Introducción
Marx en su exposición de la producción de plusvalor relativo indica que, durante el período que media entre la introducción de una innovación tecnológica y su generalización, los capitales innovadores consiguen apropiar un "plusvalor extra". Cuantitativamente, este plusvalor está determinado por la diferencia entre el "valor individual" al que estos capitales logran producir sus mercancías y el "valor social" al que efectivamente se venden todas las mercancías producidas en la rama (Marx, 1999a, pp. 384-387). Habiéndose descubierto al trabajo abstracto socialmente necesario como la sustancia del valor, en este punto surge la pregunta de cuál es el trabajo que constituye la sustancia de dicho plusvalor extra, ya que las mercancías producidas por los capitales innovadores contienen menos trabajo que las del resto de los capitales de la rama. Tradicionalmente se ha considerado -en general de un modo más bien implícito y aproblemático-que la apropiación de este plusvalor extra, como ocurre con todo tipo de plusganancia, implicaba una redistribución del plusvalor producido por otros capitales. Esta respuesta, sin embargo, no alcanza a precisar cuál es la fuente específica del plusvalor extra, esto es, de qué otros capitales proviene, ni mucho menos cuáles son las mediaciones por las que dicho plusvalor fluye de unos a otros. Más importante aún, tampoco discute la otra alternativa posible -como veremos en absoluto carente de argumentos ni evidencia textual en la misma exposición de Marx- según la cual el plusvalor extra no es sino la representación social del trabajo realizado por los trabajadores explotados por los capitales innovadores.
Como diría Marx en el prólogo a la primera edición de El capital, a primera vista, podría parecer que buscar precisar la fuente de este plusvalor extra "no es más que perderse en meras minucias y sutilezas", en este caso de la propia crítica marxiana de la economía política (Marx, 1999a, p. 6). Sin embargo, como se procurará poner en evidencia en este artículo, esta cuestión ha estado en el centro de argumentaciones presentadas en varios y muy importantes debates marxistas establecidos en distintos contextos intelectuales e históricos. En particular, se puede decir que en el curso de estos debates han aparecido recurrentemente dos posiciones contrapuestas sobre el fenómeno del plusvalor extra. Por un lado, en oposición a las referidas interpretaciones tradicionales, ha surgido y madurado la argumentación según la cual el plusvalor extra es la representación en valor del trabajo más productivo o "potenciado" de los trabajadores empleados por el capital innovador. Por otro lado, en respuesta a esta posición, se ha desarrollado la de que dicho plusvalor resulta específicamente de una "transferencia" de plusvalor desde otros capitales, en ciertos casos de los que aún no han introducido la nueva técnica, en otros de los pertenecientes a otras ramas de la producción social.
En este contexto, un primer objetivo de este artículo es sacar a la luz esta controversia sobre la fuente del plusvalor extra, hasta ahora siempre tratada como subsidiaria de otros debates, para presentarla como lo que en el fondo ha llegado a ser: una controversia con entidad propia. Además de identificar los distintos debates y autores en los que esta cuestión se ha puesto en discusión, se buscará reunir los principales argumentos esgrimidos al respecto en cada uno de ellos. Dado que, como se verá, en buena medida las argumentaciones giraron en torno a la interpretación de los pasajes del Tomo I de El capital donde se presenta la cuestión, un segundo objetivo de este artículo es reunir y analizar el conjunto de textos vinculados a estos pasajes a lo largo de la llamada obra económica de Marx. Sobre esta base, a su vez, se buscará ofrecer un breve balance crítico del debate que apunte a poner en discusión sus puntos fundamentales.
El debate sobre el plusvalor extra como subsidiario de otros debates marxistas
Históricamente, las argumentaciones en torno a la fuente del plusvalor extra se pueden retrotraer, cuando menos, al célebre debate japonés sobre la teoría de la renta de la tierra anterior a la Segunda Guerra Mundial. Según reporta Itoh (1988, p. 240), la lectura de acuerdo con la cual el plusvalor extra representa el trabajo puesto en acción por el capital innovador fue la base de la argumentación de los teóricos del Kōza-ha para defender la posición soviética ortodoxa de que la renta diferencial de la tierra era el producto de los trabajadores agrarios y que no se trataba de un plusvalor proveniente del sector industrial -en particular, Yamada (1948) citado en Itoh (1988). En contraposición, los teóricos del Rōnō-ha y posteriormente los de la escuela de Uno sostenían que el plusvalor extra era un costo pagado por la sociedad en su conjunto, de modo que la renta de la tierra debía entenderse como una deducción del plusvalor social global y transferida a los terratenientes -en particular, Sakisaka (1930) y Susuki (1952), citados en Itoh (1988), y la posición de Uno (1977, p. 86 y n.10), reelaborada ulteriormente por Itoh (1980, p. 92, 1988, pp. 144-145 y 226-235) y Sekine (1997a, pp. 144-146, 1997b, pp. 42-51, 2020, pp. 250 y 436)1.
