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Literatura: Teoría, Historia, Crítica

Print version ISSN 0123-5931

Lit. teor. hist. crit. vol.17 no.2 Bogotá July/Dec. 2015

https://doi.org/10.15446/lthc.v17n2.51294 

http://dx.doi.org/10.15446/lthc.v17n2.51294

El valor de las humanidades y el meollo del asunto

Nota de presentación de

William Díaz Villarreal
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia
wdiazv@unal.edu.co


A mediados de 2013, la American Academy of Arts and Sciences publicó un breve informe de su Comisión de Humanidades y Ciencias Sociales, convenientemente titulado The Heart of the Matter (El meollo del asunto). Dicho informe tiene como objetivo aportar elementos para el diálogo sobre "la importancia de las humanidades y las ciencias sociales en el futuro de nuestra nación". Se trata, pues, de una defensa de las humanidades en el más pleno sentido de la expresión. Si se quiere una educación que provea "el conocimiento, las habilidades y la comprensión" que necesitan los individuos "en una democracia del siglo XXI", si se desea "fomentar una sociedad innovadora, competitiva y fuerte", y si se aspira a mantener el liderazgo de los Estados Unidos "en un mundo interconectado", entonces -dice el documento en la primera página- no se pueden dejar esas tareas en manos de las ciencias solamente (9). El vídeo promocional de este informe -que puede verse en internet- se abre con una metáfora muy eficiente en términos retóricos. La voz del actor norteamericano John Lithgow acompaña unos primeros planos de los pétalos radiantes de una margarita abierta. "Mi imagen es la de una hermosa flor", dice Lithgow. El tallo es su soporte, y está constituido por la ciencia, la tecnología, la ingeniería y otros saberes parecidos. Pero el botón floreciente y abierto son las humanidades. Sin el botón, el tallo es inservible, un mero eje sin función; pero sin el tallo jamás podrá florecer el botón. "Ambas partes de la flor deben, por lo tanto, trabajar mancomunadamente".

Con frecuencia, la defensa de las humanidades adquiere la forma de una imagen cuyo poder persuasivo descansa en su belleza y su simplicidad. Por eso, imágenes como esa logran pervivir en la memoria, aún a pesar de que no resisten un análisis crítico. Tal es el caso del famoso argumento de Sócrates en la Apología, según el cual los jueces no deberían condenarlo a muerte, pues él es "una especie de tábano, otorgado al Estado por el dios; y el Estado es como un gran y noble corcel que, por ser tan grande, es lento y necesita que lo provoquen". Este sugestivo símil es el objeto de una aproximación crítica por parte de Helen Small, profesora de inglés en la Universidad de Oxford, en el texto que hemos traducido para este número de Literatura: teoría, historia, crítica. El tábano socrático ha tenido una larga historia de apropiaciones por parte de los humanistas y los críticos. Martha Nussbaum, por ejemplo, la ha empleado para destacar -en palabras de Small- "la importancia de la pedagogía socrática para una 'cultura política' democrática". Sin embargo, muchas preguntas surgen a partir de este uso. Si el famoso tábano socrático es "la conciencia que irrita al Estado", ¿es su papel inherente a la democracia, y no puede también adscribirse a otros regímenes, incluso los más antidemocráticos? ¿La imagen del tábano no sugiere, de hecho, la existencia de una élite intelectual que está obligada a ejercer tutelaje sobre el Estado y sus ciudadanos? ¿Por qué ha de adjudicárseles a los humanistas el papel de insectos que provocan al corcel del Estado, y no a los expertos en otras disciplinas igualmente importantes en la vida pública? ¿Cómo puede justificar esta imagen la existencia de las humanidades en la universidad y los centros de investigación en ciencias humanas?

"'La democracia nos necesita'. El argumento del tábano a favor de las humanidades" no es un manifiesto en su defensa, como el libro de Nussbaum o el vídeo de la American Academy of Arts and Sciences. En una entrevista para el portal Inside Higher Educaction, Small se distancia de la actitud meramente defensiva de muchos textos. Esta actitud conduce por lo general a la exageración de la importancia pública de las humanidades a costa del valor del trabajo en otras disciplinas. El texto aquí traducido constituye el cuarto capítulo de su último libro, The Value of the Humanities (2013), un libro que se propone "desentrañar los fundamentos de tales reivindicaciones, los supuestos en los que descansan y las posibles opiniones en contra que pueden esgrimirse, y si su credibilidad general sigue siendo históricamente pertinente" (Golden). El libro es relativamente frío en su tono, pues no es un manifiesto, y tampoco tiene una intención explícitamente polémica. Se trata, en cambio, de una exploración de los alcances y los límites del valor de las disciplinas humanísticas.

