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Revista Guillermo de Ockham

Print version ISSN 1794-192XOn-line version ISSN 2256-3202

Rev. Guillermo Ockham vol.22 no.1 Cali Jan./June 2024  Epub Apr 22, 2024

https://doi.org/10.21500/22563202.6682 

Artículo de reflexión

Elaboración de objetos educativo-culturales desde la postmodernidad literaria de Paul Auster

Elaboration of Educational-Cultural Objects from the Literary Postmodernity of Paul Auster

José Manuel Fajardo Salinas1  * 
http://orcid.org/0000-0002-5374-675X

1 Departamento de Filosofía; Facultad de Humanidades y Artes; Universidad Nacional Autónoma de Honduras; Tegucigalpa; Honduras


Resumen

Tomando como contexto amplio la noción del “espacio cultural latinoamericano”, esta reflexión busca descubrir algunas condiciones de posibilidad básicas para que, quien tenga la iniciativa de confeccionar objetos educativo-culturales contemporáneos, cuente con algunas claves de sentido que orienten su labor, tanto para la concepción, el diseño, la promoción y, sobre todo, la efectividad de su tentativa. Este objetivo lleva a una revisión hermenéutica, en clave cultural, de una selección de novelas del escritor norteamericano Paul Auster. La hipótesis que guía el recorrido por las tramas y los personajes de dichas obras es considerar que su configuración y dinamismo apuntan a lo postmoderno, considerado como lo distintivo de la época cultural contemporánea. De este modo, y luego de analizar las obras del autor, donde se recogen rasgos culturales tendientes a lo postmoderno, se reflexiona con algunos teóricos sobre conceptos que ayuden a configurar una síntesis inteligente de lo previo. Gracias a ello, se concibe que ante la descolocación del metarrelato moderno, la postmodernidad cultiva una concepción renovada de emancipación que tiende a manifestarse en la estética artística con lógica de post-autonomía. Merced a estas connotaciones de sentido, es posible sugerir ciertas precondiciones de acción para el apoyo de la creación educativo-cultural contemporánea. Ello es significativo para el movimiento intercultural, pues en la búsqueda de una convivencia plural en un mundo común, es favorable contar con orientaciones que ayudan a identificar mejor a los sujetos culturales contemporáneos y así ofrecerles su propuesta desde un lenguaje pertinente y asequible a su sensibilidad.

Palabras clave: educación y cultura; autonomía educativa; cultura; cambio cultural; América Latina; modernización; postmodernidad; Paul Auster

Abstract

Taking as a broad context the notion of “Latin American cultural space”, this reflection seeks to discover some basic conditions of possibility so that those who have the initiative to create contemporary educational-cultural objects may have some keys of meaning to guide their work, both for the conception, design, promotion and, above all, the effectiveness of their attempt. This objective leads to a hermeneutic revision, in a cultural key, of a selection of novels by the American writer Paul Auster. The hypothesis that guides the journey through the plots and characters of these works is to consider that their configuration and dynamism point to the postmodern, considered as distinctive of the contemporary cultural epoch. In this way, and after analyzing the author's works, where cultural features tending to the postmodern are collected, we reflect with some theoreticians on concepts that help to configure an intelligent synthesis of the previous. Thanks to this, it is conceived that in the face of the dislocation of the modern meta-narrative, postmodernity cultivates a renewed conception of emancipation that tends to manifest itself in artistic aesthetics with a post-autonomy logic. Thanks to these connotations of meaning, it is possible to suggest certain preconditions of action for the support of contemporary educational-cultural creation. This is significant for the intercultural movement, because in the search for a plural coexistence in a common world, it is favorable to count on orientations that help to better identify contemporary cultural subjects and thus offer them their proposal from a pertinent and accessible language to their sensibility.

Keywords: education and culture; educational autonomy; culture; cultural change; Latin America; modernization; postmodernity; Paul Auster

Mis canciones comienzan con una sensación. Oigo algo en mi interior o siento algo en el corazón. Otras veces cojo la guitarra y me pongo a tocar sin pensar en nada. Así nacen muchas también, cuando no pienso en nada. Pensar es el mayor enemigo para componer. Comienzo a tocar y sale algo nuevo. ¿De dónde sale? Qué más da. Hay que dejarse llevar. Es lo que hago. Nunca lo juzgo. Lo creo. Llega a mí como un regalo cuando me pongo a tocar. Los acordes y las melodías aparecen por sí solos. No es el momento de analizar ni de preguntarse nada, sino de familiarizarse con la canción sin cambiarla. Es como un animal salvaje, un ser viviente. No hay que ahuyentarlo. Ese es mi método o, en cualquier caso, uno de mis métodos.

Neil Young, El sueño de un hippie

“…esta es la función del cuento: hacer que un hombre vea una cosa ante sus ojos, mientras se le enseña otra distinta”.

***

Dicen que si el hombre no pudiera soñar por las noches se volvería loco; del mismo modo, si a un niño no se le permite entrar en el mundo de lo imaginario, nunca llegará a asumir la realidad. La necesidad de relatos de un niño es tan fundamental como su necesidad de comida y se manifiesta del mismo modo que el hambre.

-¡Cuéntame un cuento! -dice el niño-. ¡Cuéntame un cuento, cuéntame un cuento, papi, por favor!

Entonces el padre se sienta y le narra un cuento a su hijo. O se echa en la cama junto a él, en la cama del niño, y comienza a hablar, como si en el mundo no quedara nada más que su voz contándole una historia a su hijo en la oscuridad. A menudo es un cuento de hadas, o de aventuras; pero a veces no es más que un simple salto en el mundo imaginario.

Paul Auster, La invención de la soledad

Introducción

Si bien la expresión “industrias culturales” tiene una connotación negativa desde la herencia de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt, viendo en ellas formas de sujeción y domesticación del sujeto moderno, en la actualidad existe una revalorización de este término en ambientes latinoamericanos. Una serie de teóricos, artistas y personas interesadas en el mundo cultural, han trabajado iniciativas de reflexión y creación desde la noción del llamado “espacio cultural latinoamericano” (Garretón, 2003), pensando que el presente siglo XXI se constituirá en clave geocultural como dimensión predominante sobre lo geopolítico y lo geoeconómico.