La cuestión volvió a emerger en el debate alemán sobre la eventual anulación o modificación de la "ley del valor en el mercado mundial", donde la lectura según la cual el plusvalor extra proviene del trabajo de los trabajadores explotados por el capital innovador sirvió de base para argumentar en favor de la modificación de dicha ley, en el sentido de que el trabajo más productivo de un país resultaba, en el mercado mundial, un trabajo productor de más valor. Las contribuciones más célebres en este punto fueron las de Busch et al. (1971, pp. 21-24), Neusüss (1972, pp. 115-119) y Schoeller (l973, pp. 104-107)2. A su turno, la intervención de Mandel (1979, pp. 91-105 y 344) en este debate sirvió de cadena de transmisión para la discusión de estos argumentos en la controversia sobre el llamado "intercambio desigual", donde desde distintas perspectivas se apeló -y actualmente se sigue apelando- a esta cuestión para dilucidar el carácter del intercambio entre los llamados países desarrollados o centrales y los subdesarrollados o periféricos, en particular si implican o no transferencias de valor. Contribuciones donde se discute específicamente este punto son: Astarita (2006, pp. 273-305, 2010, pp. 5860), Borges (2011), Féliz (2020), Marini (1979a, 1979b, 1991, pp. 24-38), Nieto Fernández (2015, pp. 209-221), Shaikh (2006, pp. 243-254), Siegel (1984); e incorporando argumentos del debate alemán sobre el mercado mundial, Carchedi (1991b), Milios y Sotiropoulos (2009, pp. 154-166) y Sandleben (2016)3.
El argumento de que la sustancia del plusvalor extra está constituida por el trabajo realizado por los trabajadores explotados por el capital innovador también fue presentada por algunos autores como elemento esencial de la solución al célebre "problema de la transformación de los valores en precios de producción". En esencia, estos autores argumentaron que, así como la apropiación de un plusvalor extra por parte del capital innovador no depende de que otros capitales cedan plusvalor, la apropiación de una tasa normal de ganancia no depende tampoco de una redistribución del plusvalor entre las distintas ramas de la producción, de modo que la transformación de los valores queda exenta de las presuntas inconsistencias de las relaciones cuantitativas que constituyen el llamado "problema de la transformación". En esta línea, se tienen las contribuciones de Martínez Marzoa (1983, pp. 66-77), Nieto Fernández (2015, pp. 157-172) y Reuten (2017, 2018, 2019), y en una dirección muy similar, Robles Báez (2001, 2011, pp. 137-152); la posición de Martínez Marzoa (1983) ha sido discutida por Fernández Liria y Alegre Zahonero (2010, pp. 547-596), mientras que la de Reuten (2018) ha recibido una crítica muy empática de parte de Arthur (2018)4.
El mismo argumento esgrimido en Japón para defender la posición soviética ortodoxa sobre el origen de la renta de la tierra volvió a aparecer en el debate latinoamericano reciente sobre esta misma cuestión, cuyo origen se remonta a la década de 1970. En este caso, específicamente para discutir la argumentación según la cual la renta de la tierra portada en las mercancías exportadas por las economías latinoamericanas está constituida por plusvalor proveniente de los países que las importan. Como fue advertido en algunas de las intervenciones, esta discusión se solapaba con la referida controversia sobre el plusvalor extra en el contexto del debate sobre el intercambio desigual. Las principales contribuciones que discuten específicamente la cuestión en este debate son las de Arceo (2003, p. 83 y ss.), Astarita (2009, 2010, pp. 197-200 y 221-223), Anino y Mercatante (2009), Iñigo Carrera (2009, 2017, pp. 85-104 y 194-207), Foladori (2013), y Hernández Solorza y Deytha Mon (2014)5.
Según reporta Jeon (2011, 2015), la cuestión de la fuente del plusvalor extra jugó un papel importante en el reciente debate coreano sobre la sustancia del valor de las llamadas "mercancías cognitivas". Como en el caso del debate sobre el llamado capitalismo cognitivo, uno de los temas centrales en discusión aquí fue el de la compatibilidad de la "ley del valor" con el fenómeno de las mercancías intensivas en conocimiento -típicamente el software- donde los costos de reproducción de las mercancías son extremadamente bajos sin que ello implique una diferencia de precio con la primera unidad producida6. En este contexto, el argumento de que el plusvalor extra surge del trabajo puesto en acción por los capitales innovadores sirvió precisamente para establecer esta compatibilidad, apelando a que los capitales que producen mercancías cognitivas deben ser considerados como capitales innovadores (Fine et al., 2010; Jeon, 2010, 2015)7.
Aunque de manera más tangencial -y no siempre remitiendo explícitamente a la exposición de Marx sobre el plusvalor extra-, la cuestión que se examina ha estado presente en al menos otros dos importantes debates marxistas: el del "trabajo complejo" y el del "trabajo socialmente necesario". En el primer caso, la asociación del trabajo más productivo con una mayor generación de valor se ha utilizado para explicar por qué y en qué magnitud el trabajo complejo genera más valor que el trabajo simple, constituyendo este argumento una de las "soluciones contemporáneas" dentro del debate (Bidet, 2007, pp. 20-30; Boudin, 1920, pp. 113-117; Harvey, 1985; Saad-Filho, 1997, 2002, pp. 56-58)8. En el segundo caso, la cuestión misma de las transferencias de valor asociadas a las diferencias de productividad ha estado en el centro del debate, donde la posición dominante -más adelante se verá sobre qué base- es que la fuente del plusvalor extra o plusganancia que apropia el capital innovador es el trabajo explotado por otros capitales (Carchedi, 1991a, pp. 55-68; Horverak, 1988; Itoh & Yokokawa, 2015; Itoh, 1980, pp. 80-92, 1988, pp. 226-235; Indart, 1987; Kristjanson-Gural, 2003; Lee, 1998; Sekine, 1982; Shaikh, 1990)9.
