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Cuadernos de Economía

Print version ISSN 0121-4772

Cuad. Econ. vol.37 no.73 Bogotá Jan./June 2018

https://doi.org/10.15446/cuad.econ.v37n73.59586 

Artículos

FELICIDAD EN LA POLÍTICA PÚBLICA: UNA REVISIÓN DE LITERATURA

Happiness in public policy, a literature review

Bonheur dans la politique publique : un examen des publications

Felicidade na política pública: uma revisão de literatura

Jhonathan Rodrígueza 

Mario García Molinab 

Liliana Chicaízac 

a Universidad Nacional de Colombia, carrera 30 # 45-03, edificio 311, of. 401. Correo electrónico: jhdrodriguezch@unal.edu.co.

b Universidad Nacional de Colombia, carrera 30 # 45-03, edificio 311, of. 401. Correo electrónico: mgarciamo@unal.edu.co

c Universidad Nacional de Colombia, carrera 30 # 45-03, edificio 311, of. 401. Correo electrónico: lachicaizab@unal.edu.co. Los autores agradecen la financiación de Colciencias y los comentarios de dos evaluadores anónimos.


Resumen

El artículo revisa la literatura sobre felicidad desde una perspectiva de política pública. Se encuentra una tendencia, que debería fortalecerse en el futuro, a estudiar los efectos de diversas políticas sobre la felicidad, en lugar de extrapolar los efectos de trabajos sobre los determinantes. Dado que muchos métodos fueron diseñados para estudiar la utilidad, hace falta adaptarlos, especialmente en el tratamiento del tiempo, y en el uso de métodos experimentales y la evaluación de impacto. La noción de felicidad plantea preguntas importantes, pero todavía son necesarios más desarrollos para su uso fructífero en la toma de decisiones de política.

JEL: B4, D01, D60, H00, I30.

Palabras clave: felicidad; utilidad; políticas públicas.

Abstract

The article surveys the recent literature on happiness from a policy perspective. We identified a trend in order to study the effects of different policies on happiness instead of simply extrapolating policy recommendations from studies on the determinants of happiness. We predict that this trend will become more pronounced in the future. As many policy tools were made for utility, they require adaptation to promote happiness, especially in terms of the treatment of time, the use of experimental methods, and impact evaluation. Happiness studies raise important and interesting questions; however, more developments are needed for them to be use-ful in aiding public policy.

JEL: B4, D01, D60, H00, I30.

Keywords: Happiness; Utility; Public policy.

Résumé

L’article examine les publications sur le bonheur dans une perspective de politique publique. On trouve une tendance qui devrait s’accentuer à l’avenir, à étudier les effets des diverses politiques sur le bonheur, au lieu d’extrapoler les effets de travaux sur les déterminants. Etant donné que de nombreuses méthodes ont été conçues pour étudier l’utilité, il reste à les adapter, en particulier dans le traitement du temps et dans l’utilisation de méthodes expérimentales et l’évaluation de l’impact. La notion de bonheur implique des questions importantes, mais davantage de développements demeurent nécessaires pour leur utilisation bénéfique dans la prise de décisions de politique.

JEL: B4, D01, D60, H00, I30.

Mots-clés: bonheur; utilité; politiques publiques.

Resumo

O artigo revisa a literatura sobre felicidade desde uma perspectiva de política pública. Encontra-se uma tendência, que deveria ser fortalecida no futuro, estudar os efeitos de diversas políticas sobre a felicidade, em vez de extrapolar os efeitos de trabalhos sobre os determinantes. Visto que muitos métodos foram desenhados para estudar a utilidade, faz falta adaptá-los, especialmente no tratamento do tempo, e no uso de métodos experimentais e na avaliação de impacto. A noção de felicidade levanta preguntas importantes, mas ainda são necessários mais desenvolvimentos para seu uso frutífero na tomada de decisões políticas.

JEL: B4, D01, D60, H00, I30.

Palavras chave: felicidade; utilidade; políticas públicas.

INTRODUCCIÓN

Buena parte de la literatura sobre política económica está basada en la idea de maximización de la utilidad. El uso de medidas agregadas como el PIB supone implícitamente su correlación con la utilidad. Ante los problemas que presenta la noción de utilidad, han surgido medidas de felicidad (o bienestar subjetivo) que, en principio, parecen ser más viables en términos de política. Debido a que esta nueva perspectiva es un campo en expansión, con un número creciente de trabajos que encuentran asociaciones empíricas entre la felicidad y otras variables (MacKerron, 2012), se revisan en este documento las implicaciones que para la toma de decisiones de política tiene la noción de felicidad.

A finales del siglo XVIII, Bentham propuso el utilitarismo al plantear como objetivo la maximización de la utilidad para la sociedad. Los economistas contemporáneos del bienestar retoman la idea al asumir que la elección de demanda (consumo) de los individuos, basados en sus preferencias, busca alcanzar la máxima utilidad, y pasar del individuo a la sociedad al construir una medida agregada de bienestar (Schubert, 2012). El enfoque de maximización, sin embargo, padece de graves deficiencias, ya que la utilidad realmente nunca ha estado bien definida (Frey y Stutzer, 2012).

La teoría de las preferencias reveladas renuncia explícitamente a definir la utilidad. En esta línea, la utilidad es aquello cuya maximización sería compatible (se revela) con las acciones realizadas por los individuos (Samuelson, 1938). A nivel empírico, esta opción parte de que es más fácil medir acciones que estados subjetivos, pero también ha mostrado estar sujeta a sesgos cognitivos (Delquié, 1993; Farquhar, 1984; Schwand, Vetschera y Wakolbinger, 2010; Tversky y Kahneman, 1974). A nivel conceptual, esta opción resta realismo a la utilidad, al reducirla a un supuesto de maximización (Li, Folmer y Xue 2014).

Los enfoques alternativos basados en la felicidad o bienestar subjetivo proponen medir directamente cómo se sienten las personas (Musikanski, 2015). A diferencia de la utilidad, el nuevo enfoque permite comparaciones interpersonales y supone el autoreconocimiento del bienestar subjetivo.

