doctoral en la Universidad de Valencia, España, aborda esa relación poco pensada entre tales tecnologías y uno de los sentimientos morales por excelencia como es la compasión. El autor la ubica como una relación necesaria si se pretende dotar a las interacciones mediadas por los medios digitales de ese piso ético y moral al que nos referíamos más arriba, capaz de posibilitar la configuración de subjetividades autónomas, respetuosas de la diferencia, abiertas a la construcción y fortalecimiento de lo comunitario, y cultivadas para la solidaridad, esto desde una perspectiva que conjuga la ética discursiva y la ética de la razón cordial.

El siguiente artículo se centra en otra reflexión poco común, a saber, en la relación entre la muerte y las formas en que las Tic generan transformaciones en las maneras y prácticas de socialización frente al final de la existencia. "Muerte y nuevas tecnologías: reconfigurar las relaciones sociales en el escenario virtual" es el nombre del trabajo escrito por Paulina Morales Aguilera (Universidad Alberto Hurtado, Santiago, Chile). En él, la autora aborda aspectos como la incorporación de nuevas cláusulas en los términos de incorporación a las redes sociales virtuales y el surgimiento de nuevos servicios post mortem capaces de brindar la sensación de cierto consuelo a los deudos, así como la de cierta permanencia en quienes, aún en vida, pueden determinar cómo quisieran ser recordados, con lo que la percepción de nuestra esencial contingencia puede recibir el bálsamo de la ilusión de 23 algún grado de continuidad después de la vida.

"¿Tecnologías para una inmovilidad real y atomizada? Reflexiones éticas en torno a la potencialidad de los usos políticos de las Tic en lo social" es el nombre del artículo que cierra este primer bloque. En él, sus autores, Celeste Ambrosi (Universidad Nacional de Lanús) y Lucas Stern Gelman (Escuela de Enseñanza Media de Argentina), abordan la manera en que las Tic son empleadas en procesos de movilización y protesta social, y cuáles son las potencialidades de estos medios reconfigurados en sus prácticas y estructuras organizativas al pasar por las dinámicas de la virtualidad. Estos procesos adquieren el carácter de virtuosos, dado que se enfrentan a la "automatización de la voluntad" y a la "atomización de la vida social", dinámicas impulsadas por las mismas Tic, todo esto para llevar a cabo una reflexión ética de sus potencialidades más allá de determinismos tecnológicos y sociológicos, y ubicada en los escenarios concretos en los que el Trabajo Social desarrolla su acción.

Bajo la segunda categoría, "Socialidad, vínculos y configuración de las subjetividades", se organizan los artículos: "Entre juegos de autenticidad, idealización y cuidado de sí en Facebook", de Juan Lisandro Soto Flechas; "'Nosotros nacimos con esto': una aproximación a la virtualidad en la cotidianidad juvenil", de Daniela Joya Valbuena; y "De la virtualidad, las emociones y el trabajo sexual: un acercamiento desde el modelaje webcam", de Paula Daniela Orduz Ramos.

En los dos primeros artículos de este bloque vemos una preocupación compartida por la exploración de las subjetividades juveniles y la creación de vínculos en su relación con las redes sociales virtuales y con la internet en general. Elementos tales como la tensión entre la autenticidad y la autoidealización en la construcción de los perfiles de Facebook, analizados desde la perspectiva foucaultiana del primer artículo, se complementan con la exploración de las características de las nuevas formas de socialización de los jóvenes a quienes se les suele llamar nativos digitales. A esto hay que sumarle el examen de la manera que se configuran las subjetividades de las mujeres que trabajan desde la sexualización de sus cuerpos en interacciones virtuales como camgirls con aquellas personas que, por la dinámica misma de la interacción, son constituidos como clientes, esto como parte de lo que la autora llama "trabajo emocional".

En la categoría "Familia y redes sociales virtuales" hemos ubicado los siguientes artículos: "Familia cubana transnacional: imágenes digitales en red 24 y relaciones de poder en el espacio público de las NTIC", de Patricia Bermúdez Arboleda y Yoanna Toledo Leyva (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Quito, Ecuador); "Personas mayores y usos de tecnologías de la información: develamiento de brechas, sentidos y afectos en Valparaíso", de Rodrigo Cabrera del Valle, Sara Salum Alvarado y Nicolás Fuster Sánchez (Universidad de Valparaíso); y "Maternidades contemporáneas y redes sociales virtuales: 'No era la única que estaba pasando por eso'", de Doris Elena Muñoz Zapata (Universidad Pontificia Bolivariana) y Gladys Rocío Ariza Sosa (Universidad de Antioquia).

