SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.14 número2Análisis de seguridad entre microservicios con Amazon Web ServiceConocimiento global y local para aprender inglés en un colegio de la Policía Nacional índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Revista Logos Ciencia & Tecnología

versión impresa ISSN 2145-594Xversión On-line ISSN 2422-4200

Rev. logos cienc. tecnol. vol.14 no.2 Bogotá mayo/ago. 2022  Epub 13-Ago-2022

https://doi.org/10.22335/rlct.v14i2.1600 

Estudio de caso

El límite como experiencia de segregación y violencia; una reflexión desde la Ciudad de México

The limit as an experience of segregation and Violence; a Reflection from Mexico City

O limite como experiência de segregação e violência; uma reflexão da Cidade do México

José Luis Cisnerosa  * 
http://orcid.org/0000-0003-3957-3802

aMéxico D. F., México


RESUMEN

Partiendo del concepto de límite, esta reflexión se concentra en explicar el comportamiento violento de los habitantes de una de las cuatro colonias consideradas como de mayor peligrosidad en la Ciudad de México, y su conexión con la desigualdad, la pobreza y la fragilidad humana. De esta manera, el concepto de límite es utilizado como un indicador de inflexión y conflicto social que establece un lazo de unión con la violencia y el proceso de degradación que viven los sujetos marginados y desprotegidos de las políticas de beneficio social. Metodológicamente se parte de un ejercicio de co-construcción del conocimiento experimentado por quienes viven el límite como realidad objetiva. Se aplicaron, a profundidad, entrevistas a nueve personas que habitan en la colonia. En conclusión, se muestra cómo el aprendizaje social de la violencia y el abandono por parte de las instituciones sociales desestructura los lazos sociales, la empatia y la confianza en el otro, a mediano y largo plazo; de allí que la violencia se convierte en un impulso de supervivencia y preservación.

Palabras clave: violencia; delincuencia; problema social; pobreza; política social

ABSTRACT

Starting from the concept of limit, our reflection focuses on explaining the violent behavior of the inhabitants of one of the four neighborhoods considered to be the most dangerous in Mexico City and its connection with inequality, the poverty and human fragility. In this way, the concept of limit is used as an indicator of inflection and social conflict that establishes a link between violence and the process of degradation that marginalized subjects live and unprotected of social benefit policies. Methodologically, we start from an exercise of co-construction of the knowledge experienced by those who live the limit as an objective reality, supported by in-depth interviews with nine people who live in the neighborhood. To conclude showing how the social learning of violence and abandonment by social institutions breaks down social ties, empathy and trust in the other, in the medium and long term, in such a way that violence becomes a drive for survival and preservation.

Keywords: violence; crime; social problem; poverty; social policy

RESUMO

Partindo do conceito de limite, esta reflexão se concentra em explicar o comportamento violento dos habitantes de um dos quatro bairros considerados mais perigosos da Cidade do México, e sua conexão com a desigualdade, pobreza e fragilidade humana. Desta forma, o conceito de limite é usado como um indicador de inflexão e conflito social que estabelece uma ligação com a violência e o processo de degradação experimentado pelos marginalizados e desprotegidos das políticas de benefícios sociais. Metodologicamente, ela se baseia em um exercício de co-construção dos conhecimentos vividos por aqueles que vivem o limite como uma realidade objetiva. Foram realizadas entrevistas em profundidade com nove pessoas que vivem no bairro. Em conclusão, mostra como o aprendizado social da violência e do abandono por instituições sociais desconstrói laços sociais, empatia e confiança no outro, a médio e longo prazo; assim, a violência se torna um impulso para a sobrevivência e preservação.

Palavras-chave: violência; crime; problema social; pobreza; política social

"La mejor venganza es ser diferente a tu enemigo"

Marco Aurelio

Desde hace algunas décadas, he tenido un interés particular por el tema de la violencia, que se ha vuelto un imperativo y guía en mis reflexiones de estos años. Como docente he insistido en discutir y analizar la violencia y sus implicaciones en la vida cotidiana a través de las materias que imparto y con los temas que abordan mis alumnos. De esta manera, a lo largo de estos años he sostenido algunas preguntas que no acaban de encontrar respuesta: ¿qué es lo que motiva el comportamiento violento en los sujetos? ¿Por qué unos son más violentos que otros, estando bajo el mismo contexto? ¿Qué papel juegan las instituciones sociales en la promoción o contención de la violencia? ¿Por qué algunos sujetos hacen uso de la violencia extrema, expresada como crueldad? ¿Por qué la violencia se normaliza como una práctica legitimada en la sociedad? ¿De qué manera y por qué la violencia se convierte en una estrategia de mantenimiento y preservación de la existencia para muchos sujetos? ¿Qué es lo que promueve y reproduce estas prácticas violentas? ¿Qué implicaciones tiene el enojo, la frustración, el rechazo social, la humillación, la precariedad y fragilidad social en la motivación de la práctica de la violencia?

La respuesta a estos interrogantes depende de muchos factores y condiciones que indican que la violencia no es solo un asunto individual, sino que es el resultado de un complejo dispositivo en el que interviene el mundo social de los sujetos, cuyas significaciones sociales y simbólicas se inscriben en la experiencia socializadora y en la interacción entre ellos.

De ahí que para el momento histórico que se vive actualmente, la violencia signa muchas de las prácticas sociales en la cotidianidad, su desbordamiento articula lo ajeno y lo propio, lo cultural y lo comercial, lo moral e inmoral, lo privado y lo público, lo familiar y lo individual. De esta manera, la violencia debe ser entendida como una acción que causa un daño profundo y persistente en los sujetos, y tiende a significar el uso y la práctica de sus espacios en la cotidianidad.

En consecuencia, la violencia la entendemos como una acción intencional que produce daños físicos, morales y emocionales en otros sujetos, de modo tal que la violencia vista así podría ser distinguida desde diferentes posiciones, ángulos o interpretaciones. Sin embargo, nos interesa verla desde sus acciones, desde la proyección del daño causado como resultado de la transgresión a la persona, a sus bienes y a su integridad. Por ende, se hace referencia a la violencia delictiva, en tanto que esta expresión es la que se muestra, se contabiliza, se siente, se ve, se vive y se describe en la cotidianidad.

Esta violencia es la que habitualmente se muestra de manera desmesurada en las ciudades, colonias, barrios y pueblos. Por eso, se habla de una violencia destructiva que se ejerce de manera consciente e intencional como resultado, tanto de decisiones personales como de condiciones extraordinarias que la motivan a ser utilizada como una herramienta de supervivencia. En este sentido, el concepto de límite nos acerca al conocimiento de las conductas violentas, en tanto que su condición e intensidad se focaliza bajo un conjunto de tensiones, condiciones y necesidades que la motivan y exigen a ser pensadas, no como una apología sino como un componente asociado al concepto de límite, es decir, como el epifenómeno del límite y de la violencia bajo una doble vertiente, la precariedad y la fragilidad.

De esta manera, podemos entender que la violencia emerge de una estructura que se vuelve la raíz de un fenómeno transcultural y transversal, anclado en la gramática de lo cotidiano y que, desde ahí se hace posible mirar los comportamientos y las dinámicas sociales de la violencia como experiencia social.

