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Bitácora Urbano Territorial

Print version ISSN 0124-7913

Bitácora Urbano Territorial vol.27 no.3 Bogotá Sep./Dec. 2017

https://doi.org/10.15446/bitacora.v27n3.42574 

Artículos

Patrones de sociabilidad en barrios vulnerables: dos casos en Santiago, Chile

Patterns of network sociability in vulnerable neighbourhoods: two cases in Santiago, Chile

Padrões de sociabilidade em bairros vulneráveis: dois casos em Santiago, Chile

Felipe Linka 

Rodrigo Morab 

Margarita Greenec 

Cristhian Figueroad 

a Sociólogo y Magíster en Investigación Social y Desarrollo de la Universidad de Concepción. Doctor en Arquitectura y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Subdirector y Profesor Asistente en el Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la Pontificia Universidad Católica de Chile y director de la Revista EURE. Chile. Ha sido investigador responsable y coinvestigador en diferentes proyectos con financiamiento nacional e internacional. Es investigador asociado en el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) y en el Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS). felipe.link@uc.cl.

b Arquitecto, Magíster en Estudios Avanzados de Arquitectura y Doctor en Arquitectura y Urbanismo de University College London. Desde 2002 ha trabajado como docente e investigador en las universidades Federico Santa María y Diego Portales. Sus áreas de especialización incluyen políticas habitacionales, movilidad y actividad física y Sintaxis Espacial. Actualmente es Coordinador de investigación de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Diego Portales y participa como investigador del Centro de Desarrollo Sustentable (CEDEUS). Chile. rodrigo.mora@udp.cl.

c Arquitecta y Magíster en Sociología de la Universidad Católica de Chile, y Doctora en Arquitectura y Urbanismo de University College London. Inició su trabajo profesional como arquitecta en Leeds (Inglaterra), tarea que continuó posteriormente en Santiago. Desde 1991 es profesora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Chile. Sus áreas de especialización incluyen asentamientos informales, barrios vulnerables, sintaxis espacial, áreas patrimoniales, proyecto urbano y estrategias de educación en arquitectura. Actualmente es investigadora principal del Centro de Desarrollo Sustentable (CEDEUS). Chile. mgreenez@uc.cl.

d Arquitecto, Magíster en Proyecto Urbano de la Universidad Católica de Chile y candidato a Doctor en Estudios del Transporte en la University of Leeds. Ha sido profesor de diversos cursos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Chile, y ha trabajado en investigaciones sobre movilidad y barrios vulnerables. Actualmente desarrolla su tesis doctoral, la cual aborda los impactos del ambiente construido sobre los peatones que circulan por barrios vulnerables de Santiago de Chile. Chile. cofiguer@uc.cl.


Resumen

En las ciudades contemporáneas el espacio construido y el social se encuentran en un proceso constante de transformación. En este contexto, el barrio es una unidad cuya función es reunir a la comunidad y a sus prácticas, al mismo tiempo que opera como vínculo entre el espacio privado de la vivienda y la metrópolis. El rol del barrio en la construcción de la comunidad cobra especial relevancia en los barrios vulnerables. En Chile después de años de políticas viviendistas que privilegiaban la construcción de casas, se ha cambiado el foco hacia el mejoramiento de los barrios con intervenciones integrales multisectoriales. En este contexto, el objetivo del presente artículo es evaluar la relación entre las estructuras del espacio físico y las estructuras de sociabilidad en habitantes de barrios vulnerables en proceso de consolidación en Santiago, específicamente, a través del estudio de dos casos emblemáticos de la comuna de El Bosque. La hipótesis general es que el espacio físico y la configuración actual de muchos de los barrios con estas características de vulnerabilidad so-cioterritorial actúan como una estructura estructurante de relaciones sociales que es capaz de inhibir la difusión de la sociabilidad y favorecer el aislamiento metropolitano.

Palabras clave: consolidación de barrios vulnerables; espacio público; inclusión socioes-pacial; redes sociales

Abstract

The built and social urban space in contemporary cities are in a continuous transformation process. In this context, neighbourhoods have a double function that gathers community values while operates as link between the homes and the metropolis. The neighbourhood's role in the building of the community is especially relevant in vulnerable neighbourhoods. In Chile, after years of housing public policies that privileged the construction of houses, the focus has changed towards neighbourhood improvement with multi-sectorial integral interventions. In this context, the objective of the present paper is to evaluate the relationship between the physical space and the sociability structures of inhabitants from vulnerable neighbourhoods in the process of consolidation in Santiago de Chile, through the analysis of two cases in the municipality of El Bosque. The general hypothesis is that the physic space and the configuration of many vulnerable neighbourhoods, work as a structure-that-structures social relation, capable of inhibiting sociability and favouring urban isolation.

