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Investigación y Educación en Enfermería

Print version ISSN 0120-5307On-line version ISSN 2216-0280

Invest. educ. enferm vol.25 no.2 Medellín July/Dec. 2007

 

Del capital humano al capital social: pertinencia de la formación doctoral para el desarrollo de la profesión de enfermería en Colombia

Maria Mercedes Ariasa; Clara Victoria Giraldob

a) María Mercedes Arias Valencia, Enfermera, Magíster y Doctora en Salud Pública, Docente-Investigadora en la Universidad de Antioquia y Coordinadora del grupo de investigación Políticas Sociales y Servicios de Salud y de la Comisión Doctoral de la Facultad de Enfermería. Correo electrónico: mariamav@tone.udea.edu.co

b) Clara Victoria Giraldo Mora, Psicóloga, Magíster en Salud Colectiva y Ph.D en Sociología Médica, Docente-Investigadora Universidad de Antioquia, Coordinadora del Grupo de Investigación Salud de las Mujeres y miembro de la Comisión Doctoral de la Facultad de Enfermería. Correo electrónico: clarag@tone.udea.edu.co

Cómo citar este artículo: Arias MM, Giraldo CV. Del capital humano al capital social: pertinencia de la formación doctoral para el desarrollo de la profesión de enfermería en Colombia. Invest Educ Enferm. 2007; 25(2): 21-26.


El propósito de este escrito es demostrar que el capital social y el capital humano están íntimamente ligados con el desarrollo de la profesión de Enfermería en Colombia e invitar a los profesionales de Enfermería a reflexionar sobre el estado del desarrollo de la profesión y urgirlos a participar en su transformación. Para lograrlo hemos recogido el pensamiento de teóricos y analistas internacionales y nacionales por considerarlo pertinente y aplicable a la realidad colombiana. Esperamos que nuestra reflexión desarrolle un mayor nivel de conciencia y de acción colectiva sobre la necesidad de formación superior en Colombia.

En el recorrido por el concepto de capital social encontramos los elementos de confianza y compromiso; las características de no fungible e intangible; las consecuencias en términos de beneficios sociales y económicos; pero enfatizamos en su contenido, constituido por los valores o virtudes cívicas, los cuales no son otra cosa que la preocupación por el fomento de la democracia y por la cohesión, fundamental en la reflexión sociológica. Ésta se considera más importante que la calidad de los individuos, la cual se mide por el nivel educativo alcanzado.

CAPITAL SOCIAL EN COLOMBIA

El término capital se asocia con la acumulación de riqueza material, y términos como capital humano por lo general no se usan como denominaciones posibles del potencial social y humano de una nación. Pasaremos a ampliar estos conceptos apoyadas en diversos autores.

Autores como Robert Putnam, James Coleman, Pierre Bourdieu, e instituciones como el Banco Mundial1-4 han teorizado sobre el concepto de capital humano. Los autores citados consideran que el capital social es un bien intangible y que no es completamente consumible o agotable, “el capital social constituye una clase particular de recursos disponibles para un actor”1. Desde su perspectiva, las definiciones actuales de capital social tienen como visión común el nivel de bienestar de la comunidad. Bourdieu lo definió, en 1980, como “la acumulación de recursos actuales y potenciales que pueden vincularse a posesiones de redes de relaciones durables, más o menos institucionalizadas, de mutuo conocimiento y reconocimiento” 3. Según Tumino5, Bourdieu crea el concepto de capital intelectual en oposición a la idea de capital de Marx. Como señala López6, términos como exclusión, desigualdad e iniquidad hacen referencia a una apropiación diferenciada de recursos, beneficios y satisfactores y, por lo tanto, remiten a situaciones de poder y de organización social del mundo en forma dicotómica como ya vimos.

Putnam1 afirma que existen beneficios intrínsecos de las conexiones sociales. Considera que el capital social es un bien público y que las redes sociales de interacción densa fomentan normas de solidaridad y reciprocidad generalizadas. Plantea que las comunidades capaces de desarrollar redes de interacción social muy densas son menos vulnerables a acciones desestabilizadoras o violentas, reducen el oportunismo y la maleficencia y desarrollan un fuerte sentido de eficacia colectiva. Por esto, el capital social constituye el bien colectivo más trascendente para el bienestar de una comunidad.

