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vol.36 issue2AN ETHNOGRAPHIC APPROACH TO THE LIFE EX-COMBATENTS SETTLED IN THE TERRITORIAL SPACE OF TRAINING AND REINCORPORATION (ETCR) OF MONTERREDONDO, NORTH OF CAUCA author indexsubject indexarticles search
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Maguare

Print version ISSN 0120-3045

Maguare vol.36 no.2 Bogotá July/Dec. 2022  Epub Mar 09, 2023

 

Presentación

PRESENTACIÓN

Marta Zambrano, Con la colaboración de:

Suzanne Wilson, y el equipo editorial de Maguaré:

Gabriela Bravo

Laura Ximena Castañeda

Margarita Durán

Tatiana Herrera

Pablo Simón Acosta


  • Para que en los campos

  • el ladrar de los perros

  • en cualquier madrugada

  • no sea el rondar siniestro

  • de la muerte que vaga

  • sea el apretón de manos

  • la sonrisa cálida

  • del amigo que llega

  • y no fauce oscura

  • del fusil que amenaza.

  • Tirso Vélez, "Colombia un sueño de paz", Poemas perseguidos (1993)

Este número de Maguaré revela la riqueza de las visiones -algunas desde abajo, otras cruzadas y todas antropológicamente informadas-, así como su enorme potencial para comprender los entramados y desafíos de la transición y el posconflicto en Colombia. En conjunto, los nueve textos que componen esta entrega -ocho artículos de investigación y un texto de ficción documental- examinan el posconflicto y la transición en Colombia desde una polifonía de escalas espaciales, temporales y conceptuales, expresadas en un rico contrapunto de estrategias metodológicas y apuestas de escritura en clave antropológica.

Los trabajos de Pedro Musalem y María Clemencia Ramírez se enfocan en el devenir del conflicto armado en Putumayo. Siguiendo la vena de la antropología interpretativa, Musalem busca que comprendamos cómo el pueblo siona ha entendido y respondido a la violencia política a partir de una conciencia épica de larga duración, cuyo compás temporal se extiende desde la época de las caucherías hasta la actualidad. Propiciada por los taitas y curacas y reavivada por los relatos orales, dicha conciencia se nutre de una persistente lógica de coraje, movilidad y, en particular, del poder del yajé que ha permitido al pueblo siona lidiar con las múltiples violencias ocasionadas por sucesos recientes como el ciclo de la coca y la perturbadora incidencia de distintos actores armados.

Por su parte, inspirada por las antropologías histórica y del conflicto, Ramírez identifica la honda huella que ha dejado la irrupción de esos actores armados en Putumayo en la década de 1980. A partir en el análisis de una variedad de documentos y en su larga trayectoria investigativa en la región, la autora sigue el hilo de la instauración de "órdenes sociales alternativos" y de los regímenes de legalidad no estatales fraguados por los encuentros y desencuentros entre las FARO y los campesinos del bajo y medio Putumayo. En contraste con lo que informan los medios, la autora examina la manera en que estos órdenes han perdurado durante el posconflicto, transformándose al ritmo de dos procesos de desmovilización, primero de los paramilitares y luego de la guerrilla. Ramírez ensambla la fragmentada información periodística -que usualmente se enfoca en un solo grupo armado- para revelar las fluidas y complejas lógicas y dinámicas de lugar que se entretejen en la actualidad entre heterogéneos, lábiles, viejos y nuevos grupos armados legales e ilegales y las poblaciones campesinas locales que, en diálogo y contrapunto, configuran el violento paisaje actual del posconflicto en la región.

En últimas, los análisis de Ramírez dejan un sabor amargo acerca de los beneficios y avances de la "paz" en Putumayo. Al igual que dicho texto, varios artículos interrogan de manera crítica la transición. Óscar Cardozo se acerca al destino del ETOR de Monterredondo en Miranda, Cauca, y sobre todo al de sus habitantes. Monterredondo, inicialmente designado espacio de congregación del Frente 16 de las FARO, fue el primer lugar de desmovilización que llegó a reunir más de 220 excombatientes, pero ya en 2020 sus habitantes no alcanzaban a ser 40. Mediante el análisis de la afiliación identitaria a las FARO, las relaciones sociales y los proyectos que se tejen en la actualidad en Monterredondo, el autor complejiza, desde una perspectiva etnográfica atenta a las palabras, los proyectos productivos y de formación, las tareas de cuidado colectivo, el tejido de redes sociales internas y externas, así como la reconstrucción de lazos familiares de tres personas que allí permanecían en 2021. El balance de Cardozo es agridulce, nos enfrenta al grave incremento de excombatientes asesinados durante la transición a la vida civil y a la vez señala la manera en que muchas de estas personas están dispuestas a defender esa transición aún a costa de sus propias vidas.