La noción de felicidad también enfrenta críticas metodológicas. No tiene un único concepto normativo; hay discrepancias entre los conceptos eudemónico y el hedónico-afectivo (no es lo mismo contemplar que se ha crecido personalmente, que estar eufórico por haberse lanzado en paracaídas). No todos los autores parten de una definición clara de felicidad (Landes, 2013; Vargas, 2013), y es posible que la definición de cada autor no concuerde con lo que entienden quienes contestan las encuestas (Adler, 2013; Adler, 2016; Kahneman y Sugden, 2005). Otro problema es si se mide de manera estática (la meta), o dinámica (el camino) (Schubert, 2012).

Si bien las diferentes medidas de la felicidad parecen apuntar en diferentes direcciones (felicidad, satisfacción con la vida, bienestar subjetivo), las distintas medidas tienden a coincidir. Así, las respuestas parecen estar señalando algo concreto acerca de cómo se sienten los individuos, aunque no se haya resuelto el problema de la definición conceptual. Como señala MacKerron (2012), la felicidad es aquello que miden las encuestas sobre felicidad.

Un término medio define la felicidad como utilidad experimentada (Dolan y Peasgood, 2008; Kahneman, Wakker y Sarin, 1997). Se la identifica así con la utilidad de Bentham y los primeros neoclásicos, rechazando solo la de Samuelson.

Este artículo busca realizar una revisión panorámica de la literatura sobre las implicaciones de usar felicidad en la política económica. Para ello se revisaron las bases de datos Scopus, Web of Science, Scielo y Econlit. El criterio de inclusión fue que los artículos discutieran explícitamente las implicaciones de política. Se excluyeron los artículos concentrados en salud, en los que las metodologías son más específicas y ameritarían una revisión aparte (Chicaíza, García Molina y Romano, 2013; Chicaíza y García, 2014). La literatura es muy abundante. En lugar de bus-car la exhaustividad, se intentó encontrar los elementos fundamentales que deben ser abordados en el futuro.

El artículo está organizado de la siguiente manera. Las secciones 2 y 3 presentan los temas y metodologías encontrados. La cuarta examina el posible papel de la evaluación de impacto. La quinta sección concluye.

TEMÁTICAS

Un buen punto de partida son los trabajos de Layard (1980; 2005; 2006). Este autor presenta los hechos estilizados que impiden el aumento de la felicidad en la sociedad: la adaptación hedónica hace que los aumentos en el ingreso o el consumo no se traduzcan en aumentos en felicidad en el largo plazo; la comparación social, provocada por la búsqueda de estatus, impide que la sociedad avance como un todo. Layard recomienda una tributación progresiva y gravar el consumo para frenar la búsqueda de estatus. Aumentar las horas de trabajo, la licencia de maternidad y el acceso al cuidado médico; subsidiar actividades que promuevan la vida comunitaria; prohibir la publicidad comercial para niños; e introducir la educación moral en el currículo para estimular la empatía y el comportamiento prosocial.

Estas propuestas plantean algunas preguntas que orientarán la sección. ¿Constituye la felicidad un fin adecuado para la política pública? Si el objetivo es la felicidad, ¿serán sus determinantes instrumentos adecuados de política? ¿Se cuenta con una definición de felicidad adecuada para la política?

Utilidad o felicidad como fines

Se consideran aquí los trabajos sobre si la felicidad es un fin adecuado para la política pública.

El primer problema es si se está hablando de una sola cosa. La mayoría de la literatura (90 % del total de los autores aquí revisados) engloban la felicidad y el bienestar subjetivo dentro de un mismo objetivo, e incluso algunos autores los tratan como sinónimos (Hirschauer, Lehberger y Musshoff, 2015). Para un grupo más reducido de autores (Austin, 2016; Gielen y Van Ours, 2014; Landes, 2013; Schubert, 2012; Vargas, 2013), no distinguir entre los dos conceptos conduciría a errores en la formulación de política. Liang y Wang (2014) aplican estas diferencias al caso chino.

En la práctica, Bután decidió desde la década de 1970 adoptar la felicidad como fin al calcular el indicador de Felicidad Nacional Bruta como medida del éxito de la sociedad. Se trata de un indicador multidimensional que incorpora en su última versión dimensiones tales como bienestar psicológico, salud, uso del tiempo, educación, diversidad y resiliencia cultural, buen gobierno, diversidad y resiliencia ecológica y estándar de vida. Varios trabajos estudian este caso y su posible aplicación en otros contextos (Ball y Wangchuk, 2015; Musikanski, 2014; Schroeder, 2015). DeBow y Lee (2006) consideran que las contradicciones entre los resultados empíricos harían inmanejable una política basada en la felicidad. El carácter multidimensional y la variedad de resultados entre países no parece reñir en la práctica con la búsqueda de la felicidad, entendida como algo general.

Si la felicidad se toma como un concepto unitario (con varias facetas), queda el problema de si debe ser el fin de la política. Para algunos autores, la felicidad es deseable para la sociedad, pero su búsqueda no debe estar a cargo del Estado sino de los individuos, ya que dan mayor importancia a la libertad de elegir (Fissi, 2014; Potts, 2011; Teng y Sugden, 2016). En concordancia, Sugden (2008) argumenta que el mercado es capaz de tener buenos resultados normativos, sin necesidad de suponer que los agentes tienen preferencias coherentes. En otras palabras, para estos autores, la felicidad no sería un fin de la política. Esta debería limitarse a brindar información a los individuos para que tomen sus propias decisiones.

Cercano al grupo anterior se encuentran quienes critican la idea de la felicidad como maximizador del bienestar social (Landes, 2013; Lelkes, 2013; O'Donnell y Oswald, 2015). Por ejemplo, Schubert (2012) cuestiona la viabilidad de pasar de una noción que incluye características psicológicas, a políticas públicas. Otros autores temen la manipulación de los indicadores de felicidad en beneficio de los gobiernos y, por ende, la credibilidad de sus políticas (Ekici y Koydemir, 2014; Frey y Gallus, 2013; Frey y Stutzer, 2012). Frey, Gallus & Steiner (2014) distinguen entre formas “legales” e “ilegítimas”, según la constitución de cada país, para manipular los indicadores. Vargas (2013) cuestiona el hecho de que la felicidad sea un objetivo de valor político, por el simple hecho de que las personas le atribuyen un papel fundamental en sus vidas. En general, los ataques a la felicidad como fin de política pública presentan el problema de que dependen de la introducción de otros posibles fines que tampoco se encuentran bien definidos.

