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Ideas y Valores

Print version ISSN 0120-0062

Ideas y Valores vol.69  supl.6 Bogotá Dec. 2020  Epub May 11, 2021

https://doi.org/10.15446/ideasyvalores.v696sup.90094 

Reseñas

Fœssel, Michaël. La noche. Vivir sin testigo. Trad. L. Felipe Alarcón. Santiago de Chile: Metales pesados, 2020. 128 pp.

AMANDA OLIVARES* 

* Universidad Diego Portales -Santiago de Chile - Chile amanda.olivaresv@mail.udp.cl


"Y yo mordí, / largamente en el cuello de mi prima Isabel, / en un abrir y cerrar de ojo del que todo lo ve, / como en una edad anterior al pecado".

ENRIQUE LIHN, LA PIEZA OSCURA

La noche, experiencia de márgenes difusos, borronea incluso los mismos límites que nos asisten al definir cualquier experiencia y, sin embargo, la noche sigue siendo una experiencia. No sabemos de la noche, ni cómo entrar, ni dónde ni cuándo, ni quiénes somos en ella. Si empezamos a saber, es que dejamos de estar sumergidos en ella.

Según nos narra Michael Fcessel, la noche escapa al yo y su soberanía; el "ahí" del día, durante la noche se vuelve inubicable, la aprehensiva pesquisa que busca identificar su identidad es dejada en el olvido. Cómo, cuándo, dónde y por qué, preguntas que una autoridad formula para identificar un evento nocturno, sumidos en la noche son preguntas que ya no se plantean. Quien las formula es un aguafiestas, un desubicado, un testigo de la mirada diurna escrutando la experiencia que escapa de la vigilancia. Sin cálculos y sin comparación, la noche se despliega como si no tuviera fin. Obviando la alternancia del ciclo de rotación de la tierra, ella desespera al insomne y desata al noctámbulo. Sin embargo, de súbito también es fracturada por un final, la luz del alba, la alarma de un despertador silenciado durante horas.

Siguiéndole el rastro al insomne y el noctámbulo, en La noche Fcessel traza los rasgos de la experiencia nocturna, sin someterla al dictado del día. La ley de la noche marca el carácter de esta experiencia, mostrando en su perfil difuso, en su llana opacidad, una sombría apertura que dibuja matices a la mirada diurna, abriendo también a una nueva experiencia del día. Según Fcessel, la exigencia nocturna conmueve nuestra percepción, como también determina el vínculo que establecemos con los otros. La noche comporta modificaciones sensoriales y otra manera de relacionarse en el espacio público, otra dinámica en el convivir democrático. El ensayo aborda ambas dimensiones de la noche, entablando diálogos con obras de los cineastas Jean Eustache y Guy Debord; con las fulgurantes luces industriales pintadas por Joseph Wright y los relatos nocturnos de Restif de La Bretonne y Dostoievski, entre otros. También encontraremos reflexiones en torno al sublime kantiano para pensar lo incalculable en las variedades perceptivas; la fiesta como espacio de relación social en igualdad con Rousseau; y las noches proletarias con Rancière.

Reconociendo en la experiencia nocturna una exigencia y una ley irreductible a la ley del día, el autor aborda y confronta distintas formas de pensar el vínculo y la dinámica entre el día y la noche: desde el antagonismo a la luz diurna con Nietzsche y Novalis, pasando por la noche como senda para ver mejor con Descartes y Sartre, hasta la experiencia de una noche sin mañana con Lévinas y Blanchot.

La experiencia de la noche que retrata Fcessel se rige por una ley que le es propia, que suspende el juicio y derriba la distancia de la reflexión; ella exige una entrega sin mesura. Por ello esa noche no es ni soportada, en el anhelo de su final, ni elegida, pues se desconoce lo que ofrece. Quien vela se expone a la noche, a perderse en sus incertitudes. ¿Por qué dejarse llevar por la noche, exponerse a su desenfreno? En la falta de testimonio de la noche Fcessel encuentra un motivo. La noche se desvincula de la cautela testimonial que responde a la dinámica de la vigilancia, la conciencia y la luz del día. A partir de ahí se podrá reflexionar respecto a cómo la oscuridad de la noche cambia la disposición de la mirada, la libera de las constricciones de la luz, alterando el campo de lo político. Para Fcessel la noche no se contrapone al día, tampoco es su fuente, ni su origen; las experiencias nocturnas remueven la perspectiva de la mirada diurna; la clara y homogeneizadora trasparencia de la luz se tiñe de opaco, la obscuridad penetra en la mirada, y alcanza a distinguir matices que el fulgor de un neón que asimila la más plena luz del medio día cegaban. El valor de la hipótesis de este ensayo radica en que no busca sustituir la experiencia del día a la de la noche, tampoco jerarquizarlas, sino explotar las promesas de los encuentros en la alternancia entre ambas.