En una nota concordante, el artículo de fotoetnografía de Alex Diamond, incluido en la sección Antropología en imágenes, desdobla el significado del posacuerdo en derivas opuestas: el vuelco de las relaciones de desigualdad y desposesión que condujeron al conflicto armado o la reconfiguración de esas iniquidades, ahora amparadas por los acuerdos de paz. En la misma línea de Ramírez, Diamond insiste en que las estructuras del poder local, junto con otros agentes y factores supralocales, inciden diferencialmente en la implementación del proceso de paz. Sobre todo, subraya que las poblaciones involucradas tienen un papel clave en su materialización. Diamond combina el uso de la fotografía y la observación etnográfica para retratar las transformaciones y las secuelas del conflicto armado en el municipio de Briceño, Antioquia, escenario emblemático del posconflicto, reconocido como el primer "Laboratorio de paz" que abrigó el plan piloto del programa de sustitución de cultivos ilícitos. El autor subraya las paradojas de la transición: si bien Briceño, antiguo centro cocalero, es el lugar donde más ha avanzado el programa de sustitución en Colombia y allí se vive en relativa paz, en cuatro años apenas se ha cumplido la primera y menos ambiciosa etapa de la sustitución, cuya lentitud amenaza el sustento del campesinado y su futuro como agrupación social. El autor examina el enfrentamiento de la producción campesina con la extracción capitalista y la manera en que la presencia estatal se ha concentrado en la sustitución policiva de cultivos ilícitos, la minería a gran escala y los megaproyectos, mientras que la población campesina ha buscado adaptarse a los cambios en sus estrategias de subsistencia provocados por la sustitución de cultivos de coca mediante el retorno al café y la ganadería.

En resonancia con la investigación de Diamond, los artículos de Ramírez y Dest se detienen en el papel de los cultivos de coca, el narcotráfico y sus efectos en la población local durante el pos/conflicto armado. Ramírez identifica la erradicación forzada de cultivos de uso ilícito como una modalidad vigente de violencia estatal que va en contravía de la sustitución voluntaria apoyada por los campesinos cocaleros, acordada en la Habana, algo particularmente grave en Putumayo, donde la marginalidad e ilegalidad se han magnificado gracias a los cultivos de coca y las acciones de actores armados no estatales.

Desde una orilla un poco diferente, el trabajo de Anthony Dest, traducido para este número de la revista, examina la expansión de los cultivos de coca destinados al narcotráfico y el subsecuente enfrentamiento entre la producción de subsistencia y la explotación extractiva, esta vez en el norte del Cauca. El autor retorna a las décadas más recientes en esta región, testigo de múltiples violencias, así como de la llegada de colonos cocaleros o foráneos, provocada por la fracasada guerra contra las drogas impulsada por el gobierno norteamericano. Con fino ojo etnográfico, Dest analiza cómo este conflicto neoimperial, multiescalar en combinación con la "anticultura de la coca" traída por los foráneos, marcada por el consumismo y el extractivismo, ha afectado y afecta a las comunidades afrocolombianas locales. Dest se detiene en las maneras en que la desigualdad y la pobreza han empujado a estas comunidades a cultivar y depender de la coca, mientras las somete a la violencia estatal y del narcotráfico.