A manera de introducción

En las últimas décadas, México se ha caracterizado no solo por la creciente desigualdad y violencia que se vive cotidianamente, sino que la corrupción y las turbulentas crisis económicas, a nivel mundial, han hecho su parte para complejizar el panorama. El incremento de la pobreza y las desatinadas políticas públicas encaminadas para resarcirla y la disminución en los índices de bienestar, prosperidad y desigualdad se suman al complejo escenario de nuestra cotidianidad que hace que la distribución de la riqueza se convierta en un detonante de conflictos individuales y colectivos, sumados a las altas concentraciones de población en espacios con escasos servicios públicos y altos índices de criminalidad.

En este marco, México vive hundido en un mundo periférico que no ha logrado el esplendor de los beneficios sociales. La realidad en la que viven miles de mexicanos es tangible en lo cotidiano, tan solo en los últimos tres años (2019-2021) la cifra de pobreza llegó a 3.2 millones, sumados a más de 35 millones de mexicanos que no tienen acceso a servicios médicos o son presa de los deficientes servicios educativos, la falta de empleo, los trabajos precarios y mal pagados, además de ser testigos de una justicia deficiente que está al servicio de los poderosos (Aguilar, 2022a) hacen que el país viva en un contexto marcado por la violencia.

Se vive en un escenario fijado por el ritmo del temor, la desesperanza y la violencia; por ejemplo, la pandemia del covid-19 ha dejado 650.000 muertos que, sumados a los 105.000 muertos por violencia, y a 3.000 feminicidios, se vuelven una compleja realidad (Aguilar, 2022a). Todos estos datos tienen raíces profundas, ancladas en la desigualdad y la injusticia, así lo demuestran las 8.540 mujeres, que han muerto en los últimos tres años de gobierno, de las cuales, 612 fueron asesinadas con extrema crueldad, además de las 87.899 que han sido reportadas como desaparecidas y las 10.569 que no han sido localizadas (Aguilar, 2022b).

Estas condiciones de vida, sumadas a la escalada de violencia, han generado brechas más profundas de marginación, desigualdad, frustración, enojo y rabia en los mexicanos. Estamos hundidos en una espiral, que rompe con la confianza de la naturaleza humana y nos conduce a vivir con miedo, y bajo una condición de supervivencia que nos lleva a una vida inefable marcada por los límites de la esperanza.

Miles de mexicanos atraviesan cotidianamente experiencias oscuras y asediadas por la desdicha. Se trata de experiencias cuyo límite se muestra en su condición de salud, alimentación, educación y seguridad, son experiencias cuyo significado habita en las trincheras cotidianas de las necesidades básicas para la subsistencia. En este sentido, interesa poner en discusión el concepto de límite como una categoría de análisis centrada en la reflexión de una realidad social, mediada por el papel que juega la violencia, la marginación y la exclusión, en espacios de interacción e influencias reciprocas, caracterizadas por prácticas matizadas por la supervivencia, la criminalidad y múltiples problemas derivados de las carencias cotidianas.

La intención es pensar el concepto límite, vinculado directamente con la desigualdad y la injusticia social, como categoría matriz que facilite anclarnos al trabajo empírico y así poder distinguir, en este trayecto. El papel que juega la desigualdad y la injusticia como un analizador, ligado a una realidad social especifica.

En consecuencia, construir la categoría de límite desde la emergencia de una realidad objetiva, implica metodológicamente aproximarse a los entornos de la violencia y sus múltiples formas, desde donde la narrativa de las experiencias y las historias cotidianas de sujetos que son discriminados aporten características y situaciones sociales que hacen admisible pensar el límite como categoría analítica, de ahí que pensar en este implica pensar en la calle, el barrio y la colonia como un laboratorio de observación del mismo, entendido, también, como segregación, marginación, sufrimiento, enojo y frustración. Todas estas, como prácticas y emociones que dan lugar a la tensión.

Metodológicamente, se parte del ejercicio de co-construcción del conocimiento experimentado por quienes viven el límite como una realidad objetiva. De esta manera, se hace referencia al conjunto de acciones y prácticas que forman parte de la gramática cotidiana en los espacios y zonas de marginación caracterizadas cuantitativamente por el sufrimiento, la frustración, el dolor, la pérdida, la injusticia y la desesperanza. Así, el conocimiento y la opinión de los entrevistados son un vehículo para observar y describir, tanto las heterogeneidades en la vida del barrio, desde las vivencias propias, como su condición de víctimas y su experiencia en las situaciones límite y extremas de las que son objeto. Además, las entrevistas nos muestran un amplio contexto de la violencia directa o indirecta en la que están involucrados.

Las entrevistas fueron realizadas en dos ocasiones, y de manera individual, a nueve personas (seis mujeres y tres hombres, cuyas edades están entre los 22 y los 50 años). Cada uno de ellos habló libremente de sus vivencias personales en el barrio, con la idea de entender y describir las situaciones que viven cotidianamente y la relación con sus familiares, amigos y vecinos. Previamente, se les informó sobre el propósito de esta investigación y, por esta razón, por cuestiones de ética y confidencialidad se protegen los datos personales de los entrevistados.

Como se puede advertir, la intención es mostrar empíricamente cómo el límite ha llevado a una condición de dualidad, marcada por una anormalidad normalizada, es decir, una suerte de deformación social que expresa el fracaso de las políticas sociales e instituye una práctica perversa de prohibición e impulso de conductas desviantes, legitimando y normalizando la violencia desde el poder político (Fritz et al., 2004, p. 38).

En consecuencia, el objetivo es construir el límite como una categoría de análisis que ayude a entender el fenómeno de la violencia delictiva y su estrecha relación con la desigualdad, la pobreza y el abandono social, mostrando datos que permiten enfatizar la relación entre límite y violencia.

Este trabajo se divide en cinco partes: la primera se orienta en explicar lo que se entiende por límite y su importancia, para así evitar confusiones; además, en un segundo momento, se busca de manera precisa la relación con lo que denominaremos analizadores. Después, se desarrolla la relación ente fragilidad y violencia con la idea de subrayar la importancia que adquiere esta con aquellos espacios lugares o archipiélagos, donde el límite adquiere una lectura material mediante testimonios y datos. Para finalizar, se muestra cómo se relacionó la idea del límite con los fenómenos sociales observables, que juegan las veces de variables en nuestra reflexión y desde donde construimos inferencias en relación con la violencia delictiva, la desigualdad y la pobreza, para acompañarlas por algunos testimonios que ayuden a explicar la condición de límite y sus alcances en la construcción de un aprendizaje y práctica de la violencia.

Esta reflexión está guiada por preguntas acerca de las causas que motivan la violencia, de ahí que se insista en que pensar en el límite es una manera que ayuda a comprender las dinámicas que motivan y refuerzan la violencia delictiva y la devastación moral y humana del sujeto.

Definir el límite

Límite proviene del latín limis, y significa frontera o borde, pero también como acepción puede referirse al punto en el cual algo llega como término o desarrollo máximo, o bien la expresión de una situación extrema que requiere de atención urgente. De igual manera, puede aludir a una regla o comportamiento social que comprometa al individuo al designio de los acuerdos sociales. El límite entonces puede ser utilizado para determinar lo similar y diferente (Significados, 2022).

Sin embargo, la definición de límite posee una serie de indeterminaciones que pueden ser un ejercicio de referencia para mostrar el sentido de la palabra no como una noción, sino como un concepto capaz de soportar una construcción explicativa de la violencia institucionalizada, legitimada y practicada en un contexto de incertidumbres, discriminación y desigualdad que promueve inestabilidad y vacío en el sujeto.

