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Perífrasis. Revista de Literatura, Teoría y Crítica

Print version ISSN 2145-8987

perifrasis. rev.lit.teor.crit. vol.16 no.34 Bogotá Jan./Apr. 2025  Epub Nov 20, 2024

https://doi.org/10.25025/perifrasis202516.34.08 

Artículos

Ecología interior: "emparamar" la alfabetización ecológica. Sobre Niñapájaroglaciar de Mariana Matija

Inner Ecology: How to "emparamar" the Ecological Literacy. About Niñapájaroglaciar by Mariana Matija

Ecologia interior: "emparamar" a literacia ecológica. Sobre Niñapájaroglaciar de Mariana Matija

Rlke Bolte* 

* Freie Universität Berlin, Alemania. rike.bolte@latinale.de, Doctora en estudios culturales y estudios latinoamericanos (premio ADLAF 2012), Humboldt Universität y Freie Universität Berlin.


RESUMEN

Este artículo se enfoca en la ecología interior de Niñapájaroglaciar (2023) de la escritora y activista colombiana Mariana Matija, ensayo ecocrítico reciente, disiente de una ecología discriminadora de, por un lado, las interrelaciones de organismos en un entorno y equilibrio energético y material llamado natural, y, por otro, la coherencia interactiva de identidades, facultades y comportamientos individuales humanos. El corpus teórico está conformado por anotaciones sobre la ecología profunda, reflexiones puntuales de Donna Haraway y Vinciane Despret, y otras más generales sobre la noción de Antropoceno, que tocan el pensamiento de Matija, pero no lo contaminan. El close reading de Niñapájaroglaciar recurre además a una entrevista entre la autora y Carolina Sanín (2021). Se empalman reflexiones respecto del habitar en Despret y enVilém Flusser, conceptos de interioridad y exterioridad en la antropología filosófica germanófona (Helmuth Plessner et al.), para cerrar con observaciones sobre la in/exterioridad (situada) entre páramo y patio.

PALABRAS CLAVE: Mariana Matija; Colombia; Antropoceno; ecología interior; habitar; patio-páramo; Carolina Sanín; Vinciane Despret

ABSTRACT

This article focuses on the inner ecology of Niñapájaroglaciar (2023) by Colombian writer-activist Mariana Matija, which, as a recent ecocritical essay, dissents from a discriminating ecology of, on the one hand, the interrelations of organisms in an energetic and material environment and balance called natural, and, on the other, the interactive coherence of human identities, faculties and individual behaviors. The theoretical corpus is made up of annotations on deep ecology, punctual reflections of Donna Haraway and Vinciane Despret, and other, more general, on the notion of Anthropocene, which tangle Matija's thought, but surprisingly do not contaminate it. The close reading of Niñapájaroglaciar also resorts to an interview between the author and Carolina Sanín (2021). Reflections on dwelling in Despret and Vilém Flusser, concepts of interiority and exteriority in German-speaking philosophical anthropology (Helmuth Plessner et al.), are spliced to close with observations on the (situated) in/exteriority between páramo and patio.

KEYWORDS: Mariana Matija; Colombia; Anthropocene; inner ecology; dwelling; patio-páramo; Carolina Sanín; Vinciane Despret

RESUMO

Este artigo se concentra na ecologia interna de Niñapájaroglaciar (2023), da escritora e ativista colombiana Mariana Matija, um ensaio ecocrítico recente que discorda de uma ecologia discriminatória, por um lado, das inter-relações de organismos em um ambiente e equilíbrio de energia e material chamado natural e, por outro, da coerência interativa de identidades, faculdades e comportamentos humanos individuais. O corpus teórico é composto de anotações sobre ecologia profunda, reflexões específicas de Donna Haraway e Vinciane Despret e outras mais gerais sobre a noção do Antropoceno, que se misturam ao pensamento de Matija, mas surpreendentemente não o contaminam. A leitura atenta de Niñapájaroglaciar também se baseia em uma entrevista entre o autor e Carolina Sanín (2021). Reflexões sobre moradia em Despret e Vilém Flusser, conceitos de interioridade e exterioridade na antropologia filosófica de língua alemã (Helmuth Plessner et al.), são unidas para fechar com observações sobre a interioridade/exterioridade (situada) entre o páramo e o pátio.

PALABRAS CHAVE: Mariana Matija; Colômbia; Antropoceno; ecologia interior; habitar; pátio-paramo; Carolina Sanín; Vinciane Despret

1. Alfabetización ecológica desde Colombia: "El tamaño de la tierra" entre páramo y patio

Hace ya una década que la Universidad de Caldas, alma máter de Mariana Matija, publicó un artículo (Aranda Sánchez) sobre la educación ecológica o ambiental basada en la deep ecology, que en buena parte remonta a la obra del físico Fritj of Capra (The Web of Life; The Turning Point) y, con más antigüedad, al filósofo Arne Næss ("The Shallow and the Deep"). La ecología profunda tuvo un impacto importante sobre los movimientos ecológicos y de subjetividades nuevas de los años 70 del siglo XX; como Capra, Næss propuso una visión holística de la vida que cuestionara el régimen economicista y diese lugar a una dedicación de las posibilidades interiores de cada ser viviente (Speranza). Además, y como sugiere el nombre, la ecología profunda descartó una preocupación ecológica "superficial" y propuso un "ecological self" (Seed), especie de ego ecológico identificado con el "universo natural" (Aranda Sánchez). Psicológica, por ende, pero también política, la ecología profunda de Næss influenció la ecofilosofía, ecosofía o écologie mentale socioambiental (Guattari, Les trois écologies; Qu'est-ce que l'écosophie?) Y aunque ante los novísimos ismos (entre ellos el Nuevo Materialismo), hoy parece un clásico entre esotérico y obsoleto, la ecología profunda sentó las bases para las concepciones (occidentales) autopoiéticas, biogenéticas, bioéticas y simbióticas, y la idea de una resilencia humana ante las crisis ecológicas globales provocadas por la misma humanidad, visión rescatada por los recientes movimientos socioeclógicos decoloniales (entre ellos los latinoamericanos), así como por proyectos de educación ecológica (entre ellos los de corte etnoecológico).

