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La Palabra

versión impresa ISSN 0121-8530

La Palabra  no.41 Tunja abr./jun. 2021  Epub 27-Mar-2022

https://doi.org/10.19053/01218530.n41.2021.13271 

Artículo de reflexión

Janosch y el "arte de vivir"*

Janosch and “the art of living”

Janosch e a "arte de viver"

a Doctora en filosofía y letras Universidad Adolfo Ibáñez-mary.macmillan@uai.cl https://orcid.org/0000-0003-4467-3170


Resumen

Situamos la obra del escritor infantil alemán Janosch dentro de la corriente del "arte de vivir". Este busca la plena realización del sujeto desde un planteamiento personal y crítico. El propósito central de este artículo será determinar la particularidad de Janosch abriendo un diálogo desde la problematización de Freud en El malestar en la cultura. Para el análisis optamos por una revisión de un corpus escogido de Janosch. Previa síntesis de la problemática del placer y el displacer según Freud, se determinan cuáles son las principales salidas de Janosch al malestar y cómo se diferencia de una economía libidinal tradicional. El análisis muestra cómo los personajes construyen sus propias estrategias, lo que permite hablar de un "arte de vivir". Estas son: un "deseo intransitivo" que pone en jaque la lógica tradicional, una revaloración del otro desde la solidaridad y una radical opción por el placer por sobre la cultura. Los resultados de la reflexión permiten una visión renovada y compleja de un autor de literatura infantil. El mundo creado por Janosch cuestiona desde una inusitada frescura los valores de nuestra sociedad contemporánea y apela al lector a una revisión de sus jerarquías.

Palabras clave: arte de vivir; economía libidinal Janosch; literatura infantil; malestar; Sigmund Freud

Abstract

Freudian "art of living" is applied here to study German children's literature author Janosch. The purpose is mainly focused studying this writer from an analytic perspective in Civilisation and Its Discontents by Sigmund Freud. It is selected a corpus of the German author, where previously is study the concepts of pleasure and displeasure in Freud work. Thus, it is suggested how Janosch works propose a different choice to overcome the discontents against the traditional libidinal economy. The analysis shows how the characters build their own strategies, which allow to speak regarding the "art of living" as an intransitive desire; that jeopardizes traditional logic, a revaluation of the other from solidarity and a radical option for pleasure over culture. The results display a renewed and complex vision of an author of children's literature. The creation by Janosch questions the values of the contemporary society and appeals to the reader to review its hierarchies.

Key words: Janosch; art of living; Sigmund Freud; children's literature; discontents; libidinal economy

Resumo

Classifica-se a obra do escritor infantil alemão Janosch dentro da corrente da "arte de viver". Essa procura a total realização do sujeito a partir de um posicionamento pessoal e crítico. O propósito central deste artigo será determinar a particularidade de Janosch abrindo um diálogo a partir da problematização de Freud em O mal-estar na cultura. Para a análise decidiu-se por uma revisão de um corpus escolhido de Janosch. Prévia síntese da problemática do prazer o do desprazer segundo Freud, determinam-se quais são as principais saídas de Janosch ao mal-estar e como se diferencia de uma economia libidinal tradicional. A análise expõe como as personagens constroem as suas próprias estratégias, o que permite falar de uma "arte de viver". Essas são: um "desejo intransitivo", que põe em xeque a lógica tradicional, uma revalorização do outro por meio da solidariedade e uma radical opção pelo prazer em detrimento da cultura. Os resultados da reflexão possibilitam uma visão renovada e complexa de um autor da literatura infantil. O mundo criado por Janosch questiona a partir de um inusitado frescor os valores da nossa sociedade contemporânea e convida o leitor a uma reflexão das suas hierarquias.

Palavras-chave: arte de viver; economia libidinal; Janosch; literatura infantil; mal-estar; Sigmund Freud

Introducción

Uno no puede apartar de sí la impresión de que

los seres humanos suelen aplicar falsos raseros;

poder, éxito y riqueza es lo que pretenden para

sí y lo que admiran en otros, menospreciando

los verdaderos valores de la vida.

Freud. El malestar en la cultura

El epígrafe anterior es de Sigmund Freud y da inicio al famosísimo estudio "El malestar en la cultura"1. Al leer la obra de Janosch2, escritor alemán de literatura infantil y juvenil, nos parece que, si alguien está más alejado de la búsqueda de poder, de éxito y de riqueza, pues esos son sus personajes. Es el mismo Freud, también, el que trae a colación la idea de un "arte de vivir", entendido como una reunión de técnicas cuyo fin es la búsqueda de la felicidad. Una felicidad en la que el sujeto "no se extraña del mundo exterior, sino que, al contrario, se aferra a sus objetos y obtiene la dicha a partir de un vínculo de sentimiento con ellos" (81). La filosofía del "arte de vivir" se remonta en sus orígenes a los griegos, partiendo desde el mismo Sócrates, e implica una búsqueda personal, así lo plantea Alexander Nehamas en El arte de vivir. Reflexiones socráticas de Platón a Foucault: "Sócrates es el artista prototípico del arte de vivir porque al dejar absolutamente indeterminado el proceso que él siguió para crear su vida, también presenta el producto final como algo que no necesariamente tiene que ser imitado: un procedimiento diferente" (26). Precisamente, es esa "diferencia", entendida como una singularidad, la que nos lleva a contextualizar a Janosch dentro de la corriente del arte de vivir. No existen reglas determinadas que permitan hablar de un arte del vivir como una normativa, ya que es la libertad lo que caracteriza a esta corriente. Así lo concibe Wilhelm Schmid en En busca de un nuevo arte de vivir: "La filosofía del arte de vivir no es, pues, sino el redescubrimiento de las formas mediante las cuales el sujeto se configura a sí mismo" (34). Y más claro aún: "El arte de vivir desconoce todo tipo de normas categóricas, a priori u obligatorias, puesto que sus metas y reglas se derivan de la experiencia" (27). Situaremos a Janosch en esta singular búsqueda, que escapa a las normativas sociales y que tiene como fin la intensificación de la vida. Para ello haremos una lectura desde la búsqueda de la felicidad y del principio de placer. La obra literaria de Janosch, su mundo creado y sus personajes, se sostienen en este "arte de vivir"3. Es más, sus personajes se mueven en dirección del "principio del placer", y desde una economía libidinal y de derroche. Para desarrollar esta hipótesis, se introduce brevemente algunos de los conceptos centrales de Freud sobre el placer y el displacer, para luego analizar tres de los textos de Janosch mediante algunas preguntas guía: ¿qué causa el displacer en el mundo de Janosch? ¿Mediante qué caminos sus personajes buscan superar el displacer e instaurar la felicidad?