Nuestro interés está en entender el concepto de límite desde la condición restrictiva de lo individual y lo social. En consecuencia, se entiende el límite como aquello que apunta a algo problemático y que vislumbra lo que no se manifiesta de manera superficial, es decir, aquello que está latente y exige ser revelado desde su naturaleza, mediante la narrativa como vehículo de denuncia y justicia.

Teniendo en cuenta el sentido de lo humano y el peso específico que adquiere la significación de la desigualdad cuando pensamos en las necesidades cotidianas como parte de los horrores sin fondo de la pobreza, pensamos, sobre todo, en lugares propios donde la violencia se ejerce entre unos y otros. En especial, comunidades donde el conflicto, la negación y la pérdida del sentido de lo humano se inscriben en la autodestrucción y en la clausura del porvenir. Son lugares donde la negación del futuro se aprehende en el imperativo de la gramática diaria de la reproducción social. Por lo tanto, el límite tiene que ser pensado como la realidad extrema de un contexto marcado por contradicciones sociales y limitado por la supervivencia y la incertidumbre que impulsan sentimiento de angustia, enojo, resentimiento y venganza. Estos son impulsos detonantes de violencia, tanto física como simbólicamente.

Visto así el límite, entenderemos el término como una categoría que se refiere a lo colectivo y a la invención de un futuro, en tanto que ayuda a mostrar situaciones y condiciones de la realidad social y la desviación del sujeto, atravesada por la ausencia de civismo y la presencia de la pobreza; situaciones que promueven una resistencia colectiva, de esta manera, se normaliza la violencia y se crea la contra-violencia como una estrategia para mirar, sentir y vivir espacios y lugares que exigen en lo inmediato respuestas y significaciones a las acciones producidas por el límite.

Son lugares donde se compromete transgeneracio-nalmente el destino de niños y jóvenes en una sucesiva lucha marcada por la subsistencia de una vida contenida en la práctica de límites. En ese sentido, el límite deber ser entendido como un analizador, es decir, como un revelador de la realidad, o como el indicador de un conflicto que nos condena a un mundo social imposible de substraerse por las limitaciones propias de acceso a educación, salud, alimentación, vivienda digna y a un trabajo bien remunerado (Ciabattoni, 2012).

Por lo anterior, es importante entender el límite como algo que apunta a una problemática, algo no manifiesto, algo latente que mantiene a la población en una condición de zozobra y que la hace renunciar a su condición de libertad; por un lado, por la inseguridad en la que se vive, y por otro, porque muchos grupos de población bajo estas condiciones han sido presas de una violencia política que se ha encargado de reproducir sus problemas sociales y de crear una condición de manipulación y de formas de organización corporativizadas que lucran con su desgracia y los mantiene al límite bajo una imagen de apoyo social.

De esta manera, cientos de barrios populares y colonias son el nutriente de prácticas políticas que mantienen, cotidianamente en el límite, a sus integrantes bajo situaciones verdaderamente dolientes y en circunstancias precarias y de marginación; hombres, mujeres y jóvenes son subempleados y engañados con promesas y apoyos sociales como una estrategia de dominación del poder político de turno. Se trata de una condición radicada en la producción de violencia que fragmenta a los grupos sociales y busca mantener sus prácticas con la idea de conservar un control horizontal en cada barrio o colonia.

Entonces, se debe pensar el límite como un revelador de la realidad y un indicador de un conflicto, que apunta a algo problemático, no manifiesto y latente, que se hace necesario expresarlo mediante la narrativa de sus actores para entender su naturaleza, sus tiempos, sus acciones y los conflictos.

De esta forma, mediante la idea de límite construiremos una interpretación de la violencia, la desigualdad y la pobreza con intención de mostrar y narrar los matices y las condiciones que forjan el destino de los sujetos que viven atrapados en las franjas del límite y el conflicto cotidiano de la supervivencia y las dimensiones de la pérdida del sentido de lo humano; por eso, se formulan las siguientes preguntas: ¿qué es vivir en el límite? ¿Cómo y qué condiciones intervienen cotidianamente en la vida de los sujetos para pensar que viven en el límite? ¿Qué relación guarda una condición límite con la violencia?

Estas preguntas nos conducen a una problemática donde se establece una conexión con otras cuestiones o fenómenos sociales, son preguntas que se vuelven generadoras, ya que poseen significados que pueden ser entendidos desde el marco de lo que concebimos como límite, por este motivo, el límite se convierte en una categoría analítica, tanto teórica como de análisis empírico, que responde a necesidades conceptuales y exige la creación de parámetros durante la recolección y análisis de la información (Pinilla, 2006). Además, la violencia se mira desde las condiciones de los límites humanos y sus dimensiones más extremas, cuyo significado se expresa en tragedias y sacrificios de su condición humana.

Por lo tanto, pensamos que el límite, construido como una categoría, tiene que ser formulado desde un problema específico practicado, valorado y anclado al mundo social y a las formas de organización e interpretación de lo vivido.

Los analizadores

El analizador se debe entender como un proceso o dispositivo que nos ayuda comprender la realidad social, es una metodología que nos asiste en la comprensión de los componentes de un fenómeno para su análisis. De manera tal que facilita paso a paso la construcción de un conocimiento, mediante la observación, la descripción o la narración de un objeto en estudio (Ciabattoni, 2012).

Algunos acontecimientos, acciones o experiencias cargadas de símbolos se vuelven reveladores de condiciones individuales y colectivas al poner en descubierto los límites que desbordan, desarraigan o desvían al sujeto. Entonces, son condiciones desde las cuales se puede analizar una realidad y aquellos elementos que la determinen.

Por lo tanto, el analizador se convierte en un dispositivo creado por el investigador para leer la realidad Esto se da mediante un proceso que paso a paso muestra datos e información, con lo cual se crea un conocimiento a través del universo de observaciones, narraciones, descripciones o relatos de un problema en determinados espacios.

Esta información no se plasma a través de datos, también se encuentra instalada en la memoria de los actores y en las escenas cotidianas de su mundo social. Son acontecimientos disolventes cargados de experiencias simbólicas, que anulan la vida del sujeto, su libertad, su seguridad y clausuran su futuro (Ciabattoni, 2012).

El analizador es entonces una especie de niebla que paso a paso va revelando estrechamente las condiciones, los temores y las expectativas, tanto individuales como colectivas, de una población; además, muestra su suerte de víctima o de victimario mediante la lectura de los datos, en tanto que son ellos los que nos aproximan a problemas conocidos o desconocidos que se reafirman en la cotidianidad.

Es así como el límite, visto como categoría analítica se vale de analizadores como la violencia delictiva, la desigualdad y la pobreza para ser mostrado como un impulso de supervivencia o destrucción, o bien como un detonante de comportamientos violentos promovidos por la frustración, el enojo, la envidia o la venganza.

Entonces, el límite visto desde los analizadores no se piensa como una dimensión geográfica o borde fronterizo, más bien como la expresión simbólica de condiciones extremas y complicadas que redefine el imperio de la socialidad y el sentido de lo humano, por eso, al verlo como una tragedia, como una metáfora que envuelve restricciones produce choques y conflictos en la trama de los deseos y la demanda de las necesidades cotidianas.

