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Trabajo social

On-line version ISSN 2256-5493

Trab. soc. vol.23 no.1 Bogotá Jan./June 2021  Epub Oct 11, 2021

https://doi.org/10.15446/ts.v23n1.87707 

Artículos

¿Tecnologías para una inmovilidad real y atomizada? Reflexiones éticas en torno a la potencialidad de los usos políticos de las TIO en lo social

Technologies for a Real and Atomized Immobility? Ethical Reflections on the Potential of the Political uses of ICTS in the Social Context

Tecnologias para uma imobilidade real e atomizada? Reflexões éticas sobre o potencial dos usos políticos das TICS na sociedade

* Profesora de Ciencias Antropológicas Licenciada en Trabajo Social, Universidad Nacional de Lanús, Buenos Aires, Argentina. Universidad Nacional de Avellaneda, Buenos Aires, Argentina. cambrosi@undav.edu.ar / https://orcid.org/0000-0002-4558-3081

*** Profesor de Filosofía, Escuela de Enseñanza Media, Buenos Aires, Argentina. Escuela de Enseñanza Media, Buenos Aires, Argentina. lucas.stern@bue.edu.ar / https://orcid.org/0000-0001-9760-3585


Resumen

Los usos y efectos de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) no se encuentran predeterminados. Su utilización en procesos de movilización y protesta social renuevan las discusiones sobre las potencialidades que pueden adquirir socialmente, en cuanto medios virtuosos para reclamar justicia social y una mayor democratización. Desde una mirada interdisciplinaria que recupera propuestas teóricas de pensadores clásicos de la filosofía y aportes socioantropológicos, reflexionaremos mediante interrogantes éticos sobre la potencialidad de los usos políticos y sociales de las TIC para dar cuenta de una virtuosidad real y disruptiva, con respecto al predominio de una vida atomizada.

Palabras clave: atomización; ética; poder; potencialidad; tecnologías de la información y la comunicación; usos políticos

Abstract

The uses and effects of information and communication technologies are not predetermined. Its use in recent processes of mobilization and social protest renews the discussions about the potentialities that they can acquire in social life as virtuous means to demand social justice and greater democratization. From an interdisciplinary perspective that recovers theoretical proposals from classical thinkers of philosophy and socio-anthropological contributions, we reflect through ethical questions on the political and social use of ICTS to visualize the real and disruptive virtuosity they present regarding an atomized life.

Keywords: atomization; ethics; ICTS; political uses; potentiality; power

Resumo

Os usos e efeitos das tecnologias de informação e comunicação -em diante, TIC- não são predeterminados. Sua utilização em processos recentes de mobilização e protesto social renova as discussões sobre as potencialidades que estas podem adquirir na vida social, como meios virtuosos de exigir justiça social e maior democratização. A partir de uma perspectiva interdisciplinar que recupera propostas teóricas de pensadores clássicos da filosofia e contribuições sócio-antropológicas, refletiremos através de questões éticas sobre o uso político e social das TICS para explicar o virtuosismo real e disruptivo que estas apresentam em relação a uma vida atomizada.

Palavras-chave: atomização; ética; poder; potencialidade; TICS; usos políticos

Introducción

El uso de tecnologías de la información y comunicación -en adelante, TIC- en la cotidianeidad se ha naturalizado y difícilmente podemos pensarnos por fuera de ellas. Sin ir muy lejos, la escritura de estas reflexiones ha sido posible gracias a una computadora y el acceso a internet. No obstante, reflexionar sobre ellas nos coloca por fuera, aun permaneciendo dentro. Las 77 máquinas podrán procesar información, acumularla y decodificarla, pero el pensar sigue siendo una cualidad humana por excelencia. De hecho, detrás de la inteligencia artificial y el procesamiento de la información, hay personas de carne y hueso que piensan cómo establecer determinados algoritmos. Claro que, generalmente, lo hacen en función de intereses motorizados por "las tecnologías del poder" transnacionalizado, que operan mediante el uso del "poder de las tecnologías" (Castells 1997).

Desde hace algunas décadas las TIC son parte de nuestra vida cotidiana e intervienen en los modos en que nos relacionamos socialmente. De un lado y en función de la tecnología del poder que refracta la intención de la máquina global, se vislumbra una preocupante "automatización de la voluntad" (Berardi 2019, 28) y una atomización de la vida social. Asistimos a una retroalimentación entre los deseos de la máquina global y los deseos del ser social, viabilizados mediante el procesamiento de datos, lo cual socava nuestra subjetividad (Berardi 2019, 28). Ante esta situación, corremos el riesgo de encontrarnos cada vez más atomizados, esto es: cuanto más nos sumergimos en el mundo online como única posibilidad de vida offline, más nos desconectamos de la sociabilidad física de y con los otros.

Al margen del contexto de pandemia, pasamos mayor tiempo atados a nuestras computadoras o, si salimos a la calle, lo hacemos encadenados a nuestros celulares. Vivimos cada vez más conectados, pero al mismo tiempo más aislados. Vivimos en una realidad virtual que nos hace creer que estamos con muchas personas, aunque esos vínculos ¿no son acaso débiles y superficiales? Una charla real con amigos se transforma en intercambios tecnolinguísticos, en unas pocas palabras vía WhatsApp. Ir al cine es mirar una película en Netflix. Comer afuera es pedir el envío de comida mediante Rappi, Globo o Pedidos Ya. Si observamos más allá de estas transformaciones tan reales como virtuales, en términos físicos no nos hemos movido de lugar. Permanecimos atomizados en el mismo sitio y, en ocasiones, ni siquiera necesitamos manifestar deseo alguno porque, al encender el artefacto, el deseo ya estaba ahí gracias a "la técnica de la personalización que les permite a Google y a otros motores de búsqueda anticipar nuestros pedidos, como así también modelar y controlar nuestros deseos" (Berardi 2019, 28).