Otro punto de vista es el de quienes aceptan la felicidad como fin de la política pública en lugar de la utilidad. Algunos autores se concentran en las limitaciones de los supuestos del enfoque tradicional para justificar medidas basadas en el enfoque de felicidad (Hirschauer et al., 2015; Oishi y Diener, 2014; Ott, 2010; Tanasescu y Oprean, 2013). Estos autores se basan en la metodología de revisión de la literatura y enfatizan las restricciones del enfoque tradicional en cuanto a la caracterización antropológica de los individuos y, por tanto, de la identificación de capacidades de estos (Becchetti, Massari y Naticchioni, 2014); ideas que retoman de economistas como Amartya Sen. Para Lelkes (2013), la elección de instituciones podría tomar en cuenta su capacidad para mejorar los niveles de felicidad, aun si este no es el propósito último de ellas.

Otra posición defiende el papel de la felicidad como fin de la política mediante su justificación directa. Se parte de que la razón tradicional, a fin de maximizar el consumo y el crecimiento del ingreso, era que se los asociaba a una mayor felicidad. En este sentido, la felicidad ha sido siempre el fin, con el consumo y el ingreso como objetivos cercanos. En consecuencia, la paradoja de Easterlin (1974) hace que se requiera abandonar el ingreso y el consumo como aproximaciones de la felicidad, y sea mejor buscar aumentarla directamente. Easterlin (2013) señala que si el objetivo de la sociedad es aumentar la sensación de bienestar de los individuos, las políticas orientadas a mejorar el crecimiento económico no harán el trabajo por sí solas.

Una visión más global es la que proponen Shi et al. (2006), quienes distinguen tres objetivos distintos de la política pública para la felicidad: enriquecimiento material a fin de satisfacer las necesidades básicas; desarrollo de la resiliencia de los miembros de la sociedad para enfrentar situaciones adversas; y desarrollo de factores positivos que aumenten la felicidad a largo plazo. Los países más pobres deberían concentrarse en el primer factor, mientras los más ricos pueden concentrarse en los otros dos. El uso de la idea de resiliencia en este enfoque constituye una crítica implícita al Estado de bienestar, ya que los autores señalan que si se satisfacen todas las necesidades del individuo, este puede resultar inerme ante situaciones de crisis. Un ejemplo del desarrollo de la resiliencia sería el manejo de información acerca de la epidemia del síndrome respiratorio agudo grave (SARS) por el gobierno chino, lo cual, según encuentran los autores, contribuyó a que el público evaluara la epidemia de una forma objetiva y aumentara la resiliencia y el bienestar ante la adversidad. La importancia de la comunicación del riesgo ha sido puesta de manifiesto para Colombia por Chicaíza y García (2015).

Determinantes, instrumentos y objetivos

Buena parte de la literatura empírica sobre felicidad se ha concentrado en sus determinantes. Cuando se enfatiza el componente de política, los determinantes pueden ser vistos, con reservas, como instrumentos u objetivos intermedios para la política pública.

Variables económicas

En este apartado se presenta un énfasis en variables macroeconómicas y sectoriales.

Uno de los determinantes económicos más claros de la felicidad es el empleo. El desempleo tiende a disminuir la felicidad, no solo de los desempleados, ya sea porque aumenta la criminalidad, porque despierta la empatía de los trabajadores, o porque estos últimos se angustian por la posibilidad de perder su empleo (Frey y Stutzer, 2016). Se ha encontrado que las políticas de pleno empleo y una red de seguridad social generosa aumentan la felicidad (Easterlin, 2013; Ono y Lee, 2013; Venhoeven, 2000), aunque Cheah y Tang (2013) no encuentran evidencia significa-tiva al respecto. Los desempleados en países con seguros de desempleo más gene-rosos son más felices que los de países con seguros menos generosos (Di Tella, MacCulloch y Oswald, 2003).

Se ha encontrado relación entre la felicidad y variables tales como la educación, el capital social, la desigualdad, la pobreza y las políticas de empleo, entre otras. Hay evidencia suficiente que permite determinar cómo estas variables influyen en las mediciones de los niveles de felicidad (Borghesi y Vercelli, 2012; Lam y Liu, 2014; Pullinguer, 2014; Tanasescu y Oprean, 2013). Para Estados Unidos, Ifcher (2011) encontró evidencia de aumento en la felicidad gracias a un programa de asistencia y apoyo laboral a madres solteras.

Un determinante importante es la desigualdad, tanto en ingreso, como en capacidades y oportunidades (Borghesi y Vercelli, 2012). En línea con estos hallazgos, se ha sugerido que se puede aumentar la felicidad mediante la reducción de la jornada laboral y el aumento de las horas de ocio (Lam y Liu, 2014), con externalidades positivas sobre el medio ambiente (Pullinger, 2014), aunque los detalles de la articulación con las políticas ambientales todavía requieren desarrollo (Lam y Liu, 2014; Tanasescu y Oprean, 2013). Probablemente se requiera de indicadores conjuntos para educación, salud y degradación ambiental.

Numerosos estudios han señalado la importancia del capital social y la educación (por ejemplo, Bartolini, Bilancini y Sarracino, 2016b), aunque Lelkes (2013) sugiere que la relación opera cuando hay disminuciones abruptas en sus niveles.

Un papel crucial aquí lo juega la desigualdad, ya sea directamente (Oishi y Kesebir, 2015), o indirectamente al afectar la escala subjetiva de ingresos (Gerstenblüth, Melgar y Rossi, 2013). Oishi, Schimmack y Diener (2012) encontraron, en un estudio realizado sobre 57 países, que la tributación progresiva aumentaba la felicidad, incluso después de controlar por ingreso u otras variables.

