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Escritos

Print version ISSN 0120-1263

Escritos - Fac. Filos. Let. Univ. Pontif. Bolivar. vol.20 no.44 Bogotá Jan./June 2012

 

DEL TRACTATUS LÓGICO-PHILOSOPHICUS A LAS INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS Y LA TEORÍA DE LOS JUEGOS LINGUÍSTICOS DE LUDWIG WITTGENSTEIN

FROM TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICCIS TO PHILOSOPHICAL INVESTIGATIONS AND THE THEORY OF LUDWIG WITTGENSTEIN'S LANGUAGE-GAMES

Andrés Felipe López López*

*Filósofo y candidato a Magíster en Filosofía por la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín). Estudiante investigador en la línea: "Antropología, Ética y Sociedad" del Grupo de Investigación "Epimeleia" (Facultad de Filosofía, UPB). Profesor de Filosofía y jefe de los departamentos de Ciencias Sociales y Filosofía del Colegio Salesiano El Sufragio. Director de investigación del Colegio Salesiano El Sufragio.
Correo electrónico: pipelopezlopez@hotmail.com

Artículo recibido el 10 de noviembre de 2011 y aprobado para su publicación el 15 de diciembre de 2011.


Resumen

El objeto de análisis de este artículo consiste en establecer la diferencia entre el primer y el segundo Wittgenstein, a la luz de las transformaciones teóricas que se dan entre el Tractactus y las Investigaciones filosóficas. Se muestra la noción de "juegos del lenguaje" como determinante en dicha transformación. De la argumentación se deduce la imposibilidad del lenguaje privado y la inserción del lenguaje en la socialidad.

Palabras clave: Juegos del lenguaje, Mundo, Realidad, Proposiciones, Significado.


Abstract

The aim of this paper is to establish the difference between the first and second Wittgenstein in terms of the theoretical transformations given in the transition from the Tractatus to the Philosophical Investigations. The concept of "Language-Games" is exhibited to be of key importance in this transformation. The impossibility of the private language and the insertion of the language in the sociality are, therefore, derived from the line of argument.

Key Words: Language-Game, World, Reality, Propositions, Meaning.


Acerca de la posibilidad del sentido en el lenguaje, Ludwig Wittgenstein defendió en el Tractatus la tesis según la cual el análisis de las oraciones significativas debe necesariamente culminar en la formulación de proposiciones elementales, en las que el sentido se encuentra correctamente fijado por el significado de los nombres y la articulación misma de la oración, que tiene como característica nuclear ser recíproca y lógicamente independiente de otras proposiciones elementales. Después consideró que esta precisión no era realmente satisfecha. Se percató de que ciertas proposiciones, por ejemplo sobre movimiento, forma, tamaño o color, son proposiciones más bien pertenecientes a un sistema y no independientes entre sí, por lo que el sentido del lenguaje no es posible hallarlo en el contenido de una sola proposición, sino en sistemas de proposiciones. Mediante un ejercicio interpretativo, en este trabajo describiré cómo lo anterior llevó a Wittgenstein por el camino de la revisión de sus postulados escritos en el Tractatus. La argumentación se orientará a la relación entre lenguaje y realidad. En ese orden de ideas, la noción de "juego de lenguaje" es medular, puesto que añade una dimensión práctica al sistema de proposiciones y suma a la comprensión del lenguaje la tendencia de lo natural, de lo no racional, de lo cotidiano, poniendo de manifiesto, al contrario del Tractatus, las conexiones de dependencia entre determinadas proposiciones y los contextos prácticos y reales en los que esas oraciones son usadas, ya que esas conexiones determinadas por el uso del lenguaje son las que fijan el significado del lenguaje, en el que la denotación de nombre y objeto no es suficiente para entender de una manera completa su sentido.