La necesidad de leer a Janosch, desde Freud y su "malestar en la cultura", brota de la imposibilidad de separar un determinado arte de la vida, cualquiera que sea este, de la implícita confrontación con la cultura. Tal como señala Freud: "gran parte de la culpa de nuestra miseria la tiene lo que se llama nuestra cultura" (85). Así, el objetivo central de este trabajo será determinar los "procedimientos diferentes" y singulares de Janosch que conforman su "arte de vivir", esto mediante un diálogo con la problemática del malestar planteada por Freud.

El malestar en la cultura

Originalmente, el texto de Freud se iba a titular "la infelicidad en la cultura", y este título da cuenta con mayor claridad, quizás, de la idea central que recorre sus siete partes. James Strachey, en la introducción al texto, postula como tema central "las exigencias pulsionales y las restricciones impuestas por la cultura" ("El malestar" 60). En consonancia con Strachey, Henri Rey-Flaud, en su texto "Fundamentos metapsicológicos de El malestar en la cultura", reconoce un principio que sustenta este texto, a saber: "que no se puede estudiar el destino del individuo por fuera del de la comunidad en la cual está inserto, que uno y otro son partes solidarias de una misma estructura" (11). También es central constatar que El malestar en la cultura ocupa un espacio especial al interior de la producción y el desarrollo del pensamiento freudiano, así lo explica Rey-Flaud:

El inventor del psicoanálisis, después de alcanzar una meseta en su elaboración teórica, se vuelve y contempla el horizonte que se despliega a sus espaldas desde la atalaya de sus últimos trabajos. Para tener una medida de esta obra, conviene inscribirla en la corriente de un pensamiento en perpetuo devenir, que nunca dejó de construirse contra sí mismo, carácter que explica su tensión, contenida por un estilo de sencillez clásica pero perceptible aún hoy en día. (9)

Ahora bien, para los efectos de la propuesta de lectura de Janosch arriba planteada, nos centraremos solo en los apartados ii y iii4. En el apartado ii, se encuentra un listado de todos los "caminos" que Freud reconoce como habitualmente usados para evitar el displacer. En el apartado iii se profundiza en la paradoja de que sea precisamente la cultura la que origine el displacer.

La aspiración suprema del ser humano, que es "conseguir dicha y felicidad y mantenerla" (apartado ii, 76), se ve constantemente obstaculizada por la presencia del displacer. La obtención del placer, que Freud liga a las pulsiones más básicas, actúa como un "programa", puesto que se debe tranzar constantemente con la realidad. Ese programa irrealizable se entiende, por un lado, como la vivencia del placer y, por otro, más modesto, como la simple evitación del dolor. Este tiene tres orígenes: nuestro propio cuerpo, el mundo externo y los otros (76). Paso a continuación a exponer brevemente los principales caminos para evitar el displacer (77-84).

Si uno de los orígenes del displacer lo constituyen los otros, resulta lógico que una evitación de todo contacto con ese otro resulte una primera vía. Este es el camino de "la soledad buscada", la primera vía. No trae felicidad, pero la tranquilidad o el sosiego que conlleva no deja de ser valorado como una ganancia.

Si la naturaleza también nos provoca sufrimiento, entonces "someterla a nuestra voluntad" se constituye en la segunda vía.

Un tercer camino bastante recurrido son los así llamados "quitapenas". Por quitapenas, Freud entiende que son todas las sustancias que nos dan la sensación inmediata de placer, como las drogas y el alcohol.

Un cuarto camino consiste en matar las pulsiones, es decir, eliminar el deseo. Si no deseamos, no habrá frustración. Freud liga este "no deseo" a las filosofías orientales.

Un quinto camino y, quizás el más conocido en términos de lenguaje freudiano, es el de la sublimación. Se entiende como una traslación de las metas pulsionales hacia otros ámbitos: "Se lo consigue sobre todo cuando uno se las arregla para elevar suficientemente la ganancia del placer que proviene de las fuentes de un trabajo psíquico e intelectual" (79).

Un sexto camino, que Freud denomina el del delirante, es el de crearse un mundo paralelo: "recrear [el mundo], edificar en su remplazo otro donde sus rasgos más importantes se hayan eliminado" (81). Este gesto de autonomía y de alejamiento de la realidad se constituye en un delirio. En literatura, el ejemplo más claro del delirante que construye la realidad a su medida, negando lo objetual, es el Quijote. Donde hay molinos, el Quijote quiere ver gigantes; donde hay mujeres de mala vida, el Quijote quiere ver mozas galantes, etc.

Un séptimo camino es el del amor, es esa "orientación en la vida que sitúa al amor en el punto central, que espera toda satisfacción del hecho de amar y ser amado" (82). Esta opción es extremadamente frágil, ya que nos hace del todo vulnerables y nos expone más que nunca al dolor.

Por último, Freud menciona el camino de la belleza. La experiencia del goce de la belleza, en cualquiera de sus variantes, genera en el sujeto un "efecto embriagador". Freud juzga este camino como de muy poca protección frente al sufrimiento, aunque reconoce su efecto paliativo.

Hecho este recorrido, se llega a la conclusión de que el proyecto de la felicidad es imposible de concretar y solo queda una "dicha posible", que consistiría en la así llamada "economía libidinal". Esta economía es una especie de malabarismo entre el placer que cada sujeto sería capaz de obtener de la realidad, la capacidad de modificarla y/o independizarse de ella (83).

