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Ensayos de Economía

versão impressa ISSN 0121-117Xversão On-line ISSN 2619-6573

Ens. Econ. vol.29 no.54 Medellín jan./jun. 2019

https://doi.org/10.15446/ede.v29n54.75957 

Artículos

El camino mexicano del lento crecimiento económico: una interpretación espuria de la metáfora del desarrollo como un rompecabezas de Albert O. Hirschman*

The Mexican Way Towards Low Economic Growth: A Spurious Interpretation of the Metaphor of Development as a Jigsaw Puzzle by Albert O. Hirschman

Guillermo Rufino Matamoros-Romero** 

** University of Ottawa, Canadá. Estudiante de doctorado en Economía de la University of Ottawa (Ottawa, Canadá). Correo electrónico: gmata087@uottawa.ca ID https://orcid.org/0000-0001-7137-4710


Resumen

El texto propone una explicación al lento crecimiento económico de México de los últimos años, basada en la visión del desarrollo y los encadenamientos productivos de Albert O. Hirschman en su libro The Strategy of Economic Development. Se expone críticamente el proceso de reformas de mercado puesto en marcha desde la década de 1980. Posteriormente, se contrasta la visión del desarrollo que fundamentó dichas reformas con la visión de Hirschman. A partir de ello se obtienen dos posturas contrapuestas sobre el papel del Estado en el proceso de desarrollo. De un lado, se relaciona teóricamente el desarrollo con los encadenamientos productivos a la manera de Hirschman. Por otro lado, se establecen relaciones empíricas con la medición de los encadenamientos en México utilizando el análisis de insumo-producto. Los resultados respaldan la visión del desarrollo de Hirschman con la evidencia para el caso mexicano en el periodo de reformas de mercado.

JEL: B5; L5; N1; O1.

Palabras clave: desarrollo económico; encadenamientos productivos; economía mexicana; Albert O. Hirschman

Abstract

This paper presents an explanation of Mexican low economic growth in recent years, based on the view of development and productive linkages of Albert O. Hirschman in his book The Strategy of Economic Development. It critically explains the process of market reforms put into practice since 1980's. Thereafter, the paper compares the view of development that supported such reforms with respect to the view of Hirschman. As a result, it obtains two opposing attitudes towards the government's role in the process of development. On the one hand, the paper theoretically relates development with productive linkages in the way Hirschman did. On the other hand, it establishes empirical relations by measuring Mexican linkages using input-output analysis. The results uphold Hirschman's view of development with the evidence for the Mexican case in the period of economic reforms.

JEL: B5; L5; N1; O1.

Keywords: economic development; productive linkages; Mexican economy; Albert O. Hirschman

Introducción

El tópico -o lugar común- al uso afirma que antes de 1983 todo era I- proteccionismo irracional, y que a partir de ese año se enmendó el camino y empezó el tránsito hacia una economía eficiente y competitiva". Gazol (2008, p. 173)

México ha sido objeto de un largo proceso de reformas de mercado desde hace más de tres décadas. Con un discurso cimbrado en la "modernización"1 económica, cada administración entrante posterior a la crisis de la deuda de los ochenta, ha prometido apuntalar el progreso y bienestar general si se da continuidad y profundidad a las reformas de privatización, desregulación y liberalización económica. El discurso de la modernización personifica una visión del desarrollo consecuente con las reformas; en ella, el atraso económico es una enfermedad solo curable por el mercado, y la adopción y puesta en práctica de las reformas de mercado es la puerta de entrada a la modernización económica. Si el intervencionismo estatal fue en el pasado provechoso, fue únicamente porque el estado del atraso era tal que los mercados tuvieron apenas que formarse o conectarse con la ayuda estatal. Sin embargo, en épocas recientes la modernidad necesita que el Estado le seda su lugar al mercado en la conducción del desarrollo.

Esta visión del desarrollo llevó a los policymakers mexicanos a una interpretación espuria de la metáfora del desarrollo como un rompecabezas de Albert O. Hirschman. Pero una lectura genuina de la metáfora ofrece una explicación a las esperanzas frustradas de desarrollo en México, a partir de la medición y comparación de los encadenamientos productivos. El objetivo de este texto es ofrecer una explicación alternativa a la oficial -centrada en más modernización-, acerca del porqué del bajo crecimiento económico de México en los últimos años, bajo la óptica enfocada en la estructura productiva de uno de los pioneros del análisis del desarrollo como lo es Hirschman. Su marco teórico sobre los encadenamientos productivos en el desarrollo fue por él mismo, esquematizado a través de su metáfora del rompecabezas. En ella, el Estado juega un rol esencial en el desarrollo económico nacional, cuya ausencia en el caso de México ha pagado el costo de un bajo crecimiento económico.

En la sección II del texto se explica el proceso de modernización mexicano iniciado en los ochenta después de la crisis de la deuda. Posteriormente, en la sección III, se contrasta la esencia de dos visiones opuestas del desarrollo: la que justificó las reformas de mercado y la de Hirschman en su obra clásica The Strategy of Economic Development -1958, en adelante solo The Strategy-, tomando como hilo conductor la metáfora del desarrollo como un rompecabezas. Luego, en la sección IV se profundiza en la óptica del desarrollo de Hirschman en The Strategy, al recurrir a su concepto de encadenamientos productivos, que busca establecer una conexión directa entre la estructura productiva y el desarrollo. Posteriormente, en la sección V se calcula los encadenamientos productivos de México utilizando el análisis de insumo-producto, con el objeto de ofrecer una parte del diagnóstico del bajo crecimiento económico. La sección VI concluye con un par de reflexiones.

