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Trabajo social

On-line version ISSN 2256-5493

Trab. soc. vol.24 no.1 Bogotá Jan./June 2022  Epub Feb 15, 2023

https://doi.org/10.15446/ts.v24n1.90377 

Artículos

Notas sobre familias y pandemia. La restauración conservadora de la familia tradicional

Families and Pandemic. The Conservative Restoration of Family Integration

Famílias e pandemia. A restauração conservadora da integração familiar.

Mónica Solange De Martino Bermúdez* 
http://orcid.org/0000-0002-1586-6531

*Profesora Titular Universidad de la República, Montevideo, Uruguay. monica.demartino@cienciassociales.edu.uy


Resumen

En la época de consolidación del capitalismo la familia fue analizada como el eslabón responsable de garantizar el nexo entre individuo y sociedad, evitando situaciones de anomia. Este artículo -basado en entrevistas concedidas a un reconocido diario de Chile- muestra que en la situación de pandemia, que cataliza una crisis económica internacional y acelera las transformaciones en el mundo del trabajo, pareciera que se pide a la familia que se haga cargo de todo. Propaganda y política subrayan este familismo sanitario, el cual debería reconocer que la familia no siempre es un contexto de recogimiento y placidez, y que es necesario tender una mano a aquellos integrantes que sufren situaciones de abuso, soledad y desborde emocional.

Palabras clave: familias; pandemia; integración familiar; conservadurismo; funciones familiares; familismo sanitario

Abstract

At the time of the capitalism consolidation, the family was analyzed thought as the link responsible for guaranteeing the link between the individual and society, avoiding situations of "anomie". This article -based on interviews conceded to a well-known Chilean newspaper- shows that this pandemic situation catalyzes an international economic crisis and accelerates transformations in the world of work, it seems that the family is being asked to take charge of everything. Mass media and politics highlight this health familyism, that should recognize but the family is not always a context of recollection and placidity, and that it is necessary to extend a hand to those members who suffer situations of abuse, loneliness and emotional overflow.

Keywords: conservatism; families; family functions; family integration; pandemic; sanitary familism

Resumo

Historicamente, a família tem sido pensada como o elo entre o indivíduo e a sociedade, responsável por garantir o nexo entre os dois, evitando situações de "anomia", principalmente de correntes conservadoras. É assim que foi analisado na época da consolidação do capitalismo. Parece que nesta situação de pandemia, que catalisa uma crise econômica internacional e acelera as transformações no mundo do trabalho, a família está sendo solicitada a assumir tudo. A propaganda e a política destacam esse familismo sanitário. Mas muitas vezes a família nem sempre é um consolo de recolhimento e placidez, e esse familismo sanitário deve reconhecer isso e estender uma mão efetiva para aqueles membros que sofrem situações de abuso, solidão e transbordamento emocional. O artigo é baseado em duas entrevistas concedidas a um jornal reconhecido em nosso país e deve ser tomado como um conjunto de reflexões primárias.

Palavras-chave: famílias; pandemia; integração familiar; conservadorismo; funções familiares; familismo sanitário

Introducción

Las familias han sido objeto de interés para múltiples ciencias y profesiones desde el siglo XIX. No obstante, hay algo de huidizo, de inaprensible cuando se intenta abordarla, tanto teórica como operativamente. Tal vez porque nos interpela, por su aparente cotidianidad nos invita implícita pero provocativamente a pensar también en nuestra propia e íntima experiencia. 125 Las familias concentraron el interés científico desde hace más de un siglo y han sido interpeladas en diferentes momentos históricos desde el siglo XIX hasta la actualidad, en lo que constituye toda una tradición en la literatura, especialmente sociológica, en el sentido otorgado por Nisbet (1969). Tradición que se basa y renueva en un elenco de preguntas tales como: ¿Por qué la familia se convierte en el siglo XIX en objeto de estudio e intervención? ¿En qué medida es considerada (y lo logra) una entidad mediadora entre el individuo y la sociedad? ¿Cuáles son los niveles de confianza política que otorga en el cumplimiento de su llamada función integradora?

La Revolución Francesa no solo resume el carácter y las consecuencias de la profunda crisis política del siglo XVIII. Más allá de su significado político, abrió un abanico de preocupaciones que los fundadores de la sociología europea escrutaron con profundidad. El debilitamiento de los lazos comunitarios, los efectos de la Revolución industrial, el trabajo fabril y sus consecuencias sobre la vida de la clase trabajadora, el surgimiento de grandes centros urbanos, en definitiva, las incertezas de un nuevo orden social en proceso de consolidación, inquietaron a diversos intelectuales. En este panorama, la estabilidad familiar fue vista como amenazada. Pero las preocupaciones alrededor de la familia no eran ingenuas. Trataban de encontrar respuesta a la siguiente inquietud política: ¿Cómo "integrar" a los miembros de una sociedad en un contexto de cambios vertiginosos, en esa vorágine social y política? Estas son preocupaciones que alientan el pensamiento científico en sus primeras teorizaciones sobre la relación entre reforma social y familiar. Tanto inquietos autores de agudo pensamiento, como público y críticos privilegiados ante el escenario de un tiempo histórico que evaporiza antiguas estructuras y normas, analizaron en ese contexto la relación entre la sociedad y la familia de su tiempo (Durkheim 1985, 1987; Engels 1946, 1968; Marx 1946; Tocqueville 1994).