Producto de la particular forma en que sedimentaron las relaciones entre poder, tecnología y actores sociales, los sentidos del tiempo y el espacio se modificaron y la movilidad diferencial en torno a estos ha devenido abismalmente desigual1. Mientras una élite transnacional puede trasladarse de un territorio a otro mediante el uso de las TIC, una gran mayoría aún permanece localizada (Bauman 1999), en ocasiones en situaciones de vulnerabilidad y extrema pobreza. Pero estas desigualdades, ¿son solo un efecto de las tecnologías? Una respuesta afirmativa nos conduciría a un determinismo tecnológico (Reygadas 2008) y nos impediría reconocer que las desigualdades sociales preceden a la llegada de las tecnologías (Therborn 2015). Por otro lado, sostener que lo tecnológico replica la desigualdad social preexistente nos conduce a un determinismo sociológico (Reygadas 2008). Para evitar dichos sesgos, reflexionar desde la ética respecto a las tecnologías requiere partir de una mirada que las comprenda de manera situacional, relacional y multidimensional, lo que involucra dar cuenta de los usos y apropiaciones que se hacen de los artefactos y de los puntos de fuga disruptivos que emergen en estos procesos.

Lo anterior, implica sostener que los usos y apropiaciones no son inherentes a los artefactos tecnológicos por sí mismos, dado que se construyen y significan situacionalmente (Hine 2004). Recientemente, las tecnologías del poder que operan mediante el poder de las tecnologías (Castells 1997) y pretenden gobernar la vida en sociedad atomizando y digitando cada uno de nuestros movimientos en los ámbitos locales, han sido alteradas a través de acciones colectivas emprendidas por sectores subalternos que interpelan a los gobiernos de turno en reclamo de una desmercantilización de la vida en general y, junto a ello, de una mayor democratización. Esto nos permite pensar en la inmanente posibilidad de hacer algo distinto con los artefactos, en el poder que tenemos para confrontar la tecnopolítica y el automatismo de la voluntad desde una subjetividad política en pos de transformar las actuales y desiguales condiciones de vida (Berardi 2019).

Al respecto, recientes protestas y movilizaciones acaecidas en distintos lugares del mundo han dejado al descubierto cómo las TIC pueden emplearse desde prácticas políticas disruptivas y colectivas que trascienden lo virtual. Así, por ejemplo, las experiencias de Chile y Hong Kong constituyen ejemplos de cómo la movilización y protesta de la ciudadanía ha apelado al uso de las apps como medio de organización y difusión de las disputas políticas, aunque también han develado algunas limitaciones que irrumpen en las acciones colectivas, invitándonos a reflexionar desde la ética.

Desde una mirada interdisciplinaria que recupera las propuestas de algunos pensadores clásicos de la filosofía y los aportes de los campos socioantropológicos, el presente artículo pretende plantear algunos interrogantes éticos vinculados al uso político de las TIC y la virtuosidad que pueden llegar a tener en su aplicación, en cuanto disputa por el orden social y en detrimento de la expansión capitalista de la atomización y automatización de una vida virtual supeditada a una ideología neoliberal global que pregona la consumación de la individualidad.

Una aproximación real y virtual a la vida en sociedad: interrogantes éticos desde Aristóteles en torno a lo virtuoso y prudente en el uso de las tic

En su famosa Etica nicomáquea,Aristóteles (1981) sostiene que la vida teorética ofrece un mayor grado de felicidad, una felicidad enlazada a la autarquía y perfección. Sin embargo, ambos fines se cumplen en la vida contemplativa. En relación con la autarquía, el sabio teorético tendrá una vida más autónoma que el hombre prudente porque, si bien se precisan de las cosas ineludibles para una vida plena (bienes materiales, afectos), el prudente necesita más que nada de las otras personas para practicar acciones virtuosas. La perfección resulta mejor cumplida por la vida contemplativa, dado que desarrolla "lo más divino que hay en nosotros", nuestra capacidad de contemplar los primeros principios. De todo esto no se desprende que la felicidad pueda encontrarse solo en la vida contemplativa, pues Aristóteles admite que es una vida propia de los dioses antes que de los hombres, por lo cual para nosotros, meros mortales, nos queda encontrar la felicidad en la polis, en los lugares donde vivimos -léase ciudades o pueblos-, ejerciendo una sabiduría práctica. Bajo estos sentidos, el contacto con el otro sería indispensable para transformarnos en hombres prudentes que enffocan su vida en la búsqueda de un término medio en pos de ser mejores seres humanos. El hombre prudente es aquel que se propone buenos fines y que delibera correctamente sobre los medios para lograrlos. Desde estos sentidos, ¿cuáles son los fines que motorizan la producción y usos de las TIC? ¿En qué medida estas promueven un contacto con el otro? ¿Lo táctil del mundo de la vida que nos ofrecen las nuevas tecnologías nos acercan realmente al tacto-con otros hombres?

En parte las TIC colaboran en el contacto con el otro, nos acercan en situaciones en las que sería muy difícil encontrarnos, como sucede en el actual contexto pandémico. A pesar de las distancias físicas que presenta la virtualidad, podemos hablar de un encuentro con el otro, de una forma de socialización. Sin embargo, la vida táctil en exceso nos rememora la importancia de la corporalidad al tiempo que nos revela los límites de lo virtual. ¿Acaso no es un exceso permanecer atomizados en el mismo lugar?

Cabe recordar que la ética de Aristóteles es teleológica, es decir, está "preocupada por la posibilidad de realización plena de la vida humana" (Guariglia y Vidiella 2011, 161). El bien supremo que orienta nuestras acciones, es decir, que le da sentido a nuestra existencia es la felicidad, pues la elegimos siempre por ella misma y nunca por otra cosa. Las virtudes éticas posibilitan que las personas encaucen el deseo bajo el dominio de la razón; son hábitos que le permiten a los seres humanos actuar correctamente. La naturaleza de la virtud se encuentra en un término medio entre dos extremos, uno por exceso y el otro por defecto (Guariglia y Vidiella 2011).