Keywords: consolidation of vulnerable neighbourhoods; public space; socio-spatial inclusion; social networks

Resumo

Nas cidades contemporâneas o espaço construído e o espaço social estão num constante processo de transformação. Neste contexto, o bairro é uma unidade com uma dupla função que congrega a comunidade e a suas práticas, ao mesmo tempo que opera como um vinculo entre o espaço privado da habitação e a metrópoles. O papel da vizinhança na construção da comunidade é particularmente importante em bairros vulneráveis. No Chile, após anos de políticas pro habitação, favorecendo a construção de casas, o foco tem sido mudado para a melhoria dos bairros com intervenções multisectoriais abrangentes. Neste contexto, o objetivo deste texto é avaliar a relação entre as estruturas de espaço físico e as estruturas de sociabilidade em habitantes dos bairros vulneráveis em processo de consolidação em Santiago. A hipótese geral é que o espaço físico e a configuração atual de muitos bairros e, especificamente nos bairros vulneráveis, atua como uma estrutura - estruturando as relações sociais e capaz de inibir a difusão de sociabilidade e favorecer o isolamento metropolitano.

Palavras-chave: consolidação dos bairros vulneráveis; espaço público; inclusão socio espacial; redes sociais

Introducción

La producción masiva de viviendas sociales en Chile, que comenzó en 1990, dio inicio a una reducción fuerte del déficit de vivienda en el país, así como de los estándares de calidad (Rodríguez y Sugranyes, 2005). En efecto, el tamaño mínimo de las viviendas se redujo a menos de 40 m2, se localizaron en lugares periféricos y el equipamiento comunitario fue prácticamente inexistente. Los barrios construidos con estas normas dejaron, en poco más de dos décadas, una vasta periferia urbana con graves problemas de conectividad, infraestructura de servicios, calidad de las viviendas y de los espacios públicos, y escasas oportunidades de inclusión social para su población (Sabatini, et al., 2012).

Después de más de veinte años de este enfoque cuantitativo en la entrega de soluciones mínimas, las políticas de vivienda chilenas han mejorado recientemente sus estándares y ampliado su enfoque no solo en la producción de nuevas zonas residenciales, sino en la mejora del parque de viviendas sociales existente. Así, la nueva generación de programas de vivienda ha estado dirigido a la disminución de la pobreza a través de un enfoque territorial multidisciplinario.

Una de las acciones llevadas a cabo bajo este enfoque nuevo fue el programa Quiero mi barrio (QMB), lanzado en el año 2007. El programa se centró explícitamente en mejorar el espacio público y en el fortalecimiento de la organización social en 200 barrios de todo el país identificados como vulnerables. En virtud de un proceso participativo bien planificado, el programa QMB ha construido centros de internet, parques, campos deportivos, entre otros, y promovió el fortalecimiento de las organizaciones comunitarias y la participación.

En este contexto, el presente artículo pretende aportar a la comprensión de los efectos sociales de la intervención territorial, a través del análisis de la sociabilidad y la configuración del espacio público de los conjuntos de viviendas en dos barrios vulnerables en la comuna de El Bosque al sur de Santiago de Chile.

El barrio como unidad de análisis socioterritorial

La configuración metropolitana actual de muchas de las ciudades en Chile ha transformado su condición urbana tradicional. Mongin (2007) describe esta transformación como el paso de una condición urbana I a una condición urbana II. La primera condición es entendida como un espacio finito que da la posibilidad de prácticas infinitas, mientras la segunda es un espacio ilimitado, infinito, que segmenta las prácticas sociales al interior de la ciudad. En este sentido, la primera condición urbana privilegia la permanencia y los lugares, mientras que la segunda enfatiza en el tránsito y el flujo por sobre los lugares de encuentro. Mongin (2007) señala la necesidad de un imperativo político de recuperación del lugar para devolverle a la ciudad su sentido original. Con un argumento similar, Augé (1993) describe el concepto de no lugar para referirse a los espacios, principalmente urbanos, donde el lugar antropológico ya no está presente. Es decir, donde el intercambio social, simbólico y comunicativo va perdiendo terreno, y cediendo su lugar a relaciones funcionales. Desde la sociología, este proceso ha sido descrito por diversos autores. En su libro Teoría de la acción comunicativa,Habermas (1987) se refiere específicamente a un proceso de colonización del mundo de la vida por parte del sistema. Desde esta perspectiva, la sociedad se encaminaría hacia una racionalización unilateral de la práctica cotidiana, cosificando las relaciones sociales y subordinándolas a una lógica sistémica. Antes que Habermas, Arendt (1993) analizó la condición humana con relación a la diferenciación entre labor y work para referirse precisamente a los procesos de alienación de la vida moderna. Desde la arquitectura, Frampton (1979) retoma estas ideas para reivindicar un regionalismo crítico en la construcción del espacio habitado, y vincular una perspectiva social y espacial en el habitar urbano. Finalmente, Bourdieu (1999) redefine la manera de entender la relación entre las estructuras del espacio físico y las estructuras del espacio social en las sociedades modernas. Para este autor,

La estructura del espacio se manifiesta en la forma de oposiciones espaciales, en las que el espacio habitado funciona como una especie de simbolización espontánea del espacio social, (donde) una parte de la "inercia" de las estructuras del espacio social se deriva del hecho de que están inscritas en el espacio físico (Bourdieu, 1999: 120).