Con frecuencia, y a causa de las presiones políticas, los defensores de las humanidades buscan un argumento básico capaz enfrentar cualquier resistencia. Tal es el caso del argumento que sostiene que "la democracia nos necesita", del que se ocupa el texto que aquí traducimos. Small es escéptica frente a tal estrategia. La definición del valor de las humanidades, dice ella, no puede basarse en una visión unilateral de su contribución al bien general. No hay una justificación capaz de silenciar todos los ataques, sino en cambio "una cantidad de defensas distintas, cada una de las cuales surge de formas específicas de considerar el valor, el propósito y la naturaleza de la oposición implícita". A fin y al cabo, una defensa siempre supone que hay una amenaza real o latente, la cual puede, o bien definirse a partir de una serie de valores y necesidades específicos que es preciso reconocer y abordar, o bien percibirse de un modo impersonal, como el efecto de un ambiente económico hostil en el que todos los bienes públicos son sometidos a exigencias cada vez más rigurosas. El problema con las defensas unilaterales es su parcialidad, su tendencia a minimizar otros aspectos importantes relativos al valor de las humanidades; así, a la larga, todas ellas terminan luchando entre sí por su predominancia, y anulándose mutuamente. Para evitar estos riesgos y afrontar el problema del valor de las humanidades de un modo suficientemente pluralista, el libro de Small hace una clasificación de los cinco argumentos de defensa más destacados, explora sus posibilidades y contradicciones, y busca distinguir en ellos su validez actual. Cada uno de estos argumentos constituye un capítulo de The Value of the Humanities.

El primer argumento no es una defensa del valor de las humanidades en un sentido estricto. Se trata, más bien, de una justificación que apela a una definición general con la que las humanidades se diferencian de otras prácticas. De acuerdo con Small, este argumento se enfrenta a dos inconvenientes: en primer lugar, que aún dentro de las humanidades mismas hay diferencias en los enfoques y las prácticas que impiden una caracterización definitiva y, en segundo lugar, que tal definición puede conducir al antiguo debate de las dos culturas -la científica y la humanística-, que termina por plantear que la ciencia es el enemigo que hay que combatir. El segundo argumento trata de adscribir cierta utilidad a las humanidades: ellas contribuyen a la economía del conocimiento y benefician a la larga la productividad, pues sirven en organizaciones culturales necesarias para el bien social, como bibliotecas, teatros, museos, etc. Small sostiene que estas formas de defensa pueden ser útiles en ciertos niveles y sectores, pero son secundarias e incluso inexistentes para la investigación humanística en las universidades. El tercero suele poner el acento en la contribución de las humanidades a la felicidad colectiva. Aunque no es la defensa más destacada, tiene una larga tradición que conduce a Platón. Por supuesto, este argumento no se limita al hecho de que las humanidades hagan feliz al individuo que se dedica a ellas, sino a que ellas ayudan a entender mejor en qué consiste la felicidad colectiva y cómo puede aspirarse a ella: las humanidades son una herramienta importante para alcanzar el bien común. En términos políticos, el cuarto argumento es el más ambicioso de todos -esa es la razón por la cual hemos decidido traducirlo aquí-. La idea de que la democracia "necesita" las humanidades para fortalecerse (o incluso para poder seguir existiendo) puede ser muy provocadora, pero tiene límites que es preciso evaluar. La tesis de Small es que resulta más conveniente definir antes qué es la democracia, cuáles son los valores que la han constituido históricamente, y solo entonces investigar cómo pueden las humanidades contribuir a su fortalecimiento. El quinto argumento defiende las humanidades como una práctica autónoma que se justifica en sí misma. En última instancia, este argumento ya no supone un valor derivado de la relación de las humanidades con otra cosa, sino un valor intrínseco, a la manera del valor estético en ciertas teorías modernas del arte. El riesgo de este argumento es, a los ojos de Small, su oposición un tanto mecánica al valor instrumental, que es considerado como pernicioso en sí mismo. Hay que defender cierto valor intrínseco en la práctica de las humanidades, dice Small, pero este no constituye el único fundamento de la actividad humanística.

Todas estas formas de defensa aparecen condensadas en The Heart of the Matter y su vídeo promocional. Una de las cualidades de este documento es que pone la opinión de figuras importantes en la vida pública norteamericana junto a distinguidos miembros de la comunidad universitaria, de modo que las humanidades no quedan restringidas al ejercicio de académicos encerrados en las torres de marfil de sus facultades. Las humanidades, sugiere la pequeña pieza de vídeo, nos competen a todos en todos los aspectos de nuestra vida. El chelista Yo-yo Ma, por ejemplo, dice que "todos necesitamos saber quiénes somos y cómo encajamos en el mundo" y, de acuerdo con la opinión de John Lithgow, son las humanidades las que nos lo pueden enseñar. Estas ideas se enmarcan en la representación de una comunidad armónica entre las disciplinas, como la que sugiere la metáfora de la flor abierta. En palabras del famoso director de cine George Lucas, "las ciencias nos proporcionan el cómo, y las humanidades el por qué". Por eso, las humanidades son esenciales en la educación en todos los niveles. En el vídeo, Sandra Day O'Connor, antiguo miembro de la Corte Suprema de los Estados Unidos, habla de la necesidad de que los niños tengan una comprensión básica de lo que significa pertenecer a esa nación: "Creemos ciertas cosas en nuestro país, y así es que nos mantenemos juntos como un pueblo con intereses comunes, así es como sobrevivimos". De este modo, sin proponérselo, el vídeo ya no concibe las humanidades como el botón florecido de la sociedad norteamericana, sino como su tallo, el eje que sostiene todo el sentido de una nación; no obstante, de aquí no se deriva la idea de la competencia entre las ciencias y las humanidades por la prioridad social. Kwame Anthony Apiah, de la Universidad de Princeton, dice que los Estados Unidos se verían disminuidos como nación si vivieran en un mundo sin ningún pensamiento profundo acerca del significado de la libertad, y David Brooks, periodista de The New York Times, afirma que las políticas y las iniciativas públicas suelen fallar precisamente porque quienes las diseñan y las implementan no tienen en cuenta cómo funciona la naturaleza humana. Sin las humanidades, dice la arquitecta Billie Tsie, somos incapaces de soñar, de imaginar un futuro posible, y por eso hay que garantizar la libertad inherente a su ejercicio.

