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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.52 Bogotá jan./apr. 2014

 

Brendecke, Arndt. Imperio e información: funciones del saber en el dominio colonial español. Madrid/Fráncfort: Iberoamericana/Vervuet Verlag, 2012, 596 pp.

Rubén Darío Serrato Higuera

Historiador de la Universidad del Rosario (Colombia) y asistente de investigación del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Colombia). Es miembro del Grupo de Investigación de Historia Colonial (Categoría B en Colciencias). rubendsh23@hotmail.com

DOI: dx.doi.org/10.7440/histcrit52.2014.11


El proceso histórico de la expansión colonial entre los siglos XVI y XVII sobre el Nuevo Mundo tiene una de sus bases fundamentales en la construcción de un conocimiento empírico y la organización logística que se necesitaba para controlarlo. La "entera noticia" fue el lema de las políticas españolas en relación con la recolección de información y la construcción de un saber acerca de lo que sucedía en este territorio. El libro Imperio e información: junciones del saber en el dominio colonial español, autoría de Arndt Brendecke, profesor de Historia de la Universidad de Berna y la Universidad de Munich, busca analizar las técnicas de recolección de información, su difusión, hasta qué punto fueron de utilidad, y cómo funcionaron los procedimientos de la época basados en mediadores que construían un "saber", el cual, a la larga, sostenía el poder del soberano.

En primera instancia, el autor recalca que el dominio colonial sobre el Nuevo Mundo creó una nueva necesidad europea: la descripción fiel de las diversas realidades encontradas a miles de kilómetros de distancia. En un principio, en el caso español, esta tarea recayó sobre los funcionarios del reino, o "burócratas". Debido a esto, se señala que para el historiador el acceso a esta cultura de recolección y manejo de información, sólo se obtiene a partir de un análisis detallado de las prácticas de dominio y administración propias de las instituciones coloniales y sus funcionarios. Por ello, se evidencia en el libro un intento por entrelazar un análisis macro, imperial, con una serie de ejemplos de carácter local, e incluso micropolíticos1.

El libro está constituido por nueve capítulos, en los que se intenta responder a diferentes preguntas que servirán para lograr el objetivo central previamente señalado. En principio, Brendecke formula dos interrogantes fundamentales: ¿Por qué se idealizaba el conocimiento entero de los acontecimientos? ¿Por qué razón era común que los soberanos afirmaran estar completamente informados de toda la realidad? El autor afirma que las decisiones políticas son legítimas en cuanto se efectúen bajo una base sólida de información; por ello, se consideraba fundamental aumentar el conocimiento de la realidad. Sin embargo, esta "omnipresencia" del saber estaba condicionada por numerosos factores, debido a que el conocimiento nunca fue total. La recolección de información, al igual que otros procesos, se apoya en un diálogo constante entre aquel que inicia la observación, quien documenta a la Corte del Rey, y, finalmente, quien lleva la información a oídos del soberano. Así, pues, los mediadores, actores ocupados en la recolección y comunicación de la información, cobran una importancia fundamental en todo el proceso de construcción del saber analizado en este libro. De ahí que se sugiera que la "ceguera" del Rey se hace evidente, ya que nunca estuvo presente en la realidad americana que pretendía controlar.

Posteriormente, y en conexión con las preguntas iniciales, el autor busca responder cuáles eran las funciones concretas del saber dentro de la Corte real, afirmando que existía un vínculo entre el saber y las decisiones legítimas del soberano. Empero, no se trata de la búsqueda de un conocimiento omnisciente y objetivo de la realidad, sino de un ideal de información del soberano como condición básica de justicia social. Debido a ello, el manejo de la información se volvía una fuente de poder, y los detalles otorgaban autoridad. Más aún si se tiene en cuenta que el poder dejaba de ser propio del soberano y descansaba en numerosos actores, desde las autoridades locales, quienes recolectaban, hasta la Corte, que informaba.

Asimismo, el autor se enfoca en explicar las dos funciones más importantes de la Corona en relación con el saber: la comunicación y el control de la información. Se sugiere que la situación en España cambió en 1570 con las reformas que llevó a cabo Juan de Ovando, que buscaba como meta la recopilación y sistematización de todo tipo de "saberes", los cuales se pusieron a disposición de la Casa de Contratación y del Consejo de Indias. Antes de esto, en la época de los Reyes Católicos y Carlos v, ya existía una serie de políticas que buscaban la recolección de información, pero carecían de una eficaz sistematización. Aunque se mantuvieron hasta la época de la Colonia tardía, muchas veces se quedaban en sanciones jurídicas dentro de un ambiente local y poco significativo en el ámbito imperial. Debido a ello, a partir de la segunda mitad del siglo XVI, se crea el programa de la "entera noticia", que otorga a la Corona una mayor cantidad de información sobre la realidad americana; al mismo tiempo que los procesos políticos empezaron a verse sustentados en un conocimiento clave, aunque éste no fuera totalmente cristalino. A continuación se explicará brevemente el porqué de esta situación.

Primero, Brendecke analiza cómo fueron los primeros intentos por cartografiar el terreno ultramarino perteneciente a España, al ser una de las primeras formas de construir conocimiento sobre el territorio americano. Así, pues, señalando la organización de los conocimientos náuticos del Imperio durante el siglo XVI, afirma que los mapas y todo el aparataje cartográfico están condicionados por ambiciones de distinta índole: artísticas, científicas, políticas y económicas. Las omisiones y los silencios siempre condicionan la información resultante; por ende, el saber con el que cuenta el soberano y, así, las decisiones que puede tomar también terminan siendo sesgados2. El autor afirma que este análisis, si bien podría ser propio de la historia de la cartografía, es importante estudiarlo, al permitir entender la relación entre la recolección de información y la administración desde instancias imperiales, como la Casa de Contratación de Sevilla y el Consejo de Indias.