Aunque el objeto de este escrito no es hacer una reseña histórica sobre la Filosofía Analítica, en aras de identificar la posición o tesis de los juegos del lenguaje del Ludwig Wittgenstein de las Investigaciones Filosóficas (1998) es pertinente esbozar al menos los elementos más importantes del Wittgenstein del Tractatus (2007). Para tal cometido es inexcusable unificar conceptos y tener muy presentes los antecedentes filosóficos previos al segundo Wittgenstein.

Las afirmaciones más generalizadas distinguen tres corrientes dentro del movimiento analítico del siglo XX, que son: el Atomismo Lógico, el Neopositivismo Lógico y la Filosofía Analítica. A la primera pertenecen (en orden aleatorio de importancia o influencia en el pensamiento filosófico occidental) Bertrand Russel, G. E. Moore, S. Kripke y el Wittgenstein del Tractatus; a la segunda, el llamado Círculo de Viena fundado por Schlick; y a la tercera, Gottlob Frege y el Wittgenstein de las investigaciones. Las tres posiciones se caracterizan y tienen como común denominador: primero una tendencia hacia el empirismo, al grado de que se considera como valido únicamente lo experimentable; segundo, un interés especial por el estudio del lenguaje, ya que el análisis de éste es el método y la tarea especial de la filosofía; y tercero, un muy marcado rechazo a la metafísica. En ello coinciden, independientemente de sus posiciones, la mayoría de los autores de la Filosofía Analítica.

Existe un argumento más o menos aceptado acerca de que Wittgenstein varió su primera posición filosófica por otra, aunque es más preciso afirmar que el pensador austriaco más bien tuvo el genio de contener dos filosofías. La posición analítica designada con la rúbrica de Atomismo Lógico se debe inicialmente a la de la primera posición filosófica, contenida específicamente en el Tractatus (1), cuyos puntos más importantes son la composición del mundo, expresada por el autor así: "el mundo es todo lo que acaece"; "el mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas" (Ibíd)1. A su vez hacen parte del emitido Atomismo Lógico, el isomorfismo, el sentido apofántico del lenguaje, los lenguajes con sentido y la relación entre filosofía, lenguaje y ciencias.

Según el planteamiento anterior, la filosofía es crítica del lenguaje, su objeto es la aclaración lógica del pensamiento; a ella no le corresponde arrojar proposiciones filosóficas, sino más bien esclarecer dichas proposiciones2. No es labor de la filosofía dar explicaciones globales del mundo, ya que la totalidad de las proposiciones válidas constituyen las ciencias naturales; al respecto, el Atomismo Lógico de Russell expresa la relación que existe entre la realidad y el lenguaje, porque si éste designa la realidad debe haber similitud entre la estructura de ésta y la estructura de aquél. Este lenguaje no es de ningún modo el lenguaje corriente, ya que éste, según Russell, está lleno de imprecisiones; se refiere más precisamente al lenguaje lógico3.

El mundo, es decir, la realidad, está compuesto por hechos, el lenguaje por proposiciones que son representaciones lógicas de los hechos.

Los hechos primarios de la realidad, del mundo, son hechos simples o independientes: Bertrand Russell los llama "hechos atómicos". Paralelamente, los elementos primarios del lenguaje son las proposiciones simples o atómicas. Cada proposición simple expresa un hecho atómico. El enunciado atómico, herencia de Wittgenstein en el Tractatus, consiste en reemplazar los "p" y los "q" por "Pa", "Qb", "Ra,b", donde "a" y "b" son nombres propios de individuos posibles, "P" y "Q" predicados que designan cualidades simples, "R" un predicado relacional que designa una relación simple. La disyunción en torno a las condiciones de verdad y validez toma la forma de una disyunción de descripciones de estado, donde una descripción de estado es una conjunción (enlace) de enunciados atómicos y de negaciones de enunciados atómicos que contiene, para cada enunciado atómico del lenguaje, o bien a él o bien a su negación, pero no a los dos. Un enunciado verdadero se define como uno que abarca a todas las descripciones de estado. Al respecto Carnap y la teoría de la verdad lógica de Wittgenstein, extendiendo la idea de las condiciones de verdad para un enunciado, afirman que un enunciado lógicamente verdadero agota el rango de posibilidades, entendiendo por "descripción de estado" la "descripción de un mundo posible", que está en estrechísima relación con la concepción de "verdades de razón" de Wilhelm Leibniz, como verdades válidas en todos los mundos posibles, y en la que un mundo posible no es otra cosa que un mundo que se ajusta a las leyes de la lógica: en particular a las leyes o los principios de no contradicción y del tercero excluido que son, al menos, los enunciados más tradicionales de la lógica. El lenguaje lógico, para expresar estas situaciones, tiene la posibilidad de que las proposiciones simples se enlacen entre sí mediante las conectivas y formen complejos proposicionales que se llaman proposiciones moleculares.