De Smith7 destacamos su énfasis en la cohesión social, más importante que las calidades de los individuos que componen la sociedad. El autor retoma la noción de capital social del Banco Mundial, en la que los interlocutores enfatizan que el desarrollo económico sostenible sólo se alcanza en sociedades altamente cohesionadas.

El capital social en Colombia, en términos de Putnam, fue ampliamente estudiado y medido por Sudarsky8, consultor del Departamento Nacional de Planeación (DPN), quien en el año 1997 realizó un macroestudio con 3.000 personas de todas las regiones sobre Capital Social (Ksocial) y su relación con la Fe en Fuentes de Información no Validada (Fenoval) en Colombia. Para su estudio, diseñó un Barómetro de Capital Social (Barcas) con varias dimensiones, a saber, participación cívica, control social, confianza institucional, participación política, mutualidad y reciprocidad, horizontalidad de las relaciones, jerarquías, republicanismo cívico, información y medios de comunicación. El estudio incluye todo tipo de instituciones, organizaciones de carácter político, social y cívico.

Los resultados obtenidos se compararon con la Encuesta Mundial de Valor, la investigación mundial más comprensiva de los cambios políticos y socioculturales, que se realiza cada 5 años9. Los resultados del Barómetro de Capital Social, Barcas, muestran que necesitamos grandes transformaciones para mejorar el nuestro. Comparado con las medidas internacionales, los niveles de confianza interpersonal son extremadamente bajos y los niveles de corrupción percibidos muy altos. Los niveles de confianza en el gobierno, el Congreso y los partidos son también muy bajos. También son preocupantes los bajos niveles de participación política y cívica y el poco conocimiento que tenemos de ellos. Las únicas instituciones con las que los colombianos tienen una gran vinculación son la iglesia y la familia, pero éstas no contribuyen al capital social porque su afiliación esconde un temor cotidiano y una carencia en la esfera de vida pública. Por éstas y otras razones diagnostica la existencia de un “familismo amoral” como un problema intrínseco a la sociedad colombiana, la cual es muy tradicional y poco permeada por la racionalidad secular, es decir, que no existe un clima favorable al diálogo entre opuestos, lo que crea gran cantidad de polaridades10.

Los niveles de control social también son muy bajos, tal vez debido a la falta de credibilidad en las instituciones que lo encarnan, lo que afecta a todos, el Congreso, los sindicatos, los paramilitares y la guerrilla. Parece ser que se ha hecho poco por recobrar la confianza de los colombianos10. En contraste, se observó que en Colombia hay una alta fe en fuentes de información no validadas (Fenoval), tales como los partidos políticos, los medios de comunicación, la iglesia y hasta el mismo gobierno. Esta fe está negativamente asociada con el capital social colombiano. Se observa cómo los colombianos son muy dogmáticos, tienen bajos niveles de participación social y de educación; existen dificultades para valorar nuestra problemática dentro de los parámetros de la llamada “racionalidad moderna”. Las personas con poca educación no tienen estructuras cognoscitivas que les permitan desarrollar habilidades políticas para entenderse y construirse como ciudadanos10.

Uno de los elementos para contrarrestar este panorama es la educación, que presentó un impacto positivo en todas las dimensiones exploradas en el estudio. La educación provee un mapa de complejidad y racionalidad que permite comprender y organizar un mundo para actuar en él. La contribución que hace la formación de capital científico de alto nivel es, en términos de Sudarsky10, la “movilización cognoscitiva”, que tiene el fin de hacer impacto en la democracia, asunto medular en la formación de capital social. Para el autor, diferente de lo que plantea Londoño11, la movilización cognoscitiva se inicia en el bachillerato, pero sólo se consolida en la educación universitaria, como lo han demostrado los llamados Tigres del Asia (Corea, Japón y China, entre otros) donde las altas tasas de crecimiento económico están apareadas con grandes logros en el capital social 10.

¿CONEXIONES SINÉRGICAS ENTRE CAPITAL SOCIAL Y CAPITAL HUMANO?