La producción de discursos y prácticas que tienen a la familia como objeto teórico y operativo -característica del siglo XIX-, no solo expresan la preocupación por los lazos familiares sino también la búsqueda de una entidad social que garantice una solución al problema de la cohesión social debilitada. Higienismo, pauperismo y el voluntarismo educativo otorgarán marcos de interpretación y acción para intentar alcanzar ese delicado equilibrio entre familia y sociedad (Cicchelli y Cicchelli 1999), más exactamente, entre familia y ese nuevo orden social que se erigía voraz y rápidamente. No debemos dejar de reconocer que las preguntas y preocupaciones señaladas son las que también guían también, en el siglo XX, la construcción conceptual e ideológica de Parsons (1956): la familia como institución responsable de la estabilidad normativa de la sociedad y de la adecuada socialización de las nuevas generaciones, de acuerdo con los valores y normas predominantes en el orden social imperante. Todo ello en un contexto de Guerra Mundial y de una posguerra en la cual Estados Unidos resurge victorioso, pero con hondas transformaciones a nivel de familias y relaciones de género.

El presente artículo de reflexión intenta delinear una propuesta analítica diferente a las predominantes en estos momentos de pandemia. Para ello retoma críticamente esta tradición sociológica, en la que las familias fueron colocadas como centro de los procesos de integración social para evitar posibles procesos de "anomia", reforzando su función mediadora entre las demandas societales y los procesos de individuación y conformación de las conductas. De esta forma, el propósito del artículo es analizar y reflexionar sobre algunos rasgos del discurso político y las directrices manifiestas y no manifiestas tomadas por el gobierno uruguayo que involucran a las familias en las actuales condiciones de pandemia. Si bien nuestro foco de interés es Uruguay, podríamos sugerir que similares procesos se expanden a través del mundo occidental.

Algunos discursos sobre familia y pandemia

La pandemia del COVID-19 se ha instalado con absoluta crudeza en el mundo. Ha trastocado nuestra vida cotidiana, las formas asumidas por el trabajo y el supuestamente íntimo y privado mundo familiar. Alejados de familiares, amigas, amigos, colegas de trabajo y sin visitar nuestros habituales círculos de uso del tiempo libre, tratamos de asumir casi estoicamente el tiempo que vivimos.

El trabajo, el estudio, las relaciones amorosas en su expresión más amplia, se han ralentizado, segmentado, fragmentado y, en muchas situaciones, anulado. Desempleo, abandono de estudios, escasa conexión virtual a las plataformas educativas por parte de las y los estudiantes de clases subalternas, violencia doméstica, abuso emocional de las infancias y adolescencias, adultos mayores en soledad. Vida o muerte, cara o cruz, parecería ser la consigna de estos momentos tan dolorosos.

En este panorama, la situación familiar se torna paradójica, pero a su vez consistente, como veremos más adelante. En esta situación de pandemia la han erigido como un bastión de cuidados, afectos, educación, actividades productivas y reproductivas. Y como eslabón fundamental en la socialización de esta forma de vivir en riesgo bajo los lemas: "Nos cuidamos entre todos" o "Dos metros", eslóganes que en Uruguay hacen referencia al uso responsable de la libertad y a la necesidad de mantener el distanciamiento social, respectivamente.

Para alcanzar esto, en nuestro país, los discursos políticos y propagandísticos sobre la pandemia, ensalzan edulcoradamente a una familia nuclear, de clases hegemónicas o sectores acomodados, con todas las condiciones materiales y espirituales necesarias para: 1) tener asistencia médica privada y conciencia de la necesidad del control médico y el cumplimiento de las directrices generales en torno a la pandemia; 2) niveles de estudios necesarios para apoyar a sus hijos o hijas en las tareas educativas; 3) conectividad en sus casas para continuar los estudios y el teletrabajo; 4) viviendas apropiadas para que los integrantes de la familia accedan a espacios individuales y colectivos; 5) niveles educativos y salud emocional para ser creativos en el uso del tiempo libre con sus hijos e hijas; y 6) relaciones bien avenidas y sin conflictos, lo que se expresa en relaciones de género equitativas en las tareas reproductivas. Es muy común en diversas publicidades que sean padres los que cocinan con sus hijas pequeñas como forma de divertimento, o los que juegan con sus hijos varones al futbol o juegos en dispositivos digitales.