En el Tractatus, Wittgenstein explicará que las proposiciones son figuras de la realidad, puesto que se conoce el estado de las cosas que representan si yo entiendo el sentido de la proposición (4.021) y la proposición nos muestra su sentido, ya que si la proposición es verdadera, muestra cómo están las cosas y dice que la cosas están así (Id. 4.022).

Afirma el primer Wittgenstein (2007) que "la realidad debe ser fijada por la proposición en sí o en no. Por esto debe ser completamente descrita por ella. La proposición es la descripción de un hecho atómico. Lo mismo que la descripción de un objeto lo describe según sus propiedades externas, así la proposición describe la realidad" (4.023). Según este argumento, la proposición constituye un "mundo" con la ayuda de un armazón lógico determinado; es por eso posible, según el Wittgenstein del Tractatus, ver en la proposición si es verdadera, el aspecto lógico de la realidad misma (Ibíd). Cito a pinceladas estas tesis también para destacar que ellas fueron recibidas con júbilo por Phillipp Frank y Otto Neurath entre las dos guerras mundiales, tratando de formular concepciones filosóficas que permitieran explicar, entre otras, la teoría de la relatividad de Albert Einstein publicada entre 1915 y 19164; autores que años después se unirían al grupo de Rudolph Carnap y Moritz Schlick que, en consonancia con Bertrand Russell y Whitehead, exigen una nueva lógica que tenga como fundamentos la lógica matemática y la afirmación del carácter empirista de la nueva doctrina lógica, teniendo como modelo o punto de referencia a David Hume. Concerniente a este último, Reichenbach en The Rise of Scientific Philosophy explica que Hume llega al resultado de que todo conocimiento es analítico o derivado de la experiencia: las matemáticas y la lógica son analíticas en tanto que todo conocimiento sintético es derivado de la experiencia. Analítico, según Reichenbach, es igual a "auto-explicativo" como el ejemplo de verdad analítica: "ningún soltero es casado". "Auto-explicativo" es igual a evidente. No existe en tal modelo el conocimiento sintético a priori (Pap 84-87). El conjunto de estos autores mencionados, especialmente Bertrand Russell, buscaban una filosofía con lenguaje científico regulado: un lenguaje propio de las ciencias que evitara pseudoproblemas (Santamaría 2008 340), y la unificación de las ciencias y su método, rechazando cualquier corriente que pretendiera dividirlas, a lo que se suma una categórica oposición a toda concepción filosófica especulativa, entendiendo por especulación toda teoría que rebase la realidad respaldada por la ciencias positivas.

Es de tales posiciones que el Wittgenstein de las Investigaciones Filosóficas (1998) toma distancia, después de una cantidad determinada de avatares biográficos, los cuales son omitidos en este escrito. En desacuerdo con la teoría que concebía al lenguaje como retrato de la realidad y que pretendía la perfección y regulación del mismo, tesis de la cual él fue también precursor, sostendrá ahora en las Investigaciones que no existe un solo lenguaje, sino muchos: los lenguajes naturales, a los que la filosofía además no puede de ningún modo manipular en su uso efectivo, puesto que sólo puede describirlos, no regularlos (Cf. 1998 124).