Se advierte que la visión del desarrollo de Hirschman es muy basta como para poder ser reflejada a cabalidad en un texto de este tipo. La estructura productiva sin duda es uno de los aspectos que explican el bajo desarrollo de México, pero es uno de entre muchos otros, y si bien no tratadas aquí, las interrelaciones entre la política, la economía y la historia, dentro y fuera de la estructura productiva, merecen un espacio para hacer justicia a una interpretación más o menos completa de la forma particular del desarrollo mexicano de los últimos años. No fue poco el desgaste de Hirschman (1984) para tratar de hacer caer en cuenta que únicamente transgrediendo el estrecho campo de la economía se es posible observar las "racionalidades ocultas" inherentes a países y regiones con estructuras -y superestructuras- sociales diversas.

La "modernización" económica de México

El proceso de modernización en México empezó más o menos en 1983, tras la crisis de la deuda y durante la administración de Miguel De la Madrid (1982-1988). La modernización se concibió, en palabras de Pedro Aspe2 -a la sazón, uno de sus principales artífices-, como la implementación de una serie de reformas -de mercado- a las funciones del Estado en la economía:

"La estabilización de la economía a través de un manejo realista del presupuesto; la privatización de las empresas estatales; la reforma fiscal; la desregulación económica; la reforma financiera; la liberalización comercial; la renegociación de la deuda externa; y el fortalecimiento a los derechos de propiedad de la tierra, es la nueva manera en que la gente de México está llevando a cabo la ambiciosa reforma del Estado". (Aspe, 1993, p. 12)

El proceso de reformas -incluidas las políticas económicas- dio inicio con la puesta en marcha del Programa Inmediato de Reordenación Económica (PIRE) de 1983, consistente tanto en una reducción drástica del gasto gubernamental -de 17.3% en términos reales- como en un aumento de los precios del sector público (Aspe, 1993). El objetivo era corregir las finanzas públicas y disminuir la inflación. Cosa que no ocurrió sino hasta 1987, con el Pacto de Solidaridad Económica que impuso el control de precios, salarios y tipo de cambio, aunado a una política fiscal y monetaria restrictiva (Moreno-Brid y Ros, 2009).

Grosso modo, las reformas de mercado significaron un cambio en la conducción económica en la dirección de la estabilidad macroeconómica y el achicamiento del sector público: un "Estado esbelto pero fuerte", se decía (Aspe y Gurría, 1993). Al atender esos dos objetivos se estaría encauzando a la economía por el camino del desarrollo y la modernización. Detrás de ello se encuentra la idea de que la participación del Estado en la economía, una vez puesto el marco institucional básico, debe ceñirse a abrir oportunidades de inversión a la iniciativa privada -nacional y extranjera- y favorecer el clima de negocios del país. Así, la mejor política económica es aquella centrada en la estabilidad de precios, salarios y tipo de cambio.

Con esta idea en mente, la administración de De la Madrid se enfocó en la corrección -a cualquier costo aunque no de manera siempre efectiva- de los desequilibrios macroeconómicos, principalmente el presupuestal y el externo. A la par y con miras en el largo plazo, se buscó profundizar el proceso de reformas mediante un extenso programa de privatizaciones, reducciones de impuestos directos, disminución indiscriminada de aranceles, eliminación de cuotas de importación, entre otras medidas desregulatorias.

Además, había que dar certidumbre de que las reformas habían llegado para quedarse. Por ello, el proceso de liberalización comercial y financiera se apalancó institucionalmente. Primero con la entrada de México al GATT -Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio- en 1986. Luego con la firma y puesta en vigor del TLCAN -Tratado de Libre Comercio de América del Norte- en 1994, ya durante la administración de Carlos Salinas (1988-1994).

Por supuesto, la política industrial fue desmantelada con Salinas: se eliminaron subsidios, requisitos de desempeño y de contenido local, incentivos fiscales, esquemas de protección, y demás incentivos de promoción industrial (Moreno-Brid y Ros, 2009). Además, con el TLCAN, el Estado mexicano renunció a las compras públicas como instrumento promotor de la industrialización (Gazol, 2008). Se tenía la confianza de que el mercado, por sí mismo, reasignaría los recursos eficientemente y elevaría el bienestar de la población mexicana.

En otros frentes, la dirección de las reformas fue la misma: más mercado, menos Estado. Se liberalizó la cuenta de capitales y los tipos de interés a finales de los ochenta. En 1994 se le brindó autonomía al Banco de México en aras de que su objetivo único de controlar la inflación en niveles bajos, no se viera comprometido independientemente de la administración en turno. Se convirtió a la banca de desarrollo en banca de segundo piso. También, por aquellos tiempos, se expandió el mercado de tierras al permitir la venta de los ejidos y se eliminaron los subsidios al sector agrícola. Y un largo etcétera en pro de la desregulación y liberalización de los mercados.

En general, el lugar de la política económica, reducida a la política fiscal y monetaria restrictiva, fue el de procurar la estabilidad macroeconómica. Cabe decir, entendida esta última en términos llanos como mantener la inflación baja y estable. Por un lado, la política fiscal ha seguido -con relativo éxito- la máxima del presupuesto balanceado. Esto es, la política fiscal se entiende principalmente como un instrumento de credibilidad macroeconómica en donde, a su vez, cabe un espacio para la política social focalizada en los grupos más vulnerables. En esa línea, la inversión pública no esencial es más un inhibidor que un complemento de la inversión privada. Del otro lado, la política monetaria, entera responsabilidad del banco central autónomo, se ha ceñido al cumplimiento del mandato único: inflación baja y estable, pues se tiene plena convicción de que sólo así el Banco de México puede contribuir al crecimiento económico sostenido.

