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Trabajo social

versão On-line ISSN 2256-5493

Trab. soc. vol.22 no.2 Bogotá jul./dez. 2020

https://doi.org/10.15446/ts.v22n2.84659 

Reseñas

La mujer justa

Sándor Márai* 

*Barcelona: Editorial Salamandra, 416 pp.


La mujer justa, novela del escritor húngaro Sándor Márai, es la historia de un triángulo amoroso que se desarrolla en Budapest en el periodo comprendido entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. El relato se compone de tres voces -Marika (la esposa), Péter (él) y Judit (la segunda esposa)-, en las cuales es posible rastrear las características de la familia que era representativa de los modos de ser, de hacer, de tener y de amar, particulares a la Europa de la primera mitad del siglo XX. Sobre la familia burguesa, las alianzas y matrimonios retratados por Márai, versa el análisis de esta reseña.

El matrimonio: vínculo sagrado perpetuador de un modo de vida

Comandado por el amor, pero sobre todo por la convención y la clase social, la primera alianza familiar presentada por Márai es resultado del matrimonio entre el padre y la madre de Péter, una pareja perteneciente a la burguesía húngara de los primeros años del siglo XX. El objetivo de este pacto era permanecer en el matrimonio, reproducir la sociedad burguesa e instaurar los valores que la sostenían1.

La mujer, madre y esposa es retratada en la novela como la protectora más leal del mandato burgués. La esposa, con amor o sin él, concebía el precepto religioso del matrimonio como sagrado. Por encima de su felicidad personal, estaba la adscripción a los deberes cristianos, al autocontrol de las pasiones, al orden y la limpieza. Ella era la encargada de formar a su prole en el virtuosismo burgués; era el filtro mediante el cual el orden social triunfaba sobre la naturaleza de los nuevos miembros.

Por otra parte, el padre se erigía como el ilustre señor; el poseedor del conocimiento, el dinero y el poder; el ser más amado, más respetado y más temido. Mantener el orden burgués dependía en gran medida del cumplimiento de las leyes de las cuales él era representante y veedor: su severidad aseguraba su lugar en la cumbre social de la familia y, por tanto, de la sociedad. De ese rasgo derivaba su poder no solo en el ámbito privado, sino también en el escenario público de los negocios y la política.

Cada hombre-padre y cada mujer-madre asumían estrictos y diferenciados roles en la familia burguesa. Cada uno contribuía a que la higiene, la salud, la sexualidad, el acceso al arte y la crianza, respondieran a un orden mediado por la disciplina. Incumplir lo establecido era poner en riesgo la estructura social sobre la cual estaban cernidas todas las certezas y la proyección de los ideales y metas. La crianza de los hijos, por tanto, estaba orientada a instituir en los nuevos miembros el conjunto de leyes y tradiciones correspondientes al estilo de vida burgués, socializarles en la moral cristiana y en la represión de las pasiones.

Sin embargo, pese al moldeamiento en los rigores de la trama familiar no todo sujeto logra adscribirse ciegamente al orden que lo instituye. Para Péter, el peso familiar no logra someter sus íntimas y profundas pasiones. Él, el heredero, cuestiona su rol como burgués y el intento social de su clase por mantenerlo todo en su lugar.

La burguesía ante una nueva generación: la familia animada por el deseo de la felicidad

El matrimonio de Marika y Péter muestra significativos cambios respecto a la familia que los antecede. Si bien el matrimonio se mantiene como sacramento y el pacto es sellado mediante el rito religioso, su perennidad se ve obstaculizada por las historias subjetivas de quienes componen una nueva generación de familia, atravesada por la convulsión de un orden social preguerra que agrieta las certezas sobre las cuales se proyecta el futuro. En esta segunda alianza se ponen a prueba los valores que se ha encomendado proteger al heredero burgués. Aparece la ambigüedad como efecto de las huellas familiares, de clase y de época que forjan un psiquismo singular para ella y para él. Aparece, como en toda historia de amor, la decepción por la distancia entre el ideal familiar y las urgencias del deseo.