Otros determinantes de la felicidad que pueden ser elementos de política se refieren a hábitos de consumo. Al respecto, Blanchflower, Oswald y Stewart-Brown (2013), así como Mujcic y Oswald (2016), han mostrado que el consumo de frutas y verduras aumenta el bienestar subjetivo casi de inmediato, mucho antes de que los efectos indirectos a través de la mejora en el estado de salud puedan ser observados. Esto puede explicar, en parte, por qué los adultos mayores tienen mayores nive-les de felicidad (Cid, Ferrés y Rossi, 2007). Por último, Feeny, McDonald y Posso (2014) encuentran que la seguridad alimentaria está relacionada positivamente con niveles altos de felicidad, aunque White, Fernandez y Jha (2016) argumentan que es necesario complementar el análisis de felicidad con el de capacidades. Tales resultados son concluyentes al evidenciar correlaciones significativas con variables tales como satisfacción con la vida, bienestar mental, desórdenes mentales, salud, felicidad, sentirse nervioso y sentirse deprimido, todas en el sentido esperado.

Caso aparte es la falta de relación entre el ingreso y la felicidad. El caso de la paradoja de Easterlin es tal vez el más claro y mejor documentado. Los grupos sociales más ricos tienen un mayor nivel de felicidad al interior de un país (Eren y Aşici, 2016), pero los niveles de felicidad no son mayores en los países más ricos (Patrizii, Pettini y Resce, 2016), y ese nivel tampoco aumenta en países individuales con crecimiento sostenido (Blanchflower et al., 2013; Opfinger, 2016; Sarracino y Bartolini, 2015). El ingreso afecta la felicidad en el corto plazo (Hasan, 2016; Sacks, Stevenson y Wolfers, 2008; Waligora, 2015), pero no en el largo plazo (Bartolini, Bilancini, Bruni y Porta, 2016a; Di Tella, MacCulloch y Oswald, 2001; Easterlin y Angelescu, 2010; Graham, 2016). Únicamente Stevenson y Wolfers (2008) encuentran evidencia en contra de la paradoja de Easterlin.

La débil relación con el ingreso se puede explicar por procesos de adaptación, pero también porque las políticas de crecimiento prestan poca atención a la desigualdad social (Easterlin, 2013; Vargas, 2013). De hecho, la curva de Kusnetz (que muestra aumentos en la desigualdad especialmente en las primeras etapas del crecimiento), muestra cómo el crecimiento puede incluso disminuir la felicidad. Esto podría estar relacionado con la paradoja del crecimiento infeliz, que consiste en que los países con crecimientos superiores a la media experimentan una menor felicidad (Gra-ham, 2016; Lora y Chaparro, 2009).

Feeny et al. (2014) agregan que la relación entre ingreso y felicidad es débil cuando la economía que caracteriza a un país es de subsistencia, situación que enfrentan la mayoría de los países en vía de desarrollo. Como señala Bartolini (2014), existe una preocupación exagerada por los indicadores de crecimiento económico de estos países, ya que se busca aumentar el ingreso, mientras que disminuye el capital social y la felicidad.

Variables de sostenibilidad y del medio ambiente

Un segundo grupo se refiere a la consideración de variables relacionadas con el medio ambiente y políticas verdes, basadas en la sostenibilidad y responsabilidad ambiental (Becchetti y Pelloni, 2013; Li et al., 2014; Tanasescu y Oprean, 2013). Bartolini (2014) propone políticas verdes basadas en la mejora en infraestructura pública (transporte público, senderos peatonales, zonas verdes), con el fin de fortalecer el capital social.

A pesar de que existen numerosos indicadores sobre el desempeño del medio ambiente en los países, la preocupación por mejorar el medio ambiente y crear soluciones verdes no es la prioridad en la política actual, en parte debido a la disyuntiva frente al crecimiento económico. Bartolini (2014) resalta la relación inversa entre sostenibilidad ambiental y crecimiento en las ciudades de China e India.

Sin embargo, la búsqueda de la felicidad mediante políticas medioambientales podría mejorar los niveles de bienestar social, al tiempo con las condiciones de vida ambientales, favoreciendo el desarrollo económico desde una visión más holística. Li et al. (2014) resaltan la importancia para la evaluación de tener información antes y después de la implementación de las políticas.

Variables de características psicológicas

Un tercer grupo de autores establece que aspectos tales como la familia, la auto-trayectoria, el autoreconocimiento de la felicidad, los hábitos de comportamiento y los sentimientos, entre otros, son fundamentales en la explicación de aumentos en el nivel de felicidad y del bienestar subjetivo.

En este enfoque, las comparaciones entre grupos sociales son determinantes a la hora de medir la felicidad en países como Gran Bretaña (Batty y Flint, 2013). Por ejemplo, Choudhary, Levine, Mcadam y Welz (2012) establecen comparaciones relativas en la formación de hábitos (consumo y oferta de trabajo), con el propósito de medir los niveles de felicidad. El método de recolección más usado en esta clasificación es la entrevista semiestructurada, en el que juegan un factor importante el autoreconocimiento de la felicidad y la trayectoria personal (Hirschauer et al., 2015). Las relaciones personales parecen estar mejor correlacionadas con mayor bienestar (Schwarze y Winkelmann, 2011).

Un concepto importante en la literatura psicológica es el de adaptación, según el cual la persona se ajusta a las situaciones, buenas o malas, de modo que al cabo de un tiempo la felicidad presenta un retorno a la media (Bradford y Dolan, 2010; Brickman, Coates y Janoff-Bulman, 1978). Esta observación tiene implicaciones en la formulación de políticas, pues para que una variable sea exitosa en la implementación de los programas, los individuos deberían presentar poca o ninguna adaptación a sus mejoras. Al mismo tiempo, las desmejoras en los determinantes de la felicidad podrían no tener efecto al cabo de algún tiempo y no constituir un problema serio. Algo que falta profundizar en la literatura es el grado de reversión a la media y el tiempo de ajuste consecuente para las distintas variables determinantes.