En suma, la modernización económica inició en la década de 1980 y continuó en 2018. Al menos así lo evidenció la segunda ola de reformas económicas ornamentadas por la administración de Enrique Peña (2012-2018). Ergo, las reformas laboral -todavía con Felipe Calderón en 2012-, educativa, energética, financiera, de competencia y telecomunicaciones, descansan en la noción de que la política económica "solo puede contribuir al crecimiento mediante el control de la inflación, de manera que habiéndose alcanzado la estabilidad macroeconómica -estrechamente definida como inflación baja y estable- no queda más que una agenda de reformas microeconómicas para acelerar el crecimiento" (Ros, 2013, pp. 11-12)3. En este sentido, la visión de la reforma económica de la administración de De la Madrid a la de Peña ha sido en esencia la misma:

"Todo el proceso de reforma del Estado, llevado a cabo con la reforma fiscal, la privatización de empresas públicas, la reforma financiera, la renegociación de la deuda, ha tenido el objetivo único de fortalecer la capacidad del Estado de responder a su mandato básico de garantizar la estabilidad macroeconómica, y un ambiente propicio para la expansión de la producción y el empleo, la erradicación de la pobreza, la provisión de servicios sociales suficientes y oportunos, y la procuración de justicia y seguridad pública." (Aspe, 1993, p. 117)

La(s) metáfora(s) del desarrollo como un rompecabezas

Cuando el proceso de reformas de mercado se encontraba en pleno apogeo -a principios de los noventa-, Pedro Aspe justificó reiteradamente aquella modernización como absolutamente necesaria en el proceso de desarrollo de México. Aspe fue quien, en 1992, presidió la cátedra Lionel Robbins de London School of Economics y quien dio el discurso de apertura de la Conferencia Anual del Banco Mundial sobre desarrollo económico. En ellas adujo la gran relevancia de que México haya elegido el camino de la modernización en los ochenta, a su juicio la única alternativa a la sazón para recuperar el crecimiento económico sostenido y compartido, después de la crisis de la deuda.

En ambos eventos, Aspe (1993) y, Aspe y Gurría (1993), recurren a la metáfora del desarrollo como rompecabezas de Albert O. Hirschman (1958) como esquema explicativo que da sentido económico a las reformas de mercado4. Según la interpretación de Aspe, el proceso de desarrollo puede ser visto como un rompecabezas donde "es más fácil colocar una pieza cualquiera cuando las piezas de al lado están ya en su lugar, mientras que las piezas más difíciles de unir son aquellas con sólo una pieza aledaña" (Aspe, 1993, p. 242). Así, en las primeras etapas del desarrollo se requiere la intervención directa del Estado para encontrar las piezas difíciles, esto es, al principio se hace no solo deseable sino indispensable la abierta participación estatal en el establecimiento y abastecimiento de algunos mercados, la provisión de infraestructura y la creación de instituciones, todo como un prerrequisito para iniciar el proceso de desarrollo. No obstante, su propio progreso hace también indispensable, llegada la hora, el repliegue de la participación estatal -que se supone posee algo así como rendimientos decrecientes en el tiempo-:

"En el ejemplo de Hirschman, una vez que las partes difíciles del rompecabezas han sido resueltas, las piezas restantes comienzan a caer en su lugar casi automáticamente. Lo que esto significa para el rol del Estado en el desarrollo económico es que, después de un periodo inicial de protección e intervención estatal, el crecimiento ya no responde tan fuertemente a un mayor intervencionismo como lo hizo durante las primeras etapas de la industrialización. Además, este análisis transmite la idea de que, puesto el marco institucional básico, el público será mejor atendido por un apoyo indirecto a la actividad económica mediante la desregulación, privatización, liberalización comercial, y un ambiente competitivo que por la participación directa del Estado en las actividades productivas". (Aspe y Gurría, 1993, p. 9)

De acuerdo con esta interpretación, los rendimientos decrecientes de la participación estatal se hicieron presentes ya en la década de 1970. Los síntomas fueron una inflación y un déficit presupuestal crecientes. Era el momento preciso de poner en marcha las reformas de mercado, pero las enormes reservas de petróleo y el acceso a crédito externo postergaron la decisión. Luego, la crisis de la deuda de 1982 fue digamos la gota que derramó el vaso, esto es, "el reflejo de desequilibrios fundamentales que pusieron en peligro la viabilidad de la economía en el largo plazo" (Aspe y Gurría, 1993, p. 10). En este escenario, las reformas de mercado a posteriori fueron la única alternativa para continuar el proceso de desarrollo que se encontraba ya en la etapa que demandaba una ingente liberalización comercial, desregulación financiera y privatización económica.

Esta interpretación adolece de al menos dos graves problemas. El primero es sobre su concepción del desarrollo y el segundo radica en postular la modernización económica como la única opción viable en ese entonces. En primera instancia, ¿es genuina la anterior interpretación de la metáfora del desarrollo como rompecabezas? Hay que recordar que la idea original de la metáfora fue de Albert O. Hirschman en The Strategy, en donde recurre a la metáfora del rompecabezas precisamente para contrastar su visión del desarrollo frente a la idea mecanicista del desarrollo como un proceso lineal en etapas -por ejemplo, del tipo de take-off a la Rostow- (Hirschman, 1958, p. 45)5.

Para empezar, en la metáfora de Hirschman, se supone un rompecabezas interminable, en donde en cada periodo se dispone de un número limitado de piezas a elegir. Lo que "es consistente con la visión de que el proceso de crecimiento es uno infinito, pero que en cualquier punto en el tiempo solo un número limitado de pasos posibles está dentro del horizonte de los tomadores de decisiones" (Hirschman, 1958, p. 82). Esto es, no existe un umbral por encima del cual se supongan rendimientos decrecientes a la participación estatal que haga imperativo su repliegue. El desarrollo es más un proceso continuo y ajeno a las etapas, que no tiene que ver con más o menos participación estatal en la economía; y sí con una estrategia secuencial de toma de decisiones -que naturalmente involucra cierto grado de participación estatal, restringida siempre a un abanico de múltiples opciones posibles-. En Hirschman, el rol del Estado en el desarrollo es pragmático; no hay una receta que especifique el grado óptimo de intervención económica. Creemos que a ello se debe que utilizara el término de estrategia del desarrollo, para distanciarse de términos como planeación comprensiva que, tan de moda en ese entonces, presuponen una muy alta participación Estatal.