Péter se casó con Marika por lealtad a la tradición familiar. Su sentimiento de amor y su ideal de felicidad no se cernían sobre la familia y, por tanto, no se anudaban a la mujer que había desposado. Cumplir con el deber burgués implicaba su renuncia al deseo de quebrantar las normas y de infringir las leyes que la institución familiar protegía. Sin embargo, Péter se rehusaba a repetir el canon social impuesto. Aguardaba el tiempo que le permitiera saborear la libertad de la soledad, de la suciedad, de la pasión; el tiempo para liberarse de los cuidados higiénicos y domésticos y también del yugo burgués que le ordenaba "estar toda la vida demostrando quién [era]" (Márai 2010, 14).

La esposa-mujer, adscrita al ámbito de lo privado, seguía perteneciendo al orden doméstico e íntimo de la sociedad. Los hijos eran el propósito de la unión marital y el cumplimiento del mandato moral y religioso de la época. Por ello, con la llegada del hijo, la percepción del mundo burgués se flexibilizó para Péter y se convirtió en oportunidad para Marika. No obstante, con la muerte temprana del heredero, el distanciamiento y el desamor de Péter hacia su esposa se hicieron más profundos; la felicidad familiar quedó sustraída del seno de su hogar para ser conservada en un recuerdo.

La decepción causada por la muerte del hijo profundizó también la decepción de Péter por la sociedad y la clase a la que pertenecía. La ardua tarea de salvar la casa, el estilo de vida, la fábrica, el modo de actuar y sobre todo "la resistencia frente a las fuerzas plebeyas del mundo que intentaban sin descanso contaminar conciencias" (Márai 2010, 153), se empezó a resquebrajar como mandato. Incluso las consideraciones sobre la clase de su esposa, en tanto pequeñoburguesa, se convertían en razones para, dado el momento, optar por la separación y cometer el sacrilegio. Así, Péter se fue tras el llamado de Judit Áldozó, la otra mujer, asumiendo los costos que la sociedad imponía a los traidores de la tradición.

En los nuevos avatares de la familia de Péter y Marika se reconoce el cambio cultural de una época determinada. Como lo señala Yolanda López (2009, 127):

[...] del giro cultural [el desvanecimiento de la moral religiosa] va emergiendo una alta valoración a la individualidad y por esa vía una cierta licencia a la autocomplacencia y una disposición a relativizar las demandas morales en defensa de la felicidad personal, como aspiración legítima, catalogada ahora como un derecho.

La constitución de una nueva alianza y la disolución del ideal de familia burguesa

En la tercera alianza se revela y concreta la ruptura del orden establecido por la sociedad burguesa para la institución del matrimonio. El telón de fondo son los años precedentes al estallido de la Segunda Guerra Mundial, donde pareciera que los cambios, los avatares y los daños producidos galopan a la par de las fracturas de un estilo de vida que empieza a resquebrajarse al interior de su institución más preciada: la familia.

En dicho contexto, convencido de encontrar la felicidad, Péter asumió la presión y los costos de desposar a una mujer que a los ojos del sistema burgués representaba todo lo contrario a su fundamento. Y en un mundo marcado por la abundancia material y la austeridad afectiva, Judit se casó con Péter. La acumulación de capital, conservada con tanto celo por la generación de su esposo, era ambicionada por Judit en lo que podrían señalarse como los modelos deseantes instaurados por el

[...] consumo derivado fundamental de un desarrollo capitalista en ascenso [...] que instauraba la lógica del mercado como un nuevo código que cifra las aspiraciones de la felicidad y de bienestar, y por lo tanto, en un tipo de regulador de los intercambios sociales. (López 2009, 128)

Es claro que había una singularidad en esta mujer para asumir los nuevos códigos consumistas. Había un empuje a arrebatar, para resarcirse, una deuda que ella personificaba precisamente en quien más la amaba. Así, ocurre la disolución del segundo matrimonio de Péter. En la nueva alianza, la mentira y el desamor marcan una profunda desilusión y la persuasión de que el desafío a los códigos burgueses fue inútil con relación a la ansiada búsqueda de la felicidad. La nueva decepción se articula y se desplaza del terreno íntimo y privado al público y social: la guerra se empieza a gestar y es entonces donde: "La Familia ya no era una verdadera familia, la posición y el trabajo ya no importaban, los amantes se amaban con prisas, [...] Todo iba a la deriva... las casas y las relaciones humanas" (Márai 2010, 353).