Podemos ahora plantear la pregunta central de esta lectura: ¿cómo se estructura la economía libidinal del mundo propuesto por Janosch?

Análisis del corpus seleccionado

Trabajaremos la pregunta en un corpus limitado, pero contundente. Las obras5 seleccionadas son: Mousse de manzana para las penas de amor (2003), Yo te curaré, dijo el pequeño oso (2011) y Vamos a buscar un tesoro (2009).

Mousse de manzana para las penas de amor

Desde el título mismo, se puede percatar el conflicto. El amor es fuente de displacer y la comida de placer. El cuento se inicia con el sufrimiento del tigrecito. Al ser consultado por el origen de su dolor, este contesta: "Me duele el cuerpo y el alma [...] sufro mal de amores" (2). A lo que el osito responde: "¡Vaya! [...] lo conozco perfectamente, es un dolor tan insoportable como el de una quemadura" (2). El origen del displacer está plenamente identificado y corresponde, según las tres categorías de Freud, a aquél provocado por el otro. La salida a esta situación será la comida, ligando así la búsqueda del placer a una condición básica del organismo. El osito le prepara a su amigo una infalible receta de mousse de manzana con canela y clavo de olor. La receta da resultado y el tigrecito se recupera rápidamente de su mal de amor. Este comienzo nos faculta para entrar de lleno en el rol de la comida en el mundo janoschiano. La comida se carga de varias connotaciones importantes relacionadas con una cierta crítica social y cultural: un elogio a la simpleza e inclusive a la pobreza, la fuerte ligazón comunitaria y afectiva que se logra mediante la comida, y una ética de comportamiento con relación a lo que comemos.

Un personaje que aparece con frecuencia en los cuentos de Janosch es el carbonero Jeromín. Su oficio se liga a una antiquísima tradición, ya casi en vías de extinción. Jeromín aparece en Mousse de manzana como símbolo de desprendimiento y frugalidad, y, sin embargo, de contento y felicidad. La estructura de Mousse es la de la ligazón de sucesivos encuentros con otros personajes. Luego de su recuperación mediante la receta, tigrecito se topa, entre otros amigos, con el carbonero. Es en este contexto que se lee la siguiente descripción: "Jeromín, el carbonero, era un hombre pobre, pues los carboneros no tienen apenas posesiones. Viven en cabañas de piedra" (9). Esta primera descripción nos recuerda un poco la salida descrita por Freud como la de no desear. La ausencia de bienes no es presentada como una carencia, todo lo contrario, es un valor. La casa es también un guiño a una etapa cultural primigenia: cabaña y de piedra. Del oficio se nos dice: "Apilan troncos de leña, prenden fuego a la madera y la cubren de tierra. De esta manera la leña arde sin llama, nunca llega a consumirse y se convierte en carbón vegetal" (9). Ciertamente hay aquí una intervención de la naturaleza, hay cultura en ese sentido, pero sigue siendo en un nivel muy rudimentario. Janosch expone claramente su crítica a una cierta explotación de clases cuando sentencia:

En la actualidad quedan muy pocos carboneros porque todo el mundo quiere ganar mucho dinero pero sin trabajar mucho [...]. Los carboneros venden luego el carbón a la gente rica por muy poco dinero. Los ricos utilizan mucho carbón vegetal para las fiestas y barbacoas que organizan en sus jardines. (9)

Jeromín representa al hombre simple, sin pretensiones y satisfecho con su trabajo. A las barbacoas de los ricos, Janosch contrapondrá las papas de Jeromín. Este, al ver al tigrecito, lo invita a comer: "¿Tienes hambre?, ¡Venga, entra y come conmigo! Pero Jeromín era tan pobre que sólo tenía lo que crecía en su pequeño huerto: patatas. Patatas todos los días, y por supuesto, sin pelar" (10). Todas las carencias de Jeromín son presentadas desde una óptica positiva: su pobreza no le impide invitar a un amigo y compartir con él su alimento: "La gente humilde comparte con su invitado, y con alegría, todo lo que tiene. Los carboneros reservan la mantequilla para el domingo. Y siempre tienen agua fresca del pozo" (11). La papa no pasa por un proceso de elaboración, sino que se come con pelo y todo. Se presenta como un súper alimento, ya que "obtiene su energía directamente del interior de la tierra" (11). Se podría añadir crema de leche a este elemento básico, pero no tienen y el narrador interviene dando su óptica: "no importaba". Es este "no importaba" el que revela una cierta estrategia de manejo de la realidad.

Recordemos que según Freud la economía del placer tiene que ver, precisamente, con cómo negociamos con la realidad. En este caso, la salida propuesta es la de tomar esa realidad como viene y estar feliz con ello, sin desear aquello que no se tiene. A la información entregada por el texto, se suma la complementaria de las ilustraciones. Jeromín viste con ropa parchada, en su mesa de madera tosca no hay vajilla y se come la papa trinchada con el tenedor. Todo este escenario construido por la imagen y el texto, ensalza tanto una estética como una ética. En el plano de lo estético, se trata de un minimalismo, de una simpleza carente de toda sofisticación tanto en el vestir, en el cocinar y en el entorno. En el plano de lo ético, se ensalza el valor del trabajo, la nobleza de la tierra y producción casera, el desprendimiento de todo deseo superfluo y la capacidad de compartir y entrega con el otro.

Fig. 1 Jeromín comiendo papas (Mousse de Manzana 11). 

Jeromín nos recuerda la idealización de Van Gogh en su famoso cuadro "Los comedores de patatas". El cuadro que representa a un grupo de campesinos toscos, en una sala cerrada, reunidos en torno a una mesa y comiendo papas trinchadas, que fue evaluado por Van Gogh como "lo mejor que he hecho". Hay un claro deseo de parte del pintor de dar a conocer un modo de vida que considera valioso:

He querido dedicarme conscientemente a expresar la idea de que esa gente que, bajo la lámpara, come sus patatas con las manos que meten en el plato, ha trabajado también la tierra, y que mi cuadro exalta, pues, el trabajo manual y el alimento que ellos mismos se han ganado tan honestamente. He querido que haga pensar en una manera de vivir completamente distinta a las personas civilizadas. Así, pues, no deseo en lo más mínimo que nadie lo encuentre ni siquiera bello ni bueno. (Cartas a Théo 137, cursivas son nuestras)

Fig. 2 Los comedores de patatas de Van Gogh (1885). 