Este ensalzamiento de la familia tradicional, esta visión política de una familia que debe ser restaurada, es el espíritu que alienta un principio básico de enfrentamiento a la pandemia: la familia es la entidad social responsable de prevenir y de amortiguar los efectos de la pandemia y es un lugar privado y respetuoso de la heteronormatividad y la raza: son familias heterosexuales y blancas las que aparecen en todas las propagandas.

Tal vez la diversa agenda de derechos, establecida en los gobiernos progresistas, en torno al aborto, el matrimonio igualitario, la salud reproductiva y sexual, así como los avances de los diversos feminismos, hayan alimentado, en los sectores conservadores y liberales, un sentimiento de pérdida de aquella familia tradicional, oasis privado y ordenado que permitía mitigar las fatigas del mundo público. La diversidad puede generar escándalo o temores profundamente arraigados, hablando irónicamente.

Pero Uruguay no es el único país que ha revalorizado a la familia y presenta rasgos de su restauración. Veamos algunos artículos de prensa o portales, elegidos casi al azar por ser muy similares entre sí en términos de contenidos. Invito a quienes leen a pensar en sus propios países.

Parece ser que uno de los desafíos más grandes que ha influenciado a las personas durante la pandemia y lo seguirá siendo en el periodo posterior a esta son los problemas psicológicos causados por la ansiedad. Varias personas atraviesan y atravesarán este desorden mental durante este tiempo, por lo que los expertos han empezado a hablar no solo sobre el efecto negativo a nivel psicológico que puedan sufrir muchas personas a raíz del virus sino también de posibles maneras de tratarlo. Entre las opciones, el seguimiento psicológico se encuentra en primer lugar. Pero una familia cálida y motivadora juega de igual manera un papel importante para curar la enfermedad psicológica. (Gunes 2020)

Mientras a nivel internacional se destacan las declaraciones del presidente del Foro Nacional de Asociaciones Familiares en Italia, parecería que tal discurso se encuentra en sintonía con nuestras palabras:

"Se ha pedido a las familias que se ocupen de sus hijos y de sus padres, de los discapacitados y del trabajo. Son la columna vertebral de este país". Así lo afirma Gianluigi De Palo, Presidente del Foro Nacional de Asociaciones Familiares, en una entrevista concedida a Vatican News. El problema es que hasta ahora han resistido, pero estamos al límite y corremos el riesgo de que esto no ya no suceda. (De Angelis 2020)

Por otra parte, la psicología positiva se hace presente en el listado de orientaciones y prescripciones realizadas a las familias. Coloquemos como ejemplo a la American Academy of Pedriatics, que en el portal Healthychildren. org, el 24 de junio del 2020 sugirió a familias y profesionales que trabajan con ellas, que en esta pandemia: "Es clave, entonces, tener un plan diario estructurado, acompañando de una buena actitud, afirmaciones positivas y ejercicios de relajación y visualizaciones" (American Academy of Pedriatics 2020). ¿Qué familias son las destinatarias del mensaje?

Algo similar ocurre en Uruguay con la página de Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (de aquí en adelante, UNICEF) (2020c), pues contiene indicaciones para llevar adelante en buenos términos la vida familiar y las exigencias educativas y laborales que la pandemia impone. Parecería que lo allí indicado (por ejemplo, crear en familia una figura de superhéroe o superheroína para enfrentar la pandemia, hacerlo en computadora, pensar y otorgarle cualidades, etc.) tiende puentes con una familia idealizada, sin conflictos y nuevamente de segmentos sociales acomodados. No es la intención de UNICEF, claro está, pero sus prescripciones permiten ser interpretadas así.

Por último, seleccionamos otra nota, del diario El País, paladín del actual gobierno, que posee un título sugestivo: "La crisis del coronavirus dejó a toda la familia sin trabajo, pero no todo lo malo destruye" (Amaral 2020). La nota publicada en la red narra brevemente la historia de una joven pareja con una pequeña de ocho meses, que al quedar desempleados pasan a vivir con los padres de ella, quienes también pierden sus trabajos. La familia, luego de muchas vicisitudes comienza un microemprendimiento, que consiste en producir, a pequeña escala, productos de limpieza en el galpón de la vivienda. Sus vecinos, de un barrio popular, poco a poco comienzan a comprarles los productos, por solidaridad o para abaratar costos en sus menguadas canastas familiares. El joven expresa que piensa instalar "una empresita". Esta nota, además de ensalzar el amor familiar (todos desempleados, pero la familia amorosamente persiste) ensalza el emprendimiento personal, política pública hegemónica en el marco del mundo del trabajo, la cual pretende dar una respuesta biográfica a un problema estructural como lo es el desempleo (Beck, Giddens y Lash 1997; Castel 1986, De Martino 2014).