Además, Hirschman hace hincapié en que el avance en la construcción del rompecabezas que es el desarrollo, no solo depende del número de piezas adyacentes ya colocadas cuando se va a dar el siguiente paso; además cada pieza posee una dificultad intrínseca para poder colocarse exitosamente, que no depende del número de piezas vecinas, y sí de las particularidades económicas de cada país o región. Es decir, el desarrollo es multiforme y como tal, presenta desafíos muy distintos en cada caso. No es posible establecer ciertas etapas predeterminadas como el sendero aplicable a todo proceso de desarrollo; no hay etapas iniciales, medias ni finales en donde deba o no deba haber por fuerza más o menos participación estatal en su conducción. Tomando en cuenta los dos puntos anteriores, la verdadera metáfora del desarrollo como un rompecabezas de Hirschman (1958) se contrapone a la interpretación -espuria- de Aspe (1993) y Aspe y Gurría (1993), con lo cual también son completamente contrarias las implicaciones de reforma y política económica del Estado.

El segundo gran error es suponer como una falla estructural un fenómeno más bien coyuntural y a partir de ello argüir que la única salida posible eran las reformas de mercado que se pusieron en marcha. Otra lectura de la crisis de la deuda es que fue un hecho sobre todo coyuntural, que fue más el resultado de un doble shock externo -desplome de los precios del petróleo y alza súbita de las tasas de interés internacional-. En esta perspectiva (Moreno-Brid y Ros, 2009), la de principios de los ochenta no fue una crisis de estrategia de desarrollo; lo que no niega que se requerían importantes modificaciones. Ergo, había otras alternativas a las reformas de mercado que finalmente se hicieron y que incluso venían siendo planteadas desde mucho antes de la crisis, precisamente para darle dinamismo a la trayectoria de desarrollo de aquel entonces. Por ejemplo, desde la década de 1960 se discutía álgidamente la necesidad de una reforma fiscal marcadamente progresiva en busca de atenuar las enormes desigualdades económicas regionales y personales, que se asumían un obstáculo al desarrollo. Todo lo cual fue olvidado con la posterior modernización económica.

En suma, la óptica de Aspe sobre el desarrollo no solo es opuesta a la metáfora del rompecabezas de Hirschman, sino que esta última fue planteada con el objeto de oponerse al tipo de interpretaciones mecanicistas como las del ex secretario de Hacienda. La importancia de este hecho no debería subestimarse, pues de haberse tomado en serio la idea del desarrollo de Hirschman -con todo y sus implicaciones de política-, el proceso de reformas de mercado hubiera tomado muy distintos cauces. De hecho, Hirschman hizo notar el estrecho vínculo entre lo abstracto de su metáfora del rompecabezas con lo relativamente concreto de su concepto de encadenamientos productivos hacia atrás y hacia adelante -backward and forward linkages-. Toda vez que el proceso de desarrollo puede ser medido con el tamaño de los encadenamientos productivos, en analogía directa con el número y tipos de piezas del rompecabezas (Hirschman, 1958, p. 117).

Los encadenamientos de Hirschman y el desarrollo

Como lo hemos visto, para Hirschman en The Strategy6, el desarrollo económico es más un proceso secuencial de toma de decisiones estratégicas en busca de la dinamización de las inversiones en el largo plazo. La participación del Estado en la economía no es ya un espantapájaros de la inversión privada sino un acompañante de esta tanto de forma permisiva -permissive sequences-, como facilitador de un ambiente propicio para la inversión privada, y asimismo de forma compulsiva -compulsive sequences-, como rector en la conducción del desarrollo principalmente mediante inversión pública y política industrial. Ambas funciones no están peleadas entre sí:

"Hemos argumentado que en los países subdesarrollados las secuencias permisivas en solitario pueden ser ineficaces para inducir el crecimiento; y que en algunos casos el Estado bien puede dar el primer paso en secuencias más compulsivas, por ejemplo, descritas a través de un liderazgo activo en la industrialización". (Hirschman, 1958, p. 203)

En ese sentido, Hirschman propone los encadenamientos productivos como un método para abordar la dinamización de las decisiones de inversión, de lo que se sigue que estos también pueden ser utilizados para medir el nivel de desarrollo económico de un país. Grosso modo, los encadenamientos productivos se refieren a la interdependencia económica -es decir, al tamaño de las transacciones interindustriales- entre ramas de actividad de un país7. Son encadenamientos hacia atrás cuando son vistos por el lado de las compras de una rama a otras y encadenamientos hacia adelante tratándose de las ventas de una rama a otras. Tanto mayor sea la importancia de los encadenamientos de las distintas ramas industriales de un país, mayor será el desarrollo de ese país. Lógicamente, un país en vías de desarrollo se caracteriza por la poca importancia de sus encadenamientos y la baja proporción de transacciones interindustriales8.

El arreglo de las ramas industriales desde el punto de vista de la importancia de sus encadenamientos hacia adelante y hacia atrás, constituye un criterio para la definición de la estrategia de desarrollo. No solo permite la identificación de las ramas industriales clave -las de encadenamientos de mayor importancia-, sino la concentración de los esfuerzos de política industrial y macroeconómica en esas ramas que presumiblemente tienen mayor poder para llevar a la economía a secuencias de mayor inversión y desarrollo en el largo plazo. Típicamente, la medición de los encadenamientos productivos se realiza a través del análisis de insumo-producto, pues es aquel que por definición se encarga de las transacciones interindustriales. “La información fundamental usada en el análisis de insumo-producto concierne a los flujos de productos de cada sector industrial, considerando como productor, hacia cada uno de los sectores, así mismo y a otros, considerados consumidores” (Miller y Blair. 2009, p. 2).