Van Gogh no desea que su trabajo se enjuicie desde un criterio estético, sino como valor ético, en la medida en que representa un determinado "modo de vivir" diferente. Es así como leemos la figura de Jeromín en la obra de Janosch: el carbonero representa "un modo de vivir diferente", va contra la cultura imperante y los falsos raseros de la cita freudiana: el poder, la riqueza y el dinero.

La comida se presenta siempre en su vinculación comunitaria y social, en ese compartir con los otros. ¿Pero qué es lo que se comparte? Es el fruto del trabajo, sin duda, pero es más bien que la comida posibilita ese compartir. Así, el otro no se presenta como causante de malestar, sino de solidaridad y afecto, revirtiendo la visión negativa del otro como origen de displacer. Veamos algunos ejemplos: el tigrecito es invitado posteriormente con mucha alegría por el enorme oso del bosque. Se recalca la simpleza de los ingredientes: "preparó una humilde sopa de ajo6 para osos pobres" (17). La sopa es calificada de humilde y se repite la situación de pobreza. Pobreza que, paradójicamente, se convierte en posibilidad de acoger y satisfacer necesidades. La situación más hilarante relacionada con el comer y el compartir, es sin duda la comida organizada por la tía Gansa (31-36). La invitación era originalmente para el tigrecito y el osito, pero en el camino a casa de la tía Gansa se van sumando una serie de comensales que no fueron invitados: el elefante Sigfrido, que llevaba una tabla de planchar en su cabeza; la gorda señora Pucheros, que intenta subirse a la tabla de planchar originando una estrepitosa caída; y, el cerdito. Esta hilarante escena recuerda la famosa sentencia de Lautreamont sobre "el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección". La sumatoria de todos estos diversos comensales, no invitados, convergen en una "catártica" cena en la casa de la tía Gansa, la que decide cocinar cinco kilos de espaguetis. El punto álgido de la cena es su transformación en una especie de liberación de toda norma social: "¡Dios mío, el ruido que hicimos comiendo! El cerdito se embadurnó como un puerco con la salsa. Había espaguetis hasta en las cortinas, incluso colgaban de la lámpara. El ele-fantito devoró él solo tres kilos [...]. Y todos quedaron satisfechos" (36). Está claro que esta cena es origen de gran placer, un placer desbocado, y lejos del aseo y el orden propio de una cultura avanzada. Janosch juega con el hecho de que los personajes sean animales y se puedan dar el lujo de comportarse como tales. Pero la gracia y el humor consiste en que no son "animales", son personajes que comen como cerdos, se ensucian ellos y las cortinas, hacen ruido, etc. No obstante, lo esencial es que al final "todos quedan satisfechos".

Muchas de las escenas de comida terminan en una buena siesta. Las siestas marcan también el distanciamiento de la cultura del trabajo y de la productividad. La siesta es el resultado directo de la satisfacción del hambre y de la necesidad corporal del sueño por sobre el rendimiento y la producción.

Para finalizar este apartado sobre la comida y la búsqueda del placer, se trae a colación un diálogo que se repite en varios cuentos. Lo reproducimos íntegramente, ya que es esencial para la comprensión del problema:

El ajo es un ingrediente culinario con connotaciones de clase y de cultura. Recordemos aquí los consejos que Don Quijote le da a Sancho Panza al asumir como gobernador de la ínsula (Capítulo 42, 2da parte), le conmina a no comer ni ajo ni cebolla, ya que es un alimento que lo marca socialmente.

-Y ahora dime cuál es tu plato preferido- dijo el pequeño oso -Yo te lo haré.

-Trucha saltarina con salsa de almendras y pan rallado.

Dijo el pequeño tigre.

-Otra cosa- dijo el pequeño oso.

-Macarrones con salsa de almendras y pan rallado.

Dijo el pequeño tigre

-Otra cosa- dijo el pequeño oso, -vamos, di: sopa.

-¡Claro!- Gritó el pequeño tigre -Eso es lo que quería decir.

Y eso fue lo que comieron. Con unas gotas de aceite, perejil y pequeñas zanahorias. (46)

El diálogo es relevante porque pone en evidencia la sumatoria de estrategias que ambos amigos poseen para evitar el malestar. Hay una mezcla de varios recursos. El primero de ellos es que, mediante la omisión de la frase más obvia y esperada (no hay), el osito niega parcialmente la realidad. El lector lee entre líneas que "no hay" ni trucha saltarina ni macarrones. El osito no puede satisfacer el deseo del tigrecito. Sin embargo, el osito en ningún momento emplea la sentencia de reconocimiento de esa carencia: "no tengo", "no hay" o "no tenemos". Simplemente obvia esta situación. Anteriormente, se decía que la capacidad de ser felices va a depender de la economía que el sujeto realice y mediante un juego entre varias estrategias. Puedo obtener una satisfacción de la realidad, puedo independizarme de ella o puedo gastar mi fuerza en transformarla. Del diálogo se desprende que la realidad no estaría satisfaciendo al tigrecito, ya que no obtiene sus platos preferidos. En una primera estrategia se observa una especia de negación, y no se enfrenta la carencia. En un segundo momento, se da el juego contrario, y sabiendo que nada de lo deseado es posible, pues se desea entonces lo que sí es posible: la sopa. Se podría pensar que aquí, se aplica el principio de realidad: hay sopa, pues bien, eso es lo que comeremos. Sin embargo, detrás de ese "ajuste" también hay un cierto trabajo de sustitución, ya que no es solo que se acepte esa realidad de la sopa, sino que ahora se le desea tanto como las truchas y macarrones ("es lo que quería decir"). Es paradójico, ya que se desea lo que no se deseaba. Pero mediante el influjo del amigo parece que fuera un descubrimiento de un deseo que estaba tan solo oculto. ¿Delirio, negación, aceptación? En todo caso, en este diálogo con visos de absurdo, lo que prima es el resultado. Los amigos han logrado darle un vuelco al malestar y ser enormemente felices.