Finalmente, se puede agregar que el problema de la fuente del plusvalor extra se ha tratado circunstancialmente de manera aislada -por ejemplo, Echeverría (1986, pp. 128-136), Tomba (2013, pp. 138-144) y Veraza (2017, p. 259 y ss.)- llegando a alcanzar en Brasil, prácticamente, el carácter de un debate en sí mismo aunque acotado a pocas contribuciones y sin difusión internacional (Borges, 2001, 2002, p. 207 y ss.; Carcanholo, 2013, pp. 103-117; Cipolla, 2003; De Magalhães, 2004).
Los principales argumentos en debate
Como ya se ha anticipado, en esencia, se puede reducir el debate a dos posiciones: la que afirma que la fuente del plusvalor extra es el trabajo que pone en acción el capital innovador y la que afirma que se trata del trabajo que ponen en acción otros capitales. En esta sección se extraerán y sistematizarán los argumentos esgrimidos en las referidas controversias marxistas para sostener una y otra posición.
La tesis del "trabajo potenciado" puesto en acción por capital innovador como fuente del plusvalor extra
Hay dos argumentos centrales que están presentes en casi todas las intervenciones en favor de esta posición. El primero es eminentemente filológico y se sostiene en la interpretación del siguiente texto perteneciente al referido capítulo de El capital, donde Marx expone el fenómeno en cuestión: "[e]l trabajo cuya fuerza productiva es excepcional opera como trabajo potenciado, esto es, en lapsos iguales genera valores superiores a los que produce el trabajo social medio del mismo tipo." (Marx, 1999a, pp. 386-387). Según la interpretación que se ofrece de este texto, Marx estaría aquí indicando que el trabajo que pone en marcha el capital innovador debe considerarse un trabajo potenciado, cuya definición pasa precisamente por ser un trabajo que genera más valor que el trabajo social medio, tal como el trabajo complejo genera más valor que el trabajo simple (Marx, 1999a, pp. 54-55). En pocas palabras, Marx estaría aquí sencillamente afirmando que el trabajo que pone en acción el capital innovador genera más valor que el que ponen en acción los capitales que aún no introdujeron la innovación, de modo que la sustancia o fuente del plusvalor extra es específicamente este trabajo potenciado, y no hay transferencia de valor alguna.
El segundo argumento es que, solo de este modo, el plusvalor extra expresa su naturaleza como relación social reificada, ya que se considera que el valor recién cobra existencia en el momento del cambio de las mercancías. Más específicamente, que el trabajo abstracto que constituye la sustancia del valor solo existe o deviene tal en el proceso del intercambio mercantil, que es donde efectivamente se establece el vínculo social. Puesto por la negativa, que la posición opuesta -vale decir, la que considera que el plusvalor extra proviene del producto de otros capitales- implica recaer en una concepción "tecnologicista" del valor, donde lo que aparece contando como valor es el tiempo de trabajo concreto, el que efectivamente llevó la producción, en vez del abstracto, constituido recién con la mediación del vínculo social establecido mediante el intercambio de mercancías. En otras palabras, considerar que el plusvalor extra resulta de una "transferencia de valor" de un capital a otro significa un retroceso a la concepción del valor de la economía política clásica, donde la asociación sin más del valor al trabajo implicaba una naturalización de las relaciones sociales capitalistas. En suma, se argumenta que la posición alternativa implica no reconocer el carácter específicamente social del trabajo productor de valor.
Sobre la base de estos dos argumentos centrales en las contribuciones referidas aparecen otros más específicos. Un primer grupo de estos se centra en el modo en que se determina el valor de las mercancías. Así, se sostiene que lo que cuenta como trabajo socialmente necesario es aquel que la sociedad está dispuesta a reconocer como tal a una rama de la producción a través de la compra de sus mercancías, de modo que el valor no corresponde al trabajo efectivamente realizado en dicha rama en particular sino al validado socialmente mediante el intercambio (Busch et al., 1971, p. 20 y ss.; Veraza, 2017, p. 265 y ss.). Emparentado con este argumento, se sostiene que el trabajo abstracto solo se puede mensurar en la circulación, de modo que la magnitud del valor se determina en esta esfera. O, más concretamente, que es en la circulación donde se hace efectiva la "normalización" que reduce las eventuales diferencias en los trabajos a su unidad como trabajo abstracto (Borges Neto, 2001, 2002, pp. 124-132; 207 y ss.). La afirmación que en la circulación se eliminan las diferencias entre los trabajos es llevada un paso más adelante en el argumento según el cual el trabajo abstracto solo es verdaderamente tal en cuanto se lo considera como una media social "supra sectorial", de modo que la reducción de los distintos trabajos a trabajo abstracto al interior de una rama ya involucra la formación de la tasa general de ganancia y la consecuente realización de los precios de esta rama como expresión de sus respectivos precios de producción. En consecuencia, no solo carece de sentido plantear la existencia de transferencias de valor al interior de una rama de la producción sino también, y fundamentalmente, entre distintas ramas. En otras palabras, carece de sentido presentar al plusvalor extra como el resultado de la apropiación de plusvalor producido en otras ramas de la producción (Martínez Marzoa, 1983, p. 66 y ss.; Nieto Fernández, 2015, p. 166 y ss.). Este mismo argumento se repite en las contribuciones similares que conciben a la constitución de los precios de producción como el momento de la determinación cuantitativa de los valores (Reuten, 2017, 2018, 2019; Robles Báez, 2001, 2011, pp. 137-152).