Fcessel se acerca sutilmente a la noche. En un principio recoge las experiencias de algunos personajes nocturnos, reflexiona desde su escritorio en torno a los testimonios de otros. Luego, poco a poco, la reflexión pareciera empezar a tener lugar in situ, en la noche, como si el propio filósofo se hubiera visto expuesto al devenir nocturno. ¿ Cómo explicar ese tránsito, qué hace el filósofo para dejarse llevar por la noche? Uno de los personajes que Fcssel comenta en el ensayo es Alexandre, protagonista del largometraje La Maman et la Putain de Jean Eustache. La vida nocturna de Alexandre ha alterado a tal punto su mirada que la distancia que lo separa de su pareja se ha vuelto abismal; lo que cada uno de ellos ve no pareciera ser lo mismo, lo que para él es precioso para ella es disoluto. Esa diferencia ofrece a la experiencia más de lo que parece. La noche levanta la frontera que solo deja ver un único mundo; en la pluralidad de mundo s y en la turbia y velada transparencia nocturna las conductas se despliegan en la laxitud de una ley y de un derecho que no logra ver lo suficientemente claro como para aplicar el juicio que le da su vigor. La democracia encontrará un piso más ancho y firme, articulando otra forma de igualdad, una que da margen a la singularidad.

Con el testimonio de Alexandre comenzamos a advertir la porosidad de la mirada humana a las exigencias de ley de la noche. Quien hace de testigo nocturno introduciendo el acecho en las penumbras, no sale de tal experiencia indemne. Hay un antes y un después de la noche, luego de la experiencia nocturna el día ya no vuelve a ser el mismo. Por ello decíamos antes, la ley de la noche derriba la distancia de la reflexión, hay que participar de la noche para testimoniarla, hay que formar parte de ella. Devenir búho lo llama Fcssel en la primera parte del ensayo, y a lo largo del texto seremos testigos de cómo el autor al penetrar cada vez más profundamente en la noche es alcanzado por la exigencia nocturna; la propia experiencia del filósofo empieza a ser permeada por las penumbras. La hipótesis del ensayo se ve confirmada, Fcessel deviene un animal nocturno, sacando a relucir todo el brío que la alternancia entre el día y la noche ofrece.

Si el tránsito hacia la noche modifica nuestras maneras de percibir y de actuar, lo hace de tal forma que aquello que ocurre en la noche no deja de ser ni percepción ni acción, tampoco lo es en menor medida, lo sigue siendo, pero de otra manera. Lo nocturno no es ni lo pobre ni lo privado de sentido, sino más bien lo que abre a percibir de forma cualitativamente distinta. Integrar lo nocturno en la mirada sin asimilarlo, según Fcssel, permite hacer frente a la homogeneización del tiempo propia de la economía capitalista, que busca hacer de todo tiempo un tiempo sumiso a la luz de la transparencia: neones y fluorescencia, luminaria blanca siempre idéntica a sí misma que anula cualquier singularidad.

Para Fcessel la noche de la democracia alcanza la "igualdad" no por la vía de la homogeneidad, reduciendo la pluralidad a una única dimensión. A falta de transparencia la noche mitiga el ejercicio de la comparación y la discriminación, sin mermar las diferencias. Durante la noche el encuentro se produce en la diferencia, no mediando la frontera del juicio.

Y así como la noche dispone sus penumbras para vivir una igualdad no homogénea, es la alternancia entre el día y la noche, descrita como un conflicto o diferendo veleidoso y con secuelas recíprocas, la que demuestra que la experiencia humana no está condenada a la monotonía. No hay ni días ni noches perpetuos, dirá Fcssel. Pensar una noche sin mañana es responder a la pregunta por la experiencia nocturna con el mismo gesto de la metafísica del día -aquella de la caverna de Platón-, pero a la inversa; en ambos casos lo que se busca es superar la dualidad entre lo diurno y lo nocturno, privilegiando y absolutizando uno de los dos momentos, situándolo como una presencia permanente, fundamental y originaria. Para Fcessel la noche es una experiencia que no da pie a una intuición de un "origen" ni de la "esencia del ser", sino que más bien desactiva la pregunta por el origen. En ese sentido, la noche no implica una desaparición del mundo, una pérdida absoluta del sentido que, pese a ser inexperiencia-ble, da pie a una afirmación respecto a su lugar fundamental, sino más bien es la percepción del mundo bajo otra mirada. En palabras del autor: "una noche es siempre la noche del día que lo precede y sobre el cual permite lanzar una nueva mirada" (Fcessel 104).

Y si la experiencia de la noche ofrece en su alternancia la pluralidad en la mirada, justamente esa alteridad logra su encuentro hacia el final del ensayo, cuando el filósofo se deja llevar por la noche y escribiendo sumido en el nocturno berlinés, encuentra en el Berghain la alétheia -no la misma de Heidegger-, y muestra la posibilidad de pensar en las alternancias vertiginosas entre el día y la noche que el ritmo del Berghain incita, la aparición de un mundo cuyos objetos se disimulan, y que sin descansar en ningún más allá, sin necesidad de recurrir a ningún "ser" que en su permanencia lo alumbre desde el exterior, permite el encuentro de un mundo que hace aparecer la alteridad en la experiencia de la alternancia.

La noche es un ensayo profuso, que se balancea ágilmente entre una prosa avezada y la más simple reflexión. El resultado es un pensamiento que en las profundidades de la noche logra desenvolver ideas que desde la "filosofía" estamos habituados a analizar solo bajo luz del día. La noche ofrece al lector erudito un respiro, "un abrir y cerrar de ojo del que todo lo ve" (Lihn 16, énfasis agregado) para sumergirse en un pensamiento liberado de constricciones del juicio; al lector llano ofrece una hondonada donde zambullirse hasta perderse en las concavidades de las oscuridades nocturnas.

Bibliografía

Lihn, Enrique. La pieza oscura. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1963. [ Links ]

Esta reseña es parte del proyecto Fondecyt 1170580.

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