Partiendo del reconocimiento de las TIC, ¿podemos reemplazar la vida pensante, sensorial y social por una automatizada y atomizada? O, en su defecto, ¿es posible prescindir de los artefactos? En términos políticos, ¿es posible digitar desde nuestras casas demandas colectivas en torno a políticas de reconocimiento y redistribución que nos acerquen a la justicia social y a la felicidad solamente a través de un clic, sin encontrarnos en la calle disputando el orden sociotécnico, las desigualdades y la exclusión? Desde el otro lado, ¿puede la movilización social realizarse por fuera de las TIC?

Según Aristóteles, la felicidad del hombre prudente necesita de ciertas condiciones indispensables, entre las que se encuentran las corporales, las anímicas y las materiales. No pueden ser felices los seres humanos que carecen de los medios indispensables para sobrevivir. Además, el hombre prudente necesita del contacto con otras personas para realizar actos virtuosos (Guariglia y Vidiella 2011). En una situación en la que virtualmente estamos más interrelacionados al tiempo que disminuyen nuestros vínculos corporales y aumenta nuestra automatización, atomización e individualización, ¿qué virtudes podemos encontrar en los usos de las TIC para resolver condiciones materiales de existencia indispensables que hacen la vida en sociedad?

Si bien las TIC nos ayudan a acercarnos, ¿podemos sostener que son reales esos encuentros virtuales con el otro y las emociones que nos despiertan? ¿Tenemos alguna manera de cuantificar las satisfacciones que nos producen los encuentros virtuales en contraposición con los reales? ¿Podemos poner en duda el grado de felicidad que tienen dos personas al encontrarse por medio de una videollamada? Si tomamos en cuenta una situación pandémica, las TIC de alguna manera colaboran para mantener y afianzar los vínculos interpersonales y familiares; en estos sentidos, las tecnologías pueden constituirse en un medio para establecer vínculos de solidaridad -virtuales, pero reales- al menos reales en la virtualidad. Pero las emociones que nos generan las imágenes de otros seres humanos que vemos mediante las pantallas, ¿nos acercan a una vida plena? ¿Es posible pensar en una felicidad que solo se realiza desde lo virtual como expresión real de la vida en sociedad sin contacto corporal y sensorial con los demás?

Como adelantamos en la introducción, estamos cada vez más conectados al mismo tiempo que aislados. Estamos unidos virtualmente a pesar de las distancias geográficas, pero también distanciados no solo de quienes están en otros lugares, sino también de las personas que tenemos más cerca de nosotros, las personas con las que compartimos el hogar, por ejemplo. Un ciudadano que vive una existencia completamente aislada, sumergido en un mundo virtual, atado a las TIC como si fueran tanques de oxígeno que le permiten vivir en un océano virtual alejado de la realidad social, sensorial e histórica, podría devenir en mero consumidor que ha introyectado los fines proyectados por las tecnologías del poder mediante el poder de las tecnologías. Por esto nunca podría llegar a la felicidad dada la imprudencia y el exceso de los usos de las TIC, entendidas como fines en sí mismos y no como medios que pueden acercarnos a una vida social senso-real. He aquí una "catástrofe ética" dada por "la incapacidad de percibir al otro como una extensión sensible de nuestra propia sensibilidad" (Berardi 2019, 65).

Desde otra óptica, si solo nos conectamos mediante los artefactos contribuimos a la producción maquínica de estas tecnologías del poder global al tiempo que somos producidos por ellas, perdiendo nuestra subjetividad sociopolítica. Como consecuencia de una utilización desmedida y excesiva de las nuevas tecnologías podemos dañar el tejido social y correr el riesgo de mimetizarnos con las máquinas, subsumiendo nuestra mente y nuestras emociones a un pensar y sentir predeterminado e internalizado mediante la introyección del funcionamiento maquínico en nuestra propia subjetividad individual y social, con lo cual quedamos entrampados en el automatismo interactivo entre la máquina global y el organismo social (Berardi 2019). Por estas razones nos alejamos de la posibilidad de acercarnos a la vitalidad de los encuentros senso-reales mediante el uso prudente de las TIC.

Entonces, de un lado, cada vez hablamos menos con las personas que tenemos más cerca físicamente y pasamos gran parte del día mirando fotos de desconocidos y deseando lo que nunca vamos a poseer. Pero ¿concretar deseos en el espacio virtual como, por ejemplo, sentir que viajamos por lugares impensados, no es una forma de posesión y concreción? Sí, la virtualidad tiene un dejo de realidad, el tema es que nos consume los deseos y, al mismo tiempo, impulsa la introyección de un determinado proyecto político-societal. La palabra compartida cara a cara son características centrales para una política que busca condiciones sociales de vida justas e igualitarias. La riqueza de la vida en sociedad no es asimilable a "deseos consumidos", contraria a una reproducción maquínica, tenemos que consumar deseos, proyectos y decisiones ligados a proyectos político-societales fundados en valores compartidos que disputen los sentidos impuestos por este capitalismo tecnológico atroz.

Se requiere pensar por fuera de estos círculos que producen y reproducen una forma de vida como si fuera la única opción o posibilidad. Una manera de comenzar a salir es cuestionarnos todo esto desde otros sentidos, ¿quién posee realmente qué y cuáles son las finalidades que subyacen en la producción y distribución de las TIC? ¿Por qué/quiénes deseamos viajar sin movernos del mismo sitio? ¿Por qué los productores transnacionales de las TIC pueden viajar de un lado a otro no solo mediante la virtualidad, sino a través del desplazamiento corporal y, una gran mayoría, estamos emplazados generalmente en el mismo lugar, atados, en ocasiones, al hambre por causa de las desigualdades a las que se le suman los factores tecnológicos?