Desde este respaldo conceptual y queriendo ahondar en la posibilidad educativo cultural, la presente composición trata de descubrir, en una selección de novelas del escritor norteamericano Paul Auster, rasgos literarios que, como hitos de sentido más viscerales que racionales, perfilan la atmósfera de la época cultural que denominamos modernidad tardía, época postindustrial o, simplemente, postmodernidad. Aunque existe la discusión teórica sobre el decrecimiento o la desaparición de lo postmoderno (Eco, 2021; Bolaño Quintero, 2021a, 2021b), este estudio considera válida la posibilidad del análisis aquí propuesto en cuanto que la prevalencia de lo postmoderno y sus efectos permanecen afectando los tiempos que corren como podrá verse según se desarrollen los argumentos a tratar.

La pretensión expresada, en cuanto a bosquejar rasgos culturales de actualidad, siguiendo la vía literaria, no es gratuita; tiene el interés de iluminar a quien quiera construir objetos culturales (dentro del marco global de las artes o las industrias culturales) para que atienda las pistas o claves que este tipo de literatura da a conocer, pues con ello se asegura en lo básico la pertinencia epocal de lo que se elabora y se tendrá mayor probabilidad de entrar en empatía con el público que experimenta dichas creaciones desde su peculiar sensibilidad.

Una limitación importante en esta investigación, y que se fue confirmando con la lectura de diversos autores, en especial Jameson y García Canclini, es que afinar una caracterización de la postmodernidad en sus rasgos propios a través de “objetos culturales” (novelas, como en el presente caso), no es sencillo, puesto que la tendencia postmoderna en la esfera estética artística no va tanto a la creación y modelación de objetos en sí mismos, sino a colocar obras que se diluyan en los contextos, o sea, hay una especie de territorialización de lo artístico en la fluidez de áreas no artísticas. Estas señalizaciones teóricas complejizan la tarea esbozada y seguramente implican una investigación de mayor tiempo y calado; sin embargo, se hace este esfuerzo inicial por encontrar las mencionadas pistas o claves hermenéuticas de lo postmoderno, pensando que la vía literaria es pertinente en este sentido.

Así, contando con esta limitante, pero aprovechando un nutritivo recorrido bibliográfico, se establecen, al cierre de estas páginas, unas básicas precondiciones para iluminar, desde la reflexión filosófica, lo que debería tomarse en cuenta para entender mejor la época postmoderna, y desde ahí aventurar acciones más definidas y significativas en la búsqueda de la construcción de objetos/contextos educativo-culturales enfocados y adecuados al tiempo actual. Apostar por la construcción seria y meditada del “espacio cultural latinoamericano”, es una empresa valiosa y digna de apoyarse, y se verá enriquecida sobremanera si se colabora desde todos los espacios posibles, literario como en este caso, pero también desde sistematizaciones teóricas provenientes de la promoción cultural, los movimientos sociales, las reivindicaciones femeninas y de género, el movimiento ecologista, etc.

Se agrega a la justificación anterior otra no menos valiosa, y es que desde el espectro amplio del movimiento intercultural, que en expresión coloquial intenta siempre “colocarse en los zapatos del otro” para fomentar un diálogo mutuamente nutritivo y crear puentes de proximidad y convivencia, es vital afinar continuamente el diagnóstico de la atmósfera cultural tan ambivalente y cambiante que experimentamos. De ahí que los resultados de esta indagación pueden favorecer espacios de reflexión acerca de las tendencias y contradicciones valóricas que subyacen en el acontecer cultural actual y encaminar la búsqueda de lenguajes que sintonicen apropiadamente con los sujetos que vivencian, al estilo de los personajes austerianos, la complejidad cultural contemporánea y a los que les resulta difícil imaginar un mundo donde quepan muchos mundos de relación humana en comunicación respetuosa y solidaria.

Antes de ofrecer el esquema que ordena la secuencia de este ensayo, y para apuntalar la importancia de cultivar reflexión desde el “espacio cultural latinoamericano”, menciono un par de referentes teóricos que desde Sudamérica proponen interesantes ideas para dibujar un marco de fondo en cuanto a las aristas implicadas en el binomio modernidad/postmodernidad para la región. Por una parte, Rigoberto Lanz, que desde el Centro de Investigaciones Postdoctorales (CIPOST), de la Universidad Central de Venezuela, ofrece una rica variedad de textos donde ensaya distintas técnicas reflexivas, por ejemplo, confrontar autores para afinar el sentido y lógica de lo que debe caber bajo la noción de “postmodernidad”, así lo hace en “Esa incómoda modernidad: pensar desde América Latina” (Lanz, 1998); también lanza un vocabulario renovado para calificar con propiedad el fenómeno postmoderno en Las palabras no son neutras (Lanz, 2005), cuando la modernidad clásica ha quedado sin palabras para definir este suceso. Este autor había invitado a pensar las implicaciones del discurso postmoderno para las ciencias sociales de la región en El discurso postmoderno: crítica de la razón escéptica (Lanz, 2000) y años después escribe una sólida reflexión al respecto en clave política, El discurso político de la postmodernidad (Lanz, 2006).

Por otra parte, y viniendo también de Venezuela, está el académico José Pascual Mora García, que exhibe un balance de contraste sobre las diversas visiones que están implicadas en la noción de postmodernidad con el artículo Globalización y “glocalización” frente al debate postmoderno (Mora, 2005); previamente, en La escuela del día de después: la escuela, el maestro y el saber pedagógico en/desde la postmodernidad (Mora, 2023), con una tendencia hacia el ala del postmodernismo crítico y del postmodernismo orgánico, este autor ensaya la elaboración de una visión de la historia de la educación para su país. Su pensamiento educativo y pedagógico es estudiado siguiendo la obra titulada: Del fin de la historia a la postmodernidad (como se citó en Sivira, 2010) para considerar los argumentos del autor en relación con la crisis paradigmática que envuelve a la sociedad postmoderna. Entonces, señaladas estas breves pistas bibliográficas del amplio conjunto de producción de ambos autores, que sirven para mostrar la actualidad y pertinencia del tema postmoderno en el contexto regional, indico a continuación el “plan de vuelo” que guía este artículo.