En el marco del análisis de insumo-producto, los encadenamientos hacia atrás de la rama industrial j se refieren al valor monetario de las compras que realiza a las demás ramas cuando aumenta su producción. Lógicamente, estas compras representan los insumos que son utilizados en la producción de j. La dirección causal va del producto -o la demanda- hacia los insumos; de adelante hacia atrás. El incremento del producto de j, producto de un aumento de su demanda, arrastra el producto de las ramas a las cuales j les compra insumos para producir. Asimismo, la rama j vende su producto como insumo para la producción de otras ramas industriales. Ahora la relación causal va de los insumos -o la oferta- hacia el producto; de atrás hacia adelante. Luego, al valor monetario de las ventas que la rama j realiza a las demás ramas cuando aumenta su producción se le denomina encadenamientos hacia adelante. Visto de otro modo, el incremento del producto de j impulsa la producción de todas aquellas ramas industriales a las que j les vende parte de sus insumos.

Hay múltiples formas de medir los encadenamientos productivos mediante el análisis de insumo-producto. No hay lugar aquí para detallarlas ni discutirlas; no es el propósito de este texto, que se limita a exponer la medida más común por simple y parsimoniosa, que es la de los encadenamientos totales. De un lado, los encadenamientos totales hacia atrás (BL) de la rama industrial j se calculan sumando los valores de la columna j de la matriz inversa de los insumos o matriz de Leontief (L):

donde es el coeficiente del renglón i columna j de la matriz L de n ramas industriales. Del otro lado, los encadenamientos totales hacia adelante (FL) de la rama industrial i se calculan sumando los valores del renglón i de la matriz inversa del producto o matriz de Ghosh (G)9:

donde es el coeficiente del renglón i columna j de la matriz G de n ramas industriales. Para fines de análisis comparativo, es común que los encadenamientos hacia atrás y hacia adelante se presenten normalizados utilizando alguno de los varios métodos existentes (Miller y Blair, 2009).

Cabe hacer algunas aclaraciones antes de continuar. Para empezar, los encadenamientos de Hirschman son la forma más o menos concreta de su concepción abstracta sobre el desarrollo económico: una que nada tiene que ver con etapas preestablecidas ni con el cumplimiento de ciertos prerrequisitos inmutables, y sí con una estrategia pragmática de toma de decisiones secuenciales para dinamizar las inversiones. Se trata de partir de la interdependencia de las inversiones tanto entre sectores de actividad y ramas industriales; como a través del tiempo, toda vez que las decisiones de inversión dependen de los sucesos pasados y de las expectativas a futuro. Es todo lo opuesto a pensar los encadenamientos como una forma de optimización dadas las dotaciones de recursos, y en cambio verlos como un método para avanzar en el entendimiento de tal o cual estructura productiva y encauzar los recursos -en ocasiones subempleados y desempleados-, hacia determinada estrategia de desarrollo.

La otra aclaración es sobre el uso del análisis de insumo-producto para medir los encadenamientos productivos. Primero, a pesar de que el mismo Hirschman (1984) advirtió de las dificultades de pasar de la teoría a la práctica en los encadenamientos y de los largos debates en torno a cómo medirlos y qué datos tomar, este texto se salta esa discusión al apegarse a la referencia estándar sobre análisis de insumo-producto (Miller y Blair, 2009). Por otro lado, sea cual sea el método utilizado para medir los encadenamientos, su veracidad depende de lo realistas que sean los supuestos adoptados. Los encadenamientos se obtienen suponiendo que los insumos crecen -o decrecen- de forma monotónica con el aumento -o disminución- del producto, es decir, se establece una relación fija entre el producto de cada rama industrial y sus insumos. Solo hay una forma posible de combinación de los insumos para producir una unidad de cada producto. Esta es la única restricción productiva explícita, ya que si los insumos no se producen nacionalmente pueden importarse.

De hecho, la vinculación del sector externo con los encadenamientos productivos permite reflejar la forma específica de desarrollo de un país en determinado momento. Por ejemplo, un país puede tener ramas industriales sofisticadas produciendo internamente, pero ello no es garantía de su nivel de desarrollo. Ya que algunas de esas ramas bien podrían tener un alto contenido de insumos importados y su producción dirigida al mercado externo, lo que se manifestaría en bajos encadenamientos hacia atrás y hacia adelante. Así, la medida de sus encadenamientos en esas ramas estaría reflejando más acertadamente su forma específica de desarrollo en comparación en que si solo se observa el patrón de especialización productiva. En suma, la fuerza explicativa de los encadenamientos productivos la da su mirada al detalle, hasta cierto punto -dependiendo la desagregación por ramas industriales-, de la estructura productiva de un país en algún momento.

Los encadenamientos productivos en la "modernización" mexicana

A más de tres décadas de iniciada la puesta en marcha de las reformas de mercado, es justo reflexionar sobre cuáles han sido sus resultados en términos de desarrollo económico. En otras palabras, el corte modernizador de las reformas y las políticas económicas ya ha producido y reproducido sus efectos en la economía mexicana. Sería un sinsentido argumentar que hace falta esperar más para observar a cabalidad sus resultados y emitir un juicio. ¿De lo contrario, cuánto más habría que aguardar? ¿otros treinta o cuarenta años?

