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Ensayos de Economía

versión impresa ISSN 0121-117Xversión On-line ISSN 2619-6573

Ens. Econ. vol.30 no.57 Medellín jul./dic. 2020  Epub 01-Abr-2021

 

Editorial

El "Plan Marshall" del gobierno colombiano

Guillermo Maya Muñoz* 

* Universidad Nacional de Colombia - Sede Medellín. Profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia (Medellín, Colombia). Correo electrónico: gmaya@unal.edu.co


Colombia necesita un plan económico para reconstruir la industria y avanzar en su reestructuración productiva. Pero no será un Plan Marshall, porque los países desarrollados solo quieren que economías como la nuestra, continúen subordinadas a sus intereses.

En Colombia, el Presidente Duque anunció el pasado 20 de julio dos planes: por un lado, un plan similar al New Deal de los años de 1930 que fue lanzado por el presidente Franklin Delano Roosevelt, para hacer frente a la crisis por sus efectos destructivos sobre el empleo y la producción norteamericana, que se convirtió en crisis global. Por otro lado, un Plan Marshall que tuvo como objetivo la reconstrucción europea durante la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, cuando Europa quedó en un estado lamentable, especialmente, Alemania.

¿Por qué Alemania? El Tratado de Versalles (junio de 1919), un acuerdo de vencedores de la Primera Guerra Mundial, y que impuso unas condiciones leoninas y humillantes a Alemania, trajo como consecuencia el surgimiento del nacional socialismo bajo la dirección de Hitler para, finalmente, llegar al gobierno. Hitler, sin contar con los aliados, y usando las herramientas monetarias del banco central alemán, financió, sin recurrir a préstamos externos que estaban prohibidos, la reconstrucción de la infraestructura y de la industria alemana, incluidos los armamentos. Luego vino la guerra destructiva de dimensiones colosales. Ese error no se podía cometer de nuevo con Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial, imponiendo condiciones que fueran motivo para el resentimiento alemán.

Sin embargo, cuenta Erik Reinert (2003c) que se iba a cometer el mismo error del plan inicial, llamado Plan Morgenthau, diseñado por Henry Morgenthau, Secretario del Tesoro de los Estados Unidos entre 1934 y 1945, que tenía como objetivo convertir a Alemania en un 'estado pastoril', sacando toda la maquinaria de ese país e inundando sus minas con agua, para que Alemania dejara de ser un peligro para sus vecinos europeos, según el ex-Presidente Hoover (1947, citado por Reinert, 2003).

El plan Morgenthau fue suspendido abruptamente en 1947, cuando el ex-Presidente Herbert Hoover envió un alarmante reporte a Estados Unidos desde Alemania alertando sobre sus consecuencias desastrosas. Ello, teniendo en cuenta las condiciones geopolíticas que determinaba el adversario militar e ideológico del poder soviético (Hoover 1947).

Poco después, el gobierno de Estados Unidos anunció el Plan Marshall, que tenía como objetivo recuperar la capacidad industrial alemana a los niveles que tenía en 1938, y convertirla en una economía exportadora, que no dependiera de las ayudas externas e impulsará al resto de países europeos, en total 16, que también tuvieron su Plan Marshall. Según Benn Steil (2017) el objetivo "fue reconstruir Europa occidental como un baluarte integrado contra el autoritarismo comunista".

La característica esencial del Plan Marshall, que no era solo un plan financiero sino un proyecto de reindustrialización, fue que los países beneficiarios no tenían que pagar las inversiones financiadas con los fondos del Plan, además incluyó ventajas comerciales por parte de Estados Unidos, para que los países europeos pudieran exportar y así obtener divisas en dólares para sostener el proceso de reconstrucción y reindustrialización. Además, "los fondos no podrían utilizarse para comprar 'excedentes' de la industria estadounidense"; y de manera deliberada "se redirigió las importaciones de Europa occidental de los EE.UU hacia Alemania" (Steil, 2017).

El Plan Morgenthau (1945) pretendía desindustrializar y especializar a Alemania en actividades primarias basadas en los recursos naturales, que se caracterizan por sus rendimientos decrecientes y costos crecientes. Hasta que se llega a un punto después del cual el recurso no está disponible, en la misma cantidad o calidad a la anterior unidad del recurso utilizado. Si una nación se especializa en agricultura habrá un momento en que después de usada la mejor tierra, más rápido que tarde se recurre a tierras inferiores con costos más altos (Reinert, 2003 p. 3).

Por el contrario, el Plan Marshall pretendía reconstruir la manufactura industrial. Es decir, actividades de rendimientos crecientes y costos decrecientes, con alto valor agregado e intensivas en conocimientos, donde el cambio técnico es más rápido, la productividad es más alta, y ésta permite pagar salarios más altos que crean sinergias productivas y círculos virtuosos en la economía, algo que no sucede con la agricultura y minería.