Otra manera de salir del círculo virtuoso es repensar los medios y los fines en términos de alcanzar la felicidad siendo seres virtuosos y prudentes. Entonces ¿qué fines subyacen en los usos de los artefactos tecnológicos? Dependiendo de dónde nos paremos los fines serán disímiles. Si nos movemos en el espacio extraterritorial (Bauman 1999), seguramente las TIC constituyan medios para profundizar la explotación de los cuerpos vaciados de su subjetividad social y política, de su capacidad de desear y consumar luchas políticas mediante otros mundos de vida. Si nos paramos en el mundo de la vida cotidiana y territorial, nuestro consumo de TIC en exceso incide en su reproducción. En ese sentido, el lugar y poder que tenemos adquieren otros horizontes de posibilidad que, consumados en la praxis, pueden liberarnos de las ataduras que nos aíslan y nos consumen. La realidad social no es un sistema cerrado e informatizado. Pensarla de ese modo conlleva la reiteración constante de su reificación desvirtuada. La realidad social es el mundo vital, en constante movimiento y transformación, de condiciones senso-reales esenciales para ser felices.

Si tomamos en cuenta que las TIC utilizan las pasiones, los sentimientos y la emotividad, ¿podremos llegar a dominar las pasiones motorizadas por las nuevas tecnologías para tratar de buscar un término medio que nos permita un uso más virtuoso de estas?, ¿podremos realizar un uso mucho más prudente de ellas como un medio para acercarnos a la felicidad como fin? Habrá que posicionar en el imaginario social la posibilidad real de efectuar un uso prudente de las TIC que se sitúe entre el exceso de la virtualidad y la carencia total de esas nuevas formas de comunicarnos, y estar conectados en pos de mejorar nuestra calidad de vida o, por lo menos, no perjudicarla. Es decir, tenemos que buscar un uso social y político que no dañe las relaciones interhumanas y que contribuya a develar y disputar los fines que subyacen en la producción y reproducción de las TIC en el escenario de la globalización, cuestión que abordaremos en el próximo apartado.

Historizar el surgimiento de las Tic como acercamiento a una felicidad real y politizada

Si deseamos disputar sentidos sobre los usos de las tecnologías y construir otra vitalidad -política y social- en aras de alcanzar la felicidad es ineludible la tarea de desreificar a las TIC para alejarnos de una aprehensión trascendental, pues posiblemente nos cueste identificar seres de carne y hueso como sucediera antaño, cuando era posible reconocer como antagónicos a los dueños de los medios de producción, por ejemplo. Como una forma de continuar con el cuestionamiento acerca de la felicidad y los medios para alcanzarla viviendo en esta sociedad global, pero tomando distancia de la contemplación propia de los dioses, en este apartado proponemos abordar sociohistóricamente el surgimiento de las TIC y su entramado con la globalización, en cuanto escenario actual de posibilidad para una subjetividad política que revierta la atomización.

En el campo de las ciencias sociales y humanas existen diversos debates en torno a si la globalización conduce a procesos socioculturales homogéneos o no. Entre los aportes que recuperan la heterogeneidad y se distancian de un miramiento de corta duración, se encuentran los aportes de Osterhammel y Petersson (2019). Sin perder de vista la importancia de una perspectiva de larga duración para comprender a la globalización en su complejidad, pondremos el foco a partir de la segunda posguerra del siglo XX, principalmente desde la década del setenta, cuando se desmorona el sistema de poder mundial organizado durante la Guerra Fría en términos "bipolares" (Osterhammel y Petersson 2019). Desde entonces, el orden mundial comenzó a manifestar renovadas disputas en torno a las formas de regular la economía y la sociedad, actividades que hasta entonces se encontraban a cargo del Estado nación (Beck 1998; Castells 1997).

Los años setenta dejan entrever transformaciones en las formas de habitar los espacios y la temporalidad como resultado de las pujas de poder entre renovados actores transnacionales que, con base en la acumulación de una serie de oportunidades de acción2 por fuera del sistema político tradicional, reconfiguraron el escenario internacional y la vida cotidiana (Augé 2014; Beck 1998). A partir de estos años se produce un desplazamiento de las relaciones de poder entre países hacia los mercados, mediante su liberalización y el desarrollo de mayores espacios de interacción global en materia productiva, comercial y financiera3, tanto por fuera como dentro del corsé estatal (Osterhammel y Petersson 2019). La globalización no ha implicado entonces la anulación de la política, sino su rebasamiento del marco categorial estatal (Beck 1998), el cual -dadas las presiones que ejercen estos actores transnacionales- comenzó a encontrar erosionada su soberanía, sus prestaciones en materia de previsión social y su capacidad para influir en asuntos de política económica (Osterhammel y Petersson 2019).

No obstante, cabe resaltar que los Estados asumen un papel subsidiario no solo en lo que respecta a la reducción impositiva, sino también en la flexibilización de los controles sobre el uso de los recursos naturales y los sistemas de protección social. Además, en ocasiones asumen la responsabilidad para desarrollar ciertas infraestructuras que faciliten los emplazamientos y desplazamientos productivos, dado que los trabajadores -no así los empresarios- generalmente encuentran dificultades sociales, políticas o económicas para movilizarse de un lugar a otro (Bauman 1999; Chan, Selden y Ngai 2014). De este modo, en los procesos de reestructuración económica los Estados no dejan de tener un rol activo. Son quienes posibilitan, reforma mediante, que los actores transnacionales puedan incursionar en 85 sus territorios. Así mismo, los Estados ante el nuevo orden mundial intervienen ofreciendo beneficios para atraer inversiones, creando infraestructura que viabilice el transporte logístico de mercadería a menor costo y tiempo.

Por otro lado, este cúmulo de ventajas por fuera -y dentro- del corsé estatal se ha visto fortalecido por los desarrollos tecnológicos en la microelectrónica, la informática, la optoelectrónica, las telecomunicaciones y la biotecnología, acaecidos principalmente en Estados Unidos durante la década del setenta (Castells 1997). El desarrollo y uso de las TIC por parte de estos actores globales ha posibilitado la liberalización y desregulación de los mercados financieros, de capitales y mercancías. También ha permitido desagregar los lugares de inversión tanto como la producción y comercialización de las mercancías, las declaraciones fiscales, así como la explotación de la fuerza de trabajo en función de las ventajas económicas en los costos laborales y de materias primas, impuestos y controles estatales imperantes en cada territorio (Beck 1998; Chan, Selden y Ngai 2014; Osterhammel y Petersson 2019).