Otro grupo de argumentos tiene un cariz más metodológico que sustantivo y gira en torno al lugar en que se sitúa la explicación de Marx sobre el plusvalor extra en la estructura expositiva de los tres tomos de El capital. Así, se afirma que, al tratar el tomo I sobre el proceso de producción, el plusvalor extra no puede surgir de transferencias de valor, sino que debe hacerlo de la producción misma. En contraposición, la cuestión de las transferencias de valor corresponde al tomo III, donde se analizan las formas concretas en que se establece la unidad de la producción social. Más específicamente, en este tomo Marx utiliza las categorías de "ganancia" y "plus-ganancia" para referirse a las formas fenoménicas adoptadas por el "plusvalor" y "plusvalor extra" respectivamente, formas que como tales involucran diferencias cuantitativas respecto de sus contenidos, y en consecuencia la posibilidad de transferencias de valor, como es manifiesto en el caso de la formación de la tasa general de ganancia. En suma, de acuerdo con este argumento, de considerar que el plusvalor extra implicaba una transferencia de valor, Marx debería haberlo tratado en el tomo III y no en el tomo I como lo hizo (Veraza, 2017, pp. 250263). Otro argumento metodológico destaca que la afirmación elemental de la teoría marxiana del valor según la cual "cuanto mayor sea la fuerza productiva del trabajo, tanto menor será el [...] valor [de un artículo]" (Marx, 1999a, p. 50), no es contradictoria con el argumento del trabajo más productivo como generador de más valor en cuanto en el primer caso se trataba del análisis del movimiento de un capital individual, donde por definición valor individual y valor social coinciden. En cambio, cuando se pasa a analizar el movimiento de varios capitales, la determinación del valor cambia. A su vez, es necesario distinguir entre el análisis diacrónico y sincrónico, correspondiendo el primero a la generación de más valor y el segundo a la de menos (Nieto Fernández, 2015, pp. 160-166).
La tesis de las "trasferencias de valor" desde otros capitales como fuente del plusvalor extra
En la mayoría de las respuestas que ha recibido la posición recién reseñada están presentes dos argumentos elementales estrechamente relacionados. En primer lugar que, por definición, un aumento de la productividad del trabajo no genera más valor sino más valores de uso, cada uno de los cuales contiene una menor cantidad de valor. Dicho de otro modo, que la posición discutida contradice los fundamentos de la explicación marxiana del valor que se definen en el análisis de la mercancía. En segundo lugar, que el argumento del trabajo potenciado como fuente del plusvalor extra rompe con la unidad cuantitativa que existe entre el trabajo socialmente necesario realizado por el conjunto de los trabajadores y el valor total realizado en la circulación. Y lo hace porque la existencia de un plusvalor extra -de acuerdo con la posición en cuestión- implica un aumento del valor total realizado en la circulación sin que haya necesariamente aumentado la cantidad de trabajo socialmente necesario efectuado por el conjunto de los trabajadores. O, como suele aparecer este mismo argumento con mayor especificación, que la posición discutida rompe la unidad existente entre el plustrabajo total y el plusvalor total. En definitiva, el argumento de fondo es que, presupuesta esta unidad cuantitativa entre (plus)trabajo y (plus)valor a nivel agregado, la fuente del plusvalor extra solo puede residir en el trabajo que explotan capitales distintos a los que se apropian la masa de plusvalor en juego.
Del mismo modo que ocurre con el enfoque del trabajo potenciado, en las distintas intervenciones en favor de esta posición se pueden rastrear argumentaciones más específicas construidas sobre la base de estos argumentos generales. Un primer conjunto de argumentos apunta a develar la fuente específica del plusvalor extra, esto es, a la dilucidación de cuáles son los capitales que ceden el plusvalor que apropian los capitales innovadores. En una primera instancia analítica se argumenta que, si al expandirse la cantidad de mercancías que llegan al mercado se mantiene constante la demanda por ellas en términos de valor, entonces la caída correspondiente en el valor unitario de las mercancías supone forzosamente que la suma de las pérdidas de plusvalor de parte de los capitales que no innovaron coincida con la suma del plus-valor extra apropiado por los capitales innovadores. En términos más simples, que no habiéndose incrementado en la rama la masa total de valor apropiada, el aumento de la producción total implica que lo que pierden unos coincida exactamente con lo que ganan otros. En consecuencia, dado estos términos del problema, el plusvalor extra encuentra su fuente necesaria en el plusvalor que pierden los capitales de la misma rama que no innovaron (Carcanholo, 2013, pp. 111-113; Carchedi, 1991a, pp. 65-68; Cipolla, 2003, pp. 98-101; Echeverría, 1986, pp. 133-134; Iñigo Carrera, 2017, pp. 93-94; Sekine, 1997a, pp. 144-146, 1997b, pp. 144-146, son casos en donde se desarrolla la argumentación con ejemplos numéricos o diagramas). En una segunda instancia analítica se argumenta que, si a causa de la caída en el valor unitario de las mercancías la demanda por estas acaba expandiéndose en términos de valor, el plusvalor extra no encuentra su fuente únicamente en el plusvalor perdido por los capitales de la rama que no innovaron sino también en el plusvalor producido por capitales ajenos a la rama, que fluye a través de la compra de las mercancías por encima del valor correspondiente al trabajo total gastado en la rama. Como aparece en algunas contribuciones del debate, sería el caso donde la expansión de la demanda fuerza una diferencia entre el valor social o de mercado y el precio de mercado. O también, donde el plusvalor extra deviene, al menos en parte, plusganancia -para ejemplos numéricos, se tiene a Carcanholo (2013, p. 112 y ss.), Cipolla (2003, p. 99 y ss.), Iñigo Carrera (2017, p. 94 y ss.); mientras que para la discusión en general a Itoh y Yokokawa (2015) e Itoh (1988, pp. 226-235).