En contraste, O'Donnell y Oswald (2015) critican la inclusión de características psicológicas en el concepto de bienestar, pues los datos usados para aproximar dichas variables no son propiamente reconocidos por la mayoría de los economistas, lo que según ellos invalidaría su implementación en la política pública. Como alternativa proponen que se hagan nuevos índices de bienestar basados en las ponderaciones de los sentimientos en subgrupos de individuos dentro de una misma muestra, método que concluyen a partir de sus estudios empíricos en el Reino Unido.

Variables sociodemográficas

Otros autores enfatizan variables sociodemográficas tales como el estado civil, el género, la edad, la raza, aspectos culturales y la religión (Ebrahim, Botha y Snowball, 2013; Mishra, Parhi y Fuentes, 2015), las cuales verifican mediante probit ordenados y series de tiempo. Cheah y Tang (2013) encuentran que el origen étnico, el estado civil y la educación son significativos en la determinación de la felicidad en Malasia, no así el género, la edad y la situación laboral. Lobos, Grunert, Bustamante y Schnettler (2016) estudiaron una población de adultos mayores en Chile y encontraron una relación de U invertida entre edad y felicidad en el subgrupo femenino.

Mishra et al. (2015) controlan por la heterogeneidad demográfica, para concluir que, en países con similitudes culturales (por ejemplo en la Unión Europea), aumentos en la felicidad de un país generan aumentos en la felicidad de otro país, lo que converge a índices de felicidad parecidos en el estado estacionario de dichos países.

Convendría tal vez pensar en políticas discriminadas por grupo poblacional (Lin, Hwang y Deng, 2015), así como en que las políticas que favorezcan la felicidad no son trasladables automáticamente de un país a otro.

Variables de institucionalidad y gobierno

Se han estudiado aspectos institucionales tales como la intervención del Estado, la participación política de los individuos, el establecimiento de buenas democracias, el reconocimiento de derechos humanos y la descentralización del poder, entre otros (Ekici y Koydemir, 2014; Frey y Stutzer, 2012; Landes, 2013). Se muestra en esta línea una relación directa entre la satisfacción que sienten las personas con el gobierno y la democracia del país, con el bienestar subjetivo o la felicidad.

Para Stucke (2013), la política de competencia es importante en la búsqueda de la felicidad, y las cortes y la política antimonopolio deberían ampliar sus objetivos con el fin de incluir variables como el bienestar, en lugar de limitarse al excedente del consumidor.

En resumen, la mayoría de los trabajos revisados (40 %) buscan correlaciones (positivas y negativas) entre variables económicas y el nivel de felicidad. El tema menos abordado es el de las características sociodemográficas (Gráfica 1), el cual probablemente cobre importancia en el futuro. Por ejemplo, si se sabe que una política es más efectiva para ciertos rangos de edad o ciertas poblaciones.

Fuente: elaboración propia.

Gráfica 1 Determinantes de la felicidad según la clasificación temática a partir de la revisión de literatura (%). 

METODOLOGÍAS

Se describen, a continuación, los tres principales enfoques metodológicos encontrados. A saber, un primer enfoque econométrico que prueba la evidencia empírica de variables determinantes en la medición de la felicidad, por medio de la especificación de varios modelos matemáticos; una segunda metodología de maximización del bienestar mediante la formulación de modelos teóricos, basados en supuestos similares al enfoque de utilidad para maximizar una función de utilidad; y una tercera metodología de revisión de literatura que recopila el trabajo de diversos factores que afectan la medición de la felicidad.

Artículos de evidencia empírica (modelos econométricos)

La gran mayoría de trabajos que involucran identificación de determinantes son econométricos, y la técnica empleada puede ejercer una fuerte influencia sobre los datos. Por ejemplo, a fin de identificar el efecto del ingreso se han usado modelos de corte transversal y regresión lineal (Easterlin, 2013; Feeny et al., 2014; Gielen y Van Ours, 2014; Liang y Wang, 2014) en países como China, Alemania y Estados Unidos. Aunque estos trabajos tienden a encontrar una relación positiva entre el ingreso con mayores niveles de felicidad, los resultados son difícilmente comparables por los cambios en metodología, periodo y país. Sería deseable tener más trabajos comparables que distingan entre efectos de corto y largo plazo y posibles no linealidades (si el ingreso tiene un efecto positivo a niveles bajos que se pierde más allá de cierto punto). La comparabilidad se facilitaría con la inclusión de la felicidad en el sistema de cuentas nacionales (Antolini, 2016; Batz, Parrigon y Tay, 2016).

En general, los métodos comúnmente usados en utilidad, se adoptaron para los trabajos de felicidad. Bajo el supuesto de utilidad cardinal, los modelos comúnmente utilizados son el de datos panel (con el uso de primeras diferencias para controlar efectos no observables) y regresiones por MCO. Cuando se cuenta con mediciones numéricas de felicidad, se tiende a usar los mismos métodos (Schwarze, 2011). Por ejemplo, Li et al. (2014) definen ecuaciones estructurales de la felicidad en las que incluyen variables determinantes para explicarla, y por medio de modelos de regresión lineal establecer cuáles tienen mayor impacto, así como el signo de la correlación. Una desventaja considerable de los datos panel supone los costos y dificultades de recopilar información para más de un año sobre la misma población. Los diseñadores de política suelen preferir los mínimos cuadrados ordinarios, dada la interpretación directa de los coeficientes y la sencilla implementación que esto supone (MacKerron, 2012).

Cuando se relaja el supuesto de cardinalidad y se asume que la utilidad puede medirse ordinalmente, muchos investigadores han utilizado los modelos probit y logit ordenados estándar (MacKerron, 2012). Ekici y Koydemir (2014) usan esta metodología a fin de evaluar la significancia de variables de características socio-demográficas, de capital social, y de institucionalidad en Malasia y Turquía. La desventaja más considerable de este enfoque es la dificultad para desarrollar recomendaciones de política, ya que los estimadores no son fáciles de interpretar directamente. Además, el tamaño de la muestra es otro limitante considerable en la eficiencia de los parámetros, cuestión que va en contravía con el presupuesto financiero limitado de la mayoría de proyectos sociales.