El surgimiento de las TIC y su papel en la expansión de la globalización permite reflexionar sobre el papel del Estado, principalmente si nos detenemos en aquellos en los que se ubican las casas matrices de las empresas tecnológicas. Al hacerlo, podemos observar cómo estos desarrollos tecnológicos fueron posibles gracias al financiamiento y dirección estatal asumidos por algunas agencias gubernamentales de defensa, situadas justamente en las antiguas potencias militares e industriales de aquella primera modernidad (Beck 1998; Hine 2004). En esos sentidos y como lo explica Castells (1997), más que el empresariado, ha sido el Estado el principal propulsor de la revolución tecnológica, revolución que ha cumplido -junto al Estado, claramente- un papel fundamental en los procesos de restructuración económica a nivel global y local, luego de fomentarse su expansión hacia un consumo masivo y cotidiano, transformando los modos en que estamos organizados socialmente.

La utilización del poder de las TIC -su desarrollo, su rápida difusión y sus consumos masivos a gran escala- posibilitó y posibilita la producción y reproducción de la tecnología del poder transnacional en términos estratégicos. La producción, distribución y uso de las TIC ha permitido a los actores transnacionales llevar a cabo una reconfiguración respecto a su intervención sobre la sociedad y la economía, regulando de forma estratégica y differencial la circulación de los cuerpos, mercancías y capitales. Mientras quienes participan de estas tramas de poder extraterritorial (Bauman 1999) pueden desplazarse sin mayores trabas en función no solo de las ventajas competitivas que ofrecen los territorios locales y regionales, sino también de acuerdo con sus deseos y placeres, hay quienes aún permanecemos anclados en los territorios del hambre y el sufrimiento humano.

Sin lugar a dudas, las TIC han transformado nuestras relaciones sociales. En gran parte del mundo, por ejemplo, la introducción de nuevas maquinarias ha reemplazado la necesidad de fuerza de trabajo en áreas rurales y urbanas, acentuando las desigualdades y situaciones de pobreza, aunque, como habíamos mencionado, las desigualdades no llegan junto a las TIC y la globalización, sino que las preceden (Reygadas 2008). En cuanto usuarios somos parte de la producción y reproducción de este engranaje maquínico que recae sobre nuestros cuerpos, a veces de un modo descarnado. Sin embargo, y como habíamos sostenido anteriormente, el mundo de la vida no es un efecto de lo tecnológico ni responde a lo digitado por la maquinaria global. Como lo expresan Osterhammel y Peterson (2019, 134), al hablar de globalización -y TIC- tenemos que cuidarnos

[...] de caer en la reificación y volver a insistir en que también los grandes macroprocesos son resultado del obrar individual o colectivo. Las conexiones globales son construidas, reformadas y destruidas por Estados, empresas, grupos, individuos. Son objetos de intereses y de política.

Además de reconocer nuestra participación interactiva en estos procesos, es central pensarnos como condiciones de posibilidad para disputar el orden social desigual existente. Nuestra subjetividad y experiencia senso-real con los demás son vitales para imaginar, desear y concretar proyectos políticos societales alternativos que nos permitan hacer de las TIC un medio para lograr fines nobles como la felicidad, la justicia y la igualdad fundada en el respeto por las diferencias. Además de comprender cómo actores transnacionales socavan el poder de otros, de los Estados y la ciudadanía, tenemos que recuperar las virtudes de las TIC para pensar en su potencialidad en cuanto medios que nos permiten mejorar las condiciones de vida y acotar las brechas de la desigualdad. Al respecto, y como lo menciona Reygadas (2008), la experiencia en India de los campesinos en situación de pobreza constituye un ejemplo de cómo el uso de las TIC puede mejorar las negociaciones de estos ante grandes empresas. En este caso, los campesinos pueden consultar en el mercado de futuros las cotizaciones de sus cultivos para acotar posibles desventajas al momento de negociar, lo cual es posible gracias a la accesibilidad que les ofrece la provisión gratuita de internet y de dispositivos de conexión en los e-choupal (plaza del pueblo, en hindi). Por otro lado, y en términos de resistencias, contamos con las recientes experiencias de Chile y Hong Kong. En pos de reclamar una vida justa y exigir una mayor democratización, los actores movilizados en estas experiencias han apelado a un uso disruptivo de las TIC, creando apps para la organización y movilización.

Estas experiencias sobre usos y apropiaciones alternativos dan cuenta de la potencialidad de las tecnologías cuando se ligan con los deseos, proyectos y decisiones movilizadas en acciones colectivas. El poder de la tecnología puede ser disputado tanto como las tecnologías del poder. Romper con el atomismo y la automatización de la voluntad, surge como posibilidad para la emergencia de una subjetividad política senso-real que se apropia, construye y usa las TIC de una forma prudente. De cara a esta posibilidad, a continuación, proponemos retomar las reflexiones éticas sobre el uso político contrahegemónico que nos habilitan las TIC, no sin pensar también en las limitaciones que podrían surgir al no poder controlarlas en su totalidad.

El uso político de las Tic como lucha ante las injusticias humanas: Estado y ciudadanía desde el utilitarismo de Stuart Mill

Otra de las corrientes éticas más importantes en la filosofía es el utilitarismo, un tipo de teoría consecuencialista, es decir, una teoría que considera "una acción correcta o incorrecta en función del equilibrio entre sus buenas y malas consecuencias. Así, los utilitaristas sostienen que la corrección moral de las acciones se determina por sus consecuencias y no por sus características intrínsecas" (Luna 2008, 25). John Stuart Mill (1985), en El Utilitarismo, sostiene que existe un único principio, el de utilidad, el cual establece que debemos proceder obteniendo el máximo beneficio posible para el mayor número de personas. Es decir, las acciones son buenas si tienden a promover la felicidad y son malas si producen lo contrario de la felicidad, es decir, el dolor. El bien es la felicidad y lo correcto es aquello que promueve el bien.