En el Tractatus, el filósofo austriaco expuso que el significado de los términos consiste en sus referencias, en los objetos por ellos representados; en las Investigaciones explicó que no es lo mismo significado y referente (48): el referente es el objeto del significado, y más bien el significado de un término depende del uso que tenga en un determinado lenguaje. Por eso argüirá también que la tarea del filósofo será la comprensión de los enunciados, porque los malentendidos de éstos han resultado en problemas y contradicciones inherentes a la filosofía, y que no hacen sino impedir el verdadero móvil del filósofo que es el lenguaje (Ibíd). A partir de este supuesto, presenta el autor su teoría de los juegos lingüísticos, que se refiere a las diferentes maneras de emplear los términos; esos juegos son los determinantes del significado de aquellos. Dice el autor austriaco: "nuestros juegos de lenguaje simples y claros no son estudios previos para una reglamentación futura del lenguaje. Más bien están ahí como objetos de comparación que por vía de semejanza y desemejanza han de arrojar luz sobre las relaciones de nuestro lenguaje" (Id. 130).

Wittgenstein veía cada lenguaje como un juego que funciona siempre de acuerdo con ciertas reglas y cada proposición adquiere significado al ser usada conforme a las reglas del juego en el que ella se formula. Los juegos lingüísticos son los usos lingüísticos. Para Wittgenstein, un hecho de fundamental importancia es que todos establecemos reglas y una técnica para un juego, y seguimos efectivamente esas reglas; pero las cosas no siempre van de acuerdo al supuesto que nos asegura la regla. Nos enredamos en nuestras propias reglas; más aún, estos enredos ameritan ser comprendidos; este hecho arroja luz en lo concerniente al concepto de significado, precisamente porque sucede algo que no había sido previsto. Ese hecho, esa posibilidad, es el problema filosófico (Wittgenstein 1998 125). Al lenguaje lo podemos emplear para describir, pero también para sus usos más comunes como mandar, suplicar, preguntar, afirmar, confundir, entre otros.

En las Investigaciones Filosóficas, la pregunta fundamental de la filosofía de acuerdo a la Filosofía Analítica de este segundo Wittgenstein no es la referente al significado exclusivamente, sino al uso, ya que el significado de una palabra está determinado por el uso que tiene en el lenguaje esa palabra determinada; cito un ejemplo con el que el mismo Wittgenstein (1998) lo explica:

    Piensa en las herramientas de una caja de herramientas: hay un martillo, unas tenazas, una sierra, un destornillador, una regla, un tarro de cola, cola, clavos y tornillos. Tan diversos como las funciones de estos objetos son las funciones de la palabra (y hay semejanzas aquí y allí).
    Ciertamente lo que nos desconcierta es la uniformidad de sus apariencias cuando las palabras nos son dichas o las encontramos escritas o impresas. Pues su empleo no se nos presenta tan claramente. ¡En particular cuando filosofamos! (11).

La validez de cada herramienta es el producto de su uso, para lo que sirve, prescindiendo incluso de lo que es; de igual modo las palabras son el objeto del estudio de los juegos lingüísticos, y hay que fijarse en sus funciones, en sus usos, en aquello para lo que son empleadas. Se hace entendible, entonces, desde la anterior premisa la crítica de Wittgenstein al modelo referencialista, al intento de establecer un lenguaje lógicamente perfecto, puesto que éste no se reduce a frases descriptivas; más bien el lenguaje es forma de vida. El mundo es entendido por los lenguajes reales, por los juegos del lenguaje. De este modo, la tarea de la filosofía, su objeto, como lo explica el mismo Wittgenstein de las Investigaciones Filosóficas con el ejemplo de la mosca encerrada en la botella, es mostrar la salida; la mosca no necesita ser sacada de la botella, ya que le basta con que le muestren la salida; de igual modo los problemas filosóficos que tienen la forma: "no me sé orientar" o "no sé salir del atolladero" (1998 123) hacen referencia a los malentendidos en los usos lingüísticos5. La filosofía, según esta posición, debe proponerse la disolución de los problemas filosóficos mediante la actividad de comprensión de los usos lingüísticos y los juegos que en ella se dan.