La obra de Mariana Matija evidente y declaradamente está influenciada por la ecología profunda (https://www.marianamatija.com/estudios/). En una entrevista con Carolina Sanín, la autora habla repetidas veces de "analfabetismo ecológico", siguiéndole sin duda a Capra. Este definió una "ecoliteracy" (Orr, Ecological Literacy), una alfabetización ecológica de corte sistêmico y basada en la organización en conjuntos, de métodos educacionales que pudiesen ayudar a comprender el funcionamiento del sistema Tierra. La alfabetización ecológica es una estragegia contra el desconocimiento de las interdependencias de las comunidades ecológicas, tan insertas en dinámicas cíclicas (el continuo reciclaje y zero waste de la naturaleza) y la extrema vinculación de distintos organismos vitales (micro y macroorganismos), en patrones organizacionales sostenibles (Capra, The Web of Life). Estos sistemas adquieren su vitalidad desde los principios de la flexibilidad y diversidad e implican procesos metabólicos altamente complejos (Capra, The Web of Life 43), principios de equilibración, fluctuación y autorregulación, además de cognición (Aranda Sánchez), y desembocan en una red de producción y/o transfor mación extremadamente interrelacionada (Lovelock y Margulis). Matija recurre a estos y muchos más aspectos de la educación ecológica capriana (The Systems View of Life), incluidos los replanteamientos curriculares, la adecuación de espacios de enseñanza y la consideración de saberes ancestrales (desde la etnoecología). En términos generales, la alfabetización ecológica plantea una pedagogía situada (que se encuentra también en Haraway, Staying with the Trouble 4). Efectivamente, la ecología profunda prevé que se trasciendan los límites del aula, que se parta de las condiciones del lugar en cuestión, se elijan formatos participativos y comunitarios que lleven la teoría a la praxis y fomenten la responsabilidad (o "response-ability" [Haraway, Staying with the Trouble 104]).

Matija presenta contenidos relacionados con este emprendimiento, más otros apropiados por ella misma, en su página web, que es producto de una migración por entre varias opciones micromediáticas de la red (Blog, Instagram, etc.), de las que algunas quedaron desactivadas. El sondeo de estos materiales de Matija disponibles en la red crea la imagen de una autora y activista de cierto life style (renovado style de vie de Bordieu), de un conjunto de preferencias distinctivas, que en este caso identifican a los y las actoras de grupos (jóvenes y aún jóvenes) comprometidos con la causa ecológica y con acceso a los grandes dispositivos de comunicación. El antiguo blog de Matija se llamó "Cualquier cosita es cariño", y así recibió el premio Bitácoras a mejor blog de innovación y sostenibilidad en 2015; luego fue rebautizado como "Animal de isla". En 2022, se archiva. Justo en lo respectivo a estas etapas, aún puede ser analizado según algunos criterios de aquella blogósfera en la que se destacó el compromiso político y simbólico, la autoficción o afectación personal. En ese contexto, llama la atención el primer nombre del blog de Matija, que refiere inocuidad y diminutizicación ("Cualquier cosita es cariño"). Cabe suponer que un nombre aparentemente dócil, de características lingüísticas situadas -las formaciones diminutivas tan frecuentes en muchos países latinoamericanos-, ayudaría a promover contenidos del proyecto de Matija. La colombiana pudo realizar estudios en su país y en el exterior, y actualmente vive de ser gestora y promotora. Y aunque declare haber reducido su participación en esta esfera, es representante de toda una generación de actores y actoras que se articulan desde la red. Es en este contexto que propongo entender su labor y observar cómo esta se literariza con la publicación de Niñapájaroglaciar y su intento de "emparamar" la alfabetización ecológica. Con el término "emparamar" me refiero a la experiencia de empaparse, también espiritualmente, del agua de lluvia y niebla de los páramos. Este estado, aunque parezca paradójico, no "deja fuera" el espacio interno del patio.

En Niñapájaroglaciar, bello relato digresivo, Matija traza la mnemo-geografía de su infancia ambientada en la zona de los glaciares colombianos que hoy se encuentran gravemente afectados por el deshielo. La autora comparte anécdotas de su infantil y juvenil coexistencia con otros animales (y plantas), y así despliega un álbum arbóreo y ornitológico, hasta ensamblar una narración que trasciende los límites de Colombia hacia otros lugares en Sudamérica y un extremo del hemisferio norte, Islandia. Sobre esta marcha, Niñapájaroglaciar se hace bitácora políglota, impulsada por la atmósfera de un paisaje de partida sudamericano internalizado, que conjuga patio, páramo y planeta. La insistencia en el "paisaje interior" (Matija 128) que varía con la idea de un "ecosistema interno" (149), quizás permita hablar de un imaginario transcorporal. Este últimamente ha sido trabajado por Marta Segarra en lo relativo al encuentro "humanimal" (Humanimales), a las "zonas de contactos" ("Arts of the Contact Zone") entre animales humanos y otros. En ese sentido, Niñapájaroglaciar pone a disposición distintos "estares" (Matija 128) del ecosistema interior humano que se interpenetran con los de otros seres. Así, el texto va implicando vulnerabilidades y agencialidades compartidas en los territorios en cuestión, justamente porque en Colombia, debido a la enseñanza eurocentrista, no fue impartido el conocimiento ecológico situado (136). Matija se refiere también a este hecho cuando habla de "analfabetismo ecológico" en la entrevista con Sanín. A la vez, la misma Sanín refiere un aspecto situado y cotidiano, de la crisis ecosocial: el de la basura. Sanín recuerda de su infancia una mala costumbre de mucha gente de practicar higiene trasladando la basura del espacio interior humano (la del auto) al exterior del paisaje. El desperdicio, al precipicio. Secundando a Matija en sus observaciones sobre el concepto del zero waste, Sanín subraya que esta actitud se basaba (y se basa) en la creencia de que la basura pudiese desaparecer; fantasía disociativa. Una humanidad que se separa de la tierra le asigna a esta un "tamaño" infinito y una función de tener que absorberlo todo -convicción poco compatible con la era de internet, cuya hiperinterconexión hizo que la tierra (aparentemente) disminuyera-. Ahora, es la basura que achica al planeta (min. 39:50 - 41:05).