La familia: ideal siempre presente

Las familias burguesas, como toda familia en la historia de la humanidad, reclaman el cumplimiento de la función que le ha sido encomendada: transmitir la cultura; instaurar en el niño o la niña el entramado simbólico del orden, de la ley, de lo posible; asegurar la puesta en marcha de un proyecto histórico y social, a la vez que particular a cada ser humano, pues la trama y el drama familiar no escapan a los avatares y caprichos del deseo. Cada quien situará su historia propia con los otros, buscando satisfacer los anhelos que cifran su falta.

El amor será moldeado por la clase, por el rol asignado a los géneros y por los ideales de pareja y de familia que la época reclame. En la familia burguesa, la vida diaria, orientada a sostener el prestigio y la tradición de una clase social determinada, forjó historias familiares y subjetivas particulares que, a la vez que la dinamizaron, trastocaron sus valores, reglas y principios; la ambigüedad entre el ser y el deber ser persistió y la convención social, severa, autoritaria y ley del Padre, se flexibilizó para dar lugar a nuevas formas de relacionamiento, de expresión del afecto, de ejercicio de la sexualidad.

En los integrantes de la familia burguesa el deseo de completud y la impronta de que el otro y la otra fueran el complemento total a las carencias subjetivas de cada quien, también estaba presente. Sin embargo, el resultado tanto para Marika como para Péter, tal vez en menor medida para Judit, fue que el ser justo, pleno y a la medida de nuestro deseo no existe: "Simplemente hay personas, y en cada una hay una pizca de la persona justa, pero ninguna tiene todo lo que esperamos y deseamos" (Márai 2010, 130).

Paradójicamente, ante la decepción, la frustración y el sufrimiento, el ideal de familia estará siempre presente. El ideal será matizado y moldeado según los discursos éticos, jurídicos, políticos, culturales y sociales de cada época; será atacado, puesto a prueba y seguramente transformado. Pese a las transformaciones, las variaciones y los cambios surtidos en la experiencia familiar particular, como en el caso de Péter, el ideal recordará al sujeto que en la familia se gesta el ser social, la coexistencia con los otros, la posibilidad de ser parte del entramado social y cultural.

La familia, como institución social básica para la trasmisión de un orden cultural determinado, no es ajena a las convulsiones y convenciones propias de la época a la que pertenece:

La familia desde su origen se inscribe en una sociotemporalidad. Esto imprime en ella un modo de ser histórico, lo cual implica reconocer las tramas de la vida familiar y subjetiva de una clase social e histórica determinada en correlación con los entornos simbólicos que, como clase, género, etnia, trazan las huellas y marcas de los códigos exigidos para pautar la vida privada en correspondencia con las expectativas moldeadas para la vida pública (López 1998, 1).

Los contextos de conflicto armado interno, de violencia generalizada, de globalización, crisis medioambiental y la mediación comunicativa tecnológica serán correlatos de la familia actual colombiana; sin embargo, también lo serán las resistencias y las rebeliones que los sujetos agencian respecto a los mandatos establecidos para una época que se dinamiza con relación a lo que fue y a lo que aspira ser.

DIANA CAMILA ORJUELA VILLANUEVA

Investigadora independiente Bogotá, Colombia

Referencias bibliográficas

López Díaz, Yolanda. 1998. "La familia. Una construcción simbólica. De la naturaleza a la cultura". Afecto Societatis (2): Medellín: Departamento de Psicoanálisis, Universidad de Antioquia. [ Links ]

______. 2009. "Familia, querida familia, ¿hacia dónde vas?". Trabajo Social (11): 125-136. Bogotá: Departamento de Trabajo Social, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia. [ Links ]

1 La familia aquí retratada podría ubicarse también en correspondencia con la moral premoderna que, en palabras de Yolanda López (2009, 126), se articulaba a la mentalidad teocéntrica donde "[...] la ética de la vida, los deberes de los hombres, deben circunscribirse a la exigencia de la moral religiosa [...]".

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