El Wittgenstein del Tractatus creía en un lenguaje ideal compuesto por la totalidad de las proposiciones significativas: el lenguaje descriptivo; para el Wittgenstein de las Investigaciones, el lenguaje se expresa y manifiesta en una pluralidad de distintos juegos del lenguaje, del que el descriptivo es sólo un caso, un hecho, un juego. Podría decirse que el primer Wittgenstein definía la invalidez de una proposición en tanto que ésta rebasaba los límites del lenguaje significativo. El segundo Wittgenstein entiende que una proposición puede rompernos, o representa una fisura de las reglas del juego que nosotros mismos ponemos, en la medida en que ésta intenta ser usada dentro de un juego de lenguaje al cual no pertenece, de la que no es nativa. Para el primer Wittgenstein, el significado podría determinarse por la referencia, porque una palabra nombra alguna cosa o una proposición figura un hecho; si no es así carece de significado, porque es imposible determinarle o asignarle validez. El segundo Wittgenstein, explicando lo referente a la tesis de los juegos que existen en el lenguaje, reconoce en el lenguaje ordinario la función descriptiva, y al mismo tiempo, el dominio del significado es mucho más vasto que el de la referencia; es decir que el uso del lenguaje ordinario no exige más que su uso sencillo, diario y austero, que no menoscabe las prácticas comunes a los hablantes.

El criterio referencial del significado es ampliado en las Investigaciones por el criterio pragmático del significado. Allí Wittgenstein propone desvincular al lenguaje de las condiciones de verdad, para anclarlo a condiciones de justificación (Santamaría 2009 349). Las palabras y las oraciones formadas con ellas no deben ya enunciar hechos o tener estrecha correspondencia con los objetos; más bien estas palabras, enunciados o argumentos son parte de un armazón lingüístico, en el que el uso se constituye como el criterio de validez para su significatividad.

Wittgenstein, inclinado a pensar que el intento de su primer obra estaba equivocado al pretender obtener desde la lógica la estructura del lenguaje, del pensamiento y de la realidad, afirma en las Investigaciones que la lógica ya no opera ni en el pensamiento, ni en el lenguaje, ni en la realidad, ya que el lenguaje es más bien un conjunto de procedimientos para hacer uso de las palabras en vinculación con diversas actividades. Es a esto precisamente a lo que llamó "juegos del lenguaje" (Sprachspiele). Empero, dado el objeto de este escrito, es de inexcusable necesidad aclarar que la Filosofía, tanto para el Wittgenstein del Tractatus como para el de las Investigaciones, sigue teniendo la misma tarea que es la de aclarar el lenguaje. El corazón del asunto es el modo en el que se hace esa aclaración. En las Investigaciones esa tarea ya no consiste en extraer o determinar la estructura lógica del lenguaje, sino en mostrar los usos que hacemos de él. Si bien una de las empresas más importantes de la Filosofía Analítica aseverada por el Círculo de Viena, concretamente por Moritz Schlick, es la que corresponde al esclarecimiento de los significados sin concluir en aserciones de proposiciones distintivamente filosóficas6, es precisamente en la primera en la que a Wittgenstein se lo puede identificar junto a otros autores como Hilary Putnam, para quien el camino de la referencia es la ruta filosófica que conduce a la aclaración del lenguaje. Frege y Edmund Husserl hablan de referencia y designación respectivamente. Frege delimita el significado de dos términos, por ejemplo, a través de lo que él llama "el modo de darse"; el significado para Frege determina el referente, porque quien conoce el significado de un término cualquiera conoce el modo como se da su referente. Con respecto a este asunto, existe una vía en la filosofía contemporánea que consiste en rechazar el argumento que defiende que el significado de un término fija aquello a lo que nos referimos al usar precisamente ese término. El rechazo a esa tesis se encuentra principalmente en Saul Kripke y Hilary Putnam; ambos dirán que la referencia de las palabras no está en la cabeza.