La reflexión que propongo en este ensayo tiene dos partes. Inicio con una revisión crítica de cuatro obras de Paul Auster, a saber: La trilogía de Nueva York (que incluye Ciudad de cristal, Fantasmas, y La habitación cerrada; Auster, 1996); termino con El país de las últimas cosas (Auster, 1989).1 Luego de una breve descripción de la trama fundamental de cada obra, establezco, a la luz de distintos autores dedicados al tema de la postmodernidad, notas o rasgos caracterizantes sugeridos desde los diálogos, de las tramas o del modo de conducirse de los personajes. En la segunda parte de la reflexión, y apoyándome en los planteamientos de nuevos autores, ofrezco argumentos que definen corredores de sentido para entender e interactuar con el momento postmoderno, a fin de captarlo mejor y avizorar posibilidades creativas gracias a su dinamismo interno y externo. Posterior a todo lo anterior, finalizo con ideas conclusivas del itinerario recorrido.

Antes de entrar al desarrollo analítico de cada texto, dejo aquí un par de observaciones respecto al autor y su obra. Primero, vale advertir una constante narrativa de interés: Paul Auster provoca en el lector, a través de la forma de desarrollar el relato y las acciones de los personajes, una ficción que identifica a quien lee, con las sensaciones de la subjetividad postmoderna; estas se comunican por un bien disimulado paralelismo que nunca es plenamente manifiesto, debido a una verosimilitud envolvente que no forma parte del marco cotidiano del lector, pero que por decirlo así, “hipnotiza” a través de la secuencia de acontecimientos y descripciones.

Segundo, aunque Paul Auster ha tenido experiencias artísticas fuera del campo literario, como en la cinematografía, por ejemplo (Curieses, 2014), ha sido a través del mundo de las letras donde se ha dado a conocer más ampliamente, teniendo resonancia en autores latinoamericanos que comparten con él estilos próximos en lógica postmoderna (De Maeseneer y Bolognese, 2017). También es reconocido por su incidencia en la novela ficcional alternativa (Haj’jari y Maleki, 2022), sin embargo, su popularidad literaria deriva especialmente por la capacidad de crear personajes que, entre juegos intertextuales, confusiones identitarias, anhelos trascendentales y una serie de dislocaciones en tiempo y espacio, conforman lo que se conoce como el universo austeriano (Bolaño Quintero, 2021a). A continuación, se ingresa al recorrido analítico anunciado comenzando con la Trilogía de Nueva York (Auster, 1996).

Reflexión, primera parte

Ciudad de cristal

Inicia con la presentación del personaje Quinn que está sufriendo un acabamiento de los horizontes sociales posibles (viudo, sin amigos ni familia cercana, viviendo de escribir y con distracciones banales según la temporada, ir al cine, al béisbol o al teatro); de una manera por demás casual tiene la oportunidad de tomar una identidad que responde al tema de sus lecturas y escritos, ser detective, a partir de lo cual la trama se desarrolla hasta llegar a un final abierto e incierto.

Destaco tres rasgos de postmodernidad, siguiendo los argumentos de dos autores en particular. El primer rasgo se puede titular: “el pastiche eclipsó a la parodia”; Fredric Jameson (1991), en el texto El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, expresa cómo la postmodernidad, huérfana de historicidad, tiende a desarrollar una simple imitación del pasado, o sea, una parodia vacía de contenido y significado. En este sentido, el protagonista de la novela, con una historia personal referida, pero no detallada (lo cual no es casual, pues literariamente esta ausencia de descripción expresa un trance doloroso inenarrable), da un salto de calidad en su vida al atreverse a una imitación forzada de una identidad solamente conocida a través de la ficción. De tal forma que el personaje tiene un doble giro de imitación al pasado: por un lado, retoma una identidad social en la forma de compromiso para cuidar la integridad de quién lo contrata y, por otro lado, retorna a las historias de detectives que había leído como gusto personal o pasatiempo, pero ahora con el sentido de pauta de acción para la identidad imitada (más que asumida). En ambos giros es evidente la artificialidad y poquedad que envuelve al personaje: no es detective ni por experiencia, ni por profesionalidad; es un burdo “imitador”, un novato insulso que empezará a desarrollar su papel ingenuamente, y que al cierre de la novela llega a actitudes y acciones que rayan en lo tragicómico.

Como segundo carácter de postmodernidad, existe un “rompimiento en la cadena significante”. Lacan explica que, de acuerdo con el estructuralismo de Saussure, el sentido no emerge simplemente de la relación entre el significante y el significado (entre el “nombre” y el “concepto” correspondiente), sino que el sentido se genera por el movimiento de significante a significante (Jameson, 1996). Así pues, el sentido se genera de la constelación de significados. Ahora bien, cuando la relación entre significantes se resquebraja, cuando saltan los eslabones lógicos entre las cadenas de significantes, aparece la esquizofrenia: una vorágine de significantes diferentes sin relación; esto es también visible en el personaje principal, cuando llevado por las exigencias de la identidad imitada, empieza a actuar de manera extraña para sí mismo, llegando al extremo de vivir en un basurero durante varias semanas atendiendo a “su misión” como detective; la escena en que Quinn se mira a sí mismo en el reflejo de un escaparate, luego de este tiempo de degradación personal, es sinónimo de la esquizofrenia que una identidad falseada ha ocasionado en sí mismo, es un ethos aplastado por la vaciedad que deshumaniza.