Yo te curaré, dijo el pequeño oso

En esta historia el origen del malestar se sitúa en el cuerpo. El tigrecito es encontrado tumbado en el pasto sin poder moverse y afirma que: "le duele todo". Resulta interesante que se trate precisamente de un "malestar" generalizado, vago e imposible de precisar. Nuestra lectura apunta a conectar esta enfermedad con la no realización de las pulsiones básicas del tigrecito: hambre, sueño y necesidad de afecto. Cabe mencionar lo difícil que resulta precisar la edad de estos personajes: ¿son adultos, son niños? Si son niños es extraño que no tengan padres, que se cocinen y cuiden ellos mismos, que no vayan al colegio, etc. Si son adultos, es extraño que no trabajen, que no tengan parejas, entre otros aspectos. En esta historia en concreto, el tigrecito se comporta más bien como un niño mimado, al que hay que satisfacerle todas sus necesidades.

Vamos por partes. El tigrecito es vendado por su amigo y recibe así afecto, con lo cual su condición mejora, para luego empeorar producto de una nueva carencia. Toda la primera parte del cuento, antes de ser llevado al hospital, se organiza en este juego de "sentirse mejor" y "sentirse peor". Y esto dependiendo de cuánto son satisfechas sus pulsiones.

En la página 10, se puede leer: "Cuando el pequeño tigre ya estaba vendado se encontró un poco mejor. Pero después se volvió a encontrar un poco peor porque tenía hambre". Aquí viene el ya mencionado diálogo sobre "cuál es tu plato preferido" y volverá a aparecer hacia el final de la historia. El tigrecito come sopa y se siente un poco mejor. Es decir, hay una mejoría producto de la satisfacción del hambre. Sigamos. "Pero después se volvió a sentir un poco peor porque quería dormir tranquilamente" (12). Al dormir viene un "sentirse mejor". Pero el juego sigue y se siente un poco peor porque "quería tener visitas". Esta pulsión por compañía, por afecto, será una de las más difíciles de complacer y en la que el tigrecito se revelará en su faceta de ser desvalido y vulnerable. Sus exigencias nos recuerdan las de un niño malcriado, pero también a otros grandes enfermos de la literatura, como a Iván Ilich de Tolstói, quién reclama compasión y ternura de parte de los demás. El tigrecito recibe las visitas de la tía oca, de la liebre de zapatos veloces y los atentos cuidados del pequeño oso que llega, incluso, a dormir junto a él. Finalmente, después de sucesivos "sentirse un poco mejor" y "sentirse un poco peor", el tigrecito es llevado por sus amigos al hospital. Es examinado por el doctor y se le recomiendo una dieta de su "comida favorita" tres veces al día. Ya sabemos que esta consiste en "truchas saltarinas con salsa de almendras y pan rallado". Y para extrañeza del lector, esta vez no hay ningún tipo de economía libidinal y el paciente recibe tres veces al día su comida favorita. Cabe preguntarse si ¿el origen de su enfermedad no sería esta continua negación de su deseo? Ahora bien, la curación definitiva no se logrará hasta no ser operado. Nunca se sabe qué enfermedad padece el tigrecito y la operación es explicada en los siguientes términos: "Una operación es cuando al pequeño tigre se le pone una inyección agradable, entonces se duerme y tiene un precioso sueño azul. Se despierta, operación terminada, tigre curado" (34). La cura consiste en placeres: inyección agradable, dormir y sueños azules. Es, hasta cierto punto, toda una suspensión de la realidad en su condición de dolor y limitaciones diarias. Si nunca supimos de qué estaba enfermo el tigrecito, podemos deducir que estaba enfermo de "realidad" y en los tres elementos que causan displacer: los otros cuando no nos consuelan, nuestro cuerpo cuando no recibe lo que desea y el mundo en general que nos amenaza.

El tigrecito estaba enfermo de displacer, su malestar era tan vago como el malestar que nos provoca la cultura en general. Su cura consistió en una pausa de esa dura realidad, una pequeña evasión hecha de platos favoritos, mimos, dormir y sueños azules. Dicho esto, es importante recordar que la constitución psíquica del sujeto también juega un rol importante en la economía libidinal. Y es claro para el lector de Janosch que, de los dos amigos, el tigrecito es el que posee una constitución psíquica más débil. No se analizará aquí, pero esto se revela con mucha claridad en Correo para el tigre. En este cuento, el tigrecito parece caer en un estado de melancolía y se ve del todo sobrepasado por la "realidad" diaria de cocinar, hacer el aseo, etc. Pero retomando Yo te curaré, al final el tigrecito ha reunido suficientes fuerzas para enfrentar nuevamente las carencias de la vida real. El cuento termina con el mismo diálogo inicial sobre "cuál es tu comida favorita". Nuevamente no hay ni truchas, ni macarrones con salsa de almendras y pan rallado. Lo que hay es sopa, una simple y pedestre sopa. Y, sin embargo, el tigrecito, luego de su breve evasión, ya es capaz nuevamente de tolerar y manejar hábilmente estas carencias: "-¡Claro!- gritó el pequeño tigre -Eso es lo que quería decir".

Vamos a buscar un tesoro

La historia comienza con un cierto reconocimiento de displacer: el osito no ha pescado nada y lo vemos cabizbajo, arrastrando desganado su balde vacío y contándole al pequeño tigre que no habrá pescado para la cena. En reemplazo, cocina coliflor de la huerta con papas, sal y mantequilla. Esta situación inicial motiva un diálogo entre los amigos acerca de cuál sería la mayor felicidad del mundo. El pequeño tigre sostiene que es la riqueza, ya que con ella se puede comprar todo lo que se desea. El dinero es el medio para obtener satisfacción. La lista de lo deseado comienza por ciertos alimentos: truchas asadas en manteca con almendras y pastel de almendras. La lista continúa con los siguientes objetos de deseo: un bote inflable, un balancín (ya que la vieja hamaca cruje mucho), una gorra de corredor de coches con correa, una lámpara roja y botas de piel. Se le suman elegantes trajes de verano para ir a bailar tango. El denominador común es el placer, ya sea porque el objeto les permite realizar actividades gratas como bailar, dormir la siesta, pescar en el río o concretar fantasías como la gorra. Dicho esto, ambos amigos partirán al día siguiente en búsqueda del tesoro para adquirir todos estos objetos y así ser felices.