La inversión del Plan Marshall, entre 1948-1952, fue de 130.000 millones de dólares, que equivaldrían a $800.000 millones de dólares en la actualidad. Pero, mientras este plan es considerado como el programa de ayuda exterior más grande y efectivo en la historia, es menos apreciado como el ejemplo más exitoso de una política exterior 'América Primero'. Es decir, ayudando a otros países, Estados Unidos estimulaba su economía.

La lección para el mundo subdesarrollado, en palabras de Erik Reinert (2003) es que el Plan Morgenthau ha sido resucitado con el Consenso de Washington -neoliberal-, después de los años de 1980 del siglo pasado. Bajo la denominación de los planes de "ajuste estructural" recomendados por el Banco Mundial, que casi siempre tienen el efecto de desindustrializar a los países del Tercer Mundo, con la consecuencia de especializarlos en actividades primarias, productoras de commodities, y caracterizadas por rendimientos decrecientes, bajos precios, y alta volatilidad de los precios.

En consecuencia, estas características se convierten, para los países pobres y medios, en bajos ingresos, bajos salarios, con pocas sinergias y 'círculos viciosos' de la pobreza, que cada vez más alejan a su población de las condiciones de vida de los países industrializados.

Por otro lado, el consenso neoliberal con las políticas de liberalización de los mercados de bienes y de capitales, el sistema de patentes, y las nuevas reglas de inversión, están impidiendo a los países pobres proteger a sus industrias, que están desapareciendo ante la competencia de las compañías multinacionales, dejando como último recurso las maquilas y las industrias intensivas en fuerza de trabajo, mientras sus recursos naturales son explotados por el capital extranjero, con tecnologías intensivas en capital y poco empleo.

Al mismo tiempo que utilizan técnicas contables en sus operaciones con sus casas matrices, que hacen desaparecer las ganancias, y por lo tanto poco pagan de impuestos y regalías, que en el caso de Colombia, de los impuestos se descuentan las regalías. Es decir, se regala el recurso.

Los tratados de libre comercio, al igual que el Plan Morgenthau, pretenden establecer relaciones económicas asimétricas que perjudican a los países pobres. No es una coincidencia que los países latinoamericanos, subordinados a los centros de poder mundial, en los últimos 40 años se hayan desindustrializado tempranamente después de sus relativos éxitos industriales, y "lo que es particularmente sorprendente es la magnitud de los efectos adversos sobre el empleo en Latinoamérica, que es incluso mayor que en las economías desarrolladas" (Rodrik, 2015 p. 13).

Ni tampoco que hayan aumentado las exportaciones de materias primas, agrícolas y minerales como porcentaje del PIB o, en el mejor de los casos, se hayan convertido en países maquilado-res que añaden poco valor al producto final: los autos Volkswagen New Beetle -escarabajos-ensamblados en México solo tienen 3 por ciento de valor agregado local, el resto es importado.

En este sentido, Colombia también ha sufrido transformaciones estructurales negativas, desde 1990. Especialmente jalonadas por el nuevo modelo económico inspirado en el Consenso de Washington, la llamada "apertura", disminuyendo la complejidad de la economía, mucho más primaria exportadora, mientras la manufactura ha perdido participación en el PIB. Es decir, la complejidad y la diversificación de la economía es superior a la especialización, en contradicción con la teoría ricardiana de las ventajas comparativas.

El Observatorio de Complejidad Económica (OEC), como resultado de un proyecto del MIT, construye el Índice de Complejidad Económica (ECI) que sirve para observar el cambio estructural de las economías: el comportamiento de las diversas actividades económicas en el tiempo.

En 2018, Colombia era una economía más compleja, número 56 según el ECI. En comparación con una década anterior, la economía de Colombia se ha vuelto menos compleja, empeorando 3 posiciones en el ranking ECI. Este resultado para Colombia se expresa en la falta de diversificación de las exportaciones y, en el futuro, Colombia está posicionada para aprovechar un número moderado de oportunidades para diversificar su producción, utilizando su conocimiento existente (OEC, s.f.).

En cuanto al comercio externo, las principales exportaciones de Colombia, por orden de valor, son: petróleo crudo, carbón mineral, petróleo refinado, café y flores cortadas. Las principales importaciones de Colombia son petróleo refinado, automóviles, equipos de transmisión, medicamentos envasados y maíz. Es decir, una economía primaria exportadora e importadora de productos manufacturados, y cada vez más dependiente de las importaciones de alimentos.