El concepto más importante desarrollado en la economía de la educación en los pasados 30 años es la diferenciación entre capital físico y capital humano. Lo expresa Coleman2 en términos de cambios en las personas, que les proveen habilidades y capacidades para actuar de forma novedosa, diferente y creativa. El autor encontró que el capital social cumple un rol central y tiene efectos en la creación del capital humano. Smith7 agrega que los datos del Banco Mundial sugieren la existencia de beneficios económicos y sociales del capital social, por ejemplo, profesores que tienen grandes dosis de compromiso en su labor académica logran que sus estudiantes obtengan mejores resultados. En la relación pedagógica entre el profesor de doctorado y el doctorando hay una transferencia del capital humano del profesor. Esa transferencia va a tener una gran incidencia en el capital social si es capaz de dejar una impronta intelectual en el estudiante de doctorado.

CAPITAL HUMANO

Como ya hemos hecho notar, para Bourdieu3, el capital científico es un conjunto de pertenencias de agentes dotados de categorías específicas de percepción y con una serie de estructuras internalizadas no ajenas a la carga ideológica de la cual el científico debe ser consciente. Para este autor, el capital humano comprende competencias, habilidades y cualificaciones, las cuales, en términos colectivos, se convierten en capital cultural con sus herencias intelectuales, materiales y simbólicas. Bourdieu quiere sustituir los consumidores por ciudadanos, por esta razón crea el concepto de intelectual colectivo.

Londoño11 desarrolló las relaciones entre capital humano, educación y pobreza. Al respecto afirma que Latinoamérica tiene serios problemas en la formación de su capital humano, baja inversión, escasez y distribución desigual, agravados con iniquidad en la formación educativa. Para este autor, nuestra región requiere un choque de capital humano que logre elevar el número de años de educación por habitante de 5.2 a 9 en las próximas dos décadas, con el fin de convertir un círculo vicioso en virtuoso. Para ser eficaz, el nuevo esfuerzo financiero debe coincidir con un desarrollo institucional que incorpore totalmente la racionalidad económica y social al servicio social de la educación; dicho choque de capital humano mejoraría el crecimiento económico y el desarrollo social además de proporcionar una tierra fértil para una democracia profunda y sostenible.

Según Álvarez13, el problema crítico de las naciones latinoamericanas es la insuficiencia de profesionales del conocimiento que podrían contribuir a la creación de conocimiento endógeno capaz de hacer nuevas lecturas de nuestras realidades y de impactar, desde los ámbitos regional y local, la ciencia global. Por su parte, De la Fuente considera que la misión de la universidad pública es “formar seres humanos libres, sensibles, autónomos, críticos y creativos, comprometidos con la comunidad a la que pertenecen y aptos para el ejercicio consciente de la democracia (…) la educación, la ciencia y la cultura se integran y se convierten en instrumentos de capilaridad social, al tiempo que propician que el conocimiento avance”14. Enseguida veremos los esfuerzos en ese sentido.

DESARROLLO DE CAPITAL HUMANO Y FORMACIÓN DOCTORAL EN COLOMBIA

En el ámbito nacional, las políticas sobre ciencia y tecnología han sido enfáticas en la necesidad que tiene nuestro país de incorporar su capital humano. A propósito, el Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología, cuya misión es brindar apoyo a las decisiones en dicho campo, se pronunció sobre la necesidad de desarrollar el capital humano en Colombia. La preocupación por la formación doctoral dentro del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología apareció en 1980. En ese tiempo las universidades hacían esfuerzos para capacitar maestros y doctores en universidades extranjeras, incentivar la creación de maestrías de investigación en el país y fomentar la capacidad de desarrollar conocimiento y aplicarlo en la vida nacional. Los cuatro (4) primeros doctorados aparecieron en la Universidad Nacional de Colombia en 1986. En 1991, un panel de expertos nacionales e internacionales concluyó que Colombia estaba lo suficientemente madura para iniciar programas doctorales, y seis años más tarde, en el 2002, existían 50 programas doctorales aprobados en Colombia, con alrededor de 100 doctores graduados, actualmente, diversas instancias de la vida nacional convergen en la necesidad de crear doctorados, generar conocimiento y conformar comunidades científicas12.