En las contribuciones que sustentan esta posición también se encuentran algunos argumentos que discuten la cuestión con base a su lugar en la estructura expositiva de El capital. El principal argumento en este punto pasa por indicar que el tomo I trata sobre "el capital en general" en oposición al tomo III donde se abordan "las configuraciones del capital" vinculadas a "la acción recíproca de los diversos capitales entre sí, en la competencia" (Marx, 1998, p. 30). Por tanto, desde un punto de vista metodológico, la discusión sobre el plusvalor extra no corresponde al nivel de abstracción del tomo I sino al del tomo III, en particular, al capítulo donde se aborda la competencia que nivela las tasas de ganancia y a través de la cual se establecen los precios de mercado como expresiones de los precios de producción. Aquí queda claro, según se sostiene, que lo que está en juego es la "redistribución del plusvalor" bajo las formas invertidas y feti-chizadas propias de la competencia (Carcanholo, 2013, pp. 110-117; Cipolla, 2003, p. 89 y ss.; Iñigo Carrera, 2017, p. 196 y ss.; Mandel, 1979, pp. 93-100). En este punto, se argumenta más específicamente que Marx habría "adelantado" en el tomo I la discusión sobre la existencia de las plusganancias que brotan en el proceso de competencia por la redistribución del plusvalor "para una mejor comprensión del plusvalor relativo" (Carcanholo, 2013, p. 110). En esta misma línea, se sostiene que la posición del "trabajo potenciado" contradice la explicación que se ofrece en el referido capítulo del tomo III, según la cual el valor social se forma a partir de los valores individuales (Cipolla, 2003, p. 99). Finalmente, también se objeta que de la posición discutida se desprende una identidad inmediata entre el plusvalor extra y el plusvalor relativo, cuyo carácter espurio se pone en evidencia no bien la innovación se generaliza en la rama y el plusvalor extra desaparece, mientras que el plusvalor relativo se produce efectivamente (Itoh, 1988, p. 145; Sekine, 1997a, p. 146; Uno, 1977, p. 86 y n. 10,). En suma, todos estos argumentos apuntan a objetar la confusión entre distintos niveles de abstracción en la que caería la posición con la que polemizan.
Marx sobre la fuente del plusvalor extra
Como se acaba de ver, en buena medida la discusión ha girado en torno cuál debía ser la posición de Marx al respecto, sea por lo que efectivamente escribió sobre el plusvalor extra, sea por la consistencia de estos textos con el resto de su obra. Por consiguiente, para completar la reconstrucción de los elementos en debate en esta sección se reunirán y discutirán los textos de Marx vinculados a esta problemática. En este punto, vale la pena aclarar que aquí no se procura ofrecer una "interpretación definitiva" de lo que Marx pensaba al respecto, como se pretende ingenuamente hacer en algunas de las contribuciones al debate. Demás está decir que, desde un punto de vista filológico, un texto o conjunto de textos pueden admitir más de una lectura plausible. Además, sobre todo, incluso considerando posible dar con una única lectura coherente, tampoco así se estaría ante la resolución de la controversia, pues en tal caso no habría más que una falacia de autoridad mejor o peor construida. En cambio, al igual que se buscó hacer con la reconstrucción del debate realizada en las secciones previas, aquí no se pretende más que ofrecer elementos filológicos que aporten a un abordaje crítico del problema de la fuente del plusvalor extra.
A primera vista, parecería que el citado texto de Marx que fundamenta la 'tesis del trabajo potenciado' resulta una evidencia textual irrefutable que torna ociosa cualquier discusión al respeto, y así es presentado por la mayoría de las contribuciones en favor de esta posición. Se recuerda que, tras exponer la cuestión del plusvalor extra en el tomo I de El capital, Marx sostiene que el trabajo "cuya fuerza productiva es excepcional opera como trabajo potenciado, esto es, en lapsos iguales genera valores superiores a los que produce el trabajo social medio del mismo tipo" (Marx, 1999a, pp. 386387; véase también p. 495). Más aún, allí también se afirma que dicho "plusvalor se origina en la reducción del tiempo de trabajo necesario y en la consiguiente prolongación del plustrabajo", tratándolo en este sentido del mismo modo que al plusvalor normal (Marx, 1999a, p. 386). Por lo demás, en el ejemplo numérico que se presenta en estas páginas no hay referencia alguna a la situación de los capitales que no innovaron ni a transferencias de valor. Y a esto se suma que se trata de un texto publicado por el propio Marx y, a su vez, el último de los textos referidos a la problemática en debate, ambos elementos definitorios en la eventual competencia de este texto con otros10. Finalmente, en favor de esta lectura hay que agregar que incluso en los manuscritos previos se encuentran varias referencias puntuales al tema que, al menos tomadas aisladamente, no parecen presentar evidencia que desafíe en lo esencial el primer pasaje citado (Marx, 1988, pp. 238-241, 1982, pp. 78-79, 87-89 y 97, 1987, pp. 183-184, 1989, pp. 53, 273, 1991, pp. 126-130, 147-149)11.