Más allá de esta pluralidad de argumentos, la defensa de la American Academy of Arts and Sciences -a menudo poética, a menudo nacionalista, a menudo idealista- sugiere que "el meollo del asunto" no son las humanidades en sí mismas, sino la progresiva pérdida de la conciencia de su importancia. Norman Augustine, director ejecutivo de una corporación dedicada a la seguridad aeroespacial, dice explícitamente que las humanidades en los Estados Unidos están desfinanciadas. No es casual que Small haya escrito The Value of the Humanities durante un álgido debate sobre los recortes en el presupuesto de la educación universitaria en el Reino Unido a comienzos de la presente década. Esto justifica también el tono de su argumentación, el deseo de no hacer una defensa cerrada de las humanidades ni de asumir posiciones radicales acerca de su importancia. Small no apela al gremio de los académicos para su aprobación, sino que busca dar argumentos que puedan ser usados en la vida pública, que puedan esgrimirse ante quienes diseñan las políticas de financiamiento. "Estaría satisfecha si pudiera ayudar a los defensores de las humanidades a pensar autocríticamente acerca de las reivindicaciones que hacemos de nuestro trabajo y de sus efectos sociales más amplios", afirma. Mientras escribía el libro, dice Small, pensaba en una audiencia amplia, con intereses muy diversos: entre ellos se encuentran "quienes están involucrados en la articulación de políticas (a quienes, imagino, lo leerán de un modo selectivo), y quienes tienen el tiempo y el interés de seguir en detalle los argumentos en cada capítulo (en su mayoría, una audiencia más académica)". El carácter compacto del libro puede ser útil para "el lector que no tiene tiempo para los detalles, pero quiere claridad en la taxonomía y las líneas generales de cada argumento" (Golden).

Para algunos, aquí yace la fortaleza del ensayo que presentamos a continuación, pero para otros esa es su mayor debilidad. Al aceptar que las defensas más comunes de las humanidades son relativas, Small se ve obligada a hacer algunas concesiones. También es un hecho que su perspectiva taxonómica parece fragmentaria, y que la articulación argumentativa se ve limitada por la necesidad de un discurso compacto. Por ejemplo, con la figura del tábano, Sócrates no pretende prestar un servicio positivo a la democracia o a su sistema de gobierno, sino que defiende su derecho y su deber de señalar porqué el mundo político que lo rodea es imperfecto y debe ser corregido. El argumento de Sócrates tiene que ver más con la necesidad de acoger el disenso en cualquier sistema político que quiera conservar algún núcleo de racionalidad. No obstante, Small transforma la imagen del tábano -junto a Nussbaum, y sin proponérselo- en una definición del lugar positivo que podrían ocupar las humanidades en el estado democrático; de ahí su atención a la idea de una élite intelectual, que se ajusta más bien a la postulación de una aristocracia intelectual, de corte más platónico que socrático, de La república. Pero, como sea, el libro ha llegado en el Reino Unido a un público variado, y se ha convertido en fuente de consulta de algunos políticos liberales, de administradores educativos, de docentes y estudiantes. Se trata, en definitiva, de un texto cuyo mérito está en que busca un lector capaz de confrontar los argumentos propios, ver sus límites y sus debilidades: su fortaleza se encuentra, pues, en su capacidad para alimentar el diálogo.


Obras citadas

Commission on the Humanities and Social Sciences. The Heart of the Matter. The Humanities and Social Sciences for a Vibrant, Competitive and Secure Nation. 2013. American Academy of Arts & Science. Web. 10 de mayo de 2015.         [ Links ]

Golden, Serena. "'The Value of the Humanities'. Interview with Helen Small". Inside Higher Ed. 28 de abril de 2014. Web. 24 de mayo de 2015.         [ Links ]

Small, Helen. The Value of the Humanities. Oxford: Oxford University Press, 2013. Impreso.         [ Links ]