Se podría empezar como se hace tradicionalmente mirando el producto por habitante -o PIB per cápita- como un indicador del desarrollo, con todas sus limitaciones. Este último era en el México de 1983 equivalente a 7469 dólares, mientras que en 2017 fue de 9946 dólares -a precios de 2010-10. Esto significa una tasa de crecimiento promedio anual de 0.8% para esos 35 años. Un crecimiento francamente bajo. Por ejemplo, si se compara con la tasa de 1.7% de Estados Unidos para el mismo periodo (1983-2017). Una tasa de crecimiento menor a la mitad de México con respecto a la tasa de un país desarrollado como Estados Unidos por un periodo tan largo, ha resultado en un incremento de la brecha en el nivel de desarrollo entre ambos países. En términos relativos, mientras en 1983 el PIB per cápita de México era aproximadamente un cuarto del de Estados Unidos, en 2017 se achicó aún más llegando a poco menos de un quinto -19%- del mismo. ¿Pero cómo saber si es México el que lo ha venido haciendo mal? Una primera respuesta podría venir de su estructura productiva. Hay que recordar que para la metáfora del rompecabezas de Hirschman, el espejo de un aletargado proceso de desarrollo tiene su reflejo en unos reducidos y estancados encadenamientos productivos. Para despejar dudas se calcula a continuación.

Tomando las matrices de insumo-producto de México en 1995 y en 2011 a 33 ramas industriales11 -obtenidas de la base de datos de la OCDE-, se calculan los encadenamientos totales hacia atrás y hacia adelante, normalizados respecto al promedio aritmético, esto es, dividiendo cada valor de los encadenamientos por rama respecto al promedio de todas las ramas industriales. Se escogieron esos dos años principalmente por la falta de disponibilidad de matrices de insumo-producto. Sin embargo, 1995 es un año clave porque recién comenzó la administración de Zedillo (1994-2000) y con ello concluye la primera ola de reformas de mercado orquestadas por las dos administraciones anteriores. En cambio, desafortunadamente 2011 es el año más reciente con datos de insumo-producto en las estadísticas de la OCDE. Así, se compararon los encadenamientos totales normalizados hacia atrás -BL- y hacia adelante -FL- para dos años distintos con 16 años de distancia -véase cuadro 1-.

Cuadro 1 México, 1995 y 2011. Encadenamientos totales normalizados, hacia atrás -BL- y hacia adelante -FL- 

Fuente: elaboración propia con matrices de insumo-producto de México en 1995 y 2011 obtenidas de OECD.Stat.

Para empezar, el cuadro 1 revela pocos cambios en la estructura de encadenamientos productivos entre 1995 y 2011. El promedio de los encadenamientos hacia atrás se elevó únicamente una décima; mientras que el de los encadenamientos hacia adelante quedó igual. Esto quiere decir que, en términos de la importancia de las interrelaciones en la estructura productiva, la economía mexicana prácticamente permaneció inmutable. Se destaca la rama 14 -equipo de cómputo, electrónico y óptico- como la de mayores encadenamientos hacia atrás para ambos años. En cambio, en los encadenamientos hacia adelante hay diferencias en las ramas destacadas entre 1995 y 2011. Para 1995, las ramas que encabezan la lista son la 6 -pulpa, papel, productos de papel, impresión y publicación-, 9 -caucho y productos de plástico- y 11 -metales básicos-; pero en 2011 son la 6, 7 -coque, refinados de petróleo y combustible nuclear- y 12 -productos fabricados con metal-.

Sin embargo, una forma de analizar conjuntamente los encadenamientos hacia atrás -BL- y hacia adelante -FL- es clasificando cada rama industrial en independiente o dependiente, tomando en cuenta los valores normalizados de sus respectivos encadenamientos -véase cuadro 2-. Una rama industrial es independiente cuando sus encadenamientos normalizados tienen un valor igual o menor a la media (≤1) y se presume su baja importancia; y una rama es dependiente cuando el mismo valor es mayor a la media (1>) y se considera de alta importancia. Los cuadrantes I y III son los extremos: en el cuadrante I los encadenamientos hacia atrás -BL- y hacia adelante -FL- son ambos independientes o de baja importancia; y en el cuadrante III son ambos dependientes o de alta importancia. Una rama industrial en el cuadrante II es dependiente de la demanda industrial porque únicamente sus encadenamientos hacia adelante son de alta importancia; mientras que en el cuadrante IV se ubican las ramas dependientes de la oferta interindustrial -solamente sus encadenamientos hacia atrás son de alta importancia-.

Tomando en cuenta el cuadro 2, se clasifican los encadenamientos productivos de México en dos cuadros: uno para 1995 y otro para 2011. En el cuadro 3 referente a 1995, se distinguen siete ramas industriales dependientes -de alta importancia-, once ramas independientes -de baja importancia-, siete ramas dependientes de la demanda interindustrial y ocho dependientes de la oferta interindustrial. Esto es, el 21% de las ramas industriales son dependientes mientras que el 33% son independientes. No debería sorprender que los mayores encadenamientos se encuentren en las ramas industriales manufactureras y de trasformación, esto es, las ramas ubicadas más o menos en el medio de la distribución -7 al 18-. Aunque con matices, son estas las que generalmente se asocian con una mayor capacidad de encadenarse productivamente. El hecho de que estas ramas se consideraran diferentes fue por mucho tiempo el argumento de la política industrial, que no sin algo de razón, estuvo encaminada a promover el desarrollo manufacturero.

Cuadro 2 Clasificación de las ramas industriales por encadenamientos totales normalizados, hacia atrás -BL- y hacia adelante -FL- 

Fuente:Miller y Blair (2009, p. 560).

Cuadro 3 Clasificación de las ramas industriales de México, por encadenamientos totales normalizados, hacia atrás -BL- y hacia adelante -FL-, 1995, a 33 ramas 

Fuente: elaboración propia con la matriz de insumo-producto de 1995, OECD.Stat.