De estos analizadores del límite no solo sobreviene la violencia, sino que también exhibe la exclusión y las diferencias sociales, explican las formas perversas en que la violencia se muestra en espacios y escenas que se traducen en abismos sociales marcados y señalados por los otros como imperios de la ilegalidad, la delincuencia, la corrupción, donde se siembra exageradamente el temor, el horror y las diferencias sociales; lugares donde el deterioro del tejido social, la desconfianza y la inseguridad son el resultado del fracaso de las políticas sociales.

De esta forma, un analizador se convierte en una herramienta metodológica que exige ser vista desde los datos y en correspondencia con el flujo de información necesaria para mirar e identificar aquellos otros indicadores que nos ayuden a entender el límite y sus implicaciones en la edificación y la práctica de la violencia delictiva.

Fragilidad y violencia

En este sentido los analizadores ayudan a mostrar las conductas que son el resultado de las condiciones intrínsecas de los sujetos y los detonantes del comportamiento violento en el proceso de degradación que sufren los sujetos cuando son marginados o desprovistos de su condición de sujetos.

En la condición de límite, que se acerca al nivel de supervivencia, la violencia se convierte en una herramienta o estrategia de vida, utilizada en la defensa de la integridad física y emocional, que en algunos casos el sufrimiento se vive como placer. En esta condición los sujetos son abyectos, rompen con los valores esgrimidos por la cultura de racionalidad social, ya que, lo abyecto, entendido como la expulsión, se opone al sujeto visto como una amenaza. Otro detonante importante es la ira, la rabia, la cólera y la venganza. Son comportamientos promovidos por el sentimiento de injusticia, frustración y envidia. Estas son expresiones de vulnerabilidad y fragilidad humana.

Estas dos condiciones, además de la fragilidad, crean la abyección, entendida como aquello que no respeta los límites y las reglas, escapa de lo puro, de lo común dentro de lo diferente. En consecuencia, el sujeto en condición de fragilidad despliega su deseo de poder para así hacerse valer y prevaler, mediante la imposición de la fuerza como una acción que le permite autoafirmarse. La incertidumbre desestabiliza, produce miedo, rompe los vínculos afectivos; por eso, lo abyecto pulveriza al sujeto, lo excluye de la sociedad y lo considera como una amenaza. Es así como se convierten en sujetos excluidos de la norma reguladora de lo social y son desprovistos también de su dignidad como humanos (Ortega, 2010).

Los abyectos son sujetos despojados de su condición de lo humano, de su dignidad, de su sentir como humanidad, y se muestra en sus cuerpos, mediante las cicatrices dejadas por la violencia, por la condición de salud, por las manifestaciones grotescas de la supervivencia; otros signos aparecen por el abuso, el alcoholismo, la drogadicción, la suciedad, y lo deforme de las políticas sociales, que con sus ausencias y con sus vacíos multiplican el maltrato social y físico.

En cuanto a los espacios abyectos están la violencia y la criminalidad, espacios deformados por el límite visible de la desigualdad; espacios donde las prácticas perversas son comunes y cotidianas entre los sujetos, prácticas que se vuelven una regla, una ley que corrompe y desmarca al sujeto de la socialidad para imponerle una interdicción, propia de lo perverso, al subestimarlos por su vulnerabilidad. Son a su vez, sujetos manipulables por la voluntad de otros individuos vulnerables, que buscan y se alimentan de los más débiles; sujetos cuyo comportamiento los orilla a vivir bajo el presagio de la muerte como resultado del beneficio propio de las prohibiciones sociales; son sujetos que capitalizan el límite y sus emociones en un espacio plagado de angustias, prejuicios y violencia; sujetos que viven en el abismo cotidiano de la desgracia, la falta de afecto y el despojo social emocional y económico (Ortega, 2010).

En estos lugares, la violencia emerge como una estrategia para lograr satisfactores. Es una herramienta de poder y control para sentirse menos frágil. Aquí la violencia se convierte en una acción de defensa, asociada a la sobrevivencia; con la violencia y la marginación, en estos espacios se confabulan la precarización del empleo, desempleo y subempleo, para promover comportamientos causados por el sentimiento de fragilidad y vulnerabilidad, pero siempre como resultado de una lección propia.

La marginación extrema no solo trastoca la vida social, por el contrario, se vuelve un caldo de cultivo para la promoción de la violencia, como resultado de la hostilidad y la creciente distancia social y económica con otros sujetos y con otros espacios. En esta condición, la violencia se vuelve un escenario recurrente, donde se redimensiona su expresión estructural y simbólica como resultado de los aprendizajes y las costumbres ligadas tanto a los estímulos como a las emociones (Wacquant, 2001).

En estos espacios, la etnofobia, la marginación y el miedo al otro marcan un tipo de pobreza medida por la miseria y el límite de la supervivencia. Son espacios desconectados de las economías nacionales, donde los lazos afectivos se articulan a las experiencias de supervivencia, reclamos, frustración, limitaciones, desamparo y estabilidad social. En estos espacios, la violencia emerge de la hostilidad, las descalificaciones, el despojo, las agresiones y las carencias, como parte de un modelo involucrado en convivencia como modo de vida y como raíz de un fenómeno transcultural y transversal. La violencia es entonces la expresión de un fenómeno que nace en lo cotidiano y en la experiencia social (Ortega, 2010).

Todos somos sujetos frágiles, en tanto que todos tenemos deseos de tener y de poder para valer y prevalecer, de suerte tal que todos experimentamos el deseo de tener, o poseer cosas, bienes o dinero. Sin embargo, para quienes se les ha sido negada la oportunidad, estos deseos pueden satisfacerse por medios que podrían ser calificados como antisociales o destructivos. Se trata sin duda, del epifenómeno del límite y la violencia, que se da bajo una doble vertiente: la precariedad y la fragilidad.

En estas colonias o espacios, las políticas sociales apuntan al clientelismo y la contención punitiva de una miseria justificada por un discurso político de la asistencia y de la lástima, que delega la justicia social en programas horizontales de protección y apoyos de subsistencia y tiende a mantener y reproducir la vida y la pobreza en el límite y la inseguridad en todas sus expresiones.

Por ejemplo, la inseguridad de un empleo se convierte en una condición de inestabilidad en lo cotidiano que se traduce en un temor, frustración, enojo y venganza. En otro caso, se proyecta como conductas desviadas, en la figura de delincuencia y adicción, todas las expresiones de la decadencia social y el desamparo (Wacquant, 2001).

Figura 1 Detonantes del comportamiento delictivo 

Los motivos de la participación en actividades delictivas por parte de jóvenes, hombres y mujeres son complejos (Figura 1), lo cierto es que en algo interviene la injusticia social, en tanto que muchos de estos sujetos se conciben a sí mismos como ciudadanos de segunda. Sin embargo, es importante subrayar que no por ser frágiles, vulnerables o desvalidos se es violento o delincuente; por el contrario, la violencia puede tener como un promotor la falta de oportunidades o también las condiciones de riegos en algunas comunidades, pero sí se tiene que reconocer que la violencia social se concentra con mayor frecuencia en espacios o sectores con mayor desigualdad; en consecuencia, la violencia es atada a formas específicas de organización social (Fritz et al., 2004).