Como sostiene Berardi (2019, 60), "la producción de conocimiento y de tecnología se despliega en un espacio corporativo privatizado, desconectado de las necesidades de la sociedad, que sólo responde a las exigencias económicas de la maximización de ganancias". Ante esta situación, ¿cómo es posible promover una felicidad mayoritaria cuando una minoría transnacional - productora y distribuidora de TIC- ha transformado el modo en que nos relacionamos socialmente, dejando serias consecuencias humanas en términos de sufrimiento? Si las empresas que manejan estas tecnologías solo buscan aumentar sus ganancias, ¿podemos pensar que van a estar interesadas en aumentar la felicidad o el bienestar de la mayoría de la población mundial? ¿Cómo es posible aumentar el número de seres humanos felices mientras un grupo minoritario solo busca su propio beneficio en detrimento del bienestar de la mayoría de los ciudadanos? Podríamos pensar que, bajo estas lógicas, se pretende la insatisfacción constante del mayor número, lo cual permitiría aumentar la dependencia hacia las TIC por parte de esa gran cantidad de seres humanos insatisfechos que usan estas tecnologías para llenar vacíos existenciales y, como consecuencia, terminan por aumentar exponencialmente las ganancias de las empresas que las manejan, con un costo social muy elevado.

Pero aceptar esto, implicaría, por un lado, conceder que estos seres insatisfechos son mero efecto de decisiones determinantes y, por el otro, aceptar que las TIC -pensadas desde su poder en cuanto tecnologías y desde las tecnologías del poder/máquina global- conllevan intrínsecamente el mal. Aceptar ambas concesiones nos conduciría a negar tanto el rol activo que tenemos en la producción de esas ganancias como los procesos de apropiación y usos (sociales, políticos, culturales) que se producen de manera situacional por parte de los sujetos.

La felicidad, según Mill (1985), está ligada al placer y a la ausencia de dolor. Todo lo que deseamos, lo deseamos por placer; y este puede ser bajo -de índole corporal, caracterizado por ser fugaz e inestable- o elevado -duradero y estable, de carácter intelectual, que produce una satisfacción plena-. Pero ¿acaso las TIC no nos ofrecen una felicidad, ligada al deseo del placer, sin dolor corporal? ¿El estímulo de sensaciones que movilizan nuestros sentimientos no constituye un engaño de felicidad? En otros apartados, hemos visto cómo de la mano del desarrollo tecnológico se producen o acentúan procesos de desigualdad, de modo que no todos participan del placer sin dolor. Baste recordar, por ejemplo, cómo detrás de Apple se encuentra la explotación laboral de los trabajadores en Foxconn -principal ensambladora de artefactos como el iPhone-, una empresa que ha montado en diversos lugares del mundo fábricas dormitorios para obtener mayores beneficios a menor costo y control de sus empleados, quienes en más de una oportunidad sienten dolor y, en casos extremos, optan por el suicidio (Chan, Selden y Nagai 2014).

El principio de utilidad afirma que debemos proceder obteniendo el máximo beneficio posible para el mayor número de seres humanos; si eso no se puede realizar, deberíamos actuar tratando de producir el menor perjuicio posible (Luna 2008). Pero ¿por qué la mirada sobre las consecuencias dolorosas reposa solo en quienes producen tecnologías? John Stuart Mill (1985) argumenta que las acciones son justas en la medida en que tienden a promover la felicidad; y, por el contrario, son injustas cuando no promueven la felicidad para el mayor número de seres humanos. En este caso, ¿no seríamos injustos en la medida que no promovemos la felicidad o hacemos algo para frenar el dolor de una gran mayoría? Dicho autor no vería con malos ojos algún tipo de resistencia por parte de ciudadanos que consideran que la felicidad de la mayoría implica movilizarse contra la situación que vivimos en la actualidad, dejando en consecuencia la quietud, la inmovilidad real y el aislamiento que nos proponen las tecnologías del poder/ máquina global mediante un uso prescriptivo del poder de las tecnologías.

¿Acaso las movilizaciones y protestas sociales en Chile y Hong Kong contra las injusticias no constituyen ejemplos de una búsqueda de la felicidad humana donde las apps se utilizaron para la organización colectiva y cuidado de los cuerpos, deseando alcanzar un placer sin dolor a costa de sufrirlo en las calles ante la represión de las fuerzas de seguridad? Desde un punto de vista utilitarista, las grandes desigualdades sociales en las que vivimos no son aceptables, van en contra de la felicidad para el mayor número de ciudadanos de un Estado. Si los recursos existen, pero no se encuentran distribuidos de una manera equitativa e igualitaria, las desigualdades se mantendrán, y con el paso del tiempo se transformarán en realidades mucho más sólidas y difíciles de revertir. En consecuencia, los Estados deberían procurar una mejor calidad de vida para un número mayoritario de ciudadanos, pero de ciudadanos que también se movilizan por una sociedad más justa. Si, en cambio, solo son beneficiados unos pocos -como sucede con las grandes empresas transnacionales, y dentro de ella las vinculadas a las TIC-, esa desigualdad tan marcada irá en contra del principio utilitarista.