Esta nota puede ser utilizada como introducción de otros aspectos. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (de aquí en adelante, CEPAL) aporta algunas cifras que nos permiten percibir el entorno dramático en que las familias, especialmente aquellas de clases subalternas, deberán llevar adelante lo que se les solicita

En lo inmediato, la pandemia ha provocado la recesión más abrupta de la historia que, de acuerdo con las proyecciones de la CEPAL, implicará una caída del crecimiento regional de -9,1 % en 2020, acompañado de un alza en el desempleo alcanzando una tasa cercana a 13,5 %, un incremento de la tasa de pobreza de 7,0 puntos porcentuales para alcanzar el 37,3 % de la población y una agudización de la desigualdad con un alza promedio en el índice de Gini de 4,9 puntos porcentuales. (CEPAL 2020)

En este marco: "En materia de salud, los hogares financian más de un tercio de los gastos en atención de salud con pagos directos de su bolsillo, cerca de 95 millones de personas deben afrontar gastos catastróficos en salud y casi 12 millones se empobrecen debido a estos gastos" (CEPAL 2020).

A esto debe sumarse la advertencia de UNICEF (2020b) sobre el aumento de la pobreza infantil a nivel mundial.

En Uruguay la pandemia, pero también medidas liberales adoptadas previamente a la declaración de esta en marzo del 2020, han arrojado a la pobreza aproximadamente a 100.000 uruguayos y uruguayas. Entre ellos a la familia del joven que ha aprendido de emprendimientos, dicho esto con sumo respeto. Desde marzo, entonces, hay 100.000 nuevos pobres. Esto está en consonancia con lo expresado por el reciente estudio de CEPAL (2020) que ordena en una lista a los países en función de su inversión -medida en porcentajes del producto bruto interno (de aquí en más, PBI)- en políticas para amortiguar las consecuencias de la pandemia. Tomemos algunos casos: Europa invierte el 7 %, Chile el 5 % y Uruguay el 0,7 %. (CEPAL, 2020). Nuestro país demuestra así que puede administrarse bien la pandemia desde un punto de vista sanitario, pero no así sus consecuencias socio-económicas.

Mientras esto sucede, la propuesta de una renta mínima universal, realizada por la agrupación progresista Frente Amplio (FA) y sostenida también por el movimiento sindical, es rechazada por el actual gobierno. Cabe destacar que tal medida está siendo discutida y analizada por diversos países en el mundo e incluso es sugerida en el informe de CEPAL ya citado. Como dato anecdótico, en un gesto sin precedentes, el presidente Luis Lacalle Pou cuestionó el estudio publicado por la CEPAL que sostiene, en resumen, que Uruguay es el tercer país que menos porcentaje del PBI ha invertido en la región para paliar las consecuencias económicas de la pandemia. El actual presidente solicitó a CEPAL que se rectificara, algo que no ha sucedió y a lo que la Secretaria General de CEPAL respondió que las cifras no se modificarán. Nuevamente se evidencia así la disyuntiva entre la gestión sanitaria y la gestión socio-política y económica de la pandemia.

Más allá de un discurso edulcorado

Existen escasos productos académicos a nivel nacional que analicen lo que nos interesa en este artículo. Destacamos, en nuestro país, la encuesta realizada por ONU Mujeres y UNICEF en abril del 2020, titulada 0Encuesta sobre niñez, uso del tiempo y género. Esta tuvo como objetivo primordial medir el impacto de la pandemia y las medidas de aislamiento voluntario en la cotidianeidad familiar, especialmente frente a los desafíos del teletrabajo y la educación a distancia de hijos e hijas.

Algunos datos a destacar son los siguientes:

  1. El tiempo en horas que pasaban los niños fuera de sus hogares decayó un 95 %. Aunque esto es obvio ante el cierre de las escuelas, también es cierto que aumentaron las horas dedicadas a las tareas educativas, con una fuerte diferenciación entre clases sociales. Para las escuelas públicas el aumento fue del 28 % y para las escuelas privadas del 67 %. Por otra parte, las tareas de acompañamiento de dichas tareas recayeron en la madre o cuidadora en el 73 % de los casos.

  2. El desempleo también se encuentra sexuado. Antes de la pandemia el 69 % de las mujeres estaban ocupadas, porcentaje que se redujo a un 38 % en postpandemia; en cambio entre los hombres, tales porcentajes fueron del 85 % y 65 % respectivamente. Independientemente de las cifras, uno de los hallazgos de la encuesta es que el teletrabajo es más factible cuando se refiere a trabajadores con nivel universitario.

  3. Al reducirse la disponibilidad de cuidadores externos, las y los adolescentes participaron más activamente en actividades reproductivas. Sin embargo, las tareas recayeron especialmente en las adolescentes mujeres quienes en un 20 % expresaron estar sobrecargadas, mientras que solo un 4 % de los adolescentes varones lo reconocieron.