2. En medio del Antropoceno: salvar la categoría Tierra

Matija se dio a conocer tras la publicación de un libro llamado 10 pasos para alinear la cabeza y el corazón y salvar al planeta (2019), título de tónica parecida a la de su antiguo blog. El discurso de salvación referido al planeta Tierra, que se asoma en este libro (como en muchos otras publicaciones ecoedificantes), no solamente representa el reverso de otro archirrelato, el del fin del mundo; también opera con el planeta (Tierra) en tanto categoría humanística, especialmente en relación con la pregunta por la habitabilidad de la Tierra, sistema que en realidad pone en cuestión las posibilidades de un "encuentro" (humanista), ya que el planeta trasciende la experimentación humana (Chakrabarty, "The Planet"). Pensar el planeta (de dimensiones indiferentes ante la especie) como objeto de salvación humana es, entonces, un mero recurso de la ficción -tanto en los constructos ya clásicos de la ecología profunda como en una publicación de divulgación cariñosa como la de Matija-. Por otro lado, la inadecuación del "modelo salvación" se relativiza bajo el sello de la ciencia de quienes definieron la nueva era geológica y sembraron la idea de un good Anthropocene, a saber, la suposición de un geo-engineering que pudiera solucionar la crisis ecológica (Neckel, "Scholatische Irrtümer?" 161).

Justamente de esta apoteósis de la ficción hablan Sanín y Matija (14:30 - 15:00), precisando que hablar de un "punto de no retorno" relativo a la crisis ecológica sería demasiado antropocéntrico y que por ende habría que enfatizar la escala terrestre en pos de lo no humano. Quizás por motivos como este -y aunque entre sus escalas de formación complementaria Matija esté participando de The New School of Anthropocene (Londres) y en su trayectoria formal figure, tras varios títulos en artes gráficas y visuales, el Máster en Humanidades ecológicas, sustentabilidad y transición ecosocial por la Universidad Politécnica de Valencia y la Universidad Autónoma de Madrid (MESTRE)-, el término Antropoceno no aparece casi en los escritos de la autora y tampoco se menciona mucho en la entrevista con Sanín. ¿Afortunada renuncia a una "fórmula vacía" (Neckel, "Scholatische Irrtümer? 166)?

Según Neckel, la traducción de la categoría geocronológica del Antropoceno, tan significativa como incierta y controvertida, necesitaría de una profunda observación término-conceptológica, ya que transferirla a los contextos de las ciencias sociales resulta un ejercicio desbalanceado, aunque tras un artículo más temprano, fundacional, de Chakrabarty ("The Climate of History"), hubiese ocurrido la "geologization of social science" (Delanty y Mota). En ese mismo orden de ideas, Neckel observa que también el "idealismo de actantes" ("Akteursidealismus"), que parte de un sujeto político global capaz de cubrir una ciudadanía alerta y responsable ante los riesgos planetarios del Antropoceno, resulta ser una ficción idealista y sin correspondencia ante la muy fragmentada realidad (económica, política, social, cultural y religiosa) de un mundo irregular por su heterogeneidad y transformacionalidad espacial, temporal, ecosistémica e infraesctructural (Tsing). Frente a este mundo, Bruno Latour ("Factures/fractures") sin embargo enfatizó la multiplicidad dinámica entre actores humanos y no humanos, y la magnitud de las redes naturoculturales.

Aunque no haya un Antropoceno compartido por el cotidiano múltiple humano, sino ante todo un Antropoceno basado en datos científicos o una muy resumida realidad científica, hace ya casi dos décadas se narra un nuevo grand récit, relato metamoderno que transforma a la misma modernidad en una "unidad monolítica" de cronología bipartita entre un antes orgánico y un después posorgánico (Muraca 173), mediante una humanidad que, pese a sus facultades contradictorias (destructivas reparativas), se supone unida (Armiero y De Angelis). Con toda razón, Donna Haraway señala al Antropoceno como marcador de múltiples discontinuidades (Staying with the Trouble 100) e invita a aprehender y abreviarlo como una época umbral hacia épocas venideras que sí sean capaces de ofrecer refugios. Desde una aprehensión del Antropoceno impredicible e irreconocible, desde una situación múltiple ante lo rescatable y/o residual, nace el principio de la "multispecies responseability" (104), habilidad de modificación no solamente humana, sino también bacteriana, por ejemplo, o viral, si se vuelve a Sanín (16:20), y a Matija, cuando esta tilda de antropocéntrico el hablar de "puntos de no retorno" o afirmar que ya todo sería "demasiado tarde" para la Tierra. Retomando un argumento de las ciencias del sistema Tierra, Matija propone cambiar la escala de la percepción temporal (13:50-15:20) y hacerse al tiempo geológico.