En esta búsqueda, y como es usual en la estructura de los cuentos para niños, los amigos se encontrarán con varios personajes. Al contarles que están buscando la mejor felicidad de la tierra, estos les revelan su modo de entender esta felicidad. Para el topo, que es ciego, consiste en "el oír bien", ya que él puede oír bien. Para el León, esta consiste en la fuerza y el valor, y es precisamente lo que él ya posee. Estos primeros encuentros contrastan dos modelos de felicidad: el que desea lo que ya tiene, y por eso es feliz, y el que desea lo que no tiene y, por ende, es infeliz, y debe ir en su búsqueda. En un momento, se encuentran con el asno viajero Mallorca. La postura del asno es diferente a la del topo y a la del León, ya que sostiene que la felicidad está lejos y "lejos no es nunca donde uno está". Así, la búsqueda de la felicidad no termina nunca y se convierte en el "proyecto imposible" de Freud. Al llegar a la costa, el osito y el tigrecito deciden buscar el tesoro en el fondo del mar, pero este ya ha sido arrasado de todos sus tesoros. Este momento es el punto álgido en el malestar y la infelicidad de ambos amigos. Se sienten solos, perdidos y desorientados. Los vemos profundamente apesadumbrados en una ilustración, a doble espacio, en la que es posible recortarlos de un enorme mar de fondo inabarcable. El texto dice: "Ay, el mundo estaba de repente tan vacío y el mar tan frío y profundo. Y la casita a la orilla del río tan lejos..." (30). Este pasaje representa la incapacidad de ambos de llevar a cabo su proyecto, el mundo se les presenta en toda su negación, ellos no pueden controlar la situación y experimentan el dolor y la angustia como nunca antes. Los términos "vacío", "frío" y "profundo" dan cuenta de este sentir.

Fig. 3 Osito y Tigre solos (Vamos a buscar 30). 

La frase final revela el error cometido: la casita a la orilla del río está lejos. Y el "lejos" es el guiño que nos conecta con el modelo de felicidad del asno de Mallorca. La felicidad siempre está "lejos" y la casita está "lejos". Pero a diferencia del eterno desplazamiento del asno, este es un "lejos" que sí tiene un final: la casita a la orilla del río. Es decir, el punto de partida. Solo al alejarse de lo familiar han experimentado ese mundo como inhabitable y vacío. Ambos amigos inician el camino de retorno a casa, aún sin percibir del todo lo que les ha pasado. "¿Por qué vas tan encorvado, tigre?", le pregunta el osito, "Porque soy desgraciado", le contesta, "Porque no hemos encontrado ningún tesoro" (33). La historia continúa e inesperadamente, cuando ya han dejado de buscar, encuentran el tesoro al dormir debajo del árbol de las manzanas de oro. Cambian las manzanas por dinero y luego son estafados y robados sucesivas veces hasta quedar sin nada. Nuevamente, el tigre declara que es desgraciado, pero luego de un juego en que ambos se turnan para llevarse uno al otro montado, el osito declara: "-Oh, tigre, es bonita la vida" (44). Ambos regresan sin tesoro a la casita en medio del bosque. Ahí les espera el topo que dormía feliz en el sofá. Le invitan a comer, ya que el "oso sabe cocinar tan bien que siempre lloramos de alegría" (45). La cena -una vez más aparece la comida- consiste en coliflor del huerto con papas y sal. Ni truchas, ni salsa de almendras. Se anuncia una alegría posible representada por el proyecto de ir a buscar hongos al bosque y pescar truchas a la mañana siguiente. No obstante, al amanecer, ninguno de los amigos concreta los planes. Nuevamente, la coliflor con papas y sal. A esta pedestre comida se suma el canto del ruiseñor:

- Escuchen -dijo el topo feliz-

- El ruiseñor canta. ¿Bonito, eh?

- Y escucharon el canto.

- El sol brillaba sobre el prado.

- Las abejas zumbaban

- y la coliflor había estado tan rica...

- Hmm ¡Oh, qué felicidad más grande!

- De verdad. (46)

El final es engañosamente simple, pero hay que hacerse cargo de la situación. ¿En qué consiste finalmente la felicidad? ¿Cómo la obtienen el osito y el tigrecito? La historia tiene una estructura circular clásica: salida del hogar, aventuras varias y regreso al hogar. Se puede leer en este viaje también el formato del Bildungsroman o novela de aprendizaje. ¿Cuál es el aprendizaje, cuál es la ganancia luego de la salida? El regreso al hogar, sin haber encontrado aquello que los aleja -el tesoro para comprar la lista de deseos expresados como carencia en un principio-, nos recuerda la novela El pájaro azul de Maurice Maeterlinck. En este clásico, dos hermanitos inician una larga aventura en búsqueda de un misterioso pájaro azul. Al regresar a casa, sin la obtención del ave, se dan cuenta de que esta siempre estuvo en casa sólo que no habían sabido reconocerla. El viaje los transforma y los habilita para ese conocimiento antes vedado por egoísmos y vanidades.