  4. A la hora de expresar su conformidad con la distribución de tareas reproductivas en el mundo adulto, tanto mujeres como varones expresaron su conformidad (90 %) lo que expresa la vigencia de los mandatos de género. Sin embargo, este dato se asocia también a la clase social: la brecha de género en la distribución de las tareas reproductivas se reduce en los niveles educativos altos y medios, pero aumenta en los segmentos de bajo nivel educativo.

Con respecto a esta realidad atravesada por el género, la clase social y aquella situación económica sumamente difícil, nos gustaría realizar tres primeras precisiones con relación a la situación en nuestro país. A saber: i) las medidas relativas a la cuarentena no fueron estrictamente un confinamiento obligatorio, como ha sido implementado en diversos países europeos o en Argentina, ejemplo paradigmático latinoamericano. Por lo tanto, en Uruguay existe una mirada dramática sobre una serie de medidas que, si bien redujeron nuestros ámbitos vitales, no nos obligaron a vivir estrictamente confinados ni en ciudades fuertemente cerradas; 2) esta mirada dramática convive junto a otra sumamente romántica y peligrosa, que es la de endiosar el confinamiento como cuna de actitudes solidarias y de una reencontrada cultura uruguaya según la cual todos seremos hermanos o próximos y prójimos del otro. Esto ha permitido renovar el mito de la solidaridad uruguaya. Una cuestión es hablar de cierta cultura cívica que nos caracteriza y otra cosa muy distinta es indicar que somos un pueblo solidario porque "Como el Uruguay no hay", eslogan reiterado popularmente; 3) por último, todo cambio cultural y socio-político, en este caso hablando de familias, género y clases, no se procesa ni cataliza en pocos meses.

Hechas estas precisiones, la encuesta citada nos provoca las siguientes reflexiones primarias, que fueron transmitidas en la entrevista concedida en el 2020 y cuyos datos figuran en la bibliografía (De Martino en Gallazi 2020; De Martino en Bremerman 2020).

Pensamos que la situación de vivir en pandemia pone de manifiesto la realidad que existía antes, en términos de las experiencias de ser familias. Además de los impactos que esta encuesta arroja sobre el aumento de la pobreza y el desempleo, deberíamos reflexionar en los impactos del confinamiento con mayor detenimiento, porque la violencia doméstica, la violencia basada en género y las conductas abusivas hacia niños, niñas y adolescentes continúan existiendo. Así también la asignación asimétrica de las responsabilidades reproductivas según género, de manera tal que las mujeres y el mundo infantil y adolescente continúan siendo los universos subordinados, así como la vejez. Este es un patrón que no se ha modificado.

Al respecto, en aquellas familias que existe violencia doméstica, de género o hacia niños, niñas y adolescentes, la situación se agrava por las dificultades para pedir ayuda o socorro. Llama la atención que en nuestro país las denuncias por violencia doméstica hayan disminuido de marzo a junio del 2020 (Ministerio del Interior 2020), con prevalencia del feminicidio como la expresión más cruel de la violencia basada en género.

La medida de confinamiento responsable no traerá per se modificaciones en las relaciones de género. En general, la práctica de relaciones de género y de generación más democráticas se encuentra asociada a las clases y sectores hegemónicos, por decirlo de manera general, y se asocia también con niveles educativos más elevados y trabajos más gratificantes, así como con mejores ingresos. Es decir, el proceso de individuación, que se expresa en la construcción de biografías más autónomas y que lidian de manera solvente con las problemáticas habituales de este mundo complejo, se asocian a estos sectores privilegiados (Giddens 1992). Serán las familias con menos recursos económicos, culturales y vitales las que se encuentran, como siempre, en situación de desventaja: para colaborar con sus hijos en las tareas escolares, con menos recursos vitales para recrear situaciones con una intimidad más intensa y en lugar de teletrabajar están conminadas a buscar sustento diariamente. Por otra parte, lo que la propaganda muestra es difícil que exista en familias que deben asumir el desempleo del padre o de ambos progenitores, o que deben sostener emocionalmente a sus miembros ya mayores. De acuerdo con diálogos establecidos con trabajadores y educadores sociales frontline, en los barrios que tanto estigmatizamos existen grandes niveles de soledad, angustia -a veces canalizada de forma agresiva- y un sentimiento de haber sido dejados de lado por el Estado o de que la ayuda recibida para superar esta situación no es suficiente.

