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Innovar

Print version ISSN 0121-5051

Innovar vol.17 no.29 Bogotá Jan./June 2007

 

 

 

Técnica y utopía. Biografía intelectual y política de Alejandro López, 1876-1940

 

Alberto Mayor Mora, Fondo Editorial Universidad Eafit, Colección Cielos de Arena, enero de 2001.

 

Una vez se realiza la lectura de este magistral y profundo trabajo –que involucra más de doce años de investigación–, se evidencian dos rasgos: la madurez intelectual del profesor Alberto Mayor Mora, que ya en otros estudios había demostrado su capacidad analítica, y la importancia de Alejandro López para la historia del pensamiento económico y social colombiano de la primera parte del siglo XX.

Alberto Mayor, fundado en los planteamientos de la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, que se empezó a construir desde los años sesenta, orienta su investigación sobre la persona de Alejandro López en la tesis weberiana que señala que la historia de los hombres se puede analizar a partir de sus inclinaciones hacia el poder (prestigio), el dinero (riqueza) y el sexo.

López, según se desprende de la indagación realizada por Mayor Mora, tuvo el deseo de ganar prestigio como intelectual y reformador social de Colombia, y lo consiguió siendo diputado, gerente de las Empresas Públicas, de la Federación Nacional de Cafeteros y representante a la Cámara. Constituyó una familia relativamente estable y sólida a lo largo de su vida. El deseo de riqueza no fue una debilidad del hijo del artesano de Medellín Miguel A. López.

Con un detallado trabajo de archivo, Alberto Mayor indaga sobre los ancestros estamentales del ingeniero civil Alejandro López, hijo de una familia de artesanos, específicamente de sastres, de la Medellín del siglo XIX. Allí Mayor Mora logra identificar los principales valores que el abuelo de Alejandro y su padre imprimieron sobre el carácter de los descendientes y que quedaron como tinta indeleble, impregnados en su personalidad, al igual que sus amores hacia el trabajo práctico y sus odios hacia los prestantes miembros de la sociedad que vivía en el “marco de la plaza”, como de manera argumentada lo señala Mayor en el texto.

Estos antecedentes, reforzados por la experiencia vivida en la Escuela Nacional de Minas de Medellín, estudiada en otra obra del mismo autor (Ética, trabajo y productividad en Antioquia. Tercer Mundo Editores, 1989), llevan a Alejandro López a aproximarse al pensamiento económico de los años veinte y treinta, de la ciudad de Londres. Allí accede a los planteamientos de la escuela marginalista (Marshall, Jevons) y a los primeros esbozos del intervencionismo de Estado que desarrollaba Mr. Maynard Keynes en el círculo de la universidad londinense.

Alberto Mayor, con el cuidado de un historiador de las ideas, se dedica a identificar las fuentes intelectuales de López. En un trabajo de filigrana y artesanía investigativa precisa las relaciones entre el pensamiento, las conclusiones y las recomendaciones para Colombia que hace López en sus trabajos (El trabajo, El desarme de la usura, Problemas colombianos) y las elaboraciones teóricas e hipótesis de autores del pensamiento económico y sociológico europeo de los siglos XIX y XX, tales como Marshall, Jevons, Tarde, Le Bon y Ruskin. López no fue marxista, y aunque conoció obras del gran pensador alemán y tal vez durante su estadía, como lo indica Mayor, se aproximó a su resonancia en la Inglaterra de los años veinte, su tendencia liberal lo acercó al pensamiento económico marginalista y al intervencionismo propugnado por el partido liberal inglés, que consideraba más adecuados para el país que era Colombia a comienzos del siglo XX.

Sociólogo fundado en el método de la “comprensión” para interpretar el pasado, Mayor Mora se detiene, con una rigurosidad y obsesión similares a las del personaje estudiado, en los detalles del pensamiento económico de la época para entender los problemas de la economía política: las relaciones entre producción y moneda, interés del capital, la unidad del mercado o de la economía, la usura, la industria, las finanzas públicas, el comercio internacional, la tasa de cambio, el patrón oro, todos ellos objeto de los pensadores de la economía de comienzos del siglo XX en Europa.

Las conexiones existentes entre una economía fundamentalmente agrícola como la colombiana de los años 1910, el surgimiento de la industria en los años veinte y la transformación social y política al pasar de una sociedad estamental y predominantemente rural a una sociedad con clases sociales claramente diferenciadas, con todas sus contradicciones y ambigüedades, se encuentran señaladas con precisión, o sugeridas, en otros casos, en el texto de Mayor Mora.