En Colombia no poseemos una masa crítica de profesionales del conocimiento capaces de innovar y expandir nuestro sistema científico. Es preocupante el hecho de que en los países industrializados haya 10 veces más científicos que en los países en desarrollo. Mientras que en Suiza, 262 de cada 100.000 personas son científicos o ingenieros, en Ecuador sólo 9 de cada 100.000 tienen esta formación13. En Colombia, según el Reporte de Desarrollo Humano del 2003, el inventario de científicos e ingenieros, desde el año 1996 hasta el año 2000, fue de 10 por 100.000 habitantes. Éstas son cifras que invitan a acciones inmediatas que puedan revertir o aminorar la ausencia de la masa crítica de capital humano que debería formar Colombia a través de la creación, puesta en marcha y consolidación de programas de postgrado, específicamente maestrías investigativas y doctorados15.

El diagnóstico que realizó el Ministerio de Educación de Colombia en el 2001, que dio origen al decreto 2566 del 10 de Septiembre de 2003, el que a su vez busca desarrollar una política de calidad en la educación, encontró que hay una alteración de la pirámide de formación de postgrado en Colombia16. Datos del ICFES/SNIES del 2002 indican que sólo 11% de los casi 64.000 estudiantes matriculados en postgrado estaban realizando una maestría y sólo 350 (el 1%) de ellos obtendría un doctorado. Para esa fecha, el número de doctores por año era de 1 por cada millón de habitantes. Tal como lo expresa el documento, es la tasa más baja de los países de la región latinoamericana17. Según información del Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología18, para el año 2005 había 12.751 investigadores, y las estadísticas de doctores realizadas por el Ministerio de Educación y la Universidad Nacional de Colombia muestran que, mientras para 1996 el número de doctores era de 708, para el año 2003 fue de 1.467 y en 2003 llegaron a ser 1.995 doctores. Como puede verse, en siete años se duplicó y en 2004 se observa un aumento en la velocidad de cambio.

Si el número es pequeño para las necesidades del país, se observa una tendencia creciente, esperanzadora en cuanto a las metas deseables en este tipo de formación.

Para Álvarez13, la pregunta central es: ¿Cómo crear las condiciones para la formación y renovación constantes de este recurso humano? Necesitamos formar una masa crítica de líderes e intelectuales capaces de plantear preguntas de investigación y estrategias de acción en escenarios de aprendizaje adecuados, como el que proporciona el ambiente favorable referido de maestrías investigativas y doctorados, en los cuales el conocimiento sea capaz de reproducirse a si mismo. La educación superior y su máximo nivel, la formación doctoral, constituyen la forma más alta de capital humano. Nos apoyamos en y, a la vez hacemos nuestros los planteamientos anteriores, convencidas de que el trabajo en la creación y consolidación de capital social y humano puede fortalecer la sociedad, aumentar el bienestar tanto individual como colectivo, contrarrestar formas violentas y mercantiles adversas, disminuir los peligros y aumentar las oportunidades para nuestra sociedad.

EXPERIENCIAS LOCALES DE POSTGRADOS EN ENFERMERÍA

La historia de la formación universitaria en enfermería en América Latina y en Colombia ha tenido desarrollos desde las primeras décadas del siglo XX19. Ketefian,20 directora de Asuntos Internacionales de la Universidad de Michigan, reporta 232 programas que ofrecían doctorados de enfermería en el año 2001 en el mundo, distribuidos en treinta (30) países y cinco continentes, con grados, estructuras y organizaciones diversas. Estos programas se reportan en África, Asia, Australia y Europa. En América, los más antiguos se encuentran en Estados Unidos con 83 programas. Brasil, en el sur del continente, contaba con nueve (9) programas en el 2001, tres (3) de ellos con más de 20 años de experiencia, y Canadá con seis (6), iniciados en el decenio de los noventa. A comienzos del siglo XXI se abrieron programas en Venezuela (Universidad de Carabobo), Argentina (Universidad del Rosario), México (Universidad de Nuevo León), Chile (Universidad de Concepción) Perú (Universidad de Trujillo) y Colombia (Universidad Nacional).

En sentido estricto, la formación de la masa crítica de profesionales del conocimiento comienza con los programas de especialización y maestría en los años sesenta y, en cuanto a la formación doctoral de las enfermeras y profesoras(es) de facultades de enfermería, hay 18 personas con el título y 25 se encuentran en proceso de formación. La situación actual de la masa crítica de profesores(as) con formación doctoral de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia mantiene igual tendencia a los porcentajes bajos. Esta situación pretende revertirse a través de varias estrategias.