La familia se caracteriza por relaciones de proximidad o cercanía que se desenvuelven en el mundo cotidiano. Con relación a las experiencias de ser familias, los cambios culturales y políticos no se producen en pocos meses. Lo que existía continuará existiendo y existe bajo una situación de confinamiento social. Los contextos de intimidad exacerbada no son una buena situación en general. Debemos recordar siempre que la familia no es un lugar de felicidad a priori (Mioto 1997), puede ser el cielo o el infierno, y esto no lo cambia una experiencia de confinamiento laxo o absoluto. Debemos ser cuidadosos con este tipo de discurso, que tal vez transmite un ideal familiar sumamente alejado de la realidad. Obviamente, un contexto que fuerza la intimidad, la cercanía y proximidad a ciertos extremos, exacerba la igualdad o la disparidad existente entre los géneros y las generaciones. Corremos el riesgo de aportar a la pandemia y a las medidas de confinamiento una capacidad innovadora excesiva. Puede cambiar la cotidianidad, pero no los patrones culturales arraigados. ¿La familia se transformará en todos los casos en un lugar de felicidad? No lo creemos así.

Desde otro punto de vista, niñas, niños y adolescentes tal vez sean los que más sientan este confinamiento, ya que los grupos de pares son fundamentales en estas edades. Especialmente se ven afectados los adolescentes, para quienes el mundo exterior (grupo de pares, profesores, etc.) son los que aportan modelos de identificación externos al mundo familiar. La adolescencia es justamente eso: la búsqueda del afuera, de otras identidades, un camino abrupto, independiente de los padres o cuidadores. La suspensión de estas interacciones con pares y otras figuras identificatorias puede ser difícil de sobrellevar.

Parecería que, en esta situación de pandemia, que cataliza una crisis económica internacional en ciernes desde el 2007 y que acelera las transformaciones en el mundo del trabajo se pide a la familia que se haga cargo de todo, y que la propaganda y la política subrayan esta suerte de familismo sanitario. Sin embargo, la familia no siempre es un entorno de recogimiento y placidez, y ese familismo sanitario debe reconocerlo y tender una mano eficaz a aquellos miembros que sufren situaciones de abuso, soledad y desborde emocional.

Por último, para un país como Uruguay, cuya población se encuentra altamente envejecida y cuya tasa de reposición poblacional es nula, cabe esperar el comportamiento que asumirán las pautas de reproducción (Fostik y Furtado 2020). La experiencia europea posterior a la crisis del 2007 indicaría que luego de esta pandemia no debería esperarse un baby boom, ya que la crisis económica y las dificultades encontradas en el mercado de trabajo inciden negativamente en los planes reproductivos de las parejas, quienes retardarían el nacimiento de futuros hijos. Esto es así especialmente en países que ya poseen bajas tasas de fecundidad, como Uruguay. Por lo menos así lo indica la experiencia italiana, británica y alemana. Francia y España no presentan comportamientos sistematizados al respecto, algo que abre entonces toda una interrogante en este Uruguay envejecido (Matysiak, Sobotka y Vignoli 2020). Otro estudio arroja una advertencia interesante: mientras que la pandemia actual hace que se postergue la decisión de tener hijos próximamente, incluso entre los jóvenes, no es así en la trama etaria entre los quince y diecinueve años (Luppi, Arpino y Rosina 2020). La permanencia de los índices de fecundidad postpandemia en la adolescencia es otra lección que Europa aporta al caso uruguayo. Estos comportamientos europeos arrojan luz sobre posibles y futuros procesos en las tendencias de la fecundidad.

Nuevas configuraciones capitalistas. Sobre el contexto de la pandemia

Los discursos en torno a la familia en época de pandemia, crisis y recesión no son tan ingenuos ni se agotan en el terreno de la sociología de las familias. Debemos incorporar a su análisis una mirada ideopolítica que permita discernir qué significa esta revitalización restauradora de las funciones familiares en un contexto tan especial.

Los momentos que atravesamos poseen otros dramatismos diferentes a aquellos del siglo xix a los que hacíamos referencia en la introducción. Pero lo cierto es que atravesamos otro de los momentos de crisis y ajuste del modo de producción capitalista, cuando el proteccionismo y los nacionalismos parecerían que contrastaran con un modo de producción altamente mundializado al incorporar ahora a los países de la disuelta

Unión Soviética y a China, con sus experiencias de capitalismo de estado. Esta otra Gran Recesión inició alrededor del 2007 para Estados Unidos y Europa, lo que refuerza la idea de que la pandemia ha venido a empeorar las cosas, pero no a crearlas.

Nos encontramos en un mundo caracterizado, de acuerdo con la expresión alemana, por un Plattform-Kapitalismus, donde las acciones de estas empresas de plataforma cotizan en bolsa compitiendo con empresas de índole tradicional. Dichas empresas de plataforma, con UBER como ejemplo paradigmático, se transforman en la expresión máxima del "emprendedurismo" que hoy está tan en boga. Es decir, de las tendencias individualiza-doras y de la responsabilización de individuos y familias por la gestión de sus riesgos de manera exitosa. Las mutaciones en el mundo del trabajo reflejan y generan, como dos caras de la misma moneda, la máxima de este capitalismo tardío: a problemas estructurales, encontremos respuestas biográficas, al decir de Castel (1986). La joven familia desempleada cuyos integrantes se transforman en "microempresarios" de un barrio suburbano pobre es buen ejemplo de ello.