Es decir, el espacio social reificado se presenta como la distribución en el espacio físico de diferentes especies de bienes y servicios, y también de agentes individuales y grupos localizados físicamente, provistos de oportunidades más o menos importantes de apropiación de esos bienes y servicios, en función de su capital y de la distancia física con respecto a ellos. La diferenciación en el espacio, en palabras de Bourdieu (1999: 123), "consagra simbólicamente a cada uno de sus habitantes, permitiéndoles participar del capital acumulado por el conjunto de los residentes."

Estas aproximaciones son importantes ya que se refieren a definiciones sobre la conformación social del espacio y la comunidad, entendidos como elementos constitutivos de una condición urbana que determina de alguna forma las posibilidades de inclusión y exclusión de sus habitantes.

En este contexto, el espacio público aparece muchas veces como el antídoto para los procesos de reificación urbana. En los orígenes de la sociología urbana, Simmel (2005) reivindica el espacio público y específicamente el espacio urbano, entendido como el lugar que da la posibilidad del encuentro con el otro. Para Wirth (1968), la heterogeneidad social y al surgimiento de una cultura urbana son unas de las características constitutivas del modo de vida particularmente urbano. El barrio, la calle y el espacio público se entienden como el elemento que articula el espacio social con el espacio físico, cuya estructura depende en gran medida de la estructura general de la ciudad (Lefebvre, 1971). Para Mayol (1996), el barrio se erige en prácticas como saludarse, caminar de determinada manera o conocerse unos a otros en una relación de vecindad que forja poco a poco una identidad común generadora de confianza y pertenencia. El barrio sería el resultado de un imaginario colectivo, en el sentido en que reúne las ideas de comunidad de los habitantes, operando como un vínculo entre el espacio privado del hogar y el espacio anónimo de la metrópolis.

El barrio aparece también como el lugar del espacio negociado donde los diferentes grupos que lo habitan intentan, más o menos explícitamente, imponer sus valores y formas de vida (Gravano, 2005). En este sentido, el barrio se transforma en un elemento de socialización muy importante en el que se pueden construir vínculos sociales y se logra identificar las fronteras entre el nosotros y los otros (Gurvitch, 1953).

Sin embargo, pareciera que la sociabilidad urbana, es decir, el proceso de interacción e intercambio, mediante el cual el encuentro con el otro se materializa, ocurre cada vez más en el espacio privado. El espacio público, barrial, urbano y metropolitano suele perder importancia como espacio de sociabilidad y estructura estructurante de comunidad. El encuentro con el otro pregonado por Simmel (2005), se ve dificultado en un escenario urbano metropolitano cada vez más genérico (Koolhaas, 2006). Así, desde el urbanismo contemporáneo, la pérdida del espacio público y la inclusión de variables nuevas, como el temor al otro y la inseguridad, van desconfigurando la definición original de la ciudad (Davis, 2001; Borja, 2003). Por otra parte, la forma que asume la sociabilidad también ha sufrido transformaciones. Para Ascher (2004), el tejido social cambia de textura, aumenta la movilidad de personas, bienes e informaciones, creando lo que este autor llama la solidaridad conmutativa en una nueva configuración de la ciudad y de la sociedad, entendida como hipertextualidad.

A partir de estas aproximaciones pretendemos evaluar la relación entre las estructuras del espacio físico y las estructuras de sociabilidad de los habitantes de dos barrios vulnerables en proceso de consolidación en Santiago de Chile. La metodología corresponde a una perspectiva socioespacial, de análisis de la configuración de los conjuntos de vivienda, así como de las redes personales, entendida como una buena forma de conocer la estructura de los vínculos sociales en el espacio urbano contemporáneo (Marques, 2012). La hipótesis general de esta aproximación es que el espacio físico y la configuración del barrio en sectores vulnerables que han sido sometidos a procesos de mejoramiento físico y organizacional (como los barrios del QMB) actúan como una estructura que permite el mejoramiento de las relaciones al interior del barrio, pero que muchas veces inhibe la expansión de la sociabilidad. El espacio público en este contexto tiene una doble condición: por un lado, articula al barrio con el exterior y sirve de espacio para la sociabilidad local, mientras que, por otro, genera desconfianza y un encadenamiento al lugar (Bourdieu, 1999). En otras palabras, esto genera integración local, pero aislamiento metropolitano.