Siguiendo la expresión de Putnam, la "doctrina tradicional" que entiende el significado de un término como su concepto tiene implícita la dificultad de concebir ese significado como una entidad mental; en términos de Frege, esta concepción es de carácter "psicologista" e inválida, ya que los significados son propiedad pública; es decir que un mismo significado está sujeto a la posibilidad de ser captado por un numero amplio de personas en tiempos diferentes. Las "intensiones" o significados no son por tanto formas mentales, sino entidades abstractas. El siguiente inconveniente inherente de la doctrina tradicional sobre el significado tiene la siguiente forma: dos términos pueden tener la misma extensión, pero no la misma intensión. Además, la doctrina tradicional propuso la tesis según la cual dos términos no pueden coincidir en extensión y, al mismo tiempo, poseer la misma intensión. Esta tesis, aunque formulada, careció siempre de argumentación (Putnam 1991 152). Lo anterior refleja el supuesto sobre el que los filósofos de la antigüedad y los medievales pensaron el concepto de un término como válido y suficiente para estar siempre dentro de la extensión del término. Podríamos decir entonces con Putnam que la "perspectiva tradicional" sobre el significado es una consideración ilusoria o falsa7, ya que existen muchas palabras que pueden ser usadas perfectamente bien, aunque no tengan ninguna propiedad común a todas aquellas cosas a las que esa palabra se aplica correctamente. Podemos sintetizar entonces los dos problemas descritos por Putnam enunciándolos así: que la teoría tradicional del significado se ha fundamentado erróneamente, primero, en que conocer el significado de un término es estar en un cierto estado psicológico, y segundo, en que los estados psicológicos (en sentido "intensional") determinan la extensión de un término. Putnam dice que no es posible sostener los dos supuestos a la vez. La razón consiste, según el autor, en que es posible que se den al mismo tiempo dos estados psicológicos idénticos, pero teniendo extensiones distintas cada uno. Putnam da ejemplos concretos de su argumento, uno de los cuales es el de la Tierra y la Tierra Gemela, en donde el término "agua" expresa en la tierra la composición química formulada así: H2O, mientras que paralelamente, en la Tierra Gemela, el mismo término "agua" indica una composición distinta, formulada como XYZ. La cuestión está, según la explicación de Putnam, en que el agua de la Tierra y el "agua" de la Tierra Gemela son idénticas sensorialmente a simple vista; por eso argumentará que el estado psicológico de una persona no determina el significado de un término (Putnam 1991 153-156). Ahora bien, si para referirme al agua yo uso en la Tierra el término "agua" y mi "Doppelgänger" en la Tierra Gemela usa también "agua", pese a estar en el mismo estado mental, ambos nos referimos entonces a cosas distintas. Según Putnam, es incoherente pensar el significado como un estado mental: "¡se ponga uno como se ponga, simplemente los significados no están en la cabeza!" (Id.156). Este ejemplo citado, junto al del término "aluminio" y el término "oro", son ejemplos de la división mundana del trabajo, que engendra también una división del trabajo lingüístico que, con respecto a la extensión y a la indexicalidad, Putnam explica con el caso hipotético de la Tierra Gemela: que es al estado de la comunidad sociolingüística (juegos del lenguaje) a la que se le fija la extensión del término y no al hablante solo.

La división del trabajo lingüístico se debe, según Putnam (1991), a la división del trabajo no lingüístico (157). Y esto se puede explicar diciendo que un número determinado de hablantes pueden, de acuerdo a la división del trabajo no lingüístico, decidir o fijar si una muestra de agua, por ejemplo, pertenece o no a la extensión del término "agua", extensión que después es empleada en el término "agua" por la comunidad. Esos hablantes de los que hago referencia son, por ejemplo, expertos en la materia, concretamente en el agua, de los que a su vez los otros hablantes se fían al respecto de esas especificaciones y condiciones que los hablantes expertos ponen a la extensión del término "agua".