El artículo de Ana María Leal enriquece las discusiones planteadas por los textos ya mencionados, a partir de la justicia transicional. Se centra en el Campamento Libertad Simón Trinidad, un espacio que define como "transicional", tanto por su papel como escenario del paso y transformación de los excombatientes expresidiarios en sujetos libres, como por su participación en el partido político que surgió de la desmovilización de las faro. Mediante un enfoque etnográfico, nutrido por observación participante, entrevistas y análisis de narrativas, la autora pone en el centro las miradas de los excombatientes que fueron a la vez presos políticos, y a partir de la geografía transcarcelaria y la justicia transicional crítica, analiza cómo este campamento migró desde lo carcelario hacia un centro de reincorporación colectiva notable por la apropiación del espacio mediante las adecuaciones realizadas por los mismos excombatientes para compañeros futuros y de asentamiento, así como por proyectos productivos vigentes. Leal llama la atención sobre la paradójica condición del Simón Trinidad: a pesar de su continuidad y relativo éxito como espacio de transición en el que los excombatientes han tenido un papel protagónico, viven en un limbo jurídico pues este no ha sido reconocido oficialmente.

En feliz coincidencia, la operación de nociones situadas de legalidad y legitimidad, aproximan los trabajos de Leal y Ramírez. Mientras que Leal se detiene en las maneras en que los excombatientes exprisioneros entrevistados consideraban que muchas veces lo ilegal era legítimo -por ejemplo, su decisión de unirse a las filas de un grupo armado guerrillero-, Ramírez llama la atención sobre la difusa frontera entre legalidad e ilegalidad que impera en regiones periféricas como Putumayo, "donde lo ilegal no está totalmente separado de lo legal y lo ilegal puede llegar a ser considerado legítimo" (194). A la vez, Leal arroja el guante a la justicia transicional en Colombia, que reserva penas de cárcel para quienes no hayan cumplido lo pactado: la autora invita a repensar el papel de las prisiones en la justicia transicional en Colombia, lugares en donde pulula la ilegalidad y la corrupción y en los cuales hay pocas oportunidades para la reparación y la resocialización, tal como lo han experimentado los antiguos presos políticos integrantes de las FARO.

Desde un ángulo novedoso, Jairo Baquero estudia el entrelazamiento entre los procesos multi-temporales y multi-escalares de territorialización, infraestructura y reincorporación en el ETOR de Gaitania (Tolima). El autor argumenta que las carreteras están conectadas con la formación del Estado y configuran su participación en el conflicto armado. En conjunción y como complemento de los planteamientos de Ramírez en este número, Baquero propone que la guerrilla creó órdenes sociales alternos y que una importante contribución de las FARO a la formación estatal fue la construcción de muchos kilómetros de vías mientras enfrentaba con las armas al Estado. A partir de una metodología etnográfica mixta que combinó visitas cortas al espacio territorial, fotografías, encuentros con sus integrantes en Bogotá, reuniones con las comunidades aledañas y autoridades del municipio, entre otras estrategias, el autor muestra como el ETOR de Gaitania fue ubicado en la periferia de la periferia, conectado por la vías en peor estado del municipio, emplazado por casas prefabricadas diseñadas desde arriba y se detiene en la manera como se debate entre la transitoriedad de la figura territorial y la voluntad de permanencia y transición a la vida civil de sus estigmatizados habitantes y pobladores, mediante la modificación de la infraestructura, la formación en nuevas habilidades y la consolidación de proyectos productivos exitosos como la comercialización del café de origen.

Desde otra mirada, resulta igualmente sugerente el trabajo de Nicolás Carranza, quien explora etnográficamente la exposición fotográfica "El testigo" de Jesús Abad Colorado en el Claustro de San Agustín en Bogotá. A partir de la observación de las reacciones del público un grupo de personas universitarias a la exposición que no había tenido experiencias directas de las violencias retratadas por Abad y a la luz de la teoría actor-red (TAR) -que replantea y amplía la agencia de humanos y no humanos-, el autor muestra que la exposición no se limita a narrar fragmentos del conflicto armado colombiano. En cambio, reensambla la manera de pensar y sentir el dolor de quienes han sido víctimas, de manera que la relación entre Abad el fotógrafo, sus fotografías y textos, y los espectadores configura un espacio en el que circulan vínculos empáticos colectivos y donde se forja una comunidad emocional.