Prosiguiendo, Brendecke analiza de manera rígida, basándose en casos concretos desde la óptica micro, la creación de diversos cargos, como el cosmógrafo y el cronista mayor de Indias3. Se pregunta por la eficiencia del trabajo de estos hombres y cómo se modificó en relación con cada condición local, y explica detalladamente cómo se llevaba a cabo este proceso. Una de las maneras de realizar la recolección, la denominada "encuesta", término usado por el autor, claramente anacrónico, buscaba reunir y acumular las experiencias de muchos; sin embargo, al ser sólo individuos de posición elevada, indirectamente podía tergiversarse la información. Por ello, es posible plantear que la clase alta estaba incluida tanto en la creación de la información sobre el Nuevo Mundo como en la toma de decisiones del monarca a partir de ésta.

Otra forma es el registro de información a través de la escritura, es decir, listas interminables de mercancías, lugares, animales y personas. Para el autor es claro que lo ideal es realizar esta recolección en un puerto, o en la entrada a un imperio, y en el caso español, sin duda se piensa en el puerto "monopolista" de Sevilla. La tercera forma no es tan precisa y metódica, aunque hace referencia a una interesante tesis propuesta por el autor. Se plantea que la expansión territorial del Imperio y el conocimiento real por parte del centro son variables inversamente proporcionales. El autor no usa esta expresión en sentido estricto, pero puede ser una forma sencilla de explicar su propuesta: a mayor terreno controlado, menor el conocimiento. Por ende, se incrementa la importancia de mediadores, que pueden ser personas -virreyes, oidores, visitadores- o medios -informes, testimonios, mapas-. Debido a ello, si bien el soberano "aumentaba" su poder territorial, a raíz de otros procesos como conquistas y expansiones militares, perdía el conocimiento directo de su propio imperio.

Finalmente, es importante señalar algunas consideraciones metodológicas y teóricas de este libro. Como lo indica el británico E. P. Thompson, los conceptos son dinámicos y cambian tanto en el tiempo como en el espacio, premisa aceptada casi universalmente por la historiografía; punto retomado por Arndt Brendecke, quien busca aclarar qué se entendía en la época por "saber". Con tal objetivo, se apoya en el amplio programa de las reformas de Ovando, que se interesaba por conocer, casi enciclopédicamente, la "historia moral" e "historia natural", como se llamaba en aquel tiempo a ciencias que se relacionan hoy con la geografía, la demografía, las lenguas, la cultura, la fauna, la flora y el clima. En tal sentido, es llamativo el interés del autor por involucrarse en los debates contemporáneos metodológicos que atañen a la disciplina histórica en estos campos de conocimiento.

Es por ello que la conceptualización trabajada es particularmente cuidadosa en todo el libro. Incluso, el mismo Brendecke afirma que quien se ocupa de la historia colonial está especialmente obligado a exponer los conceptos y modelos empleados, y el punto de vista propio de su investigación. Pero también señala que muchos términos pueden partir de malentendidos lingüísticos, culturales e, incluso, políticamente incorrectos. De ahí que el autor ponga en referencia nociones como "descubrimiento" y "conquista", que dentro de la nueva historiografía se utilizan en un sentido muy restringido, para no caer en errores de connotación sobre el encuentro de culturas, la alteridad y el estudio de nuevas corrientes sobre las sociedades subalternas.

Por tanto, el libro presentado por Brendecke es enriquecedor, interesante y muy juicioso en su preparación, que cuenta con alrededor de cien páginas de bibliografía primaria y secundaria, y casi veinte imágenes de mapas y documentos en su anexo. Una investigación que sin duda amplía el conocimiento historiográfico que se tiene en la actualidad de la realidad colonial.


Comentarios

1 La problemática de la escala de observación ha sido crucial en recientes análisis de la realidad colonial en América. Un ejemplo de ello es el trabajo de Margarita Gascón, Periferias imperiales y fronteras coloniales en Hispanoamérica (Buenos Aires: Dunken, 2011). La autora, a través del cambio de escala, analiza detalladamente la realidad imperial, y cómo se modifica o ejemplifica en el ámbito colonial, es decir, micro. Es, de alguna manera, la misma idea que busca Brendecke en su texto.

2 Este tema ha sido analizado no sólo por historiadores sino por algunos investigadores provenientes de la geografía. Un caso es el análisis de Brian Harley, "Silencios y secretos, la agenda oculta de la cartografía en los albores de la Europa moderna", en La nueva naturaleza de los mapas, ensayos sobre la historia de la cartografía, comp. Paul Laxton (México: FCE, 2005), 113-140. El autor indaga sobre cómo los mapas legitiman la conquista imperial y recrean una realidad condicionada siempre por intereses particulares.

3 Este tipo de cargos ha sido analizado por numerosos investigadores. Por ejemplo, en Carmen Millán, Epítome de la conquista del Nuevo Reino de Granada: la cosmografía española del siglo XVI y el conocimiento por cuestionario (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2001). Se hace referencia a la forma en que se enviaron cuestionarios a las diferentes provincias para recoger información geográfica, cultural, histórica, y, con eso, elaborar una serie de Crónicas.