Así, esta nueva fase de desarrollo urbano ha resultado en el resurgimiento del barrio como unidad de intervención urbana. Los valores asociados al barrio y entendidos como partes de una unidad territorial identificable han sido promovidos desde mediados del siglo pasado. Lynch (1960) hacía hincapié en sus características morfológicas particulares, mientras Jacobs (2011 enfatizaba la capacidad de permitir que sus habitantes se pudiesen reconocer e intercambiar información entre ellos, construyendo un capital social comunitario (Coleman, 1989). Para Lefebvre (1971) y Mayol (1996) el concepto de barrio aparece en el centro de la producción y reproducción del espacio social. Sin embargo, a pesar de las características anteriores, varios autores acusan la erosión de las relaciones comunitarias como el producto de la nueva pobreza urbana y la constitución periférica de nuevos espacios barriales metropolitanos, específicamente aquellos de mayor vulnerabilidad y asociados a la intervención pública. Kaztman (2001) sugiere que el proceso de consolidación de los barrios vulnerables en América Latina parece limitar el potencial atribuido a la escala barrial, convirtiéndola muchas veces en un elemento más de aislamiento social de los pobres urbanos. Para el caso de Santiago de Chile, esto sucede especialmente en los barrios surgidos de las políticas habitacionales de las últimas décadas. Es precisamente en la comprensión de los procesos de consolidación de dichos barrios y de comunidades populares, y de sus consecuencias que este trabajo intenta avanzar, para reflexionar desde una mirada socioespacial sobre los procesos de inclusión y exclusión urbana asociados a la producción del espacio a partir de las políticas públicas.

La vivienda social chilena en edificación colectiva

Dentro de la trayectoria extensa de las políticas de vivienda en Chile, las edificaciones de habitación colectiva representan una solución experimental aplicada en periodos de tiempo acotados. Bajo una influencia tímida del movimiento de arquitectura moderna, las primeras edificaciones colectivas emergieron en la década de 1930 en pequeños conjuntos construidos para alojar a sindicatos obreros o trabajadores de dependencias del Estado (MINVU, 2004). En general, corresponden a bloques de cuatro o cinco pisos, inmersos en amplias áreas verdes.

Hacia la mitad del siglo XX, la edificación colectiva se masificó mediante grandes conjuntos que tomaron a cabalidad las definiciones de la "buena vivienda moderna". En los complejos nuevos aumentaron las dimensiones de los edificios y la proporción de las áreas verdes, además se edificaron pasarelas y circulaciones peatonales (Raposo, 2001). Bajo el impulso de un incipiente Estado de Bienestar, estos barrios estaban enfocados a satisfacer nuevamente las demandas de agrupaciones de trabajadores que, a través de organizaciones comunitarias, velaban por la mantención de las áreas comunes (Forray, Márquez y Sepúlveda, 2011). El golpe militar de 1973 trajo consigo un giro radical en el Estado chileno, y la forma de abordar las políticas urbanas y habitacionales. El Estado de Bienestar se desmanteló y se transformó en uno subsidiario, reestructurando la política de suelo urbano y de vivienda, con consecuencias sobre el precio del suelo y la segregación residencial socioeconómica (Sabatini, 2000).

Durante este periodo, el déficit habitacional fue muy grande y la vivienda social pasó a ser una responsabilidad del sector privado, con cuotas anuales establecidas por el aparato central. En el proceso de postulación, se evaluaban los costos del proyecto de vivienda, premiando a las empresas que prestaran los menores valores (Rodríguez y Sugranyes, 2005). Como consecuencia del proceso de mercantilización y de otras políticas urbanas como la abolición del límite urbano, los proyectos de vivienda social se "periferizaron" en una búsqueda de los privados por reducir el costo del precio de suelo (Hidalgo, 2005; Sabatini, 2000). Asimismo, la edificación colectiva, tradicionalmente construida para las clases medias organizadas, se aplicó masivamente como una solución genérica para los grupos socioeconómicos más bajos. En términos edificatorios, los conjuntos nuevos representaron una versión empobrecida de los construidos con anterioridad. Los edificios se simplificaron en bloques homogéneos de tres o cuatro pisos, carentes de cualquier diseño de calidad, mientras que el tamaño de la vivienda se redujo a una superficie máxima posible de 40 m2 (MINVU, 2004).