Una de las estrategias se deriva de las necesidades individuales de formación investigativa de alto nivel, y otra, la que plantea la aspiración legítima de tener un programa de formación doctoral en nuestro nicho académico, que vaya unido al desarrollo institucional en general, y específicamente en lo referente a la investigación y a la producción científica.

Cabe anotar que la Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia ha jugado un papel protagónico en la región, y este liderazgo se convierte en una oportunidad, especialmente en lo referente a la formación en especializaciones, maestrías y doctorados; prueba de esto fue la propuesta conjunta de doctorado elaborada en años pasados. El editorial del primer número de la revista Investigación y Educación en Enfermería21, publicada en septiembre de 1983, muestra la vocación investigativa de la Facultad y hace explícita la política de investigación.

Durante los años 1999 y 2001 se trabajó en una propuesta doctoral conjunta con cinco universidades, a saber, la Universidad de Antioquia, la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia y la Universidad del Valle. Esta propuesta tuvo el acompañamiento de la Asociación de Escuelas y Facultades de Enfermería ACOFAEN y asesoría de universidades extranjeras, entre otras la de California, San Francisco, para el diseño de un doctorado en Enfermería. Por diferencias en la autonomía académico-administrativa de las universidades participantes frente a la Comisión Nacional de Doctorados, la Universidad Nacional, poseedora de dicha autonomía, cerró su proceso interno y no acompañó a las demás universidades del consorcio. Por tanto, se suspendió y se frenó el proyecto en la modalidad de Consorcio y se canceló el convenio por parte de la Rectoría y de la Oficina de Asesoría Jurídica de la Universidad de Antioquia22. De dicho esfuerzo surgió el programa de doctorado en Enfermería que dirige hoy la Universidad Nacional de Colombia y parte de dicha experiencia se recogerá en la propuesta para la Universidad de Antioquia.

En la actualidad, la Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia viene desarrollando un proyecto de doctorado que espera se convierta en realidad en el próximo bienio. Este es un proyecto de facultad que fortalecerá la práctica de la enfermería en la región y creará, en conjunto con las demás estrategias, esa masa crítica de doctoras en enfermería que requieren el país y la región de Antioquia con su área de influencia.

CONCLUSIÓN

Basándonos en los más importantes teóricos sobre el tema y en organismos internacionales y nacionales, hemos descrito el avance conceptual y los acuerdos sobre el capital social y humano. Su visión es la de que estos dos tipos de capital pueden mejorar el nivel de bienestar de una comunidad, pues una sociedad sin grandes niveles de cohesión interna y sin capacidad para generar conocimiento endógeno tiene muchos peligros y pocas oportunidades. La esperanza se apoya en la certeza de que la inversión en capital social es a largo plazo, dadas sus características de bien intangible y no completamente consumible, con efectos duraderos en el tiempo. El esfuerzo se debe reflejar en las próximas generaciones.

Somos conscientes de la reducción que existe entre el amplio concepto de capital humano y su dimensión pragmática y el nivel de medición, la educación. A pesar de ello vale la pena acoger estas teorías inspiradoras para todos los que participamos en la labor educativa. Ahora bien, el capital científico se expresa en términos de conocimiento acumulado y el capital cultural constituye el intelectual colectivo, es decir, la dimensión simbólica del capital social. Es la unión de todas estas fuerzas la que se espera que promueva el desarrollo de la ciencia y la tecnología.

En resumen, en nuestro país falta desarrollo de capital social y capital humano, lo cual puede deberse, entre otras, a las condiciones nacionales de guerra más o menos abierta, de desorden político y civil, y de una adhesión a las políticas neoliberales que, en el caso de la salud, rompen la cohesión y la integralidad y alejan al sector de su misión, con una práctica médica administrativista y mercantilista. Los asuntos que nos ocupan han sido desatendidos o, por decir lo menos, no se les ha dado la debida relevancia cuando se trata de explicar nuestras actuales condiciones de desarrollo como sociedad civil y como nicho intelectual. El desarrollo de la educación doctoral en Colombia puede ser, sin duda, una respuesta a esta carencia. El desarrollo de capital social, cultural, humano y científico, de acuerdo con todos los autores estudiados, debe convertirse en meta para el país en general y para las disciplinas y las instituciones formadoras en particular.

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