Varios modelos de corte transversal y de series de tiempo evalúan cuestiones psicológicas y de heterogeneidad cultural en diferentes países (Blanchflower et al., 2013; Lelkes, 2013; Mishra et al.; 2015; Vargas, 2013). La principal limitante es no poder determinar una relación causal entre las variables identificadas y la felicidad (Blanchflower et al., 2013). Boelhower y van Campen (2013) señalan que la felicidad puede ser causa o efecto de otra variable; o bien puede que el determinante sea una variable no observada (lo que conduce a sesgos por variables omitidas).

Otro factor son los supuestos que deben hacerse sobre las variables que miden el bienestar social y las variables explicativas, observadas o no. Al respecto, se usan modelos de crecimiento económico endógeno, modelos bayesianos (Cyert y Degroot, 1975), método de variables instrumentales, y de regresiones no lineales entre las variables. Supuestos como la percepción del riesgo (Goudie, Mukherjee, de Neve, Oswald y Wu, 2014), el capital social y la inequidad son fundamentales en el desarrollo de modelos de este tipo (Bartolini, 2014).

La amplia dispersión metodológica de los trabajos econométricos se puede apreciar en la Gráfica 2. La principal dificultad que esta dispersión supone es la poca extrapolación factible en el diseño de las políticas públicas para cada país en particular. Aunque en muchos países las recomendaciones de política incluyan el mismo tipo de variables macroeconómicas, la forma y alternativa de uso de cada uno varían drásticamente entre ellos.

Fuente: elaboración propia.

Gráfica 2 Metodologías econométricas usadas por los autores a partir de la revisión de literatura (% respecto al total) 

Un factor de gran importancia es que muchos trabajos no examinan el efecto de las políticas, sino que los extrapolan a partir del estudio de los determinantes. En otras palabras, una determinada variable puede ser un determinante pero no un instrumento adecuado de política. Tómese el caso del automóvil particular. Goetzke y Rave (2015) encuentran para Alemania que la felicidad mejoraría localmente con mayor acceso a automóvil privado, pero que si nadie tuviera carro privado se maximizaría la felicidad de manera global. De allí no se puede saltar inmediatamente a la conclusión según la cual prohibir los carros particulares aumentaría la felicidad. Una alternativa consiste en comparar situaciones con políticas distintas y comparar el diferencial en el efecto. Por ejemplo, Gruber y Mullainathan (2006) aprovecharon que los impuestos al tabaco eran diferentes según el Estado y el tiempo, y encontraron que los aumentos en el impuesto en EE. UU. aumentaban de manera significativa la felicidad de los propensos a fumar. Esta sí constituye evidencia a favor de los impuestos al tabaco como instrumento de política. Los trabajos que han estudiado el efecto de variaciones de política se han concentrado especialmente en política tributaria y en el mercado laboral.

El trabajo con métodos experimentales o evaluación de impacto podría resultar en avances en esta área.

Existe un fenómeno conocido en política monetaria: un agregado monetario (por ejemplo M1) está correlacionado con el ingreso, pero, una vez que se usa el agregado como instrumento de política, la correlación se pierde porque aparecen innovaciones financieras que trasladan la correlación a un agregado mayor (Walter, 1989). Este tipo de efectos se identifica mejor con modelos de series de tiempo y vectores autorregresivos. Es posible que en el futuro se avance en esta dirección.

Revisiones de literatura

Estos trabajos se concentran en las bases históricas y filosóficas del concepto de felicidad. Generalmente, definen la concepción general sobre felicidad, las etapas de formación y la investigación hasta ahora realizada, y, para partir de allí, verificar y complementar las hipótesis que cada uno supone.

Se identificaron aquí dos corrientes principales. Por una parte, comparan el enfoque de utilidad con el de felicidad (Schubert, 2012), al recopilar información sobre la amplia evidencia empírica y econométrica que se le ha atribuido a dicha relación, en variables como el ingreso y la satisfacción con la vida (Becchetti y Pelloni, 2013). Sobre este punto, Hirschauer et al. (2015) concluyen que el aporte más significativo de esta rama postula una concepción más acorde con los objetivos propios de la sociedad “real”. Por otra parte, un grupo de autores se centra más en identificar cuáles son los determinantes de la felicidad, sin hacer comparaciones con el método tradicional, más bien justificando su posición desde una base histórica, filosófica y sociológica. Al respecto, variables como la formación de hábitos y relaciones interpersonales se capturan mediante funciones de utilidad (Choudhary et al., 2012; Cyert y Degroot, 1975). En esta área, la autodeterminación en los nive-les de felicidad capturados por medio de las entrevistas que formulan los investigadores, desmienten prototipos negativos que relacionan, por ejemplo, a los menos felices con situaciones de pobreza. Aspecto que critican Boelhouwer y van Campen (2013), al encontrar evidencia de que existen muchas variantes en la especificación que puede hacerse al respecto de las variables de autodeterminación y autorreporte de la felicidad, y que, por tanto, no es posible encontrar una causalidad directa.

Las limitaciones que surgen provienen de las implicaciones normativas de basar parte de las políticas públicas en la noción de felicidad, cuando no existe un único concepto sobre lo que realmente es “felicidad”, y de que no hay consenso sobre las políticas claras para aumentarla (no se sabe cómo implementarlas a pesar de que ya existen en algunos estudios de caso). Surgen así fuertes problemas morales al recomendar la felicidad como estrategia de política pública, pues se genera una disyuntiva entre la definición de la felicidad como el objetivo más importante en la vida de las personas (primordial), o como uno de los más importantes (secundario). El argumento central es que la política de la felicidad puede ser menos deseable de lo que podría parecer a primera vista. La idea clave es que el valor político de la felicidad no se puede derivar sin más justificación de la pena que los individuos le atribuyen en sus vidas. Ser intuitivamente digno y deseable individualmente no hace que las instituciones estén obligadas a promover dicho objetivo (Landes, 2013; Vargas, 2013).