En la historia de Janosch, ambos amigos encuentran la felicidad en medio de su mundo habitual. Aparece una vez más la sencillez de la comida como cifra de la felicidad y el compartir con los amigos. Pero si solo fuera esto, Janosch se movería en el ámbito de los lugares comunes. Lo especial en su propuesta es que hay otros elementos más delicados e inasibles. En el fragmento final, se percibe dos matices más. Primero, está la extraña paradoja de que deseando comer pescado y hongos eso les provoca una alegría anticipada, pues al otro día no hacen nada por concretar ese deseo. Hay aquí un cierto distanciamiento del camino propuesto por Freud de "no desear". Los amigos sí desean y ese deseo los hace felices, pero no son infelices luego de que lo deseado no adviene. Por lo que queda en evidencia un cierto desajuste entre el deseo y la obtención del deseo. El osito y el tigrecito demuestran que la economía del deseo es más compleja y más rica, que la ecuación entre desear y obtener. La alegría se ubica del lado del deseo mismo, un deseo que por momentos se independiza y se vuelve intransitivo. "Mañana a lo mejor hay hongos. ¿No se alegran ya? Dice el osito". Lo que alegra es el deseo mismo, el acto de proyectarse y de esperar, aunque lo esperado no advenga. Este pequeño desfase en la economía del deseo es absurdo. Mas, ese "deseo independiente" es lo que les concede libertad a los personajes de Janosch, lo que les concede cierta grandeza en medio de la pobreza y la carencia. Y podría pensarse que son unos delirantes. Pero no, no deliran, porque no se han construido un mundo paralelo a su antojo. La coliflor y las papas con sal son reales, no hubo truchas ni hongos, pero hubo alegría. ¿De dónde proviene esa alegría entonces? La respuesta es tautológica, la alegría proviene de la alegría, así como el "topo feliz" no es feliz por esto o aquello, sino que simple y misteriosamente, es el "topo feliz". Imre Kertéz, escritor húngaro que sobrevivió a un campo de concentración nazi, casi al borde de la inanición y siendo llevado por una carretilla para unirse al montón de cadáveres, pedirá a Dios que lo deje vivir un ratito más "en ese hermoso campo de concentración". ¿De dónde nace esta alegría, esa vitalidad en medio de la muerte? Kertész afirmará:

Incluso allá, al lado de las chimeneas había habido, entre las torturas, en los intervalos de las torturas algo que se parecía a la felicidad. Todos me preguntaban por las calamidades, por los «horrores», cuando para mí ésa había sido la experiencia que más recordaba. Claro, de eso, de la felicidad en los campos de concentración debería hablarles la próxima vez que me pregunten. Si me preguntan. Y si todavía me acuerdo. (90)

Es cierto que la situación de Kertész es de una radicalidad tal, que no se puede comparar con la descrita en el texto de Janosch. Sin embargo, la traemos a colación porque la propuesta de Janosch también es radical. Su economía libidinal es radical y misteriosa, y no se deja adscribir del todo a ninguno de los caminos propuestos por Freud. Regresemos al pasaje y reconoceremos un segundo matiz: la belleza. El topo, al ser ciego, ha desarrollado una mayor sensibilidad auditiva. Por eso es él, desde esa carencia posibilitadora, quién lleva a sus amigos a prestar atención al canto del ruiseñor. "Y escucharon el canto". También hay un brillo y un zumbido. En estos aspectos más sensoriales, creemos ver el camino de la belleza señalado por Freud, y el elemento de embriaguez que esa belleza provoca. Recopilemos: Vamos a buscar un tesoro, basándose en una serie de estructuras narrativas conocidas y prototípicas, ofrece un final que se aleja de los lugares comunes y que devela un camino sui generis. El camino de Janosch.

Conclusiones: la economía libidinal del mundo propuesto por Janosch y su gesto de resistencia

Hecho ya el recorrido por el corpus escogido se puede retomar la pregunta inicialmente planteada. Lo primero que cabe señalar es que, en términos generales, el mundo del osito y el tigrecito se presenta con fuertes rasgos contraculturales y de resistencia. El rechazo a un trabajo sistemático, la prevalencia de la amistad, la opción por un estilo de vida austero y más ligado a la naturaleza, entre otros, son rasgos que facilitan el libre curso del principio del placer. El placer es un motor que mueve a los personajes y su obtención gira en torno a la comida, la siesta, la belleza de la naturaleza, la música, las fiestas, el encuentro con el otro. Esta inclinación natural hacia el placer y el desinterés general por el dinero, el poder y el éxito, les permite disponer de esta energía liberada. Por momentos, se observa una economía del derroche y del don. Todos estos elementos propios del autor son los que nos permiten hablar de un arte de vivir. Tal como es definido "en el Diccionario de Grimm, en el siglo XIX sobre todo, como un arte que subraya la intensificación de los placeres de la vida" (En busca de un nuevo 17).

Dicho esto, es muy importante constatar que no se trata de un "mundo feliz" con total ausencia de displacer. No es así, el dolor se siente muy profundamente en nuestros personajes. Ellos experimentan la desilusión del amor como "un dolor tan insoportable como el de una quemadura" y el mundo se les llega a presentar como un "mundo vacío, frío y profundo". También enfrentan carencias materiales y sufren de enfermedades y dolores corporales, y hay momentos en que se sienten desgraciados. Pese a todo, son capaces de elaborar una "economía libidinal" compleja, sofisticada y creativa, que les permite igualmente concretar el ambicioso proyecto imposible de la felicidad. De todo el recorrido ya expuesto, nos interesa recalcar tres estrategias que consideramos atípicas, y que van más allá de los caminos expuestos por Freud. Es esta singularidad, esta búsqueda diferente, la que nos remite al centro mismo de la práctica del arte de vivir, tal como señalábamos en la introducción.