Es evidente entonces, que las condiciones de una vida marcada por el límite de la supervivencia no solo ha sido alimentada por el remplazo de un estado de bienestar y el culto a la eficiencia, la competencia y la ganancia inmediata, también han abonado los partidos políticos y las condiciones de remplazado y pérdida de la empatía y el sentido de lo humano, que han terminado desmantelando patrones culturales que tradicionalmente facilitaban la cohesión para recrear nuevas condiciones en las que el trabajo perdió su valor.

Son patrones formados por una política alimentada por la subsistencia y la vida en el límite, son nuevos patrones de comportamiento supeditados a la satisfacción de beneficios sociales y las dádivas frecuentes que los grupos políticos destinan a miles de sujetos diariamente, que de manera libre y por adhesión ideológica o beneficio personal disfrutan de dichos beneficios.

Ahora bien, ¿qué significan estas condiciones para entender el límite como una categoría de análisis? Sin duda, son los analizadores los que ayudan a mostrar paso a paso los efectos perversos que confieren el uso de la violencia a cientos de sujetos que la utilizan como una estrategia de supervivencia. Por eso, la violencia es vista como un criterio de contención y confrontación de la pobreza, o más bien como una acción disruptiva del orden social que ayuda al mantenimiento, reproducción y funcionamiento de muchos grupos sociales en el que los vulnerables, adictos y delincuentes se suman como víctimas del abandono social y, se agregan bajo una práctica cultural, donde generaciones de familias transgeneracionalmente se educan y socializan en un ambiente que propicia modos de comportamiento ligados a las carencias y limitaciones, tanto afectivas como materiales y asistenciales que destruyen la dignificación del sujeto (Fritz et al., 2004, p. 49).

Cuando el Estado mexicano reduce el sistema de garantías sociales, el costo a mediano y largo plazo es costoso, en lo económico y social, al conducirnos a un campo propicio para la expansión de la violencia. Creando un sistema vacío y ausente de responsabilidad social, acrecentando las diferencias sociales y profundizando las desigualdades. Es un Estado desvinculado de las garantías y necesidades básicas de su población, un Estado cuyo gobierno instrumenta políticas laxas en la contención de la violencia y el combate contra la pobreza y la desigualdad.

Los archipiélagos del límite

La alcaldía de Iztapalapa, en la Ciudad de México, se encuentra habitada por 1,835,486 personas, el 51.6 % son mujeres y el 48.4 % son hombres. El promedio de edad es de 31 años; además, aproximadamente el 40 % (772,585) de ellos vive en situación de pobreza extrema o moderada. Su población se distribuye en 15,809 habitantes por Km2 mientras en la ciudad es de 6,202 por Km2 y el 45 % de su actividad económica se concentra en el comercio y los servicios (Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2020).

Según el informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito [UNODC] (2021), entre 2015 y 2020, la violencia familiar registró un aumento del 47.5 %, mientras que delitos como el abuso sexual (141 %) y la violación tuvieron un aumento de más del doble, al llegar al 94 %. Durante este mismo periodo los registros de robo en sus distintas modalidades presentaron una disminución del 7 %, según datos obtenidos por la evaluación realizada en la alcaldía; también se advierte una ligera disminución, específicamente, en el robo a transeúnte (18 %) y el robo de vehículos (19 %). En el caso del robo a negocios se presentó un aumento del 11 %. Los tres delitos de robo representan el 56 % del total reportado. En cuanto a la delincuencia organizada, el tráfico de drogas y de armas representan una amenaza externa para la gestión de la seguridad urbana de Iztapalapa. Los principales mecanismos de control utilizados por los grupos delictivos organizados son el miedo y la coerción (UNODC, 2021). Otra característica es que en la alcaldía Iztapalapa existe un alto consumo de alcohol y drogas que afecta principalmente a la población de jóvenes, niños y adultos, además, el consumo de drogas usualmente comienza entre los 12 y los 18 años, siendo la marihuana, los inhalantes y el crack las principales drogas consumidas.

Por su parte, el barrio y el pueblo de San Lorenzo Tezonco, también en la Ciudad de México, constituyen una de las zonas más marginadas de la Alcandía de Iztapalapa, y también es identificada como una de las cuatro colonias más conflictivas de la Ciudad, junto a la Morelos, el Rosario y San Juan de Aragón, ubicadas en las alcaldías Cuauhtémoc, Azcapotzalco y Gustavo A. Madero (Aguayo, 2022).

El barrio y pueblo de San Lorenzo Tezonco (Figura 2), según datos del Sistema de Información de Desarrollo Social, posee un alto grado de margina-ción. Además, el Consejo Nacional de Población (CONAPO) y con base en el Censo de Población y Vivienda 2020, estas mismas unidades territoriales, concentran una población total de 7,880 habitantes.

Por su parte, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana refiere que en marzo de 2020 la alcaldía Iztapalapa fue la demarcación con mayor percepción social sobre inseguridad pública, de la Ciudad de México. El 91.3 % declaró sentirse inseguro, porcentaje de los más altos en el país, cuyo promedio registrado a nivel nacional fue de 73.4 %. Además, se advierte que el 76.1 % de los habitantes de la alcaldía presenció o escuchó sobre robos o asaltos en los alrededores de su vivienda, mientras que el promedio nacional es de 60.6 %; lo que implicó que un alto porcentaje de la población, cambiara sus hábitos por temor a la delincuencia, es decir que el 76.8 % dejó de llevar cosas de valor, el 67.7 % evitó que los menores salgan de su vivienda, el 57.1 % desistió de caminar por la noche en los alrededores de su vivienda y el 40.5 % prefirió no visitar parientes o amigos en la colonias más conflictivas (Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 2020).

Nota. Fiscalía General de Justicia CDMX. https://www.datawrapper.de/_/eZa9E/

Figura 3 Narcotienditas en la CDMX 

Sin duda, es un espacio cuya realidad se encuentra marcada por escenarios particulares e historias atrapadas en las contradicciones sociales, económicas, políticas y culturales de una colonia trazada por las fronteras entre sus pobladores, entre los sueños de unos y las prisiones creadas de manera directa o indirecta; con el deterioro social, la violencia delictiva y el paso marcado por las drogas y su consabida relación con el robo a transeúntes, homicidios y delitos de alto impacto. Son escenarios, agregados por relatos de dolor, violencia, carestías y desesperanza.

Escenarios donde el incremento de los delitos, coinciden tanto con los desajustes económicos, como con el deterioro social, la pobreza y la desigualdad. Por ejemplo, de acuerdo con un informe de la Fiscalía General de la Ciudad de México (2019 - 2022), 8.322 personas han sido puestas a disposición del Ministerio Público por el delito de narco menudeo (Figura 3). 4.008 detenidos, corresponden a Iztapalapa (Vela, 2022).

En estos espacios, los procesos de exclusión social, empobrecimiento y violencia sobrepasan el límite de la condición humana y arrincona a sus pobladores en el umbral de un aislamiento franqueado por la secularización de los límites entre el bien y el mal, entre la legalidad y la ilegalidad, entre lo normativo y lo disruptivo.