Durante este periodo también se suprimieron las organizaciones que velaban por la mantención de los espacios comunes en los conjuntos. Los viejos complejos modernos cayeron en su mayoría en procesos de obsolescencia (Greene y Soler, 2004), en cambio, los nuevos nunca tuvieron la oportunidad de gozar de un espacio común mantenido y de calidad. No existía una capacidad organizativa ni suficientes recursos económicos para cuidar las áreas comunes, razón por la cual, terminaron como áreas deterioradas y/o abandonadas. Los nuevos barrios se transformaron finalmente en un motivo de vergüenza y de reestructuración de las políticas públicas de intervención urbana (Rodríguez y Sugranyes, 2005). La vivienda de dimensiones acotadas en edificios rígidos dificultó el crecimiento de las familias, la tenencia de automóviles particulares, entre otros. Ante la problemática y la ausencia de una entidad que gestionara los espacios comunes de los conjuntos, las familias ampliaron sus viviendas hacia el exterior de la edificación. De acuerdo con Rodríguez y Sugranyes (2011), un 40% de los residentes de departamentos aumentó sus residencias, creando un panorama que se observa hasta hoy en la vivienda colectiva chilena: grandes agrupaciones de edificios densamente edificados, con poca luz natural, áreas comunes ocupadas y circulaciones peatonales bloqueadas.

Además, la localización periférica de estos conjuntos aumentó la segregación residencial a gran escala, y acentuó el aislamiento y la fragmentación metropolitana de los conjuntos al privarlos de prácticamente cualquier tipo de acceso a los servicios urbanos.

En la última década, la política habitacional chilena ha intentado revertir el daño provocado por la focalización indiscriminada en la reducción del déficit habitacional, implementando una serie de programas de recuperación barrial, siendo el más importante el programa de recuperación de barrios Quiero mi barrio, cuyo foco central tiene que ver con la nueva orientación estatal hacia el mejoramiento integral de los barrios.

Estudios de caso: San Francisco y Vicente Huidobro

En este periodo crítico de la política habitacional chilena se edificaron el conjunto Vicente Huidobro y la Villa San Francisco de Asís. Ambos, construidos a finales de la década de 1980, están localizados al sur de la ciudad de Santiago, en el suroriente de la comuna de El Bosque, en el límite con la comuna de La Pintana. El entorno de los dos conjuntos es un área compuesta mayoritariamente por conjuntos de vivienda social, con viviendas unifamiliares y edificios construidos entre las décadas de 1960 y de 1990 (véase Figura 1).

Fuente: elaboración propia.

Figura 1 Localización de conjuntos San Francisco de Asís y Vicente Huidobro. 

Los dos barrios se encuentran en manzanas contiguas y tienen un área aproximada de 22.500 m2 cada uno. Vicente Huidobro ocupa una manzana completa y San Francisco de Asís cubre la mayor parte de la manzana vecina. Ambos conjuntos están compuestos por departamentos de menos de 40 m2. San Francisco de Asís fue intervenido recientemente por el programa de recuperación de barrios Quiero mi barrio, cuyo objetivo es recuperar el espacio público y los equipamientos colectivos y, a través de ello, reconstruir el capital social en los conjuntos (MINVU, 2010).

La edificación ampliada

San Francisco de Asís se compone de trece edificios de vivienda colectiva de tres pisos cada uno, con un largo variable y un ancho estándar de 7 m. Once de los edificios se encuentran paralelos en sentido orientación norte-sur, separados por un pasillo largo que no supera los 10 m de ancho (véase Figura 2). Los otros dos edificios se encuentran en posición oriente-poniente y tienen menores dimensiones que los referidos anteriormente.

Fuente: elaboración propia.

Figura 2 Esquema de los conjuntos Vicente Huidobro y San Francisco de Asís 

El acceso a los edificios se da por escaleras localizadas en los pasillos intermedios, concentrando todos los accesos en una de las fachadas longitudinales del edificio. La fachada opuesta sólo tiene ventanas, mientras que las fachadas de menores dimensiones no tienen ventanas ni accesos, son completamente ciegas. Esta situación deja al área común del conjunto, localizada en el sur de los edificios, rodeada por fachadas ciegas.

Debido al tamaño reducido de los departamentos (39 m2), la mayoría de las viviendas tienen ampliaciones hacia el exterior, cubriendo con edificaciones parte de los pasillos que separan los bloques. Hacia el año 2008, estudios realizados por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU, s.f.), indicaban que el 95% de los departamentos ubicados en la planta baja poseía algún tipo de ampliación irregular, situación que se repetía, con menor intensidad por motivos estructurales, en los dos niveles superiores.

El área común no cubierta por ampliaciones también fue ocupada y, de cierta manera, privatizada por los departamentos de la planta baja por medio de la instalación de rejas, cuyo propósito es crear patios para las viviendas y/o estacionamientos cerrados para los automóviles particulares (véase Figura 2). Ante la ausencia de una entidad que organice y mantenga el espacio común en buenas condiciones, las familias lo gestionan y fragmentan de acuerdo con sus necesidades particulares.

Por otro lado, Vicente Huidobro está conformado por dieciocho edificios colectivos ordenados en pares, y separados por un pasillo en donde se encuentran las circulaciones verticales y los accesos a los departamentos. Cuatro pares de edificios tienen una orientación oriente-poniente y los restantes se encuentran en dirección norte-sur (véase Figura 2).

El conjunto tiene diversas similitudes con San Francisco de Asís: los edificios tienen acceso por los pasillos centrales en donde se ubican las circulaciones verticales. La fachada que enfrenta a ese pasillo tiene todos los accesos a las viviendas, mientras que la opuesta sólo posee ventanas y las de menores dimensiones son completamente ciegas. La mayor parte de los departamentos del primer nivel tienen ampliaciones, y cerramientos para patios y estacionamientos particulares.

La precariedad que evidencian las ampliaciones queda también expuesta en las evaluaciones que los propios habitantes tienen de los departamentos. Así, en una escala de 1 a 7, la calidad de la vivienda recibe un 4,7 en San Francisco y un 4,5 en Vicente Huidobro. Ambas calificaciones son consideradas sólo como "suficientes" en el sistema de evaluación chileno.

El espacio "público"

Los edificios de ambos barrios se encuentran inmersos en un amplio espacio abierto que cubre más de la mitad de la superficie del conjunto, concentrando la mayor proporción en los bordes.

En San Francisco de Asís el área común de mayores dimensiones se ubica al sur del conjunto y está bordeado por las espaldas de las viviendas de un conjunto de casas vecino, las espaldas de los equipamientos colectivos y los muros ciegos de los edificios de vivienda colectiva. Salvo los dos edificios del conjunto que poseen una orientación oriente-poniente, los demás no tienen ventanas ni fachadas abiertas en sus bordes (véase Figura 3, letra D). Por otra parte, los pasillos de acceso se encuentran parcialmente cercados por rejas que no permiten el acceso público y por ampliaciones de las viviendas del primer piso.

Fuente: elaboración propia.

Figura 3 Área común en los conjuntos Vicente Huidobro y San Francisco de Asís. 

Todo el conjunto San Francisco de Asís, incluyendo el espacio abierto, se encuentra rodeado por una reja perimetral construida por el programa Quiero mi barrio. Este cierre, si bien tiene accesos regularmente abiertos, limita el ingreso de extraños por su valor simbólico.

Vicente Huidobro posee tres plazas: las dos de mayores dimensiones están rodeadas igualmente por fachadas con ventanas y muros ciegos (véase Figura 3, letras A y B). Hacia el poniente se encuentra la tercera plaza, rodeada exclusivamente por muros ciegos (véase Figura 3, letra C). Aunque las plazas no poseen cierres perimetrales, los pasillos de acceso entre los edificios están cerrados y apropiados por ampliaciones de las viviendas.

De acuerdo con la legislación chilena (MINVU, 1997), la superficie abierta de ambos conjuntos no es considerado un espacio público propiamente, pues no pertenece al Estado sino al condominio, por lo tanto, no es responsabilidad del primero asegurar su manutención y cuidado. La paradoja radica en que las comunidades de ambos casos no tienen la capacidad económica para mantener las áreas comunes en buenas condiciones.

Las dificultades para la administración de estos espacios son reforzadas por las complejidades del entorno de los espacios comunes de ambos conjuntos, que contradicen todas las ideas sobre un espacio común seguro y de calidad (Jacobs, 2011; Gehl, 2006), yendo incluso en contra de las recomendaciones definidas por el MINVU (2010), que sugieren que los espacios comunes estén contiguos a los accesos a las viviendas. Como consecuencia, terminan siendo sitios vacíos que son apropiados por grupos antisociales y/o que son percibidos como inseguros y amenazantes, sobre todo en las noches.

A pesar de encontrarse contiguos, la percepción de inseguridad no es la misma en los dos conjuntos. En el caso de San Francisco de Asís, menos de la mitad de los encuestados lo encuentra inseguro durante la mañana o la tarde. Vicente Huidobro, por el contrario, no es considerado como seguro en ningún horario por más de la mitad de los encuestados, llegando al extremo de menos de 20% durante las noches (véase Cuadro 1).

Fuente: elaboración propia.

Cuadro 1 Seguridad percibida en los barrios, expresado en porcentaje de habitantes encuestados que considera afirmativamente los siguientes factores 

Si bien esta diferencia puede tener múltiples orígenes, se destacan las diferencias espaciales que pueden, eventualmente, influir en ella. Así, mientras San Francisco de Asís se encuentra localizado adyacente a la avenida San Francisco, conectado con otros sectores de la ciudad, Vicente Huidobro tiene una localización interior, enclavado entre conjuntos con características similares. Junto a lo anterior, la intervención que realizó el Estado en San Francisco de Asís permitió la instalación de una reja perimetral que, en cierta forma, otorgó cierto control a los residentes sobre los espacios comunes. En contraste, el conjunto Vicente Huidobro está completamente abierto y todos sus espacios comunes son difíciles de controlar por los residentes, ya que sus viviendas no tienen accesos ni ventanas en dirección a ellos.

La percepción negativa, sin embargo, forma parte de un fenómeno de rechazo más complejo hacia los dos barrios. En una escala de 1 a 7, San Francisco de Asís alcanza una evaluación de 4,9 (suficiente) y Vicente Huidobro un 3,9 (insuficiente). Como complemento, menos de la mitad considera que en sus conjuntos pueden llevar una vida satisfactoria, siendo nuevamente más crítico el caso del conjunto Vicente Huidobro, y un porcentaje superior al 70% indica que se cambiaría de barrio en el corto plazo si estuviera a su alcance (véase Cuadro 1).

Por otra parte, el análisis de la sociabilidad realizado en esta investigación corresponde específicamente a un estudio de redes personales egocéntricas, en otras palabras, a la forma que asume la estructura de los vínculos sociales de los habitantes en cada barrio. A partir de ahí, se intenta relacionar interpretativamente estos resultados con las características de la configuración del entorno para evaluar eventuales procesos de consolidación socioespacial. En este sentido, el análisis de redes permite investigar relaciones institucionalizadas. La calidad y densidad de los vínculos, así como las características estructurales de las redes de sociabilidad pueden ayudar a comprender la forma que asumen estas dinámicas y su relación con el espacio urbano, la cuales pueden ser evaluadas en términos de su capacidad para acceder y movilizar recursos incrustados en la estructura social (Lin, 2001).

Desde esta perspectiva, nos interesó conocer la estructura de sociabilidad (McCarty, 2002) de los individuos residentes en los barrios seleccionados, entendidos como representativos de un momento particular de la política habitacional en Chile, a través del análisis de propiedades estructurales de las redes y sus características (Carrasco et al. 2008; Kadushin, 2012; Wasserman y Faust, 1994). Siguiendo a McCarty (2002), Carrasco et al. (2008) y Marques (2012) se realizaron entrevistas de redes ad hoc para conocer la estructura de sociabilidad de los habitantes de San Francisco y Vicente Huidobro. En cada conjunto se realizaron diez entrevistas que luego fueron procesadas y analizadas mediante el software UCINET 6 (Borgatti, Everett y Freeman, 2002) para describir y calcular coeficientes estructurales de cada red, al igual que medir la tendencia central para cada zona. Se consideraron las siguientes medidas adaptadas de McCarty (2002): a) densidad, b) centralidad de grado, c) centralidad por cercanía, d) centralidad por intermediación, e) cliques y f) componentes. En el Cuadro 2 se muestra solamente la distribución de densidad, centralidad de grado y número de contactos con el objetivo de ilustrar simplificadamente la estructura de las redes de contactos en estos barrios e intentar relacionar esa estructura con las características de la configuración del entorno.

Se realizaron 200 encuestas a una muestra aleatoria de jefes de hogar de ambos conjuntos y, a partir de ahí, se generó una submuestra de 20 casos para las entrevistas. Si bien es posible realizar un análisis particular de cada resultado, a continuación, se da cuenta de una descripción de variables representativas de las características observadas en las redes de contacto, así como algunos indicadores de su estructura.

Sin querer establecer diferencias probadas entre ambos barrios, existen algunos matices que puede ser interesante evaluar a la luz de cada configuración. Sin embargo, ambos conjuntos comparten muchos atributos que los distinguen en el contexto metropolitano de Santiago. Específicamente, la pobreza, la localización periférica, la carencia de servicios y oportunidades urbanas, entre otras. Además, las características socioeconómicas de su población también son bastante homogéneas y se encuentran en la parte más baja de la estratificación social. Con todos estos antecedentes, es difícil aislar el efecto barrial en las prácticas y estructura de la sociabilidad, no obstante, este artículo es un intento por vincular tentativamente ambas dimensiones en el análisis.

En cada barrio se puede observar que predominan los contactos familiares como esfera principal de sociabilidad. Hay que señalar que los contactos, en el contexto de esta investigación, son aquellas personas más o menos importantes para el entrevistado, con quien se mantiene algún tipo de relación recíproca y que es mencionado espontáneamente, es decir, se trata de las personas que conforman la estructura de sociabilidad reconocida por los habitantes de cada barrio. Tanto en San Francisco como en Vicente Huidobro cerca del 40% de los contactos mencionados corresponden a la familia. Por otra parte, los contactos vinculados a una relación laboral son los más bajos, superando levemente el 10% en el caso de San Francisco y el 5% en el de Vicente Huidobro. Esto es importante ya que se relaciona con el carácter local de la sociabilidad y su funcionalidad, considerando además que las categorías de vecino, amigo y compañero de organización social son, en general, contactos localizados también dentro del barrio (véase Cuadro 2).