Modelos teóricos de maximización del bienestar

Se trata aquí de modelos teóricos que, basados en supuestos sobre las preferencias de los individuos (metodología que comparte con el enfoque de maximización de la utilidad) pretenden ser un puente entre la teoría, la investigación empírica y la política social (Choudhary et al., 2012). Estos modelos surgen a partir de la modelación de ecuaciones basadas en comportamientos a nivel microeconómico, definición de funciones a fin de representar los hábitos comportamentales, maximizar funciones de utilidad para representar el bienestar, entre otros. Además, enfatizan que la formación de hábitos y las comparaciones interpersonales entre grupos sociales determinan el nivel de felicidad entre clases sociales.

La idea fue retomada por Frey et al. (2014) al identificar que los modelos teóricos de la economía de la felicidad necesitan hacer más énfasis en establecer puntualmente cuáles son los grupos de referencia que toman los individuos para autodeterminar sus niveles de bienestar (los niveles de felicidad varían para algunos grupos de referencia, pero no para otros). En Li et al. (2014) las ecuaciones basadas en el comportamiento a nivel micro capturan las percepciones sobre el nivel de riesgo en variables medio ambientales, que afectan los niveles de felicidad directamente; entre mayor sea la intensidad en la percepción del riesgo en estas variables, menor será el nivel de felicidad reportado.

Landes (2013) distingue entre el carácter objetivo y subjetivo de los supuestos estructurados (funciones de utilidad) para una correcta implementación de las políticas públicas. De nuevo, las dimensiones normativas de estas dos ramas tienen que ver con la definición propia del concepto de felicidad y de las recomendaciones que surgen a partir de dicho proceso. La poca investigación teórica que esta metodología implica pone de manifiesto una clara limitación de política: no es evidente cómo establecer una relación entre los supuestos de comportamiento y los hábitos de las personas con el diseño de política pública; de nuevo, al compartir supuestos con el enfoque de la utilidad, la heterogeneidad de las características de los individuos queda por fuera de los supuestos, incluso cuando se capturan factores psicológicos individuales (Li et al., 2014).

Choudhary et al. (2012) postulan que la economía política de la felicidad debe determinar cuándo resultan ser buenos indicadores los hábitos de comportamiento en los individuos. Para ello debe tomar en cuenta criterios tales como la amplitud, la velocidad y la simetría que implican cada supuesto sobre el impacto de variables agregadas en los niveles de felicidad. Los efectos de política estarían limitados a la definición e incorporación de funciones que integren variables psicológicas que capturen los componentes dinámicos de la sociedad. Aspecto que es difícil de capturar en ecuaciones de carácter estático como lo supone (y en efecto hace) la maximización de la utilidad. Finalmente, está la cuestión de si la felicidad de la sociedad es simplemente la agregación de las felicidades individuales, o si hay que incorporar efectos que solo se pueden ver en el grupo (Haidt, Seder y Kesebir, 2008).

FELICIDAD Y MÉTODOS DE EVALUACIÓN DE IMPACTO

A pesar de su importancia, en esta área no se encontraron documentos en la revisión. Los métodos experimentales pueden ser muy útiles para solucionar el problema del paso de determinantes a instrumentos que se señaló anteriormente. Se relacionan a continuación las implicaciones de relación existentes entre el enfoque adoptado para mejorar la felicidad y los niveles de bienestar social, con el tema de evaluación de impacto, cuya dependencia directa con los hacedores de política se ha convertido en una herramienta primordial a la hora de diseñar, evaluar e implementar políticas públicas. La evaluación de impacto es un tipo particular de evaluación que pretende responder a cuestiones de causa-efecto. El interés primordial de esta evaluación recae en averiguar cuál es el impacto del programa (contrafactual), basado en la comparación de un grupo que en efecto recibe el programa (grupo de tratamiento), con otro grupo que no lo hace (grupo de control), es decir, el efecto en los resultados que el programa tiene directamente sobre la población (Gertler, Martinez, Premand, Rawlings y Vermeersch, 2011). De aquí que el enfoque de felicidad al buscar determinar las definiciones, las metodologías y las variables que más influyen en el bienestar social tenga mucho que ver con las etapas de diseño, implementación, recolección de datos, análisis y aprendizaje (fases de la evaluación de impacto) usadas en la implementación de políticas públicas.

La evaluación de impacto surgió como herramienta para mejorar el enfoque de utilidad en la definición de políticas públicas (con el fin de tener indicadores de ingreso, educación y salud más adecuados), ya que por medio de la especifica-ción de modelos econométricos que se basan en la maximización de funciones de utilidad, supuestos modeladores sobre las preferencias y las características de los individuos (grupos de tratamiento y control), pretendían encontrar el indicador de impacto que bajo ciertas condiciones (eficiencia, ausencia de sesgos) le rindiera el mayor beneficio a la sociedad. Esta situación se debió, en parte, al tipo de datos disponible (corte transversal y encuestas de hogares).

El esfuerzo de los investigadores en el área de políticas públicas, en conjunto con la disposición de organismos multilaterales y de gobiernos locales, puso al alcance de los tomadores de decisión una amplia variedad de datos de tipo cualitativo; a partir de encuestas sobre autorreportes del bienestar, trayectorias personales, relaciones interpersonales y características psicológicas, al superar los limitantes que el uso de datos cuantitativos impone. Este hecho está relacionado intrínsecamente con la manera como la metodología de la evaluación de impacto ha dado un giro hacia las evaluaciones de tipo cualitativo (metodologías de entrevistas individuales, grupos focales, estudios de caso como representatividad dentro de la muestra), las cuales complementan la elección econométrica y el análisis cuantitativo realizados en las primeras fases de esta metodología. Ejemplo de ello se evidencia en el trabajo que hacen autores como Banerjee y Duflo (2011) sobre los determinantes de la pobreza en decenas de países en vía de desarrollo, desde hace unos 10 años, aproximadamente.