En los tres artículos se llevan a cabo reflexiones sobre casos concretos en los que las Tic aparecen como gestoras, exploradoras y posibilitadoras del vínculo. En el primero, esto se muestra como mecanismo para la preservación del contacto y de la gestión cotidiana entre los miembros de una familia trasnacional, lo que posibilita la permanencia del lazo familiar, así como el desarrollo de estrategias de sobrevivencia cotidiana basadas en las interacciones virtuales. En el segundo, el vínculo toma la forma de búsqueda de la preservación del lazo familiar de las personas mayores con otros miembros de sus familias y de lucha contra lo que podemos considerar una forma de exclusión tecnológica, que consiste en la dificultad de acceder al desarrollo de habilidades para el uso de las Tic. Por último, en el tercer artículo, el vínculo se muestra como alternativa de construcción solidaria de un nosotros conformado por mujeres colombianas que encontraron en Facebook el apoyo que les negaban sus redes presenciales en la construcción de maternidades contrahegemónicas, con lo que las redes sociales muestran que aún mantienen un potencial de construcción de tejido social y de confianza basadas en la empatía.

En la categoría "Educación y redes sociales virtuales", ubicamos los siguientes artículos: "El uso de las tecnologías de la información y comunicación en la formación en Trabajo Social", de Isabel Cristina Bedoya y Jenny Marcela López (Universidad de La Salle, Bogotá); "La educación virtual en épocas de pandemia. La crisis neoliberal de los cuidados", de Víctor Alfonso Ávila García (Universidad Nacional de Colombia); y "Vínculos, redes y relaciones virtuales en el proceso de agremiación estudiantil de Trabajo Social en Colombia" de Anderson Yamid Álvarez y Haider Esteban Bautista (Fundación Universitaria Juan de Castellanos).

En los dos primeros textos la relación entre educación y Tic se aborda desde la preocupación por la formación integral, el vínculo, las intervenciones profesionales desde el Trabajo Social y desde la docencia escolar, así como el análisis de los contextos socioeconómicos en los que se da dicha relación. 25 El primer artículo presenta nuevos aportes a la reflexión sobre los procesos educativos, en particular aquellos que se dieron luego de la virtualización de la educación ocasionada por la crisis de la coviD-19, al abordar las posibilidades reales que tienen los y las estudiantes de mantenerse en esas nuevas condiciones, de acuerdo con sus realidades socioeconómicas y en procura de que se les garantice una protección de sus vidas, no diferenciada socialmente. El segundo artículo, centrado en la formación en Trabajo Social, busca comprender el uso de las Tic en sus procesos educativos, así como generar aprendizajes y determinar los desafíos que este uso conlleva. El último artículo de esta sección analiza los vínculos que han forjado entre sí los y las estudiantes de Trabajo Social de diversas universidades de Colombia gracias a las interacciones mediadas por las redes sociales virtuales, y cómo las especificidades de este tipo de vínculos han contribuido a la configuración y dinamización de las organizaciones estudiantiles de Trabajo Social.

Como parte del dossier central tenemos la entrevista realizada al profesor Domingo García Marzá, doctor en Filosofía, catedrático de Ética de la Universitat Jaume I de Castellón, director del Departamento de Filosofía y Sociología, y especialista en Ética de las Organizaciones y de la Publicidad. En esta entrevista, que fue más una conversación, el profesor Marzá nos comparte sus reflexiones sobre los principales problemas y retos éticos de la comunicación mediada por las Tic, así como sus dudas y expectativas frente a su devenir ético.

Por último, contamos con nuestras reseñas sobre tres textos relacionados con el tema de este número. La primera versa sobre el texto de Jeffer Ángel Chaparro Mendivelso titulado Un mundo digital. Territorio, segregación y control a inicios del siglo xxi (2017), elaborada por Laura Rocío Melo Alarcón; la segunda reseña habla del libro de Byung-Chul Han En el enjambre (2016), elaborada por Jairo Crispín; y, por último, tenemos la reseña del libro de Eva Illouz y Dana Kaplan, El capital sexual en la Modernidad tardía (2020), elaborada por Johan Arturo Barrera Castellanos.

De esta manera ponemos en manos de nuestros lectores un material que aborda desde distintos ángulos la cuestión de la reflexión ética de los vínculos en su relación con las Tic, uno de los asuntos más importantes de nuestro tiempo, dadas sus implicaciones en las configuraciones de las subjetividades contemporáneas y en la conformación de las actuales dinámicas políticas, sociales y económicas. Tenemos la certeza de que, más que posible, es imprescindible reflexionar sobre los retos éticos a los que nos enfrentan 26 las dinámicas de la virtualización de las relaciones sociales, esto si queremos mantener vivas las esperanzas de construir sociedades más empáticas, solidarias y justas.

Referencias

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