Mi hija está detenida, es adicta, consume todo tipo de drogas..., la detuvieron porque vendió a uno de sus hijos. Tuvo gemelos y vendió a uno, el otro no sabemos dónde está o que fue de él. Ella tiene otros hijos: una niña que está en sexto año, otra en cuarto, un niño en tercero y el gemelo. Los gemelos son hijos de otra pareja. El padre de los primeros hijos murió drogado, después ella se juntó con el papá de los gemelos. Para su vicio utilizaban el dinero de las becas que reciben los niños de la escuela. Los niños ni comían, dejaban de ir por días a la escuela, siempre andaban sucios. Me platicaron los niños que la veían cuando se acostaba con otros hombres en el cuarto donde vivían. A la niña grande la vendió a un señor de un bar que está el Tláhuac, además ella era abusada por la pareja de mi hija, pero recuperé a mi nieta, la busqué y la encontré en otra colonia, por allá en Azcapotzalco, ella me platicó todo lo que le hacia el novio de mi hija y su suegro. Vivimos aquí, en este cuarto rentado, yo trabajo en una cocina económica del mercado, no gano mucho, pero con eso la vamos pasando, mi esposo está muy enfermo y, cuando puede, vende pan y con eso nos ayudamos, soy el único sustento de mi familia. (s/d comunicación personal, 13 de abril de 2022)

Se trata de espacios, o islas dentro del complejo urbano de la ciudad, que expresa nuevas formas de subjetividad, cuya emergencia se asocia a la construcción de una serie de comportamientos que culturalmente mantienen una relación directa o indirecta, no solo con la violencia, sino con la marginación y la delincuencia. Son espacios del miedo, el peligro y la inseguridad, entrelazados con registros estadísticos y su contante señalamiento como territorios de mayor registro de delitos.

Son espacios, donde el proceso de diferenciación socio-espacial ha generado vacíos gubernamentales e intenciones políticas para frenar la violencia delictiva y los profundos procesos de exclusión y desigualdad social que se vive cotidianamente. Son escenarios marcados por el vacío institucional y el desdibujamiento del sujeto, al ser vistos como un usuario de programas sociales y como potencialmente un voto o un manifestante más que es fácil de gestionar. Son habitantes de un complejo archipiélago en condiciones de orfandad, así como muchos niños y jóvenes que han vivido la ausencia de los padres; los habitantes desprotegidos de estos archipiélagos son huérfanos de justicia, hombres sin ley que viven regidos por códigos morales de carácter contingentes que les imposibilita la solidificación de lazos de socialidad (Arteaga, 2010, p. 172).

Estoy sola, el papá de mis hijos nos dejó, no sé nada de él. No sé si viva o donde ande, por eso dejaba a mi hijo con el vecino. Siempre me pareció una buena persona, era amable y parecía que le gustaban mucho los niños. Trabajo en una farmacia y tengo que salir muy temprano, por eso encargo a mi hijo con el señor, pero con el tiempo vi que mi hijo, bajó de peso y no hablaba, le daba vitaminas, pero vi que no mejoraba, hasta que un día me dijo que el señor le hacía cosas. De inmediato levanté un acta en la delegación, pero como vino el Covid, no pasó nada, aquí sigue el señor. Es mi vecino, lo vemos todos los días. No puedo irme a otro lado, apenas compré este departamentito, no tengo a nadie, llegué aquí, al pueblo, por mi esposo, pero no tengo más familia, me preocupa mi hijo, porque tengo que dejarlo mucho tiempo solo, lo bueno es que me ayuda una señora que conocí, bueno espero que se porte bien, la verdad ya no sabes, la gente es mala. (s/d comunicación personal, 11 de abril de 2022)

La violencia estructural y las condiciones en las que especialmente se desenvuelve la cotidianidad de las personas crea conflictos emocionales y físicos, cuyo límite se vuelve una oportunidad para el abuso y la transgresión de los menores. Se trata de una muestra de la precariedad en todos los sentidos que se vuelve una oportunidad para proliferación de delitos y particularmente con consecuencias directas en los menores.

Vivimos en estos dos cuartos, desde hace como año y medio. Antes vivíamos con la familia de mi esposo . allá por el mercado, con mis cuatro hijos, porque el más grande vive con mi mamá, está con ella desde chico, es hijo de otra pareja y lo dejé con su abuela porque mi esposo no lo quiso. Mis dos hijas tienen problemas (discapacidad intelectual) y los gemelos, uno no puede hablar bien y el otro tiene problemas visuales. Me separé porque donde vivíamos estaba toda la familia de mi esposo. Además, uno de sus tíos abusó de mi hija, la más grande, y lo peor es que mi esposo embarazó a su sobrina de 17 años y quería que viviéramos todos juntos. La verdad, no me gustó eso, por eso me salí., aquí no la pasamos también, pero al menos, no tengo que soportar estar con su otra mujer. El otro día hablamos y acordamos que se quedara con uno de los gemelos, al menos así, con las becas de la escuela y con lo que saco haciendo el quehacer en algunas casas, ya con eso la pasamos. (s/d comunicación personal b, 11 de abril de 2022)

La precariedad en todos sus sentidos y la cultura en muchos de los casos se asocia a experiencias perturbadoras que ponen de manifestó la violencia en la pareja, en la familia y en el grupo social.

Desigualdad y el límite

La desigualdad no solo provoca la pérdida de cohesión social, también fragmenta los espacios materiales y produce un efecto destructivo en la existencia de los sujetos, pero cuando la desigualdad impacta de manera directa en la condición económica vulnera su desarrollo y equilibrio emocional y físico, e incluso fomenta el enojo, el rencor, el odio y la venganza creando conductas disruptivas y depredadoras que limitan el mantenimiento social y el desarrollo físico-emocional del sujeto. La desigualdad afecta a las personas, grupos sociales y territorios de un modo muy diferente, además, no solo conlleva al agravamiento de las diferencias socioterritoriales, sino al advenimiento de otras nuevas (Caravaca, 2022), contribuyendo al deterioro de los vínculos sociales.

Estas condiciones pueden ser observadas en espacios donde se hacen notar, no solo por sus condiciones de desigualdad, sino también por sus problemáticas y la imagen que producen frente a la opinión pública como sensación de inseguridad.

Son espacios donde la violencia, en todas sus expresiones, es considerada como un recurso cotidiano, es una forma habitual en la estructura de organización y operación de la vida diaria. Lugares donde las condiciones de desarrollo social y la violencia delictiva se conjugan con los umbrales de una vida marcada por el límite.

Tengo toda la vida viviendo en el barrio, mi esposo trabajaba en una moto-taxi. Un día que estábamos en la gasolinera llegaron unas personas en un carro y le dispararon. A mí me dieron siete balazos, estuve tres meses en coma. Mi esposo murió luego. (.) Tuve tres hijos con él, la primera nació cuando yo tenía 16 años,. vivíamos en el mismo terreno con toda su familia, entre sus papás, abuelos, hermanos, tíos y sobrinos, muchas familias. Nunca nos casamos, solo me fui a vivir con él. Luego nació mi otra hija y después mi hijo. Cuando salí del hospital y me sentí mejor fui con mi mamá a recoger a mis hijos que se quedaron con la familia de su papá. Mi mamá no quería que les pasara nada a mis hijos, pues mi esposo, así como sus hermanos, tíos y su papá, se dedican a vender droga. Hoy quien nos ayuda económicamente es mi mamá porque yo no trabajo, tengo que dedicarme a mi otro hijo de dos años. Él es hijo de otra pareja, la conocí hace dos años, me embaracé y nació mi bebe, pero a los tres meses se le cayó de los brazos a su papá y el niño tiene lesión cerebral, yo tengo que estar todo el tiempo con él, su papá cuando se enfermó el niño me dejó, no me ayuda en nada, se fue. Por eso mi mamá nos ayuda, y completamos con las becas que reciben los niños de la escuela, con eso la vamos pasando. (s/d comunicación personal, 15 de abril de 2022)

El límite, como lo hemos mencionado, es un concepto que contiene causas complejas, articuladas al tejido de un entramado que se enmarca en lo económico, lo político y lo social y se manifiesta en una aguda crisis de la justicia y los abusos por parte del poder político. Así, la desigualdad y el límite se vuelven un conductor que marca el maltrato infantil, la violencia intrafamiliar, las condiciones de salud, la alimentación y la educación. Todas, son forma de cuantificar el sentido ordinario del desarrollo y la esperanza a futuro de muchas generaciones.