3. La tierra de la Tierra, "in trouble"

Tanto más llama la atención que el nombre de la página web actual de Matija sea "Ser Tierra", porque construye una figura ambigua nacida de una (imposible) manifestación medial no humana, por un lado, y, por otro, una clásica alegorización de la tierra (Krebs), como la que se encuentra en el proyecto monumental de "La naturaleza nos habla", lanzado por la organización medioambiental norteamericana Conservation International (https://www.conservation.org/la-naturaleza-nos-habla). Quizás la elección del nombre se deba al mismo principio de divulgación que persigue Matija, y quizás juegue con la aporía de salvación de la Tierra (Sanín, min. 17: 50). De todas formas, debe tenerse en cuenta la polivalencia de la palabra "tierra" en castellano, que 1) designa el tercer planeta del Sistema Solar, 2) el elemento tierra (con el suelo) y 3) la tierra como un factor del capital (recurso natural economizado). La tierra se ha vuelto un referente paradigmático para María Puig de la Bellacasa, que en El espíritu del suelo y refiriendo a Ursula Le Guin, dice: "El nombre del mundo es suelo" (13). Puig de la Bellacasa capta la dimensión fundamental -en el sentido estricto- de las vivencias en una "Tierra en conflicto": las relaciones entre la humanidad y el suelo (13). En una tónica muy parecida, Haraway en Staying with the Trouble arranca con una disertación sobre la palabra "trouble", para dar a entender que estamos en medio de un "Terra-Trouble": "We-all of us on Terra-live in disturbing times, mixed-up times, troubling and turbid times" (8). O, como dijera Ailton Krenak en Ideas para postergar el fin del mundo: "si ... imprimos en el planeta Tierra una marca tan pesada que hasta caracteriza una era, que puede incluso permanecer después de que ya no estemos aquí, pues estamos agotando las fuentes de la vida que nos posibilitaron proesperar y sentir que estábamos en casa, incluso sentir, en algunos períodos, que teníamos una casa en común" (28).

En Niñapájaroglaciar de Matija hay casi cien entradas de la palabra "tierra", de las cuales una cuarta parte aproximadamente representan la Tierra en mayúscula; muchas están teñidas de nostalgia y evocan un lugar en el cual una especie, la humana, se acostumbró al "empobrecimiento" como "nueva normalidad" (14). En términos concretos, esto se lee así: "Por ejemplo: no recuerdo cómo eran los nevados cuando estaba chiquita, aunque recuerdo haberlos mirado mucho" (14). En lo que respecta la captura de la Tierra en su "tamaño" o en su cualidad espacial-social, según Krenak, léase no como un mero "sitio", sino como un "lugar" compartido (29), Niñapájaroglaciar parte del "pedazo de la Tierra" específica, localizado en Colombia, pero no "abanderado" en términos nacionales (94), y sin referir la categoría de planeta (la palabra no aparece en el libro). A la vez, el texto marca la noción de "tierra" mediante una relativizavión de lo temporal, por ejemplo, cuando se comparten observaciones medidas por "un parpadeo en el tiempo-no-tiempo de la Tierra" (77). Al lado de la palabra "tierra", la palabra "casa" (ya citada con Krenak) aparece más del doble de veces de manera pragmática-descriptiva ("después entramos a la casa", 69), y otras veces de manera conceptual, en la noción de "cuerpo casa", para la descripción de un cuerpo no humano (66). También la casa constituye un refrán antitético o mantra de la morada ecoespiritual: "me dijeron la casa no es un edificio, la casa no es un edificio, la casa no es un edificio" (68). Muchas de estas observaciones se remontan a la ecología profunda y operan como catalizadores para la "atención" que la narradora del ensayo presta (la misma Matija) y que, por otro lado, la autora explicita en la conversación con Sanín, haciendo mención de la ecología profunda (22:30) como una actitud o "implicación desde el amor" (23:58) frente a la Tierra (y la tierra).

El amor es despojado de muchos escritos sobre el Antropoceno, pero sí resaltado por Haraway como una habilidad de conjugación o de yuxtaposición transversal en términos de tiempo y espacio (110), y entendido como creación de cosas significativas. Estas creaciones incluyen hasta las conjugaciones lingüísticas. Justamente eso ocurre en Niñapájaroglaciar: desde su capital título, el libro fusiona el animal humano infante (la niña), con el animal (el pájaro) y con el cuerpo acuático (glaciar). Así, la obra crea una agencia textual que remite a su vez a una productividad fabuladora-moduladora de la Tierra como "inventora de palabras": "¿Cómo le llegó a la Tierra la idea de inventar esa conversación, de hacer palabraspelos, manospalabras?" (117). Entre este diagnóstico interrogativo de agencia terrolingüística, o la idea de que pudiese haber palabras hechas por la Tierra (78), voces de tierra (87) y a la vez "lagunas" terro-lingüísticas (extinciones de palabras hechas por la Tierra; 96), el ensayo de Matija metaboliza un texto de la autora belga Vinciane Despret, en acuerdo con sus disgresiones extraornitológicas, y así inventa un lenguaje de fusión entre el sur y el norte de la Tierra.