Como Cardozo, Baquero y Diamond, Carranza usa la fotografía como medio para hacer etnografía y, como Diamond, reflexiona sobre su poder y los tipos de agencia involucrados. Para Carranza las fotografías se tornan agentes en una doble relación de agencia con quienes las ven e interactúan con ellas a través de miradas lejanas y cercanas y cuyas experiencias previas permiten comprenderlas. Para Diamond, mientras tanto, la fotografía le ha permitido relacionarse de nuevas maneras con los sujetos de su investigación y con quienes la ven. Como ocurre en "El testigo", quienes, como Abad y Diamond, toman fotos de episodios de violencia y estigmatización y que como ellos son "capaces de ponerse en su piel" (151), demandan a quienes las ven una respuesta contra esas violencias, mientras invitan a expresar nuevas visiones políticas y modalidades de solidaridad. Así, en conjunto, Diamond y Carranza abren la ventana a imaginar nuevos escenarios, que amplíen y afiancen la transición en Colombia.

Precisamente la imaginación creadora inspira el artículo de Jhon Alberto Parra en la sección En el campus que cierra este número. A partir de sus lecturas sobre el conflicto armado y mediante un ejercicio imaginativo, el autor pone a nuestra disposición tres relatos no ficticios que escribió durante el obligado confinamiento de los tiempos de pandemia. Movido por la lectura de informes sobre víctimas del conflicto y la atenta, persistente escucha de numerosos relatos atravesados por situaciones bélicas, Parra apuesta por otro tipo de escritura antropológica mediante la creación de voces inspiradas por las historias de guerra y de un lenguaje que trasciende la escritura académica. Lo hace a partir de la puesta en escena del dolor de las violencias que permean los territorios y a múltiples agentes en Colombia, tales como el desplazamiento forzado, el asesinato de líderes sociales, las ejecuciones extrajudiciales, las violencias de género, el extractivismo y el despojo de tierras, temas que han sido examinados o tocados por los artículos reunidos en este volumen.

En conjunto, este número muestra la importante contribución de la antropología y de las perspectivas etnográficas a la comprensión del posconflicto y la transición en Colombia. Destacamos aquí las matizadas y detalladas perspectivas acerca de la multiplicidad de las violencias y los agentes armados; sus efectos diferenciales en una diversidad de agentes locales; la capacidad de agencia y los saberes que despliegan poblaciones campesinas e indígenas ante la violencia armada; el sangriento presente e incierto futuro que enfrentan las y los exintegrantes de las FARO; las enmarañadas relaciones entre los programas de sustitución de cultivos y los cultivos de uso ilícito, en particular de la coca; las diversas y multiescalares modalidades de territorialización; las apuestas contrarias por la paz, alimentadas por el enfrentamiento entre modelos económicos rivales; y, finalmente, las difusas fronteras entre lo estatal y lo no estatal, de un lado, y lo legal y lo ilegal, de otro. Al tiempo, estos artículos arrojan luz sobre un amplio espectro de visiones y experiencias locales y regionales mientras que examinan nuevas dimensiones del posconflicto en nuestro país, tales como lo carcelario, el aprisionamiento, la infraestructura y la experiencia colectiva que incita una exposición fotográfica en Bogotá sobre el dolor en el conflicto armado en otros lugares del país.

Este volumen, dedicado a la transición/posconflicto en Colombia, surgió de la iniciativa de Valeria Moreno, en ese momento integrante del equipo de edición, con quien guardamos una deuda de gratitud y de reconocimiento por su insistencia en investigar, analizar y hacer conocer los intrincados retos del paso "de las armas al azadón" (Moreno 2019). Como el de ella, un número importante de trabajos inéditos de grado y posgrado ofrecen nuevas perspectivas y conocimiento sobre estos temas, cruciales para el devenir de la paz y nuestro futuro como país. En ese orden de ideas, este volumen reúne a un grupo heterogéneo de investigadoras e investigadores, en diferentes momentos de su carrera, cuyo trabajo alienta a entender el sentir ajeno y nos urge a pensar como colectivo en una paz posible, que permita, como anheló el inmolado poeta Tirso Vélez, que en los campos de nuestro país "el ladrar de los perros/ en cualquier madrugada/ no sea el rondar siniestro/ de la muerte que vaga". Una paz soñada y posible, compartida entre agrupaciones cada vez más amplias de la población colombiana, dispuestas a preguntar, escuchar, mirar y a sentir.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Moreno, Valeria. 2019. De las armas al azadón: reconstrucción de la cotidianidad de campesinos y excombatientes de las FARC-EP en Planadas, Tolima. Trabajo de grado en Antropología, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. [ Links ]

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