Ante situaciones injustas, la acción colectiva sigue constituyendo una herramienta para revertir esas desigualdades y alcanzar la concreción de los derechos ciudadanos, como un bien común asentado en una felicidad placentera y sin dolor. Para estos fines, las TIC pueden devenir en un medio muy valioso para la organización y movilización en aras de alcanzar la felicidad. Sin embargo, también las experiencias nos han mostrado sus limitaciones. Al estar producidas y manejadas por grandes empresas transnacionales, no controlamos su uso en su totalidad y, en ocasiones, los gobiernos de turno bloquean la transmisión de las señales, obstruyendo la organización de protestas y manifestaciones; o utilizan otros tipos de estrategias como la saturación de información o las fake news, con lo cual neutralizan el uso por parte de esos grupos que resisten a determinadas políticas socioeconómicas. Pero todo eso no implica que las TIC no puedan ser utilizadas como herramientas o, en determinadas circunstancias, que no obtengan victorias significativas en el campo de la disputa política.

Desde una perspectiva ética como la que expuso Mill, podemos entonces cuestionar las desigualdades que prevalecen en nuestras sociedades. Si los Estados cumplieran la función de reguladores y administradores equitativos y no subvencionaran directa o indirectamente las ganancias de una élite empresarial transnacional, esas amplias desigualdades se reducirían notablemente y permitiría que un mayor número de habitantes pudiera mejorar su calidad de vida, lo cual implicaría pensar cómo introducir las TIC no para eliminar el trabajo humano, sino para liberarlo mediante procesos creadores de subjetividad y de relaciones sociales asentadas en la justicia social. De esta manera mejoraría la situación socioeconómica de la mayoría de los ciudadanos de un Estado. Si esto sucediera, se podría afirmar que estaríamos en consonancia con lo que sostiene el principio utilitarista, es decir, actuar procurando lograr la mayor felicidad posible para la mayor cantidad de personas. Al respecto, un caso en el que el Estado ha tomado un rol respecto a la captación y redistribución de los beneficios generados por las TIC está dado por Finlandia, donde se ha logrado un Estado de bienestar y parámetros sociales igualitarios (Reygadas 2008). A continuación, proponemos retomar algunas de estas discusiones éticas desde el imperativo categórico kantiano.

La aplicación del imperativo categórico de Kant en el campo de las TIC

En este último apartado expondremos algunos de los lineamientos relacionados con la ética que desarrolló Immanuel Kant (1981) en La fundamentación de la metafísica de las costumbres, que se enmarca dentro de una corriente deontológica, de la cual es el exponente principal. El autor sostiene que los conceptos de obligación y de corrección moral son independientes del concepto de bien. Asimismo, argumenta que "las consecuencias no hacen a una acción correcta o incorrecta, sino que el factor moralmente decisivo es el principio en función del cual el agente actúa" (Luna 2008, 39). Si le preguntáramos a Kant sobre la corrección o no de una determinada manera de actuar, él nos diría que una acción es correcta solamente cuando está de acuerdo con el imperativo categórico. "Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal" (Kant 1981, 72), es el principio central de la moralidad kantiana. Siguiendo dicho imperativo nos podríamos preguntar si el modo de actuar de las TIC lo respeta o no. Podríamos afirmar que no lo respeta en tanto y en cuanto, por lo general, los productores de TIC realizan acciones que no quieren que los otros las lleven adelante, porque iría contra sus intereses.

Otra formulación del imperativo categórico, que también se encuentra en La fundamentación de la metafísica de las costumbres (Kant 1981, 104), es la siguiente: "obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como fin, nunca sólo como un medio". Analizando dicha formulación podemos observar la centralidad del concepto de persona, por sobre cualquier otro. Según Kant, las cosas solo tienen precio, al contrario de lo que sucede con los seres humanos, los cuales poseen dignidad, ya que ellos pueden ser capaces de llevar adelante elecciones racionales. La dignidad solamente se encuentra en la capacidad de darse leyes racionales en conformidad con el imperativo categórico y tal dignidad se encuentra en la naturaleza de los humanos como agentes morales autónomos (Luna 2008). El hombre es un fin en sí mismo, se halla por encima de cualquier precio, vale por sí mismo debido a que posee dignidad, es insustituible. En estos sentidos ¿podemos alcanzar la dignidad humana mediante el consumo masivo de tecnologías si esto es condición de posibilidad para la explotación de las infancias que buscan coltán en las minas de África o de los trabajadores chinos en Foxconn?

Si seguimos estos dos lineamientos planteados por Kant, podríamos afirmar que los actuales modos en que se producen, distribuyen y consumen las TIC no cumplirían en su gran mayoría con las versiones del imperativo. Tomemos el caso de la formulación "obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal" (Kant 1981, 72). Bajo este imperativo, las grandes empresas actúan de una manera muy particular, buscando sacar ventajas al producir continuamente TIC e incentivar el consumo mediante la estimulación del sistema nervioso e impulsivo - procesos instituidos sobre la explotación de los cuerpos que producen y también consumen-, sin que el resto saque ventajas. Dicho en otras palabras, no quieren repartir las ganancias, pero sí distribuir las pérdidas entre la gran mayoría de los ciudadanos. No quieren pagar impuestos para obtener mayores beneficios, pero exigen que el resto pague por los beneficios de la conectividad. Quieren ser las únicas beneficiadas por las decisiones políticas y el resto perjudicado por las mismas. Quieren que les perdonen las deudas, pero no aceptan que las otras empresas/personas no paguen sus deudas con sus compañías. Quieren que el Estado sea débil con ellas en materia de control y regulación, pero fuerte con los demás. Quieren que los Estados las ayuden, pero se oponen a que los Estados ayuden al resto. Quieren que brindemos toda nuestra información, pero las TIC no quieren decir qué hacen con nuestra información. En pocas palabras, quieren conocer todo lo que hacen/ sienten sus usuarios, pero no quieren que sepamos qué hacen con nuestros datos y nuestras vidas virtuales, pero reales.