¿Pero qué sucedió 16 años después con los encadenamientos productivos a raíz del proceso de modernización económica? Como se venía anunciando, el cuadro 4 evidencia que el proceso de reformas de mercado ha impactado realmente poco en los encadenamientos. Solo dos ramas industriales más son dependientes, para quedar con un cuadrante III de 9 ramas. Asimismo, hay también dos ramas más que son independientes. Esto es, si bien ahora el 27% de las ramas industriales son de alta importancia, el 39% del total son de baja importancia. En suma, no ha ocurrido mayor cosa en los encadenamientos productivos, pero se distingue una lenta tendencia a la concentración de las ramas en los cuadrantes de los extremos -I y III- y su consiguiente desconcentración en los cuadrantes intermedios -II y IV-. De igual modo, se observa que las ramas ubicadas más o menos en la media de la distribución son las de mayor importancia.

Cuadro 4 Clasificación de las ramas industriales de México, por encadenamientos totales normalizados, hacia atrás -BL- y hacia delante -FL-, 2011, a 33 ramas 

Fuente: elaboración propia con la matriz de insumo-producto de 2011, OECD.Stat.

Hay aquí algo realmente importante a destacar. A saber, con el abandono de la política industrial, traído por la modernización mexicana, no ha ocurrido, ni de cerca, una transformación cualitativa en la estructura de encadenamientos productivos. Lo que sí ha ocurrido es una ligera concentración de las ramas industriales hacia la independencia o la dependencia, en donde la dependencia parcial pierde importancia. Sin embargo, esta tímida concentración no ha significado la acentuación de la alta o baja importancia de los encadenamientos -véase cuadro 1-. En otras palabras, parece que las ramas industriales se vuelven independientes o dependientes con el paso del tiempo, pero el valor de sus respectivos encadenamientos no se acentúa. Por ejemplo, los valores extremos de los encadenamientos en la distribución fueron exactamente los mismos para ambos años (1995 y 2011): para los encadenamientos hacia atrás, el valor menor fue 0.6 y el mayor 1.6; y para los encadenamientos hacia adelante fueron 0.5 y 1.6 respectivamente.

Todo el anterior fenómeno en su conjunto: la inmutabilidad en el tiempo de la estructura de encadenamientos productivos en cuanto a su importancia económica, parecería ser uno de los factores que impiden acelerar el desarrollo de México si se es fiel a la interpretación del desarrollo como un rompecabezas de Hirschman. La evidencia está puesta sobre la mesa y muestra que la mayoría de los encadenamientos productivos no son importantes y los que lo son no parecen ser dinámicos. Siguiendo el razonamiento teórico de Hirschman, los encadenamientos se vinculan con el desarrollo de manera directa, es la única forma de poner en marcha el círculo virtuoso de las inversiones productivas. Lo que hace falta entonces es una estrategia deliberada de desarrollo económico y con ella la política industrial pide a gritos su regreso.

Conclusiones

Hace más de tres décadas, el gobierno mexicano eligió el camino de la supuesta modernización de las funciones del Estado en la economía, basada en una concepción del desarrollo relativamente simplista. Lo simple de esta concepción se hizo evidente cuando uno de los artífices del cambio, Pedro Aspe, recurrió a la metáfora del desarrollo como un rompecabezas de Hirschman, para justificar el porqué de las reformas de mercado. No solo su interpretación de la metáfora resultó espuria, sino que incluso llegó a ser contradictoria con el ideario sobre el desarrollo del mismo Hirschman. Para este, nada justificaba el repliegue de la participación estatal en la economía ni el desmantelamiento de la política industrial. Todo lo contrario, utilizando la metáfora genuinamente, el complejo rompecabezas que es el desarrollo necesita de un Estado pragmáticamente participativo, que trace metódicamente una estrategia desarrollista ¿pues quién si no es él quien se asegure de que las piezas queden en su lugar? En esta óptica, el desarrollo solo puede ser visto como resultado de una estrategia deliberada, de la cual el Estado es el principal estadista.

Consiguientemente, el proceso de reformas de mercado significó el abandono de una estrategia de desarrollo que podría ser resumida caricaturescamente en la muy conocida frase: "la mejor política industrial es la que no existe". Ergo, es de esperarse que los resultados en términos de desarrollo sean decepcionantes desde entonces. Así lo confirma tanto el crecimiento per cápita como de manera más específica los encadenamientos productivos. Siguiendo el esquema teórico de Hirschman, los encadenamientos son la manifestación concreta del desarrollo; son ellos los que explican la dinámica de las inversiones y el crecimiento de largo plazo. Y efectivamente, el magro crecimiento económico de las últimas décadas en México es coincidente con una estructura de encadenamientos muy pobre y prácticamente inmutable en el tiempo.

En suma, las reformas de mercado en México no han significado un cambio cualitativo en la estructura productiva que permita experimentar un verdadero impulso en el desarrollo. Fueron falsas las promesas de la modernización a la luz de la historia. El crecimiento es lento porque la estructura productiva no se ha transformado de fondo y esto es así porque no existe una estrategia de desarrollo que combine la política industrial y la política macroeconómica, para organizar un genuino camino de la transformación económica de México. Está por verse si las nuevas promesas de desarrollo de la administración de López Obrador (2018-2024) marcarán una ruptura no sólo en el orden político, sino en la concepción del desarrollo y las herramientas para lograrlo.

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* El artículo es resultado de una investigación independiente de interés académico del autor. No contó con financiación. El autor agradece las valiosas sugerencias de los dos dictaminadores anónimos.

1“Modernización", entre comillas, porque aquí se adopta, críticamente, la definición simplista de los promotores de las reformas de mercado en México a partir de los años ochenta, que equipararon la modernización económica con el proceso de repliegue de la participación del Estado en la economía. Se mantiene esta definición por resultar conveniente a la perspectiva crítica de este texto frente a dicho proceso. Así, la discusión histórica y conceptual del término modernización económica, si bien de gran trascendencia e interés, rebasa el objeto y alcance aquí expuesto.