Sin embargo, como se ha advertido en algunas intervenciones, el referido pasaje de El capital presentado como prueba sumaria está lejos de tratarse de un texto de formulación inequívoca (Car-canholo, 2013, pp. 110-111; Iñigo Carrera, 2017, p. 197-198). Ante todo, en este texto no se afirma que el trabajo excepcionalmente productivo "es" o "resulta" un trabajo potenciado, sino que "opera como" -wirkt als- si fuese tal, formulación que puede leerse como el establecimiento de una analogía con el trabajo potenciado, en vez de como una definición del trabajo en cuestión. Además, no se afirma que dicho trabajo genera "más valor", que es la formulación inequívoca con la que Marx se refiere a casos donde se incrementa el valor de una mercancía, sino que genera "valores superiores". Y en este punto es interesante señalar que ambos términos son poco frecuentes en el vocabulario de Marx. Más aún, de un análisis de su utilización surge que no siempre están vinculados con significados cercanos a la construcción "más valor". En particular en el primer caso, es notable que Marx utiliza con frecuencia el término "valores" -Werthe- no como sinónimo de sumas de valor, sino de "mercancías", vale decir, de unidades valores de uso y valor -por ejemplo, en Marx (1999a, pp. 90-91 y 96). Así, la frase en cuestión podría leerse como que el trabajo excepcionalmente más productivo genera más "mercancías", lo cual es un hecho incontrovertible.
Sobre la base de las ambigüedades que presenta este texto resulta relevante detenerse -aunque sea sucintamente- en el examen del resto de los textos vinculados al problema del plus-valor extra, algo que las contribuciones en favor de la tesis del "trabajo potenciado" no suelen hacer. Al respecto, se pueden destacar los siguientes puntos.
En primer lugar, en varias ocasiones Marx se refiere al mismo caso de diferencias en las productividades del trabajo en el contexto del mercado mundial, donde las relativas barreras a la movilidad del capital imperantes en ese ámbito hacen que se consolide la situación donde las mercancías producidas con un trabajo más productivo se cambien como si hubiesen involucrado más tiempo de trabajo del efectivamente gastado en producirlas. Lo interesante no solo es que aquí reaparecen sistemáticamente formulaciones similares a la de "opera como". Además, no se considera al trabajo más productivo como "trabajo potenciado" sino alternativamente como "superior", "más complejo", "de peso específico superior" o "más intenso", lo cual cuestiona la aparente utilización técnica del término "potenciado" en el texto de El capital y, en particular, refuerza la lectura según la cual allí se establece una simple analogía y no una relación de identidad, entre el trabajo excepcionalmente productivo y el trabajo potenciado (Marx, 1982, p. 98, 1987, p. 91, 1998, p. 304, 1999b, pp. 684-686)12.
En segundo lugar, es relevante notar que las diversas referencias a la cuestión del plusvalor extra que se encuentran a lo largo de la obra de Marx aparecen como desarrollos acotados y en sí mismos ajenos a la secuencia dialéctico-sistemática del objeto que se está exponiendo. El texto más ilustrativo y rico para discutir en este sentido es el que acompaña a la exposición de El capital que se examina, donde el propio Marx introduce la problemática del plusvalor extra aclarando que:
[aunque no se ha] de considerar ahora el modo y manera en que las leyes inmanentes de la producción capitalista se manifiestan en el movimiento externo de los capitales, [de] cómo se imponen en cuanto leyes coercitivas de la competencia [...] [n]o obstante, fundándonos en los resultados ya alcanzados debemos hacer notar lo siguiente para que se comprenda la producción de plusvalor relativo. (Marx, 1999b, p. 384)
En esencia, tal como se ha destacado en algunas contribuciones, de este texto se puede desprender, primero, que la problemática del plusvalor extra no corresponde desarrollarla en el tomo I sino más adelante, cuando se analice la competencia en el tomo III; segundo, que en el acotado desarrollo que se introduce no se consideran los determinantes propios del objeto en cuestión sino únicamente lo que puede decirse de ellos sobre la base de los resultados ya alcanzados a esta altura de la exposición -véase una lectura similar en Carcanholo (2013, pp. 109-110). Esto no solo cuestiona el argumento según el cual la fuente del plusvalor extra debe ser el trabajo puesto en acción por el capital innovador porque la exposición de esta problemática se encuentra en el tomo I que trata de la producción. También, y en especial, cuestiona el aparente rigor que presenta este acotado desarrollo.