En consecuencia, Colombia necesita un plan económico para reconstruir la industria y avanzar en su reestructuración productiva. Pero no será un plan Marshall, porque no hay donantes extranjeros, y en el mejor de los casos, los países desarrollados solo quieren que las economías como la colombiana, continúen subordinadas a sus intereses, no ya directamente como en el período colonial -territorios anexados "fantasmas", diría Robert Marks (2007) 1 para satisfacer su necesidades económicas y hegemónicas-, sino con nuestras propias instituciones políticas, adecuadas al orden, económico y político, internacional, bajo la hegemonía norteamericana.

La propuesta del Plan Marshall del gobierno colombiano, no solo para sortear la pandemia del Covid-19 sino para el largo plazo, consiste en "la inversión en sectores con alto potencial de crear empleo e impulsar el crecimiento, tales como infraestructura, vivienda, vías terciarias, industrias culturales e iniciativas con componente digital". Así, como "aceleración de proyectos de iniciativa privada y público-privada como puertos, aeropuertos, plantas de tratamiento de agua y autopistas de cuarta y quinta generación" (Semana, 2020). La financiación es la restricción de la propuesta.

Es decir, el gobierno no tiene con qué ni tampoco quiere poner impuestos a los más ricos, ni mucho menos quiere recurrir a la financiación por parte del Banco de la República, dejando en manos del capital privado, nacional y extranjero, el éxito de su propuesta. Un plan como los de siempre, sin audacia económica que solo conduce a las palmaditas en la espalda por parte de la comunidad internacional por respetar "los sentimientos del mercado".

Raúl Prebisch, respecto al Plan Marshall, decía: "Todos podemos ver cómo ese monumento a la sabiduría, el Plan Marshall, ayudó a elevar la tecnología de Europa occidental al nivel de los Estados Unidos, [...]. Este debe ser el objetivo final de América Latina también. [...] No es tanto abrir nuevos campos de inversión para el capital extranjero, como desarrollar las capacidades y los recursos de los propios latinoamericanos dentro de un sistema de iniciativa privada e iniciativa individual" (1961 p. 632).

Finalmente, los procesos de industrialización no son determinados solo por los factores físicos, capital y trabajo, sino también por "la ideología", dice Michael Hudson (2009) ya que "por sus efectos sobre el desarrollo económico, es otro factor de producción debido a que es la lógica que guía las políticas públicas" (p.169).

Referencias

[1] Hoover, H. (1947). Report No. 3 (Report to Truman Urging the Restoration of German Industry). https://www.nytimes.com/1947/03/24/archives/text-of-hoover-report-to-truman-urging-the-restoration-of-german.htmlLinks ]

[2] Hudson, M. (2009). Trade, Development and Foreign Debt (2da. ed.) ISLET. [ Links ]

[3] Marks, R. (2007). The Origins of the Modern World, A Global and Environmental Narrative from the Fifteenth to the Twenty-First Century (4ta ed.). Nueva York: Rowman & Littlefield Publishers. [ Links ]

[4] Morgenthau, H. (1945). Germany Is Our Problem. Nueva York: Harper and Brothers. [ Links ]

[5] Observatory of Economic Complexity (OEC). (s. f.). Colombia Profile. MIT University. Consultado en agosto de 2020. https://oec.world/en/profile/country/colLinks ]

[6] Prebisch, R. (1961). Joint Responsibilities for Latin American Progress. Foreign Affairs, 39(4), 622-633. https://doi.org/10.2307/20029516Links ]

[7] Reinert, E. S. (2003). Increasing Poverty in a Globalised World: Marshall Plans and Morgenthau Plans as Mechanisms of Polarisation of World Incomes. The Other Canon Foundation, Noruega. http://www.christian.hodnesdal.com/dokumenter/Rerinert%3B%2520Inc_Pov_Gvlobalised_World.pdfLinks ]

[8] Rodrik, D. (2015). Premature Deindustrialization. NBER Working Paper No. 20935. https://drodrik.scholar.harvard.edu/files/dani-rodrik/files/premature-deindustrialization.pdfLinks ]

[9] Este es el 'New Deal' del gobierno para superar la crisis de la pandemia. (25 de julio de 2020). Semana. https://www.semana.com/nacion/articulo/este-es-el-plan-de-reactivacion-de-la-economia-para-vencer-el-miedo/689087Links ]

[10] Steil, B. (4 de agosto de 2017). The Marshall Plan and "America First". Project Syndicate. https://www.project-syndicate.org/onpoint/the-marshall-plan-and-america-first-by-benn-steil-2017-08?barrier=accesspaylogLinks ]

Marks (2007 p. 111) señala que: las "acres fantasmas" de las colonias del Nuevo Mundo facilitaron que GB pudiera importar grandes cantidades de materias primas, algodón principalmente, que de no haberlas tenido, GB tendría que haber poseído 20 millones de acres para vestir la población y otros millones adicionales para alimentarla.

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