Y para concluir, la característica postmoderna de un “dominio de la espacialidad sobre la temporalidad”, donde se afirma que nuestra vida ordinaria, desde lo psíquico hasta el lenguaje cultural, está actualmente dominado por categorías más espaciales que temporales (Jameson, 1991). Esto es contrario a la modernidad previa, donde era lo temporal lo que predominaba -como linealidad vectorizada apuntando al futuro- (Koselleck, 1993). El personaje principal se ve afectado por esta espacialidad omnipresente de varias maneras: en primer lugar, el contexto idealizado de ciudad, donde bajo el nombre de “New York” se desenvuelve y desplaza en el “no-where”, o sea descolocado territorialmente, pues incluso al salir a caminar no importa hacia dónde se dirija, encontrará lo mismo: edificios, calles interminables, gente caminando apresurada, etc.; en segundo lugar, el juego de figuras que dibuja pretendiendo encontrar una pista que le indique el próximo movimiento de la persona que se le ha encomendado seguir, descubriendo una supuesta lógica espacial que al final se ve aplastada por la realidad de los hechos (la persona que seguía realiza una acción que rompe absolutamente el supuesto “patrón de movimiento”); y, para terminar, en tercer lugar, también destaca la espacialidad en su choque con la temporalidad, vemos así que hacia el final del relato el personaje Quinn retorna a “su” apartamento, creyendo que aún era suyo. La temporalidad ha quedado suspendida en su mente, y pretende reclamar el espacio que ya perdió por el paso del tiempo, de este modo, regresa al lugar donde fue contratado para “ser” detective y queda como hibernando en una habitación que responde a su identidad anónima. Esto lleva a concebir la habitación solitaria como el modo de espacializar la propia soledad (Chen et al., 2022).

Fantasmas

En esta segunda parte de La trilogía de Nueva York (Auster, 1996), el primer elemento que llama la atención es la nomenclatura (personajes en el formato de colores) que da lugar a inquietudes: ¿es anonimato? ¿es una identificación genérica para aludir al lector o lectores como actores de la trama? Las posibilidades son abiertas en este sentido.

Revisando la trama vemos al personaje protagónico (Azul) que, a diferencia de la novela previa, es sacado de una aparente normalidad de vida y es puesto en una dinámica contradictoria: seguir de cerca a alguien que le paga para que haga este oficio de vigilancia.

Elementos de postmodernidad valorables para este caso, en primer momento: “la circularidad irónica”; Calinescu (2003) refiere esto como recurso de la literatura postmoderna (por ejemplo Ruinas circulares, de Borges); si el modernismo literario se caracterizó por la hipótesis (es decir con una dominancia epistémica), el postmodernismo literario se aviene a la incertidumbre que se aproxima al nihilismo epistemológico, y que a su vez expresa una dominancia ontológica (entendida para estos efectos como descripción teórica del universo). Traducido al presente caso, vemos personajes anónimos (vacíos de sustancia a través del recurso del nombre genérico: “Azul”, “Negro”…) que juegan al “perseguidor perseguido”, en una circularidad funcional que provoca confusión de modo adrede, pues el tema de quién es cada uno en la trama (identidad disuelta o evanescente en la circunstancia) se retuerce con lo que cada uno persigue o se propone (objetivos ocultos o indefinidos). Así pues, tenemos un doble retorno entre lo epistémico (que como se dijo arriba va más con lo moderno), y lo ontológico (que se sostiene en el limitado borde del nihilismo puro postmoderno gracias al aparato ficcional, y que, a la vez, remite a una realidad creada artificiosamente por el sumo detalle con que se describe la acción de cada personaje).

En segundo momento, “la máscara como símbolo de una identidad huidiza… o limitada por la propia inconsistencia identitaria”; Lyotard (1994) desarrolla la idea de un sujeto moderno esclavo de los metarrelatos, y habla de una legitimación de las instituciones y prácticas políticas, sociales, religiosas, etc., a través de dichas construcciones ideales. La postmodernidad es en sí misma el síntoma del fin de estos metarrelatos, y el surgimiento del microrrelato como categoría para dar sentido a la propia existencia; esto tomado desde el punto de vista más positivo. Ahora bien, Lyotard (1994) nos advierte que al contrario de lo que podríamos suponer en primera instancia, esta nueva situacionalidad, en lugar de dar libertad al ser humano, lo hunde en sus propias manías y esclavitudes. Presenta como ejemplo la tecnociencia, donde el ser humano en lugar de volverse “amo y señor” de la naturaleza, deviene en esclavo de sus obsesiones y apetitos egocéntricos, y se convierte en “objeto de su misma investigación”. Parangonando con el relato referido, se ve cómo los dos personajes principales de la trama entran en una relación carente de sentido y valor humano, donde ambos se vuelven esclavos de la funcionalidad que se han autoimpuesto, por un lado, Azul, despojándose de su normalidad de vida y cayendo en la obsesión de descubrir (lo epistémico) la identidad (lo ontológico) de Negro; este, a su vez, se enmascara y juega a dar pistas en una dinámica que no tiene más sentido que girar sobre sí misma. Aquí es donde el vacío de significantes, al estilo del personaje protagónico de Ciudad de cristal, recae en la esquizofrenia debido al vacío de identidad.

La habitación cerrada

En esta tercera y última historia de La trilogía de Nueva York (Auster, 1996), tenemos un personaje que narra una historia sin mencionar su nombre, solo el nombre de su contraparte: Fanshawe. Este primer dato es sumamente significativo pues apunta a un borramiento de identidad tan absoluta, que es un digno ejemplo para ilustrar el triángulo mimético propuesto por la teoría de René Girard (1985).

¿Qué emerge en la trama en cuanto a la búsqueda de rasgos de postmodernidad? “Búsqueda de identidad” puede considerarse una caracterización pertinente de acuerdo con la descripción que se explica a continuación, donde el personaje que narra la novela en primera persona es escritor, lo cual no es casual; según Habermas (2008), recordando a Baudelaire, se padece la estética de lo sublime al no poder alcanzar lo eterno e inmutable. Sintéticamente, se retoman las categorías de Kant para definir el lenguaje de la modernidad, que expresa no tanto una simple oposición al pasado, sino su intersección entre la actualidad y la eternidad. Se dice que la modernidad no escapa a su caducidad, pero sí a la trivialidad, de tal manera que “el momento transitorio encuentra confirmación como pasado auténtico de una actualidad futura” (Habermas, 2008, p. 19). Así, la modernidad está segura de sí misma en cuanto se sabe, de antemano, ubicada en un futuro como “lo clásico”, de tal manera que avanza sin temor y experimenta sin restricción. Aplicado a la obra de arte moderna, se afirma que está ubicada entre “lo duradero y lo efímero”. Ahora bien, extrapolando esto a la postmodernidad, y específicamente a este relato, tenemos que el personaje que narra se ubica identitariamente a la sombra de las cuotas de éxito del personaje Fanshawe. Este es el modelo de lo sublime y lograr alcanzarlo (“hacerse de él” en sentido epistémico y ontológico fuerte), se vuelve el leitmotiv de la trama.