4. Ser oído con Despret: estaba la pájara exhausta atrapada en una bolsa de plástico

Niñapájaroglaciar hace acordar cómo también Donna Haraway alude a Vinciane Despret, autora que en Habiter en oiseau (2019), sondea en la construcción de mundo por parte de los pájaros. La manera de habitar-migrar de estos animales parece incomprensible para quienes no buscan tener (o ser) oído ante las posibilidades de existencias compartidas, como advierte Haraway: "Vinciane Despret thinks-with other beings, human and not. That is a rare and precious vocation. Vocation: calling, calling with, called by, calling as if the world mattered, calling out, going too far, going visiting" (Staying with the Trouble 126). Según Haraway (que junto a Bruno Latour e Isabelle Stengers conforma el trío al que va dedicado Habiter en oiseau), Despret encuentra en el canto del mirlo el sonido de la importancia: "Despret listened to a singing blackbird one morning ... and that way learned what importance sounds like" (126). Es decir que la filósofa belga, al observar sistemáticamente las culturas del encuentro de los pájaros, estaría sintonizándose con las especies cantantes. Así, amplía las competencias de quienes participan del ser y del pensar, incluidas las de ella misma. Resulta que Habiter en oiseau está movido y estructurado por la palabra accord (acuerdo, convenio, beneplácito, así como acorde musical; asociación de múltiples sonidos) y que efectivamente el cuerpo del texto se ve organizado en dos acordes, que a su vez constan de varios capítulos y contrapuntos entre los cuales el último se titula "Partitions polyphoniques" (partituras polifónicas). Con toda razón, Baptiste Morizot en el posfacio de la obra anota (bajo el muy acertado título "Recueillir les savoirs qui sont tombés du nid" ("Recoger los conocimientos caídos del nido; 167) que en el texto de Despret, tan poblado "de discordes, de désaccords, de palabres interminables", no habría un "átomo" de sentimentalidad. De hecho, Despret realiza disgresiones (meta-) filosóficas en ese sentido: "J'allais l'oublier, la philosophie n'a pas pour tâche d'informer, mais celle de ralentir, de se désaccorder, d'hésiter. Se désaccorder pour trouver d'autres accords. Faire bifurquer quand cela va trop droit" (86) . En consecuencia, Morizot anota que Despret no comparte nuevos saberes sobre los pájaros, sino que transforma el estatus epistemológico del conocimiento ornitológico para sacarlo del "imperio de las explicaciones" y la "lógica competitiva y sustractiva" de las ciencias naturales mainstream. Todo esto desembocaría en un acto de "repatriación" hacia un "colorido y cosmopolita mercado de la interpretación", cooperativo e integrador. Labor hermenéutica desplegada en páginas que no explican y no excluyen, sino que "secuestran", como se secuestra un avión (¡!): componiendo un cúmulo interpretativo, lúdico (169).

Despret a su vez encuentra en el músico y pionero de paisajes sonoros Bernie Krause la capacidad de comprender cómo los animales componen en resonancia con su entorno; cómo, cual ocupantes de "nichos sonoros, espaciales, temporales y frecuenciales" (135), comparten acordes sobre los silencios. Además, la filósofa es fan de Ursula Le Guin (como lo es también Haraway), y del remedio (micronarrativo) que esta autora de ciencia ficción propuso contra las "grandes epopeyas viriles" (105). Le Guin ideó recipientes ("carrier bag") que se hicieran cargo de (y cargaran) elementos preciosos, coexistentes; recipientes que armaran sus casas (sus "chez soi") y constituyeran espacios que cobijen. En el ensayo de Matija, encontramos varias resonancias de estos aspectos, cosa que no es de sorprender, porque entre los eventos de la autora, se encuentra uno que promociona la lectura del libro de Despret (https://www.patreon.com/posts/dos-invitaciones-).

Precisamente el íncipit de Niñapájaroglaciar es despretiano. El ensayo comienza con este encuentro: "El corazón aceleradísimo, revoloteando, tratando de salirse del pecho. Está atrapada en una caja de concreto en la que no sabe cómo entró" (Matija 7). No se trata de un encuentro "ideal" entre el "animal enorme" que es la narradora (sin rodeos, Matija misma) y el pájaro atrapado en una caja de concreto. Pero sí tendrá un desenlace simpatético, que al parecer ocurre en acuerdo con el animal: "Yo también quiero salir". Releyendo a Despret después de Matija, las primeras líneas de Habiter en oiseau se asoman como una pantalla ante la cual Niñapájaroglaciar resuena. También, porque en el desenlace del íncipit del texto de la autora belga evoca (en los oídos humanos) otra escena simpatética: "Il s'est d'abord agi d'un merle. La fenêtre de ma chambre était restée ouverte pour la première fois depuis des mois, comme un signe de victoire sur l'hiver. Son chant m'a réveillée à l'aube. Il chantait de tout son cœur, de toutes ses forces, de tout son talent de merle. Un autre lui a répondu un peu plus loin ..." (10).

El íncipit del texto de Matija en cambio no "capta" un mirlo, sino una reinita canadiense (Matija 10), cardellina canadensis, habitante de bosques húmedos y semi-húmedos, cuya zona de cría se encuentra en América del Norte y la zona de invernada en el Norte sudamericano, más algunos registros sobre errancias en Irlanda e Islandia (https://www.iucnredlist.org/species/22721882/137213211). Este pájaro le da orientación al texto de Matija; es, podríamos decir, protagonista de su primer revoloteo -que se vuelve ritornello. La oración "El corazón aceleradísimo, revoloteando, tratando de salirse del pecho", se repite, aunque con una variación: "El corazón aceleradísimo, revoloteando, tratando de salirse del pecho. Como un pájaro atrapado que está tratando de seguir la voz de la luz, lanzándose contra ventanas que no abren" (8). Cambia del femenino de la reinita al masculino del genérico pájaro-, aunque este antes ya hizo una vez aparición como pájara (7)