Pero si esto es así, tal como también ha sido puesto de manifiesto en varias contribuciones al debate, corresponde ampliar la discusión sobre la fuente del plusvalor extra al lugar donde Marx efectivamente alcanzó a abordar la competencia como eje de su exposición, que es en el capítulo X del tomo III13. Y aquí lo más notable es que parece ser manifiesto que la "plusganan-cia" que apropian los capitales que ponen en acción un trabajo más productivo surge del plus-valor que pierden otros capitales, vale decir, de una transferencia de valor. De hecho, como ya se ha indicado, esta es la lectura dominante en el referido debate sobre el "trabajo socialmente necesario", que gira en buena medida en torno a la dilucidación de estas páginas. Más aún, como se ha visto, incluso varios de los defensores de la tesis del "trabajo potenciado" admiten que el término "plusganancia" involucra transferencias de valor. El siguiente párrafo es probablemente el más interesante para dar la discusión sobre este texto que se analiza. Marx señala allí que:
Las mercancías cuyo valor individual se halla por debajo del valor de mercado realizan una plusganancia / más valor, mientras que aquéllas cuyo valor individual se halla por encima del valor de mercado no pueden realizar una parte del plusvalor contenido en ellas. (Marx, 1998, p. 226, traducción modificada de acuerdo con el manuscrito original editado en Marx, 1992, pp. 253-25414; véase también pasajes similares en Marx, 1998, pp. 227 y 231-232)
En breve, aquí puede leerse que, como contraparte de la realización de una "plusganancia" por parte de unas mercancías, existe la incapacidad para realizar una parte del plusvalor "contenido" en otras mercancías -véase una lectura similar en Mandel (1979, pp. 99-100); Itoh y Yokokawa (2015) e Itoh (1988, pp. 230 y ss.) de otros pasajes análogos en el mismo capítulo. Por un lado, esto refuerza la "tesis de las transferencias de valor", al menos en su versión simple restringida a movimientos de plusvalor intra-rama. Por otro lado, y más importante aún, cuestiona fuertemente el argumento de la "tesis del trabajo potenciado" según el cual el plusvalor se determina cualitativa y cuantitativamente en la circulación.
En suma, en este punto se puede concluir que el término "plusvalor extra" utilizado en el tomo I no es sino el modo que encontró Marx para referirse a la "plusganancia" en un contexto donde no podía apelar a esta terminología en la medida que no formaba parte de "los resultados ya alcanzados". A su vez, y principalmente, se puede concluir que tanto la referida utilización de una analogía con el trabajo potenciado como lo acotado del ejemplo numérico que acompaña la explicación del plusvalor extra obedecen al mismo precepto metodológico, que en este caso impedía desarrollar los movimientos del plusvalor propios de las formas concretas de la competencia.
Finalmente y sobre la base de esta lectura, es interesante notar que en reiteradas ocasiones Marx contrasta el fenómeno de la plusganancia generada por una productividad excepcional del trabajo con el fenómeno de la renta diferencial de la tierra (Marx, 1987, p. 418, 1989, p. 419, 1998, pp. 251, 401-402, 1997, pp. 825-836), donde la única diferencia que advierte es que en el último caso media la "monopolización" de la condición natural para dicha productividad excepcional, que no cumple más papel que el de causar la "trasmutación formal" de la plusganancia en renta de la tierra, al "transferir" el plusvalor en juego del capitalista al terrateniente (Marx, 1997, pp. 829, 937, 960). Ahora bien, si en efecto no hay ninguna diferencia de contenido entre el plusvalor extra y la renta diferencial de la tierra, entonces cobra especial relevancia la discusión sobre la sustancia que constituye a esta última. Al respecto, cabe recordar aquí el célebre pasaje de Marx -tan discutido en los referidos debates en torno a la renta de la tierra- donde se caracteriza a la renta de la tierra como un "valor social falso" y se precisa que lo "que la sociedad, considerada como consumidor, paga de más por los productos agrícolas, lo que constituye un déficit en la realización de su tiempo de trabajo en producción agraria, constituye ahora un superávit para una parte de la de la sociedad: los terratenientes" (Marx, 1997, p. 848), un texto que sin duda puede leerse en favor de la "tesis de la transferencia de valor", tal como lo han hecho varios autores.
Un breve balance crítico del debate
Del análisis que se ha realizado de la presencia de la discusión sobre el origen del plusvalor extra en distintos debates marxistas, de los principales argumentos esgrimidos en estos y de los textos presentes en la obra de Marx al respecto, se pueden obtener las siguientes conclusiones. Ante todo, una vez que se extraen los distintos argumentos presentes en los referidos debates y se los reúne, la controversia sobre el plusvalor extra cobra el carácter de un debate de la misma jerarquía que los diversos debates en donde se presentó marginal y subsidiariamente. En efecto, se ha visto que en conjunto los distintos argumentos esgrimidos dotan a ambas posiciones en disputa de puntos de vista muy articulados y complejos, sustentados a su turno en lecturas plausibles de la obra de Marx. Por otra parte, por sus mismos orígenes en debates tan destacados como relevantes, va de suyo que su resolución tiene importantes implicancias para la comprensión de muchos fenómenos contemporáneos.
Con respecto al contenido del debate, lo primero a resaltar es que los argumentos han girado esencialmente en torno a dos tipos de discusión, una sustantiva y otra metodológica. En cuanto a los argumentos sustantivos, se puede decir que en última instancia la mayoría de ellos remite a la discusión más general sobre la naturaleza y modo de constitución del valor como relación social reificada. Más específicamente, en este punto la discusión acaba siempre por retrotraerse a si el valor se constituye esencialmente en la producción o en la circulación. En cuanto a los argumentos metodológicos, se puede decir que la mayoría de ellos pueden reducirse a la cuestión de cómo debe entenderse la estructura argumental que cubre los tres tomos de El capital. De modo más preciso, cuáles son los preceptos metodológicos a los que se ajusta la exposición dialéctica que estructura la crítica marxiana de la economía política. Evidentemente, ambas cuestiones trascienden el marco del debate que se examina y los límites de este artículo impiden realizar una elaboración de las mismas que haga justicia a la complejidad que involucran. Con todo, en lo que sigue presento algunos puntos fundamentales, en particular respecto de la primera cuestión, con el doble objetivo de indicar la dirección en la que considero que debe avanzar este debate y de dar mi propio punto de vista al respecto.