Este mundo en crisis, económica y humanitaria, con una nueva geopolítica diferente a aquella de la Guerra Fría, no ha sido producto de la pandemia. Como ya se dijo, esta ha funcionado como catalizador de procesos ya en curso.

La perspectiva gramsciana de la revolución pasiva es interesante para analizar, con una mirada retroactiva de largo aliento, la vida política uruguaya desde el golpe cívico-militar de 1973, pasando por la apertura democrática de la década de 1980, hasta los gobiernos progresistas de inicios del siglo XXI y el actual gobierno de sesgo liberal. No es nuestra intención profundizar al respecto, sino tan solo otorgar un telón de fondo a la significación de las familias en el contexto de pandemia.

Estos 47 años, aproximadamente, nos muestran las oscilaciones de la reestructuración del capital y de la vida estatal, en general, iniciada con el golpe militar de 1973. Hablamos de un

[...] proceso generalizado de pasivización de las conquistas sociales [...] en tanto busca dar sentido y dirección al movimiento internacional de auto-acomodación de las bases sociales y materiales de dominio imperialista. Combaten el avance de las luchas de masas heredados precedentes al tiempo que difunden su racionalidad universalista soportando en un último análisis un renovado proyecto hegemónico. (Braga 1996, 213-214)

Esta mirada retroactiva nos permite precisar dos elementos: 1) la intención restauradora durante el golpe de estado y 2) la apertura democrática, como momento de renovación que se extiende hasta el periodo progresista (2005-2019) y que colocó un mayor énfasis en las transformaciones renovadoras. De tal manera que el actual momento político, representado por la coalición liberal y multicolor que asumió en marzo del 2020, implicaría otra oscilación restauradora en esta perspectiva de larga duración. No obstante, todo el lapso señalado puede ser analizado desde esta perspectiva restauración/ renovación caracterizada por la pasivización de las luchas y conquistas sociales de las clases subalternas, aún en el periodo progresista.

Para Gramsci (1993), la estrategia de pasivización se refiere al "criterio interpretativo" que significa el concepto de revolución pasiva, entendida como una forma particular de comprender los procesos de renovación - restauración del capital y de la vida estatal en su conjunto, así como también de las formas de legitimación y dominación, en su más amplio sentido, no solamente económico. Una de las características más importantes que resalta Coutinho (1999, 198) del concepto de revolución pasiva en Gramsci es el siguiente:

Un proceso de revolución pasiva al contrario de una revolución popular realizada a partir de "abajo", jacobina, implica siempre la presencia de dos momentos: el de la "restauración" (en la medida que es una reacción a la posibilidad de una transformación efectiva y radical, de abajo para arriba) y el de la "renovación" (en la medida en que muchas demandas populares son asimiladas y puestas en práctica por las viejas clases dominantes.

El concepto de revolución pasiva o de restauración-renovación no significa que el conjunto de los acontecimientos de la realidad quede inmutable. Un proceso de restauración-renovación contiene la idea de que existen modificaciones moleculares que constituyen el sustento de nuevas transformaciones que modificarán progresivamente la composición de las fuerzas en pugna. El propio Gramsci (1993, 77) lo indica: "Se puede aplicar al concepto de revolución pasiva como el criterio interpretativo de las modificaciones moleculares que, en la realidad, modifican progresivamente, la composición precedente de las fuerzas y, por lo tanto, se transforman en matriz de nuevas modificaciones".

De alguna manera los periodos de democratización durante postdictaduras no significaron rupturas significativas, sino profundización de los procesos de liberalización de los flujos de capital y comercio, desregulación de la actividad privada y de las relaciones laborales, la restricción del gasto público en el marco de la Reforma del Estado, la pauperización de la clase trabajadora, etc. (Anonimizado, 2007). Estas tendencias se hacen nuevamente presentes a partir de marzo del 2020, acabado el ciclo de gobiernos progresistas. Hoy son reconocidos: los intentos por modificar la legislación laboral y de la seguridad social; las restricciones del gasto público que alcanza, en el presupuesto quinquenal presentado por el nuevo gobierno, un 15 % de cada inciso del aparato del Estado, pero, mientras tanto aumenta el presupuesto en seguridad y fuerzas armadas, pero no otorga aumentos al presupuesto universitario. Y, por otro lado, observamos la búsqueda de un aumento de la intensidad y productividad del trabajo a través de la pérdida salarial y de los derechos adquiridos en los periodos de alta movilización de la clase trabajadora ocurridos en el siglo XX. Tal es el perfil del nuevo gobierno que asumió en marzo del 2020. Todo ello en un panorama internacional de concentración de la riqueza nunca antes vista o pensada, de acuerdo con el análisis minucioso de Piketty (2014).