Niñapájaroglaciar cuenta una historia bastante típica, pero igual conmovedora, de un intento de rescate: Matija narradora hizo todo lo posible para atrapar una pájara ya atrapada, para devolverla a la libertad, y particularmente a los árboles: "Llegamos a los árboles, y supe con todo el cuerpo que eran suyos y míos" (8). Ambas, pájara y narradora-rescatadora, reconocen su fundamental entorno. El animal revolotea nuevamente, pero ya dentro de la bolsa, que será medio de transporte hacia su estado habitual, ahora recuperado. Este encuentro salvavidas hace sentir o, más bien, "saber" (o sentipensar) a la narradora con "todo el cuerpo"(8), incluido el de la pájara. Sin embargo, en la situación interfiere la actuación de unos mariachis; mariachis que para el gusto de la narradora (no sabemos si para el de la pájara) cantan de asuntos demasiado humanos -"mujeres y traiciones"-, y que por lo tanto Matija intenta evadir y hasta expulsar de su oído y mente, también, porque la letra le es conocida. Tanto más cobra relieve la formulación "con todo el cuerpo" en este encuentro interespecie; una suerte de entusiasmo, al que recurre a su vez Despret con una cita de Étienne Souriau: "l'enthousiasme de son corps" (Despret 10). Entendiendo al entusiasmo como un estado de exaltación que surge de algo no interior sino exterior, y hasta superior o "divino" (gr. en-theos), acontecimiento hasta oracular, la narradora en Niñapájaroglaciar experimenta una sensación intensa, transcorporal, en la que lastimosamente se intromete el ruido de la memoria humana. La canción cantada por los mariachis, interiorizada sin querer y vuelta recurrencia involuntaria, contamina la contemplación y además se impone al silencio, tan necesario para la atención frente a la "visitante accidental" animal. "Usualmente silenciosa" (8), la reinita canadiense es la antítesis del ruido.

5. Recordar el canto: "el destino de la tierra" en los hombros del mirlo y la reinita canadiense

Sobre esta impresión, la narradora declara: "Mi corazón se convirtió fugazmente en pájaro y se reconoció en otro pájaro y no quiero que esa sensación se me olvide" (9). Más allá de la identificación simpatética interespecie, el miedo al olvido (opuesto al agobio por el recuerdo musical involuntario) es capital en esta oración, ya que figura como la última palabra del primer capítulo del libro. Según Haraway, "to remember, to commemorate, is actively to reprise, revive, retake, recuperate" (Staying with the Trouble 29), actividad que, refiriéndose a Despret, la bióloga y filósofa estadounidense asocia al compromiso con lo que se considera multiespecie para delinear una figura relacional, una "string figure" (10) que designe a especies narradoras o hiladoras (y por tanto compañeras) que ayuden a cohabitar en una Tierra vulnerada. En el texto de Matija se entrevé una de esas historias de encuentros imaginados por Haraway, en los que se comparte la turbulencia o trouble de la supervivencia.

Por otro lado, el encuentro de Despret con el mirlo (que a su vez refiere al Manifiesto de las especies compañeras de Haraway de 2003) transmite una acentuada noción de canto como transportador de significado entre un mirlo y otro, captura a la autora, a quien a través de ese mismo canto le llega el silencio, silencio significativo (10). El canto le parece extremadamente próximo a la palabra; Despret siente/proyecta, de manera intensa, "el destino de la tierra" ("le sort de la terre") y hasta la existencia de la belleza, puesta en los "hombros" del mirlo (10). Matija a su vez anota: "Trato de recordar qué más sentí, porque sé que no fue solamente la torpeza de unas manos gigantes con banda sonora de mariachis. Fue el ruido del mundo entrando sin invitación a un momento lleno de belleza. Fue un momento lleno de belleza recordándome que hay más cosas en el mundo, además del ruido" (9). Aquí, la redundancia indeseada del canto de los mariachis se cruza con el efecto que tiene el animal, alado pero de diminutos huesos, que necesita ser salvado y que despierta en la narradora el deseo de mutación (a pájaro) y quizás un deseo de multiplicación del significado de la instancia literaria. En ese sentido, vale volver sobre el título del libro. La composición Niñapájaroglaciar cifra uno de los trayectos de viaje de Matija e integra las reflexiones de la autora sobre la "naturaleza" de los idiomas. Entre estos, se encuentran los que, aun si humanos, prescinden de letras (27) o integran onomatopeyas (en este caso, se trata de los valiosísimos idiomas de la infancia). En el propio libro de Matija, las onomatopeyas abundan, y el inicio del libro reza: "Creo que ... los bichofués, así como los humanos, tienen acentos distintos en cada lugar, y porque los acentos distintos de los humanos que los escuchan en esos otros lugares terminan imprimiéndose en las onomatopeyas con las que se interpretan sus nombres" (12).

Niñapájaroglaciar advierte que los nombres científicos de pájaros no reflejan aprehensión ninguna del sonido de las especies en cuestión, porque no hay, ante el idioma de las aves, ejercicio de interpretación que valga. De hecho, el ensayo de Matija le adjudica soberbia cientificista, o, directamente, falta de relación interespecie a quienes suponen entender el canto de un pájaro. Niñapájaroglaciar insiste en la variedad de los cantos y en la escucha no hermenéutica, por ejemplo refiriéndose a los afrecheros (o chingolos, o copetones, zonotrichia capensis): "Hablan distinto en otras partes. Dicen, por ejemplo, fuiiiifooofirufirufiru, o fuiiifuuufurururururu. Tanto bichofués como afrecheros hablan con una nota que sube, una que baja y otra que vuelve a subir" (12).

6. Composiciones naturoculturales para habitar el interior con el exterior

Entre las reflexiones sobre y las propias producciones de onomatopeyas de Niñapájaroglaciar se entremezcla una anécdota musical interhumana: "Hace muchos años, cuando oí por primera vez una canción de Björk, quise usar internet para saber más sobre ella. Me senté frente al computador, me conecté a internet, esperé el chirrido de la conexión telefónica del módem, wiiiiiii uuuuuu grrrrrrrrrr fshshhhshhhhhhhh" (57). Parecería que gracias al internet dinosaúrico, Matija llega al extremo norte de Europa, a Islandia. En este relato, se destacan las particularidades lingüísticas del islandés, asociadas al episodio de erupción del volcán Eyjafjallajökull, que bajo la impresión de su erupción de 2010 produjo situaciones trabalenguas en los noticieros internacionales. Matija explaya: "[Eyjafjallajökull] se pronuncia algo así como aia / fiatla / iukutl" (58). Después, lo traduce como "islamontañaglaciar", nombre compuesto y además típico para el islandés en términos tanto morfológicos como semánticos: "Así son muchos nombres en Islandia: bahíahumeante, islamontañaglaciar, glaciarríolaguna, bosquecas-cada, lagoglaciar" (58).