Se da una forma de esquizofrenia, donde la fuerte como inesperada interacción del personaje que hace de escritor narrador con la madre de Fanshawe, expresa el deseo de alcanzar lo inalcanzable. Siguiendo esta idea, es posible incluir escenarios de la novela que no detallo aquí, pero que dejo señalados, como por ejemplo el viaje a Francia y la decisión ilógica y abrupta de asignar la identidad de Fanshawe a un personaje casual (que irónicamente aparece en otra de las novelas de Paul Auster). De tal manera que se retorna a la idea de un vacío ontológico, y la identidad buscada en el otro con desesperación.

Además de la característica anterior tenemos “la tendencia al rompimiento de lo público y lo privado”; en la introducción a la obra La ambivalencia de la modernidad y otras conversaciones, Zygmunt Bauman (2002) expresa que en la actualidad existe una especie de convicción compartida acerca de la “cuasi-obligación” de las personas públicas o exitosas a revelar su vida íntima al público. Ello es una modalidad que se manifiesta en los talk-shows o en las entrevistas de los mass media. Si el personaje abordado no revela su intimidad, peca de “inauténtico” o incluso “falso”. Esto es equivalente a una homogenización del espacio público y privado, donde el pudor por la propia reserva se esfuma. Ello se ve reflejado en una situación de la trama analizada, cuando debido al éxito de las obras de Fanshawe, urge conocer las intimidades del autor, asunto que pone en dificultades al protagonista narrador de la novela, y lo obliga a tratar de encontrar al verdadero autor de las publicaciones.

Tanto en ese momento de la trama, como previamente, el relato alterna el momento presente con anamnesis de los significantes de la relación del narrador con Fanshawe para lograr sentidos que la cualifiquen, pero nunca se logra una satisfacción plena para ello, ya que hay una deuda inconmensurable, que no acierta a resolverse. Como lo dice Lyotard (1994), la postmodernidad es una psicología que se complace en observarse a sí misma sin acertar a definirse por entero.

Y para concluir esta novela, el análisis invita a considerar “la postmodernidad como envolvente cultural unidimensional”. Hay una referencia al éxito económico no casual, así, Fanshawe le “otorga” a su antiguo compañero de barrio y escuela, lo que una persona puede anhelar idealmente: esposa, hijo, éxito, a través de sus escritos que representan fama y fortuna, pero no le da lo principal: el porqué, o sea, el sentido último de esa generosidad tan íntegra como extrema. Del mismo modo en que opera el sistema-mundo contemporáneo, el aparato económico imperante acondiciona la producción de sujetos adaptados a una aceptación acrítica de su propio estatus, les da todo, y no es necesario que se pregunten el porqué, simplemente basta con que lo acepten así, acríticamente. Ante esto, el personaje se rebela en la trama, pero para efectos de análisis, queda hasta aquí este recorrido por la novela, y se destaca ahora lo reflexionado por Jameson (1991), que mira la postmodernidad como una atmósfera envolvente que reduce trágicamente la “distancia crítica” respecto a nuestra situación en el mundo (sea que estemos “bien” o “mal” económicamente), y genera un conformismo fatalista común, especialmente entre aquellos parias de la modernidad que no lograron afianzarse al tren del progreso (Bauman, 2005).

El país de las últimas cosas

El personaje principal, Anna Blume, es presentada en las primeras líneas por otro personaje que desaparece de modo incógnito en la secuencia de la trama. Esta es una cualidad importante en la postmodernidad: el juego de saberse visto, analizado, sometido al panóptico de una presencia sutil, que no se revela comúnmente, pero que se sabe omnipresente. La historia relata cómo ella busca a su hermano en un lugar que podemos describir como de ámbito postapocalíptico y plagado de incertidumbre, cerrándose la historia en una eventual posibilidad de escape de este sitio que expresa inhumanidad por todos los ángulos.

Cuatro referencias postmodernas que considerar: la primera, “el paisaje apocalíptico”. Este emerge según la descripción avanza, ya que se encuentra una ausencia de referentes cognitivos que permitan una ubicación precisa, pues como reza el título se está en las “últimas” en todo sentido. No hay hitos para establecer posición, territorio, hay descentramiento y ofuscación. Ello nos invita a revisar la propuesta de Jameson (1991), en cuanto al reto de crear “una estética de mapas cognitivos” que permitan a las personas comunes y corrientes una posibilidad de criticidad en cuanto a su propia posición en la contemporaneidad. En este contexto, la historicidad cae por ausencia, símbolo de ello son los libros de la biblioteca que se queman por la urgencia de sobrellevar el frío, sensación simbólica que expresa falta de calor humano y de sentido.

La segunda referencia: “presencias humanizadoras en medio de la nada”. A pesar de parajes tan desoladores, surge de vez en cuando un asomo de humanidad y solidaridad, al inicio con la anciana pordiosera que recibe a Anna Blume en su casa (que contrasta con la actitud solipsista y egocéntrica del marido); luego el encuentro amoroso con el personaje que también había llegado previamente a buscar al hermano de Anna Blume; posteriormente, la llegada al hospital-albergue, donde destaca una comunidad de acogida, y la tan breve como intensa relación con la líder de la institución. En cada caso hay narrativas que se cruzan de modo azaroso, pero que, apelando al valor de una situación humana en riesgo, superan cualquier barrera y se entrecruzan para apoyarse. Lo anterior es considerado por un autor que habla sobre las posibilidades de construcción humana más allá de la pérdida de los grandes relatos, me refiero a Richard Rorty (1991), que a través de sus reflexiones apuesta por una cultura historicista y nominalista donde los microrrelatos conecten presente, pasado y futuro (utopía) como expresión de Libertad, antes que de consenso en la Verdad.