En cuanto a la naturaleza del valor, comencemos por reponer brevemente el estado actual del debate al interior de la teoría marxista. A grandes rasgos, se puede decir que hasta la década de 1970 en los debates marxistas en el terreno de la economía dominaba una concepción donde el valor aparecía reducido de manera inmediata y aproblemática a cantidades de trabajo -Dobb (1966), Meek (1956) y Sweezy (1973) son las referencias más célebres. A partir de entonces, una serie de estudios críticos comenzaron a llamar la atención sobre el carácter esencialmente "ricardiano" o "tecnologicista" de esta concepción contraponiendo la relevancia que tenía para Marx la cuestión de la "forma" de valor adoptada por el producto del trabajo. Más concretamente, advirtieron que la teoría marxista del valor debía distinguirse por dar cuenta de por qué el trabajo adopta la forma de valor, revelando de este modo la historicidad de las relaciones sociales capitalistas -Backhaus (1978), Elson (2015) y Pilling (1972) son algunas de las contribuciones pioneras más relevantes; el denominador común de toda esta literatura crítica es recuperación de la obra de Rubin (1974). Sobre esta base crítica, no obstante, la nueva concepción que finalmente acabó imponiéndose recayó más bien en el extremo opuesto, esto es, en considerar que el valor se constituye cualitativa y cuantitativamente solo cuando adquiere una "forma" en su relación con el dinero, vale decir, en la circulación -Eldred y Hanlon (1981), Himmelweit y Mohun (1978) y Reuten (2005) son algunos ejemplos tempranos célebres; véase, en particular, Heinrich (2011) donde la argumentación se complementa con una sugerente discusión filológica. En suma, como lo observa agudamente Iñigo Carrera (2021), se puede decir que se pasó de la concepción dominante tradicional donde se reducía la forma al contenido a una nueva ortodoxia donde se reduce el contenido a la forma.
Esta muy ajustada y esquemática apreciación de los debates en torno a la teoría del valor entre los marxistas es relevante ante todo para no incurrir en una lectura del debate que se examina donde se entienda que a la posición de las "trasferencias de valor" subyacería una teoría "ricar-diana" o "tecnologicista", y por tanto naturalizadora del valor, mientras que a la posición del "trabajo potenciado" subyacería una teoría "social", y por tanto fielmente marxista del valor. El caso es bastante más complejo. No solo porque la concepción actualmente dominante tiene el problema de recaer en un "formalismo" o "circulacionismo" sino -y en particular- porque rechazar esta concepción del valor no implica en absoluto caer automáticamente en un "ri-cardianismo". Como lo ha puesto de relieve Starosta (2015), en la actualidad hay corrientes incuestionablemente críticas del marxismo ortodoxo "ricardiano" que entienden al valor como un fenómeno esencialmente de la producción al tiempo que son agudas críticas del "circulacio-nismo" característico de la concepción actualmente dominante -Bonefeld (2010), De Angelis (1995) y Mavroudeas (2004), son algunos ejemplos15. No es este el lugar para presentar mis críticas a estas concepciones centradas en la producción, para lo cual remito a los lectores a las recién referidas contribuciones de Iñigo Carrera (2021) y de Starosta (2015). El punto que quiero destacar es que considerar al valor como un fenómeno esencialmente de la producción no es incompatible con considerarlo como un fenómeno de naturaleza puramente social.
Desde mi punto de vista, la clave para comprender la unidad del contenido y forma del valor como una relación social cosificada pasa por comprender el carácter social inmanente del trabajo privado. Es precisamente porque la parte alícuota del trabajo social que representa cada unidad productiva se organiza privadamente, que el carácter social que tiene de la producción privada al momento de realizarse solo puede ponerse de manifiesto en la circulación de sus productos como mercancías16, lo cual involucra, por su propio carácter contradictorio, permanentes incongruencias cuantitativas que se resuelven a través de las diferencias entre valores y precios. En este sentido, pienso que la tesis de las 'transferencias de valor', dejando a un lado las deficiencias manifiestas que presentan algunas contribuciones, es en esencia enteramente compatible con los fundamentos de la crítica de la economía política.
En cuanto a la discusión metodológica, quisiera brevemente indicar que, tal como se desprende de las discusiones actuales sobre el método subyacente a la exposición marxiana, ciertamente la exposición dialéctica debe reflejar la reproducción mediante el pensamiento, realizada por los investigadores, de las determinaciones inmanentes de su objeto, desde las más abstractas hasta las más concretas -véase Arthur (2002), Moseley (1993), Moseley y Smith (2014), Smith (1990), entre otros. Sin embargo, esto no significa que dicha exposición se tenga que ajustar a este precepto metodológico en cada paso. Y no solo porque la exposición puede involucrar la evidente inclusión de observaciones exteriores al despliegue dialéctico en vista de ayudar a su comprensión o de ser iluminadas por el este, sino también porque puede implicar la presentación de pasos del momento analítico de la investigación, como es el caso de varios capítulos de El capital (Iñigo Carrera, 1992, 2013, 2021; Starosta, 2008). Pero, además -y fundamental en lo que se refiere al debate- en este mismo sentido la exposición dialéctica puede involucrar tanto posponer la presentación de ciertas determinaciones como anticipar otras para luego retomarlas, de acuerdo con la "plasticidad" que el investigador busque darle a la exposición (Iñigo Carrera, 1992; Starosta, 2015). Es bajo este significado más profundo del método dialéctico que pienso que deben evaluarse las argumentaciones de cariz metodológico.