Ahora bien, el efecto de incorporar la felicidad en la evaluación de impacto se relaciona implícitamente con los supuestos que deben establecerse sobre el indicador de impacto (o contrafactual) y, por tanto, sobre la interpretación en los resultados del modelo final. Esto supone una restricción considerable al establecer el impacto de políticas públicas por grupos de individuos (también llamadas variables de con-trol, tales como el género, grupos por nivel de ingreso, etnia, sexo y características del hogar, entre otros, muy comunes en este tipo de análisis), siempre que dichas variables de control estén correlacionadas con las variables que caracterizan la medición de la felicidad y del bienestar social. Relajar los supuestos sobre el indicador de impacto (sesgo por variables omitidas, por ejemplo) impediría generalizar los resultados encontrados en el modelo econométrico para efectos de diseño de política pública y haría que la disyuntiva entre poder muestral y tamaño de la muestra sea aún mayor que en los modelos en los cuales se cumplen todos los supuestos (Bernal y Peña, 2010).

En caso de que el uso de los determinantes de la felicidad en la evaluación de impacto vaya más allá de la medición cuantitativa de variables tradicionales - como, por ejemplo, el ingreso real de los individuos-, sería factible que ambos tipos de variables tuvieran algún tipo de correlación preexistente que no puede ser corregida por la modelación de métodos de evaluación de impacto y que, por tanto, haría perder poder de descripción a los datos. Las consecuencias inmediatas que este efecto produciría estarían reflejadas en el alcance y la objetividad del fin último de las políticas públicas: no sería factible mejorar el bienestar de grupos de individuos con características particulares y con objetivos diferenciados.

Un reto que presentará el uso de la evaluación de impacto, y en general de métodos experimentales en la evaluación de políticas para la felicidad, se encuentra en el tratamiento del tiempo. Ya se indicó que una de las divergencias en los enfoques de felicidad se relaciona con el viejo problema de si lo que importa es el camino o el destino. Una ventaja de los métodos experimentales es que se puede medir la felicidad, tanto durante el proceso de la política (aunque eso sin duda aumentará los costos), como al final. Por costos y simplicidad, tal vez la mejor opción sea el método de reconstrucción del día (Kahneman, Krueger, Schkade, Schwartz y Stone, 2004). Pero aun si se dispone de la trayectoria de la felicidad y del punto final, no es claro cuál es el mejor tratamiento de los resultados.

La solución intuitiva para un economista sería calcular el acumulado de felicidad (el área bajo la curva), tal vez usando una tasa de descuento. No obstante, esta medida no parece coincidir con lo que realizan las personas al evaluar la felicidad de un evento experimentado. En primer lugar, porque las personas no prestan atención a la duración del evento, como si lo condensaran (Schreiber y Kahneman, 2000); y en segundo lugar, porque la evaluación a posteriori del evento da mayor peso al punto extremo de la experiencia (por ejemplo, el momento más doloroso) y al final de la misma (Chicaíza y García, 2014; Kahneman, Fredrickson, Schreiber y Redelmeier, 1993; Kahneman y Thaler, 2006; Redelmeier y Kahneman, 1996; Redelmeier, Katz y Kahneman, 2003). Esto quiere decir que cuando se estudian intervenciones que no son instantáneas, no es lo mismo medir la felicidad a lo largo del tiempo que hacerlo solo al final. Este es un ejemplo de los problemas que deberán resolver los futuros trabajos de evaluación de las políticas de felicidad.

CONCLUSIONES

La toma de decisiones de política pública puede descansar en la noción de utilidad, o bien en la de felicidad. La primera se basa en las expectativas implícitas en las decisiones de maximización de los individuos, mientras la segunda se basa en la satisfacción que efectivamente experimentan las personas. Cada uno de estos enfoques presenta problemas. Las metodologías de medición de la utilidad introducen diversos tipos de sesgos y presentan problemas de complejidad cognitiva e inestabilidad de los resultados (Abdellaoui, Driouchi y L'Haridon, 2011; Hey, Morone y Schmidt, 2009; Reynaud y Couture, 2012); las medidas de felicidad tienen el inconveniente de no contar con definiciones aceptadas por todos los investigadores.

Existe alguna discusión acerca de si la felicidad constituye un fin adecuado para la política, pero el consenso general da una respuesta positiva al problema. Más complicada es la cuestión de cómo alcanzar una mayor felicidad. No toda la literatura es cuidadosa en cerciorarse que los determinantes identificados en los modelos econométricos efectivamente puedan ser instrumentos de política. Adicionalmente, la gran diversidad en métodos y variables lleva a la dispersión en las recomendaciones. La etapa que se ha vivido hasta ahora de recolección de datos empíricos puede dar lugar, en el futuro cercano, a un proceso de decantación y comparación en el que se identifiquen e implementen algunas políticas en las que los efectos sean más robustos.

A fin de solucionar estas limitaciones, en parte, habría que identificar de manera comparable entre países los efectos en las variaciones de política y de variables determinantes. Es fundamental reconocer que el debate entre medidas de felicidad es muy amplio. Es decir, identificar que, si bien existen muchas alternativas para definir el concepto de felicidad y, por ende, la recolección de datos basados en esa noción para mejorar el diseño de política, su ejecución dependerá, más bien, del objetivo de política propio que se necesite, y no de que haya un enfoque más “correcto” que otro.

La investigación sobre felicidad ha sido exitosa en plantear interrogantes y generar preguntas. Su aplicación en política pública requiere de más trabajo previo. Un punto que amerita más desarrollo por parte de la comunidad de investigadores es el de la aplicación de la evaluación de impacto y de métodos experimentales o cuasiexperimentales para el tema de felicidad, y la construcción de nuevas metodologías que permitan medir los efectos de las políticas recomendadas. Los métodos actuales se construyeron con el propósito de trabajar con la utilidad; habrá necesidad de adaptarlos a las características específicas de la felicidad.

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Sugerencia de citación: Rodríguez, J., García Molina, M., & Chicaíza, L. (2018). Felicidad en la política pública: una revisión de literatura. Cuadernos de Economía, 37(73), 95-119.

Recibido: 14 de Agosto de 2016; Aprobado: 30 de Enero de 2017; Aprobado: 31 de Enero de 2017

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