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Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu

Print version ISSN 0120-1468

Franciscanum vol.61 no.171 Bogotá Jan./June 2019  Epub Jan 07, 2021

https://doi.org/10.21500/01201468.4107 

Reseña

1Ordine, Nuccio. Los retratos de Gabriel García Márquez. Repetición y diferencia. Trad. Manuel Prada Londoño - Eleanor Londero. Cali: Editorial Bonaventuriana, 2018

Manuel Alejandro Prada Londoño1  *

1Universidad Nacional Abierta y a Distancia, Bogotá, Colombia.


Al menos desde la publicación de Verdad y método de Gadamer, en 1960, es frecuente afirmar que la lectura de un texto puede compararse con la hospitalidad: quien lee acoge la voz del texto, deja que este le diga algo, que lo interrogue; para ello es necesario que el lector sea un auténtico anfitrión, esto es, que no solo abra las puertas de su casa momentáneamente, mientras dura su estancia junto al texto, sino que deje que sus rutinas se conmuevan, que se afecte su modo de ver el mundo y la forma como se lee a sí mismo.

La escritura supone un gesto análogo de hospitalidad: en primer lugar, uno escribe después de haber alojado una pregunta, o de haber padecido una ruptura como la que deja el amigo que se quedó en casa y cuya presencia transformó todas las rutinas propias; escribir es en parte la procura de un cierto sosiego que se consigue a fuerza de poner en limpio la experiencia ganada en el duelo de una pérdida. Asimismo, escribir supone entrar en diálogo -ese vaivén de escucha atenta y palabra cuidadosa- con otros textos, con otros pensamientos u otras épocas.

Precisamente, Los retratos de Gabriel García Márquez es un libro que, a mi juicio, testimonia una triple experiencia de hospitalidad. En primer lugar, desde hace más de cuatro décadas Ordine comenzó a hacerse amigo -otra de las formas de la hospitalidad- de Cien años de soledad y luego de toda la obra del Nobel colombiano. Desde ese momento, dice, esta novela se convirtió en una compañera a la que él continúa escuchando y, por ende, con la que se sigue dejando conmover. También fue un amigo, el pintor Franco Azzinari, autor de algunos retratos de Gabo, quien motivó la escritura de este libro, publicado en francés en 2012. En suma, Los retratos testimonia la potencia de la amistad con personas, libros y pinturas, que provoca, sin duda, la conmoción propia de quien no impone al amigo, al texto o al cuadro su propio criterio, sino que lo deja hablar y escudriña en el decir ajeno los vericuetos de su propia alma.

En segundo lugar, Ordine ha hospedado itinerarios, pueblos, personajes, acontecimientos, incluso nombres de dulces y de flores, así como expresiones muy propias del universo creado por Gabo; los ha dejado decir el mundo y luego los ha invitado a acompañarlo en su propio camino de pensamiento, el de un autor que reivindica el poder de la literatura para expresar lo que a veces los historiadores, los políticos, los profesores, entre otros, no podemos o no queremos decir. Aquí la figura de la lectura se hermana con la de la traducción, también entendida a la luz de la experiencia de hospitalidad, pues Ordine ha sabido leer a Gabo con el auxilio de una versión italiana o francesa, sin por ello perder de vista la particularísima lengua del escritor de Aracataca; y viceversa: ha re-creado (acaso traducido) pasajes enteros de Cien años de soledad o de El amor en los tiempos del cólera, haciéndonos ver con otros ojos textos que nos resultaban familiares. A esto se añade otro trabajo de lectura-traducción: el que ha emprendido a propósito de los veinte retratos pintados por Azzinari y la evocación que padece quien, ante ellos, trae a la memoria su propia visión de lo leído, e incluso del autor mismo.

Por último, el recorrido completo que llegó hasta la publicación de Los retratos de Gabriel García Márquez testimonia una actitud de hospitalidad de Nuccio, un maestro que lo trata a uno con la calidez de un amigo y que, a su vez -quizás porque entiende que la hospitalidad no es ajena a cierta lucha- no da concesiones a la hora de buscar el modo correcto de traducir una frase, una palabra, una expresión o el mejor diseño posible de una carátula. Ya Ordine había venido a nuestro país en 2015 y en esa ocasión, como lo narra él mismo, invitó en repetidas ocasiones a quienes lo escucharon, especialmente a los jóvenes, a ser «traficantes de belleza»; dos años después regresó para ser conferencista en un Congreso organizado por la Universidad de San Buenaventura, en Bogotá, y nos recordó la pertinencia de una defensa acérrima de las humanidades, a pesar de todo y de todos los que no logran ver en la educación más que un amasijo de sumas y restas, formatos y certificaciones. En el gesto de encender la esperanza o de incitar a la defensa de lo que él llama «saberes inútiles», quizás los más urgentes en los tiempos que corren, Ordine nos ha recibido en la casa de sus reflexiones y estuvo atento a nuestras preguntas, ambas formas en las que un profesor, como él, puede experimentar y hacer experimentar la hospitalidad. Pero no solo eso, sino que -huelga decir- Ordine nos donó este libro y los cuadros de su amigo como un gesto que yo no puedo entender sino en clave de generosidad.

Suele decirse en hermenéutica que uno cuando lee no debe buscar la intención del autor, o conectarse con su alma, sino el sentido abierto por el texto. No entraré a explicar ni a debatir aquí las razones teóricas que soportan esta idea. En cambio, sí quiero sugerir que de esta indicación hermenéutica puede inferirse que uno tampoco tendría -ni podría, la mayoría de las veces- que agradecerle a un autor por haber abierto una senda de reflexión, aclarado un concepto o alumbrado una idea nueva. Sin embargo, no es este precisamente el caso: quizás varios de los que tengan en sus manos esta brevísima reseña no han leído el libro, pero estoy seguro de que pueden escribirle a Ordine y esperar una pronta respuesta de un maestro que ha entendido que las palabras tienen una vocación de amparo. La gratitud se impone como un dulce deber y se traducirá en que nos dejemos hablar por el texto cuya publicación hoy nos convoca. Y cuando nos pregunten cómo fue posible llegar hasta aquí y aprender unos de otros en semejante experiencia de hospitalidad, tal vez solo podamos recurrir a las palabras de Montaigne a propósito de la amistad que inauguran Los retratos: «parce que c’était lui, parce que c’était moi».

Referencia

Ordine, Nuccio (2018). Los retratos de Gabriel García Márquez. Repetición y diferencia. Cali: Editorial Bonaventuriana. [ Links ]

*Doctor en Filosofía Contemporánea y Estudios Clásicos, Universidad de Barcelona. Profesor, Universidad Nacional Abierta y a Distancia. Miembro del grupo de investigación Moralia. Contacto: mpradalon@gmail.com

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