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Ensayos de Economía

Print version ISSN 0121-117XOn-line version ISSN 2619-6573

Ens. Econ. vol.29 no.55 Medellín July/Dec. 2019

https://doi.org/10.15446/ede.v29n55.82766 

Editorial

El pluralismo en la enseñanza de la economía

Boris Salazar-Trujillo* 

*Doctor en Economía por New School University (Nueva York, Estados Unidos). Profesor en la Universidad del Valle (Cali, Colombia) y líder del grupo de investigación Conflicto, Aprendizaje y Teorías de Juegos (COAPTAR). Correo electrónico: boris.salazar@correounivalle.edu.co


Además de la recesión mundial, de los billones de dólares perdidos, y de la quiebra de algunas de las firmas de inversión más grandes del mundo, la crisis financiera global de 2008 trajo a este mundo la promesa del pluralismo en la enseñanza de la economía. No es una promesa nueva. En los años 1970 estudiantes y profesores radicales cuestionaron la unanimidad reinante en la enseñanza de la economía y propusieron la inclusión de otras escuelas, ontologías y metodologías en los currículos de los programas.

En una época en la que los economistas todavía escribían libros, alguien escribió el "Anti-Samuelson", un libro de texto que criticaba el célebre manual de Paul Samuelson y proponía un enfoque rival de los fundamentos de la economía. El anti-manual no tuvo grandes ventas y no puso en peligro el predominio del manual de Samuelson en los mercados de libros introductorios a la economía. Solo la aparición del manual de Gregory Mankiw, a principios de los 1990, desplazó el libro en el que millones de economistas del mundo habían tenido su primer contacto con la economía como disciplina científica.

Por supuesto, ni el manual de Samuelson ni el de Mankiw honraban el principio del pluralismo. Y no lo hacían porque la economía había encontrado el camino hacia la ciencia y en la ciencia auténtica, como lo afirmó Kuhn, no puede haber diferencias radicales con respecto a qué modelos imitar, qué problemas investigar y cómo hacerlo. Esas diferencias son propias de disciplinas que no se comportan como ciencias auténticas: las ciencias sociales, por ejemplo.

Pero la crisis financiera global cayó como rayo en cielo sereno y en el muy sólido edificio del paradigma neoclásico predominante aparecieron algunas grietas menores por las que se coló, otra vez y en otras formas, la vieja idea del pluralismo como principio filosófico, epistemológico y pedagógico. Y otra vez, pero ahora en el contexto de la recesión capitalista mundial, los estudiantes cuestionaron la formación excluyente que recibían en la vasta mayoría de los mejores, y no tan mejores, programas de economía del mundo.

Vía la interconexión creciente del mundo contemporáneo, el movimiento creció muy rápido, y los primeros manifiestos mutaron a sitios web permanentes, a blogs y a institutos de investigación que impulsan el pluralismo, y lo han concretado en cursos y programas de investigación en distintos departamentos de economía del mundo.

En Francia, incluso, los economistas heterodoxos propusieron, en 2009, la apertura de una nueva sección de enseñanza de la economía en las universidades bajo el inofensivo título "Instituciones, economía, territorio y sociedad". La respuesta de la ortodoxia llegó en una carta del premio nobel de Economía, Jean Tirole, a la secretaria de estado para la educación superior, en la que vetaba la iniciativa de sus colegas como "una catástrofe para la investigación en ciencias económicas en nuestro país". En la inocente apertura de una sección interdisciplinaria en la enseñanza de la economía, Tirole veía el arribo de algo monstruoso: "el relativismo en el conocimiento, antecámara del oscurantismo".

El temor de Tirole estaba basado en un uso equivocado de la estadística elemental: según él, los 600 economistas heterodoxos estaban en las escalas más bajas de la profesión -algo imposible en términos probabilísticos, como bien lo señaló James K. Galbraith-.

Hay una ironía inconsciente en la catástrofe anunciada: subyacente al temor de los economistas ortodoxos estaría una dinámica robusta pero frágil, en la que pequeños cambios locales pueden llevar a cambio en el estado del sistema, propia de los modelos complejos que hoy no son enseñados en los programas de economía del mundo, y no una dinámica de convergencia a un equilibrio eficiente y óptimo.

¿Por qué, entonces, tanto temor al pluralismo en economía? La primera razón es política, bordeando en lo paranoico. ¿De verdad podría desmoronarse la calidad científica de la economía con la apertura a la enseñanza de otros enfoques, métodos, ontologías y visiones del mundo? ¿Es tan frágil la ciencia, después de tantos años de dominación absoluta, en materia de formación de nuevos economistas, selección de profesores, publicaciones y fondos para la investigación, del paradigma neoclásico? No, por supuesto, diría cualquier observador desprevenido. Sí, repiten los grandes economistas ortodoxos.

Lo que conduce a una razón más profunda: los economistas ortodoxos creen que el trabajo de los economistas heterodoxos y de todos los que no trabajan dentro de su paradigma no es científico: es propaganda, retórica, literatura quizás en su versión más compasiva.

Aquí aparece el punto esencial de divergencia con los enemigos del pluralismo. El pluralismo no es bueno porque todas las escuelas, corrientes y visiones de la economía deban ser enseñadas en igualdad de condiciones. Lo es porque amplía el espacio formativo de los estudiantes más allá de los límites de un programa específico de investigación, al exponerlos a los distintos enfoques científicos, ontologías, métodos, y visiones del mundo con los que economistas y no economistas intentan resolver problemas económicos. Esos enfoques, métodos y ontologías no son equivalentes a las tan temidas "escuelas" de pensamiento, y no siempre vienen de la economía: vienen de la física, estadística, la física del estado sólido, la biología, la neurociencia, la complejidad, la psicología, la filosofía.

En distintas interfaces con la economía han producido resultados notables en el estudio de los mercados financieros, las crisis globales, los comportamientos de rebaño, la localización espacial, la desigualdad, la estructura de mercados, el crimen, la evolución de las divisas, las transformaciones de la estructura de la actividad económica, por mencionar solo algunas.

Como no es fácil defender, en términos filosóficos, la superioridad de la enseñanza de un único programa de investigación como el ideal de la formación en economía, el ataque al pluralismo ha devenido la repetición de una fórmula que se pronuncia como un mantra: la exigencia de "un estándar único de evaluación científica". Pero todos sabemos que ese estándar o criterio único no existe. Que cada programa de investigación es evaluado de acuerdo a sus propios criterios. Y que los estándares de evaluación científica cambian con las interacciones entre los científicos, en las instituciones en las que realizan su trabajo, de acuerdo a la evolución de su práctica real.

Cuando la ortodoxia invoca el estándar único de evaluación científica está reclamando que todos adopten los criterios de su programa de investigación. ¿Por qué los demás economistas deberían aceptar sus valores y criterios? ¿Por qué, además, los futuros economistas deberían ser privados de la posibilidad de acceder a otros métodos, problemas, ontologías y explicaciones? ¿Por qué reducir el espacio de búsqueda y aprendizaje de los futuros economistas es una virtud? ¿Por qué el encasillamiento de los economistas en un programa de investigación particular debería ser impuesto a los futuros economistas? ¿Por qué no dejar que elijan su propio camino, en un espacio de búsqueda más amplio? ¿Por qué no dejar que sean mejores que nosotros?

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