En este sentido, los efectos indeseados de la lógica económica, política y social, y su relación con el límite son tan complejos como desiguales, de ahí que sean expresados en la devastación de los espacios y en las acciones realizadas por sus pobladores, que en cada uno de los sucesos violentos que se contabilizan en estas colonias, barrios o pueblos no solo se mide el producto de una decisión personal, sino que también son el resultado de una compleja red de condiciones que trastocan el sentido de humano y esto es un indicador de la marginalidad que se vive allí.

De ahí que sea tan importante la relación entre desigualdad, violencia y límite, que como fenómenos muestran una interpretación de la injusticia social, sin hacer apología frente a la amplia gama de lecturas sobre la violencia y la criminalidad; De esta manera, la relación entre desigualdad, pobreza y violencia se convierte en una base para interpretar tanto la estigmatización como la geometría del conflicto social y los vacíos o ausencias de responsabilidad del Estado mexicano.

La inestabilidad económica y política impactan de manera directa en la expansión de la violencia en la vida cotidiana, sobre todo en aquellos grupos sociales considerados como más débiles; basta darse una vuelta por algunas de las colonias y barrios de las alcaldías de la Ciudad de México. Sus calles y sus habitantes describen la violencia y las condiciones en las que viven muchas familias.

El alcoholismo, la drogadicción y los actos de violencia son el impulso de las violencias; además de la frustración, el enojo y las promesas no cumplidas de muchas campañas políticas que se suman al incremento de denuncias por violación, abandono y violencia intrafamiliar. Son acciones que terminaron disolviendo los sentimientos de seguridad, desarrollo y esperanza a futuro de muchas generaciones.

Mi hija se fue con un tipo, anda por aquí o por allá, en la calle, toda borracha y drogada, cuando se fue con el tipo este, me dejó al niño, que porque, el hombre no lo quería, pero que bueno. (...) porque nada más se andan drogando y tomando por la calle; además, ese tipo no es su padre y qué bueno que tampoco está con él porque su padre ha estado dos veces en el reclusorio, primero por robo y luego lo acusaron de secuestro. (...) la verdad no le ayudan en nada, ahí anda con los de la esquina vendiendo droga. Por eso pensé que lo mejor es que mi niño esté con nosotros, al menos no se junta con eso malvados, todos ellos son gente mala y mi niño es bueno, no merece aprender esos malos hábitos. Mi esposo y yo, nos dedicamos a la venta de paletas, aquí las preparamos con mi esposo y las vendemos en el tianguis, mi nieto nos ayuda a vender y a preparar las paletas. Tengo que estar fuerte para ayudarlo. Mire, ya tenemos nueve años que no tomamos nada de alcohol, antes sí teníamos el vicio, pero desde que tengo a mi nieto, no, ya nos alejamos, además ya no estamos para esos trotes. (s/d comunicación personal, 13 de abril de 2022)

Como se puede apreciar, la trayectoria de vida de muchos niños y jóvenes ha estado marcada por la precariedad, las adicciones, el maltrato y el abandono por parte de los padres, así como por la desintegración familiar, el alcoholismo, el desempleo y los problemas se salud; además, gran parte de esta violencia se da en complicidad con la familia. Es una violencia reproducida en la familia y produce tensiones, rupturas y desajustes sociales.

Conclusiones

La construcción de una categoría de análisis y sus analizadores contribuyen significativamente en el estudio sistemático de un problema social. Son semejantes a una cadena de información que produce un conocimiento específico, Así lo demuestran los datos que hemos obtenido de la colonia y el barrio de San Lorenzo Tezonco de la Ciudad de México, son datos que se van ensamblando como piezas de un rompecabezas que, al formar una totalidad, proporciona la imagen completa del escenario en que se trabajó.

Las escenas son narradas sin ninguna vacilación por quienes las experimentaron y quienes día a día nos describen su condición de vulnerabilidad y su vinculación directa con el narcomenudeo, las adicciones y las condiciones de violencia social, de las que no puedes escapar; son experiencias con las que se cruzan diariamente.

De esta manera, la desgracia y la exclusión social son fenómenos que se explican por las condiciones de pobreza y por las formas de comportamientos en los pobladores de estas colonias. El carácter inverosímil de dicha condición se suma a la falta de oportunidades y la clausura de un futuro certero. Son circunstancias que nos explican la relación entre desarrollo, pobreza, límite y violencia, aspectos que según Maffesoli (1993), en el sentido de la experiencia social, tienen un potencial cognitivo para crear conocimiento de un problema delimitado que fomenta y estimula comportamientos delictivos, tal cual como lo muestran los testimonios recuperados al poner de manifiesto lo apocalíptico de algunos contextos de vida y la vinculación de las historias personales con la violencia, como una estrategia de vida que afecta no solo el desarrollo personal, sino la educación y el crecimiento de los hijos e integrantes de las familias. Condiciones que ponen entre paréntesis los valores, el sentido y la significación de lo humano.

Aquí, las fracturas en la estructura de las dinámicas familiares se caracterizan por la ausencia del padre, como resultado de las adicciones, la violencia o la muerte, todas estas acciones desencadenan no solo el abandono de los menores, sino la violencia directa como el abuso y las vejaciones. Asimismo, cuando los menores quedan bajo el cuidado de abuelos, tíos o parientes, que no necesariamente lo hacen como un acto de amor sino como una condena, se evidencia un abandono que a su vez puede originar más violencia. Lo más lamentable es que muchos de esos menores terminan repitiendo las mismas historias de abandono con sus propios hijos. Sin embargo, a pesar de la ausencia de madre en algunos casos, es la imagen materna la que crea un fuerte lazo simbólico de solidaridad y de esperanza.

Estos espacios, donde la concentración de población es alimentada por la migración, la despersonalización, la precariedad y la falta de acceso al empleo, educación, salud y seguridad favorecen las prácticas de violencia en todas sus expresiones, así como la degradación del sentido de lo humano expresado en las adicciones. Son espacios heterogéneos, donde los vínculos comunitarios son laxos y débiles.

La precariedad en el empleo, el subempleo y el empleo informal se suman al debilitamiento de las estructuras en la organización familiar y el consumo de drogas, que terminan articulándose al narcome-nudeo, creando víctimas ocasionales que los hunden en peligrosos abismos, que termina aniquilando al sujeto y a los que le rodean. Los testimonios mostraron que el consumo de las drogas comienza en casa y con ello se inicia la enseñanza de una vida delictiva que desata peleas y robos menores para después entrar en una espiral descendente en el quebranto de la condición humana.