Concluyo argumentando con Wittgenstein la imposibilidad de un lenguaje privado; imposibilidad que se explica precisamente en la tesis de los juegos del lenguaje, en la suma de juegos que están inmersos en el uso del mismo, que están regidos cada uno por sus propias reglas las cuales no son en ningún caso privadas, puesto que el único criterio con el que nos enteramos que seguimos correctamente la regla radica en el uso habitual: porque su uso y los juegos pertenecen a una colectividad y nunca a un individuo sólo. Así, por ejemplo, el uso de la palabra "hambre" está vinculado a una serie de experiencias similares como el "apetito"; fundamentado en ello, asociamos la palabra "hambre" a eso que experimentamos privadamente. En este sentido (el de los juegos del lenguaje), el estudio filosófico del lenguaje en el ámbito de lo social es de importancia suma: cuando yo me inserto en un mundo social, me estoy insertando en un mundo de sentido, en la cultura. Yo no soy lenguaje sin el otro, yo no aprendo lenguaje sin el otro. Todos los seres humanos somos palabra; la cultura se hace porque hacemos lenguaje; por eso los animales no hacen cultura porque no tienen lenguaje; no existe el pensamiento sin el lenguaje. No somos simples cajas de resonancia que emiten un solo tipo de manifestación lingüística; los hombres hacemos mundos con las palabras. Hablar es una acción; hacer filosofía es hacer práctica de la vida.


Pie de página

1 Cito al mismo Wittgenstein en la obra de la que ahora trato: "el hecho atómico es una combinación de objetos (...) es esencial a la cosa poder ser parte constitutiva de un hecho atómico" (Id. 2.01, 2.011).
2 Esta pretensión está estrechamente relacionada al tenor russelliano de formular un lenguaje lógicamente perfecto, que sea claro y preciso, eliminando cualquier posible ambigüedad y oscuridad.
3 Siguiendo las explicaciones de Jhon Stuart Mill y Alexius Meinong, Bertrand Russell se vale de la teoría de los nombres propios y las descripciones, expuesta en Sobre la denotación, contraria en este punto a Frege y al primer Wittgenstein (Cf. Santamaría 2008 392-393): "Russell, con respecto a la teoría descripcionista de Frege, sostiene que los nombres son etiquetas que señalan un particular y que su única función es denotar un individuo concreto. Para el autor de la Filosofía del atomismo lógico es necesario distinguir con claridad entre un nombre y una descripción. En la Introducción a la filosofía matemática, Russell afrmaba que un nombre es un símbolo simple, que designa directamente a un individuo que a su vez es su significado y que tiene este significado por derecho propio, independientemente del significado de las demás palabras. Por su parte, una descripción es la que se compone de varias palabras cuyos significados están ya determinados y de los cuales resultará lo que quiera que haya de denotarse como "significado" de la descripción" (Id. 395-396).
4 Albert Einstein, Bertrand Russell y Ludwig Wingenstein fueron considerados los tres principales representantes de la concepción científica del mundo.
5 Otro ejemplo esclarecedor que nos ofrece Wittgenstein en las Investigaciones es el siguiente: "cuando los filósofos usan una palabra (conocimiento, ser, objeto, yo, proposición nombre) y tratan de captar la esencia de la cosa siempre hay que preguntarse: ¿se usa efectivamente así esa palabra en el lenguaje en el que tiene su tierra natal? Nosotros reconducimos las palabras de su empleo metafísico a su empleo cotidiano" (116).
6 Según Arthur Pap (1970), quien intenta esclarecer conceptos de la "Analítica" y aclarar la distinción entre proposiciones necesarias y contingentes. "Analítica" entendida ésta como parte de la epistemología contemporánea, semánticamente orientada a la pregunta por si toda verdad necesaria es "verbal" (15-16).
7 Así aparece propuesto el argumento: "el concepto tradicional de significado es un concepto que descansa en una teoría falsa" (Putnam 1991 152).


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