Primero, hemos constatado un manejo del deseo que no calza con la lógica esperada y lo hemos denominado "deseo intransitivo". Esto se observa en el diálogo final de Vamos a buscar un tesoro. Segundo, hay un manejo efectivo de las carencias que no es ni una negación de la realidad, ni un delirio, ni una transformación de ella. Esto se observa en el diálogo de ¿cuál es tu comida favorita? Y, por último, el osito y el tigre crean un sistema valórico que les permite abrirse a los otros formando vínculos que se escapan en gran medida al posible malestar que ese otro pueda originar. Así, la economía libidinal de este singular par de amigos, les permitirá, a pesar de todo, cultivar sabiamente el "arte de vivir". Es posible leer este arte de vivir creado por Janosch desde el gesto de la resistencia a una cultura imperante, que conduce al sujeto por caminos equivocados, tal como se desprendía del epígrafe freudiano con el que abríamos este trabajo. Freud distinguía tres falsos raseros: el poder, el éxito y la riqueza. Ahora bien, más allá de estos falsos ídolos, la situación actual ha exacerbado aún más la dificultad por encontrar los "verdaderos valores de la vida". Así lo plantea Wilhelm Schmid: "La transformación de las condiciones y posibilidades fundamentales de la existencia en nuestra época moderna y posmoderna indican que la cuestión del arte de vivir es una temática que necesita ser renovada" (18). Según Schmid, la búsqueda en este contexto actual se hace más compleja y distingue los siguientes agravantes: "las nuevas tecnologías, el horizonte de la amenaza ecológica del planeta y la posibilidad de contemplar nuestro planeta desde el exterior" (18). Janosch, mediante las opciones descritas de una resistencia al trabajo productivo, la amistad como centro del tejido social por sobre la estructura familiar y una cierta austeridad, parece resistir a los agravantes citados por Schmid. Más aún, los personajes de Janosch crean un estilo de vida que resiste a la sociedad de consumo, a la explotación de los recursos naturales y a las nuevas tecnologías que enturbian la comunicación interpersonal. Por último, dentro del rasgo de resistencia que hemos querido darle a la obra de Janosch, queremos hacer hincapié en la amistad. La amistad, tal como la hemos revisado entre el osito y el tigrecito, desestabiliza las estructuras sociales más tradicionales. Refiriéndose al arte de vivir, en la obra del filósofo francés Foucault, Wilhelm Schmid afirma que: "la amistad supone una forma de relación más prometedora con el otro; un modo de vivir que puede ser compartido por diferentes individuos y que, asimismo, puede conformar una posición de mediación dentro de la conexión entre individuo y sociedad" (315). Se ha procurado mostrar cómo la particular economía libidinal de Janosch sostiene un arte de la vida que ofrece resistencia a la sociedad actual. Es así como, en realidad, este autor de literatura infantil y juvenil trasciende los ámbitos genéricos y de público para constituirse simple y llanamente en un artista.

Referencias

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Van Gogh, Vincent. Cartas a Théo. Trad. Francisco de Oraa. Barcelona: Idea Books, 2003. [ Links ]

* Artículo de reflexión. El artículo forma parte de la investigación del Grupo de Investigación UAI: "Representación y Visualidades" de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile).

1 El texto de Freud es de 1930, citamos de la versión 1986 de aquí en adelante.

2Janosch (Horst Eckert, 1931) es un escritor e ilustrador de lengua alemana de gran éxito internacional en la literatura infantil y juvenil. Su obra consta de cerca de 300 libros: cuentos, novelas y teatro. Si bien su mayor fama y alcance internacional lo obtiene a partir de las historias del pequeño oso y el tigrecito, también es autor de textos para adultos, y se le ha caracterizado de "anarquista" y "antiautoritario". Ana Garralón, en una breve pero notable reseña sobre su obra, reconoce una doble vertiente: "Su mundo se dividió: por un lado, los idílicos y románticos libros para niños, y, por otro, los grabados y aguafuertes llenos de sarcasmo, que reserva para ocasiones especiales. Son imágenes, éstas últimas, que acompañan historias donde el amor juega un rol dominante, donde lo grotesco, y lo extravagante se apoderan de una pluma que de nuevo parece tener un movimiento desdeñado y buscan la fantasía en escenas que muchas veces rozan la obscenidad" (párr. 12). A pesar del notable éxito comercial del autor, su obra no ha tenido aún la merecida atención del mundo académico. Esto se debe en parte a la dificultad de acceder a sus obras más complejas, puesto que, o no se reeditaron o no cuentan con traducción del alemán. Por ejemplo, su genial versión de los cuentos de los hermanos Grimm (1981). Se pueden encontrar variadas referencias a su obra en revistas infantiles de divulgación general, pero los artículos especializados son escasos. Destaco de Magdalena Sikorska: "The Stories Illustrations Tell: The creative illustrating strategy in the pictures by Beatrix Potter and Janosch" (2005). El autor cuenta con una página web en la cual se comercializan los productos ligados a sus personajes: www.janosch.de. También publica ácidas "columnas de opinión" gráficas en el semanario alemán Die Zeit.

3De hecho, uno de los textos de Janosch se titula Wórterbuch der Lebenskunst (Diccionario del arte de vivir). Es una especie de diccionario mediante el cual el autor va revelando su singular modo de ver el mundo, sobre todo, en aspectos valóricos. Siempre con sentido del humor y cinismo. A modo de ejemplo, se reproduce la introducción de este libro: "La vida es así: eres arrojado como en agua helada, sin ser consultado, ya lo quieras o no. De allí ya no sales con vida. Tus posibilidades son: a) ser infeliz y ahogarte b) mantenerte lo más que puedas a flote, helado y desganado, hasta que pase c) buscar un sentido y exigir y enrabiarte porque éste no se muestra d) retozar alegremente como un pez y decir: Yo sí o sí quería ir al agua, el agua helada es mi placer. ¡Ey, qué placer tan endiabladamente hermoso! Y este sería el arte, del que aquí se trata" (traducción propia).

4Para una mirada amplia y crítica sobre este texto crucial de Freud, recomendamos el libro recopilatorio de artículos titulado Sobre El malestar en la cultura de Sigmund Freud de Jacques Le Rider y otros autores.

5Los años dados entre paréntesis para cada libro corresponden a la edición que se manejó y que cita, no a la fecha de publicación original. Las fechas originales de publicación en idioma alemán, en el mismo orden citado, son: 1996, 1985 y 1979.

Citar: Mac-Millan, Mary. Janosch y el "arte de vivir". La Palabra, núm. 41, 2021, e13271. ® https://doi.org/10.19053/01218530.n41.2021.13271

Recibido: 10 de Julio de 2021; Aprobado: 02 de Septiembre de 2021

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