Es importante resaltar que a pesar de que el narcomenudeo y el consumo de drogas es percibido como algo negativo en la comunidad, siempre es algo que seduce a muchos hombres de la colonia, por ejemplo, uno de ellos decía: "Yo veo muchas series de narcos, y le digo algo, me gustaría ser como ellos, veo que él (...) trae una camioneta muy padre, además siempre tiene dinero y se la pasa súper chido, . yo la verdad en la primera oportunidad que tenga, si me invitan, le entro" (s/d comunicación personal, 13 de abril de 2022).

Es evidente que la seducción del narcomenudeo y la violencia delictiva, está sostenida en buena medida por el deterioro de los vínculos con las instituciones sociales, sobre todo porque el narcomenudeo ha logrado establecer relaciones directas o indirectas con muchos integrantes de la comunidad, que no solo fomenta la venta de drogas, también crea una relativa flexibilidad en la tolerancia a los atracos a transeúntes y la violencia entre pequeños grupos, es decir que la violencia impone formas de comportamientos, valores y conductas.

Es importante subrayar que no todos los niños, jóvenes y familias, a pesar de vivir en el mismo contexto, experimentan las mismas condiciones ni tampoco se encuentran involucrados en actividades delictivas; si bien, muchos viven en condiciones de precariedad, no todos participan en actos delictivos.

Las condiciones de una vida al límite han llevado a procesos de desesperanza y al quiebre de la dignidad y el sentido humano, utilizando la violencia como una herramienta de supervivencia que primero se inicia con el robo menor, luego con la venta de drogas y después con delitos mayores. Comportamientos que en parte son resultado del fracaso de las instituciones, la familia, la escuela, la religión y el Estado.

Estas condiciones, paradójicamente, crean una dependencia de los sujetos a su entorno, es una especie de relación ciega marcada por una condición de futilidad que muestra el fracaso de todas las instituciones del Estado y lo vil de su intención al no querer subsanar su vacío, simplemente porque es más fácil administra la pobreza y a los pobres, bajo una condición de límite. Son muchos de estos pobladores que habitan en archipiélagos de la subsistencia, un producto capitalizable políticamente.

Considero que el abandono por parte de la instituciones públicas, en materia de asistencia social, es más que evidente y contrastante, pues las políticas sociales si bien están dirigidas a determinados grupos y sectores de la sociedad no ofrecen una respuesta certera, en la medida que no existe la intención política de un cambio y de un abordaje distinto que coadyuve a la contención y mantenimiento del control de estructuras delictivas; por otro lado, se entiende que aunque no es una tarea fácil de solucionar, hoy por hoy, muchos grupos políticos se siguen beneficiando de estos grandes sectores de población que viven al límite.

Finalmente, lo que nos deja esta reflexión es una gran pregunta con la que concluimos: ¿qué esperanza se puede tener viviendo en condiciones de límite? Sin caer en el fatalismo, simplemente se adopta una postura en la que se considera que el mundo social debe ser analizado y registrado, con el propósito de denunciar las desigualdades y contribuir, mediante la denuncia, a buscar mejores condiciones de vida para muchos grupos de sujetos excluidos de una vida digna y un desarrollo a futuro.

Referencias

Aguayo, S. (2022). Investigando a los cárteles en la CDMX. https://www.eleconomista.com.mx/politica/ Pandemia-dio-un-respiro-a-la-CDMX-en-materia-de-inseguridad-pero-persiste-operacion-de-carteles-observan-expertos-20220222-0097.htmlLinks ]

Aguilar, H. (2022a, 31 de enero). Diez plagas del momento estelar de México. Milenio. https://www.milenio.com/opinion/hector-aguilar-camin/dia-con-dia/diez-plagas-del-momento-estelar-de-mexicoLinks ]

Aguilar, H. (2022b, 7 de marzo). El regreso de las mujeres. Milenio. https://www.milenio.com/opinion/hector-aguilar-camin/dia-con-dia/el-regreso-de-las-mujeresLinks ]

Arteaga, N. (2010). Consolidación de los archipiélagos de la seguridad en América Latina. Espiral. Estudios sobre Estado y Sociedad, 17(49), 163-195. http://espiral.cucsh.udg.mx/index.php/EEES/article/view/1483/1295Links ]

Caravaca, I. (2022). El gran reto de la desigualdad. Impactos socioespaciales. Observatorio de Desigualdad de Andalucía. https://www.siis.net/documentos/ficha/573218.pdfLinks ]

Ciabattoni, M. (2012). El analizador no es un indicador A. I. [Ficha de cátedra]. Universidad de Buenos Aires. https://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/obligatorias/039_psico_institu2/material/docentes/ciabattoni-analiza-dor_no_es_indicador.pdfLinks ]

Consejo Nacional de Población. (2020). Índices de marginación 2020. https://www.gob.mx/conapo/documentos/indices-de-marginacion-2020-284372Links ]

Fritz, G., Southwe, E., y Varela, F. (2004). La sociedad criminal, una criminología de los criminales y de lo no tanto. Espacio Editorial. [ Links ]

Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2020). Censo de población y vivienda 2020. https://www.inegi.org.mx/programas/ccpv/2020/default.html#Resultados_generalesLinks ]

Maffesoli, M. (1993). El conocimiento ordinario. Compendio de sociología. Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). (2021). Resultados del proyecto "Evaluación de la Gobernanza de la Seguridad Urbana en Iztapalapa". https://www.unodc.org/mexicoandcentralamerica/es/webstories/2020/2021_03_30_centro-de-excelencia-presenta-los-resultados-del-proyecto-evaluacin-de-la-gobernanza-de-la-seguridad-urbana-en-iztapalapa.htmlLinks ]

Ortega, L. (2010). Seres Abyectos: ¿La muerte del ser como sujeto? (Aproximación a dos cuentos de Ángel Santiesteban Prats). Revista Cuadernos de Literatura del Caribe e Hispanoamérica, 11, 139-153. [ Links ]

Pinilla, R. (2006). Categorías para la interpretación del relato oral de experiencia. Revista Enunciación, 11 (1), 5-21. https://doi.org/10.14483/22486798.466Links ]

Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). (2022, 20 de mayo). Incidencia Delictiva. SEGOB. https://www.gob.mx/sesnsp/acciones-y-programas/incidencia-delictiva-87005?i-diom=esLinks ]

Significados. (2022). Diccionario de significados. https://www.significados.com/limite/Links ]

Vela, G. (2022, 18 de abril). Van más de 20 mil narco-menudistas detenidos en tres años de gobierno de Sheinbaum en CDMX. Milenio. https://www.milenio.com/policia/cdmx-20-mil-narcomenudistas-detenidos-gobierno-sheinbaumLinks ]

Wacquant, L. (2001). Parias Urbanos. Marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio. Manantial. [ Links ]

Para citar este artículo/To reference this article/Para citar este artigo: Cisneros, J. L. (2022). El límite como experiencia de segregación y violencia; una reflexión desde la Ciudad de México. Revista Logos Ciencia & Tecnología, 14(2), 53-69. https://doi.org/10.22335/rlct.v14i2.1600

Recibido: 04 de Mayo de 2022; Revisado: 26 de Mayo de 2022; Aprobado: 31 de Mayo de 2022

*Autor de correspondencia. Correo electrónico: cisneros.joseluis@gmail.com

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons