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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

Print version ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  no.28 Bogotá May/Aug. 2017

https://doi.org/10.7440/antipoda28.2017.10 

Documentos

Entre caballos y elefantes. Una conversación sobre documentar, intervenir y fotografiar(

Juanita Escobar** 

Santiago Escobar-Jaramillo*** 

1Fotógrafos e investigadores, Museo Santa Clara de Bogotá Colombia

2Fotógrafos e investigadores Universidad Nacional de Colombia, Colombia


¿Qué es documentar? ¿Por qué decimos que una fotografía es más documental que otra? ¿Qué hace que una foto documente menos o más una realidad? Todo fotógrafo sabe que la relación entre la imagen y la realidad, entre lo que queda en la memoria de la cámara y aquello que estuvo frente a ella, es más compleja de lo que aparenta. El mismo acto de seleccionar aquello que encuadramos y obturar implica ya una intervención en el mundo. Aun así, pareciera como si ciertas imágenes se acercaran más a la realidad que otras. Esa es una de las diferencias, hasta cierto punto aparentes, en nuestro trabajo. Cuando el espectador se acerca a las fotografías de Juanita pareciera que ve algo menos intervenido que cuando mira una de las mías. Pero en Elefante Blanco mi intervención documenta: están esos matabueyes, que no son sino los pilares de unos puentes sobre los que no pasa nada y debajo de los cuales tampoco pasa nada, la tela de construcción, la luz, el paisaje desértico y el trabajo de la gente. Mediante todos esos elementos documento corrupción y sequía, o mejor, la relación indisoluble entre las dos. Por eso, para mí, intervenir tiene que ver con documentar, y claro, también con la verdad. Nos enseñan que la verdad es lo que no se toca y que sólo se la fotografía. Pero la cámara es sólo mediadora, vehículo o vínculo entre el afuera y el adentro del fotógrafo. Toda foto es una intervención. Esa idea de que no se puede tocar o intervenir es un concepto que me plantea dudas. A mí me interesa contar mi verdad, mi punto de vista, poder hablar de sequía, corrupción, sueños e imaginación en la intervención misma.

La fotografía tiene la capacidad de documentar mucho más de eso que muestra. Para llegar a las imágenes que acompañan este número de Antípoda tuve que pasar mucho tiempo en el Llano. Es por eso que, para mí, Llano es una fotografía a caballo, que se vale de pasar siete u ocho años galopando. Yo llegué al Casanare con unos veinte años y desde entonces he hecho una vida allá. Al principio trabajaba en documentar flora y fauna con una fundación. Yo me movía a pie, y entonces todo era muy distinto. Cuando me enseñaron los mismos caminos a caballo empecé a vivir el Llano de otra forma, y desde entonces eso me ha fascinado. El mundo es muy diferente desde el lomo de un caballo, y eso uno lo aprende en el día a día con el llanero. Gracias a ese aprendizaje es que uno puede dar un cierto carácter a su trabajo. Para mí, Llano es sobre la gente y los caballos, sobre una manera de andar. Es sobre la distancia y el ritmo. En mi trabajo intento que lo que cuente esté a lomo de caballo, así se trate de contar una historia de amor.

Hay mucho trabajo en cada foto. La idea de intervenir implica que trabajo con otras personas. Elefante Blanco es también el resultado de andar con una de las personas que me colaboró en el proyecto Colombia, tierra de luz. En este caso se trató de Fidel, un señor que vive en La Guajira y que es una víctima del paramilitarismo en Bahía Portete. En el camino fuimos conociendo gente de las rancherías, y así empezaron a aparecer personas interesadas que se fueron sumando. Una de las fotos que más me gusta es una en la que salen unos jóvenes que decidieron envolverse en esas telas, en que se volvieron fantasmas. Intervenir es un eufemismo. Pareciera como si controlara más lo que fotografío, pero no es así. Pasa mucho que la gente que me ayuda hace cosas inesperadas. Nada más en cómo se pliega la tela alrededor de las estructuras. También recuerdo una ocasión en la que estábamos tomando fotos a esas estructuras y no había suficiente luz. Entonces este señor decide meter la moto dentro de la estructura rodeada de telas para iluminarla, convirtiéndola en un ojo.

En Llano, espero que se sienta una tensión entre la sequía y el agua. Ambos marcan ese ciclo permanente en el que viven las personas y los animales. Intento que mi fotografía sea muy atmosférica, para poder transmitir eso que te cuento, el ritmo, el paisaje, el galope. Siento que para lograr este efecto tuve que pasar mucho tiempo viviendo esa vida, sintiendo esos cambios, experimentando el Llano en ambas condiciones. Es como si aprendieras otra manera de mirar, o como si te fijaras en cosas que antes no. Mi fotografía ha cambiado mucho desde que llegué al Casanare, y siento que ha cambiado por ese contacto, por esa cercanía.

Para mí, la intervención es una disculpa para fotografiar. La lectura de la imagen va a ser bidimensional, pero gracias a la intervención logro que lo que registro sea volumétrico, más atmosférico. Como arquitecto aprendí a construir espacios, a entender la espacialidad. Lo traigo aquí a colación porque de eso también se trata Elefante Blanco. Me interesa de esos matabueyes, de esos soportes o pilares, no sólo que son la corrupción hecha cosa, sino también que son las bases o las fundaciones de lo que iba a ser construido. Por eso es importante para mí construir a partir de esas estructuras. En mi trabajo me valgo de la idea de cómo aparece una civilización, encima de la anterior. Construyo a partir de las fundaciones. En una casa, las paredes se pueden caer, los techos también, pero sólo se derrumba si afectas la estructura. En la medida en que me interesa poner en cuestión el concepto de verdad como lo no tocado, que es como un pilar de la fotografía, pienso que mediante la intervención estoy moviendo esos cimientos. Todo eso está en las fotografías que acompañan este número de Antípoda. Los fotógrafos en general siempre quieren sacarle el mayor provecho a lo que encuentran, y para eso a veces deciden dejar por fuera todo lo demás, lo que sobra, lo que no hace la foto. Al intervenir, todo queda ahí, en la imagen, y eso es lo que quiero transmitir al observador, esa vivencia, esa experiencia, la intervención en sí misma. Al mismo tiempo quiero aumentar el tiempo de observación de la fotografía, que el espectador tenga que detenerse para ver lo que tiene al frente. Si se pregunta qué es eso y cómo se hizo, o qué es lo que me están mostrando, ya he logrado mi cometido. Esto es urgente en el mundo sobresaturado de imágenes en el que vivimos.

El caballo es pues motor, ritmo y sujeto en mis fotografías. El caballo es Llano en todos esos sentidos. No habría podido tomar esas imágenes si no es porque voy a caballo, y los caballos hacen parte de mis personajes favoritos. Pero el caballo es mucho más. El caballo es también el ganado, que está siempre tan presente en el Llano. El caballo también es pastos y ríos, es planicie y llanero. La idea es que el espectador se encuentre con todo ello, y que en cada foto todo eso esté presente.

El elefante es una búsqueda, una fábula. Es una historia surreal salir a buscar el elefante blanco. Me interesa ese juego de palabras, que elefante blanco tenga connotaciones y significados tan distintos. Fue estando en La Guajira que me topé con esta idea y con la necesidad de encontrar mi elefante blanco, entre esas acacias, entre esas dunas. Es una zona de durezas, donde poco a poco fui encontrando lo que buscaba. Así, me percaté de esos matabueyes. Hay más de dieciocho desperdigados por el desierto. Al preguntarle a la gente, me enteré de que son partes de puentes para una vía que nunca se terminó, debajo de la cual debería pasar agua que ya no existe. De eso también se trata Elefante Blanco, de la decepción de encontrarme con sequía y con corrupción buscando algo maravilloso. Decidí cubrir entonces esos pilares, para poner en evidencia esas políticas, esos elefantes en la espalda de los políticos, una expresión que por lo demás sólo tiene sentido en nuestro país.

No fue fácil llegar a esta propuesta para Antípoda. En un principio, veíamos nuestros trabajos como muy diferentes. Para empezar, la serie de Santiago es a color, y la de Juanita en blanco y negro. Así que lo primero que hicimos fue pensar todo en grises, para luego poner a jugar las imágenes. Sólo a medida que surgían el montaje final y este documento fuimos descubriendo esos vínculos tan grandes que hay en nuestras propuestas. Ambas documentan, claro, ambas intervienen. Ambas se valen del animal para pensar al animal en relación con las personas, así como para producir ese efecto atmosférico que les da una lectura diferente a las imágenes. Caballo y elefante son búsquedas visuales y son maneras de ver. Son disculpa y objetivo, al mismo tiempo, para emprender los caminos que nuestras fotografías nos van abriendo, siempre buscando, siempre reflexionando, siempre colaborando con otros.(ver Figura 1) (ver Figura 2) (ver Figura 3) (ver Figura 4) (ver Figura 5) (ver Figura 6) (ver Figura 7) (ver Figura 8) (ver Figura 9) (ver Figura 10) (ver Figura 11) (ver Figura 12) (ver Figura 13) (ver Figura 14) (ver Figura 15) (ver Figura 16) (ver Figura 17) (ver Figura 18) (ver Figura 19) (ver Figura 20) (ver Figura 21)

Fotografías

Juanita Escobar: portada, guarda inicial, pp. 11, 30-31, 32-33, 56, 74-75, 126-127, 130, 171, 172-173, 174.

Santiago Escobar-Jaramillo: pp. 12, 34, 76, 98, 128-129, 192, 213, 214-215, 216-217, guarda final.

Figura 1 

Figura 2 

Figura 3 

Figura 4 

Figura 5 

Figura 6 

Figura 7 

Figura 8 

Figura 9 

Figura 10 

Figura 11 

Figura 12 

Figura 13 

Figura 14 

Figura 15 

Figura 16 

Figura 17 

Figura 18 

Figura 19 

Figura 20 

Figura 21 

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