Matija expresa tener un gusto especial por estas composiciones, porque le parecen de origen infantil, a saber, provenientes de una especial (y profunda) actitud de observación, y no de procedencia epónima, especialmente masculina. Así, comparte el recuento de cómo aprendió a pronunciar el nombre del volcán: "sílaba por sílaba, o más bien, palabra por palabra", y en el acto traduce, y reitera: Eyja / fjalla / jökull. Eyjafjallajökull. Isla / montaña / glaciar. Islamontañaglaciar. Islamontañaglaciar. Islamontañaglaciar" (58). Este aprendizaje conduce al nombre de su ensayo, Niñapájaroglaciar, que será movido por un entusiasmo múltiple, de todas formas lingüístico, y de imitación, que confunde interior y exterior, como sucede también en la noción del habitar que expone el libro.

Una de las entradas más frecuentes en Niñapájaroglaciar es la palabra casa, oikos en griego, (fundamental para el término ecología). En una entrada relativa a la reinita canadiense y su costumbre migratoria, el texto dice: "Me pregunto cómo hace la reinita canadiense para saber cuál es su casa. ¿Su casa es Canadá, porque nació allá? ¿O su casa es el trópico, porque es ahí donde elige pasar la mayor parte de su tiempo? ¿O su casa es el camino entre esos dos lugares? ¿O su casa es la sensación que le genera en el cuerpo la señal magnética de la Tierra que le dice cómo seguir ese camino? ¿O su casa es la Tierra que hace posible esa señal y ese camino?" (49). Seguramente, la casa es el pilar del concepto "habitar", que significa "tener" (de forma reiterada). Tanto la arquitectura como la antropología y la filosofía han cuestionado el concepto; Villém Flusser, en un texto titulado "Hausen oder Zelten" ("Habitar o acampar" trad. por Breno Onetto Muñoz) contrasta el nomadismo con la sedentariedad, y plasma la existencia de la casa en medio de la historia del granero, la siembra y la cosecha: la casa se revela como correccional para cumplir la pena de un destino, no móvil, sino fijo. A este destino, Flusser le adjudica la carga de pecado original, ahora convertido en "catástrofe ecológica" (13), resultado de malos cálculos y gobiernos, falta de sensibilización por los recursos naturales y exceso de visiones teóricas . Igualmente, Flusser diserta sobre el mal uso de la actividad analítica y la persigue hasta la descomposición posmoderna, en el contexto del habitar: "Que la realidad objetiva y espiritual consista en ladrillos transracionales, se muestra como el mito del habitar casa y del poseer" (15), para pasar, con gracia perturbadora y poética, y en pocas líneas, por la ontología de los objetos: "No existe nada más donde pudiera uno sentarse, que uno pudiera poseer, y no existe tampoco nada más en lo que pudiera algo sentarse" (15). Sobre estas alusiones, que además se refieren a la noción de la informática y la inteligencia artificial (de los años noventa del siglo XX), Flusser llama a reunirse en "una forma improbable", a saber, en toldos, o carpas ("Zelte", en alemán). Según el filósofo, aunque tengamos una idea de las carpas -por ejemplo, de su provisoriedad-, nos falta la experiencia con ellas. En ese sentido, aclara: "si ya no podemos atenernos a ninguna cosa …, entonces no nos resta nada más que alcanzarnos unos a otros con nuestras inconsistentes manos y esperar que se nos pueda abovedar un toldo encima nuestro (15)"; y cierra tildando su propio giro lírico: " precisamente del hecho de no podernos sentarnos [sic] más, es que tenemos que convenir ... en, como recalca, una 'existencia nómada'" (15).

Sobre la noción de la apropación reflexiona también Despret en su texto sobre el habitar en o como pájaro. La autora observa que el término "territorio" (tan asociado al mundo animal) estaría marcado por la noción de la propiedad y apropiación, y que como tal habría aparecido en la ornitología del siglo XVII, coincidiendo con la definición de "tierra" (Despret 18). Despret se pronuncia desde el siglo XXI, cuando la antropología y la ecocrítica, los movimientos sociales y ecológicos abordan el tema de la reapropiación, contexto en el que la autora asocia la movilización de los animales con aquella de la especie humana, desde las tierras contaminadas y arrasadas del Antropoceno. Es en ese ademán que invita a pensar el habitar para compartirlo (26-27), advirtiendo que el habitar (humano) no puede, en el fondo, existir en disociación de otras especies (32). Estar "chez soi" (estar en casa de uno/a), siempre significa cohabitar.

En Matija, la palabra habitar no aparece, pero sí abunda, como ya fue mencionado, la palabra "casa", también en composiciones neológicas, como por ejemplo "casa-no-mi-casa" (49). Niñapájaroglaciar entiende la casa como un espacio de convivencia, además de marcada por el uso de lenguajes humanos, y otros. Así, el texto inicia con la casa en la que la narradora creció (junto a las cucarachas, a las que la casa humana le es tan insistentemente vedada). Dice el texto: "De pronto lo que me da tanto miedo de las cucarachas es ver un animal que puede vivir en tantas partes y al que todo el tiempo otros animales más grandes le dicen (con zapatos y con veneno) esta no es tu casa, esta no es tu casa, esta no es tu casa" (104). Pero ante todo, Niñapájaroglaciar insiste (a modo de mantra) en que la casa no es un edificio (60), sensación vivida de manera muy intensa en Islandia, cuando Matija se hospeda en una casa ubicada en la punta de un fiordo, en medio de un paisaje sinestésico: "ese paisaje tenía muchas maneras distintas de decir verde, y todas juntas hacían un coro que mis ojos estaban oyendo por primera vez" (61). En esta "canción-paisaje", con sus "toques de silenciosa esponjosidad", Matija se siente inundada, tragada por un magnetismo (8; 85; 88, 98), y siente que la casa de la que salió (su albergue islandés, más la casa de su infancia en Colombia), se pierde. Inicia un recorrido transformacional (que es circular respecto del ínsipit del ensayo) y se cuestiona:

¿Estoy feliz porque siento ... que la tierra me dijo algo y sin saber bien qué estaba haciendo la escuché y ahora hay una parte de mí que siente que aquí llegó a la casa? ¿Tengo miedo? ¿Tengo miedo de que aparezca un humano que me haría desaparecer a mí en estas montañas que son mi casa pero que no conozco? ¿O tengo miedo de que esta soledad se me quede pegada? Si en ese momento una parte de mí hubiera podido ver el futuro me podría haber dicho tranquila, en diez años va a llegar a tu casa una visitante inesperada. Tú vas a agarrarla y las manos se te van a volver gigantes y los latidos de su cuerpo diminuto te van a decir muchas cosas y tú solo necesitas estar dispuesta a escucharlas. Ella te va a explicar lo de la tierra diciendo ven y lo de no saber cuál es la casa. (62-63)

Después, regresa a la casa (islandesa), siendo otra: "Entré a la casa con el cuerpo distinto. ... Con un paisaje interno nuevo, inmenso. Transformada. Hecha otra. ... cómo iba a hacer para dejar de mirar esas montañas" (63).

Estos párrafos disponen de una interioridad que parecería diluir el binario interior-exterior, y así apelar a una ecología no binaria (Lexikon der Psycholologie), capaz de asumir realidades transcorporales e incluir nuevas aprehensiones de cuidado y agencialidad. En el contexto de esa interioridad, quisiera cerrar mi artículo con los nombres de algunos pensadores tempranos de mi propio entorno cultural, que, si bien europeos y preecofeministas, trasgredieron el binarismo de interior y exterior, algunos de ellos acudiendo al concepto de Innerlichkeit (inwardness en inglés). Designación psicológica usada para hablar de lo que está (más) adentro, la Innerlichkeit refiere experiencias endotímicas, estados de ánimo y sentimientos, afectos y dinámicas emocionales, impulsos, etc., y en la filosofía del siglo XIX, los procesos de conciencia, pensamientos y emociones experimentados por un sujeto en contraste con el mundo exterior. Fue Helmuth Plessner (1892-1985), filósofo y sociólogo alemán y cofundador de la antropología filosófica, cuyos escritos junto a las obras de Max Scheler, Arnold Gehlen y Ernst Cassirer cuentan entre los fundamentales de la antropología filosófica, quien implícitamente se ocupó de cuestiones que hoy se debaten bajo el rubro de lo "more-than-" o "less-than-human" (Middendorf). Estudiando la excentricidad del ser humano en comparación con otras especies terrestres en Die Einheit der Sinne, Plessner relativizó la lógica de lo interior-exterior que hoy podría ser una fuente para el Nuevo Materialismo, por su definición dialéctica (y oscilante) de humanidad ("Menschlichkeit") y la "Un-" y "Allzumenschlichkeit" (inhumanidad y 'demasiada-humanidad'). También el suizo Adolf Portmann se interesó por la interioridad animal, la percepción y las acciones motivado por el "mundo interior" animal (acuñado por Jakob Johann von Uexküll), y relativizó los principios físico-moleculares de la biología. A la vez -y con este influenció el pensamiento de Hannah Arendt- Portmann sondeó en el terreno de la Gestalt animal, su exterioridad.

Ahora, Matija recurre a la propia abuela, para aprehender la interioridad o plasmar el escenario (o "paisaje") interno y a la vez aprehender la noción de amor, y pintar el espacio interno del patio (adaptación de lat.patium y/o pastus: lugar para pastar, lugar para pasto y recinto cercado pero abierto):

Por lo que conocí de mi abuela, diría que su paisaje interno de las cosas amadas era un patio gigantesco en el que había muchas matas con flores y matas de hojas grandes, como los filodendros y los anturios que yo ahora trato de cuidar para tener un pedacito de mi casa que era ella. Diría que en su paisaje interno estaban las perras y la gata con todos sus gaticos, y las gallinas con todos sus pollitos, y mi mamá, mi tía, mi tío y mi otro tío, y las montañas que se ven en el camino entre Chinchiná y Manizales, y también estaban las palomas que volaban alrededor de la casa y se posaban en el techo y llenaban el aire con sus sedosos arrullos mientras nosotras estábamos en el patio. Y quién sabe cuántas cosas más que ella amó. (110)

Leyendo este párrafo como otros, cándidos, de Niñapájaroglaciar, no parece sostenible imaginar un afuera al que se proyecten cuerpos distintos a los de los humanos; y muchos menos ante un Antropoceno cuya toxicidad impregna todo. Los escenarios de esta (nuestra) era más bien piden desprenderse de un sistema corporal bipartito que divida a cuerpos humanos de los no humanos, a lo que un ensayo como el de Matija responde con una fusión interespecie y de lugar que se adecúa a la era de la extinción, pero nombrándola, indicando el "cuerpo-casa" de los endlings (66), que experimentan la muerte definitiva de su forma, dejando en la Tierra una (creciente) laguna, un sello de intensísima soledad, en cuerpo y verbo.

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Recibido: 16 de Julio de 2024; Aprobado: 20 de Agosto de 2024; Revisado: 09 de Septiembre de 2024

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