Dentro de esta estrategia de aumento de la productividad laboral y abaratamiento de los costos de producción, se encuentra el teletrabajo. La familia, en un extraño movimiento, parecería que se transforma en una nueva unidad productiva, donde especialmente la mujer debe conciliar jornada laboral y doméstica en un contexto de alta intimidad. Más que unidad productiva, las familias que teletrabajan expresan nuevas formas de acoplamientos de los tiempos y espacios productivos y reproductivos; la pandemia ha acelerado tales exigencias a costa, especialmente, del trabajo femenino no remunerado. Esta transformación molecular del lugar de la familia en el modo de producción y las exigencias a las que está sometida no debe pasar desapercibida.

Del mismo modo, la educación a distancia necesita también una familia que reorganice los espacios y tiempos de los sistemas educativos modernos. Si antes estos eran responsables de transmitir el legado cultural civilizatorio y la familia lo era de aportar medios para que esto fuera posible, ahora la familia no solo debe aportar dichos medios, sino que ella misma se transforma en un espacio institucional del sistema educativo a distancia. Nuevas exigencias para un grupo social al que se le exige no solamente mediar entre individuo y sociedad sino también engarzar todo cambio económico-cultural. Especialmente esto es preocupante si tenemos en cuenta algunas de las observaciones realizadas por UNESCO (2020) sobre la educación a distancia a nivel universitario. El informe indica que, además de ser aún muy perfectible, evidencia las diferencias sociales en la medida que no todos los estudiantes acceden a una buena conectividad o equipos sofisticados. Por lo pronto, UNESCO (2020) si bien señala la popularización creciente de la educación a distancia a partir del 2010, advierte sobre la necesidad de las instancias presenciales especialmente a nivel universitario. Es decir que la familia, además de participar de la fragmentación espacial de los sistemas educativos, participa además de la reproducción de desigualdades educativas en función de sus condiciones materiales de existencia.

Si la familia es el espacio de reproducción de la fuerza de trabajo y formadora de ideas y formas de pensar, también es una experiencia vital envuelta en afectos y desafectos, lugar de reproducción de igualdades y desigualdades. Pero ahora deviene también en espacio laboral de una empresa y en entorno de sistemas educativos renovados. Podríamos decir que estas transformaciones moleculares nos hablan del perfilamiento de una nueva forma, siempre segmentada por clases, de organizar la fuerza de trabajo y de cómo educarla.

Si el siglo XIX fue un siglo de incertidumbres, provocadas por la instauración de un nuevo modo de producción, ya desde las últimas décadas del siglo XX se perciben nuevas incertidumbres ante los profundos procesos de reestructuración capitalista. Si los siglos XIX y XX (en general) fueron profundamente individualizantes en clave de ciudadanía, ya los años finales del siglo XX y los albores del presente siglo XXI se caracterizan por ser fuertemente individualizadores en términos de responsabilizar a individuos y familias de sus problemas.

La incertidumbre del presente es una poderosa fuerza individualizadora. Divide en vez de unir, y dado que no se puede decir quién podría despertarse en qué división, la idea de unos "intereses comunes", se torna cada vez más nebulosa y al final se hace incomprensible. Temores, ansiedad y quejas nacen de una manera tal que se padecen en soledad. (Bauman 2001, 35)

En diálogo crítico con Beck, Bauman (2001, 2003) sostiene que esta individualización es un destino y no una elección. Implica hacer responsables a los agentes de las decisiones que tomen y de las consecuencias que las mismas puedan tener, existiendo una brecha cada vez más grande entre el poder tomar el control de ese destino y hacer las elecciones que realmente deseamos hacer. Concluye entonces que "[...] la otra cara de la individualización parece ser la corrosión y la lenta desintegración del concepto de ciudadanía" (Bauman 2003, 42).

Creemos que algo de esto acecha a la familia: las contradicciones entre controlar el destino que se le solicita y realizar las elecciones que realmente desearía hacer. Antiguas responsabilidades hoy reformuladas se le imponen en contextos caracterizados por la incertidumbre y la desigualdad. La familia también se ubica como espacio "separado" de diversas instituciones (empresariales, educativas) bajo lo que denominamos un control situacional/espacial de la vida familiar. Todo ello incidirá en las experiencias emocionales que cimientan este grupo humano, disperso y diverso. No es el único vínculo que podría verse afectado en estos momentos históricos donde la propia naturaleza e intensidad del lazo social se encuentran desgarradas (Bauman, 2003).

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CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO De Martino Bermúdez, Monica S. "Notas sobre Familias y Pandemia". Trabajo Social 24 (1): 123-141. Bogotá: Departamento de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia. Doi: 10.15446/ts.v24n1.90377

Recibido: 18 de Abril de 2021; Aprobado: 27 de Julio de 2021

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