La tercera referencia se presta a ser denominada: “el azar como una posibilidad favorable”. Visible esta característica en el encuentro de Anna Blume con Samuel Farr, cuando ambos se sentían como irremediablemente perdidos el uno para el otro; vienen a reencontrarse de repente en la sala de entrevistas del hospital-albergue. ¿Azar o necesidad? podríamos preguntar. De acuerdo con la trama postmoderna, “todo puede ocurrir en la ciudad”, así que lo imprevisible como positividad contingente no es algo extraño. Más bien, dentro de la lógica de Jaques Monod (1985), el azar es una fuente de riqueza aleatoria que ha dado rompimientos interesantes en la trama de la vida cósmica. Incluso, sin el azar sería difícil escapar del mecanicismo biológico de la teleonomía y de la invariancia reproductiva. Lo anterior enlaza con la dinámica del microrrelato, donde son situaciones fortuitas de conexión y enlace, antes que metarrelatos todopoderosos y omniscientes, los que condicionan la vida humana.

Y concluyendo, la última referencia postmoderna para esta novela: “el tiempo transformado en corporeidad”. En cuanto al concepto del tiempo, aunque hay una referencia acerca de la época de invierno, vemos cómo este se “corporaliza”, pues más que una época del año o una estación es el símbolo de la carencia sobre la carencia extrema; es cuando se vuelve más difícil salir a buscar qué comer o recoger cosas de las calles para sobrevivir, expresa sufrimiento corporal y ausencia de comodidad. El cuerpo es el espacio de desarrollo de la trama, donde las vicisitudes se recrudecen o se busca el escape de lo inhóspito del ambiente citadino. Buscando sobrevivir, lo material se releva, pues en una clara contraposición irónica a la sociedad del consumo y del confort, lo mínimo se vuelve vital (por ejemplo, Anna Blume cuando arriesga la vida sin saberlo por conseguir un par de zapatos). Este juego de significados es sumamente decidor del momento contemporáneo, pues, de acuerdo con Jameson, estamos envueltos en una cooptación cultural del modelo norteamericano. Ello significa que es lo material lo que vitaliza y motiva el accionar cotidiano. La axiología del personaje ordinario se centra en las satisfacciones materiales como momento último de significado. Así Anna Blume y sus glots (nombre del dinero circulante) nos reflejan epocalmente atrapados en la lógica del capital. Esta lógica es analizada metódicamente en la obra Los orígenes de la postmodernidad (Anderson, 2000).

Ello también tiene otra interpretación y es situarnos en las coordenadas de aquellos invisibilizados por la lógica del consumo que, como Anna Blume, carecen de zapatos y de glots, es decir, lo parias del sistema (Bauman, 2005).

Reflexión, segunda parte

Recapitulando mediante dos hilos conductores

Este recorrido analítico por cuatro obras literarias de Paul Auster, donde se ha destacado una serie de características que apuntan al cuadrante postmoderno, merece ser sintetizado en unas coordenadas direccionadas al objetivo inicial del recorrido, a saber: vislumbrar precondiciones que permitan la construcción de objetos educativo culturales que, al estilo de las novelas del autor norteamericano, establezcan una empatía sugerente con el “sujeto” postmoderno (asumiendo que pueda hablarse actualmente de un “sujeto” en medio de la pluralidad y multiplicidad de identidades que emergen de la crisis moderna).

¿Cómo compendiar convenientemente esta serie de características que han tocado ámbitos tan variados como el tiempo, el espacio, la necesidad, la identidad, la parodia, los significantes, etc.? Siguiendo la intuición básica de Lyotard (1994), ya mencionada previamente, la temática que engancha estas aristas es el o los metarrelatos heredados de la modernidad cuestionados por la postmodernidad. Para examinar este argumento se toman, como hilos conductores, un par de autores que establecen una distancia crítica de la posición de Lyotard (1994) y que, a la vez, ensayan maneras nuevas de entender la nueva lógica del metarrelato en clave de postmodernidad.

Iniciando con Ernesto Laclau (1998), se coincide con su afirmación de que los contenidos propios del discurso moderno no están en cuestión, lo que está en cuestión es su status ontológico, y es eso, precisamente, lo que la sensibilidad postmoderna expresa: no es humanamente aceptable pretender incluir en una sola versión la pluralidad de relatos emancipatorios de la humanidad.

Partiendo de la historia del estructuralismo, este autor señala cómo se hizo cada vez más difícil afirmar el carácter cerrado del sistema de significantes y significados. Por ello, en base al “carácter abierto del contexto” se evita caer en esencialismos radicales. La relación no fija entre significante/significado se abre al efecto polisémico donde pluralidad de significados corresponden de manera inestable a ciertos significantes generando equivocidad (que en ciertas circunstancias puede llegar a ser ambigüedad), pero que por lo general nos lleva a un “significante flotante” (que navega en los mares contextuales de cada cuenca cultural).

A partir de lo anterior, es de por sí evidente que lo que se entiende por “discurso” es co-determinado por lo social (que aporta el contexto de relación significante/significado), incluso antes del momento propiamente lingüístico. Y el modelo lingüístico que nace del discurso, es por naturaleza vinculante y generalizable al conjunto de las relaciones sociales. En consecuencia, las identidades sociales que se aproximan y toman contacto, están expuestas por la naturaleza radical de esta relación a los efectos de la ambigüedad producida por toda nueva identidad con la que contacten (por su diferente enlace en las cadenas de significantes/significados).

La modernidad, que pretendió el lenguaje unívoco de su propia espacialidad, temporalidad y teleología (progreso ad infinitum), es confrontado por una postmodernidad que introduce desde dentro una identidad que es inaprensible por parte del discurso identitario de la modernidad. La plurivalencia y giro de contingencia lanzado por la postmodernidad pone en jaque las pretensiones absolutistas modernas. Y, atención, no es que se ataque o contradiga al contenido emancipatorio de la modernidad más original, sino que se demuestra su vulnerabilidad radical al ser colocado en pluralidad de contextos abiertos que lo redefinen, y ello de manera imprevisible. Así, estamos ante la genealogía de lo múltiple.