Alberto Mayor hace varios llamados –con razón según se desprende de su formidable estudio– a los economistas y a los dirigentes contemporáneos sobre la pertinencia del pensamiento de Alejandro López para la Colombia del siglo XXI, debido al hecho histórico de haberse aplazado asuntos cruciales para el desarrollo de la economía nacional como la reforma agraria (distribución de la propiedad) y permitirse la imposición del sector financiero sobre el sector industrial, con la consecuente limitación para que se produjera la integración del mercado nacional colombiano durante la segunda mitad del siglo XX.

La sucinta aproximación al mundo de la diplomacia colombiana de los años veinte y treinta, que de seguro no presenta enormes diferencias frente a lo que era característico de la diplomacia latinoamericana de esos años, nos permite advertir que allí tienen los investigadores del Estado una fuente valiosa para descubrir a los grupos precapitalistas que controlaban y que orientaron las relaciones internacionales de estas naciones durante gran parte del siglo XX.

La exposición clara y precisa de Alberto Mayor me ha recordado las conversaciones con el escritor y poeta Luis Vidales (autor de Suenan timbres), que, un poco posterior en el tiempo a Alejandro López, nos relataba hace unos años la sorpresa intelectual de los colombianos acercándose a las tendencias económicas, políticas y sociales que se experimentaban en Europa (Madrid, París, Londres), y la conmoción subjetiva que les causaba estar conociendo de primera mano el surgimiento de nuevos movimientos en las artes plásticas de los años veinte y treinta.

En los capítulos que presentan y analizan lo sucedido con Alejandro López una vez regresa al país en 1935, cuando ya se detenía la “Revolución en Marcha”, se perciben las ambigüedades de una dirigencia que, sobre todo, intuía el valor de las recomendaciones del intelectual, pero que no tenía el poder suficiente y el convencimiento para imponerse sobre sectores económicos y sociales que representaban la sociedad precapitalista y estamental de comienzos del siglo XX en Colombia y que aspiraba a mantener sus privilegios.

La gestión de Alejandro López en la gerencia de la Federación Nacional de Cafeteros será afectada por la pugna de intereses de los sectores “financistas” que veían malogrados sus beneficios ante el control del crédito y la tasa de cambio por parte del Estado, como lo proponía López en sus escritos (Desarme de la usura) y en los debates en la Cámara de Representantes.

Las diversas sugerencias que da Mayor Mora a los investigadores económicos, antropólogos, historiadores económicos y sociólogos, y las nuevas líneas de trabajo que advierte, tales como la capacidad de predicción de la crisis de los años veinte por parte de otros economistas colombianos contemporáneos a López, o las tendencias “feministas” en el pensamiento de Alejandro López, ubicándolo como un pensador moderno miembro de la que se ha definido como la “segunda generación nacional” colombiana, nos convencen del inmenso trabajo por realizar sobre la historia reciente de Colombia.

Queda un sinsabor por las imposiciones de la sociedad sobre sus mentes más lúcidas, al ver cómo un personaje de las calidades intelectuales de Alejandro López no continúa hasta el final de sus días en la aproximación a los problemas teóricos de la economía, la administración y la organización social, sino que termina atrapado en la lucha política nacional por el afán de poner en práctica sus conclusiones teóricas frente a una dirigencia local que no lo comprendía a cabalidad.

En la fineza y plasticidad de este producto intelectual de Mayor Mora, los sociólogos tenemos una perspectiva y una lección para abordar las relaciones que se dan entre una persona, las ideas determinantes de su tiempo y las tendencias y dinámicas políticas contradictorias propias de su entorno social y cultural.

En síntesis, este texto logra avanzar en la comprobación de las hipótesis sugeridas por el profesor Darío Mesa en sus lecciones a lo largo del trabajo académico en la Universidad Nacional de Colombia, y resuenan en las 565 páginas del texto de Alberto Mayor, con la solidez intelectual de este investigador colombiano de primer nivel, las reflexiones sobre la importancia de desarrollar un pensamiento científico y nacional.

 

Autor de la reseña:

Wilson H. Ladino Orjuela.

Sociólogo. Máster en Sociología. Estudiante de segundo año del doctorado en Gobierno y Administración Pública de la Universidad Complutense de Madrid-Instituto Ortega y Gasset. Profesor del núcleo de Estado y Poder de la Escuela Superior de Administración Pública, Territorial Once. Asesor y consultor en políticas públicas, organización territorial del Estado y planeación social regional.

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