En segundo lugar, si tomamos la formulación del imperativo categórico: "obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como fin, nunca como medio" (Kant 1981, 104), las grandes empresas transnacionales vinculadas a las TIC tratan a sus usuarios/consumidores meramente como medios y no como fines. Los usuarios no son tratados como seres humanos, son medios para aumentar sus ingresos. No les importan las consecuencias negativas que puedan acarrear sus usuarios, solo les importa que utilicen sus servicios y que los usen la mayor cantidad de tiempo posible. No les importa si crean adicciones o traumas psicológicos; crean necesidades y deseos superfluos para que creamos que las necesitamos. Buscan debilitar nuestro ser, atomizando nuestra vida en un microespacio inmovilizado, pero al mismo tiempo movilizado por, desde y para las TIC, en aras de aumentar sus ganancias. Buscan que seamos cada vez más dependientes de sus productos y servicios, para crecer y fortalecerse. Nos transforman en códigos binarios para sacarnos cada vez más información y, al parecer, las TIC nos conocen mejor que nuestra propia familia y pareja. Conocen lo que buscamos y lo que deseamos, nuestros miedos y debilidades. Al virtualizar cada vez más nuestra existencia, perdemos nuestra senso-real existencia. Bajo esos sentidos, somos tomados como medios y no como fines.

Más allá de estos imperativos que nos permiten reflexionar sobre cuestiones éticas en torno a la producción y consumo de las TIC, destacamos la importancia de comprender que este proceso no emerge de manera unilateral y unívoco, sino que se instituye dentro de múltiples relaciones de poder y que en los cuerpos colectivos e incluso individuales siempre hay resistencias. Los usos de las TIC constituyen un medio para encarar procesos de luchas, siempre y cuando seamos nosotros mismos quienes digitemos qué deseamos transformar y cómo alcanzar la felicidad para una gran mayoría. ¿Acaso no debería ser un imperativo exigirnos, en cuanto ciudadanos, dejar de ceder y con-ceder a tanto egoísmo?

A modo de cierre-apertura

Recuperar la historicidad en el análisis de los procesos y actores que han intervenido en el surgimiento de las TIC -en su producción y en sus múltiples usos- nos permite no solo romper con los determinismos tecnológicos y sociológicos, sino, además, reflexionar desde la ética sobre sus potencialidades. Utilizando marcos referenciales procedentes de distintos pensadores, hemos abordado mediante interrogantes éticos los actuales y potenciales usos que nos ofrecen las TIC.

Aristóteles nos ha provisto de algunos elementos para analizar las virtudes de las tecnologías. Hacer un uso prudente de ellas puede contribuir a distanciarnos de la atomización y la automatización de la voluntad para vivir en sociedad. Con Mill y su utilitarismo hemos indagado en las consecuencias que pueden tener las TIC. Según el uso que se haga de estas, pueden ser negocios para unos pocos o buscar el máximo beneficio posible para la mayor cantidad de personas. Con Kant y su deontologismo hemos intentado indagar en la manera en que actúan los productores de estas tecnologías frente al imperativo categórico. Si bien estas corrientes de pensamiento son disímiles entre sí, creemos que en los análisis pueden complementarse y ayudar a enriquecer las reflexiones éticas.

De esta manera resaltamos la importancia de analizar e indagar desde la ética los usos y sentidos que adquieren las TIC en los ámbitos concretos en los que se desarrolla la praxis del Trabajo Social. Esta cuestión nos permitirá conocer los reales procesos de apropiación y las representaciones y prácticas en torno a los usos cotidianos de las TIC que se registran en los territorios. Conocer las particularidades que adquieren estas tecnologías nos arrojará un horizonte inmanente de posibilidades de acción para digitar colectivamente aquellas transformaciones que deseamos, instituyendo a las TIC no como un fin en sí mismo, sino como medios para alcanzar una vida feliz en su amplitud, real y virtuosa en su existencia.

Finalmente, creemos que las reflexiones éticas tienen que emerger y re-situarse en la praxis ciudadana, de modo que podamos tomar distancia de nuestros actos cotidianos, para luego volver a ellos y potenciarlos desde otros lugares que nos conduzcan a proyectos políticos societarios fundados en la justicia social y la democratización. Considerando lo anterior, el poder que tenemos sigue siendo el motor para disputar la regulación social que pretende ejercer el poder global extraterritorializado. Si nuestros deseos, sensaciones, gustos y pensamientos decodificados por los algoritmos son la condición de una existencia maquinizada, también son su imposibilidad, pero, más importante aún, son nuestra real posibilidad de ser felices.

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1Estas tecnologías cambiaron la forma en que nos relacionamos y vivimos, aunque lo hicieron de un modo heterogéneo. No todos accedemos de igual modo a los soportes y a la conectividad. La educación -virtualizada- en tiempos de pandemia es un claro ejemplo de cómo los sectores que se encuentran en situación de pobreza presentan dificultades para la continuidad del proceso de enseñanza-aprendizaje al no contar con los aparatos ni con acceso a internet. Sin embargo, es importante destacar que las TIC y la globalización no traen desigualdades per se; estas se encuentran previamente y, ante el nuevo contexto, se complejizan.

2Estas oportunidades de acción refieren, por ejemplo, a la posibilidad de armar y desarmar enclaves de producción en función de ventajas comparativas en materia de impuestos y en costos en la fuerza de trabajo (Beck 1998).

3En sentido hegemónico, la globalización suele darse a conocer como la liberalización de los mercados y capitales, la interconectividad en la comunicación y la accesibilidad a consumos propiciados por las TIC. Desde una mirada crítica, dicha interpretación implica cierto reduccionismo, dado que al ponderar solo determinadas dimensiones se oculta la intervención de otros múltiples y complejos factores, motorizados por actores transnacionales que disputan el control sobre los territorios virtuales y no tan virtuales.

CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO Ambrosi, Celeste y Lucas Stern Gelman. 2021. "¿Tecnologías para una inmovilidad real y atomizada? Reflexiones éticas en torno a la potencialidad de los usos políticos de las TIC en lo social". Trabajo Social 23 (I): 75-94. Bogotá: Departamento de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia. DOI: https://doi.org/10.15446/ts.v23n1.87707

Recibido: 27 de Mayo de 2020; Aprobado: 29 de Octubre de 2020

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