Fuente: elaboración propia.

Cuadro 2. Distribución de las esferas de sociabilidad en cada barrio. 

Por otra parte, algunas características de la estructura de las redes de contactos individuales en los barrios analizados muestran una gran integración local. La densidad promedio de las redes de sociabilidad, esto es, el grado de localidad de las redes es de 56% en San Francisco y de 61% en Vicente Huidobro. Esto significa que, de todos los contactos declarados por los habitantes, el 56% y 61% respectivamente se conoce entre sí, lo que evidencia que no existe una separación real de los círculos sociales, y que los habitantes crean relaciones comunitarias y barriales fuertes, sin el potencial que ofrecen los vínculos débiles (Granovetter, 1973) fuera del barrio. En este sentido, Vicente Huidobro presenta indicadores inferiores en términos de sociabilidad, lo que probablemente esté relacionado con sus características espaciales. El Cuadro 3 muestra otras medidas asociadas al análisis de red como la centralidad, es decir, el grado en que la red está conectada internamente. Allí se evidencian valores altos en ambos barrios, aunque sin diferencias importantes entre ellos.

Fuente: elaboración propia.

Cuadro 3 Distribución de las esferas de sociabilidad en cada barrio. 

Por último, la residencia de cada contacto refuerza el argumento señalado hasta aquí. Es decir, tanto en Vicente Huidobro como en San Francisco los contactos declarados viven en el mismo barrio o comuna.

Consideraciones finales

Si bien hay una serie de variables que influyen en la forma y en la estructura de la sociabilidad de los habitantes de la ciudad, vemos que la homogeneidad de las redes de contactos de los habitantes de los barrios analizados permite inferir una relación socioespacial. El entorno configura las posibilidades de interacción, las encadena a un lugar, en palabras de Bourdieu (1999). Por otra parte, la reproducción de las relaciones sociales densas y homogéneas tiende a localizarse al interior de los conjuntos, impidiendo una integración metropolitana. La integración local excesiva aparece como un atributo contradictorio: por una parte, se fomenta la integración y la participación local, entendida como una fuente de capital social comunitario, pero también se corre el riesgo de un aislamiento metropolitano. El espacio, específicamente la intervención urbana a escala barrial, puede contribuir a la reconfiguración socio espacial, motivando interacciones diferentes, sin descuidar la integración local.

Los resultados de este estudio puntual indican que proyectos como Quiero mi barrio tienen un efecto desigual en los dos barrios. Aunque en ambos asentamientos la mayoría de los entrevistados declaró su intención de cambiar de barrio si pudiera hacerlo y manifestó que la inseguridad es alta, en el barrio intervenido por el QMB estos indicadores son menos acentuados.

Con respecto a las redes de sociabilidad, los resultados muestran que, aunque el programa QMB ha mejorado las condiciones materiales de vida en contextos de vulnerabilidad, no ha provocado cambios importantes en los patrones de interacción social de estos lugares. De hecho, vemos que las redes de sociabilidad siguen siendo, en gran parte, extremadamente locales y con pocas conexiones con el resto de la ciudad. Lo anterior sugiere que son las características espaciales de los barrios, derivadas de su implantación en la ciudad muy alejada de los centros de empleo y en comunas donde prácticamente sólo viven grupos vulnerables, las que estarían limitando las posibilidades de integración metropolitana de sus habitantes y, específicamente, la interacción con zonas más acomodadas, ubicadas en el oriente de la ciudad.

Aunque los efectos sociales de la construcción masiva de conjuntos de vivienda social en la periferia santiaguina han sido ampliamente estudiados, hasta ahora existen pocas investigaciones sobre los efectos en la sociabilidad de las personas que han hecho parte de estos procesos. Visto así, pareciera ser que las variables urbanas tienen efectos sociales concretos que impiden a las personas romper la trampa de la localización, que contribuye a la reproducción de una condición marginal. El desafío para las políticas públicas es el de un esfuerzo más amplio y coordinado, más allá de la intervención local de los aspectos materiales de la vivienda y el barrio.

Agradecimientos: Los autores agradecen el apoyo de los proyectos FONDECYT 1100068 y 1161550 así como a los Proyectos CONICYT/FONDAP 15110020 (CEDEUS) y 15130009 (COES) por haber financiado parcialmente este trabajo.

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Recibido: 14 de Marzo de 2014; Aprobado: 12 de Diciembre de 2016

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