2Pedro Aspe Armella ingreso a la Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP) en 1982, al frente del INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía), después pasó a ser subsecretario de la SPP en 1985 y titular de la misma entre 1987-1988, en donde "fue uno de los principales artífices de los programas de ajuste que se implementaron en la segunda mitad de la administración —de De la Madrid—". Posteriormente fungió como Secretario de Hacienda, el cargo público más importante para un economista, durante la gestión de Carlos Salinas (1988-1994), desde donde promovió las llamadas reformas "estructurales". Véase su semblanza escrita por la Secretaría de Hacienda (SHCP) (s.f.). Babb (2001) respalda la afirmación de que Aspe fue uno de los principales artífices de la reforma económica, junto con Francisco Gil Díaz, Jaime Serra Puche, y otros.

3La posición de la reforma hacendaria de 2014 no es tan evidente en esta noción. Se estableció una regla de balance presupuestal estructural —es decir, de presupuesto equilibrado en el mediano plazo con la posibilidad de un déficit anual— sin incluir la inversión de Pemex —de hasta 1.5% del PIB—, como medida de política fiscal supuestamente contra-cíclica frente a desviaciones del PIB de su tendencia, y además, se elevaron las tasas marginales del impuesto sobre la renta —ISR—, pasando la mayor de 30% a 35% para personas físicas (Gobierno de la República de México, 2014). Sin embargo, fuera de que un déficit de 1.5% del PIB difícilmente pueda ser considerado contra-cíclico, también Ffrench-Davis (2016) ha argumentado la ineficacia de utilizar el PIB tendencial para estos fines. Por otro lado, la tasa marginal máxima de ISR con la reforma, de 35%, está lejos de igualar la tasa promedio de la OCDE de 41.3%, a sabiendas de que la desigualdad del ingreso es presumiblemente mayor en México que en el promedio de la OCDE.

4La justificación teórica del repliegue de la participación directa del Estado en la economía, la toman Aspe y Gurría (1993, p. 9) de su lectura de la teoría del crecimiento económico endógeno en autores como Robert Lucas, Paul Romer y otros, que resaltan las oportunidades de inversión de los privados en la determinación del crecimiento de largo plazo, que a su vez son abiertas por la liberalización comercial, el fortalecimiento de los derechos de propiedad y la desregulación económica (Romer, 1989).

5En la metáfora del rompecabezas de Hirschman (1958) toma un papel central el Estado en la conducción del desarrollo, por ejemplo marcando un trazo secuencial en inversiones consideradas clave. Para él, el Estado toma parte no solo en funciones permisivas —facilitador de inversiones privadas— sino en aquellas compulsivas —intervenciones directas en la economía—, particularmente en los países no desarrollados (Hirschman, 1958, p. 203).

6Cabe advertir que la visión del desarrollo económico en un autor tan prolífico como Hirschman nunca puede ser circunscrita a uno de sus libros. La evolución de su pensamiento sobre el desarrollo, que abarcó muchos otros aspectos además del económico, supera por mucho el objetivo de este texto (Adelman, 2013). Al fin y al cabo, este texto se limita a comparar dos interpretaciones opuestas de la obra citada de Hirschman.

7Para que los encadenamientos productivos sean equivalentes a la interdependencia económica es necesario realizar un experimento mental y suponer que todas las industrias existentes en una economía surgieron más o menos al mismo tiempo. De otro modo, podría suceder que una rama industrial con alta interdependencia tenga escasos encadenamientos ya que esta rama surgió al final del periodo y es más bien un resultado del propio desarrollo industrial (Hirschman, 1958, p. 104). Siendo estrictos, los encadenamientos también consideran la capacidad de una rama industrial de crear otras ramas industriales —industry creation—, lo que aquí se omite pues se llevaría a negar el experimento mental anterior.

8Hirschman expandió y detalló a la postre su concepto de encadenamientos y sus múltiples relaciones —económicas, políticas e históricas, con el desarrollo—. Basta con señalarse porque la esencia de su concepto se mantuvo intacta. "Los encadenamientos capturan mucho de la historia del desarrollo por una razón que ya ha sido dada: el desarrollo es esencialmente un registro de como una cosa lleva a la otra, y los encadenamientos son ese registro, desde un punto de vista específico" (Hirschman, 2013 [1977], p. 169).

9La matriz L = (I-A)-1, donde I es la matriz identidad —el equivalente a la unidad en álgebra matricial— y, , donde Z es la matriz de transacciones interindustriales y es la matriz diagonal del producto (x) de las n ramas industriales (Miller y Blair, 2009, pp. 10-66). Por su parte, G = (I-B)-1, donde que resulta de transponer el cálculo de A por renglones en vez de por columnas (Miller y Blair, 2009, p. 543).

10Los datos de PIB per cápita están en dólares a precios de 2010, obtenidos de la base de Indicadores del Desarrollo Mundial del Banco Mundial. http://databank.w0rldbank.0rg/data/s0urce/w0rld-devel0pment-indicat0rs#

11En realidad, en la base de datos de la OCDE las matrices se presentan a 34 ramas industriales. Sin embargo, para México la rama 34 —hogares particulares con personas empleadas— es nula en sus transacciones interindustriales. Por lo tanto, como la rama 34 no cuenta para el cálculo de los encadenamientos productivos, se tiene una matriz insumo-producto de 33 ramas industriales, que es con la matriz que se trabaja.

Cómo citar/ How to cite this item: Matamoros-Romero, G. R. (2019). El camino mexicano del lento crecimiento económico: una interpretación espuria de la metáfora del desarrollo como un rompecabezas de Albert O. Hirschman. Ensayos de Economía, 29(54), 11-28. https://doi.org/10.15446/ede.v29n54.75957

Recibido: 23 de Agosto de 2018; Aprobado: 29 de Octubre de 2018; Revisado: 03 de Noviembre de 2018

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