¿Y cómo opera propiamente la identidad que se insinúa desde estas posiciones epistémicas? Respetando en primer lugar su posibilidad de ser transformada por otras subjetividades, siendo vulnerable a otros relatos y cosmovisiones. Ello pasa por la negativa al mito (o metarrelato) de un sentido último de “La Historia” -en el sentido moderno-. La construcción social es un significante “flotante” que se reconstruye dentro de su limitación, finitud e historicidad. A esta propuesta se podría contraponer el argumento de la dispersión, ya que al no haber “sujetos autónomos” al estilo fuerte de la modernidad, la pluralidad de identidades echaría por la borda toda posibilidad de construcción proyectiva social.

Ante esto, se argumenta sobre la distinción entre las categorías de “fundamento” y “horizonte”; en la modernidad se establecía un fundamento que uniformaba y homogenizaba toda la vida humana en sus demarcaciones racionalizantes; en cambio, el discurso emancipatorio que recoge la postmodernidad es dibujado desde un horizonte, que señala una delimitación solamente de aquello que la niega, o sea no desde un fundamento (que tiende al integrismo y exclusivismo). Esta concepción de horizonte se conjuga con la categoría de “representación simbólica”, donde el símbolo tiene la virtualidad semiótica de poder acoger dentro de sí significados equivalentes de modo indefinido. Ello posibilita identidades múltiples que se acogen al mismo ideal desde perspectivas diferenciadas. Ello constituiría el horizonte de libertad postmoderna y el metarrelato de nuestro tiempo.

Y con un segundo autor, García Canclini (2010), hay una serie de intuiciones experimentadas desde la dimensión estética que son dignas de empalmar con los argumentos anteriores. Primeramente, el diagnóstico del autor mexicano apunta a la dificultad de ubicar las identidades sociales en posiciones estables por las indefiniciones entre ficción y realidad. Así encontramos una serie de prácticas artísticas que han pasado de un momento de transgresión a lo que el autor llama la “post-autonomía”.

¿Hacia qué apunta este neologismo? Como lo dice García Canclini (2010), “es el proceso de las últimas décadas en el cual aumentan los desplazamientos de las prácticas artísticas basadas en objetos a las prácticas basadas en contextos” (p. 17). De tal manera que los productos artísticos parecen diluirse en medios de comunicación, espacios urbanos, redes digitales, e incluso en formas de participación social. Así, hay una nueva ubicación de lo artístico-estético que lo hace escapar de la previa etapa de transgresión.

Esto suena plenamente lógico en relación con la narrativa de Lyotard (1994), cuando el metarrelato pierde vigencia ¿qué sentido tiene querer transgredirlo? No se gastan energías en matar a un moribundo, se le deja morir y, entretanto, se aprovecha la ocasión para incidir de una nueva manera. Mantener la tendencia de transgresión es atemporal y engañoso.

Ahora bien, deslindándose de la crítica a las meta-narrativas, García Canclini (2010) enmarca la condición histórica actual como aquella en la que ningún relato organiza la diversidad del mundo. Además, observa que crecen, sobre todo en los jóvenes, relatos destotalizantes, fragmentos de una visualidad sin historia. Se habla de una organización “presentista” del sentido que se agudiza tanto en el arte como en la vida cotidiana, por la obsolescencia de las innovaciones tecnológicas. De esta manera el arte trabaja en las huellas de lo ingobernable y busca motivos de vigencia en zonas varias de la vida social o en lo extra artístico. En síntesis, el movimiento artístico anda tras una nueva ubicación y ensaya distintas estrategias de definición, tanto conceptual como práctica.

A partir de ambas miradas, la primera más cargada de expectativa posibilitante para el metarrelato moderno, y la segunda, más acotada a lo que se observa directamente en las prácticas artísticas como elemento indicativo de lo que opera contemporáneamente en la cultura emergente ¿qué ideas aplicadas al interés proyectado -recoger pistas o claves de rasgos de carácter postmoderno que guíen al productor cultural contemporáneo- pueden derivarse en relación con lo previo?

Conclusiones

Como se dijo en la introducción, la conformación de una caracterización de lo cultural postmoderno exige varias lógicas de aproximación; aquí se ha ensayado un ingreso hermenéutico literario, que invita a complementarse con muchos más, a fin de ser más íntegros y respetuosos, epistemológicamente hablando, con una época cultural en emergencia. Sin embargo, y ya que lo perfecto es enemigo de lo bueno, se establece a continuación un trío de ideas que son señales para esta ruta de descubrimiento.

Primera idea, la actualidad literaria del autor explorado, no solamente a través de las obras citadas, sino de todo el conjunto de su creación, marca evidentemente una sensibilidad del público que reacciona más instintiva e intuitivamente a las demandas del autor, que a la racionalidad o irracionalidad de sus obras. Así, la presencia fáctica de un público asiduo a la obra de Paul Auster comprueba una sensibilidad extendida que no responde al metarrelato moderno propiamente. La variedad de características postmodernas esbozadas para cada obra se puede multiplicar desde otros autores, con variedad de ángulos y perspectivas, o sea, que no son unívocas, poseen la ambigüedad propia del contexto de sentido del interlocutor abordado para cada caso. Ello es decidor de una operación interpretativa que no se agota en el parámetro de oposición modernidad/postmodernidad. Esto puede motivar la búsqueda de una multiversalidad simultánea que apoye la visión del metarrelato postmoderno, no precisamente a través de “objetos”, sino de “contextos” compartidos como significantes “flotantes”. Ejemplo vigente puede ser el concurso chileno denominado “Santiago en Cien Palabras” donde los relatos ganadores son introducidos en el espacio público a través de volantes, carteles en el metro, gigantografías en las calles de la ciudad, etc.

Segunda idea, “la actitud de búsqueda” es en sí misma, una constante en este decurso, así como se hablaba del artista moderno en la figura del flâneur por Baudelaire (Frisby, 1992), la obra de Paul Auster, explorando y explotando los motivos más variados, indica las infinitas posibilidades que nos proporciona la facticidad de lo real para hacer implosionar los lugares comunes, los caminos hechos, las frases trilladas, etc. O sea, y aprovechando una imagen de la novela La invención de la soledad, hundir la cabeza en el bote de tinta obscura al estilo del Pinocho de Collodi (Auster, 1990), lo que significa retrotraer la propia existencia a su más auténtica originalidad, para que precisamente desde las alineaciones del sinsentido, del azar, de la contingencia, del no saber, se apuntale un registro que, partiendo de lo verosímil del propio relato, se atreva a dar el salto de calidad a la asumpción de la propia historicidad, liberada de la trampa del fundamento y aperturada a la libertad del horizonte de posibilidades abiertas en el propio contexto vital. Quizá por ahí corren las tendencias “presentistas” y extra-artísticas que señala García Canclini (2010).

Tercera, y última idea, escarbar la terra incógnita que localizaron investigadores sociales como George Simmel o Siegfried Kracauer (Frisby, 1992), y que, bajo su propio paradigma literario, trabaja Paul Auster. Es decir, más que en la lógica de negar los grandes metarrelatos propuestos o impuestos por la modernidad, existe esta inquietud de ocuparse de “lo exótico de la vida cotidiana” y entrar en las “zonas desconocidas” de la vida social, en los fenómenos aparentemente superficiales o “desperdicios” de la modernidad. En los campos fecundos de las microhistorias se devela la profundidad del sentido de lo humano, en lo concreto y no estridente de las vivencias de personas que han aprendido a sobrellevar no sin dificultad la vida social moderna. Este lugar epistemológico de lo social como veta para un retorno fenomenológico a lo más propiamente humano, es el locus hermenéutico que provee de pistas para juzgar con propiedad no solamente las fracturas provocadas por el uni-logos moderno, sino para identificar los puntos de sutura que pueden salvarse y revitalizarse en el tejido social.

Bien, hasta aquí estas reflexiones que se dirigen a unas precondiciones para la producción o promoción cultural hecha con sentido e inteligencia. Si se revisa con atención, se ha oteado un horizonte en base a las preguntas del ¿qué hacer? ¿cómo hacerlo? y ¿dónde hacerlo? O sea, un gestor de industrias culturales debería, primero, investigar las sensibilidades del público al que quiere abordar, más con una forma “multi-contextual” que con una forma simplemente objetivada por los patrones cuantitativo, cualitativo, o mixto, o sea, recrear los instrumentos y estrategias, ensayándolas en distintas proporciones y situaciones que hagan emerger disrupciones heurísticas; segundo, explorar y experimentar continuamente las formas no usuales de manifestación o emergencia cultural, aquellas que están en el subsuelo y que emergen en momentos telúricos de la vida humana, es decir, los instantes especialmente críticos o de situación límite, como los ocasionados por el evento pandémico reciente, que en este sentido, es una circunstancia sumamente rica para la indagación cultural; y, para terminar, destaco que la investigación cultural y su proceso metodológico tienen vastas regiones de acción escrutadora en las vidas ordinarias de las subjetividades más y menos normalizadas en los parámetros de la vida moderna, dando especial atención a las regiones de “frontera”, donde los significantes y significados de las personas de “a pie” son testigos vivos de aquellas estrategias que, como titulaba García Canclini (2010), nos ayudan a “entrar y salir de la modernidad”.

Y como se mencionó en la introducción de estas líneas, lo anterior no puede dejar indiferente al movimiento intercultural, ya que en su misión de crear lazos o puentes entre las culturas -a fin de conformar plexos de organicidad intercultural que sustenten relaciones mutuamente enriquecedoras, donde la lógica prevalente consista en crear intercambios nutridos de reciprocidad humana- no es posible soslayar la necesidad de auscultar las formas comunicativas que logren resonar en el corazón de los distintos contextos y sujetos culturales de la humanidad, a fin de poder incidir en su capacidad imaginaria y provocar la expectativa favorable de colaborar en la construcción común de sanas y justas convivencias.

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1La selección de novelas que se analizarán a continuación corresponde a la propuesta de la asignatura Deconstruyendo a Paul Auster, servida por el doctor Francisco Castro Merrifield en el contexto de los estudios de Doctorado en Filosofía de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, cursados por quien redacta entre 2014 y 2017. Por limitantes de espacio se dejó fuera el este análisis la obra La invención de la soledad (Auster, 1990).

Citar así: Fajardo Salinas, José Manuel. (2024). Elaboración de objetos educativo-culturales desde la postmodernidad literaria de Paul Auster. Revista Guillermo de Ockham, 22(1), 117-131. https://doi.org/10.21500/22563202.6682

Editor en jefe: Norman Darío Moreno Carmona, Ph. D., https://orcid.org/0000-0002-8216-2569

Editor invitado: Raúl Fornet-Betancourt, Ph. D., https://orcid.org/0009-0001-0819-8002

Copyright: © 2024. Universidad de San Buenaventura Cali. La Revista Guillermo de Ockham proporciona acceso abierto a todo su contenido bajo los términos de la licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional (CC BY-NC-ND 4.0).

Declaración de intereses: los autores han declarado que no existe ningún conflicto de intereses.

Disponibilidad de los datos: todos los datos relevantes se encuentran en el artículo. Para más información, póngase en contacto con el autor de la correspondencia.

Financiación: esta investigación fue financiada por las Becas de Excelencia del Gobierno de México, a través de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexid) y la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

Descargo de responsabilidad: el contenido de este artículo es responsabilidad exclusiva de los autores y no representa una opinión oficial de su institución ni de la Revista Guillermo de Ockham.

Recibido: 30 de Septiembre de 2023; Revisado: 08 de Noviembre de 2023; Aprobado: 04 de Diciembre de 2023

*Correspondencia: José Manuel Fajardo Salinas. Correo electrónico: jose.fajardo@unah.edu.hn

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